HORIZONTES DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL EDUCATIVA

HORIZONTES DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL EDUCATIVA

Loida Elizabeth Velasco Ortiz1, Sergio Aurelio Jiménez Saavedra2

1. Labora en Oaxaca, México, como docente en diversas universidades a nivel licenciatura y posgrado. Licenciada en Pedagogía por el Instituto de Estudios Superiores del Golfo de México (IESGM) y Maestra en Ciencias de la Educación por el Instituto de Estudios Universitarios (IEU). Ha realizado diseño curricular a nivel licenciatura y posgrado; cursos de formación docente en todos los niveles educativos, y evaluadora en el Programa Escuelas de Calidad. Dirección electrónica:  veloy17@yahoo.com.mx

2. Docente y diseñador curricular en educación superior. Licenciado en Pedagogía por el Instituto de Estudios Superiores de Oaxaca (IESO), Maestro en Ciencias de la Educación por el Instituto de Estudios Universitarios (IEU). Maestro en Administración de Instituciones Educativas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). Dirección electrónica:  sergioana11@hotmail.com

Dirección para correspondencia


Resumen

En la actualidad, pareciera que el individuo actúa por inercia, mecanizado y enajenado de su realidad, sin reflexionar sobre sí mismo, dejándose llevar por las corrientes de pensamiento que permean su conciencia; por ello, en esta comunicación se realiza un breve recorrido histórico por las prácticas educativas, enfatizando en los griegos; así mismo, se analiza la importancia de una práctica pedagógica reflexiva, crítica y constructiva en el nivel superior, donde el papel del profesor es determinante para facilitar la toma de conciencia del educando; de igual manera, se hace la diferencia entre práctica educativa y práctica pedagógica, eje fundamental de este ensayo, y se destacan las características de la práctica pedagógica del siglo XXI muy ligada a la sociedad del conocimiento. Este trabajo culmina con una breve propuesta de lo que consideramos debiera modificarse para que la práctica pedagógica sea reflexiva, critica y constructiva.

Palabras clave: reflexión, práctica pedagógica, prácticas educativas

Abstract

Nowadays we are living in a globalizing world where every person is performing out of habit, mechanized land out of his/her mind. People do not think about themselves and they are taking different thinking trends which they are aware of. From these backgrounds, a brief historical journey through the educational activities is done, emphasizing the greek ones. As well as, the importance of a reflective, critic and constructive pedagogical practice is analyzed in higher education. The role of the University Professor is determining in order to provide the students awareness. In addition, the difference between educational and pedagogical practice is done, an important part of this essay is. Century XXI pedagogic practice features are highlighted which is tied up with knowledge society. This Work finishes with a brief proposal about changing pedagogical practices in order to be reflecting, critic and constructive.

Key  words:  reflection, pedagogical practice, educational practice


1. Historicidad de la práctica educativa

La capacidad de sentir pensar, conocer, crear y transformar los rumbos de vida, y también del entorno, es inherente al ser humano. Es así como hombres y mujeres somos capaces de estar en interacción con el medio social, transformando día a día nuestras acciones. Pasar por el mundo no es estático, conlleva movimiento, dinámica, dialéctica. Plantea una manera de conocer y asumir una posición ante el mundo y con el mundo.

Sin duda, esta forma de entender y concebir el mundo tiene que ver con los roles que se desempeñan dentro de la sociedad, pero también con una historicidad. Es decir, lo que se es y cómo se es, no es producto de la casualidad, sino es una construcción histórica, que se ha dado con el paso del tiempo y de la interacción del hombre con su medio.

Todas las épocas se han distinguido por un modo de crear las condiciones propias de reproducir las conductas sociales de la humanidad. Estas son el reflejo de una sociedad madura que ha creado su estructura propia, basada en valores que deben inculcarse en los miembros que forman parte de la colectividad social.

Así como Thoth fue el primer preceptor de los egipcios, Homero fue de los griegos, pues él representaba con su modelo educativo el areté agonal. La educación que el joven griego aprendía era la misma que el poeta daba a sus héroes, la misma que vemos recibir a Aquiles de labios de Peleo y a Telémaco de boca de Atenea (Marrou, Henri-Irénée, 1998, p.28), que simbolizaba el ideal social de la clase dominante y que, al mismo tiempo, perpetuaba que sus modelos de vida deberían transmitirse a las generaciones presentes y futuras. La Ilíada representaba el paradigma de esa clase, al contener el modo de ser del estatus social que regía los destinos de la ciudad-estado ateniense.

Nótese que la clase dominante siempre procura mantener el estatus social por medio de la reproducción de modelos que le permitan eternizarse en su universo social. Al romperse la situación de privilegio de la clase aristocrática, se origina en ella miedo y terror, pues al ser conservadora y amante del inmovilismo, es contraria a las transformaciones revolucionarias.

Sin embargo, no faltó la crítica de un filósofo renombrado, que se opuso a este tipo de educación, y que, además, criticaba duramente a Homero, pues en la Ilíada se manifestaba crudamente la actitud de los dioses que comúnmente cometían crímenes, robos y adulterios como los humanos. La razón de esta oposición, aparentemente intransigente, se debió a que la acción de los dioses era negativa para la enseñanza de los adultos y los niños. Platón decía que esto acarrearía un desprestigio para los dioses y un mal ejemplo para los infantes que grabarían en su mente la maldad y perversidad de las divinidades (2003, Vol. IV, República, pp. 377a, 379b).

El principal enfoque de esta disputa recayó en los valores negativos que se propugnaban en la Ilíada y que producían una conducta anormal en quienes recaía la enseñanza, ya que los dioses deberían ser modelos de bondad, de honestidad, de recato (2003, Vol. IV, República, p. 377a) y además promotores de todo hecho natural, como diluvios, terremotos y pestes. Desde esta crítica, Platón afirmaba que los actos inmorales de los dioses produciría en la sociedad griega la idea de que eran iguales o peores que los humanos (2003, Vol. IV, República, p. 379b).

No fue sino hasta el S. V donde los sofistas trastocaron esta forma de educar al cuestionar los principios en que residía esta educación (Calvo M., 1986, p.70). Afirmaban que los dioses no debían regir la conducta de los hombres, sino que los hombres deben decidir sobre los hechos de la vida y que la ley debe regir en sociedad, pues esta es más real que la fantasía divina.

La frase de Protágoras “el hombre es la medida de todas las cosas” (Villalpando, 2000, p. 40), cambiaba la concepción imperante de que los dioses eran los sujetos del destino de los hombres. La ideología de que el hombre es la medida de todas las cosas crea la relatividad de las ideas, que, a fin de cuentas, es obra de hombres y no de dioses, los cuales ya no serán un obstáculo que rija la vida humana. Este pensamiento volcó a un nuevo tipo de individuo social y fortaleció la corriente democrática en desarrollo. Los sofistas ateos fueron los promotores de una nueva sociedad, “el pensamiento del hombre lleva a ponerse a sí mismo como problema (nace la autoconciencia): El problema del conocimiento y, el problema de la moralidad… No existe una verdad absoluta válida para todos” (Carrasco, 2013, p. 24).

La educación de los individuos no es producto de la casualidad. Es una construcción histórica, resultado de la incidencia de una práctica educativa, condicionada por el sistema de relaciones económicas y realizadas desde el seno familiar. En este sentido la práctica educativa es una práctica social, que impacta no sólo a una persona, sino a muchas con las que interactuamos. Es social porque el hombre y la mujer se presentan como seres sociales, no aislados, influenciados por las acciones de los otros en su camino de construcción de humanidad y como miembros pertenecientes a una comunidad. En ese andar por la vida, hombres y mujeres son portadores de creencias, normas y valores que están latentes en nuestro ser culturalizado y que emergen en la medida en que interactúan con sus iguales.

2. Ámbitos de la práctica educativa

La práctica educativa se concreta en tres ámbitos: educación formal, informal y no formal. A continuación, se especifica a qué se refiere cada ámbito (Coombs y Ahmed, citado en Sarramona, 1998, p. 12).

La educación formal hace referencia al Sistema Educativo, altamente institucionalizado, cronológicamente graduado y jerárquicamente estructurado.

La educación informal se refiere al “proceso que dura toda la vida y en el que las personas adquieren y acumulan conocimientos, actitudes y habilidades…” (Coombs y Ahmed, citado en Sarramona, 1998, p. 12).

Por otro lado, la educación no formal es “toda actividad organizada, sistemática, educativa, realizada fuera del marco del sistema oficial, para facilitar determinadas clases de aprendizaje a subgrupos particulares de la población, tanto adultos como de niños” (Coombs y Ahmed, citado en Sarramona, 1998, p. 12).

Pese a esta distinción, conviene referenciar a Frabboni y Pinto (2007, p. 60) para clarificar tres conceptos más implícitos en estos ámbitos, que son: educación, instrucción y formación.

La palabra educación deriva de dos palabras latinas: educare que quiere decir criar, alimentar, y e-ducere que quiere decir extraer. Es la palabra referencial en la que se estructura el saber-hacer pedagógico y que, a su vez, designa un campo muy amplio de acción, y está presente en los tres ámbitos ya mencionados.

La instrucción, que deriva del latín instruere, significa hábil, en relación con lo cognitivo y los procesos de adquisición de conocimiento, saberes y competencias. Por lo tanto, este tipo de instrucción se realiza principalmente en el ámbito formal, específicamente, en la escuela.

En relación al concepto de formación, esta ha sido reinterpretada a través de la paideia griega, entendida como proceso dinámico de “adquirir forma”, de “formarse” y “trans-formarse”, como integración crítico-constructiva del binomio educación- instrucción. Aquí propiamente fundamentamos la razón de ser de la práctica pedagógica.

3. Distinción entre práctica educativa y práctica pedagógica

La práctica educativa, como ya se mencionó, se efectúa en todas partes: en los ámbitos formal, informal y no formal. Es decir, es un término mucho más amplio que no sólo se limita a la escuela como el único lugar para efectuarla. En cambio, la práctica pedagógica es mucho más estructurada y con una intencionalidad más precisa sobre lo que se quiere formar.

El pasado da cuenta de que la práctica educativa se ha desarrollado y caracterizado según el contexto y la cultura. Los griegos no consideraron en ningún momento la realidad como algo estático, más bien la asumían como algo histórico y dialéctico, lo cual llevó a abordar la educación como una totalidad, donde el objeto de conocimiento no era un objeto real, sino una construcción social, producto de un sentido innato que alude específicamente a la clara apreciación de las leyes de la realidad. Esta aprehensión se manifestó claramente en la vida, en el pensamiento, en el lenguaje, en la acción y en todas las formas de arte. La educación se ve definida como un proceso y una necesidad constante de formar al hombre para que la comunidad griega se conservara y transmitiera su peculiaridad física, espiritual e intelectual. Por lo tanto, el fin de la educación descansaba en la formación de un alto tipo de hombre, que representara el sentido de todo esfuerzo humano concretando sus sueños en la paideia.

El término paideia, designa el proceso integral de la educación entre los griegos. Es una palabra que comienza a usarse en el siglo V antes de nuestra era. El vocablo de que se servía la más antigua literatura para aludir al fenómeno de la formación humana, era el sustantivo areté, en su acepción de fuerza y capacidad: “El vigor y la salud, son areté del cuerpo. Sagacidad y penetración, areté del espíritu” (Werner, 1998, p. 21). En su uso inicial, la palabra paideia (de país, niño) no traspuso su origen filológico: significó la educación de los infantes. Sólo más tarde tuvo el sentido de formación cultural en general. Paidagogía (de país, niño y ago, conduzco) designa en sus orígenes compañía y vigilancia del muchacho. De ahí que se llamara paidagogos (el conductor del niño) el esclavo encargado de guiar a los niños a la escuela.

La paideia designa, como fenómeno integral, la educación y la cultura del cuerpo y del alma. Comprende dos partes:

a) La gimnástica (de gimnos, desnudo). Gimnastiké es el conjunto de ejercicios físicos cuyo exponente es el pentatlón, cinco eventos.

b) La música (de moysiké techné, arte de las musas) es el aspecto de la formación espiritual; por tanto, abraza la educación estética, moral, religiosa, etc. (Werner, 1998, p. 95).

En el mundo judeocristiano las prácticas educativas se centraron en elevar la espiritualidad del hombre, teniendo como idea básica que Dios es perfecto y el hombre no. A partir de los siglos XVII y XVIII, la práctica educativa se basa en adquirir conocimientos y frenar las pasiones carnales a través de la religión. Como consecuencia, las personas debían ser virtuosas y temerosas de Dios, pues esa idea se había difundido entre ellos.

Todo lo mencionado anteriormente tenía que ver más con una práctica educativa que con una práctica pedagógica. Sin embargo, aunque los griegos a través de la paideia hablaban de una formación del ser humano, aún no había una sistematización exacta de la cuestión instructiva. Cuando Juan Amos Comenio empieza a difundir sus ideas sobre la sistematización de la enseñanza, inicia también una nueva etapa, que es el surgimiento formal de la escuela como un espacio educativo para la atención de los infantes. Así se da paso a una pedagogía moderna (Villalpando, 2000, pp. 168-172) y, en consecuencia, se empieza a difundir la idea de un tipo de escuela pública para todos –proclamada por varios pensadores europeos-. A partir de ese tiempo, la práctica educativa se convierte en una práctica pedagógica, más sistematizada y reglamentada por normas y contenidos estrictamente articulados.

La práctica pedagógica de este tiempo es orden y disciplina. El orden se materializa en el método que ordena tiempo, espacio y actividad. La autoridad se personifica en el maestro, dueño del conocimiento y del método. Nada se deja al azar, el método garantiza el dominio de todas las situaciones. Se refuerza la disciplina, ya que se trabaja con modelos intelectuales y morales previamente establecidos. A esta etapa de la práctica pedagógica se le denominó escuela tradicional, en la cual se respetaba un sistema rígido de autoridad. En el maestro recaía toda autoridad, y se estableció una marcada dependencia del alumno hacia el profesor, retardando la evolución afectiva del niño, infantilizándolo y favoreciendo su incorporación acrítica en el sistema de las relaciones sociales.

Posterior a esta etapa de la práctica pedagógica, surge una idea diferente acerca de la educación, en donde aparece la denominada Escuela Nueva a finales del siglo XIX y toman fuerza a principios del siglo XX. La misión del educador estriba en crear las condiciones de trabajo que permitan al alumno desarrollar sus aptitudes; para ello, se vale de transformaciones (no radicales) en la organización escolar, en los métodos y en las técnicas pedagógicas. Pansza, Pérez y Morán (1996, p. 53) indican que las principales consignas de la Escuela Nueva, son:

• La atención al desarrollo de la personalidad, revalorando los conceptos de motivación, interés y actividad.

• La liberación del individuo, reconceptualizando la disciplina, que constituye la piedra angular del control ejercido por la escuela tradicional, y favoreciendo la cooperación.

• La exaltación de la naturaleza.

• El desarrollo de la actividad creadora.

• El fortalecimiento de los canales de comunicación interaula.

En el siglo XX, empieza fuertemente la industrialización en América Latina. La educación sufre la incorporación de tecnologías con aplicaciones directas al quehacer docente, y se da paso a una forma científica, técnica, instrumental y, aparentemente, neutral del trabajo educativo (Pansza, et al., 1996, pp. 54-57). La Tecnología Educativa se circunscribirá a una visión reduccionista de la educación, ya que bajo la bandera de eficiencia, neutralidad y cientificismo, la práctica pedagógica se limitará a la intervención técnica.

A mediados del siglo XX, surge una pedagogía denominada Didáctica Crítica, que cuestiona, tanto los principios de la Escuela Nueva, como los de la Escuela Tradicional y la Tecnología Educativa, postulando la reflexión colectiva entre maestros y alumnos sobre los problemas que involucran su realidad social y retomando aspectos de la ideología que se reproduce en las escuelas. Defendía la idea de renovar la enseñanza, haciéndola no sólo un proceso instructivo, sino también formativo y participativo, vista como un espacio de reflexión y acción.

En pleno siglo XXI otros cuestionamientos surgen en torno a la práctica pedagógica realizada en las escuelas, pues este espacio que debiera servir para reflexión y toma de conciencia del educando, tiende a institucionalizar y a burocratizar la enseñanza. A partir de estos planteamientos históricos de la educación, se puede enfatizar que la práctica pedagógica ha recorrido un camino muy amplio por la historia de la humanidad.

La práctica pedagógica es entendida como el conjunto de acciones presentes en el quehacer cotidiano que se realiza en el aula de clases. En ella están implícitos, como elementos integradores de esta práctica, el maestro, el alumno, los contenidos curriculares, el espacio y el tiempo en que se sitúan estos. Asimismo, Andrade y otros autores consideran que la práctica pedagógica es “la actividad cotidiana realizada por los docentes, orientada por un currículo, en un contexto escolar y social, dirigida a la construcción de saberes y formación de los estudiantes como vía para el desarrollo personal y la convivencia social” (Andrade, Contreras y Díaz, 1998, p. 2).

Sin embargo, la práctica pedagógica está estrechamente vinculada a una cultura, que suele ser a veces compartida; a fin de cuentas es lo que distingue a una institución educativa. La cultura es unitaria y plural, por cuanto es una mezcla heterogénea de conocimientos, creencias, sentimientos, actitudes, valores, gustos, relaciones, costumbres, rituales, etc. Entre cultura y escuela hay una íntima relación. La cultura escolar es educativa en el sentido de que cala en la personalidad. Por otro lado, cada miembro de la comunidad contribuye con su personalidad a generar esa cultura.

Cada comunidad educativa posee su propia cultura escolar. Por más que haya ciertos “universales culturales”, cada institución escolar tiene su idiosincrasia, es decir, su “singularidad cultural”. La cultura escolar penetra por todos los rincones del centro educativo. Ejerce, de hecho, un impacto (patente y latente) en el proceso formativo. Solo a través de estos aspectos podemos entender la práctica pedagógica. El proceso por el cual se vive una cultura en la explicación deductiva nos lleva a pensar en múltiples subculturas en el ámbito educativo, no obstante:

La cultura es aquella parte de las interacciones y experiencias humanas que determina cómo uno se siente, actúa y piensa. Es a través de la propia cultura como uno sienta pautas para distinguir el bien del mal, la belleza y la verdad y para hacer juicios sobre uno mismo, así como de los demás. Las cosas e ideas que uno valora y aprecia, como uno aprende, cree, reacciona, etc.… todas están inmersas y son impactadas por la propia cultura. Es la cultura la que determina el sentido mismo de la visión que tiene el individuo de la realidad. (Nakagawa citado en Girard y Koch, 1997, p. 6)

Sin embargo, los cuestionamientos que surgen en torno a la práctica pedagógica realizada en las escuelas, ponen en tela de juicio la idea de si verdaderamente está correspondiendo a las necesidades de la sociedad.
 
Se ha confundido la necesidad de educación con la de escolarización, cayendo en la necesidad instructiva y no formativa, a tal grado que la escuela se ha convertido en un espacio donde pasamos la mayor parte de nuestra vida; nuestra escolarización rebasa los 17 años para lograr una carrera. Los niños desde muy temprana edad se han integrado a este proceso de escolarización. Estamos hablando de que, de una edad de tres a los dieciséis años --en el caso de México--, las personas están en una escuela. Esto ha sido un logro muy significativo, pero también bastante incongruente, pues en el dilema de la educación aparece una gran cantidad de horas por asignatura, que el alumno debe pasar para terminar un nivel educativo y reconocerse como persona instruida. Las acciones y actividades que se realizan en una escuela la podemos entender por dimensiones, que son las formas en las cuales se lleva a cabo la escolarización por lo tanto.

Las dimensiones que la escuela abarca son por tanto: una infancia a la que se institucionaliza; unos maestros que programan, dirigen y manipulan; una asistencia obligada al interior de las aulas, lo que le da a la institución sus coordenadas espacio-temporales; por último implica un currículum graduado por niveles que se encarga de petrificar y estandarizar a los alumnos. (Palacios, 2000, p. 565)

En este proceso de escolarización, los sistemas escolares tienden a custodiar, seleccionar el papel social, adoctrinar y obedecer pasivamente órdenes. Desde este punto de vista, “un individuo educado será aquel que ha sido capaz de pasar con éxito unos currículos determinados y será tanto más educado cuántos más currículos de nivel cada vez superior haya podido recorrer con éxito” (Palacios, 2000, p. 565). Se aprende que, mientras más horas se pase en la escuela, más vale uno en el mercado. Pensar que la felicidad y el crecimiento personal se dan en función a la escolaridad que tengamos, supone que la escuela es el único espacio para educar.

Algunos teóricos como Illich y Reimer (Palacios, 2000, pp. 567-568) cuestionan esta escolarización, producto de una sociedad capitalista y elitizada, que sólo ha hecho de la educación una institución burocrática al servicio de la clase dominante, al grado de que se ha llegado a decir que la escuela ha muerto, o por lo menos que debiera desaparecer. Estas ideas se deben principalmente a que la práctica pedagógica realizada en las escuelas enseña a aceptar y a reproducir el sistema social. Estos autores enfatizan que las escuelas enseñan el consumo de instrucción, pervirtiendo la natural inclinación del niño a aprender y a desarrollarse. Enseñan al niño que ese consumo debe ser a escalonado, progresivo, y que debe ser administrado por el maestro, especialista en la confección y difusión de paquetes educacionales.

Además de esto, las prácticas pedagógicas desarrolladas en la escuela de ahora, imponen alienación, es decir, enajenan a los niños desde el momento en que los separan del trabajo, de la vida, de las realidades sociales, políticas, culturales, ideológicas, familiares y económicas. De una u otra manera, la escuela, junto con sus prácticas pedagógicas, conduce al ser humano hacia la frustración y la mediocridad. Algunos llegan a pensar que el motivo de su fracaso en la vida, se debe a que no tuvieron la oportunidad de terminar una carrera; otros que sí la terminaron, creen que no aprovecharon al máximo todo lo que pudieron aprender.

La escuela, según Santos, es:

una organización formal, ya que todo su entramado institucional tiene un “andamiaje de roles” que corresponde a su estructura. Este entramado le confiere estabilidad y continuidad en el tiempo y le hace desempeñar unas funciones independientemente de las características de sus integrantes. (1997, p. 90)

4. Construcción de la Práctica Pedagógica

El significado y la importancia de la práctica pedagógica también está construida políticamente, según la necesidades de cada país. Es decir, tiene carácter ideológico, puesto que se sitúa en un sistema escolar.

Sin embargo, la dimensión política se da desde dos aspectos, analizados desde dentro y fuera de la institución escolar. El primero se refiere a la micropolítica educativa, es decir, aquella que surge al interior de la escuela. El segundo habla de la macropolítica educativa:

Esta visión macropolítica de la escuela, es necesaria, a su vez para comprender su relación con el sistema económico, la justificación del currículo <<oficial >> el juego de intereses políticos e ideológicos que existen en la sociedad y en el sistema político en torno a la educación y a sus intenciones. (Bardisa Ruíz, 1997, p. 18)

Esta idea, algunos críticos la retoman para afirmar que la escuela es un aparato de Estado, a la que se le encarga de producir y reproducir ideológicamente los intereses del Estado a través de un currículo oficial, para mantener el equilibrio en la sociedad:

La escuela recoge los niños de todas las clases sociales desde la maternal; y ya desde la maternal, tanto con los nuevos como los antiguos métodos, les inculca durante años, precisamente durante los años en que el niño es extremadamente “vulnerable”, acorralado entre el Aparato de Estado familiar y el Aparato de Estado Escuela, diversas “habilidades” inmersas en la ideología dominante (lengua cálculo, historia natural, ciencia literatura), o bien, simplemente, la ideología dominante en estado puro (moral, instrucción cívica, filosofía) (Palacios, 2000, p. 435).

El resultado de la práctica pedagógica es una construcción histórica, que debe interpretarse en relación al pasado y al presente, La práctica pedagógica también es producto de una construcción social y de cómo la interpretan no solo quien la practica, sino también quienes se ven involucrados en ella. De esta manera se puede explicar la construcción histórica con procesos en los que los seres humanos pueden llegar a compartir los eventos de socialización.

Los procesos de socialización que se desarrollan en el marco de la organización escolar configuran la conducta de los individuos; que de forma consciente e inconsciente los asimilan y los hacen propios, a través de los rituales (…) los rituales se practican de manera natural, como si se trataran de formas espontáneas de conducta. (Santos Guerra, 1997, p. 92)

El significado y la importancia de la práctica pedagógica no se pueden entender sin las intenciones de quienes la practican. Por ejemplo, en la escuela, lugar donde se desarrolla, están implícitas normas, mitos, símbolos, ritos, lenguaje y comunicación, valores y supuestos que orientan nuestras formas de actuar en la escuela (González, 2003, p. 175).

Anteriormente mencionamos que, tanto a nivel micro, como a nivel macro, todos incidimos en la práctica pedagógica, desde el Presidente de la República hasta el padre de familia, ya sea directa o indirectamente. Como integrantes de una institución educativa conformamos un colectivo escolar. Independientemente del rol que se asuma dentro de la institución educativa, todos son piezas clave para entender la práctica pedagógica que se realiza en el salón de clases. Es decir, directivos, administrativos, personal docente, alumnos y personal en general, todos contribuimos a hacer la práctica pedagógica.

5. La escuela con sus prácticas pedagógicas legitima un sujeto ajeno a su realidad

Estar inmersos en la sociedad nos impone nuevos retos de vida. Se dice que el mundo es de quien domina, quien tiene el poder y el dinero. En esta línea, muchos consideran que un mundo es de los dominados y otro de los dominantes.

Empero ¿cómo asumir que somos dominados, si la época de la esclavitud ya pasó? Pues bien, estamos dominados no de forma explícita, pero sí implícita. Sin querer, se está dependiendo de los medios electrónicos, de las tiendas grandes, de mercancías de importación, etc., dando lugar a la pérdida de la identidad como personas, a una sociedad tecnofrénica (Mendel en Palacios, 2000, p. 302), conocida como la sociedad del conocimiento que no es más que “el desarrollo social caracterizado por la capacidad de sus miembros (ciudadanos, empresas y administraciones públicas) para obtener, compartir y procesar cualquier información por medios telemáticos instantáneamente, desde cualquier lugar y en la forma que se prefiera” (Comisión Especial de estudios para el desarrollo de la Sociedad Información, 2003, p. 5).

Illich, con referencia al futuro de la sociedad, señala que “cada vez se produce más y cada vez se inventan más estrategias para obligar a la gente a consumir lo producido; consumido esto, la producción de nuevas cosas tecnológicamente más perfectas y acabadas inicia de nuevo este proceso sin fin” (Illich en Palacios, 2000, p. 573).

Todo está digitalizado, cada uno está en su mundo, en su ritmo, en su tiempo y en su espacio. La escuela ha venido a legitimar esta nueva sociedad del conocimiento, esta nueva cultura, que con sus prácticas pedagógicas ha contribuido a formar sujetos extraños ante su realidad, enajenados de sí mismos, sin conciencia de lo que acontece en su entorno. En este sentido, “el hombre, que inventó la herramienta, se ha convertido en herramienta de su propia herramienta, en máquina de su máquina y ha creado una sociedad de consumo que está a punto de consumirle a él” (Mendel en Palacios 2000, p.302). Estamos acatando fielmente las reglas del capitalismo, donde el individuo es importante por lo que tiene económicamente. La competitividad y el culto a la excelencia pareciera ser la regla de oro de este mundo globalizado:

La cultura y la sociedad tradicionales, han sido desintegradas por la revolución tecnológica y la conmoción de los instrumentos de producción que ella ha puesto. El principio de eficacia ha ganado la batalla al principio tradicional de autoridad y ha impuesto su dominio en todas las sociedades <<tocadas>> por la revolución tecnológica. Pero si el principio de autoridad tenía un cierto poder ordenador sobre la sociedad, el principio de eficacia carece de el; de esta forma, el principio de dominación instaurado por la tecnocracia será u principio puramente funcional, mecanicista, << rigurosamente a-humano>>, para utilizar la expresión de Mendel. La dominación ya no estará basada en el principio de autoridad, sino en la pura fuerza y las relaciones competitivas y funcionales entre las diferentes <<herramientas>> - humanas o no- de la producción: <<una vez aplastada la autoridad tradicional, la revolución tecnológica se veía obligada a promover una nueva forma de organización social que dirigiera la explotación humana. Esta nueva forma, que vemos aparecer por todas partes, no podía ser más que una dictadura tecnocrática, nueva forma de fascismo.>> (Palacios, 2000, p. 302)

Al respecto, Illich y Reimer (Palacios 2000, p. 302) hablan de la educación como consumo, pues en ella se intenta seguir el mismo modelo de base de producción-consumo que en las empresas. El profesor introduce en la mente de los alumnos contenidos a partir de los que, tras un proceso de elaboración y tratamiento de la información, los educandos obtienen productos que podrán comercializar más adelante para obtener un empleo. La escuela con sus prácticas degrada al propio ser humano, a tal grado que tenemos una sociedad deshumanizada, desquiciada, temerosa, castrada y mutilada.

¿Cuántos están conscientes de esto? Quizá no muchos. ¿Qué se ha hecho desde los espacios aulicos? Quizá nada. En este sentido, es menester y urgente retomar lo que se está perdiendo, accionar las armas de la reflexión y volver a rescatarse a sí mismos y después incidir en los otros. Por esta razón, es necesario retomar el rumbo de la práctica pedagógica en todos los niveles educativos.

6. Alternativas de mejora en nuestras prácticas pedagógicas

En la obra La educación como práctica de la libertad de Paulo Freire (1997), se encuentra un análisis profundo acerca del papel del docente y del educando, el cual refleja la importancia de una pedagogía crítica en el contexto social en que se desenvuelven ambos, aspecto fundamental para proponer alternativas de mejora a la educación de los ciudadanos.

La escuela funciona según los propósitos que se le encomiendan desde el plano institucional; sin embargo, debería estar estrechamente ligada con la demanda de la sociedad, tomando en cuenta el contexto en que se desarrolla el individuo, con el objetivo de que reconozca su papel dentro de la sociedad en la que está inmerso. Si se pretende que una sociedad sea diferente, se autoconcientice y se desarrolle, es menester una educación no diseñada por élites dominantes que quieran seguir en el poder, sino que debe surgir del individuo mismo que se encuentra sometido a un sistema que coarta la libertad de pensamiento y acción.

Por lo tanto, la práctica pedagógica no sólo se debe circunscribir a la enseñanza de la lectura y la escritura, ante todo se debe concientizar. Como dice Freire (1997), hay que enseñar a los individuos a reflexionar y a expresar sus vivencias y su situación, es necesario hacer de los sujetos actores de su propia historia.

Otro aspecto a considerar para mejorar nuestras prácticas pedagógicas, es que en las escuelas existen alumnas y alumnos de diferente procedencia cultural y, por lo tanto, nuestras prácticas pedagógicas tendrían que ser inclusivas para promover la riqueza cultural que existe en nuestro país y en nuestro Estado. Esto sería una clara respuesta a la necesidad de reconocer y atender la diversidad cultural, manejándola como una ventaja y una oportunidad para fortalecer desde la escuela el derecho de todos los estudiantes a la igualdad de aprendizajes y oportunidades.

La escuela deberá ser inclusiva,

lo que significa inclusión es un proceso por el que la escuela debe dar respuesta a las necesidades que presenten todos y cada uno de los escolares que acudan a sus aulas, sin exclusión, no sólo en el ámbito físico de la clase, sino en el curriculum también. (López, 2004, p. 6)

Una buena práctica pedagógica debe conducir a desaparecer las asimetrías culturales que se manifiestan en la sociedad. Requerimos de una política educativa que posibilite esta tarea.

Se ha dicho que en las escuelas se manifiesta cierto poder de dominación e inculcación de ideologías; sin embargo, se debe transformar las prácticas pedagógicas poco a poco, relativizando los conocimientos y saberes propios de la ideología dominante, para advertir su carácter inacabado y, por tanto, reconocer otras lógicas culturales. En el salón de clases como docentes hay que adecuar los propósitos, contenidos, estrategias y recursos que se utilizan en el proceso de aprendizaje en base a las características y necesidades de los alumnos.

Sin embargo, todo esto no tiene sentido sin la reflexión del educador sobre su propia práctica y su disposición para cambiar y transformar el entorno mismo de la escuela. Implica, como docente, el autoconocimiento, así como adquirir la sensibilidad necesaria para percibir los propios sentimientos, emociones, valores, motivaciones, y comprender la manera de ser, de pensar y de sentir. En este sentido, las actitudes y expectativas del profesorado son factores claves para cambiar las desviaciones de las prácticas pedagógicas y la enajenación de los individuos, consecuencia de la influencia de la globalización y la TICS.

La toma de conciencia no se limita a hacer una aprehensión acrítica de la realidad, sino que debe estar abocada a la práctica transformadora de la sociedad, para obtener por resultado la concientización misma del sujeto a través de la acción y reflexión. Educar es formar a los educandos para que sean capaces no solo de leer, sino de interpretar la realidad. Es ayudar a asumir responsabilidades frente a esa realidad y frente a los demás, involucrando valores y actitudes. También implica desarrollar competencias éticas y cívicas indispensables para alcanzar una sociedad justa y pacífica.

Para Freire educar es crear la capacidad de una actitud crítica permanente, que permita al hombre captar la situación de opresión en que se halla sumido. Esta situación de opresión está vinculada a la esclavitud de enajenación de la cual somos cautivos, donde la conciencia está adormecida y hay que despertarla. Significa crear una situación pedagógica en la que el hombre se descubra a sí mismo y aprenda a tomar conciencia del mundo que lo rodea, a reflexionar sobre él, a descubrir las posibilidades de reestructurar y modificar el contexto en que se desenvuelve. Es decir, debemos “hacer de nuestra existencia algo más que meramente vivir” (2004, p.20).

Por lo tanto, la figura del docente en este proceso de transformación es sumamente importante, él debe de tener muy claro que “enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción” (Freire, 2004, p.20). La responsabilidad docente exige continuamente una reflexión crítica sobre la práctica que día a día llevamos en el aula. El trabajo del profesor no es consigo mismo, sino también con los alumnos. Son los profesores con sentido de pertenencia quienes realmente reflexionan sobre el deber ser de su función.

En la práctica pedagógica, el docente tiene que ser capaz de reconocer, respetar y valorar las cualidades de sus alumnos. Se necesita de docentes verdaderamente comprometidos, que puedan dar un tiempo más del horario oficial, que continuamente se preparen y busquen junto con los alumnos nuevas respuestas a la problemática social que encierra este mundo enigmático. El pensar en el deber que se tiene como educadores significa el respeto hacia las ideas de los alumnos, saber reconocer sus cualidades, virtudes y también sus errores, pero no para evidenciarlos, pues ellos mismos deben darse cuenta de que pueden aprender de esos errores y fortalecer su nivel de conciencia en su modo de actuar con los otros.

Paulo Freire distingue dos tipos de conciencia: la conciencia crítica y la conciencia ingenua. La conciencia crítica “es la representación de las cosas y de los hechos como se dan en la experiencia critica, en sus relaciones casuales y circunstanciales” (Freire, 2004, p.101). “La conciencia ingenua por el contrario, se cree superior a los hechos dominándolos desde afuera y por eso se juzga libre para entenderlos conforme mejor le agrada” (Freire, 2004 p. 101).

Freire, habla de que mujeres y hombres somos los únicos capaces de aprehender. Por eso somos los únicos para quienes aprender es una aventura creadora... más rico que simplemente repetir la lección dada... aprender es construir, reconstruir, comprobar para cambiar, lo que no se hace sin apertura al riesgo y a la aventura del espíritu. (1997, p. 68)

Desde esta visión, los seres humanos son los únicos capaces de modificar el entorno según convenga, por lo cual el aprendizaje debe proporcionar elementos creativos para esa incidencia. Es algo que en la escuela no se da, pues nos han acostumbrado a que se nos resuelva todo y no nos enseñan a pensar.

7. Una buena práctica pedagógica tiene que ir acompañada de la reflexión y la acción

Toda la reflexión implica una situación de análisis, en la cual el sujeto se toma como sujeto y no como objeto, es consciente y capaz de criticar el por qué se está sometiendo a un sistema que sólo coarta su libertad de acción. Por ello, el profesor que no lleva en serio su formación, que no estudia, que no se esfuerza por estar a la altura de su tarea, no tiene fuerza moral para coordinar las actividades de su clase.
 
En este sentido, el profesor no debe ejercer una postura autoritaria en el salón de clases, pues esto hace que reprima en los alumnos su creatividad y su propia forma de pensar. Es coartarle todas sus libertades. El profesor debe reconocer que existen múltiples fuentes de conocimiento que le permiten ser un mejor profesor, las fuentes se establecen en distintas interacciones interpersonales y en diversas experiencias.

El profesor atento, el profesor despierto, no aprende solamente en los libros, aprende en la clase, aprende leyendo en las personas como si fueran un texto. Mientras le hablo, yo como docente, tengo que desarrollar en mí la capacidad crítica y afectiva de leer en los ojos, en le movimiento del cuerpo, en la inclinación de la cabeza. Debo ser capaz de percibir si hay entre ustedes alguien que no entendió lo que dije, y en ese caso tengo la obligación de repetir el concepto en forma clara para reponer a la persona en el proceso de mi discurso. (Freire, 2004, p. 40)

Maestro y alumno debieran ser el binomio perfecto, pues en ellos recae el verdadero currículum que se da a conocer en el aula de clases, producto de la propia cultura en la que interactuamos.

En la medida en que el individuo sea capaz de reflexionar e integrarse a su contexto, critique y se comprometa a transformarlo, la acción que siga tendrá una razón de ser. Sus prácticas pedagógicas deberán estar dirigidas a una práctica inclusiva, donde todas las características de los educandos tienen que tomarse en cuenta.

Hasta aquí, se advierte que la práctica pedagógica no debiera ser un proceso inerte, sin vida. Es dinámica, dialéctica, está en constante devenir y está inserta dentro de un todo; por ello, quienes estamos insertos en el hecho educativo, debemos estar conscientes de que esta obedece a algo y por eso la educación tiene su razón de ser en la sociedad.

En este rubro de ideas entra el querer dar direccionalidad a las cosas, pues no sólo el pasado determina el presente y el futuro, sino que también lo deseable determina tanto al futuro como la relación del presente con el pasado, dotando de sentido, y no solo de significado, a las cosas (Guerra, 1997, p. 114). De ahí la importancia del deber de la educación, como una constante que debe sacudir nuestras mentes y recordar siempre que en nuestras manos está el compromiso de formar buenos ciudadanos.

Además, el desarrollo de la capacidad para reflexionar, pensar, tomar decisiones y actuar en consecuencia, implica buscar la coherencia entre el juicio y la acción. Cuando una persona empieza a reconocerse como un ser capaz de gobernarse, empieza la responsabilidad y está en posibilidades de transformar su entorno.

Afortunadamente, se cuenta con algo que nos diferencia de los animales y esa es la capacidad de raciocinio y, a su vez, la capacidad de elegir. El autor Fernando Savater en su libro Ética para Amador maneja algo importante que dice:

... Si nuestra vida fuera algo completamente determinado y fatal, irremediable, todas estas discusiones carecerían del más mínimo sentido. Nadie discute si las piedras deben caer hacia arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él, sin discusiones y dudas... está programado necesariamente para cumplir sus funciones...

En cierta medida, desde luego, los hombres también estamos programados por la naturaleza. Estamos hechos para beber agua no lejía y a pesar de todas nuestras precauciones debemos morir antes o después... por mucha programación biológica y cultural que tengamos los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no está en el programa. Podemos decir sí o no, quiero o no quiero... (1999, pp. 7-10)

Precisamente, esa capacidad de raciocinio es la que va a ayudar a encontrar el significado de las vidas, pero sobre todo, la toma de conciencia. Además, ayudará a intentar algo nuevo, a estar dispuestos al cambio, a arriesgarnos a pensar que los rumbos de nuestras vidas no están determinados y que somos capaces de transformar lo ya establecido. Actualmente se impulsa el implementar las nuevas tecnologías de información y comunicación en la práctica docente profesional, se requiere que en la formación permanente en educación se incluyan trabajos colaborativos tecnológicos en el diseño instruccional.

La formación debe realizarse sin olvidarse de una serie de principios: el valor de la práctica y la reflexión sobre la misma; la participación del profesorado en su construcción y determinación; su diseño como producto no acabado; centrarse en medios disponibles para el profesorado: situarse dentro de estrategias de información mas amplias que el mero audiovisualismo y alcanzar las dimensiones mas amplias como la planificación, diseño y evaluación; fomentar la coproducción de materiales entre profesores y estudiantes. (Cabero, 2005, p. 96)

Freire dice que la utopía es posible lograrla, siempre y cuando trabajemos en función de nuestros ideales, persiguiendo el proceso de emancipación y liberación de la ideología falsa que se nos ha implementado en la falta de cuestionamiento de nuestra realidad, perseguir los ideales de libertad y justicia social:

Lo fundamental es saber que la lucha no se acabó, no se acaba, que siendo histórica, cambia la manera de presentarse y hacerse, y por eso tiene que ser reinventada en función de las circunstancias históricas y sociales. Si la huelga de profesores no resulta, cabe a los educadores discutir científicamente cuál será en cada momento la manera más eficaz de pelear. La cuestión no es desistir de la pelea, es cambiar las formas de pelea […] hay que reinventar la forma de pelear pero jamás parar de pelear. (Freire, 2004, p. 55)

Es así como se desea dejar en claro que la práctica pedagógica en el aula tiene que dejar de ser pasiva, debe conducir a la emancipación del sujeto y, como tal, debe asumir una posición en la realidad en la que está inmersa, siendo reflexiva, crítica y constructiva.

8. Conclusión

Lo discutido en este ensayo es sumamente importante, pues como actores y protagonistas del hecho educativo tenemos una gran responsabilidad de ser formadores de personas. Sin embargo, el cambio en la práctica pedagógica no se dará si seguimos siendo pesimistas, por eso es necesaria la participación de todos los que contribuimos a hacer la práctica pedagógica. Como integrantes de la actividad pedagógica y socializadora que realiza la escuela, urge primeramente, un espacio de reflexión sobre nuestras propias actitudes e ideas, pues debe existir una reflexión previa de nuestras propias percepciones y maneras de tratar a los demás. El análisis implica nuestra vida personal y académica y, posteriormente, el proyecto de la escuela, de los materiales curriculares, del currículum oculto que se transmite y de los contenidos de los libros que se utilizan.

Es importante que los profesores y las profesoras que se encuentran inmersos en las escuelas, lleguen a analizar y a explicar qué tipo de información, qué modelo de enseñanza-aprendizaje, qué valores y qué actitudes, se están transmitiendo a las alumnas y los alumnos. Tan pronto se identifiquen estos aspectos, se estará en condiciones favorables para cambiar y estar abiertos a otros juicios y formas de entender la realidad que vivimos.

En la práctica pedagógica será fundamental la participación del docente como agente de cambio, pues es y será el mediador que permita conectar el presente con el pasado y el futuro. Comprender la identidad del sujeto es entenderla como un proceso que se construye en varios niveles de la praxis, en ritmos temporales distintos y en varias escalas. A la vez de que somos forjadores del futuro, somos constructores de identidades y de conciencias colectivas. En manos de los docentes está ese valioso proceso de construcción.

De ahí la importancia de dirigir la práctica pedagógica hacia un rumbo reflexivo, crítico y constructivo que debiera manifestarse como una constante que debe sacudir las mentes para promover el cambio en las escuelas y en la sociedad. Así, se construye una sociedad consciente de lo que pasa a su alrededor, pero, sobre todo, se busca la emancipación del individuo. En la medida en que el ser humano se encuentre a sí mismo y socialice sus experiencias para mejorar el lugar en que se desenvuelve, estará forjando el escenario de un mundo mejor, rescatando los valores que se están perdiendo en el ámbito pedagógico precisamente por esta falta de conciencia en los actos.


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Correspondencia:
Loida Elizabeth Velasco Ortiz: Labora en Oaxaca, México, como docente en diversas universidades a nivel licenciatura y posgrado. Licenciada en Pedagogía por el Instituto de Estudios Superiores del Golfo de México (IESGM) y Maestra en Ciencias de la Educación por el Instituto de Estudios Universitarios (IEU). Ha realizado diseño curricular a nivel licenciatura y posgrado; cursos de formación docente en todos los niveles educativos, y evaluadora en el Programa Escuelas de Calidad. Dirección electrónica:  veloy17@yahoo.com.mx
Sergio Aurelio Jiménez Saavedra: Docente y diseñador curricular en educación superior. Licenciado en Pedagogía por el Instituto de Estudios Superiores de Oaxaca (IESO), Maestro en Ciencias de la Educación por el Instituto de Estudios Universitarios (IEU). Maestro en Administración de Instituciones Educativas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). Dirección electrónica:  sergioana11@hotmail.com


Ensayo recibido: 10 de junio, 2013 Devuelto para corrección: 10 de setiembre, 2013 Aprobado: 12 de diciembre, 2013