Producción e intercambio de jade en las Tierras Bajas Mayas
Chloé Andrieu
Maison de l’Archéologie et de l’Ethnologie, Archéologie des Amériques, CNRS, 21 Allée de l’Université, 92023 Nanterre-cedex, Francia
Resumen: El valor y significado simbólico del jade en Mesoamérica así como su papel central en la política y el ritual ha sido el enfoque de muchos estudios. En este artículo, a través del re-análisis tecnológico del material del taller de Cancuén mostramos que los artesanos de este sitio del Clásico Tardío no producían objetos terminados ni semi-terminados, sino que sólo se encargaban de las primeras etapas de producción: la selección de las mejores partes de los bloques y, en menor proporción, la fabricación de unas preformas de forma cuadrangular y circular. Este trabajo permite decir que estas preformas no estaban listas para ser pulidas y los desechos correspondientes a estas etapas están ausentes en el resto del sitio. La comparación entre el material del taller y el del resto del sitio permite mostrar que Cancuén exportaba estas preformas hacia otros sitios. Este dato corresponde con el tipo de desechos de jade que se encuentran en ciertos sitios consumidores de las tierras bajas, y me permite proponer un modelo, donde ciertos sitios productores exportaban preformas que luego eran retrabajadas por artesanos de ciertos sitios consumidores. De manera interesante, esta organización de los intercambios es bastante similar a la que parecen haber tenido los mexicas en el Postclásico.
Palabras claves: jade; maya; Periodo Clásico; análisis tecnológico; intercambios; Cancuén.
Jade production and interchange at the Maya Lowlands
Abstract: The value and social significance of jade in Mesoamerica as well as its central place in the ritual and politics of the Classic period has been the object of a broad range of studies. In this paper I present the technological reanalysis of the Cancuen jade workshop, showing that the craftspeople from this Late Classic site did not produce finish objects, but rather that they only focused on the production of raw preforms. My study shows that these preforms were not ready to be polished and that the production debris corresponding to later stages of production are also lacking in the rest of the site. The quantitative comparison between the material from the workshop and that from the rest of the site enables me to show that Cancuen exported such preforms towards other sites. Such data corresponds to the type of production debris found in certain consuming sites in the Maya Lowlands, and enables me to suggest a model where production sites such as Cancuen probably exported shaped preforms to consumer sites, which then worked them the way they wanted according to their own lapidary tradition. Interestingly, This system is fairly similar to the one that was in use in the Mexica empire during the Post-Classic period.
Keywords: jade; Maya, Classic Period; technological analisis; exchanges; Cancuen.
Introducción1
El jade es claramente una de las materias más valoradas en el área Maya (Durán, 1984; Freidel, 1993; Taube, 2005), sin embargo, se sabe muy poco sobre su contexto de abastecimiento y de producción durante el Periodo Clásico (250-950 d.C.), desde los yacimientos del río Motagua, en las Tierras Altas, hacia las Tierras Bajas Mayas (Hammond et al., 1977). Gracias a las investigaciones actuales en el valle del Motagua se conocen más y más fuentes de jade, así como más talleres, los cuales en su totalidad están ubicados cerca de las fuentes de la materia prima (Rochette, 2009; Taube, Hruby y Romero, 2005). Por el contrario, en las Tierras Bajas, donde casi no se ha encontrado desechos de producción en jade, éste era importado en parte para ser depositado en las tumbas más prestigiosas y mayormente bajo la forma de objetos ya acabados, como cuentas o placas para conformar las mascaras funerarias (Andrieu et al., 2011; Andrieu, Rodas y Luin, 2014).
Aunque queda mucho por entender sobre la manera con la cual era producida e intercambiada esta materia en la época Clásica (250-950 d.C.), se presenta un sistema de producción que parece lógico dado el peso del jade. La abundancia de talleres cerca de los yacimientos del Motagua (Taube et al., 2005), podría indicar la existencia de un sistema de producción en el cual los talleres que se encontraban ubicados cerca de las fuentes de extracción de la materia prima intercambiaban los objetos ya hechos hasta los sitios de las Tierras Bajas (Rochette, 2009).
Sin embargo, el descubrimiento a principio de los años 2000 de los talleres de jade en el sitio de Cancuén (Demarest y Barrientos, 2002; Kovacevich y Pereira, 2002) localizado a más de 150 km de las fuentes del Motagua es un hallazgo importante que cambió radicalmente esta perspectiva, ya que es el único taller de jade encontrado hasta la fecha en las Tierras Bajas Mayas.
Cancuén se encuentra ubicado entre las Tierras Bajas y Altas de Guatemala (Barrientos, Demarest, Luin, Quintanilla y Mencos, 2006; Barrientos y Demarest, 2007; Demarest, 2012, 2013; Demarest et al., 2014; Demarest y Barrientos, 2003, 2004; Martínez, Demarest, Andrieu, Torres y Forné, 2017), en un lugar estratégico para el control de los intercambios entre estas dos regiones. Se localiza en la cabecera de navegación del río La Pasión, y constituye uno de los lugares de tránsito obligados para el viajero que viene desde el Altiplano y que quiera llegar a las Tierras Bajas (Demarest et al., 2014). Se considera que su gobernante Taj Chan Ahk, durante su reinado (760 y 800 d.C.), aprovechó esta situación estratégica para llevar a la ciudad hacia su apogeo económico y político (Demarest, 2013; Martínez et al., 2017).
Por su parte, el taller de jade ubicado en la parte norte del sitio, fue excavado en 2001 y 2002 por el equipo del Proyecto Regional Cancuén y analizado por primera vez por Kovacevich en el marco de su tesis, enfocada en la organización de los intercambios líticos en el sitio (Kovacevich, 2006). Este primer estudio mostró que dicho taller estaba involucrado principalmente en las primeras etapas de producción. La presencia de dos pulidores de orejeras en contextos de élite, le hizo proponer que existía una división del trabajo del jade entre los miembros de la élite y de la no-élite (Kovacevich, 2006, 2007). Mientras los primeros se encargaban de las primeras fases del proceso de manufactura, los segundos se ocupaban de las últimas.
Sin embargo, este estudio no se enfocó en correlacionar los artefactos acabados encontrados en Cancuén con los desechos de talla del taller, así como tampoco se interesó en la distribución espacial de los desechos en el sitio, los cuales fueron estudiados juntos sin tomar en cuenta su contexto de descubrimiento (Kovacevich, 2006, 2007). Por lo tanto, aún quedaron por responder preguntas importantes, tales como la forma mediante la cual Cancuén se integraba en el sistema de intercambio de jade en el área Maya, la manera en la que la materia prima llegaba al sitio, si todos los artefactos de jade encontrados fueron fabricados localmente, si es posible distinguir diferentes redes de intercambio en función del tipo de artefacto, o si existieron exportaciones desde Cancuén hacia otros sitios. Para responder a estas interrogantes se debió reanalizar este contexto, único en las Tierras Bajas Mayas, incluyendo además las colecciones de jade de las excavaciones realizadas desde 2004 a 2014 (Andrieu et al., 2014).
Un taller de jade en una vivienda modesta
Este taller consiste en un grupo residencial relativamente modesto ubicado en el norte del sitio (Figura 1), los desechos de talla fueron encontrado en el espacio exterior de tres estructuras habitacionales construidas de material perecedero. La mayor parte de los desechos de talla provenían de un basurero localizado detrás de estos montículos, el cual estaba además asociado a grandes cantidades de material cerámico, pedernal y obsidiana. Dicho contexto fue trabajado por Kovacevich y Pereira mediante distintas unidades de excavación, con dimensiones de 2 x 2 m a 3 x 1 m (Kovacevich, 2011; Kovacevich y Pereira, 2003a).
La presencia de grandes cantidades de desecho de jade en una estructura residencial modesta genera muchas interrogantes en cuanto a la división espacial del trabajo, las áreas de actividades y la manera con la cual los diferentes lugares eran utilizados para trabajar el jade. Al reanalizar el material, se retomó cada pieza, que por suerte había sido marcada, para volver a ubicar su distribución espacial (Figura 1) (ver Andrieu et al., 2014). En total se contó con 3606 piezas asociadas al taller, lo que representé 60 kg, encontrados en 108 unidades (lotes) excavadas. Con base en este nuevo estudio, se identificó que de manera general, los fragmentos de jade se encontraban distribuidos uniformemente, a excepción de tres concentraciones mayores donde se registró el 40% de los desechos. Posteriormente, se trató de corroborar si éstas eran contemporáneas entre si: al reanalizar todos los materiales que las conformaban, se encontraron tanto fragmentos tanto de jade como de cerámica que relacionaban estos basureros, por lo que se pudo confirmar que estas tres concentraciones fueron contemporáneas. El análisis de la cerámica realizado por Melanie Forné y Paola Torres indicó que fechan del final del siglo VIII, probablemente entre 780 y 800 d.C. (Torres, Saravia, Saravia y Tuyuc, 2013).
Por otra parte, a pesar de que también se han encontrado desechos de jade fuera de dicho contexto, esto representa una cantidad muy reducida puesto que de los 3725 fragmentos recolectados desde 1999, el 97% provienen de este taller. Caso contrario, sucede con los 262 objetos acabados encontrados en el sitio, de los cuales solo el 8% fue recuperado de esta zona de actividad, lo cual es lógico para un área de talla, donde por definición, no se deberían de encontrar los objetos acabados (Clark, 1997).
Metodología: el análisis tecnológico del jade
Resulta difícil analizar el jade proveniente de Cancuén, ya que la mayoría del material consiste en desechos de percusión, particularmente difíciles de leer a nivel tecnológico. En efecto, debido a que la jadeíta no es una materia homogénea no produce fracturas concoideas, y por lo tanto éstas no se pueden controlar (Rands, 1965), además cabe mencionar que el jade no puede ser trabajado por percusión, salvo en las primeras etapas. Para tratar, aún así, de determinar en qué tipo de producción estaba involucrado este taller de jade, se decidió proceder de manera inversa, es decir, empezar por analizar los artefactos acabados encontrados en Cancuén, y con base en éstos, determinar el tipo de desechos que se debería de encontrar por artefacto, si fuese producido localmente.
Los artefactos acabados encontrados en Cancuén
Se distinguieron varias categorías dentro de los artefactos acabados:
Las hachas: esta categoría de artefactos reúne una gran variedad de formas y colores. Su producción deja desechos muy reconocibles, ya estudiados por medios experimentales, los cuales corresponden a lascas largas relativamente delgadas e identificables por su forma extendida (Pétrequin, Pétrequin, Errera, Cassen y Croutsh, 2006; Taube et al., 2005).
Las cuentas: las cuentas encontradas en el sitio también presentan una gran variedad de morfologías, colores y tamaños. Se diferencian cuatro categorías: las pequeñas redondas, las grandes redondas, las cuadrangulares y las tubulares. Su proceso de producción era distinto en función de su tamaño y forma: las pequeñas redondas fueron el resultado de un proceso relativamente simple, pueden haber sido procesadas por percusión de una pequeña preforma, que luego fue pulida y perforada (Hirth, Serra, Lazcano y DeLeón, 2009; Rochette, 2009). La fabricación de las cuentas globulares y cuadrangulares tomaba más tiempo: siempre con base en una preforma hecha por percusión, ésta luego era desgastada, perforada y pulida. El tamaño de la perforación, así como las microhuellas en su interior, indican que eran producidas probablemente con una broca de madera dura (Thouvenot, 1982). Esta etapa de fabricación deja desechos de producción secundarios que pudieron haber servido para la manufactura de las cuentas tubulares. Estas últimas también presentan diferentes cualidades de color y de materia prima, lo que podrían indicar que proceden de distintas redes de producción.
Las orejeras: son mucho más escasas (n=16), y de las cuales solo se cuentan con 7 completas. Dentro de ellas se distinguen 4 categorías: delgadas redondas, pequeñas redondas, triangular y una particularmente grande que fue encontrada en un depósito en el Palacio del sitio.
El proceso de producción para las pequeñas redondas era probablemente simple: una placa era desgastada por moción2 en un desgastador circular, lo cual esta confirmado por el hecho de que estas piezas cuentan con una forma perfectamente circular. Las orejeras más grandes resultaban de un proceso más complicado, ya que implicaban que se cortara una preforma, para producir la parte saliente (Figura 2B). Se conoce que esta parte saliente era fabricada por corte y no por moción, ya que no es perfectamente circular, lo que hubiera sido el caso si fuese producida por desgaste (Figura 2D). La producción de estos artefactos dejaría desechos de talla reconocibles, cortados en varias caras (Figura 2B). Cabe señalar que en Cancuén, se encontraron 3 pulidores de orejeras (Figura 2C), los cuales presentan negativos de ejemplares de diferentes tamaños, cuyas formas corresponden a la producción de orejeras circulares. Sin embargo, contrariamente a los pulidores encontrados en Kaminaljuyu por ejemplo, estos artefactos fueron hechos en caliza, lo cual indica que no pudieron haber sido usados para dar la forma a las orejeras, en cambio, solo se utilizaron en la última etapa de fabricación de estos objetos. Estos pulidores no se encontraron asociados al taller, sino más bien dentro del relleno constructivo de estructuras de élite (Andrieu, Forné y Demarest, 2012; Andrieu et al., 2014; Barrientos, Larios y Luin, 2004; Jackson, 2003; Kovacevich, 2006, 2007), es por ello que bien pudieron provenir de otras estructuras. Por lo tanto, su contexto no permite relacionar estos artefactos con el lugar de uso. La presencia de estos pulidores implica que algunas orejeras eran acabadas en Cancuén, pero probablemente no en el taller mismo, por lo que el problema sigue siendo que ninguna de las etapas intermedias se logró identificar en el sitio.
Figurillas o pendientes: Estos artefactos (n=12), mucho más elaborados que los anteriores, presentan una variabilidad morfológica mayor en comparación con el resto del material, ya que cada pieza es única. Asimismo, la calidad del trabajo en cada ejemplar es muy alta, así como el estilo iconográfico (Figura 3): mientras que ciertos artefactos tienen un estilo muy geométrico, otros tienen una fluidez más grande. Esta variedad de estilo, materia prima, color, forma y técnica, indica probablemente que dichos artefactos provienen de distintos productores y quizás de distintos talleres. Por lo tanto no se puede considerar que todos fueron producidos en el taller de Cancuén, la diversidad de estilos y materias primas indican que la mayoría llegaron ya hechos al sitio.
Parámetros para reanalizar el taller
Esta revisión de los objetos acabados permitió tener una idea más clara del tipo de desecho que deberíamos encontrar, si todos hubieran sido producidos en Cancuén. A partir de estos elementos, se pudo determinar que los parámetros relevantes para estudiar y entender los desechos del taller son: el color, la presencia de huellas de corte, la presencia de caras cortadas y el número de caras cortadas, su dimensión, la cantidad de marcas de percusión, el peso, la presencia de desgaste, de pulido, de perforación, y la calidad de la materia.
Reanálisis del taller
La mayoría de los desechos del taller miden entre 1 y 4 cm (Cuadro 1), no obstante, algunos bloques miden más de 15 cm de largo y 10 cm de ancho. Solamente 173 fragmentos presentan restos de corteza, indicando que una primera fase de trabajo era hecha en los yacimientos mismos. Sin embargo, cabe subrayar que el 63% del material presentaba veta de albita, sobre más del 50% de una cara, lo cual indica que la selección de la calidad de la materia prima no se hizo en las canteras, sino en el taller mismo (Andrieu et al., 2012, 2014). Todos los bloques fueron trabajados siguiendo las vetas de albita, probablemente con el fin de retirarlas.
Ciertos desechos presentan huellas de haber sido aserrados con hilo. Esta etapa es muy larga, experimentos realizados mostraron que con dicho proceso se requieren hasta más de 40 horas para aserrar un bloque de 20 x 9 x 9 cm, dependiendo del tipo de abrasivo elegido (Pétrequin, Bontemps, Buthod-Ruffier y Le Maux, 2013). El material utilizado para serrar era un hilo o ligamento que se usó de un lado y luego del otro, como lo muestra la forma elipsoidal del negativo sobresaliente presente en el centro de cada una de estas caras (Rands, 1965) (Figura 4). Otros fragmentos presentan huellas de percusión para darles una morfología circular. Se contaron 69 de estas posibles preformas (Figura 2A), cuyo formato corresponde al tamaño de las cuentas o de las orejeras circulares. Sin embargo, para ser artefactos acabados, estas preformas requieren aún mucho trabajo y tendrían que ser cortadas sobre varias caras, en el caso de que sean usadas para hacer orejeras (Figura 2B), o de ser perforadas en el caso de que sean utilizadas para elaborar cuentas. Sin embargo, los desechos que corresponderían a estas últimas etapas están claramente ausentes, solo se encontraron 6 fragmentos pertenecientes al corte de las posibles preformas (Cuadro 1), mientras que solamente otros 12 fragmentos tenían más de 3 caras cortadas, lo que representa menos del 0,3% de la colección del taller. Para terminar, solo una cuenta parcialmente perforada fue encontrada, y ninguna cuenta quebrada en curso de fabricación fue registrada dentro de toda la colección.
Elementos faltantes en el taller
La presencia de estas preformas circulares indica que el taller estaba produciendo cuentas y preformas de orejeras. Por definición, el objeto acabado debería de ser muy escaso en los contextos de taller, mucho más que los desechos (Clark, 1986, 1997), así que la falta de cuentas y orejeras acabadas es normal. Sin embargo, en ambos casos, importantes etapas correspondientes a estas producciones se encuentran ausentes: la colección del taller no presenta ninguna cuenta quebrada en curso de fabricación, ni desecho de corte de las orejeras, es decir pequeños fragmentos aserrados con hilo o ligamiento sobre varias caras (Cuadro 1). Esto indicaría que el taller estaba involucrado solamente en la producción de preformas de cuentas y de orejeras a las cuales les faltaba aún mucho trabajo.
La ausencia de desechos asociados a la producción de hachas, indica que este taller no las producía. De hecho, el color de las hachas encontradas en Cancuén es distinto al de los desecho en esta área de talla (Andrieu et al., 2011, 2014), lo cual confirma que no fueron fabricadas localmente. En otro respecto, la diversidad de materias primas (Andrieu et al., 2011), estilos, colores, tipos iconográficos, así como de técnicas de manufactura en los pendientes indica que éstos vienen de talleres distintos y que tampoco fueron producidas en este taller.
De esta manera, al reanalizar este material, se pudo demostrar que este taller no solo estaba involucrado en las primeras etapas de producción de artefactos de jade, sino también precisar qué tipos de objetos se trabajaban y especificar cuáles etapas se llevaban a cabo en él. Este taller no solo estaba involucrado en la selección de materias primas por color y calidad (Andrieu et al., 2014), sino también producía preformas de cuentas y orejeras a las cuales les faltaba aún mucho trabajo para ser terminadas. La siguiente pregunta por lo tanto es: ¿dónde se llevaba a cabo el resto de las etapas de estas producciones?.
Otros contextos de descubrimiento de desecho de jade en el sitio
Tal como se indicó anteriormente, de los 3725 desechos de jade encontrados en Cancuén, 97% estaban concentrados en el taller, no obstante, 119 fragmentos y bloques del mismo material fueron encontrados en otros lugares del sitio. De manera interesante, estos fragmentos fueron registrados en una gran variedad de contextos distintos y siempre en pequeñas cantidades en diferentes estructuras (Andrieu et al., 2014). Una sola concentración fue hallada en la parte norte del sitio, con 57 fragmentos de jade depositados sobre las gradas de una estructura de élite que corresponde probablemente a un deposito ritual (Kovacevich y Pereira, 2003b). Salvo este contexto, no más de 13 fragmentos de desechos se hallaron concentrados juntos fuera del taller.
De manera más interesante aún, estos desechos no corresponden a una etapa más avanzada de producción que aquellas identificadas en el taller (Cuadro 2). De hecho, el 84 % de los desechos encontrados fuera de él son desecho de percusión. Por lo tanto, no podemos considerar que los habitantes de las demás estructuras estaban involucrados en las etapas faltantes de producción de cuentas y orejeras.
¿Una exportación de preformas?
Con más de 60 kg de bloques y de desechos, Cancuén parece haber tenido un muy fácil acceso a esta materia prima, aún cuando está ubicado a más de 150 km de las fuentes conocidas más cercanas. Sin embargo, incluso con esta abundancia, entre los 117 entierros que fueron excavados en el sitio, junto con un contexto de sacrificio con familias nobles (Suasnávar et al., 2007) (cabe señalar que en general los entierros representan los contextos donde más jade se encuentra), existe una gran desproporción entre las cantidades de desecho de producción de jade y la cantidad de artefactos acabados. En total solo se cuenta con 262 artefactos terminados en el sitio. Si consideramos que las hachas no eran producidas localmente, esto deja 184 artefactos que representan 4 kg de material, cantidad que es sumamente pequeña en comparación con los 60 kg registrados en el taller.
Este diferencial entre las cantidades de materia prima y los objetos terminados, indica probablemente que la mayoría de las producciones estaban destinadas a ser exportadas. La ausencia de cuentas sin perforación o de desecho de producción de las orejeras demostraría que la mayoría de lo que se exportaba hacia otros sitios de las Tierras Bajas eran preformas y no objetos acabados.
Esta hipótesis se corrobora con base en el hecho de que los desechos de jade son sumamente escasos en los sitios de las Tierras Bajas, no obstante, se han encontrado pulidores de orejeras de jade, no solamente en los sitios productores como Cancuén, o en los talleres de las Tierras Altas, sino también en una variedad de sitios de las Tierras Bajas. Por lo tanto, si solo se intercambiaban piezas completas, no habría razón de encontrar estos pulidores en cantidades tan frecuentes en estos otros sitios (Andrieu et al., 2014). Aunado a ésto, cabe subrayar que los pocos desechos de producción de jade que sí se han encontrado en las Tierras Bajas, corresponden exclusivamente a las últimas etapas de producción (aserrar con hilo o ligamento), es decir, exactamente aquella fase de fabricación que está ausente en Cancuén (Aldenderfer, 1991; Melgar, Solís y González, 2011).
Según esta hipótesis, la última etapa de producción de ciertos artefactos sería llevada a cabo en los sitios consumidores, por artesanos palaciegos por ejemplo, tal como lo sugiere el hecho de que la gran mayoría del desecho de jade encontrado en diferentes centros de las Tierras Bajas se encuentra en contexto de élite (Dominguez y Folan, 1999; Escobedo y Melendez, 2007; Melgar et al., 2011; Moholy-Nagy, 2008; Widmer, 2009). Esto indicaría un sistema en el cual ciertas ciudades consumidoras tenían sus propios artesanos palaciegos, quienes adquirían las preformas desde sitios como Cancuén o talleres localizados en las Tierras Altas, para luego terminarlas localmente.
De manera interesante, esta organización de los intercambios es bastante similar a la que parecen haber tenido los mexicas en el Postclásico. Sabemos que existían artesanos que trabajaban el jade dentro de los palacios mismos, quienes a pesar de beneficiarse de un estatus social muy alto, no tenían el derecho de cargar consigo objetos de jade (Brumfiel, 1987, 2008; Olko, 2005; Sahagun, 1975). El Códice Florentino indica que el jade era comprado en el mercado (Códice Florentino X, 16, pp. 60-61, traducido en Thouvenot [1982, traducido desde el francés por la autora]), o era recibido por parte de los nobles a través de las redes de tributo (Códice Florentino VIII, 20, pp. 73-74, en Thouvenot [1982]). Lo interesante es el hecho de que este texto náhuatl detalla los distintos tipos de jade que podían ser intercambiados por estos medios, describiéndolos con base a su forma: “jades grandes y redondos, muy verdes como tomates, jades como caña, jades delgados como quetzalchachihuitl, muy coloridos” (Códice Florentino IX, 4, pp. 18-19 traducido en Thouvenot [1982]). Las mismas referencias al jade intercambiado aparecen en la Matricula de Tributos, con una lista que enumera de manera muy precisa el tributo que cada ciudad tenia que pagar a la triple Alianza: el jade “Chalchihuitl” está también descrito por su forma “redondas, largas y elípticas” (Thouvenot 1982, p. 177). Estas tres formas no pueden corresponder a la morfología de las cuentas, ya que de ser así, los lapidarios mexicas no tendrían nada que hacer sino venderlas de nuevo. Esto implica que los artesanos también adquirían las preformas de jade, las cuales luego trabajaban, pulían y cortaban para transformarlas en lo que deseaban.
Esta hipótesis fue confirmada mediante un análisis hecho por Thouvenot, de todos los verbos asociados al trabajo del jade en los textos náhuatl (Thouvenot, 1982). En él demostró que de las 100 ocurrencias, de los 34 verbos relacionados con la acción de trabajar el jade, solo 4 tenían algo que ver con la percusión. El autor concluye que los artesanos palaciegos mexicas estaban más involucrados en la acción de serrar y pulir, implicando que recibían preformas ya preparadas que luego trabajaban en sus talleres (Thouvenot, 1982).
Este modelo funciona muy bien con los datos del taller de Cancuén, con una exportación de cuentas y preformas hacia sitios consumidores, quienes se encargaban de las últimas etapas de trabajo. Ahora pensando un poco en términos económicos, se debe subrayar que para los actores no tenían las mismas implicaciones intercambiar preformas y obras de arte como las figurillas. Mientras las últimas eran probablemente intercambiadas en el marco de relaciones de dones diplomáticos por ejemplo, las preformas son objetos mucho mas fáciles de co-modificar, están estandarizadas y pueden intercambiarse de un modo mucho más mundano. De la misma manera, la producción tanto de preformas como de artefactos acabados seguramente no implicaba las mismas obligaciones y no daban el mismo prestigio al artesano. Esto se evidencia con la diferencia de contextos entre el taller de Cancuén en una residencia modesta, y los desechos de jade o los pulidores de orejeras encontrados en palacios.
Conclusión
Esto no implica que todos los intercambios de jade se hacían de esta manera. La mayoría de los sitios probablemente adquirían sus ornamentos por redes de dones y contra dones entre miembros de la élite. En Cancuén mismo, a pesar de ser un sitio productor, también se adquiría jade por medio de otras redes de intercambio, ya que las hachas y las figurillas llegaban al sitio como objetos terminados. La exportación de preformas parece corresponder más que todo a la producción de ciertas cuentas y orejeras; y pocos eran los sitios de las Tierras Bajas quienes tenían artesanos lapidarios para poder trabajarlas, lo cual se muestra por la escasez de desechos y de pulidores de jade en las Tierras Bajas Mayas. Sin embargo, estos últimos años, la autora junto con Emiliano Melgar del Museo del Templo Mayor han desarrollado un análisis de las huellas de pulido de los artefactos de jade encontrados en dicha área. La idea era simple: si existía esta división espacial del trabajo, y que una parte del jade se intercambiaba como preformas para ser trabajado localmente en los sitios consumidores, debería encontrarse una variabilidad dentro de las técnicas de pulido de un sitio al otro, correspondiendo a distintas escuelas de artesanos palaciales. Este trabajo aún esta en proceso, sin embargo los primeros resultados permitieron confirmar estas diferentes tradiciones lapidarias (Melgar y Andrieu, 2016). Al registrarlas se llegará a un mejor entendimiento de estas complejas redes de producción e intercambio de la materia más valorada por los antiguos mayas.
Agradecimientos
Quisiera agradecer al Museo del Jade de Costa Rica, a la Dra. Silvia Salgado González y al XI Congreso de la Red Centroamericana de Antropología, a Sergio García, al CNRS, al Proyecto Cancuén, su director Arthur Demarest, y Paola Torres, su co-directora, a Ronald Bishop, así como a Divina Perla por la corrección del español.
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Enero-Junio 2019, 29(1)
Recibido: 01-06-2018 / Aceptado: 11-11-2018
Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas
Centro de Investigaciones Antropológicas, Escuela de Antropología, Universidad de Costa Rica
ISSN 2215-356X
1 Este artículo se deriva de la ponencia presentada en el simposio “Consideraciones recientes sobre la producción de jade en México, Centroamérica y el Caribe Insular”, organizado por Sergio García, Frederick Lange y Silvia Salgado y en el XI Congreso de la Red Centroamericana de Antropología, celebrado del 27 de febrero al 3 de marzo de 2017 en San José, Costa Rica. Este simposio se realizó con el apoyo del Museo del Jade, del Instituto Nacional de Seguros y de la Escuela de Antropología de la Univesidad de Costa Rica.
2 Huellas de perforación por giro