Diversidad Juvenil en el Contexto Educativo: Reflexiones para un
Abordaje Intercultural
Youth Diversity in the Educational Context: Reflections for an
Intercultural Approach
Carol Graciela Morales-Trejos1
1 Docente de la Universidad de Costa Rica. Profesional en Orientación,
Candidata a Doctora del Programa de Doctorado en Ciencias de la
Educación, mención en Educación Intercultural de la Universidad de
Santiago de Chile (USACH). Dirección electrónica: carol.morales@usach.cl
Dirección para correspondencia
Resumen
Este ensayo enmarca la relevancia teórico-práctica de la educación
intercultural, como herramienta para generar nuevas lecturas de la
complejidad educativa, donde la diversidad sea comprendida como una
oportunidad de aprendizaje y de riqueza, promoviendo el desarrollo de
contextos educativos más heterogéneos y equitativos. Se aborda el tema
de la diversidad juvenil en este contexto desde la perspectiva
intercultural. Finalmente se realiza una propuesta de abordaje de esta
temática desde los aportes de este enfoque educativo, reconociendo la
multiplicidad de factores que configuran los mundos juveniles, las
nuevas formas de interacción y la construcción de identidades
individuales y colectivas.
Palabras clave: diversidad, juventudes, educación, interculturalidad,
prácticas pedagógicas.
Abstract
This essay frames the theoretical and practical relevance of
intercultural education as a tool to generate new reviews of the
educational complexity, where diversity is understood as a learning
opportunity and richness, promoting the development of a more equitable
and diverse educational context. The issue of youth diversity is
addressed in this context from an intercultural perspective. Finally a
proposal for addressing this issue is from the contributions of this
educational approach, recognizing the many factors that shape youth
worlds, new forms of interaction and the construction of individual and
collective identities.
Key words: diversity, youths, education, interculturality, teaching
practices.
La diversidad se ha abordado a través del tiempo como un tema de
importancia al que se le ha atribuido estrecha relación con la
etnicidad, la raza y la cultura, sin embargo, es preciso recordar que
la diversidad corresponde a una categoría que nos remite a nombrar eso
que es diverso y que tiene múltiples rostros. La diversidad, como
menciona Duschatzky (1996), siempre ha existido en el contexto
educativo, en ella concurren sujetos con distintas historias de vidas,
creencias, intereses, habilidades, dificultades, formas de aprender, es
decir, diferencias, que la escuela ha requerido homogenizar exigiendo
lo mismo a sujetos distintos, no contemplando cada particularidad de
quien concurre en sus aulas, con el supuesto fin de lograr una mayor
cobertura y calidad.
Expresiones en profesionales de la educación, como "los jóvenes de
ahora no son como los de antes", 2 confirma un desfase entre las
demandas de la juventud actual y lo que el sistema educativo les
ofrece, asimismo evidencia una tensión en la forma de visualizar y
abordar la diversidad en los centros educativos.
Reconocer la diversidad como valiosa dentro del espacio educativo
implica considerar que está, siguiendo a Dietz (2012) "se basa en el
reconocimiento de la diferencia y modelos que hacen énfasis en la
interacción entre miembros de los diversos grupos que componente una
determinada sociedad" (p. 55), reconocimiento que según Duarte (2005)
plantea el desafío de comprender la complejidad de los mundos juveniles.
Ante la necesidad socio histórica de visualizar la diversidad juvenil
desde su complejidad y dinamismo es relevante el desarrollo de un
enfoque que se aleje de los modelos de déficit como conceptualización
de la diversidad, para este propósito desde la educación intercultural
se propone un modelo diferencial-adaptativo acerca de la diversidad, el
cual parte de una idea amplia y dinámica de la diversidad cultural y
reconoce en lo juvenil una gran riqueza sociocultural
(Abdallah-Pretceille, 2006).
Asimismo es importante considerar que desde un enfoque intercultural,
siguiendo a Aguado, citada por Aguado y Del Holmo (2009), no tiene
sentido hablar de "atención a la diversidad", sino simplemente de
reconocer la diversidad como característica humana y una forma de vida
misma. la cual es definida por las autoras como proceso más que como
categoría, que permite el distanciamiento de apreciaciones morales que
generan diferencialismos (Adballah-Pretceille, 2006).
El contenido de esta reflexión teórica. se desarrolla en tres
apartados: en el primero se realiza una conceptualización de la
diversidad y cómo esta ha sido utilizada en la comprensión del mundo
juvenil (Duarte, 2000), dentro del contexto educativo; en el segundo
apartado se plantea, desde una experiencia docente. la importancia de
reflexionar sobre la propia práctica pedagógica y la necesidad de
articular espacios de interacción entre las personas adultas y jóvenes,
desde una mirada diferente, incorporando en esta reflexión elementos de
la educación intercultural que ayudan a tensionar viejos patrones
educacionales (Aguado, Gil y Mata, 2008).
En un tercer apartado, rescatando planteamientos de las secciones
anteriores, se centra la reflexión en aquellos elementos que desde la
educación intercultural, enriquecen la comprensión y abordaje de la
diversidad juvenil en el contexto educacional, desde una visión
posibilitadora de cambios, relacional, dialogal y valorativa del otro
en tanto diverso.
2. Discusión teórica
2.1 Comprensión de la diversidad juvenil en el contexto educativo
El concepto de diversidad ha estado asociado a través del tiempo, a
inferioridad. y desde aproximadamente los años 90 ha cobrado mayor
importancia en la bibliografía, instaurándose en diálogos sobre
diversidad cultural (asociada a etnicidad, raza y género). Más
recientemente, es trasladado a la educación con el nombre de diversidad
educativa, vinculada al proceso enseñanza-aprendizaje de la niñez y las
juventudes.
Según autores como Torres (2001) y Femenías (2007), la diversidad se
asocia con distintos aspectos, entre ellos diferencia e identidad; al
hablar de diferencia es importante hacer referencia a la identidad,
rescatando varios de sus usos, tanto a nivel individual como grupal.
Esta diferencia contenida dentro de la diversidad, ha ido
evolucionando, pasando de ser un concepto definido de forma simple, al
señalar inferioridad, a ser positivamente entendida y valorada en
muchos casos, adquiriendo un carácter distintivo, es decir, remite a
aquello que es propio. ya sea relacionado a la cultura, la raza, la
etnia, la religión, el género, lo individual y lo colectivo, señala
Femenías (2007) "la diferencia no es una noción univoca y adquiere
según el contexto un carácter propio", (p. 56).
Conviene precisar que la identidad, referente clave dentro de la
diversidad, se configura siempre en presencia de ese otro, que muchas
veces lleva a cuestionar la propia identidad, como menciona
Fornet-Betancourt (2004) y, específicamente. Benhabid (2006) al
referir, "el otro está siempre dentro nuestro y es uno con nosotros, un
sí mismo, es un sí mismo solo porque se distingue de otro real o más
que nada imaginario" (p.23), categoría necesaria para comprender la
diversidad desde un referente individual y colectivo al mismo tiempo,
en tanto lo que diferencia a cada ser humano es importante no solo de
una forma individual, sino en interacción con las particularidades de
las otras personas, punto clave dentro de los planteamientos de la
interculturalidad en el abordaje de la diversidad.
Llevando las categorías diferencia e identidad al contexto educativo,
es relevante considerar que históricamente la diversidad que
caracteriza a las personas jóvenes, además de ser concebida en muchos
casos como problema o conflicto, ha sido reconocida, pero no
legitimada, centrándose su comprensión y abordaje en construcciones
homogeneizadoras, asimilacionistas, o bien, biculturalistas (Dietz,
2003), que buscan mantener el orden y el poder en una sociedad que
nunca ha sido homogénea, mediante acciones que no propician la
interacción y el diálogo, dejando de lado que la riqueza de la
diversidad radica en la diferencia.
Sin embargo, esta diferencia con frecuencia ha favorecido la
desigualdad, en tanto se ha hecho una lectura restrictiva de esta;
autores como Abdallah-Pretceille (2006), plantean la importancia de
distinguir entre la diversidad y la diferencia en el ámbito educativo,
ya que cuando las diferencias son acentuadas adquieren con mayor o
menor intención, efectos clasificatorios y jerarquizaciones sociales,
provocando estigmatizaciones y exclusión social. Los planteamientos de
la autora, en torno a lo intercultural, parten de prestar atención a
cómo llamamos las cosas. la necesidad de (re) pensar lo que decimos, en
tanto existe una relación directa en como actuamos; asimismo, sitúa la
interculturalidad como metáfora de la diversidad, en tanto permite
comprender la complejidad de las situaciones sociales y educativas,
dentro de las cuales lo juvenil como categoría en construcción, juega
un papel preponderante.
De forma concreta, la diversidad juvenil en esta reflexión,
considerando aportes de autores como Duarte (2000) y Zebadúa (2008),
hace referencia a un conjunto de significaciones construidas desde lo
juvenil y desde el mundo adulto, que responden a referentes culturales,
contextuales, raciales, de género, cognitivos, socioeconómicos,
familiares, políticos, religiosos, sexuales, que se ponen en
interacción en distintos espacios sociales contemporáneos y constituyen
y enriquecen el debate en torno a la diversidad.
La persona joven ha sido conceptualizada a nivel socioeducativo, a lo
largo de los tiempos, desde miradas multiculturalistas y
adultocéntricas que han dado cuenta de forma incompleta de sus
condiciones y situaciones de vida actual; la construcción de lo
juvenil, considera Duarte (2000), corresponde a "producciones que los
jóvenes realizan, así como las que socialmente se elaboran respecto a
ellos y ellas" (p.101). Siguiendo este planteamiento, la persona adulta
desempeña un papel fundamental, en tanto se considera como referente en
esta construcción.
Estas construcciones desde la mirada adulta a nivel educativo, se
realiza en muchas ocasiones desde lo que Duarte (2000) considera cuatro
trampas que impiden hacer una lectura integradora de lo juvenil. La
primera de ellas corresponde a la universalización como
homogeneización, la cual lleva a considerar al estudiantado como
iguales, y favorecer con ciertas políticas públicas dicho objetivo, no
permite ver la riqueza que confluye en el interior de cada
establecimiento educativo, al reconocer y seguir construyendo una sola
juventud. La segunda trampa referida a la estigmatización que se hace
del grupo social juventud, sus prácticas y discursos, como
objetivización invisibilizadora, promueve un vínculo estereotipado, que
acentúa diferencialismos, haciendo creer que el problema radica en la
naturaleza propia del sujeto y no en la relación del educando con el
elemento de enseñanza propuesto, instaurando discursos que no permiten
romper con inercias del sistema educativo.
Rescatar al sujeto juvenil en tanto potencial adulto y
responsabilizarlo del cambio social como salvador del mundo,
constituyen las dos últimas trampas citadas por el autor, todas, parte
de un sistema carente de sentido para muchas personas jóvenes, dentro
de varios aspectos. Uno de ellos lo configura el constituir un ambiente
lleno de contradicciones, ya que por un lado se les demanda criticidad
y participación social, pero al mismo tiempo se les limita y resta
autonomía, o bien, no se les brinda las herramientas educativas y
sociales necesarias para que lo lleven a cabo.
Otra forma de lectura de lo juvenil y de su diversidad, que interviene
en el ámbito educativo, la configura la reestructuración neoliberal de
los mercados, que agrava la desigualdad y la exclusión dentro de la
sociedad del conocimiento, como señala García (2004) al hablar de los
desconectados, el problema es señalado en este sentido por el autor, al
no poder ser ciudadanos en sentido intercultural. Este planteamiento
nos remite a cuestionar la accesibilidad de la tecnología, al
conocimiento, a la educación, a los servicios, accesibilidad a esa
sociedad en red que maneja la globalización, que parece no ser para
todas las personas, ni pensada para una mayoría, aumentando la brecha
de la desigualdad entre desconectados y conectados, que configuran a su
vez un grupo de diferentes en ambos sentidos, aspectos en el cual
García (2004) enfatiza que "la conexión y la desconexión con los otros
son parte de nuestra constitución como sujetos individuales y
colectivos, por tanto, el espacio inter es decisivo" (p.26).
Las citadas categorías para leer a la juventud, se encuentran alejadas
de planteamientos que permiten el crecimiento. y evidencian la
necesidad de gestar una nueva mirada, más incluyente, de todo lo que
configura el mundo juvenil, considerando que no estamos ante una
identidad o cultural joven en estado puro, como refiere
Fornet-Betancourt (2004), sino frente a multiplicidad de identidades
individuales y colectivas, las cuales se configuran en distintos
espacios sociales, ante múltiples formas de ser y estar en el mundo,
desde lo juvenil y lo adulto de forma conjunta.
Ampliar estos planteamientos multiculturalistas de concebir la
diversidad, implica una comprensión y abordaje diferente. cuyo punto de
partida desde el enfoque intercultural, como propone Güell (2008), debe
considerar abandonar la idea de que todo es cultura desde constructos
teóricos restrictivos, ya que esta mirada no permite abordar la
especificidad del sujeto, en tanto diverso; por el contrario, dicha
construcción debe trascender conceptos como los de etnia y raza,
considerando que se puede construir más allá de estas categorías,
interrelacionando lo individual y lo colectivo, la particular y lo
común, en espacios de diálogo e interacción.
Abdallah-Pretceille (2006) refuerza este planteamiento argumentando que
el concepto de cultura no es apropiado para explicar la complejidad de
las mezclas y los lugares donde los intercambios tienen lugar; por el
contrario, está siendo reemplazado por el de diversidad cultural, en
tanto este analiza la forma en la que está presente la variable
cultural en los distintos fenómenos sociales y educativos.
Lo intercultural, como metáfora de la diversidad, según Aguado et al.
(2008) se encarga de reconocer y legitimar las diferencias que
enriquecen la diversidad al interior de una cultura y entre culturas,
favoreciendo así la valoración del otro y la construcción de
identidades a nivel individual y colectivo. En este sentido, interesa a
lo intercultural, además del rescate de la diversidad de cada sujeto,
poner en interacción al interior de un grupo, o entre distintas
culturas, aquellas particularidades que distinguen a cada ser humano o
colectivo, así como las características comunes que permiten definir
objetivos e intereses para trabajar juntos y favorecer procesos de
diálogo y convivencia, basados en la equidad, el respeto, la
interacción y la colaboración.
Reafirmando el interés e importancia de los espacios de interacción y
diálogo desde la perspectiva intercultural. Walsh (2005) plantea que la
interculturalidad en el contexto educativo constituye "un intercambio
que se construye entre personas, conocimientos, saberes y prácticas
culturalmente distintas, buscando desarrollar un nuevo sentido de
convivencia, de estas en su diferencia" (p.9), lo que permite leer la
diversidad juvenil desde categorías educativas dinámicas, cambiantes y
contextualizadas.
2.2 Reflexión docente sobre la propia práctica pedagógica.
Hay momentos en la vida en los que la cuestión de saber si uno puede
pensar de forma distinta de la que piensa y percibir de una manera
distinta a como uno observa, es indispensable para continuar mirando o
reflexionando. (Foucault. 1984. p. 14)
En este apartado interesa plantear, desde la experiencia docente, una
mirada diferente para comprender y abordar la diversidad juvenil en el
contexto educativo, articulando en el relato planteamientos de la
educación intercultural como enfoque educativo (Aguado, 1995), que
centran la atención en la reflexión crítica y permanente, en la propia
práctica pedagógica y en la conveniencia de abrir canales de diálogos
asertivos entre docentes y jóvenes, que posibiliten nuevas formas de
interacción a nivel educativo.
Se relata una experiencia profesional interdisciplinaria realizada en
un liceo público de Costa Rica, durante un trimestre de 2011, inserta
en el proyecto: Aporte al trabajo docente, a través de la reflexión y
análisis en torno a lo adolescente y los procesos de
enseñanza-aprendizaje", del Instituto de Investigaciones en Educación
de la Universidad de Costa Rica, del cual la autora fue partícipe
durante el último semestre de 2011.
Esta experiencia con personas jóvenes constituye una práctica educativa
que si bien en primera instancia no se hizo desde una perspectiva
intercultural, en un segundo momento, tras la consideración de nuevos
aportes teóricos procedentes de dicho enfoque, se resignifica,
permitiendo entre otros resultados, comprender que, efectivamente, como
señala Abdallah-Pretceille (2006), la interculturalidad es una
hermenéutica, en tanto enfoque teórico que permite reflexionar sobre
una práctica y desarrollar vías de intervención. Asimismo, partiendo de
que ningún hecho de entrada es intercultural, sino que requiere un
análisis posterior, esta premisa permite situar esta experiencia
docente como intercultural, ya que proporciona un aporte significativo
en la comprensión y la posterior acción en el encuentro con el otro,
como un proceso de reconocimiento mutuo en el espacio educativo. A
continuación se sigue con el relato del proceso llevado a cabo de forma
anecdótica.
Tras varias sesiones de reflexión sobre lo que implica ser docente,
junto con una compañera de trabajo3, asumimos el desafío "Rescatar para
qué son buenos",4 lema de nuestra propuesta, llevada a cabo con cuatro
estudiantes de un liceo público de Costa Rica, jóvenes como muchos de
otros colegios, etiquetados por la mayoría del profesorado y personal
administrativo, como los "vagos", "los buenos para nada", "sin futuro",
los que nadie parece entender por qué están en el Liceo, pero que
quizás más que otros "buenos estudiantes", no faltan al establecimiento
educativo, aunque sí a clases; qué los motiva, qué les interesa, qué
los mantiene en el sistema educativo, eran las interrogantes planteadas
en un primer momento.
Según Aguado et al. (2008), "pese a que en el discurso del profesorado
se reconoce la diversidad como algo positivo y enriquecedor, en la
práctica esa visión es sustituida por la percepción de la misma como
problemática y deficitaria" (p. 276). Esta contradicción opera de forma
compleja al interior de los establecimientos educativos, espacio en el
que se articulan también las lecturas de lo juvenil planteadas por
Duarte (2000) en el apartado anterior. Tales elementos imposibilitan
que la persona educadora valore la particularidad social, familiar,
cognitiva, física, económica, política, religiosa y sexual que cada
joven posee como valiosa para el aprendizaje; cabe preguntarse como
docentes ¿cuántas veces nos detenemos a pensar, al mirar al alumnado,
en cómo comprender y potenciar esa diversidad que los define? ¿cómo
poner en interacción en el espacio educativo, desde el respeto y la
colaboración, la diversidad de cada estudiante?, antes de dar opiniones
o soluciones muchas veces precipitadas al respecto.
Con la guía de las facilitadoras del proyecto, fuimos dando forma a
esta iniciativa, rescatándolos como sujetos, sin pretender cambiarlos,
brindándoles un espacio de escucha efectiva, logros del proceso. Hoy
realizo una lectura distinta de dicha práctica pedagógica,
comprendiendo que no solo se trabajó el reconocimiento, sino la
legitimización de esa diferencia, de ser distinto, y la disposición de
una persona adulta a penetrar en el mundo juvenil y construir un puente
que favoreciera el diálogo intergeneracional, como plantea Duarte
(2005).
Sin embargo, al mirar al interior de las instituciones educativas, se
observa que las nuevas generaciones están experimentando la vida en un
sentido completamente diferente de las representaciones ofrecidas por
la educación formal (Duschatzky.1996); ignorar este hecho sería
reproducir, en la vivencia escolar, la exclusión, expulsión y
repulsión, del otro que no "calza" dentro del perfil homogeneizador
requerido, podría significar incluso expulsar a estos cuatro
estudiantes de la experiencia que presento. La escuela o el contexto
educativo, como señalan autores como Baquero (2001), Duschatzky y
Skliar (2000), debe ser repensada, rescatando y apropiándose de la
diversidad, visibilizando a ese otro como valioso en espacios de
encuentros mediados por el respeto, el diálogo, la equidad y la
justicia social.
¿Cómo lograr articular estas demandas en la práctica pedagógica? Es una
pregunta que denota un gran reto y quizás el planteamiento de muchas
otras preguntas, el cual inicia con una actitud reflexiva ante dichas
prácticas. Como lo mencionan Aguado et al. (2008) y Dietz (2012), uno
de los desafíos actuales es reflexionar sobre el quehacer docente,
abandonar a nivel educativo el patrón asimilacionista que ha
prevalecido en la práctica educativa, por uno que permita y favorezca
el diálogo basado en la diversidad y la equidad.
Esta reflexión implica, desde una mirada intercultural, según lo
considera Walsh (2005), "partir de la experiencia de los alumnos y de
la realidad sociocultural en que viven incluyendo los conflictos
internos, inter, e intragrupales, los desequilibrios sociales y
culturales que ellos confrontan" (p. 12) y por otro lado, dejar de
pensar, como señala Rattero (citada en Skliar y Larrosa. 2009), en lo
que hay, solo desde lo que hay, es decir, abandonar la escasez que nos
regula, lo que la autora denomina la poquedad pedagógica, aspecto que
por mucho tiempo ha residido en el corazón mismo de lo que ha
significado educar, reflejado en prácticas docentes sin trascendencia,
descontextualizadas, carentes de significado. Esta reflexión requiere,
por el contrario, asumir un papel protagónico como profesionales de la
educación, en el proceso enseñanza-aprendizaje.
En este punto es oportuna la pregunta: ¿cómo me coloco yo como sujeto
educador frente a esa realidad educativa que me interpela? "¡Hola,
profe!", "¡Qué hubo, profe!", "¡Qué, profe, pura vida!", saludos de
estudiantes mientras camino por el pasillo y me dirijo a la soda. Con
una sonrisa respondo: "¡Todo bien! ¿Y ustedes, jóvenes?", "¿Por qué no
están en clases?", era imposible no detenerme antes de llegar a mi
destino final. Estas palabras y lo que a diario observaba, me hicieron
volver la mirada a estos alumnos, con la curiosidad de escucharlos, sin
querer convertirlos en los mejores estudiantes del Liceo, o tratar de
que dejaran algún "vicio" que tuvieran. "¿De verdad no nos van a
regañar?",5 "¿Y no quieren que cambiemos?", fueron las reacciones de
estos cuatro jóvenes al plantearles los objetivos de la reunión
semanal. Les dijimos: "nos interesa escucharlos, sin juzgarlos ni
cambiarlos", decidimos tratar de dejar de lado nuestra posición
adultocéntrica y emprender juntos un camino a la comprensión de sus
realidades otras, e igualmente válidas. Así nos colocamos frente a
estos estudiantes.
A lo largo del proceso, mientras nos adentrábamos en lo juvenil, muchas
creencias erróneas respecto a ellos fueron cambiando, y con ello
nuestra forma de comprender "su mundo". Para Aguado et al. (2008) y
Erazo (2011), uno de los aspectos sobre los que la persona docente debe
reflexionar en su práctica, son las creencias que mantiene del otro, ya
que efectivamente determinarán las relaciones estudiante-docente; la
construcción que como docentes nos hacemos del estudiantado es un
componente que subyace la práctica, y las creencias en muchas ocasiones
no son propias, realizadas desde un conocimiento genuino del mundo
juvenil, sino de otras personas profesionales en educación con las que
compartimos, o bien, del mismo sistema educativo, sin ser las más
acertadas para comprender e interactuar con la diversidad juvenil.
En la segunda sesión, después de presentarles el proyecto y pedir su
consentimiento para compartir en este espacio, nos encontramos con el
escenario de que todos querían hablar al mismo tiempo, nuestras voces a
dúo: "Jóvenes, todos tienen la oportunidad de hablar", "¡Levantando la
mano!", "¡Respetando el turno del compañero!", "Para nosotras es
importante escucharlos a todos", fueron frases que utilizábamos para
guiar el diálogo en las reuniones, ya que todos querían ser escuchados.
"Cada vez me sorprendo más, admiro el hecho de que estos muchachos
sigan en el colegio", esta frase de mi compañera, tras escuchar las
historias de los estudiantes, nos motivaba a seguir tratando de
comprender su mundo, eso que los definía a cada uno y los hacía
compartir un espacio de interacción entre ellos, ya que se consideraban
amigos.
Poco a poco, esta disposición hacia lo juvenil nos confirmaba la
urgencia de trascender como educadoras, ambas maravilladas de cómo la
escucha, el diálogo, la interacción y el respeto, pueden ser
efectivamente tan potentes. El profesorado, según apuntan Aguado et al.
(2008), es una pieza clave en el sistema educativo, por lo cual " es
preciso que se hagan conscientes de su poder y su capacidad de
condicionar y transformar las situaciones educativas" (p. 289),
siguiendo a Tharp, citado por las autoras, "son los profesores junto
con sus estudiantes los que hacen que una determinada metáfora de la
diversidad tenga o no efecto en una escuela, instituto y aula" (2008,
p. 289).
Todas las dificultades socioeconómicas y educativas, diversidad que nos
planteaban estos jóvenes, nos enfrentaba a un desafío, a lo que Baquero
(2001) denomina educabilidad posible de la población diversa a atender.
Dentro de este concepto, el problema no radica en la naturaleza propia
del sujeto, sino en la relación del educando con el sistema educativo
propuesto, específicamente con institución educativa y la práctica
docente.
¿Bajo qué criterios se definen lo diverso y la sensibilidad que se
tenga ante la diferencia? En este aspecto es pertinente recalcar que el
problema no es lo que hace al sujeto distinto a otros en un contexto o
situación determinada, sino los límites que tiene la institución o el
sistema educativo en sentido macro, lo cual viene a configurarse como
un factor de riesgo, es decir, el factor de riesgo educativo no es
"Tengo muchos problemas en mi casa", como lo expresaban los
estudiantes, o tener "sobre edad", sino es que la institución no le
permite avanzar a esa persona joven, seguir con su proyecto de vida. En
este punto, la diversidad debe pensarse como una característica de toda
población escolar. y como una ventaja para el aprendizaje, aun de
aquella que se muestra con su aparente homogeneidad (Baquero, 2001).
Tal planteamiento, sugiere que lo intercultural, como afirma
Abdallah-Pretceille (2006), es una práctica que demanda que la persona
docente comprenda categorías como la diversidad, la cultura y lo
juvenil, desde un sentido más amplio y dinámico, que le permita
entender cómo emplea cada estudiante sus rasgos culturales para decir y
decirse, para expresarse verbalmente, corporalmente, socialmente y
personalmente.
Conforme avanzamos en las sesiones, los jóvenes se disponían a
contarnos más de su mundo, el diálogo giraba en torno a los problemas
familiares, el barrio, las drogas, supuestos robos y asaltos, historias
impactantes que formaban parte de su diario vivir. Al introducir el
tema "¿Para qué soy bueno?", sus expresiones: "Profe, no sé para qué
soy bueno,", "No sé, profe", nos reflejaban la imposibilidad de hacer
referencia a aspectos positivos de sí mismos. Fue difícil lograr que
pudieran identificar una cualidad positiva en ellos y ese aspecto
configuró un desafío, especialmente para dos de los muchachos: "Yo soy
bueno para el futbol", "Yo, para cocinar", "Yo, para hacer series,
profe". Estas habilidades las tratamos de maximizar y reforzar; una de
las estrategias empleadas fue la presentación de los talentos a
distintos docentes que ellos seleccionaron como significativos: "¡Esa
profe sí es pura vida!", "Él me manda a comprarle cosas a la soda",
"Ella me escucha", fueron algunos criterios que emplearon los
estudiantes al decidir que denotan cualidades docentes importantes,
respecto a la disposición hacia la diversidad, a través de la escucha,
la confianza. el diálogo y el trato amable, actitudes que, desde una
mirada intercultural, permiten visualizar una disposición y
sensibilidad docente necesaria hacia la diversidad, punto de partida en
el abordaje intercultural.
Uno de los primeros pasos que el sujeto educador debe dar para derribar
este pesimismo, es dejar de depositar la responsabilidad en el "sistema
educativo", dejar de pensar en que "De por sí el sistema no va a
cambiar, entonces mejor no hacer nada", y asumirse en esa realidad
educativa, pensar en el problema de los encuentros, en hacer algo
juntos, atreverse a romper con parámetros viejos de pensamiento,
comprender primero las dimensiones que contempla esa realidad y no
otra, poner a operar. a nivel educativo, lo que Duzchatzky y Sztulwark
(2011) categorizan como pensar lo escolar desde lo potencial de lo no
escolar, es decir, de otro modo, en el que se posibiliten más espacios
dentro del contexto educativo. Este fue otro gran logro profesional
adquirido.
Pensar de otro modo la interacción pedagógica es un reto por asumir
desde la interculturalidad; ese encuentro con el otro en la sala de
clase, es para Velasco (2007) la base de la relación simbólica que
existe entre uno y otro sujeto, en un momento determinado, en la cual
debe haber un sentido de la relación entre ambas, es decir, debe
producirse un diálogo en el que lo conductual y lo cognitivo confluyan
en los individuos, aspecto que en la práctica educativa aunque se basa
en el diálogo como interacción verbal, parece no generarse en dichas
condiciones, sino que se produce lo que este autor denomina, un
monólogo mitigado, en el que el estudiantado tiende a ser oyente antes
que educando, atento a las instrucciones y transmisión de conocimiento.
Una vez finalizado el proceso, los jóvenes manifestaron "Profe, pasé
todas las convocatorias", "Profe, hablé con mi mamá, ya no nos vamos
para PZ", "Profe, voy para el INA", frases que evidencian que la acción
pedagógica docente cobra especial importancia como agente posibilitador
de cambios y de adquisición de sentido, y se evidencia una vez más lo
complejo de las prácticas pedagógicas desde una mirada de interacción,
con propósito y en constante movimiento.
En este sentido, es importante visualizar la diversidad como proceso de
aprendizaje que no deja de sorprender a quien aprende, estudiante o
docente, en tanto, según Torres (2001) se crean
Las condiciones para experimentar la identidad y el conocimiento en
diversas maneras no solo como protección, asociación y reconocimiento,
sino como una manera de encontrar la verdad, desarrollando el ser, que
a muchos de nosotros nos es difícil de comprender, capturar o incluso
nombrar. (p.267)
2.3 Diversidad juvenil, abordaje intercultural
El siguiente apartado señala una serie de elementos que configuran la
propuesta intercultural en el abordaje de la diversidad juvenil en los
espacios educativos. Esta proposición supone un proceso complejo; Walsh
considera que la interculturalidad "representa procesos (no productos,
o fines) dinámicos de doble o múltiple dirección, repletos de creación
y de tensión y siempre en construcción" (2005, p. 9), que involucra
intervenir en las distintas realidades sociales, políticas, económicas,
de saberes y conocimientos.
Hoy se hace necesario de-construir y re-construir conceptos como el de
diversidad y el de cultura, premisa planteada en el primer apartado
como herramienta requerida para mirar lo juvenil en un sentido más
amplio. Una práctica que sea coherente con la interculturalidad, aspira
a generar espacios sociales que se rijan por las normas de negociación,
la creatividad conjunta, la relación y la comunicación. El enfoque
intercultural, que con frecuencia se confunde con un enfoque cultural o
multicultural, plantea Abdallah-Pretceille (2006), pone en cambio el
acento sobre los procesos y las interacciones que definen y unen a los
individuos y a los grupos, en relación los unos con los otros, aspectos
que se retomaron en el apartado anterior, tras la experiencia docente
resignificada desde la perspectiva intercultural.
Considerando que el espacio educativo supone interrelación e
intercambio y de forma más precisa la interacción pedagógica, se
requiere hacer del ambiente educativo, un espacio grato, donde la
diversidad sea valorada como valiosa, con mallas curriculares que
integren en el que enseñar, elementos tan importantes como la
valoración del otro en el componente relacional y la reflexión en la
práctica educativa diaria, que desde la interculturalidad, no
representa el acuerdo con esa diferencia, pero sí el respeto y
disposición hacia su comprensión. Bourdieu, citado por Fernández (2004)
"considera como primordial dentro de la tarea intelectual pensar y
actuar, y no concebía el sentido de lo uno sin lo otro" (p.169),
aspecto que enfatiza la importancia de la reflexión y las preguntas en
el quehacer profesional, como se presentó en el apartado anterior.
Siguiendo a Sagastizabal, Perlo, Pivetta y San Martín, (2009), de forma
amplia a nivel educativo, enseñar y aprender hoy significa poner en
relación viejos y nuevos paradigmas, para lo cual es urgente retomar el
concepto de sistema abierto en relación con la institución educativa,
planteamiento que desde la mirada intercultural no consiste en desechar
enfoques o paradigmas que han dado lugar a lo que hoy es la institución
educativa formal, sino integrar saberes, potenciar la diversidad
juvenil, articular los espacios educativos y la comunidad, o bien, en
contextos interétnicos, articular espacios y territorios.
Por su parte, Bermeosolo (2010), de forma concreta dentro del contexto
educativo, plantea que considerar la diversidad en el aula implica un
verdadero desafío para las personas educadoras, en tanto requiere:
(...) de una apertura a establecer relaciones con los otros, a
escuchar, no imponer, abiertos al cambio y a descubrir el potencial de
los estudiantes, considerando en este planteamiento a su vez que educar
desde una perspectiva intercultural demanda un acto pedagógico que
reconozca la diversidad y la heterogeneidad de las referencias,
valores, perspectivas, y prácticas que debe explicitarlas para aprender
a aprender y construir un nuevo saber. (p. 393)
En este sentido, García, citado por Zúñiga (2010), afirma que la
interculturalidad se caracteriza por la complejidad que supone un
dilema de choque y coexistencia a la vez, de las diferencias
culturales, las desigualdades sociopolíticas y las conectividades
comunicativas, cuya comprensión es posible desde la perspectiva
interdisciplinaria del análisis de la dinámica cultural, que involucra
las diferencias y las fusiones, la inclusión/exclusión, la
conexión/desconexión, como parte de su dinámica en la globalización
neoliberal.
Conviene precisar la propuesta de Abdallah-Pretceille (2006, pp. 1-9)
en relación con el paradigma intercultural como mirada hacia la
diversidad; en este caso se citan 5 líneas propuestas por la autora,
que permiten avanzar en la comprensión de la diversidad como condición
humana y formular políticas educativas e intervenciones educacionales
más equitativas y atinentes a los requerimientos de las poblaciones
jóvenes, las sociedades contemporáneas y lo intercultural; esta
propuesta comprende pasar:
1. Del conocimiento de las culturas al reconocimiento del otro
En este punto la cuestión del otro o de la existencia del otro no se
plantea a partir de un conocimiento dado, categorizado o descriptivo,
sino que por una comprensión íntersubjetiva, en la que la comprensión
del otro exige un trabajo sobre uno mismo, con el fin de evitar
sumergirse en una proyección o en un juego de espejos en el que no se
hace más que reproducir, conscientemente o no, lo mismo, aspecto en el
que la reflexión juega un papel crucial.
2. De las culturas a la noción de culturalidad: hacia una antropología
generativa
El individuo rara vez está en contacto con el "todo" de la cultura del
otro; por el contrario, está expuesto a un "concentrado", es decir, no
se está frente a entidades culturales estables, sino que ante
fragmentos culturales. El tema a trabajar por la persona profesional en
educación, no es centralmente la iniciación a las culturas, sino, el
acercamiento mediante procesos culturales generadores de
comportamientos y de discursos.
Las culturas, enfatiza la autora, no se definen en relación con una
suma de características y rasgos, sino a través de las relaciones y las
interacciones entre los individuos y los grupos. Actualmente, estamos
frente a mezclas, mestizajes y trasgresiones, dado que cada individuo
tiene la posibilidad de expresarse y de actuar apoyándose no solo en
sus códigos de pertenencia, sino también en códigos de referencia
libremente elegidos. Las mutaciones sociales y culturales ligadas a la
complejización y heterogeneización crecientes del tejido social hacen
que sea necesario repensar el conocimiento cultural de una manera
distinta a la de un conocimiento sobre las culturas (formación
cultural), y hacen necesario aprender a pensar los conocimientos
culturales en un contexto heterogéneo y no homogéneo.
(Abdallah-Pretceille, 2006, p. 4)
3. Lo intercultural es una práctica.
En la medida en que la persona profesional presta menor atención a la
cultura y más al sujeto que actúa y, por lo tanto, interactúa, nos
encontramos en el ámbito de la práctica. No se trata de buscar
hipotéticas realidades culturales, señala la autora, sino, al
contrario, de aprender una forma de práctica cultural, de comprender
cómo se crea lo cultural en situaciones complejas. Desde la perspectiva
intercultural, la intervención docente se debe detener menos sobre la
cultura como determinante de los comportamientos, que sobre la manera
en la que el individuo utiliza los rasgos culturales para decir y
decirse, para expresarse verbal, corporal, social y personalmente.
4. Lo intercultural es una hermenéutica.
Es preciso recalcar que ningún hecho es de entrada intercultural, y
dicha cualidad no es un atributo del objeto, solo el análisis
intercultural puede conferirle este carácter, "es la mirada la que crea
el objeto y no al contrario, lo intercultural reconstruye de la
comprensión y de la acción el pensar en el encuentro del Otro no como
el producto del conocimiento sino como un re-conocimiento"
Abdallah-Pretceille (2006, p. 8).
5. De las culturas a una antropología de la relación y de la
comunicación
Abandonando el paradigma conceptual restrictivo de la cultura, se
comprende, desde la perspectiva intercultural, las áreas culturales,
que corresponden a fracturas, esviaciones, mestizajes, los caminos
cruzados, los que son portadores de sentido. Appadurai, citado por
Abdallah-Pretceille, propone:
Pensar la configuración de las formas culturales como fundamentalmente
fractales, es decir, como desprovistas de fronteras, de estructuras o
de regularidades euclidianas, combinándolas todas con sus imbricaciones
y sus semejanzas. El paradigma intercultural forma parte de estas vías
que intentan pensar lo híbrido, lo segmentario y la heterogeneidad.
(2006, p. 9)
Siguiendo los planteamientos de la autora, desde la mirada
intercultural es importante hacer la distinción entre diversidad
cultural y diferentes culturas. El primero se tiende a confundir con el
segundo cuando se asocia con comportamientos estancados o cuando se
analiza la cultura como territorios cerrados, como normas, o cuando se
hace una visión turística o folclórica de la cultura. Reconocer la
diversidad cultural significa reconocer al otro, evitando ubicarlo en
categorizaciones o clasificaciones, de ahí la necesidad de plantear
dentro del constructo diversidad cultural, las particulares de cada ser
humano, su diversidad y la de los otros, de forma intersubjetiva, y que
en esta reflexión implica mirar hacia el mundo juvenil desde esta nueva
lógica de comprensión.
Los planteamientos señalados recalcan que la heterogeneidad es la
norma, no una excepción, en cualquier grupo social en el que se
produzca una interacción y. específicamente, dentro de la diversidad
juvenil. En este sentido, se reitera la función hermenéutica que cumple
la educación intercultural (Abdallah-Pretceille, 2006), ya que permite
agenciar mecanismos teóricos y prácticos para la (re)comprensión de las
prácticas educativas, valorando la multiplicidad de contextos
socioeducativos donde se realizan.
La reflexión planteada en este documento, evidencia la necesidad y la
posibilidad de desarrollar una forma distinta de comprender y abordar
lo juvenil, dentro del sistema educativo, considerados según Zabadúa
(2008), como "sujetos sociales que dinamizan los escenarios de la
globalización, los espacios multiculturales e interculturales, ya sea
retroalimentando un proceso o impugnándolo mediante estrategias de
participación alternas" (p.136). Asimismo, siguiendo a Escarbajal
(2010), la educación intercultural se muestra como una buena opción a
los modelos educativos monoculturales, porque, frente a la perpetuación
de la cultura única, acepta la complejidad de cada ser humano y de su
cultura. y reconoce que todos somos pluriculturales y podemos trabajar
juntos para conseguir una sociedad más justa y equitativa.
3. Reflexiones Finales
Según los planteamientos desarrollados en esta reflexión teórica en
torno a la diversidad juvenil, los contextos educativos y la
interculturalidad. se señalan las siguientes consideraciones finales;
-
La evolución teórica y epistemológica de la diversidad demanda una
forma distinta de ser leída y abordada en el contexto educativo, una
mirada que incorpore como valioso para el aprendizaje los referentes
culturales, sociales, económicos, contextuales, políticos, individuales
y colectivos, que forman parte de las juventudes, actores importantes
dentro del proceso enseñanza-aprendizaje.
-
Abordar la diversidad en el aula implica un verdadero desafío para las
personas educadoras, en tanto requiere una apertura a establecer
relaciones con los otros, a escuchar, no imponer, con apertura al
cambio, y a descubrir el potencial del alumnado. Es decir, educar desde
una perspectiva intercultural, demanda un acto pedagógico que reconozca
la diversidad y la heterogeneidad de las referencias, valores,
perspectivas y prácticas, con el fin de conocer y construir un nuevo
saber.
-
En la actualidad lo que define a las juventudes es lo cambiante, el
(re) producirse en lo cotidiano y en lo imaginado, en las relaciones de
poder, que cada vez menos representan una cultura hegemónica. Este
cambio se evidencia en las nuevas prácticas de interacción social,
familiar, económica, cultural, y política. que las personas jóvenes
llevan a cabo en múltiples escenarios socioeducativos y culturales,
dejando manifiestas distintas formas de ser y estar en el mundo.
-
La diversidad juvenil refiere a un conjunto de significaciones
socioculturales construidas desde lo juvenil y desde lo social,
elaboradas respecto a los jóvenes desde el mundo adulto, que se
significan, actualizan y recrean en los espacios educativos.
-
Es importante en el abordaje de la diversidad juvenil en el contexto
educativo, según lo exponen Sagastizabal et al. (2009), que la
construcción del diálogo intercultural se cimiente en "códigos comunes
que nos enriquezcan, reconociendo nuestras diferencias y que nos
acerquen reconociendo nuestras similitudes, justamente, la metáfora de
la interculturalidad es el diálogo" (p.76), con el fin de construir una
mirada plural en la que la pluralidad de expresiones sea valorada como
una sobreabundancia.
-
Como propuesta al abordaje de la diversidad juvenil desde la
perspectiva intercultural, a continuación se refieren ejes centrales
para el trabajo docente y del personal administrativo y directivo de un
establecimiento de educación; a saber:
- Favorecer la apertura hacia la comprensión y valoración de la
diversidad que caracteriza a su población estudiantil.
- Concebir el proceso de enseñanza como un espacio de construcción de
saberes en y desde la diversidad, y el acto de educar como un acto
transformador.
- Valorar la interacción, el respeto y el diálogo en el proceso educativo.
- Rescatar y asumirse como sujeto dentro del proceso enseñanza -
aprendizaje, mediante la reflexión permanente.
- Fomentar la equidad e igualdad de oportunidades en los espacios
educativos. S Favorecer la criticidad del estudiantado.
- Participar activamente del trabajo en equipo e interdisciplinario.
- Vincular el saber teórico con el saber pedagógico y experiencial.
- Propiciar espacios educativos que motiven la participación social de
las personas jóvenes.
-
La propuesta intercultural presentada por Abdallah-Pretceille (2006),
que esta reflexión retoma en torno a cómo mirar hacia la diversidad,
nos invita a seguir tensionando, debatiendo y problematizando la
diversidad, la cultura y la interculturalidad, trasladando estas
categorías a múltiples contextos y situaciones sociales, educativas,
económicas, políticas, religiosas y culturales. Son herramientas que
permiten, abrir espacios para las preguntas y el pensar juntos.
2 Palabras entre comillas, empleadas al describir un lenguaje coloquial.
3 Gracias por compartir conmigo la posibilidad de repensar nuestro
quehacer profesional, asumiendo los cuestionamientos y la incertidumbre
que ello requiere.
4 Palabras entre comillas y en negrita, denotan lo dicho por los
estudiantes y docentes participantes de la experiencia citada.
5 Llamar la atención por algún comportamiento que no se considera
adecuado.
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Correspondencia a:
Carol Graciela Morales-Trejos. Docente de la Universidad de Costa Rica. Profesional en Orientación,
Candidata a Doctora del Programa de Doctorado en Ciencias de la
Educación, mención en Educación Intercultural de la Universidad de
Santiago de Chile (USACH). Dirección electrónica: carol.morales@usach.cl
Ensayo recibido: 28 de abril, 2014 Enviado a corrección: 18 de julio,
2014 Aprobado: 20 de octubre, 2014