La identidad del adolescente y su relación con el imaginario nacional
costarricense
The adolescent identity and its relationship with the national imaginary
Lucía Arroyo Chinchilla1
Paula Huertas Castro2
Claudia Peirano Cisterna3
Maureen Pérez Calvo4
1.Estudiante de Bachillerato en Enseñanza del Castellano y Literatura
de la Universidad de Costa Rica (UCR). Bach. en Filología Española de
la UCR. Asistente en el Semanario Universidad de la UCR. Dirección
electrónica: felespelosusest@gmail.com
2.Estudiante de Bach. en Enseñanza del Castellano y Literatura de la
Universidad de Costa Rica (UCR). Bach. Filología Española de la UCR.
Asistente en el Centro de Evaluación Académica de la UCR. Dirección
electrónica: paulahuertas2323@gmail.com
3.Estudiante de Bach. en Enseñanza del Castellano y Literatura de la
Universidad de Costa Rica (UCR). Estudiante de la Lic. en Filología
Española en la UCR. Asistente en el Programa de Posgrado en Filosofía
de la UCR. Dirección electrónica: maite8687@gmail.com
4.Estudiante de Bach. en la Enseñanza de la Filosofía en la Universidad
de Costa Rica (UCR). Asistente en la Biblioteca Luis Dimetrio Tinoco
como encargada del laboratorio de cómputo y en la Facultad de
Educación de la UCR. Dirección electrónica: mahuka8390@gmail.comDirección para correspondencia
Resumen
En este artículo se analiza cómo la persona adolescente se identifica
con lo que conoce como las características fundamentales del ser
costarricense, con el fin de determinar si ha habido algún cambio
generacional en la construcción del imaginario nacional. Para obtener
estos datos, se trabajó con un grupo focal, compuesto por 13 hombres y
4 mujeres, con edades entre 14 y 18 años, del Centro Internacional de
Avivamiento, en San Diego de Tres Ríos. La información se sistematizó y
analizó cualitativamente mediante categorías. Se demostró que los
adolescentes no están exentos del contacto con la “cultura nacional”,
pero consideran necesario redefinir los símbolos patrios, puesto que no
representan la multiculturalidad que evidencia la realidad del país.
Palabras clave: Adolescencia, Imaginario Nacional, Identidad, Costa
Rica.
Abstract
This article analyzes how the adolescents identified themselves with
what is known as the fundamental characteristics about the Costa Rican
being, aiming to discover if there are any
generational changes in the construction of the national imaginary. To
obtain the data, work was done with a focus group of 13 men
and 4 women aged between 14 and 18, who regularly attend the
International Revival Center in San Diego de Tres Rios. The information
was systematized and analyzed qualitatively by analytical categories.
This article shows that adolescents are not exempted from contact with
the "national culture", but considered necessary to redefine the
symbols, because they do not represent the multicultural reality of the
country.
Key words: Adolescence, National Imaginary, Identity, Costa Rica.
1. Introducción
Al hablar de un país se suele pensar en un territorio delimitado, un
Gobierno autosuficiente y una población con tradiciones folklóricas
“específicas” con respecto a otros Estados-naciones. Esta separación
surge de la construcción discursiva, e intencional, de un imaginario
nacional, que organiza y unifica la población dispersa en una cultura
hegemónica.
Costa Rica, como estado nación independiente, posee desde el siglo XIX
su propio conglomerado de discursos que utiliza para configurar
políticamente a la población en torno a una identidad, tema que ha sido
ampliamente analizado por diferentes disciplinas, como las ciencias
sociales, la filosofía, la literatura, el arte, etc. Empero, este tema
no ha sido abordado desde la perspectiva de las personas adolescentes,
a pesar de que no solo están determinadas por sus pares, familia, gente
adulta en contacto y la escuela, sino por la historia, cultura,
ideologías, actitudes, costumbres, políticas de salud pública, sexual,
de empleo, de educación y económicas de una sociedad.
Lo anterior obedece a que los adolescentes a menudo no son considerados
en la toma de decisiones; sin embargo, en temas como la construcción de
un proyecto país o las características que “nos definen como
costarricenses”, los jóvenes tienen un papel clave, pues ellos darán la
continuidad o se distanciarán de dichas características. Al respecto,
Castrillo (1998) señala que, en el proceso de la adolescencia, “el
joven toma conciencia de la relatividad de las concepciones ideológicas
e intenta, según sus posibilidades e intereses, discutirlas y
justificarlas, adoptando frente a ellas una posición personal que le
sitúa en relación con los demás y que le diferencia” (Castrillo, 1998,
p.22).
Así, tal y como lo menciona Krauskopf (1998), el adolescente es un
actor estratégico del desarrollo, con capacidades y derechos para
intervenir protagónicamente en su presente, cambiar los estereotipos y
aportar al desarrollo colectivo, razón por la cual procede
conocer su posición sobre la percepción del imaginario nacional y su
relación durante la construcción de su propia identidad.
De manera que, este estudio tomó en cuenta el diálogo que se establece
entre adolescentes y la construcción identitaria nacional
costarricense. Con base en teorías de la sociocrítica, que investigan
la relación de la literatura con la sociedad y se encargan de
la construcción de conceptos tales como cultura, sujeto cultural,
nación, entre otras, se expondrán, inicialmente, las
características asignadas, a lo largo de la historia, a ese
“ser costarricense”. Posteriormente, se expondrá cómo se
llevó a cabo un grupo focal para conocer la
situación actual de dichos
adolescentes frente al
imaginario nacional, y se analizará cómo
afecta la cultura en su propia identidad.
El interés de analizar la situación actual de la identidad del “ser
costarricense” y del imaginario nacional, a partir de la visión que
tienen los adolescentes al respecto, surge debido a los cambios que se
evidencian en dicha cultura en relación con el constructo de identidad
nacional, según la ideología dominante que vive cada generación, y cuya
herencia social atraviesa a los ciudadanos, máxime a los jóvenes
quienes crecen con las nuevas propuestas.
De modo que el objetivo general de la investigación fue analizar la
identificación del adolescente actual, durante el proceso de formación
de su identidad, con las características fundamentales del ser
costarricense, con la finalidad de visibilizar un posible cambio
generacional, en cuanto a la construcción del imaginario nacional.
Los objetivos específicos fueron: determinar las características del
ser costarricense según el imaginario nacional desde la perspectiva del
adolescente actual, así como analizar la identificación de ese
adolescente con el ser costarricense del imaginario nacional, para
explorar las características del ser costarricense que el adolescente
toma en cuenta en el proceso de construcción de su identidad.
A continuación, se expondrán los resultados.
2. Referente teórico
2.1. Definición de adolescente y la construcción de su identidad
La adolescencia
es una etapa del desarrollo del ser humano cuya
conceptualización presenta una gran complejidad, debido a las
transformaciones que se experimentan. Al dar cuenta de las
implicaciones de la noción de este estadio del desarrollo, así como la
importancia de conocer o entender el proceso de construcción de la
identidad, es preciso referirse a los teóricos que han sido más
significativos para realizar esta tarea: Piaget, desde los
postulados del desarrollo
cognitivo; Erikson, a partir de la propuesta de
las etapas psicosociales;
Grosser, y Krauskopf, por su amplio trabajo en el campo de adolescencia
propiamente en Costa Rica, entre otros que se mencionan de seguido.
Para iniciar con la definición de la adolescencia, los teóricos
D’Antoni y Pacheco aseveran que dicha etapa es
[…] una construcción sociohistórica que trasciende la mera condición
etaria […] su definición puede variar según las necesidades, la
estructura económica, social y política, las atribuciones al papel
sexual, la organización del tiempo, la duración promedio y las
condiciones de vida de los grupos humanos particulares (2004, p. 28).
Durante este periodo, la persona adolescente comienza a experimentar
una serie de cambios físicos, emocionales, conductuales, intelectuales
y sociales, los cuales son necesarios para que pueda consolidar su
identidad y definir el ser humano que será. Rice (1994) retoma la
visión psicosocial sobre la adolescencia de Erik Erikson, quien propuso
que existen 8 etapas del desarrollo humano y en cada una el individuo
debe superar una tarea psicosocial que permitirá el desarrollo
saludable de la identidad.
Adquirir una identidad individual positiva es un
proceso que dura toda la vida, y la tarea psicosocial por excelencia
durante la adolescencia, de acuerdo con Erikson, es la formación de la
identidad.
En consonancia con Erikson, Cubero señala que una de las principales
tareas del adolescente es consolidar una identidad propia. La teórica
afirma que esta es la principal tarea en la adolescencia: “el
adolescente debe estructurar un conjunto de información sobre él mismo,
integrarla y consolidar una respuesta que le permita identificarse como
él mismo y diferenciarse de los demás” (1995, p. 5).
Es necesario para la persona adolescente, especialmente durante el
proceso de construcción de su identidad,
desligarse de los vínculos que
la mantienen cerca del padre y la
madre. La persona,
en esta etapa,
requiere experimentar por sí misma, probar
diferentes roles y relacionarse con otros individuos,
principalmente con otras personas de su edad; de ahí que en la
adolescencia se establece un fuerte apego con el grupo de pares.
En relación con lo
anterior, Grosser (2003),
retomando a Rodulfo (1996),
hace referencia al pasaje de lo familiar a lo extrafamiliar, y lo
describe como “una ‘metamorfosis’, una transformación […] por primera
vez lo extrafamiliar deviene más importante que lo familiar” (2004, p.
11). Para la persona adolescente, su grupo de pares es muy
significativo, considera que son los únicos que lo comprenden y que
comparten puntos de vista muy parecidos; los padres, por el contrario,
pasan a ser considerados anticuados. La vinculación con el grupo de
pares resulta fundamental para el proceso de consolidación de la
identidad del adolescente.
Cabe mencionar que esta investigación tomó en cuenta el aporte de
Piaget en relación con la transición del desarrollo cognitivo en la
adolescencia, a partir de una adolescencia media (entre los 14 y 16
años), en la cual el individuo empieza a crear un código ético y a
desarrollar su propia identidad, así como la adolescencia tardía (entre
17 y 19 años), en la que el individuo piensa acerca de conceptos más
globales, como la justicia, la historia, la política y el patriotismo,
y desarrolla puntos de vista idealistas acerca de temas o cuestiones
específicas.
2.2 Investigaciones sobre el desarrollo de la identidad en los
adolescentes
En cuanto al tema abordado por este estudio, no se encontraron
artículos o investigaciones que trataran, específicamente, la
identificación del adolescente actual con el ser costarricense del
imaginario nacional, durante el proceso de formación de su propia
identidad. Si bien abundan los textos académicos sobre el imaginario
nacional costarricense, en este apartado
solo se contempló la
relación de la educación con este constructo discursivo y con el adolescente.
Al respecto, Arias (2009) sostiene que la escuela es el sitio donde se
construyen y reconstruyen los contenidos culturales y las relaciones
sociales, lo cual coincide con Safa (1991), quien manifiesta que la
educación es un proceso de socialización, entendido como “La
transmisión de una herencia cultural, como un mecanismo eficaz para la
resolución de conflictos sociales” (Safa, 1991, p. 24).
Badilla, Guimarães y Vargas (1995) establecen que los planes de estudio
del país abordan la cultura
nacional o a
la identidad nacional, pero en muchas ocasiones las
personas interiorizan con esto
una falsa idea de homogeneidad, que oculta las diferencias regionales,
étnicas, etc., las cuales existen en el territorio costarricense.
Asimismo, explican que la cultura nacional está conformada por
conjuntos de prácticas culturales de varios grupos, diferenciados por
las características étnicas (comunidades indígenas, negros, asiáticos,
mestizos de ascendencia europea) y la ubicación geográfica de dichos
grupos (campo, ciudad, montaña, costa norte-valle central-sur).
Badilla et al. (1995) mencionan que el sistema educativo nacional, por
un lado, proporciona poco o ningún espacio a la cultura que se vive día
a día en las comunidades y los pueblos; por otro, la educación sí se
compromete totalmente con la transmisión de lo que se entiende por
cultura erudita u oficial, la cual está presente en los actos cívicos,
libros de texto, o en la celebración de
efemérides patrias ─muchas veces consideradas
por los alumnos como aburridas, según
comentarios extraídos del taller─. Por ello, plantean que es importante
darle un giro a los mecanismos tradicionales de transmisión de
conocimiento, que tome en cuenta que existe otra interpretación u otra
visión de la historia realizada por hombres y mujeres que han sido
testigos o herederos de esa vivencia.
En ese sentido, Arias (2009) resalta que si bien el sistema educativo
costarricense se ha encargado de
reproducir ciertas normas, ritos
y valores de carácter
nacionalista, la educación deber ser también lo más dinámica
y flexible posible, para aceptar la realidad en que se está viviendo.
El autor explica que el aula constituye uno de los lugares más
apropiados para reconocer la forma en que el estudiantado, como seres
pertenecientes a una comunidad, se identifica con ella o no, pues ahí,
junto con los educadores, comparten conocimientos, valores, etc., que
forman parte de su identidad.
En cuanto a lo anterior, Escobar (1995) menciona que la adolescencia es
vista como un fenómeno social que ha adquirido gran relevancia, por lo
que recalca los procesos sociales utilizados para la convivencia de una
sociedad, y los define como “el proceso educativo, formal e informal,
que persigue suministrar al nuevo miembro la formación y la formación
necesaria para que conforme su conducta a los valores, creencias y
normas vigentes” (Escobar, 1995, p. 25).
Finalmente, el autor resalta el dinamismo de la sociedad en cuanto a
las generaciones, pues se presenta cómo desde una visión adulta, se
transmite a la juventud la cultura que ha hecho, la
cual ha sido transmitida
por una generación anterior
─es decir, la cultura heredada─ y del
resultado de su experiencia y la propia visión del mundo, la generación
joven se apropia de esa herencia cultural y la rehace desde sus nuevas
experiencia y visión.
2.3 Cultura e identidad nacional
La cultura es un concepto ampliamente utilizado en distintos contextos,
por lo que abarca un espectro de connotaciones. Wallerstein (2004)
señala que el concepto puede ser visto desde dos
perspectivas; de acuerdo con el modelo básico, existen las
características universales de la especie, el conjunto de rasgos que la
definen como miembro de una serie de grupos (una cultura específica), y
las características idiosincrásicas de cada persona (comportamientos,
valores o creencias).
De este modelo surge la definición de cultura “en primer uso”, la cual
hace referencia a características que no son universales ni
individuales, pero que pertenecen a un “grupo específico”; y cada
individuo tiene su “cultura específica”, aunque forma parte de muchos
grupos o de pequeñas culturas diferentes (género, sexo, raza, lengua,
clase o nacionalidad). Esta definición remite a Estado-nación, tribus o
grupos éticos, que tienen conciencia de grupo; además, suele distinguir
la cultura de “intelectuales urbanos” o de “pobres urbanos”.
La cultura “en segundo uso” se utiliza para referirse a la existencia
de ciertas características dentro de cierto grupo, que se oponen a
otras existentes en el seno de este. Parten, principalmente, de la
oposición entre las “bellas artes” y las prácticas populares o
cotidianas. Esta visión se basa en la distinción filosófica de lo ideal
(mente) y lo real (cuerpo), en la cual ciertos valores, conductas u
objetos, se consideran superiores con respecto a otros “reales”, y está
ligada a grupos dominantes como forma ideológica de control, pues “[…]
es sospechosa de servir como cobertura ideológica para justificar los
intereses de algunas personas
(obviamente, los estratos
superiores), dentro de
cualquier ‘grupo’ o ‘sistema social’ determinado,
frente a los de otras personas del mismo grupo” (Wallerstein, 2004, p.
252).
Circunscrito en la definición de cultura en primer uso, Jiménez (2008),
en El imposible país de los filósofos, define las nociones de Estado y
de nación. Señala el vínculo histórico que ha existido entre estos
conceptos y define nación como: “[…] comunidad sostenida por creencias
e imaginaciones. No está basada como las comunidades monásticas, los
clanes o las tribus, en relaciones directas o en lazos de parentesco.”
(Jiménez, 2008, p. 114), que necesita de los elementos míticos de
transmisión oral para existir.
Asimismo, Jiménez asegura, siguiendo a Jürgen Habermas, que en la
definición moderna de Estado se incluye, no solo un poder soberano y un
territorio claramente definido, sino también al “pueblo
propio de un Estado (Staatsvolk)” (Jiménez, 2008, p. 95). Esta
definición lo ha llevado a pensar que Estado y nación están en esencia
unidos, pero no es así.
Jiménez afirma que la
idea de nación “lograba
crear lazos de solidaridad
entre personas que, hasta entonces, eran extrañas o desconocidas entre
sí. Sin esa conciencia nacional, la aparición de una base democrática
para legitimar la dominación política habría sido improbable” (Jiménez,
2008, pp. 96-97). La concepción de nación como “espíritu de un pueblo”
ofrece las condiciones culturales para la organización jurídica
unitaria del Estado.
Intelectuales, escritores, historiadores, filósofos, juristas,
diplomáticos y militares, son
quienes crean las condiciones para inventar la nación, desencadenar sentimientos
de lealtad, homogeneidad y solidaridad entre las
personas ─quienes pasan a considerarse a sí mismas ciudadanas, pese a
no contar con derechos fundamentales─ y, de este modo, reforzar
culturalmente las políticas estatales.
Lo anterior puede
complementarse con la
definición de cultura de
Cros (2003), expuesta en el texto Sujeto cultural.
Sociocrítica y psicoanálisis. Para Cros, la cultura es un espacio
ideológico-simbólico, cuya función consiste en enraizar una
colectividad en la conciencia de su propia identidad (memoria
colectiva). Solo existe en la medida en que se comparte colectivamente
y se diferencia de otras. La cultura se manifiesta en aspectos
ideológicos y se puede exteriorizar de forma concreta por medio del
lenguaje y diversas prácticas discursivas; además, se contiene y
reproduce a través de un conjunto de instituciones y prácticas sociales.
Según Cros, la identificación cultural de una colectividad se lleva a
cabo mediante el sujeto cultural. Este manifiesta una instancia del
discurso ocupada por el Yo, donde emerge y funciona una subjetividad
(proceso de identificación); está inmerso en la cultura y es el avatar
del sujeto ideológico; es decir, es una “instancia que integra a todos
los individuos de una colectividad” (Cros, 2003, p. 12), demuestra
sumisión ideológica (reproduce reglas y estereotipos) y no remite a
diferencias de clase social o género, por ejemplo.
Cros expone que toda alienación del sujeto cultural se manifiesta por
medio del lenguaje, y que el discurso es heredado y para heredar,
mientras que la interdiscursividad es el conjunto de prácticas
discursivas que se adquieren a lo largo de la vida, al relacionarse los
sujetos unos con otros, constantemente. Sumado a esto, señala el autor,
los discursos se interiorizan de manera distinta en cada sujeto, porque
los mecanismos de interiorización funcionan como espejo: “Digo yo
porque me hablan de tú”, así la subjetividad que se le presenta al otro
es ilusoria, oculta los procesos de sumisión; por lo tanto, no se dice
lo que se quiere, sino lo que la cultura permite.
A partir de esto, el autor retoma la idea de Lacan, de que el sujeto
está partido y se debate entre el querer y el deber. En el inconsciente
está todo lo que el sujeto no puede sacar a la luz, y en este se
formulan cosas que no se manejan a nivel consciente, estructurado, como
el lenguaje, perteneciendo a la cultura todo lo que se articula.
Asimismo, Cros plantea una partición entre la realidad y la
representación, en cuanto a la alienación que existe. La realidad
aliena porque los significados que se asocian a la palabra
están cargados de ideologías
y el sujeto cultural
se expresa por medio del
enunciado, en el que se encuentra latente el sujeto del deseo. El
sujeto cultural es una especie de mediador entre “yo” y “otros” que
permite la convivencia, es el más reprimido, pues se limita a la
aceptación social, creándose un “sujeto ideal” que vive como la
sociedad espera que viva.
De manera que, en contraposición al sujeto cultural, surge el sujeto
(el individuo) que se apropia, en mayor o menor grado, de su cultura,
al continuar o no modelos de comportamiento, pero
no puede ejercer sobre
ella ninguna acción, más
bien debe sumergirse en esa colectividad, para no ser
castigado por la sociedad, la cual doblega y margina.
2.4 El imaginario nacional costarricense
Quesada (2002) define la nación como “una comunidad imaginada más que
una realidad sustantiva” (p.
17). De ahí que sea
fundamental comprender el papel
que desempeña lo imaginario en la invención de una nación, en el
imaginario específico de un país. Jiménez asegura que:
Lo imaginario está siempre
presente en la historia
social como condición de posibilidad del
simbolismo y la funcionalidad de los sistemas sociales. Al unirse con
lo simbólico, el imaginario reúne y cohesiona; al unirse con lo
económico y funcional, permite sobrevivir. Lo imaginario, así
entendido, no es sólo una estrategia ideológica
de ocultamiento de la
realidad. Es una condición de posibilidad de las
representaciones que las sociedades construyen para entenderse o
transformarse a sí mismas (2008, p. 154).
La noción de imaginario es compleja y, a grandes rasgos, designa un
conjunto de imágenes y significaciones que permiten la representación
unitaria de una sociedad, con lo cual se evita su disolución a pesar de
su posible desorden. Pese a que el imaginario se inserta en un sistema
de dominación, también puede estar al servicio de la negación, la
oposición y la resistencia de las significaciones instituidas.
Además de todos los conceptos ya definidos, resulta pertinente
referirse a los periodos que ha atravesado el proceso de invención de
la nación y de la nacionalidad costarricense.
De acuerdo con Jiménez
(2008), el primer momento de tal desarrollo
histórico se extiende de 1821 a 1870, y es el
de la formación del Estado costarricense. En este, “aparece ya esbozada
una idea de su carácter excepcional [el de Costa Rica] con respecto a
Centroamérica” (Jiménez, 2008, p. 85).
Entre 1870 y 1914, se presenta el segundo periodo, durante el cual la
oligarquía cafetalera de tendencia liberal elabora un discurso
identitario, que se construye un imaginario de nación y de
nacionalidad, lejano a la realidad y al contexto costarricenses. La
razón que explica el interés de los liberales por hilvanar este
discurso, es el deseo de consolidar su creciente poder político en el
país.
Según Quesada (2002), los liberales idearon una serie de estrategias,
tanto a nivel político como social y cultural, con el fin de lograr que
los habitantes del país interiorizaran como suyos los intereses
oligárquicos, para “compensar imaginariamente la experiencia de
subordinación económica, padecida
por campesinos y obreros, y para perpetuar así la jerarquía
económica y la exclusión política” (Jiménez, 2008, p. 198).
Entre las estrategias más significativas que llevan a cabo los
liberales para implantar en los costarricenses su constructo ideológico
de “nación” e “identidad nacional”, se encuentran: la creación de un
“héroe” (Juan Santamaría), de una literatura, símbolos,
tradiciones e historia
nacional, así como monumentos e
instituciones construidos en la década de
1880 (el Archivo y la Biblioteca Nacional, el Monumento Nacional, el
Teatro Nacional y el Museo Nacional) (Jiménez, 2008).
Una de las principales premisas del discurso oficial ideado por los
liberales, es el imaginario de un país
racialmente homogéneo,
de personas blancas, prácticamente
europeas. Este proceso
implica la exclusión y silenciamiento de
los habitantes que no calzaran dentro del
estereotipo; así las cosas, la presencia de las culturas indígenas y
afrocaribeñas es obviada y ocultada (Jiménez, 2008).
Según el discurso identitario elaborado por los liberales, la parte
indígena en el mestizaje es pasiva, receptiva y, por lo tanto,
insignificante, en términos de sangre y cultura, al provenir de la
mujer aborigen; en contraposición, la parte activa y dominante del
proceso de mestizaje proviene del varón blanco español. Todas estas
estrategias discursivas logran situar las culturas indígenas en el
pasado y constituirlas como ajenas a los costarricenses.
Siguiendo a Jiménez, la consecuencia de esta manipulación del mestizaje
es que afirma “la conservación de supuestas virtudes españolas —entre
ellas el individualismo, la democracia, la sencillez y laboriosidad— a
causa de la conservación de la sangre blanca” (Jiménez, 2008, p. 181).
Uno de los motivos que mueve a los liberales a buscar esta filiación
ficticia con lo blanco y lo europeo, es la necesidad de establecer
relaciones comerciales con el Viejo Continente, así como tratar de
introducir a Costa Rica en el mercado capitalista mundial. El proyecto
político de blanqueamiento de la población permitió que la
significativa diferencia de clases surgida con la economía basada en el
café, pasara inadvertida para el imaginario popular.
De este modo, “la narrativa nacionalista borra la herencia étnica
africana y las distinciones e identidades étnicas de carácter oficial.
No se habla más de los mulatos, los pardos, los esclavos negros, o los
diversos grupos indígenas” (Jiménez, 2008, p. 191). Estos
procedimientos truculentos refuerzan el espejismo de Costa Rica como
una extensión de Europa en América (la Suiza centroamericana).
A partir de todas estas medidas, instituciones y artefactos del Estado,
los liberales logran establecer una identidad nacional, un “ser
costarricense” fundamentado en presunciones tales como: “La
homogeneidad racial, la democracia rural de pequeños propietarios, la
pureza de los sufragios, la ausencia de conflictos y violencias [...]
la distribución equitativa de la tierra, la existencia de más maestros
que soldados” (Jiménez, pp. 86-89). Igualmente, el discurso
oficial construye al ciudadano como un “labriego sencillo, pacífico,
honrado y trabajador, ligado a su Patria como a la Madre-Tierra”
(Quesada, 2002, p.199), noción reforzada con el himno.
De acuerdo con Alexander Jiménez (2008), durante el tercer periodo del
proceso de invención de la nación y la nacionalidad costarricenses,
entre 1914 y 1948, se produce la crisis de la idea nacional liberal.
Aparecen discursos alternativos acerca de la identidad nacional,
elaborados tanto por intelectuales críticos del orden liberal como por
artesanos con ideas de corte anarquista, socialista y
comunista. Según Jiménez:
Las señas de identidad dominantes son las de un país democrático
sostenido por los pequeños productores de café; se idealiza la época
colonial; se atribuye a las clases oligárquicas la destrucción de la
democracia rural de origen colonial. El Valle Central adquiere fuerza
imaginaria como cuna de la nación y como ideal del modo de ser nacional
[…] La nación ha llegado a ser el horizonte y envase de prácticas y
discursos de los más diversos actores, aunque aún no se han integrado
las regiones periféricas del Caribe y Guanacaste (2008, p. 87).
El cuarto periodo corresponde con la consolidación de Costa Rica como
una nación democrática y moderna. Jiménez señala que, entre 1948 y
1980, el país deja de coincidir con el Valle
Central y
se produce una nacionalización de los
espacios periféricos, lo que explicaría
por qué el “ser costarricense” se encuentra estrechamente relacionado
con el folclor guanacasteco. Se acrecienta
“la sensación de ser una sociedad excepcional
y
superior en el ámbito de las otras sociedades centroamericanas; esta
supuesta superioridad se convierte en una especie de mentalidad desde
la cual son leídos todos los actos de la vida del país” (Jiménez, 2008,
p. 88).
Durante esta época, se desarrolla una intelectualidad oficial
costarricense, compuesta en buena parte por filósofos, que se encarga
de: “[…] tramar un relato en el cual se reúnen metáforas, imágenes e
imaginarios presentes desde la Independencia” (Jiménez, 2008, p. 88). A
su vez, otros componentes de la identidad costarricense como el Valle,
la Colonia y el campesino, son tomados en cuenta a partir de lo que
aporten a la consolidación de la identidad nacional: “[…] ellos
importan en la medida en que son los puntos de despliegue de la
blancura étnica constitutiva de la nación” (Jiménez, 2008, p.
88).
Finalmente, Jiménez propone que, a partir de las dos décadas finales
del siglo XX, se empezó a delinear un nuevo momento o periodo del
proceso, del cual “sólo poseemos algunas intuiciones inconexas”
(Jiménez, 2008, p. 89). El teórico señala que este quinto momento, el
cual se extendería hasta la actualidad y durante el cual nacen y crecen
los adolescentes actuales, debe pensarse tomando en cuenta la irrupción
de los medios de comunicación, los problemas de integración regional,
la inmigración nicaragüense, los problemas de
integración social de la
población más pobre y más joven, así como el desgaste de la
credibilidad del sistema político.
2.5 Los símbolos patrios en el entorno costarricense
Al referirse a los símbolos patrios y la trascendencia que estos pueden
tener en el proceso de la construcción de la identidad costarricense,
se debería tomar en cuenta la opinión de la ciudadanía en general,
incluyendo la posición de los jóvenes, quienes pasarán a ser los
futuros líderes del país, como menciona Krauskopf (1998), quien se
refiere a ellos como actores estratégicos del desarrollo de su futuro;
sin embargo, por los juicios de valor que se generan a partir de la
visión adultista y adultocéntrica, esta unificación intergeneracional
no se lleva a cabo al tomar decisiones básicas para el progreso del
Estado.
Castrillo reconoce la importancia que tiene la participación
adolescente en definir los límites que identifican al sujeto
cultural de una nación, debido a que en esta etapa del desarrollo, el
joven es consciente, en la medida de sus posibilidades e intereses, de
las ideologías que lo determinan como miembro de una colectividad, así
intenta compararlas, discutirlas y justificarlas, a la vez que se
posiciona frente a los demás (1998, p.22).
En relación con esto, Badilla, Guimarães y Vargas (1995) señalan que en
el currículo docente de este país se incluye la temática de la
identidad nacional, pero que los educandos interiorizan una falsa idea
de homogeneidad que oculta las diferencias regionales y étnicas, ya que
los discursos académicos no coinciden con la realidad a la que se
enfrentan.
3. Método
Esta investigación es cualitativa y exploratoria, comprendida por una
revisión bibliográfica, la realización de un grupo focal y el análisis
de los datos recolectados, cuya finalidad fue estudiar los
conocimientos relacionados con la identidad del ser costarricense y el
imaginario nacional, en un grupo de adolescentes.
Se desarrolló en el ambiente natural de los participantes. Las
categorías no fueron manipuladas ni controladas por las
personas a cargo del estudio; se extrajeron
los significados de los
participantes, por lo tanto, los datos se valoran desde la visión y la
propia experiencia de cada joven, y no se reducen a valores numéricos.
Se procuró investigar sobre pensamientos y comportamientos de los
adolescentes, relacionados con el desarrollo de su identidad.
Es exploratoria porque el fin fue examinar un tema en el cual existe un
vacío en cuanto a la relación del adolescente con el constructo
identitario nacional y la descripción del ser costarricense actual;
esto permitió la familiarización de ciertas nociones relativamente
conocidas, con el proceso de construcción de la identidad de los
adolescentes, y abrió la puerta a siguientes estudios más profundos en
el tema. Se dividió en 5 etapas relacionadas. En la primera parte
se seleccionó el tema de trabajo, así como la revisión
bibliográfica y la definición de nociones específicas. La segunda
obedeció a la escogencia y delimitación de los participantes, y
elaboración del grupo focal como herramienta de recolección de
información. La tercera correspondió a la aplicación del grupo focal,
es decir, el trabajo de campo, donde se interactuó directamente con la
población del estudio. La cuarta parte implicó el análisis de la
información obtenida y de los resultados. La parte final fue la
redacción del informe a partir de los aportes de los jóvenes durante el
grupo focal, y la formulación de recomendaciones por parte del grupo
guía.
Debido a la naturaleza de la investigación, los integrantes del grupo
focal debían ser adolescentes. Una célula de jóvenes perteneciente al
Centro Internacional de Avivamiento, templo cristiano protestante
ubicado en San Diego de Tres Ríos, se convirtió en el grupo focal de la
investigación.
En cuanto a los criterios de inclusión y exclusión, se estableció que
se incluirían jóvenes que cumplieran con: ser adolescente, estar entre
los 14 y 18 años de edad cumplida, pertenecer a la célula de jóvenes
del Centro Internacional de Avivamiento, asistir el día del grupo focal
y participar en las actividades programadas.
Los participantes fueron 13 hombres y 4 mujeres. Habitan en lugares
como las cercanías de San Pedro de Montes de Oca, Tres Ríos y San
Francisco de Dos Ríos, y pertenecen a la clase media.
El grupo de jóvenes fue seleccionado a conveniencia, tomando en cuenta
los objetivos del estudio. Si bien pertenece a una célula religiosa,
esto no fue tomado en cuenta a profundidad para efectos del análisis de
la información, puesto que el tema de estudio es la identidad en la
adolescencia y la relación con el imaginario nacional como ideología de
la cultura dominante, en general, y no la influencia de la ideología
religiosa en particular.
Cabe señalar que se trabajó en una sola sesión grupal dividida en:
introducción y presentación del tema, presentación de material
audiovisual, discusión de la temática relevante y recolección de
información. Como parte de los audiovisuales, se utilizó como material
generador o de apoyo, 3 videos: el Himno Nacional de Costa Rica; Soy
tico, de Carlos Guzmán, y Welcome to paradise, del cantante Yaco, que
remiten al segundo uso del término de Wallerstein, ya que distinguen
los comportamientos de “lo que es Costa Rica”, entre la “alta” cultura
costarricense y la de un corte más popular.
Además, se recurrió a una serie de preguntas abiertas que generaran
discusión dentro del grupo focal, como por ejemplo “¿Para usted qué
significa ser costarricense?”, “¿Cuáles características y símbolos
presentados en los videos considera usted que sí representan a los
costarricenses? ¿Por qué?”, etc.
En el grupo focal se expuso tanto el constructo de sujeto cultural
costarricense, como el imaginario
nacional en que se
basa tal noción. A la
vez, se analizó la
visión del adolescente en cuanto a esta construcción
identitaria, para lo cual se consideraron aspectos como: el
conocimiento del tema y las nociones relacionadas, la posición del
adolescente ante la temática expuesta, a nivel discursivo; observación
por parte de las mediadoras, ante las reacciones del adolescente en
relación con la temática expuesta; las relaciones y diferencias entre
la posición que expresa el adolescente ante el tema, y la reacción que
manifiesta durante la actividad.
Por último, se aclara que la información obtenida en el grupo focal,
mediante la aplicación de estrategias participativas, se analizó a la
luz del marco teórico planteado.
4. El adolescente frente al ser costarricense en el
imaginario nacional
El grupo focal participativo “Adolescencia e identidad en el imaginario
nacional”, se realizó el 5 de junio de 2013, a una célula de jóvenes
perteneciente al Centro Internacional de Avivamiento, que se reúne en
el Salón Comunal de Calle Siles, ubicado en San Pedro de Montes de Oca.
En este, se observó que hay una diferencia significativa entre hombres
y mujeres con respecto a la asistencia, siendo que es mayor la
participación de los varones.
Se podría suponer que esta diferencia proporcional, en un ambiente de
respeto y tolerancia, no debería afectar al tomar la palabra para
discutir los temas varios que se exponen en las reuniones y se
presentaron el día del grupo focal; no obstante, las mujeres
conversaron menos que los hombres: solo una de las jóvenes compartió
sus opiniones, principalmente relacionadas con los videos. Esto se
considera una limitante del estudio, que abre la cuestión de hacer
investigaciones que contemplen la variable género.
Antes de la actividad, el grupo de adolescentes desconocía por completo
cuáles videos que se utilizarían, por lo que el factor
sorpresa-reacción se contempló en el análisis de los datos. De modo que
las reacciones de los adolescentes al escuchar el Himno Nacional,
fueron, en general, de hastío. Si bien algunos tararearon la letra con
un tono de tedio, los adolescentes comentaron que ese video “los tenía
cansados”, o que no podían con “ese tipo de varas”. No solo hicieron
mofa de la cantidad de veces que lo han visto u oído en su vida
cotidiana, sino que bromearon entre ellos acerca de que había que
ponerse de pie y que “mejor lo cantaran”, porque con la lluvia que caía
ese día, no se podía escuchar bien el audio.
Con el video de Soy tico, se comportaron de la misma manera, e incluso
el interés disminuyó notablemente, porque no les atrajo
la música, como comentaron
después, y porque no estaban familiarizados con la melodía.
Una situación que facilitó el entorno de burla en cuanto al contenido
de la canción, fue que el video estaba subtitulado, por lo que
bromearon con el estribillo y la “solemnidad” del tono musical.
En cambio, con la canción de Yaco se mostraron más entusiasmados: no
solo se acomodaron en sus asientos para ver mejor, sino que comentaron
sobre “la calidad musical” de la canción. Algunos muchachos se sabían
la letra y como el audio no era bueno, sugirieron, una vez más, que la
cantaran entre ellos.
En general, no consideraron necesario repetir los videos, porque
aseguraron que ya habían visto muchas veces el del Himno Nacional y
Welcome to paradise, mientras que el de Soy tico había dejado claro su
mensaje y se complementaba fácilmente con el primero.
En cuanto a las apreciaciones de los videos, este grupo de adolescentes
afirmó que había muchos contrastantes. Argumentaron que, en los
primeros 2 videos, se enfatizó en aspectos buenos de Costa Rica, y su
intención era demostrar un orgullo de ciertos elementos como “todo lo
lindo que es ser costarricense”, en otras palabras: los mares, las
montañas, las playas, los ríos, los pájaros, la guaria, la lluvia, la
flora, la fauna y los valores de las personas.
Por otro lado, el video Welcome to paradise lo percibieron como la
parte fea o “el otro lado” del país. El contraste se debió a que
menciona prostíbulos, drogas, asaltos, la suciedad,
etc., todo circunscrito a la realidad costarricense. Algunos
cuestionaron que esa no era toda la
realidad actual de Costa
Rica, porque no rescataba
nada positivo, y los elementos que indica
Yaco (asaltos drogas y prostíbulos, etc.), no son exclusivos del país.
Independientemente del “lado malo del tico” o “el lado actual”, como
grupo adolescente, se identificó más con la realidad del último video,
pues los primeros fueron percibidos como un pasado nostálgico de cómo
era la nación costarricense, o “antes de que naciera uno”, del cual
solo algunas partes los apelaban como individuos. ¿Cuáles son los
elementos que considera este grupo de adolescentes como propios de los
costarricenses? ¿Cuáles no? O
bien, ¿en qué
circunstancias no lo son?
¿Qué los distingue de otras generaciones de
“ticos”? ¿Cómo
es el tico que los representa a ellos como adolescentes? Estas son algunas de las cuestiones que se analizan en este apartado.
4.1 La cultura nacional de Costa Rica desde la perspectiva de los
adolescentes
A partir de los videos escogidos, se les preguntó a los adolescentes
cuáles eran las características del costarricense o “tico”, y si el
contenido de los videos, las imágenes, símbolos y personas, podía
aplicarse para crear estas definiciones y conformarlos a ellos como
personas, por lo que la conversación se dirigió, inevitablemente, a las
características culturales de Costa
Rica: sus símbolos patrios,
su idioma y algunas
de sus prácticas sociales, de acuerdo con la
percepción del grupo adolescente, temas que se abordarán en este
apartado.
4.1.1 Símbolos patrios, reminiscencia del sistema educativo
Durante el desarrollo del grupo focal, los adolescentes enunciaron los
símbolos nacionales con facilidad, y manifestaron tenerlos muy
presentes, por su reforzamiento en el periodo escolar por el
que atraviesan. Al respecto, es fundamental rescatar que Arias (2009) y
Patricia Safa (1991), coinciden en que la educación institucionalizada
es un espacio para la transmisión de
los valores y de los
contenidos culturales, que
procura heredar el imaginario nacional.
Los muchachos del grupo focal reconocieron los emblemas de la nación
como parte de la materia obligatoria y necesaria para aprobar los
cursos del colegio, no porque se sientan identificados con ellos, ni
porque consideren que los representan como costarricenses. De hecho,
por la información recolectada en el grupo focal, se puede inferir que
el valor cívico que se pretende transmitir a partir de los símbolos
patrios, está en crisis, pues los jóvenes participantes no se sienten
identificados con ellos, como un elemento propio de la identidad
nacional.
En general, el grupo mostró un amplio dominio, como ya se mencionó.
Ellos destacaron la bandera, la carreta, el escudo, el yigüirro, la
marimba, el venado cola blanca, que agrupan entre las características
del costarricense en general, mas afirmaron que no los
representan a ellos como
individuos. Esto podría
interpretarse como un problema
que adolecen los símbolos
patrios, pues no están
funcionando como marca de
identidad nacional, al no presentarse dentro de la realidad que viven
los jóvenes.
Esto quedó demostrado en el grupo focal, cuando hablaron acerca de los
emblemas, discutían cuales conocían realmente y cuáles no, por ejemplo,
el escudo y la bandera los han visto y tocado, en el colegio hay
algunos, y en ocasiones, decoran las instalaciones con estos ejemplares
para las fechas que así lo requieren. Por otra parte, mencionaron que
al ver la bandera en la cotidianidad, no se sentían representados.
Los participantes consideran que esta identificación solo podría
suceder si se encuentran fuera del país, afirmó uno de los muchachos
que “donde hay un tico, fijo se reconoce y es pura vida”, porque los
símbolos patrios recuerdan “todo lo que es” Costa Rica. Sin embargo,
por las condiciones socioeconómicas, la posibilidad de un viaje al
extranjero es improbable, pues no se encuentra entre sus aspiraciones,
que se inclinan más a “tener un buen trabajo, carro, casa y tal vez una
familia”. Paralelo a esto, mencionan que en espectáculos musicales u
otras manifestaciones artísticas, dichos emblemas son utilizados en
posiciones discursivas nacionalistas, para diferenciarse de otros
grupos culturales. Varios muchachos piensan que en ninguna
circunstancia la bandera de Costa Rica los representa, porque esta no
es más que una simple bandera; mientras que la guaria morada, el venado
y el árbol de Guanacaste no los conocen en persona, solo han visto
algunas fotografías de vez en cuando, porque la materia lo exige; esto
no permite ningún tipo de identificación, pues no participan en
actividades que los pongan en contacto directo, afirma uno de los
participantes: “en agricultura sembramos plantas comestibles, árboles
de frutas y así, no guarias”, y al venado cola blanca ni se refirieron
con amplitud.
Asimismo, el yigüirro no lo diferencian bien de otros pajaritos cafés,
lo que quiere decir que no se conmueven con su canto y la emotividad
que debería generar como ave nacional. En cuanto a la marimba y la
guitarra clásica o popular, si bien los chicos las identificaron
como instrumentos típicos
nacionales, no es música
que suelen escuchar en
su vida cotidiana en sus casas o con sus amigos; solo uno
confesó que escuchaba música folclórica nacional, pero aclaró que no es
por elección, sino porque vive con la abuela y a ella sí le gusta.
Según lo que estos adolescentes afirmaron, las canciones con marimbas
son “muy ticas”, solo que eso no necesariamente coincide con sus
gustos. Asimismo, declararon que no son instrumentos representativos de
la música que ellos disfrutan, por lo cual tampoco se identifican con
estos ni sienten la motivación de aprender a tocarlos. Varios
se refirieron a estos símbolos como características de las generaciones
pasadas: “son como parte de la vida de mis abuelos y de mis papás, son
algo viejos, y están muy lejos de lo que realmente me gusta”.
Finalmente, cabe mencionar que
la identificación cultural de
esta población con respecto a los símbolos patrios,
se concreta mediante el sujeto cultural propuesto por Cros
(2003), puesto que se
evidencia la sumisión
ideológica de los adolescentes
ante los discursos que aprenden
dentro del aparato escolar.
Sin embargo, sí manifestaron
que desean que se produzcan cambios sociales que favorezcan su progreso
y valorización ante la identidad nacional.
4.1.2 La ficticia oposición cultural
Como se explicó en el referente teórico, la cultura de un grupo existe
en la medida en que se diferencia de otras, lo cual es una
manifestación exclusiva de aspectos ideológicos que cohesionan a ese
grupo, con el fin de volverlos funcionales para determinada meta
“colectiva”. En cuanto al tema, los adolescentes mencionaron que el
costarricense sí podría distinguirse, como grupo social, de otras
nacionalidades centroamericanas, por 2 aspectos.
En primer lugar, los costarricenses son definidos como “más fresas o
más cool, y menos cholos”. En segundo lugar, consideran que el español
de los costarricenses es un aspecto que los separa de otros
hispanohablantes, pues puede ser “muy mal hablado”, pero tiene una
realización “estándar” en comparación con otras, como las de México,
República Dominicana, Nicaragua o Colombia, que tienen una entonación
característica o eliminan el fonema “s” al final de palabra.
En ambas percepciones, Costa Rica es definida con ese carácter
excepcional, que señala Jiménez, en contraposición con el resto de
Centroamérica, dado que el discurso oficial propone que Costa Rica está
cerca de naciones más prestigiosas. Por ejemplo, la percepción del
español costarricense como estándar es un tanto ingenua, porque a los
costarricenses les cuesta detectar el “cantadito” (o entonación) en su
vida cotidiana.
Por consiguiente, la construcción del imaginario utiliza esto como un
punto válido para separar el país de Centroamérica y acercarlo a otros
de índole más prestigiosa, como España, y los jóvenes —en su
subjetividad— reproducen la instancia del sujeto cultural
costarricense, al estar
inmersos en las prácticas
sociales que indican qué
es ser costarricense, es decir, los estereotipos de
superioridad, de “la Suiza centroamericana”.
Otra diferencia que consideraron clara entre los centroamericanos y
Costa Rica, fue carecer de ejército nacional y de grandes conflictos
armados internos, lo que asocian a la libertad de tránsito y de
opinión. Lo anterior es un ejemplo de la permanencia de valores
costarricenses instaurados entre
1914 y 1948, según
los cuales Costa Rica
tiene la posibilidad de convivir mediante el respeto a la
opinión diferente, el voto y la democracia.
No obstante, esta situación queda opacada con el sentimiento actual de
inseguridad nacional, promovido en los medios de comunicación y por la
inoperancia del Gobierno. Para los adolescentes, el costarricense no es
pacífico por naturaleza y unido a una “ley sumisa” (comparada a otros
países islámicos y el castigo a los ladrones, por ejemplo), existen
lugares perdidos, debido a índices de criminalidad y a una sociedad
corrompida.
Asimismo, comentaron que les resultaba paradójico que el país más
pacífico y sin ejército defendiera a los Estados Unidos de América,
cuando esa nación discrimina racialmente a todos los latinos.
Cuestionaron, a su vez, la hipocresía del Gobierno al declarar asueto
nacional con la llegada del presidente de esa nación (3 y 4 de mayo de
2013), y que el expresidente que se vanagloria de promover la paz, sea
ahora quien esté anuente a que se firme el tratado de libre comercio de
armas con ese país.
4.2 La praxis del imaginario nacional
desde un grupo de adolescentes
En los siguientes apartados se examinará la posición de los
adolescentes en cuanto a cuestiones del imaginario nacional propiamente
dicho.
4.2.1 Una cortina de humo ante la diversidad cultural
Con respecto a las premisas “En Costa Rica todos los habitantes se
parecen físicamente entre sí” y
“Somos blancos porque no
tenemos indios”, las cuales se
presentaron en el grupo focal como material
generador de opiniones, los
adolescentes consideraron que en el país no todos los habitantes tienen
una similitud física, y no compartieron la posición de que, en general,
el costarricense sea blanco. Esta postura de los jóvenes evidencia un
distanciamiento en relación con
el imaginario de una
Costa Rica racialmente homogénea, de personas blancas, ideado
por los liberales.
Los adolescentes que participaron en el grupo focal también señalaron
que en el país hay una presencia innegable de grupos indígenas y se
denominaron a sí mismos como “mestizos”, aunque algunos reconocieron
haber escuchado que en Costa Rica no hay aborígenes. Los jóvenes que
manifestaron una opinión más crítica consideraron que sí hay grupos
indígenas, pero relegados en sectores lejanos, y que al Gobierno no le
interesa colaborar con ellos, a la vez que no parece preocupado por
valorar dicha diversidad cultural.
Algunos muchachos indicaron que hay una evidente invisibilización de
estas poblaciones, puesto que los costarricenses tenemos raíces
indígenas; incluso, uno de ellos señaló que los procesos de conquista y
de colonización fueron las causantes de esto. La afirmación de este
joven parece significar una progresiva concienciación de que
el proceso de mestizaje ha sido manipulado desde el discurso
oficial, para situar las culturas indígenas en el pasado y
constituirlas como distintas y ajenas a los costarricenses.
Este mismo joven indicó
que tuvo lo oportunidad
de visitar unas comunidades indígenas
situadas en Talamanca, y que le sorprendió negativamente observar el
grado de pobreza y abandono al que están sometidas esas personas. Pese
a lo anterior, varios de los adolescentes, al mismo tiempo que
reconocían sus raíces indígenas, se burlaban de uno de sus compañeros
porque parecía “un indio”.
Por otra parte, en el grupo focal también se mencionó la población
afrodescendiente de Costa Rica. Uno de los adolescentes señaló que “los
negros son criminales” y que la mayoría de costarricenses se intimida
si ve a un negro. Debido a esa opinión, otro joven (quien mencionó que
su abuelo era negro) lo denominó “facho”, ante lo cual el adolescente
trató de redimirse, aseverando que sí existían negros exitosos y
cultos, porque él conocía a una profesora negra con esas
características. Resulta evidente que, para este muchacho,
características como la inteligencia y el éxito son ajenas a ese sector
de la población, de ahí que considerara oportuno resaltar que sí es
posible encontrar personas negras que sean cultas y exitosas.
En las palabras de este adolescente, quedó manifiesto el sujeto
cultural referido por Cros (2003), ya que es a través del lenguaje como
se evidencia la identificación del sujeto cultural con una colectividad
y, por ende, la diferenciación con otras colectividades. El sujeto
cultural demuestra sumisión ideológica, puesto que reproduce reglas y
estereotipos de otras colectividades, por eso la mayoría de los
adolescentes del grupo focal identificó a los negros y a
Limón, únicamente con problemas sociales como la pobreza y la
criminalización. Aunque intentaron mostrar lo contrario, los jóvenes
manifestaron una preferencia por la colectividad blanca, que salió a
relucir en su discurso y con las burlas hacia los compañeros que, según
ellos, tenían características propias de los indios y de los negros.
Discursivamente, la provincia de Limón fue descrita por los muchachos
como la que tiene los males en el país. Sin embargo, reconocieron que
hay un abandono por parte del Gobierno hacia esta, y una
desvalorización de la diversidad cultural, lo cual contribuye a que las
personas se construyan e identifiquen a sí mismas, a partir de sus
supuestas diferencias con otras colectividades.
Un aspecto interesante que arrojó el grupo focal es que los
adolescentes reconocieron que los medios de comunicación y la
publicidad recurren a blanquear a los negros y a asignarles tareas que
remiten a la esclavitud. Los muchachos pusieron el ejemplo de varios
anuncios de productos de limpieza, en los cuales se presenta a personas
afrodescendientes vestidas con ropa blanca y siempre llevando a cabo
labores domésticas, como lavar platos y limpiar pisos.
Esta pasividad, producto de la interacción entre
ciudadanos, se pudo observar al
interpretar el folclor costarricense. Si bien es cierto, los jóvenes
determinaron que fenotípicamente los costarricenses no pueden
clasificarse como blancos, no percibieron la clara oposición cultural
entre el ciudadano del Valle Central, de Guanacaste y de otras zonas
como Limón, presente en el discurso del labriego sencillo guanacasteco,
del cual hablan el Himno Nacional o la canción “Soy tico”.
Dicho discurso demuestra la exclusión que han sufrido históricamente en
el país otros grupos sociales, como el indígena y el afrodescendiente,
posiblemente porque la vinculación entre el trabajador sencillo del
Valle Central y de Guanacaste, remite a una “pasividad nacional”,
mientras que el de Limón lo hace a las bananeras y, por tanto, a luchas
sociales desarrolladas en los primeros años del siglo pasado.
Ante la pregunta de si consideraban curioso o extraño que el folclor
nacional esté solamente asociado a Guanacaste, un joven cuestionó el
hecho de que el sabanero es del folclor
guanacasteco, provincia que
inicialmente es “más
nicaragüense”. Asimismo, consideró contradictorio practicar
costumbres nicaragüenses, aunque en el discurso son asimiladas como
estrictamente costarricenses, tomando en cuenta que los nicaragüenses
son uno de los grupos sociales más discriminados en el país.
Para los adolescentes, el labriego sencillo no es una cobertura
ideológica para mantener el control de la sociedad a partir de la
interiorización de la idea de que el costarricense es pasivo, sino que
es una forma de definir a los ticos, especialmente en el pasado. Así,
este grupo reconoció que, actualmente, “no somos labriegos sencillos,
pero muchos países sí creen que eso nos define”; es decir, en el ámbito
internacional se percibe a Costa Rica como un lugar primitivo, por las
comidas típicas y los bailes, los cuales por “más ticos” que se hayan
considerado, ya no son representativos por el cambio generacional
producido.
Los jóvenes tampoco analizaron críticamente el discurso nacional de
“Todos los ticos somos iguales y sencillos”, que se puede observar en
los dos primeros videos, puesto que en ambos se hace una clara
referencia a los trabajadores costarricenses: el campesino sabanero, el
pescador, el tico con chonete, el vendedor de flores, el copero, etc.
Los trabajos típicos del costarricense, de acuerdo con los 2 videos, se
oponen a puestos como los que ocupan los diputados, ministros, entre
otros, sobre todo en cuanto a la remuneración económica y la posición
social. En ese sentido, hay una recepción pasiva por parte de los
adolescentes de lo que es ser costarricense, pues no se cuestiona la
marcada brecha a nivel económico y social que viven cada vez más
ciudadanos costarricenses.
Desde que se inició el proyecto de establecer a Costa Rica como una
nación, la idiosincrasia del tico ha sido usada como cobertura
ideológica para aglutinar al costarricense en un margen de pasividad y
democracia, con lo cual se ha intentado ocultar que, en diferentes
épocas, la población ha reaccionado contra las decisiones de sus
gobernantes.
La doble cara que ha representado a Costa Rica desde el siglo XIX,
cuando empezó a reafirmarse su identidad como nación, en cuanto a la
realidad racial, social, económica, política y ambiental, también ha
falseado las bases identitarias de la sociedad, ya que al haber dejado
por fuera de la cultura oficial a muchos otros grupos étnicos
significativos para el país, estos se han ido extinguiendo, perdiéndose
a la vez sus aportes medicinales, culturales, gastronómicos, entre
otros.
4.2.2 ¡Pura vida!, marca registrada
De acuerdo con los adolescentes, este costarriqueñismo es una forma de
identificar al tico cuando se encuentra en el extranjero y, de esta
forma, es fácil diferenciarlo de otras nacionalidades, ya que además el
tico tiene una manera de hablar muy particular, carisma y amabilidad
fáciles de reconocer.
Para el grupo adolescente con el que se trabajó, la expresión “pura
vida” tiene diversos significados. Ellos consideran que es una
expresión exclusiva de los ticos y utilizada con frecuencia en la vida
cotidiana. La expresión puede ser empleada para describir la
personalidad de alguien como “buena nota”, es decir, considerar a un
individuo como buena persona y en quien se puede confiar.
Además, es una expresión usada para hacer saber que la persona se
encuentra en un ambiente de fiesta donde se siente con gran comodidad,
o bien, puede utilizarse para describir lugares
hermosos: playas, montañas, entre otros.
Este concepto no solo representa lo lindo, “lo chiva”, lo amigable, la
personalidad, el ambiente de fiesta en el que se desenvuelve un
individuo, sino que además representa una especie de ironía, de
sarcasmo o indiferencia de las personas ante situaciones malas o
difíciles que se viven en el país y que afectan a la
población en general; por ejemplo, uno de los estudiantes
mencionó la situación de “la platina” y los
asaltos que ocurren con frecuencia en diferentes
partes del país, y que las personas suelen decir “ah, qué
pura vida”. Se puede notar con la expresión anterior, el conformismo o
indiferencia en los que ha caído el costarricense.
Para los adolescentes, el “pura vida” sí describe la forma de ser del
tico en general, pero puede ser usado como arma de doble filo. El
ejemplo que propusieron los muchachos del grupo focal, en relación con
el uso del “pura vida” fue en un sentido como de resignación, cuando se
presta dinero o un par de
zapatos. Ellos afirmaron que
estas cosas no se devuelven nunca más, sino que hay
que “echarle tierra”, en palabras de adolescentes, por lo
cual ellos dicen: “pura vida, se lo presté y no me lo devolvió”.
Por consiguiente, el término “pura vida” oculta una especie de
criminalidad, ya que la persona comete un robo y no devuelve “lo
prestado”, puesto que considera que su amigo es buena gente como para
crear el pensamiento de no devolver lo prestado o para llevarlo
engañado con frases como “se lo pago mañana” o “se lo devuelvo mañana”
y, en realidad, el dinero o el objeto nunca vuelve a llegar a las manos
de su dueño original. Según los adolescentes, esto representa un cambio
en el sistema de valores de la persona.
La expresión costarricense “pura vida” es utilizada en una situación de
doble cara, o en 2 sentidos primordiales: por un lado, caracteriza a
los ticos en general como buena gente, carismáticos, positivos,
colaboradores, entre otros. También, puede ser usada para
ocultar la realidad en la que se vive, el conformismo, lo perezosos,
los problemas sociales que atañen al país u otros, razón por la que se
considera ambivalente.
Igualmente, el “pura vida” remite a una actitud conformista común, que
se puede apreciar en el fútbol. Según los adolescentes, Costa Rica se
define como un país altamente interesado en el fútbol y, a pesar de que
no cuenta con un equipo de calidad, los costarricenses siempre se
entusiasman si va a un mundial. En otras palabras, hay un claro
conformismo ante la representación de Costa Rica en cualquier mundial,
pues cuando gana un partido “todo el mundo está feliz” solo porque se
logró ir al mundial, y no existe la intención de llegar más allá (es
decir, campeonizar).
Realmente, ellos dicen identificarse con el “pura vida” del
costarricense “tuanis”, colaborador, carismático, entre otros, no con
el del costarricense conformista, atenido a los demás, o perezoso, que
se ve en la actualidad. Efectivamente, mencionan que es necesario
realizar un cambio para dejar atrás esa comodidad y confort en el que
viven las personas, un cambio necesario, sin olvidarse de dónde se
proviene. Por eso, manifestaron observar una diferencia en la sociedad
actual, y utilizaron como ejemplo la protesta de las personas
por la concesión que deseaba realizarse con la carretera a San Ramón.
Por lo expuesto, se puede decir que sí hay un quebranto en la identidad
del ser costarricense. Para ellos, lo que se considera “cultura
costarricense” ha perdido sentido, lo cual no es del todo bueno, pues
“no se puede perder la identidad, de dónde venimos”. Consideran que es
contradictorio: si viene un extranjero, se le da de comer un casado, un
gallo pinto, empanadas “ticas”, chiverre, café, pero a la hora de salir
con los amigos, esa no es la comida que consumen, ya que se dirigen a
los lugares de comida rápida como Taco Bell, McDonald's, etc.; en otras
palabras, contribuyen a “lo que causa” que se pierda la autenticidad
del costarricense, aunque comer eso no los haga más o menos ticos.
4.2.3 Cuando los hilos se rompen: algunos cambios
generacionales
Los adolescentes manifestaron que, actualmente, se han producido
cambios generacionales importantes para la sociedad. Entre los casos
expuestos, se mencionó el papel que desempeñan las mujeres, que se ha
estado rompiendo con esquemas patriarcales que han afectado tanto a la
sociedad. Según ellos, este es un cambio que beneficia, pues en épocas
pasadas solo podían ejercer labores domésticas, relacionadas con el
cuido de niños, la comida, atender al padre y a los hijos. Incluso se
realizaban matrimonios arreglados, los cuales consistían en que el
padre era quien le conseguía el novio a su hija, y ella no tenía
derecho a opinar si se deseaba casar con él o no, simplemente tenía que
aceptar los mandatos de su padre.
Las cuestiones descritas han venido cambiando. Las nuevas generaciones
han estado evolucionando en sus actitudes y los adolescentes con los
que se trabajó lo califican como beneficioso, puesto que la mujer ahora
goza de derecho a estudiar y a ocupar puestos importantes en la
sociedad, es decir, ha demostrado su importancia social. Ellos
mantienen claro, en especial la única mujer que opinó, que se debe
avanzar aún más, ya que en cuestiones como el salario las mujeres
todavía son discriminadas.
Incluso, es primordial mencionar un cambio radical que notan los
jóvenes al decir “en casa manda mamá y mi papá tiene que hacerle caso”,
pues en cuestiones como los permisos, el padre dice “vaya y
le pregunta a su mamá”, para ver si la autorización es cedida al
adolescente.
La idea de que “el tico es machista” se concibe desde el punto de vista
de los adolescentes, como algo anticuada. Expresan que se está dejando
de lado, debido a la serie de cambios en la mentalidad, de los cuales
se consideran parte.
De la misma manera, aludieron a la cuestión de la virginidad. Aunque
recalcan que depende mucho de los valores de cada persona, fomentados
más que todo en el seno familiar, este tema ha cambiado en gran medida,
citaron los adolescentes, puesto que antes era un delito si la mujer no
llegaba virgen al matrimonio, y eso era visto como símbolo de deshonra
para ella y la familia. La situación ha cambiado bastante, pues los
adolescentes consideran que las mujeres ya no esperan a que el hombre
llegue y las corteje como antes, sino que ellas mismas van y realizan
acciones de cortejo.
Para este grupo de adolescentes, ese cambio generacional es bueno, tal
vez por la edad en la que se encuentran, como lo menciona Freud, citado
por Rice, “en el periodo de la adolescencia se necesita un
objeto sexual en el cual descargar las tensiones sexuales que se
producen” (1994, p. 33), lo cual es una característica propia de la
etapa adolescente, y es por eso que se experimentación con roles, en el
ámbito sexual.
Otro cambio generacional mencionado por los muchachos fue que los niños
asumen su sexualidad a una edad más temprana. Ellos se
compararon con sus hermanos que están en la
escuela y afirmaron haberse “apretado” (besado)
como hasta los 12 o
13 años, mientras que desde una edad más temprana, escuchan a
sus hermanos que hablan de que “me gusta tal chiquilla”. Con este tema
surgieron opiniones diversas, pues algunos de consideraron que este
cambio generacional puede ser visto como una pérdida de valores, ya que
antes los niños pensaban en jugar y en la sociedad actual, en cambio,
se piensa en “ligar”.
Otra percepción de cambio fue que “antes todos dejaban las puertas
abiertas, hasta cuando no estaban en las casas, ahora ni los ladrones
dejan abierto mientras sacan las varas”. Debido a la inseguridad en la
que se vive, los adolescentes consideran que en tiempos pasados las
personas eran más honradas y no pasaban situaciones como las descritas;
por eso, ahora se vive entre rejas, alambres de púas o con perros
bravos, por la inseguridad que hay.
4.2.4 Un acto infranqueable: la hora tica
Los muchachos mencionaron elementos y características que conforman la
cultura costarricense; uno de los componentes negativos que
consideraron importante al definir al tico en abstracto y a ellos como
adolescentes, es la no puntualidad, es decir, “la hora tica”, cuya
solución es citar a los ticos 30 o 45 minutos antes, para iniciar la
actividad a tiempo. Este comportamiento lo consideran íntimamente
relacionado con la cultura costarricense y ellos lo reproducen en sus
propios compromisos sociales; así, uno afirmó: “Hasta uno lo aplica,
cuando va a hacer una fiesta, dice media hora antes para que más o
menos la gente llegue a tiempo o si lo invitan a algún lado uno trata
de llegar tarde para no tener que esperar”.
Si bien consideran que es un aspecto negativo que los representa,
piensan que la puntualidad es un valor que depende mucho de la crianza
de la persona, y de todos los participantes, solo uno dijo que era
puntual: “A mí me va mal por ser puntual porque siempre llego media
hora antes y me toca esperar un montón”. En otras palabras, es un
comportamiento propio del costarricense, pero algunos “salen mejor
librados”.
Para finalizar este análisis, se puede señalar que, a pesar de que
forman parte del constructo ideológico de “nación” e “identidad
nacional” de Costa Rica, en el grupo focal no se
desarrollaron ampliamente algunos temas,
lugares o prácticas sociales
que estaban previstos, como las “direcciones a la tica”, “la
belleza de las ticas”, el Museo Nacional, el Teatro Nacional, el
Tribunal Supremo de Elecciones, la plaza de la cultura, las iglesias
cantonales, etc.
Además, en el refrigerio posterior a la actividad, los jóvenes tomaron
los papeles en los cuales se pusieron las premisas relacionadas con el
imaginario nacional, con la finalidad de buscar cuál los definía más.
Algunos incluso cuestionaron las frases y las rayaron. Otros las
utilizaron para hacer mofa de los compañeros.
5. Conclusiones
Cualquier sociedad requiere establecer un proyecto país para el futuro,
el cual contemple cuáles son los valores que se consideran
fundamentales dentro de la identidad nacional, cuáles son las metas o
valores que se desea transmitir y, por supuesto, los agentes de cambio
que lo llevarán a cabo. En este contexto, resulta vital contemplar el
grupo social de la adolescencia a la hora no solo de constituir en el
futuro, sino de crear el punto de partida. Siguiendo tal principio,
este trabajo valoró la visión de la cultura costarricense y el
imaginario nacional de un grupo de adolescentes ─perteneciente al
Centro Internacional de Avivamiento─, circunscrita en un proceso de
elaboración de la identidad personal.
Los adolescentes demostraron no estar exentos del contacto con lo que
se considera “la cultura nacional”, al sentirse hasta cierto punto
identificados con el modelo costarricense y con lo que consideran
elementos propios de ese grupo cultural (“Pura vida”, “mae”, “la hora
tica”, la comida, la paz, la libertad, etc.). Estas características los
interpelan como un grupo específico, en contraposición a otros países
de Centroamérica, y demuestran una sumisión ideológica en él, al
reproducir estereotipos. Si bien no se identificaron con todos los
símbolos nacionales, los reconocieron rápidamente, producto de la
educación como práctica social, y por socialización.
Si bien desconocen a ciencia cierta qué sería lo que los define como
costarricenses, para ellos es necesario redefinir los símbolos
nacionales, el imaginario nacional y reescribir el Himno, ya que existe
un cambio en el estilo de vida y su contenido está
obsoleto: el labriego sencillo y la carreta pertenecen a un pasado
nostálgico e irrecuperable, al contraponerlo con sus experiencias de
vida actuales y las de sus padres.
Estos adolescentes mostraron conciencia de que en Costa Rica no existen
políticas gubernamentales que le den una visibilización real y le
otorguen a grupos étnicos significativos para el
país, el lugar que merecen en la cultura nacional. Sin embargo, a
través de sus palabras y actitudes, evidenciaron una predilección e
identificación con la colectividad blanca, pues construyeron al
indígena y al negro desde estereotipos y diferencias. Así, este
grupo de adolescentes ha
mostrado cómo la discriminación
se reproduce en cada generación.
Pese a que, hasta
cierto grado, se ha
producido un distanciamiento de
los adolescentes con respecto al imaginario de una Costa Rica
racialmente homogénea y blanca ─al aseverar que no todos los
costarricenses son blancos ni parecidos físicamente─, es mediante sus
prácticas discursivas que queda de manifiesto el
sujeto cultural que han construido y que evidencia
la continuación de estereotipos que dicen negar. Este hecho se puede
percibir en los muchachos por la chota y el lenguaje para describir a
los negros e indígenas, creados históricamente como una otredad lejana
a la identidad costarricense.
Resulta evidente que la invisibilización de la que la
población afrodescendiente e indígena fue objeto en el discurso
identitario costarricense, ha dejado una huella que todavía es posible
percibir a nivel discursivo en la juventud del país.
En definitiva, los adolescentes consideraron al “labriego sencillo”
como un constructo identitario del pasado, pero no se percataron del
trasfondo ideológico que esta
caracterización ha tenido en la mentalidad del costarricense, pues lo
ha llevado a pensarse a sí mismo como “pasivo”, “sencillo”, “pacífico”
y “pura vida”, lo cual podría explicar el adormecimiento y conformismo
que los mismos muchachos reconocieron en su modo de ser.
Desde su perspectiva, la identidad nacional y los valores utilizados
para describir al costarricense, están en crisis, pues la cultura ahora
está más globalizada y el Estado no hace nada al respecto. Esto convive
con una visión nacionalista ─un “amor a las raíces”─, pues consideran
que se deben rescatar y preservar ciertos valores costarricenses, como
la comida típica, a pesar de que, generacionalmente, esto ya no los
representa.
Eso es comprensible, ya que elaborar un imaginario nacional o un
listado de características del
costarricense, no es nada
sencillo, sin mencionar que
ellos como individuos todavía están en proceso de
construcción de su propia identidad, y en búsqueda de un sentido de
pertenencia. Además, al ampliar el tema a un contexto nacional, el
tico, al no saber de dónde viene, ni dónde está, tampoco puede
visualizar un futuro mejor con mayores oportunidades en todos los
sentidos posibles, las cuales no siempre se relacionan con el
nivel de progreso adquirido.
Este grupo de adolescentes considera que muchos elementos se han
perdido y ellos han colaborado con eso, como lo es la comida típica,
aunque están conscientes de que tomar café y comer tortilla no los
define como costarricenses. Otros cambios generacionales son descritos
de manera positiva, como la valorización de la mujer en la sociedad y
las luchas sociales, y otros de manera negativa, como la temprana
asimilación de la sexualidad por parte de los niños y la inseguridad
que perciben básicamente como una pérdida de valores.
Asimismo, creen que es necesario mantener una distancia con valores
costarricenses como el machismo, el conformismo y la pasividad, pues
consideran que no es beneficioso ni para la sociedad, ni para ellos
como personas. La hipocresía, el conformismo y la mediocridad, son
características que identifican al costarricense, pero que no deben
interpretar ellos como valores propios.
En ese sentido, piensan que no se deben asumir características
negativas por más costarricenses que sean, visión que resulta vital al
definir una identidad. De esto, se puede concluir que los
adolescentes como sujetos, aunque el sujeto cultural los obligue a
simularlo, se apropian en mayor o en menor medida de la cultura de la
sociedad a la que pertenecen.
Al llevar a cabo este grupo focal con adolescentes, principalmente por
la temática que se abordó y por el grupo etario con el que se trabajó,
es fácil darse cuenta de las razones por las cuales Jiménez (2008)
considera que, a partir de las 2 décadas finales del siglo XX hasta
estos días, solo se poseen “algunas intuiciones inconexas” acerca del
proceso de invención de la nación y de la nacionalidad costarricense.
El actual periodo histórico
de construcción nacional
costarricense, especialmente desde la perspectiva
adolescente, se debe pensar tomando en cuenta factores como el peso que
los medios de comunicación tienen en la mentalidad de los ciudadanos;
la irrupción de Internet y de las redes sociales en la vida cotidiana;
la creciente inmigración hacia el país de nicaragüenses, colombianos y
de otras nacionalidades, así como el cuestionamiento que se está
llevando a cabo del sistema político, sus protagonistas y sus acciones.
Estos factores, como se pudo comprobar en los resultados del grupo
focal, indudablemente han repercutido y seguirán haciéndolo en la
percepción que los costarricenses, pero sobre todo los adolescentes,
tienen sobre sí mismos y los demás.
Por último, sería conveniente desarrollar este grupo focal con otras
poblaciones de adolescentes, no solo para recabar datos que ayuden a
vislumbrar el imaginario actual costarricense, sino porque mediante el
cuestionamiento de este y de la cultura nacional, el adolescente puede
reflexionar sobre su identidad y cómo él, como sujeto, puede
distanciarse de la regulación del sujeto cultural costarricense.
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Correspondencia a:
Lucía Arroyo Chinchilla: Estudiante de Bachillerato en Enseñanza del Castellano y Literatura
de la Universidad de Costa Rica (UCR). Bach. en Filología Española de
la UCR. Asistente en el Semanario Universidad de la UCR. Dirección
electrónica: felespelosusest@gmail.com
Paula Huertas Castro: Estudiante de Bach. en Enseñanza del Castellano y Literatura de la
Universidad de Costa Rica (UCR). Bach. Filología Española de la UCR.
Asistente en el Centro de Evaluación Académica de la UCR. Dirección
electrónica: paulahuertas2323@gmail.com
Claudia Peirano Cisterna: Estudiante de Bach. en Enseñanza del Castellano y Literatura de la
Universidad de Costa Rica (UCR). Estudiante de la Lic. en Filología
Española en la UCR. Asistente en el Programa de Posgrado en Filosofía
de la UCR. Dirección electrónica: maite8687@gmail.com
Maureen Pérez Calvo: Estudiante de Bach. en la Enseñanza de la Filosofía en la Universidad
de Costa Rica (UCR). Asistente en la Biblioteca Luis Dimetrio Tinoco
como encargada del laboratorio de cómputo y en la Facultad de
Educación de la UCR. Dirección electrónica: mahuka8390@gmail.com
Artículo recibido: 13 de setiembre, 2013 Devuelto para corrección: 8 de
noviembre, 2013 Aprobado: 3 de marzo, 2014