La Orientacion en un Contexto Incierto: Promocion de la Esperanza
Durante Lla Etapa Adolescente
Counseling in the Context of Uncertainty: Promotion of Hope During
Adolescence
Osvaldo Murillo Aguilar1, Irma Arguedas Negrini2
1 Labora en el Instituto de Investigación en Educación. Profesor de la
Escuela de Orientación y Educación Especial, ambos de la Universidad de
Costa Rica. Licenciado en Orientación de la Universidad de Costa Rica.
Dirección electrónica: osvaldo.murillo@.ucr.ac.cr
2 Directora de la Escuela de Orientación y Educación Especial de la
Universidad de Costa Rica. Máster en Orientación Escolar por la
Universidad Estatal de Oklahoma. Dirección electrónica:
irma.arguedas@ucr.ac.cr
Dirección para correspondencia
Resumen
Siendo la esperanza un elemento de la estructura vital, entendida aquí
como la certidumbre de las posibilidades, este ensayo pretende aportar
insumos para la promoción de la esperanza mediante intervenciones
educativas, específicamente de Orientación, que integren la
satisfacción de necesidades relacionadas con el desarrollo integral
durante la etapa adolescente con los valores que permiten concretar el
sentido de vida en las personas. Esto porque existe cierto consenso
entre los científicos sociales en señalar la época actual como
generadora de incertidumbre, lo cual se agudiza en la población
adolescente, debido a que el acceso a las oportunidades para el
desarrollo se ve amenazado, en muchos casos. Para ello, se elaboró una
propuesta inicial, la cual fue enriquecida por profesionales en
Orientación con experticia en el trabajo con población adolescente,
mediante la participación en un grupo focal. Se concluye que dado el
vínculo entre el sentido de vida y la esperanza, el fomento de esta en
las y los adolescentes puede ser una tarea transversal en los distintos
procesos de Orientación que se realizan con esta población. La
aplicación de la propuesta de articulación puede darse tanto en el
trabajo individual como grupal o comunal, en torno al desarrollo y la
prevención.
Palabras clave: orientación y contexto, desarrollo humano,
adolescencia, esperanza, incertidumbre.
Abstract
Due to the reduction of access to opportunities for development, social
scientists agree that the adolescent population faces uncertainty. The
hope is a structural vital element and it has been defined here as
certainty of possibilities in people's lives. That is why this paper
addresses ways in order to promote hope through counseling and
educational interventions, which integrate the satisfactions of needs
related to holistic development during adolescence, with values that
allow the realization of life meaning. The initial proposal was
enriched by professionals in Guidance and Counseling with an expertise
in the work with adolescent population that participated in a focus
group. It is concluded that given the relationship between life meaning
and hope, the enhancement of the latter in adolescents could be a
common denominator in diverse Counseling processes. The articulation
that is proposed can be applied in individual, group and community
projects, for purposes of development as well as prevention.
Key words: counseling and social context, human development,
adolescence, hope, uncertainty.
Introducción
La Orientación se centra en el fomento del mejor desarrollo de las
personas en sus diferentes dimensiones. Uno de los componentes
esenciales de este quehacer, es el conocimiento del contexto y los
factores que favorecen o perjudican el desarrollo humano, con el fin de
abocarse a la promoción de los primeros y la prevención de los otros.
En la actualidad hay un aumento en las condiciones inciertas.
Si bien la incertidumbre ha caracterizado la vida humana y ha
constituido un motor en los empeños de hombres y mujeres, el momento
actual es más desafiante. Es de especial interés la forma en que esto
afecta a las personas adolescentes, ya que hay certezas con las que ya
no cuentan, por ejemplo, la seguridad de llegar a tener un trabajo
estable. Asimismo, se enfrentan a cambios constantes en las
oportunidades y amenazas, los lazos humanos son más dinámicos, pero
también más efímeros; hay menos restricciones al comportamiento y
mayores opciones para la vida personal, pero a la vez menos disposición
de tiempo e interés, en algunos casos combinados con aumento en las
posiciones autoritarias, por parte de figuras adultas. La libertad de
elección está garantizada en teoría, pero en muchos casos no es posible
de alcanzar en la práctica, lo que trae como resultado la desesperanza
y afecta el sentido de dignidad (Bauman, 2010).
En términos de desarrollo, la esperanza es un elemento de la estructura
vital del ser humano, que se refiere, según Fromm (1974), no a una
predictabilidad indudable, pero sí a la certidumbre de las
posibilidades, lo que la hace esencial en cualquier época.
Ante la realidad de las condiciones actuales, mediante este trabajo se
pretende aportar insumos para la promoción de la esperanza desde
intervenciones educativas, que surjan de la satisfacción de necesidades
relacionadas con el desarrollo integral durante la etapa adolescente
específicamente desde la Orientación en tanto disciplina, ¿Por qué la
esperanza? Porque tal y como la define Freire (1992), la esperanza es
la lucha por estructuras humanizantes, la problematización de la
imposibilidad y el compromiso con la transformación, todos
estrechamente vinculados con la Orientación como disciplina. Se parte
de una caracterización del contexto actual, pasando a una integración
de perspectivas sobre el desarrollo, para concluir con el aporte de una
fundamentación para el trabajo individual, grupal o comunal en torno al
desarrollo y la prevención.
2. Contexto actual para el desarrollo durante la etapa adolescente
García Canclini (2008) plantea que en la actualidad las y los jóvenes
tienen diferentes formas de organizarse y comunicar, nuevas maneras de
consumir y mayor incertidumbre. Esta incertidumbre se debe a varios
factores: los trabajos que pueden conseguir son cada vez más precarios,
poco durables o poco adecuados a sus calificaciones, cuentan con pocas
oportunidades para participar en proyectos colectivos de cambio y hay
una cantidad grande que se encuentra desplazada. Si bien algunas
personas adolescentes lograrán incursionar en la vida social y
productiva, otras se encontrarán en condiciones de desempleo, empleo
informal y migración.
Específicamente en Costa Rica, y según el más reciente Informe del
Estado de la Nación (Programa Estado de la Nación, 2013a), está
resultando cada vez más difícil para amplios segmentos de la población,
tener acceso a oportunidades de empleo, y se está presentando una
ampliación de las brechas sociales, con una marcada desigualdad de
ingresos. El mismo informe reconoce que la desigualdad genera
exclusión, lo que priva a muchas personas de oportunidades para
desarrollarse. Las personas jóvenes son uno de los colectivos
vulnerados con respecto a la precariedad de condiciones para ver sus
derechos materializados. También el informe reporta un aumento de la
población que no estudia ni trabaja (grupo poblacional conocido como
"nini"), con una representación de personas entre 12 y 24 años dentro
de este grupo de más de un 19%.
Para quienes se mantienen en el sistema educativo, la situación tampoco
es alentadora. De acuerdo con el IV Informe del estado de la Educación
en Costa Rica (Programa Estado de la Nación, 2013b), si bien ha habido
progreso en el campo educativo, se mantienen algunos déficits en la
calidad de la educación y en los ambientes de aprendizaje, lo que se
refleja, por ejemplo, en que en 2011 sólo un 35% del estudiantado de
secundaria logró completar su educación sin verse afectado por alguna
situación que generara desigualdad. Según este informe, el bajo clima
educativo de los hogares afecta el acceso al logro escolar por parte de
la población de colegio; también se reporta un bajo desempeño en
comprensión de lectura, ciencias, matemática y dominio de idiomas, así
como problemas de gestión en los programas de becas y persistencia de
las barreras para el desarrollo de aprendizajes más significativos. Lo
anterior, aunado a otras situaciones, como que el fenómeno de la
violencia en la convivencia diaria afecta a un grupo importante de
estudiantes, indica que para muchas y muchos estudiantes de secundaria,
el proceso educativo es difícil y frustrante, presentándose
dificultades y frustraciones también en quienes se encuentran fuera del
sistema educativo.
Pueden mencionarse también otros factores que perjudican el desarrollo
durante la etapa adolescente. Una es definir la identidad con base en
las y los demás y no en criterios y sentimientos propios, al dificultar
el logro de un sentido integrado de sí misma o sí mismo. También son
nocivos el conflicto entre personas adultas cercanas, la pobre
comunicación, castigos severos, abuso, descuido, fracaso escolar,
violencia, la falta de apoyo social y las instituciones que no dan
respuestas pertinentes, siendo la pobreza un factor que incrementa los
efectos de todos éstos, por implicar desigualdad y, por consiguiente,
desbalance de poder. Las dificultades que pueden presentarse durante la
adolescencia no son producto de un único factor, así como tampoco lo es
el desarrollo, pero sí puede afirmarse que la violencia, el uso de
drogas, la falta de visión de futuro, entre otros, en buena medida se
deben a contextos que no ofrecen a sus miembros la oportunidad de
experimentar el sentimiento de pertenecer a una comunidad, la verdadera
equidad y el respeto por todas las personas (Ambrús, 2011; Liu y Ali,
2008; Elkind, 1998).
Los factores que perjudican y los que benefician el desarrollo, son
caras de una misma moneda. Así, por ejemplo, las familias y las
instituciones pueden ser fuente de apoyo o de estrés. Cuando el
estudiantado de colegio recibe apoyo por parte de docentes y
profesionales en Orientación, tiene mayores probabilidades de
permanecer en el colegio; a su vez, a menor apoyo percibido, mayor
incremento en la salida anticipada del sistema. Asimismo, enfrentar
desafíos contribuye con el desarrollo y permite vivir responsablemente
la libertad, pero para esto, los retos tienen que ser manejables y
constructivos, no abrumadores como resulta ser en no pocas ocasiones
(Programa Estado de la Nación, 2013b; Elkind, 1998). Partir del
conocimiento de las necesidades humanas aporta claridad en la búsqueda
de las mejores condiciones para su satisfacción y consecuentes efectos
en el desarrollo de las personas.
3. Nuevas perspectivas del desarrollo humano
De acuerdo con Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (2010), cuando de
necesidades humanas se trata, hay coincidencia independientemente de la
sociedad en que la persona se desenvuelve; lo que varía son los
satisfactores a los que se tiene acceso o que se eligen. Un satisfactor
puede ser una acción que se realiza, una forma de proceder, algo que se
posee, o una forma de relacionarse, que satisface una necesidad. Cada
cultura o subcultura tiene formas diferentes de satisfacer las
necesidades humanas, lo que hace que el cambio cultural sea, entre
otras cosas el cambio de satisfactores tradicionales por otros.
Se han identificado satisfactores negativos y los saludables. Dentro de
los negativos se encuentran los destructores, los inhibidores y los
seudo-satisfactores. Los destructores pueden satisfacer
momentáneamente, pero a largo plazo tienen efectos dañinos; tal es el
caso de la explotación irracional de los recursos naturales. Los
inhibidores brindan alguna satisfacción, pero sin llenar adecuadamente
la necesidad, como cuando se ingiere comida con bajo nivel alimenticio,
que quita el hambre pero no aporta una adecuada nutrición. Un
seudo-satisfactor genera una sensación de falsa satisfacción, que en
realidad termina provocando una profunda sensación de insatisfacción,
por ejemplo, cuando se consumen productos para satisfacer una necesidad
de aceptación y pertenencia o se asumen comportamientos que provocan
distanciamiento de la faceta espiritual de la persona. Por su parte,
los satisfactores saludables pueden satisfacer una sola necesidad, en
cuyo caso se denominan singulares. Cuando satisfacen una necesidad pero
a la vez contribuyen con la satisfacción de otras necesidades, se
llaman satisfactores sinérgicos; un ejemplo es la vida en comunidad.
Max-Neef et al. (2010) también reinterpretan el concepto de pobreza,
saliéndose de lo estrictamente económico. Proponen que la pobreza no es
un constructo singular, sino que más bien lo que existe son pobrezas,
en plural, que se manifiestan cuando cualquier necesidad humana
fundamental no está adecuadamente satisfecha. Así, por ejemplo,
describen:
-Pobreza de subsistencia, que se da cuando hay insuficiencia de
ingresos, alimentos, vivienda y vestimenta.
-Pobreza de protección, la cual es producto de inexistentes o
ineficientes servicios de salud, así como de condiciones de violencia o
militarización.
-Pobreza de afecto, que se debe al autoritarismo, la opresión y las
relaciones de explotación.
-Pobreza de conocimientos y comprensión, causada por educación de baja
calidad.
-Pobreza de participación, debida a la discriminación y marginalización
de personas y grupos.
-Pobreza de identidad, cuando se imponen valores o se da la migración
forzada.
Agregan que cada una de las pobrezas genera diversos tipos de efectos
negativos sobre el desarrollo de las personas; es frecuente que la
pobreza de subsistencia se acompañe de otras pobrezas, disminuyendo las
posibilidades de las personas de lograr un desarrollo equilibrado.
Para Alkire (2002), el desarrollo humano se refiere a la fructificación
y plenitud de personas y grupos, en el más amplio sentido, en asuntos
públicos y privados, económicos, educativos, sociales, políticos y
espirituales. Destaca la multidimensionalidad del desarrollo humano, o
sea, el conjunto de aspectos que componen el fenómeno. Como se vio
anteriormente, las carencias y la pobreza también son
multidimensionales. La autora concibe las necesidades como los
propósitos y las razones para el accionar; por bienestar entiende las
condiciones de vida objetivas en conjunto con el sentido subjetivo de
satisfacción, en ambos casos se relaciona estrechamente con los valores
y puede tratarse de personas a nivel individual, de grupos o
comunidades enteras. Según Alkire (2010), el eje y objetivo del
desarrollo humano es el apoyo a las personas para que se conviertan en
agentes activos de su propio desarrollo, lo cual guarda una relación
significativa con la disciplina de Orientación.
La conceptualización del desarrollo humano de Alkire (2002) se
fundamenta en varios autores. De Amartya Sen toma la visión del
desarrollo como el proceso para el fortalecimiento de las posibilidades
de elección y la edificación de habilidades para hacer y ser con miras
a una existencia digna. Esto es visualizar el desarrollo humano más
allá del consumo básico hacia la expansión de capacidades, entendiendo
capacidad como la libertad de una persona o un grupo de lograr un
funcionamiento valorado, tanto con respecto a ser como con respecto a
hacer. Con base en los otros autores en los que sustenta su concepto de
desarrollo humano (John Finnis, australiano; Martha Nussbaum,
estadounidense; Manfred Max-Neef, chileno; Deepa Narayan, india y
Shalom Schwartz, iraelí) propone dimensiones de éste, que se sintetizan
en la siguiente tabla. Estas dimensiones tienen fundamento teórico o
derivado de estudios sobre los temas del bienestar, las necesidades
humanas y los valores, buscando a la vez el logro de un consenso entre
diferentes culturas. Su concreción implica reflexión crítica, libertad
de elección, relaciones de apoyo y fortalecimiento de las instituciones
que alimentan diferentes tipos de afiliación. Una agrupación de
dimensiones del desarrollo humano que permite integrar las posturas de
los autores se presenta en la tabla 1:
La responsabilidad por la satisfacción de estas necesidades es
compartida entre las personas y la sociedad en su conjunto. Se
requiere, por consiguiente, de modelos de desarrollo que vayan más allá
del crecimiento económico para pasar a ser procesos que permiten
"aumentar las habilidades y las opciones de los individuos de manera
que puedan ser capaces de satisfacer sus propias necesidades" (Singer,
1998, en Edo 2002, p. 12). Esto está en concordancia con lo que
anteriormente se expuso de Alkire (2010), de que lo central es generar
el apoyo necesario para que las personas se conviertan en agentes
activos de su propio desarrollo. También concuerda con la perspectiva
de Bauman (2009 y 2010) sobre el arte de vivir, el cual visualiza como
el proceso hacia el logro de objetivos difíciles de alcanzar, en un
contexto con pocas certezas y mediante un esfuerzo prolongado, lo cual
asume seres dotados de voluntad y libertad de elección, teniendo la
ética como guía.
El tema de las oportunidades no puede dejar de mencionarse aquí: para
responsabilizarse por el propio desarrollo se requiere equidad en el
acceso a oportunidades, en otras palabras, se requiere de una sociedad
que ofrezca a todas las personas la posibilidad de abordar una misión y
satisfacer sus necesidades (Robichaud, 2010).
Lo anterior guarda una relación significativa con la disciplina de la
Orientación, ya que como lo mencionan Martínez y Martínez (2011), la
Orientación es un proceso continuo y dinámico que se da a lo largo de
la vida, que visualiza a la persona como un ente activo, que le
permite, facilita o ayuda, en la transformación o cambio de su contexto
o realidad, para lo cual se le apoya en el descubrimiento de todas las
oportunidades posibles para satisfacer sus distintas necesidades.
Ahora bien, a partir de estos criterios cabría preguntarse ¿cómo
propiciar que la persona asuma un papel activo en su propio desarrollo
y en la transformación de su entorno, en un contexto como el descrito
hasta este momento? Desde la perspectiva de Fromm (1974) la clave se
encuentra en la esperanza.
4. Relevancia de la esperanza y su relación con la libertad interna
Cuando nos encontramos en una realidad como la actual, con tan marcada
inequidad y la consecuente violación de derechos humanos y problemática
social, puede caerse en la desesperanza, sobre todo si la reacción es
de aceptar las cosas tal y como son, suponiendo que no se pueden
modificar y observando pasivamente. Pero, si asumimos una posición de
esperanza, tal y como la concibe Tierno (1998), como un impulso para la
acción que permite "trabajar con esperanza, desde la esperanza y para
la esperanza" (p. 27), se lograrán cambios porque haremos algo al
respecto.
Para este autor, trabajar con esperanza es asumir la responsabilidad de
implicarse en el cambio, aunque sea mínimo; trabajar desde la esperanza
es confiar en nuestras posibilidades de alcanzar metas de desarrollo
equitativo. Por su parte, trabajar para la esperanza es mostrar que
ésta sigue siendo posible.
También la esperanza puede definirse como una necesidad ontológica, que
se encuentra unida al deseo de satisfacer los sueños, los anhelos más
profundos de la persona, y por emprender los cambios que sean
necesarios para ello (Freire, 1992).
Sin embargo, cuando las necesidades humanas no están satisfechas, los
procesos de pensamiento se van alterando y se va sustituyendo la
percepción de esperanza por sentimientos de desinterés, desilusión,
desafiliación y reclusión individualista; se va dejando de creer que
las situaciones pueden mejorar y que se puede actuar para lograr un
cambio.
Para Fromm (1974) llegar a esta situación es la raíz de la
destructividad y la violencia en la sociedad, un endurecimiento del
corazón del ser humano que no encuentra un refugio para sus
expectativas de vida. Parte de esta deshumanización era a la que se
refería cuando afirmaba que la sociedad de los años 2000, sería una
caracterizada por el cese de ser humano para pasar a transformarse en
una máquina, con poca convicción en el futuro. El mismo autor (Fromm,
1970, p. 15) había afirmado que la desesperanza puede tender tanto a la
destructividad, antes mencionada, o "ajustarse a un optimismo medio"
sin mayor reflexión de las consecuencias de los propios actos. En esta
línea, Freire (1992) considera que la desesperanza hay que entenderla
como una esperanza que pierde su dirección y pasa a ser un
distorsionante de la necesidad ontológica que es la esperanza en sí
misma.
Es necesario que cada quien pueda observarse como un ser activo en la
transformación de su contexto más inmediato, el cuál debe conocer cada
vez mejor. Pero cuando no hay esperanza, es difícil que las personas
puedan considerar la posibilidad de esforzarse para lograr transformar
su realidad, se podría decir que se atrofia su capacidad de ejercer su
libertad para cambiar su mundo, tal y como lo menciona Tierno (1998) al
citar la afirmación del escritor inglés Samuel Johnson: "donde la
esperanza no existe no puede existir el esfuerzo" (p. 163).
En este sentido, se podría estar hablando de una consecuencia muy
peligrosa de la desesperanza, que consiste en una esperanza pasiva que
disfraza un sentimiento de impotencia, un sentimiento que aleja a las
personas de esperar algo en el momento presente, depositando toda su fe
en el futuro, en eventos que sucederán en algún momento, que están por
venir.
Ante esto, Freire (1992) aporta que una de las consecuencias de la
desesperanza es, precisamente, el fatalismo, caracterizado por pensar
que es imposible reunir las fuerzas necesarias para la recreación del
mundo, o pensar que la esperanza basta y que no demanda de nuestra
parte ningún esfuerzo, propiciando la inmovilización. Por ende, desde
la perspectiva de este autor, es necesario educar la esperanza, pues
esta es uno de los motores vitales que sostiene una existencia con
sentido, capaz de generar la suficiente convicción para asumir un
fuerte compromiso con el desarrollo del propio proyecto de vida.
Para Friere (1992) esta tarea es fundamental para nuestra existencia
personal y social, pero evitando pensar que con un simple optimismo
basta; es necesario comprender que la esperanza es la fuerza que debe
movilizar los recursos personales y del medio para generar cambios
significativos. En otras palabras, es la fuerza que moviliza y acompaña
el sentido de la vida.
La Orientación se enfrenta al reto de fortalecer la esperanza de las
personas en un contexto que suele ser incierto para muchos, e incluso
amenazante para otros, donde puede perderse la claridad de la
incidencia que tienen las acciones de personas y grupos en el contexto
inmediato. Un reto que exige ayudar a las personas a cambiar la manera
de que asumen algunos eventos de su vida, o características del
contexto, si es que se toma como un destino al que deben resignarse,
poniendo en práctica una espera pasiva, y empezar a comprender que
incluso ante situaciones invariables del contexto, tienen la libertad
de elegir una actitud que permitirá un afrontamiento con fe y
esperanza. Fe entendida desde la perspectiva de Fromm (1974), como una
certidumbre en estado de gestación, que por lo tanto demanda de la
persona actuar.
Aquí cobra relevancia el concepto de libertad interna de Frankl (2007),
el hecho de que las personas pueden elegir actuar a partir de las
oportunidades que poseen y movilizarse hacia lo que esperan, ya sea
creando nuevas cosas, obteniendo del medio lo que necesitan, o bien
eligiendo una actitud ante lo que no pueden modificar.
En este punto resalta la importancia de profundizar en el desarrollo de
procesos de Orientación capaces de fomentar esperanza, entendiéndola
como lo hace Fromm (1974), como una disposición interna para actuar y
conducirse en la vida con un sentido o propósito. Para lograr lo
anterior, las intervenciones Orientación deben centrarse en sus
principales procesos: a) favorecer en las personas una capacidad de
autoanálisis que les permita conocer los recursos personales con los
que cuenta para hacerle frente a su propio desarrollo, b) propiciar que
las personas puedan realizar un ejercicio crítico sobre las
circunstancias o acontecimientos que viven y el contexto en que estos
suceden, c) reunir las condiciones para una sólida toma de decisiones y
d) llevar a cabo un dinámico planeamiento de sus vidas.
5. Alternativa desde la Orientación: Fomentando esperanza
Con la intención de aportar acerca de la manera en que se pueden
fundamentar procesos de Orientación para fortalecer en las personas la
esperanza, en un contexto tan cambiante como el actual, se plantea la
siguiente alternativa, que articula las dimensiones del desarrollo
humano con los valores mediante los cuales se concreta el sentido de la
vida de acuerdo con Frankl (2007), ya que como se mencionó
anteriormente la esperanza es una condición indispensable para
transitar en la vida con sentido.
La propuesta de articulación fue valorada y enriquecida por un grupo de
personas expertas. El apoyarse en personas expertas es de utilidad en
la investigación social y de salud; consiste en que profesionales con
experticia emiten sus opiniones, por lo que tienen que conocer muy bien
las disciplinas o campos específicos de interés para un estudio. Si
bien los juicios de personas expertas han sido utilizados
principalmente en la elaboración de instrumentos para recolectar
información, también su participación es aplicable para enriquecer
ideas y propuestas, siendo el requisito fundamental de la experticia,
la experiencia. Se cumplió con la recomendación de contar con un grupo
de entre 5 y 10 personas expertas y un nivel de acuerdo entre ellas de
más del 75% (Bruce, Langley y Tjale, 2008). Participaron seis personas
profesionales en Orientación, con experiencia en el trabajo directo o
de investigación con población adolescente. Con base en insumos que se
les aportaron, las observaciones de las personas participantes se
centraron en las formas directas e indirectas en que han intervenido
con la temática, la viabilidad de la propuesta y en sugerencias para
mejorar la misma.
Uno de los primeros aspectos que es importante retomar es que ante los
distintos eventos o circunstancias que se presentan, es necesaria una
evaluación para determinar sobre qué se puede o no tener injerencia, y
por consiguiente, sobre qué situaciones particulares la persona puede
mostrarse como un ente creador de nuevas alternativas que permitan
obtener beneficios, o bien ofrecerlos a las y los demás, y con qué
actitud, todo en función del desarrollo y bienestar tanto propio como
colectivo (Frankl, 2007). En este sentido no basta con favorecer el
análisis del contexto, para poder aprovechar de él lo necesario para el
propio desarrollo y bienestar personal, sino los posibles cambios que
implique este proceso y el cómo la persona se vea a sí misma como ente
activo en el mismo.
De modo entonces que los procesos de Orientación deben facilitar que la
persona pueda evalúa, de la manera más integral posible, cómo los
acontecimientos que se le presentan pueden estar influyendo en su vida,
lo cual requiere retomar las distintas necesidades del desarrollo
humano y determinar la manera en que las satisface. La propuesta es
identificar en qué centran su esperanza las y los adolescentes y cuáles
dimensiones del desarrollo son afectadas por las diversas
circunstancias, y esta puede utilizarse como instrumento de apoyo
diagnóstico o para el planeamiento.
Ahora bien, para que las personas logren hacer una integración de lo
que les sucede en sus vidas, y determinen maneras de afrontar desafíos,
se propone un proceso de Orientación basado en las variables que
señalan Schlossberg, Waters y Woodman (1995). Las variables según estas
autoras son:
1- Situaciones que atraviesan las personas, pudiéndose tratar de:
I. Un evento esperado o normativo, es decir relativo a acontecimientos
propios del ciclo vital, como por ejemplo, la entrada a la
adolescencia, cambios físicos u hormonales, entre otros.
II. Circunstancias no esperadas o eventos repentinos, tales como
accidentes, enfermedades o pérdidas de seres queridos.
III. Situaciones que se esperan pero no llegan a concretarse, como por
ejemplo no pasar de año en el colegio.
IV. Acontecimientos que pueden ocurrir pero aún no suceden, como
graduarse del colegio.
2- La persona en sí misma, la autoimagen que tiene y la forma en que se
valora y los recursos internos que posee.
3- Los apoyos de los que se dispone, como familiares, amistades, redes
de apoyo, recursos materiales u oportunidades que le ofrece el medio.
4- La última de las variables es la construcción de estrategias para el
afrontamiento de desafíos.
Por ser la esperanza, según Fromm (1974) una condición para transitar,
ante esas variables es de importancia que los procesos de Orientación
la edifiquen. Para alcanzar este fin, la presente propuesta de
Orientación plantea la necesidad de concretar las anteriores variables
en procesos de cuatro fases:
A. Reconocimiento de las situaciones o eventos que implican cambios o
transiciones en la vida de la persona. (Variable Acontecimiento)
B. Clarificación de las características personales para afrontar los
acontecimientos. (Variable Persona)
C. Identificación de los recursos o apoyos de los que se dispone para
hacer frente a los acontecimientos. (Variable Apoyo)
D. Elaboración de un Plan de Acción.
Para abordar las primeras tres etapas del proceso se retoma el
planteamiento de Frankl (2007, p. 72), de que "existen tres maneras
principales en las cuales una persona descubre sentidos en su vida", y
por consiguiente construye su esperanza, los cuales define como valores
fundamentales: creativos, experienciales y actitudinales.
Los primeros de ellos son definidos por Frankl (2007) como aquellos
valores por medio de los cuales la persona clarifica su sentido de vida
al darle al mundo, mientras que con los valores experienciales lo hace
por medio de aquello que toma del mundo (en términos de encuentros y
experiencias); los valores actitudinales, se refieren a la postura que
asume la persona ante situaciones que no puede modificar.
El aporte de Frankl (2007) es fundamental, pues permite tener mayor
claridad de cómo las personas pueden movilizar sus recursos, internos y
externos, mientras enfrentan y mientras esperan. La idea es que las
personas cuando redescubran sus potencialidades, sus recursos y sus
apoyos, puedan tomar el control de su proyecto, articulando
"dinámicamente su deber ser, que espera ser realizado", y su ser en el
presente. Solo de esta manera la persona puede conservar o despertar la
esperanza (Luna, 2011, p. 39).
Con el fin de plasmar las primeras tres fases del proyecto en acciones
concretas, se considera oportuno realizar una integración a partir de
las dimensiones del desarrollo humano, de manera que éstas puedan ser
abordadas desde los tres valores que menciona Frankl (2007) formando la
matriz que se muestra en la tabla 2.
La importancia de una matriz como la anterior, se sustenta en el aporte
de Max-Neef et. al (2010), quienes sostienen que los valores ayudan a
darle significado a las acciones y formas de relacionarse, responden a
las necesidades, siendo que las necesidades humanas son satisfechas
mediante la concreción de valores y que la vivencia de valores favorece
el desarrollo integral y equitativo.
Los valores pueden promover cada dimensión del desarrollo, así, por
ejemplo, se puede determinar, respecto a la salud y el ambiente físico
adecuado:
Valor de Creación
¿Qué acciones en concreto realiza o se podría realizar para promover la
salud?
¿Qué puede hacerse para mejorar el ambiente de la comunidad?
Valor de Experiencia
¿Qué opciones ofrece el medio que pueden aprovecharse para prevenir
problemas de salud?
¿Qué facilidades tiene a su disposición para mejorar el ambiente de su
comunidad?
Valor de Actitud
Ante un estado de salud particular como una enfermedad ¿qué actitud
puede tomar?
Si el contexto de su comunidad no brinda muchas alternativas para
mejorar su salud o ambiente físico ¿cómo puede reaccionar ante ello?
De manera que una vez valorados estos aspectos es necesario que las
personas puedan priorizar el área en que el proceso de Orientación debe
centrarse, así como también distinguir sobre cuáles de esas situaciones
pueden ejercer un control directo y sobre cuáles no.
Para las expertas que validaron la propuesta, una herramienta como esta
permite incluso tener en consideración no solo la manera en que la
persona enfrenta los acontecimientos en el momento presente, sino como
lo ha hecho en pasado y cómo lo podría hacer en un futuro, en cada una
de las dimensiones. La misma puede ser un insumo útil para valorar la
respuesta de las personas en situaciones específicas como la vivencia
del duelo, una elección vocacional o situaciones familiares. También
permite valorar la calidad de los satisfactores elegidos.
Con estos aspectos aclarados es posible entonces plantear un plan de
acción o un compromiso, que permita a las personas y grupos considerar
estrategias para su desarrollo integral, lo que correspondería a la
cuarta fase del proceso. En esta fase se definen las acciones concretas
o pasos a seguir para abordar el área prioritaria identificada con la
ayuda de la anterior matriz, haciendo énfasis nuevamente en las
variables de la persona y en los apoyos con que cuenta, convirtiendo al
proceso en lo que se podría llamar un círculo de ayuda, pues a partir
del punto cuatro se puede establecer una continuidad de procesos de
desarrollo, como muestra la Figura 1.
Como se logra observar, la finalidad del proceso es que a partir del
análisis de cada dimensión del desarrollo humano a la luz de los tres
valores existenciales de Frankl (2007), las personas y grupos prioricen
en cuál o cuáles áreas trabajar con la guía del orientador u
orientadora, para lo cual define un plan de acción con tareas
establecidas, sustentado tanto en las variables personales como del
contexto, de forma que se enfrenten las situaciones presentes y futuras
con más esperanza y convicción.
6 Conclusiones y recomendaciones
La esperanza basada en el presente que gesta un mejor futuro mantiene a
las personas motivadas para alcanzar sus propósitos vitales; este es el
vínculo entre la esperanza y el sentido de vida. Por lo anterior, el
fomento de la esperanza en las y los adolescentes puede ser una tarea
transversal en los distintos procesos de Orientación que se realizan
con esta población.
En un contexto como el actual, la esperanza se presenta como una
condición necesaria para asumir la incertidumbre durante la
adolescencia, para encontrar sentido a las distintas situaciones por
las que se atraviesa, sin perder la convicción en los propios proyectos
de vida y abocarse a ellos con entusiasmo.
La Matriz de Tres Valores, es una guía para que los y las profesionales
en Orientación, junto con sus orientados y orientadas, logren evaluar,
en las diferentes dimensiones del desarrollo personal, en qué están
centrando su esperanza y de qué manera, con el fin de priorizar
acciones en las áreas que se consideren prioritarias y alcanzables.
Asimismo, permite determinar si los satisfactores para las distintas
dimensiones del desarrollo a los que recurre la población adolescente
son beneficiosos o bien destructivos, inhibidores o pseudosatisfactores.
Como se ha mencionado anteriormente, se pretende favorecer la
identificación de formas de abordar eventos de la vida en sus
diferentes facetas, metas individuales y grupales, ya sea asumiendo un
rol proactivo que genere respuestas novedosas, evaluando qué de lo
experimentado favorece el desarrollo y con qué actitudes se pueden
asumir aquellas situaciones ante las cuales no se tiene influencia.
7 Agradecimientos
El autor y la autora agradecen a Jessie Arroyo Zúñiga, Ingrid Badilla
Calderón, Verónica Hernández Ruiz, Daniela Mora Salazar, Andrea Romero
Brown y Karla Vargas Abdallah sus criterios expertos, los cuales
enriquecieron el trabajo, así como la criticidad y entusiasmo con que
los compartieron.
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Correspondencia a:
Osvaldo Murillo Aguilar. Labora en el Instituto de Investigación en Educación. Profesor de la
Escuela de Orientación y Educación Especial, ambos de la Universidad de
Costa Rica. Licenciado en Orientación de la Universidad de Costa Rica.
Dirección electrónica: osvaldo.murillo@.ucr.ac.cr
Irma Arguedas Negrini. Directora de la Escuela de Orientación y Educación Especial de la
Universidad de Costa Rica. Máster en Orientación Escolar por la
Universidad Estatal de Oklahoma. Dirección electrónica:
irma.arguedas@ucr.ac.cr
Documento recibido: 2 de junio, 2014 Enviado a corrección: 11 de
agosto, 2014 Aprobado: 8 de diciembre, 2014