Los Símbolos Nacionales de Costa Rica y el Enfoque Educativo
The National Symbols of Costa Rica and the Educational Focus
María Isabel Carvajal Araya1
1 Catedrática de la Universidad de Costa Rica. Doctora en Estudios de
la Sociedad y la Cultura, Máster en Literatura Latinoamericana,
Licenciada en Música con énfasis en Piano, todos los títulos de la
Universidad de Costa Rica. Dirección electrónica: notayletra@gmail.com
Dirección para correspondencia
Resumen
El presente ensayo explora la forma en que se ha abordado el tema de
los símbolos nacionales de Costa Rica, desde el ámbito educativo. Para
ello realiza un recorrido desde la implementación de la materia de
Cívica, a finales del siglo XIX y hasta la actualidad, a la vez que
analiza la manera en que estos símbolos patrios han servido para
plasmar un imaginario de identidad, al naturalizar discursos
ideológicos enmarcados en las representaciones patrias.
Palabras clave: Educación, símbolos nacionales, imaginarios, identidad,
Costa Rica.
Abstract
The following essay explores the way in which the topic of national
symbols has been taken from the educational ambit. To achieve this, it
journeys from the implementation of the subject of Civics towards the
end of the 19th Century until the present, while analyzing the way in
which these patriotic symbols have been used to represent and construct
an imaginary of identity when naturalizing ideological speeches framed
in the patriotic representations.
Key words: Education, national symbols, imaginary, identity, Costa Rica.
1. Introducción
En el ensayo titulado Poder, derecho, verdad, Foucault (1992) sostiene
que el poder produce efectos de verdad. Esta verdad se hace ley y
genera un discurso que los ciudadanos asumen como verdadero. Los
mecanismos de control que se accionan gracias a estos discursos —y que
en gran parte son reproducidos dentro de las instituciones educativas—
ejercen control sobre los ciudadanos de manera sutil (Foucault, 1992,
p. 43). En Costa Rica, el sistema educativo ha fungido desde finales
del siglo XIX y comienzos del siglo XX, como ente disciplinario que
moldea las conductas por seguir por parte de los estudiantes,
consolidando, desde esas instituciones, una forma determinada de
sociedad.
Las opiniones en cuanto al papel que debe asumir la educación formal
dentro de la sociedad han tenido diversos enfoques2. Sociólogos como
Emile Durkheim (1976), expresan que es necesario que exista una acción
ejercida por los adultos sobre los jóvenes, para educarlos en sociedad.
No obstante, Foucault considera que estos mecanismos son más bien
operadores de dominación (1992, p. 54).
Los rituales que en la actualidad acompañan y forman parte indisoluble
de los símbolos nacionales, funcionan como mecanismos de fuerza que
involucran a los estudiantes en un plan disciplinario que, en palabras
de Foucault, fabrica individuos (Durkheim, 1976, p. 175). Según
Colmenares (1997), el enfoque con que se aborda la historia de un país,
carece de una disciplina académica crítica, y se reproducen en los
centros educativos historias patrias creadas a partir de elaboraciones
propias del siglo XIX, las cuales no siempre tienen sentido.
El artículo tiene como principal referente teórico los aportes de
varios investigadores, citando como figuras relevantes a Walter
Mignolo, Aníbal Quijano, Edgardo Lander y Héctor Maldonado, todos ellos
integrantes del denominado grupo Modernidad-Colonialidad.
Luego de confrontar estas formas de pensar acerca de la educación, se
procede a mirar el pasado y observar desde dónde y cómo se han manejado
los aspectos educativos en Costa Rica, pero según una perspectiva
decolonial acorde con las teorías esbozadas.
2. La educación en el siglo XIX
En Costa Rica, durante los años posteriores a la independencia,3 el
aprendizaje básico de las letras formaba parte de la instrucción
pública que se impartía a niños y a niñas por separado, y que consistía
en aprender a leer y a escribir.4
De acuerdo con Dachner, para 1844 las celebraciones cívicas mezclaban
misas solemnes, mascaradas, corridas de toros, comparsas, diana, tronar
de cañones, pólvora, conciertos, piezas de oratoria, almuerzos y bailes
(2000, p. 85). Y es que la religión, específicamente la católica, fue
uno de los mecanismos que sustentaron las bases de lo que después se
conoció como la identidad del costarricense. La doctrina católica de
alguna manera sirvió para aglutinar las gentes de los pueblos alrededor
de los templos dentro de determinadas creencias, tales como la
veneración de los santos patronos de cada localidad, a la vez que se
iba moldeando la forma de actuar, de ser y de pensar de los habitantes,
en relación con los credos religiosos. Así, el ser católico iba
fuertemente ligado al concepto de ser costarricense (Sandí, 2011).
Según este autor, la identidad local, que se vio fortalecida por el
aglutinamiento de gentes alrededor de un templo, junto con la devoción
a un santo patrono y todas las manifestaciones sociales que giraban en
torno a las celebraciones patronales, como fiestas y comidas
representativas de cada pueblo, forjaron una identidad local que
posteriormente se convirtió en una identidad nacional (Sandí, 2011, p.
62).
La unión entre el poder eclesiástico y el poder político, encontró en
las celebraciones de los santos patronos de los pueblos, un espacio
idóneo para reforzar los procesos de control político y religioso en
las gentes, ya que un buen ciudadano, era también un buen católico (p.
70).
En la década de los ochenta del siglo XIX, se introducen dos reformas
educativas muy importantes, reflejo de un cambio paradigmático: la Ley
Fundamental de la Educación, en 1885, y la Ley General de Educación
Común, en 1886 (Quesada, 2003; Vargas, 2003). Con la implementación de
estas leyes se reproducen, desde edades tempranas, los conceptos de
creencias y valores acordes con la ideología liberal, en contraposición
a las implementadas por la religión católica. A partir de estas leyes
educativas, las enseñanzas religiosas son sustituidas por cursos de
moral y de cívica (Vargas, 2003, p. 295). De esta forma, los elementos
ritualísticos que representan la nación, son instaurados y fortalecidos
desde las instancias educativas.
Antes de la Reforma Educativa implementada durante el gobierno del
presidente Bernardo Soto, el reglamento de la “Instrucción Pública”
determinaba que hubiera escuelas primarias de carácter gratuito y
obligatorio en todas las provincias del país. Algunas escuelas estaban
separadas por sexos y se ubicaban en edificios diferentes. No obstante,
los recintos que albergaban niños y niñas, debían mantenerlos
separados, a tal punto que tenían que entrar y salir por puertas
diferentes (Jiménez, 1869, p. 5). Además de estas, existían también
otras escuelas llamadas escuelas dominicales para niñas.
El contenido de lo que se enseñaba variaba según el sexo:
En las escuelas de niñas las maestras cuidarán con especial esmero la
enseñanza de labores, dando lecciones jenerales é individuales [...].
Se aprovechará esta ocupación para dar otras enseñanzas compatibles con
las mismas (p. 27)5. Además de lo expresado anteriormente, se enseñaban
conceptos básicos de lectura, escritura y aritmética y algunas labores
de mayor conveniencia y necesidad como en esplicaciones reljiosas y
morales, que deberá hacer el párroco; así como en breves conferencias
sobre economía doméstica y sobre todo aquellos conocimientos necesarios
á una buena esposa y madre de familia. (Jiménez, 1869, p. 42)
Los niños por otro lado, recibían varias materias, entre ellas:
marchas, cánticos religiosos y morales de corta duración, doctrina
cristiana, doctrina sagrada, historia de Costa Rica, aprendizaje de las
letras del alfabeto, las 4 operaciones fundamentales. La enseñanza más
importante era, en general, la moral y religiosa, fundamento de la
instrucción primaria de aquella época (Jiménez, 1869, pp. 28-29).
En 1886, año cuando se produjo la Refoma Educativa en Costa Rica, se
otorgó al Ministerio de Educación la dirección general en torno a la
enseñanza de la educación. Como parte importante de esta reforma, se
instituyó, entre otras asignaturas, la enseñanza de la Educación Cívica
en escuelas y colegios:
En 1886, con la Ley General de Educación Común, se excluyeron las
materias de religión y de Historia Sagrada, las cuales fueron
sustituidas por los cursos de Geografía Universal e Historia de Costa
Rica. Se estableció, además, un grupo asignaturas afines: Gimnástica,
Moral, Educación Cívica, Ejercicios y Evoluciones militares. (Jiménez,
1869, p. 31)
No obstante, el nivel educativo no era el mismo para todos los niños y
niñas.6 Las materias exclusivas para los varones pretendían educar
ciudadanos patriotas cuya formación cívica consistía en el
fortalecimiento del servicio militar. No obstante, el Colegio Superior
de Señoritas, fundado en 1888, se destacó por ofrecer, entre las
materias impartidas, la instrucción cívica y nociones de derecho, eso
sí, sin dejar de lado las de “agujas, lavado y aplanchado" (Jiménez,
1869, p. 34). El discurso de la época mostraba contradicciones, porque,
por un lado, se marcaban diferencias entre hombres y mujeres y entre
las diferentes clases sociales, y por otro, se aseguraba que todos los
ciudadanos tenía igualdad de derechos y de deberes, en concordancia con
las máximas expresadas como parte de las ideas ilustradas de la
Revolución Francesa en cuanto a la igualdad. La instrucción cívica
reafirmaba estos conceptos de igualdad en relación con los hombres, sin
embargo, no todos los ciudadanos estaban de acuerdo con esta forma de
pensar. El concepto de igualdad que quiso imponerse como parte de la
ideología liberal, y que se estudiaba como parte de la formación cívica
impuesta en las escuelas, es cuestionado y descalificado por Ricardo
Fernández Guardia:
Igualdad. a). Todo hombre es igual ante la ley. Que todo hombre sea
igual a otro en todos los respetos, de modo que, sin que influyan sus
condiciones personales, goce de las mismas consideraciones y respeto
por parte de sus conciudadanos, que disfrute de iguales comodidades en
la vida, que ocupe la misma posición social, en fin, es un absurdo. El
hijo de padres de una raza superior, al nacer ya trae en germen
cualidades intelectuales y morales, que lo colocan en una situación
ventajosa sobre el hijo de padres de una raza inferior [...] y aunque
ambos crecieran y se educaran en idénticas circunstancias, no por eso
desaparecería la desigualdad original”. (1888, p. 15)
De la misma manera, la diferencia que se establecía entre hombres del
campo y de la ciudad, y de las mujeres en general, se introyectaba en
la cultura desde edades tempranas, dando por descontada la igualdad
entre las personas de ambos sexos:
Obligación escolar: La enseñanza primaria debe abrazar lectura,
escritura, aritmética, geometría objetiva, geografía, historia de Costa
Rica, ejercicios prácticos de lenguaje, moral y educación cívica. La de
los varones, además, ejercicios y evoluciones militares; y para los
niños de las campiñas, también nociones agrícolas. La de las mujeres
comprende fuera de las materias dichas al principio, labores de mano y
nociones de economía doméstica. (Fernández, 1888, pp. 91-92)
En estos textos, la materia de cívica consistía, sobre todo, en conocer
los deberes y derechos del ciudadano, la organización y funciones del
Estado, el sufragio y los deberes para con la patria (Brenes, 1890, p.
38).
A partir de 1888, las escuelas y colegios contaron también con un texto
titulado Cantos Escolares, en el que se incluían cánticos que
fortalecían y acentuaban el discurso del derecho, de la belleza y de la
patria “ya que son el fundamento de las más notables virtudes cívicas”
(Fernández y Campabadal, 1888, p. 1).7 Otras materias como “canto”,
eran impartidas únicamente a las niñas, junto con las “labores de mano,
como “bordar en lino blanco, remendar y zurcir” (Brenes y otros, 1890,
p. 39), mientras que los niños eran instruidos en “gimnástica” y
“ejercicios militares”, que incluían, entre otros, los movimientos del
arma (pp. 51-52).8
Para 1893, en Cartago se ofrecía en un mismo local, clases para ambos
sexos. No obstante, se especificaba que “se cuidará con esmero la
instrucción religiosa, así como de que sea práctica la enseñanza de
labores para las niñas”. Periódico Costa Rica. Anuncio comercial (7 de
julio, 1893).
En los albores del siglo XX, cuando fue compuesta la letra actual del
Himno Nacional de Costa Rica,9 se consideraba que existían 3 tipos de
costarricenses, por lo que había 3 clases de escuela primaria: la de
primer orden, que acogía a la población de ciudad; la de segundo orden,
para zonas más alejadas de las principales ciudades, y la de tercer
orden, que recibía a una población campesina (Barrantes y Ruiz, 1994).
De igual manera, la formación de “ciudadanos” se planificaba según la
categoría social: en efecto, las prácticas y los rituales eran
diferentes y se programaban de acuerdo con el grupo al que iban
dirigidas (Fumero, 2000, p. 53). Las masas eran invitadas a participar
como espectadores de las celebraciones patrias, donde se exponían los
discursos de los políticos y se ejecutaba música marcial en honor de
los representantes del gobierno o de los candidatos presidenciales:
Las marchas para resaltar las cualidades del candidato ofrecían a los
votantes una consigna importante con la cual identificarse. Además de
las banderas y de los colores de los partidos, la música de las marchas
brindaba a la ciudadanía un elemento de identidad y regocijo. (Fumero,
2000, p. 54)
En Costa Rica, la educación secundaria estuvo excluida por un largo
periodo. Según Quesada, durante las primeras décadas del siglo XX y
hasta 1940, no se fundó ningún instituto de educación secundaria, ya
que:
(…) los liberales de la época le otorgaban importancia únicamente a la
institución primaria. Esta (la educación secundaria) no era gratuita,
no tenía carácter popular y a lo más que aspiraban los hijos de las
familias pobres, según sus recursos económicos, era terminar con éxito
el último año de primaria (Quesada, 2010, p.35).
En efecto, los hijos de oligarcas eran los llamados a prepararse
profesionalmente, ya que contaban con las condiciones económicas
necesarias para realizar estudios superiores fuera del país. De esta
forma, los hijos de los campesinos y de los artesanos solo podían
aspirar a continuar en sus mismos oficios. ¿Es acaso este último
ciudadano que recibía menos instrucción porque se consideraba que no
necesitaba de mayores conocimientos, el labriego sencillo del que habla
la letra del HNCR, y que aparentemente, representa a los costarricenses
aún en el siglo XXI?
2.1. La educación en los siglos XX y XXI
En la primera mitad del siglo XX destaca la figura de Roberto Brenes
Mesén,10 quien propone un giro importante en la educación, pues siente
que las políticas educativas instauradas en el siglo XIX, elaboradas
sobre todo para servir a los intereses de las democracias y a la
uniformidad de las turbas votantes, no correspondían más a las
necesidades del siglo que nacía. Para él, la educación debía ser
integral, humanística e idealista, y no únicamente mecanicista: “educar
es inducir una expansión de la conciencia para hacer sentir más,
percibir más, comprender más, pensar más, discernir más, hacer mayor
uso de la voluntad, no como deseo, sino como querer que es raíz de toda
potencia” (Carvajal, 2009, p. 21).
En las décadas siguientes se continúa discutiendo acerca de cuáles
debían ser los parámetros idóneos en la educación costarricense. La
educación cívica ostentó una importancia relevante dentro de los planes
de estudio de la educación primaria y secundaria en la primera mitad
del siglo XX, ya que los gobernantes veían en la educación cívica el
espacio más adecuado para sembrar en la juventud los más fervientes
valores patrios, los cuales sustentaban y fortalecían las políticas
gubernamentales: “En ese sentido fue fundamental la creación de
lealtades, de ahí que a la educación cívica se le atribuyera la
importante tarea de formar ciudadanos” (Quesada, 2003, p. 3).
Para 1957 se crea la Ley Fundamental de Educación, en la que se
concebía la educación como un proceso integral del ser humano y de
adaptación social (Ministerio de Educación Pública, 1997, p. 4). En
adelante, prácticamente en cada nueva década del siglo XX, se
revisan/modifica>n los contenidos del sistema educativo del
país. Los controladores de esta disciplina son los docentes, quienes
muchas veces hacen de la aplicación de la norma y el protocolo, el
punto medular de la ceremonia que se establece junto con los símbolos
nacionales: posición de firmes, manos fuera de las bolsas, cuerpo
erguido, cabeza en alto, no moverse, no masticar chicle... De este
modo, los docentes cumplen con los requerimientos establecidos en
cuanto a su función de educadores, y reproducen los lineamientos que
estipula el Ministerio de Educación acerca del manejo de los símbolos
nacionales.
Para finales del siglo XX, se propone una educación de tipo
racionalista, constructivista y humanista. Esta corriente educativa se
cobija bajo el nombre de Educación hacia el siglo XXI, con lo que se
pretende obtener un proceso creativo, dinámico y flexible, que promueve
la consulta bibliográfica, la lectura y el uso de otras fuentes de
información que respondan el qué, el cómo y el para qué de la educación
(Ministerio de Educación Pública, 1997, p. 10).
En el siglo XXI, la educación cívica, artes plásticas, educación física
y música, pretenden, nuevamente, dar un giro. El MEP ha lanzado
recientemente un programa denominado ética, estética y ciudadanía, el
cual se ha comenzado a implementar en muchos de los colegios de segunda
enseñanza del país (2009).11 Pero, ¿dónde quedan los símbolos
nacionales dentro de la parafernalia cívica actual? Este tema se
examina a continuación.
3. ¿Qué hay detrás de los símbolos patrios?
Según Bourdieu, los símbolos son los instrumentos por excelencia de la
‘integración social’ (2000, p. 92). Esta responde a ideologías
particulares que intentan, mediante la violencia simbólica, manipular
las formas de pensar, de creer y de actuar de determinados grupos de
personas. De hecho, parte primordial de la razón de ser de los íconos
nacionales, consiste en hacer ver la nación como un tronco macizo y
unitario: una misma lengua, un mismo territorio, las mismas costumbres,
el mismo color, las mismas creencias. Sin embargo, ¿es esto real?
El escenario patrio quedó instalado al iniciar el siglo XX, y sus
actores escogidos con gran acierto. Según Hobsbawm (2004):
Naturalmente, los estados usarían la maquinaria, que era cada vez más
poderosa, para comunicarse con sus habitantes, sobre todo las escuelas
primarias, con el objeto de propagar la imagen y la herencia de la
‘nación’ e inculcar el apego a ella y unirlo todo al país y la bandera,
a menudo ‘inventando tradiciones’. (2004, p. 100)
Es pertinente, entonces, mirar en el seno mismo de la reproducción
discursiva de los símbolos nacionales, para indagar lo que ocurre en el
siglo XXI, ya que continúan utilizándose como la representación oficial
de la “realidad” costarricense, aunque de forma distorsionada, al
ritualizar, canonizar y acartonar de manera inalterable, los hechos
históricos contados en forma de relatos o cuentos infantiles,
presentando una continuidad cronológica de los hechos, la cual pretende
mostrar una historia creíble que, a la vez, justifique el “éxito
actual” de la nación.
3.1 Los programas del MEP
En el segundo decenio del siglo XXI, Costa Rica continúa utilizando los
mismos argumentos de la ritualística cívica, amparados por las
políticas ministeriales de turno (protocolo, cantos patrios, etc.). El
país, a la fecha de realizado este trabajo, está integrado por una
cantidad considerable de habitantes provenientes de otras naciones,
quienes comparten día a día sus costumbres y tradiciones con los
costarricenses. No obstante, y pese a la multiplicidad y
multiculturalidad que existe, las representaciones cívicas que
caracterizan a los costarricenses continúan siendo las mismas que se
petrificaron en el imaginario costarricense ya hace más de un siglo, y
que las clases gobernantes insisten en perpetuar mediante las
instancias encargadas de transmitir la educación en Costa Rica.
Es un hecho que, desde el periodo liberal en que se sientan las bases
del imaginario de nación, y aún en pleno siglo XXI, la historia de
Costa Rica continúa categorizando y minimizando el pasado precolombino,
muy por debajo de todo aquello que tiene relación con Europa:
(…) en el caso costarricense el indígena contemporáneo al proceso de
invención nacional, fue invisibilizado por la historiografía liberal y
colocado en la época prehispánica y en la conquista, mientras que los
existentes fueron vistos como ‘otros’, salvaguardando la pureza y
blanquitud del ‘nosotros’ o ‘comunidad nacional costarricense’. (Díaz,
2007, p. 33)
Es pertinente entonces, observar cómo aborda el sistema educativo
actual el tema de los símbolos nacionales, y en qué medida continúa
reproduciendo la colonialidad del poder, del saber y del ser,12 en el
manejo que se hace de los símbolos nacionales.
3.1.1 Programas de Estudios Sociales y de Educación Cívica de Primaria
El tema de los símbolos nacionales de Costa Rica es asumido por las
instituciones de enseñanza de primaria y secundaria del país. En la
actualidad, y según los planes del MEP para los Estudios Sociales de
Primaria,13 el tema de los símbolos nacionales se expone, en primaria,
durante el primer ciclo de estudios, y en secundaria, en el primer
trimestre de octavo año. El espacio seleccionado para ello es, sobre
todo, durante la semana cívica, en septiembre, cuando se celebra y
conmemora la independencia de Costa Rica.
Durante el primer año se presenta el tema de la Educación Cívica bajo
la perspectiva de “preparar a la niña y al niño para el ejercicio de
una ciudadanía activa; partícipe de los principios democráticos, capaz
de plantear alternativas pacíficas en la solución de conflictos, en el
ámbito personal, familiar, escolar, comunal, nacional e internacional”
(MEP, 2003, p.19.) En este espacio se estudian los símbolos nacionales
en su origen y significado (p. 27) y se procede, durante el primer año,
a darlos a conocer mediante dibujos, fotografías e ilustraciones (p.
33). En el segundo año se propone el reconocimiento de los símbolos
nacionales por medio de láminas para colorear y se enfatiza el respeto
por los símbolos patrios (p. 42). En el tercer año se estudia el origen
y significado de los símbolos nacionales y se formulan las normas de
comportamiento por seguir en relación con estos íconos de la patria (p.
48).
No obstante, el texto propone, en su anexo 3, un nuevo abordaje de las
celebraciones patrias, debido a que se efectúan de manera rutinaria (p.
68). Se plantea entonces, actualizarlas, de manera que establezcan
puentes entre el presente y el pasado, y viceversa, pero no se
especifica cómo hacerlo (p. 68).14
En el segundo ciclo de primaria, los objetivos continúan siendo los
mismos que en el primero (Ministerio de Educación Pública, 2003, pp.
18-19). Se plantea, en términos generales para el cuarto año: la
educación cívica en Costa Rica, concepto e importancia (p. 35); para el
quinto año, los valores cívicos del costarricense, a saber:
participación, justicia, tolerancia, solidaridad, cultura de paz,
libertad e igualdad (p. 42), y para el sexto año, los derechos sociales
de los costarricenses, donde se promueve la tolerancia por las
creencias y formas de vida de personas o grupos (p. 54).
La fundamentación que se realiza en dicho programa para el abordaje del
segundo ciclo, es exactamente la misma que para el primero, por lo
tanto, resulta innecesario mencionarla de nuevo. No obstante, es
pertinente indicar que, aunque en el cuarto año se indague acerca del
periodo republicano (1821-1948), y durante el sexto año se toque el
tema del Pacto de la Concordia (1821) y de la Guerra Civil de Ochomogo
(1823), no se traen a colación dentro del programa en forma específica,
ni la primera bandera ni el primer escudo que representó la región, lo
cual evidencia una clara ruptura entre la historia de Costa Rica y la
evolución de sus símbolos patrios.
El programa del segundo ciclo consta también de una sección de anexos
en la cual se sugiere un abordaje alternativo y más amplio hacia estos
temas, sin embargo, el texto es el mismo que el expuesto para el primer
ciclo.
El programa de primaria (primero y segundo ciclos) no separa las
materias de Estudios Sociales de la Educación Cívica, sino que pretende
abarcar, en un solo bloque, ambas materias, dando a entender que una y
otra buscan el mismo fin, y que una pretende ser complementaria de la
otra.
3.1.2 Programas de Estudios Sociales de Secundaria
Los programas de Estudios Sociales del MEP para secundaria, focalizan
algunos aspectos relativos a las diferentes etapas que ha experimentado
el país. Sin embargo, no se establecen relaciones entre los procesos
políticos por los que ha atravesado Costa Rica y su vinculación con los
cambios experimentados en los símbolos patrios.
En el programa de Estudios Sociales del tercer ciclo, específicamente
durante el sétimo año, se retoma el tema del periodo republicano: Costa
Rica como Estado de la República Federal de Centroamérica, la
Declaración de Costa Rica como República Soberana y otros aspectos
relevantes de la historia patria.15
En el octavo año, aunque se señala el tema del periodo liberal de la
primera parte del siglo XIX, el caudillismo en la formación del Estado
nación y la consolidación del Estado nacional, no se mencionan los
cambios experimentados en los escudos y banderas.16 Todos estos
movimientos ideológicos que sí se manifiestan en los símbolos
nacionales, no se incluyen en el contenido de los programas, como
evidencia palpable que son de los procesos políticos e ideológicos
vividos en el país. No se toma conciencia del papel sobresaliente que
los símbolos nacionales representan, ni se reconoce que son cambiantes
y no estáticos, al igual que las ideologías. En el noveno año estos
temas no se abordan en absoluto.
3.1.3 Programa de Educación Cívica
El Programa de Educación Cívica del Tercer Ciclo y Educación
Diversificada que se utiliza en la actualidad, tiene como nombre ética,
estética y ciudadanía (MEP, 2009). Plantea la educación cívica como una
necesidad democrática (p. 28), dentro de la que la educación ciudadana
enfrenta en la actualidad problemas de violencia, desigualdad,
representación, desconfianza y fragmentación de la identidad (p. 29).
La propuesta pretende educar a los ciudadanos jóvenes en tres
dimensiones: cognitiva, de competencia y formativa (p. 32).
En el apartado de la primera unidad de Educación Cívica, octavo año, se
presenta brevemente el tema de los símbolos nacionales. Sin embargo, el
plan carece de procedimientos y actitudes que sí muestran otros
contenidos conceptuales (p. 75).17 Se sugiere, a manera de estrategias
de aprendizaje, que se investigue sobre los símbolos nacionales,
provinciales y cantonales. Estos elementos se ponen a interactuar a su
vez con el tema del patrimonio comunal y nacional, y se insta a
relacionar los símbolos juveniles con la identidad etaria. El fin
último menciona que el estudiantado elabora una propuesta para el
fortalecimiento de las identidades (p. 77). Esta mezcla de temas
cobijados bajo el significado de identidad, parece indicar una
indecisión o desconocimiento de lo que se entiende por este concepto.
En los niveles de sétimo y noveno año y en los niveles de décimo y
décimo primer año de la educación diversificada, la materia de cívica
no contempla el tema de los símbolos nacionales.
En el octavo año y bajo el título de “Las personas jóvenes
reivindicamos el sentido de identidad”, se traen a colación y se
pretende abordar en el primer trimestre, la construcción de la
identidad individual y grupal (p. 74). Dentro de la primera unidad se
enfoca el tema de los símbolos nacionales como elementos de la
identidad del ser costarricense. Sin embargo, no se sugieren contenidos
procedimentales ni actitudinales, solo conceptuales.
Durante la segunda unidad, el tema en estudio es la vivencia de los
valores éticos, identidad de género y derechos humanos (p. 87).
En el tercer trimestre se indaga, en términos generales, la
interculturalidad y la diversidad social, la convivencia y la
interacción de los diferentes grupos de la sociedad que manifiestan
diversas formas de pensar, sentir, creer y actuar (pp. 97-98).
Como se observa, no existen vasos comunicantes entre unos temas y
otros, entre la Cívica y los Estudios Sociales, aunque se trate de
aspectos relacionados. Este procedimiento hace que la simbología patria
se tome solo como una representación icónica decorativa y, en cierta
manera, lúdica, que apela a sentimientos románticos de pertenencia a la
patria, pero que no funciona como prueba evidente de los cambios
políticos e ideológicos experimentados en el país. Se pierde así una
riqueza informativa presente en los símbolos nacionales.
El enfoque de estos programas representa un avance significativo en
relación con el abordaje tradicional. Sin embargo, no hilvanar la
simbología cívica con los acontecimientos patrios que los generaron,
deja fuera de análisis aspectos fundamentales que harían su estudio más
interesante para los estudiantes en general. Por otro lado, el factor
tiempo puede ser un enemigo para el buen desarrollo de los temas de
Cívica y Estudios Sociales, ya que en general, los programas es
presentan muy recargados, lo que hace difícil, por no decir imposible,
desarrollarlos satisfactoriamente.
Por lo analizado anteriormente, se observa que la forma en que están
planificadas las lecciones dentro del sistema educativo actual, así
como la separación de estos temas en cursos separados, influye
negativamente en la calidad de la enseñanza de las materias de
Educación Cívica y Estudios Sociales. Por otro lado, los procesos
establecidos en cuanto a la evaluación de los contenidos, la saturación
de contenidos y el poco tiempo disponible para desarrollar los temas
específicos, pueden influir negativamente en el desarrollo pleno de
estas materias. Esta particularidad puede observarse en el punto 5 de
las estrategias de evaluación.18 Se evidencia que los símbolos
nacionales son abordados como íconos que se reproducen, ya sea en
dibujos o imágenes, para colorear o recortar, con el único objetivo de
calificar el trabajo de elaboración del estudiantado, pero no se indaga
a profundidad en el significado de cada símbolo y su relación con
aspectos históricos o sociales del país.
4. Reflexiones al presente
La trilogía simbólica nacional, esto es, escudo, bandera e himno
nacional, no experimenta cambio alguno desde hace ya muchos años: el
escudo fue modificado por última vez en 1998, la bandera no percibe
ninguna modificación desde 1848, la letra del HNCR es la misma desde
1903, y la partitura ha conservado su última variante desde 1979.19
Según Hobsbawm (2004), los símbolos nacionales se convierten en
“pertenencias colectivas” usadas para imaginar lo que no puede
imaginarse (2004, p. 59). De esta forma, cuando se observa el escudo,
el himno, o la bandera, hay un sentimiento comunitario que no es
cuestionado, simplemente es aceptado como se aceptan o se pasan por
alto actitudes y procedimientos corruptos o erróneos. Incluso algunas
actitudes lamentablemente comunes de los costarricenses, son ya parte
del imaginario tico. Expresiones tales como: “la hora tica”, “dejar
todo para el final”, o incluso la tan utilizada frase “fue la voluntad
de Dios y hay que aceptarlo”, se convierten dentro del imaginario
social en actitudes aceptadas y hasta incuestionables, porque “así
somos los ticos...”
En Costa Rica y desde el periodo liberal, se estableció la materia de
Educación Cívica para reforzar las características del buen ciudadano.
La tarea de establecer un campo de identidades homogéneas, ha sido
trabajo fundamental dentro de la invención de la ciudadanía. En este
espacio, la escuela es el sitio idóneo donde se introyecta una
disciplina sobre la mente y el cuerpo, que capacite a la persona para
ser ‘útil a la patria’ (Castro, 2000, p. 208).
En los elementos faltantes o ausentes de los símbolos nacionales, se
descubre una consolidación de la colonialidad, ya que no se perciben
íconos como las esferas de piedra precolombinas, o las ocarinas, pero
sí los europeos, como los colores de la bandera, la cornucopia y las
hojas de laurel en el escudo de armas de 1848, o las naves que
representan el “intercambio comercial” entre Europa y Costa Rica.
De la misma manera y sin cuestionamiento, los símbolos nacionales se
reciben y se aceptan a la fecha de este trabajo, pero, quizá ya es hora
de cuestionar y arriesgarse a plantear otras posibilidades de
representación que sean un poco más cercanas a la realidad y respondan
a la Costa Rica del siglo XXI y no a la del siglo XIX o XX.20
El abordaje de los Estudios Sociales y la Educación Cívica, tiene su
justificación en que se utilizan estos espacios de estudio para
instalar, abierta o veladamente, ciertos criterios en el sentir, en el
pensar y en el actuar de los estudiantes, mediante la programación
ideológica efectuada a través de los contenidos de los programas
educativos en turno.
Por el contrario, no se utilizan estos espacios para reflexionar acerca
de los procesos ideológicos y políticos de Costa Rica: ¿Por qué es
hasta 1964 cuando se agregan las dos estrellas representativas de las
provincias de Puntarenas y Limón al escudo nacional, y no en la
verdadera época cuando estos territorios fueron catalogados como
provincias? ¿Por qué la primera letra del HNCR era más una alabanza a
Tomás Guardia que un canto a la patria? ¿Por qué razón o con qué
intención algunos aspectos musicales del HNCR fueron modificados a
través del tiempo? ¿Por qué no se reflexiona si estos “ajustes a la
partitura” van cambiando el carácter original con que fue concebido el
HNCR hasta convertirlo en un discurso diferente?21
En este sentido, los nacionalismos oficiales (Anderson, 2007, p. 127)
se visten o se revisten de una indumentaria representada en sus
banderas, sus escudos y sus himnos. En la escuela se enseñan/repiten
los componentes de estos símbolos nacionales: su contenido, su supuesto
significado y de cuáles elementos se componen, pero no se dice de
cuáles elementos carecen, de qué historias no hablan, cuáles ciudadanos
no mencionan, o cuál discurso no aclaman. Sin embargo, en la otra acera
se asoman los nacionalismos populares (p. 161), los cuales,
resignificándolos a la cotidianeidad costarricense, se podría aducir
que son todas las prácticas que tradicionalmente “identifican” al tico
y que Carmen Naranjo plasmó en sus Cinco temas para un pensador.22
Los imaginarios a los que aluden los símbolos nacionales de Costa Rica
se han instalado de por vida en las representaciones patrias del
escudo, la bandera y el himno nacional, y, de la misma manera en que no
evolucionan o lo hacen lentamente, tampoco cambian los conceptos
androcéntricos y eurocéntricos que encierran (Carvajal, 2013). Estos
elementos se encuentran tejidos en un entramado formado por los hilos
del patriotismo, el nacionalismo y el sentimiento de pertenencia a la
sociedad costarricense.
Durante la semana cívica ocurre algo así como un espacio lúdico —que
bien se puede llamar, de carnaval patriótico— en el que, en nombre de
las tradiciones y de la identidad costarricense, es permitido el goce y
el despliegue de actividades no formales, aunque siempre ligadas, por
una parte, al protocolo oficial. En realidad, este concepto no es
nuevo: desde 1899 Justo A. Facio predijo que la fiesta de la
independencia sería, en adelante, la fiesta escolar (Díaz, 2005, p. 65).
Los otros espacios utilizados para resaltar la identidad nacional se
producen durante la celebración del 2 de Agosto, día de la Virgen de
los ángeles, donde la emoción religiosa (Sancho y Vargas, 2009, p. 18)
se mezcla con el sentimiento patriótico, así como durante los partidos
de la selección nacional de fútbol, espacio donde se comercializan los
símbolos nacionales, sobre todo, la bandera y el canto del HNCR.
Hoy como ayer, las celebraciones cívicas aglutinadas en sus variopintas
manifestaciones durante el carnaval patriótico, fueron y continúan
siendo una estrategia eficaz que, por un lado, se introduce como un
espacio lúdico donde estratégicamente se manipula al pueblo que,
ingenuamente, disfruta y acepta las políticas gubernamentales que
subyacen en la repetición y continuación de algunas de las tradiciones
cívicas.
De acuerdo con Díaz (2005), la religión cívica como manifestación
oficial del nacionalismo, sustituyó desde mediados del siglo XIX a la
religión, sobre todo a la católica. Esta estrategia formó parte de los
cambios ideológicos que constituían las bases del liberalismo (p. 27).
¿Acaso no sucede lo mismo, mutatis-mutandis en el siglo XXI, cuando el
neoliberalismo echa mano de la educación cívica para legitimar y
fortalecer las políticas gubernamentales?
Según expresa Burke, el universo simbólico pone en orden los
acontecimientos históricos, de manera que parezcan coherentes (2006, p.
131). Así, el pasado, el presente y el futuro quedan debidamente
instalados en una memoria colectiva de los individuos, ubicados en una
sociedad específica. Desde este punto de vista, los símbolos nacionales
son el enlace del pasado, del presente y del futuro. El problema es
que, cuando estos símbolos evocan únicamente a una pequeña parte de la
sociedad, se continúa excluyendo a los que no están representados en
ellos.
Las instancias educativas, como aparatos ideológicos que son
(Althusser, 2005, p.31), ejercen una represión velada y condicionan a
estudiantes y padres de familia mediante la repetición constante de los
dogmas cívicos, los cuales deben ser perpetuados sin cuestionamiento,
sobre todo durante la semana cívica.
La reflexión llevada a cabo pretende contribuir a revalorizar los
símbolos nacionales principales de Costa Rica, con la finalidad de que
no sean vistos solamente como elementos ritualísticos de la imaginería
cívica del país, sino que se descubra en ellos pasajes relevantes de la
historia patria.
Notas y Citas
2 Este tema no se analiza en este trabajo, sin embargo, se trae a
colación debido a que es dentro del sistema educativo formal de Costa
Rica, que se implementa y se determina el uso y manejo de los símbolos
nacionales.
3 Antes de 1821, ya existía una cultura educativa que abarcaba, sobre
todo, a niños de tez blanca, pero también, en alguna medida, a la
población mestiza (Molina, 2012, p. 201).
4 Ver más acerca de este tema en González Flores, Luis Felipe. (1978).
Evolución de la Instrucción Pública en Costa Rica. San José: Editorial
Costa Rica.
5 En esta y todas las citas de textos antiguos se respeta la ortografía
original.
6 Las niñas y señoritas recibían una educación sesgada, que las
mantenía alejadas de los deberes y derechos de los futuros ciudadanos
(los varones). Incluía el aprendizaje de labores domésticas como
costura y cocina, pero omitía otras materias consideradas exclusivas
para los varones, como los ejercicios militares.
7 En este texto se encuentra la letra del Himno Nacional de Costa Rica
en su tercera versión. La letra es de Juan Fernández Ferraz y el
arreglo musical estuvo a cargo de José Campabadal. Contiene además, el
Himno Patriótico al Primero de Mayo, de los mismos autores. Este último
fue dedicado al entonces Presidente de la República don Bernardo Soto,
en conmemoración de las batallas de Santa Rosa, Rivas y San Juan:
cantemos sí, las ínclitas victorias de Santa Rosa, Rivas y San Juan
(Fernández y Campabadal, 1888, p. 5). Hoy día, cada Primero de Mayo se
escucha en los medios de comunicación la música de este himno, a pesar
de que en la actualidad, la fecha en cuestión conmemora el día del
trabajador, mezclado con la selección del nuevo directorio de la
Asamblea Legislativa y el discurso presidencial, en su anual rendición
de cuentas. Este hecho es muestra clara de que muchas veces los cantos
patrios se utilizan sin meditar en sus letras ni en sus fines y
obedecen más a una tradición que como tal, nadie cuestiona.
8 Cuando se leen estos documentos antiguos, quizás no sorprenda en
demasía el hecho de que, a finales del siglo XIX, se separaran según el
sexo las materias para niños y niñas. No obstante, en el siglo XX y
XXI, estos discursos androcéntricos, en los que los varones eran los
costarricenses destinados a recibir una educación más amplia y alejada
de las faenas consideradas aptas para las niñas, continuaron vigentes
en las escuelas primarias del país: Yo no coso. Yo leo en la sala. Yo
leo. Yo. (Gamboa, 1985, p. 22). La cita de este texto se encuentra en
el libro titulado Paco y Lola. Resulta inadmisible que en el siglo XXI
este texto no se haya sacado de circulación y se puede comprar en las
librerías del país, lo cual significa que se continúa utilizando. El
mensaje androcéntrico, por tanto, continúa reproduciéndose en el
sistema educativo de Costa Rica.
9 Desde ahora HNCR.
10 Roberto Brenes Mesén formaba parte del grupo de intelectuales
denominado “nueva intelectualidad”, en contraposición con la
“Generación del Olimpo” (Llaguno, 2012, p. 10).
11 No es este el tema de investigación, sin embargo, es pertinente
mencionarlo ya que es el programa actual con que se trabaja en los
colegios en los cuales se han realizado entrevistas en la fecha en que
se ha realizado este trabajo investigativo. Se fundamenta en los mismos
principios del programa anterior, pero marca énfasis en los conceptos
antes mencionados, con los cuales se pretende formar personas que,
dentro del concepto de ética, desarrollen el interculturalismo, la
diversidad cultural y la ética transnacional en contraposición con la
uniformidad de valores y la ética nacional. Dentro del programa de
estética, se espera que lo bello se establezca de acuerdo con quien lo
aprecia o lo crea y depende del contexto donde se desarrolla. El
concepto de ciudadanía trata de responder a una actitud crítica ante el
sistema político que reconoce la igualdad de derechos y deberes de las
y los ciudadanos (MEP, 2009, pp. 16-18).
12 La colonialidad del poder (Quijano, 2000) se manifiesta en la
fascinación hacia lo europeo, concebido como parámetro de modernidad y
civilización. La colonialidad del saber (Lander, 2000) articula los
símbolos como elementos normativos productores de imaginarios y de
sujetos/ciudadanos que se ven interpelados en su reproducción y
rituales, es decir, al cantar el himno y saludar y reconocer a los
símbolos nacionales. La colonialidad del ser se manifiesta en la
implantación/imposición de un lenguaje que nace a partir de códigos
eurocéntricos y que provoca la experiencia de la relación amo-esclavo o
del “yo pienso, luego soy, por consiguiente, otros non piensan, luego,
no son” (Maldonado, 2007, p. 145).
13 Estos planes se fundamentan desde la perspectiva denominada Ejes
Transversales. Ver Anexo 1.
14 Ver Cuadro 1 y cotejarlo con Anexo 2.
15 Ver Cuadro 2.
16 Ver Cuadro 3.
17 Ver Cuadro 4.
18 Ver Anexo 3.
19 Esta medida, en relación con la partitura del HNCR, se tomó mediante
un decreto oficial emitido por el presidente Rodrigo Carazo Odio. Se
determina que el Himno Nacional de Costa Rica se debe tocar y cantar en
la tonalidad de Mi bemol Mayor, a la velocidad de 108 la negra y a
ejecutarlo según las indicaciones específicas de esta última partitura.
20 Otro símbolo nacional (o, en palabras de Hobsbawm, protonacional)
muy importante dentro del imaginario costarricense, es la Virgen de los
ángeles). Sucede que este ícono es religioso, pero está revestido de
nacionalismo y se muestra siempre asociado a la bandera de Costa Rica,
y la representa dentro y fuera del país, a pesar de que no toda la
población participa de este culto, ni profesa la misma religión.
21 Un estudio completo de los símbolos nacionales de Costa Rica puede
consultarse en: Carvajal, María Isabel (2013). “Construcción del
imaginario costarricense a través de los símbolos nacionales”. Tesis
doctoral. Universidad de Costa Rica.
22 Ahí vamos, Qué le vamos a hacer, A mí qué me importa, De por sí...,
Idiay (Naranjo, 1977).
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Correspondencia a:
María Isabel Carvajal Araya. Catedrática de la Universidad de Costa Rica. Doctora en Estudios de
la Sociedad y la Cultura, Máster en Literatura Latinoamericana,
Licenciada en Música con énfasis en Piano, todos los títulos de la
Universidad de Costa Rica. Dirección electrónica: notayletra@gmail.com
Ensayo recibido: 24 de febrero, 2014 Devuelto para corrección: 12 de
mayo, 2014 Aprobado: 31 de julio, 2014