Richard Cooke: pasado, presente y futuro de la arqueología panameña
Tomás Mendizábal1* y Juan G. Martín2
1Patronato Panamá Viejo, Panamá, Panamá
2Museo MAPUKA - Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia
*Autor para contacto: tomas_mendizabal@yahoo.com
Resumen: Se presenta un recuento de la trayectoria profesional de Richard Cooke, quien llegó a Panamá en una época cuando se conformaba, por primera vez en la historia del país, un equipo pionero de especialistas dedicado al estudio científico de nuestro pasado profundo. A través de sus múltiples ejecutorias y publicaciones, su rigurosidad científica, el entrenamiento de decenas de jóvenes de todo el mundo compartiendo afablemente sus conocimientos, y su insistencia en la investigación arqueológica como una tarea interdisciplinaria, Richard Cooke ha dejado una huella indeleble en la arqueología de Panamá y de la región circundante. Es, sin lugar a duda, el padre de la arqueología panameña.
Palabras clave: Richard Cooke; arqueología; Panamá; interdisciplinariedad; mentor.
Richard Cooke: the past, present and future of Panamanian archaeology
Abstract: A summary of the professional trajectory of Richard Cooke is presented. Richard arrived in Panama at a period when for the first time a team of pioneering specialists was gathering to study our deep past. Through his multiple projects and numerous publications, his scientific rigor, the training of dozens of youths from all over the world sharing his knowledge, and his insistence on archaeology as an inter-disciplinary task, Richard Cooke has left an indelible mark in the development of the archaeology of Panama and the surrounding region. He is without a doubt the father of Panamanian archaeology.
Keywords: Richard Cooke; archaeology; Panama; inter-disciplinary; mentor.
Introducción1
En este artículo, tenemos el honor y la grata oportunidad de explicar cómo Richard Cooke ha influido no solamente en el desarrollo de la arqueología como disciplina científica en Panamá, sino también en cómo se construye la historia panameña y cómo los panameños nos vemos y podríamos vernos a nosotros mismos. Con sus casi 50 años de trayectoria en el país, las contribuciones de Richard han llegado a ser parte imprescindible de la recuperación y construcción de ese pasado y, por lo tanto, del presente y del futuro de la arqueología y la historia de Panamá. Para entrar en materia, primero repasaremos brevemente el contexto panameño en el que él se inserta, histórica y arqueológicamente hablando, para que se pueda dimensionar el aporte ofrecido por Richard y que perdurará en el futuro.
En Panamá se viene practicando arqueología científica desde hace relativamente poco, alrededor de la década de 1960 (Cooke y Sánchez, 2004; Mendizábal, 2003). Antes de eso, solamente existía el Museo Nacional, fundado en 1906, que no pasó de ser un gabinete de anticuario, una colección bastante variada, pero casi aleatoriamente exhibida de antigüedades precolombinas, sin mayor impacto en la construcción de la historia panameña o en cómo los istmeños se veían a sí mismos con respecto a los temas que consumían la atención nacional desde el nacimiento de la República en 1903: nuestro pasado colonial/español, y, sobre todo, el de la existencia de la Zona del Canal y la ocupación militar americana alrededor de la vía acuática. (De Gracia y Mendizábal, 2014)
Se puede decir, sin temor a exagerar, que la historia de la República de Panamá en el siglo XX gira alrededor del Canal y la lucha por recuperar ese patrimonio que fue entregado al gobierno americano a “perpetuidad”, en uno de los primeros actos oficiales del nuevo país. Fue la existencia de la Zona del Canal, un área de 5 millas a ambos lados de la vía acuática, que era considerada territorio americano, la que proporcionó al joven estado, sus gobiernos y su población, una razón de ser, un contrincante, un enemigo justificado, y a veces hasta un chivo expiatorio, alrededor del cual y versus al cual se podría construir no solamente una identidad nacional, sino todo un proyecto de nación, de reivindicación nacional, en gran parte fundamentado en la confrontación. Esta situación de ocupación constante, de racismo institucionalizado en la Zona, con su doble sistema salarial para blancos y todos los demás, la presencia inescapable de ese personal militar foráneo y su perenne injerencia en los asuntos nacionales, lo que generaba grandes tensiones con la población y el gobierno nacional (Pizzurno y Araúz, 1996). Esto produjo un movimiento popular-cultural de rechazo o repudio a la ocupación colonial, representado por el florecimiento de diversas expresiones artísticas como literatura, música, poesía, y producciones televisivas y radiales que giraban en torno a la reivindicación de lo panameño frente a la presencia americana en nuestro territorio.
Las tensiones entre Panamá y EE.UU. llegaron a su punto más álgido en la década de 1960, con manifestaciones públicas de descontento que fueron fuertemente reprimidas por el ejército invasor. Posteriormente, los militares que dieron el golpe de Estado en 1968 aprendieron cómo utilizar esta tensión como arma política y mecanismo de cohesión cultural, con un evidente sesgo populista y nacionalista. El mal llamado “proceso revolucionario”, eufemismo emanado de los cuarteles y con el que pretendían justificar la arbitrariedad de su gobierno, aprovechó el sentimiento antinorteamericano para sus propios fines y no en poca medida para desviar la atención de sus cada vez más flagrantes abusos a los derechos humanos de la población panameña (Pedreshi, 2004). Precisamente el mismo año del golpe, y en ese contexto histórico, es que arriba un joven e inquieto Richard Cooke a Panamá para hacer sus investigaciones de campo para su tesis doctoral, bajo la tutela de Warwick Bray.
Un poco antes de eso, en la década de 1960, en Panamá se estaban dando pasos para consolidar el desarrollo de una antropología académica con la llegada al país de dos panameñas formadas en el exterior: la Dra. Olga Linares y la Dra. Reina Torres de Araúz. Sin embargo, es Reina Torres quien destaca principalmente en la esfera pública panameña. Es así que, durante la década de 1970 y con el apoyo del gobierno, se crea el Instituto Nacional de Cultura y Deportes (Incude), y Torres logra abrirse su propio espacio creando la Dirección Nacional del Patrimonio Histórico (DNPH), y con ello la apertura de numerosos museos estatales, aún hoy existentes, de los que Richard Cooke participó como joven especialista, junto a un equipo selecto de profesionales nacionales y extranjeros.
Reina Torres (Figura 1) trajo una visión científica-antropológica al manejo del patrimonio, con una prolífica bibliografía, numerosas investigaciones y un discurso nacionalista que compaginaba muy bien con la lucha generacional panameña frente a la presencia norteamericana. Ella se convierte en la representante académica por excelencia de la cultura panameña, la portavoz de las ciencias humanísticas en Panamá y la persona clave con quien se debía contactar para cualquier tema que involucrara el patrimonio cultural. (Pereira y Segura, 1983)
Mientras tanto, alejados de las esferas pública y política, los jóvenes Olga Linares y Richard Cooke adelantaban intensas temporadas de campo en el país (Figura 2), articuladas a proyectos de investigación científica de alto nivel, encaminados a responder preguntas puntuales y fundamentales sobre el pasado profundo de los panameños. Era una verdadera arqueología científica, influenciada por la arqueología procesual, caracterizada por preguntas de investigación, que pronto comenzó a rendir frutos. Se puede decir, entonces, que, aunque fue una consumada científica, los logros de Reina Torres se fueron encaminando al ámbito institucional y público, creando las instituciones que hoy “rigen” el patrimonio cultural panameño y posicionando el tema con una relevancia de alcance nacional con su siembra de museos por todo el país. Sin embargo, su prematura muerte y la crisis política de la dictadura echaron por tierra gran parte de su labor, lo que llevó al declive de los museos creados por ella y que aún no logran recuperarse (De Gracia y Mendizábal, 2014). Con la muerte de Reina Torres, no es exagerado decir que, en cierto modo, Richard Cooke se convirtió paulatinamente en su relevo, llenando el vacío que primero ella y luego el Instituto Nacional de Cultura (INAC) en general fueron dejando.
Desde entonces, Richard se ha convertido en referencia obligada para quien se anime a adelantar un proyecto relacionado con el patrimonio arqueológico panameño y, en general, de la denominada Área Istmo-Colombiana. Comenzaban, así, a finales de los años 70 y principios de los años 80, las investigaciones que fueron estableciendo el orden en el conocimiento de la antigüedad del istmo, respondiendo al qué, cómo, cuándo, dónde, quién, y, sobre todo, al por qué. Richard y su equipo fueron explicando los procesos culturales del pasado, con enfoques deliberadamente interdisciplinarios que pudiesen responder las preguntas que no se habían hecho hasta ese momento, y generando nuevas interrogantes. Esas investigaciones junto a biólogos, palinólogos, zooarqueólogos, geólogos, antropólogos biológicos y sociales, lingüistas y genetistas fueron marcando la pauta de cómo se debe hacer arqueología a nivel mundial, una disciplina que no solamente genera respuestas, sino que también abre campo para más preguntas sobre nuestro pasado común. Las investigaciones de Richard Cooke han producido (y lo siguen haciendo con la misma pasión) una vasta colección bibliográfica que sería imposible citar aquí en su totalidad y que ejerce una fuerte influencia a nivel continental.
Lo que nos trae a su otro gran logro, al que también le ha dedicado largas horas de trabajo, el de entrenar a las próximas generaciones de arqueólogos panameños, incluso a aquellos más allá de las fronteras. Con su erudición, amabilidad, generosidad, amistad, y abultadísima bibliografía, todos los profesionales de la antropología o arqueología panameña hemos estado bajo su tutela y asesoría, recibiendo normalmente duras críticas, pero siempre constructivas y enriquecedoras. Con lo concerniente a su prolífica producción intelectual, generaciones enteras lo seguirán haciendo en el futuro, pues se consolidó como un referente de la arqueología regional (figuras 3 y 4). Es y será imposible escribir historia antigua de Panamá sin mencionar su obra. Este es su gran legado para la arqueología panameña: preparar al relevo generacional, no solo de Panamá, sino de la región circundante. Todos hoy trabajamos la arqueología del istmo con el enfoque y prácticas que Richard fue diseñando, preparando y concibiendo a largo de su carrera; como, por ejemplo, el de la importancia de realizar estudios arqueozoológicos o interdisciplinarios, las refinadas cronologías cerámicas, o la formulación de las 3 regiones o esferas de interacción cultural del istmo precolombino.
De igual forma, hay que mencionar su incansable y perenne apoyo a la débil institucionalidad cultural panameña. Cada vez que el INAC o la DNPH le solicitan ayuda, ahí se encuentra Richard Cooke aportando y asesorando desinteresadamente. Desde que Reina Torres inauguró el Museo del Hombre Panameño en 1976, ya estaba Richard ahí como parte del equipo de especialistas dedicado a abrir el mejor museo de la historia del país, un verdadero éxito eclipsado solamente por su catastrófico colapso a inicios del siglo XXI. Asimismo, Cooperó con publicaciones, investigaciones, fechamientos, y hasta con espacio para bodegas. La colección arqueológica de referencia que custodia Richard Cooke en sus laboratorios del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI por sus siglas en inglés) es la más valiosa del país: los artefactos todos proceden de excavaciones arqueológicas, contextualizadas, y la colección está ordenada, en condiciones ambientales óptimas y absolutamente consultable, en alto contraste con las del INAC, custodio natural, pero ineficiente. Ha sido un soporte irremplazable de nuestras entidades estatales y un incansable defensor del patrimonio arqueológico del país, llegando hasta el punto de lograr evitar la destrucción del importantísimo sitio precerámico conocido como el Abrigo de Aguadulce a manos del Ministerio de Obras Públicas, cuando pretendió ensanchar la carretera panamericana. Incluso en 2007, con un proyecto financiado por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, consiguió evitar la destrucción de varios sitios arqueológicos en el Archipiélago de las Perlas, concienciando a los promotores inmobiliarios del valor de estas evidencias para el país y la arqueología regional (Martín, 2016).
Regresando al tema con el que abrimos esta reseña, queremos terminar enfatizando que los aportes de Richard Cooke cobran gran relevancia hacia el futuro de Panamá. Los norteamericanos se fueron hace 18 años. El Canal es nuestro y hasta construimos uno nuevo junto al viejo. Toda la narrativa de la historia de Panamá alrededor de la presencia norteamericana en nuestro territorio se ha vuelto anacrónica y, aunque sirve para explicar en gran parte nuestra historia en el siglo XX, de poco sirve ese enfoque ahora ni en el futuro. De igual manera, la historiografía colonial de Panamá, que muchos aportes ha dado al conocimiento del pasado panameño, ha ignorado deliberadamente las contribuciones de las culturas nativas a este coctel genético diverso e indisoluble que es el Panamá actual.
Por el contrario, las lecciones aprendidas gracias a las investigaciones de Richard nos dan una perspectiva mucho más amplia y relevante de dónde nutrir futuras narrativas: la constatación arqueológica, lingüística y genética de la gran antigüedad de la población humana en este pedacito de tierra que hoy llamamos Panamá da fundamento a una historia nacional mucho más longeva, rica y compleja que aquella de la simple confrontación con los norteamericanos, o aquella otra historia que habla del istmo “transitista”, el cual enfoca solo los últimos 500 años de una historia que tiene más de 12000. Todavía en nuestras escuelas todo el período prehispánico se explica en dos párrafos y para los niños, Panamá comienza con la invasión española y Rodrigo de Bastidas. En vez de aprender historia en el último año de secundaria, nuestros jóvenes reciben la materia de “Relaciones de Panamá con los Estados Unidos”. La historia de Panamá necesita una nueva narrativa, en buena medida ya investigada, y que Richard nos ha brindado con el trabajo de toda una vida.
En cada publicación o intervención pública insiste en el tema de la gran longevidad de la ocupación humana de Panamá, que es mucho más que un puente terrestre o un sitio de paso, el cual ha sido un hogar permanente para la gente desde hace milenios. Además, con los más recientes datos genéticos obtenidos, gracias a la tenacidad de Richard, resulta que la inmensa mayoría de los panameños compartimos esa milenaria herencia en nuestros genes. Nos demuestra que sí se puede escribir una historia más interesante, inclusiva y alentadora, para darle a este Panamá un significado mucho más profundo y relevante que el de país creado para pasar barcos. Esa narrativa nunca fue suficiente ni satisfactoria, muchos lo intuimos así, y se manifiesta en las muchas disfunciones, contradicciones y tensiones sociales que se observan en el Panamá de hoy.
Richard nos ha servido la mesa con teorías, datos y hechos. Nuestro compromiso, como futuras generaciones de historiadores, antropólogos y arqueólogos, es ayudarlo a lograr que ese mensaje cale y permee en la sociedad, para crear esa masa crítica de jóvenes que aprendan a apreciar estas “nuevas” historias de Panamá.
Si Reina Torres de Araúz es considerada la madre de la antropología panameña, pues Richard Cooke es, sin duda, el padre de la arqueología de Panamá y de la nueva manera de ver nuestro pasado. Sus frutos e influencia estarán con nosotros por siempre y por eso le estamos inmensamente agradecidos.
Referencias bibliográficas
Cooke, R. G. y Sánchez, L. (2004). La Arqueología en Panamá (1888-2002). En Comisión Universitaria del Centenario de la República, Panamá: cien años de República (pp. 3-104). Panamá: Manfer, S.A.
De Gracia, G. y Mendizábal, T. (2014). Los museos estatales panameños: su situación actual. Canto Rodado, 9, 1-26.
Martín, J. G. (2016). Nuevos datos sobre la arqueología del archipiélago de Las Perlas, Panamá. Presentado en el Congreso de Antropología e Historia de Panamá 2016, Ciudad del Saber, Panamá.
Mendizábal, T. (2003). Un siglo de arqueología en Panamá. Revista Cultural Lotería (Edición Centenario), 450-451, 34-49.
Pedreshi, C. B. (2004). La dictadura militar. En A. Castillero (ed.), Historia general de Panamá (vol. III, tomo II, pp. 75-92). Panamá: Comité Nacional del Centenario de la República de Panamá.
Pereira, J. y Segura, R. (eds). (1983). Aproximación a la obra de Reina Torres de Araúz. Panamá: Impresora de La Nación.
Pizzurno, P. y Araúz, C. (1996). Estudios sobre el Panamá republicano (1903-1989). Panamá: Editorial Manfer, S.A.
STRI News. (2014). IN MEMORIAM Olga Linares (1936-2014). STRI News. Recuperado de http://stri-sites.si.edu/sites/strinews/PDFs/STRINews_Dec_5_2014.pdf
Julio-Diciembre 2019, 29(2)
Recibido: 15-02-2018 / Aceptado: 10-06-2018
Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas
Centro de Investigaciones Antropológicas, Escuela de Antropología, Universidad de Costa Rica
ISSN 2215-356X
1 Este artículo se deriva de la ponencia presentada en el simposio “Tras una herencia cultural milenaria: contribuciones de Richard Cooke a la arqueología del Área Istmo-Colombiana”, organizado por Luis A. Sánchez y Yajaira Núñez-Cortés en el XI Congreso de la Red Centroamericana de Antropología, celebrado del 27 de febrero al 3 de marzo de 2017 en San José, Costa Rica.