La Mirada del Docente sobre la Promoción de la Convivencia entre las
Familias de su Estudiantado
The Perception of Teacher about the Promotion of Coexistence within the
Families of their Students
Ana Rocío Barquero Brenes1
1 Docente en la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica,
también labora en un centro educativo. Máster en Psicología Educativa,
Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Dirección electrónica:
ana.barquero@ucr.ac.cr
Dirección para correspondencia
Resumen
Se realizó un estudio de diseño mixto, con población docente de
preescolar y primaria perteneciente a un centro educativo del área
Metropolitana en Costa Rica, durante los ciclos lectivos 2010 y 2011.
Esto con el propósito de indagar las percepciones del personal en
educación, sobre factores involucrados en la promoción de la
convivencia entre las familias de su estudiantado. Asimismo, se les
consultó sobre las estrategias que implementan en el aula para educar a
favor del convivir. La recolección de información se llevó a cabo a
través de cuestionarios, grupo focal y una escala tipo likert. Los
resultados evidenciaron que el personal docente posee una visión amplia
pero poco profunda del tema, su discurso no teoriza sino que se basa en
ejemplos de experiencias cotidianas. Manifiestan experimentar una
recarga en sus funciones educativas en tanto consideran que las
familias han dejado de educar a niños y niñas en pro de la convivencia.
Palabras clave: Convivencia, docencia, familia, socialización, cultura
de paz, Costa Rica.
Abstract
This mix approach study was held with a subject group consisting of
preschool and primary teachers from an educational center located in
the Metropolitan Area of Costa Rica, between 2010 and 2011. The aim was
to investigate the perceptions of the teachers about the factors that
promote or inhibit the coexistence between the families of their
students. Likewise, the strategies implemented at the classrooms to
promote coexistence were consulted. The collection of information
consisted of several questionnaires, a focus group, and a likert scale.
Regarding the results, a wide but shallow perception of the topic could
be evidence, as the staff discourse is not based on theory but it every
day experiences. They seem to experiment an overload in their educating
functions considering that the families are no longer educating their
children to promote coexistence.
Key words: Coexistence, teaching/famlily, socialization, culture of
peace, Costa Rica.
1. Introducción
La formación para la convivencia ha sido tema central en los foros de
la UNESCO y en los debates acerca de las dimensiones éticas de la
sustentabilidad, de la defensa de los Derechos Humanos y de la
integración en las sociedades multiculturales. A esta formación se han
sumando, en las últimas décadas, diversos Ministerios de Educación
Pública especialmente de países de habla hispana como Chile, Colombia,
España y Costa Rica. Además, se han generado redes, políticas, planes y
propuestas de intervención, para implementarse en instituciones de
enseñanza pública y privada. Pero la promoción del convivir, desde el
seno familiar y pese a su trascendental relevancia, ha sido poco
explorada, aun menos si se estudia a través de la mirada del docente.
Es importante recordar que la familia, como primera instancia
socializadora mediada por vínculos afectivos, se convierte en un
escenario idóneo para enseñar a convivir. En su seno se desarrollan
valores y competencias sociales como el descubrimiento de sí mismo y
del otro, la empatía, la asertividad, la autonomía, el respeto, la
tolerancia, el respeto a las diferencias, el sentido de justicia y la
valoración de las diferencias, entre otras, todas como el cimiento del
convivir. Sin embargo, el sistema escolar señala que en las últimas
décadas ha surgido un debilitamiento de la familia como promotora de la
convivencia y que esta función se ha recargado a la dinámica de la
escuela.
Al respecto, López (2005) explica que las presiones sociales, el nivel
de consumismo, la multiplicidad de funciones que deben asumir las
personas a cargo de la crianza han disminuido la cantidad y la calidad
del tiempo para compartir en familia, delegando el aprendizaje de la
convivencia a la escuela. Partiendo de estos planteamientos se
definieron los objetivos del presente estudio, dirigidos a conocer la
percepción de cinco integrantes del equipo docente, de un centro
educativo de enseñanza preescolar y primaria, acerca de los factores
promotores e inhibidores de la convivencia entre las familias de su
estudiantado. Asimismo, se contemplaron las sugerencias de estos
profesionales de la educación a las familias. El último objetivo se
dirigió a indagar acciones concretas que ejecuta el grupo docente, en
el contexto escolar y en pro de la enseñanza de la convivencia.
2. Referente Teórico
2.1 Convivencia
De acuerdo con el Ministerio de Educación de Chile (2008), la
convivencia constituye la esencia de las relaciones sociales, es un
aprendizaje que inicia en el espacio familiar para luego trasladarse a
otros contextos. Este aprendizaje se encuentra ligado a la enseñanza de
valores que constituyen el núcleo de una formación ciudadana
democrática y en paz; requiere de la capacidad de las personas de vivir
con otras en un marco de respeto y solidaridad, la posibilidad del
reconocimiento y valoración de la diversidad, aceptando y apreciando
otros puntos de vista, es decir
A convivir se aprende, no es algo que venga inscrito. La convivencia
constituye la esencia de las relaciones sociales. El ser humano, por su
naturaleza necesita de otros: es, se hace y construye en la relación
con demás, tanto, que su existencia depende de la relación con sus
semejantes. De allí la importancia capital de aprender a convivir. Este
aprendizaje se logra en la casa, en el espacio familiar, en el barrio y
también en el establecimiento educacional. (Ministerio de Educación
Chile, 2008, p. 2)
En correspondencia con los planteamientos anteriores, para la política
educativa colombiana (2005), la convivencia pacífica es una manera de
vivir que exige aprender a practicarla puesto que es resultado del
aprendizaje. Está involucrada con la capacidad de las personas para
establecer relaciones sociales y humanas de calidad, fundamentadas en
la tolerancia y en el respeto de los demás, por lo que se plantea que
es necesario educar para cualificar las relaciones sociales y humanas,
para vivir en armonía y para tramitar adecuadamente las desavenencias.
Esto no solo desde referentes éticos, culturales y normativos, sino
también desde competencias, habilidades y capacidades de los individuos
para interactuar constructivamente.
La formación de sujetos habilitados para convivir armónicamente, además
de ser un proceso de apropiación cognitiva de los valores de respeto a
los derechos de los demás, de tolerancia, honestidad y solidaridad, es
fundamentalmente un proceso de desarrollo de competencias que generen
practicas proclives a la convivencia. Competencias como por ejemplo, la
capacidad para manejar sentimientos y emociones, tramitar adecuadamente
los conflictos, trabajar en grupo y compartir, buscar soluciones a los
problemas, argumentar, dialogar y fijarse metas”. (Ministerio de
Educación de Colombia, 2005, p. 6)
Para la Unesco (2007), la manera en que se convive es cultural y es
construida; además, contribuye a generar una vivencia de
predictibilidad y seguridad, lo que no significa que no se presenten
discrepancias, disensos y posiciones subversivas.
El convivir de personas en grupos e instituciones es un proceso
constructivo donde ocurren transacciones, negociación de significados
(Brunner, 1990), elaboración de soluciones, etc. Este convivir va
creando un significado común construido históricamente (Geertz, 1994),
de naturalidad y predictibilidad, que genera un sentido de
familiaridad, un “así son las cosas y un así se hacen las cosas”, que
llega a formar parte de la identidad del grupo y de quienes participan
en él. Es así como convivir en una u otra institución, supone convivir
en el marco de una identidad de grupo, expresado en formas particulares
de relación, lógicas de acción y significados, valoraciones y creencias
instaladas. (UNESCO, 2008, p. 16)
A partir de estas propuestas sobre el proceso constructivo de la
convivencia humana, adquiere relevancia revisar el papel del entorno
familiar en cuanto agente primario promotor del convivir, así como lo
que acontece en el espacio escolar.
2.2 Convivencia escolar
Retomando planteamientos de la política escolar chilena (Ministerio de
Educación de Chile, 2002), la convivencia escolar es la particular
relación que se produce en la comunidad educativa entre los diversos
integrantes: estudiantes, docentes, directivos, asistentes de la
educación, padres, madres y otras personas. En este espacio, la
convivencia se enseña, se aprende y se refleja en los diversos
contextos formativos y en los instrumentos de gestión.
Es un aprendizaje que se genera en la interrelación entre los
diferentes miembros del establecimiento educacional y que tiene
incidencia significativa en el desarrollo ético, socio-afectivo e
intelectual del estudiantado. También, implica el reconocimiento y
respeto por la diversidad, la capacidad de las personas de entenderse,
de valorar y aceptar las diferencias y otros puntos de vista
(Ministerio de Educación de Chile, 2002)
La convivencia escolar es a la vez un desafío y un aprendizaje. Un
aprendizaje, pues supone una enseñanza que está íntimamente ligada con
el proceso educativo de la persona y, como tal, en directa relación con
el contexto, el medio social y familiar donde se ha desarrollado.
(Ministerio de Educación de Chile, 2008, p. 4 )
Por lo tanto, la educación para la convivencia supone un proceso de
repensar la escuela. Esto demanda nuevos marcos para interpretar la
realidad, diferentes actitudes y prácticas e implica la totalidad del
centro y una coherencia entre el discurso y el funcionamiento real.
Además, requiere de conciencia sobre la necesidad de cambiar formas de
relación y comunicación, así como los estilos de poder y autoridad.
Para el Ministerio de Educación de Colombia (2005), como lugar de
interacciones múltiples y variadas que se producen y se reproducen
continuamente en todos los campos de la vida escolar, la escuela es un
escenario idóneo para las prácticas de convivencia. Por lo tanto,
proponen que la comunidad educativa en el mundo de hoy debe tener por
norte enseñar a vivir juntos en armonía y a convivir con base en el
respeto a las diferencias y a los derechos de los demás, otorgándole a
esa institución una responsabilidad ineludible en la formación de
ciudadanos capaces de ejercer la democracia, respetar los derechos
humanos y relacionarse entre sí de manera constructiva.
De acuerdo con Muñoz, Saavedra y Villalta (2007), el tema de la
convivencia escolar toma cada vez más relevancia en las comunidades
educativas, enfocadas no solo en intervenir, sino también en prevenir
situaciones de violencia escolar. Los medios de comunicación y las
investigaciones muestran día a día la situación de tensión cotidiana
que emerge en los contextos educativos de diversas culturas a nivel
mundial, que evidencia la complejidad creciente de las escuelas, las
cuales se transforman en espacios representativos de los modelos
sociales que influyen tanto de manera positiva como de forma negativa
en el desarrollo y aprendizaje de los estudiantes.
En la misma línea de pensamiento, para la Unesco (2008) la educación
para la convivencia, que implica la democracia y la paz, supone la
necesidad de construir intencionalmente un ambiente educativo
pertinente y relevante que eduque para la democracia y el convivir. Por
lo tanto, en la experiencia escolar formativa se deben desarrollar
valores, actitudes y habilidades socio-emocionales y éticas que
sustenten una convivencia social donde se integre a todos y todas, para
participar, compartir y desarrollarse plenamente.
Sin embargo, es importante no olvidar que la labor del equipo escolar
tiene sus cimientos en la formación recibida en el núcleo de formación
primaria: la familia, ente social en que inicia la inducción al
convivir a través de los vínculos afectivos que se establecen.
2.3 Familia como promotora del convivir
Para Villarroel y Sánchez (2002), la familia es el primer grupo
referencial con que cuenta el individuo, la instancia social que
introduce en las relaciones íntimas y personales y proporciona las
primeras experiencias; por tanto, el agente socializador más importante
durante toda la niñez. Las intensivas experiencias sociales que ocurren
en su seno, indican las autoras, son la base de la personalidad,
independientemente de los cambios que experimenten más tarde en la vida
como adolescentes o como adultos.
De acuerdo con Rodríguez (2006), la familia juega un papel protagónico
respecto de la creación de ambientes que permitan establecer relaciones
no violentas y, por lo tanto, aprender sobre la solución pacífica de
conflictos. Destaca Rodríguez la importancia de reproducir patrones de
respeto y tolerancia entre sus miembros, a fin de que estas habilidades
se multipliquen en el intercambio social con otros sistemas.
En este sentido, Villarroel y Sánchez (2002) refieren que la familia en
tanto instancia socializadora primaria, introduce a los nuevos miembros
de la sociedad en el aprendizaje de las diversas normas, pautas y
valores que a futuro les permitirán vivir autónomamente en sociedad.
Sin embargo, resaltan que este asignado social ha venido en detrimento,
y otros agentes sociales como la escuela han asumido muchas de sus
funciones.
López (2005) refuerza esta idea, afirmando que en las últimas décadas
la familia ha delegado el aprendizaje de la convivencia a la escuela
indicando como la principal causa el poco tiempo con que cuentan los
encargados de la crianza para involucrarse en las actividades y
enseñanzas de niños y niñas.
Al respecto, Espinoza (2009) explica la situación a partir de las
modificaciones que ha venido experimentando el grupo familiar, en
especial, el papel protagónico de los factores económicos, que ha
demandado adecuaciones y afectaciones importantes a la dinámica
familiar; en conclusión, señala Espinoza, las familias se encuentran
ante retos y cambios estructurales que invariablemente repercuten y
repercutirán en las relaciones psico-emocionales.
3. Metodología
La investigación se llevó a cabo entre los años 2010 y 2011, en una
institución educativa privada, con una población promedio de 160
estudiantes de los niveles correspondientes a preescolar y primaria,
ubicada en una provincia del área Metropolitana en Costa Rica. La
población de estudio fue un subgrupo del personal docente, con quienes
se indagó sobre las percepciones que poseen en relación a factores
involucrados en la promoción de la convivencia entre las familias de su
estudiantado. Asimismo, a este grupo participante se le consultó sobre
las estrategias que implementan en el aula para educar a favor del
convivir.
En términos generales, el estudio se desarrolló en tres fases: la
primera consistió en la revisión bibliográfica, que posibilitó la
recopilación de información relevante y necesaria para estudiar el
problema en cuestión y permitió elaborar el diseño de la investigación.
En la segunda fase se procedió a la selección de la población con base
en criterios de inclusión previamente establecidos, para continuar con
las técnicas de recolección de la información que posibilitaron la
obtención de datos cualitativos y cuantitativos. Finalmente, en la
tercera etapa tuvo lugar el procesamiento y análisis de la información.
3.1 Tipo de estudio y diseño de investigación
En los antecedentes estudiados fue poca la documentación sobre
investigaciones realizadas en el contexto escolar costarricense
vinculadas con la percepción del personal docente sobre la convivencia
familiar. Por lo tanto, se consideró pertinente realizar un
planteamiento exploratorio. La aproximación exploratoria, de acuerdo
con Hernández, Fernández y Baptista (2006), además de utilizarse para
recolectar información sobre temáticas poco estudiadas, pretende
realizar indagaciones desde perspectivas novedosas, buscando desplegar
datos que faciliten la profundización posterior en el tema. Asimismo,
estos estudios permiten realizar un análisis más integral de un
contexto particular.
Adicionalmente, la investigación se realizó desde un enfoque mixto que,
de acuerdo con Hernández, Fernández y Baptista (2006), se caracteriza
por recolectar, analizar y vincular datos cuantitativos y cualitativos
en un mismo estudio; por lo tanto, las técnicas y aproximaciones
metodológicas que se utilizaron responden a ambos enfoques de
investigación. La riqueza de este diseño mixto permitió explorar y
ampliar desde diversas perspectivas el problema de estudio,
comprendiéndolo más integralmente.
3.2 Población de estudio
El equipo docente de la institución seleccionada, en el momento del
estudio, se encontraba constituido por 19 personas, distribuidas por
niveles y materias: cuatro de ellas impartían lecciones en la sección
de preescolar, nueve personas en enseñanza primaria y las seis
restantes eran profesionales de materias especiales. Asimismo, del
total del personal docente un 90% correspondió a población femenina y
un 10 % masculina.
La selección del grupo participante se definió a partir del
cumplimiento de los siguientes criterios de inclusión: poseer estudios
universitarios acordes con el puesto desempeñado, impartir lecciones a
niños y niñas entre los tres y los diez años de edad, contar con un
mínimo de cinco años de labor dedicada a la docencia y al menos tres
años de servicio en la institución.
Estos criterios preseleccionaron siete participantes, dos de ellas
fueron asignadas como grupo piloto y cinco como participantes en el
estudio. El paso siguiente fue firmar un consentimiento informado, que
fue presentado de forma oral y escrita, y que explicó los objetivos de
la investigación, riesgos y beneficios posibles, la duración y
participación voluntaria, el retiro voluntario y el manejo de la
confidencialidad.
En la Tabla 1, se detallan datos personales y laborales de las cinco
docentes seleccionados en el estudio.
Los datos refieren que el equipo participante fue en su totalidad
femenino, con edades variables entre los 30 y los 66 años, para un
promedio de 50 años de edad. Con respecto al tiempo de servicio como
docente, osciló entre los 8 y los 25 años para un promedio de 18 años,
lo que indica un nivel de experiencia alto. Adicionalmente, se sitúo en
10 años el promedio de tiempo laborado en la institución. Es importante
mencionar que la totalidad de las participantes, tal y como se
solicitó, contaba con estudios universitarios acordes al puesto que
desempeñaba.
3.3 Técnicas de Recolección de la Información
Las técnicas de recolección del presente estudio consistieron en la
ejecución de un grupo focal directivo y la aplicación de tres
instrumentos que permitieran obtener información cuantitativa y
cualitativa acerca del tema. Previamente a la aplicación de los
instrumentos al grupo participante, se contó con la retroalimentación
de un grupo piloto (conformado por dos maestras), que posibilitó la
reestructuración de los implementos originales.
Luego, se procedió a la administración en cuatro etapas sucesivas. En
primera instancia se suministró un cuestionario semi estructurado,
dirigido a indagar la percepción de las docentes acerca de factores
promotores e inhibidores de la convivencia entre las familias del
estudiantado. Adicionalmente, se les solicitó brindar sugerencias que,
a juicio de las participantes, incentivara el valor del convivir en el
núcleo familiar.
La segunda etapa consistió en la participación de las docentes en un
grupo focal directivo, lo que permitió profundizar en la información
previamente obtenida a través del cuestionario. En la discusión se
incentivó la interacción discursiva y la contrastación de las opiniones
entre las participantes. La experiencia se registró mediante el uso de
cámara de video, para luego transcribirla y sistematizarla en
categorías de análisis.
En un tercer momento se aplicó una escala tipo likert, donde las
participantes asignaron un nivel de importancia a 22 factores,
relacionados con la temática del estudio.
En la cuarta etapa se dispuso de un segundo cuestionario semi
estructurado, dirigido a indagar acciones concretas realizadas por las
maestras en la dinámica escolar, en pro de la enseñanza de la
convivencia.
Una vez finalizada la fase de recolección de información, se procedió a
sistematizar datos cuantitativos y cualitativos más relevantes y, a
partir de estos, derivar cuatro categorías de análisis que se explican
a continuación.
4. Análisis de resultados
Los resultados cualitativos y cuantitativos, obtenidos a través de los
diferentes instrumentos de medición, se sistematizaron en las
siguientes categorías de análisis:
a) Percepción del equipo docente sobre los factores que promueven la
convivencia entre las familias de sus estudiantes.
b) Percepción del equipo docente sobre los factores que inhiben la
convivencia entre las familias de sus estudiantes.
c) Sugerencias del equipo docente a las familias de sus estudiantes en
pro de la enseñanza de la convivencia.
d) Percepción del equipo docente sobre el convivir y acciones que
realizan en el aula para su promoción.
4.1 Percepción del equipo docente sobre los factores que promueven la
convivencia entre las familias de sus estudiantes
La totalidad de las docentes afirmó que la familia es el espacio social
donde se debe iniciar el aprendizaje de valores, hábitos, costumbres,
un estilo comunicacional, formas de compartir y de relacionarse y, por
lo tanto, se aprenden habilidades sociales para la vida. Acerca de los
factores promotores del convivir en el seno familiar identificaron como
relevantes los siguientes: la vivencia de valores, el tiempo para
compartir en cantidad y calidad, la aplicación de métodos
disciplinarios y la enseñanza de normas sociales, los mismos se
explicitan, junto a los ejemplos más significativos en la Tabla 2.
En el discurso del grupo del estudio se dimensionó la promoción de la
convivencia en la familia, como una serie de enseñanzas que se
transmiten en la interacción directa en cantidad y calidad con los
niños y las niñas. Por tanto, se partió de la creencia de que las
conductas adultas modelan formas de relación que son imitadas por la
población infantil, y que, posteriormente, se reproducen en otras
esferas sociales como la escuela. A su vez, la aplicación de métodos
disciplinarios efectivos viene a ser para las participantes, la forma
de regular las conductas dirigidas al convivir de las que no lo son.
Esta serie de argumentaciones sobre los factores contempló varias de
las dimensiones a las que hacen alusión ministerios de educación de
gobiernos latinoamericanos, como Chile 2008 y Colombia 2005, donde se
enfatiza en la convivencia como un proceso que se enseña y se aprende,
y que se deriva de la trascendencia de fortalecer valores como la
tolerancia, el respeto, la solidaridad y la empatía.
Es interesante considerar que los factores citados por las profesoras
se ubican plenamente en el plano de lo conductual, y que otros
componentes de índole afectiva o cognitiva no son valorados por ellas.
Por ejemplo, se deja de lado que la convivencia sea un proceso de
apropiación cognitiva, acorde con un estilo de vida que origina
pensamientos y sentimientos que, finalmente, se expresan a través de
conductas (Ministerio de Educación de Chile, 2002). Más bien, se
antepone el tema conductual, esperando también resultados inmediatos a
este nivel, sin tenerse en la trascendencia de lo cognitivo ni de lo
afectivo.
A fin de profundizar en los datos anteriores, al grupo se le presentó
una lista de 21 enunciados que incluían conductas, valores, y aspectos
emocionales. A las maestras se les solicitó otorgar un nivel de
importancia (entre los rangos de alta importancia a ninguna
importancia), tomando como referente la trascendencia de los mismos
como prácticas proclives al convivir. Los resultados se detallan en la
Tabla 3.
Los datos proporcionados por la escala likert fueron uniformes, en
otras palabras, se orientaron en una misma dirección. El valor de mayor
frecuencia, o el que se repitió más veces (moda), fue el que
correspondió a “alta importancia”. Las variables 'ver programas y
películas en familia' y 'la expresión de afecto a través de
manifestaciones físicas' fueron consideradas por dos docentes de
mediana importancia, mientras que para el resto estuvieron un 100%
asociadas con la promoción de la convivencia.
En síntesis, para el equipo de maestras, la enseñanza de hábitos, la
puesta de límites, la aplicación de consecuencias, enseñar a los niños
y niñas a comunicarse con asertividad, la empatía, enseñar formas
alternas de resolver conflictos, la autonomía, colaborar con labores
hogareñas, el aprendizaje a través del ejemplo, y la vivencia de
valores (solidaridad, responsabilidad, honestidad, tolerancia, respeto,
compartir y gratitud) son factores de alta importancia en el tema de la
promoción de la convivencia en el seno familiar, lo que coincide a
plenitud con los cuatro factores que identificaron como promotores, con
restar importancia al plano afectivo, por lo que refiere consistencia
en sus planteamientos.
4.2 Percepción del equipo docente sobre los factores que inhiben la
convivencia entre las familias de sus estudiantes
Al consultar al equipo participante, su percepción sobre los factores
que inhiben la convivencia entre las familias de sus estudiantes, se
obtuvieron los siguientes datos que se sistematizan en la Tabla 4.
Entre las participantes fue muy destacado el tema de los antivalores
como un inhibidor de la convivencia, consideraron que algunas familias
practican y enseñan la deshonestidad, el irrespeto, la intolerancia, el
egoísmo, el desamor y la indiferencia, en otras palabras, dictan y
modelan pautas morales incongruentes y contrarias al convivir. De
acuerdo con ellas, esto sucede debido a que promueven el tener antes
que el ser, optando por un estilo de vida materialista, que potencia
comportamientos que calificaron de egoístas y contrarios a la
convivencia, bajo esas circunstancias los niños y niñas aprenden a
recibir, pero no a dar. Es importante destacar que las profesoras
relegan la responsabilidad de manera directa al grupo social primario,
sin considerar, como lo plantea Tuvilla (2004) que la instancia
socializadora familiar realiza elecciones sobre cómo desempeñar su
práctica, que no son azarosas ni arbitrarias, sino que obedecen a
componentes culturales, políticos y económicos, que privilegian modelos
de crianza específicos. Para Maturana (2007), los intereses políticos
orientan hacia el consumismo, donde se adquiere importancia de acuerdo
a los bienes que se poseen. El desarrollo de habilidades sociales no es
importante, por lo que se crece inhabilitado en las mismas.
En relación con el punto anterior, las profesionales en educación
coincidieron en que otra dificultad para promover la convivencia en la
familia, se debe a que los padres y madres cuentan con poco tiempo en
cantidad y calidad y esto interviene negativamente en la labor
socializadora. De acuerdo con ellas, esta carencia responde a la
multiplicidad de funciones que se deben a desempeñar simultáneamente,
por lo que la crianza se relega y se limita a un monitoreo de
conductas, que llamaron: educar por control remoto. Al respecto,
comentaron que esto no es efectivo y que sus estudiantes se quejan del
poco tiempo de que disponen las figuras de crianza para atender sus
necesidades, que en muchos casos se sienten sustitutas de padres y
madres.
En concordancia con lo expuesto, Espinosa (2009) señala que las
familias actuales, con niños y niñas en edad preescolar y primaria,
experimentan grandes demandas y presiones económicas que obligan al
padre y la madre a asumir largas jornadas laborales. En el mismo
sentido, Murueta (2009) contempla que la familia actual cuenta con poco
tiempo para comunicarse, compartir y divertirse, y que debido al
cansancio y a las limitaciones económicas son pocas los que aprovechan
para promover la convivencia activa.
El grupo del estudió coincidió en que el poco tiempo dedicado a
compartir genera sentimientos de culpabilidad en las personas adultas,
que luego les impide aplicar consecuencias oportunas. Refieren que
compensan la carencia con exceso de tolerancia, falta de límites, o
mediante obsequios materiales en especial tecnológicos.
Para ellas, esto explica por qué en muchas de las familias de su
estudiantado, no esté claro quiénes son las figuras de autoridad,
situación que se traslada al contexto del aula, donde las docentes no
son percibidas como personas a las que deben respetar y de quienes
seguir instrucciones.
Para la investigadora, Espinosa (2009), en la actualidad las figuras
parentales se sienten incompetentes en el establecimiento firme de
reglas, debido a que temen ser vistos como malos padres si ejercen la
autoridad. Asimismo, afloran sentimientos de culpabilidad por dejar a
los hijos solos, debido a las actividades laborales o por haber vivido
una separación, lo que condiciona a una jerarquía ineficaz o se produce
una relación amigos-padres, donde los hijos no tienen una guía y deben
ser más bien un soporte emocional de sus propios progenitores
Otro factor mencionado por las maestras como inhibidor de la
convivencia, y ligado al punto anterior, se enfocó en los estilos de
crianza inconsistentes, o cuando se cae en los extremos de la
sobreprotección o el autoritarismo. Para ellas, estos estilos impiden
la enseñanza y/o reforzamiento de habilidades sociales y valores, lo
cual se traslapa al contexto educativo creando un clima de tensión y de
discordia entre estudiantes, que dificulta la práctica de la convivencia
Por último, se refirieron a los riegos de la resolución de conflictos a
través de la violencia. Para la población participante, muchas de las
personas adultas ante situaciones de conflicto modelan a los niños y
niñas actitudes de indiferencia, rechazo, venganza, y discriminación;
algunas recurren a chantajes a través de premios y otras, por el
contrario, pretenden resolver los conflictos a través del empleo de
gritos, golpes e insultos; todos escenarios donde se excluye la
comunicación asertiva.
Para Edwards (2002) en nuestra cultura no se enseña a resolver
conflictos con asertividad, sino que existe un sistema de creencias que
los estigmatiza como negativos y a las personas que los explicitan,
como conflictivas. Esto ha generado actitudes de evasión, temor y
desconfianza, que tienden a atribuir a los desacuerdos características
negativas y amenazadoras. En este contexto, se desaprovecha la
oportunidad para aprenden a resolver desavenencias, practicar la
comunicación asertiva, la escucha, la posibilidad de ponerse en el
lugar del otro, la creatividad para resolver situaciones complejas y
estrategias de negociación.
En síntesis, el equipo participante en el estudio concluyó que la
familia ya no es la base de la sociedad, en tanto que las funciones
socializadoras que le fueron encomendadas, se le reasignaron a la
instancia escolar. Situación que valoraron como injusta, porque recarga
sus funciones, las agobia, y las convierte en lo que llamaron:
maestras–madres.
En cuanto a la responsabilidad de esta recarga de funciones, las
profesoras la dirigen al núcleo familiar, percibido como negligente en
el cumplimiento de sus tareas. Por tanto, no dimensionan el contexto
social en que se encuentra inmerso. De acuerdo con Ares (2002), la
familia se ha diversificado con el paso del tiempo, dado que es una
categoría histórica, determinada por el sistema social imperante, que
condiciona estilos de vida, jerarquías y funciones.
4.3 Sugerencias del equipo docente a las familias de sus estudiantes en
pro de la enseñanza de la convivencia
La totalidad de profesoras consideró que el núcleo familiar debe
fortalecerse si se desea aprender a convivir pacíficamente.
Porcentualmente, un 60% opinó que la familia no prepara a los niños y
niñas en el aprendizaje de la convivencia. El restante 40% señaló que
no se puede generalizar, que algunas familias sí realizan acciones de
apoyo, dedican tiempo a la crianza, se preocupan por promover
disciplina e instaurar valores, dan amor y logran un ambiente familiar
de tranquilidad y paz. Los datos se observan en el Gráfico 1.
El grupo de estudio se encuentra dividido al tener que considerar si la
preparación para el convivir tiene o no lugar en el contexto familiar,
siendo mayor (60%) el subgrupo que considera que no se da, lo que
coincide con la percepción de las docentes sobre los cambios que deben
darse en la estructura familiar.
De forma paralela, se solicitó a las profesoras participantes proponer
temas que consideraran relevantes para la capacitación de familias a
fin de hacer proclive la práctica de la convivencia, temas que se
enlistan con sus respectivos porcentajes en la Tabla 5.
En lo que respecta a los temas sugeridos hubo una total concordancia
con lo señalado en cuanto a los factores promotores e inhibidores.
Prevaleciendo el tema de los valores y el de la disciplina. En cuanto
al primero, con un porcentaje del 40%, destacaron capacitar a las
personas adultas para que instauren valores que calificaron como
cimientos del convivir (compañerismo, solidaridad, compartir,
preocupación por el otro y los valores cristianos).
En un 33% se refirieron a la importancia de instruir en la puesta de
límites y aplicación de consecuencias; así como transmitir la
relevancia de enseñar a los niños y niñas a seguir reglamentos y
respetar figuras de autoridad. Una persona destacó la capacitación en
temas de inteligencia emocional, explicitando el aprender a
comunicarse, la empatía y el control de las emociones. Por último, la
cultura de paz se relacionó, directamente con la convivencia, en tanto
se consideró que las personas encargadas de la crianza desconocen o no
se percatan de que educar para la convivencia es construir cultura de
paz y que esto debe enseñarse.
Es interesante considerar que la selección de estas temáticas, por
parte de las profesoras, se enfocó más en alternativas para facilitar
su labor docente, en términos de que las enseñanzas del contexto
familiar se trasladan posteriormente a la escuela. Y no de una visión
del convivir como un compromiso colectivo que implica un proyecto
social, un replantearse la humanidad que queremos.
Además de las temáticas de capacitación, se les solicitó a las
participantes brindar sugerencias a las familias a fin de vivir y
enseñar convivencia. Los resultados se exponen en la Tabla 6.
Las docentes plantearon tres sugerencias como prácticas proclives al
convivir, las mismas coincidieron a plenitud con los temas de
capacitación y con los factores promotores. El componente relacionado
con dedicar tiempo en calidad y cantidad que permita estar juntos,
brindar atención, realizar actividades y juegos encabezó la lista con
un porcentaje de respuesta del 60%. Esto indica que, para el
profesorado, gran parte de la solución está relacionada con pasar más
tiempo compartiendo, lo cual puede resultar engañoso, debido a que de
ser esto posible, podría no estar necesariamente enlazado a un estilo
de vida que tenga por norte la cultura de paz.
Además, resulta poco realizable ante demandas sociales crecientes que
orientan hacia tiempos cada vez más cortos de convivencia. Con
porcentajes de 20% cada uno, el equipo participante sugirió a las
familias la vivencia más que el discurso verbal de valores, y el
fortalecimiento de la comunicación entre personas adultas y niños y
niñas. Al respecto, se coincide Maturana (2007), cuando plantea que los
valores son aspectos relacionales espontáneos del convivir social que
deben ser vividos en todo instante y no enseñados como nociones o
acciones independientes.
4.4 Percepción del equipo docente sobre el convivir y acciones que
realizan en el aula para su promoción
Para el grupo de maestras participantes en el estudio, la convivencia
fue definida en términos de una vida en común, que implica compartir
con otros, dar y recibir apoyo moral, espiritual y material, mantener
comunicación y relaciones armónicas y pacificas con los demás. En lo
que respecta al rol como protagonistas de la promoción de la
convivencia en el escenario escolar, las acciones que ejecutan se
sistematizan en la Tabla 7.
Como puede observarse en la tabla anterior, las profesoras se
refirieron principalmente a actividades para favorecer la comunicación
asertiva tales como: la escucha, el diálogo, esperar el turno para
hablar, levantar la mano para hacerlo, el uso de lo que consideran el
lenguaje apropiado, tono de voz, pensar antes de responder, así como
evitar gestos y expresiones violentas, aspectos que coinciden con la
resolución alternativa de conflictos y la adquisición de mayores
habilidades sociales
Otras actividades propuestas enfatizaron en el valor del respeto:
respeto a opiniones diversas, a la autoridad del docente, a las
pertenencias ajenas. Las normas de cortesía también fueron mencionadas
como enseñanzas de respeto. Compartir se presentó como un valor que
practican en el aula, propiciando situaciones como juegos, dinámicas y
proyectos, donde el estudiantado debe compartir materiales, ideas e
incluso sentimientos.
El interés por el otro u otra (empatía) fue mencionado por el
profesorado, mediante actividades que involucran la cooperación, la
escucha, y la oración; a esto se suman las historias, cuentos y
situaciones de la vida diaria para generar reflexión entre niños y
niñas. Además, brindaron importancia al aprendizaje de reglas sociales
para el convivir, como levantar la mano, seguir instrucciones, mantener
limpieza y orden.
Es importante resaltar que cuando se cuestionó acerca de conductas y
actividades concretas en pro del convivir en la escuela, la producción
de las docentes participantes fue muy fructífera, lo que hace suponer
que el rol que ejercen diariamente en el aula las ejercita en esta
tarea. Sin embargo, sigue existiendo una distancia considerable entre
realizar acciones específicas y aisladas, a lo que es un proyecto de
vida orientado a la cultura de paz, donde se forme a las personas para
ser conscientes de su papel protagónico en la construcción de ambientes
sociales de convivencia.
5. Conclusiones
Aprender a convivir, de acuerdo con el Ministerio de Educación Chileno
(2008) constituye la esencia de las relaciones sociales para la
construcción de una sociedad más justa y una cultura de la paz, porque
se sustenta en la dignidad de la persona, en el respeto y cuidado de
sus derechos y sus deberes. Es un aprendizaje ligado a la formación de
valores, al desarrollo de habilidades sociales, que se inicia en el
espacio familiar y luego se traslada a los otros contextos
Las maestras participantes del estudio sustentaron una idea bastante
clara acerca de la convivencia, en tanto comprenden que se trata de un
proceso de aprendizaje en el que intervienen diversas instancias
sociales, iniciando con el contexto familiar. El convivir tiene para
ellas cimientos en la formación en valores, habilidades sociales y
aprendizaje de normas modeladas congruentemente por figuras adultas.
Este dominio del tema puede explicarse desde el rol que cumplen como
formadoras, algunas con experiencia de veinte años y más.
Adicionalmente, por el contacto diario con una multiplicidad de
estudiantes en que se tornan protagonistas y gestoras de la
integración. Esto también explica que las maestras participantes
conozcan y practiquen en la dinámica escolar una serie de estrategias
para enseñar la convivencia.
En lo que respecta a los factores promotores e inhibidores del convivir
entre las familias del estudiantado, las profesionales en educación
tendieron a responder desde los antagonismos: valores-antivalores,
disciplina (estilo de crianza democrático) -indisciplina (estilos de
crianza disfuncionales), compartir tiempo en calidad y cantidad- tiempo
limitado para compartir. A estos factores se sumaron otros secundarios,
como la resolución de conflictos, el modelaje y la comunicación.
Las temáticas propuestas para capacitar y las sugerencias para educar
la convivencia en el entorno familiar no fueron diferentes, sino que
giraron en la misma sintonía de valores, disciplina, habilidades
sociales, dedicar tiempo.
En términos generales, en las respuestas y reflexiones del equipo
docente, prevalecieron las ejemplificaciones a través de experiencias
cotidianas; también, con base en su sistema de creencias, que ellas
comprenden como el “deber ser”, muy ligado a la sumisión, la obediencia
absoluta y, en algunos casos, a lo socialmente esperado, según el
género de pertenencia.
En estos planteamientos, las profesoras responsabilizaron de manera
directa a las familias, especialmente a los padres y las madres, que de
acuerdo con ellas no cumplen con funciones asignadas para la crianza.
Al respecto, López (2005) recuerda que en las últimas décadas la
familia le ha delegado este aprendizaje a la escuela, que es vivido por
las maestras como un recargo de labores. Adicionalmente, opinaron que
esta omisión, por parte de la instancia socializadora primaria,
repercute en que niños y niñas establezcan relaciones violentas y las
reproduzcan en el escenario escolar.
Es importante destacar que la denuncia de las participantes se dirigió
de manera exclusiva al entorno familiar, que no fue contemplado como un
escenario de menor envergadura, inserto en un contexto, social,
cultural y político que dicta las pautas a seguir a las diferentes
instancias sociales.
Para las Naciones Unidas (1998) implicar a las familias en la educación
pacificadora requiere desarrollar formas de pensamiento crítico ante la
sociedad; reflexionar y asumir valores, normas y actitudes
facilitadoras de la convivencia y capaces de dar respuesta a los
problemas que se les plantean diariamente; reconocer y aceptar los
valores que existen en la diversidad de los individuos, los sexos, los
pueblos y las culturas y desarrollar la capacidad de comunicar,
compartir y cooperar con los demás.
Contrariamente, el discurso del grupo de las maestras se enfocó en
señalar manifestaciones conductuales y acciones concretas, no incorporó
elementos de índole cognitiva, de replanteamiento de los esquemas
mentales, de incorporar otros paradigmas para la interpretación de la
realidad, y/o de la posibilidad de generar discusiones y pensamiento
reflexivo. Los niños y las niñas no fueron percibidos como
protagonistas, sino como entes pasivos sujetos al modelaje de las
figuras adultas, con reducidas posibilidades de cambio.
Al respecto, plantea Garnier (2008) que enseñar y aprender a convivir
con otros en forma respetuosa, solidaria y democrática requiere vencer
múltiples desafíos mundiales. Entre ellos nuevos marcos para
interpretar la realidad, diferentes actitudes y prácticas y una
coherencia entre el discurso y el funcionamiento real. Además, requiere
crear conciencia de la necesidad de cambiar formas de relación y
comunicación, estilos de poder y autoridad.
Finalmente, se debe tener presente que la convivencia es un compromiso
colectivo que implica un proyecto como sociedad. Es a la vez un desafío
y un aprendizaje, un tema que nos compete a todos y todas y, por lo
tanto, imprescindible fortalecer en todas las esferas involucradas en
su promoción.
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Correspondencia a:
Ana Rocío Barquero Brenes. Docente en la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica,
también labora en un centro educativo. Máster en Psicología Educativa,
Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Dirección electrónica:
ana.barquero@ucr.ac.cr
Artículo recibido: 21 de octubre, 2013 Devuelto para corrección: 6 de
marzo, 2014 Aprobado: 15 de mayo, 2014