Actualidades en Psicología, 35(130), enero-junio 2021, 49-73 |
Evolución del estudio sobre el efecto de la crianza en las conductas prosociales en la infancia y la adolescencia: una revisión sistemática
Evolution of the Study on the Effect of Parenting on Prosocial Behaviours in Childhood and Adolescence: Systematic Review
Anyerson Stiths Gómez Tabares1
https://orcid.org/0000-0001-7389-3178
María Cristina Correa Duque2
https://orcid.org/0000-0002-0547-4315
Jorge Hernán González Cortés3
https://orcid.org/0000-0002-6733-2734
1,2,3Programa de Psicología, Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, Universidad Católica Luis Amigó, Colombia
1Anyerson Stiths Gómez Tabares. Programa de Psicología, Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, Universidad Católica Luis Amigó, Colombia. Dirección postal: Carrera 22 N° 67A – 49, Manizales, Colombia. E-mail: anyerspn.gomezta@amigo.edu.co
2María Cristina Correa Duque. Programa de Psicología, Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, Universidad Católica Luis Amigó, Colombia. E-mail: maria.correauq@amigo.edu.co
3Jorge Hernán González Cortés. Programa de Psicología, Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, Universidad Católica Luis Amigó, Colombia. E-mail: jorge.gonzalezco@amigo.edu.co
Recibido: 04 de diciembre del 2019
Aceptado: 12 de marzo del 2021
Resumen. Objetivo. Realizar una revisión sistemática de cómo han evolucionado la investigación y la evidencia empírica documentada sobre el efecto de la crianza en el desarrollo de conductas prosociales en la infancia y la adolescencia. Método. Se realizó un análisis bibliométrico y de redes de citaciones mediante las herramientas bibliometrix y Tree of Science (ToS). La búsqueda bibliográfica se efectuó en Scopus y Web of Science. Resultados. La producción científica entre el año 2000 y 2020 se incrementó entre un 10% y un 13%. Los estudios se segmentaron en clásicos, estructurales y recientes. Los clásicos analizaron el efecto directo de la disciplina parental sobre las conductas prosociales. Los estructurales analizaron los factores emocionales que median la asociación entre la crianza y las conductas prosociales. Los recientes aportan evidencia adicional sobre el rol mediador de la empatía e incorporación de una perspectiva intercultural y étnica en el estudio de los estilos de crianza y las conductas prosociales.
Palabras clave. Conductas prosociales, empatía, disciplina, estilos de crianza, bibliometría, árbol de la ciencia.
Abstract. Objective. To conduct a systematic review of the evolution and documented empirical evidence on the effect of parenting on the development of prosocial behaviors in childhood and adolescence. Method. A bibliometric and citation network analysis was performed using bibliometrix and Tree of Science (ToS) tools. The bibliographic search was carried out in Scopus and Web of Science. Results. Scientific production between 2000 and 2020 increased between 10% and 13%. The studies were segmented into classic, structural, and recent. Classical studies analyzed the direct effect of parental discipline on prosocial behaviors. The structural ones analyzed the emotional factors that mediate the association between parenting and prosocial behaviors. The recent ones provide additional evidence on the mediating role of empathy and the incorporation of a cross-cultural and ethnic perspective in the study of parenting styles and prosocial behaviors.
Keywords. Prosocial Behaviors, Empathy, Discipline, Parenting Styles, Bibliometrics, Tree of Science.
Introducción
El estudio sobre el desarrollo de las conductas sociales positivas en la infancia y la adolescencia se ha convertido en un campo de investigación creciente en las ciencias sociales en los últimos años (Gómez, 2019a); destaca un interés particular por analizar la incidencia del aprendizaje social y el desarrollo socioafectivo y moral en los procesos de modelamiento prosocial, la socialización, el autocontrol y el ajuste psicológico en la infancia (Carlo et al., 2007; Mestre et al., 2002; Richaud & Mesurado, 2016; Tur-Porcar et al., 2018). El estudio de la conducta prosocial ha tenido un inicio reciente en la psicología pues, tradicionalmente, la conducta violenta ha tenido un papel protagónico en la investigación y la intervención psicosocial (Gómez & Narváez, 2018). El interés por este constructo psicológico da cuenta de un cambio de perspectiva en las ciencias sociales, al abordar el potencial humano y no la carencia o la enfermedad (Gómez, 2019c; Gómez & Durán, 2020, 2021).
Las conductas prosociales son actos voluntarios que tienen la intención de ayudar y beneficiar a otras personas; promueven el apoyo físico y psicológico, la cooperación, el trabajar en equipo, las relaciones interpersonales, la solidaridad y el cumplimiento de las normas sociales (Eisenberg & Fabes, 1998; Fátima et al., 2020; Gómez & Narváez, 2019; Zhang et al., 2020). La empatía, entendida como la capacidad para adoptar la perspectiva y experimentar un estado emocional coherente con la vivencia de otra persona, se ha considerado uno de los principales precursores de la conducta prosocial (Correa, 2017; Gómez, 2019a). Para Gerdes y Segal (2009) la empatía y las conductas prosociales están fuertemente relacionadas, en el sentido en que una actitud empática implica necesariamente una disposición prosocial.
Para algunos autores se debe hacer una distinción entre prosocialidad y conductas prosociales (Auné & Attorresi, 2017; Caprara et al., 2010; Gómez, 2019a). La prosocialidad hace referencia al conjunto de rasgos de personalidad y disposiciones psicológicas de una persona tendientes a la amabilidad, la empatía, la solidaridad y ayuda a los demás, mientras que, las conductas prosociales hacen alusión a los comportamientos sociales particulares de una persona, por ejemplo, brindar ayuda a los demás.
Debido al valor heurístico del concepto, existen controversias respecto a una clasificación sobre los tipos de conductas que se deben considerar prosociales (Gómez, 2019a, 2019c) y, en especial, se ha discutido si los comportamientos prosociales están motivados estrictamente por una intención altruista o si hay motivaciones egoístas asociadas a la obtención de recompensas personales (Grossmann, 2018). Para Batson y Powell (2003) las conductas prosociales presentan diferentes motivaciones, entre ellas, el altruismo y el egoísmo, así como motivaciones colectivistas asociadas a la pertenencia a un grupo social y el cumplimiento de principios morales de una sociedad y, aun así, considerarse prosocial, dadas las consecuencias positivas que genera en la sociedad.
Con base en estas distinciones, se ha considerado que la conducta prosocial es un concepto multidimensional en el cual convergen factores motivacionales, contextuales, cognitivos y afectivos asociados (Padilla-Walker et al., 2015), aspecto que amerita una comprensión más amplia a la simple descripción conductual (Gómez, 2019a). Al respecto, Carlo y Randall (2002) y Carlo et al. (2003) proponen un modelo multidimensional basado en seis tendencias o motivaciones prosociales: emocional, complaciente u obediente, pública, anónima, altruista y de emergencia. La tendencia prosocial emocional se refiere a ayudar o beneficiar a otros en una situación emocionalmente perturbadora. La tendencia prosocial de obediencia se refiere a ayudar a una persona en respuesta a su solicitud verbal o no verbal. La tendencia prosocial pública corresponde a comportamientos de ayuda en presencia de otras personas con el propósito de obtener reconocimiento o aprobación social. La tendencia prosocial anónima se describe como todo comportamiento de ayuda manteniendo el anonimato. La tendencia prosocial altruista son conductas de ayuda desinteresadas, sin que exista una percepción de recompensa directa. Por último, la tendencia prosocial de emergencia hace referencia a ayudar a los demás en una situación de crisis o en circunstancias con un riesgo potencial de daño.
Por otra parte, la estructura familiar es el sistema socializador primario en el que se adquieren las bases para la estimulación y aprendizaje de comportamientos sociales positivos y el desarrollo de competencias socio-morales y emocionales en los niños y adolescentes (Correa, 2017; Gómez, 2019a; Maccoby & Martin, 1983). La literatura empírica sugiere que el desarrollo de las conductas prosociales y la internalización de valores morales en la infancia depende de múltiples factores parentales e individuales (Carlo et al., 2010b). Uno de los factores parentales más importantes son los estilos de crianza (Hoffman, 2000; Fátima et al., 2020; Llorca et al., 2017). Dependiendo de los estilos de crianza predominantes se desarrollarán los primeros esquemas de socialización, sean estos prosociales o no, y tendrán un efecto importante en el aprendizaje de competencias sociales y emocionales en todos los escenarios de socialización (Richaud et al., 2011; Mestre et al., 2002; Llorca et al., 2017).
En la literatura se han documentado cuatro estilos de crianza: autoritario, permisivo, negligente y democrático (Baumrind, 1971; Maccoby & Martin, 1983). De acuerdo con Batool y Lewis (2020) y Fátima et al. (2020), los padres autoritarios son excesivamente exigentes, desean tener el control y que sus hijos obedezcan sus órdenes sin ninguna explicación o argumento, presentan poca calidez y no se comunican de manera asertiva. Los padres permisivos no suelen ser exigentes, son accesibles y cariñosos, ejercen poco control y son laxos con las normas. Los padres negligentes rara vez expresan el afecto o comunican sus emociones y opiniones, ejercen poco control y no suelen hacer demandas hacia sus hijos. Los padres democráticos tienen límites definidos y una disciplina justa y equilibrada, por lo que tienden a instruir y ofrecer una retroalimentación sobre los comportamientos sociales deseados e indeseados de sus hijos; se caracterizan por una alta sensibilidad emocional hacia las necesidades de sus hijos, son cariñosos, amigables, receptivos y se comunican asertivamente.
Se ha documentado que el desarrollo de las competencias sociales se aprende desde las primeras etapas del ciclo vital y que la estructura familiar y las dinámicas que allí se tejen, en términos de los estilos de interacción, estilos de crianza, apego, sistema de normas y valores socio morales, capacidad vincular y de expresión emocional, son predictores del comportamiento social positivo, la sociabilidad, la autoeficacia emocional, la empatía, el razonamiento moral y el ajuste psicológico en la niñez (Carlo et al., 2010a, 2010b; Carlo et al., 2016; Hoffman, 2000; Richaud & Mesurado, 2016).
La acumulación de estudios en torno a la comprensión del papel de la crianza en el desarrollo prosocial de niños, niñas y adolescentes sugiere que hay aspectos específicos de la crianza que promueven el ajuste psicológico, las relaciones interpersonales, la autoestima, el autocontrol y la salud mental. Entre ellos, se desataca la crianza democrática, la capacidad para expresar el afecto de manera positiva, un estilo de comunicación asertivo en la familia, el apoyo parental y la disciplina inductiva; esta última se caracteriza por la instrucción, explicación y supervisión apropiada de los hijos sobre su comportamiento social, utilizando el razonamiento verbal y reforzamiento del comportamiento para redirigir la atención del niño o la niña cuando está llevando a cabo un comportamiento inadecuado (Carlo et al., 2016; Eisenberg & Valiente, 2002; Hastings et al., 2005; Hastings et al., 2007; Padilla-Walker, 2007; Padilla-Walker et al., 2016; Pastorelli et al., 2015). En este sentido, la madre y el padre son un primer referente vicario al proveer de afecto e impartir la disciplina y ser un apoyo determinante para el desarrollo psicoemocional. Asimismo, hay un común denominador: el soporte parental, que reafirma al niño o la niña en su autoestima, bienestar, responsabilidad y seguridad, haciendo que se preocupe más por las necesidades del otro.
A pesar de la proliferación de estudios que han analizado los efectos de los estilos de crianza sobre el desarrollo de conductas prosociales en los hijos, es escasa la literatura que busca trazar cómo ha evolucionado la investigación de este campo de estudio y la manera en la que se ha comprendido esta relación que, actualmente, parece tan fundamentada empíricamente. El objetivo de este trabajo es realizar una revisión sistemática del desarrollo de la investigación y la evidencia empírica documentada sobre el efecto de la crianza en el desarrollo de conductas prosociales en la infancia y la adolescencia. Para clasificar y analizar la producción científica, se utilizarán métodos bibliométricos y análisis de redes de citaciones basadas en la teoría de grafos (Valencia et al., 2020).
Método
Para la construcción del artículo, se utilizaron diversas herramientas que permitieron obtener una línea de evolución del estudio sobre los estilos de crianza y el desarrollo prosocial en la niñez y adolescencia. Se efectuó una metodología por pasos:
Paso 1. Ecuación de búsqueda bibliográfica
La búsqueda se realizó en las bases de datos indexadas de Web of Science (ISI Web of Knowledge) y Scopus (ELSEVIER). La ecuación de búsqueda (EB) empleada fue la misma en ambas bases de datos (ver Tabla 1).
Los resultados de la EB mostraron los artículos que tuvieron estas palabras en el título, resumen y palabras clave. La EB se exportó en formato txt y bibTeX para el análisis bibliométrico y la construcción de la red de citaciones usando la teoría de grafos.
Paso 2. Análisis bibliométrico
Mediante el paquete bibliometrix (http://www.bibliometrix.org) para R Studio Cloud (Aria & Cuccurullo, 2017), se utilizó la EB del paso anterior para realizar una exploración bibliométrica. En este análisis se presenta la producción científica en ambas bases de datos en relación con los estilos de crianza y las conductas prosociales, en la cual se discrimina la tendencia investigativa por año en las últimas dos décadas, las revistas y autores con mayor producción y citación en este campo de estudio. También, se relaciona el índice h (h-index) de las revistas y autores, el cual sirve como un indicador para medir la calidad de la producción científica de los investigadores en función del número de citas que han recibido los artículos científicos (Duque & Cervantes, 2019). Este índice se calcula, para los autores y las revistas, con base en la distribución de las citas que han recibido los artículos científicos publicados (Hirsch, 2005). Tanto la bibliometría como la cienciometría estudian la producción científica en uno o varios campos del conocimiento, bajo la aplicación de métodos matemáticos y estadísticos (Valencia et al., 2020).
Paso 3. Desarrollo de la investigación a modo de árbol de la ciencia (ToS)
Los resultados de la EB en ambas bases de datos se subieron a la plataforma web Tree of Science (ToS) (Robledo et al., 2014; Valencia et al., 2020). El algoritmo de ToS se basa en la teoría de grafos, donde los artículos son representados como nodos y las citaciones entre ellos como aristas. De esta manera, cada nodo representa una unidad de conocimiento ubicada dentro de la red. El algoritmo de ToS crea una red de citaciones que incluye tanto los artículos de la EB como las referencias citadas al interior de cada uno de estos artículos. Posteriormente, se segmenta la red en tres categorías, mediante las siguientes ecuaciones: grado de entrada (in-degree), grado de salida (out-degree) e intermediación (betweenness). Dicha segmentación se basa en indicadores cienciométricos de citación, ubicación y conexión de los nodos dentro de la red (Robledo et al., 2014; Valencia et al., 2020).
Los artículos con los indicadores más altos en grado de entrada y un valor de cero en el grado de salida, representan los estudios clásicos de mayor importancia, según su ubicación en la red. Estos artículos son considerados las raíces del árbol de la ciencia, justamente porque comenzaron a definir y estudiar el tema y son altamente citados con respecto a los demás. Los artículos con un alto grado de intermediación representan los estudios estructurales que amplían los estudios clásicos y son un soporte para los trabajos más actuales. Estos artículos son el tronco del árbol. Los artículos con grado de salida alto y grado de entrada cero representan los estudios más recientes. Estos artículos son las hojas; representan las perspectivas más actuales de investigación y, generalmente, se basan en los trabajos de investigación de las raíces y el tronco (Robledo et al., 2014; Valencia et al., 2020) (ver Figura 3). La red final estuvo constituida por 658 nodos (artículos) y 6589 aristas (citaciones), segmentados en tres categorías de análisis: artículos clásicos (raíz), estructurales (tronco) y recientes (hojas).
El algoritmo de ToS permite eliminar las restricciones temporales de búsqueda, el sesgo de las bases de datos indexadas en el buscador, dado que este procedimiento incorpora artículos de diversas fuentes bibliográficas, independientemente de la base de datos de donde se origina y, de este modo, ofrece una comprensión más amplia sobre la evolución de las investigaciones en este campo de estudio y la producción académica más influyente (Robledo et al., 2014; Valencia et al., 2020). El uso de algoritmos de análisis de citaciones para la selección de la literatura relevante en un campo de conocimiento se ha utilizado para reducir los sesgos de clasificación y selección y agilizar el proceso de investigación sobre un área de estudio en particular (Jiang et al., 2016; Parolo et al., 2019; Valencia et al., 2020), aspecto que brinda mayor rigurosidad y objetividad en la selección de la literatura según los intereses del investigador.
Esta metodología basada en el análisis de citaciones ha sido ampliamente utilizada en diversos estudios interdisciplinares, en revisiones de literatura sobre ética organizacional (Toro & del Rodríguez, 2017), responsabilidad social universitaria (Duque & Cervantes, 2019), políticas públicas sobre la enfermedad vascular cerebral (Landinez & Montoya, 2019), funciones ejecutivas en personas con obesidad (Landinez et al., 2019) y comportamiento suicida en niños y adolescentes (Gómez, 2021), lo cual le da soporte a la revisión realizada y la metodología que se utiliza.
Paso 4. Refinamiento de los criterios de elegibilidad para la revisión sistemática de la literatura
Para la elegibilidad de los artículos por cada segmento del árbol de la ciencia (ToS), se siguió el procedimiento PRISMA (Hutton et al., 2016; Moher et al., 2009). El diagrama de flujo de los criterios de elegibilidad en la selección de artículos para la revisión sistemática de la literatura se muestra en la Figura 1. Se revisaron los 658 registros de la red final de citaciones, teniendo en cuenta los seis criterios de elegibilidad que se enumeran a continuación.
Criterios estadísticos de inclusión
1. Artículos con una similaridad menor al 95% de acuerdo con el algoritmo de ToS, el cual utiliza criterios estadísticos para eliminar los estudios duplicados de la red de citaciones.
2. Artículos que presentaran, dentro de la red de citaciones, los indicadores estadísticos más altos en los grados de entrada (raíz), intermediación (tronco) y los indicadores más altos en grado de salida (hojas).
Criterios temáticos, muestrales y metodológicos de inclusión
3. Artículos científicos de metodología transversal y longitudinal.
4. Artículos enfocados a estudiar el efecto de los estilos de crianza sobre las conductas prosociales en niños, niñas y adolescentes.
5. Estudios que utilizaran medidas de evaluación de los estilos de crianza y las conductas prosociales en niños, niñas y adolescentes, sin excluir contextos o características de selección muestral.
6. Artículos procedentes de cualquier país, institución y autor.
Una vez establecidos los criterios de elegibilidad, se seleccionaron 58 documentos para la revisión completa, de los cuales 17 son clásicos (raíz), 17 estructurales (tronco) y 24 recientes (hojas).
Resultados
Análisis bibliométrico
En la Figura 2 se presenta cómo ha evolucionado la producción científica anual 2000-2020 en la base de datos de Scopus y Web of Science sobre crianza y conductas prosociales. La primera publicación registrada en Scopus fue en el 2000 y evidencia un incremento del 10% en la producción académica hasta el 2020. En la base Web of Science, las primeras publicaciones registradas fueron en el 2002, y se alcanzó una tasa de crecimiento anual del 13% hasta el 2020. En el año 2014, se evidenció una disminución en el número de artículos y un aumento importante en los años sucesivos, lo cual puede indicar que esta área de estudio aún está en desarrollo.
En la Tabla 2 se relacionan las diez revistas científicas más influyentes en ambas bases de datos según el índice h, número de citaciones recibidas y total de publicaciones. Se encontró que las revistas Journal of Genetic Psychology, Child Development y Frontiers in Psychology presentan el índice h más alto y un mayor número de publicaciones.
La Tabla 3 proporciona el listado de los veinte autores más relevantes en el campo de estudio en función del índice h. Gustavo Carlo lidera la producción científica, con un total de 18 artículos en Scopus y 21 en Web of Science. Es el autor con mayor número de citaciones, lo cual se refleja en un alto índice h. Gustavo Carlo ha sido uno de los autores más influyentes en el estudio de las conductas prosociales en la infancia y la adolescencia. De acuerdo con el scholar citations, ha reportado un total de 21378 citaciones, de las cuales 10301 son desde el año 2016.
Evolución de las investigaciones sobre la crianza y las conductas prosociales a modo de árbol de la ciencia (Tree of Science)
Los artículos seleccionados para la revisión sistemática se presentan dentro de la estructura de un árbol de la ciencia (Tree of Science) (ver Figura 3). La metáfora de utilizar un árbol para representar el desarrollo de la investigación en un campo de estudio es planteada por los autores de referencia en la metodología implementada en el análisis de grafos (Robledo et al., 2014; Valencia et al., 2020). En los siguientes apartados, se presenta la evolución de las investigaciones en tres categorías centrales: estudios clásicos, estructurales y recientes.
Artículos clásicos (raíz)
Estas investigaciones están orientadas al análisis conceptual y empírico de los efectos de la crianza y la disciplina parental en los procesos de socialización, las respuestas empáticas y el desarrollo de competencias prosociales en niños, niñas y adolescentes. Los estudios clásicos señalan que el apoyo emocional, la aceptación, la calidez y el apego parental, las reacciones de aprobación respecto al comportamiento social positivo y el modelado de conductas empáticas por parte de ambos padres, así como una disciplina inductiva y un estilo de crianza democrático, en contraposición a un estilo autoritario y negligente, son precursores de las conductas prosociales en niños, niñas y adolescentes (Carlo et al., 1998; Darling & Steinberg, 1993; Eisenberg & Fabes, 1998; Grusec & Goodnow, 1994).
Para Hoffman (1982, 1983, 1984, 2000), la disciplina parental inductiva es un predictor de las conductas prosociales y la internalización de normas y valores en la niñez. Explica que esta relación se debe a que la disciplina inductiva, la cual caracteriza el estilo de crianza democrático, promueve la empatía por otros seres humanos que, a su vez, está asociada a emociones morales que motivan el comportamiento prosocial, entre ellas, la culpa empática. Por el contrario, estilos de crianza autoritarios orientados a la coerción, la falta de afecto, las amenazas de castigo, el control psicológico y comportamental se han asociado al desajuste psicológico, los comportamientos externalizantes y una menor prosocialidad.
Al respecto, el estudio realizado por Krevans y Gibbs (1996) encontró que los padres que utilizaron una disciplina predominantemente inductiva, propia de un estilo de crianza democrático, en lugar de la afirmación del poder o un estilo autoritario, ejercieron un efecto predictor sobre las conductas prosociales y las respuestas empáticas de los hijos e hijas. En contraste, un estilo autoritario, que se caracteriza por la afirmación del poder, se asoció negativamente con la empatía y las conductas prosociales de los hijos. Estos hallazgos son particularmente importantes, porque permitieron contrastar, junto con otros estudios similares, la afirmación de Hoffman de que un enfoque inductivo de la disciplina promueve el comportamiento prosocial y el desarrollo de la empatía de los hijos (Eisenberg & Strayer, 1987; Maccoby & Martin, 1983).
Por otra parte, Brody y Shaffer (1982) y Radke-Yarrow et al. (1983) han cuestionado la relación causal entre un estilo de crianza o tipo de disciplina en particular y el desarrollo de conductas prosociales en niños, niñas y adolescentes. Los autores argumentan que factores como el contexto socioemocional, en el cual se construye la relación parental, la aceptación o rechazo de las normas, las motivaciones de los hijos para aceptar la posición y rol de autoridad de ambos padres podrían modificar el efecto directo de la disciplina parental y los estilos de crianza en el comportamiento prosocial.
Bajo esta idea, Grusec y Goodnow (1994) plantearon que el estudio de la disciplina parental y la crianza presenta dos vertientes: una, orientada a la explicación de la psicología del desarrollo de la disciplina, en la cual se basan los planteamientos de Hoffman y se orienta al estudio de las prácticas de intervención disciplinaria y su incidencia en el comportamiento social de los niños. Una segunda vertiente se ha enfocado en la internalización de los estándares morales, argumentado que cualquier efecto de tipos específicos de disciplina parental y estilos de crianza depende de una variedad de factores contextuales, motivacionales y axiológicos en las dinámicas relacionales entre el padre, la madre y los hijos e hijas.
La internalización de la disciplina parental en el proceso de crianza debe ser estudiada más allá de la mera respuesta comportamental, pues la aceptación de la disciplina involucra, para Grusec y Goodnow (1994), tres componentes: (a) el hijo o hija debe percibir la disciplina como apropiada, (b) debe estar motivado para cumplir la instrucción, y (c)debe sentir que la norma no se ha impuesto coercitivamente, sino que ha sido generada en consenso y con base en unas normas cogeneradas. Bajo esta idea, son diversos los mecanismos cognitivos y afectivos involucrados en la aceptación de la disciplina y la relación entre crianza y conducta prosocial, lo que abre múltiples aristas de investigación futura, que son retomadas en los artículos estructurales y recientes.
Por otro lado, Darling y Steinberg (1993) plantean que, a pesar de la consistencia en los hallazgos sobre los efectos de las prácticas parentales en el desarrollo infantil, se debe considerar que la variabilidad en los efectos de los estilos de crianza sobre las conductas sociales de hijos e hijas depende de la mediación de factores sociales propios de la familia y la socialización infantil. Bajo esta hipótesis, los autores hacen una distinción entre estilo de crianza y las prácticas específicas de crianza. El primero hace énfasis en la conducta específica de ambos padres hacia los hijos e hijas y deviene de una tradición psicológica conductista; el segundo trasciende las lecturas parentales individualizantes para analizar los entornos de socialización como un sistema social abierto que contempla, al menos, tres componentes: (a) la relación emocional entre el padre, la madre y los hijos e hijas, (b) las prácticas, normas y comportamientos parentales, y (c) los sistemas de creencia al interior de la familia. Con estas distinciones, Darling y Steinberg (1993) plantean que la investigación en torno a la crianza debe conceptualizarse como un contexto que modera la influencia de prácticas y estilos particulares de crianza en el desarrollo socioemocional de niños y niñas y, de este modo, comprender de una manera heurística los procesos de socialización.
En términos generales, para comprender el efecto de la disciplina parental y los estilos de crianza sobre el desarrollo de competencias prosociales en las diferentes etapas del niño o niña, es primordial estudiar aspectos como los logros en cuanto a la socialización y el clima emocional en el que se vincula, dado que los estilos de crianza varían según el entorno social en que se encuentre la familia. La autoridad, el apoyo emocional y la comunicación bidireccional clara llevan a los niños, las niñas y adolescentes a desarrollar un equilibrio entre las necesidades y responsabilidades sociales e individuales, ayudándoles a crear conductas de independencia responsable, solidaridad y cooperación tanto con compañeros como con adultos, así como el éxito académico y la madurez psicosocial (Baumrind, 1971; Darling & Steinberg, 1993; Grusec & Goodnow, 1994; Krevans & Gibbs, 1996; Fabes et al., 1994a; Fabes et al., 1994b).
Artículos estructurales (tronco)
De acuerdo con los desarrollos teóricos y empíricos presentados en los trabajos clásicos sobre disciplina parental, crianza y conductas prosociales, gran parte de la producción investigativa posterior se orientó a analizar los factores psicosociales que median entre la crianza y la prosocialidad infantil. En vista de esto, se ha considerado que la noción de estilos de crianza en sí no puede predecir de manera directa los comportamientos prosociales; por el contrario, se ha contrastado en diversos estudios que la simpatía y la empatía juegan un papel fundamental en el desarrollo de conductas prosociales en la niñez (Carlo et al., 2007; Carlo et al., 2010a; Eisenberg et al., 2006; Eisenberg et al., 2001; Padilla-Walker & Christensen, 2010).
En este sentido, se puede esperar que ciertas prácticas y estilos de crianza específicos sean predictores de la simpatía y empatía, y, a su vez, promuevan las conductas prosociales. Al respecto, se ha contrastado que un estilo democrático de crianza y las expectativas de los padres respecto a los comportamientos sociales positivos se asocian con las conductas prosociales de los hijos e hijas, en especial con la tendencia prosocial altruista, a la vez que fomenta la empatía, la sensibilidad por el bienestar de los demás, la autoeficacia social y emocional (Carlo & Randall, 2002; Carlo et al., 2003; Carlo et al., 2007; Eisenberg et al., 2001, 2004; Eisenberg & Valiente, 2002; Hastings et al., 2007).
También, se ha encontrado que los factores emocionales, entre ellos, la inteligencia emocional, la autorregulación, la simpatía y principalmente la empatía, en su dominio cognitivo y afectivo, median la asociación entre la crianza de orientación democrática y las conductas prosociales de niños, niñas y adolescentes (Carlo et al., 2007; Carlo et al., 2016; Farrant et al., 2011; Padilla-Walker & Christensen, 2010). Otros autores proponen que los padres empáticos, afectuosos y comprensivos están más inclinados a expresar emociones positivas al interactuar con sus hijos y, de este modo, fomentan la empatía, la expresión de emociones positivas y negativas y establecen un escenario para los comportamientos prosociales en los hijos (Eisenberg et al., 2011; Farrant et al., 2011; Richaud et al., 2011).
Al respecto, el estudio realizado por Carlo et al. (2007) examinó las relaciones entre estilos y prácticas de crianza, simpatía y conductas prosociales en un grupo de 233 adolescentes de escuelas secundarias en el oeste de Estados Unidos. Se encontró que las diferentes prácticas de crianza se relacionaron significativamente con los comportamientos prosociales. Sin embargo, en todos los casos, la asociación se estableció mediante el efecto indirecto de la simpatía. Este hallazgo aporta evidencia valiosa sobre la función mediadora de la simpatía en las relaciones entre las prácticas de crianza, en especial aquellas orientadas al diálogo, el aprendizaje vivencial, las recompensas sociales y los comportamientos prosociales. En síntesis, la simpatía actúa como un motivador intrínseco para promover comportamientos prosociales.
También, se encontró que la maternidad positiva se relacionó significativamente con la empatía, la regulación y el comportamiento prosocial hacia la familia, mientras que la paternidad positiva se asoció significativamente con la autorregulación (Carlo et al., 2007). Al respecto, Padilla-Walker y Christensen (2010) encontraron que la parentalidad positiva tuvo un efecto directo significativo sobre la autorregulación, y esta medió la asociación entre la maternidad positiva y las conductas prosociales de los adolescentes hacia la familia.
Consistente con estos hallazgos, el estudio de Farrant et al. (2011) examinó el efecto de la maternidad sobre el desarrollo socioemocional de los hijos e hijas y se encontró que las disposiciones empáticas de las madres tuvieron un efecto predictor sobre la empatía cognitiva y las conductas prosociales de los hijos. Asimismo, el estudio de Newton et al. (2014) examinó la relación recíproca entre el comportamiento de los padres y los comportamientos prosociales de los hijos e hijas. Los resultados apoyan una relación bidireccional entre el comportamiento prosocial de los niños y niñas y la sensibilidad materna, pero no con la sensibilidad paterna.
Estos hallazgos fortalecen la opinión de que los procesos afectivos de la madre, en especial, las disposiciones empáticas para el cuidado, se modelan en los procesos de crianza y fomentan la empatía y las conductas prosociales de los niños en otros escenarios de socialización (Carlo et al., 2007; Eisenberg et al., 2011). Para Carlo et al. (1998) y Padilla-Walker (2007), la participación de la madre en las experiencias de los hijos es un aspecto de la crianza de alta relevancia para fomentar conductas prosociales. Esto se debe a que ambos padres actúan como importantes agentes de socialización en el desarrollo prosocial de los hijos y, en consecuencia, fomentan la empatía por los demás y son modelos para las acciones prosociales.
Por otra parte, estudios estructurales adicionales coinciden en que las prácticas de crianza asertivas se relacionan positivamente con las diferentes tendencias prosociales en los adolescentes, mediadas de manera importante por la simpatía y esta, a su vez, se relaciona negativamente con las tendencias prosociales públicas (Carlo et al., 2007; Padilla-Walker & Christensen, 2010). Para Carlo y Randall (2002) y Carlo et al. (2003), las tendencias prosociales públicas en los adolescentes están orientadas al deseo de reconocimiento y aprobación social, más que a una motivación prosocial altruista. También, se resalta el hallazgo de que prácticas de conversación y diálogo entre ambos padres y adolescentes sobre la importancia de asumir conductas solidarias, promueve la motivación prosocial.
Estudios similares con niños, niñas y adolescentes encontraron que la empatía, tanto emocional como cognitiva, desempeña un papel importante en el desarrollo de comportamientos prosociales (Farrant et al., 2011; Padilla-Waker et al., 2012). Padilla-Walker y Christensen (2010) examinaron los predictores disposicionales, específicamente, la empatía y autorregulación, y predictores relacionales, en términos de la calidad de la relación entre padres e hijos, y los comportamientos prosociales dirigidos a extraños, amigos y familiares en 500 familias con un hijo adolescente. Se encontró que los correlatos del comportamiento prosocial hacia extraños y amigos difieren de los correlatos del comportamiento prosocial hacia la familia. Particularmente, los investigadores mostraron que la empatía y la autorregulación son variables mediadoras entre la parentalidad positiva y los comportamientos prosociales en adolescentes hacia extraños y amigos, pero no hacia la familia. Este hallazgo resulta particularmente interesante en el sentido de que la empatía estaba menos relacionada con el comportamiento prosocial hacia la familia que hacia extraños y amigos, lo cual parece cuestionar la idea arraigada de que el apego parental es un factor psicológico de gran importancia para la empatía y la prosocialidad en las relaciones familiares.
Sin embargo, las autoras plantean dos hipótesis explicativas. En coherencia con la noción de que la conducta prosocial es un constructo multidimensional (Batson & Powell, 2003; Carlo & Randall, 2002; Gómez, 2019a), la cual está asociada a diversos factores motivacionales, defienden que determinados tipos de ayuda, especialmente la ayuda planificada, evaluada también por Padilla-Walker y Christensen (2010), está más asociada a una función de responsabilidad o de mantenimiento de un tipo de relación existente y menos a aspectos afectivos de la empatía. La segunda hipótesis es que, a medida que las relaciones familiares se afianzan con el tiempo, especialmente cuando los hijos son adolescentes, los comportamientos prosociales pasan a ser parte natural y constitutiva de las relaciones familiares, lo que puede no requerir una motivación marcada de tipo empática, como lo puede requerir los comportamientos prosociales hacia personas externas a la familia. Lo cierto es que se hace necesario considerar un enfoque relacional de explicación del desarrollo de las conductas prosociales en el cual se incluyan aspectos relacionados con la personalidad, las motivaciones de ayuda, según los tipos de relaciones o contextos sociales.
Finalmente, el estudio longitudinal de Knafo y Plomin (2006) analizó las relaciones entre los comportamientos prosociales de 9319 pares de gemelos y la positividad y negatividad de los padres hacia ellos. Los padres evaluaron el comportamiento prosocial de los hijos e hijas a los 3, 4 y 7 años. Los padres debían describir sus sentimientos y disciplina hacia los hijos e hijas en estas edades. El término de positividad se entendió como la capacidad de la madre y el padre para expresar sentimientos positivos y asumir una disciplina no coercitiva; se definió la negatividad como la tendencia a dirigir los sentimientos negativos hacia los hijos y asumir una disciplina punitiva. En términos generales, se encontró que, en todas las edades, la positividad de ambos padres se correlacionó positivamente con los comportamientos prosociales, mientras que la negatividad mostró correlaciones negativas. Los autores plantean que los factores genéticos y medioambientales contribuyen a la explicación de las diferencias en la crianza y el comportamiento prosocial. Sostienen que la relación negativa entre el afecto negativo y la disciplina coercitiva con los comportamientos prosociales es mediada, particularmente, por factores genéticos, mientras que, los factores ambientales compartidos en los procesos familiares y vínculos parentales contribuyen a la asociación positiva que se encontró entre la prosocialidad de los hijos e hijas y la positividad de ambos padres.
Estudios recientes (hojas)
Los estudios recientes dan continuidad al análisis del rol mediador de los factores emocionales en la relación entre la crianza y las conductas prosociales (Batool & Lewis, 2020; Davis & Carlo, 2018; Gallitto & Leth-Steensen, 2019; Syahril et al., 2020; Llorca et al., 2017; Taylor et al., 2013) y sus hallazgos dan mayor soporte empírico en cuanto al papel mediador que tienen la empatía, la inteligencia y regulación emocional en la asociación entre los estilos de crianza, la disciplina y prácticas de socialización parental y los comportamientos prosociales de hijos e hijas. Adicional a esto, se evidencia un giro importante en la evolución de la investigación psicológica en tanto se generó un interés por los factores interculturales asociados a la crianza y el desarrollo prosocial (Davis et al., 2015; Davis et al., 2017; Gryczkowski et al., 2017; Knight et al. 2015; Knight et al., 2016; Maiya et al., 2020).
Diversos estudios se han enfocado al análisis comparativo de las diferencias culturales en las relaciones entre la crianza y el desarrollo prosocial en niños, niñas y adolescentes (Carlo et al., 2016; Davis & Carlo, 2018; Davis et al., 2017). Al respecto, el estudio de Carlo et al. (2016) analizó los efectos de las percepciones del uso de recompensas sociales y materiales por parte de ambos padres sobre los comportamientos prosociales en 616 adolescentes de España y Estados Unidos. Encontró que la empatía, la toma de perspectiva y la preocupación empática, median la relación entre las prácticas parentales de uso de recompensas sociales y las conductas prosociales en los adolescentes de ambas culturas. Sin embargo, el uso percibido de recompensas materiales mostró una relación negativa con los comportamientos prosociales mediada por la empatía, siendo mucho más fuerte en los adolescentes españoles (Carlo et al., 2016). Tanto los efectos directos como indirectos evidencian algunas diferencias entre los jóvenes españoles y estadounidenses, lo cual indica patrones de relaciones culturales específicos entre la crianza y formas características de comportamientos prosociales.
Estos hallazgos son consistentes con el estudio de Davis y Carlo (2018), al evidenciar que las prácticas parentales de recompensas materiales se relacionaban de manera negativa con el razonamiento moral prosocial, la toma de perspectiva y la preocupación empática, lo que indica ser una práctica parental con efectos inhibitorios de los comportamientos de ayuda. Tanto el razonamiento moral y la empatía son fuertes mediadores de las prácticas parentales y las motivaciones prosociales en la adolescencia (Carlo, 2014; Correa, 2017; Gómez, 2019a; Richaud et al., 2013).
Adicionalmente, el estudio de Luengo et al. (2020), el cual examinó las trayectorias longitudinales de la autoeficacia y calidez materna sobre las conductas prosociales de niños, niñas y adolescentes entre los 9 y 13 años, encontró que la calidez de la madre medió la asociación entre la autoeficacia materna y el comportamiento prosocial de los hijos. Estudios llevados a cabo en Turquía (Laible et al., 2017) y Canadá (Gryczkowski et al., 2017) exploraron la relación entre el temperamento y la crianza de los niños y las niñas en la predicción de conductas prosociales. Encontraron que la calidez y el estímulo de la madre proporcionan a los hijos buenos modelos de control emocional, lo que facilita la creación de comportamientos sociales adecuados. Además, proponen que la forma en que niños y niñas aprenden a interactuar con otros puede ser influenciada por la manera en que la madre interactúa con ellos (positividad, refuerzo, conducta prosocial o castigo físico) y la forma que responden a su comportamiento durante el tiempo compartido.
El estudio longitudinal de Davis et al. (2017), con 302 adolescentes inmigrantes de Latinoamérica residentes en Miami y los Ángeles (Estados Unidos), encontraron que la participación materna, en términos de la comunicación e interacción positiva en la familia, un ambiente afectivo e involucramiento de la madre en la vida de los hijos se relacionaron con los valores de colectivismo en los adolescentes, los cuales hacen referencia a comportamientos orientados a la ayuda y solidaridad a grupos sociales o culturales particulares (Batson & Powell, 2003). Al respecto, el estudio de Streit et al. (2021) examinó las relaciones entre las prácticas de socialización parental, la socialización e identidad étnica, el familismo y los comportamientos prosociales en 462 jóvenes mexicanos estadounidenses y sus padres. Los resultados mostraron que la socialización étnica de ambos padres tuvo un efecto predictor sobre las conductas prosociales, la cual estuvo mediada por la identidad étnica y el familismo. Este estudio es de alta importancia, porque plantea la necesidad de reflexionar sobre la influencia de la socialización cultural y la pertenencia a una identidad étnica en la comprensión de las relaciones recíprocas entre la crianza y el modelamiento de conductas prosociales en los hijos, así como la variabilidad de estas asociaciones en función de la diversidad cultural.
Los hallazgos presentados en este apartado y en coherencia con otros estudios (Armenta et al., 2011; Calderón-Tena et al., 2011; Knight et al., 2015; Knight et al., 2016; Knight & Carlo, 2012), ponen en evidencia la importancia de contemplar la variabilidad de factores psicológicos y multiculturales en la comprensión de la crianza y las conductas prosociales en niños, niñas y adolescentes de diferentes grupos étnicos, el cual es, hoy en día, un campo de investigación emergente con múltiples aristas por explorar. Bajo esta idea, se puede considerar la prosocialidad como un constructo multidimensional en el cual las motivaciones de ayuda están mediadas por procesos identificatorios, vinculares y de pertenencia a grupos sociales y culturales particulares (Gómez, 2019b, 2019c), lo cual está asociado a la propuesta teórica de Carlo y Randall (2002) y podría explicar las respuestas prosociales colectivistas en la adolescencia. Para Padilla-Walker et al. (2018), son escasos los estudios que examinan las diferencias en los estilos de crianza en función de la etnia, lo cual abre la necesidad de contemplar variables asociadas a los sistemas de creencias y valores culturales en los procesos de crianza y su incidencia en las conductas prosociales en las diversas etapas del desarrollo.
Discusión
El objetivo del estudio fue realizar una revisión sistemática de cómo ha evolucionado la investigación y la evidencia empírica documentada sobre el efecto de la crianza en el desarrollo de conductas prosociales en la infancia y la adolescencia. La metodología utilizada permitió analizar la producción científica y segmentarla en función de su desarrollo investigativo. En términos generales, se logró contrastar el efecto predictor de la crianza en términos de los vínculos afectivos, interacciones sociales, disciplina, apoyo y socialización parental en el desarrollo de competencias emocionales y morales y el aprendizaje de conductas prosociales en los hijos (Carlo et al., 2007; Eisenberg & Fabes, 1998; Richaud & Mesurado, 2016). Los estudios han sugerido que esta asociación entre crianza y conductas prosociales está mediada por procesos de modelamiento y aprendizaje social que se dan en la familia (Fabes et al., 1994a; Fabes et al., 1994b; Newton et al., 2014; Tur-Porcar et al., 2018). En este sentido, las competencias socioemocionales de la madre y el padre para asumir una crianza afectuosa, empática, democrática, basada en la disciplina inductiva y el apoyo emocional son modeladas por los hijos y, en consecuencia, fomentan el desarrollo socioemocional y los comportamientos prosociales en los diferentes escenarios sociales (Correa, 2017; Krevans & Gibbs, 1996; Laible et al., 2017; Luengo et al., 2020).
De acuerdo con los estudios revisados, resulta de particular interés el nivel de incidencia del aprendizaje social y el desarrollo socioafectivo y moral en los procesos de modelamiento prosocial, la socialización, el autocontrol y el ajuste psicológico que tienen lugar durante la infancia. De manera que, para explicar el desarrollo de las conductas prosociales en los seres humanos, resulta necesario un enfoque relacional, dado que gran parte de las investigaciones revisadas establecen una relación directa entre las motivaciones de ayuda, con los tipos de relaciones o contextos sociales que enmarcan el desarrollo de una persona durante su infancia y/o adolescencia.
En cuanto a la evolución de las investigaciones, se identificaron cambios importantes en la manera de entender y estudiar la asociación entre la crianza y el desarrollo de conductas prosociales. Los estudios clásicos, en su gran mayoría, se enfocaron en analizar los efectos directos de la disciplina parental sobre los comportamientos sociales positivos de hijos e hijas. La evidencia empírica sugiere, de manera consistente, que una disciplina inductiva en la crianza promueve las conductas prosociales en niños y niñas (Brody & Shaffer, 1982; Darling & Steinberg, 1993; Eisenberg & Fabes, 1998; Grusec & Goodnow, 1994; Hoffman, 1982, 1983, 1984). Sin embargo, los estudios clásicos no contemplaron otros aspectos sociales y psicológicos de la crianza que pudieran operar como factores de confusión, moderación o mediación al asociar la disciplina parental y las conductas prosociales.
Debido a la falta de evidencia empírica sobre estos factores de mediación, los estudios estructurales se enfocaron en analizar los factores psicológicos que median entre la crianza y las conductas prosociales en niños, niñas y adolescentes (Carlo et al., 2007; Carlo et al., 2010a, 2010b; Farrant et al., 2011; Padilla-Walker, & Christensen, 2010; Padilla-Walker et al., 2012). Este rumbo en la investigación psicológica fue de gran importancia, porque permitió contrastar empíricamente el papel mediador que tienen la inteligencia emocional, la autorregulación, la simpatía y la empatía en la asociación entre los estilos de crianza, en especial de orientación democrática y las conductas prosociales (Carlo et al., 2007; Carlo et al., 2016; Farrant et al., 2011; Padilla-Walker & Christensen, 2010). Estos mecanismos psicológicos de mediación entre la crianza y las conductas prosociales siguen siendo objeto de estudio en la actualidad.
En la revisión de los estudios estructurales se evidenciaron algunas limitaciones. La primera de ellas es el uso medidas basadas en el autorreporte sin constatar esta información con el heteroreporte de otros informantes clave. Esto puede llevar a sesgos que podrían acarrear resultados con cierta probabilidad de error. Otro aspecto relevante fue la escasez de estudios con muestras interculturales y la falta de medidas de evaluación de la crianza según la pertenencia cultural y étnica de las familias. Los estudios actuales se han orientado a suplir estas necesidades investigativas.
Los estudios recientes han dado continuidad al análisis de los factores psicológicos de mediación reportados en los estudios anteriores, con un interés particular por el efecto mediador de la empatía, aspecto que ha permitido consolidar la evidencia empírica (Davis & Carlo, 2018; Syahril et al., 2020; Taylor et al., 2013). Por otra parte, uno de los aspectos más valiosos de los trabajos recientes y que constituye la principal línea de investigación futura es la incorporación de una perspectiva intercultural y étnica en el análisis de los efectos de los estilos de crianza sobre los comportamientos sociales positivos de los hijos (Davis et al. 2015; Davis et al., 2017; Knight et al., 2015; Knight et al., 2016; Maiya et al., 2020; Streit et al., 2021). Bajo este nuevo enfoque, se ha encontrado que la socialización e identidad étnica y la variabilidad cultural influyen en la manera como se comprenden las diferentes motivaciones prosociales de niños, niñas y adolescentes y el conjunto de creencias, actitudes y prácticas de crianza de cada familia (Armenta et al., 2011; Calderón-Tena et al., 2011; Knight et al., 2015; Knight et al., 2016; Knight & Carlo, 2012; Pastorelli et al., 2015; Streit et al., 2021). Esto ha generado estudios con grandes muestras poblacionales de diferentes culturas, países y etnias, así como la consolidación de instrumentos sensibles a estos cambios socioculturales para comprender su influencia en la crianza y los comportamientos sociales en la infancia y la adolescencia.
De acuerdo con la revisión bibliométrica y el análisis de la evidencia empírica, se logró evidenciar que el estudio sobre la asociación entre la crianza y las conductas prosociales ha tenido transformaciones importantes en las últimas décadas y, en la actualidad, continúa siendo un área de investigación fructífera, con implicaciones importantes para la intervención educativa, psicosocial y familiar. Este estudio no esta exento de limitaciones. Una de ellas es que el análisis bibliométrico y de citaciones basado en el algoritmo de ToS podría amplificar los resultados más comúnmente reportados en la literatura científica en función de la citación por parte de la comunidad científica y, por tanto, los estudios y autores menos citados estarían excluidos de los indicadores más representativos de la red y no aparecer en los análisis bibliométricos.
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