¿Educadores o consumidores? Discrepancia del yo, consumo y valores
materiales en estudiantes chilenos de pedagogía
¿Educators or consumers? Self-discrepancy, consumption and materialism
in chilean pedagogy students
Marianela Denegri Coria1
Constanza García Jara2
Nicolle González Rivera3
Jocelyne Sepúlveda Aravena4
1.Centro de Investigación en Psicología
Económica y Consumo, Universidad de La Frontera,
Chile. Dirección electrónica: marianela.denegri@ufrontera.cl
2.Tesista Programa de Magister en Psicología. Universidad de La
Frontera.
3.Tesista Programa de Magister en Psicología. Universidad de La
Frontera.
4.Centro de Innovación Profesional. Universidad de La Frontera.
Dirección para correspondencia
Resumen
El presente artículo tiene como propósito caracterizar las relaciones
existentes entre la discrepancia del Yo, las actitudes hacia la compra
y valores materialistas en estudiantes de Pedagogía considerando
diferencias de género. Se aplicaron las escalas de Discrepancia del Yo,
Actitudes hacia la Compra y Valores Materiales, en una muestra de 167
estudiantes chilenos de las carreras de Pedagogía en Historia de dos
universidades del Sur de Chile. Los resultados obtenidos, evidencian
correlaciones significativas entre las dimensiones de discrepancia del
Yo físico, intelectual y económico, y las actitudes impulsivas y
compulsivas hacia la compra; así como en las dimensiones de valores
materiales vinculadas al éxito social y felicidad personal. En cuanto
al género, se observa en las mujeres un perfil de ambivalencia
actitudinal, donde coexiste la racionalidad con la compulsividad. A
partir de la relevancia social del futuro ejercicio profesional de los
estudiantes de pedagogía, los resultados se discuten considerando la
importancia de la inclusión de la educación económica y financiera en
la formación inicial de profesores, con un fuerte énfasis en la toma de
conciencia acerca de sus actitudes y valores hacia el consumo.
Palabras clave: Estudiantes Universitarios, Pedagogía, Comportamiento
económico, Consumo, Género, Chile.Abstract
This paper aims to characterize the relationship between
Self-discrepancy, attitudes toward buying and materialistic values in
pedagogy students considering gender differences. The Self-discrepancy
scale and the Attitudes toward Purchase and Material Values scale were
applied in a sample of 167 Chilean Pedagogy students majoring in
History teaching in two universities in southern Chile. The results
show significant correlations for Self - discrepancy
between the physical, intellectual and economic dimensions and the impulsive
and compulsive attitudes towards buying, as well as the
dimensions of materialism linked to social success and personal
happiness. Regarding gender, women display an ambivalent attitudinal
profile in which rationality coexists with c ompulsivity. Considering
the social relevance of the future professional practice of pedagogy
students, the results are discussed highlighting the importance of the
inclusion of economic and financial education in early teacher
training, with a strong emphasis on awareness about their own attitudes
and values towards consumption.
Key words: University Students, Pedagogy, Economic behavior,
Consumption, Gender, Chile.
1. Introducción
En un mundo interconectado y globalizado, el consumo se expresa como
una agrupación de procesos socioculturales donde se plasma la
adjudicación y los usos de los productos (Boivin, Rosato y Arribas,
2005). La sociedad globalizada ha cambiado las pautas culturales y de
relación entre los individuos, dentro de ellas, también las prácticas
y, especialmente, las actitudes hacia el consumo, adquiriendo cada vez
mayor importancia los bienes que poseemos como representaciones de
estatus y valía personal y social. El mercado es el encargado de
efectuar la mediación entre los individuos, sus deseos y necesidades y
la oferta de bienes y servicios, logrando
incrementar la influencia en el comportamiento e impactando en la
formación de la personalidad y autoconcepto (Ayllón, Vallejos y Yáñez,
1999).
En relación con la conducta del consumidor, Luna-Arocas, Quintanilla y
Berenguer (1998) destacan que se aprecia falta de competencias y de una
orientación actitudinal clara que permita a las personas el desarrollo
de una conducta de consumo lo más organizada y razonada posible,
observándose, más bien, actitudes hacia la compra de tipo impulsivo y
compulsivo. Ello es importante en un entorno de
mercado orientado a transmitir símbolos asociados al consumo como la
vía para lograr felicidad, autonomía y autorrealización. Al respecto,
Dittmar (2005) establece que las compras motivadas psicológicamente
parecen ser un fenómeno en aumento en el comportamiento de consumo
actual y que están muy vinculadas a la necesidad de las personas por
mejorar su autoconcepto, la imagen personal, la autoestima
o las relaciones con otros. La relación entre
las personas y sus cosas materiales es bastante
compleja e implica mucho más
que su utilidad funcional o su valor comercial, constituyéndose en una
de las bases de construcción de identidad, en vehículos de
autoexpresión y en una forma de compensar carencias emocionales o
sociales. Así, el ambiente material juega un papel importante en la
formación del conocimiento, la conciencia de sí mismo y la percepción
del mundo (Botero, Gutiérrez, Manjarrés y Torres, 2008; Dittmar,2004).
Por su parte, estudios previos realizados por Denegri, González y
Sepúlveda (2010b), con profesores de educación primaria en Chile, ponen
en evidencia que los docentes sienten que el consumo constituye un
elemento de definición de su identidad social y, en particular, al
entender el consumo como, por un lado, una compensación frente a
deseos, sacrificios, esfuerzos, necesidad de estatus, necesidad de
diferenciarse del resto, y, por otro, como parte de los mecanismos de
definición y reafirmación de su propia identidad tanto personal como
profesional. Asimismo, dan cuenta de
la existencia de estereotipos que dentro de
su
imaginario colectivo como educadores les llevan
a concebir el consumo como “algo
inevitable”, sea por razones de aceptación social, o de establecimiento
de diferenciaciones profesionales.
Desde esta perspectiva, si bien los docentes reconocen al consumo como
un medio para compensar determinadas carencias, existen precedentes
donde se exhibe la estrecha relación entre las necesidades de consumo,
endeudamiento y desgaste profesional en profesores (UNESCO, 2005;
Alvarado, Valdivia y Piñol, 2010); de igual manera, en el sentimiento
de malestar subjetivo que presentan al constatar sus actitudes
ambivalentes atribuyendo a la sociedad de consumo una serie de
atributos negativos, pero, al mismo tiempo, sin poder sustraerse de su
seducción hacia la búsqueda de la felicidad en la adquisición de bienes
que simbolizan la felicidad y autorrealización (Denegri, Alí, Rodríguez
y Sepúlveda, 2010a).
Considerando lo expuesto, resulta de vital importancia conocer las
actitudes que poseen los futuros docentes ante la compra, cómo estas
actitudes se vinculan en su autopercepción, es decir, a su identidad
personal y social y la relación entre estas actitudes, la consistencia
o discrepancia que manifiestan los sujetos en relación con su Yo y la
presencia de valores materialistas en su interacción con el mundo,
especialmente por el rol e influencia que poseen como formadores de
otros ciudadanos. A partir de estas consideraciones, emergió la
pregunta que orientó la presente investigación: ¿Existe relación entre
las actitudes hacia la compra (Racionalidad, Impulsividad,
Compulsividad), la discrepancia del Yo y los valores materiales en
estudiantes de pedagogía de universidades chilenas?
A partir de esta pregunta, se propuso como objetivo general:
Caracterizar las relaciones existentes entre la discrepancia del Yo en
sus siete dimensiones constituyentes (intelectual, física, belleza
física, personal, social, emocional y económica) y las actitudes hacia
la compra y valores materiales en estudiantes de Pedagogía considerando
diferencias de género. Como objetivos específicos, se pretendió:
1.Describir los niveles de discrepancia del Yo, actitudes hacia el
consumo y la compra y valores materiales en estudiantes de Pedagogía.
2.Identificar las relaciones existentes entre discrepancia del Yo en
sus distintas dimensiones y las actitudes de racionalidad, impulsividad
y compulsividad ante la compra en estudiantes de
pedagogía.
3.Identificar las relaciones existentes entre la discrepancia del Yo y
los valores materiales en estudiantes de pedagogía.
4.Identificar diferencias en discrepancia del Yo y las actitudes hacia
la compra en estudiantes de Pedagogía según género.
5.Vincular los resultados con la reflexión acerca del rol de los
docentes en la formación actitudinal de sus estudiantes frente a la
sociedad de consumo.
En primer lugar, profundizaremos en cada uno de los conceptos
articuladores que se abordan en esta investigación, situándonos en un
inicio en la discusión teórica y empírica en torno a las actitudes
hacia la compra, para luego ahondar en la relación del consumo y de las
actitudes hacia la compra con la construcción de las diferentes
dimensiones del Self y el abordaje del concepto de discrepancia del Yo.
Luego, se establecerá la relación entre los dos ámbitos señalados y la
presencia de valores materiales como una de las características de las
sociedades postmodernas. Para terminar, se revisará la importancia de
la investigación de estas problemáticas en los estudiantes de pedagogía
como una población especialmente sensible por su relevancia e impacto
social en la formación de las futuras generaciones.
2. Marco Teórico
En Latinoamérica y en Chile, en particular, durante las últimas décadas
se han experimentado profundos cambios productivos, tecnológicos,
institucionales y sociales que han contribuido a generar un contexto
socio-político y económico-cultural extremadamente cambiante y complejo
ante el cual la ciudadanía debe adaptarse (Gempp, Denegri, Caripán,
Catalán, Hermosilla y Caprile, 2007). Dentro de estos cambios, destaca
de manera particular el experimentado por las pautas de consumo de
bienes y servicios, lo que ha implicado una nueva configuración de los
segmentos de consumidores y de sus necesidades y expectativas. Estas
nuevas configuraciones se caracterizan por el impacto progresivo que
sus prácticas de consumo en la construcción de la identidad personal y
social de los individuos (Denegri y Martínez, 2004; Moulian, 1997) y,
de manera especial, en sus actitudes hacia la posesión de bienes como
un facilitador u obstaculizador del logro de metas en la vida
(Rodríguez, Juárez y Ponce de León, 2011). Este impacto, es
característico en el caso de los jóvenes dada su etapa evolutiva de
consolidación de la identidad, ya que en ellos el acceso al consumo y,
en especial, a la posibilidad de compra y posesión de bienes deseados,
se ha transformado también en un acceso a símbolos y signos que
favorecen la autorrealización y que, además, sirven para incorporarse
en una comunidad de iguales (PNUD/INJUV, 2003).
Al respecto, Bauman (2007) señala que en las sociedades actuales,
consumir es invertir en la propia pertenencia a la sociedad, donde la
responsabilidad por el acto de consumo y sus consecuencias
recae sólo en el propio consumidor. Ello en un entorno donde predomina
la instantaneidad y donde el apremio no consiste solo en adquirir y
acumular, sino en eliminar y reemplazar. Con ello, caracteriza lo que
denomina la cultura consumista en oposición a la cultura productivista
que le antecedió. En la cultura consumista se niegan los valores de la
postergación de los deseos, elevando lo novedoso por sobre lo
perdurable y reduciendo el lapso entre la aparición de un deseo y su
realización y desaparecimiento.
En este escenario, el comportamiento de compra no es unitario ni
presenta las mismas características, encontrándose fuertemente
relacionado con posturas actitudinales que inciden en la toma
de decisiones de consumo. En este sentido, las actitudes pueden ser
definidas como un juicio evaluativo frente a determinadas personas,
cosas, grupos, hechos o problemas del mundo. Estos juicios pueden ser
negativos, positivos o neutrales, sobre el objeto de pensamiento
(McGuire, 1985), marcando una tendencia a comportarse de manera
favorable o desfavorable hacia el objeto en cuestión (Eagly y Chaiken,
1993).
En términos específicos, las principales tendencias actitudinales
relacionadas con las decisiones de compra son la racionalidad, la
impulsividad y la compulsividad. Las actitudes racionales hacia el
consumo implican tendencia a una compra planificada con alta activación
cognitiva (Rook, 1987), vinculadas a la planificación,
organización y jerarquización de la
compra, incluyendo elementos
operacionales relacionados con
las características del producto, sus posibilidades
de cambio y la relación con el vendedor (Luna y Fierres, 1998). Por su
parte, las actitudes impulsivas se vinculan a un tipo de compra sin
planificación ni reflexión, y guiada por la emocionalidad, la que se
realiza de manera repentina con escasa evaluación cognitiva respecto a
sus consecuencias (Rodríguez, Otero-López y Rodríguez, 2001). Por
último, una actitud compulsiva hacia la compra se relaciona con el
deseo obsesivo de comprar un objeto como una forma de compensación de
la angustia y donde el sujeto manifiesta la imposibilidad de detenerse,
constituyendo así una adicción manifestada en la compulsión hacia el
consumo (King, 1981).
Las investigaciones en diferentes países latinoamericanos y europeos
muestran diferencias significativas en las actitudes hacia la compra
por género, ocupación, edad e incluso zona geográfica de procedencia
(Ayllón et al., 1999; Luna y Ferres, 1998; Denegri, Alí, Rodríguez y
Sepúlveda, 2010a).
En relación con la variable género, en estudios con estudiantes
universitarios se ha observado que las mujeres
presentan mayor tendencia actitudinal hacia el consumo compulsivo que
los hombres (Botero et al., 2008; Gebaüer, Schäfer y Soto, 2003).
Mientras tanto, en relación con el Self (Yo), este concepto ha sido
ampliamente utilizado en la investigación psicológica y abordado desde
diferentes perspectivas, estableciendo su relación con condiciones de
construcción (personales y sociales) y con su cristalización en el
autoconcepto e identidad personal y social. Uno de los primeros autores
que abordó el término Self fue James (1890), quien lo define como un
aspecto central de la conciencia personal que permite discriminar entre
la experiencia, el contenido y el contexto de la experiencia. Para
James, el Self es multifacético y presenta al menos cuatro dimensiones:
Yo material, Yo espiritual, Yo social y Yo corporal.
En sus postulados establece la vinculación entre el Yo y las posesiones
materiales y espirituales como un elemento importante en la
construcción de la identidad. Posteriormente, Belk (1988) señala que
las posesiones externas constituyen una parte del sentido del Yo, y
tienen una importante implicación en el autoconcepto del Yo como
individuo (Reed, 2002). Ahora bien, desde la perspectiva
socio-cognitiva, el Self es conceptualizado como un sistema de
procesamiento de la información conceptual que tiene un sujeto acerca
de sí mismo que incluye toda la estructura de conceptos, creencias y
percepciones que se acumulan en la memoria y que sirven de referencia
para la autodefinición que cada individuo hace de sí mismo (Kihlstrom y
Klein, 1994).
Del mismo modo, el Self representaría una totalidad que se convierte en
un valor principal, alrededor del cual gira la vida del sujeto. Higgins
(1987) incorpora la distinción entre el Yo real (lo que soy) y el Yo
ideal (cómo le gustaría ser) ya sea de acuerdo a sus propias normas o
de acuerdo a las expectativas y normas sociales imperantes. Más aún, la
valoración que hace el individuo de sí mismo impacta su conducta; por
lo tanto, entre más consistencia se observe entre el Yo real (las
informaciones, creencias y percepciones que el individuo tiene acerca
de si mismo) y el Yo ideal (las expectativas personales y sociales
acerca de lo que se debiera o quisiera ser) más se
valora la persona, más organizado y consistente será su comportamiento
(Botero, et al., 2008; Higgins, Loeb y Moretti, 1995).
La investigación contemporánea destaca el carácter multidimensional que
tendría el autoconcepto y la percepción del Yo (Marsh y Shavelson,
1985; Marsh y Craven, 2006) planteando que el concepto de sí mismo
estaría constituido por dominios específicos, por lo tanto, un sujeto
podría tener una inconsistencia o discrepancia en uno o en varios de
los dominios que constituyen su Yo (Dittmar, 2008).
Desde esta perspectiva, la discrepancia del Yo (Dittmar y Bond, 2010;
Higgins, 1987) se define como la diferencia observada entre la
identidad real de una persona (como es) y su identidad ideal (la forma
en la desearía ser o desearía ser percibida por otros). La teoría de la
compensación simbólica del Yo (Wicklund y Gollwitzer, 1982) propone que
la gente usa los bienes materiales, entre otras estrategias, para
compensar los déficit o discrepancias percibidas en su Yo e identidad.
Es en esta llamada “zona de discrepancia” o de diferencia entre el Yo
real y el Yo ideal donde la relación con los objetos y su posesión
cumplen una función compensatoria. Uno de los efectos más directos de
esta inconsistencia estaría representado en la compra impulsiva, donde
los individuos pueden ser impulsivos en determinados momentos, pero no
en otros, dependiendo de si los objetos deseados están vinculados a la
identidad o no. Esto incorpora una explicación alternativa a la visión
tradicional de las diferencias individuales en la compra impulsiva que
han sido explicadas en términos del control de impulsos o de rasgos de
personalidad (Phillips y Paul, 2010).
Al respecto, Dittmar (2005) focaliza la discusión en los factores
relacionados con la construcción de la identidad como un marco que
cristaliza la representación subjetiva que tiene un individuo acerca de
sí mismo para entender las relaciones establecidas entre las
características de los bienes de consumo, los consumidores individuales
y las expectativas sociales (Vignoles, Regalia, Manzi et al., 2006).
Desde esta perspectiva, la identidad es multifacética y, además de
individual, relacional, porque vincula la auto representación
(Sedikides y Brewer, 2001) con la del grupo de referencia y también
incluye la relación con los bienes materiales como partes de la
extensión de la propia identidad (Dittmar y Bond, 2010) lo que
constituye finalmente el Yo. Se constituye así una triada entre la
construcción del yo y su identidad, el consumo que permite acceder a
los símbolos y signos que reflejan materialmente al
yo y sus aspectos
deseados y los mandatos
simbólicos que emergen del
grupo de referencia.
En el caso de los jóvenes, ello se cristaliza en la construcción de
identidad mediada por los bienes de consumo que les permiten
materializar su identidad deseada y la necesidad de pertenencia al
grupo juvenil de referencia y a sus expresiones y mandatos en la moda,
tendencias estéticas y valoración de ciertas actividades por sobre
otras. Así, los procesos de construcción de representación de
identidades tienden cada vez más a desligarse de las maneras
tradicionales de construir sus referentes (tiempo cronológico y memoria
histórica, espacio territorial delimitado y experiencias de vida como
comunidad) y, en este proceso, el valor simbólico de los objetos se
convierte en el principal elemento de identificación y diferenciación,
no por el mero consumo masivo de objetos y símbolos, sino por el
sentido que los diferentes grupos de jóvenes les confieren. (Bermúdez y
Martínez 1999; Martin -Barbero, 2002; Lipovestky, 2000).
Según Dittmar (2005), el Yo estaría compuesto por siete dimensiones:
intelectual, que hace referencia a las capacidades cognitivas como la
inteligencia y la memoria; dimensión física, que se asocia a la
satisfacción que presentan los individuos con sus cuerpos y cómo se
sienten en ellos, esto reflejado en el peso y la capacidad deportiva;
dimensión belleza física, en cuanto a sentirse
atractivo para sí mismo y los demás
en las primeras impresiones visuales; dimensión
personal, que hace referencia a si el individuo se siente conforme como
persona en todos los ámbitos de su vida; dimensión social, ligado al
ajuste que presentan los sujetos en la relación con la familia, los
amigos y el entorno en general; dimensión emocional, vinculada a la
percepción que tienen los individuos de sus sentimientos y emociones; y
por último, la dimensión económica, asociado a la adquisición y al
valor que se le otorga al dinero, estatus y prestigio (Luna-Arocas,
Puello y Botero, 2004), que en su conjunto se construyen como
dimensiones que afectan a una unicidad global expresada en la identidad
personal y social, y organizada en el self (Botero et al., 2008).
Como se observa, una serie de estudios han confirmado la presencia de
una relación compensatoria entre el aumento del uso de símbolos
materiales y los déficits o discrepancias que los sujetos perciben en
los diferentes dominios que constituyen la identidad, donde los objetos
de consumo cumplen la función de disminuir simbólicamente la brecha
entre lo que la persona cree que “es” y “lo que idealmente debería
ser". Sin embargo, para que esta compensación opere, las personas
necesitan creer que la compra de bienes materiales es una estrategia
compensatoria adecuada. En otras palabras, un requisito previo es que
los consumidores asuman una orientación de valores materialistas.
Bajo este contexto, los valores materiales en la literatura científica
han sido preferentemente abordado desde dos enfoques diferentes. Por un
lado, aparece asociado a ciertos rasgos de la personalidad y, por otro,
es estudiado como un valor. Dentro de la primera aproximación están los
estudios de Belk (1984), quien sugiere que las posesiones son el
principal reflejo de nuestra identidad y contribuyen a formarla. Las
posesiones son una “extensión de uno mismo” y por ello, los valores
materiales aparecerían como un rasgo de la personalidad. El segundo
enfoque concibe a los valores materiales como un valor o creencia
duradera sobre la importancia de la adquisición y posesión de bienes
materiales (Fournier y Richins, 1991; Richins, 1995; Richins y Dawson,
1992).
En esta segunda perspectiva, los valores materiales son definido como
“un valor que guía las conductas y elecciones de las personas en una
variedad de situaciones, incluyendo, pero no limitándose, al ámbito de
la compra y el consumo” (Richins y Dawson 1992, p. 307). Para estos
autores, la importancia que una persona “le asigna a las posesiones y a
su adquisición, como una forma necesaria y deseable de conducta para
lograr estados finales deseados, incluyendo la felicidad” (Richins y
Dawson 1992, p. 307).
La evidencia de varios estudios señala que los sujetos que presentan
valores materialistas creen que la adquisición de bienes es un objetivo
central de la vida, un indicador del éxito, y una llave para la
felicidad y el logro de una identidad positiva. Así, los sujetos
materialistas tenderán a presentar actitudes más positivas hacia la
compra de productos que creen que los acercarán a su Yo ideal
(Burroughs y Rindfleisch, 2002; Dittmar, 2005; Dittmar 2007; Kasser y
Kanner, 2004; Richins, 1995). A la vez, presentarán mayor probabilidad
de consumo de tipo impulsivo y compulsivo, como una estrategia de
compensación para hacer frente a los déficits de identidad percibidos,
y esta última tendencia sería más fuerte en la mujeres en relación con
los hombres (Dittmar, 2004; 2008).
A partir de estos antecedentes y como se desprende de la revisión
teórica, el actual estado del arte en materia de la relación entre
valores materiales (Luna-Arocas et al., 2004; García, 2005)
compulsividad (Botero et al., 2008) e impulsividad (Luna-Arocas et al.,
2004), provee de suficientes argumentos para hipotetizar que existe
relación significativa entre tales actitudes y la discrepancia del Yo,
planteándose que:
H1: A mayor presencia de valores materiales mayor discrepancia del Yo.
H2: A mayor compulsividad mayor discrepancia del Yo.
H3: A mayor
impulsividad mayor discrepancia del Yo.
En relación con las diferencias de género, la investigación actual
indicaría que las mujeres presentan mayor tendencia actitudinal hacia
el consumo compulsivo, mientras que los hombres manifestarían mayor
tendencia actitudinal hacia el valores materiales (Botero et al, 2008;
Gebaüer et al., 2003). Aunque estos antecedentes teóricos no entregan
evidencia precisa al respecto, aporta información que permite presumir
que:
H4: Hombres y mujeres difieren en la tendencia actitudinal hacia los
valores materiales y la discrepancia del Yo.
H5: Hombres y mujeres difieren entre la tendencia actitudinal hacia la
compra compulsiva y la discrepancia del Yo.
Por último, considerando los estudios previos, los datos disponibles no
posibilitan plantear hipótesis específicas sobre racionalidad y
discrepancia del Yo.
Finalmente, es necesario reflexionar en torno a la
importancia de estudiar estas temáticas
en una población especialmente sensible por su impacto
futuro, como los estudiantes de
pedagogía. Al respecto, Tedesco (2003) señala que la tarea de
enseñar no se reduce a transmitir conocimientos e informaciones de una
disciplina, sino a modelizar las operaciones y procedimientos que
permiten llevar ese conocimiento para comprender la vida cotidiana. En
esta perspectiva, la modelización
del docente consistiría en poner de
manifiesto la forma cómo un experto desarrolla una actividad, de manera
tal que los alumnos puedan observar y construir un modelo conceptual de
los procesos necesarios para cumplir con una determinada tarea. Se
trata, en consecuencia, de exteriorizar aquello que habitualmente es
tácito e implícito. Ello implica que el propio profesor debe ser
consciente de sus propios procesos de aprendizaje, de sus creencias y
teorías implícitas y de la forma en cómo estas influyen en su
comportamiento. Este enfoque implica, obviamente, un esfuerzo mucho
mayor en el proceso de aprendizaje, tanto por parte del profesor como
de los alumnos y abre una serie muy importante de problemas para la
formación inicial de los profesores, sus creencias y
comportamientos sociales, sus modalidades
de trabajo pedagógico, sus criterios de
evaluación y
los materiales didácticos.
En la escuela, el aprendizaje se produce como producto de un proceso de
apropiación de saberes y pautas culturales a través de la participación
guiada (Cubero, 2005). En este proceso, el profesor es el principal
mediador que refleja no solo los saberes conceptuales propios del
currículum, sino también transmite modelos de actitudes y
comportamientos sociales. Los profesores se convierten en modelos de
comportamientos y en formadores de actitudes socialmente deseables,
transmisión que no necesariamente es explícita. Esto es relevante en el
ámbito de la formación ciudadana y en especial, en cuanto a la postura
crítica frente a un modelo económico que presiona hacia un consumo poco
racional de recursos escasos.
Sin embargo, en Chile los profesores constituyen un segmento que exhibe
un nivel importante de sobreendeudamiento, lo que tiene impacto en su
salud mental y rendimiento laboral, quienes reconocen que es una
preocupación constante (Alvarado, Valdivia y Piñol, 2010; UNESCO,
2005). Esto llama profundamente la atención, pues son ellos quienes se
encargan de integrar en la formación académica pautas educacionales
para los futuros estudiantes, inculcando hábitos y modelos durante su
educación formal, además de modelar las actitudes en el ámbito
económico (Denegri, González, Del Valle, Gempp y Etchebarne,2009). En
este sentido, resulta apremiante conocer cuáles son las actitudes y
conductas de este segmento durante su formación inicial para poder
intervenir de manera preventiva con estrategias de educación económica
y financiera que les preparen para su futuro ejercicio profesional.
Además, si bien las actitudes hacia la compra y el valores materiales
son áreas bastante abordadas en la psicología económica, abordando su
relación con variables como la influencia de la
publicidad (Kilbourne,1999; Sandoval, 2006; Bell y Dittmar,
2011) y el nivel socioeconómico (Jussaume, 2001; Luna, 2005), la
asociación entre esta y la discrepancia del Yo se encuentran poco
investigada en la población chilena y latinoamericana y, en específico,
en sujetos universitarios, por ello, resulta relevante su estudio por
el aporte teórico y empírico en la comprensión del consumo impulsivo.
3. Metodología
Participantes
Esta investigación define como su población de estudio al total de
estudiantes universitarios, de ambos sexos, que actualmente estén
cursando entre segundo y cuarto año, en carreras de Pedagogía de
Educación Media en Historia. Se selecciona esta población, porque en su
ejercicio profesional son los responsables directos de los contenidos
de educación económica y financiera en el Currículum de Educación
Secundaria en Chile.
La muestra de tipo intencionada quedó conformada por tres cursos de
Pedagogía en Historia, Geografía y Educación Cívica con un total de 167
estudiantes con edades entre los 21 a los 24 años y compuesta por un
60% de hombres y 40% de mujeres, pertenecientes a dos universidades
tradicionales del Consejo de Rectores el sur de Chile. El tamaño
muestral seleccionado permitió contar con una proporción suficiente de
estudiantes para hacer estimaciones confiables de las correlaciones
entre las variables, garantizando un error Tipo I máximo de 0.05 y una
potencia de prueba de 0.90.
Diseño
La presente investigación según la naturaleza de los datos, dimensión
temporal y objetivos propuestos posee un carácter cuantitativo,
transversal y descriptiva, es decir, su propósito fue describir la
condición estudiada tal como se manifiesta, para lo cual efectúa una
medición en un solo momento y aplica procedimientos estadísticos en el
análisis de los datos (Hernández, Fernández y Baptista, 2006).
Instrumento
Para esta investigación se utilizó un cuestionario que incluía la
recolección de datos sociodemográficos y tres escalas.
1. Cuestionario sociodemográfico: de diseño ad-hoc, consta de 7
preguntas que indagan variables sociodemográficas de interés como:
sexo, edad, carrera, zona geográfica y nivel socioeconómico (calculado
según escala ESOMAR; Adimark, 2000).
2. Escala de Discrepancia del Yo, diseñada por Dittmar, Beattie y
Friese (1996), y revisada y adaptada más tarde por Luna-Arocas y
Quintanilla (1999), obteniendo en este último estudio un buen
comportamiento psicométrico. La escala está conformada por 7 ítems de
sentido directo que miden las dimensiones: intelectual, físico, belleza
física, social, personal, emocional y socioeconómica; presenta un
formato Likert de 4 puntos que va desde “como soy” (1 punto) hasta
“mucho mejor que como soy” (4 puntos), cuyos valores en cada
ítem se calculan mediante la media de la puntuación parcial de cada
ítem, e indican que a mayor puntaje, mayor discrepancia del Yo.
3. Escala de Actitudes hacia la Compra (Luna-Arocas y Fierres, 1998),
adaptada a la población chilena por Gebaüer et al., (2003). El
instrumento está conformado por 18 ítems en formato Likert de 6 puntos
que van desde “Completamente en desacuerdo” (1 punto) a “Completamente
de acuerdo” (6 puntos), los cuales miden las tres dimensiones:
racionalidad (α= 0.7856) con 4 ítems de aplicación de sentido directo,
impulsividad (α =0.9060) y compulsividad (α=0.8373) con 7 ítems de
aplicación de sentido directo cada una, cuyos valores se calculan
mediante la media de la puntuación parcial de cada ítem.
4. Escala de Valores Materiales (EVM) (Richins y Dawson, 1992). La
escala original constaba de 18 ítems, con un formato de respuesta tipo
Likert de cinco opciones. Para la presente investigación y considerando
que se trabajó con estudiantes universitarios, se utilizó la validación
chilena (Denegri, Baeza, Salinas, Peñaloza y Miranda, 2012a) que consta
de 8 ítems con un formato de respuesta tipo Likert de 6 opciones que
van desde “Completamente en desacuerdo” (1 punto) hasta “Completamente
de Acuerdo” (6 puntos). El análisis
factorial confirmatorio de dicha
escala en la validación chilena
demostró que los datos del modelo muestran que la escala contiene 8
ítems en total, agrupados en dos dimensiones: éxito social y Felicidad
Personal. Las cargas factoriales resultan significativas al nivel de
1%, lo que indica que la estructura formada por 2 factores puede ser
confirmada. Ambos factores poseen confiabilidades aceptables, con
coeficientes α de 0,77 para “éxito Social” y α 0,74 para “Felicidad
Personal”.
Procedimiento
Sobre la base de criterios de inclusión, en primer lugar, se realizó un
contacto formal con las autoridades respectivas de las universidades a
través del cual se les invitó a participar en la investigación. Después
de realizados los contactos y con la autorización de las autoridades
respectivas se procedió a explicar a los estudiantes el objetivo de la investigación,
asegurándoles el anonimato y confidencialidad, y a quienes aceptaron su
participación voluntaria se les solicitó la firma de un consentimiento
informado. Posterior a esto, se aplicaron los instrumentos en el aula
con previa autorización del docente a cargo, los cuales fueron
administrados de manera colectiva y auto administrada por los alumnos
presentes en la sala de clases y supervisados por el equipo de
investigación a cargo.
Análisis de datos
Los datos fueron analizados utilizando el programa Statistical Package
for the Social Sciences (SPSS) versión 15.0.
Para iniciar el análisis fue calculada la fiabilidad de todas las
escalas mediante el estadístico Alfa de Cronbach.
De acuerdo a los objetivos de la investigación, en primera instancia,
se realizó un análisis descriptivo calculando las medias de
cada una de las escalas y dimensiones evaluadas y
se realizaron comparaciones de promedios de los sujetos en las
dimensiones
propuestas, con respecto del punto central de
la escala (3,5 puntos en las escalas de
actitudes hacia la compra y valores
materiales y 2,5 puntos en la escala de discrepancia del Yo),
utilizando el estadístico t de Student de una muestra. Como medida de
tamaño del efecto para estas diferencias se utilizó la diferencia media
tipificada o d de Cohen. El valor d es un
índice de la desviación estándar existente entre dos medias. Así, un
valor d de 0.20, representa una diferencia de 0.20
desvíos estándar entre dos
medias. El tamaño del efecto (d) es la diferencia entre medias de dos
poblaciones dividido por su desvío estándar ponderado. Al respecto,
Cohen considera que un tamaño de efecto pequeño es de 0.20, en donde
las distribuciones tienen una superposición de aproximadamente un 85%.
Un tamaño de efecto mediano es de 0.50, e implica una superposición de
aproximadamente el 67%. Finalmente, Cohen define un gran tamaño de
efecto en 0.80, lo que representa una superposición de sólo el 53%
(Cohen, 1988).
De acuerdo con los objetivos específicos 2 y 3, para la prueba de
hipótesis de las relaciones existentes entre las dimensiones evaluadas
en las escalas se realizó la prueba de Correlaciones r de Pearson.
En relación con el objetivo específico 4, en la prueba de hipótesis
sobre la existencia de diferencias de género en las actitudes hacia la
compra, se empleó la prueba t para medias independientes con hipótesis
direccional (prueba de una cola). Como medida de tamaño del efecto para
estas diferencias se utilizó la diferencia media tipificada o d de
Cohen, que indica la medida en la cual dos distribuciones no se
superponen.
4. Resultados
La presentación de este apartado se organiza de acuerdo con los
objetivos específicos propuestos en la presente investigación,
señalando, en primera instancia, los
datos de fiabilidad de las escalas utilizadas y,
posteriormente, la descripción
de los resultados obtenidos de acuerdo con los
análisis estadísticos empleados.
De acuerdo con los resultados de la prueba Alpha de Cronbach, la escala
de discrepancia del Yo presentó un α = 0,79. En cuanto a la escala de
actitudes hacia la compra, los resultados indican un α = 0,846
(Racionalidad α = 0,79; Impulsividad α = 0,80; Compulsividad α = 0,86).
Para terminar, la escala de valores materiales presenta un α = 0,79
para “éxito Social” y α = 0,75 para “Felicidad Personal”.
En relación con el primer objetivo específico, la Tabla 1 muestra las
medias obtenidas por los sujetos en cada una de las escalas aplicadas.
Como se observa en la Tabla No.1, en relación con la
discrepancia del Yo, las medias más altas se presentan en las
dimensiones de Yo intelectual, Yo físico (peso)
y Yo económico. Respecto a la comparación de los promedios de
los sujetos con respecto al punto central de la escala (2,5 puntos) en
la dimensión discrepancia del Yo intelectual (M = 2,68, D.S = 1,07) se
observan diferencias estadísticamente significativas (con tamaño del
efecto grande) de acuerdo con el punto central (t =
32,22, p< 0,01, d = 0,92) con un 68% de la muestra sobre el
punto medio de la dimensión (2,5 puntos). En cuanto a la dimensión Yo
físico (peso) (M =2,52, D.S. = 0,98) se encuentran diferencias
significativas con tamaño de efecto grande respecto del punto central
(t = 33,01, p< 0,01, d = 0,93) con un 65% de la muestra sobre el
punto medio. Por su parte, en la dimensión Yo económico (M = 2,13, D.S.
=0.92) aparecen diferencias estadísticamente significativas con tamaño
de efecto medio (t =29,88, p< 0,01, d = 0,73) con un 28% de los
sujetos sobre el punto medio de la escala.
En cuanto a la comparación de los promedios de los sujetos en las
dimensiones de las actitudes hacia la compra y considerando el punto
central de la escala (3,5 puntos), se observa un predominio de la
Racionalidad (M = 3,99, D.S = 1,95) con diferencias estadísticamente
significativas y tamaño del efecto grande en relación del punto central
(t =41,06, p < 0,01, d = 0,95), donde el 63% de los sujetos de
la muestra reportan un puntaje mayor al punto central. Respecto a la
Impulsividad (M = 3,34, D.S = 1,10) la diferencia estadísticamente
significativa referente al punto central es moderada (t = 39,29,
p< 0,01, d =0,62), y un 53,9% de los sujetos reportan un puntaje
menor al punto central. En cuanto a la Compulsividad, las puntuaciones
son muy bajas (M = 1,68, D.S = 0,83), con un 95% de la muestra bajo el
punto central de la escala.
En relación a la escala de Valores materiales y la comparación de los
promedios de los sujetos en ambas dimensiones, con respecto del punto
central de la escala (3,5 puntos), se observa que en la dimensión éxito
Social (M = 2,04, D.S = 0,94) existen diferencias
estadísticamente significativas (con
tamaño del efecto grande)
de acuerdo con el punto central
(t = 28,02, p< 0,01, d = 0.95), donde el 89,4% de los sujetos de
la muestra reportan un puntaje menor al punto central. Esto mismo
ocurre en la dimensión de Felicidad Personal (M= 2,51, D.S = 1,21),
donde la diferencia estadísticamente significativa respecto del punto
central es grande (t = 26,63, p< 0,01, d = 0,92), y un 83,6% de
los sujetos reportan un puntaje menor al punto central.
Análisis de Relaciones
En este apartado se describen los resultados correspondientes a los
objetivos específicos 2 y 3.
De acuerdo con la relación entre Racionalidad y discrepancia del Yo,
los resultados obtenidos en la prueba de Pearson no indican la
existencia de una relación entre esta dimensión y
la discrepancia del Yo en ninguna de sus dimensiones.
En cuanto a la relación entre Impulsividad y Discrepancia del Yo, el
análisis correlacional de Pearson entre las escalas arrojó relaciones
significativas y bajas con las dimensiones: Discrepancia del Yo
intelectual (r = 0,173, p = 0,05); Discrepancia del Yo físico (belleza)
(r = 0,187, p = 0,05) y con la Discrepancia del Yo económico (r =
0,240, p = 0,01). Según el planteamiento de la Hipótesis 1, estos
antecedentes permiten afirmar solo parcialmente que a mayor tendencia
actitudinal Impulsiva mayor discrepancia del Yo, puesto que tres de las
siete dimensiones de esta última presentan relaciones significativas
con tal actitud.
En cuanto a la identificación de las relaciones existentes entre
Compulsividad y Discrepancia del Yo, se observaron relaciones
positivas, significativas y bajas con las dimensiones Discrepancia del
Yo intelectual (r = 0,179, p = 0,05) y Discrepancia del Yo económico (r
= 0,203, p = 0,01). De acuerdo con estos resultados, en la Hipótesis 2
existe un cumplimento parcial de que a mayor tendencia actitudinal
Compulsiva, mayor discrepancia del Yo, ya que de las siete dimensiones
de la discrepancia del Yo, dos presentan relaciones significativas con
tal actitud.
Finalmente, se analizó la relación entre valores materiales en sus
dimensiones éxito Social y Felicidad Personal, las actitudes hacia la
compra y la discrepancia del Yo. En la dimensión éxito Social, se
observa una correlación positiva pero baja con Impulsividad (r =0,356,
p = 0,01) y Compulsividad hacia la compra (r = 0,346, p = 0,01). En la
dimensión Felicidad Personal, la correlación es positiva y baja con
Impulsividad (r = 0,293, p = 0,01), observándose que esta es mayor con
Compulsividad (r = 0,347, p = 0,01).
En cuanto a la relación entre valores materiales y discrepancia del Yo,
se observan correlaciones medias y significativas entre la dimensión
éxito Social y discrepancia del Yo económico (r = 0,486, p = 0,01) y
entre Felicidad Personal y discrepancia del Yo económico (r= 0,609, p =
0,01). A partir de estos resultados referidos, se cumple parcialmente
la Hipótesis 3 que planteaba la existencia de que a mayor valores
materiales mayor discrepancia del Yo, puesto que dos de las siete
dimensiones de la discrepancia del Yo presentan relaciones
significativas con las dimensiones de valores materiales.
Respecto a la relación entre
Racionalidad y discrepancia del Yo, los resultados obtenidos en la
prueba de Pearson no indican la existencia de una relación
entre esta dimensión y la discrepancia del Yo en ninguna de
sus dimensiones.
Diferencias de género
En relación con el objetivo específico 4, en primer lugar, se observa
una relación positiva, significativa y baja entre género y racionalidad
(r = 0,187, p = 0,05) y entre género y compulsividad (r = 0,190, p =
0,05).
La Tabla 2 muestra el resultado medio obtenido por cada sexo en las
dimensiones de actitudes hacia la compra, la desviación estándar (SD),
el valor t (prueba t para medias independientes), el nivel de
significación y la diferencia entre las medias (valor d). Los signos
negativos se entienden como una diferencia a favor de las mujeres.
Al examinar la Tabla 2 se pueden apreciar diferencias estadísticamente
significativas en los valores t en las dimensiones de Racionalidad y
Compulsividad, no observándose diferencias en Impulsividad. Las mujeres
presentan medias superiores a los hombres tanto en Racionalidad como en
Compulsividad. De acuerdo con estos resultados, se rechaza la Hipótesis
4 que planteaba la diferencia entre hombres y mujeres en la actitud
materialista y la discrepancia del Yo; por el contrario, se acepta la
Hipótesis 5 referida a la existencia de diferencia significativa en la
tendencia actitudinal Compulsiva y la discrepancia del Yo,
encontrándose en las mujeres una media más alta.
Como fue señalado, para determinar el tamaño del efecto se utilizó la
prueba d de Cohen. En el presente estudio, las diferencias
estandarizadas entre las puntuaciones medias de ambos sexos (d) se
encontraron en las dimensiones de Racionalidad y Compulsividad, en las
cuales los puntajes medios de las mujeres sobrepasaron los puntajes
medios de los varones en 0.30 y 0.38 desvíos estándar respectivamente
para cada dimensión. El tamaño del efecto en estas pruebas puede
considerarse pequeño, pero significativo.
5. Conclusiones
Uno de los impactos de la globalización y el papel que el consumo juega
en ella se aprecia en la connotación que los individuos atribuyen a la
compra de bienes y servicios, cargando al proceso mismo de signos y
símbolos sociales y culturales vinculados a deseos, actitudes, valores
y motivaciones expresos en las características del producto, los cuales
determinan finalmente su adquisición.
Desde esta perspectiva, el consumo influye de manera trascendental en
la construcción de la identidad personal y social de las personas,
constituyendo a las posesiones en una expresión e incluso extensión de
la imagen de uno mismo.
En la presente investigación, los resultados con estudiantes de
formación inicial de profesores indican la presencia de discrepancias
del Yo en sus dimensiones: Yo intelectual, Yo físico (peso) y Yo
económico. Este resultado podría estar vinculado, por una parte, a las
características demográficas y psicográficas
de los sujetos, especialmente al hecho de
tratarse de
jóvenes que se encuentran cursando estudios universitarios y a su
proceso de construcción de identidad, donde, como ya se ha señalado, el
estilo de consumo ejerce una importante influencia (Denegri y Martínez,
2004; Martin-Barbero, 2002; Lipovestky, 2000).
En este segmento, la exigencia de habilidades cognitivas compatibles
con la vida académica constituye claramente una preocupación permanente
y, probablemente, una fuente también de ansiedad y
frustración cuando las expectativas de rendimiento no van acordes con
el logro académico real. Este es un punto que debería abordarse en
investigaciones posteriores vinculando la discrepancia del Yo
intelectual con el logro de metas académicas. Por otra
parte, la discrepancia en el Yo físico (peso) se
vincula a la alta valoración que se otorga en nuestra
sociedad a la
apariencia física y a las actividades y bienes orientados al logro de
un cuerpo delgado y armónico (Dittmar, 2008). Este resultado es
coincidente con lo encontrado previamente
en otros estudios
con jóvenes universitarios (Luna-Arocas y Fierres,
1998, Luna-Arocas, et al., 2004). En cuanto a la discrepancia del Yo
económico, aparece vinculado a la dependencia económica con los padres
que estos jóvenes mantienen como parte del proceso de culminación de su
formación profesional, lo que probablemente entra en contradicción con
sus propias expectativas de manejo autónomo de recursos monetarios
propios y con las permanentes presiones sociales hacia el consumo como
una forma de integración y autorrealización (Dittmar, 2008).
Otro hallazgo interesante se vincula a la presencia de un predominio de
las actitudes racionales hacia la compra. Este resultado es semejante a
los encontrados en estudios similares con poblaciones universitarias
(Botero et al; 2008; Denegri, et al., 2012). Por ello, es probable que
el predominio de una actitud racional hacia la compra, expresada
fundamentalmente en la valoración de la planificación de los gastos y
la organización del presupuesto, se vincule a la necesidad pragmática
de organización financiera necesaria para responder a su condición de
sujetos dependientes económicamente que deben lograr articular los
recursos generalmente escasos, que les proporcionan sus padres con sus
necesidades de compra. En el caso de la impulsividad, se
aprecia un porcentaje importante de sujetos que se ubican sobre el
punto medio de la escala, lo que coincide con los hallazgos de
investigaciones previas que reportan que los jóvenes tienden a
manifestar una cierta tendencia hacia la compra impulsiva mediada por
la presión ambiental hacia la construcción de identidad a través del
consumo (Botero, et al., 2008; Luna-Arocas y Fierres, 1998;
Luna-Arocas, Puello y Botero, 2004). Un aspecto relevante de estos
resultados radica en la coexistencia de estilos actitudinales
racionales con estilos impulsivos, lo que podría orientar a una
fragilidad y ambivalencia en la forma en la cual estos jóvenes se
enfrentan a sus decisiones de compra y, por ello, al riesgo de mal
manejo financiero (Denegri et al., 2012ª).
En cuanto a la presencia de valores materiales, los resultados señalan
que el nivel de valores materiales de los sujetos en ambas dimensiones
se encuentra bajo el punto central estimado, lo cual da cuenta de bajos
niveles de valores materiales asociados a éxito Social y Felicidad
Personal. Aun cuando en ambas dimensiones los sujetos puntúan por
debajo del punto central, en el caso de la dimensión éxito Social se
observa una tendencia mayor a responder en desacuerdo con las
afirmaciones que vinculan a los valores materiales con el éxito Social
comparado con aquellas que asocian la posesión de bienes con el logro
de la Felicidad Personal, donde las medias son más altas.
Es posible plantear varias hipótesis respecto de estos resultados. La
primera es que, efectivamente, la población estudiada asocie la
posesión de bienes materiales a logros personales (Felicidad Personal)
y no necesariamente tenga una función directa en la
diferenciación con otros (éxito
Social). Este resultado puede vincularse a los hallazgos previos de
Denegri, González y Sepúlveda (2010b) en los que se observó que los
profesores en ejercicio asociaban la posesión material con la
satisfacción de sentimientos personales de logro de bienes como
resultado de su propia competencia profesional. Además, la presencia
general de bajos niveles de valores materiales podría vincularse a los
valores y creencias propios de la cultura de la población estudiada
(estudiantes de pedagogía), donde existe una tendencia a sancionar
negativamente la preponderancia de los valores materialistas propios de
los sistemas neoliberales. Como algunos autores señalan, sería esta
mirada crítica frente a la sociedad de consumo lo que estaría a la base
del llamado “malestar juvenil” (Judt, 2009; Olivares, 2012).
Asimismo, no se encuentra relación entre la actitud de racionalidad
hacia la compra y los distintos ámbitos de discrepancia del Yo, lo que
permite postular que probablemente el proceso de planificación de la
compra otorga una percepción de control que reafirma el Yo y disminuye
su discrepancia. Este es un aspecto que habrá que profundizar en
investigaciones posteriores.
También, se observa una relación entre la actitud impulsiva hacia la
compra y la presencia de discrepancia del Yo a nivel intelectual,
quizás derivado del reconocimiento que hacen los jóvenes de
su tendencia a tomar decisiones de compra basados en su emocionalidad,
lo que les provoca tensión en cuanto a sus capacidades cognitivas para
controlarse. Lo anterior se reafirma con la relación encontrada entre
actitud compulsiva hacia la compra y discrepancia del Yo intelectual.
Más aún, se identifica que los futuros docentes presentan discrepancias
asociadas a la insatisfacción con su atractivo físico en cuanto a su
imagen corporal como personas que cuidan de su peso y condiciones
atléticas, ello probablemente podría conducirlos a un consumo orientado
al deseo de poseer las
cualidades subjetivas que puede
otorgar un determinado producto de mejoramiento de la imagen
como una forma de compensación. Tal hecho es evidente en un contexto
donde, como destaca Botero et al., (2008), la imagen corporal se ha
convertido en un producto de venta, lo cual ocasiona un afán desmedido
por adquirir productos que garanticen una apariencia física agradable.
Este es un resultado que orienta a la necesidad de explorar en futuras
investigaciones, ante qué tipo de productos es más probable presentar
una actitud impulsiva frente a su adquisición.
Del mismo modo, la relación entre valores materiales y ciertas
discrepancias del Yo podría vincularse a lo que postula Belk (1988) al
señalar que el acto de consumir es una producción
del Self deseado a
través de las imágenes
y estilos que transmiten las
posesiones, abarcando imágenes deseadas que le permiten al consumidor
un sentimiento de éxito al poseer productos que proyectan tales
imágenes (Richins y Dawson, 1992). De esta forma, por medio del consumo
se estarían satisfaciendo necesidades sociales como el prestigio, la
diferenciación y la distinción (Amaldoss y Jain, 2005).
En cuanto al género y su relación con la actitud hacia la compra se
observa que los puntajes medios de las mujeres sobrepasaron los
puntajes medios de los varones tanto en racionalidad como
compulsividad, lo que es compatible con lo encontrado en
investigaciones previas que señalan que las mujeres presentan una
actitud más positiva hacia el consumo y la compra (González, Romero,
Ulloa y Vázquez, 2009) a pesar de tener una mayor tendencia hacia la
planificación (Denegri, Alí, Novoa, Rodríguez, Del Valle, González,
Etchebarne, Miranda y Sepúlveda, 2012). De esta forma, las mujeres
presentan un perfil más bien ambivalente con coexistencia de actitudes
antagónicas, lo que las constituye en un grupo de riesgo al ser más
susceptibles a la influencia del contexto de consumo, especialmente la
publicidad y presión de los ambientes comerciales, lo que
podría influir en su equilibrio financiero (Luna y Ferres,
1998; Beth y Dittmar, 2011).
A partir de los resultados discutidos, se constata la presencia de una
relación de intensidad variable entre algunas de las dimensiones de
discrepancia del Yo, específicamente en los ámbitos físico (peso),
intelectual y económico, y las actitudes de impulsividad y
compulsividad hacia la compra, así como con las dimensiones de éxito
social y felicidad personal de la escala de valores materiales. Queda
en evidencia que el consumo juega un papel importante en la
construcción del concepto del Yo al entregar a los individuos una
materialización concreta de la consecución de sus aspiraciones e
ideales. De esta forma, quien acceda a los bienes y servicios que le
permitan disminuir sus zonas de discrepancia, aumentará su autoconcepto
y, por el contrario, disminuirá en el caso de no salir victorioso en
cuanto a sus aspiraciones (Goñi, Ruiz de Azúa y Rodríguez, 2005). De
esta manera, si la discrepancia entre el Yo real y el Yo ideal es alta
en un número importante de los estudiantes de pedagogía participantes
en esta muestra, esto puede repercutir en los niveles de insatisfacción
que presente y en sus esfuerzos por aumentar sus niveles de consumo
para afrontar esta sensación de malestar. Ello es evidente en la
tendencia de los individuos a responder de manera positiva a las
presiones que ejerce el mercado de consumo y los valores materiales,
que proponen la compra como solución a problemas personales, es decir,
propicia soluciones superficiales
que van en desmedro
de la salud mental y
que se encuentran en aumento afectando de manera
significativa a la población (Luna-Arocas, 2005). Dicho lo anterior, es
concordante con lo que Bauman (2007) denomina como sociedades
consumistas, que se definen por el aumento permanente de la intensidad
y volumen de los deseos. Este hecho generaría una producción de bienes
de rápida obsolescencia, una inestabilidad de los deseos y la
insaciabilidad de las necesidades, aumentando permanentemente la
discrepancia entre lo deseado y lo conseguido.
Ello es evidente si observamos los resultados de este estudio, donde
jóvenes universitarios que son, a la vez, futuros profesores de otros
jóvenes muestran actitudes ambivalentes frente al consumo, donde
coexisten tendencias actitudinales racionales con tendencias impulsivas
y que manifiestan discrepancias entre su yo real e ideal. Si
consideramos su postura actual frente al consumo y su futuro rol como
formadores y su efecto de modelaje de
conductas sociales en sus futuros estudiantes, se podría inferir que
profesores con actitudes positivas
o ambivalentes frente al consumo impulsivo podrían
modelar este patrón actitudinal, al ser los
segundos agentes de socialización económica de sus estudiantes después
de la familia (Denegri y Martínez, 2004) y dado que los profesores no
solo transmiten conocimientos, sino también actitudes, valores,
creencias y patrones conductuales (Trilla,1992).
El segundo impacto está vinculado a su calidad de ciudadanos, pues
dados los profundos cambios socioeconómicos, políticos y culturales
generados por la globalización (Elizalde, 2003; Denegri et al., 2010b),
se vuelve cada vez más prioritaria la formación en materias económicas,
que posibiliten a los individuos insertarse efectivamente en la
sociedad, ejerciendo una ciudadanía responsable y manteniendo una
postura critica frente al consumismo.
Lo anterior remite a la importancia de incluir la formación económica y
financiera en la formación inicial de los futuros docentes, incluyendo
la comprensión de las variables que determinan el comportamiento de compra y
especialmente la reflexión crítica sobre sus actitudes y valores frente al
consumo y cómo estos impactan en la formación de su autoconcepto
personal, social y profesional.
También, sería necesario profundizar en futuras investigaciones, la
variación y diferencias de las actitudes hacia la compra con las
capacidades económicas reales de los individuos y, por lo tanto, con su
capacidad de pago como una variable que podría moderar las tendencias
hacia el consumo impulsivo.
Finalmente, teniendo como base los resultados observados, es importante
considerar en futuras investigaciones la selección de muestras
probabilísticas que permitan generalizar los resultados y la inclusión
de otras técnicas de recolección de la información, porque si bien el
presente estudio muestra relaciones interesantes, sería necesario
profundizar en la subjetividad de los individuos para comprender de
manera más completa sus motivaciones y tendencias actitudinales así
como el significado que el consumo juega en sus vidas.
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Correspondencia a:
Marianela Denegri Coria: Centro de Investigación en Psicología
Económica y Consumo, Universidad de La Frontera,
Chile. Dirección electrónica: marianela.denegri@ufrontera.cl
Constanza García Jara: Tesista Programa de Magister en Psicología. Universidad de La
Frontera.
Nicolle González Rivera: Tesista Programa de Magister en Psicología. Universidad de La
Frontera.
Jocelyne Sepúlveda Aravena: Centro de Innovación Profesional. Universidad de La Frontera.
Artículo recibido: 24 de octubre, 2013 Devuelto para corrección: 10 de
marzo, 2014 Aprobado: 15 de mayo, 2014