PRÁCTICAS DE INVESTIGACIÓN SOBRE FORMACIÓN MORAL EN MÉXICO:
META-ANÁLISIS DE UN ESTADO DEL CONOCIMIENTO
RESEARCH PRACTICES ON MORAL EDUCATION: META-ANALYSIS OF A STATE OF
KNOWLEDGE
Teresa Yurén1
Cony Saenger2
Aurea Rojas3
1 Profesora investigadora en el Instituto de Ciencias de la Educación
de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (ICE-UAEM), México.
Dirección electrónica: yurent@uaem.mx
2 Profesora investigadora en el Instituto de Ciencias de la Educación
de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos ICE-UAEM, México.
Dirección electrónica: conysaenger@yahoo.fr
3 Estudiante del Doctorado en Educación del Instituto de Ciencias de la
Educación de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (ICE-UAEM),
México. Dirección electrónica: aurearojasmendoza@yahoo.com.mxDirección para correspondencia
Resumen
En este artículo llevamos a cabo un meta-análisis de un estado del
conocimiento (EC) sobre formación moral en México de 2002 a 2011, con
la finalidad de caracterizar las prácticas de investigación en ese
campo y develar: a) las formas en las que esas prácticas son modeladas
por determinadas estructuras; b) los indicios que permiten inferir que
dichas prácticas conllevan agencia y operan a contracorriente de esas
estructuras; y c) las implicaciones que esas prácticas tienen en la
academia y en el campo de estudio. Para hacer este trabajo se revisó el
conjunto de resúmenes analíticos y cuadros de contraste que se
elaboraron para el EC y a analizar los resultados de este, aplicando
categorías provenientes de Bourdieu (práctica social, campo, reglas del
campo, habitus) y de Sewell (agencia, estructura), así como
herramientas provenientes del análisis crítico del discurso (Van Dijk y
Torfing). Como resultado del meta-análisis, se determinó un conjunto de
reglas que estructura la investigación científica en México y que
explica el tipo de prácticas y los cambios producidos en ellas. También
se sacaron a la luz algunos indicios que muestran que tales prácticas
conllevan agencia, la cual opera a contracorriente de las reglas y
debilita las estructuras, al tiempo que consolida el campo de formación
moral como campo válido de estudio para atender problemas socialmente
relevantes.
Palabras clave: educación moral, prácticas sociales, agencia,
investigación educativa, México.
Abstract
In this paper, we have done a meta-analysis of the state of knowledge
on moral education in Mexico, from 2002 to 2011. The purpose was to
characterize research practices of the field and to reveal: a) the ways
in which these practices are shaped by certain structures, b) the
evidence that allows to infer that such practices convey agency and
operate counter to these structures, and c) the implications of such
practices in academia and in the field. In order to achieve this, we
reviewed all abstracts and tables of contrast that were considered in
the state of knowledge, we applied some theoretical perspectives and
categories from authors like Bourdieu (social practice, field, field
rules, habitus) and Sewell (agency, structure), as well as some tools
from Van Dijk and Torfing for critical discourse analysis. As a result
of the meta-analysis, we identified a set of rules that structure
scientific research in Mexico and explain the types of practices and
the changes produced. It also brings to light evidence that such
practices result in agency which operates counter to the rules and
weakens the structures, while it consolidates the moral education field
as a valid field of study, where socially relevant problems are
attended.
Key words: moral education, social practices, agency, educational
research, Mexico.
Introducción
A partir de los años noventa, en México la formación moral (o
"educación valoral", "formación en valores", "formación ética", entre
otras denominaciones) se reconoció como un campo de estudio que forma
parte de uno más amplio: el de la investigación educativa. Esto se
debió, en buena medida, a que, a principios de esa década, un grupo de
académicos4 elaboró un estado del conocimiento (en adelante EC) que
respondió a la necesidad de conocer logros, alcances y límites de la
investigación educativa en México. Una de las áreas temáticas incluidas
en ese EC fue "Educación y valores", que contenía un apartado dedicado
a la investigación sobre formación moral (Wuest, 1993). En la década
siguiente se incrementó la investigación sobre formación moral debido,
en mayor parte, a que la asignatura "Civismo", que se impartía en
Educación Básica, se transformó en "Formación cívica y ética",5 primero
en el nivel de educación secundaria y después en el de primaria. Lo que
ponemos en el foco de interés de la investigación que aquí reportamos,
son las prácticas en el campo de la investigación sobre formación
moral, lo que ha contribuido a que estas se transformen y a las
implicaciones de esos cambios.
Aunque es muy abundante la literatura sobre la investigación educativa
y sobre la formación moral, son pocos los trabajos en torno a la
actividad de investigación en este último ámbito. En los años noventa,
un artículo de Schmelkes (1996) aludía a la "preocupante escasez", en
México, de trabajos sobre formación valoral (en la que incluía la
formación moral). Más tarde, Barba (2007) señalaba que la investigación
educativa sobre los valores y la formación moral no se había
desarrollado en México tanto como hubiera sido deseable, aunque se
podía apreciar un interés creciente en esa línea; además, insistía en
que ese tema había sido muy poco relacionado con el de la eficacia
escolar. Por su parte, Escámez (2007) publicó un artículo en el que
detalla el proceso de cambio en la investigación sobre la educación
valoral y moral en España a lo largo de varias décadas, mostrando cómo
se pasó de la educación centrada en actitudes y valores a la educación
orientada a favorecer el desarrollo moral. En Estados Unidos, donde hay
una gran producción sobre educación moral, también es reducida la que
se refiere a las prácticas de investigación sobre educación moral.
Entre los trabajos sobre este tema destaca el de Leming (2008), quien
después de analizar tres oleadas de investigación sobre educación moral
en Estados Unidos, argumenta que el paradigma experimental predominante
se basa en una mirada ingenua del rol del investigador y propone una
vía que permite comprender la interacción entre investigación y
prácticas de intervención.
En una vía distinta, nuestro objetivo en este artículo es caracterizar
las prácticas de investigación sobre formación moral en México y
develar: a) las formas en las que dichas prácticas son condicionadas
por reglas estructurales que rigen en el campo de la investigación
educativa; b) los indicios que permiten inferir cuáles prácticas
conllevan agencia y operan a contracorriente de esas reglas; c) las
implicaciones que esas prácticas tienen en los académicos y en el campo
de estudio.
Referente teórico
Las prácticas de investigación son un tipo de prácticas sociales. Según
Bourdieu (2002), estas resultan de la relación entre el habitus y un
conjunto de capitales en un campo social determinado; a ello alude la
fórmula «[(habitus) (capital)] + campo = práctica» (p. 99). De acuerdo
con este autor, un campo es un universo social con reglas propias (lo
que denominaremos aquí "reglas del campo"); en él opera una forma de
interés que conlleva pugna entre quienes participan: cada uno le
apuesta a algo en su intervención. En el caso que nos ocupa, las
prácticas de investigación sobre formación moral comparten con otras
prácticas el obedecer a las reglas del campo más amplio de la
investigación educativa, pero tienen cierta especificidad que deriva de
su objeto de estudio.
El campo al que nos referimos es un espacio social de acción y de
influencia en el que confluyen relaciones sociales, definidas por la
posesión o producción de una forma específica de capital cultural
(medible por el volumen de producción de conocimiento científico bajo
la forma de publicaciones arbitradas), que se traduce en capital
simbólico (porque del número y calidad de productos científicos depende
el reconocimiento del investigador), así como en capital económico
(puesto que el reconocimiento suele traer consigo subsidios o ingresos
que se añaden, bajo la forma de "estímulos", al salario normal del
académico).
Como en cualquier campo, la posición dominante o dominada de los
participantes en el interior del campo de la investigación educativa en
México, depende de las reglas específicas de este y de la manera en que
las prácticas se ajustan a dichas reglas o bien se resisten a ellas o
las reinterpretan. Por esta razón, en este trabajo nos abocamos a sacar
a la luz dichas reglas, teniendo en cuenta que, si bien se trata de un
campo relativamente autónomo, está en buena medida dominado por el
campo económico, desde donde se imponen directrices para la
investigación mediante mecanismos de evaluación y financiamiento: se
hace investigación si hay financiamiento para ello, y esto depende de
los resultados que arroje la evaluación que se hace de los proyectos de
investigación y de la producción de los investigadores que los proponen.
Resulta adecuado el tropo empleado por Bourdieu (1999) cuando dice que
la actividad en un campo funciona como un mercado en el que los actores
compiten por los beneficios específicos que ahí se juegan, para lo cual
deben adaptar su habitus al campo. Tal adaptación depende del tipo y
volumen del capital con el que cuentan los actores, su trayectoria en
el campo y su capacidad para aplicar las reglas.
Aunque emplearemos algunas categorías que retomamos de la obra de
Bourdieu, consideramos con Sewell (2006) que en el concepto de habitus
hay inherente una falta de agencia que hace suponer que las estructuras
son inmodificables por la acción humana. El argumento de Sewell resulta
convincente para apoyar la tesis de que las estructuras -que incluyen
lo que hemos llamado "reglas del campo"- no son simplemente
restricciones, sin más, de la agencia, pues también facilitan la
adquisición de disposiciones y habilidades para transformar la realidad
natural y social, de manera que "las capacidades estructuralmente
formadas pueden ser puestas a trabajar de manera creativa e innovadora"
(p. 148). La agencia tiene lugar justamente cuando los actores
movilizan recursos y esquemas culturales de manera creativa, al
reinterpretarlos y transponerlos a nuevos contextos. Esto es posible
porque las prácticas ocurren en estructuras diversas y en variados
niveles y esferas institucionales.
Siguiendo esta idea, consideramos que las mismas reglas y prácticas
reproductoras de estructuras, que imponen límites y falta de libertad,
dotan a los actores de recursos para actuar de otro modo. Esto es lo
que hace posible que tenga lugar lo que Foucault (1993) denomina
"suceso", es decir, una relación de fuerzas que se invierte, un poder
confiscado, una dominación que se debilita de alguna manera (p. 20). En
el caso que estudiamos, lo que nos interesa es identificar lo que
llamaremos "indicios agenciales" de las prácticas de investigación en
formación moral, que se traducen en cambios en las estructuras que
enmarcan las prácticas o al menos en resistencias a dichas estructuras.
Metodología
El cuerpo de datos sobre el que se trabajó en este artículo es un
conjunto de 62 trabajos que se utilizaron para elaborar el EC de la
investigación sobre formación moral en México en la década 2002-2011
(incluido en Yurén y Andrade, 2013). Para obtener ese conjunto de datos
se llevó a cabo el siguiente procedimiento: a) se identificaron en las
principales bibliotecas y revistas arbitradas los trabajos que
correspondían a la temática de la formación en valores o formación
moral; b) se elaboró un resumen analítico por cada uno de los trabajos
identificados; c) se depuró el conjunto de trabajos siguiendo criterios
de calidad; y d) se sistematizaron y contrastaron entre sí los datos
para sacar conclusiones.
En un primer momento el análisis permitió caracterizar y valorar la
producción de la década. En un segundo momento tomamos los resultados
de ese análisis como base para hacer un análisis en otro nivel. Dicho
de otro modo, a partir del trabajo analítico que se hizo para el EC en
el campo de la formación moral en la década 2002-2011, procedimos a
hacer un meta-análisis con el fin de inferir el tipo de prácticas de
investigación que hizo posible la producción, develar las reglas del
campo y la manera en la que dichas prácticas se ajustan a las reglas
contribuyendo a reproducir elementos estructurales relevantes, o bien
presentan resistencia a esas reglas y las transforman. Finalmente,
buscamos sacar a la luz las implicaciones que esto tiene en el campo de
estudio y en el quehacer académico.
El meta-análisis se llevó a cabo utilizando como herramientas
analíticas dos categorías que retomamos de la obra de Bourdieu (2002):
"prácticas sociales" y "reglas del campo". A estas agregamos la
categoría de "indicios agenciales" que construimos a partir del
concepto de agencia que sostiene Sewell (2006). Además, aplicamos otras
herramientas analíticas provenientes de la perspectiva metodológica del
análisis crítico del discurso: a) de Torfing (1998) retomamos la idea
de sobre-determinación que consiste en el tránsito de la carga
simbólica de un campo discursivo a otro, de modo que se opera un
desplazamiento del segundo por efecto del primero; b) con base en Van
Dijk (2003), buscamos macro-proposiciones, es decir, expresiones de
estructuras semánticas globales que definen "el elemento que mayor
impacto ejerce sobre los ulteriores discursos y acciones" (p. 152); con
base en este mismo autor, destacamos los significados locales
explícitos e implícitos que forman parte del modelo mental de los
hablantes y que se encuentran incluso en aquello que se omite. Lo que
aquí exponemos es sólo la parte principal del meta-análisis.
Resultados y su análisis
De la docencia a la publicación arbitrada
Para determinar las prácticas de investigación que son nuestro objeto
de estudio, es preciso tener en cuenta un cambio relevante que se operó
en las prácticas académicas de los profesores de tiempo completo (PTC)
de las instituciones de educación superior (IES) públicas. Dicho cambio
tuvo lugar en 1997, cuando la Secretaría de Educación Pública del
Gobierno Federal creó el Programa para el Mejoramiento del Profesorado
(PROMEP). Si bien en las grandes universidades había grupos de
investigadores/as, la mayoría de los académicos eran PTC que se
dedicaban casi exclusivamente a la docencia. Con ese programa, las
reglas del campo académico se modificaron profundamente y con ello la
identidad de los académicos, a quienes, no sin tensiones y crisis
(Dubar, 2002), se les impusieron las tareas de investigar, gestionar
sus proyectos de investigación y formar a otros en la investigación.
Esos cambios se reflejan en tres EC sucesivos, en los que se puede
observar que hay una evolución considerable en cuanto al volumen y
características de la producción en la investigación sobre "Educación y
valores". En la década 1982-1991 se registraron 88 trabajos (incluyendo
23 que se referían a educación ambiental); de ellos, sólo 12 se
reportaron bajo el título "Transmisión o formación de valores y
psicogénesis de la moral" (Wuest et al., 1993). En la década 1992-2001
se identificaron 292 trabajos (sin incluir educación ambiental) de los
cuales 68 se reportaron bajo el título "Investigaciones sobre la
formación y el desarrollo moral en la escuela" (aunque también se
incluían en este rubro investigaciones sobre valores de profesores y
estudiantes) (Maggi, Hirsch, Tapia y Yurén, 2003). En la década
2002-2011 se registraron 892 trabajos en el campo "Educación y
valores", de los cuales 62 corresponden a "Educación y valores en los
ámbitos de la eticidad y la moralidad" (sin incluir investigaciones
sobre valores de profesores y estudiantes) (Yurén y Andrade, 2013).
Como se aprecia en la tabla 1, en el último EC no se consideraron tesis
ni documentos en publicaciones informales, a diferencia de lo que
ocurrió en décadas anteriores. Además, en esta década se tomó en cuenta
únicamente la versión publicada en un medio más formal cuando la
investigación se expuso en distintos documentos. Las ponencias
arbitradas y publicadas en memorias de congresos sólo fueron
consideradas cuando las investigaciones ahí reportadas no aparecieron
en artículos o capítulos de libros.
La tabla 1 revela no sólo que los criterios de selección fueron más
estrictos con el paso del tiempo, sino también el efecto que ha tenido
sobre quienes hacen investigación la presión para que publiquen en
revistas arbitradas o libros dictaminados. Esta presión obedece a que
los recursos ordinarios y extraordinarios para el personal académico y
para la institución en la que labora, dependen en buena medida de la
evaluación realizada sobre la producción en investigación (entre otras
formas de producción). Entre las instancias evaluadoras están, además
del PROMEP, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y el Programa
Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC), así como diversos organismos
que acreditan la calidad de los programas educativos de las
instituciones. Cabe mencionar que, en una buena parte de las IES
públicas, el financiamiento para la investigación proviene de fondos
concursables (CONACYT, PROMEP y fundaciones diversas), de manera que,
quienes consiguen financiamiento, son los investigadores más
experimentados. Esto, que está en el núcleo de otra de las reglas del
campo, dificulta que los investigadores menos experimentados tengan el
suficiente apoyo para su trabajo y retrasa su proceso formativo.
En esa misma tabla también se refleja una tendencia nacional, que da
cuenta del cambio en las prácticas, pues según datos del Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología (en adelante CONACYT) (2011) el número
de artículos en revistas arbitradas va en aumento. Sólo en ciencias
sociales se pasó de 140 artículos en 2002 a 451 (estimado) en 2011. Sin
embargo, la producción es todavía limitada en comparación con otros
países: por ejemplo, ese mismo año en México se publicaron 10,449
artículos en todos los campos del conocimiento, mientras que en Brasil
se publicaron 34,863 y en Turquía 24,969. Desde luego, la insistencia
en que se produzcan artículos arbitrados tiene relación con la
necesidad de lograr "mayor competitividad" en el campo de la producción
científica, aunque ello resulte difícil con apenas el 0.4% del PIB
dedicado en México al rubro de investigación científica (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico [en adelante OCDE],
2012). Esta es quizás la regla central que rige actualmente en el campo
de la investigación.
Las reglas del campo se traducen en una fuerte presión sobre los PTC
para que sean más competitivos en la investigación y ello impacta en
sus vidas personales y profesionales. Sin embargo, son esas mismas
reglas las que han contribuido a que los profesores se hagan de
recursos (conocimientos, métodos, estrategias de producción) y destinen
tiempo y energías, tanto para comprender y criticar la realidad que es
objeto de estudio, como para cambiar sus prácticas académicas de manera
creativa.
Si de los PTC y de su producción depende en buena medida el
financiamiento de las instituciones, entonces puede afirmarse que las
mismas reglas del campo que los constriñen y han modificado su
identidad, les han brindado la posibilidad de acceder a recursos no
humanos -financiamiento e infraestructura, entre otros- y humanos
-conocimientos, habilidades y grupos de trabajo- (Sewell, 2006) que les
colocan en una posición de ventaja en relación con el resto de los
actores del campo y les brindan una relativa autonomía y un margen de
libertad para distribuir su tiempo y atender las múltiples tareas que
les demanda su estatus (trabajo de campo, conferencias, comisiones
dictaminadoras, entre otras). No obstante, esta posición siempre es
provisional, pues tiene que ser sostenida a costa de grandes esfuerzos
para ajustarse a los cánones internacionales de investigación y a los
niveles de exigencia que se van elevando día con día. Ello significa un
desgaste personal importante en su salud y sacrificios en su vida
personal.
También resulta claro que, en aras de publicar más artículos y
capítulos en los que se exponen partes de investigaciones amplias, se
abandona la tendencia a escribir libros en los que es factible
profundizar en la teoría y avanzar en esta vía. Esto tiene la
desventaja de no entrar a la competencia en el ámbito internacional en
este aspecto de la investigación, pero tiene como ventaja un impacto
más inmediato en el ámbito local y la posibilidad de aplicar soluciones
adecuadas a los problemas que se observan.
Investigación, formación y redes: una combinación que ayuda a la equidad
Otra tendencia que revelan los EC sobre formación moral es una
paulatina descentralización. Mientras que en la década 1992-2001 el 58%
de la producción provenía de la Ciudad de México y su zona conurbada,
en la década 2002-2011 sólo el 27% de la producción se concentró en esa
área geográfica.
Los organismos evaluadores contribuyeron a ese proceso descentralizador
de diversas maneras; por ejemplo, el SNI otorga un monto ligeramente
mayor a los investigadores de las IES estatales, y el CONACYT, en
algunas de sus múltiples convocatorias, da preferencia a los proyectos
de investigación provenientes de universidades públicas estatales, e
incluso ha generado un fondo dedicado al desarrollo de investigaciones
que atienden problemas específicos de los Estados. No obstante, la
descentralización no se hubiera dado de existir indiferencia y apatía
en los académicos ante las posibilidades que se abrieron. Lejos de
ello, algunos aprovecharon las oportunidades para aprender y producir,
y han estimulado a otros a avanzar en esa vía, configurando así nuevas
prácticas.
En el campo que nos ocupa, parece haber un círculo virtuoso entre las
prácticas de investigación y la formación de investigadores. Al revisar
los EC de las dos últimas décadas se ha podido constatar que en las
universidades en las que más se investiga sobre la formación moral se
han desarrollado líneas de investigación relacionadas con este campo
que dan sustento a currículos de posgrado. Esto permite suponer que la
participación de los académicos en la formación de investigadores de
alto nivel les demanda un mayor dominio de saberes teóricos y
metodológicos que repercute favorablemente en sus prácticas de
investigación. Por otra parte, la exigencia del PNPC de que los PTC
incorporen a sus estudiantes a los proyectos de investigación que
desarrollan y a sus publicaciones, ha favorecido que los estudiantes
vayan adquiriendo en la práctica las competencias para investigar y
para exponer los resultados de la investigación. Esto no sólo ha dado
como resultado una mejor formación de los egresados de esos posgrados,
sino que ha atraído un mayor financiamiento (bajo la forma de apoyo
financiero a las investigaciones, becas para los estudiantes, ingresos
extraordinarios para los PTC por la vía de estímulos) que se traduce en
mejores condiciones para el desarrollo de la investigación. La figura
del investigador solitario ha cedido su paso a la de grupos de
investigación en los que participan investigadores experimentados e
investigadores en formación. Esto es también signo de las nuevas
prácticas.
Como un valor agregado, la combinación de la producción y la formación
a la que nos hemos referido, ha permitido, de manera indirecta, avanzar
en la vía de la equidad en la distribución de recursos, pues, al
favorecer que los posgrados en los que participan los investigadores
reconocidos sean incluidos en el PNPC, se han obtenido becas para los
estudiantes, muchos de ellos de bajos recursos. Asimismo, el cambio en
las prácticas les ha permitido a los investigadores e investigadoras
obtener recursos para desarrollar investigaciones sobre cuestiones que
no son prioritarias para las instancias de financiamiento y evaluación,
pero que sí lo son para un amplio número de investigadores en el campo
que nos ocupa. Estos son indicios agenciales de las nuevas prácticas.
A los indicios que acabamos de mencionar hay que agregar que la
relativa autonomía de los PTC ha servido para establecer relaciones
entre diversos grupos de académicos y redes cuya constitución o
desarrollo suele ser apoyada por las instancias evaluadoras (CONACYT,
PROMEP) o por los propios investigadores que encuentran en esas formas
de asociación una vía de desarrollo y una posibilidad de generar nuevos
cuadros para la investigación. En el campo de la formación moral, la
elaboración de los estados del conocimiento fue la base para la
formación de una asociación civil que funciona como red nacional de
investigadores en "Educación y Valores", y en cuyo entramado operan
otras redes informales. A diferencia de las redes entre "cuerpos
académicos consolidados", alentadas por el CONACYT y el PROMEP, las
redes que se organizan al margen de las instituciones buscan consolidar
el campo de investigación para darle fuerza a un grupo de temáticas que
no son rentables desde la perspectiva de los organismos que otorgan
financiamiento, pero que son relevantes desde la perspectiva de los
involucrados. Dichas redes dan sustento a un conjunto de actividades e
interacciones cuyo propósito es formar cuadros de jóvenes
investigadores comprometidos con la crítica y el cambio social. Estas
se sostienen por sí solas y gozan de una autonomía mayor que las que
son apoyadas oficialmente. De este modo, las nuevas prácticas llevan
también una buena carga de agencia.
Perspectivas y resistencias: en busca de comprensión crítica
En el último EC puede apreciarse que el porcentaje de la producción en
las IES públicas pasó del 73% al inicio de la década, al 87% al final
de esta. Esto puede atribuirse a un creciente interés en el tema por
parte de los/as investigadores/as de esas instituciones; sin embargo,
hay otro aspecto que debe ser considerado: el meta-análisis mostró que
en el EC de la década 1992-2001 se consideraron trabajos que provenían
de IES privadas y aludían a aspectos religiosos,6 mientras que en el
último EC se aplicó el criterio de no aceptar trabajos con esas
características. Esto, que es signo también del cambio de prácticas,
probablemente tuvo incidencia en los porcentajes de producción que se
registran.
Otro indicio del cambio en las prácticas es que buena parte de la
producción se va orientando hacia perspectivas críticas. Sigue siendo
importante la perspectiva psicológica y psicopedagógica que se funda en
Piaget (1935), Vigotsky (1978), Kohlberg (1981), Rest (1988) y Puig
(1996), pero en la última década también se recurrió a autores que se
ubican en la pedagogía crítica como Freire (1978), Gimeno (1999),
Giroux (1985) y McLaren (1994). La formación moral es relacionada
frecuentemente con la identidad y las representaciones, para lo cual se
recurre a Dubar (2002), Moscovici (1973), Jodelet (1999) y Abric
(2001), y se vincula con el tema de los dispositivos de formación,
acudiendo a autores como Albero (2004), Tremblay (2003), Honoré (1989)
y Bernard (2006), y con el tema de la ética, en donde abundan las
referencias a Habermas (1985, 1989) y Ricoeur (1996). Destaca el hecho
de que cada vez son más quienes investigan y hacen análisis crítico de
los dispositivos de formación y del discurso ético recurriendo a obras
de sociólogos como Bourdieu (2002), Bauman (2003), Beck (1998), Giddens
(2003) y Touraine (2001); filósofos como Foucault (1987, 1993) y
Deleuze (1995); antropólogos como García Canclini (1989); y
especialistas en ciencia política como Laclau (1996). En los aspectos
metodológicos de corte etnográfico se recurre a Geertz (1987), Goetz y
Le Compte (1988), Rodríguez, Gil y García (1996), y en perspectivas
analíticas destaca el análisis estructural de Piret, Nizet y Bourgeois
(1996).
Esa gama de referentes muestra, además, que, pese a la enorme
producción en inglés sobre formación moral, los artículos publicados en
esa lengua son escasamente citados y más bien se citan libros que han
sido traducidos al español. Puede decirse que la literatura de origen
anglosajón no tiene un peso preponderante y, en cambio, tiene una buena
recepción la producción proveniente de diversos países europeos y de
autores mexicanos que tienen fuerte influencia en el campo, como Latapí
(1999), Schmelkes (1997), Barba (2007) y López Calva (2007), entre
otros. Asimismo, puede verse la influencia de varios filósofos críticos
mexicanos como Villoro (1997), Sánchez Vázquez (1980) y Dussel (1998).
Desde el discurso de los actores que dominan el campo (instancias
nacionales e internacionales que determinan la función que debiera
tener la investigación), la limitación lingüística a la que nos
referimos no se ajusta a las reglas del campo. Por ejemplo, según la
OCDE (2012), México debiera "apoyar la inversión en I y D
[investigación y desarrollo] e innovación, introduciendo reformas
orientadas a: garantizar una mayor eficiencia del gasto" (p. 46). Esta
expresión, que es una macro-proposición (Van Dijk, 2003) en la que se
confirma la sobre-determinación (Torfing, 1998) de la esfera financiera
sobre la académica, nos revela la pauta que rige para juzgar la
investigación. Si el impacto de la investigación es reducido, ello hace
"ineficiente" el gasto en investigación.
La escasa producción en inglés y el tipo de temas que trabajan ponen de
manifiesto el significado local (Van Dijk, 2003) que se le otorga a la
investigación: se ve como una actividad orientada a aportar soluciones
a problemas contextuados en México y a influir en las políticas
públicas, más que como actividad para producir teoría. Es decir, se le
da preferencia a la investigación aplicada por encima de la básica. Al
mismo tiempo, trabajar con fuentes provenientes de diversos países, más
allá del mundo anglosajón, ha provisto a los/as investigadores/as de
categorías novedosas y de perspectivas que facilitan la inserción de la
teoría en prácticas creativas (Sewell, 2003). Tal es el caso, por
ejemplo, de acciones de algunas ONG que se nutren de las
investigaciones mexicanas y trabajan dispositivos innovadores; también
es el caso de profesores de diversos niveles educativos que se apoyan
en las investigaciones para modificar su práctica docente. Esto es
muestra de que las prácticas de investigación influyen en el cambio
educativo, lo cual es otro indicio agencial.
La preocupación por la comprensión de la realidad inmediata y la
crítica de lo existente como finalidades de las prácticas de
investigación se refleja también en los métodos de investigación que
reporta el EC. Sólo en un 30% de los trabajos se hace análisis
estadístico y en un buen número de éstos dicho análisis se combina con
métodos cualitativos. En el 40% de las investigaciones se realiza un
trabajo de corte comprensivo (etnografía, teoría fundamentada,
fenomenología), el 20% trabaja con herramientas de análisis crítico del
discurso y el 21% construye disertaciones teóricas o ensayos de corte
crítico o propositivo.
Preocupaciones y formas de aportación
Conviene aclarar que en el área denominada "Educación y valores",
además de la formación moral, se trabajaron los siguientes temas: ética
profesional, valores de los profesores y estudiantes, formación
ciudadana y derechos humanos, valores de la corporeidad, valores de la
esteticidad, equidad de género, y valores en la filosofía y la política
educativas. Para diferenciarse de estos temas, el EC sobre formación
moral quedó acotado a las investigaciones sobre dispositivos y procesos
de educación formal, no formal e informal, que directa o indirectamente
se orientan a promover valores y actitudes morales y a contribuir al
desarrollo del juicio moral.
La delimitación del campo de formación moral no impide que a su
interior haya diversos temas. Estos fueron agrupados en siete rubros:
a) el 22.5% de las investigaciones aborda la formación de valores
morales en su relación con el currículum, con el clima y el proyecto
escolares, o con las condiciones socioeconómicas; b) el 21% de los
trabajos aborda de manera específica la promoción de algunas
competencias éticas (como valoración, autovaloración, decisión,
resiliencia, responsabilidad, atención a la diferencia y la diversidad,
entre otras); c) el 16% de los trabajos se ocupa de determinar el
estadio de desarrollo del juicio moral en estudiantes de diversos
niveles y de identificar los factores que propician u obstaculizan ese
desarrollo; d) el 14.5% estudia la influencia de dispositivos hetero o
autoformativos en la formación del ethos juvenil; e) el 11% se ocupa de
los valores en la escuela, o más precisamente de los valores
religiosos, familiares y de la comunidad que entran en tensión con la
normativa escolar; f) el 8% se refiere a la manera en la que los
dispositivos auto y heteroformativos contribuyen a la configuración del
ethos docente; g) el 6% aborda el tema de la formación moral vinculada
con la formación ciudadana. Como puede verse, los temas también hablan
de las preocupaciones de los/as investigadores/as.
Esos temas fueron abordados con referencia a diversos niveles
educativos. Un 11% de los trabajos aborda el sistema educativo en su
conjunto y el 89% se ocupa de algún problema en un nivel educativo
específico. Son numerosos los trabajos que abordan problemas de la
educación primaria (24%), media superior (23%) y superior universitaria
(18%). La producción referida a educación secundaria (7.4%) y educación
no formal (7.4%) es menor que en los otros niveles, aunque aumentó
ligeramente en relación con años anteriores. En donde resulta escasa es
en el área de educación especial, en el nivel de educación preescolar y
en el de educación normal. Tal escasez haría pensar que hay menor
interés de los/as investigadores/as en lo que pasa en esas escuelas,
pero los elaboradores del EC apuntan a dificultades para acceder a las
escuelas y, en el caso de las escuelas normales, aluden al todavía
pequeño número de investigadores en ese ámbito.
Por ello, superar las barreras para entrar a las escuelas a realizar
investigación, es uno de los retos que cada investigador tiene que
enfrentar de manera individual, pues no hay otras vías (acuerdos,
convenios, políticas o disposiciones de la autoridad) para superarlas.
No extraña, por eso, que el 28% de las investigaciones se basen sólo en
documentos y que el 35% del total de investigaciones en el área
"Educación y valores" se refiera a problemas en el nivel de la
educación universitaria, pues es el nicho natural de los investigadores
y donde encuentran menos obstáculos para acceder.
Además de la diversidad de temáticas, otro factor que revela que se ha
ido modificando la calidad de la producción y, por ende, las prácticas,
es el tipo de aportación. Mientras que en décadas anteriores hubo una
buena cantidad de trabajos de corte reflexivo y prescriptivo, en la
década 2002-2011 creció el número de trabajos que hacen algún aporte
teórico (12%) y los que logran un nivel explicativo (24%), de los
cuales casi en la mitad se hace un trabajo crítico. Sin embargo, siguen
siendo mayoría los trabajos de corte descriptivo (51%) y un buen
porcentaje son trabajos exploratorios, propuestas (modelos o programas)
y, en algunos casos, ensayos de corte reflexivo o crítico (17%). Puede
afirmarse que hay cada vez menos propuestas o reflexiones en las que no
se cuenta con datos empíricos y buenos referentes teóricos y, en
cambio, hay cada vez más artículos explicativos y críticos. A esto han
contribuido, sin duda, los criterios de evaluación que se aplican a la
producción y que forman parte de las reglas del campo.
Cuestiones centrales, hallazgos y ausencias
Una cuestión de la que se ocupa un buen número de personas
investigadoras es la que se refiere a la eticidad (o conjunto de normas
y valores prevalecientes) en la que se socializa a los educandos. El EC
analizado destaca los siguientes hallazgos: el clima y la cultura
escolares influyen fuertemente en la eficacia de la formación moral y
valoral; el clima autoritario que suele prevalecer en la escuela es
contrario a la colaboración y la participación de alumnos en la
definición de normas; las sanciones frecuentes afectan la motivación;
la disciplina basada en ritos refuerza la arbitrariedad en la
intervención docente; los factores que favorecen la formación moral son
la laicidad que se opone al adoctrinamiento, la explicación de
principios y el fomento de la autonomía y la reflexión; la forma de
tratar la alteridad, la diversidad y la diferencia en la escuela es
determinante en la formación moral. Además, se insiste en que la
socialización es deficitaria cuando no se tiene en cuenta el mundo de
la vida de los/as estudiantes o se violenta la identificación de
estos/as con sus comunidades de origen.
Otra cuestión que ocupa a un grupo de investigadores/as se refiere a la
clase de sujetos morales que se están formando y las condiciones en las
que esto ocurre. Varios trabajos revelan que el nivel de desarrollo del
juicio moral prevaleciente en los estudiantes de nivel medio y superior
es el convencional, de acuerdo con la escala de Kohlberg (1981). Otros
apuntan algunas asociaciones relevantes: se observa mayor desarrollo en
semestres avanzados de las licenciaturas y en el posgrado, así como en
algunas carreras como Filosofía y Derecho; en algunos casos se observó
mayor desarrollo en mujeres que en hombres. Se constata que, donde no
se promueve el desarrollo cognitivo, hay menor desarrollo moral y que
la familia es el ámbito de experiencia social de mayor influencia en el
desarrollo moral. También se hace referencia a otras competencias
éticas cuya adquisición se ve como insuficiente: la introspección para
deliberar y decidir; el cuidado de sí (como condición de la
construcción del sujeto ético); la inteligencia emocional; la capacidad
de juicio prudencial; la capacidad para generar normas; la capacidad
autocrítica y comunicativa como base de la agencia moral; la capacidad
de criticar la eticidad existente tanto en el ámbito público como
privado; y la responsabilidad con y para el otro en el presente y para
el futuro. En congruencia con lo anterior, se hace la crítica de
programas que fomentan la formación de sujetos obedientes y heterónomos.
Una tercera cuestión que destaca el EC se refiere a las características
de los dispositivos para la formación moral. Varios trabajos referidos
al ethos juvenil revelan que diversos dispositivos escolares
heteroformativos favorecen la heteronomía y la exclusión de los
diferentes. A diferencia de otras modalidades, la telesecundaria (menos
heteroformativa) contribuye a generar relaciones de confianza y afecto,
y mejor autoconocimiento. Cuando los dispositivos resultan opresivos,
provocan fugas autoformativas hacia dispositivos heterotópicos en los
que los jóvenes se sienten acogidos (cibercafés, grupos con intereses
religiosos o políticos, o frupos de graffiteros, entre otros) y se
favorece la co-formación.
También en la formación de docentes se constata que los dispositivos
heteroformativos obturan la duda y la crítica y no favorecen el juicio
moral y el prudencial; la sacralización de la figura docente y la
ritualización de las prácticas provocan un ethos resistente al cambio
que se asume como figura pastoral. En cambio, los dispositivos con
carga autoformativa contribuyen a la configuración de un ethos autónomo.
Por último, el EC analizado reporta investigaciones que reconocen la
ventaja de incluir unidades curriculares para la formación moral, pero
insisten en la evaluación de estas con participación de maestros,
alumnos y padres de familia. Asimismo, se recomienda develar la
filosofía subyacente a las propuestas educativas y al modelo educativo,
y cuidar el discurso didáctico porque influye en la educación moral. La
articulación entre proyecto escolar y formación moral se ve como
necesaria.
Lo que revelan las cuestiones abordadas por quienes investigan y sus
hallazgos es que la misma práctica que apunta la reproducción de las
reglas estructurales conforme a las cuales se prioriza el orden de la
rentabilidad sobre las necesidades humanas, "hace posible su
transformación mediante transposiciones de esquemas y removilizaciones
de recursos" (Sewell, 2006, p. 173). Al procurar mayor rigor y
originalidad en las investigaciones se han ido conociendo mejor los
problemas locales y ello ha permitido formular soluciones priorizando
lo humano por encima de criterios económicos.
Hay, sin duda, algunos vacíos que, si bien no se señalan en el EC que
analizamos, se pueden advertir gracias al meta-análisis. Vale la pena
destacar esos vacíos por dos razones: por una parte, porque lo que se
omite también revela el modelo mental prevaleciente (Van Dijk, 2003);
por otra, porque conviene avanzar en cubrir esos vacíos si se considera
que, al invertir las prioridades, no sólo se modifican las prácticas,
sino la relación de fuerzas (Foucault, 1993) que subyace a las reglas
del campo. El primero de esos vacíos alude a la manera en la que los
ambiente virtuales y los usos de las tecnologías digitales influyen en
la construcción del ethos y en la formación moral; el segundo es la
manera en la que repercute en la formación moral el clima de violencia
que se vive en el país y el envilecimiento de la eticidad que deriva
del narcopoder y la trata de personas; y el tercero atañe a la
necesaria inclusión en la formación moral del sentido de justicia y
equidad, en un país en el que más de la mitad de la población vive en
situación de pobreza.
Pese a esos vacíos, cabe enfatizar que una buena parte de las
investigaciones se ocupa de sectores de la población en situación de
marginación social, pobreza o discriminación, lo cual da un matiz
especial a la producción en su conjunto. A ello hay que agregar que los
hallazgos dan cuenta de que, si bien se ha incursionado en temas que ya
han sido trabajados en otras latitudes, estos se han abordado desde
perspectivas que derivan del significado local que se le da a la
investigación: una actividad académica orientada a la comprensión de
los problemas educativos locales y a la crítica de lo existente.
Conclusiones
Las prácticas de investigación en México se configuran en un rejuego de
resistencias y adaptación a las reglas del campo. En estas se revela la
fuerte influencia de las directrices de organismos internacionales de
carácter financiero que sobredeterminan el ámbito educativo. Las
principales reglas que estructuran el campo son las siguientes: 1) hay
que garantizar una mayor eficiencia del gasto para investigación; 2)
sólo se brinda financiamiento a los proyectos que son evaluados
favorablemente, y la evaluación se rige por los criterios de
competitividad (calidad e impacto principalmente) y rentabilidad; 3) se
requiere aumentar el volumen de la producción mediante el
establecimiento de sistemas de estímulos para los investigadores y la
transformación de los PTC en investigadores, modificando sus funciones
y condiciones de ingreso y permanencia.
La aplicación de estas reglas generó crisis identitarias, tensiones en
las universidades y resistencias; por ello, el cambio de prácticas se
dio lentamente y ha requerido un proceso de formación en la
investigación que no ha sido fácil, ni homogéneo. Esa lentitud se
refleja en el hecho de que en muchas áreas del conocimiento todavía se
está lejos de tener un alto nivel de competitividad, como es el caso de
la investigación sobre formación moral.
El meta-análisis que hicimos sobre los EC en formación moral revela que
la investigación en este campo se orienta a cumplir algunos criterios
de competitividad, como el de publicar cada vez más artículos
arbitrados (lo cual es signo de que la producción adquiere rigurosidad
y consistencia), pero está lejos de ajustarse a todos (por ejemplo, se
publica poco en inglés, pese a que esto significa menor impacto
internacional). En cambio, los temas elegidos y los métodos empleados
son indicios agenciales, pues dejan ver que, quienes investigan sobre
la formación moral, están interesados en aportar soluciones a problemas
locales e influir en el cambio de las prácticas escolares y las
políticas nacionales. Esto revela un compromiso social y una visión
crítica que no se adapta a las reglas del campo.
Otra consecuencia de las prácticas reguladas es que el aumento en la
producción de artículos y capítulos de libro ha ido en detrimento de la
producción de libros de autor, en los que se suele profundizar y
producir teoría. En contraparte, la producción se centra en análisis de
casos y problemas contextuados, lo que contribuye a comprenderlos mejor
y a aplicar medidas debidamente sustentadas para solucionarlos.
La aplicación de las reglas del campo ha conducido a prácticas
estructuralmente formadas, pero estas han significado el acceso a
recursos con los que no contaban los académicos (conocimientos y
metodologías, vínculos con investigadores del país y el extranjero,
entre otros), además del aumento de sus capitales (cultural, económico,
social y simbólico). Esto ha colocado a los PTC en una posición de
ventaja, aunque siempre en un equilibrio precario que genera
incertidumbre y demanda de un fuerte gasto de energía.
Pese a esto, los recursos a los que acceden los/as académicos/as que se
han dedicado a la investigación les han permitido ganar cierta
autonomía. A esa situación que significa un beneficio personal, se
añade la posibilidad de participar en redes formales o informales que,
a diferencia de aquellas que apoyan los organismos financieros, se
generan para consolidar el campo de investigación y dar fuerza a
temáticas no rentables, pero pertinentes socialmente. Además, han
permitido generar redes donde se forman investigadores jóvenes
comprometidos con la crítica y el cambio social bajo el signo de la
equidad.
En suma, es en los aspectos que van a contracorriente de las reglas
donde se manifiesta la agencia de las investigadoras y los
investigadores y se puede apreciar que han movilizado recursos y
esquemas culturales de manera creativa reinterpretándolos y, en
ocasiones, transponiéndolos a contextos de vulnerabilidad social.
Puede decirse, entonces, que, si bien las reglas del campo han
constreñido las tareas académicas orientándolas con criterios de
eficiencia y rentabilidad, también hicieron posible el acceso a
recursos que se han empleado de manera creativa, al orientar la
investigación a la solución de problemas que frecuentemente se
relacionan con las necesidades de sectores de la sociedad poco
atendidos.
Agradecimientos
Agradecemos al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (México) por el
apoyo brindado al proyecto de Ciencia Básica 128664, en el marco del
cual se desarrolló este trabajo. Asimismo, agradecemos la participación
en la elaboración de resúmenes analíticos de Héctor Maldonado
(Universidad de Monterrey), así como de los estudiantes de la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos: Alma Álvarez, Evelyn
Moctezuma, Luisa Prado, Patricia Ibañez y Cruz Carrillo.
Citas
4Por iniciativa de ese grupo de académicos, en 1993 se creó el Consejo
Mexicano de Investigación Educativa (COMIE, A. C.), organización que se
comprometió, desde entonces, a publicar cada diez años el EC de la
educación.
5Se utilizó el término "ética" en lugar de "moral" porque, desde el
siglo XIX, y a lo largo del siglo XX, el término "moral" solía recubrir
contenidos de corte religioso que habían sido excluidos del currículum
oficial.
6En el EC de 1992-2001, se mencionan trabajos que aluden a la dignidad
vinculada con la idea de un bien infinito o un ser absoluto (Yurén,
2003).
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Correspondencia a:
Teresa Yurén. Profesora investigadora en el Instituto de Ciencias de la Educación
de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (ICE-UAEM), México.
Dirección electrónica: yurent@uaem.mx
Cony Saenger.
Profesora investigadora en el Instituto de Ciencias de la Educación
de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos ICE-UAEM, México.
Dirección electrónica: conysaenger@yahoo.fr
Aurea Rojas. Estudiante del Doctorado en Educación del Instituto de Ciencias de la
Educación de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (ICE-UAEM),
México. Dirección electrónica: aurearojasmendoza@yahoo.com.mx
Artículo recibido: 10 de mayo, 2013 Devuelto para corrección: 23 de
agosto, 2013 Aprobado: 12 de diciembre, 2013