Arqueología histórica de Costa Rica: el caso de Ciudad del Lodo (C-361CL), evidencias materiales que prueban el primer asentamiento colonial en Cartago, Costa Rica

Floria Arrea

Universidad de Costa Rica, Escuela de Antropología, San José, Costa Rica

floria.arrea@ucr.ac.cr

Cuadernos de Antropología

Enero-Junio 2020, 30(1)

DOI: 10.15517/cat.v30i1.38369

Recibido: 16-12-2018 / Aceptado: 13-05-2019

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas, Universidad de Costa Rica

ISSN 2215-356X

Resumen: Carlos H. Aguilar P. ha sido pionero en distintos campos de la arqueología costarricense, uno de éstos, tal vez el menos conocido de su fructífera carrera, fue la arqueología histórica. En este documento me referiré específicamente a Ciudad del Lodo. Para esto se hizo una revisión documental que incluye un manuscrito o diario de campo del autor que se encuentra en los archivos del Laboratorio de Arqueología Carlos Humberto Aguilar Piedra (Lacap) de la Escuela de Antropología de la Universidad de Costa Rica, dos documentos, uno publicado por el Historiador Carlos Meléndez, y el otro por el archivista Miguel Angel Xirinach , la revisión de la Tesis de Licenciatura de María Calzada la cual trata sobre la ubicación de las ciudades coloniales en la parte central de nuestro país entre 1560 y 1660, literatura complementaria y el análisis de evidencias materiales que se encuentran en el Laboratorio de arqueología Carlos Humberto Aguilar Piedra. Se concluye en este trabajo la importancia de las investigaciones en arqueología histórica desde el momento de la incorporación de Aguilar a la Universidad de Costa Rica como docente e investigador y la conservación de estas y otras colecciones arqueológicas. Y se llega a la conclusión de que evidencias materiales nos permiten pensar que los materiales analizados nos muestran un contexto culinario donde además de actividades cotidianas, se manufacturaban tejas y que posiblemente data del siglo XVIII o XIX. Sin embargo y teniendo en cuenta los procesos transformacionales de tipo antrópico y naturales de los últimos 500 años, no podemos descartar que en este lugar existiera la Ciudad del Lodo, dada la presencia de un fragmento de Mayólica, que podría ser del tipo Sevilla Azul sobre Blanco que se ubica entre 1530 y 1650 d.C., y que estaría dentro del rango de ocupación de dicha ciudad.

Palabras clave: arqueología histórica; historia de la arqueología costarricense; historia de Costa Rica; ciudades coloniales; análisis tipológico; cerámica colonial.

Historical archeology of Costa Rica: The case of Ciudad del Lodo C-361CL, material evidences that prove the first colonial settlement in Cartago

Abstract: Carlos H. Aguilar P. has been a pioneer in different fields of Costa Rican archeology, one of these, perhaps the least known of his successful career, was historical archeology. In this essay I will specifically refer to Ciudad del Lodo. For this paper, was studied a manuscript or field diary of the author that is in the archives of the Carlos Humberto Aguilar Piedra Archeology Laboratory (Lacap), two papers, one published by the historian Carlos Meléndez, and the other by the archivist Miguel Angel Xirinach, the revision of the Licenciate Thesis of María Calzada which deals with the location of the colonial cities in the central part of our country, literature complementary and the analysis of material evidences that are in (Lacap). And as a conclusion that material evidence allows us to think that the materials analyzed show us a culinary context where, in addition to everyday activities from the eighteenth or nineteenth century. However, taking into account the anthropic and natural transformational processes of the last 500 years, we can not rule out that in this place there was the City of Lodo, given the presence of a Majolica fragment, which could be of the Sevilla Blue type. With a cronology of 1530 and 1650 AD, and that would be within the range of occupation of the city.

Keywords: Historical Archaeology; history of Costarrican archaeology; Costa Rica History; colonial cities; typological analysis; colonial ceramics.

Introducción

Carlos Aguilar Piedra se interesó en diversos campos de la arqueología costarricense, principalmente en las sociedades precolombinas; también se interesó en la arqueología histórica, principalmente de Cartago, su tierra natal, que fuera la capital colonial. En la década de 1950, la arqueología histórica se definía como “el estudio de los restos materiales del pasado remoto y reciente, en relación con la historia documental y la estratigrafía en que se los encuentra” o como una disciplina auxiliar de la historia (Hume, 1960 citado en Orser, 2000).

Se mencionarán tres proyectos en los que estuvo involucrado Aguilar, aunque siempre estaba atento a movimientos de tierras en la ciudad, por lo que algunas muestras de materiales coloniales llegaron al Laboratorio de Arqueología Carlos Humberto Aguilar Piedra (Lacap) por esa vía. En 1962, el archivista Miguel Ángel Xirinachs contrató a Aguilar para que realizara unos pozos o calas que le ayudaran a Xirinachs a corroborar la ubicación de Ciudad del Lodo fundada por europeos en 1563. Esto surgió en el contexto en que el historiador Carlos Meléndez estaba interesado en saber la ubicación de las primeras ciudades españolas en Costa Rica, lo cual sin duda despertó el interés de Aguilar en la Arqueología Histórica.

En 1982, Aguilar y los arqueólogos Carlos Valldeperas y Elena Troyo del Departamento de Arqueología del Ministerio de Cultura y Juventud colaboraron en el rescate y restauración del tramo de la calzada colonial de Cartago, ubicada entre las Ruinas de la Parroquia de Santiago Apóstol y el Parque Central de Cartago (Centro de Investigación del Patrimonio Cultural, 1983; Valldeperas, 1984). Esa calzada es la única calle colonial del país expuesta al público; data de inicios del siglo XVIII, cuando fue construida por pedido de las autoridades coloniales para evitar el empozamiento de las calles y las enfermedades de la población cartaginesa de entonces. Este tipo de calle recuerda las de Antigua Guatemala por la forma inclinada con un desagüe en el centro (Anchisi, 2012).

La siguiente experiencia se realizó en 1984, cuando Aguilar junto con Rodolfo Tenorio —a petición del Ministerio de Cultura y Juventud y el Instituto Costarricense de Turismo (ICT)— realizaron trabajos con el fin de limpiar los basamentos de la antigua Villa de Ujarrás (Tenorio, 1986). Como resultado, se excavaron los basamentos del antiguo convento y de varias casas de habitación y se recolectó material colonial y precolombino; este trabajo, aunque preliminar, sirvió de base para otras investigaciones, tales como un análisis histórico de la villa en el que se incluye el análisis de evidencias culturales recolectadas por Aguilar y Tenorio (1984), así como la realización de dos tesis de licenciatura de Arqueología de la Escuela de Antropología en Ujarrás (Amador, 2009; Campos y Orozco, 2011).

En cuanto a la Ciudad del Lodo, Aguilar fue contratado para realizar entre 1961 y 1962 unos pozos y calas donde Miguel Ángel Xirinachs suponía que se encontraba la Ciudad del Lodo. Esta ciudad de existencia efímera data de 1564 a 1568 y fue uno de los primeros asentamientos que dieron origen a la ciudad de Cartago, cuyo antecedente principal es Garcimuñoz, la cual existió de 1562 a 1564. Cuando le dieron la tarea, Aguilar era director del Colegio Vocacional de Artes y Oficios (Covao) de Orotina. Ese año empezó a trabajar como profesor de medio tiempo en la Universidad de Costa Rica, donde impartió cátedras de Arqueología de América y Arqueología de Costa Rica, las cuales eran parte de la Licenciatura de la Escuela de Historia y Geografía. Es posible que, a partir de ese trabajo, Aguilar haya empezado a traer las primeras colecciones arqueológicas a la Universidad de Costa Rica, siendo la de Ciudad del Lodo una de las primeras.

Inicios de la arqueología histórica en Norteamérica y la relación de Aguilar con esta

Carlos Aguilar se preparó como arqueólogo en medio de una arqueología de los cuarenta y sesenta; eso coincide con el período en que se empezó a consolidar la arqueología histórica americana, la cual surgió en los años treinta en Estados Unidos, aunque se empezó a consolidar a partir de los sesenta. En ese tiempo, la arqueología histórica era practicada por arqueólogos formados en arqueología precolombina y quienes estaban interesados en trabajar en conservación y restauración de ciudades de origen europeo, donde vivieron los primeros colonos (Orser, 2000). En la década de 1950, la arqueología histórica se definía como “el estudio de los restos materiales del pasado remoto y reciente, en relación con la historia documental y la estratigrafía en que se los encuentra” (Hume, 1960, citado en Orser, 2000), o como una disciplina auxiliar de la historia.

Como consecuencia de esos trabajos, desde los cincuenta surgió un gran interés en estudiar las primeras ciudades europeas españolas en el sureste de Estados Unidos, como las misiones, villas y fuertes y las primeras ciudades que se establecieron en Florida y las primeras ciudades que establecieron los europeos en el continente y en el Caribe. En estos contextos, la presencia de indígenas fue importante y estudiar el contacto que tenían con los europeos hizo a los arqueólogos del momento y seguidores de la teoría histórico-cultural interesarse en el contacto cultural en sitios históricos. Ese tema se discutía desde los cincuenta, aunque se reportó en un artículo de 1965, en el que Bernard L. Fontana expuso una clasificación de sitios históricos para definir el dominio de la arqueología histórica (Fontana,1965).

Los sitios “protohistóricos” son en los que los indígenas, a pesar de no haber tenido contactos directos con los colonizadores, tuvieron objetos europeos; los sitios “de contacto” son los habitados por indígenas durante la época de asentamiento europeo; los sitios “poscontacto” son los ocupados por indígenas después, no antes, del contacto directo con los europeos; los sitios “de frontera” se refieren a en los cuales hubo contactos recurrentes entre indígenas y europeos y los sitios “no aborígenes” son en los que los aborígenes estaban ausentes o representados por una minoría (Fontana, 1965). La definición de sitios históricos ha cambiado con el desarrollo de nuevas corrientes teóricas en el campo de la arqueología histórica, donde se enfatiza más en aspectos funcionales de los sitios arqueológicos históricos (Orser, 2000).

Búsqueda de las ciudades coloniales de Costa Rica

En los cincuenta, a raíz del XXIII Congreso de Americanistas celebrado en Costa Rica en 1958, historiadores como Carlos Meléndez y archivistas como Miguel Ángel Xirinachs Meza se interesaron en ubicar las primeras ciudades fundadas por europeos —Villa Bruselas, Garcimuñoz y Ciudad del Lodo—, como lo hacían sus colegas en otros países (Cruxent, 1959).

Así, desde los años cincuenta en Centroamérica, se desarrollaba el interés por estudiar las primeras ciudades españolas, pues algunas habían dejado restos visibles a la población como Panamá Viejo, la ciudad de Santiago de los Caballeros y Antigua Guatemala, pero otras había que encontrarlas. Es así como en 1956 el rey Leopoldo de Bélgica y José María Cruxent, arqueólogo español radicado en Venezuela y director del Museo de Historia Natural de Caracas y Hale Smith de la Universidad de Florida, emprendieron una expedición para descubrir la ruta de Vasco Núñez de Balboa; descubrieron la ubicación de la ciudad de Santa María Antigua del Darién, fundada en 1510 en la Costa Occidental del Golfo de Urabá, donde excavaron trincheras y encontraron que la ciudad se localizó sobre una villa indígena (Cruxent, 1959).

En esa época, el arqueólogo Cruxent hizo recolecciones de superficie en Panamá Viejo y se las envió a John Goggin de la Universidad de Florida, quien realizó las primeras excavaciones en dicha ciudad en 1962. Los resultados de la investigación y de otras en unas de las primeras ciudades españolas en el Caribe fueron la base para la primera tipología de mayólicas americanas definidas por Goggin (1968). La tipología se basó tanto en excavaciones estratigráficas como en análisis de documentos históricos y permitió establecer una secuencia cronológica de estas. Se definieron, entre otros, los tipos de mayólica Panamá Azul sobre Blanco, Panamá Simple y Panamá Policromo, producidos en talleres de la Ciudad de Panamá Vieja entre los siglos XVI y XVII y que se exportaron a muchos territorios americanos, inclusive a Costa Rica (Cruxent, 1978; Goggin, 1968).

Cruxent estuvo ligado a la arqueología panameña y venezolana por varias décadas y trabajó en diversas regiones de Panamá; en los setenta visitó el Camino de las Cruces, San Lorenzo y Portobello (Rovira, 1984) y Nueva Cádiz —ciudad del siglo XVI ubicada en la Isla de Cubagua, cerca de la costa de Venezuela, dedicada a la extracción de perlas y primera ciudad fundada por los españoles en Suramérica (Sanford, 2014). Cruxent visitó Costa Rica en 1958 por el XXXIII Congreso de Americanistas; tuvo contacto con el historiador y geógrafo Carlos Meléndez, a quien le comentó su interés por conocer la ubicación de algunas de las primeras ciudades fundadas en Costa Rica, en especial Villa Bruselas. Por eso, fueron a Guanacaste y los resultados fueron negativos. Meléndez en ese momento tenía ya unos años estudiando las primeras ciudades españolas en Costa Rica y había conocido algunas ruinas cercanas a la ciudad de Santiago de Los Caballeros o Antigua Guatemala. A lo anterior se sumó el interés de Cruxent de que estas ciudades se reconocieran en el terreno, para lo que instruyó a Meléndez en algunos rudimentos arqueológicos para que fuera capaz de diferenciar restos culturales y realizar reconocimientos arqueológicos preliminares (Meléndez, 1962).

De esa manera, Meléndez se planteó ubicar Garcimuñoz, fundada entre 1562 y 1564. Después de un exhaustivo análisis documental, Meléndez concluyó que se podía encontrar en Turrúcares; no obstante, luego de varias visitas, no logró ubicarla, pero logró ubicar la base de la Iglesia de Santa María de Garabito, un antiguo poblado del siglo XVII (Meléndez, 1962).

La búsqueda de Ciudad del Lodo

A partir de este primer trabajo, Meléndez tiene el propósito de encontrar la ubicación de la Ciudad del Lodo o Cartago, lugar que, según los documentos históricos, tenía condiciones propias para la agricultura y tenía gran cantidad de población indígena cercana. La ubicación de la ciudad había sido estudiada por el historiador Cleto González Víquez en 1906; luego de un estudio documental, concluyó que se ubicaba junto a los ríos Taras y Purires. Aunque visitó la zona, no reportó evidencias arquitectónicas ni materiales.

Basado en documentación histórica, Meléndez encontró otra posible ubicación de la ciudad, la cual coincide con los datos que había encontrado Xirinachs, el archivista del Registro Nacional que preparó documentos sobre un antiguo litigio de Tierras de Cartago de la familia Oreamuno. Revisando los documentos, Xirinachs encontró que la posible ubicación de la Ciudad del Lodo sería junto a los ríos Coris y Purires (Meléndez, 1962). Esto no fue lo mismo que planteó González Víquez. A raíz de estos hallazgos, Xirinachs visitó los puntos que indicaban las fuentes documentales y descartó el lugar sugerido por don Cleto González Víquez, pues no encontró ninguna evidencia cultural; el siguiente mapa indica ambas ubicaciones (Figura 1).

Se dirigieron al lugar que indican los documentos, conocido como Sabana Grande, una llanura que se extiende entre los ríos Coris y Taras; entre la maleza divisaron posibles restos de un rectángulo de 144x103 m, el cual se trataría de la parte central de la ciudad. En medio de este encontraron un montículo rectangular de 67x34 m, donde hallaron restos de un pozo y restos de una construcción que debía ser excavada para dar con algún tipo de evidencia cultural más precisa (Figura 2), que les probara que esos eran los restos de la antigua ciudad (Meléndez, 1962; Xirinachs, 1964).

Para probar su hipótesis, Xirinachs visitó a Aguilar en diciembre de 1961 en el Covao de Orotina para contratarlo para que hiciera algunas excavaciones en las primeras semanas de enero de 1962. Posterior a eso, Xirinachs pidió permiso de excavación al Museo Nacional y solicitó cinco peones al Ministerio de Fomento (Aguilar, 1962; Xirinachs, 1964).

Las excavaciones de 1962

La excavación en Ciudad del Lodo consistió en tres calas, entre enero y febrero de 1962; no existe un informe escrito, pero se mantienen en el Lacap los diarios de campo escritos a mano por Aguilar e incluyen el borrador de un croquis sin escala de las calas. De los materiales culturales encontrados, se incluye el cuadro resumen (Cuadro 1) de lo mencionado en las notas de campo y sintetizado por Elena Calzada (1994).

En cuanto al hallazgo de estos materiales, Calzada (1994) comenta que las evidencias culturales no son suficientes para probar que el sitio excavado sea Ciudad del Lodo, pues las primeras casas de las ciudades coloniales tenían techo de paja, ya que en su investigación en archivos coloniales encontró que la primera casa con techo de teja que se cita en los documentos históricos en Cartago data de 1630, fecha posterior a la construcción de Ciudad del Lodo; la propiedad era de Luisa Hernández, quien también tenía un molino. Eso indica que la teja era usada por personajes que ya gozaban de cierto grado de riqueza (Protocolos de Cartago, 1629-1630 citado en Calzada, 1994). Además, Víquez (1906) afirma que los conquistadores duraron tres meses para preparar la nueva ciudad, poco tiempo para trazarla y edificar casas, cabildo e iglesia. Eso hace pensar que las estructuras eran ranchos pajizos.

Por otra parte, la estructura excavada por Aguilar parece corresponder a una casa de adobe. Calzada tampoco está de acuerdo con que la Ciudad del Lodo fuese fortificada y considera que los vecinos se encontraban reforzados o acuerpados por la Iglesia Mayor. Si bien la iglesia podría no haber estado fortificada, si pudo existir algún tipo de empalizada como la que se dio en otros de los primeros asentamientos coloniales (Calzada, 1994). En el análisis documental, Calzada (1994) propuso que la cultura material reportada en Ciudad del Lodo incluye casas de vecinos, una iglesia y un convento franciscano, que eran posiblemente un rancho para uno o dos frailes. No se menciona otro material cultural que pudiera ser asociado a la villa y Calzada indicó que encontrar y estudiar un asentamiento como este sería difícil, tanto por la existencia efímera del asentamiento, como por el efecto de procesos transformacionales ligados a los procesos de ocupación humana y las inundaciones que frecuentemente afectan los terrenos. Calzada (1994) descubrió que el plano de las tierras presentadas por la familia Oreamuno coincide con lo propuesto por Cleto González Víquez en 1906; por eso se sugiere que se haga un estudio arqueológico que comprenda una prospección arqueológica más sistematizada en ambos lugares.

Un elemento adicional que mencionan las publicaciones de Xirinachs (1964) y Meléndez (1962) es un fragmento de cerámica criolla que tiene el número 1562, que, según Xirinachs, fue encontrado en el montículo donde pudo haber estado la iglesia y que parecería ser la fecha de la fundación de la ciudad en su asiento anterior, Garcimuñoz. Este fragmento no está en la muestra de materiales conservados en el Laboratorio de Arqueología y, se podría afirmar, es un fragmento de loza criolla cuya elaboración o inscripción podría ser más reciente. También, en el análisis de los materiales culturales disponibles en Lacap, se excluyen elementos que podrían dar información valiosa, como el botón de metal, la moneda y las tapas de reloj con una flor incrustada en oro, que no se conservaron. El mismo Aguilar (1962) indica en su diario que fueron trasladados para su estudio por Xirinachs y nunca se reincorporaron a la colección.

Análisis de la colección de Ciudad del Lodo

Para el análisis de la colección, se revisaron en el Lacap las cajas de materiales culturales del sitio Ciudad del Lodo (C-361CL) que se conservan hasta el día de hoy en dicho lugar. Fue un total de seis cajas, en las cuales el material lítico y cerámico fue marcado únicamente con el número del sitio sin indicar la cala o nivel de procedencia. De este material se hizo el inventario de los materiales que se presenta en el cuadro 2.

La cerámica precolombina se ubica entre el 1000 a.C. y el 1500 d.C., lo cual indica la ocupación humana en tiempos antiguos. La lítica está representada por dos desechos lasqueados. La teja y la loseta de barro, ladrillos y loza criolla se elaboran en esa zona desde la época colonial y se producían inclusivamente en lugares cercanos hasta 1962, como mencionan Meléndez (1962) y Xirinachs (1964). Para el análisis de los materiales, se usó la tipología establecida por Arrea (1987). La teja encontrada es café, muy parecida a las tejas recolectadas en Santo Domingo de Heredia, del siglo XVIII y XIX (Arrea, 1987), aunque hay dos muestras cremas, un fragmento gris más fino y algunos fragmentos de teja café con restos de algún aceite impermeabilizante para sellar la porosidad. En la figura 3 se muestra lo descrito.

La loza criolla corresponde a los tipos Café tosco y Anaranjado rojizo, definidos por Arrea (1987). Los fragmentos asociados al tipo Café Tosco (Figura 4) corresponden a la vajilla culinaria, elaborada en rollos, pasta tosca, cocción incompleta y carecen de engobe, acabado de superficie alisado, la decoración es en forma de parras, media luna y digitales, sin soportes, aunque están presentes algunas asas tabulares decoradas con la misma técnica. La vajilla está representada por comales pulidos en la cara interior, ollas para cocinar de cuello restringido y algunas escudillas pequeñas y ollas grandes de borde exverso.

Los fragmentos asociados al tipo Anaranjado Rojizo (Figura 5) corresponden a una vajilla para servir, más que para cocinar, decorada con engobe pulido en ambas caras y en pocas ocasiones decorado con inciso; en la vajilla están representados platos, escudillas, tazones y en toda la muestra hay un fragmento de olla.

Hay una muestra de siete fragmentos de vidrio verde oliva que representan una botella de vino u otro licor y corresponden al siglo XIX o finales del siglo XVIII (Figura 6); poseen una pátina importante. Además, hay dos fragmentos verdes oscuros, casi negros, que, por las impurezas del vidrio, parecen ser del mismo período.

En cuanto a la loza inglesa (Figura 7A), se muestra un fragmento liso sin decoración de loza pearl ware, importado a partir de 1810 d.C. y hasta 1890 d.C. Se caracteriza por un esmalte perlado. Hay dos fragmentos de loza de esponja que se pueden fechar entre 1800 d.C. y 1860 d.C., y un fragmento de loza de transferencia en azul y un fragmento anular ware de entre 1785 y 1900 d.C. (Sanford, 2014). Se encontró también un fragmento de mayólica (Figura 7B) que, por las características, podría ser del tipo Sevilla Azul sobre Blanco, el cual se ubica entre 1530 y 1650, según lo definido por Goggin (1968) y Deagan (1987). Lo anterior podría indicar que el lugar pudo haber sido ocupado desde esa fecha y ser contemporáneo a la fundación de la Ciudad del Lodo.

Como resultado del análisis de las evidencias culturales, se piensa que el lugar estudiado corresponde a una casa de adobe con techo de teja, con más de 1000 tejas de 45 cm de largo que pudieron ser apiladas por dos razones: para aprovecharlas luego de abandonada la estructura o que eran parte de un taller. Lo anterior es porque, relacionado con las tejas, Aguilar (1962) menciona que se encontraron con carbón adherido. Posiblemente era una casa rural donde se usaban ollas de barro elaboradas en el lugar para actividades cotidianas y con poco acceso a bienes como las lozas inglesas o licores como el vino o el ron representado en muestras de vidrio, que pueden remontar a las primeras décadas del siglo XIX.

La mayor parte de las evidencias recolectadas no parece contribuir a probar la existencia de la Ciudad del Lodo en el lugar. Sin embargo, no se pueden dejar de lado los procesos transformacionales que ha sufrido el lugar en 450 años producto de inundaciones, agricultura y la utilización del espacio para construcciones de distintas épocas. Esto lleva a concluir que un pequeño fragmento de mayólica del tipo Sevilla Azul sobre Blanco que se ubica entre 1530 d.C. y 1650 d.C. podría ser la prueba de que, efectivamente, Ciudad del Lodo se fundó entre los ríos Coris y Purires, como afirmaron Meléndez (1962) y Xirinachs (1964).

Consideraciones finales

Producto de este documento se destaca, en primer lugar, el interés de Aguilar en todos los campos de la arqueología, en este caso la arqueología histórica, y cómo estos primeros trabajos fueron capaces de generar otras investigaciones, como trabajos finales de graduación a partir de las excavaciones en Ujarrás. Por otra parte, se ve el interés de Aguilar en la conservación del patrimonio cultural, sobre todo en la calzada colonial de Cartago e incluso en la Ciudad del Lodo, donde no cabe duda de que su contribución junto con la de Meléndez y Xirinachs contribuyeron a la declaratoria del lugar como patrimonio de la nación.

Es relevante mencionar la importancia de la conservación de las colecciones arqueológicas del Lacap como insumo para investigaciones arqueológicas, como la presente y el tratado en el trabajo de Ménager, Fernández y Salgado (2020).

Finalmente, la muestra de materiales culturales colectada por Aguilar contribuye a contar una nueva historia de la ciudad, aunque no es posible afirmar que sean las ruinas de Ciudad del Lodo, pues la mayoría de las evidencias culturales conducen a que son parte de una estructura más reciente, posiblemente del siglo XIX. Las evidencias físicas en el terreno observadas por Meléndez, Xirinachs y Aguilar, como promontorios y zanjas —hoy no existen— en 1983 habían desaparecido, pues hubo una visita de Carlos Valldeperas y la autora de esta investigación que permite corroborarlo. Una visita más reciente dejó ver que el lugar había sido destruido por la Municipalidad de Cartago, que actualmente usa el lugar como basurero. No obstante, un pequeño fragmento de mayólica del tipo Sevilla Azul sobre Blanco que se ubica entre 1530 y 1650 no descarta la posibilidad de que el lugar excavado fuera parte de la antigua Ciudad del Lodo.

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