Hacia un modelo de análisis del clientelismo político: el caso de México

 

 

Andrés A. Fábregas

 

Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) - Occidente, Guadalajara, Jalisco, México

afabregas@ciesas.edu.mx

 

 

 

Resumen: El artículo describe las relaciones patrón-cliente como núcleo de los grupos políticos en México. Esta clase de formas políticas se inician en un contexto local, pero alcanzan niveles regionales y nacionales, convirtiéndose en los componentes principales de la lucha por el poder. Sobre estas bases, el texto propone la formulación de un modelo para el análisis antropológico de la política en países como México y similares.

Palabras clave: poder; clientelismo; local; región; nación.

 

Towards a model of analysis of political clientelism: the case of Mexico

Abstract: The article describes patron—client relationships as te core of polítical groups in México. Those kind of political formations begins in a local context but it raises regional and national levels, becoming the principal components in the struggle of power. On this basis the text is a formulation of a model for anthropological political analysis in countries like Mexico and similars.

Keywords: power; clientelism; local; region; nation.

 

 

 

Introducción

 

Las relaciones patrón-cliente han sido analizadas por los antropólogos para caracterizar a las sociedades latinoamericanas (De la Peña, 1986; Rouquié, 2004). En este texto, mi interés es situar ese tipo de relaciones en el campo de la llamada, en inglés, political anthropology; cuya traducción literal al castellano “antropología política” califica a la disciplina como si la naturaleza de esta fuese “política”. En ese sentido, prefiero usar “antropología de la política” para denotar un campo de análisis: el estudio de la política desde la óptica antropológica. Por supuesto que todo análisis, desde la perspectiva de las ciencias sociales, tiene una repercusión política, indirecta o directamente. Los resultados de los análisis sociales repercuten en los procesos de toma de decisiones o en los mismos entramados de la lucha por el poder, incluyendo los contextos electorales; y desde esa perspectiva, es importante distinguir entre los resultados políticos de la investigación en ciencia sociales con el análisis de la política propiamente hablando. Entiendo por política el manejo interesado de la economía y la lucha por el poder para dirigir los beneficios del trabajo social, hacia los intereses que hegemonizan una sociedad. La más importante lucha por el poder ocurre alrededor del control del Estado, como máximo nivel de organización política en una sociedad concreta. No es la intención de este texto discutir las diferentes acepciones del concepto de Estado, sino mostrar en un país concreto, México, cómo se configuran los grupos políticos que luchan por hegemonizar la sociedad y beneficiar a sus intereses particulares y la importancia que revisten las relaciones de lealtad, los favoritismos, para configurar un entramado de relaciones patrón-cliente.

 

He llamado “grupo clientelar ego centrado” a las configuraciones que se reúnen alrededor de una persona, llamada “la cabeza”, el ego en este caso, y que, basados en esas redes de lealtad, luchan por el control al acceso de los recursos básicos de la sociedad, haciéndose del poder para hegemonizar los órganos institucionales de la administración pública.

 

En los años 1970-1990, la enseñanza de la antropología se diversificó en México como una de las varias consecuencias del movimiento estudiantil de 1968 combinado con un proceso de descentralización de la disciplina. Si en los inicios de los años 1960, la enseñanza de la antropología se concentraba en la Ciudad de México, en la actualidad se distribuye a lo largo y ancho del país, no solo en el nivel de las licenciaturas, sino en los programas de postgrado. La antropología en México, además de haberse concentrado en el análisis de las sociedades indígenas y campesinas durante un período del siglo XX, muestra en la actualidad una notable diversidad temática. En el contexto de esa diversidad, los análisis antropológicos de la política se han continuado y han merecido revisiones periódicas que sitúan las orientaciones desde las que trabajan los antropólogos interesados en el caso de México (Tejera, 1996; Rodríguez, 2010; Fábregas, 2014b).

 

En este texto, presento una propuesta para situar a las relaciones patrón-cliente en la perspectiva de los análisis políticos en antropología, utilizando el caso de México. La propuesta se basa en la experiencia del trabajo de campo y los análisis con enfoques regionales etnohistóricos que he venido desarrollando a lo largo de los años, pero particularmente en la región de Jalapa-Coaterpec, en el estado de Veracruz, México y en los Altos de Jalisco, México (Fábregas, 1986, 2011-2012). Reuní los datos en diferentes momentos del trabajo de campo (1973-1974; 1976-1979; 1985-1990; 1998-2003), en estancias de larga, mediana y corta duración, sobre todo, en la región cafetalera de Jalapa-Coatepec y la región ranchera de los Altos de Jalisco, México. La recolección del material empírico a través de la observación, participante y de las entrevistas, no fue reflexionado de una vez por todas, sino que fue sujeto a diferentes modalidades de discusión en las aulas, con estudiantes desde licenciatura hasta posgrado, además con colegas afines a la problemática estudiada. De igual forma, de manera hipotética, menciono en concreto varias de las características de la vida política mexicana, como similares a las encontradas en otros países de América Latina (Rouquié, 2004; Baquero, 2003), mas el centro empírico del texto se refiere a regiones mexicanas.

 

 

Antecedentes

 

Durante los años de 1973 y 1974, estudié la región de los Altos de Jalisco aplicando la ecología cultural y un enfoque de economía política, lo que a la postre ha venido a conocerse como ecología-cultural política o ecología política (De la Peña, 1981). El análisis de la sociedad ranchera de los Altos de Jalisco, caracterizada por una formación histórica de frontera, un acendrado catolicismo, la presencia de una población indígena seminómada, una orientación notable hacia el trabajo, una ecología-cultural basada en la cría del ganado vacuno y el manejo del caballo más una clara resistencia hacia las disposiciones del Estado Nacional (Fábregas, 1986), me alentó a buscar una región que contrastara con esas características. Al fundarse en 1975 el Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana en la Delegación de Iztapalapa en la Ciudad de México, encontré la oportunidad de plantear un proyecto de investigación en la región del café, cuyo centro se localiza en la ciudad de Jalapa, capital del estado de Veracruz. El eje de ese proyecto radicó en las relaciones de poder en la región vistas, de nuevo, desde la perspectiva de la ecología-cultural y la economía política (“ecología cultural política”). Tanto en los Altos de Jalisco como en la región veracruzana del café, la etnografía basada en un prolongado trabajo de campo constituyó la columna vertebral de la investigación (Fábregas, 2011-2012). Continué mis estudios regionales en la frontera sur de México, los límites entre Guatemala y México, para después abordar de nuevo el estudio de los Altos de Jalisco, esta vez, junto con Pedro Tomé Martín, antropólogo español, y con una visión comparativa que nos llevó al análisis de la Sierra de Ávila en España (Tomé y Fábregas, 1999).

 

A lo largo de la experiencia expuesta con brevedad, me ha interesado, entre otros aspectos, el análisis de la formación de los grupos de poder, locales y regionales y su articulación con la configuración política nacional en México. Es esta experiencia empírica y su reflexión, junto con la formación de un punto de vista en el contexto de los análisis políticos en antropología, lo que me llevó a proponer un modelo para el análisis de las relaciones patrón-cliente expuesto en este texto.

 

 

La formulación del método

 

El método de la ecología cultural fue contextualizado teóricamente en México por Ángel Palerm y Eric Wolf desde la década de los años 1950 (Fábregas, 2009; Palerm y Wolf, 1954-1955). La orientación ecológica-cultural de la antropología y el ejercicio etnográfico fueron enlazados al marxismo por Wolf y Palerm, aunque en forma diferente. En el caso de Palerm, su influencia se inició en México en 1966 a través de un curso de introducción a la teoría etnológica que dictó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (Palerm, 1967). A solo unos años antes de la publicación del texto de Lawrence Krader “Marx como Etnólogo” (1973), Palerm había advertido la influencia del evolucionismo antropológico en Carlos Marx. En breve, Palerm destacó la importancia del medio ambiente natural, tanto en el planteamiento evolucionista como en el de Marx. Esta asociación quedaría demostrada en los textos de Karl Wittfogel, aún con las reticencias de este para reconocerlo y su pleito en contra de Marx y Engels (Wittfogel, 1957). En los años de 1969-1971, Palerm discutió con sus discípulos la antología de Yehudi A. Cohen, “Man in adaptation” (1968), que contiene el texto del propio Cohen, “Culture as adaptation”, aplicado por los alumnos de Palerm en diversos análisis. En esta contextualización teórica, se destacó el aporte de Julian Steward (2014) y los llamados “evolucionistas multilineales” a los que se adscribían tanto Palerm como Wolf (Fábregas, 2014a). A esta orientación teórica le interesaba explicar la dinámica de una evolución general elaborada a partir de evoluciones particulares. En otras palabras, la evolución general es el planteamiento abstracto; mientras que las evoluciones particulares constituyen el objeto de estudio concreto de los antropólogos a partir de las estrategias de adaptación puestas en marcha por sociedades concretas. Bajo la influencia de Marx, la terminología cambió a “el paso de la historia particular a la historia universal” (Wolf, 2005)) y de aquí a la discusión del proceso de mundialización (globalización) y el concepto de la economía-mundo propuesto por Wallerstein (2016). En el caso de Palerm, fue importante el concepto de “sociedad hidráulica” a través del cual introdujo los planteamientos de Marx expuestos en los textos que este publicó en el New York Daily Tribune entre los años de 1852 y 1853 y que Shlomo Avineri reunió en un volumen titulado “Karl Marx on colonialism and modernization” (Avineri, 1970). Los planteamientos de Marx también fueron recuperados por Lawrence Krader en una perspectiva crítica hacia Wittfogel y que influyeron en quienes cursamos los diversos seminarios dictados por el etnólogo norteamericano (Krader, 1975, 2018). En sus artículos sobre el Oriente, Marx relacionó las condiciones del medio ambiente y las características del “poder despótico” concentrado en el Estado. Son estos los planteamientos que usó Palerm para proponer una visión de la configuración política de Mesoamérica, como lo escribió en varios de sus textos (Palerm, 1952, 1955, 1990).

 

En 1971, David Kaplan y Robert Manners desarrollaron un seminario teórico en la Escuela de Graduados de la Universidad Iberoamericana, dirigida por Ángel Palerm. Usaron como texto básico una antología preparada por ellos mismos, “Theory in Anthropology” (1970), insistiendo en la aplicación del método de la ecología-cultural y su asociación con el evolucionismo multilineal, apegándose a los enfoques de su mentor, Julian Steward. Introdujeron el análisis del libro dirigido por Steward, “The people of Puerto Rico” (1956), enfatizando la discusión de los conceptos de “niveles de integración” y “niveles de articulación”, propuestos por el propio Steward (Steward, 2014; Fábregas, 2014a). Kaplan participó en el grupo de investigación que Steward dirigió en Puerto Rico entre quienes se encontraban Sydney Mintz y Eric Wolf, y del que Jhon Murra fungió como director de trabajo de campo. Murra mismo aplicó el método de la ecología-cultural en sus trabajos en el Perú, logrando un reconocimiento amplio por sus resultados (Murra, 1977). Es a esta escuela antropológica a la que pertenecieron Ángel Palerm y Eric Wolf, quienes insistieron en el enlace con los planteamientos de Marx, de donde proviene el punto de vista que he empleado en mis propios análisis, en el contexto de una ecología-cultural política. El complemento de las orientaciones teóricas que he empleado se encuentra en las enseñanzas de Guillermo Bonfil para elaborar una etnografía crítica basada en el trabajo de campo detallado y los enfoques teóricos de Lawrence Krader, claramente marxistas. En resumen: mi punto de vista se forjó a través de la lectura de las teorías de la antropología, pero bajo la influencia directa de Ángel Palerm, Guillermo Bonfil y Lawrence Krader.

 

 

Resultados

 

Un modelo relacional para el análisis de las relaciones patrón-cliente

 

En el contexto de los estudios antropológicos de las regiones, el análisis de la configuración del poder exige establecer estrategias de investigación que faciliten discernir los contextos locales del poder y pasar al examen de sus articulaciones en un ámbito nacional. En este sentido, la obtención de la información implica la observación en el trabajo de campo y también los recorridos para observar el paisaje y el medioambiente en general, incluyendo, por supuesto, los patrones de asentamiento, los tipos de cultivos y, en general, la disposición de una ecología-cultural concreta, además de la conversación con protagonistas y miembros de las redes de poder. Este principio de método se elabora dentro de una visión integral de la antropología, vinculada a realidades concretas, a la forja de culturas y sociedades específicas, de cuyo análisis se obtiene el respaldo para la reflexión teórica. En este planteamiento es básico relacionar lo específico con lo general. De esta manera, la investigación empírica de la configuración del poder a nivel local se inicia con la observación del medioambiente y las estrategias hegemónicas de su manejo. La relación entre el poder, los recursos básicos del medioambiente y las estrategias para su manejo y uso se establecen planteando la pregunta ¿cómo y quién o quiénes controlan el acceso a los recursos básicos de una sociedad? En regiones como las de Jalapa-Coatepec o los Altos de Jalisco en México, tal control se ejerce desde formas de organización en las que el parentesco-real o ficticio-y las lealtades son el sostén de una red clientelar ego centrada. De acuerdo con la información obtenida a través del análisis de las redes de parentesco y de amistad, en estas formas locales, los grupos clientelares ego centrados se configuran desde los ámbitos más elementales (las rancherías, los pequeños poblados, los caseríos) hasta alcanzar los regionales, concretizados en poblaciones que fungen como cabeceras municipales (caso de Coatepec en Veracruz o de Jalostotitlán en los Altos de Jalisco) que a su vez son centros rectores, para usar la terminología de Gonzalo Aguirre Beltrán (1991). En estos últimos, quienes controlan el acceso a los recursos básicos, incluyendo la tecnología y los medios de producción aplicados en las estrategias de manejo del medioambiente, suelen no acaparar directamente los puestos de la administración pública. Este rol lo ejercen los liderazgos intermedios, emanados de los grupos que se profesionalizan en el ejercicio de la administración pública. Este tipo de líderes intermedios se localiza desde las agencias municipales hasta las autoridades comunales o ejidales, en los sindicatos o en los partidos políticos, o cualquier otra organización local. Es este liderazgo intermedio el especializado en ejercer la administración pública, apoyado en redes clientelares cuya complejidad está en relación con el ámbito concreto de que se trate. En otras palabras, se trata de grupos clientelares ego centrados cuyas relaciones se establecen a través de intercambios entre el líder (“la cabeza”) y su séquito. En el nivel micro, estas formas se inician con las relaciones diádicas que tejen la composición de los grupos clientelares. Estos, a su vez, rehacen la configuración del poder a través de un entramado de relaciones entre la población en general y quienes ejercen directamente el poder. La solidez de estas configuraciones, su estabilidad y continuidad, está asentada en la capacidad de control de un individuo que reúne un conjunto de lealtades susceptibles de ser canalizadas en acciones concretas hacia los intermediarios y hacia los detentadores cupulares del poder. El intermediario es el centro de convergencia de una serie de relaciones frente a otros intermediarios, lo que posibilita las alianzas y la formación de un nivel de integración cupular, desde donde se ejerce el poder.

 

En el nivel macro, las configuraciones regionales de grupos clientelares ego centrados están vinculados mediante el desempeño de roles políticos concretos, relacionados entre sí con respecto al estado local y con respecto al Estado Nacional, tanto en su especificidad local como en su generalización nacional. La red de relaciones genera una intensa actividad política, transformando a las redes clientelares en conjuntos de acción, siguiendo la terminología propuesta por Sigfried Nadel (1957). Para trazar la relación entre lo micro y lo macro en el análisis del poder, propongo las categorías de clase y rol que posibilitan la comprensión de la acción política pluriclasista en una formación de poder hegemonizada por intereses cupulares. La integración de clase exige homogeneidad en la situación de sus miembros, justo lo que distingue a una clase social de otra. La categoría de rol permite el examen de las relaciones pluriclasistas y sus interrelaciones conexas. Más aún, facilita la comprensión de realidades, como la mexicana en particular o la de algunos países latinoamericanos, en donde estas redes clientelares han sido estudiadas (Cerdas, 2014; Pfoh, 2005), en las que los dichos grupos clientelares ego centrados se configuran desde procedencias clasistas diversas y contradictorias, que logran su inserción en las esferas del poder solo en miembros de uno de esos grupos en concreto. La configuración de los grupos clientelares ego centrados explica el perfil vario clasista de los partidos políticos en México, situando a las interconexiones de los roles en el centro de la organización del poder. Desde la perspectiva del análisis micro/macro, la relación entre las fuentes del poder y la permanencia o movilidad de los individuos en la configuración política son aspectos necesarios de comprender para estar en capacidad de explicar sus procesos de cambio y de continuidad. Me fue posible llegar a esta conclusión al observar cómo se constituyen los llamados “equipos de trabajo” a nivel de presidencias municipales o de gobernador del estado, tanto en Veracruz como en Jalisco, en donde se otorga prioridad en la ocupación de los cargos en la administración pública, a los seguidores de las cabezas de los grupos hegemónicos. En el caso de las “cabezas” de grupos clientelares en el nivel micro (“hombres fuertes” locales, caciques), es su control al acceso de los recursos básicos con los que cuenta la sociedad local lo que les permite ocupar ese rol por tiempo indefinido. Estas “cabezas” transforman a su red de relaciones en clientela política al dirigir sus preferencias de apoyo hacia otros grupos con los que se establecen alianzas. A nivel macro, los que fungen como intermediarios entre el poder regional y el Estado Nacional (desde el Gobernador del estado hasta los diputados locales y federales, sin excluir a los senadores) permanecen desempeñando ese rol en la medida en que son eficaces como enlaces entre ambos niveles.

 

Al confluir las configuraciones políticas micro/macro e introducirse al interior de la administración pública, el funcionamiento de esta tiende a privilegiar la lealtad a las redes, arreglos y equilibrios establecidos entre los grupos clientelares. Así, la respuesta de la administración pública a las demandas de la población, tanto en el ámbito micro como en el macro, tiende a integrarse de acuerdo con los intereses y las lealtades emanadas de los grupos clientelares en el ejercicio del poder. La consecuencia de esta actuación concreta de las configuraciones políticas es que la administración pública asigna los recursos o toma las decisiones siguiendo las redes interpersonales y los intereses políticos de esas redes, más que atendiendo a criterios del “bien general”. En este tipo de configuraciones políticas características en México, el administrador eficiente es, al mismo tiempo, un estratega político porque maneja responsabilidades jerárquicamente delegadas, de acuerdo con la posición de los grupos clientelares, al mismo tiempo que debe atender los reclamos ciudadanos. El principio básico de los grupos clientelares de “fortalecer a la cabeza” adquiere plena vigencia porque el administrador público, en cualquier posición en la que esté colocado, tomará decisiones orientadas a consolidar a la persona quien es el centro del grupo; sea esta parte o no de la administración pública. Este tipo de configuración de los grupos clientelares característicos del quehacer político en México explica el nulo compromiso del “político profesional” con una ideología concreta, pues su preocupación es conservar la lealtad a la cabeza del grupo clientelar al que pertenece. Así mismo, esta característica de la configuración política explica la intercambiabilidad de los roles que una persona ejerce en la administración pública mexicana, pues no es su capacidad para desempeñar tal o cual función lo que cuenta, sino su habilidad para cumplir con las decisiones de la cabeza del grupo al que apoya y su lealtad a este. En México en particular y en América Latina en general (con sus variantes y matices), la configuración de los grupos de poder basada en el clientelismo le otorga características específicas al poder local y regional, sintetizados en grupos cupulares. De esta manera, por lo menos en el caso mexicano, sociedad y política se entrelazan a través de las redes clientelares ego centradas, otorgándole a la configuración del poder una notable complejidad al mismo tiempo que la dota con una amplia capacidad para absorber tensiones y generar una inercia conservadora que coloca al personalismo como un factor clave en la lucha por el poder y en su ejercicio.

 

En México, y quizá en otros países latinoamericanos, desde la configuración de los Estados Nacionales, la centralización del poder ocurre por intermedio de los grupos clientelares (Pfoh, 2005; Rouquié, 2004). Son estos los que enlazan los niveles micro/macro, atraviesan las relaciones de clase, étnicas y comunales, estableciendo vinculaciones entre quienes controlan el proceso de toma de decisiones. La configuración de poder realmente existente penetra en la administración pública y vincula a la sociedad con el poder en un país como México, surgido de una matriz colonial. Un resultado de la conjunción de todos estos factores, en el caso mexicano, al menos en forma hipotética, es la separación entre el modelo de país delineado en la Constitución Política y las realidades de la configuración del poder. El análisis regional dimensiona estas características permitiendo una reconstrucción de la vida política, de la lucha entre intereses divergentes y contradictorios, para controlar el acceso y el uso de los recursos básicos con los que cuenta el país (Fábregas, 2011-2012).

 

 

A manera de conclusiones

 

La pertinencia y la importancia del análisis del poder en un ámbito regional radican en el discernimiento de las bases empíricas del ejercicio de este y el lugar que en ello ocupa la relación entre los niveles micro y macro. En la ecología cultural desarrollada en contextos de economía política, el poder está vinculado al control del acceso a los recursos básicos con los que cuenta una comunidad humana. La observación de este factor, es decir, el control del acceso a los recursos básicos de una sociedad como la fuente de la capacidad del poder, es el inicio del análisis micro para descubrir las redes clientelares y la configuración de los grupos clientelares ego centrados. La localidad y la regionalidad son los ámbitos desde donde se establecen los mecanismos del control político a nivel micro/macro. Una característica de los grupos clientelares a los que me he referido es que no tienen existencia institucional y, por lo tanto, carecen de personalidad jurídica. Actúan en la “informalidad”, pero son los protagonistas de las luchas por el poder. Diría Eric Wolf (2001) que las sociedades concretas establecen las interconexiones desde sus propias historias y asentadas en las bases estructurales forjadas en el transcurso de esas historias. En el caso mexicano, la vinculación entre los ámbitos micro/macro en el análisis del poder revela las interdependencias entre la región y la sociedad global. Esas interdependencias influyen en los procesos políticos tradicionales y, como lo muestra el caso mexicano, impulsan los reordenamientos de los grupos clientelares ego-centrados. La exploración de estas mismas interdependencias permite discernir el funcionamiento de un estado nacional como el mexicano, en el contexto de América Latina y del mundo actual, además de exhibir las crisis que lo atraviesan. La antropología holística no solo plantea el análisis desde la ecología cultural apoyada en el trabajo de campo, la elaboración de la etnografía, sino en el examen de la configuración de las redes clientelares en torno al control de los recursos que resultan básicos a una sociedad para generar su desarrollo. La antropología holística, lejos de plantear una clara separación entre los aspectos políticos y la vida social en general, ofrece una perspectiva para comprender al entramado político, estado y sociedad incluidos. Más aún, los intereses locales y los regionales, más la fuerza subjetiva del interés personal, son potencialmente la fuente del faccionalismo político y de la fragmentación, características presentes en las sociedades de América Latina, como lo ejemplifica el caso mexicano.

 

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Cuadernos de Antropología

Julio-Diciembre 2018, 28(2)

DOI: 10.15517/cat.v28i2.34171

Recibido: 18/09/2017 / Aceptado: 26/06/2018

 

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas, Escuela de Antropología, Universidad de Costa Rica

ISSN 2215-356X

 

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