Sociedades jerárquicas tardías en el delta del Diquís, sureste de Costa Rica
Francisco Corrales* y Adrián Badilla
Departamento de Antropología e Historia, Museo Nacional de Costa Rica, San José, Costa Rica
*Autor para contacto: fcorrales@museocostarica.go.cr
Resumen: En diversas regiones del sur de América Central se ha propuesto la presencia de cacicazgos con base en diferentes indicadores y la comparación etnohistórica y etnográfica. Este artículo se enfoca en las ocupaciones tardías (800-1550 d.C.) en el delta del Diquís donde la investigación arqueológica ha proporcionado información sobre un aumento en el tamaño de los sitios, la presencia de arquitectura y la producción de bienes de prestigio que pueden asociarse con rango y poder. Las particularidades de productividad del delta, la asociación de los sitios más complejos con los mejores suelos, la posición privilegiada con respecto a la obtención de recursos (alimentos, materias primas) sugiere la preponderancia de lo económico en la generación de poder por los líderes, aunque, proponemos, también hubo un papel importante de la especialización de la producción artesanal y los aspectos simbólicos relacionados con objetos de prestigio como las esferas de piedra, ornamentos de oro, estatuaria y cerámicas especiales. Sin embargo, se plantean algunas limitantes en la discusión, ya que muchos de los datos se derivan de actividades con objetivos muy generales, y se requiere a futuro ahondar en información relacionada a la producción agrícola y su eventual intensificación, la institucionalización del liderazgo, la aparición de jerarquía y los factores de su consolidación en el delta, entre otros temas.
Palabras clave: Delta del Diquís; periodo Chiriquí, cacicazgos; jerarquía; bienes de prestigio.
Late hierarchical societies in the Diquís delta, southeast of Costa Rica
Abstract: In several regions of southern Central America the presence of chiefdoms has been proposed, based on different indicators and the ethnohistorical and ethnographic comparison. This article focuses on Diquís delta late occupations (AD 800-1550) where archaeological research has provided information about an increase in sites size, the presence of architecture and the production of prestige goods that can be associated with rank and power. The particularities of delta productivity, the association of the most complex sites with the best soils, the privileged position to obtain some resources (food, raw materials) suggests the preponderance of the economic in the generation of power by the leaders, although, we propose, there was also an important role of the specialization of craft production and the symbolic aspects related to prestigious objects such as stone spheres, gold ornaments, statuary and special ceramics. However, there are some limitations in the discussion, since much of the data are derived from activities with very general objectives. In the future, it is necessary to delve into information related to agricultural production and its eventual intensification, institutionalization of leadership, appearance of hierarchy and the factors of its consolidation in the delta, among other topics.
Keywords: Diquís delta; Chiriqui Period; chiefdoms; hierarchy; prestige goods.
Un tema frecuente de la arqueología del sur de América Central ha sido el surgimiento y desarrollo de las sociedades complejas, agrupadas bajo el término de cacicazgos (e.g. Corrales, 2011; Creamer y Hass, 1985; Drennan, 1996; Fonseca, 1992; Fonseca y Cooke, 1993; Hurtado, 1988; Linares, 1979; Snarskis, 1987, 1992). Las investigaciones arqueológicas se han centrado principalmente en identificar los diferentes marcadores de jerarquía a partir de la evidencia material. Por su parte, Helms (1979) e Ibarra (1990), utilizando fuentes etnohistóricas, realizan una aproximación a la naturaleza de las sociedades cacicales de Costa Rica y Panamá a partir de la información disponible del siglo XVI.
En la arqueología de Costa Rica, la aparición de rango o jerarquía social es una discusión en proceso, tomando en cuenta los cuestionamientos teóricos con respecto a las secuencias gradualistas en su unilinealidad y la propuesta de diferentes trayectorias como un modelo más adecuado (Peterson y Drennan, 2012; Sanders y Webster, 1978; Yoffee, 1993). Igualmente, se ha debatido la validez de términos como tribu y cacicazgos (Hoopes, 1991; Lange, 1996), pero siguen siendo de amplio uso.
La extensa duración de los períodos hasta ahora establecidos para el sur de América Central y la falta de información sobre la variedad de sitios domésticos, funerarios y de otro tipo que se esperarían para cada período, se constituyen en una limitante. Adicionalmente, pocos estudios se han dirigido a resolver este tema directamente y muchos de los datos se derivan de actividades de evaluación o rescate con objetivos muy generales.
Al igual que en otras regiones del sur de América Central, para las ocupaciones tardías de la subregión arqueológica Diquís, o sureste de Costa Rica, se ha propuesto la presencia de cacicazgos con base en diversos indicadores y la comparación etnohistórica y etnográfica (Baudez, Laligant, Borgnino, y Lauthelin, 1993; Corrales y Badilla, 2015; Drolet, 1983, 1988; Quilter, 2004).
Este trabajo sobre las sociedades jerárquicas tardías en el delta del Diquís aún se mantiene en esa línea, partimos de diversos marcadores de jerarquía propuestos y contrastamos con la evidencia arqueológica disponible. Sin embargo, el creciente cuestionamiento sobre la aplicación irrestricta de las tipologías etnográficas al registro arqueológico y las debilidades de la información de base nos hace conscientes de que es necesario generar preguntas más adecuadas para estudiar los procesos particulares que habrían conducido a la aparición y consolidación de dichas sociedades jerárquicas.
El período Chiriquí
Entre 700/800 d.C. o período Chiriquí, y hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI, en la subregión Diquís se registran sitios de mayor tamaño que en el periodo precedente, en lo que se considera un “incremento poblacional dramático” (Drolet, 1988, p. 167).
Elementos de complejidad arquitectónica que aparecieron en el periodo anterior van a ser ahora comunes en toda la subregión. Asimismo, hay más relaciones a nivel regional, como si se hubiera logrado romper un relativo aislamiento de la zona. Uno de los elementos más notables es el desarrollo de la orfebrería, que ya estaba presente en otras zonas de Costa Rica y Panamá desde varios siglos antes.
Drolet (1988) propuso que la integración aldeana produjo un sistema territorial que facilitó la producción agrícola, industrias artesanales especializadas y la aparición de autoridades a nivel de asentamientos y territorios. Desde las tierras altas (800 m s.n.m.), a lo largo del río Térraba y antes de llegar al delta del Diquís, sobre una distancia de unos 150 km, se ha registrado una cadena de asentamientos que miden entre 5 y 90 hectáreas, con distancias entre sí de 7 a 11 km. Estos centros habrían tenido bajo su control extensos territorios y competían entre sí por poder y recursos, pero también habrían creado alianzas y redes de intercambio con el río Térraba como arteria comunicadora (Drolet, 1988).
Sitios como Rivas, San Andrés, Murciélago, Java, Curré y Lagarto se ubicaron junto a tierras aluviales aptas para agricultura, con el maíz como el cultivo principal (Corrales, 1987; Drolet, 1983; Fonseca y Chávez, 2003; Quilter, 2004). Lo anterior pudo ser clave en la generación de poder para los jefes, ya que los terrenos lateríticos adyacentes no son muy productivos. En el criterio de Drolet (1988), el crecimiento poblacional se relacionó con una intensificación agrícola y una reorganización de la comunidad para coordinar labores domésticas con relación a la agricultura de subsistencia, pero falta una mayor discusión de los cambios en la base económica desde períodos anteriores.
Las áreas nucleadas de estos sitios presentan estructuras como: basamentos habitacionales de forma circular con empedrados asociados, basureros, montículos habitacionales y funerarios circulares y rectangulares, con muros de cantos rodados, que señalaban la importancia del asentamiento. Los cementerios presentan una jerarquía de simples y complejos, y destacan por las ofrendas de cerámica, piedra y oro (Drolet, 1983, 1988; Frost, 2009; Quilter, 2004).
Se han propuesto centros especializados para la producción de ciertos bienes. Por ejemplo, Murciélago es considerado una comunidad especializada en la producción de maíz (Drolet, 1988), en tanto que Curré pudo ser un lugar donde se manufacturaba cerámica policroma por los altos porcentajes de esta en depósitos estratificados (Corrales, 1987). Las relaciones de intercambio de alimentos, herramientas y bienes suntuarios como esferas de piedra, oro, cerámica “galleta” y policromada se habrían dado al interior de las regiones, pero también con grupos a larga distancia.
El control de la producción y distribución de esos bienes podría haber sido fiscalizado por las élites y habría sido una de sus fuentes de poder, sin embargo, aún es necesario encontrar la evidencia necesaria para comprobarlo, lo cual implica investigaciones centradas en las áreas de producción y no solamente en la zona central o arquitectónica de los sitios.
La ocupación tardía del delta del Diquís
El delta del Diquís es una extensa llanura aluvial que abarca unas 5000 hectáreas entre los ríos Térraba y Sierpe, bordeada por la cordillera Costeña y separada del océano Pacífico por extensos manglares. El delta fue intervenido para plantaciones bananeras desde los años 1940 y la red de drenajes que se construyó, dada una estación lluviosa intensa y larga, facilitó el huaquerismo y alteración de diversos contextos arqueológicos. Sin embargo, la gruesa capa de sedimentos, producto de las inundaciones cíclicas que afectan el lugar, ayudó a preservar los vestigios precolombinos (Figura 1).
La información arqueológica y los datos etnohistóricos son la base para comentar sobre algunos de los aspectos asociados a jerarquía social en el período tardío (800-1550 d.C.).
Jerarquía social y producción agrícola
En una sociedad jerárquica es frecuente encontrar diferentes niveles de asentamientos, donde centros de poder económico y político tendrían poblados secundarios subordinados (Creamer y Hass, 1985; Peebles y Kus, 1977). Para el sureste de Costa Rica, los españoles reportaron la presencia de “provincias” controladas por un “cacique mayor”. Dentro de estas existían comunidades o pueblos bajo la autoridad de un jefe local o “cacique principal” subordinado al “cacique mayor” de la provincia (Vázquez de Coronado, en Fernández, 1976).
Los dominios de cada cacique se separaban entre 8 y 13 leguas (40-65 km), aunque a veces varios caciques habitaban en el mismo asentamiento. Se menciona que cuando moría el señor se enterraban con él “sus” esclavos, indicando que el jefe podía tener personas en su servicio exclusivo, quienes le pertenecían en vida y muerte (Vázquez de Coronado, en Fernández, 1976).
Las prospecciones realizadas en el delta permiten distinguir diferentes asentamientos con base en su tamaño, presencia de estructuras y esferas de piedra. Finca 4 es el sitio más extenso, además de ubicarse hacia la zona central de la planicie aluvial. Mide alrededor de 180 hectáreas, con estructuras elevadas construidas con rellenos de tierra y sostenidas por muros de cantos rodados. La estructura más grande midió 45 m de diámetro y tuvo 3 m de altura. También reporta el mayor número de esferas de piedra, 23, con dos de hasta 2,10 m de diámetro (Badilla, Quintanilla y Fernández, 1997; Baudez et al., 1993; Lothrop, 1963; Quintanilla y Badilla, 2003; Stone, 1943). Asimismo, hay reportes de objetos de oro y tumbaga en tumbas principales, donde también se colocaban esferas de piedra pequeñas (Lothrop, 1963).
El sitio Finca 6, de tamaño menor (20 ha), por su proximidad parece formar una unidad con Finca 4. Ahí también se encuentran montículos circulares con pórticos, rampas de acceso con esferas asociadas, montículos funerarios rectangulares, áreas con alineamientos de esferas y zonas con abundante desecho (Baudez et al., 1993; Corrales y Badilla, 2015; Quintanilla, 1992).
Otros asentamientos podrían asociarse a un nivel menor, por su tamaño y cantidad y complejidad de elementos presentes. Se ubican en el delta y pie de monte de la cordillera Costeña y pudieron estar subordinados al asentamiento principal de Finca 4 y Finca 6. Sitios en el piedemonte como Brisha˘crá, Grijalba-2 y El Silencio, entre 10 y 20 hectáreas, también presentan montículos, empedrados y esferas de piedra (Corrales y Badilla, 2015; Sol, 2003), pero sus posibilidades de crecimiento estaban circunscritas por la topografía quebrada del terreno y los limitados suelos cultivables.
Aunque hay investigaciones que prueban que la intensificación de la producción puede existir sin la presencia de una jerarquía (Erickson, 2006), para muchas sociedades se ha asumido que la complejidad jerárquica presupuso una intensificación de la producción agrícola y la generación de excedentes. Para el Diquís, la manera en que esta se incrementó en el tiempo no ha sido estudiada en detalle. La evidencia arqueológica de manos de moler y metates sugiere una agricultura basada en el sistema de milpa (maíz y cultivos asociados). Además, la ubicación de los sitios de este período cerca de las terrazas aluviales está en consonancia con el cuidado de cultivos extensos. De igual forma, los españoles describieron el uso abundante de maíz, aunque también se cultivaban raíces y tubérculos, y gran variedad de árboles (Vázquez de Coronado, en Fernández, 1976). Asimismo, mencionaron almacenamientos de maíz que no se han encontrado hasta ahora en el registro arqueológico.
Una clave para entender el papel jugado por el delta a nivel regional y el poder de sus líderes es la amplia disponibilidad de suelos fértiles, más de 5000 hectáreas, mientras los asentamientos aguas arriba del río Térraba estaban constreñidos a los suelos disponibles en las terrazas aluviales. Un mayor volumen de producción con el excedente correspondiente habría permitido a los líderes afianzar su poder y mantener a guerreros y artesanos especializados.
De igual manera, las inundaciones imponían una mayor planificación y coordinación del trabajo. Así las cosas, la eventual necesidad de obras públicas como drenajes o diques habría contribuido a un control centralizado de la elite sobre la producción agrícola y para movilizar su excedente. Esto podría estar relacionado a una intensificación de la producción agrícola, la cual puede presentar variaciones de los indicadores clásicos de canales de irrigación, terrazas y campos elevados (Smith, 1993). La construcción de obras públicas es una de las labores que, se ha teorizado, se realizan producto del excedente y el poder de las élites (Rosenswig, 2010).
La disponibilidad de tierras y la mayor producción agrícola asumida habrían permitido una “verdadera explosión demográfica” (Baudez et al., 1993), como ya había sido propuesto por Drolet (1988), para la cuenca del río Térraba. En el delta del Diquís, la distribución dispersa y pequeña de la fase Camibar (200-700 d.C.) dio paso a una enorme ocupación en la fase Palmar (700-1500 d.C.), con distintos asentamientos relacionados sobre unas 900 hectáreas (Baudez et al., 1993). No se han desarrollado aún cálculos de población para el delta, pero para sitios como Murciélago se han propuesto de 500 a 600 personas con base en la fórmula de Narroll (Drolet, 1983), lo cual tiene correspondencia con reportes de los españoles de pueblos de varios cientos, hasta 1600 personas.
Arquitectura pública
En el registro etnohistórico se tiene la descripción de Coctu, y otros asentamientos fortificados con empalizadas, donde residían caciques principales y secundarios. La mención de casas elevadas en Coctu hacía referencia a los montículos artificiales encontrados en los sitios arqueológicos, y podrían asociarse a la capacidad de los dirigentes para lograr que los subordinados participaran en obras públicas asociadas a los centros regionales y para elaborar los monumentos de piedra y su traslado.
En sitios como Finca 4, Finca 6, Finca 2, Batambal, Grijalba-2 y Brisháˇcra, se observan obras de gran volumen con similitud en forma y tipo de construcción (uso de cantos rodados y piedra caliza en empedrados y muros de contención sin argamasa). Se ha propuesto que una uniformidad en el diseño sugiere planificación centralizada y se considera un criterio para proponer que dichas obras fueron ordenadas por los líderes, movilizando y requiriendo una gran inversión de fuerza de trabajo (Abrams, 1994; Smith, 2007).
En Grijalba-2, un conjunto de diez estructuras presenta la particularidad de montículos con revestimientos de piedra caliza y empedrados de cantos rodados (Figura 2A). Hay dos montículos circulares de similar altura (1,5 m) y diámetro (20 m). Otras siete estructuras tienen una configuración similar: basamentos ovalados o circulares, con empedrados extensos al frente, y todas miran hacia el oeste, aunque difieren en los tamaños (entre 9 y 20 m para los basamentos y 8 y 20 m para los empedrados). Los empedrados frente a las viviendas por su tamaño y cercanía pudieron funcionar como espacios para la realización de actividades colectivas y públicas. La concentración de las estructuras, en un espacio relativamente reducido y su configuración y orientación, sugieren una función asociada a factores estratégicos y defensivos (Corrales y Badilla, 2015).
Las excavaciones exploratorias en Finca 6 también permitieron delimitar dos montículos artificiales con diámetros entre 25 y 30 metros que habrían servido de base para grandes ranchos cónicos (Figura 2B). Presentan muros de contención de alrededor de 1,40 m de altura, compuestos por hileras superpuestas de cantos rodados y una extensión semicircular a manera de pórtico. Además, una estructura de acceso o rampa de forma trapezoidal construida con cantos rodados a los lados y al centro empedrada con rocas calizas. El pórtico más la rampa duplicarían la extensión del montículo. Dos esferas de piedra de 1.10 cm de diámetro se encontraban en ambos extremos de la rampa del montículo 1, de manera similar a lo registrado en un montículo de Finca 4, mostrando la asociación de esferas con estructuras complejas (Corrales y Badilla, 2015; Quintanilla y Badilla, 2003).
Las estructuras de Finca 6 presentaron una inusual orientación contrapuesta, tal vez relacionada con la organización interna de la comunidad y la proyección de poder y simbolismo.
Aún no tenemos elementos para juzgar si dichas construcciones eran para uso particular de los principales o de carácter comunal. En el primero de los casos, los jefes tenían el suficiente poder para lograr que otros realizaran trabajos para su beneficio personal; en el segundo, el poder se limitaría a la movilización de otros para obras aprovechadas al menos por los estratos dominantes.
Las estructuras elevadas podrían ser, además, soluciones para inundaciones periódicas que pueden llegar hasta los dos metros de altura. Las viviendas sobre los montículos pudieron ser un refugio y almacén de alimentos y un elemento de manejo de crisis por parte del jefe.
En el sitio Batambal, se tienen estructuras que presentan formas rectangulares y son de tamaño pequeño, lo cual contrasta con las registradas en los otros sitios mencionados, pero acá se debe tomar en cuenta su uso diferente. En una de ellas se encontraron esferas pequeñas asociadas a más de un centenar de fragmentos de esculturas de piedra. Su ubicación arriba de una extensa zona ocupacional contigua al río Térraba y una loma con montículos funerarios sugiere su uso para actividades simbólicas o religiosas.
Estas obras reflejan la movilización de mano de obra y presencia de mecanismos de coacción para, por ejemplo, trasladar cantos rodados y esferas de piedra desde las fuentes de materia prima a varios kilómetros de distancia. En ese sentido, los requerimientos de mano de obra para este tipo de proyectos de construcción se han conectado con el liderazgo y la organización compleja a través de nociones de gestión, movilización y el poder (Drennan, Peterson y Fox, 2010; Peebles y Kus, 1977; Renfrew, 1973).
Los conjuntos de esferas de piedra como paisajes culturales
Un elemento por analizar es el papel de los monumentos de piedra, ya que estos pudieron jugar un papel dinámico en la aparición de complejidad social y sus efectos dependieron de lo que significaron para las gentes que los produjeron y los “consumieron” (Clark, Guernsey y Arroyo, 2010)
Durante el período Chiriquí, en el delta del Diquís, uno de los usos que se les dieron a las esferas de piedra fue su colocación en áreas abiertas, tal vez plazas, de algunos de los sitios principales. Esculturas antropomorfas de gran tamaño, con una espiga o base para colocarlas verticalmente, pudieron también ser colocadas en estos espacios (Fernández y Quintanilla, 1993), pero no se han documentado en dichos contextos.
Esos conjuntos de esferas estarían cargados de conocimiento esotérico manejado por líderes políticos y religiosos. Su emplazamiento en espacios públicos habría estado asociado a ceremonias o actos donde se reivindicaría la identidad del grupo y el poder de sus dirigentes. Earle (1997) ha sugerido la materialización de lo ideológico en una realidad física mediante eventos ceremoniales y objetos que son fuente de poder ideológico. El emplazamiento de esferas en espacios públicos habría estado asociado a ceremonias o actos donde se reivindicaría la identidad del grupo y el poder de sus dirigentes. El carácter repetitivo y ritualizado de las ceremonias habría contribuido a fijar el simbolismo identitario de las esferas en la memoria colectiva. Como menciona LeCount (2010), las identidades comunales dependen de las memorias y las historias colectivas que proveen la estructura mental, la cual permite a la gente construir pasados comunes.
Algunos conjuntos pudieron estar compuestos de hasta catorce esferas (Lothrop, 1963; Quintanilla, 2007; Stone, 1943) que podían abarcar áreas de hasta tres hectáreas y eran diferentes entre sí. El único que se conserva, en Finca 6, presenta in situ dos alineamientos de esferas de piedra orientados, aproximadamente, este–oeste (Figura 3). Uno de tres esferas sobre una longitud de 77 m y el otro de dos esferas sobre una distancia de 11 m. Las esferas miden entre 1.40 y 1.90 m y se asientan sobre pisos sin estructuras, aunque sí con algunos materiales arqueológicos (Corrales y Badilla, 2015; Quintanilla, 2007).
Por su tamaño, número y acabado, las esferas en espacios abiertos pudieron usarse como símbolos de poder, autoridad e identidad étnica, aunque otros usos de ellas no reflejan necesariamente prestigio público, como las pequeñas, asociadas a fragmentos de esculturas documentados en el sitio Batambal (Corrales y Badilla, 2015).
Los campos con esferas constituyen “paisajes culturales” en el sentido propuesto por Earle (1997) y DeMarrais, Castillo y Earle (1996), como otra de las formas en que la ideología se materializa, ya sea en la forma de ceremonias, objetos simbólicos o monumentos y sirviendo como fuente de poder. La materialización puede manifestarse como valores y creencias compartidas y extenderse más allá del grupo local y comunicar el poder de la autoridad central a una población más amplia.
De igual manera, las esferas colocadas en la entrada de edificaciones principales estarían señalando la preeminencia de quien la ocupaba. Esto podría postularse también como la apropiación de un símbolo colectivo. Un mensaje, además, perceptible a la distancia, como en el caso de Finca 6 donde la estructura con esferas se orienta hacia el exterior del asentamiento.
Los dirigentes pudieron manejar para su beneficio, con la ayuda de especialistas religiosos, el conocimiento esotérico. Un ejemplo de este “saber como poder” (Gnecco, 2005) sería el uso de esferas como artefactos mnemónicos por su posible asociación de conjuntos de estas con fenómenos celestes, en función de calendarios básicos relacionados al ciclo agrícola o de narrativas mitológicas. El alineamiento de Finca 6 y su eventual relación con salidas de sol en épocas específicas pudo estar relacionado con ceremonias donde el despliegue de conocimiento habría acrecentado el prestigio y poder de los dirigentes sobre el pueblo común.
Aunque no hay correlación certera, otra posible correspondencia de los agrupamientos de esferas sería con “lecturas” de constelaciones como base para eventos narrativos sobre mitos de creación o leyendas. Verdaderas “teatralizaciones” podían llevarse a cabo en estos espacios públicos y aprovechadas por los dirigentes para consolidar su dominación incluso apelando a aspectos “divinos”.
Las esferas, igualmente, muestran un alto grado de especialización artesanal y la organización del esfuerzo colectivo para su movilización, acabadas o como preforma, desde las estribaciones de la Fila Costeña hasta la planicie aluvial y otros puntos del piedemonte. Estas actividades habrían reforzado el poder de los dirigentes en las dimensiones interna y externa de la autoridad central (Spencer, 1993) y consolidaba la importancia del asentamiento a nivel regional.
Como señalan Fernández y Quintanilla (2003), las esferas y otras esculturas grandes se podrían considerar elementos de identidad colectiva a diferencia de los ornamentos de oro o cerámicas especiales que reflejaron más el prestigio o posición individual. Ellas además mencionan que tanto los elementos colectivos como los individuales se conjugaban para crear una “atmósfera de poder” y proyectar comunicaciones simbólicas por parte de los principales como complemento de las actividades económicas y políticas.
Otras esferas dependieron de su asociación particular, así, por ejemplo, las esferas aisladas en sitios como El Silencio y Grijalba-2 pudieron ser utilizadas para emular la pertenencia a un nivel colectivo regional.
Diferenciación funeraria
Sobre la diferenciación funeraria, a pesar de los pocos contextos excavados, hay elementos mortuorios que señalan desigualdad social. Para la cuenca media del río Térraba se distingue entre cementerios simples y complejos (Drolet, 1983; Quilter, 2004) con base en tamaño, complejidad y número y calidad de ofrendas, que consisten de cerámica, metates decorados, esculturas y ornamentos de oro.
Un elemento limitante es la mala conservación de los restos óseos. En la mayoría de los casos, la acidez de los suelos atenta contra la conservación restringiendo toda interpretación que se derive de muestras osteológicas. Hay casos excepcionales, como el cementerio de Jalaca, el sector noreste del delta, donde; además de buena conservación de restos humanos, se encontraron ofrendas de oro, hueso, concha y resina (Stone, 1963).
También sobresale el reporte de tres tumbas en Finca 4 que indican un consumo diferenciado. De una de ellas se obtuvieron 88 piezas de oro, un metate grande y una esfera pequeña (25 cm); otra tenía un metate, una esfera de 60 cm de diámetro y tres vasijas (Lothrop, 1963). La riqueza de las ofrendas y su cercanía con el conjunto de estructuras señalan enterramientos de personajes principales. La presencia de esferas dentro de las tumbas (hasta ahora el único reporte) muestra también la apropiación de un símbolo público por parte de los principales, de manera similar a las esferas pequeñas dentro de estructuras registradas en el sitio Batambal.
En Finca 6, una zona funeraria contenía un depósito de cerca de doscientas vasijas cerámicas sobre y al lado de un montículo rectangular (Figura 4); sin embargo, al interior del montículo, las ofrendas fueron mínimas. El conjunto sobrepuesto abarcaba restos de huesos humanos y animales, metates, cerámica policroma y “galleta” y tazones trípodes. Muchas de las vasijas fueron horadadas o mutiladas a propósito como parte de un matado ritual y su retiro de circulación (Corrales y Badilla, 2015). De Finca 6 también se reporta tumbas con oro y estatuaria quebrada. Otros cementerios más simples solo reportan ofrendas cerámicas o líticas en escaso número.
En sitios ubicados aguas arriba del río Térraba, como Cañablancal, y el piedemonte alrededor del delta, como Grijalba-2, se encuentran cementerios situados en lomas altas cercanas a ríos, donde hemos excavado tumbas sencillas, con una hilera de piedras cubriendo pequeñas fosas que en su interior presentaban vasijas de cerámica en escaso número (uno o dos especímenes) (Figura 5).
Intercambio regional
En la dinámica externa o área extra faccional para expandir la influencia de los líderes (Spencer, 1993), una de las fuentes de poder económico era la restricción a recursos productivos claves o bienes suntuarios. El control de los jefes sobre el intercambio les permitía decidir cuáles bienes se movían, por cuáles rutas, y quienes tenían acceso a ellos. La posición estratégica del delta al final del río Térraba, que funcionaba como vía de comunicación, les permitía controlar el intercambio entre las zonas costeras y tierra adentro. Por ejemplo, de la costa y manglar podían obtener bienes como sal, pescado y conchas. Igualmente, se ubica en una posición intermedia entre las fuentes de oro y tierra adentro.
Hay presencia de objetos exóticos, aunque no está claro qué se intercambiaba por ellos, aunque los objetos de metal serían una opción probable. Por ejemplo, hay cerámica de Guanacaste y de Panamá Central, aunque de esta última en cantidades muy reducidas. Su adquisición pudo ser indirecta, de poblado en poblado o en centros regionales, aún la evidencia es escasa. Herramientas como hachas pulidas tienen una presencia reducida y es posible que se fabricaran en centros especializados, que no se han identificado. Lo mismo para la cerámica policroma y “galleta”. Para la primera se mencionó a Curré como un posible centro de manufactura y para la “galleta” en Chiriquí su presencia es cuantiosa en comparación con su escasez en el Diquís.
Todavía faltan estudios de las unidades domésticas que permitan discutir si los artesanos se ocupaban a tiempo completo en estas actividades. Se ha postulado que las unidades domésticas podrían producir diversos objetos de prestigio, aun cuando los artesanos no se ocuparan a tiempo completo, a veces sin el control directo de los jefes, y muchos de ellos a tiempo parcial producían variedad de productos de calidad y en excedente (Hirth, 2009).
Asimismo, se tiene el caso de jefes que eran artesanos especializados en la producción de objetos de oro, como el caso reportado por Vázquez de Coronado de un cacique orfebre. Esta situación recuerda lo propuesto para el Maya Clásico, donde las élites podían manufacturar bienes, los cuales tendrían una carga ideológica y que, junto con el conocimiento esotérico que los subyacía, ayudaron a distinguir a las élites de los que no formaban parte de estas y desempeñaron un papel crítico en la competencia entre las élites mismas (Inomata, 2001).
Los bienes de prestigio obtenidos controlando redes de intercambio a larga distancia pudieron ser el vehículo para la ostentación de conocimientos esotéricos. A la vez, los vínculos con lo foráneo era fuente de poder (Helms, 1979). La adquisición de cerámica policroma o incisa del noroeste de Costa Rica implicó, además, contactos por rutas marinas o costeras. El oro habría sido un bien exótico al inicio, cuando aún no se había desarrollado una producción local, con la presencia de objetos del “estilo internacional” obtenidos desde Panamá Central o incluso Colombia. Luego, cuando la producción local se habría consolidado, habría sido un bien para intercambiar con otros territorios.
El oro se obtenía en placeres de playas y ríos de la península de Osa. Los españoles mencionan un control por parte de los jefes de tierra adentro de los ríos de la península. De igual forma, recientes exploraciones en la zona de río Tigre indican la presencia de asentamientos tardíos cerca de las fuentes con mayor cantidad de oro reportado y la escasez de objetos manufacturados, lo que podría dar fundamento al papel de la zona como proveedora de materia prima para los señores del delta (Corrales, 2016). Asimismo, dado que muchos de los objetos son de tumbaga, el cobre pudo ser obtenido desde la Región Central de Costa Rica, usando rutas aún activas en el siglo XVI o de fuentes locales no bien estudiadas (Badilla et al., 1997).
La distribución regional de las esferas de piedra, igualmente, señala un ámbito de relación de comunidades que compartían este artefacto y su simbolismo. Desde el delta, las esferas pudieron ser enviadas por jefes principales (como presente o intercambio) a jefes subordinados o aliados para incrementar su prestigio externo, creando un territorio, al menos, bajo control ideológico y tal vez militar y económico. Por este motivo, la distribución de las esferas pone en relevancia elementos ideológicos compartidos, pero también poder y subordinación.
Conflictos bélicos
Es una constante en las sociedades jerárquicas la confrontación con vecinos por tierras o recursos; por este motivo, la guerra ha sido considerada como un factor fundamental en la creación de desigualdad social (Carneiro, 1970, 1998). Una de las razones para la agrupación de población era la defensa que se podía brindar ante posibles ataques de cacicazgos rivales (Earle, 1997).
En correspondencia con el dato etnohistórico de sacrifico de cautivos, desde el período anterior, Aguas Buenas, hay estatuaria de prisioneros con las manos atadas y guerreros que sostienen o acarrean cabezas humanas como trofeos que continúan en el periodo tardío, lo cual estaría relacionado con una visión estructurada de la violencia en disputas internas y conquistas. Otras esculturas representan seres supernaturales con serpientes saliendo de sus bocas y caras de felino que señalan una imaginería teriantrópica agresiva relacionada con violencia y la manipulación ideológica para justificar dominación (Figura 6).
Muchas de estas esculturas se han encontrado quebradas junto con esferas pequeñas. Los reportes anteriores de concentraciones de fragmentos de esculturas zoo y antropomorfas (Lothrop, 1963; Quintanilla, 1992, 2007; Stone, 1943) han sido ampliados en trabajos recientes en los sitios Finca 6, Batambal, Muñequera, El Gorrión, Brisháˇcra y Nueva Finca 7, donde se encuentran fragmentos asociados a esferas de piedra pequeñas, metates esculpidos o como parte de muros de montículos. A pesar de estar quebrados, estos fragmentos guardarían un enorme valor simbólico.
Su fragmentación intencional podría estar relacionada con escenarios de violencia organizada dentro de un marco de conflicto y competencia en donde grupos rivales desmembraban imágenes de poder; en este caso, la representación de personajes míticos por la combinación de cuerpo humano y cara o máscara con rasgos animales. Además, pudo deberse a actividades a nivel inter grupal asociadas a ceremonias propiciatorias o ritos de terminación donde los fragmentos serían de gran importancia. Las esculturas, a pesar de estar quebradas, también podrían haber sido objetos inalienables que se guardaban o se retenían, ya que legitimaban a la persona o al grupo (Lesure, 1999). Los fragmentos guardarían su significado y se tratarían igual que si la escultura estuviera completa.
El primer español en la zona, Gil González Dávila en 1522, no reportó una situación de guerra, pero su recorrido fue rápido y un desastre natural afectaba la zona. Para 1563, Vázquez de Coronado encontró un estado extremo de confrontación donde varias provincias tenían conflictos armados que incluso causaban despoblamientos sin que fuera claro si la situación era reciente o vieja. Además, mencionó más de treinta pueblos, de los cuales siete estaban fortificados con empalizadas defensivas y eran las sedes de caciques principales que brindaban protección, en caso de conflicto, a los demás pueblos. En el registro etnohistórico se tiene la descripción de Coctu, y otros asentamientos fortificados con empalizadas a causa de la guerra. La organización de las estructuras en Grijalba-2 podría corresponder con uno de estos pueblos (Corrales y Badilla, 2015).
Cacicazgos cercanos habrían competido por tierras o recursos en zonas específicas, como en el caso de la apropiación de las fuentes de oro, mediante el control, incluso a distancia, de los ríos de la península de Osa. La confrontación podía llegar a incluir territorios muy amplios. Por ejemplo, Vázquez de Coronado pagó en Coctu un rescate por Dulcehe, hermana de Corrohore, cacique de Quepo, ubicado al menos a 100 km. En estos casos, la toma de cautivos de alto rango pudo ser la causa de conflicto o su producto, pues la captura de miembros de la élite permitía la apropiación del poder que representaban y podía ser usada para extraer riqueza mediante rescates o tributos de bienes (McAnany, 1992).
Conclusión
La sociedad precolombina tardía en el delta del Diquís presenta indicadores de jerarquización y desigualdad. Sin embargo, la discusión sobre su aparición y consolidación requiere mayor evidencia sobre los períodos precedentes. Hay pruebas de surgimiento de jerarquía social a nivel regional en el periodo Aguas Buenas en los estudios en sitios claves como Bolas (Palumbo, Brodie, Locascio, Buckley y Corrales, 2013), El Cholo (Herrera, 2015) y Cantarero (Corrales, 2016); sin embargo, dada la larga duración del período, y pocas investigaciones, todavía no se puede profundizar en las causas o mecanismos de cambio, el cual pudo ser gradual dada la extensa duración del período. Hay que mejorar el control temporal y llevar a cabo más excavaciones en estos sitios con el objetivo de abordar la aparición de liderazgo y las fuentes de su poder.
Para épocas tardías, las particularidades de productividad del delta y la presencia de los sitios más grandes y complejos asociados a los mejores suelos, la posición privilegiada con respecto a la obtención de recursos de tierra adentro (de varios pisos altitudinales), del manglar y costeros, y también las fuentes del oro, sugieren la preponderancia de lo económico en la generación de poder por los líderes. También es clara una diferenciación de estatus en los cementerios con diferencias en los ajuares funerarios.
Son necesarias mayores investigaciones para responder preguntas pendientes relacionadas a la producción agrícola, y su eventual intensificación, la institucionalización del liderazgo, la aparición de jerarquía y los factores en su consolidación en el delta. Nuevamente, es necesario establecer si este fue un proceso abrupto o gradual, aunque la larga duración de los períodos apunta más hacia la segunda opción, con la presencia de cambios notables entre un período y otro, alrededor del 800 d.C.
Complementariamente, proponemos, hubo un papel importante de la especialización de la producción artesanal y los aspectos simbólicos relacionados con objetos de prestigio, como las esferas de piedra, ornamentos de oro, estatuaria y cerámicas especiales, que se produjeron de manera exclusiva o mayoritaria en esta zona. Por ejemplo, el oro, como recurso, habría sido controlado por los grupos del delta, pero, a la vez, habría sido procesado localmente para la manufactura de objetos de alto valor simbólico. Igualmente, la manufactura de esferas de piedra y su distribución apuntan a una zona de control ideológico desde el delta y de identidad étnica.
El papel del conflicto también necesita mayor consideración. Junto con los datos de los españoles de enfrentamientos, toma de prisioneros y zonas despobladas por causa de la guerra, hay representaciones de guerreros con cabezas trofeo, imaginería agresiva y asentamientos que sugieren la presencia de empalizadas o concentración estratégica de estructuras. Esta situación se registra hacia la parte más tardía, pero es necesario indagar su papel como fuente de poder inicial.
Para una mejor discusión del período tardío es obligatorio ampliar la prospección del delta, la excavación de unidades habitacionales, talleres y cementerios, estudios sobre productividad de los suelos e intercambio local y a larga distancia, así como calcular el esfuerzo demandado para las construcciones públicas para determinar el grado de centralización en la organización y toma de decisiones. Aun cuando se dio un aumento en el tamaño y número de sitios con respecto al período anterior, no se tienen datos de presión demográfica en el período tardío, dada la amplia disponibilidad de terrenos cultivables, pero es un tema poco estudiado en el Diquís.
La información disponible apunta que los líderes del delta controlaban un territorio estratégico y rico en recursos, y a la vez mantenían activas relaciones de intercambio a nivel regional, aunque también conflicto, para consolidar su poder económico e ideológico.
Agradecimientos
Se agradece a Yahaira Núñez por la lectura y comentarios del manuscrito y el aporte de referencias bibliográficas, así como a los revisores anónimos de la revista por sus valiosas sugerencias.
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Este artículo se deriva de la ponencia presentada en el simposio “El desarrollo de las sociedades jerarquizadas en el Istmo Centroamericano: condiciones del cambio social precolombino”, organizado por Gerardo Alarcón y Silvia Salgado en la 79 Reunión Anual de la Society for American Archaeology, celebrado en abril de 2014 en Austin, Texas.
Julio-Diciembre 2018, 28(2)
Recibido: 19-09-2017 / Aceptado: 6-10-2017
Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas
Centro de Investigaciones Antropológicas, Escuela de Antropología, Universidad de Costa Rica
ISSN 2215-356X