¿Corresponde el pueblo indígena Suerre del siglo XVI al asentamiento arqueológico de Las Mercedes (1000-1500 d.C.) del Período Tardío del Caribe central de Costa Rica? Una propuesta interdisciplinaria

Eugenia Ibarra1* y Paula M. Pérez-Briceño2, 3

1Academia de Geografía e Historia de Costa Rica, San José, Costa Rica

2Universidad de Costa Rica (UCR), Escuela de Geografía, San José, Costa Rica

3Universidad de Costa Rica (UCR), Centro de Investigaciones Geofísicas (Cigefi), San José, Costa Rica

*Autora para contacto: eugenia.ibarra68@gmail.com

Cuadernos de Antropología

Julio-Diciembre 2021, 31(2)

DOI: 10.15517/cat.v31i2.47522

Recibido: 22-06-2021 / Aceptado: 20-10-2021

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)

ISSN 2215-356X

Resumen: En estas páginas se resumen los resultados de una investigación interdisciplinaria que trata de dilucidar si el asentamiento indígena denominado Suerre, en los documentos del siglo XVI, corresponde al sitio arqueológico Las Mercedes, en el Caribe central de Costa Rica. Se recurre a la etnohistoria, la geografía, la lingüística y a la arqueología para lograr una aproximación, metodología cuyos resultados concurren a señalar que es muy probable que sí fueran el mismo lugar. Aunque la evidencia analizada sugiere fuertemente una identificación entre Suerre y Las Mercedes, quedan pendientes más investigaciones para poder afirmarla con seguridad.

Palabras clave: arqueología; etnohistoria; historia colonial; geografía; Caribe central de Costa Rica.

Is the indigenous settlement of XVIth century Suerre the same as the Las Mercedes (A.D. 1000-1550)archaeological site? An interdisciplinary proposal

Abstact: The content of these pages centers in trying to depict if archaeological Las Mercedes and the documentary settlement of Suerre coincide. We use an interdisciplinary approach with ethnohistory, geography, linguistics, and archaeology to try to demonstrate it could very well be the same place. Even if the evidence contrasted builds a strong case to show it can very well be the same place, more research must be undertaken to demonstrate the proposition.

Keywords: archeology; ethnohistory; colonial history; geography; Costa Rica central Caribbean.

Introducción

El contenido de estas páginas tiene el objetivo de contrastar la reconstrucción histórica del pueblo indígena de Suerre, realizada a partir de fuentes del siglo XVI, con los resultados arqueológicos de los sitios del Museo Nacional de Costa Rica, conocido en general como Las Mercedes, aunque incluye (Las Mercedes 1 (L-289 LM1), Las Mercedes 2 (L-287 LM-2) y Las Mercedes 3 (L-290 LM -3), que son asentamientos cercanos y relacionados entre sí. El objetivo es analizar una posible correspondencia entre la evidencia documental y la arqueológica y así proponer si se trata del mismo lugar. Creemos que la información disponible permite construir una propuesta.

Utilizaremos para ello un enfoque interdisciplinario. Desde la arqueología consideraremos los resultados de investigaciones especializadas, así como informes de cultura material indígena y española excavada en el sitio, las que contrastaremos con evidencia documental de rasgos culturales indígenas, así como españoles. Desde la historia, presentaremos un contexto que explique la importancia de Suerre: puerto, río y poblado, desde informes de conquistadores de Nicaragua en tiempos tempranos del siglo XVI. Incluiremos descripciones documentales de personas, de alimentación, de fauna, de datos sobre viviendas y de intercambio indígena, entre otras actividades descritas, valiosas para la arqueología, etnohistoria y para la historia colonial. Desde la geografía, leeremos el paisaje fluvial para ubicar puntos de referencia vinculados con la historia de la región en el siglo XVI. Estimaremos distancias dadas en los documentos para lograr acercamientos a los posibles lugares que visitaron los españoles. Al contrastar la evidencia de las tres disciplinas involucradas, deseamos proponer, hipotéticamente, una posible relación entre Las Mercedes arqueológica y el Suerre documental.

Para ello desmenuzaremos la expedición de Diego Gutiérrez a Suerre en 1543 y 1544 y su movilización hacia el interior del territorio, con el objetivo de dar una mirada a las posibles vinculaciones de ese asentamiento con otros cercanos de la Línea Vieja- zona propuesta como unidad cultural por Doris Stone (1966)- y como se conoce la zona por haber sido cruzada por una línea ferroviaria en el siglo XIX y XX. Esto nos proveerá de un contexto más amplio para enfocar las sociedades cacicales caribeñas de Costa Rica y alrededores en el siglo XVI. En seguida, damos un acercamiento a resultados de investigaciones arqueológicas.

Una mirada a estudios arqueológicos

Es fundamental comenzar con el resultado que presentan Vázquez y Rosenswig (2016) de trece sitios con arquitectura residencial y pública de la Línea Vieja, de los cuales Las Mercedes 1 destaca por su tamaño sobre los demás, con 11 hectáreas. El tamaño podría ser indicador de que el sitio era de los más destacados en la zona. Pudo tratarse de un pueblo principal similar a los encontrados en provincias indígenas del siglo XVI en el Valle Central, por ejemplo (Ibarra, 1990). Resumimos en el siguiente texto ideas de lo que significaba Suerre entre los conquistadores, incluyendo a Vázquez de Coronado en 1563: “El deseo que tenía Vázquez de Coronado de ir a Suerre era por la gran fama de riqueza de que gozaba esta provincia en Nicaragua desde los tiempos de Rodrigo de Contreras y Diego Gutiérrez y también por lo mucho que la ponderaban los indios” (Fernández, 1964, p. 119).

Las numerosas investigaciones arqueológicas disponibles para Las Mercedes, de las que señalaremos algunas de las más destacadas, toman en cuenta que un lugar Suerre se menciona en la costa del Caribe central de Costa Rica. Igualmente, están familiarizados con el episodio en que los caciques Camaquire y Cocori y su gente, de Suerre, junto con huetares del Valle Central, acabaron con la vida de Diego Gutiérrez en 1544 con base en relatos de Girolamo Benzoni en su Historia del Nuevo Mundo (1989). Maritza Gutiérrez y Luis Hurtado de Mendoza (1986) publicaron un artículo titulado Arqueología de Suerre, Costa Central Atlántica, Costa Rica. Ellos tratan de delimitar el territorio que incluiría Suerre, siguiendo a Lothrop (1979) y copian que “Suerre es el territorio que se sitúa detrás de la laguna de Tortuguero y alrededor de los ríos Parismina y Pacuare” (Lothrop, 1979, p. 17), mas no incluyen la zona costera. Ellos mencionan el hallazgo de dos abalorios o cuentas azules del siglo XVI (Figura 1) que encontró Hartman (1901, 1991). Vázquez y Rosenswig (2016) utilizan estos abalorios como marcadores temporales que sitúan el sitio de Mercedes 1 hasta el siglo XVI.

También, Corrales y Gutiérrez (1986, p. 34) se refieren a un artefacto de hierro, un buril o “some edged pieces of iron ore” o “meteoric iron gravers” que fue reportado por Alden J. Mason (1945) y por Skinner (Lothrop, 1926). Además de esos materiales, en una tumba en el Cementerio 3 de Las Mercedes, Alanson Skinner encontró lo que dice parece ser un disco de hierro muy herrumbrado (Lothrop, 1926). En Costa Rica, el hierro no era metal de elaboración precolombina, por lo que pudo ser reelaborado de objetos de hierro traídos por españoles. Volveremos sobre esto.

Los arqueólogos que han estudiado Las Mercedes y alrededores consideraron otros sitios de la Línea Vieja, como Anita Grande, Finca Costa Rica (Palmeto Núñez), La Cabaña y Williamsburg, para obtener un contexto regional como se observa en la figura 2.

Las Mercedes 1 estuvo situada en un corredor natural, en un área rodeada de centros menores, lo que condujo a Vázquez y Chapdelaine (2008) a hablar del desarrollo de cacicazgos prinicipalísimos. Las Mercedes se rodeó de arquitectura compleja, con espejos de agua, dos calzadas o caminos empedrados, obras hidráulicas, drenajes, basamentos residenciales y áreas funerarias (Figura 3) lo que lo asemeja a otros sitios del Caribe como Guayabo de Turrialba, Ta’Lari, y Agua Caliente, por ejemplo (Corrales y Gutiérrez, 1986; Vázquez, 2006, 2008; Salgado, Hoopes, Aguilar y Fernández, 2013). Las Mercedes tuvo también acceso a quebradas cercanas, como la quebrada Santa Emilia y a ríos como el Dos Novillos, el Iroquois, el Parismina y el Destierro, y tuvo asimismo comunicación con el mar Caribe (Vázquez y Chapdelaine, 2008; Vázquez y Rosenswig, 2016). De modo que, desde la perspectiva arqueológica, Las Mercedes se considera un centro mayor rodeado de centros menores y la salida al mar, importantísimo detalle en el tema que nos ocupa.

Los estudios arqueológicos (Corrales y Gutiérrez, 1986) indican la presencia de cerámica de otras subregiones arqueológicas como del Pacífico Norte en Williamsburg, por ejemplo, Papagayo y Birmania policromo (800 y 1200 d.C). También definen cerámica del Pacífico Sur, como San Miguel Galleta, fechada entre el 800 y 1500 d.C. Además, hallaron Mora Policromo variedad Chircot (Vázquez y Chapdelaine, 2008). Aunque no podamos precisar cómo y porqué llegó esa cerámica a Las Mercedes, notamos que había intercambio de bienes o relaciones sociopolíticas entre el sitio y otras zonas del actual territorio costarricense. Lo mínimo que podemos asegurar es que, en Las Mercedes, centro destacado de la Línea Vieja, había actividades de intercambio con otros pueblos alejados, como con el Pacífico Norte y el Pacífico Sur. En 1584 se afirma que un indígena de nombre Suerre servía a Fernando Correque en Tucurrique (Fernández, 1907b), con lo que se evidencian relaciones entre gente de Suerre con el Guarco, aspecto que se comprueba años después (Ibarra, 1988). Esto conduce a que sea posible concluir que los habitantes de Las Mercedes no vivían aislados, como también se sugieren en Vázquez y Chapdelain (2008); o sea que la distancia no impidió el correr de los conocimientos sobre la existencia de otras gentes, bienes y territorios y la instauración de relaciones sociales. La disciplina histórica enriquecerá los resultados arqueológicos.

Antecedentes históricos

La manera de proceder metodológicamente para contrastar evidencia documental con la arqueológica consiste en que después de sintetizar los resultados arqueológicos pertinentes al tema que nos ocupa, se debe conocer la ubicación, selección y estudio de fuentes del siglo XVI que se refieran a Suerre y alrededores. Luego de estudiados los documentos, se señalarán elementos culturales materiales que pueden asumir el carácter de elementos de comprobación, propuestos como evidencia o información por examinar que se inclinará hacia la existencia de un sitio particular, y su ocurrencia puede ser sometida a su confirmación, o no, en el terreno a futuro (Calzada, 1994). En esta oportunidad se mencionarán algunos elementos arqueológicos y documentales, pero, como en todo ejercicio académico, la evidencia futura servirá para reforzar la propuesta o para debilitarla.

Unas palabras sobre las fuentes que consideramos en este ejercicio. Desde la perspectiva documental, las obras que hemos incluido han sido las fuentes primarias impresas, como los tomos I, II, III, VI, X, XI, XIII y XV de la Colección Somoza, Documentos para la Historia de Nicaragua compilados por Andrés Vega Bolaños (1954a, 1954b, 1954c, 1955, 1956a, 1956b, 1956c, 1956d), que son los que contienen información sobre Suerre y Diego Gutiérrez, comprendidos entre 1529 y 1550. Otros tomos revisados pertenecen a la Colección de Documentos para la Historia de Costa Rica, documentos que van desde 1545 hasta 1600, compilados por León Fernández Bonilla (1882, 1883, 1886a, 1886b, 1907a, 1907b) en los tomos II, III, IV, V, VI, VII y VIII. Forma parte de este bagaje documental impreso la obra de Manuel María Peralta (1883) titulada Costa Rica, Nicaragua y Panamá en el siglo XVI. Su historia y sus límites.

Utilizamos también obras documentales impresas como la de Girolamo Benzoni, Historia del Nuevo Mundo (1989), pues él formó parte de la expedición de Diego Gutiérrez a Suerre y su experiencia es fundamental para lograr el objetivo principal de estas páginas. La edición fue traducida por Manuel Carrera Díaz sobre el texto de la edición italiana de 1572. Benzoni era italiano, milanés. Fue integrado a la expedición en Nombre de Dios, Panamá, por Alonso de Pisa, sobrino de Gutiérrez, que había sido enviado por este a reclutar hombres a mediados de 1544. Fue testigo y como tal experimentó lo que ocurrió en esa entrada española de mediados del siglo XVI. De igual manera, destacan obras de otros historiadores como Ricardo Fernández Guardia (1975) en El descubrimiento y la conquista, y el geógrafo nicaragüense Jaime Incer (1989), en Viajes, rutas y encuentros 1501-1838. Estas y otras fuentes más se irán citando, ya que contienen la mayor cantidad de descripciones y situaciones sobre el Suerre del siglo XVI, cuya historia pasamos a resumir.

Suerre en las fuentes documentales

Antes que nada, aclaramos que el topónimo Suerre aparece escrito de diferentes formas, el registro de ellas es importante para la lingüística y para introducir cambios poco estudiados en la nomenclatura del río. Por ejemplo, se escribió como Suere, Sueri y Suerri en 1539 (Vega, 1955); río Çurri y Çuerri en 1541 (Vega, 1956a); río de Suerre en 1544 (Vega, 1956c); y Suere (Benzoni, 1545), y Suerre también en esos años y en 1563 (Vázquez de Coronado; en Fernández, 1964) y Ssuere en 1593 (Quesada, 1996). En 1610 y 1611 encontramos referencias al puerto de Suerre y pueblo de Suerre (Fernández, 1907c); aún en 1619 aparece Juan Suerre en Cartago, como pregonero y verdugo (Fernández, 1907c). Todas se relacionan al mismo lugar y zona, aunque la grafía sea distinta.

Con el objetivo de evitar confusiones al respecto de si el río llamado Suerre era el Pacuare o el Reventazón, es pertinente relatar algunos hechos. Cleto González Víquez (1906), con base en documentos, en análisis de cambios de dirección de los ríos y en la naturaleza de los terrenos, concluye que el antiguo Suerre es el Reventazón; argumenta suficientes pruebas y razones para sostener que el río Suerre es el Reventazón y que no se debe creer que fue el Pacuare. El río Reventazón cambió de curso y menguó al canal del Suerre (Fonseca, Alvarenga y Solórzano, 2001). Sin embargo, dado que este proyecto se centra, principalmente, en el siglo XVI, deseamos brindar información documental al respecto. Nuestros análisis documentales sugieren que el cambio del curso del río no se registró en el siglo XVI, sino en el XVII, cerca de 1630, ya en la época colonial (Peralta, 1883). Además, el gobernador Juan Fernández de Salinas y de la Cerda anota en 1651 que hacía veintiún años que se había perdido el puerto de Suerre a la mar del Norte, lo que da una fecha del año 1630 (Fernández, 1886b). Entonces, todo indica que por lo menos, desde 1529 a 1564, el río se denomina Suerre y el puerto también. Como dato interesante, anotan Fonseca, Alvarenga y Solórzano (2001), que las obras que Juan Fernández de Salinas realizó para remediar el problema no tuvieron éxito, el puerto de Suerre se perdió y en su lugar se convirtió Matina en el principal embarcadero del Caribe de Costa Rica.

Es importante también referir que algunos años después aparece el topónimo Parismina, como se le denomina en la actualidad, y se pierde el de Suerre para ese río. No hemos hallado el nombre Parismina en ninguno de los documentos que se refieren al poblado o río o puerto de Suerre en el siglo XVI; solamente aparece Suerre. Sin embargo, se hace importante analizar el origen de cambios en la nomenclatura que se pueden explicar con fundamento histórico. ¿De dónde viene el nombre de Parismina? En 1756, el ingeniero Díez Navarro (González, 1906) habla de Paresmenes refiriéndose al lugar y a los indios mosquitos que lo navegaban. Para aclarar el tema, al estudiar a Henri Pittier (1895; en Zeledón, 2016, p. 574) nos dice que:

Parishmina, transformado en Parismina por los españoles. Un antiguo misquito, con quien conversé en abril último en Cahuita, me proporcionó muchos datos sobre su pueblo, me aseguró que esta palabra quiere decir literalmente where we all go, esto es el lugar de la cita o el punto de reunión, y que la boca del Parishmin era efectivamente, en tiempos antiguos, donde se reunía la gente previamente a sus expediciones al interior de Costa Rica.

Pittier, quien recogió la información entre 1894 y 1895, se inclina por esta explicación. Además, dice que el nombre se españolizó a Parismina lo que debe haber sucedido en siglos posteriores a las expediciones españolas de la primera mitad del siglo XVI, donde seguramente se llamaba Suerre. Así, creemos apuntalar la idea de que el actual río Parismina, el puerto en la costa y el río en su trayecto, se conoció como Suerre en el siglo XVI.

De esa manera se puede comprender cómo las mediciones que hacemos en este proyecto en millas náuticas equiparadas a kilómetros coinciden en alcanzar el sitio Las Mercedes desde la costa del Caribe, como veremos. Además, desde el XVI, y posiblemente desde tiempos anteriores, se describe la boca del Suerre como un punto de reunión al que acudían indígenas a intercambiar y más adelante en la historia, como dijéramos más arriba, los zambos mosquitos mencionan el lugar como punto de reunión, lo que otorga a la boca de ese río una antigüedad importante relacionada con el intercambio, el comercio y otras actividades. Se sospecha de la facilidad de una vía al interior como dice Pittier. El siguiente mapa muestra el contexto general de la zona comprendida en este artículo (Figura 4).

Para acercarse al Suerre documental en sus primeras menciones, en el tiempo y en el espacio, debemos remitirnos a la historia del descubrimiento del desaguadero o río San Juan y a sus pobladores, los indígenas de las islas de Solentiname en el lago de Nicaragua y los indígenas Botos1.

Hay que recordar que la búsqueda del Estrecho Dudoso comenzó muy temprano entre los españoles de Nicaragua y antes por Cristóbal Colón. Era importante saber si había comunicación entre el Lago Cocibolca y el Mar del Norte o Caribe. Por eso, desde 1524, Gil González Dávila hablaba de un mar dulce con oleaje y aseguraba que sus pilotos certificaban una salida al mar del Norte (Ibarra, 2014). Así, hubo interés en saber del río Desaguadero o San Juan, de su salida al mar, de su gente y de sus riquezas.

En 1529, se realizó la expedición de Martín Estete y Gabriel de Rojas, uno por río y otro por tierra. Estete levantó un real en la boca del San Carlos o Cutris en un pueblo llamado Pocosol y, por medio de indicaciones del cacique, decidió buscar a los botos, pero no fue él en persona. Sus hombres se fueron por el San Carlos y subieron un cerro para ver si de ahí se veía la salida al mar del Norte o el mismo mar del Norte y la tierra de los botos. No avanzó más.

Desde 1535 Rodrigo de Contreras deseaba ir al Desaguadero, pero convenció más bien a Alonso Calero y a Diego Machuca de Suazo, su primo, para que fueran ellos. Así, en 1539 estos españoles lograron salir por el Desaguadero a la mar del Norte. Desde antes de entrar al río, tomaron un indio que se encontraba pescando en una de dos de las islas a la mano izquierda, de Solentiname: “(…) el cual trató de ser tan bueno que sabía muy bien el río y tres o cuatro lenguas e que en él se platican…” (Vega, 1955, p. 78).

El archipiélago de Solentiname está formado por 36 islas en el extremo suroriental del lago de Nicaragua (Incer, 1989). Es claro el conocimiento que tenían sus pobladores sobre la navegación en el río y de la gente que por ahí habitaba, así como de sus lenguas. Incer menciona a los de Solentiname, cuya lengua era idéntica a los corobicíes, según Lothrop, así como a guatusos, botos, ramas y suerres (Incer, 1989). Además, durante el recorrido de varios días, los conquistadores apresaron más indígenas de pueblos aledaños al río, como de Tori2 y Yari, para que les sirviesen de guías e intérpretes. En Tori, apresaron un mercader (énfasis nuestro) para que los dirigiera a Suerre. Esta persona, descrita como comerciante, sugiere el desarrollo de actividades de intercambio en la zona de la cuenca del Desaguadero y de Suerre. De él no se sabe nada más, pero sí brindó descripciones de la tierra, así como de la existencia de muchos pueblos. Es de subrayar que cuando Calero salió al Caribe, desarmó una de sus embarcaciones para, con sus materiales, construir una fragata para subir por los ríos. No contamos con detalles de tal embarcación. Se observa el interés de alcanzar pueblos por los ríos y, además, no hay mención de poblados importantes en las riberas de los ríos. Por asuntos de salud y otras complicaciones, se van a Nombre de Dios en Panamá sin entrar en Suerre; no obstante, el área caribeña era de enorme interés para los españoles.

Los conflictos entre ellos por las riquezas de tierras, oro e indígenas no se hicieron esperar en la costa del Caribe, en momentos cuando las fuentes destacan aspectos crudos de la conquista española con los indígenas. En 1540, Hernán Sánchez de Badajoz entró a la región de Sixaola, Costa Rica (Solórzano y Quirós, 2006). Al saberlo, Rodrigo de Contreras salió de Granada, navegando por el lago y por el río para expulsar a competidores de un territorio que consideraba de su jurisdicción. Pasó primero a la desembocadura de Suerre a buscar provisiones. Ahí capturó indígenas. Se dice que tomaron oro de dos indígenas que estaban muertos en el pueblo de Suerre, lo que sugiere saqueo de tumbas (Vega, 1956c). De igual forma, agrega la fuente que la provincia de Suerre es de mucho provecho porque vienen muchos indios con oro a rescatar. El cosmógrafo y cronista Juan López de Velasco informa en 1571 que:

La provincia de Suerre está en la parte y costa de la mar el Norte que llaman Turricia, caminando hacia el Nombre de Dios hasta llegar a las espaldas de los volcanes que están en la cordillera que pasa por medio de la gobernación este-oeste, y dista uno del otro doce leguas; es tierra y comarca esta de muchos árboles de frutales de la tierra muy buenos, tiene buenos ríos donde se ha hallado y halla mucho oro, que los indios tienen en mucho y hacen de ello por fundición brazaletes, orejales y bezotes, y demás deste tienen mucha ropa y muy buena (López de Velasco, 1894, p. 333).

En términos generales, se asegura que en el río de Suerre hay mucho oro entre los naturales y que se tomaron 600 pesos de oro de un buhío, los que se llevaron a María de Peñalosa en Nicaragua para que enviara provisiones a Contreras, su esposo (Vega, 1956c). A la vez, en 1540, desde Panamá, el oidor Robles afirmaba que desde que se conquistó Nicaragua había noticias de que Suerre era muy rico y poblado (Peralta, 1883). En Nicaragua y en Panamá se conocía entonces de Suerre y de sus riquezas desde tempranas décadas del siglo XVI, noticias que se empezaron a conocer por boca de los indígenas. Estos datos indican el conocimiento de la existencia de los pobladores de la zona y de sus actividades por todos desde antes el arribo español además de la presencia de oro en el área, así como el intercambio con indígenas y españoles por este metal y lo que podría ser un saqueo a tumbas cuando habla de oro tomado a indios muertos, pues no hay referencias a encontronazos ni a muertes en ese momento. Si hacemos un contraste con la arqueología en Las Mercedes, encontramos que se reporta poco oro extraído científicamente, pero la información documental y algunos resultados arqueológicos sugieren que en la zona sí lo había. Por ejemplo, en La Virginia, sitio cercano, Lothrop (1926) describe que ahí las tumbas eran similares a las de Las Mercedes y en solo una de ella, Skinner, encontró dieciocho artefactos de oro. En tiempos actuales, se reporta en la zona de la Línea Vieja, en general, objetos de oro huaqueado.

Después de los intentos de Badajoz y de Contreras de adueñarse de Suerre y alrededores, la Corona le otorgó derechos de gobernación y conquista a Diego Gutiérrez. Fue nombrado gobernador de una jurisdicción administrativa llamada Nueva Cartago y Costa Rica, con el límite sur donde terminaba el ducado de Veragua y el norte en el río Aguán en Honduras, exceptuando los territorios encomendados a otros gobernadores (Solórzano y Quirós, 2006). Esto causó rivalidades con Rodrigo de Contreras, sobre todo. Por lo que a Gutiérrez lo atrasaron adrede todo el tiempo que pudieron y no fue, sino hasta finales de 1543 que salió de Granada rumbo a Suerre, lo que acentuó las rivalidades con Rodrigo de Contreras que insistía en ser descubridor de Suerre. En 1545 se afirmaba que:

(…) y ten si saben etc. que el dicho Diego Gutiérrez al presente está en la dicha provincia en un río que se dice Suerre y que la dicha provincia donde está es de mucho provecho porque vienen muchos indios con oro a rescatar y si saben que donde al presente está en el dicho río lo descubrió y tenía ya descubierto el dicho Rodrigo de Contreras cuando vino el dicho Diego Gutiérrez con otra mucha tierra comarcana al dicho río…” (Vega, 1956c, p. 40).

Afirman también que Contreras concertaba en asentar un pueblo en Suerre y que se tenían noticias de que los indios vecinos al río tenían mucho oro y eran ricos y que Diego Gutiérrez estuvo en el río y rescató mucho oro hasta que lo mataron (Vega, 1956c). Asimismo, uno de los hombres que fue con Contreras a Suerre logró obtener más de 200 pesos de oro y describe que venían muchos indios a rescatar (Vega, 1956c). Las citas referidas aclaran no solo la presencia de mucho oro en Suerre, sino su intercambio y el interés español en asentarse justamente ahí.

Como hemos expuesto, para los indígenas de Suerre la presencia española ya era conocida, así como sus actos de violencia, de robo y de deseo de oro desde antes del arribo de Diego Gutiérrez. La entrada de Diego Gutiérrez a Suerre representa una de las páginas más crueles en la historia de la conquista de Costa Rica.

Según Benzoni, Gutiérrez encontró chozas deshabitadas a seis millas de la costa y dispuso alojarse en ellas con su gente (Benzoni, 1989), sitio que llamó Santiago (Fernández, 1975; Peralta, 1883). Si utilizamos el equivalente de una milla náutica a 1852 m (Diccionario náutico, 2021), estaría aproximándose a esas edificaciones a una distancia cercana a los 12 km de la desembocadura, según mediciones realizadas por Pérez-Briceño (9 de febrero de 2021). Gutiérrez pudo estar ahí unos siete meses aproximadamente, desde fines de 1543 hasta mediados de 1544. En el mapa (Figura 5) ponemos Santiago en la mitad del río porque la fuente no dice en cuál orilla se asentó.

Observamos que había viviendas deshabitadas, localizadas a la orilla del río. Agrega Benzoni que Gutiérrez, tras desembarcar y acomodarse en una de ellas lo mejor que pudo, fue visitado por unos caciques con 700 ducados de oro de baja ley, lo que sugiere tumbaga. Aclara que no se podían entender por las diferencias de lenguas, pero que le regaló a cada uno de los caciques un rosario de cuentas de vidrio, cascabeles, campanillas y otras cosas. Esta acción es evidencia documental sobre la presencia de cuentas de vidrio españolas, por lo menos, en Santiago, a orillas del Suerre, camino al poblado.

Al pasar los días, el hambre comenzó a atacar a Gutiérrez y sus hombres mientras que los indios no les daban más que frutas. Además, los soldados lo abandonaron, se fueron por la costa hasta el Desaguadero, donde los recogió una fragata que iba para Nicaragua. Él se embarcó en otra fragata desde donde estaba y se fue hacia la costa, donde apenas antes de salir al puerto (sic), entró un bergantín cargado de soldados y alimentos en ayuda suya bajo las órdenes del Capitán Barrientos. El texto indica que Gutiérrez se quedó en Santiago mientras otros se fueron a Nombre de Dios en Panamá, bajo las órdenes del Capitán Barrientos, incluyendo a Alonso de Pisa, sobrino de Gutiérrez. De Nombre de Dios enrolaron veintisiete soldados.

Tardaron cuatro días por mar de Nombre de Dios a Suerre, pero, al llegar a la entrada al río, no pudieron entrar por las malas condiciones climáticas, por lo que se devolvieron a las islas de Zorobaró, donde estuvieron setenta y dos días, casi mes y medio. Por ser junio, los vientos eran contrarios y hubo tormentas severas, sobre todo por las noches. Un rayo cayó sobre el bergantín y mató a españoles y a un esclavizado. Añade Benzoni que el capitán acercó la embarcación a tierra para ir a buscar indígenas adonde fuera que estuviesen. Ahí podríamos acotar que los indígenas vecinos a esas islas de Zorobaró podrían ser representantes de etnias talamanqueñas, como dorasques, teribes, cabécares, mexicanos o chichimecas y tal vez hasta bribris, de acuerdo con fuentes documentales que los sitúan en las cercanías de la desembocadura del Sixaola, en ese tiempo del siglo XVI. Anduvieron ocho días buscando alimentos con poco éxito y regresaron por tierra a Suerre caminando a lo largo de la costa, con enorme esfuerzo. Llegaron donde estaba el gobernador y, a los veinte días de la reunificación, entró el bergantín en el puerto.

El detalle de la expedición en el que nos hemos detenido es importante porque, aunque Benzoni no lo afirma, en alguna parte de ese recorrido, o en Zorobaró, durante el tiempo que pasaron en la zona de Talamanca, pudo recoger algún vocabulario indígena, como lo demuestra por lo menos la palabra “chichi”, que quiere decir perro en bribri (Margery, 1982), adoptado seguramente del nahua de los mexicanos que ahí estaban. Benzoni acota que decían chichi para referirse a hombres. Tal vez, hipotetizamos, que chichi puede venir de chichimecas como también se les llamó a los mexicanos. En 1564, Vázquez de Coronado menciona a los extranjeros como “chichimecas en la comarca del pueblo de Hara” (Fernández, 1886a, p. 297) que es en Talamanca. Baste por ahora señalar que Benzoni estuvo casi dos meses rondando esa área a pie y pudo haber recogido vocabulario diverso. De hecho, cuando Benzoni habla de los vocablos, dice que son de la “región de Suerre” (1989, p. 194), con lo que abre las posibilidades de que sean de más de un idioma indígena.

Al regreso del capitán, se reencontraron con el Gobernador Gutiérrez cuando entró el bergantín en el puerto. Capturaron tortugas: “de desmesurado tamaño” en la playa, “de las que en un periodo de cuatro meses se encuentran muchísimas en la playa para poner sus huevos en tierra entre arena, como hacen los cocodrilos, y luego con el sofocante calor del sol, nacen” (Benzoni, 1989, p. 193).

El movimiento de Gutiérrez y su gente se realizaba en este momento entre la costa, o el puerto, y las chozas indígenas río arriba, en Santiago. La descripción de las tortugas indica que podría tratarse del desove de la tortuga verde, Chelonia mydas, que arriba de julio a setiembre. Benzoni estaba justo a finales de agosto en la desembocadura del Suerre, en las cercanías de Tortuguero, por lo que el lugar queda bien identificado. En la actualidad, las tortugas arriban también a la barra del Parismina. Benzoni da cuenta del ambiente natural. Hay descripción de la lluvia, de las tormentas, de la rayería, del calor en la playa; también menciona la fauna. Se refiere a la abundancia de monos que pasaban de rama en rama, puercos, venados, tigres, loros, peces y caracoles, así como a la abundancia de mameyes, yuca y maíz. Por este motivo, decidió Gutiérrez adentrarse en Suerre, río arriba, a 30 millas de la costa o, a 55,56 km.

En las cercanías del pueblo de Suerre

En esta sección nos concentraremos mayoritariamente en los relatos de Girolamo Benzoni, sobre lo que aconteció en la cercanía del poblado que llamaba Suerre. Deja textos interesantes y con buenas descripciones de la naturaleza, de los indígenas, de batallas y otros detalles. Muestra también imágenes que con un cuidadoso empleo resultan muy útiles en el cumplimiento de los objetivos de este proyecto (Figura 6).

Dada su precaria situación y su enorme ambición, Gutiérrez decide subir por el río y llegar a Suerre. Dice Benzoni (1989, p. 194):

Posteriormente el gobernador se embarcó en su fragata acompañado por cuatro barcas de indios y con todos sus soldados, y remontando el río, a unas treinta millas del puerto entró en el término de Suere (sic) y se alojó en una casa propiedad del cacique de aquel territorio, que éste usaba para su recreo cuando iba a aquel río a pescar. La tal casa tenía forma de huevo, con una longitud de cuarenta y cinco pasos y una anchura de poco más de nueve; las paredes eran de caña y estaba cubierta con hojas de palma, trenzadas y muy bien trabajadas. Había también otras casas, pero de construcción corriente.

Para lograr una interpretación adecuada de la imagen de la casa de Suerre, nos parecen importantes las palabras de Blanca López de Mariscal (2006, p. 38) que se ajusta a Benzoni:

El narrador testigo recurre a la creación de imágenes visuales mediante las cuales va pintando como en un telón de fondo el espacio que recorre para destacar sus características distintivas. El viajero que además de describir dibuja lo que se encuentra, decide utilizar dos códigos descriptivos distintos, para comunicar su experiencia. Por una parte hace uso del código verbal, mediante el que, a partir de constructos descriptivos, va ensartando imágenes visuales con las que comunica sus experiencias y por otra parte, al trazar sus bocetos utiliza la imagen gráfica para conseguir una comunicación más eficiente.

Avalamos también las palabras de Peter Burke (2005) en las que indica que al usar imágenes como fuentes históricasm se debe tener presente cuál fue la intención del autor en reproducirla. En el caso que nos ocupa, la imagen que reproduciremos fue hecha detalladamente por Benzoni y deja constancia del descubrimiento que él hizo sobre cómo eran las viviendas. Su objetivo parece haber sido el de reproducir, de la manera más exacta que pudo, la vivienda de un personaje importante de Suerre.

En la imagen de Benzoni, se observan varios rasgos importantes de destacar. La descripción de los rasgos de la vivienda, el tamaño y la forma ovalada, los materiales usados, la caña de las paredes y el trenzado de las palmas coincide con otras viviendas indígenas descritas en la historia del país, como las siguientes, fotografiadas en los años ochenta por el antropólogo Fernando González V. (Figura 7).

Además de la excelente descripción que brinda el milanés alrededor de la construcción de la vivienda, la relaciona con el cacique; y en las fotografías de las viviendas que reproducimos, las casas se relacionan con caciques (o awas en el caso de Talamanca). En la imagen de Benzoni, se puede observar que la vivienda está situada a la orilla de un río y tiene una especie de dos portales cubiertos a los lados, cercanos al río, un poco más altos del nivel del agua. Intentaremos proponer el uso de estas edificaciones. Aunque en otra zona geográfica y cultural del sur centroamericano, observamos que, en Nicaragua, Fernández de Oviedo refiere que Tezoatega tenía afuera de su vivienda una estructura que describió como un “Portal cubierto (donde) hacen el pan del cacique” (Fernández de Oviedo, 1976, Lámina 3), lo que comprueba que, aún entre otras culturas, la costumbre era la de cocinar afuera de las viviendas.

Esta práctica parece repetirse en Guayabo de Turrialba (Alarcón, 2019, 2014) sitio del Caribe central, donde, entre las estructuras 8 y la 1, se encontró un fogón con huesos y restos de aves, anfibios y destacan peces de agua dulce y la vértebra de un pez de agua salada, proveniente de estuarios, como es el robalo (Centropomus). En la siguiente imagen de Benzoni (Figura 8), podríamos sospechar que podía tratarse de portales donde también se cocinaba.

Es fundamental subrayar la diferencia que nos brinda Benzoni entre los tipos de viviendas que contrasta, una del cacique y las otras que describe de “construcción corriente” (sic), pues denota en Suerre la presencia de rango y jerarquía visibles en la construcción de las casas. La complejidad nos conduce a pensar en sociedades cacicales complejas, como también lo sugieren Vázquez y Rosenswig (2016). Dice que la casa era de recreo de un cacique que la usaba para cuando iba a pescar y que, como en las anteriores en las que estuvo alojado Diego Gutiérrez primero, estaba desocupada.

Pero ¿adónde llegó Gutiérrez? Del relato desprendemos que el río que siguió era el Suerre (actual Parismina), navegable, y se podía llegar al asentamiento de Suerre. Todo indica que Gutiérrez y su gente no se hospedaron en el corazón del poblado indígena, quedándose más bien algo más antes. De hecho, así fue, pues los caciques tenían que movilizarse hasta donde estaban ellos, y no al contrario. Eso sí, siempre cerca del río Dos Novillos, cuyo nombre antiguo desconocemos, pero que era tributario del Suerre y hoy del Parismina. Benzoni menciona que los caciques Camaquire y Cocori vivían “al otro lado del río”. Eso indica que había una fuente de agua, un río, que dividiría el asentamiento, con bohíos de un lado y del otro, entre donde podían vivir ellos y donde se instaló Diego Gutiérrez.

El conquistador le dio a este lugar el nombre de Ciudad de San Francisco, por haber llegado ahí en ese día. Podría tratarse del 4 de octubre de 1544, día de San Francisco Javier. Lo vinieron a visitar los caciques de Suere (sic) y Chupas, pero solo le trajeron frutas. Estos caciques fueron los mismos que le habían entregado los setecientos ducados de oro cuando llegó la primera vez a Suerre, a Santiago, o sea que el español y los indios se conocían.

Las calzadas arqueológicas presentes en Las Mercedes no las menciona Benzoni, solamente al final de su estadía pudieron haber seguido una para salir del sitio cuando Gutiérrez optó por adentrarse hacia el interior de la tierra. Con respecto a la existente calzada Pocora de Las Mercedes, Vázquez y Chapdelaine indican que el río Dos Novillos constituye un importante obstáculo natural que no limita la calzada (Vázquez y Chapdelaine, 2008). Parece que la vía fluvial tampoco limitó la construcción del sitio, pues de él se obtuvieron los materiales para su construcción. Al contrario, sirvió además para comunicar sitio y costa y contribuyó a la realización de actividades de intercambio. Estos indígenas de Suerre eran conocidos por la costa del sur centroamericano y por el Desaguadero hasta el lago de Nicaragua en las islas de Solentiname, como señaláramos.

Al día siguiente de su llegada, mandó a llamar a los caciques del otro lado del río. Vinieron de mala gana y ahí fue, en este momento, cuando los encadenó. Los amedrentó hasta tal punto que Camaquire le entregó más de dos mil ducados en oro de baja ley, en forma de cerdos, tigres, peces, pájaros y otras especies de animales. Amenazó a Camaquire con quemarlo en una hoguera si no le traía en cuatro días seis veces la cantidad que cabía en un canasto que le mostró. El cacique ordenó a algunos esclavos (sic) suyos a que se ocuparan de ello. Sin embargo, en un descuido de los españoles el cacique se escapó.

Los otros caciques de Suere y Chupas, al ver el mal trato que hacía Gutiérrez a los prisioneros, quemaron las chozas, arrancaron las frutas de los árboles, cogieron el maíz, arrasaron la región y huyeron a la montaña. Pero el gobernador seguía molestando a Cocori, que aún quedaba preso. Le amenazó con que, si no le daba oro, lo echaría a los perros. Cuando Benzoni hace este relato, no nombra a ningún intérprete, pero sí los había entre ellos, un español que les entendía, según él mismo había mencionado anteriormente. Gutiérrez tenía indígenas que le servían y eran del lugar, tal vez prisioneros de los suerres.

En ese punto, Diego Gutiérrez estaba internado río arriba, muy cerca del pueblo de Suerre, por lo que parece. Desde ahí envió una barca con seis indios a la costa a que le trajesen ballestas, escudos y otras cosas que tenía un sirviente suyo allá. Pero los indios desaparecieron con toda y la barca y nunca más regresaron. Posiblemente se apropiaron de las armas españolas. Gutiérrez se desesperó, pues la situación era muy compleja para él y su gente: los caciques huidos, la barca perdida, y los soldados que le quedaban deseaban marcharse. Entonces en esas condiciones, decidió dirigirse al interior del territorio. Antes de irse, tuvo la idea de enviar a saquear el poblado, buscar oro y conseguir algunos indios de servicio, lo que no hizo.

Hacia el interior

Benzoni estaba consciente del peligro que les amenazaba con esta decisión de Diego Gutiérrez. Al salir del poblado buscando camino, dice “al salir de las casas”, lo que indica un núcleo poblacional con viviendas diferenciadas, lo que reitera que Suerre era un asentamiento complejo, lo que Vázquez y Rosenswig (2016) consideran. Desde ahí, Gutiérrez y su gente caminaron cinco o seis días sin dar con más asentamientos, por selvas y montañas, dice Benzoni. No especifica camino empedrado ni de tierra, pero el final de la ruta en Tayutic indica que por lo menos sí siguieron la dirección de las calzadas. Llegaron a un grande y poderoso río donde encontraron, otra vez, varias casas deshabitadas, dice que seguro de cazadores porque adentro había huesos y otros restos de animales. Encontraron mameyes y yuca y pudieron comer algo. A los tres días de ahí, encontraron dos caminos y no sabían por cuál seguir. Hipotetizamos que ellos pudieron haber venido siguiendo el llamado Camino a Tierra Adentro y se encontraron, cerca de Tayutic, con la bifurcación que los conduciría a Tayutic y a Atirro, o a Chirripó y Talamanca (IGN, 1972; Mapa Histórico Geográfico de Costa Rica; Ibarra, 1990). Ese camino parece haber sido indígena y existía antes de la llegada de los españoles. Vázquez de Coronado menciona parte de su ruta en 1568, por Pococí, a Tayutique, a Atirro y a Cartago (Fernández, 1886a). En 1590 hay evidencia de relaciones de parentesco entre Fernando Correque, familiares suyos en Pococi y cerca de Suerre (Ibarra, 1988), lo que es sugerente es la presencia del camino para comunicarse entre ese sitio y Tucurique, por lo menos. En 1602 hay una anotación de que se vuelve a abrir (Fernández, 1907b), lo que indica que se pudo haber cerrado con maleza, como era usual que sucediera. En 1631 y 1632, se afirma que el puerto de Suerre distaba más de treinta leguas de camino muy malo, todo de montañas y pantanos (Fernández, 1907c), por lo que se entiende que fuera de difícil mantenimiento. En 1651, leemos que el Gobernador Juan Fernández de Salinas (Fernández, 1886b, p. 335) dice que: “(…) y así mismo abrí veinte y seis leguas de camino por la montaña, ya perdido”. Si lo abrió fue que lo limpió, y si estaba perdido es que seguramente estaba lleno de maleza. Así, el camino denominado de Tierra Adentro parece tener antigüedad. Anotamos que deseamos tener cautela con esta interpretación, ya que, aunque ese camino a Tierra Adentro está propuesto en el mapa del IGN (1972), no se ha investigado aún desde una perspectiva arqueológica.

Cuando se estudia la dirección de las calzadas hacia el Camino a Tierra Adentro, se observa un fragmento en el que no se ha descubierto la ruta desde la arqueología, aunque la ruta de Diego Gutiérrez (Figura 9) parece llegar al sitio arqueológico El Cairo (L -77 Cr), donde se han identificado fragmentos de calzadas (Vázquez, 2006). Así, haciendo un ejercicio desde la geografía, intentamos estimar una posible ruta desde San Francisco, Las Mercedes 1, El Cairo y el Camino a Tierra Adentro. Debe entenderse que es una propuesta que debe comprobarse.

Esta ruta fue posiblemente utilizada por gente del cacicazgo del Guarco para movilizarse hacia Suerre y Pococi, registrada en 1593, y utilizada posiblemente desde antes (Fernández, 1907b; Ibarra, 1990; IGN, 1972). Según el mapa IGN (1972) y los documentos de Benzoni, llegaron a una bifurcación, donde hacia el noroeste se llegaría a Tayutic, Atirro, Tucurrique, al Guarco; y si se tomaba hacia el este, se llegaba a Chirripó y a Talamanca. En 1611, se refieren las fuentes a ello como “junta de caminos de Atirro, Teotique y Parragua” (Fernández, 1882, p. 170).

Cuando Gutiérrez llegó a ese importante punto, él les preguntó a los indios que por dónde debía seguir para encontrar asentamientos indígenas y no le respondieron, argumentando que no sabían. Mató al primero por no decirle y ya iba a matar al otro que tampoco le dijo y se arrepintió. Así, en ese momento, lo atacaron los indígenas en las cercanías de Tayutic, lo que refuerza la idea de que era el camino a Tierra Adentro el que seguían. Es nuestra impresión que los indígenas sí sabían cuál ruta tomar, mas no se la quisieron decir

Ahí, cerca de Tayutic, camino a Atirro, los indios los atacaron y dieron fin a treinta y cuatro soldados, a dos africanos esclavizados y a Diego Gutiérrez en una cruenta batalla, a cinco leguas de Cartago, en el valle del Tayut, asegura Vázquez de Coronado en 1563 (Fernández, 1908). De hecho, otra fuente anota que eran cuarenta y tantos españoles y entre 1500 y 2500 indios de guerra (Vega, 1954b), donde murieron también entre 14 a 22 españoles. Tal vez los siguieron unos mientras otros, del valle de Turrialba, los esperaron para caerles en una emboscada, práctica común entre los indígenas (Ibarra, 2012).

En media batalla Benzoni, con su cabeza protegida por un chaleco de guerra español, y otros cinco hombres, se devolvieron y toparon con el capitán Alonso de Pisa que venía tras las huellas de Gutiérrez, posiblemente por el mismo Camino a Tierra Adentro. Cuando se toparon, los volvieron a atacar los indios “con espadas, escudos y ballestas quitadas a los nuestros” (Benzoni, 1989, p. 199), lo que comprueba que los indígenas tuvieron acceso a materiales españoles desde 1544 y antes. ¿Serían armas robadas anteriormente cuando él envió a traerlas a la costa y los indios no volvieron ni con la barca? Girolamo Benzoni alcanzó la costa cerca del Desaguadero, en Taure y se salvó. En 1563 Juan Vázquez de Coronado escribió que el cacique de Tayutic del valle del Tayut, escrito también Tuyotique o Teotique (Künne y Mackenback, 2019), le dijo que el cacique de Suerre, que se vio en la muerte del conquistador, tenía las armas de Diego Gutiérrez y su gente, para dárselos cuando fuera a su pueblo (Fernández, 1908). Así obtenemos la muy importante información de que en 1563 todavía había un cacique de Suerre; y hasta ahí llegó Diego Gutiérrez con su vida y su ambición.

Conclusiones

El estudio detallado de fuentes documentales varias, entre ellas el destacado relato de Girolamo Benzoni, las importantes reconstrucciones arqueológicas y las mediciones fluviales constituyen tres líneas de evidencia que hacen sospechar fuertemente que el Suerre de los documentos bien pudo ser el sitio arqueológico Las Mercedes. Hay coincidencia entre el nombre del río y del poblado, y, además, del cacique: Suerre. Asimismo, el cuidadoso seguimiento dado a la expedición de Diego Gutiérrez, desde el puerto de Suerre en la costa, por el río y hasta el asentamiento indígenas, apunta fuertemente a que Las Mercedes-1 pudo ser el Suerre documental. Según los puntos de la crónica, Las Mercedes coincide con uno de los asentamientos mayores con la aldea más cercana alcanzada por Gutiérrez. Subrayamos que se trata de una aproximación en la que las variables analizadas se ajustan tanto al contexto histórico, a la zona y a la geografía de Las Mercedes y alrededores, a sus ríos, a los caminos, a la flora y a la fauna, a las actividades de su gente, a los objetos españoles identificados en el sitio, al contexto histórico de las sociedades cacicales del siglo XVI (Ibarra, 1984, 1990) y, entre ellas, a la relación de la muerte de Gutiérrez en una actividad bélica en la que participaron los caciques de Suerre y el de Tayutic por lo menos.

Otro aspecto por considerar es que el primer lugar al que arribaron Gutiérrez y sus hombres fue el que llamó Santiago. Ahí estuvo cerca de siete meses, como señaláramos. Tal vez la arqueología podría explorar si en sus alrededores, considerando las dos márgenes del río, quedan restos materiales que complementen la ocupación indígena y la de contacto que evidencian las fuentes documentales. Fue en este sitio donde Gutiérrez les dio rosarios de cuentas de vidrio, cascabeles, campanillas y otras cosas a los caciques, los que ellos llevarían consigo a Suerre. Podrían quedar restos de cultura material no indígena. Es muy complejo saber si las cuentas de vidrio, identificadas como Nueva Cádiz simple (Vázquez y Chapdelaine, 2008), encontradas por Hartman, corresponden a estos rosarios, pero el dato verifica el intercambio y la introducción de cuentas de vidrio y otros materiales en ese momento y en ese lugar. Los buriles de hierro reportados por Mason también pueden datar de estas primeras entradas españolas.

En el caso de Suerre, los artefactos o restos de hierro y oro, más los rasgos de las viviendas, se proponen como elementos de comprobación, sugeridos como evidencia o información que comprobará la existencia del sitio. Ya algunos han sido reportados, pero todavía pueden encontrarse otros. En este caso, coinciden las evidencias materiales con las que brindan las fuentes documentales en Las Mercedes.

Ahora, ¿podemos acercarnos a reconocer la identidad étnica de los habitantes del poblado? Suerre sugiere tener una identidad huetar o estar muy cercanos a ellos. En el caso de las armas tomadas a Diego Gutiérrez y sus hombres, es el cacique de Tayutic, huetar, quien comunica a Vázquez de Coronado que el cacique Suerre las tenía. Gutiérrez fue atacado posiblemente por huetares. Y, muy importante, el Camino a Tierra Adentro, que es el que parece seguían, estaba ahí desde antes de Diego Gutiérrez, lo que sugiere relaciones cercanas y antiguas entre la gente de Suerre, la de Pococi y la del Guarco y, posiblemente, con el valle de Turrialba (Ibarra, 1988). Hasta ahora, las tres áreas -Suerre, Pococi y el Guarco -parecen identificarse con población y cacicazgos huetares. Por su parte, Mason (en Gutiérrez y Hurtado de Mendoza, 1986) informa sobre la fuerte correspondencia que encuentra entre materiales de Las Mercedes con los de Cartago y Curridabat, y asigna los sitios a la nación huetar. De igual manera, Hartman (en Vázquez y Rosenswig, 2016) comenta que los pobladores de Las Mercedes pueden tratarse de huetares. Ya sugerimos una posibilidad de cómo recogió Benzoni el vocabulario que presenta así que fue de la “región de Suerre” y no del poblado, por lo que el panorama se observa como lo que era en el área recorrida por Benzoni: plurilingüe.

Concluimos estas páginas con la propuesta de que el Suerre histórico bien puede corresponder al sitio arqueológico Las Mercedes, pues las líneas de evidencia seguidas así lo sugieren; aunque nueva información puede fortalecer o debilitar nuestra propuesta.

Agradecimientos

Deseamos sinceramente reconocer los valiosos aportes que, desde sus distintas disciplinas y especialidades, nos brindaron Carolina Cavallini, Adrián Badilla C., María Eugenia Bozzoli, Miguel Ángel Quesada P., Gerardo Alarcón Z., Francisco Corrales U. y Eduardo Bedoya. Un agradecimiento a Fernando González por permitirnos usar las fotografías de las viviendas indígenas.

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1 El vocablo Votos o Botos representa a los mismos indígenas. Adolfo Constenla y la autora optaron por utilizar Botos (Constenla e Ibarra, 2014).

2 La grafía de Tori o Jori para referirse a poblados cercanos a la boca del Sarapiquí o Siripiqui (sic) aparece en varios documentos de 1539 y del siglo XVI y XVII. Tori aparece en Vega (1955), en 1539. También aparece el nombre del Sarapiquí como el de Jori (IGN, 1972; y en 1640: Fernández, 1976) Sugerimos que puede existir una diferencia de transcripción en la letra inicial, que bien puede ser una T o una J. En este artículo los consideraremos, tentativamente, como el mismo pueblo.