Educación para el Consumo: Aproximación Empírica a los Hábitos de
Consumo del Alumnado de Secundaria
Education for Consumption: Empirical Approximation to the Consumption
Habits of High School Students
Llarela Berríos Valenzuela1, María Rosa Buxarrais Estrada2
1 Profesora investigadora Universidad de los Andes, Chile. Doctora en
Pedagogía por la Universitat de Barcelona. Dirección electrónica:
llarela.berrios@uandes.cl
2 Catedrática Universitat de Barcelona, Departamento de Teoría e
Historia de la Educación, España. Dirección electrónica:
mrbuxarrais@ub.edu
Dirección para correspondencia
Resumen
Este artículo presenta los resultados de la investigación sobre los
hábitos de consumo de los estudiantes de secundaria de la provincia de
Barcelona, España. La investigación se sitúa en el paradigma
cuantitativo, utilizando la metodología ex post facto descriptiva por
encuesta, empleando un cuestionario como instrumento de recolección de
datos. Debido al carácter diagnóstico y exploratorio, participaron de
la muestra 232 estudiantes de 14-16 años, de institutos públicos de las
comarcas del Maresme, Vallés Occidental y Barcelonés. Los principales
resultados indican que los adolescentes tienen hábitos de consumo
moderados, ya que no se consideran consumistas, perciben que influyen
medianamente en el consumo familiar y aseguran que han recibido
suficiente educación para el consumo responsable, pero lo interesante
es que indican que les gustaría aprender más sobre este tipo de
consumo. Sin embargo, señalan no tener conocimiento de organismos o
entidades a los que se pueden dirigir en caso de reclamación. Se
concluye que es necesario abordar la educación para el consumo a través
de una propuesta pedagógica desde el ámbito de los valores, y es
fundamental trabajar con el trinomio esencial de la educación (familia,
escuela, adolescentes), para que contribuya de forma integral en la
formación del alumnado de secundaria, a través del desarrollo de
actitudes críticas y reflexivas frente a la sociedad de consumo en la
que viven y, de este modo, estar preparados como ciudadanía activa y
responsable, ante las problemáticas que nos afectan en el siglo XXI.
Palabras clave: adolescentes, consumo, hábitos, educación secundaria,
educación para el consumo, España
Abstract
In this article, the results of the investigation, whose objective was
to understand the consumption habits of teenagers in the province of
Barcelona, Spain, are described. Due to the diagnostic and exploratory
character of the investigation, 232 students from diverse schools
participated in the sample. The investigation is situated in a
qualitative paradigm, utilizing an ex post facto research methodology
of collecting descriptions through polls; the instrument of data
recollection is a questionnaire with close-ended questions. The main
results indicate that teenagers exhibit some moderate consumption
habits, since they do not consider themselves consumerists. The
teenagers perceive that these habits moderately influence the overall
family consumption, ensuring that they have received enough education
to understand consumption. However, it is necessary to embark on an
education for consumption through a pedagogical proposition that would
help teenagers in becoming critical thinkers when facing the society of
consumption in which they live, and, in that manner, be prepared to be
responsible citizens when facing the problems that we are exposed to in
the XXI Century.
Key words: teenagers, consumption, habits, high school education,
consumer education, Spain
1. Introducción
Aproximarse a la compleja realidad de los hábitos de consumo y la
educación para el consumo en el alumnado de secundaria, no es tarea
fácil, ya que se debe considerar que los hábitos se encuentran
condicionados principalmente por el factor social. Y en este ámbito,
nos topamos con la familia como la unidad fundamental, la escuela, las
relaciones interpersonales y la sociedad de consumo.
La sociedad está inmersa en un periodo caracterizado por un ritmo de
cambio social acelerado, producto de una "sociedad de mercado" que nos
condujo a una "sociedad de consumo", cuyo concepto ha sido objeto de
reflexión de varios intelectuales. Autores como Álvarez y Álvarez
(1988), señalan que la sociedad de consumo es "la sociedad de la
abundancia, la masificación, la homogeneidad".
Se considera que la "sociedad de consumo" tiene un efecto
incuestionablemente deshumanizador, que se podría ejemplificar con el
"tener frente al ser", formulado por Fromm (1976). Hoy, el consumo es
utilizado como símbolo de estatus, generador de una apariencia y la
consiguiente búsqueda del prestigio social. En la adolescencia, los
jóvenes se encuentran en el proceso de la búsqueda de identidad y se
sitúan en los nuevos roles sociales que deben desempeñar. Uno de ellos
es el de "consumidor" y. aunque desde pequeños han sido consumidores,
es en esta etapa de la vida cuando pueden tomar conciencia de lo que
esto significa (Carosio, 2008; Ersoy-Quadir, 2012; Isaksen y Roper,
2008; Shim, Serido y Barber, 2011). Sin embargo, muchos no cuentan con
los conocimientos necesarios para ejercer un consumo responsable.
El artículo presenta una investigación llevada a cabo en la provincia
de Barcelona. España. El objetivo general consistió en: "conocer los
hábitos de consumo del alumnado de secundaria". Y se organiza de la
siguiente manera: Referente teórico, en el cual se abordan los
constructos teóricos (adolescentes y consumo. educación para el consumo
en los adolescentes). Metodología, en este apartado se sitúa el tipo de
metodología empleada, la muestra, el instrumento y el análisis de
datos. Resultados, se exponen de forma descriptiva a través de tablas.
Y finalmente, se presenta la discusión y las conclusiones de la
investigación.
2. Referente teórico
2.1 Adolescentes y consumo
La incorporación de los adolescentes dentro del círculo del consumo no
es nada nuevo. En realidad, esta inserción se produce en la infancia,
cuando los padres, las madres y la familia en general, actúan como
mediadores del consumo (Chaplin y John, 2010; Flouri, 1999).
La adolescencia de la sociedad occidental, principalmente de países
desarrollados y en vías de desarrollo, percibe dinero con frecuencia e
incrementa su poder adquisitivo día a día, aunque como consumidores
este aún es limitado (Osuna, 2008). Sus acciones de consumo están
vigiladas por sus familias y no tienen una gran capacidad de ahorro,
por lo que el espectro de productos a los que pueden acceder por cuenta
propia es limitado, y sus compras son escasas, según Fernández Cavía
(2000).
Los adolescentes de 12 a 19 años se han convertido en grandes
consumidores. Generan un mercado sólido para todas las empresas,
principalmente porque disponen de una mayor cantidad de dinero con el
que pueden tomar sus propias decisiones de compra, así como ejercer sus
deberes y derechos como consumidores e influenciar en el consumo
familiar (Flouri, 2004; Shim et al., 2011).
Estos cambios son importantes para el rol que los adolescentes
interpreten como consumidores. Se debe tomar conciencia de que supone
un periodo fundamental en su educación como consumidores (Shavitt,
Torelli y Wong, 2009; Sweeting, Hunt, y Bhaskar, 2012). Es
imprescindible señalar que en esta etapa se consolida definitivamente
el sistema de valores personales (con posterioridad se pueden
experimentar cambios1), por lo que muchos de los hábitos de consumo que
adquieren en ella, los mantendrán a lo largo de toda su vida (Chaplin y
Lowrey, 2010).
En esta línea, la comercialización de productos respecto al estudio del
consumidor adolescente será de mayor importancia. Primero, porque se
los mira como clientes potenciales en el futuro. Investigaciones como
Outlook Teens 2010, apuntan hacia cómo evolucionarán sus hábitos de
consumo en los próximos años, con el objetivo de entender sus valores y
anticiparse a sus futuras necesidades. Se trata de una estrategia para
captar clientes lo antes posible. El resultado apunta a la posibilidad
de que la adolescencia escoja ciertas marcas a las que permanecer
fieles durante su vida adulta. Según Kapferer (1992), las marcas
escogidas entre los 7 y 18 años continúan siendo las elegidas hasta
pasados los 20 años y más.
Los jóvenes están inmersos en un contexto social a través del cual el
disfrute de la vida, la búsqueda de la identidad y la felicidad, se han
convertido en ejes centrales del proyecto de vida y el consumo actúa
como nexo esencial para su consecución; según García Canclini, (1995,
p. 14):
(...) las luchas generacionales acerca de lo necesario y lo deseable
muestran otro modo de establecer las identidades y construir lo que nos
distingue. Nos vamos alejando de la época en que las identidades se
definían por esencias ahistóricas: ahora se configuran más bien en el
consumo, dependen de lo que uno posee o es capaz de llegar a apropiarse
(...)
Es entonces cuando el consumismo se convierte en un valor social
relevante (Posadas, 2013), que condiciona las aspiraciones de los
adolescentes y sus comportamientos.
Existe un modelo diferencial de consumo entre los jóvenes. Para ellos,
el consumo satisface necesidades específicas y cumple funciones
distintas a las de los adultos. En este sentido, es necesario tener en
cuenta algunos elementos primordiales que caracterizan los hábitos de
consumo más frecuentes en la juventud. Éstos han sido destacados, tanto
desde la investigación sociológica como desde los estudios de mercado.
Según Sánchez, Megías y Rodríguez (2004), existen diversos tipos de
jóvenes de acuerdo con las variables: sexo, edad, nivel educativo,
nivel social, entre otros. Por otro lado, es importante considerar que
los hábitos de consumo de adolescentes difieren según la edad, el sexo,
y las diferentes etapas de la evolución y maduración personal. Se puede
ejemplificar esto indicando que la variables edad y sexo constituyen
una gran diferencia en la segmentación del mercado y el consumo, debido
a que las estrategias de marketing difieren en función de a quién van
dirigidas: varones o mujeres, adolescentes de 13 a 15 años, o de 17 a
20, ya que varían los productos que consumen, la capacidad de compra,
las necesidades y los mecanismos de comunicación, entre otros.
Autores como Martín y Velarde (2000) señalan que es posible establecer
dos modalidades primordiales del consumo juvenil (consumo e identidad y
consumo e incorporación a la vida adulta), con base en la función que
cumple en las distintas etapas, en el tránsito de la juventud hacia la
adultez.
El consumo está asociado a los procesos de identificación juvenil, se
utiliza para fortalecer esa identidad y, a su vez, sirve para
diferenciarse de los otros (pares y adultos). A este aspecto pertenecen
todos los gastos que realiza la juventud para ser aceptada y participar
en las relaciones que establece con los demás. De acuerdo con Autio
(2002, p.338): "actualmente se describe a la juventud de forma que hace
que la generación del 'yo' parezca una generación de activistas
filántropos y sociales. Se dice que solo piensan en ellos y que están
obsesionados por la gratificación material a corto plazo".
Durante el proceso de identificación, el grupo de pares tiene un papel
importante, ya que buscan su aceptación e integración, lo que se logra
consumiendo unos productos determinados. Este tipo de consumo para la
identificación juvenil tiene como característica principal, centrarse
en los espacios que la juventud destina al ocio de carácter social, en
los que se comparte los fines de semana y en ambientes públicos.
2.2. La educación para el consumo en los adolescentes
La educación para el consumo ha tenido una amplia incidencia en las
formas de consumo. En los últimos años se ha producido un gran debate
sobre los cambios educativos como forma de hacer frente a los problemas
que se plantean en este siglo, entregando herramientas a hombres y
mujeres que les permitan desenvolverse dentro de esta sociedad como
personas autónomas, responsables y críticas ante las problemáticas
sociales (Goldsmith y Clark, 2012; Hill y Beatty, 2011; Isaksen y
Roper, 2008).
Para contrarrestar el efecto del consumismo en nuestros jóvenes, es
preciso que el consumidor tome conciencia de sus decisiones, tanto en
la valoración de sus necesidades como en la influencia que ejercen el
mercado y la sociedad en él (Cohen, y Bernard, 2013; Griskevicius y
Kenrick, 2013).
En este sentido, la educación del consumidor adquiere una importancia
considerable, ya que los jóvenes de hoy quieren tener un buen nivel de
vida, lo que no implica calidad de vida. Según el Ministerio de Sanidad
y Consumo de España (2004), para abordar estos aspectos debemos
diferenciar bien los términos: primero, el nivel de vida, que se puede
definir como la expresión de la acumulación y posesión de bienes y
recursos; segundo, la calidad de vida, que consiste en el uso y
disfrute de bienes y recursos, encaminado al logro del bienestar y la
salud.
La educación para el consumo no ha sido tratada hasta el momento con la
atención y la importancia social que merece. En nuestra sociedad de
consumo, la familia tiene un papel central como constructora de la
identidad personal y del entorno social (Baker, Moschis,
Benmoyal-Bouzaglo y Pizzutti, 2013). Los adolescentes tienen a su
alrededor una enorme cantidad de bienes, servicios y marcas que invaden
su vida cotidiana, y que los puede llevar a convertirse en consumistas
(Flouri, 2004; Roberts, Manolis y Tanner, 2008). En este aspecto, la
familia tiene un rol esencial como fuente de aprendizaje de hábitos de
consumo responsable (Wang, Holloway, Beatty y Hill, 2007).
Hay que ser realista y no obviar que la adolescencia ocupa un lugar
destacado en el consumo familiar. La influencia que ejercen los
adolescentes en las compras de sus padres y madres, es un aspecto
relevante desde hace tiempo en diversos ámbitos, principalmente, el
marketing (Belch, Krentler y Willis-Flurry, 2005; Crane, 2010; Park y
John, 2011). Los adolescentes son atractivos no sólo por su capacidad
de consumo y ahorro, sino también por su incidencia en el consumo de
sus grupos familiares (Roberts, Manolis y Tanner, 2006; Sener, 2011).
Respecto a temas de ocio, alimentación y servicios educativos, los
adolescentes son un interlocutor del mercado (Lazo y Gabelas, 2007;
Shim et al., 2011). Por éste y otros motivos, la adolescencia es una
fase considerada clave para la socialización del consumidor y se debe
abordar su educación, ya que es en esta etapa cuando se experimentan
los primeros contactos directos, autónomos y reales, con el fenómeno
del consumo. En estas aproximaciones iniciales los adolescentes se
sienten solos, desorientados, buscan ayuda, apoyo, consejos en sus
amistades y, ocasionalmente, recurren a sus padres. Esto obedece
principalmente a que la sociedad no tiene conciencia de enseñar a ser
consumidor y debe facilitar a sus miembros un aprendizaje completo al
respecto (Cantera, 2002).
Así pues, la educación para el consumo debe ser asumida por las
familias, la escuela, la sociedad y el mercado, por su capacidad
transversal, y constituir una educación para la vida (Saldaña y
Ballesteros, 2011). Se insiste en que la educación para el consumo no
ha sido tratada con la atención y la importancia social que merece. De
acuerdo con Benn (2002, p. 169): "en lo referente al tema de la
investigación del consumidor se debería poner énfasis en arrojar luz
sobre los diferentes aspectos de la conducta del consumidor que se
manifiestan a nivel individual, de mercado y social."
La educación para el consumo será necesaria como estímulo de la
evolución con unas actitudes más activas y conscientes. Como afirman
Álvarez y Álvarez (1988, p.160) (Sic):
(...) la educación del consumidor/a ha de concebirse como un proceso
permanente, que tiene por finalidad aportar al consumidor/a, de forma
gradual, secuenciada y acorde con su nivel evolutivo, toda una serie de
elementos cognitivos, procedimientos mentales y técnicas de trabajo que
le permitan desarrollar actitudes conscientes, críticas y solidarias,
sintiéndose satisfecho de actuar de forma responsable ante los hechos
de consumo (...)
Desde la perspectiva de Álvarez y Álvarez (1988) y Buxarrais (2003), se
considera que la educación del consumidor debe basarse en una educación
permanente y pertinente con el desarrollo de la persona, otorgando las
herramientas adecuadas que le permitan tomar una postura crítica y
responsable ante el consumo. Pujol (1996) indica que en 1976, la
Organización Europea de Consumidores (BEUC) realizó un estudio,
Education du consommateur dans les escoles, en el cual se observan
cuatro posiciones distintas en relación con qué se entiende por
educación del consumidor, a nuestro parecer aún vigentes: liberal,
reformista, responsable y radical. De acuerdo con el propósito de la
presente investigación, nos adentraremos en el concepto de la posición
responsable descrita por Pujol (1996, p. 36):
(...) desde esta situación, el consumidor/a debe, colectivamente,
revindicar todas aquellas medidas legislativas que regulen los actos de
producción. En este marco la educación del consumidor/a, supone dotar a
éstos de elementos que les responsabilicen en las consecuencias que sus
actuaciones tienen a nivel social y a nivel del medio ambiente; (...)
educar al consumidor comporta, desde esta postura, además de todo lo
dicho en las posiciones anteriores, dotarle de elementos para que pueda
analizar y valorar los efectos sociales y ambientales que se producen
en el proceso de producción, comercialización y consumo (...) y actuar
consecuentemente.
La descripción de esta posición sobre la educación para el consumo,
aporta una valiosa información para abordar la temática, en tanto
enfatiza aspectos que, desde la presente perspectiva, constituyen un
todo, y son ineludibles para la formación integral de la persona.
Al mismo tiempo, la educación para el consumo debe posibilitar
distinguir entre las necesidades reales y las inducidas, cuestionando
el consumo irracional y fomentando el sentido necesario para incidir en
las instancias donde se toman decisiones que afectan a los consumidores
(Cortina, 2002).
La educación para el consumo propone lograr la transformación del
consumidor (niño, jóvenes, adultos) de un agente pasivo en una persona
activa, crítica consigo misma, con sus necesidades, y también con la
sociedad y los mecanismos que regulan las relaciones de consumo. Por lo
tanto, desde una perspectiva pedagógica, es absolutamente necesario
incidir desde la adolescencia en la educación del consumidor (Arnould y
Thompson, 2005; Burroughs y Rindfleisch, 2002; Pham, 2013).
3. Metodología
La investigación se sitúa en el paradigma empírico analítico, también
denominado cuantitativo, y se utilizó el tipo de estudio ex post facto
descriptivo por encuesta. Esta modalidad investigadora analiza los
fenómenos educativos relevantes y las variables que intervienen; fue
seleccionada porque responde al objetivo general: "conocer los hábitos
de consumo del alumnado de secundaria".
El diseño de la investigación se basa en los criterios de la
metodología de tipo cuantitativa ex post facto, con su aplicación en
cuatro fases, según se muestra en la tabla 1.
3.1. Muestra
Según Hernández, Fernández y Baptista (2003, p. 302), en el enfoque
cuantitativo "la muestra es una selección de un subgrupo de la
población del cual se recolectan los datos, y que se define o delimita
de antemano con precisión". En esta ocasión se optó por un muestreo de
tipo intencional. La selección de la muestra del alumnado se realizó
bajo los criterios que se muestran en la tabla 2:
La muestra corresponde a N=232 (el 59,1%, varones, y el 40,9%,
mujeres), entre 14¬16 años, con una media de 15. Se eligió esta franja
de edad porque consideramos que es en esta etapa, donde se construyen
los modelos sociales, culturales y la comprensión de la realidad que
nos rodea, y es una fase determinante para la vida adulta.
Debido al carácter exploratorio de la investigación en la provincia de
Barcelona, se optó por encuestar en institutos de diferentes zonas de
la provincia; por este motivo, el IES Sector Sagrada Familia, pertenece
a la comarca del Barcelonés; el IES Sector Canet de Mar, a la comarca
del Maresme, y el IES Sector Tarrassa, a la comarca del Vallés
Occidental. La selección de establecimientos de carácter público,
obedece principalmente a que necesitábamos conocer los hábitos de
consumo del alumnado de secundaria de este segmento socioeconómico, con
la finalidad de plantear líneas de acción pedagógicas en esta área y
para este segmento en concreto. La muestra definitiva quedó constituida
tal y como se muestra en la tabla 3.
3.2. Instrumento de recolección de la información
Se elaboró un cuestionario con 20 preguntas cerradas, a partir de la
dimensión teórica de consumo. Para asegurar la validez del instrumento,
éste fue sometido a la prueba de consistencia interna del coeficiente
Alpha de Cronbach, el cual se basa en el promedio de las correlaciones
entre los ítems. Arrojó una fiabilidad a=0,73, considerada
satisfactoria. Las preguntas del cuestionario son de dos tipos:
cerradas de tipo excluyente y cerradas de tipo ordinal por intensidad,
con las que se trabajó con cinco categorías que aluden a la escala de
Likert: 1 = Nunca; 2 = Un poco; 3 = Habitualmente; 4 = Bastante; 5 =
Mucho. Para graficar el proceso de elaboración del cuestionario, se
adjunta la tabla de especificación empleada al construirlo:
subdimensión (aspecto específico del constructo teórico de consumo, en
este caso de actitudes ante el consumo), los indicadores (se establecen
de la profundización y la especificación de la subdimensión) y las
preguntas (las cuales constituyen el aspecto de operatividad del
proceso de construcción del instrumento) esto queda reflejado en la
tabla 4.
3.3. Análisis de la información
Se realizó un análisis estadístico descriptivo de los datos, se
codificaron las respuestas, se creó una matriz y se vaciaron los
cuestionarios. Luego se procedió al recuento de respuestas, se
elaboraron las gráficas de cada variable de forma individual y se
estableció la relación entre las variables. Cabe señalar que se
establecen frecuencias, porcentajes, media y desviación típica. Para
esto se utilizó el programa estadístico SPSS:19.0.
4. Resultados
De las actividades planteadas respecto a la principal afición o hobby,
los adolescentes señalan que la actividad que más realizan es salir con
amigos, con un 40,0%. En segundo lugar, la práctica de actividades
deportivas, con el 27,0%. En último lugar, con un 0%, se encuentra
realizar actividades con juegos no electrónicos, artes plásticas
(manualidades y pintura) e ir de compras.
En relación con los hábitos de compra, las preguntas: ¿En qué te fijas
al comprar un producto?, ¿Aspectos que consideras para comprar un
producto? y ¿Motivos en la decisión final de compra?, corresponden a
cuestiones de tipo ordinal por intensidad. El objetivo de tales
interrogantes es obtener la media para apreciar el rango promedio que
le asignan a cada indicador, y la desviación típica para ver el grado
de dispersión.
En la pregunta ¿En qué te fijas al comprar un producto? se aprecia que
los adolescentes consideran "Bastante", el precio, la utilidad y la
necesidad del producto, y se fijan "Poco" en la marca y otros aspectos
del producto. Sin embargo, el valor más alto de dispersión se encuentra
en el aspecto de que sea un producto concreto, según se muestra en la
tabla 5.
De acuerdo con Aspectos que consideran para comprar un producto, los
adolescentes reconocen que "Habitualmente" compran productos que están
de moda y que sean de nombres y marcas conocidas. Manifiestan tener
"Poco" interés por: comprar productos que han visto en anuncios, tener
productos de las mismas marcas que sus amigos, y comprar los mismos
productos que compran sus amigos. El mayor grado de dispersión se
encuentra en comprar productos de marcas conocidas, con 1,34. Esto se
evidencia en la tabla 6.
En relación con la frecuencia mensual de compra de productos concretos
(ropa, calzado, música, etc.), el 35,3% señala que esta se realiza una
vez al mes; el 31,5% indica que no sabe cuántas veces realiza esta
acción; el 21,1% afirma que compra dos veces al mes; el 9,1%, tres
veces al mes: un 1,7% reconoce comprar entre cinco y diez veces,
mientras que el 0,9% señala que compra estos productos cuatro veces al
mes.
La decisión de compra para los adolescentes está guiada "Habitualmente"
por: el precio y la calidad, la cual consideran "Bastante" influyente
al la hora de decidir la compra. El mayor grado de dispersión en las
respuestas, 1,21, se encuentra precisamente en el precio. Según se
muestra en la tabla 7.
Respecto a quién los acompaña en la compra, el 32,8% afirma que los
acompaña la madre; un 24,6% indica que van acompañados por su padre y
su madre; el 24,1% lo hace acompañado por sus amigos/as; un 8,2%,
solos; el 5,2%, con el padre; un 2,2%, con su pareja; el 1,7% con el
hermano, y el 0,9%, con otros familiares. Sin embargo, el 44,8%
prefiere que lo acompañen sus amigos, seguido por el 19,0%, al que le
gusta ir con la madre; al 14,7% le gusta ir con el padre y la madre; un
5% escoge ir con el padre; el 4,7% prefiere ir solo; un 4,3% elige ir
con el hermano y el 2,6% opta por ir acompañado por la pareja, o por
otros familiares.
Los adolescentes prefieren que sus amigos los acompañen en sus compras,
porque consideran "Bastante" la confianza, sinceridad y comprensión, y
pueden comprar lo que quieran. Mientras que les gusta "Poco", debido a:
Porque voy más rápido, Porque vamos en coche, Sin ningún motivo
especial. No obstante, el mayor grado de dispersión se encuentra en el
aspecto de edad (Somos de la misma edad): 1,59. Esto se evidencia en la
tabla 8.
En relación con la decisión de compra, la mayoría (88,8%) afirma que
acaba decidiendo lo que compra, seguido de un 5,2%, que señala que
acaba decidiendo la madre; un 3,0% considera que la decisión es del
padre y la madre, mientras que un 0,4% indica que de sus amigos y de
otros familiares.
Respecto a las asignaciones económicas, el 84,5% de los adolescentes
encuestados señala que recibe dinero; el 15,1% indica que no recibe
dinero, y el 0,4% no responde.
De acuerdo con la cantidad de dinero que recibe semanalmente, el 44,8%
de los jóvenes indica que dispone de entre 5 y 10 euros, y un 2,6%
señala que recibe más de 30 euros a la semana.
En relación con el origen del dinero, el 45,7% afirma que es entregado
por el padre y la madre, el 22,4% señala que es proporcionado por la
madre, un 10,3% indica que es otorgado por el padre, mientras que el
4,3% manifiesta que es asignado por sus abuelos y solo un 1,7% afirma
que el dinero es aportado por otros familiares.
El 42,7% indica que recibe dinero cada semana; un 33,2% cuando lo pide;
el 5,6%, cada día, y un 3,0%, cada mes.
Sobre lo que hacen con el dinero, el 50,4% indica que ahorra siempre
que puede, el 14,2% afirma que lo distribuye para gastos del mes, el
13,8% señala que se lo gasta rápidamente, y un 5,2% considera que no
ahorra nunca.
Respecto al gasto de dinero, el 50,9% señala que gasta el dinero
principalmente en salir con sus amigos. Muy por debajo de esta opción
se encuentra la segunda preferencia, que consiste en comprar revistas y
cómic, con un 6,9%. La tercera opción, con el 5,6%: comprar cosas para
comer (patatas fritas, chuches). Como cuarta preferencia, con un 4,3%:
comprar ropa, calzado y complementos. En quinto lugar se encuentran
juegos de ordenador y consolas, con un 3,4%. Las actividades en que
menos gastan dinero son: tabaco, telefonía móvil, CD de música (2,2%),
ir al cine (1,7%), libros (1,3%), mientras que el bar, comida rápida y
peluquería solo son considerados por el 0,4%.
En Actitudes y comportamiento de consumo responsable, el 52,2% de los
jóvenes no se considera consumista, mientras que el 45,3% sí, y un 2,5%
no responde. Así también, el 50,4% de los adolescentes afirma que
compra productos de marcas conocidas, frente a un 46,6% que señala que
no lo hace, y un 3,0% no responde. Para el 49,6% de los adolescentes,
los productos de marcas conocidas son más caros. Un 25,0% afirma que
son más buenos y más caros, el 13,4% señala que son más buenos, el 8,2%
indica que no son más buenos ni más caros y un 3,9 escoge la opción
"otros".
La pregunta sobre las actividades relacionadas con el consumo, tiene
por propósito obtener la media para apreciar el rango promedio que le
asignan a cada indicador, y la desviación típica para ver el grado de
dispersión. Con base en ello, los adolescentes manifiestan que realizan
"Habitualmente" cada una de las actividades mencionadas, aunque el
mayor grado de dispersión (1,46) se encuentra en el aspecto Guardas la
factura. Según se muestra en la tabla 9.
Respecto a la educación para el consumo, los jóvenes indican que han
tenido educación para un consumo responsable, pero les gustaría
aprender sobre este tipo de consumo, y afirman que el consumo daña el
medio ambiente. Por otro lado, señalan no tener conocimiento de
organismos o entidades a los que se pueden dirigir en caso de
reclamación. No obstante, el mayor grado de dispersión en las
respuestas lo presenta El consumo daña el medio ambiente (0,63). Esto
se evidencia en la tabla 10.
La pregunta sobre La influencia en el consumo familiar es de tipo
ordinal por intensidad, en la cual se trabajó con cinco categorías que
aluden a la escala de Likert. El propósito de esta pregunta es obtener
la media para apreciar el rango promedio que le asignan a cada
indicador, y la desviación típica para determinar el grado de
dispersión. Los adolescentes señalan que "Habitualmente" se tiene en
cuenta su opinión al comprar productos para el hogar y decidir a qué
colegio van. También manifiestan que influyen "Poco" al decidir cómo se
gasta el dinero de su hogar, el lugar de vacaciones y lo que se compra
en el hogar. El mayor grado de dispersión en las respuestas, con un
1,47, se aprecia en el aspecto Decides a que colegio vas. Según se
muestra en la tabla 11.
5. Discusión
Los resultados despiertan la reflexión de los indicios o tendencias
generales derivados del análisis y la implicación suscitada. Respecto a
los hábitos de consumo del alumnado de secundaria, en el estudio se
evidencia que la principal "afición" de los adolescentes es salir con
amigos/as (40,0%) y realizar actividades deportivas (27,0%). Estos
datos no coinciden con las investigaciones catalanas (Institut Català
de Consum, 2004; Querol, Peregrina y Viciana, 2011). El primero indica
que las principales tendencias de los adolescentes catalanes son:
realizar actividades deportivas (37,3%) y salir con los amigos (15,3%).
El segundo señala que la principal actividad de los jóvenes catalanes
es realizar ejercicios físicos (55,7%), seguido por las aficiones
informáticas (42,1%). Si bien los datos contrastan, es pertinente
considerar que en los tres estudios aparece la actividad física como
una de las principales aficiones. Por otro lado, el hecho de que en
nuestro estudio la actividad "salir con amigos" sea la principal, pueda
deberse a que se realizó en diferentes comarcas, además del área
metropolitana. Esto se fundamenta en el hecho de que, durante la
adolescencia, las relaciones con amistades cumplen un papel importante,
aunque de un modo muy particular, ya que se busca en el grupo de pares
un apoyo que refuerce la autonomía respecto al ámbito familiar, de
forma progresiva (Carretero, Palacios y Marchesi, 1991). Cabe destacar
que en esta etapa de la vida, la elaboración de la identidad personal
se realiza mediante la interacción, porque durante este periodo, se le
asigna un gran valor al grupo de iguales (Palacios, Marchesi y Coll,
1993; Papalia y Wendkos, 1997).
En relación con los hábitos de compra, los adolescentes del estudio
manifiestan que al comprar un producto, el precio, la utilidad y la
necesidad, suponen factores bastante considerados, mientras la marca y
otros aspectos son poco estimados. Asimismo, señalan tener poco interés
por: comprar productos que han visto en anuncios y de las mismas marcas
que sus amigos. Para ellos, la decisión de compra está guiada
habitualmente por el precio y la calidad, la cual afirman que influye
bastante al decidir la compra. De los datos señalados, sólo el precio
coincide con los resultados del estudio de Fonolleda, Gual y Granados
(2013), quienes indican que los criterios más referidos por los jóvenes
catalanes al comprar productos de vestir son: el precio (18,5%), el
gusto (12,7%) y la marca (12,4%). Mientras, tienen una presencia
considerablemente inferior los criterios de calidad (8,9%) y diseño
(5,2%). Por otro lado, la investigación de Global Habbo Youth Survey
(2009), realizada en 30 países con una muestra de 120 000 jóvenes, de
los cuales 6000 encuestados eran españoles, contrasta con el dato de
nuestra investigación: un 66,0% declara que casi siempre compra sus
marcas favoritas, mientras un 49% asegura que la marca no afecta a su
decisión de compra. Finalmente, el 27% indica que no le gustan las
marcas. Siguiendo con el aspecto de la marca, la investigación Outlook
Teens (2010), realizada por Creafutur, en la que participaron
adolescentes de 12-19 años, de 8 países (los Estados Unidos, Gran
Bretaña, Francia, Brasil, China, Japón, México y España), indica que
los adolescentes actuales prefieren los productos de marca, hecho que
también contradice los resultados de nuestra investigación. No
obstante, se evidencia un matiz importante: en los países emergentes
(China con un 75%, Brasil con un 69% y México con un 61%), los
adolescentes afirman comprar siempre productos de marcas conocidas. Los
franceses y españoles son quienes menos marcas consumen, con un 45% y
un 33%, respectivamente. Este dato es considerable, porque refleja que
los adolescentes españoles están preocupados por su imagen al escoger
las marcas, aunque en menor escala que en otros países.
En cuanto a las Asignaciones económicas, un estudio reciente realizado
por Blasco y Pintado (2014), indica que los jóvenes españoles entre
12-19 años, reciben una paga media de 13,5 euros semanales, aunque
consideran que sus padres deberían asignarles una paga que rondara los
16,12 euros semanales. Del dinero recibido solo destinan al ahorro 1,3
euros de media. Otro dato interesante es que el 80% de los adolescentes
recibe algún dinero extra a la semana, independientemente de si reciben
paga o no. Reconocen gastar una media de 12,2 euros a la semana, pero
su gasto se acerca a los 38,46 euros por semana. En este mismo ámbito
se encuentra el estudio de Querol et al. (2011), en el que indican que
aproximadamente el 20% de los jóvenes catalanes dispone de menos de 80
euros al mes, y la media que reciben los adolescentes entre 12-16 años
es de 31,13 euros mensuales. Más del 70% de los alumnos entre 12-18
años, afirma recibir dinero cada vez que lo pide, y la mayoría de los
jóvenes gasta el dinero en ocio, principalmente: ir al cine y salir con
amigos. Los datos aportados por las investigaciones citadas coinciden
con los resultados de nuestro estudio, ya que el 44,8% de los jóvenes
indica que la cantidad de dinero de la cual dispone semanalmente,
oscila entre 5 y 10 euros, y sólo un 2,6% señala que recibe más de 30
euros a la semana. Respecto a la frecuencia con la que recibe dinero,
el 42,7% indica recibirlo cada semana, un 33,2% sólo cuando lo pide, el
5,6% cada día y un 3,0% cada mes. En relación con lo que hacen con el
dinero, el 50,4% indica que ahorra siempre que puede, el 14,2% afirma
que lo distribuye para gastos del mes, el 13,8% señala que se lo gasta
rápidamente, y sólo un 5,2% considera que no ahorra nunca. Es
destacable el interés mostrado por el ahorro, lo que denota la
existencia de este hábito entre ellos. Gastan el dinero principalmente
en salir con sus amigos, lo que indica la importancia que brindan a
relacionarse con sus pares en esta etapa de la vida (Palacios et al.,
1993; Papalia y Wendkos, 1997).
En relación con el Consumo responsable y las Actitudes y comportamiento
de este tipo de consumo, se debe tener en cuenta que la mayoría (52,2%)
de los adolescentes de nuestro estudio no se consideran consumistas y
el 50,4% declara que le gusta comprar productos de marcas conocidas.
Esto se corrobora con los datos del estudio Institut Catalá de Consum
(2004), donde se indica que al 62,0% de los adolescentes catalanes le
gusta comprar productos de marcas y nombres conocidos. Sin embargo,
esta cifra baja considerablemente en el estudio Fonolleda, et al.
(2013), ya que un 12,4% de los adolescentes manifiesta que se fija
bastante en la marca al comprar ropa. Este factor puede ser el que
produce la baja significativa, debido a que en los estudios anteriores
se preguntaba por productos en general, y en el último se cuestiona de
forma de específica por la marca en la compra de ropa.
Más allá de lo que se pueda pensar, las respuestas de los adolescentes
dejan en evidencia que se fijan "Bastante", o de forma "Habitual",
antes de comprar un producto, en los siguientes aspectos: comparar
precios, calidad, entender el etiquetaje, mirar la fecha de caducidad,
guardar la factura, considerar las ventajas e inconvenientes y valorar
la necesidad de la compra. Estos datos coinciden con los del Institut
Catalá de Consum (2004).
Respecto a la Educación para el consumo, los jóvenes de Barcelona
consideran que han tenido suficiente educación para un consumo
responsable, pero lo interesante es que indican que les gustaría
aprender más sobre este tipo de consumo. Sin embargo, señalan no tener
conocimiento de organismos o entidades a los que se pueden dirigir en
caso de reclamación. Esto último se corresponde con el estudio de
Tubau, Alonso y Gómez (2011), quienes indican que el 80% de los
adolescentes catalanes solo conoce uno o dos derechos del consumidor, y
que el porcentaje de quienes conocen dos o tres derechos, es muy
parecido al de jóvenes que no conocen ni un derecho del consumidor,
próximo al 20%.
Sobre La influencia en el consumo familiar, manifiestan que
habitualmente se toma en consideración, en el entorno familiar, su
opinión al comprar productos para el hogar y decidir a qué colegio van,
pero esta influencia es poca al: decidir el lugar de vacaciones, lo que
se gasta, y lo que se compra en el hogar. Estos antecedentes coindicen
con la investigación de Outlook Teens (2010), que señala que los
jóvenes tienen una gran influencia en las decisiones de compra
familiar, y 6 de cada 10 participan activamente en la compra de
alimentos y productos del hogar.
6. Conclusiones
Se ha reconstruido la realidad a través de la descripción de un
fenómeno. Se conoce que estos datos pueden ser el inicio para la
configuración de nuevas investigaciones. Más allá de esto, es
importante destacar que los adolescentes han manifestado que sus
hábitos de consumo son moderados. En ellos no se percibe un consumo
exagerado, en absoluto consumista. Sin embargo, diversas
investigaciones sobre el tema indican que los adolescentes de hoy
tienen hábitos y valores consumistas y que en ello ha contribuido la
sociedad de consumo, aunque aluden a la familia como la gran
responsable en el plano educativo, siendo esta el contexto en el que se
inician. Ante tal dicotomía, consideramos que es difícil saber si los
encuestados responden con base en sus verdaderas necesidades e
intereses, o simplemente desde la perspectiva del hábito social. Esto
se fundamenta en la necesidad de las personas por obtener aprobación
social de los otros, respondiendo de un modo culturalmente aceptable y
apropiado, pero se trata de un riesgo que se corre en todas las
investigaciones, cuando se trabaja con la opinión de las personas.
A pesar de lo expuesto, los antecedentes recopilados en el estudio
apuntan a la necesidad de realizar una propuesta pedagógica para la
educación del consumo desde el ámbito de los valores. Esto se basa en
la directa relación que existe entre éstos, en tanto constituyen parte
de una educación integral. Si el objetivo es formar personas íntegras,
con capacidad crítica, reflexiva y autónoma, la simple transmisión de
conocimientos de manera parcelada, no sirve. La educación para el
consumo se debe realizar para que los ciudadanos tomen conciencia de su
condición de personas consumidoras, entendiendo este tipo de educación
como una oportunidad para ayudar a los individuos a construir su modo
de situarse frente al mundo, siendo la adolescencia una etapa clave
para ello (Fonolleda et al., 2013).
Por lo tanto, se sugiere elaborar propuestas de programas educativos en
el área, con el fin de desarrollar talleres que contengan actividades
de educación para el consumo. La realización de un programa se basa en
la necesidad de tener una guía de trabajo sobre el tema, a través de
todas las asignaturas, o de una específica. Respecto a la
implementación de actividades, se propone que sean didácticas y
utilicen los medios audiovisuales. Todo esto debe apoyarse en el
trabajo cooperativo de la comunidad educativa, y se sustenta en la
necesidad de involucrar a las familias y a los docentes. Como ya se
vislumbró, existe un trinomio Alumno—Familia—Instituto, y es aquí dónde
se debe trabajar la educación para el consumo, porque educar para el
consumo en el siglo XXI, significa que tenemos el reto de formar
ciudadanos activos, responsables y críticos.
1 Estos cambios, excepcionalmente pueden llegar a ser profundos. Es lo
que los sociólogos denominan resocialización: un proceso en el cual la
persona asimila un sistema de valores diferentes al que había tenido
antes. Este se genera solo en situaciones extremas.
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Correspondencia a:
Llarela Berríos Valenzuela. Profesora investigadora Universidad de los Andes, Chile. Doctora en
Pedagogía por la Universitat de Barcelona. Dirección electrónica:
llarela.berrios@uandes.clMaría Rosa Buxarrais Estrada. Catedrática Universitat de Barcelona, Departamento de Teoría e
Historia de la Educación, España. Dirección electrónica:
mrbuxarrais@ub.edu
Artículo recibido: 13 de junio, 2014 Enviado a corrección: 7 de julio,
2014 Aprobado: 20 de octubre, 2014