La lectura y la escritura: un estudio sobre representaciones sociales
de estudiantes universitarios
Reading and writing: a study of university students social
representations
Karina Savio1
1. Investigadora del CONICET en Argentina. Licenciada en Letras y
Licenciada en Psicología, Doctora de la Universidad de Buenos Aires de
Argentina. Trabaja en la Universidad Nacional Arturo Jauretche y en la
Universidad de Buenos Aires, Argentina. Dirección electrónica:
karinasavio@fibertel.com.ar
Dirección para correspondencia
Resumen
En este artículo, nos proponemos describir y analizar las
representaciones sociales de un grupo de estudiantes de la Universidad
Nacional Arturo Jauretche, de Argentina, con el objetivo de desentrañar
tanto el modo en que estos estudiantes se perciben como lectores y
escritores, como el modo en que conciben estas prácticas académicas.
Consideramos que estas construcciones imaginarias inciden en el trabajo
concreto de los estudiantes y en sus estudios universitarios, por lo
que es necesario operar sobre ellas. Para tal fin, hemos elaborado una
encuesta con preguntas abiertas y hemos aplicado este instrumento a 303
alumnos ingresantes y a 171 alumnos que concluían su primer año de
estudio. El propósito de aplicar un cuestionario en dos momentos
temporales diferentes estuvo en función de evaluar continuidades y
rupturas sobre los modos de pensar estas prácticas. La lectura y la
escritura en la educación superior son dos prácticas que, en las
últimas décadas, han sido abordadas por numerosos estudios dentro del
ámbito académico. Entre los resultados que hemos obtenido, se ha
evidenciado, por un lado, que, al término del año académico, ciertas
representaciones y prácticas vinculadas a la lectura y a la escritura
todavía persisten y, por el otro, que emergen singularidades
características del proceso académico, en el que el alumno, en tanto
sujeto universitario en formación, comienza a incorporarse en la
comunidad discursiva de este ámbito.
Palabras clave: Representaciones Sociales, Lectura, Escritura,
Educación Superior, Argentina
Abstract
In this paper, we intend to describe and analyze the social
representations of a group of students from the Universidad Nacional
Arturo Jauretche, of Argentina, with the aim to enquire how these
students perceive themselves as readers and writers and how they
conceive these academic practices. We consider that these imaginary
constructions affect the actual work of students and their university
studies, so it is necessary to operate on them. To this end, we
elaborated a survey with open questions and we have used this
instrument in 303 new students and in 171 students that concluded their
first year of study. The purpose of applying a questionnaire in two
different temporal moments was to evaluate the continuities and
ruptures about these practices conceptions. Reading and writing in
higher education are two practices that, in recent decades, have been
examined by numerous studies within the academia. From the results we
have obtained, we observe, on the one hand, that, at the end of the
academic year, certain representations and practices related to reading
and writing persist and, on the other, that singularities
characteristics of the academic process emerge, in which the student,
as an academic training subject, begins to join the university
discourse community.
Key words: Social Representations, Reading, Writing, Higher Education,
Argentina
1. Introducción
Desde hace ya algunas décadas, la preocupación por la lectura y por la
escritura en la educación superior se ha convertido en una interrogante
reiterada en el mundo académico, la cual se ha plasmado en la
elaboración de un sinfín de manuales -tendientes a transformar el
discurso académico en objeto de aprendizaje- y en la creación de
talleres, cursos y/o materias de lecto-escritura dentro de los planes
de estudio de instituciones tanto públicas como privadas2. Estos
manuales, que transitan los pasillos de la academia, y la aparición de
asignaturas y talleres relativos a la discursividad universitaria
presuponen, a la vez que construyen, un ideal de estudiante, a saber:
lector analítico y escritor avezado en las convenciones académicas.
Proyectan, en este mismo gesto, el surgimiento de un sujeto
universitario.
Esta relación entre una identidad -la universitaria- y la comunidad
discursiva en la que el sujeto se inscribe ha sido analizada por
diversos autores (Hyland, 2009; Ivanič, 1998; Swales, 1990). Ivanič
(1998, 45) señala, en este sentido, que las características de los
distintos discursos están moldeadas por los diferentes intereses,
valores, creencias y prácticas de los grupos sociales particulares y
posicionan, entonces, a los escritores como participando de esos
intereses, valores, creencias y prácticas. De esta manera, cuando un
escritor utiliza determinados términos y/o estructuras, el escritor se
alinea con aquellos que usan los mismos términos y/o estructuras,
construye una identidad sobre sí mismo y, por ende, se incluye en una
comunidad discursiva singular. En efecto, en el caso de las
instituciones superiores, la naturaleza de esta identidad está
configurada, entre otras variables, por las prácticas de lectura y
escritura que allí circulan.
En este artículo presentamos los resultados de una investigación que
persigue como propósito general analizar las representaciones sociales
de un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Arturo Jauretche
(UNAJ), emplazada en la provincia de Buenos Aires en Argentina, acerca
de la lectura y de la escritura. Nos preguntamos por la imagen que el
estudiante universitario percibe de sí mismo como lector/escritor y de
las prácticas de lectura y escritura que realiza en dos momentos
significativos de su trayecto universitario: en su ingreso a la
institución y un año después, al finalizar la cursada de un taller
obligatorio de lectura y escritura. Consideramos que este imaginario
-encarnado en diferentes representaciones- incide de manera positiva
y/o negativa en la práctica concreta de los alumnos y en sus estudios
universitarios, y participa en la configuración de la identidad de los
estudiantes y su posicionamiento como miembros de la comunidad
académica. Identificar las construcciones imaginarias en torno a estas
prácticas permite operar sobre ellas.
Un dato relevante a destacar es que esta universidad abrió sus puertas
recientemente, en el año 2011, producto de las políticas educativas de
inclusión social que han surgido en la última década en este país. De
hecho, el objetivo explícito de esta institución lo constituye la
integración, inclusión y promoción social de los sectores populares que
viven en el municipio de Florencio Varela. En este contexto, el perfil
de los estudiantes que ingresan, en su mayoría, corresponde a la
primera generación de estudiantes universitarios/as y/o tericarios/as
en la historia de sus familias3, por cuanto provienen de los distritos
más pobres del Gran Buenos Aires (Ceresani et al., 2013). Por lo
general, presentan historias de abandono y reinserciones a lo largo de
su escolaridad y, en algunos casos, han finalizado la educación
secundaria con logros precarios.
Los estudiantes de esta universidad se relacionan con la lectura y la
escritura a través de un curso de ingreso y de un taller. En primera
instancia, los ingresantes deben asistir a un Curso de Preparación
Universitaria de Lengua que tiene una duración aproximada de un mes y
medio, en el que se realiza una breve introducción sobre las nociones
de género discursivo y tipos textuales y se revisan temáticas
vinculadas con la normativa de la lengua (ortografía, acentuación,
puntuación, clases de palabras y sintaxis). Luego, al ingresar a la
universidad, cursan un ciclo inicial -obligatorio para todas las
carreras- conformado por cuatro materias: Prácticas culturales,
Matemática, Problemas de historia argentina y el Taller de Lectura y
Escritura.
El objetivo principal de dicho Taller, que tiene una duración
cuatrimestral, es que los alumnos del primer año adquieran y
desarrollen algunas habilidades indispensables a la hora de comprender
y producir textos propios del ámbito académico. Esta materia busca que
los estudiantes conozcan y manejen algunas convenciones de estos textos
entendidas como claves para su lectura y su escritura. En tal sentido,
se abordan diferentes géneros discursivos -la entrada de enciclopedia,
el artículo de divulgación, el capítulo de manual, la entrada de
diccionario especializado, el ensayo, la nota de opinión, el artículo
académico- y los tipos textuales más frecuentes en la universidad: la
explicación y la argumentación.
Finalmente, después de presentar y trabajar con la complementación y la
confrontación de fuentes, se les solicita a los alumnos realizar un
informe de lectura sobre alguna problemática específica respetando el
formato académico.
Ahora bien, en los siguientes apartados, presentaremos, en primer
lugar, el marco teórico y el encuadre metodológico en el que
inscribimos esta investigación y las encuestas realizadas. En una
segunda instancia, desarrollaremos los resultados de la investigación y
los discutiremos siguiendo el eje prácticas académicas de lectura y
escritura-sujeto universitario.
2. Marco teórico
En Argentina, múltiples trabajos han abordado la compleja relación
entre las prácticas de lectura y escritura, y la universidad. Contamos,
en efecto, con diversos especialistas que han investigado esta
problemática y con carreras de especialización cuyo objetivo principal
ha sido la formación de docentes en el área4. En cuanto a los trabajos
teóricos producidos podríamos señalar, por un lado, un grupo de
investigaciones en el que predomina un criterio descriptivo, dado que
analiza un corpus previamente delimitado con el fin de desentrañar los
rasgos que singularizan los textos producidos por los estudiantes y las
estrategias por ellos empleadas y, por el otro, estudios que presentan
una finalidad principalmente pedagógica, articulada con propuestas para
talleres de escritura.
Los temas que se han abordado han sido, entre otros, el proceso de
lectura a partir de apuntes (Arnoux y Alvarado, 1997, 1998 y 1999) y el
de escritura a partir de los borradores (Carlino, 2003c), el
dispositivo enunciativo en la comprensión y producción de textos
(Arnoux, Nogueira y Silvestri, 2002), la reformulación en las síntesis
(Arnoux, Nogueira y Silvestri, 2006), la polifonía en la escritura de
textos argumentativos y la formulación de preguntas (Arnoux, Nogueira y
Silvestri, 2001, 2007), las tradiciones pedagógicas (Arnoux, Nogueira y
Silvestri, 2004), los desafíos que la lectura de textos científicos y
académicos plantea a los ingresantes (Carlino, 2003a y 2003b).
Por otra parte, la problemática de las representaciones sociales de los
estudiantes sobre la lectura y la escritura no ha sido relegada dentro
de las investigaciones académicas. Por el contrario, diversos trabajos
han intentado rastrear este imaginario en diferentes poblaciones
universitarias (Bidiña y Zerillo, 2013; Di Stefano y Pereira, 1998;
Magnanego y Savio, 2006). Sin embargo, hasta el momento ninguna
investigación ha tomado como objeto de estudio las representaciones de
los alumnos concurrentes a la Universidad Nacional Arturo Jauretche.
Entendemos, en este sentido, que las prácticas de lectura y escritura
poseen una doble naturaleza, cognitiva e histórico-social (Arnoux,
2009), por lo que se encuentran atravesadas por numerosas dimensiones:
procesos de índole cognitivo, cuestiones socioculturales, variables
históricas, que deben ser consideradas en el momento del análisis.
En esta investigación, para determinar el modo en que los estudiantes
se conciben como lectores y escritores, y el modo en que piensan las
prácticas de lectura y de escritura, partimos, entonces, del concepto
de representación social. Al igual que Castorina, Barreiro y Toscano
(2005), consideramos que la representación se define como una forma de
conocimiento socialmente elaborada, que construye una realidad social y
permite comprenderla. Es orientadora de la conducta y de la
comunicación entre los sujetos en el mundo. De esta forma, está
relacionada con la percepción y constituye la base de las creencias
sociales (Raiter, 2002, p.11). Cabe señalar que esta noción proviene de
la psicología social (Moscovici, 1989; Jodelet, 1989) y que, con
posterioridad, fue empleada y reformulada por otros campos de
conocimiento, tales como la sociología y la lingüística5.
Ahora bien, para los fines de nuestro análisis, nos interesa destacar
cuatro características relevantes que se han estudiado en torno a las
representaciones: su carácter mutable, su relación con las prácticas
sociales, su lugar en la configuración de la identidad social y su
materialidad discursiva.
En primer lugar, las representaciones, definidas como estructuraciones
significantes, presentan una particularidad: no son estables. En
efecto, son concebidas como construcciones cuyo carácter conflictivo es
esencial en su proceso de formación, lo que implica pensar una dinámica
en permanente tensión (Moscovici y Marcová, 2003, p.135). Estos cambios
-a nivel de las representaciones- pueden ser el resultado de diferentes
procesos, entre ellos, la enseñanza en los contextos didácticos.
Las representaciones sociales, en segundo lugar, favorecen la
comprensión y la comunicación entre los sujetos, y, a su vez, operan
sobre sus comportamientos. Según Bourdieu (1985), son formas de
percepción y evaluación, de conocimiento y re-conocimiento socialmente
compartidas como saberes prácticos, que actúan sobre la estructuración
del mundo. De allí que las representaciones y las prácticas estén en
permanente interrelación.
A su vez, estas representaciones, según Castorina, Barreiro y Toscano
(2005), otorgan un conjunto de significaciones que delimitan las
posiciones de los sujetos en su articulación con los grupos,
configurando la identidad social. De esta forma, a través de las
representaciones, los miembros de un grupo negocian sus identidades.
Por último, las representaciones sociales son implícitas, es decir, los
sujetos no son conscientes de su existencia. Un modo de acceder a su
estudio es, entonces, a través del lenguaje. Por ello, el investigador,
a partir de diferentes técnicas y herramientas, puede rastrear su
emergencia en la materialidad discursiva y construir las
representaciones que subyacen en el imaginario de un grupo.
3. Metodología
3.1 El instrumento
Diversos instrumentos pueden ser empleados a la hora de acceder a las
representaciones sociales de un grupo: entrevistas grupales e
individuales, dirigidas, semi-dirigidas; cuestionarios
autoadministrados; asociación libre de palabras, entre otros. Para
seleccionar y confeccionar la herramienta a implementar en nuestra
investigación hemos tomado en cuenta dos cuestiones primordiales: la
amplitud de la muestra, por un lado, y nuestras propias presuposiciones
sobre las prácticas de lectura y de escritura de los estudiantes, y
sobre la imagen que ellos mismos tienen como lectores y escritores, por
el otro.
Por esta razón, hemos optado por diseñar un cuestionario breve con
preguntas abiertas. En este sentido, los cuestionarios -en nuestro
caso, autoadministrados- nos permiten recoger una gran cantidad de
datos de un número considerable de sujetos, quienes, por otra parte,
responden de manera anónima. A su vez, las preguntas abiertas evitan
orientar las respuestas del encuestado y plasmar la visión del
encuestador. Las dos únicas representaciones proyectadas en el armado
de las encuestas son: 1. La lectura y la escritura pueden presentar
alguna clase de dificultad; 2. Se pueden producir cambios en los modos
de leer y de escribir (sólo figura en la segunda).
El primer cuestionario se realizó en febrero del 2013, el primer día en
que los alumnos ingresantes asistieron al módulo de Lengua del Curso de
Preparación Universitaria de la UNAJ. En esta encuesta, los estudiantes
debían completar algunos datos personales (edad, sexo, escolaridad) y
debían especificar si habían asistido a cursos de lectura y/o de
escritura anteriores. Luego, se les preguntaba lo siguiente:
1. ¿Le gusta leer? Si es así, ¿qué tipo de lecturas prefiere?
2. ¿Escribe a menudo? ¿En qué momentos?
3. ¿Tiene alguna dificultad con la lectura o la escritura? ¿Cuáles?
4. ¿Qué expectativas tiene en relación con este curso?
La segunda encuesta se aplicó a un grupo de estudiantes cursantes del
Taller de Lectura y Escritura al finalizar el primer año de carrera.
Por tanto, estos alumnos ya habían adquirido cierta experiencia
universitaria y estaban finalizando la cursada de una asignatura
dedicada a la adquisición de competencias lecto-escritoras. Se efectuó
a fines de noviembre del mismo año. Esta encuesta fue similar a la
anterior, se solicitaron algunos datos personales (edad, sexo,
escolaridad) y, luego, se incluyeron las mismas preguntas. La única
diferencia consistió en una modificación a la pregunta 4:
4. ¿Cuál es su opinión sobre el Taller de Lectura y Escritura? ¿Hubo
cambios en su escritura o en la lectura a partir del Taller? ¿Cuáles?
El propósito de emplear el mismo cuestionario a estos dos grupos estuvo
en función de evaluar cambios en la materialidad discursiva, con el fin
de detectar continuidades y rupturas sobre los modos en los que los
estudiantes conciben la lectura y la escritura luego de haber asistido
a un curso y a una asignatura vinculados con estas problemáticas y
cursado un año de universidad.
3.2 Tipo de análisis
La investigación que desarrollamos contempla aspectos cuantitativos
como aspectos cualitativos. En un primer momento, con base en lo que
los mismos estudiantes respondieron elaboramos una matriz de datos6, en
la que establecimos categorías que permitiesen la sistematización de la
información para su posterior análisis. La construcción de esta matriz
fue el resultado de un trabajo exploratorio tendiente a identificar
regularidades en las respuestas obtenidas de las encuestas. De esta
forma, determinamos las siguientes categorías:
• Pregunta 1: agrupamos los resultados en "Le gusta leer" o "No le
gusta leer". Respecto del tipo de lectura de preferencia reunimos los
datos considerando como categorías los distintos ámbitos de producción
de los textos que los estudiantes leen: literario, periodístico,
académico y religioso.
• Pregunta 2: diferenciamos entre los que contestaron afirmativamente
esta pregunta como "Escribe a menudo" y los que señalaron que escriben
ocasionalmente como "Escribe poco o nada". Al igual que en la pregunta
anterior, categorizamos las respuestas tomando en cuenta los ámbitos en
los que los estudiantes escriben: familiar (ej. mensajes de textos,
mails), laboral, académico e íntimo (ej. composición de canciones,
cuentos, poemas).
• Pregunta 3: sobre las dificultades que los estudiantes expresan, en
primer lugar, reunimos las respuestas afirmativas, por un lado, y las
negativas, por el otro. En segundo lugar, dividimos las respuestas
entre quienes mencionan dificultades en la lectura y quienes señalan
problemas en la escritura. Por último, para el análisis de las
dificultades en la escritura, adoptamos y adaptamos la clasificación
propuesta por Cassany (1998). Categorizamos, así, las dificultades en
relación con las normas de la lengua, la coherencia, la cohesión, la
adecuación y problemas generales. En la categoría de adecuación, no nos
referimos únicamente a la variedad y al registro, sino también
incluimos la adecuación genérica, que refiere a los rasgos específicos
de los diversos textos que se producen y circulan en la universidad.
• Pregunta 4 (primera encuesta): en esta pregunta, ordenamos los
resultados en función de las expectativas que los mismos estudiantes
mencionaron: aprobar, aprender, superarse, establecer lazos afectivos,
recuperar conocimientos.
• Pregunta 4 (segunda encuesta): distinguimos las respuestas
afirmativas de las negativas. Para indicar cuáles fueron los cambios
más destacados, nos valimos de la clasificación de Cassany (1998)
utilizada para la pregunta 3, a la que le sumamos las modificaciones en
la comprensión lectora.
Luego de esta primera etapa, procesamos la información recolectada a
través de la cuantificación de los datos que se desprenden de las
respuestas obtenidas en las encuestas.
De esta forma, pudimos establecer las referencias porcentuales y
detectamos las tendencias predominantes.
En un segundo momento, siguiendo a Vasilachis (2006), utilizamos una
metodología cualitativa interpretativa, con el fin de reflexionar en
torno a los porcentajes obtenidos. De acuerdo con esta investigadora,
la metodología cualitativa se interesa por la forma en la que el mundo
es comprendido, experimentado y producido, por el contexto y por los
procesos, por la perspectiva de los participantes, por su experiencia y
sus conocimientos. Esta metodología es inductiva, multimetódica y
reflexiva.
Por otra parte, además del análisis y de la interpretación de los
resultados, hemos incluido algunas respuestas que consideramos son
representativas de la muestra con el propósito de precisar y
profundizar el alcance del estudio realizado.
3.3 Características de la población analizada
La primera encuesta fue realizada a 303 personas (222 mujeres y 81
hombres) entre 17 y 55 años. La segunda se aplicó a 171 alumnos: 96
mujeres y 75 hombres. Las edades de este grupo variaron entre los 18 y
los 75 años. Los datos relativos a la escolaridad de los estudiantes
indican, en el primer cuestionario, que la mayoría de los encuestados
ingresantes a la universidad cursó únicamente el secundario (el 85,9%).
Un 5,9% tiene estudios terciarios incompletos; un 2,3%, estudios
terciarios completos; y un 5,9%, estudios universitarios incompletos.
Es decir, ninguno de los encuestados finalizó una carrera universitaria.
Es interesante observar las respuestas recabadas en esta misma pregunta
en la segunda encuesta: nos revelan que el 69,6% tiene estudios
secundarios completos; el 4,7%, estudios terciarios incompletos; el
8,2%, estudios terciarios completos; y el 0,6%, estudios universitarios
completos. Solamente el 16,9% afirma tener estudios universitarios
incompletos. Esta cifra es significativa ya que nos advierte que existe
cierto reparo por parte de los estudiantes en apropiarse e instalarse
en el lugar de sujeto académico: todos ellos son estudiantes
universitarios. Finalmente, en relación con los talleres o cursos
previos de lectura y/o escritura cabe destacar que la mayoría no
realizó ninguno. En la primera encuesta, solamente el 1,6% señala haber
asistido a alguna actividad relativa a estas prácticas y, en la
segunda, el 4,7%.
4. Resultados7
4.1 Las prácticas de lectura y escritura, y la demanda del Otro
académico
Para comenzar con el análisis de las encuestas, en este apartado, nos
dedicaremos a las preguntas 1 y 2 que aspiran a reflexionar en torno a
las prácticas de lectura y de escritura de los encuestados y que nos
permiten empezar a puntear algunas cuestiones sobre las
representaciones que circulan en el imaginario de los alumnos.
Recordemos estas preguntas: 1. ¿Le gusta leer? Si es así, ¿qué tipo de
lecturas prefiere?, 2. ¿Escribe a menudo? ¿En qué momentos?
Examinaremos los resultados arrojados por las dos encuestas. (Ver
figuras 1 y 2)
Ante la pregunta sobre la lectura, en la primera encuesta, un 79,5% de
los encuestados afirma que le gusta leer, un 15,2% manifiesta que no le
gusta la lectura y un 5,3% no contesta. En la segunda encuesta, un 69%
de los estudiantes señala que le gusta leer, un 21,6% refiere que no le
gusta la lectura y un 9,4% no responde esta pregunta. Estos primeros
resultados indican que al término del año académico no hubo una
modificación sustancial respecto de cómo se percibe esta práctica y
reflejan que una mayoría de alumnos -previo al comienzo de la carrera y
con posterioridad a su ingreso- reconoce cierto interés por leer.
Sin embargo, consideramos que el porcentaje de estudiantes que no le
gusta la lectura en la segunda encuesta (el 21,6%) es significativo por
dos cuestiones: por un lado, porque es superior al porcentaje que se
desprende del primer cuestionario; por el otro, porque los encuestados
ya son estudiantes universitarios. Inclusive, muchos de estos alumnos
son los que confiesan que leen solamente cuando esta actividad les es
solicitada. Veamos algunas respuestas provenientes de este segundo
cuestionario:
1. "No me gusta leer, solo cuando es necesario para estudiar".8
2. "Sinceramente no me gusta mucho la lectura, en todo caso leo solo
para estudiar o responder preguntas".
3. "no, generalmente leo para la facultad si piden leer algo para
estudiar".
4. "No me gusta mucho leer. Leo por cumplimiento de mis tareas y para
desarrollar mi conocimiento".
En estas respuestas nos encontramos que la representación que se
refleja sobre la práctica lectora no está asociada a una actividad
placentera, orientada por el deseo de saber, ni realizada siguiendo una
iniciativa personal.
Sobre el tipo de textos que los estudiantes leen, en la primera
encuesta, un número importante de encuestados establece que la
literatura es su lectura de preferencia (52,4%). Luego, le sigue la
lectura de textos periodísticos (19%), textos relativos a diferentes
campos del saber académico-científico (11,6%) y textos sobre religión
(2,2%). De estas respuestas, se desprende, en esta primera instancia,
que la lectura está asociada principalmente a la lectura literaria y
recreativa y, luego, a la lectura informativa. En la segunda encuesta,
la literatura sigue estando en un primer lugar (41,9%); después, se
registra la lectura de textos provenientes del ámbito
académico-científico (21,7%), del ámbito periodístico (15,1%) y,
finalmente, del ámbito religioso (1,7%). Estos resultados determinan
que solamente 37 estudiantes (recordemos, de un total de 171) aseguran
que los textos relativos a sus estudios universitarios son sus textos
de preferencia.
Observamos, entonces, en estas encuestas que la lectura recreativa
sigue ubicándose en un primer plano y que la práctica de lectura propia
de la formación universitaria -que exige otras competencias- no aparece
consolidada aún. Por lo tanto, podemos pensar que en la representación
dominante sobre la lectura de este grupo de estudiantes subyace la
creencia de que "leer es leer literatura".
Con respecto a las prácticas de escritura, antes de comenzar a cursar
la carrera, un 30,4% de los estudiantes afirma que escribe
frecuentemente; un 57,4%, que escribe poco o nada; y un 12,2% no
contesta (Figura 3). Es curioso observar que, luego de cursar un año en
la universidad estos porcentajes varían ligeramente. En efecto, en la
segunda encuesta un 38,6% responde que escribe a menudo, un 58,5%
considera que escribe poco o nada y un 2,9% no responde. Al igual que
en los resultados de la pregunta anterior, notamos que en el caso de la
escritura tampoco se registra una práctica afianzada.
En relación con los momentos en que los alumnos escriben (Figura 4), en
la primera encuesta, encontramos que, entre los que contestaron esta
parte de la pregunta, la mayoría señala que utiliza la escritura en el
ámbito familiar (31,2%) y en el laboral (30,3%). El ámbito íntimo se
registra en tercer lugar (22,1%) y, finalmente, el ámbito de estudio
aparece en última instancia (16,4%). Este punto es el que se modifica
de manera decisiva en la segunda encuesta. En efecto, allí un gran
número de estudiantes (61,8%) coincide en manifestar que escribe
diferentes géneros académicos a la hora de estudiar (resúmenes,
trabajos prácticos, monografías, apuntes). Luego, aparece la escritura
en el ámbito laboral (16,4%) y como modo de expresión (14,5%). La
escritura como medio de comunicación se desplaza al último lugar
(7,3%). Es importante destacar que, en una gran mayoría de respuestas,
al igual que la práctica de lectura, la escritura universitaria se
presenta esencialmente frente a la demanda del Otro académico. Veamos
algunos ejemplos:
5. "Si, cuando tengo trabajo que presentar en alguna materia".
6. "solo para TPs"9.
7. "Si, escribo a menudo. Por lo general, cuando tengo que hacer
trabajos".
8. "Muy poco, solo cuando me lo piden".
En estos breves fragmentos se advierte que la producción escrita de los
alumnos emerge bajo el requerimiento institucional y como instancia de
cumplimiento formal. De esta forma, en la representación que los
encuestados tienen acerca de la escritura no se manifiesta ni la
relación de esta práctica con el estudio ni con su valor formativo.
En suma, a partir de estos primeros resultados, podemos inferir, por un
lado, que los estudiantes de primer año todavía no se identifican de
manera visible con la imagen de lector/escritor que circula en la
universidad: la representación de la lectura como práctica recreativa
y, al igual que en la representación de la escritura, como práctica
formal, y el escaso número de alumnos que manifiesta escribir
frecuentemente así lo demuestra. En este sentido, la lectura y la
escritura como respuestas frente a la demanda del Otro académico borran
el deseo de saber propio de la instancia académica y el lugar que ambas
ocupan en la formación universitaria y profesional.
4.2 La lectura en voz alta y la escritura gramatical
En este apartado nos interesa abordar las respuestas a las preguntas 3
y 4 de la primera encuesta, a saber: 3. ¿Tiene alguna dificultad con la
lectura o la escritura? ¿Cuáles? (Ver figuras 5, 6 y 7). 4. ¿Qué
expectativas tiene en relación con este curso? Estos resultados nos
permitirán reflexionar sobre el reconocimiento o no de dificultades al
momento de leer y de escribir, y nos permitirán profundizar sobre las
representaciones en torno a la lectura y a la escritura de los
ingresantes a la universidad o en la escritura
La pregunta por la dificultad en la lectura y/o en la escritura es una
pregunta cuya respuesta es particularmente interesante para el
desarrollo de un taller, ya que la percepción o no de problemas en
alguna de estas prácticas podría llegar a incidir en el interés del
alumnado por mejorar o no su competencia en la lecto-escritura. Si
tomamos en consideración las respuestas de la totalidad de los
ingresantes de la primera encuesta nos encontramos que el 56,4% de los
estudiantes afirma no tener ninguna dificultad. Por el contrario, el
43,6% reconoce algún tipo de problema en alguna de estas prácticas. De
estos valores se observa, entonces, que la mayoría se percibe como
lectores/escritores competentes.
La segunda parte de esta pregunta, relativa a identificar el tipo de
dificultad, nos revela que la mayoría reconoce que presenta más
problemas en la escritura (77,3%) que en la lectura (22,7 %). En esta
primera encuesta se marcan dificultades en la normativa: en la
ortografía (46,5%), en primera instancia; en el uso de las tildes
(29,8%), en segundo lugar; y en el empleo de los signos de puntuación
(8,8%), en tercer lugar. Dos alumnos (1,8%) apuntan problemas en la
coherencia, en particular, en la organización textual. Un único alumno
(0,9%) destaca dificultades en la adecuación, específicamente, en la
precisión léxica. Por último, como problemas generales, se destacan
aquellos vinculados a la caligrafía (6,1%) y a la redacción (6,1%).
En función de los resultados obtenidos, notamos que en la
representación sobre la escritura emerge su relación con la normativa:
"escribir es escribir de acuerdo a las normas de la lengua". Esta
visión -restringida y escolar- supone que la realización eficaz de esta
práctica está en sintonía con el conocimiento y el manejo gramatical y
ortográfico de la lengua. Por otra parte, se observa que este
conocimiento no es pensado como un conocimiento que ayude a orientar la
comprensión y que determina sentidos. Por el contrario, se debe conocer
la norma no para mejorar la propia expresión sino para escribir 'bien'.
La norma está pensada en términos de corrección y no de sentido, lo que
conlleva entender el lenguaje exclusivamente como código. Veamos lo que
afirma una alumna que plantea que no tiene dificultades al momento de
escribir:
9. "Me gustaría aprender reglas de acentuación ya que considero que una
persona no sabe escribir si no cumple estas reglas".
Asimismo, de las respuestas de los estudiantes que refieren problemas
en la lectura, se deduce que la representación de esta práctica se
asocia, principalmente, con la lectura en voz alta. Un número muy bajo
de estudiantes (3%) manifiesta problemas en la comprensión de textos.
Finalmente, si incorporamos a estos resultados las respuestas de los
alumnos sobre las expectativas en torno al curso, advertimos que, a
pesar del no reconocimiento de sus propias dificultades (Figura 8), en
la mayoría de los encuestados (57,4%) se destaca el interés de los
alumnos por "mejorar" y "aprender". Dentro de las expectativas,
encontramos respuestas que van desde la propia superación (2%) hasta
armar lazos y vínculos afectivos con los demás estudiantes (3%). Un
gran número de ingresantes plantea como expectativas la de recuperar
los contenidos trabajados en la escuela media (12,2%) y también la de
aprobar (10%). Pero, en la mayoría de los casos, los estudiantes hacen
referencia a aprender y a adquirir nuevos conocimientos:
10. "Aprender más sobre la lectura y la escritura".
11. "Espero poder aprender más y sobre todo seguir adelante".
12. "Aprender a comprender más fácilmente los textos y a tener una
buena escritura".
13. "Que me ayude a expresarme mejor, y a comprender mejor los textos
de la universidad".
14. "Aprender y comprender los temas. Mejorar la escritura,
perfeccionar".
De estas respuestas, sobresale, entonces, el interés de los estudiantes
por mejorar la comprensión lectora y la escritura. De allí que se pueda
afirmar que tanto en la representación de la lectura como de la
escritura de los ingresantes ambas prácticas se presentan como
prácticas pasibles de ser transformadas. En este sentido, la lectura y
la escritura no son concebidas solamente como 'productos' de una
actividad, sino también como 'procesos'.
4.3 La lectura y la escritura, y la heterogeneidad
¿Qué sucede luego de cursar el Curso de Preparación Universitaria de
Lengua, el Taller de Lectura y Escritura y otras materias de la
universidad? ¿Se produce alguna modificación en las representaciones
del alumnado sobre sus propias dificultades y sobre el modo en que
conciben ambas prácticas? Intentaremos responder estas interrogantes
analizando las últimas dos preguntas de la segunda encuesta: 3. ¿Tiene
alguna dificultad con la lectura o la escritura? ¿Cuáles?, 4. ¿Cuál es
su opinión sobre el Taller de Lectura y Escritura? ¿Hubo cambios en su
escritura o en la lectura a partir del Taller? ¿Cuáles?
En relación con la pregunta sobre las dificultades, nos encontramos con
que los porcentajes de la primera encuesta -que indicaban que la
mayoría no las percibía- se encuentran significativamente modificados
en el segundo cuestionario (véase la figura 5). En este sentido,
mientras que el 28,6% de la población encuestada no reconoce problemas
cuando lee o escribe, el 71,4% advierte que sí las tiene. Estos
resultados nos permiten señalar que la mayoría de los estudiantes que
ingresa a la universidad no repara en sus dificultades frente a la
lectura y/o escritura de textos y es en ese encuentro -entre el sujeto
universitario y la práctica concreta del estudiante- en donde comienzan
a interrogar el saber-leer y el saber-escribir propios.
Respecto del tipo de problema, estas encuestas revelan que el
porcentaje de alumnos que encuentra dificultades en la práctica de
lectura se elevó notablemente: un 42,6% de los encuestados reconoce
dificultades en la lectura, específicamente, en la comprensión lectora.
Un 57,4% afirma, por otra parte, que tiene problemas en la escritura
(Véase figura 6). A propósito de la escritura, se mencionan problemas
en el uso de la normativa: ortografía (27,4%), acentuación (21,4%),
puntuación (11,1%), concordancia (0,8%), uso de personas gramaticales
(0,8%). También, se señalan problemas vinculados con la coherencia
(9,4%) -organización y desarrollo textual-, la cohesión (0,8%)
-repetición de palabras-, la adecuación -la precisión léxica (0,8%), la
argumentación (0,8%), la reformulación (0,8%)-. Finalmente, problemas
generales como caligrafía (3,6%) y redacción (22,3%) (véase figura 7).
Estos resultados nos permiten observar la aparición de nuevas
categorías que antes no figuraban: algunas de ellas relativas a la
normativa y otras no. Esto nos indica, por un lado, una mayor
diversidad en las respuestas y, por el otro, una representación más
compleja de lo que implica y conlleva la práctica de escritura. Ahora
bien, si tomamos el conjunto de los resultados nos encontramos que más
del 60 % enumeró dificultades asociadas a la normativa. Este dato
indicaría, en principio, que la representación de la escritura
entendida en términos de código sigue ocupando un lugar privilegiado en
el imaginario de los estudiantes.
En la pregunta por los cambios producidos a partir de la cursada del
Taller, encontramos, al igual que en la pregunta anterior, una
diversidad de respuestas (Figura 9). De la totalidad de encuestas,
solamente el 3,5% considera que no hubo modificaciones en sus modos de
leer y/o escribir y el 1,2% no está seguros si los hubo. Una amplia
mayoría (95,3%) percibe que hubo modificaciones luego de cursar esta
asignatura. Sobre qué cambios se produjeron, un porcentaje alto de
estudiantes (27%) no puede especificar cuáles fueron. Los restantes
mencionan cambios relativos a normativa (Figura 10): puntuación (4,4%),
ortografía (9,4%), acentuación (5%), empleo de personas gramaticales
(0,6%). Se destacan, asimismo, aquellos vinculados a la cohesión (7,7%)
-conectores- y a la coherencia (7,7%) -organización y desarrollo
textual-. También, se registran modificaciones relacionadas con la
adecuación: armado de bibliografía (0,6%), elaboración de géneros
universitarios (informe y resumen) y tipos textuales (13,2%), precisión
léxica (2,2%).
Los cambios generales que se nombran son: la redacción (20,4%), el
prestar más atención al escribir (2,8%), los cambios en el modo de
razonar y de confrontar autores (1,6%) y la reescritura (0,6%).
Observamos en estos valores una distribución más pareja de los
porcentajes y la aparición de categorías que no figuran en la respuesta
anterior. En esta pregunta, nos encontramos que en la representación de
la escritura esta práctica no solamente se presenta asociada a la
normativa sino a una multiplicidad de variables que convergen en ella.
Escribir no es simplemente "escribir de acuerdo con las normas de la
lengua", sino también, entre otros aspectos, "escribir coherente y
cohesivamente, adecuando el texto al género y al tipo textual; implica
reescribir y corregir, poder distinguir diferentes voces, y relacionar
y confrontar autores".
Teniendo en cuenta estos resultados podemos destacar dos puntos
primordiales a propósito del imaginario que circula sobre la lectura y
la escritura: la aparición de un lector/escritor universitario en
formación y la tensión que emerge en las representaciones sobre la
escritura. En primer lugar, la pluralidad en las respuestas y la
distribución más equitativa de los porcentajes nos revelan que los
estudiantes, luego de cursar el Taller, comienzan no solo a construir
una mirada más compleja en torno a lo que implica la escritura sino
también a encontrarse con sus propias prácticas y, por ende, con un
sujeto que se interroga sobre su quehacer. Inclusive, la problemática
de la comprensión textual, prácticamente ausente en la primera
encuesta, emerge aquí con mayor fortaleza. El alto porcentaje de
estudiantes que no puede especificar qué cambios se realizaron luego de
cursar el Taller y de aquellos que no pueden identificar claramente sus
dificultades nos refuerza, sin embargo, el carácter de formación que
acompaña la noción de lector/escritor universitario y la exigencia que
estas actividades demandan.
En segundo lugar, estos datos nos remiten a que la dificultad se sigue
pensando en términos de normativa. En este sentido, pareciera que las
nuevas variables discursivas que se despliegan y se incorporan luego de
cursar el Taller se evidencian como a-problemáticas. Veamos un ejemplo.
Un estudiante responde de la siguiente manera las preguntas 3 y 4:
15. "Si. Los tildes y las faltas de ortografía."
16. "De gran ayuda para incorporar una mejor y coherente redacción de
textos, informes, monografías, etc."
En estas respuestas, observamos que aquello que se reconoce como
dificultad es el uso correcto de normativa, mientras que la elaboración
de un género académico, que involucra aspectos de diversa índole, como
un informe o una monografía, no pareciese despertar ningún conflicto.
Otra alumna contesta lo siguiente en la pregunta 4:
17. "Es un taller clave para el desarrollo de la carrera. Si, los
cambios se produjeron en la escritura. Por ejemplo, en el último
parcial tuvo 4 errores de tildación, antes escribia peor."
Vemos el lugar medular que ocupa en este caso el uso correcto de los
acentos: la estudiante llega, incluso, a contabilizarlos.
¿Cómo podrían explicarse, entonces, estos resultados? En relación con
esto, creemos, por un lado, que estas respuestas reflejan cierta
tensión entre las representaciones con las que ingresan los estudiantes
y los cambios que se producen a partir de Taller. Como señalamos
anteriormente, las representaciones presentan un carácter dinámico: es,
entre otros espacios, en el marco de la enseñanza donde
representaciones previas se confrontan con nuevos saberes y nuevas
prácticas, dando lugar a procesos de apropiación paulatinos y
graduales. Por el otro, pensamos que concebir la dificultad en la
escritura en relación con la normativa tranquiliza, ya que la
normatividad explícita introduce la posibilidad de control.
En efecto, la codificación del lenguaje reduce la imprecisión, la
apertura -clausura, por el contrario-, la incertidumbre del papel en
blanco, el abismo que implica pensarse como sujetos
lectores/escritores, con un abanico de posibilidades (Bourdieu, 1987).
La sistematización permite una formalización concreta. En esta
representación, conocer las reglas implica conocer el lenguaje.
Bourdieu (1987, p.84) afirma que se puede enunciar como ley general que
"cuanto más peligrosa es la situación, más la práctica tiende a ser
codificada". La codificación es una puesta en orden simbólica,
establece fronteras tajantes, en tanto opera cortes netos.
Es por esta razón por la cual lo que puede ser controlado es lo que
puede percibirse como dificultad. Pensar, por otra parte, la escritura
como un conjunto de variables que confluyen entre sí, variables
relativas a la enunciación y al discurso, introduce una grieta por
donde el sujeto puede manifestarse y, por ende, "equivocarse". Estas
variables también presentan un grado de sistematización pero su
codificación no es tan rigurosa ni precisa. En este sentido, involucran
un margen mayor de subjetividad y no responden a un control inmediato:
reconocer y reconocerse en estas dimensiones reclama un mayor nivel de
exigencia. Demanda un conocimiento más profundo del sujeto como
lector/escritor.
5. Palabras finales
Al comienzo de este artículo nos hemos referido a los manuales y a los
cursos, materias y/o talleres sobre lectura y escritura universitarios.
Los manuales que se proponen como objetivo acercar a los estudiantes a
los modos de decir y de leer académicos conciben a un alumno que no
cuenta con esta formación lecto-escritora, propia de las instituciones
superiores. De allí que sea necesario -según estos textos- que el
alumno conozca y se entrene en las convenciones discursivas de la
comunidad académica. En tal sentido, el supuesto implícito, como ya
hemos afirmado, es que la lectura y la escritura académicas participan
de la construcción del sujeto universitario. Este mismo supuesto
subyace en las materias y/o talleres de lectura y de escritura que se
dictan en el ingreso y/o en las carreras de grado de diversas
universidades argentinas y que, en la actualidad, tienen una amplia
difusión. Estas materias que apuntan a un nivel metauniversitario,
también aspiran a alcanzar este ideal. En ambos casos, se parte de un
sujeto vacío empíricamente. No se conoce nada de él; solo se sabe qué
se espera de su desempeño: un saber-leer y un saber-escribir
universitarios.
El sujeto universitario es, por lo tanto, un sujeto sujetado por este
Otro institucional que, en este mismo movimiento, se presenta en su
carácter normalizador y disciplinador. No solamente disciplina desde
los saberes que se despliegan, sino también desde las formas
discursivas que allí circulan. Impone aquello que se dice, pero
también, cómo se lo dice. De esta forma, instala y regula sus verdades
dentro de un eje discursivo de corrección-incorrección que remite a un
sistema de normas y censuras específicas10.
Frente a esta sujeción, el estudiante responde con su propio
imaginario, el cual se pone en juego en las prácticas concretas. Como
ya lo hemos afirmado, las representaciones sobre la lectura y la
escritura operan sobre los modos en que los sujetos leen y escriben, y
en cómo se posicionan como lectores/escritores universitarios. En este
sentido, participan de la construcción de la identidad social y
evidencian la relación de los sujetos con la comunidad académica.
Luego del análisis de los resultados de las encuestas, esta
investigación ha detectado, por un lado, modificaciones en las
representaciones sociales en torno a la lectura y a la escritura de los
estudiantes de la UNAJ al término del primer año lectivo y, por el
otro, ciertas continuidades que ponen de relieve la tensión que surge
del conflicto entre las representaciones previas de los alumnos y los
nuevos saberes que se demandan.
Se ha concluido, en primer lugar, que al momento del ingreso, las
representaciones dominantes sobre la lectura y la escritura de los
estudiantes se distancian de aquellas que están latentes en las
prácticas de lectura y escritura exigidas por la institución. En
efecto, estas representaciones se nutren, en esta instancia, de una
visión restringida y escolar, que borra la complejidad de los procesos
y las numerosas variables que deben tomarse en cuenta para alcanzar una
lectura y una escritura académicamente 'exitosas'. Los encuestados
asocian la lectura con la literatura, principalmente, y la acción de
leer con la 'lectura en voz alta'.
La representación de la escritura, por su parte, está vinculada con la
corrección normativa exclusivamente, eliminando las dimensiones
enunciativas, discursivas y textuales que se entrecruzan en todo
escrito. Sin embargo, la expectativa de que se puede aprender y mejorar
introduce intuitivamente la noción de proceso que caracteriza ambas
prácticas. Por otra parte, este imaginario, en el que se reduce la
complejidad de la lectura y de la escritura, está en sintonía con el
escaso reconocimiento de las propias dificultades de los alumnos al
momento de leer o de escribir. En este punto, se podría pensar que esta
falta de conciencia respecto de sus competencias como
lectores/escritores incide negativamente al pensar la autocorrección,
una de las etapas primordiales a la hora de escribir un texto y de
trabajar a partir de la lectura de un escrito universitario.
En segundo lugar, se ha detectado que, al finalizar el año lectivo y al
término de la cursada del Taller de Lectura y Escritura, la identidad
universitaria es aún incipiente, ya que la imagen de lector/escritor
universitarios comienza a aparecer tímidamente: es un lector/escritor
en formación. La incorporación del estudiante a la comunidad académica
responde, pues, a un proceso gradual y paulatino. En efecto, en este
segundo momento, las prácticas de lectura y escritura no se presentan
como prácticas académicas consolidadas. La lectura y la escritura
aparecen como respuestas frente al pedido del Otro, por lo que no se
advierte su valor de formación y el deseo de saber asociado a ellas.
En las representaciones sobre la lectura y la escritura, la literatura
y la normativa siguen ocupando un lugar privilegiado. Incluso, la
escritura se percibe como una actividad ocasional. No obstante, de los
resultados de las encuestas se visualizan varios cambios en las
representaciones de los encuestados. Por un lado, en la representación
de la lectura, esta práctica, aunque sigue estando asociada fuertemente
con el ámbito literario, aparece problematizada. En su encuentro con la
teoría, los alumnos detectan problemas en la comprensión lectora, lo
que revela la complejidad que conlleva una lectura atenta y analítica
de los textos universitarios. Por el otro, reconocen mayores
dificultades en la escritura, aunque la representación de las
dificultades asociada a la normativa aún persiste dentro del imaginario
académico.
Asimismo, dan cuenta de diversas modificaciones producidas en sus
propias prácticas luego de haber cursado el Taller, que no remiten
únicamente al plano gramatical, lo que implica no solo la elaboración
de una representación más compleja sobre el lenguaje sino también el
surgimiento embrionario de sus propias voces como escritores
académicos. De lo homogéneo surge, entonces, lo heterogéneo.
Para finalizar, queremos señalar que es esencial que el docente
recupere las representaciones que se encuentran latentes en el quehacer
académico, que con el fin último de problematizarlas y
desnaturalizarlas, operar sobre su devenir, y así facilitar la
incorporación del ingresante a la comunidad universitaria. Si tomamos
aquello que recupera Chartier (1992) sobre el sentido antiguo del
término representación, podemos pensar que la representación marca una
ausencia y una presencia. En tanto ausencia, algo se pierde, algo
resta. Aquello que se representa no está. En tanto presencia, la
representación cristaliza, coagula el sentido, ligado a las prácticas.
Esta cristalización puede obturar el desempeño del estudiante que
ingresa por primera vez a una universidad, cuya identidad académica aún
es incipiente.
2 Para un desarrollo de la situación argentina en relación con la
enseñanza de la escritura académica, véase Carlino (2006).
3 En el 2011, el 94% de estudiantes que ingresaron a la UNAJ se
caracterizaba por ser primera generación de universitarios/as y
terciarios/as en sus familias de orígenes. Esa tendencia se ha ido
modificando gradualmente y el porcentaje fue disminuyendo durante 2012
(77%) y 2013 (72%). Sin embargo, los valores siguen siendo altos.
(Ceresani et al., 2013)
4 Es de destacar el trabajo realizado hasta la fecha en la Universidad
de Buenos Aires por la Dra Elvira Narvaja de Arnoux y su equipo de
investigación. Para una ampliación sobre la historia de la cátedra de
Semiología y el Taller de Lectura y Escritura, véase Pereira (2006).
5 Para una ampliación respecto de las representaciones lingüísticas,
véase Arnoux y Bein (1999).
6 Adoptamos aquí el concepto de matriz de datos que elabora Samaja
(1993, p.183) en sentido amplio, como "conjunto estructurado de
procedimientos para identificar y hacer referencia a los elementos que
integrarán la base empírica de una investigación y para acotar el tipo
de predicaciones que se adscribirán a aquéllos".
7 Dado que los resultados de la investigación arrojaron que no existen
cambios sustantivos al tomar en cuenta las variables seleccionadas
(sexo, escolaridad y experiencia previa en talleres de escritura), se
decidió, a los fines expositivos, no incorporar estas variables en el
análisis de datos.
8 Las citas son fieles al original, por lo que mantienen, en algunos
casos, los problemas de normativa.
9 Aclaración: trabajos prácticos.
10 Como no era un propósito de este artículo, no hemos abordado aquí la
tensión existente entre las exigencias institucionales y la
especificidad de los distintos campos del conocimiento. Hemos analizado
esta problemática en trabajos anteriores (véase Savio, 2009a, 2009b,
2010a, 2010b).
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Correspondencia a:
Karina Savio: Investigadora del CONICET en Argentina. Licenciada en
Letras y Licenciada en Psicología, Doctora de la Universidad de Buenos
Aires de Argentina. Trabaja en la Universidad Nacional Arturo Jauretche
y en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Dirección electrónica:
karinasavio@fibertel.com.ar
Artículo recibido: 17 de julio, 2014 Enviado a corrección: 4 de
diciembre, 2014 Aprobado: 20 de abril, 2015