Conocimientos y Experiencias de Candidatos a Maestros sobre la
Aplicación de Prácticas Promotoras de Resiliencia Educativa
Pre-Service Teachers’ Knowledge and Experiences Regarding the
Application of Practices that Promotes Educational Resiliency
Yitza A. Arcelay Rojas1
Edgardo J. Avilés Garay2
1 Assistant Professor, Montana State University. Dirección electrónica:
yitza.arcelayrojas@msubillings.edu
2 Associate Professor, Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico.
Dirección electrónica: ejaviles@pucpr.edu
Dirección para correspondencia
Resumen
El propósito de este artículo fue explorar los conocimientos y
experiencias de estudiantes matriculados en la práctica docente de una
universidad privada en Puerto Rico, sobre la implantación de prácticas
en la sala de clases que contribuyan al desarrollo de la resiliencia
educativa. El marco teórico fue el modelo de la Rueda de Resiliencia de
Henderson y Milstein. Los participantes fueron seleccionados de la
población de estudiantes de práctica docente del nivel elemental y
secundario de un recinto de una universidad privada. El diseño fue
cualitativo hermenéutico y se utilizó la técnica de entrevistas de
grupo focal. Cuatro grupos focales se configuraron: dos para explorar
los conocimientos y experiencias de los participantes del nivel
elemental y dos para el nivel secundario. Los hallazgos más
significativos recayeron en la falta de conocimiento del concepto
resiliencia. A pesar de esta falta de conocimiento, la mayoría de los
participantes (70%) mencionaron la aplicación de diversas prácticas que
se relacionan con la promoción de la resiliencia educativa y
enfatizaron la importancia que tenía para ellos el establecimiento de
una relación estudiante-docente caracterizada por apoyo y afecto. Sin
embargo, menos del 50% de los candidatos a maestro expresó la
aplicación de las siguientes prácticas que promueven la resiliencia:
Enseñar destrezas de asertividad, implantar tutorías entre pares y
promover las actividades extracurriculares. Los participantes indicaron
la necesidad de recibir mayor preparación en el entendimiento de qué es
la resiliencia y en cómo promover la resiliencia educativa.
Palabras clave: Resiliencia educativa, formación docente, docentes,
educación superior privada, institución educativa, Puerto Rico.
Abstract
The purpose of this article was to explore the knowledge and
experiences of students enrolled in a teacher preparation program at a
private university in Puerto Rico, on their ability to implement
strategies in the classroom that contribute to the development of
educational resilience. The theoretical framework was the resilience
wheel developed by Henderson and Milstein. Participants were selected
from the population of pre-service students enrolled in the student
teaching, both elementary and secondary levels, in a private
university. The design was qualitative, hermeneutic and used focus
group interviews. Four focus groups were conducted, two to explore the
knowledge and experiences of participants in the elementary level and
two at the secondary level. The most significant finding was the lack
of knowledge of the resilience concept. Despite this lack of knowledge,
most participants (70%) reported the implementation of practices that
related to the promotion of educational resilience and emphasized the
importance of establishing a supportive and caring teacher-student
relationship. However, less than 50% of the teacher candidates
expressed implementing the following practices that promote resilience:
assertiveness skills, peer tutoring and extracurricular activities.
Participants indicated the need for more preparation in resilience
aspects, including how to promote educational resilience.
Key words: Educational resilience, teacher preparation, teachers,
private higher education, educational institution, Puerto Rico.
1. Introducción
En el año 1995, Grotberg definió resiliencia como “el desarrollo de la
capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la
vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas” (p. 13).
En ese sentido, la resiliencia está determinada por múltiples factores,
resulta de una interacción entre factores protectores, tanto inherentes
al individuo como externos, y los riesgos que ocurren en la vida de las
personas (Werner y Smith, 2001). Tal y como lo resumieron Kotliarenco,
Cáceres y Fontecilla (1997), los procesos de vulnerabilidad y
protección conducen a beneficios o desórdenes y dependen de su
interacción con las variables de riesgo. De modo que enfrentar
situaciones difíciles podría ser constructivo e incluso puede
fortalecer habilidades, desarrollar la persistencia y disfrutar estados
de emoción positiva como la satisfacción que generan las actividades
creativas (Seligman, 1995). Al respecto, Werner (1992), Henderson y
Milstein (2003) indicaron que los individuos considerados resilientes,
en la mayoría de los casos, han contado con alguna persona
significativa con quien han establecido vínculos positivos de
aceptación e inclusión.
Luego de las primeras investigaciones (Garmezy, 1971, 1984; Rutter,
1979, Werner y Smith, 1992) que dieron lugar al concepto de
resiliencia, otros intelectuales estudiaron el ámbito escolar y la
construcción de la resiliencia. Por ejemplo, Waxman, Gray y Padrón
(2003) describieron el término resiliencia educativa como un proceso
que puede ser promovido a través de factores que consiguen afectar
positivamente el aprovechamiento académico del estudiante. Entre estos
factores se encuentran ciertas características personales que, según
Benard (1993), son: competencia social, destrezas de solución de
problemas, autonomía y propósito de vida, también se les conoce como
factores protectores que son condiciones o entornos, apoyos y
oportunidades capaces de favorecer el desarrollo de individuos o grupos
y de reducir los efectos de circunstancias desfavorables (Benard, 1993,
2004); además, se puede distinguir entre factores protectores externos
y factores protectores internos. Los externos se refieren a condiciones
del medio ambiente que actúan en la reducción de la probabilidad de
daños, tales como: familia extendida, apoyo de un adulto significativo
o integración social y laboral. Los internos se refieren a las
características de la persona: estima, seguridad y confianza de sí
mismo, facilidad para comunicarse y empatía (Benard, 2004). Entonces,
la promoción de la resiliencia educativa implica la aplicación de todas
aquellas prácticas que constituyen factores protectores para el
desarrollo de resiliencia en los estudiantes. Aquí es donde el papel de
los maestros recobra una función importante en la creación de
relaciones significativas con sus estudiantes; porque, la escuela,
después de la familia, es el lugar más propicio para que los
estudiantes experimenten las condiciones que promueven la resiliencia
(Waxman, Gray y Padrón, 2003). En ese sentido, los ambientes escolares,
los docentes y la educación en general pueden ser constructores de
resiliencia (Cunningham y Swanson, 2010; Henderson y Milstein, 2003;
Tiet, Huizinga y Byernes, 2010). De hecho, la resilencia se edifica en
los estudiantes en ambientes escolares agradables, tranquilos y de
confianza con interacciones personales que le transmitan optimismo y se
centren en sus fortalezas (Benard, 2003). De hecho, Benard (2003, 2004)
recalcó que el maestro desempeña un lugar crucial en este proceso,
cuando se convierte en una persona significativa para cada estudiante,
y cuando posee conocimientos y actitudes que le permitan realizar un
acompañamiento que consiste en promover y potenciar su desarrollo
integral.
No obstante, Henderson y Milstein (2003) expresaron que para que el
maestro pueda promover la resiliencia en la sala de clases tiene que
conocer qué significa el concepto y utilizar prácticas educativas con
el objetivo claro de promover la resiliencia.
Por lo tanto, conocimiento sobre qué es resiliencia y sobre cómo
aplicar prácticas educativas conducentes a su promoción son dos
aspectos claves de este estudio, cuyo propósito fue explorar los
conocimientos y las experiencias durante la práctica docente sobre la
aplicación de prácticas que promuevan resiliencia educativa de
estudiantes matriculados en un Programa de Preparación de Maestros
(PPM) perteneciente a un recinto de una universidad privada de Puerto
Rico. En concreto, el PPM es un programa universitario, de nivel
subgraduado, que, “cuando se completa indica que el matriculado ha
cumplido con todos los requisitos educativos requeridos para obtener la
certificación o licenciatura inicial para enseñar en las escuelas”
(Departamento de Educación de Puerto Rico, 2008, p. 11).
La práctica docente es “la experiencia de laboratorio culminante,
mediante la cual el estudiante-maestro asume la responsabilidad de la
enseñanza de una o más asignaturas a grupos de estudiantes del nivel
elemental o secundario” (Departamento de Educación de Puerto Rico,
2005, p. 1). Por ende, es la experiencia que le permite al candidato a
maestro aplicar, en un escenario real, todos los conocimientos
adquiridos durante los cursos del PPM. Surgen, entonces, las siguientes
preguntas: 1) ¿Qué conocimientos sobre resiliencia tienen los
estudiantes del Programa de Preparación de Maestros (PPM) durante su
práctica docente? y 2) ¿Cuáles son las experiencias de los estudiantes
del Programa de Preparación de Maestros (PPM) con respecto a la
aplicación de prácticas promotoras de resiliencia educativa durante su
práctica docente?
1.1 Trasfondo
En Puerto Rico, la educación ha sido influenciada por diversas leyes
federales debido a su relación histórica con los Estados Unidos. Por
ejemplo, a comienzos de la primera década del siglo XXI, el presidente
George W. Bush aprobó la ley federal No Child Left Behind (NCLB), que
representó un cambio radical en las metas y en el enfoque de la
educación tanto en los Estados Unidos como en Puerto Rico (U.S.
Department of Education, 2002). Las metas de esta ley incluyen: (a) el
aumento en las formas de rendir cuentas sobre el aprovechamiento del
estudiante; (b) la expansión de opciones e informaciones para los
padres o cuidadores; (c) mayor enfoque en las cualificaciones del
maestro, (d) flexibilidad fiscal y un énfasis en el uso de estrategias
y programas que demuestren ser efectivos. A la par de esta disposición,
los profesionales del área de la educación están retados constantemente
a mejorar sus competencias, a atender las necesidades de los
estudiantes y a llevar a cabo investigaciones para propiciar métodos
más efectivos de enseñanza. En ese momento, el aprovechamiento
académico es el eje de atención y acción en el ámbito local y nacional.
En consonancia con esta situación, en el año 2003 se presentó el
documento titulado President's New Freedom Commission on Mental Health
Report. Achieving the Promise: Transforming mental health care in
America (2003), recomendado para cumplir con las metas establecidas por
la ley NCLB, ya que las escuelas debían trabajar para remover las
barreras emocionales, conductuales y académicas que interfieren con el
éxito de los estudiantes, pues, como quedó señalado, la escuela es el
lugar donde los niños, niñas y jóvenes desarrollan sus habilidades
sociales y académicas. Además, es donde las personas jóvenes tienen que
aprender a lidiar con la presión de pares, a la vez que aprenden a
integrar la sociedad y a ser más independientes de su hogar.
Por lo tanto, la escuela, al igual que la familia, cumple un papel
fundamental en la formación de competencias que les permitan tener
mejores relaciones consigo mismos y con los demás (Hamre y Pianta,
2001; Waxman, Gray y Padrón, 2003), porque constituye el espacio donde
cada estudiante puede desarrollar vínculos prosociales, actitudes
positivas, valores y fortalecer todas las potencialidades que componen
elementos protectores al enfrentar situaciones difíciles o de
adversidad (Benard, 2003 y Schoon, 2006).
De forma paralela, las tendencias en el campo de la educación miran la
promoción de la resiliencia educativa como una alternativa de
prevención en la deserción escolar (Downey, 2008; Salichs, 2002). De
hecho, las estadísticas de la Encuesta de la Comunidad 2009 del Censo
Poblacional de Puerto Rico (US Census Bureau, 2014) reflejó que una
tasa de 17.3 por ciento de la población de 18 a 24 años tiene un grado
de escolaridad menor al de un diploma de escuela superior. Asimismo,
entre la población de 25 años o más, un 21.1 por ciento tiene un grado
de educación menor al de noveno grado, mientras que un 10.3 por ciento
de la población tiene un grado de educación entre el noveno y duodécimo
grado, sin diploma de escuela superior. En general, el mayor porciento
de deserción escolar es en el nivel secundario (Rivas, 2008). En suma,
la deserción escolar es una problemática en Puerto Rico que implica la
necesidad de utilizar diversas estrategias de retención; por eso, en
temas de promoción de la resiliencia educativa en la sala de clases, la
formación de los maestros es parte de estas estrategias.
Sin embargo, el problema surge cuando los maestros no conocen qué es la
resiliencia y cómo promoverla en la sala de clases. El rol de los
maestros no radica en instruir o enseñar contenido, sino que la
realidad social los desafía a realizar intervenciones en las que
utilicen estrategias que les permitan abarcar las necesidades
intelectuales y afectivas de sus estudiantes (Benard, 2004; Hamre y
Pianta, 2001). Por eso se insiste en que las estrategias de
intervención incluyen el desarrollo de aspectos de resiliencia
(Goldstein y Brooks, 2013; Miller, 2008). Por su parte, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) (2004) estableció que la iniciativa para
realizar intervenciones fundamentadas en el enfoque de resiliencia es
crucial para fomentar el desarrollo integral de los alumnos. No
obstante, Green, Oswald y Spears (2007) encontraron que lo maestros
pueden exhibir falta de conocimiento y mitos sobre cómo promover la
resiliencia. Tal y como sugirieron Koller y Bertel (2006), el problema
surge cuando existe necesidad de fomentar la resiliencia, pero los
maestros no están preparados ni capacitados en esta área. Por ejemplo,
Green, Oswald y Spears (2007) estudiaron las percepciones de maestros
sobre la promoción de la resiliencia. Los autores realizaron un diseño
mixto en el que utilizaron una escala sobre la promoción de la
resiliencia, administrada a 57 maestros y utilizaron un grupo focal
compuesto por 14 maestros. Los resultados mostraron que aunque estos
maestros tenían algún entendimiento del significado de resiliencia y
expresaron un fuerte deseo de ayudar a sus estudiantes a lidiar con la
adversidad, todavía presentaron mitos y dudas sobre el proceso de
desarrollo de resiliencia, así como de cuáles eran las características
de una persona resiliente. Los participantes pudieron describir a los
estudiantes en riesgo de fracasar, pero no expusieron que un
estudiante, a pesar de estar en riesgo, pudiera salir adelante y
alcanzar un buen aprovechamiento académico. Por lo anterior, los
autores sugirieron que el concepto resiliencia y el proceso de su
desarrollo se discutiera y se aclarara no solo en talleres de
desarrollo profesional, sino desde antes, en los cursos de preparación
de maestros, para que puedan comprender la complejidad de este concepto
y su rol en la promoción.
A la par, una crítica a los programas de preparación de maestros es que
los cursos de Psicología se centran más en proveer un entendimiento de
las diversas teorías en vez de aplicarlas al escenario escolar. Frente
a esto, Koller y Bertel (2006) señalaron que las competencias de los
egresados deben incluir el entendimiento de los siguientes temas:
promoción de la resiliencia, qué es salud mental y qué pertinencia
tiene en la escuela; la diferencia entre salud mental y enfermedad
mental; la importancia de la salud emocional y social; la creación de
un salón de clases saludable en el aspecto emocional; intervenciones de
salud mental en las escuelas; prevención de violencia escolar;
intervención de crisis individuales y grupales y manejo del bienestar
de los maestros.
1.2 Conocimientos sobre resiliencia: Preparación y rol de los maestros
Los conocimientos que tienen los maestros sobre resiliencia y la
preparación formal que reciben deben reflejar no solo una definición
general de qué es resiliencia, sino también una comprensión sobre cómo
promoverla en la sala de clases (Milller, 2008; Oswald, Johnson y
Howard, 2003). Esta situación hace meritoria la preparación de los
maestros sobre resiliencia desde antes de que se incorporen al campo
profesional, tal y como lo explicó Crespo (2010):
La construcción y promoción de resiliencia desde la escuela requiere
que el profesorado sea tutor de resiliencia. En este sentido, su
formación resulta un factor clave y, por tanto, ha de conocer las
diferentes áreas y aspectos del proceso enseñanza‐aprendizaje;
especialmente en cuestiones referidas a desarrollo socioemocional,
promoción de conductas prosociales, manejo de grupos, cambio de
actitudes y resolución de conflictos, mejora de la autoestima. (p. 6)
Asimismo, Koller, Osterlind, Paris y Weston (2004) manifestaron que los
educadores deben estar capacitados para crear un ambiente positivo en
el salón de clases, como un espacio que esté cimentado en las
fortalezas de sus estudiantes para que puedan aprender contenido
académico a la vez que desarrollen una autoimagen positiva; de
particular importancia es promover las relaciones sociales saludables
entre los estudiantes y aumentar la autoestima de los alumnos. Además,
los maestros deben estar atentos para identificar aquellos estudiantes
que están o que podrían quedar en alto riesgo de ser desertores
escolares. Los educadores deben ser capaces de reconocer y aplicar
técnicas de manejo de estrés y saber dónde encontrar apoyo cuando ellos
también confronten sus problemas emocionales (Koller, et al., 2004).
Por su parte, Wolin y Wolin (1993) especificaron que para que el
maestro pueda promover la resiliencia, este debe poseer tres
características: a) una mentalidad positiva que se enfoque en las
fortalezas de la persona en vez de las debilidades; b) un vocabulario
de comportamientos resilientes, es decir, creer en la capacidad del
estudiante y c) la habilidad de ayudar a las persona a reenfocar las
experiencias dolorosas.
Para terminar, los estudios sobre resiliencia educativa en Puerto Rico
son pocos; sin embargo, López (2010) llevó a cabo un estudio
cualitativo que utilizó la técnica de grupo focal para entrevistar a
directores de escuelas públicas de una región educativa, con el
propósito de explorar las prácticas de los directores en la creación de
contextos resilientes. Los hallazgos reflejaron que, a través de las
prácticas resilientes, los líderes pueden lidiar con los problemas
existenciales de su comunidad escolar. Entre estas prácticas
mencionaron: el cultivar una imagen positiva, el brindar apoyo a sí
mismos y a otros; permanecer equilibrados en tiempos caóticos y moverse
con propósito hacia su visión, al adaptarse y superarse ante la
adversidad. Finalmente, López (2010) recomendó que se estudiara la
percepción de los maestros sobre la promoción de la resiliencia en el
contexto escolar.
1.3 Prácticas promotoras de resiliencia
Durante la experiencia generada en la práctica docente el candidato a
maestro tiene la oportunidad de aplicar diversas prácticas con el
objetivo de propiciar el aprendizaje en sus estudiantes. Es así que en
el salón de clases el maestro también puede utilizar diversas prácticas
para promover la resiliencia educativa (Waxman, Gray y Padrón, 2004).
De hecho, Downey (2008) compiló un listado de prácticas promotoras de
resiliencia que el maestro puede implantar en la sala de clases, y que
se enumeran a continuación:
1. Relación con maestro-estudiante caracterizada por confianza y afecto.
2. Mantener una actitud positiva hacia la capacidad de logro de cada
estudiante.
3. Enfatizar esfuerzo y logro en cada estudiante.
4. Proveer apoyo para el logro académico de cada estudiante.
5. Desarrollar autoestima individual a través del énfasis en el logro
personal y en las fortalezas.
6. Ayudar a los estudiantes a desarrollar sus metas personales.
7. Ayudar a los estudiantes a desarrollar sentido de orgullo por su
trabajo.
8. Promover el desarrollo de auto control en los estudiantes.
9. Enfatizar en el desarrollo de: valentía, confianza y sentido de
pertenencia.
10. Dar a los estudiantes propósito y responsabilidad por lo que ocurre
en su escuela y en el salón.
11. Fomentar la participación estudiantil.
12. Mantener una estructura clara para el comportamiento social y
académico en la sala de clase.
13. Establecer reglas y modificarlas según sea necesario.
14. Usar equipos de aprendizaje cooperativo con metas grupales
establecidas y responsabilidad entre cada miembro de equipo para
motivar el aprendizaje.
15. Implantar tutorías entre los mismos estudiantes.
16. Implantar actividades dirigidas a fomentar la ayuda entre pares.
Estas prácticas concuerdan con las recomendaciones expuestas por Benard
(1991, 1993, 2003, 2004) así como Henderson y Milstein (2003), quienes
identificaron tres factores que son críticos para el desarrollo
saludable y el buen aprovechamiento escolar: (a) relaciones que brindan
afecto y apoyo, (b) establecer y transmitir expectativas elevadas y
realistas y (c) brindar oportunidades de participación significativa.
En particular, Henderson y Milstein (2003) establecieron un modelo
denominado La Rueda de Resiliencia que aplicaron al ámbito educativo.
Este recoge seis pasos para promover la resiliencia en el contexto
escolar que constituye una estrategia dirigida a promover la
resiliencia educativa. A su vez, estos pasos se agrupan en dos bloques.
El primero son factores que mitigan el efecto del riesgo y el segundo
son aquellos que posibilitan construir la resiliencia. Los dos bloques
de factores son los siguientes:
1. Mitigar el efecto del riesgo: consiste en enriquecer los vínculos
prosociales, fijar límites claros y firmes y enseñar habilidades para
la vida.
2. Construir resiliencia: tiene que ver con brindar afecto y apoyo,
establecer y transmitir expectativas elevadas y realistas y brindar
oportunidades de participación significativa.
La aplicación de estos pasos así como el establecimiento de un clima
saludable en la sala de clases son esenciales para la promoción de la
resiliencia educativa (Downey, 2008). No obstante, esta situación
representa un reto complejo para los maestros. Por tanto, existe
necesidad de estudiar el nivel de formación de los maestros en el tema
de promoción de la resiliencia en el contexto escolar (Koller y Bertel,
2006). En este aspecto, los programas de preparación de maestros
corresponden el componente fundamental de la formación del docente
(Koller, Osterlind, Paris y Weston, 2004; Yost, 2006). Los programas
que preparan maestros deben formar estudiantes que estén a la
vanguardia de los nuevos paradigmas que influyen en la educación
(UNESCO, 1998). La resiliencia es parte de este nuevo paradigma donde
el énfasis de la educación va más allá de enseñar contenido, sino que,
además, se centra en todos los aspectos del desarrollo humano, social y
emocional del alumno. Por ende, resulta primordial que los candidatos a
maestro reflejen un entendimiento apropiado sobre el concepto
resiliencia y que demuestren la aplicación de prácticas que promuevan
la resiliencia educativa (Uriarte, 2006).
2. Referente teórico
Entrando en materia, Henderson y Milstein establecieron un modelo
denominado La Rueda de Resiliencia que aplicaron al ámbito educativo.
Este recoge seis pasos para promover la resiliencia en el contexto
escolar los cuales se discuten a continuación.
El primer paso para mitigar los factores de riesgo es enriquecer los
vínculos prosociales (Henderson y Milstein, 2003). Este paso implica la
creación de oportunidades para que los niños interactúen con sus pares
y el incremento de actividades cooperativas que generen un clima de
aula o cultura institucional positiva y solidaria. La participación en
actividades dentro y fuera de la escuela debe ser promovida con el
propósito de propiciar vínculos estrechos entre los estudiantes y que,
a la vez, estén menos propensos a involucrarse en conductas de riesgo.
Las actividades deben tener en cuenta las inteligencias múltiples
(Gardner, 2000) y los estilos de aprendizaje de los alumnos. El
contacto directo con los padres es primordial para informarlos sobre
los logros de sus hijos e involucrarlos en las actividades escolares y
extracurriculares. Asimismo, Doll y sus colegas indicaron que las
relaciones de amistad entre los niños y jóvenes constituyen indicadores
de su bienestar psicológico que también puede incidir en su buen
aprovechamiento académico académico; por tal razón, es fundamental
ayudar a los estudiantes a desarrollar competencias interpersonales. De
igual manera, Wentzel y Watkins (2002) señalaron que las relaciones
interpersonales de amistad y compañerismo entre los estudiantes son
esenciales para ayudarlos a desarrollar destrezas de aprendizaje,
cooperativismo en la solución de problemas, ofrecer tutorías e incluso
compartir recursos.
El segundo paso implica fijar límites claros y firmes que permitan
ayudar a comprender y respetar las normas de convivencia. Los alumnos
deben comprender los límites impuestos y el propósito de las normas es
fomentar la colaboración y la solidaridad. El alumno debe participar en
el proceso de construcción y transformación de dichas normas.
El tercer paso es enseñar habilidades para la vida o destrezas
psicosociales, tales como: destrezas cognitivas y sociales, manejo de
emociones, resolución de conflictos, desarrollo de autocontrol,
cooperación, respeto, destrezas de comunicación y asertividad, a la vez
que se potencia la autoestima (Downey, 2008). Para lograrlo, Henderson
y Milstein (2003) recomendaron la integración de técnicas de trabajo
grupal, cooperación, interacción, toma de decisiones y el uso de los
servicios de consejería. En este proceso proponen involucrar a los
pares, porque pueden servir de modelo para el desarrollo de destrezas
que les permiten enfrentarse con éxito ante las exigencias y desafíos
de la vida cotidiana.
El cuarto paso es brindar afecto y apoyo, que constituye el factor
fundamental para promover la resiliencia. Este paso implica la
importancia de ofrecer refuerzos positivos y retroalimentación a través
de mensajes de apoyo y valoración centrados en el esfuerzo y en el
reconocimiento de los mínimos éxitos y logros. Las personas resilientes
que señalaron la figura del maestro como un factor protector, los
describen como personas que les han tomado en consideración, que están
disponibles, se preocupan por ellos y que les han demostrado afecto
(Higgins, 1994).
Por su lado, Benard (2004) señaló la compasión y la empatía como
característica de estos maestros. La compasión, es según Benard, el
amor que no juzga y que mira más allá del comportamiento negativo de un
estudiante y ve el dolor y el sufrimiento. La empatía es la habilidad
de entender cómo sienten los demás y entenderlos (Werner, 1992). En tal
caso, los maestros que fomentan la resiliencia no toman personalmente
el comportamiento de sus alumnos, sino que entienden que no importa
cuán negativo el comportamiento sea consideran que el alumno hace lo
mejor posible, dadas sus circunstancias. Estos educadores se
caracterizan por: estar interesados, escuchar y conocer los talentos de
sus estudiantes.
Además, el modelo recomienda un quinto paso: establecer y transmitir
expectativas elevadas. Las expectativas altas de los maestros reflejan
una creencia profunda en la resiliencia que puede poseer un estudiante
y en su capacidad de aprendizaje (Benard, 2004). Los maestros pueden
reconocer las fortalezas existentes y así reforzarlas; es decir, deben
reconocer y fomentar las inteligencias múltiples (Gardner, 2000). De
forma inherente a las expectativas elevadas se encuentra el no aceptar
excusas y reconocer que todos los estudiantes pueden lograr
aprovechamiento siempre y cuando se provee el apoyo para lograrlo
(Downey, 2008).
El sexto paso del Modelo de la Rueda de Resiliencia es dar
oportunidades de participación significativa. Este paso supone otorgar
a todas las personas un nivel de responsabilidad sobre lo que sucede en
la escuela, así como darles la posibilidad de participación en las
decisiones, la planificación y la resolución de conflictos. Los
educadores que fomentan la resiliencia dan participación a sus
estudiantes y les permiten tomar decisiones, incluso en la creación de
las reglas del salón de clases (Benard, 2003); involucran a los
estudiantes en la planificación del currículo, le dan opciones en sus
experiencias educativas y utilizan prácticas de evaluación
participativa como portafolios y otras técnicas de avalúo. Además,
permiten que los estudiantes se involucren activamente en la solución
de problemas al hacer preguntas que motiven su autorreflexión,
pensamiento crítico, concienciación y diálogo sobre asuntos sociales y
personales; asimismo, les dan la oportunidad de dirigir comités y
programas de ayuda entre pares, como son las tutorías (Downey, 2008).
3. Metodología
Este estudio es de tipo cualitativo. Sobre el tema, Merriam (2009)
expuso que la metodología cualitativa implica un énfasis descriptivo y
de descubrimiento donde los objetivos están dirigidos a interpretar el
significado de la experiencia. En general, la investigación cualitativa
se lleva a cabo con un propósito exploratorio, especialmente cuando el
tema no ha sido ampliamente estudiado en una población. Por esta razón,
la metodología utilizada en este estudio es de naturaleza cualitativa
hermenéutica. La hermeneútica “se orienta a la descripción e
interpretación de las estructuras esenciales de la experiencia vivida,
así como al reconocimiento del significado e importancia pedagógica de
esta experiencia” (Ayala Carabajo, 2008, p.409). En este estudio la
experiencia es la práctica docente relacionada con la oportunidad de
los estudiantes de contextualizar el conocimiento adquirido durante su
preparación en el Programa de Preparación de Maestros y en la
aplicación de prácticas promotoras de resiliencia educativa. De este
modo, se plantean interrogantes acerca del significado y sentido de la
experiencia. En efecto, por eso la guía de preguntas de grupo focal
tiene preguntas tales como: ¿Cómo ha sido su experiencia en la práctica
docente? ¿Qué estrategias educativas usted puede identificar que ha
aplicado de manera satisfactoria en su práctica docente? y ¿Cómo cree
que esas estrategias que usted ha utilizado pueden ayudar a promover la
resiliencia en sus estudiantes?
Los siguientes instrumentos se utilizaron en este estudio: un
inventario y una guía de preguntas para grupo focal. Antes de iniciar
cada grupo focal, los participantes completaron un inventario de
prácticas promotoras de resiliencia en la sala de clases. Este
inventario estuvo fundamentado en el Modelo de la Rueda de Resiliencia
y en el estudio de Downey (2008). El inventario fue un documento
escrito donde se presentaron 16 ejemplos de prácticas educativas
basadas en el listado de prácticas promotoras de resiliencia educativa
compiladas por Downey (2008). Los participantes debían contestar si
habían tenido la oportunidad de aplicarlas durante su práctica docente.
Luego de completar el inventario se dio paso a la entrevista de grupo
focal. La guía de preguntas de grupo focal estuvo fundamentada en las
preguntas de investigación y comprendió las siguientes categorías
preliminares: trasfondo general, conocimientos sobre el concepto
resiliencia y experiencia de práctica docente. Las preguntas de
trasfondo general fueron dirigidas al inicio de la entrevista para que
los estudiantes se abrieran al diálogo y reflexionaran sobre su rol
como maestro y la razón por la decidieron estudiar esta profesión. Una
vez establecida la conversación, se dio paso a hacer preguntas más
específicas relacionadas con conocimientos sobre el concepto
resiliencia. Se partió preguntando si habían escuchado el concepto
resiliencia, es decir, si tenían conocimientos previos sobre qué es
resiliencia; y si lo conocían, entonces, se le preguntaba su definición
sobre el concepto. Una vez que los participantes ofrecían una
descripción de sus conocimientos previos sobre el concepto, la
moderadora pasaba a ofrecer la explicación del concepto, concretamente
se utilizó la definición de Grotberg, y así verificar si los
participantes podían identificar características de resiliencia en
ellos y en sus estudiantes. Una vez discutido el concepto resiliencia,
se dio paso a hacer preguntas específicas relacionadas con las
experiencias adquiridas durante la práctica docente y qué estrategias
educativas utilizaron los participantes para verificar qué prácticas
aplicaron y que, a su vez, fueran identificadas en la literatura como
promotoras de resiliencia. La Tabla 1 describe las preguntas que se
establecieron como parte de la guía de la entrevista de grupo focal.
El análisis de los datos cualitativos debe llevarse a cabo de forma
simultánea con la recopilación de los datos (Merriam, 2009). Por eso,
esta simultaneidad permitió que desde la primera sesión de entrevistas
la investigadora comenzara su análisis. De este modo, aunque se
establecieron unas categorías iniciales a través de las preguntas guías
de las entrevistas, el proceso inductivo dio lugar a la consolidación
de categorías y al surgimiento de subcategorías como parte de la
comparación continua de patrones comunes a través de los datos
(Merriam, 2009).
Una vez se culminaron las transcripciones de audio se organizaron los
comentarios y las respuestas, según las preguntas realizadas en las
sesiones de grupo focal. Primero, la investigadora creó un documento
con el programa Microsoft Word© donde copió todas las contestaciones de
cada sesión grupal organizadas bajo la misma pregunta. Luego, leyó
todos los comentarios que hicieron los participantes a una misma
pregunta y clasificó las contestaciones más frecuentes entre los
grupos, así como aquellas que pudieron presentar un comentario
divergente a lo que opinaban los demás miembros del grupo. De ahí
emergieron códigos (temas emergentes) los cuales, a través del proceso
iterativo de análisis, se consolidaron en categorías y subcategorías de
análisis (Figura 1). Por lo tanto, aunque las preguntas iniciales
constituyeron una guía para la organización de los datos, las
categorías y subcategorías de organización de la información pudieron
cambiar de acuerdo con los temas emergentes que propició el proceso
iterativo de análisis de los datos.
En general, la estrategia de análisis en este estudio estuvo
fundamentada en el marco teórico, la revisión de literatura, la
comparación entre grupos focales (Krueger y Casey, 2008), así como en
la explicación de patrones de opiniones (Merriam, 2009; Yin, 2009) lo
que permitió que la discusión fuera organizada en categorías y
subcategorías, según la idea principal expresada y en correspondencia
con las preguntas de la investigación. En ese sentido, la Figura 1
resume las categorías y subcategorías finales que se crearon como parte
del análisis de los datos.
3.1 Técnica de Entrevista de Grupo Focal
En concordancia con la metodología cualitativa de esta investigación,
se utilizó la entrevista de grupo focal como técnica principal de
recolección de datos. Al respecto, Krueger y Casey (2008) explicaron
que los grupos focales son una discusión cuidadosamente diseñada para
obtener percepciones de los participantes sobre un tema de interés. Los
grupos se caracterizan por estar constituidos por personas que poseen
ciertas características en común que proveen datos o información de
naturaleza cualitativa mediante su participación en una discusión
focalizada en un área. Esta técnica de investigación cualitativa tiene
como propósito aprender sobre las características y procesos
psicológicos y socioculturales de los grupos y obtener información
sobre los conocimientos y experiencias de individuos reunidos en grupos
pequeños para conversar sobre un problema, experiencia, servicio o
fenómeno dado (Basch, 1987).
Aunque no hay una guía específica acerca de la cantidad de grupos
focales, la mayoría de los estudios utilizan por lo menos dos grupos y
otros más de cuatro (Stewart, Shamdasani y Rook 2007). El total de
grupos focales depende del tema, de las preguntas y de la cantidad de
información. Por su lado, Krueger y Casey (2008) sugirieron que los
grupos deben estar constituidos por cuatro a doce participantes. En
este estudio se organizaron un total de cuatro grupos focales, dos por
cada nivel: elemental y secundario. La homogeneidad de cada grupo se
mantuvo, porque todos los participantes del grupo pertenecían al mismo
nivel; sin embargo, permaneció la heterogeneidad al incluir estudiantes
de diversas concentraciones.
Las sesiones de discusión fueron planificadas de antemano con el fin de
crear un ambiente de confianza (Krueger y Casey, 2008), que propició la
expresión de percepciones sinceras sobre el tema de la resiliencia y la
aplicación de prácticas que promueven la resiliencia en la sala de
clases. Según Stewart, Shamdasani y Rook (2007) las sesiones pueden
durar de 90 a 150 minutos. En esta investigación, las sesiones de cada
grupo focal tuvieron una duración aproximada de 90 minutos cada una.
Además, en este estudio la moderadora fue la investigadora principal,
quien tiene experiencia previa como facilitadora de grupos focales.
El uso de entrevistas en grupos focales se sustenta en la teoría de que
las opiniones de una persona se desarrollan en gran medida a través de
la interacción con otras personas (Krueger y Casey, 2008). La evidencia
indica que las opiniones de los participantes son el resultado del
intercambio de puntos de vista, experiencias y actitudes diversas
expresadas a través de sus comentarios y expresiones (Stewart,
Shamdasani y Rook, 2007). Esta técnica permitió a la investigadora el
auscultar las razones y circunstancias por las cuales se ofreció una
respuesta o un comentario en particular. Asimismo, permitió la
indagación de las contestaciones ofrecidas en el momento a través de
preguntas de seguimiento o aclarativas. La dinámica de grupo pudo
revelar aspectos adicionales o experiencias comunes que emergieron como
producto de la interacción entre los participantes.
3.2 Participantes
Los participantes fueron seleccionados de la población de estudiantes
de práctica docente del nivel elemental y secundario de un recinto de
una universidad privada. Bloomberg y Volpe (2008) así como Creswell
(2007, 2009) indicaron que la unidad de análisis de un estudio
cualitativo debe ser elegida con propósito y para esto se debe delinear
unos criterios de selección. De forma consecuente, el recinto
universitario fue seleccionado basado en los siguientes criterios: (a)
ha demostrado un nivel satisfactorio en las pruebas de certificación de
maestros, lo que implica que sus egresados salen preparados y cumplen
con el requisito de certificación para ejercer su profesión; (b) posee
un Colegio de Educación con sus respectivos departamentos de educación
elemental y secundaria y (c) tiene un programa de preparación de
maestros que comprende el nivel elemental y secundario con el mayor
porciento de egresados de educación.
Los siguientes criterios se utilizaron para seleccionar los
participantes: (a) que los estudiantes estuviesen matriculados en el
curso de práctica docente, (b) que representaran la mayor diversidad de
las concentraciones del nivel elemental y secundario y (c) que
estuviesen disponibles para participar en el estudio de forma
voluntaria. Con este fin, se solicitó una lista a las directoras de
cada departamento para identificar la cantidad de estudiantes
matriculados y sus concentraciones; no se pidió el nombre de ninguno de
ellos. Luego, las concentraciones que tenían a cargo los diferentes
supervisores de práctica se verificaron para así determinar los días
que se reunían con sus estudiantes en el recinto. Las respectivas
invitaciones se hicieron a los estudiantes que desearan participar
voluntariamente. La investigadora seleccionó a los participantes de
acuerdo con sus concentraciones y su disponibilidad, de modo que
preferiblemente los grupos focales tuvieran diversidad de
concentraciones.
Los participantes (N=19) se dividieron en cuatro grupos, dos grupos de
nivel elemental y dos grupos de nivel secundario. Los grupos 1 y 3
estuvieron compuestos por participantes del nivel elemental, mientras
que los grupos 2 y 4 fueron de nivel secundario. En cuanto a los datos
sociodemográficos, se observó que 14 participantes eran féminas (74%) y
5 varones (26%), para un total de 19 estudiantes. Las edades de los
participantes fluctuaron entre los 21 a 40 años. La moda de la edad de
los participantes estuvo entre 23 a 30 años.
Los grupos 1 (n = 5) y 3 (n = 4) estuvieron compuestos por estudiantes
de educación del nivel elemental, mientras que los grupos 2 (n = 5) y 4
(n = 5) estuvieron constituidos por los del nivel secundario. La
concentración de los participantes del nivel elemental fue la
siguiente: uno de educación general y otro de inglés respectivamente,
tres (3) de educación especial, dos (2) de primaria y dos (2) de artes
visuales. Por su parte, la concentración del nivel secundario fue: tres
(3) de Biología, dos (2) de Inglés, mientras que las concentraciones de
Español, Química, Historia, Ciencias de la Salud y Artes visuales
tuvieron un solo participante por cada una.
3.3 Procedimiento
Las entrevistas se llevaron a cabo en un salón dentro del mismo Recinto
universitario y no afectaron el tiempo lectivo de los cursos en que se
encontraban los estudiantes. Los participantes completaron un
formulario de consentimiento sobre la divulgación de la información y
se les indicó que las entrevistas serían grabadas en cintas de audio y
que podían abandonar el estudio cuando desearan o no contestar
preguntas, sin penalidades. Además, el consentimiento escrito
especificó que no recibirían compensación económica por su
participación. Asimismo, a los participantes se les indicó que una vez
transcritas las grabaciones de audio, podrían leerlas y certificar que
su opinión estaba plasmada en las transcripciones; se les aseguró
privacidad, y en las transcripciones no se utilizó su nombre sino un
código. El día de la entrevista a cada uno se les indicó, de forma
individual, el código correspondiente que podían identificar en la
transcripción.
Las grabaciones de audio fueron transcritas en su totalidad por la
investigadora luego de culminada cada sesión de grupo focal. Este
proceso permitió que la investigadora repasara la dinámica de grupo,
los datos y la efectividad de las preguntas utilizadas antes de iniciar
el análisis del siguiente grupo. Un código único se asignó a cada
participante para la protección de la identidad y así mantener la
confidencialidad. Este código consistió en un número y una letra
mayúscula, por ejemplo: 1A. En este ejemplo, el número representa el
grupo focal, es decir el Grupo 1, compuesto por estudiantes del nivel
elemental. La letra representa uno de los participantes correspondiente
al Grupo 1. De este modo, cada cita está identificada con el código
compuesto por un número y una letra, la concentración del participante
y su género, ya sea masculino (M) o femenino (F).
4. Resultados y análisis
El 89% de los estudiantes nunca había tomado cursos sobre resiliencia.
Por otro lado, siete (37%) mencionaron que sí discutieron el concepto
resiliencia en alguno de sus cursos. Ninguno expuso tener experiencia
previa como maestro; por lo tanto, la práctica docente constituyó la
primera experiencia de inmersión completa como maestros en una sala de
clases.
La discusión de los resultados está guiada por las categorías que se
identificaron con cada una de las preguntas de investigación y los
temas que emergieron a través de la recopilación de los datos. Las
categorías analíticas que guían la discusión de los resultados son: (a)
conocimientos sobre resiliencia y (b) experiencias y aplicación de
prácticas promotoras de resiliencia.
Pregunta de investigación 1. ¿Qué conocimientos sobre resiliencia
tienen los estudiantes del Programa de Preparación de Maestros (PPM)
durante su práctica docente?
Categoría analítica 1. Conocimientos sobre resiliencia
Durante el análisis de las transcripciones de audio de las entrevistas
de grupo focal emergieron diversos temas que formaron parte de la
conversación generada por la dinámica intrínseca del grupo focal. Estos
temas fueron comunes en todos los grupos, y la discusión de los
participantes giró en torno a: (a) conocimientos y desconocimientos
sobre resiliencia, (b) características de alumnos resilientes y (c)
multiplicidad de roles del maestro. Como parte del proceso iterativo de
reducción de los datos estos temas se organizaron en la categoría
analítica 1 y se agruparon en las subcategorías denominadas: (a)
Conocimiento sobre el concepto resiliencia y (b) Rol del maestro, y se
presentan a continuación.
Conocimiento sobre el concepto resiliencia
En este estudio se observó la limitación en conocimientos sobre el
concepto resiliencia que exhibieron la mayoría de los participantes. El
84 por ciento de los participantes no pudo describir durante la
discusión de grupo focal el concepto resiliencia y sus implicaciones en
la educación. La Tabla 2 presenta un resumen de las contestaciones de
los participantes sobre el término resiliencia.
El 63 por ciento de los participantes expresó que no había escuchado el
concepto anteriormente. Solo una de las participantes de los grupos de
nivel elemental dijo que lo había escuchado mientras estudiaba en los
Estados Unidos. Los estudiantes de práctica que expresaron que sí
conocían el concepto, lo definieron como: “la capacidad que uno tiene
para reponerse de una situación… si tenemos una destreza, enfocarnos en
eso, dejar a un lado los problemas…” (2A, historia, F).
A pesar de las dudas que expresaron los participantes sobre el concepto
resiliencia, la interacción entre sus compañeros en los grupos focales
despertó en ellos un mayor interés hacia aprender más sobre las
prácticas promotoras de resiliencia y su aplicación en la sala de
clases. A diferencia del comienzo de la entrevista donde solo un 16% de
los participantes pudo expresar lo que entendía sobre el concepto, al
culminar cada grupo focal se pudo apreciar una mayor conciencia sobre
resiliencia cuando se les volvió a preguntar qué entendían por el
concepto y si podían recordar alumnos que exhibieran características de
resiliencia. Entonces, el 95% de los participantes pudo proveer una
descripción general e identificar característica de resiliencia, según
la información que pudieron obtener de la discusión en el grupo focal.
Mientras tanto, un participante del Grupo 1 (nivel elemental) no
contestó esta pregunta, mientras que otros dos participantes de este
grupo contestaron que para ellos resiliencia era: “algo que uno debe
ganarse con mucho esfuerzo y sacrificio” y “cambiar, moldear”
respectivamente. Mientras que un participante del Grupo 4 de nivel
secundario lo describió como: “trabajar con estrategias diferentes para
que los estudiantes adquieran valores y conocimiento científico”. Estas
definiciones manifiestan que, a pesar de que se proveyó la definición
conceptual de resiliencia durante el grupo focal, algunos participantes
no tenían claro su significado. Este desconocimiento era de esperarse
especialmente porque la mayoría (63%) no había escuchado el término con
anterioridad; es decir, conocieron el término por primera vez en la
discusión de grupo focal. Esta situación concuerda con la revisión de
la literatura sobre resiliencia. En particular, los hallazgos del
estudio de Green, Oswald y Spears (2007) encontraron también falta de
entendimiento sobre el concepto aunque, al igual que los participantes
de este estudio, estos también tenían el deseo de ayudar a sus
estudiantes a lidiar con la adversidad.
Rol del maestro
En el caso de los participantes de este estudio, todos expresaron que
tenían muy claro la multiplicidad de roles que poseen los maestros en
la actualidad. Por ejemplo, un estudiante del nivel secundario expresó
que consideraba que su rol como maestro era: “social y afectivo… Pienso
que los maestros somos parte importante del rompecabezas llamado
sociedad. La labor del maestro no debe quedarse en una materia
específica sino trascender y llegar al estudiante desde diferentes
perspectivas”. Esta opinión fue común en todos los grupos
entrevistados, nació por parte de los mismos participantes y tanto en
los de nivel elemental como secundario estuvieron de acuerdo en que el
maestro debe crear un balance entre autoridad y, a la vez, ser figura
que brinde afecto y apoyo a sus estudiantes. De hecho, esto constituye
un factor protector para la resiliencia tal como lo establecieron
Henderson y Milstein (2003) y Benard (2004). De forma congruente, los
participantes expresaron estar conscientes del rol del maestro, tal y
como lo mencionó una candidata de nivel secundario: “el rol del maestro
es hoy en día bien amplio, porque tenemos que enseñar nuestra materia y
todos esos valores hoy en día porque la sociedad está careciendo de
ellos” (4B, biología, F).
Cabe destacar cómo varias candidatas del nivel elemental manifestaron
las siguientes características: (a) una mentalidad positiva que se
enfoque en las fortalezas de la persona en vez de las debilidades; (b)
un vocabulario de comportamientos resilientes, es decir creer en la
capacidad del estudiante y (c) la habilidad de ayudar a las persona a
reenfocar las experiencias dolorosas. Por ejemplo, indicaron casos de
estudiantes que ellas reconocían como resilientes y que ilustran
adecuadamente esta mentalidad enfocada en las fortalezas y en la
capacidad de logro del estudiante:
él es un niño que no se da por vencido y él hace todo lo que él pueda
en el salón y él no se da por vencido…él dice ´yo quiero pasar de
grado, yo quiero pasar a segundo grado´ y me dice y se ve el esfuerzo.
Y él no tiene apoyo en la casa, él lo hace todo solo y en la escuela
las maestras lo ayudamos (3D, elemental-primaria, F).
Por su parte, un participante del nivel secundario expresó su
preocupación por sus estudiantes y cómo les habla y aconseja para que
se motiven a seguir con sus estudios. El siguiente comentario
ejemplifica un vocabulario que refleja la creencia en la capacidad del
estudiante:
Yo he sabido sentarme en el patio con un estudiante, porque lo veo con
esta cara de tragedia, y le digo: ¿qué te pasa? “Es que estoy cansado
de la escuela, que me dan muchos trabajos”, yo también le digo, si
quieres, ser alguien en la vida, hay que fajarte estudiando, no es
fácil…y cada nene es un mundo aparte, y todos tienen sus problemas, sus
necesidades, diferencias, he sabido identificarme conmigo mismo, nenes
que están pasando por lo mismo que uno pasa, y lo bien y lo interesante
que ellos lo sobrepasan, y ellos llevan las cosas mejor que uno (2D,
inglés, M).
Pregunta de investigación 2. ¿Cuáles son las experiencias de los
estudiantes del Programa de Preparación de Maestros (PPM) con respecto
a la aplicación de prácticas promotoras de resiliencia educativa
durante su práctica docente?
Categoría analítica 2. Experiencias y aplicación de prácticas
promotoras de resiliencia
La categoría analítica 2 se nutrió de los temas emergentes que formaron
parte de la conversación generada en los grupos focales y las
contestaciones de los participantes en el inventario. Los temas
emergentes fueron: (a) retos del proceso de práctica docente y (b)
prácticas educativas. Como parte del proceso iterativo de reducción de
los datos estos temas se organizaron en la categoría analítica 2 y se
agruparon en las subcategorías denominadas: 1) practicas promotoras de
resiliencia y 2) modelo de la rueda de resiliencia.
Todos los entrevistados describieron su proceso de práctica docente y
en especial expresaron los retos a los que se enfrentaron y cómo los
manejaron hasta lograr culminar su trabajo. De esta manera lo expuso
una participante del Grupo 1: “Para mí no ha sido sencillo, pero
tampoco imposible… hubo momentos en la práctica en que se me hicieron
difíciles, pero a pesar de todo, mantuve el temple y aun así, pues,
seguí” (1E, educación especial, F).
Prácticas promotoras de resiliencia
Los resultados del inventario (Tabla 3) demuestran que un 89 por ciento
o más de los participantes de nivel elemental mencionó que había
aplicado las siguientes prácticas promotoras de resiliencia: (a)
relación con el estudiante caracterizada por confianza y afecto, (b)
mantener una actitud positiva hacia la capacidad de logro de cada
estudiante, (c) enfatizar esfuerzo y logro en cada estudiante, (d)
ayudar a los estudiantes a desarrollar sentido de orgullo por su
trabajo, e) enfatizar en el desarrollo de confianza, (f) fomentar la
participación estudiantil, (g) establecer reglas y modificarlas según
sea necesario, (h) asegurarse que los estudiantes leen y comprenden
según el grado que cursan, (i) dar a los estudiantes propósito y
responsabilidad por lo que ocurre en su escuela y en el salón y (j)
usar equipos de aprendizaje cooperativo con metas grupales establecidas
y fijar responsabilidad entre cada miembro de equipo para motivar el
aprendizaje. El 80 por ciento de los candidatos a maestro de nivel
secundario mencionó que aplicó estas prácticas; sin embargo, aplicaron
menos frecuentemente las últimas dos: dar a los estudiantes propósito y
responsabilidad (60%) y usar equipos de aprendizaje cooperativo con
metas grupales establecidas (70%). No obstante, hubo varias prácticas
en las que todos los grupos presentaron menor conocimiento y
aplicación. De hecho, en todos los grupos, el 50 por ciento o menos de
los participantes mencionó que pudo aplicar las siguientes: (a) enseñar
destrezas de asertividad, (b) implantar tutorías entre pares y (c)
promover las actividades extracurriculares.
Modelo de la Rueda de Resiliencia
A continuación se analizan los resultados a la luz de los pasos que
constituyen el modelo de la rueda de resiliencia. De este modo, se
presenta en qué medida los participantes pudieron aplicar estos seis
pasos.
Relaciones que brindan afecto y apoyo. La mayoría de los participantes,
es decir el 95 por ciento, expresó que la relación entre el maestro y
estudiante debe estar fundamentada en afecto y que así lo fomentaron
durante su práctica docente. La empatía, o sea la habilidad de entender
cómo sienten los demás y entenderlos, es un rasgo que exhiben las
personas resilientes y este fue un rasgo que expresaron varios
participantes. Por ejemplo, una participante del nivel elemental
expresó: “…son niños, a veces hacen travesuras y eso, yo los entiendo y
trato de ser comprensiva con ellos porque yo me imagino cuando yo
estaba en quinto grado, las cosas que yo hacía y pienso que no puedo
estar regañándolos tanto y les aconsejo…” (3A, elemental, F). De forma
congruente otra de las participantes mencionó: “por eso es que cuando
los estudiantes me llevan sus situaciones, como yo pasé y viví esa
experiencia, se me hace más fácil poder hablar con ellos y entenderlos”
(4D, biología, F).
Establecer y transmitir expectativas elevadas y realistas. Algunos
participantes tuvieron la oportunidad de profundizar en la importancia
de las inteligencias múltiples. De hecho, el incorporar las
inteligencias múltiples y fomentarlas es un enfoque que permite al
maestro establecer expectativas realistas y así ayudar a los
estudiantes a desarrollar aquellas áreas que necesitan más énfasis.
Este tema solo surgió en el Grupo 4 de nivel secundario. Una
participante mencionó que tuvo la oportunidad de aplicar la teoría a la
práctica, según ella: “lo estoy aplicando porque estamos utilizando las
inteligencias de Howard Gardner” (4C, ciencias de la salud, familia y
consumidor, F). En particular, las participantes del Grupo 4, compuesto
por estudiantes de ciencias del nivel secundario, expusieron la
importancia de esta teoría y todas mencionaron que la integraron al
planificar sus clases.
Por su lado, de forma inherente a las expectativas elevadas, se
encuentra el no aceptar excusas y reconocer que todos los estudiantes
pueden lograr aprovechamiento siempre y cuando se provee el apoyo para
lograrlo. Sin embargo, uno de los participantes expuso una situación
particular en la cual no se reflejó un balance entre el afecto hacia
sus estudiantes y el no aceptar excusas. Este expresó: “yo les dejo
pasar muchas, los trabajos me los entregan tarde, y se los dejo pasar,
no les quito puntos, porque a veces me dan pena” (2D, inglés, M). Este
comentario, aunque refleja empatía hacia los estudiantes, no es
conducente hacia promover la resiliencia, porque la carencia de
expectativas claras, aunado a la falta de límites, son barreras para la
construcción de la resiliencia en la sala de clases, tal y como lo
señalan Henderson y Milstein (2003).
Brindar oportunidades de participación significativa. Los participantes
estaban muy conscientes de la importancia de llevar a cabo actividades
que motivaran al estudiante, como por ejemplo, al incorporar la música
y el juego. Todos contestaron que sí fomentaron la participación
estudiantil. Algunos profundizaron en la participación de los
estudiantes y expresaron que la fomentaron a través de propiciar la
discusión socializada con preguntas guías que permitan a sus alumnos
hablar sobre temas relacionados con valores, tales como bondad y
respeto. Asimismo, cabe destacar la opinión de la siguiente
participante que llevó a cabo su práctica en el nivel elemental. Ella
mencionó cómo permite que los estudiantes descubran y cómo su rol es de
facilitadora: “yo dejo que ellos vayan descubriendo todo, yo solo los
voy guiando y los dejo hablar y hablar y ellos mismos dan la clase. Yo
estoy ahí, les doy la idea y les hago muchas preguntas…” (3A,
elemental, F).
Enriquecer los vínculos prosociales. Este paso en particular resultó
ser uno de los menos aplicados, según la opinión de los participantes.
En el inventario, la mitad de los entrevistados mencionaron que no
recordaban haber aplicado ciertas prácticas dirigidas a promover las
competencias interpersonales de los estudiantes, como fomentar el
trabajo y las tutorías entre pares. Asimismo, sólo el 26 por ciento
mencionó que integró la enseñanza de destrezas de asertividad.
Fijar límites claros y firmes. Todos los participantes mencionaron que
sí habían establecido reglas en la sala de clases; además, hicieron
referencia al manejo de la sala de clase y las técnicas modificación de
conducta. Por ejemplo, una participante de nivel secundario expresó qué
hacía cuando se encontraba con situaciones de falta de respeto. El
siguiente comentario refleja que ella estaba consciente de fomentar el
respeto, establecer límites y reconoció que todos sus estudiantes
podían lograr aprovechamiento:
En mi salón si yo veo que empiezan a decir comentarios fuera de lugar,
yo paro la clase y saco aunque sea 5 minutos para hablarle sobre que
hay que respetar a los demás y el porqué. Para que ellos entiendan que
no todo el tiempo uno se tiene que sentir mal y no tienen que estar
faltando el respeto a las demás personas. En mi grupo sale uno y le
dice bruto al otro… y yo les digo: “No, hasta aquí llegamos, no puedes
estar diciendo cosas que no son, aquí todo el mundo tiene el talento
para salir adelante, y a mí no me gusta eso… eso es una falta de
respeto”. Explicamos, hablamos, cada cual da su punto y hay veces que
se disculpan y otras veces vienen donde mí y me dicen “discúlpame” (2B,
español, F).
Enseñar habilidades para la vida. Estas prácticas incluyen el
desarrollo de destrezas tales como enseñar destrezas cognitivas y
sociales, manejo de emociones, resolución de conflictos, cooperación,
destrezas de comunicación y asertividad, a la vez que se potencia la
autoestima y el autocontrol. En promedio, un 65% de los participantes
contestó que no conocía o no había aplicado la enseñanza de las
destrezas de asertividad y comunicación, resolución de conflicto,
manejo emociones solución de problemas y pensamiento crítico. Un
estudiante expresó: “Muchas de esas técnicas uno las quiere implantar
de momento, pero muchas salen sin planificar” (1B, educación especial,
M) y otro mencionó: “son espontáneas” (1C, elemental primaria, M). La
realidad es que, tal y como lo señala el modelo de Henderson y Milstein
(2003), para promover la resiliencia es necesario planificar con
respecto a este particular y no solo dejarlo a la improvisación.
5. Conclusiones
En general, aunque los participantes expresaron tener la disposición
necesaria para promocionar la resiliencia educativa, carecieron de los
conocimientos sobre el concepto. Este desconocimiento concuerda con
estudios como el de Green, Oswald y Spears (2007), quienes también
encontraron que los maestros presentaban mitos y dudas sobre el proceso
de desarrollo de resiliencia.
Los participantes percibieron poco o ningún énfasis en el estudio del
concepto resiliencia en los cursos que tomaron en el PPM (Programa de
Preparación de Maestros). Esto refleja la necesidad de integrar la
promoción de la resiliencia como parte de los cursos de educación de
este PPM. Asimismo, los participantes necesitan mayor preparación
sobre: cómo enseñar destrezas de asertividad, implantar tutorías entre
pares y desarrollar actividades extracurriculares. Estas prácticas son
muy importantes en la promoción de la resiliencia, en especial porque
son beneficiosas para contrarrestar factores de riesgo, como la pobreza
(Schoon, Parsons y Sacker, 2004). Aunque los entrevistados expresaron
que llevaron a cabo prácticas que se relacionan con la promoción de la
resiliencia, no las realizaron con el propósito de establecer una
estrategia dirigida a la promoción de la resiliencia debido a la falta
de conocimientos que tenían sobre este concepto. En general, el
desarrollo de una actitud constructora de resiliencia es imprescindible
en los maestros. Esta actitud implica la creencia en la capacidad de
logro y éxito de cada estudiante sin importar el trasfondo del que
provenga. Tal y como lo exponen Henderson y Milstein (2003), la mayor
barrera en la promoción de la resiliencia, por parte de los maestros,
es la falta de conocimiento y destrezas para aplicar prácticas que
fomenten la resiliencia educativa. Por tanto, se recomendó al programa
de preparación de maestros que ofrezca particular importancia en el
desarrollo de conocimientos en sus estudiantes candidatos a maestro
sobre qué es la resiliencia y cómo promover la resiliencia educativa.
Por su parte, el uso de la técnica de grupo focal permitió fomentar el
interés de los participantes sobre el concepto de resiliencia y
concienciarlos sobre sus propias características resilientes. De este
modo, la técnica no solo facilitó la recopilación de datos, sino que la
interacción generada entre los participantes los ayudó a compartir
experiencias y así lograron una discusión grupal que les permitió
aprender los unos de los otros. De hecho, esto es parte de las
características intrínsecas de las dinámica de grupo focal (Krueger y
Casey, 2008).
Los hallazgos de este estudio pudieron contribuir a la comprensión
sobre cómo los candidatos a maestro se sienten preparados y
capacitados, para así ayudar a los programas de preparación de maestros
a fomentar las capacidades de los futuros educadores en la aplicación
de prácticas promotoras de resiliencia educativa. De este modo, se
hicieron recomendaciones al currículo universitario del programa de
preparación de maestros del recinto universitario participante.
De forma consecuente con los resultados de este estudio se recomienda
al PPM incorporar el concepto resiliencia y ampliarlo en los cursos del
Colegio de Educación del recinto participante. Estos cursos son:
Fundamentos Psicológicos de la Educación, Desarrollo Humano y Seminario
de Práctica Docente. A la facultad se le recomienda implantar el uso de
grupos de discusión al principio, durante y al culminar el Seminario de
Práctica Docente, dirigidos a fomentar la resiliencia y reflexión de
los candidatos a maestros para que a su vez ayuden a sus estudiantes en
este proceso. Esta discusión grupal también puede ayudarlos a disminuir
los sentimientos de ansiedad que provoca la práctica docente. De hecho,
la técnica de grupo focal puede utilizarse con este propósito (Benard,
2004). Asimismo, se recomienda la coordinación de un taller para los
estudiantes candidatos a maestros que permita que estos puedan
autoevaluar su actitud, conocimientos y aplicación de prácticas
dirigidas a promover la resiliencia educativa. Este taller puede
incorporarse en los seminarios de práctica docente. El diseño del
taller puede componerse de tres sesiones educativas. La primera
intitulada: Promoción de la salud mental. El propósito es introducir al
participante al concepto de promoción de salud mental, que proviene del
campo de la salud pública y que, a su vez, alberga el modelo de la
resiliencia. Una vez se complete esta sesión, se recomienda dar paso a
la segunda sesión titulada: Resiliencia. Esta segunda sesión pretende
que el estudiante del PPM pueda autoevaluar su capacidad de resiliencia
para así reflexionar en cómo puede reconocer estas características en
sus alumnos. Por último, la tercera sesión titulada: Prácticas
promotoras de resiliencia, busca proveer actividades y prácticas
específicas que el maestro debe incorporar en su planificación para
comenzar a promover la resiliencia en la sala de clases.
Para futuras investigaciones se recomienda: (a) llevar a cabo un
estudio comparativo en el que se recojan las opiniones y percepciones
de maestros cooperadores y supervisores de práctica para comparar de
qué manera ellos perciben la ejecución de sus practicantes, (b)
investigar la aplicación de prácticas promotoras de resiliencia en
escuelas privadas, (c) realizar estudios longitudinales en los que se
exploren las opiniones y percepciones sobre resiliencia de un grupo de
estudiantes al finalizar la práctica y explorar sus opiniones un año
después y (d) realizar estudios cuantitativos que utilicen
cuestionarios sobre la aplicación de prácticas promotoras de
resiliencia y que permitan incorporar una muestra representativa de
candidatos a maestros en los programas de preparación de maestros.
5.1 Limitaciones del estudio
Los resultados obtenidos a través de las discusiones en grupo no son
generalizables y solo permiten conclusiones aplicables a los
participantes de este estudio. Por eso, los resultados de este estudio
están basados en la percepción de los participantes durante la
culminación de la práctica docente y no incorpora la opinión de los
maestros cooperadores y supervisores de práctica docente. Cada
entrevista de grupo focal tuvo una duración aproximada de 90 minutos
respectivamente y no se llevaron a cabo entrevistas individuales o de
seguimiento a los participantes.
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Correspondencia a:
Yitza A. Arcelay Rojas. Assistant Professor, Montana State University. Dirección electrónica:
yitza.arcelayrojas@msubillings.edu
Edgardo J. Avilés Garay. Associate Professor, Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico.
Dirección electrónica: ejaviles@pucpr.edu
Artículo recibido: 20 de febrero, 2014 Enviado para
corrección: 22 de abril, 2014 Aprobado: 31 de julio, 2014