DESIGUALDAD,
DISCRIMINACIÓN
Y PEDAGOGÍA DE LA IGUALDAD
INEQUALITY,
DISCRIMINATION AND
PEDAGOGY OF EQUALITY
Francisco Javier
Conde
González1
1.
Catedrático de la
Universidad Latina, Campus Cuernavaca, México. Doctor en
Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de
México. Dirección electrónica:
jabierconde@gmail.com
Dirección para correspondencia
Resumen
El ensayo expone las
dificultades
que enfrenta una sociedad profundamente desigual para dar cabal
cumplimiento al derecho a la igualdad y la no discriminación en
los procesos educativos. Se establece como marco comprensivo la
situación de desigualdad económica en México y
Latinoamérica, y se profundiza en relación con el derecho
a la igualdad y la no discriminación. Desde ahí se pugna
por la necesidad de construir la pedagogía de la igualdad, una
praxis educativa que amplía las oportunidades de aquellos que
son marginados de la promesa del progreso en tiempos de la
globalización y el neoliberalismo. La pedagogía de la
igualdad es aquella que promueve procesos educativos incluyentes,
abiertos a la diversidad y a la pluralidad cultural y social.
Palabras clave: Desigualdad social,
discriminación, igualdad educativa, pedagogía,
México, América Latina.
Abstract
This paper is an
essay on the
difficulties faced by a deeply unequal society to ensure full
implementation of the right to equality and non-discrimination in
educational issues. The situation of economic inequality in Mexico is
established as the comprehensive framework, and the right to equality
and non-discrimination is discussed in detail. We strive for the need
to build the pedagogy of equality, an educational praxis that widens
the opportunities of those who are excluded from the promise of
progress in times of globalization and neoliberalism. The pedagogy of
equality promotes inclusive, open to cultural and social diversity
educational processes.
Key words: Social inequality,
discrimination, educational equality, pedagogy, Mexico, Latin America.
1. Introducción
La pedagogía
de la igualdad
es la respuesta educativa a las profundas desigualdades sociales que
perpetúan el trato diferenciado al ser humano en las sociedades
divididas en clases, de acuerdo a su poder adquisitivo, a su
acumulación de capital, al tamaño de su hacienda u otras
sinrazones de tipo simbólico y moral. Es la respuesta indignada
a toda forma de discriminación por causas irracionales y, al
mismo tiempo, es la respuesta esperanzada en la construcción de
un mundo más justo e igualitario desde su ámbito de
acción: la praxis pedagógica.
El presente ensayo
aborda el
problema de la desigualdad económica en México y en la
región latinoamericana en relación con sus consecuencias
en el trato desigual y discriminador de aquellos grupos o sectores de
la población en situación de vulnerabilidad. Profundiza
en las raíces de la desigualdad y la discriminación para
entender la lógica con la que operan en el entramado social.
Finalmente, asume una defensa abierta de la escuela pública
porque representa el optimismo pedagógico al servicio de los
grandes sectores de la población que, de otra manera, se
verían muy limitados o incluso privados de brindar oportunidades
educativas a las jóvenes generaciones.
Todo ello cobra
relevancia en el
contexto de un nuevo siglo tan lleno de promesas que pueden ser vanas
si no tomamos conciencia de las estructuras sociales injustas y
desiguales que nos impiden aproximarnos a la ciudadanía plena y
participativa que anhelamos.
2. La desigualdad económica
en México y Latinoamérica
El pasado 12 de
junio de 2013 el
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI,
2013) dio a conocer su boletín de investigación
número 256/13, titulado “Clases Medias en México”. En
dicho documento se señala que el 55% de los hogares en nuestro
país pertenecen a la clase baja, es decir, en ellos viven tres
de cada 5 mexicanos que representan el 59.1% de la población
total. En contraste, en el otro extremo de los estratos sociales se
ubica el 2.5% de los hogares catalogados de clase alta, y en ellos
sólo vive el 1.7% de la población.
En relación
con la clase
media, el estudio revela que dos de cada cinco hogares se encuentran en
dicho estrato, los cuales representan el 39.19% de la población
total del país, y que se trata de una condición
predominantemente urbana. Aunque el documento señala que desde
el año 2000 este porcentaje aumentó 4 puntos
porcentuales, sigue siendo preocupante la elevada cantidad de
población que se considera pertenece a la clase baja y,
aún más, llama la atención la altísima
concentración de la riqueza en un porcentaje muy pequeño
de la población.
Entre las
características
que comparten la población en clase media están la
conformación del matrimonio, la formación escolar de
educación media superior (12 años de escolaridad) y el
acceso al crédito de la banca comercial.
Si bien el documento
señala
que la clase baja no es sinónimo de pobreza, puntualiza que
dicho estrato social es más propenso a caer en condición
de precariedad económica, en donde la población se ubica
por debajo del umbral normativo de ingresos y acceso a bienes y
servicios públicos que les impide ejercer sus capacidades
básicas sociales. Por ejemplo, algunas de las
características que comparte la población de la clase
baja son las siguientes: la incidencia de actividades
económicamente informales es mayor, la mayoría de las
parejas vive en unión libre, el nivel escolar no supera la
secundaria (máximo 9 años de escolaridad), y no hay
acceso a vivienda a menos que sea rentada o prestada.
Tal
información vino a
confirmar que México aún se encuentra lejos de ser un
país de clase media y está caracterizado por una
población mayoritariamente de clase baja. Estos estratos
sociales consideran fundamental la educación pública para
que las jóvenes generaciones cuenten con mejores niveles de vida
social, económica y cultural.
Ampliando la
perspectiva, se puede
señalar que en Latinoamérica el problema de la
desigualdad es un tema clave de la agenda social, ya que está
catalogado como la región más inequitativa del mundo en
cuanto a la distribución del ingreso, del consumo, de la
propiedad de la tierra, del estado de la salud y la representatividad
política. El Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural
(RIMISP, 2012, p. 33) informó en el año 2012 que en la
región Latinoamericana el 10% más rico de la
población acapara el 48% del ingreso total, en tanto que el
decil más pobre recibe sólo un 1.6% de dicho ingreso.
Esta situación afecta sobre todo a las poblaciones campesina e
indígena habitantes de las zonas rurales en la región.
Las sociedades latinoamericanas se siguen manifestando como totalmente
ineficientes para cerrar la brecha entre las muy selectas
minorías inmensamente ricas y las enormes mayorías
condenadas a la miseria.
Ante este panorama,
la praxis
pedagógica se interroga sobre el reto de darle cumplimiento al
derecho a la igualdad y a la no discriminación, identifica los
problemas a solucionar en materia de equidad educativa y propone
alternativas para fortalecer y multiplicar los servicios educativos
públicos dirigidos a la población en situación de
vulnerabilidad.
3. La desigualdad y la
discriminación social
La
Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo
1º protege los derechos humanos de todas las personas que habitan
en nuestro país y, expresamente, establece la prohibición
de toda forma de discriminación que atente contra la dignidad
humana y menoscabe los derechos y libertades de las personas. De igual
manera, en su artículo cuarto señala la igualdad del
varón y la mujer ante la ley.
El Consejo Nacional
para Prevenir
la Discriminación (CONAPRED, 2013, párr. 1) define la
discriminación como “una práctica cotidiana que consiste
en dar un trato desfavorable o de desprecio inmerecido a una
determinada persona o grupo, que a veces no percibimos, pero que en
algún momento la hemos causado o recibido”. La
discriminación es toda aquella distinción, sin causa
racionalmente justificable, que causa un daño o perjuicio a una
persona o grupo de personas en la esfera de su dignidad
(Rodríguez, 2006).
El anhelo que
expresa nuestra Carta
Magna en materia de no discriminación apunta a la equidad,
entendida como el acceso universal con justicia e igualdad al pleno
uso, disfrute y beneficio de los bienes, servicios, recursos y
oportunidades de la sociedad, así como en la
participación en todos los ámbitos de la vida social,
económica, política, cultural y familiar.
Empero este anhelo
está
lejos de concretarse cuando es enorme la brecha abierta entre aquellos
que tienen bienes materiales en exceso y aquellos que se encuentran
privados de ellos incluso para satisfacer adecuadamente sus necesidades
vitales. Vale la pena preguntarnos cómo deviene la desigualdad
en discriminación.
3.1 Construcción social de
la discriminación
La CONAPRED (2011)
señala
que los actos de discriminación tienen raíces
socioculturales influidas por intereses de grupos que sustentan el
poder económico, político y social, cuya
concentración de poder se asienta en la desigualdad social y la
profundiza (p.13).
Esta lógica
de
actuación, en la que se busca el dominio de un grupo humano
sobre otro no es fácil de explicar, pero la sociología
moderna ha intentado una respuesta al advertir que los seres humanos
“organizamos la asignación de los bienes, sobre todo de aquellos
que consideramos o tenemos como escasos, a partir de una estructura
social compleja que, a la vez, sirve para incluir o excluir,
dependiendo de ciertas categorías elaboradas por el intelecto
humano” (CONAPRED, 2012, p.18).
La lógica de
actuación antes descrita es uno de los factores que originan las
pulsiones inclinadas hacia el acaparamiento, la protección de
los intereses propios y la exclusión de aquellos que se
consideran como extraños, ajenos o extranjeros, y que provoca
una acción de “cierre social” que, para ser eficaz, requiere
identificar, de manera simple, a las personas pertenecientes a cada
grupo. A partir de esta distinción un sector de la
población o del grupo social tendrá acceso pleno y
sobrado a los bienes materiales y culturales, en tanto que otros
serán excluidos de estos, y muchas veces se ejerce sobre los
individuos o grupos marginados un proceso de expoliación
progresiva de los limitados bienes de los que son poseedores.
Como ejemplo de
ello, y
circunscribiéndonos al ámbito económico, la
profunda desigualdad que caracteriza a las sociedades mexicana y
latinoamericana provoca que en ella vivan pequeñas élites
con altísimos ingresos económicos y, por otro lado,
comunidades indígenas y campesinas cuyo índice de
desarrollo humano es equiparable al de comunidades africanas con graves
problemas de miseria y hambre.
Los sectores de la
población
víctimas de la desigualdad sufren la discriminación y la
exclusión en diversos campos de la vida social: política,
económica, cultural y ambiental. Las expresiones más
evidentes de la discriminación en nuestro país tienen que
ver con la inequidad en la distribución de la riqueza, la
desigualdad de oportunidades, pobreza, machismo e intolerancia hacia lo
diverso (CONAPRED, 2011, p.14).
La
discriminación se
sostiene en mecanismos que en ciertos momentos son muy evidentes, pero
en otras ocasiones son tan sutiles que las prácticas
discriminatorias pasan desapercibidas y son normalizadas en el
acontecer social cotidiano, para beneficio de los grupos que ostentan
el poder.
Bajo esta
lógica, se
producen y reproducen un conjunto de prejuicios, creencias y estigmas
sociales que buscan instaurar una hegemonía ideológica en
la sociedad para mantener el inequitativo reparto del poder
económico, político y cultural, a través de
silenciamiento, el menosprecio y las minusvaloración de todas
aquellas expresiones que se alejen del patrón cultural
establecido. Esta hegemonía ideológica se convierte en el
sentido común, aceptado y defendido por la mayoría de la
sociedad, incluso por aquellos que son víctimas a las que se les
han conculcado sus derechos más elementales.
En coincidencia con
Rodríguez Zepeda (2006, p. 11), consideramos que en nuestro
país la discriminación es un fenómeno secular y de
profunda implantación que ha estado presente desde el origen
mismo de la nación y cuyo antecedente más inmediato es la
estructura colonizadora impuesta violentamente por la conquista
española.
Este trato
desfavorable o desprecio
inmerecido se manifiesta en la explotación, marginación,
desempoderamiento, imperialismo cultural y violencia en contra de
ciertos grupos. Pérez Portilla (2006, p. 693) señala que
esta opresión es posible cuando es
“aceptada y
normalizada” bajo una
ideología que la invisibiliza, provocando que las posibilidades
de cambio también pasen inadvertidas.
3.2 Causas fundamentales de la
discriminación
Entre los factores
que los
estudiosos del tema han identificado como causas de la
discriminación están los siguientes:
a) Un sector o grupo de la
población acapara los bienes materiales y monopoliza el poder de
definir y nombrar la realidad, determinando lo normal y lo correcto.
b) La
institucionalización
de la opresión mediante estructuras normalizadas en la vida
social bajo el argumento “así tiene que ser”.
c) La
colonización
psicológica de los grupos oprimidos, quienes son incapaces de
identificar la opresión que se ejerce contra ellos y, por lo
tanto, están imposibilitados de oponer resistencia a ella.
d) La
minusvaloración, el
desprecio y el silenciamiento de la cultura, el lenguaje y la historia
de los grupos oprimidos es provocada mediante la exaltación e
imposición de la cultura de los grupos o sectores dominantes y
poderosos de la población.
A lo largo de su
análisis,
Pérez Portilla (2006) identifica cuatro niveles principales de
producción y reproducción de las diversas formas de
discriminación:
a)
Estructural: formas desiguales
en que las categorías sociales y el acceso a los bienes
están organizados física, política y
jurídicamente en una sociedad. Para su identificación
hemos de analizar el diseño físico de los espacios, la
participación en los asuntos públicos y las leyes
imperantes en la sociedad, así como las barreras que en
cada una de estas dimensiones obstaculizan el pleno acceso, goce y
disfrute de los derechos y beneficios de un grupo o sectores de la
población.
b) Cultural: Está en
relación con los significados y valores que la sociedad asume de
forma acrítica y que obligan a instituciones e individuos:
Los lineamientos
culturales tales
como la filosofía de la vida, el humor, el lenguaje, los
estereotipos, los mitos, las definiciones de lo bueno, lo normal, lo
raro, así como la gente viste, come, reza o se maquilla (y la
reacción ante estos comportamientos) a menudo tienen como
función la de proporcionar justificaciones para la
opresión (Pérez, 2006, p. 712)
En este sentido los
medios masivos
de comunicación establecen agendas excluyentes o inclusivas,
frente a la “normalidad” cultural.
c) Institucional: Hace referencia a
los procedimientos y prácticas normalizadas que operan en contra
de ciertos grupos o sectores de la población en las estructuras
que conforman lo social: la familia, la escuela, los sistemas de salud,
la empresa, las instancias gubernamentales, etc. Estas instituciones
niegan servicios apropiados y profesionales a ciertos individuos y
grupos poblacionales por criterios arbitrarios e irracionales.
d) Personal: Hace referencia al
complejo entramado subjetivo de creencias, actitudes, prejuicios y
comportamientos conscientes o inconscientes de los que son portadores
los sujetos y que ejercen o refuerzan la discriminación. Es el
nivel más difícil de identificar porque su raíz
está en la estructura subjetiva de cada persona.
Paradójicamente, en esta estructura subjetiva podrían
fincarse las condiciones más importantes para acceder a una
sociedad plenamente equitativa, ya que apela a la moralidad personal
que, de ser justa, sería más efectiva que la ley misma,
porque cada ciudadano no requeriría una normatividad que le
sancione, sino que dirige su actuar orientado por altos valores
universales, como el respeto a la dignidad de todas las personas.
Estos cuatro niveles
tienen una
dinámica interdependiente y de reforzamiento común a
través de procesos psicosociales que contextualizan el actuar,
la conducta, las actitudes y las predisposiciones conscientes e
inconscientes de las personas.
En síntesis,
se
podría afirmar que la dinámica excluyente y
discriminadora en la sociedad se compone de dos partes (CONAPRED,
2012): la desigualdad de trato y la desigualdad económica
(p.23). Estas dimensiones se traslapan, es difícil
distinguirlas, y son simbióticas porque se afectan mutuamente.
2.3 Contexto de la
discriminación
Se considera que el
contexto para
la discriminación es el fenómeno de la desigualdad. A
mayor desigualdad en la distribución de los bienes materiales y
culturales de una sociedad, más vulnerable será esta ante
el fenómeno de la discriminación.
En las sociedades
profundamente
desiguales, las tramas de la discriminación se yuxtaponen hasta
configurar situaciones de discriminación acumulativa muy
difíciles de revertir y que vulneran gravemente la dignidad de
las personas. Ejemplo de ello es el de las mujeres migrantes e
indígenas que, dada su condición de género, clase
social, origen étnico y calidad migratoria, están
expuestas a terribles vejaciones en sus trayectos migratorios a
través de países con altos índices de
discriminación y exclusión como México.
México
adoptó
tardíamente el derecho a la no discriminación, ya que no
fue sino a principios del presente siglo que lo incorporó en el
tercer párrafo del artículo primero de la
Constitución. Como afirma Soberanes (2010)
tuvieron que transcurrir varias
décadas e incluso la irrupción de un movimiento armado
[EZLN] para que México reconociera no sólo su
composición multicultural, sino también el hecho de que
la inequidad en la distribución de la riqueza, la desigualdad de
oportunidades, el subdesarrollo y el machismo habían gestado
prácticas discriminatorias de fuerte arraigo. (p.265)
Este es el contexto
que provoca la
aparición de múltiples prácticas discriminatorias
detestables.
En noviembre de 2012
la CONAPRED
identificó a los 12 grupos en situación de
discriminación en México: adultos mayores,
afrodescendientes, fieles religiosos (los 8.3 millones de habitantes
cuya profesión de fe es distinta a la católica), etnias,
migrantes y refugiados, mujeres, niños, personas con
discapacidad, personas con VIH/SIDA, jóvenes, personas con
preferencias distintas a la heterosexual y las trabajadoras
domésticas.
El Sistema Educativo
Nacional
(SEN), y la escuela en particular, no pueden permanecer indiferentes
ante este escenario de violación estructural del derecho a la
igualdad y a la no discriminación. En primer lugar, han de mirar
puertas adentro para identificar las posibles condiciones generadoras
de discriminación en el SEN y en las instituciones escolares,
para después incidir en las dinámicas sociales más
amplias que producen y reproducen las condiciones de desigualdad y
discriminación en nuestro país.
Como ya lo afirmamos
antes, el
escenario de violación estructural del derecho a la igualdad y a
la no discriminación se sostiene en un entramado complejo de
relaciones y mecanismos sociales cuya nota característica son
los prejuicios, creencias y estigmas que permiten a personas que
detentan cierto poder, dar un trato desfavorable y de desprecio a
otras. Por ello es tan difícil responder a la pregunta de
quiénes discriminan. Las actitudes y comportamientos
discriminadores se expresan de muy diversas maneras y en diferentes
sectores de la población. Si fuese necesario aventurar una
respuesta, habría que limitarse a decir que un denominador
común en las situaciones de discriminación es el poder
(económico, político, cultural, moral, etc.) que permite
a unas personas otorgar ese trato desfavorable y de desprecio a otras.
Para identificar a los responsables de la discriminación es
necesario preguntarse quiénes ejercen el poder económico,
político y cultural en determinado grupo social, y qué
expresiones de desprecio o trato desfavorable a grupos sociales tiene
ese poder.
4. Por una pedagogía de la
igualdad
Habiendo establecido
un breve
panorama de la desigualdad económica en México y en
Latinoamérica y sus implicaciones para las demás
dimensiones de la vida social, y después de comprender la
naturaleza de la desigualdad y la discriminación social,
conviene problematizar los procesos educativos desde esta óptica
para seguir evidenciando que la desigualdad y la discriminación
permean todas las dimensiones de las sociedades de clases como la
nuestra.
Comencemos por
plantear algunas
interrogantes para guiar nuestra reflexión:
• ¿Sigue teniendo vigencia
el optimismo pedagógico que consideró la
universalización escolar como un medio para alcanzar mayores
niveles de equidad social?
•
¿Cuáles son los
problemas de los sistemas educativos en sociedades profundamente
desiguales?
• ¿Por
qué en una
sociedad tan desigual existe la obsesión por los procesos de
estandarización tecnocrática de la educación?
•
¿Cuáles son las
posibilidades que tiene la escuela para democratizar la
educación en una sociedad profundamente desigual?
La fuente principal
para responder
a estas interrogantes será la reflexión de Pablo Gentili
en su libro La pedagogía de
la igualdad. Ensayos contra
la
educación excluyente. Nuestro aporte reflexivo personal
irá entretejido con el sólido análisis que elabora
el autor en relación al tema que nos ocupa.
Gentili (2011)
afirma que una de
las premisas más notables del proyecto civilizatorio moderno fue
el concebir la educación como un medio fundamental para
universalizar los saberes científicos y morales que nos ayudan a
construir las bases de nuestra vida común (p. 21). La
educación universal y pública para las masas fue un pilar
fundamental de ese proyecto; a través de ella se busca alejar a
la población de toda forma de ignorancia y servidumbre, en
contrapartida, busca acercarla a los beneficios del progreso.
El acceso al acervo
cultural de la
humanidad a través de la escuela busca que el ser humano se
integre plenamente en su sociedad y sea copartícipe en la
transformación de un mundo cada vez más complejo. A lo
largo de su obra, Gentili (2011) subraya que la educación es el
proceso formativo que nos permite vivir juntos, porque en ella
edificamos las razones que nos definen como comunidad.
La
Declaración Universal de
Derechos Humanos (Organización de las Naciones Unidas, 1948)
inicia reconociendo que todos los seres humanos nacen libres e iguales
en dignidad y derechos. Establece en su artículo 26, que toda
persona tiene derecho a la educación, la cual debe ser gratuita
y obligatoria al menos en la instrucción elemental. El acceso a
los estudios superiores será igual para todos. Dicha
educación tendrá como objeto el pleno desarrollo de la
personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos
humanos y a las libertades fundamentales, favorecerá la
comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones
y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el
desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el
mantenimiento de la paz.
Este derecho
universal de todos y
cada uno de los seres humanos, es protegido más allá de
las fronteras nacionales y se entiende que los Estados que lo violen,
serán responsables de un delito contra sus propios ciudadanos y
contra todos los ciudadanos del mundo (Gentili, 2011, p. 67).
Esta perspectiva del
derecho
universal a la educación fue un factor de primer orden en la
expansión de muchos sistemas educativos nacionales a partir de
la segunda mitad del siglo XX, que benefició a grandes sectores
de la población hasta entonces excluidos de las oportunidades
educativas. La otra condición que hizo posible tal
expansión fue la movilización popular que a partir de la
década de 1960 tomó las calles para exigir la
democratización de todos los campos de la vida social, entre
ellos el educativo.
¿Qué
sería de
nuestra sociedad sin el proceso de escolarización de masas?
¿Cuál sería la opción educativa de la gran
mayoría de la población que vive en condiciones de
pobreza? Con todo y las limitaciones que se destacan más
adelante, los sistemas educativos nacionales y la escuela
pública siguen alimentando el optimismo pedagógico de
contribuir a una sociedad más justa e igualitaria, y lo
seguirán haciendo en tanto no seamos capaces de construir otro
medio más eficaz para garantizar el acceso a la educación
de los grupos sociales más vulnerables. Por ello, es necesario
luchar por su continuo mejoramiento, y por la democratización
plena de los servicios educativos, para que los sectores de la
población que se encuentran en situaciones más
desfavorables reciban la mejor educación posible.
A principios del
siglo XX, el
pedagogo español Ferrer Guardia (2009) expresó
lúcidamente su convicción respecto a la igualdad
educativa al señalar que:
La verdad es de todos y socialmente
se debe a todo el mundo. Ponerle precio, reservarla como monopolio de
los poderosos, dejar en sistemática ignorancia a los humildes y,
lo que es peor, darles una verdad dogmática y oficial en
contradicción con la ciencia para que acepten sin protestar su
ínfimo y deplorable estado, bajo un régimen
político democrático, es una indignidad intolerable, y,
por mi parte, juzgo que la más eficaz protesta y la más
positiva acción revolucionaria consiste en dar a los oprimidos,
a los desheredados y a cuantos sientan impulsos justicieros, esa verdad
que se les estafa, determinante de las energías suficientes y
necesarias para la gran obra de la regeneración de la sociedad.
(p. 80)
El movimiento
pedagógico
progresista contemporáneo reivindica esta condición
social del saber y del conocimiento, herencia cultural de la humanidad.
Por ello, enfoca sus esfuerzos en la democratización educativa
como un valioso medio en la transformación de la sociedad.
Sin embargo, hay que
señalar
que este movimiento democratizador de la educación ha tenido y
sigue teniendo detractores entre todos aquellos que, anclados a un
liberalismo radical, critican cualquier proyecto de bien común,
promotor de una sociedad más equitativa y justa. Por el
contrario, han emprendido una estrategia deliberada para debilitar lo
público, lo colectivo, la construcción de la comunidad en
todas sus formas, mientras que exaltan las posibilidades creativas del
individualismo egoísta.
A la par de esta
embestida
exógena de los sistemas educativos, los estudiosos de las
condiciones de exclusión e inclusión en ellos, como
Gentili (2011), señalan un conjunto de problemas
endógenos y afirman que muchos de ellos no resisten la prueba
del desempeño democrático. Entre los problemas que
señalan identificamos los siguientes:
a) La
exclusión incluyente:
el acceso a la escuela en condiciones totalmente desfavorables,
insuficientes para revertir el aislamiento y la marginación al
interior y al exterior del sistema educativo.
b) La universalización sin
derechos: “el proceso de acceso a la escuela que se produce en
un
contexto de empeoramiento de las condiciones necesarias para hacer
realidad las dimensiones atribuidas y reconocidas al derecho a la
educación desde 1948” (Gentili, 2011, p. 82).
c) La expansión
condicionada: el crecimiento de los sistemas educativos
nacionales bajo
una dinámica de segmentación y diferenciación
institucional, que otorga a sus destinatarios un estatus y un conjunto
de oportunidades altamente desiguales.
d) La escolaridad degradada
pedagógicamente: aquella en la que los sectores
más
vulnerables de la población, especialmente aquellos que se
encuentran en situación de pobreza, son atendidos por agentes
educativos cuya formación pedagógica es deficiente, en
una infraestructura escolar deteriorada, con materiales educativos
escasos, bajo estrategias didácticas ineficaces e inoportunas y
abordando contenidos de aprendizaje desligados completamente de sus
contextos de vida.
e) El racismo educativo: se
podría entender como la suma de los problemas antes descritos,
porque en conjunto configuran procesos de discriminación
pedagógica y curricular que se ejerce sobre ciertos sectores de
la población en razón de su situación de pobreza
económica y marginación cultural.
En resumen, las
sociedades
profundamente desiguales como la mexicana y latinoamericana producen y
reproducen sistemas educativos desiguales, condicionando oportunidades
y distribuyendo los bienes culturales tan inequitativamente como los
bienes materiales. En México, ese 1.7% de la población
que goza sobradamente de los beneficios del progreso y desarrollo
material, seguramente tiene acceso a servicios educativos inalcanzables
para el resto de la población. Este es uno de los mecanismos con
los que aseguran la hegemonía de su poder económico y
cultural sobre el resto de la sociedad.
Vale entonces
cuestionar el
movimiento de estandarización tecnocrática que ha
permeado en el ámbito educativo con mucha fuerza en la
última década. Por él entendemos la tendencia
homogeneizadora de las políticas educativas que bajo un discurso
de calidad educativa buscan medir los niveles de aprendizaje de acuerdo
a patrones que ignoran los contextos de vida y de trabajo de los
actores educativos. ¿Cuál es la pretensión de
promover con tanta insistencia la evaluación estandarizada de
los aprendizajes en contextos marcados por la desigualdad y la
discriminación? ¿Cuáles son los efectos
pedagógicos de esta evaluación estandarizada? Todo llama
a sospecha cuando estas mediciones no van acompañadas de
procesos auténticos de transformación escolar y de mejora
continua de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Estos procedimientos
de
estandarización educativa convocan a la sospecha porque
parecieran reforzar la dinámica excluyente y discriminadora con
su lógica competitiva. Los docentes buscarán atender a
los estudiantes que les garanticen buenos resultados en los ejercicios
examinadores; los padres de familia buscarán las “mejores”
escuelas para que atiendan a sus hijos y, ante tal presión, es
de esperarse que se multipliquen los procesos de selección que
nuevamente dejarán fuera a los “peores” estudiantes. Los
esfuerzos docentes se orientarán al desempeño en las
pruebas estandarizadas, pruebas que no pueden ser equiparadas con el
aprendizaje y el conocimiento. Los esfuerzos estudiantiles se
centrarán en contestar acertadamente la prueba, acción
que está lejos del aprender a ser, hacer y convivir que pregona
el discurso pedagógico contemporáneo.
Es posible que tales
pruebas
sólo demuestren la supuesta ineficacia de la escuela
pública y la necesidad de reformarla bajo la única
lógica que entiende el liberalismo radical, la lógica del
mercado. En el mercado educativo sobrevivirán las “buenas
escuelas, los buenos maestros y los buenos estudiantes” (bajo su
concepción de calidad); los demás serán dejados a
las fuerzas brutas de la oferta y la demanda.
De ahí la
necesidad de
reivindicar el conocimiento y el aprendizaje como bienes
públicos, como derechos fundamentales que no puedan ser
enajenados o conculcados por las élites económicas y
políticas de nuestra sociedad. La educación tiene una
relevancia democrática porque constituye un bien que abre,
construye, potencia y afirma otros derechos. Así lo afirma
Gentili (2011) al analizar la Declaración Universal de los
Derechos Humanos en materia educativa:
La educación es un derecho
humano, un bien público y social, porque ella nos ayuda a
comportarnos y a reconocernos como seres humanos libres e iguales ante
la ley, a tratarnos fraternalmente, a luchar contra toda forma de
esclavitud y de servidumbre, contra toda forma de
discriminación, tortura y tormento, de aspiración
colonial o imperial; la educación nos protege y es salvaguardia
de nuestra identidad, de nuestra privacidad y de nuestro honor, de
nuestra libertad, de la dignidad, de la felicidad (ella misma, un bien
común), de toda libertad de pensamiento, del bienestar, del
acceso a la riqueza acumulada, a la salud, a la vivencia plena de
nuestra sexualidad, nuestra cultura y nuestra moralidad. La
educación es un derecho humano fundamental porque es la base, el
inicio y, al mismo tiempo, la aspiración, el punto de llegada,
de toda lucha por la justicia social y la igualdad, de toda lucha
contra la humillación y el desprecio a los que son sometidos
millones de seres humanos por haber nacido pobres. (p. 92)
La igualdad de
oportunidades
educativas en una sociedad profundamente desigual, ha de ser procurada
bajo perspectiva compensatoria, descrita por Fernández Mellizo
(2003) como aquella en la que el criterio de distribución es la
dificultad (o desventaja) e implica concentrarse en los alumnos de
clases sociales más desfavorecidas, en aquellos que en sus
trayectorias de vida llevan acumuladas desventajas diversas que los
colocan a la zaga en los espacios de participación
política, económica y cultural, dominados por los
sectores sociales privilegiados (p. 35).
Fernández
Mellizo recupera
el concepto de desigualdad de oportunidades educativas, para
señalar la diferencia existente entre las clases sociales en el
grado de éxito educativo. La perspectiva de igualdad
compensatoria busca cerrar esta brecha; para ello analiza los
mecanismos que generan esa diferencia e interviene mediante estrategias
compensatorias eficaces y eficientes para reducir dicha desigualdad.
Tales estrategias
han de ser
diversas, creativas e integrales para realmente impactar en todas las
dimensiones de los procesos educativos escolarizados, como:
a) La profesionalización y
dignificación de la labor docente: garantiza que los docentes
mejor preparados y dignamente remunerados atiendan a los sectores de la
población en situación de vulnerabilidad.
b) La
renovación de la
didáctica escolar: promueve la creatividad y la diversidad de
técnicas de enseñanza, de manera que realmente se logre
establecer un puente comunicativo entre los saberes previos de los
estudiantes en sus contextos vitales y los contenidos curriculares.
c) El
replanteamiento de los
contenidos curriculares: problematizando desde los diversos contextos
de vida de los estudiantes.
d) La gestión
escolar
enfocada al aprendizaje: propone disminuir la carga administrativa de
los centros escolares para que orienten todos sus esfuerzos a la
consecución de los aprendizajes de los estudiantes.
e) La
vinculación entre
escuela y comunidad: promueve la influencia mutua de ambas instancias,
de manera que se multipliquen los espacios de intervención y
participación entre las dos.
f) Apoyos integrales
para mejorar
el desempeño escolar: propone establecer mecanismos que permitan
a los estudiantes más desfavorecidos contar con las mejores
condiciones posibles en sus trayectos educativos en relación a
su alimentación, salud, materiales didácticos, apoyos
financieros, entornos familiares y sociales.
g) La mejora de la
infraestructura
escolar: las propuestas pedagógicas contemporáneas que
permitieron la consolidación de lo que se llamó la
escuela moderna o progresista destacaron por el cuidado y esmero con el
que diseñaron los espacios para los procesos educativos. Hoy
resultan intolerables las precarias condiciones del mobiliario e
inmuebles escolares a las que acuden muchos de los niños y
jóvenes más pobres de nuestro país.
Las propuestas
educativas no
escolarizadas dirigidas a la población en condición de
desventaja y vulnerabilidad, además de los puntos ya
señalados y que podrían ser pertinentes para ellas, han
de esforzarse por reconocer lo educativo en todo el entramado social,
ahí donde los sujetos construyen y reconstruyen los significados
que les permiten comprender, participar e intervenir en su mundo y que,
por ello, no pueden quedar limitadas al ámbito escolar. Los
agentes que dinamizan tales propuestas, pueden contribuir a la
construcción de “archipiélagos educativos”, que desde la
conceptualización de Ruiz Muñoz
(2009) son los
múltiples
espacios de formación del sujeto popular (p. 27). Son espacios
abiertos, flexibles, móviles, diversos, que se construyen de
acuerdo con el tipo de movimiento que opera al nivel de la
micropolítica; son los espacios de participación y
organización populares en los que surgen saberes
pedagógicos de otro tipo en relación a la
participación, la solidaridad, la igualdad y la democracia.
Los esfuerzos por la
igualdad
educativa pueden contribuir a la multiplicación de estos
archipiélagos educativos que ensanchan las oportunidades de
formación más allá del ámbito escolar.
Entre ellos se pueden destacar las buenas prácticas que algunas
instituciones educativas en México y en la región
latinoamericana están llevando a cabo, por ejemplo:
• La búsqueda de una plena
integración de estudiantes con alguna discapacidad a las
actividades regulares de las aulas y escuelas.
• Los programas de
apoyo para que
los sectores pobres de la población permanezcan en los sistemas
educativos (desde la educación básica hasta la
educación superior), a través de becas, apoyos
alimenticios, apoyos para transporte, entrega de útiles
escolares.
• Los programas de
escuela de
tiempo completo, que extienden el horario escolar para que los
estudiantes de educación básica en zonas de alta
marginación reciban una buena alimentación, participen en
actividades artísticas y culturales, y sean apoyados en la
realización de tareas.
• Los programas de
tutorías
instaurados por diversas instituciones educativas para brindar una
atención personalizada a los estudiantes, especialmente a
aquellos que presentan especiales dificultades para avanzar en sus
estudios.
• La apertura de
algunos sistemas
educativos para incluir en sus programas curriculares saberes
socialmente construidos de los que son portadores los sectores de la
población que sufren la discriminación (lenguajes,
tradiciones, etc.).
• Los mecanismos
institucionales
que algunos sistemas educativos están implementando para la
denuncia de actos de discriminación, su investigación y
sanción.
• La amplia
difusión del
discurso de las competencias (cuando escapa a las tentaciones
positivistas de estandarización de los procesos educativos) que
en su versión holística busca generar un mayor
vínculo entre el saber escolar y las realidades de vida
cotidiana de los estudiantes. El aprendizaje basado en competencias
busca que los educandos movilicen un conjunto de recursos (saberes,
habilidades y actitudes) para la resolución de problemas o
situaciones específicas que desafían su capacidad de
respuesta. ¿Qué sucedería si desde la escuela
abordáramos con responsabilidad los problemas de la desigualdad
y la discriminación social e impulsáramos acciones
específicas para contribuir a su solución?
¿Qué competencias tendrían que desarrollarse en
estudiantes y profesores para alcanzar una sociedad más
equitativa y justa?
Estos y otros
factores positivos en
sí mismos para generar condiciones de mayor igualdad en el
ámbito educativo, serán insuficientes si no hay mayores
condiciones de equidad a nivel macro social, con políticas
integrales de combate a la pobreza, promoción del empleo
dignamente remunerado y una redistribución del ingreso a
través de mecanismos fiscales que ayuden a cerrar la creciente
brecha de desigualdad entre ricos y pobres.
El sistema educativo
y la
institución escolar no pueden por sí mismos dar
solución a los graves problemas sociales descritos en este
ensayo, pero sí pueden ampliar las posibilidades de las
jóvenes generaciones en general y, especialmente, la de aquellos
que son víctimas de la desigualdad y la discriminación,
ampliando su capacidad de resignificar las difíciles condiciones
de vida que tienen que enfrentar, no bajo la óptica de la
adaptación, sino desde la óptica de superación y
liberación ya señalada por Freire (1975):
Los llamados marginados, que no son
otros sino los oprimidos, jamás estuvieron fuera de. Siempre
estuvieron dentro de. Dentro de la estructura que los transforma en
“seres para otro”. Su solución, pues, no está en el hecho
de “integrarse”, de “incorporarse” a esta estructura que los oprime,
sino en transformarla para que puedan convertirse en “seres para sí”.
(p. 76)
Para la
pedagogía de la
igualdad, la compleja estructura de la desigualdad y
discriminación social constituye el margen real para comenzar la
construcción de la liberación del ser humano, a partir
(entre otros elementos) de un trabajo educativo, creativo y
esperanzado que
concibe a la
escuela como espacio intencionado, sistemático, planificado y
coherente de enseñanza y aprendizaje. En él la
educación se entiende como un proceso de transformación
de todas aquellas condiciones que niegan la dignidad del ser humano y
le permiten construir una sociedad más libre y justa.
Un sistema educativo
y una escuela
que abren espacio para la pedagogía de la igualdad, tienen entre
sus desafíos más importantes la identificación de
todas aquellas condiciones estructurales, culturales, institucionales y
personales que en su interior reproducen los mecanismos de desigualdad
y discriminación social. Una vez identificadas estas
condiciones, se establecen los procesos de cambio y de
transformación orientados a generar mayores condiciones de
igualdad entre todas y todos los que confluyen en los procesos
educativos. Desde su espacio concreto de influencia, el sistema
educativo en general y la escuela en particular, mostrarán que
es posible desmontar el complejo entramado de la discriminación.
5. Conclusiones
La
información
estadística más reciente nos sigue devolviendo la imagen
de un país y una región latinoamericana profundamente
desiguales en el aspecto económico. Argumentamos que esta
desigualdad permea todos los campos de la vida social, como son el
político, el cultural y específicamente el educativo.
Identificamos la
desigualdad social
como una condición proclive a la discriminación y a la
exclusión a través de mecanismos que pueden ser evidentes
o tan normalizados en la vida social que pasan inadvertidos.
Profundizamos en la naturaleza y las características de este
problema que vulnera y conculca el derecho a la igualdad y a la no
discriminación. Llevamos la reflexión hasta el
ámbito educativo, en donde señalamos que en una sociedad
tan desigual como la nuestra resulta altamente posible la
discriminación educativa.
Finalmente,
reivindicamos el
optimismo pedagógico que cree en las posibilidades de la escuela
pública como un medio para alcanzar una sociedad más
justa e igualitaria. Para lograrlo, los educadores hemos de asumir
nuestra responsabilidad en su transformación poniendo en el
centro el aprendizaje de los educandos, atendiendo con especial cuidado
a aquellos que, dadas las desventajas acumuladas a lo largo de sus
trayectorias de vida, enfrentan más obstáculos para
alcanzar los fines de la educación.
Concluimos con una
breve
reflexión en relación a los sectores de la
población que escapan al radio de acción de la escuela y
que también precisan de espacios múltiples, diversos y
creativos en los que sea posible construir itinerarios alternos de
formación y educación ciudadana, todo ello para seguir
construyendo la pedagogía de la igualdad.
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Correspondencia:
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jabierconde@gmail.com
Ensayo recibido: 24 de
junio, 2013
Devuelto para corrección: 11 de noviembre, 2013 Aprobado: 12 de
diciembre, 2013