Técnicas de pesca y condiciones socioambientales entre los mero ikoots de San Mateo del Mar (Oaxaca, México)

José M. Filgueiras-Nodar

Universidad del Mar (UMAR), Instituto de Turismo, Huatulco, México

jofilg@huatulco.umar.mx

Cuadernos de Antropología

Enero-Junio 2021, 31(1)

DOI: 10.15517/cat.v31i1.46544

Recibido: 05-04-2021 / Aceptado: 13-07-2021

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)

ISSN 2215-356X

Resumen: Este artículo expone las principales técnicas de pesca utilizadas por los mero ikoots de San Mateo del Mar (Tehuantepec, Oaxaca, México), tratando de mostrar cómo su gran variedad obedece a una excelente adaptación al entorno biofísico, dado que son capaces de funcionar eficazmente en diversas condiciones ambientales, y a las particularidades de su entorno económico y social. Así, muestra la pesca con atarraya, con chinchorro corto y largo, a pie con red de arrastre, con papalote y con copos. El texto cierra con unas reflexiones que tratan de poner en relación las diferentes técnicas con la división por edades de las tareas pesqueras, así como contextualizar las mutuas influencias entre los mero ikoots y el complejo ambiente del Istmo de Tehuantepec.

Palabras clave: huaves; Istmo de Tehuantepec; pesca artesanal; pesca del camarón; Sistema Lagunar Huave.

Fishing techniques and socio-environmental conditions among the mero ikoots of San Mateo del Mar (Oaxaca, Mexico)

Abstract: This article exposes the main fishing techniques used by mero ikoots of San Mateo del Mar (Tehuantepec, Oaxaca, Mexico), trying to show how their great variety is due to an excellent adaptation to the biophysical environment, since they are able to function effectively in various environmental and social conditions. Thus, it shows fishing with atarraya net, with short and long chinchorro, fish on foot with a trawl net, kite fishing and copos. The text closes with some reflections that try to relate the different techniques to the age division of fishing tasks, as well as contextualize the mutual influences between the mero ikoots and the complex environment of the Isthmus of Tehuantepec.

Keywords: huave people; Isthmus of Tehuantepec; small-scale fishing; shrimp fishing; Huave Lagoon System.

Introducción: los mero ikoots

Conocidos también como huaves o mareños, los mero ikoots son un pueblo originario compuesto por unas 30 0001 personas que habitan los municipios de San Mateo del Mar, San Dionisio del Mar y San Francisco del Mar, así como la agencia municipal de Santa María del Mar, localidades ubicadas alrededor de las lagunas que bordean el golfo de Tehuantepec, al sur del estado mexicano de Oaxaca. Los mero ikoots son un grupo enigmático, cuyo origen no se halla aún plenamente establecido: la historiografía tradicional, siguiendo lo afirmado por Fray Francisco de Burgoa en su Geográfica Descripción (l1674), considera que provienen del área de Perú o de Nicaragua, desde donde habrían llegado navegando todo el tiempo a vista de tierra. Una vez llegados al istmo de Tehuantepec, ocuparon la zona de Xalapa del Marqués hasta que “hacia finales del periodo precolombino, los zapotecos de Zaachila descendieron a las planicies del Istmo, aprovechando la debilidad de los mixes y huaves tras el paso por sus tierras de los ejércitos de Moctezuma hacia el Soconusco, que obligó a los huaves a retirarse hacia el mar y a los mixes a refugiarse en las montañas” (Millán, 2003, p. 7). Después de este desplazamiento al sistema lagunar del sur del istmo, los mero ikoots habrían debido aprender a pescar para sobrevivir2, puesto que las tierras donde se ubicaron eran (y siguen siendo) muy poco aptas para la agricultura.

La procedencia de un lugar lejano es asumida por los mero ikoots como parte importante de su identidad (véase p. ej. Hernández y Lizama, 1996), aunque tal lugar no se ubique claramente (por ejemplo, durante el trabajo de campo en San Mateo, además de los mencionados por Burgoa, escuchamos en una ocasión hablar de una posible llegada desde Cuba). El idioma tampoco ayuda a resolver la cuestión del origen de este grupo, pues el ombeayiüts constituye lo que los lingüistas denominan una “lengua aislada”; es decir, una lengua de la cual no se conoce su parentesco con otra lengua o familia. Al respecto, se han propuesto diversas hipótesis, tratando de acercar la familia lingüística huave (a la que pertenecen las variedades habladas en las diferentes localidades que pueblan los mero ikoots) a diferentes familias o grupos, pero sin que existan demostraciones concluyentes de tal relación (Salminen, 2016).

Aunque, de acuerdo con Castaneira (2008), no sea posible saber a ciencia cierta si los mero ikoots adquieren sus habilidades de aprovechamiento de los ecosistemas lagunares durante el viaje hasta el istmo o ya las poseían antes del inicio de su posible migración, nadie puede dudar que dichas habilidades resultan impresionantes. Los mero ikoots son, en palabras de Signorini (1979): “los representantes de una original «cultura lagunar»” (p. 18), cuya economía depende casi por completo de la pesca, en particular de camarón, y debido a ello son unos excelentes conocedores de su entorno (a todos los niveles: ecológico, económico, social), disponiendo de técnicas de pesca para adaptarse a cualquier variación de este.

En efecto, los conocimientos de los mero ikoots les permiten abordar con ciertas garantías los múltiples problemas de la pesca en el área, a los cuales haremos referencia brevemente. El primero, sin duda, es la gran reducción de las poblaciones de camarón y de algunas especies como la corvina o el pargo, causada por “la intensa explotación debido al aumento de la población que depende de los recursos lagunares” (Espinoza et al., 2011, p. 192), así como al aumento de la mortalidad natural del camarón, causado por el cierre de la única entrada de agua marina al sistema lagunar: la Boca San Francisco. La sobreexplotación tiene además el efecto negativo de la captura de modo incidental de especies que no van a ser aprovechadas. Los proyectos productivos como la acuicultura son asimismo responsables de diversos impactos: “1) el cambio de uso de suelo y modificación de los cauces naturales, 2) la salinización del suelo y 3) la captura de postlarvas silvestres” (Espinoza et al., 2011, p. 200)3.

Además de las cuestiones relativas a la degradación ecológico-productiva, Serrano (2004) establece tres problemáticas comunes en toda la zona costera del istmo de Tehuantepec y que, por tanto, inciden sobre los pescadores sanmateños:

• Financiamiento. Si bien la crisis financiera sectorial, que data de los años 80 del siglo XX, ha afectado en mayor medida a los pescadores de alta mar, especialmente a causa del elevado costo de los combustibles, sus efectos también se han notado en el subsector artesanal. A pesar de que los adeudos son de menor cuantía que en la pesca industrial, la continua falta de liquidez pone a los pescadores artesanales en manos de prestamistas y coyotes. En cuanto a la existencia de programas nacionales e internacionales para establecer estudios y proyectos ejecutivos capaces de fomentar la producción pesquera en el área, la propia multiplicidad de programas, sus numerosos criterios y mecanismos acaban desembocando en un subaprovechamiento de recursos que podrían ser de gran utilidad. Esta situación es especialmente flagrante en el caso de programas procedentes de organismos internacionales como la FAO o el PNUD. Un aspecto a destacar es que no existe financiamiento comercial, debido a que las cooperativas, forma de organización típica de los pescadores artesanales, no son sujetos de garantía ni de crédito, lo cual en la práctica hace caer una vez más a los pescadores en las redes de los coyotes.

• Comercialización. En la pesca costera y lagunar artesanal, se asiste a la presencia de “comercio hormiga” de los productos pesqueros en los mercados locales y regionales. Esta clase de comercio, que aporta un exiguo valor añadido, constituye una alternativa para el autoempleo, muy significativa en el caso de las mujeres que venden, por ejemplo, camarón seco-salado. Además de este “comercio hormiga”, existe un intermediarismo de pequeño y mediano nivel, el cual compra a los pescadores sus productos en condiciones extremadamente ventajosas, por no decir abusivas. Debido a factores como la ya mencionada falta de liquidez, la carencia de infraestructura para el almacenamiento de los productos o el mal estado de los caminos, los pescadores deben vender el producto de su trabajo a muy bajo precio. En el caso de los ikoots, siempre se ha asistido a una relación asimétrica con respecto a los zapotecos, señalada por diversos autores, de la cual estas prácticas son un ejemplo claro.

• Evaluación de recursos, investigación y tecnología. Se necesitan más análisis actualizados sobre el potencial de los recursos en el área, de modo que se pueda establecer una planeación integral y que tenga efectos a largo plazo. Los estudios que existen, por más que hayan generado ya múltiples datos, suelen ser dispersos y elaborados con metodologías no homogéneas; de modo que dificultan la elaboración de los diagnósticos o análisis integrales que se precisan.

Después de este breve recorrido por la problemática de la pesca en el istmo de Tehuantepec, pasaremos a mostrar un catálogo de las técnicas pesqueras de los mero ikoots, incluyendo tanto aquellas que presenciamos personalmente en nuestro trabajo de campo (que abarca diversas visitas a San Mateo del Mar llevadas a cabo desde 20124) como las que conocemos por testimonio de los pescadores, así como las mencionadas en la literatura sobre los mero ikoots. Debemos advertir que no todas estas técnicas son utilizadas actualmente, por lo tanto, en la exposición que sigue, señalaremos con claridad cuáles pueden verse todavía en San Mateo y cuáles hoy pertenecen únicamente a la memoria de este pueblo.

Pesca con atarraya

Las atarrayas son redes cónicas de pequeño tamaño, utilizadas para que pescadores individuales puedan faenar en diversos entornos (bahías, aguas someras, esteros), a pie o sobre una embarcación menor (véase figura 1). Según Inapesca (2000), las características de las diversas atarrayas, así como los materiales de que están hechas (poliamida monofilamento, paño de fábrica), dependen de la especie que se quiera capturar con ellas. De acuerdo con la misma fuente, “las atarrayas están constituidas por las siguientes partes: a) Cuerpo de la red, que generalmente forma el bolso o copo donde se concentra la captura y tiene el mismo tamaño de malla en toda la sección, b) línea de plomos, es la parte inferior de la red y la que entra en contacto inmediatamente con el fondo cuando la red está en operación y c) guindaleza (cabo de recuperación)” (Inapesca, 2000, p. 101).

Manejar las atarrayas es relativamente sencillo; y las diferencias que puedan existir en cuanto a su eficiencia se deben únicamente a la habilidad de cada pescador. Para manejar una atarraya se debe comenzar adujándola en brazos y hombros antes de lanzarla, y el lanzamiento debe extender la red de tal manera que forme un círculo perfecto, puesto que así se cubrirá un área mayor. Después, debe esperarse que la red toque fondo; la velocidad del descenso dependerá de la cantidad de plomos que se hayan colocado en la red. En este descenso, los productos van quedando atrapados en la red. Una vez que la red se asienta en el fondo, el pescador tira de la guindaleza, uniendo la línea de plomos e impidiendo así que el producto se escape, antes de izarla y descargar el contenido, para repetir la operación las veces que sean necesarias.

La pesca con atarraya ha sido observada en campo, en numerosas ocasiones de modo casual, y una vez de manera algo más sistemática. Con respecto a esta, transcribimos un fragmento de nuestras notas de campo, pues, a pesar de su extensión, se considera interesante para ilustrar esta técnica:

En una laguna llamada Te Hewein, el Sr. **** nos dice que ahí podemos pescar. En realidad, sabe que no vamos a pescar nada, lo vio nada más llegar, dijo que no había producto, pero que lo hacía para […] que nosotros viéramos cómo se maneja […] Algo muy interesante es que en la orilla oeste de esa laguna se encuentra el lugar donde se apareció Nijmeor Kang5, de modo que estuvimos faenando, entiendo, en uno de los centros simbólicos de la cultura ikoots. Primero desenredó la atarraya (lo hace **** mientras el Sr. **** se pone otra camisa, luego nos dijo que él prefería pescar con una camisa –entendí que una camisa gruesa– para que no le rozara el cesto que lleva en su costado izquierdo mientras pesca). El cesto lo coloca a la altura de la cintura, eso hace que flote a su lado mientras pesca con la atarraya, supongo que es mucho más cómodo que cargarlo a peso.

Recordé algo que nos había contado y le pregunté si se podía pescar en aguas más profundas con la atarraya, me dijo que él sólo sabía pescar hasta que el agua le llega al pecho, que más allá no tiene la técnica. Me dijo que hay quienes pescan con el agua casi hasta los hombros. Es duro para los brazos, pero entendí que más que de fuerza es un asunto de técnica… Y él dijo varias veces que no tenía esa técnica (pero también que podríamos hablar con quienes la conocen) […] Tiró la atarraya una vez para que viera cómo es la técnica. Me dijo después que no se trata sólo de tirarla hacia el centro, sino que hay que mover el brazo derecho y también el izquierdo, para que se haga un círculo. La tarraya mueve el lodo y deja una huella circular, oscura, muy visible. La técnica para peinar el área (no recuerdo la palabra exacta) es salirse de esa huella y volver a tirar […] La segunda tirada de tarraya el Sr. **** me dijo que había una jaiba, yo no la vi. Tiró la red y cayó la jaiba y un camarón. Los metió en el cesto y aprovechó para enseñarme la técnica para limpiar la red de basura, agarrándola del brazo derecho, me explicó también cómo había que hacer para que no pesara tanto (la sostuve y sí estaba algo pesada). También cómo hacer para tirar la basura sin que caiga al cesto, los cestos tienen un cordoncito que se mueve y lanza la red que cubre el cesto hacia arriba, echando todas las algas que se pegaron. Me dijo que al estar juntos en el cesto, era probable que la jaiba se comiese al camarón. No pasó, el camarón llegó muerto. Al parecer, le hace daño la atarraya, «le afecta»; la jaiba, en cambio, que es mucho más resistente fuera del agua, llegó viva a la casa.

Después seguimos peinando el área un rato. Me explicó la estructura de la atarraya, el mecatito con plomos (por cierto, los compran en tiras, los cortan y los aplastan) no va abajo de todo, sino que deja un espacio como de bolsitas de red donde se engancha el producto. La luz de la atarraya era algo menor que mi dedo meñique. También me contó que ellos mismos hacen las atarrayas, de hecho al regresar vimos un círculo de piedra, donde se arman estas redes. Vimos, eso sí, que era más grande que la que habíamos llevado nosotros, que era como de 3 metros o así (la de las piedras debería de ser como de 5 o 5.5 m de diámetro). Y que están hechas de un material tipo nylon que no absorbe el agua (eso lo dijo también **** cuando, después de faenar, secaba al aire la red) (J.M. Filgueiras-Nodar, notas de campo, 27 de septiembre de 2014).

La pesca con atarraya es llevada a cabo en San Mateo fundamentalmente por ancianos y niños (Millán, 2003). Para los primeros, constituye una forma de complementar sus ingresos en una época de su vida en que ya no les resulta tan fácil salir a navegar, mientras que para los niños resulta un aprendizaje que les ayuda a integrarse en futuras actividades de pesca.

Pesca con chinchorro

El chinchorro es un tipo de red que, a diferencia de la anterior, no puede utilizarse de manera individual, sino que requiere de la participación de un grupo coordinado de pescadores (Millán, 2003). En San Mateo se utilizan dos tipos de chinchorro, el corto (nine cinc) y el largo (nahal ndok), el primero en la actualidad se encuentra en desuso y es conocido únicamente por los ancianos.

El primer tipo de chinchorro se encuentra conformado por dos redes que se construyen con paños cosidos entre sí, las cuales tienen corchos en la parte superior para asegurar la flotabilidad y pesos de plomo en la parte inferior que garantizan el descenso a una profundidad suficiente. De acuerdo con los especialistas en el tema, en esta técnica se forma un semicírculo compuesto por una cadena de redes, cada una de ellas manejada por dos pescadores. El semicírculo se dirige de forma que apunte a la orilla de la laguna donde se lleva a cabo la pesca. Los pescadores que ocupan el centro del semicírculo se ubican sobre aguas más profundas, y por ello tienen que sostenerse sobre un bastón o zanco clavado en la arena del fondo de la laguna. La técnica, que como se ha dicho es conocida ya únicamente por los más viejos del lugar, exigía de sus practicantes una enorme destreza, pues requería sostenerse de pie sobre el bastón vertical, al tiempo que se mantenía la red en total extensión.

En la técnica de chinchorro largo, las redes deben ser más extensas, y se precisa de la intervención de una embarcación que lleve a los pescadores a zonas más alejadas de la orilla. Según afirman los expertos en el tema, esta técnica es desarrollada por dos parejas de pescadores, las cuales sujetan los cuatro brazos del chinchorro esperando a que los peces entren en el espacio existente entre dichos brazos. Cuando el espacio se llena de peces, los pescadores van avanzando hasta unir los extremos de la red, construyendo un óvalo que se va reduciendo cada vez más. En el trabajo de campo escuchamos hablar de una técnica similar que involucra la formación de una espiral, aunque fue una referencia aislada, sobre la cual no pudimos profundizar.

Además de los cuatro pescadores mencionados, en la tarea participa también un anciano quien permanece en el cayuco coordinando la faena y es el encargado de decidir el lugar donde se llevará a cabo la captura. Este anciano, a pesar de que no maneja directamente las redes, recibe una parte proporcional de dicha captura, al igual que el dueño de la embarcación, quien recibe una cuota adicional por proveer el medio de transporte, el cual no es un bien al que todos los pescadores de San Mateo tengan fácil acceso.

Ramírez (2004) aporta una serie de datos sobre la pesca tradicional6 con chinchorro; el primero de ellos que parece mostrar un carácter ligeramente más inclinado hacia lo industrial de este tipo de pesca con respecto a la que se realiza con atarraya, es que “las lisas de los tarrayeros cuestan más que las lisas de los chinchorreros” (p. 68). Esta diferencia de precio se debe a que los tarrayeros, a medida que van pescando las lisas van ensartándolas en un mecate, metiéndoles un palito por las agallas y sacándolo por los ojos, lo cual hace que las lisas se vayan desangrando y tengan así la carne más blanca (la blancura de la carne es una parte importante en su valoración). Por su parte, los chinchorreros “las avientan en la playa y las machucan, y no tienen tiempo de desangrarlas” (Ramírez, 2004, p. 69). Esta autora también aporta comentarios interesantes sobre la organización de la pesca con chinchorro, en unas líneas que merecen ser repetidas:

Anteriormente se juntaban hasta cincuenta mancuernas de chinchorreros, unían un chinchorro de veinte brazadas, amarraban los monos de palo de huanacastle que sirven de corcho y plomos de lastre. Usaban el chinchorro para el arrastre a pie y con canoa. Mientras unos jalan la red hasta la playa, otros vuelven a entrar y así hacen doble el chinchorro, tendiendo forros para que el pescado no escape. Abarcaban casi toda la boca de las barras. Llegaban con canoas hasta lo más hondo, allí siembran una vara larga y con ella caminan, arrastrando con los pies los plomos. Detrás de ellos los chinchorreros, como gaviotas, aprovechan lo que se escapa. Tienen su mayor, que es el encargado de repartir el trabajo, la pesca. Él dirige. En la capilla se reúnen, reparten, sacan los chinchorros, llenan los canastos. Las mujeres de los chinchorreros venden, deciden un solo precio. Tienen su celebración, la Fiesta de las Cruces, el de mayo, es fiesta con mayordomía completa. Para pescar con chinchorro largo, van dos mancuernas de pescadores en canoa. Cuando ven una mancha, la jalan hacia la canoa. No llegan a lo hondo, hacen su fiesta en la playa cada año. Los chinchorreros van solos, tiran su red y de allí sacan como pueden. Cada cual para sí mismo (Ramírez, 2004, pp. 70-71).

Para entender la pesca con chinchorro (también resultará útil para acercarnos a la pesca con copo, que veremos enseguida), conviene tener alguna noción acerca del ciclo reproductivo del camarón en las lagunas que bordean San Mateo, puesto que esta es la principal especie pescada en la comunidad. Y, a fin de entender tal ciclo, conviene recordar ciertos aspectos acerca de la meteorología del área y el modo en que esta sirve para definir los tiempos a sus habitantes. Según García (2009), los mareños organizan el año de acuerdo con dos criterios de clasificación. El primero de ellos es de tipo causal y tiene como variables definitorias la temporada de lluvias y la temporada seca, así como la presencia de vientos del sur o del norte. De acuerdo con este primer criterio, el año se divide aproximadamente en dos partes: una primera de marzo a agosto, marcada por la presencia de lluvias y de viento del sur, y una segunda de septiembre a febrero, definida por la sequía y el viento del norte. El segundo criterio es de tipo cultural y toma en cuenta la existencia de los ciclos de actividad económica (el cual cobra mayor intensidad en la segunda mitad del año) y ceremonial (que es más acentuada en la primera mitad).

Al tener en cuenta estos ciclos, aparecen nuevas asociaciones: la época de lluvia, que favorece el desarrollo de los camarones, se asocia con el viento del norte, dado que produce corrientes que facilitan su captura, mientras que la época de sequía y viento del sur se convierte “en el escenario de la vida ceremonial” (García, 2009). Ambos ciclos, a su vez, se dividen en dos subciclos, de modo que dentro de las actividades económicas es posible distinguir también dos fases, como son las de crecimiento y cosecha del camarón.

Ramírez (2004) cuenta al respecto que “el camarón se cosecha en los meses de mayo a noviembre. Cuando está más gordo es de agosto a noviembre” (p. 65). En marzo y abril entran camaroncitos en la laguna, y desde junio hasta septiembre andan regados por toda la laguna, al punto de que la autora afirma que parece “que no tienen época” (Ramírez, 2004, p. 65). Sin embargo, afirma también que en aquellos meses en los cuales el viento del norte enfría el agua, es decir, octubre y noviembre, los camarones son más fáciles de pescar durante la noche, puesto que pasan el día enterrados. Esto hace que los mero ikoots deban salir a pescar en las horas nocturnas, a diferencia de lo que sucede en la época de calor, en la cual los camarones se hallan mucho más cerca de la superficie de la laguna, ya que el fondo está demasiado caliente.

Sin embargo, se aprecia también la disminución de las capturas que organismos como la FAO consideran una característica de la situación pesquera a nivel mundial: “hace treinta o más años, había bastante camarón: se podían sacar cinco o seis canastos, dos o tres latas cada uno. Ahora el que trabaja toda la noche sacará cuatro o cinco kilos” (Ramírez, 2004, p. 66).

Pesca a pie con red de arrastre

Recogimos información acerca de otra técnica, la red de arrastre (ching molinch) que involucra el arrastre de una red por parte de dos pescadores, caminando por partes poco profundas de la laguna (véase figura 2). Es probable que pueda considerarse como una modificación de la técnica del chinchorro corto, con la que comparte ciertas características (aunque no su carácter colectivo, más allá de la unidad conformada por el grupo de dos pescadores).

Aunque no nos fue posible observarla en campo, en entrevista escuchamos que este tipo de pesca se lleva a cabo caminando de espaldas, no de frente, y que resulta una modalidad especialmente agotadora para los pescadores, quienes tienen que soportar el peso de la red, en ocasiones con una longitud hasta de 30 metros, el cual va aumentando progresivamente con las capturas. Asimismo, las corrientes hacen difícil sostener el aparejo, cuyo arrastre por el fondo arenoso de la laguna es ya de por sí muy complicado. Por sus características, parece tratarse de un tipo de pesca practicado por los adultos. El hecho de faenar en pareja impone, según hemos podido entender, una serie de normas de confianza entre ambos participantes, de cuyo cumplimiento dependerá el ser reelegido para el trabajo en futuras ocasiones.

Pesca con papalote

La pesca con papalote es una de las actividades más conocidas de los mero ikoots, al punto de que existe en Internet una gran proliferación de páginas que muestran esta modalidad de pesca, casi como un atractivo turístico; y hemos sabido, por declaraciones de los pescadores, que ha habido visitantes que han llegado a San Mateo con la sola intención de filmar o fotografiar la pesca con papalote, técnica que, por otro lado, aparece en diversas películas y documentales sobre los mero ikoots. Partiendo de este interés general por el tema, en el presente apartado trataremos de proporcionar un panorama de la pesca con papalote, utilizando como fuentes principales la propia observación –casual, todo hay que decirlo– en febrero de 2015 y el artículo escrito por Espinoza (2009) sobre dicha modalidad pesquera en Santa María del Mar. Adicionalmente, introduciremos unos comentarios producto de otra visita a campo (marzo de 2012) sobre el tema.

Espinoza (2009) rastrea el origen de esta técnica en Santa María del Mar, localidad vecina habitada también por mareños, a finales de la década de 1980, “cuando el ingenio de un grupo de pescadores locales los llevó a sustituir el bidón plástico (60 litros) por el papalote. Cabe decir que el bidón se usaba, de manera poco exitosa, como una boya gigante que al ser arrastrada mar adentro por el viento tensaba una red atada a la costa” (p. 48). Lo que se buscaba con el uso de estas técnicas era el acceso a los recursos del Océano Pacífico o mar vivo, ya que los ikoots suelen pescar únicamente en las lagunas que bañan sus localidades (mar muerto). Cuando hay poca pesca en la laguna, y se pueden aprovechar los fuertes vientos del norte, el uso de técnicas como la boya o el papalote permite lanzar redes dentro del Pacífico y acceder así a la pesca en el mar.

Según Espinoza (2009), el proceso para esta técnica comienza obteniendo los materiales necesarios para construir el papalote de alrededor de un metro y medio: tela de costal, palma, hilo, cuerdas de nylon y espinas, todos ellos materiales baratos y de fácil acceso. En la playa, el papalote se amarra a un pedazo de madera denominado muerto, el cual es enterrado firmemente en la playa. Después, se integra el sistema de pesca, atando dos cabos a los extremos superiores, es decir, los que sostienen las boyas, de una o más redes (las cuales pueden tener una longitud de 100 a 300 m). Una de estas cuerdas permanece atada a un muerto, mientras que el otro extremo, el que llevará la red mar adentro, se ata a un plomo (generalmente un envase de PET lleno de arena) y a la propia cuerda del papalote. El plomo evita que la red sea levantada por completo con la fuerza producida por el papalote (véase figura 3).

La pesca con papalote, afirma Espinoza (2009), por más que existan “valientes solitarios, demanda de las habilidades de al menos dos pescadores” (p. 48). Uno de ellos se sujetará el papalote en la cintura, una vez desatado del muerto, e irá controlando con su cuerpo que el papalote lleve la red mar adentro de manera adecuada. Mientras tanto, el otro pescador controla el extremo inferior de la red, el que lleva enganchados los plomos, para hacer que la red entre en el mar estando extendida; al mismo tiempo, estará encargado de auxiliar a su compañero si es derribado por la fuerza del viento.

Desde luego, siempre existe el riesgo de perder el equipo, debido a vientos demasiado débiles, a corrientes demasiado fuertes o incluso a la impericia de los pescadores. Pero, si todo sale bien, la red es dejada en su lugar por períodos de hasta 12 horas. Después de ello, llega la tarea de jalar la red, que es más exigente físicamente, y que por ello puede requerir la intervención de más personas, dado que, además de la propia fuerza del papalote, la red está cargada de pescado y también de ramas y basura, por lo que su peso es mucho mayor que en el momento de desplegarla. Si la red no se ha dañado durante todo este proceso, puede volver a ser usada inmediatamente.

Espinoza (2009) cuenta que el producto de la pesca se reparte entre los participantes, obteniendo generalmente una mayor cantidad el poseedor del equipo. El destino del pescado capturado puede ser la venta, en caso de que se trate de una cantidad significativa, o la alimentación de los pescadores. En todo caso, afirma el autor, se trata de una actividad que exige relativamente poco trabajo fuera de las maniobras de desplegado y recogida, dado que las redes se dejan durante horas en el mar, tiempo en el cual los pescadores pueden realizar otras tareas, y que representa una entrada complementaria de dinero o de pescado muy necesaria para los pescadores de la comunidad.

La pesca con papalote, como hemos dicho, fue observada en campo en una sola ocasión. Ese día (de febrero del 2015) el viento del norte soplaba fuertemente sobre la comunidad, y en la extensa playa que se sitúa al sur de esta había como cinco o seis grupos de personas dedicadas a pescar con papalote. Aunque no constituía el motivo principal de la visita de nuestro grupo de trabajo, aprovechamos para observar las actividades de uno de los grupos, con relativo nivel de detalle. En concreto, pudimos observar el armado de una red y su desplegado en el mar por un grupo de dos adolescentes. Lamentablemente, a pesar de que conseguimos arreglar una visita posterior para fotografiar todo el proceso y entrevistar a los participantes, esta no se llevó a cabo por motivos financieros. Aun así, pudimos apreciar con claridad el esfuerzo requerido por esta técnica de pesca, que realmente demanda un elevado nivel de destreza, fuerza, agilidad y coordinación por parte de quienes realizan la maniobra.

Queremos añadir que, en la primera visita que hicimos a San Mateo del Mar, el 24 de marzo de 2012, se nos narró una historia sobre el origen de la pesca con papalote que, a decir de los informantes, se deriva de una práctica ritual llevada a cabo el Día de Muertos. En el amanecer del día de esta festividad, se elevan papalotes para traer a las almas de los difuntos a la tierra, los cuales se vuelven a elevar al anochecer, ahora para que las almas regresen al cielo. Tal narración resulta coherente con algo que afirma Espinoza (2009), como es que el uso del papalote en Santa María del Mar, la vecina población mareña, “inicialmente fue incorporado en la fiesta religiosa de Semana Santa, como medio de conexión entre el mundo terrenal vivo y el celestial de los muertos” (p. 48).

Asimismo, debemos destacar que la pesca con papalote únicamente puede llevarse a cabo en la temporada de nortes, pues estos fuertes vientos son los únicos capaces de llevar las redes hacia el interior del océano. Una vez más, quisiéramos destacar la existencia de técnicas capaces de adaptarse a las diferentes condiciones de su entorno, no solo ambiental, sino también social y económico.

Pesca con copos

Los copos (véase figura 4) son “redes en forma de embudo que se fijan de manera provisional para atrapar al camarón mientras migra con el efecto de la marea” (Gellida y Moguel, 2007, p. 59). Según Cifuentes, Torres y Frías (1995), las redes de copo deben considerarse un paso en la evolución de las redes de cerco, en el cual lo que se hace es dar forma de bolsa al tramo final de la red, a fin de favorecer la concentración de las capturas. En este tipo de redes, afirman, el elemento que resulta fundamental es el propio copo, cumpliendo el resto de la red una función accesoria, puesto que únicamente se encarga de cortar el paso a los organismos que se desea atrapar, de modo que estos se concentren y se posibilite su captura.

Aunque existe una gran cantidad de variantes de redes de copo, todas comparten una estructura similar, de carácter tripartito. El primer sector, y como se ha dicho, el más relevante, es el copo o fondo de la red, la bolsa en que se acumulan los organismos capturados (sin que sea posible seleccionar el tamaño de las capturas, más que por el ancho de la luz de la red). El segundo sector está constituido por las secciones laterales de la red (alas), a cuyo través se realiza la tracción. El tercero, denominado casarete, es un trozo de paño con forma de cono truncado, que sirve como unión entre las alas y el copo, aportando a la red una mayor resistencia. Cada una de estas partes puede subdividirse en otras, dependiendo de la variante de red a que se haga referencia, pudiéndose entonces diferenciar por variaciones en la forma y todavía en mayor medida por las dimensiones de la malla con la que se han construido.

La apertura de las redes se garantiza mediante la acción de la relinga superior, que tiene vidrios, corchos u otros materiales flotantes, y la relinga inferior, lastrada con plomos o cadenas. Los lastres de la relinga inferior son los que permiten regular la altura de operación de la red (en el fondo, en la superficie o a media agua) para adaptarla al tipo de especie que se desea capturar. Dependiendo del modo en que se lleva a cabo la maniobra, se distinguen artes de copo con cabo de tierra, si la tracción de la red se lleva a cabo cobrando el cabo desde tierra, o arte de copo remolcada, en la cual la maniobra se lleva a cabo desde una embarcación. En el caso de San Mateo, según hemos podido apreciar en campo, parece tratarse de artes de la segunda categoría.

Los pescadores de San Mateo utilizan cada vez más los copos, siendo la técnica más usada en la actualidad (Campos, 2016); según se nos ha contado, la principal razón que se expresa para ello es su relativa comodidad, ya que los copos pueden dejarse instalados durante horas en la laguna, de modo que, por así decir, trabajan solos, permitiendo a los pescadores emplear su tiempo en otras ocupaciones. En una visita nocturna al Mar Muerto, en 2015, pudimos apreciar cómo una gran extensión de la laguna está cubierta de copos, señalados cada uno por una luz. Sin embargo, no es una técnica de las que aparecen citadas en la literatura como propias de San Mateo7. Al respecto, consultamos a un informante, quien señaló que, por más que ahora la utiliza prácticamente todo el mundo, “nadie sabe de dónde vino”. Cifuentes et al. (1995) señalan que esta técnica se comenzó usando en los países nórdicos, ya que su cercanía a grandes cardúmenes facilitaba el uso de este tipo de innovación en las artes de pesca.

Estos autores no dan una fecha orientativa de los comienzos de la técnica, y tampoco hablan de su llegada a México, mucho menos al istmo de Tehuantepec. Al respecto, consideramos interesante indagar la posibilidad (escuchada en el trabajo de campo) de que el conocimiento de esta técnica llegase a los mero ikoots desde Chiapas, existiendo múltiples evidencias tanto de su uso en dicho estado (Gellida y Moguel, 2007) como de la existencia de numerosos intercambios entre las poblaciones ubicadas a ambos lados del límite estatal. Otras posibilidades serían que la técnica llegase a través de las poblaciones oaxaqueñas zapotecas y mestizas que bordean la laguna, e incluso de los propios mareños de San Dionisio o San Francisco del Mar (tal vez incluso de Santa María del Mar, a pesar del enfrentamiento entre esta comunidad y San Mateo).

Aunque todavía no hemos podido discutir este punto en detalle con las personas de la comunidad, creemos que para utilizar con provecho el copo es necesario conocer a la perfección las corrientes dominantes y el modo en que el camarón se mueve mediante su acción, de modo que la presentación de esta técnica parece habernos conducido, una vez más, al gran conocimiento de su entorno que muestran los mero ikoots.

Con lo expuesto, no hemos agotado la panoplia de técnicas conocidas o utilizadas por los mero ikoots, que incluye la pesca con arpón, con lanza-dardos o con lanza de madera, esta observada en el siglo XIX (Brockman, 2004); y la pesca manual de camarón, utilizada “sobre todo al comienzo de la temporada de lluvias, pero en años en los cuales las lluvias [inician] con poca cantidad de agua” (Filgueiras, 2018, p. 56). Sin embargo, consideramos que es posible terminar aquí la exposición y dar paso a las reflexiones finales.

Reflexiones finales

Estas tienen que comenzar resaltando una idea, como es que las múltiples y diferentes técnicas que los mero ikoots utilizan para pescar parten de un profundo conocimiento de su entorno (véase Zizumbo y Colunga, 1982) y parecen responder a cualquier condición meteorológica que pueda darse a lo largo del año. Esta idea podría conectarse de manera relativamente fácil con preocupaciones propias de la etnoecología (Toledo, 1990, 2005) y también ser dirigida hacia la ética ambiental comparada (Callicott, 1994).

Del mismo modo, también se pueden establecer relaciones entre la división por edades de la comunidad y el tipo de las actividades pesqueras llevadas a cabo por cada grupo etario. Por ejemplo, de acuerdo con lo observado hasta el momento en campo, puede establecerse que la atarraya es usada fundamentalmente por niños y ancianos, aunque cualquier pescador de San Mateo sabe utilizarla y eso hará si lo requiere. A su vez, la pesca con papalote, según hemos observado en campo, y escuchado en varias conversaciones, parece ser una técnica utilizada por adolescentes y adultos jóvenes, tal vez debido a las exigencias de flexibilidad y fuerza. Por último, la pesca con chinchorro, al igual que los copos, y también la pesca con red de arrastre, es propia de los adultos y, en el primer caso, debido a la necesidad de actuación conjunta y el consiguiente ordenamiento de dicha actuación, debe hacerse en grupos organizados, con un anciano que capitanee las faenas.

Nuestras consideraciones están, desde luego, sujetas a revisión y por ello pueden ser modificadas de acuerdo con nuevas observaciones y nuevas entrevistas efectuadas en el trabajo de campo. No obstante, creemos que, sean tales correlaciones precisas o no, existe poco espacio para dudas con respecto a que la actividad sí se encuentra estratificada. Hallar nuevos criterios para tal estratificación sería una tarea interesante, para la cual podrían tenerse en cuenta las condiciones de trabajo, ya que muchos mareños actualmente tienen empleos formales (por ejemplo en la refinería de Salina Cruz), lo que les imposibilita dedicarse tiempo completo a la pesca, haciendo difícil que inviertan en la compra de un barco o incluso de redes. Las propias condiciones económicas de los pescadores constituyen otro elemento por considerar, por razones parecidas, que probablemente tengan que ver con la incapacidad de invertir una fuerte cantidad en la compra de equipos, quedando así a merced de quienes tienen acceso al capital requerido para la compra de medios de producción, para los cuales, en principio, tendrían que trabajar, u obligados a realizar de manera individual un tipo de pesca de autosubsistencia (en general con atarraya). El género, a su vez, es un elemento que requeriría un análisis pormenorizado.

Para cerrar, recordaremos, una vez más, que los mero ikoots, además de su total adaptación al entorno biofísico, también se han adaptado de manera magnífica a su entorno social. Por adaptación no debemos entender una mera reacción al ambiente, sino más bien una interinfluencia con él, tal y como lo prueban sus relaciones con los demás pueblos originarios que habitan el istmo de Tehuantepec. Es este sin duda un entorno altamente complejo, en el cual se superponen grupos humanos, culturas y estrategias, en una disputa constante por el territorio y sus recursos. En tal entorno, los mero ikoots juegan diversos papeles y se ven envueltos en diversas dinámicas. Muchos de esos papeles suponen la subordinación a la dominante cultura zapoteca, en el marco de un proceso que se ha venido denominando “zapotequización” de las etnias istmeñas (véase p. ej. Villagómez, 2004). De igual forma, existe, sin duda, una influencia, en sentido contrario, de los mero ikoots hacia los demás pueblos, influencia que se muestra de forma destacada en un elemento que ha sido constante desde su llegada al istmo, y probablemente desde tiempos anteriores, como es su especialización en la pesca en aguas poco profundas y la recolección de crustáceos, la cual los ha llevado a ser durante siglos los principales proveedores de esta clase de productos para los demás grupos istmeños. Asimismo, han mostrado las virtualidades de un estilo de vida centrado en la pesca, varios de cuyos aspectos parecen haber sido tomados por otros pueblos de la zona, como los chontales y los mismos zapotecos.

Observando esta interinfluencia entre los mero ikoots y su entorno social y ambiental, puede apreciarse que, si bien a lo largo de la historia es posible considerar que este pueblo no ha recibido las mejores cartas, sin duda ha sabido jugarlas con extrema maestría. La propia pervivencia del grupo es un éxito nada desdeñable, habida cuenta de que, como señala Castaneira (2008), hay muchas otras culturas que tristemente han desaparecido por el camino. Parte de este éxito ha venido dado por la enorme habilidad de los mero ikoots a la hora de pescar, acerca de la cual este artículo ha presentado una mínima ilustración. Falta por ver en qué medida su talento para la pesca, y especialmente su para la adaptación (en el sentido ya mencionado del ejercicio de interinfluencias con su medio), les permitirá enfrentar los peligros que en la actualidad amenazan a la comunidad a una escala anteriormente inimaginable, comenzando por los megaproyectos eólicos en el área8, un elemento cuya negativa influencia no ha dejado de crecer. En los próximos años, conoceremos la dirección que tomarán los mero ikoots luego de este difícil tiempo de inflexión, capaz de fijar para el resto del siglo XXI todo el rumbo de su devenir. A pesar de los enormes problemas que enfrentan, y basándonos en su experiencia en similares tesituras, apostamos por un desenlace que les permitirá seguir siendo ellas y ellos mismos.

Agradecimientos

Agradecemos a las personas dictaminadoras de la revista Cuadernos de Antropología por sus valiosas recomendaciones, las cuales enriquecieron en gran medida este trabajo. Asimismo, al grupo de trabajo que nos acompañó en todos los proyectos de investigación desarrollados en San Mateo del Mar. A la comunidad de San Mateo, por su gran hospitalidad; muy especialmente, a la familia Canales Esesarte, por el incalculable apoyo que nos ha brindado en los casi diez años que llevamos visitando San Mateo. En el caso particular de este artículo, nuestro mayor agradecimiento debe dirigirse a Kevin y al Sr. Andrés, quien, además de todos los conocimientos expuestos, nos obsequió los dibujos de las diferentes técnicas que aparecen en el texto. Dios mangüy ik.

Referencias bibliográficas

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1 La información sobre los tres municipios está disponible en http://cuentame.gob.mx/monografias/informacion/oax/territorio/div_municipal.aspx?tema=me&e=20, consultado el 2 de abril de 2021. Para la población de Santa María del Mar, se han usado los datos de INEGI de 2010.

2 Frente a este extendido punto de vista, Castaneira (2008) propone una interesante caracterización de los mero ikoots como cultura de litoral, poniéndolos en relación con un patrón cultural existente en toda la costa del Pacífico.

3 Evidentemente, existen problemáticas que causan graves trastornos socioeconómicos, pero que no pueden ser abordadas directamente por una sola comunidad, como sucede con la contaminación. Al respecto, Serrano (2004) recoge los datos provenientes del trabajo de tesis de Benítez, elaborado en 1992, sobre la contaminación en la laguna superior y menciona la existencia de tres grandes grupos de contaminantes en el área: (a) hidrocarburos de petróleo y sus derivados, procedentes de derrames, (b) plaguicidas y fertilizantes utilizados sobre todo en el cultivo de la caña de azúcar, y (c) cadmio asociado a fertilizantes fosforados empleados en el cultivo de caña y en los ingenios azucareros, y a los desechos de las principales ciudades que bordean la zona.

4 Bastantes de tales visitas se llevaron a cabo en el marco de tres proyectos de investigación financiados por la Universidad del Mar, los cuales involucraron la participación de un gran número de investigadoras e investigadores.

5 Nijmeor Kang (la Virgen de Piedra) es una divinidad marítima que algunos estudiosos consideran la deidad original de los mero ikoots. La leyenda cuenta que se fue del pueblo tras la llegada del primer evangelizador católico, creando con sus pasos las olas del mar.

6 Decimos “tradicional” porque el texto de Ramírez es consciente de que mucho de lo que afirma, aunque ya no se lleva a cabo hoy, pertenece a la tradición mareña.

7 “[En San Mateo] las lanchas y el copo, aunque existen, aún no se han generalizado” Hernández y Lizama (1996, p. 112).

8 El istmo de Tehuantepec es una de las zonas con mayor potencial para la generación de energía eólica en el mundo. Los primeros proyectos eoloeléctricos en el área se desarrollaron en la década de 1990 y, hoy, según datos del Environmental Justice Atlas, existen “29 parques eólicos en operación en el istmo de Tehuantepec, que cubren una superficie total de 32 mil hectáreas con una capacidad instalada total de 2709 MW y 1564 aerogeneradores operando” (véase https://ejatlas.org/conflict/corredor-eolico-en-el-istmo-de-tehuantepec-oaxaca), además de otros tres parques en construcción. Esta situación ha generado numerosos problemas y movimientos de resistencia entre la población local, incluidos los mero ikoots.