CALIDAD EN LA FORMACIóN INICIAL DOCENTE: LOS DéFICITS DE LAS
COMPETENCIAS PEDAGóGICAS Y DISCIPLINARES EN CHILE
QUALITY IN INITIAL TEACHER TRAINING: THE DEFICIENCIES IN PEDAGOGICAL
AND DISCIPLINARY SKILLS IN CHILE
Carlos Rodríguez Garcés1, Víctor Castillo Riquelme2
1 Catedrático en la Universidad del Bío-Bío, encargado de área del
Centro de Investigación y Desarrolló en Informática Educativa (CIDCIE).
Doctor en Multimedia Educativa por la Universidad Barcelona. Dirección
electrónica: carlosro@ubiobio.cl
2 Asesor ayudante del Centro de Investigación y Desarrollo en
Informática Educativa (CIDCIE) de la Universidad del Bío-Bío. Dirección
electrónica: vicastil@alumnos.ubiobio.cl
Dirección para correspondencia
Resumen
Los procesos de Formación Docente tienen un rol clave en el
mejoramiento de los sistemas educativos. Medir la calidad de la
formación recibida por los nuevos profesores adquiere gran relevancia.
Este artículo busca analizar estadísticamente los niveles de logro
alcanzados por 3.219 profesores noveles en la Prueba Inicia 2011. Por
medio de una batería de ítems esta prueba evalúa conocimientos
disciplinares y pedagógicos de los profesores recién egresados del
Sistema de Educación Superior chileno. Los resultados señalan que el
60% carecería de las competencias básicas para ejercer, registrando
escaso dominio disciplinar, manejo pedagógico, en especial en Ciencias
y Matemática. Los egresados de Institutos Profesionales obtienen los
peores resultados, así como las instituciones no selectivas. Presentan
una mayor calidad en la formación de los profesores cuando las
instituciones implementan sistemas de selección o reclutamiento más
estricto, así como las que tienen mejores índices en los sistemas de
acreditación.
Palabras clave: PRUEBA INICIA, CERTIFICACIóN, FORMACIóN INICIAL
DOCENTE, EDUCACIóN SUPERIOR, CALIDAD EDUCATIVA, CHILE
Abstract
Teacher Education processes have a key role in improving education
systems, that is why measuring the quality of the training received by
new teachers is more relevant. This article a study which analyzes
descriptive and inferential levels achieved for the Test Inicia 2011.
Through a battery of items this test assesses disciplinary and
pedagogical knowledge of teachers recently graduated from the Chilean
higher education system. The results indicate that 60% lack of basic
skills for teaching practice, showing little knowledge of the
discipline and educational management, especially in science and math.
Graduates of Professional Institutes and nonselective institutions
obtained the worst results. The institutions that implement stricter
selection systems and they have better levels of accreditation, have a
higher quality of initial teacher training.
Key words: TEST INICIA, CERTIFICATION, INITIAL TEACHER TRAINING, HIGHER
EDUCATION, EDUCATIONAL QUALITY, CHILE.
1. Introducción
Dada la sustancial importancia que reviste hoy en día la formación de
capital humano avanzado como mecanismo de desarrollo, los estados y las
personas invierten cada vez en más educación, prueba de ello son las
históricas tasas de cobertura que alcanza la educación superior en
Chile. En ese sentido, existe una amplia oferta educativa, por lo
general de naturaleza privada, encargada de proveer los servicios
educativos, cuyos costos son solventados, en su mayor parte, por los
propios alumnos o sus familias ya sea de forma directa o con base en
endeudamiento.
Es precisamente la existencia de una población que demanda mejores
niveles de formación, la presencia del interés privado por participar
del mercado educacional, unido a deficientes mecanismos de regulación y
control, los que han posibilitado la proliferación de instituciones y
programas de formación superior extendidos a todo lo largo y ancho del
territorio nacional y de calidad segmentada.
Al respecto, y según datos del Consejo Nacional de Educación (CNED), al
año 2012, el 55% de la matrícula universitaria era de carácter privado,
cuyos alumnos estudian en instituciones creadas con posterioridad a la
reforma educativa de los años ochenta cuyo cuerpo legal se
caracterizaba por la instalación del rol subsidiario del estado y la
educación bajo demanda que posibilitó la irrupción de la participación
de proveedores privados en un mercado con escasa regulación.
Si bien los impactos de esta política de reforma educativa se hicieron
sentir de forma gradual en todo el Sistema de Educación Superior, con
base en las características de la demanda y los costos de operación de
los programas educativos, las carreras de pedagogía, pese a su menor
prestigio social, con el tiempo no escaparon de esa tendencia
(Fernández, 1995; Raczynski y Muñoz, 2007; Díaz e Inclán, 2001). En
efecto, hacia finales de los años ochenta se constata un fuerte
descenso en la demanda por ingresar a las carreras de pedagogía; por
ejemplo, algunas de las universidades tradicionales se vieron obligadas
a clausurar sus procesos de admisión de nuevos alumnos, mientras que
otras generaron una serie de mecanismos o becas para incentivar la
matrícula. Esta situación comenzó a revertirse en forma gradual con la
recuperación de la democracia, la promulgación del estatuto docente, el
mejoramiento de los ingresos del profesorado y el proceso de
reivindicación de la profesión docente. Aunque este proceso evidenció
restricciones y reticencias en cuanto a sus alcances y propósitos,
también implicó una mejora significativa respecto de la deficiente
situación en que se encontraba el sector educacional, en general, y la
profesión docente, en particular. De manera paulatina, aumenta el
número de postulantes por matrícula ofrecida en el sistema y se
constata una mejora en los puntajes de ingreso (ávalos, 2003; OCDE,
2004). Este cambio de tendencia motivó un incremento en la oferta de
estas carreras a través de la reapertura de los programas que se habían
cerrado por la baja demanda y, en especial, por medio de la creación de
nuevos programas de formación docente en las universidades privadas
(ávalos, 2010). Esta nueva oferta privada es extensa y heterogénea,
implementándose en diversas modalidades, con requisitos disímiles y
ampliamente distribuidos por el territorio nacional, en especial, en lo
que respecta a los programas de Educación Básica y Parvularia (INDICES
- CNED, 2012).
Según Araneda y Beyer (2009) con base en datos del Ministerio de
Educación, los programas académicos en Educación Básica crecieron en
sus matrículas a tasas del 12,4% anual, representando los alumnos en
proceso de formación inicial docente, en la actualidad, las dos
terceras partes de los profesores en ejercicio (Manzi, 2010). Este
explosivo crecimiento de la oferta educativa de profesores no se
condice con las características demográficas de la población dada la
reducción de las tasas de fecundidad, así como la cobertura casi
universal que tiene la Educación Básica. La caída de la matrícula de
los alumnos en edad escolar ejerce presión al sistema educativo toda
vez que cabe esperar que se produzca una sobre existencia tanto de
establecimientos como de profesionales. Dicha situación preocupa de
manera particular a los recintos de carácter municipal, que han visto
caer su matrícula de forma sistemática (MINEDUC, 2009).
Por lo anterior, la proliferación de programas de formación se explica
en parte por la considerable demanda por continuar estudios superiores
universitarios de un determinado sector de la población, así como
también por los bajos costes de entregar la formación pedagógica y la
ausencia de regulaciones que evidencia el mercado educativo a este
respecto. Con la excepción de algunos institutos profesionales, a los
que se les permitió seguir impartiendo las carreras de pedagogía que
históricamente brindaban, en Chile la formación de docentes es de
exclusividad universitaria, no obstante estas instituciones operan sin
mayores restricciones para la creación de nuevos programas. En efecto,
la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza de 1990 (LOCE) entregaba a
los mecanismos del mercado los procesos de actualización y
enriquecimiento del currículum, situación que no favoreció la formación
de excelencia, sino, más bien, incentivó el surgimiento de múltiples
carreras de pedagogía de dudosa calidad y pertinencia. (Gil, Guzmán,
Beca, Bellei y Sisto, 2010; García-Huidobro, 2011).
En consecuencia, la regulación que establecía la ley y operacionalizaba
el Ministerio de Educación estaba limitada por el modo prevalente de
entender la autonomía universitaria y la libertad de enseñanza, donde
el Estado era un claro entorpecedor en esta materia, dogma seguido a
ultranza a pesar de la evidencia que señalaba que la mayor parte de los
países del mundo, y en especial aquellos con buenos resultados en las
pruebas internacionales, contaban con sistemas de formación docente de
provisión pública o mixta, pero regulados en su oferta y certificación
por el Estado (ávalos, 2010).
La proliferación de estos programas tuvo efectos directos sobre las
características de la demanda a través de una reducción de los
requisitos de ingreso a pedagogía. La nueva oferta, en especial la de
naturaleza privada, fue escasamente selectiva admitiendo a alumnos con
bajo capital cultural y reducidos puntajes en las Pruebas de Selección
Universitaria o PSU3 (ávalos, 2010). Esta situación instala un problema
de calidad al interior del sistema por la vía del perfil del alumno
postulante, toda vez que la evidencia informa que la rigurosidad de los
procesos de admisión es un factor de preponderancia al momento de
analizar los niveles de logro educativo en pruebas internacionales
(Wang, Coleman, Coley y Phelps, 2003; ávalos, 2010; Wayne, 2002; OCDE,
2005; Ingersoll, 2007). En efecto, los profesores en formación en Chile
provienen de sectores socioeconómicos medio y medio-bajo, tuvieron un
bajo rendimiento escolar en la enseñanza media, presentan un bajo
puntaje PSU y una proporción significativa de ellos son primera
generación en la Educación Superior (ávalos, 2010; Manzi, 2010).
Si bien las bajas condiciones de educabilidad del postulante limitan la
capacidad que tienen los procesos de formación en su tarea por instalar
competencias cognitivas y procedimentales, es precisamente tarea de las
entidades formadoras agregar capital humano y cultural en dicho
contingente a fin de que estos futuros profesionales egresen mejor
formados. Tal situación es relevante por cuanto la evidencia
internacional constata que el dominio de los aspectos pedagógicos y
disciplinares, por parte del profesor, se asocian positivamente con los
niveles de logro del estudiantado (Shulman, 1987; Ingvarson, 1998;
Goldhaber y Brewer, 2000; Darling-Hammond y Bransford, 2005;
Darling-Hammond, Wei, y Johnson, 2009). Sin embargo, a pesar de la
importancia que revela la formación disciplinar y pedagógica de los
profesores en los niveles de aprovechamiento educativo de los alumnos
(Murillo Torrecilla, 2006) (Sanders y Rivers, 1996; Jordan, Mendro, y
Weerasinghe, 1997; Barber y Mourshed, 2007), muchas de estas
competencias no son atributo obligatorio directo e inmediato de los
procesos de formación inicial docente, sino, más bien, fruto del
esfuerzo de capacitación y reciclaje formal o informal iniciado por el
profesor y con posterioridad al egreso de su casa de estudios (Ortúzar,
Flores, Milesi y Cox, 2009).
Así mismo, mientras más amplio es el manejo pedagógico y disciplinar de
un docente, mayores son las capacidades de incidir decisivamente en el
proceso de aprendizaje de sus propios alumnos (Bravo, Falk, González,
Manzi, y Peirano, 2008), hecho que asigna vital importancia a los
procesos de formación del profesorado (Ortúzar, Flores, Milesi, y Cox,
2009) en cuanto a calidad, pertinencia y duración. Es decir, carreras
más largas no tan solo tienen la posibilidad de transitar con adecuada
profundidad por los contenidos disciplinares y pedagógicos que la
profesión demanda (Conklin y Zeichner, 2005), sino que, además, brindan
la posibilidad de implementar un conjunto de acciones remediales
tendientes a compensar las deficiencias de la formación de base de los
estudiantes que ingresan a pedagogía.
En consecuencia, al atender la importancia por mejorar los aprendizajes
del profesor es que la política estatal docente ha definido un conjunto
de acciones tendientes, en primer lugar, a robustecer los procesos de
selección o ingreso del postulante y, en segundo lugar, fortalecer la
formación inicial docente.
Atendiendo a que la selectividad, unida a las características del
proceso de formación inicial docente, está asociada a los positivos
resultados de aprendizaje en pruebas internacionales (Barber y
Mourshed, 2007), los requisitos de ingreso a una carrera de pedagogía
en Chile, a partir de 2010, son más exigentes y se instalan un conjunto
de incentivos que obran sobre la oferta y la demanda educativa, pero
sin poner en entredicho la libertad de enseñanza consagrada por el
modelo. Así, por ejemplo, se crea la beca Vocación de Profesor4 que
financia el 100% del arancel de una carrera de pedagogía elegible, es
decir, acreditada por un mínimo de 2 años y que recibe a estudiantes
con un mínimo de 500 puntos PSU, incorporando otros beneficios
dependiendo del puntaje del postulante. Esta beca tendría el potencial
de reclutar estudiantes de mejor perfil académico, atributo o
característica de la demanda sobre el que los programas de pedagogía
ofertados evidenciaban históricas dificultades para incidir en él.
Política que se basa en el supuesto de que para atraer a la carrera
docente a buenos candidatos o estudiantes talentosos se precisa de
adecuados incentivos. Si bien se puede considerar que las decisiones
racionales que toma un individuo en el proceso de acumulación de
capital humano avanzado pueden estar determinadas también por las
condiciones de rentabilidad futura de la inversión educativa realizada
y no solo ser resultado de los costos presentes (gratuidad) que esta
inversión tiene, en lo inmediato los datos informan que ha habido una
mejora en los puntajes de los estudiantes que ingresan a pedagogía.
En efecto, al año de implementarse esta beca, se registró un aumento
del 68% en los alumnos con puntajes superiores a 600 puntos PSU,
mientras que los alumnos de 700 puntos se triplicaron (García, 2011);
en el año 2011, las carreras de pedagogía de todo el sistema mostraron
un aumento de 13 puntos en el promedio PSU respecto del año anterior.
Así mismo, mientras en el período 2007-2010 tan solo un 10,7% de los
estudiantes matriculados en alguna carrera de pedagogía tenían sobre
600 puntos PSU, esta cifra ascendió a un 18,1% en el 2011 (Alvarado,
Duarte, y Neilson, 2011). Cabe señalar, que este beneficio solo se
podía utilizar en universidades que establecían un mínimo de 500 puntos
PSU para ingresar a alguno de los programas de pedagogía. Dicha
condición, que obligaba a las instituciones a elevar sus exigencias en
los procesos de admisión, en lo inmediato tuvo dos efectos
significativos; por un lado, la selectividad implicó, especialmente en
las universidades del CRUCH, una reducción en el número de postulantes
a los programas de pedagogía al no cumplir el puntaje mínimo de corte
y, por otro, una dualización de la oferta educativa de carácter privado
articulándose programas selectivos y programas no selectivos.
Además de incidir sobre requisitos de ingreso, la acción estatal estuvo
encaminada a enriquecer la calidad de los procesos de formación inicial
docente a través de la mejora y actualización de los planes de estudio
así como del perfeccionamiento e innovación de las prácticas
pedagógicas desarrolladas al interior de las instituciones formadoras
de profesores. Aquí merece especial mención el Programa de
Fortalecimiento de la Formación Inicial Docente (FFID) y el Programa
Inicia, que fue creado en el 2008 y descansa sobre tres componentes
fundamentales: primero, la definición a nivel ministerial de
orientaciones curriculares y estándares disciplinarios y pedagógicos
para la formación inicial de profesores; segundo, la ejecución de
programas de apoyo a instituciones formadoras expresados en convenios
de desempeño y, por último, la medición evaluativa de conocimientos y
competencias que presentan los egresados denominada Prueba Inicia.
La Prueba Inicia se constituye en una batería de ítems que se aplica
desde el 2008 a los egresados de Educación Básica, sumándose Educación
de Párvulos en el 2009, y tiene como propósito medir los conocimientos
que tienen los egresados cuando inician sus actividades docentes sobre
los contenidos a enseñar, la pedagogía y didáctica de la enseñanza,
además de competencias básicas de comunicación escrita y habilidades en
el uso de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación. Es
una prueba a la que voluntariamente se someten los egresados; no
obstante, existen intenciones de en un futuro hacerla obligatoria y
habilitante.5
Esta Prueba Inicia posibilita examinar la calidad de los procesos
formativos de las Instituciones de Educación Superior a través de la
certificación de las competencias efectivamente instaladas en sus
egresados y que se constituyen en los niveles de suficiencia mínimos
exigibles para ejercer con idoneidad. Se basa, por lo tanto, en el
principio de que la evaluación docente constituye un elemento central
para garantizar la calidad y el mejoramiento del sistema educativo en
su conjunto orientando la definición de la política educacional, y por
su intermedio viene a complementar los procesos de medición y
certificación en la generalidad del sistema que pone énfasis en el
reclutamiento o selección de los postulantes, en la acreditación de
instituciones y programas, y en la evaluación de docentes en ejercicio,
prolongando la experiencia desarrollada a este respecto por otros
países, como por ejemplo, EE.UU., Canadá, Nueva Zelanda, Australia y
los integrantes de la Unión Europea (Ingvarson, 1999a; Ingvarson,
1999b).
En términos de calidad, un sistema educativo será la imagen de sus
maestros; por ello, la importancia de atraer a los candidatos mejor
calificados para estudiar la profesión docente y brindarles una sólida
formación pedagógica y disciplinar. En tal sentido, una evaluación
inicial docente provee información al sistema a fin de mejorar, por una
parte, las propuestas pedagógicas y curriculares de las instituciones
formadoras y, por otra, la oferta de recursos humanos que hacen al
sistema educativo. En este sentido, la Prueba Inicia provee información
para la toma de decisiones a nivel institucional y/o ministerial y se
convierte en insumo para la rendición de cuentas, aspectos sobre los
cuales históricamente ha adolecido el sistema educacional chileno en lo
que a formación superior se refiere.
En síntesis, la acción evaluativa, certificación y constatación de
logros se instala como práctica habitual y como hecho político social
de importancia en el contexto educativo. Las mediciones como las de
Prueba Inicia se establecen en el escenario público como preocupación
ciudadana en alza, que si bien se constata en otras áreas intensivas en
capital humano, adquiere especial preponderancia en la provisión de
servicios como el educativo. No solo por considerarse a la educación
como un área estratégica para el desarrollo, sino también porque su
provisión es esencialmente privada aunque financiada con fondos
públicos, lo que fundamenta y activa, por parte de los distintos
actores sociales, demandas de información que posibiliten tener una
redición de cuentas respecto de las políticas educativas, los recursos
públicos y el aseguramiento de la calidad.
En razón de lo expuesto, la presente investigación pretende describir
los niveles de logro educativo evidenciado por los profesores recién
egresados en la Prueba Inicia en sus componentes de dominio
disciplinar, manejo pedagógico, habilidad de comunicación escrita y uso
de Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) aplicables
a la enseñanza, buscando determinar, además, la importancia que tiene
el perfil académico y las características institucionales en la
configuración de mejores niveles de desempeño en cada una de las
competencias evaluadas.
2. Caracterización del instrumento y diseño
La Prueba Inicia es una evaluación anual a la que se someten los
egresados de los programas de pedagogía impartidos por las 44
Instituciones de Educación Superior en Chile. Tiene por finalidad
evaluar la calidad de la formación de estas instituciones, así como el
nivel de idoneidad del recién egresado para el ejercicio profesional
docente. Actualmente, es una prueba de carácter voluntaria tanto para
instituciones como para egresados; no obstante, como se dijo en el
futuro se pretende que sea obligatoria y habilitante. Consta de cuatro
secciones independientes: Prueba de Conocimientos Disciplinares (PCD),
Prueba de Conocimientos Pedagógicos (PCP), Prueba de Habilidades
Básicas de Comunicación Escrita (PCE) y Prueba de Habilidades TIC en
Ambientes Pedagógicos (PTIC).
La Prueba de Conocimientos Disciplinares (PCD) evalúa los aspectos y
componentes particulares de la disciplina, es decir, el manejo del
contenido a enseñar con base en los Planes de Estudio de Enseñanza
Básica. Esta prueba consta de 60 preguntas y se encuentra segmentada en
virtud de la rama de la ciencia de que se trate: Matemáticas, Ciencias
Naturales, Lenguaje e Historia, cada una con 15 ítems. El puntaje
resultante se tipifica con base en la Teoría de Respuesta al ítem
(Puntaje IRT) y divide en tres niveles de desempeño: Insuficiente
(menor que 109), Aceptable (entre 109 y 147) y Sobresaliente (mayor o
igual que 148).
Por su parte, la Prueba de Conocimientos Pedagógicos (PCP) estima el
nivel de dominio que evidencian los recién egresados en torno a la
didáctica de la enseñanza y teorías del aprendizaje. Está conformada
por un total de 30 ítems, cuyo puntaje se estandariza con base en la
Teoría de Respuesta al ítem segmentado en tres niveles de desempeño:
Insuficiente (menor que 96), Aceptable (entre 96 y 128) y Sobresaliente
(mayor o igual que 129).
Mientras tanto, la Prueba de Habilidades Básicas de Comunicación
Escrita (PCE) mide competencias comunicativas que son evaluadas
mediante la escritura de un ensayo de carácter argumentativo del cual
se evalúan los componentes: Ortografía, Vocabulario, Estructuración del
Texto, Presentación de Tesis, Cohesión del Texto y calidad de la
Argumentación y Contra-Argumentación. Tanto la prueba como sus
dimensiones están estructuradas en puntuaciones que transitan de 100 a
400 puntos, divididos en dos niveles de desempeño: Inadecuado (menor
que 250) y Adecuado (mayor o igual que 250).
Para terminar, la Prueba de Habilidades TIC en Ambientes Pedagógicos
(PTIC) evalúa, en un total de cinco dimensiones, el manejo a nivel de
usuario de las herramientas tecnológicas con aplicabilidad en la
enseñanza. En resumen, explora competencias en el uso de computador y
manejo de archivos, hojas de cálculo, procesadores de texto,
realización de presentaciones y trabajo con herramientas de información
y comunicación. El puntaje se estandariza con base en la Teoría de
Respuesta al ítem y se expresa en dos niveles de desempeño:
Insuficiente (menor que 100) Aceptable (mayor o igual que 100).
Las bases de datos con la información de los sujetos evaluados y
resultados obtenidos en cada una de las pruebas en términos de puntaje
y nivel de desempeño se proceden a analizar descriptiva e
inferencialmente haciendo uso del software SPSS 15.0, con base en dicha
información se estructuran tablas con los niveles de desempeño y
variables socioeducativas e institucionales asociadas a estos niveles
de logro.
3. Caracterización de la muestra
En el año 2011 un total de 3.219 profesores noveles egresados de
Educación Básica de 44 Instituciones de Educación Superior rindieron
algunas de las cuatro dimensiones que estructuran la Prueba Inicia. Los
sujetos evaluados fueron mayoritariamente mujeres (83,7%), provenientes
de instituciones privadas no tradicionales (62,9%) y no selectivas, es
decir, no hacen exigible puntaje PSU para su ingreso (55,7%); no
obstante, estudian programas en su gran mayoría acreditados (82,1%).
Si bien no existe la obligatoriedad por parte de instituciones ni
egresados de rendir la Prueba Inicia, en estos años de aplicación se ha
evidenciado un aumento de los examinados, lo que tendería,
gradualmente, a reducir el sesgo muestral posibilitando mejores y más
eficientes inferencias respecto de la calidad de los procesos
formativos e idoneidad profesional de los egresados del conjunto del
sistema.
4. Análisis de datos
Durante el año 2011 un total de 3.219 de los profesores noveles
rindieron al menos una de las pruebas de la Prueba Inicia. Estos nuevos
docentes provenían de 44 Instituciones de Educación Superior (IES) de
las cuales el 61% eran de carácter privado (5 Institutos Profesionales
y 22 Universidades) y que, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de
Educación (CNED), concentran a más del 65% de la matrícula de Educación
Básica.
Un análisis preliminar de los datos nos informa de los bajos niveles de
logro en el desempeño con independencia relativa del tipo de prueba. En
términos globales, alrededor del 60% del profesorado evaluado en la
Prueba Inicia 2011 carecería de las competencias básicas para ejercer
la labor docente en el sistema escolar chileno.
Aunque estos bajos niveles de desempeño evaluativo se constatan en cada
una de las pruebas, tal como se observa en la Tabla 1, son
especialmente evidentes en la Prueba de Conocimientos Disciplinarios
donde un 69,2% (1.074 casos) no superan la barrera de la suficiencia en
el dominio de los contenidos de la materia que han de enseñar,
constatándose como promedio un escaso 44,1% de respuestas correctas,
con leves, pero estadísticamente significativas diferencias en el tipo
de contenido disciplinar evaluado.
En esta misma tabla se observa que los resultados en conocimientos
disciplinares en su dimensión Lenguaje, aún siendo bajos, son los que
mejor nivel de logro obtienen (52,7% respuestas correctas) y distan
fuertemente del alcanzado en las otras dimensiones (Ciencias Naturales
42,7%, Matemáticas 41,1% e Historia 39,8% de respuestas correctas).
Analizados los niveles de dominio disciplinar en términos categoriales
dicotómicos (aceptable-deficiente) para cada uno de los componentes de
la prueba de conocimientos disciplinares se constata la misma
tendencia. En efecto, la mayor proporción de docentes noveles que
evidencia manejos aceptables del contenido a enseñar (al menos el 50%
de respuestas correctas) está en el ámbito del lenguaje, con un 57.4%
en nivel aceptable; mientras que las mayores dificultades se observan
en Matemáticas donde 7 de cada 10 profesores recién egresados obtienen
menos del 50% de respuestas correctas.
Estas deficiencias en el manejo de los contenidos a enseñar, de acuerdo
con los planes y programas definidos a nivel ministerial, encuentran
igual correlato al explorar aspectos referentes a la didáctica de la
enseñanza o el manejo pedagógico. La prueba Inicia, en su componente
Pedagógico, nos informa que los niveles de insuficiencia alcanzan el
41,6%, es decir, 2 de cada 5 estudiantes obtienen menos de 100 puntos
en dicha prueba careciendo, por tanto, de las competencias mínimas en
torno a las teorías del aprendizaje y técnicas para la enseñanza.
Estos bajos niveles de logro pedagógico de los profesores en la Prueba
Inicia dan cuenta, por una parte, de la deficiente calidad de los
procesos de formación inicial docente, pues expresan la dificultad de
las instituciones de Educación Superior para instalar competencias
respecto de la didáctica de la enseñanza, la psicología educacional y
las teorías del aprendizaje. Por otro lado, es predictor de las
limitaciones que tendrán estos mismos profesores en el aula al momento
de generar conocimientos de calidad y pertinencia en sus alumnos, en
especial, en aquellos provenientes de sectores más deprimidos
socioculturalmente.
Aun cuando el dominio de la didáctica de la enseñanza es importante en
toda la trayectoria educativa, este adquiere especial relevancia en los
inicios del proceso formativo de los alumnos (Educación Parvularia y
Básica), en sectores más vulnerables y estudiantes con Necesidades
Educativas Especiales, razón por la cual un profesional pobremente
idóneo verá imposibilitada la manera de revertir la precariedad con que
enfrentan el proceso educativo los estudiantes más vulnerables, y
producir en ellos los aprendizajes necesarios de manera más eficaz y
eficiente (Ruffinelli y Guerrero, 2009) a través de la articulación de
estrategias de enseñanza que, pudiendo tener un sello personal o
distintivo, dirigen y configuran los modos de educar y de enseñar a la
luz de los objetivos pedagógicos y características de los educandos
(Brundage y Mackeracher, 1980). Un profesor con escaso dominio
pedagógico se encuentra limitado en su capacidad de seleccionar las
estrategias didácticas más adecuadas en razón de la naturaleza del
contenido, el tiempo disponible o las características de sus
estudiantes de forma tal de organizar racional y práctica los recursos
y procedimientos con el propósito de dirigir el aprendizaje de los
participantes hacia los resultados previstos y deseados (Guzmán, 2011).
Por su parte, un profesor con escasos niveles de idoneidad respecto del
qué y cómo enseñar encuentra también mayores barreras en su ejercicio
profesional para empoderarse como agente de cambio. Es decir,
visualizarse como un profesional dotado de habilidades y destrezas,
cuyo accionar propicia, deliberadamente, cambios significativos y
profundos en sus alumnos, evidenciado tanto en los aprendizajes que
alcanzan, así como en las trayectorias de acumulación de capital humano
que son capaces de articular a futuro. Además, un deficiente dominio
pedagógico y disciplinar hace más estresante la actividad docente, en
especial, en contextos profesionales complejos o de elevada exigencia
viéndose sobrepasado por la contingencia escolar. A los profesores se
les demanda ser exitosos y eficientes en su labor educativa,
requerimientos que de forma esporádica pueden no estar en consonancia
con la percepción subjetiva de sus capacidades y, menos aún, con los
niveles de logro que año tras año muestran las pruebas estandarizadas
externas como el SIMCE6.
Como resultado, esta disonancia provoca un alto grado de malestar
profesional, desgaste emocional, así como una baja en la percepción de
la eficacia y autoestima del profesorado. A su vez, estas carencias
formativas en el profesorado provocarían que la acción desarrollada en
al aula sea resultado de un actuar intuitivo y escasamente planificado
e intencionado que tiende al acto repetitivo y conservador de hacer
como profesor aquello que se experimentó cuando se era alumno,
transfigurando el acto profesional educativo en una acción voluntariosa
fruto del ensayo y error y del autodidactismo. En efecto, según
Arancibia, Strasser, y Herrera (2011), la mayoría de las prácticas que
configuran los estilos de enseñanza no son adquiridas en cursos
formales, sino, más bien, están basadas en la capacidad del docente
para percatarse respecto de qué forma sus alumnos puedan aprender mejor.
Bajos niveles de dominio pedagógicos y disciplinares que vendrían a
refrendar la idea que los profesores de Enseñanza Básica se
encontrarían poco preparados para responder a las demandas educativas
del currículum conforme sus alumnos avanzan en el ciclo escolar.
Fundamentación que se constituiría en parte de la base argumental para
el reciente proceso de reforma que vino a sustituir la antigua
categorización de los doce años de escolaridad (ocho de enseñanza
básica y cuatro de enseñanza media) por seis años para cada uno de los
ciclos.
En forma análoga estas deficiencias se hacen también extensivas a la
Prueba de Comunicación Escrita donde un 59% (892 casos) obtiene logro
deficiente presentando dificultades para dar cohesión a un texto,
argumentar, reconocer vocabulario y aplicar reglas gramaticales y
ortográficas. En términos más específicos, ver Tabla 2, los resultados
son especialmente magros en las dimensiones de Vocabulario y
Ortografía, donde 9 de cada 10 evaluados no alcanza el nivel de
suficiencia (91,8% en Vocabulario y 94,9% en Ortografía). En esta misma
línea, un 72,7% presenta deficiencias para argumentar y
contra-argumentar un texto. Así mismo, los mejores resultados se
obtienen al momento de definir la estructura de un texto, donde un 98%
lo realiza con niveles aceptables de suficiencia.
Respecto de las habilidades en el manejo de las Tecnologías de la
Información y la Comunicación se observan comparativamente sólo
modestas mejoras en relación a otros componentes evaluados. En
concreto, en esta prueba 2 de cada 5 profesores evaluados no logran
superar la barrera de la suficiencia, esto es, tienen puntajes menores
a los 100 puntos7. En lo específico, los mayores niveles de dominio se
observan en el uso de procesadores de texto, de aplicaciones para la
información y comunicación (correo electrónico) y planillas de cálculo.
Estas mismas dimensiones registran, también, la mayor proporción de
profesores evaluados en situación de suficiencia (al menos 50% de las
respuestas correctas). Las mayores dificultades están asociadas con el
uso de presentaciones de estilo Power Point.
Si bien evidenciarse en el uso de las TIC los mejores niveles de logro
comparativo entre las dimensiones de la Prueba Inicia, estos son
preocupantes por al menos tres razones fundamentales. Primero, los
niveles de dominio no están a la altura de la fuerte inversión
realizada en los últimos años a fin de instalar competencias avanzadas
en el uso de tecnologías para contribuir con el mejoramiento de la
calidad y pertinencia de la educación donde se vislumbraba a las TIC
como componentes dinamizadores de las prácticas pedagógicas
tradicionales. Segundo, la explosiva disponibilidad de tecnología y la
reducción de los costes de adquisición han posibilitado una temprana y
fuerte exposición con las Tecnologías de la Información y de la
Comunicación de forma tal que es esperable que un componente no
despreciable de su manejo sea fruto del autodidactismo o el aprendizaje
extracurricular, de modo que no sería posible atribuirlo en forma
directa a la acción pedagógica intencionada por parte de las entidades
formadoras de profesores. Tercero, los niveles de dominio que aborda la
Prueba Inicia versan sobre el manejo de las TIC a nivel de usuario de
carácter rudimentario. Es decir, trata sobre aplicaciones consideradas
de propósito general, tales como la ofimática, cuyo uso no dista
significativamente del que puede evidenciar cualquier consumidor de
tecnología. No da cuenta, por lo tanto, de las competencias
tecnológicas de uso pedagógico avanzadas que un profesor precisa en
este nuevo paradigma socioeducativo. A la luz de los datos de la Prueba
Inicia, desarrollar estas habilidades tecnológicas al servicio de la
didáctica de la enseñanza que incursione más allá de la gestión
administrativa continúa siendo una tarea pendiente en los procesos
formativos del profesorado.
En síntesis, la Prueba Inicia nos informa de los bajos niveles de
idoneidad para el ejercicio de la labor educacional que tienen los
profesores noveles y de la deficiente calidad de los procesos de
formación inicial docente, cuyos efectos se han hecho sentir en todo el
sistema escolar chileno. Dicho de otro modo, las deficiencias que
muestran los escolares chilenos en las pruebas nacionales e
internacionales en los niveles de dominio de la Matemática y las
Ciencias no solo se constituyen en una constante histórica (TIMSS-1999;
TIMSS- 2003; PISA-2000; PISA-2006; PISA-2009; SIMCE), sino que, además,
estas mismas dificultades parecieran, a la luz de los datos de la
Prueba Inicia, ser extensibles a los encargados de instalar dichas
competencias en el alumnado, al menos en lo que a profesores
recientemente egresados se refiere.
Si bien tal como se señaló los resultados son deficientes con
independencia del tipo de prueba, se observan diferencias con base en
la agrupación o variable de segmentación utilizada. En términos
generales, los Institutos Profesionales obtienen peores resultados que
las Universidades Privadas y estas, a su vez, tienen niveles de logro
por debajo de los observados en las Universidades del CRUCH. No
obstante, estas observaciones deben tomarse con cautela, en razón de la
heterogeneidad interna de las categorías de agrupación utilizadas, pues
también se observan diferencias dependiendo de la naturaleza selectiva
o no selectiva de las instituciones privadas. En efecto, las
universidades privadas selectivas, esto es, que establecen mayores
requisitos de ingreso a sus programas de pedagogía, también evidencian
los mayores niveles de logro en todas las pruebas evaluadas que sus
homónimas no selectivas, en especial en las universidades privadas de
tamaño menor. Así, por ejemplo, en la Prueba de Conocimientos
Disciplinares el riesgo de caer en nivel de insuficiencia por parte de
un estudiante egresado de una universidad privada no selectiva de
tamaño menor aumenta en un 80% respecto de su par egresado de una
universidad privada selectiva, y, en términos de conocimientos
pedagógicos, este factor de riesgo de cuadruplica.
La variable años de acreditación resulta de particular interés, puesto
que se hace posible contrastarla con los niveles de logro manifestados
en cada una de las dimensiones de la Prueba Inicia bajo el supuesto de
que ambas variables funcionan como indicadores de calidad del proceso
formativo de los estudiantes y egresados noveles de las carreras de
pedagogía.
En efecto, entendiendo la acreditación como un sello distintivo de la
calidad de los programas y productos ofertados por una institución
educativa, en tanto es una entidad externa que avala y certifica esta
situación; entonces, es razonable esperar significativos y elevados
niveles de correlación con el rendimiento que los alumnos alcanzan en
las distintas baterías de instrumentos de la Prueba Inicia. Sin
embargo, al momento de realizar los contrastes se encuentran moderadas
correlaciones, cuyos índices, siendo significativos, no superan un rho
de 0.3 para cada una de las pruebas y en la totalidad del sistema de
Educación Superior.
A su vez, aunque se observa cierta tendencia en la mejora de los
puntajes, conforme aumentan los años de acreditación de las carreras
que estudiaron los profesores examinados, estas mejoras son más
evidentes a partir de los 5 años de acreditación. Así, por ejemplo, en
la Prueba de Comunicación Escrita se observan diferencias progresivas
en el nivel de logro que van desde un 21.5% en las carreras no
acreditadas (No Presentado/Rechazado) hasta un 53.9% en las carreras
con 6 años de acreditación. En el caso de la PCD, donde los niveles de
logro tienden a ser más bajos en cada categoría en comparación con las
otras pruebas, para programas de hasta 3 años de acreditación y de 6
años de acreditación, los niveles de logro son de 20.5% y 54.1%
respectivamente. En síntesis, la probabilidad de que un profesor
califique dentro de un nivel suficiente en alguna Prueba Inicia es
cercana al doble habiendo egresado de una institución acreditada por 6
años que al haberlo hecho de una institución con menos de 4 años de
acreditación o que no ofrezca garantía alguna respecto a la calidad de
sus programas.
En este sentido, la cantidad de áreas acreditadas vislumbran nítidas
diferencias en los niveles de desempeño en cada prueba. Estos niveles
de suficiencia se mueven en concomitancia con los niveles de
acreditación de manera positiva, es decir, una mayor cantidad de áreas
acreditadas van asociadas a una mayor proporción de evaluados
positivamente en la Prueba Inicia. Esta tendencia de vinculación
observada entre niveles de certificación y niveles de acreditación por
parte de las instituciones formadoras de profesores constata que son,
en efecto, las Instituciones de Educación Superior de carácter
compleja, o sea, aquellas que extienden su quehacer más allá de la
docencia las que evidencian mayor eficiencia en la instalación de
competencias comunicativas, tecnológicas, pedagógicas y disciplinares
en su alumnado. Por una parte, las universidades acreditadas en áreas
como la investigación y el postgrado tendrían una mayor capacidad para
transferir conocimiento avanzado hacia su alumnado y, por otro, la
preocupación por ámbitos como la divulgación científica, la creación
artística y la extensión las visibiliza a nivel regional y nacional
como entidades, cuyo accionar transita más allá del cultivo de la
docencia como actividad prioritaria, prestigio que las hace más
demandadas por la comunidad y posibilita desarrollar mejores y más
eficientes procesos de selección del alumnado que ingresa a sus aulas.
Exploradas las diferencias con base al sexo se observan dispares
comportamientos en razón del tipo de prueba aplicada. En ese sentido,
los hombres evidencian un mayor porcentaje de logro en la Prueba de
Conocimientos Disciplinarios que las mujeres; no obstante, tanto en la
Prueba de Comunicación Escrita como en la Prueba de Conocimientos
Pedagógicos las mujeres superan a los hombres en términos de
suficiencia. En cuanto a la Prueba TIC, el porcentaje de logro se
encuentra homogéneamente distribuido de acuerdo con el sexo.
La evidencia observada informa que habría una estrecha relación entre
la calidad de los procesos formativos constatados por medio de la
Prueba Inicia y las características de la demanda, esto es, perfil del
alumno que ingresa a algún programa de pedagogía. Es precisamente la
instalación de mayores exigencias de ingreso lo que garantiza mejores
niveles de desempeño por parte de los recién egresados. Cuando las
Instituciones de Educación Superior que dictan programas de pedagogía
seleccionan al alumnado con base en su rendimiento escolar o puntaje
PSU tienen mejores posibilidades de instalar mayores niveles de
competencia en el manejo de la didáctica de la enseñanza así como los
contenidos curriculares, formando profesionales más idóneos. Esto se ve
refrendado al comparar los rendimientos en Prueba Inicia con base al
puntaje PSU del alumno matriculado por cuanto a mayor es el puntaje del
alumno mayor también es su rendimiento en la prueba.
Mientras tanto, en la variable Promedio Ponderado Acumulado (PPA),
expresión del rendimiento académico del profesor en su formación de
pregrado, los valores más altos se asocian con menores porcentajes de
deficiencia en la Prueba Inicia, de este modo, para notas superiores a
6.0 los porcentajes de insuficiencia asociados se mueven entre un 18.8%
en la Prueba de Conocimientos Pedagógicos a un 47.4% en la Prueba de
Conocimientos Disciplinarios. En tanto, para notas inferiores a 4.7 los
porcentajes de insuficiencia alcanzan un 80,8% en la Prueba de
Conocimientos Pedagógicos, constituyéndose esta prueba como aquella en
que más diferencias se observan a raíz del PPA.
El PPA es un índice que pretende cuantificar el nivel de
aprovechamiento educativo de un alumno durante el transcurso de su
proceso formativo, es decir, es la constatación evaluativa que realizan
los docentes de un plan de estudio respecto de la calidad del
estudiante que ha sido formado. Por tanto, como indicador presentaría
determinadas cualidades métricas que la hacen objetiva, confiable y
válida, pudiéndose comprobar con fuentes de validación externa. Por
ello, sería sobremanera esperable encontrar fuertes correlaciones entre
PPA y puntaje Inicia, en especial en los componentes Disciplinares y
Pedagógicos. No obstante, al momento de contrastar esta asociación se
obtienen correlaciones, si bien significativas, bastante modestas. En
efecto, PPA tiene un índice r = 0.32 para su componente disciplinario y
un r = 0.36 para el componente pedagógico.
Modestos niveles de correlación entre la evaluación interna (PPA) y
certificación externa (Prueba Inicia) que estarían informando de las
deficiencias que tienen las mismas instituciones educativas para
certificar, mediante sus propios sistemas evaluativos, la idoneidad del
profesional formado en sus aulas. Pareciera ser que las prácticas
evaluativas están también relacionadas con la emisión de juicios
valorativos de carácter infundado sobre el trabajo y accionar de los
estudiantes construidos desde marcos axiológicos y epistemológicos del
profesor de carácter subjetivo, de escasa rigurosidad y de atenuada
capacidad predictiva. Es decir, la calificación que realizan las IES
respecto de los profesores noveles se hacen escasamente confiables y no
se condicen con las habilidades cognitivas y procedimentales instaladas
y que pueden ser evidenciadas en un desempeño profesional futuro. Más
bien, esta calificación sería reflejo de diferenciadas políticas de
asignación de notas, la existencia de variados niveles de exigencia e
inflación de las mismas.
Se suma a ello, el significativo hecho que tienden a ser mucho más
fuertes las correlaciones del Puntaje de la Prueba Inicia con el
Puntaje de Selección Universitaria que con el Promedio Ponderado Anual.
Esto es preocupante por al menos dos razones fundamentales: primero, a
diferencia de la PSU dada su naturaleza y objetivo de certificar el
nivel de aprovechamiento educativo que obtienen estudiantes como
resultado de una formación de especialidad, el PPA está en mayor
sintonía con los contenidos pedagógicos y disciplinares evaluados por
la Prueba Inicia. Segundo, la calificación PPA dado su nivel de
especificidad no solo es pertinente a lo evaluado por la Prueba Inicia,
sino que, además, se constituye en un índice evaluativo de mayor
vigencia y actualidad, pues en teoría es el reflejo del nivel de
idoneidad actual que tiene el profesor examinado, carente, por lo
tanto, del desfase temporal que, eventualmente, debería caracterizar al
puntaje PSU, que fue obtenido por lo menos cinco años atrás.
5. Conclusiones
La Prueba Inicia, aplicada de forma anual a los profesores de Enseñanza
Básica y Educación Parvularia recién egresados de alguna Institución de
Educación Superior en Chile, se constituye hoy por hoy en un referente
indicativo de la calidad de los procesos formativos y del nivel de
idoneidad para el ejercicio profesional que posee el profesor
examinado. En sus cuatro componentes evalúa el nivel de dominio
pedagógico, disciplinar, manejo de tecnologías para la enseñanza y
comunicación escrita.
Los resultados de la Prueba Inicia 2011, tanto en puntajes promedio
como en términos de certificación, son deficientes, puesto que
alrededor de un 60% de los profesores examinados no reunirían los
requisitos mínimos que lo habiliten para un desempeño profesional
docente. Deficiencias que operarían con independencia relativa del tipo
de prueba aplicada.
La prueba que muestra menores niveles de logro en los profesores
examinados es la de Conocimientos Disciplinares, en especial en sus
dimensiones de Ciencias Naturales y Matemática, donde 7 de cada 10
profesores no dominan los contenidos disciplinares y curriculares a
enseñar en el Ciclo de Educación Básica.
Estos magros resultados son preocupantes toda vez que un sistema
educativo no podrá ser mejor que los maestros que lo componen, de forma
tal que el mejoramiento de su calidad pasa necesaria e ineludiblemente
por los niveles de preparación, idoneidad y experticia de un
profesorado con amplio dominio del qué enseñar y el cómo enseñar. Así
mismo, y como corolario, se desprende que los bajos niveles de logro
alcanzados por los escolares en las pruebas nacionales e
internacionales (SIMCE, TIMSS, PISA) se relacionarían ampliamente con
las deficiencias de dominio evidenciado por sus propios docentes.
Brecha de capacidad que las reformas implementadas no han sido capaces
de subsanar, y aunque se puede expresar en la generalidad del Sistema
de la Educación Superior en Chile, se manifestaría con mayor fuerza en
la profesión docente y que expone, a juicio de la OCDE (2004, p. 291),
a la mayoría de los estudiantes del país en clases con profesores
inadecuadamente preparados en el dominio de la disciplina al nivel de
lo requerido por el currículum chileno.
Los resultados en la Prueba Inicia parecen estar más asociados con las
exigencias de ingreso y, en definitiva, con la selectividad de las
Instituciones de Educación Superior en sus procesos de admisión que con
los programas de formación y preparación profesional que estas
imparten. El perfil de ingreso del alumno de pedagogía determina
fuertemente la posibilidad institucional de instalar competencias
disciplinares y pedagógicas en el alumnado.
Si bien la selectividad mejora el desarrollo del postulante y sus
condiciones de educabilidad, la efectiva posibilidad de seleccionar a
los mejores descansa necesaria e ineludiblemente sobre las buenas
condiciones laborales y de remuneraciones del profesorado en ejercicio,
así como la valoración social que hace la comunidad de la profesión
docente. En consecuencia, en procesos de “educación bajo demanda” donde
los fondos siguen a los alumnos, la selectividad pierde su eficacia
cuando la oferta de formación profesional es poco atractiva o la
inversión realizada evidencia escasa rentabilidad futura, tal como
sucede en el ejercicio profesional docente. A modo de ejemplo, aunque
en Chile han habido mejoras en las remuneraciones del profesorado,
estas están por debajo a las percibidas por profesionales con igual
nivel de formación. Situación más evidente durante los cinco primeros
años de ejercicio laboral.
El puntaje PSU demuestra ser un eficiente predictor del rendimiento en
la Prueba Inicia a un nivel incluso superior que las del rendimiento
académico universitario (PPA) perfilando la dificultad de las
Instituciones de Educación Superior que imparten programas de pedagogía
de certificar en sus procesos evaluativos en forma objetiva, confiable
y válida las capacidades realmente instaladas en sus propios alumnos. A
la luz de los resultados de la Prueba Inicia, existiría a nivel
institucional una deficitaria calidad de los procesos formativos y de
la acción evaluativa. La evaluación sería el resultado de la aplicación
de diferenciadas políticas evaluativas y con segmentados niveles de
exigencia, pertinencia y validez.
El sistema de acreditación, tanto institucional como de programas,
constata modestas correlaciones con los niveles de logro obtenidos en
la Prueba Inicia, o sea, la acreditación como expresión de
certificación de la calidad de los procesos formativos no se condice
necesariamente con los resultados que obtienen los alumnos formados en
dichas instituciones, escapando a esta tendencia solo las instituciones
con más años de acreditación y más áreas acreditadas.
Atendiendo a los resultados examinados se puede sostener que la Prueba
Inicia mejorará sus índices solo en la medida que se realicen
modificaciones estructurales tendientes a intervenir en los procesos de
selección del alumno que ingresa a pedagogía en los sistemas de
acreditación institucional y de programas, en la calidad y pertinencia
de los procesos formativos, así como en la homogeneización en los
niveles de exigencia de los sistemas evaluativos que implementan las
distintas Instituciones de Educación Superior en Chile. Así mismo,
mientras persista la existencia de programas de pedagogía de dudosa
calidad, con mínimos o nulos requisitos de ingreso, con bajos niveles
de exigencia para permanecer y ser promovido, con una profesión docente
de escaso prestigio social y niveles de empleabilidad se perpetuará la
histórica incapacidad para atraer a los mejores y formar idóneos
profesores con niveles de formación a la altura de los requerimientos
que el sistema escolar y Chile precisan.
Notas y Citas
3 La PSU (Prueba de Selección Universitaria) es un test estandarizado
escrito realizado en Chile desde 2003 para el proceso de admisión a la
educación universitaria, que vino a reemplazar la anterior Prueba de
Aptitud Académica (PAA).
4 Para mayor información sobre condiciones y beneficios ver MINEDUC -
Beca Vocación de Profesor
5 Ver Proyecto de Ley Nueva Carrera Docente: Sistema de Promoción y
Desarrollo Profesional Docente, disponible en comunidadescolar.cl
6 El Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE) es el
sistema de evaluación que la Agencia de Calidad de la Educación utiliza
para evaluar los resultados de aprendizaje de los establecimientos
evaluando el logro de los contenidos y habilidades del currículo
vigente en diferentes asignaturas o áreas de aprendizaje, a través de
una medición que se aplica a todos los estudiantes del país que cursan
los niveles evaluados.
7 Puntaje tipificado en base a la Teoría de Respuesta al ítem.
2. Referencias
Alvarado, Macarena; Duarte, Fabian y Neilson, Christopher. (2011).
Efectos Beca Vocación de Profesor. Centro de Estudios Mineduc.
Recuperado de
http://mt.educarchile.cl/mt/jjbrunner/archives/Beca_Profe.pdf
Arancibia, Violeta; Strasser, Katherine y Herrera, Paulina (2011).
Manual de psicología educacional. Santiago: Universidad Católica de
Chile.
Araneda, Paulina y Beyer, Harald. (2009). Hacia un Estado más Efectivo
en Educación: Una Mirada a la Regulación Laboral Docente. Consorcio de
Reforma del Estado, (pp. 403-446). Recuperado de
http://www.mariowaissbluth.com/descargas/educacion_beyer_araneda.pdf
ávalos, Beatrice. (2003). La formación docente inicial en Chile.
Santiago: UNESCO. Digital Observatory for Higher Education in Latin
American and the Caribbean.
ávalos, Beatrice. (2010). Formación inicial docente en Chile: calidad y
políticas. En Cristián Bellei, Dante Contreras y Juan Pablo Valenzuela
(Eds.), Ecos de la revolución pingüina. Avances, debates y silencios en
la reforma educacional
(pp. 257-284). Santiago: Pehuén Editores S.A.
Recuperado de
http://www.ub.edu/obipd/PDF%20docs/Formaci%C3%B3%20Inicial/Educaci%C3%B3%20Universitaria/Documents/Ecos%20de%20la%20revolucion.pdf
Barber, Michael y Mourshed, Mona. (2007). Cómo hicieron los sistemas
educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos.
Santiago de Chile: McKinsey & Company Report.
Bravo, David; Falk, Denise; González, Roberto; Manzi, Jorge y Peirano,
Claudia. (2008). La relación entre la evaluación docente y el
rendimientos de los alumnos: Evidencia para el caso de Chile. Santiago:
Centro de Microdatos, Departamento de Economía, Universidad de Chile y
Centro de Medición. Disponible en
http://www.microdatos.cl/docto_publicaciones/Evaluacion%20docentes_rendimiento%20escolar.pdf
Brundage, Donald H. y Mackeracher, Dorothy. (1980). Adult Learning
Principles and their Application to Program Planning. Ontario: Minister
of Education.
Conklin, Hilary y Zeichner, Kenneth. (2005). Teacher Education
Programs. En Marilyn Cochran-Smith y Kenneth Zeichner (Eds.), Studying
Teacher Education: The Report of the AERA Panel on Research and Teacher
Education (pp. 645-736). New Jersey: American Education Research
Association by Lawrence Erbaum Associates.
Darling-Hammond, Linda y Bransford, John. (2005). Preparing teachers
for a changing World: what teachers should learn and be able to do. San
Francisco: Jossey Bass.
Darling-Hammond, Linda; Wei, Ruth y Johnson, Christy. (2009). Teacher
preparation and teacher learning: A changing landscape. En Gary Sykes,
Barbara Schneider, y David Plank (Eds.), Handbook of educational policy
research (pp. 613-636). New York: Routledge.
Díaz, ángel e Inclán, Catalina (2001) El docente en las reformas
educativas: sujeto o ejecutor de proyectos ajenos. Revista
Iberoamericana de Educación, (25), 17-41. Recuperado de
http://www.rieoei.org/rie25a01.htm
Fernández, Mariano. (1995). La profesión docente y la comunidad
escolar. Madrid: Ediciones Morata.
García–Huidobro, Juan. (2011). La Política Docente Hoy y la Formación
de Profesores. DOCENCIA, 13-22.
Gil, Francisco J; Guzmán, Isabel; Beca, Carlos Eugenio; Bellei,
Cristián y Sisto, Vicente. (2010). Reflexiones críticas de los “otros
expertos” en torno a los cambios en la política educativa chilena.
Revista Docencia, (42), 20-35. Recuperado de
http://www.revistadocencia.cl/pdf/20110126203148.pdf
Goldhaber, Dan y Brewer, Dominic. (2000). Does Teacher Certification
Matter? High School Teacher Certification Status and Student
Achievement. Educational Evaluation and Policy Analysis, 22(2), 129-145.
Guzmán, Carlos. (2011). La calidad de la enseñanza en educación
superior ¿Qué es una buena enseñanza en este nivel educativo?. Perfiles
educativos, 33(SPE), 129-141.
Ingersoll, Richard. (2007). A comparative study of teacher preparation
and qualifications in six nations. Philadelphia, Pa.: Graduate School
of Education, University of Pennsylvania.
Ingvarson, Lawrence. (1998). Teaching standards: foundations for
professional development reform. En Andy Hargreaves (Ed.),
International Handbook of Educational Change (pp.1006-1031). Dordrecht:
Kluwer Academic.
Ingvarson, Lawrene. (1999a). Professional certification: do we need
it?”. Unicorn, 25(2), 5-12.
Ingvarson, Lawrence. (1999b). The power of professional recognition.
Unicorn, 25(2), 53-70.
Jordan, Heather; Mendro, Robert y Weerasinghe, Dash. (1997). Teacher
effects on longitudinal student achievement: A report on research in
progress. Dallas, Estados Unidos: National Evaluation Institute.
Manzi, Jorge. (2010). Programa Inicia: fundamentos y primeros avances.
En Cristián Bellei, Dante Contreras, y Juan. Pablo Valenzuela (Eds.),
Ecos de la revolución pingüina. Avances, debates y silencios en la
reforma educacional
(pp. 285-308). Santiago: Pehuén Editores S.A.
Recuperado de
http://www.ub.edu/obipd/PDF%20docs/Formaci%C3%B3%20Inicial/Educaci%C3%B3%20Universitaria/Documents/Ecos%20de%20la%20revolucion.pdf.
MINEDUC. (2009). Documento Estadísticas de la Educación en Chile 2009.
Santiago de Chile: División de Educación Superior, Ministerio de
Educación.
Murillo Torrecilla, Javier. (2006). La formación de docentes: Una clave
para la mejora educativa . En OREALC/UNESCO, Modelos innovadores en la
formación inicial docente (pp. 11-56). Santiago: Unidad de Cooperación
Internacional del Ministerio de Educación y Ciencia de España.
OCDE. (2004). Revisión de políticas nacionales de educación: Chile.
Paris: OCDE.
OCDE. (2005). Teachers Matter: Attracting, Developing and Retaining
Effective Teachers. Paris: OCDE.
Ortúzar, Soledad; Flores, Carolina; Milesi, Carolina y Cox, Cristián.
(2009). Aspectos de la formación inicial docente y su influencia en el
rendimiento académico de los alumnos. En Pontificia Universidad
Católica de Chile (Ed.), Camino al Bicentenario: Propuestas para Chile
(pp. 155-186). Santiago: Centro de Políticas Públicas PUC.
Raczynski, Dagmar y Muñoz, Gonzalo. (2007). Reforma Educacional
Chilena: El díficil equilibrio entre la macro y la micro política.
Revista Electrónica Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en
Educación, 5(3), pp. 40-83.
Ruffinelli, Andrea y Guerrero, Alexis. (2009). Círculo de segmentación
del sistema educativo chileno: destino laboral de egresados de
Pedagogía en Educación Básica. Calidad en la Educación, (31), 20-44.
Sanders, William y Rivers, June. (1996). Cumulative and residual
effects of teachers on future student academic achievement. Tennessee:
University of Tennessee.
Shulman, Lee. (1987). Knowledge and teaching: foundations of the new
reform. Harvard Educational Review, 57(1), 1-22.
Wang, Aubrey; Coleman, Ashaki; Coley, Richard y Phelps, Richard (2003).
Preparing teachers around the world. Princeton, N. J.: Educational
Testing Service.
Wayne, Andrew. (2002). Teacher inequality: New evidence on disparities
in teachers' academic skills. Education Policy Analysis Archives,
10(30). Recuperado de http://epaa.asu.edu/ojs/article/viewFile/309/435
Correspondencia a:
Carlos Rodríguez Garcés. Catedrático en la Universidad del Bío-Bío, encargado de área del
Centro de Investigación y Desarrolló en Informática Educativa (CIDCIE).
Doctor en Multimedia Educativa por la Universidad Barcelona. Dirección
electrónica: carlosro@ubiobio.clVíctor Castillo Riquelme. Asesor ayudante del Centro de Investigación y Desarrollo en
Informática Educativa (CIDCIE) de la Universidad del Bío-Bío. Dirección
electrónica: vicastil@alumnos.ubiobio.cl
Artículo recibido: 26 de julio, 2013 Devuelto para corrección: 5 de
diciembre, 2013 Aprobado: 3 de marzo, 2014