Sucesión entre enterramientos del Periodo V y arquitectura del Periodo VI en el sitio Agua Caliente, Cartago, Costa Rica

Ricardo Vázquez* y Tatiana Hidalgo

Arqueólogos consultores, San José, Costa Rica

*Autor para contacto: vazquezric@gmail.com

Cuadernos de Antropología

Enero-Junio 2022, 32(1)

DOI: 10.15517/cat.v32i1.48560

Recibido: 04-10-2021 / Aceptado: 03-12-2021

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)

ISSN 2215-356X

Resumen: Este trabajo examina indicios arqueológicos de dos fases potenciales del sitio Agua Caliente, Cartago, Costa Rica. Los hallazgos resultaron de acciones de rescate en el sector declarado Monumento Histórico Arquitectónico. El contexto más temprano mostró enterramientos datados por radiocarbono entre 700 y 900 d.C., con preservación ósea. La evidencia más tardía estuvo representada por construcciones cercanas a las estructuras de mayor tamaño del sitio. Rellenos de tierra fueron depositados probablemente a inicios del Periodo VI (1000-1550 d.C.), sellando el área donde yacían enterramientos de la mitad tardía del Periodo V (300-1000 d.C.). La sucesión estratigráfica indica, para el 900/1000 d.C., el inicio del auge en obra civil a consecuencia de la exaltación de prestigio cacical, y con ello la apropiación de un espacio funerario precedente.

Palabras clave: enterramientos; apropiación; arquitectura; cacicazgo; monumentalidad.

Succession between interments of Period V and architecture of Period VI at the Agua Caliente site, Cartago

Abstract: This work examines archaeological indications of two potential phases at the Agua Caliente site, Cartago, Costa Rica. The findings were yielded by rescue operations at a sector declared Architectural Historic Monument. The earlier context showed burials radiocarbon dated to A.D. 700-900, with bone preservation. The later evidence was represented by constructions adjacent to the larger structures of the site. Earth fills were deposited probably at the onset of Period VI (A.D. 1000-1550), sealing the area where burials of the second half of Period V (A.D. 300-1000) laid. The stratigraphic succession indicates, by A.D. 900/1000, the beginning of the apogee in civil work as a result of the exaltation in cacical prestige, and with it the appropriation of a prior funerary space.

Keywords: interments; appropriation; architecture; chiefdom; monumentality.

Introducción

Timothy Earle (1987, 1991) teoriza en torno a la apropiación de lugares destacados por la historia local para el emplazamiento de construcciones principales de jefaturas. No serían de extrañar, por ello, las reocupaciones y acrecencias en sucesión estratigráfica dentro de yacimientos con arquitectura demostrativa de cacicazgos. El sitio arqueológico Agua Caliente presenta ese tipo de construcciones, además del beneficio medioambiental de suelo fértil, arroyos, aguas termales y conexión fisiográfica, desde el Intermontano Central, con la cuenca del río Reventazón hacia el Caribe Central costarricense. Características e indicadores sobre ese respecto se han documentado en Agua Caliente desde el siglo XIX, a partir de menciones escritas (Hartman, 1901, 1991), así como artefactos guardados en el Museo Nacional de Costa Rica (MNCR) (ver Kandler, 1987). Luego de ello, la valoración del sitio tuvo un prolongado receso, hasta el cumplimiento puntuado de trabajos arqueológicos a partir de 1981 (Achío, 2007; Peytrequín y Aguilar, 2007a, 2007b; Salazar et al., 2018; Vázquez, 1985, 1991).

Pocos hallazgos arqueológicos en Costa Rica han aportado conocimiento acerca de contextos funerarios del Periodo V (500-1000 d.C.) con integridad ósea. De igual manera, son escasos los reportes de depósitos culturales subyacentes a la arquitectura del Periodo VI (1000-1550 d.C.). Ambos tipos de situaciones contextuales fueron evidenciadas, entre junio y julio de 1984, por acciones de rescate del MNCR en el sitio Agua Caliente, a cargo de uno de los autores (Vázquez). Ese yacimiento ha sido extensamente impactado en los últimos 40 años por la expansión urbana. El sitio, con 2,5 km2 de ámbito amplio, se halla 3 km al sur de la ciudad de Cartago, Valle del Guarco, territorio central de Costa Rica (Figura 1).

El presente artículo reúne e interpreta resultados de campo y laboratorio obtenidos a partir de dicho rescate arqueológico. Los hallazgos forman parte del área de conservación arqueológica dejada como relicto de arquitectura monumental, en terreno cedido por el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU). La posición de la reserva hizo ineludible que a través de ella se tuviera que construir dos calles en 1984, como accesos mayores al proyecto denominado Urbanización Cocorí. Las acciones de rescate resultaron necesarias solo en la calle más norte. En el 2001, el área de reserva recibió la declaratoria de Monumento Histórico Arquitectónico.

La puesta en valor del espacio de la declaratoria dará pie a mayores investigaciones, las cuales llegarían a detallar la secuencia de ocupación humana. Los datos estratigráficos expuestos aquí son de provecho en la futura puntualización de fases específicas, con el sustento de más dataciones absolutas. Creemos que el presente trabajo señala dos fases potenciales en ese esquema pendiente de cronología arqueológica para el sitio.

Antecedentes generales

Entre 1981 y 1982, el MNCR llevó a cabo labores de prospección y cartografiado del sitio Agua Caliente en el marco de una finca cafetalera de la familia Pirie (Corrales y Quintanilla, 1984; Vázquez, 1985; Vázquez y Corrales, 1983; Vázquez et al., 1983). La propiedad, con 70 hectáreas de extensión, cambia de dueño en 1983, al ser comprada por el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (ICE) para alojar la Urbanización Cocorí: un proyecto de interés social. Por ello, la gestión del MNCR pasó a modalidad de evaluación y rescate, entre 1983 y 1985. El avance en el conocimiento del terreno llevó a plantearle al INVU que el sector este de las 70 hectáreas se conservara en beneficio del patrimonio cultural. En dicho sector, de 9 hectáreas, quedaron vestigios de edificaciones prehispánicas, correspondientes al núcleo arquitectónico vinculable, por asociación cerámica, al Periodo VI (Figura 2). Es posible que dicha concentración de estructuras sobresalientes, junto a su comarca o asentamientos circundantes, haya sido reconocida en escritos españoles bajo el nombre de Purapura, con estatus de centro cacical (Villalobos, 1999). Además, exploraciones del sitio han registrado evidencias de periodos anteriores, tanto dentro del área de conservación como en lugares cercanos (ver Peytrequín y Aguilar, 2007a).

Los vestigios del núcleo arquitectónico lucen como promontorios y depresiones diferenciables con respecto a características circundantes del terreno. En yacimientos del Caribe Central de Costa Rica, estudios arqueológicos habían mostrado la relación de ese tipo de relieves con basamentos, plazas, plataformas y calzadas (ver Aguilar, 1972; Kennedy, 1968; Snarskis, 1978; ver también Vázquez, 2006). Las correspondientes estructuras prehispánicas fueron construidas con piedra de río y rellenos de tierra. La interpretación más aceptada es que algunos basamentos elevados sostuvieron grandes ranchos, los cuales sirvieron como casas o residencias de alto costo en cuanto a energética constructiva. Las superestructuras desaparecieron por haber sido de materiales perecederos, entre ellos: maderas, palmas, cortezas y bejucos.

Otros estudios han adicionado información arqueológica sobre el ámbito del sitio Agua Caliente estudiado entre 1981 y 1985 (León, 2010; Valerio, 1987, 1988; Salazar y Sánchez, 2009; Salazar et al., 2018), así como acerca de espacios periféricos (Solís et al., 1988; Valerio, 1991; Valerio et al., 1988) y el área con arquitectura monumental (Peytrequín y Aguilar, 2007a, 2007b). Durante 1998 y 1999, en el terreno colindante al norte con el núcleo arquitectónico, tuvo ejecución el proyecto inmobiliario Hacienda de Oro. Ahí, trabajos de evaluación y rescate mediante financiamiento privado documentaron áreas funerarias de los periodos V y VI (Achío, 2007). Con los datos acumulados, las periferias oeste y norte de la arquitectura prehispánica mostraron haber sido ocupadas, extensivamente, para fines funerarios más que habitacionales (ver Salazar, 2013; Salazar et al., 2018; Vázquez, 1991).

Coyuntura específica en 1984

En 1984, las acciones que el MNCR venía realizando en Agua Caliente enfrentaron retos adicionales. La reserva arqueológica fue delimitada sobre el terreno en los primeros días de ese año, mediante el tractoreo de la trocha de una calle, donde aparecieron cajones funerarios y se excavó la operación 37. Mayores descubrimientos tendrían lugar en la calle de acceso más al norte, cuyo trazado traspasaría en sentido noreste-suroeste la reserva de conservación arqueológica (Figura 3).

Este escrito versa acerca de los hallazgos arqueológicos derivados de la coyuntura de rescate en la calle norte. Se laboró con pocos jornales y un solo colaborador técnico, además de ayudas voluntarias, pero transitorias. Todo lo anterior obligó a afrontar las labores arqueológicas mediante una estrategia de muestreo.

Calle de acceso principal a Cocorí

La trocha más sur de acceso a Cocorí no evidenció vestigios particulares, a no ser fragmentos de cerámica y lítica. Por contraste, la trocha norte sacó a la luz cantos rodados homogéneos en forma y tamaño. También ahí, el tumbado de árboles mostró que entre la raíz de un poró (Erythrina fusca) estaba el esqueleto de una persona inhumada en postura extendida y decúbito dorsal, dentro de una fosa simple sin piedra (Figura 4). El enterramiento incluía un hacha acinturada, con dos extremos angulosos y muescas en los filos. Dichas evidencias presagiaron tareas laboriosas, dada la presencia de restos humanos.

Las acciones arqueológicas en la vialidad norte inicialmente contemplaron pares de trincheras, con 5 a 10 x 2 m cada cual, intercaladas a una y otra mitad longitudinal del trazado. Ese muestreo abarcaría 100 m e incluyó las operaciones 43, 44, 45, 47 y 49. No se llevaron a cabo sondeos al noreste del paso de la quebrada El Molino, debido a la ausencia de evidencias atribuibles a piedras de mampostería en esa parte de la futura calle (Figura 5).

Los cantos rodados de mampostería aparecieron, por el rasado de la trocha, en una zona de 15 m de radio con centro a 40 m al suroeste del arroyo. Esto motivó la excavación de unidades amplias, cuadrangulares, designadas como operación 48 con sufijos de letra, en específico: 48a, 48b, 48c y 48ch. Todas las unidades de excavación, tanto trincheras como ampliaciones, para efectos prácticos fueron orientadas en concordancia con la demarcación de la obra vial.

Arquitectura de cantos rodados

Las unidades de la operación 48 se excavaron a niveles de 10 cm. Sumada la remoción mecanizada o descapote de la capa vegetal, el primer nivel contó, entonces, por unos 20 cm bajo la superficie (b.s.). Dicha profundidad reveló alineamientos constituidos por dos hileras superpuestas de cantos rodados. Esas piedras de mampostería lucían claramente escogidas por ser oblongas con tamaños que promediaban 40 x 20 cm. Partes de las hileras aparecieron afectadas por la bioturbación, la agricultura del café y el tumbado de los árboles de poró. No se advirtieron indicios de huaquerismo. Las piedras in situ estaban calzadas unas con otras por sus lados largos. Fue necesario solo el primer nivel luego del descapote, en aras de percibir que los alineamientos configuraban rasgos mayormente rectangulares, orientados según las direcciones cardinales (Figura 6).

La configuración descubierta más al oeste, en las unidades 48a y 48c, cruzaba con sentido sesgado el ancho de la trocha y se le denominó R1. Dentro del área excavada, el R1 midió 22 m en su eje mayor y 2,5 m de ancho, luciendo como un corredor. Otro rectángulo más corto, de 8 x 3 m, apareció en la unidad 48ch dispuesto de este a oeste y se registró bajo la identificación R2. Ambas estructuras rectangulares flaqueaban un espacio abierto y desprovisto de construcciones, a manera de plaza, el cual se consignó como R3 (Figura 7).

El R1, en su constitución más completa, mostró una planta angular e integrada por el extenso corredor y una inflexión rematada en círculo. El remate circular de 3 m de diámetro estaba parcialmente alterado, pero, de manera interesante, tenía lajas calcáreas puestas sobre la hilera superior de cantos. Ese añadido calizo, blanquecino, también estuvo presente en el segmento angular, entre la inflexión y el remate circular, dando la idea de ser decorativo. Se halló un fogón de 1 m de diámetro hacia el extremo norte del corredor R1, evidenciado por tierra con carbón, además de piedras angulosas y oxidadas. La inflexión se dejó como relicto fuera del área intervenida (ver Figura 7).

La estructura R2 fue expuesta en totalidad por la unidad de excavación 48ch. La R2 cumplió como configuración rectangular en tres de sus lados. Empero, el lado que daba al este estuvo ausente, lo cual dejó ese extremo abierto a manera de acceso al área interna del rasgo delimitado por cantos rodados. Depósitos de tiestos formaban manchas perceptibles a la profundidad de las hileras de mampostería. Esos depósitos de restos fragmentarios se hallaron a los alrededores del R1 y R2, pero no en sus espacios internos. El comportamiento o actividad responsable fue, presumiblemente al menos en parte, la limpieza del R1 y R2. A pesar de ello, amplias zonas de la plaza R3 aparecieron limpias, sin manchas o espectros de restos fragmentarios.

Profundización de unidades exploratorias: hipótesis

De seguido, las acciones de rescate fueron enfocadas en el área donde ocurrieron los descubrimientos del R1, R2 y R3. El interés radicó en la exploración estratigráfica de muestreo, en aras de determinar si las estructuras de cantos rodados correspondían a rasgos funerarios. A ese respecto, la hipótesis de trabajo fue que R1 y R2 eran marcadores de enterramientos, mientras el espacio abierto, o plaza R3, no lo era. Inicialmente, se excavaron tres calas de 1,5 x 1,5 m, numeradas en secuencia junto al prefijo de la operación 48 (ver Figura 5). La excavación procedió a niveles arbitrarios de 10 cm, con recuperación de materiales arqueológicos por tamizado. Las calas 1 y 2 registraron enterramientos a 1 m bajo el plano del descapote, o sea 130 cm b.s. Estas inhumaciones fueron esencialmente similares al entierro hallado bajo la raíz del árbol de poró descrito antes.

El espacio interno de la estructura R1 fue explorado mediante la trinchera 48f/48g de 12 x 1,5 m, y el R2 por vía de la trinchera 48d de 7 x 1,5 m. Así mismo, la plaza R3 fue cortada de noreste a suroeste con la trinchera 49a/49d/49ch, la cual integró en su trazado a la cala 2 para un tamaño total de 25 x 1,5 m. También tuvo lugar el sondeo 48e en el remate circular de la estructura R1. Las excavaciones en esas unidades alcanzaron un máximo de 160 cm b.s. (Figura 8).

Se generaron hallazgos de enterramientos con restos óseos en las siguientes unidades tridimensionales: 48d entre 130 y 160 cm b.s., 48f entre 90 y 150 cm b.s., 48g a 90 cm b.s., y 49d en complemento a la cala 2 a 140 cm b.s. Los entierros recibieron registro con secuencias numéricas independientes para cada unidad.

Enterramientos en fosas simples

Las excavaciones profundas revelaron 27 entierros en fosas simples, dos de ellos en las calas 1 y 2. A esa cantidad se suman cuatro individuos (n=31) por huesos parciales diferenciados durante el análisis osteológico. Varios de los esqueletos no se encontraron completos, a causa de tres agentes de transformación principales: 1) intrusiones, 2) exhumaciones intencionales en tiempos prehispánicos y 3) conservación diferencial. Las intrusiones fueron excavaciones producto de la agricultura, el huaquerismo, madrigueras de animales, raíces y fosas de entierros superpuestos. Las exhumaciones al parecer tuvieron fines rituales, con la extracción intencional de partes óseas. En tanto que, diferencialmente, hubo mejor preservación de las partes óseas con mayores contenidos de tejido compacto.

Con respecto a la postura, como regla general, los restos humanos fueron inhumados de modo extendido y decúbito supino, con los cráneos casi exclusivamente al oeste y noroeste (Figura 9). Aunque la inhumación supina predominó, no siempre los miembros inferiores aparecieron en total extensión anatómica, sino con disposiciones anguladas a nivel de las rodillas o cruzadas en los tobillos. Los cráneos descansaron sobre el occipital, en uno de los temporales o contra el lado de la fosa funeraria. El acomodo de los brazos fue lateral extendido o con las manos sobre el área abdominal.

Principalmente en las unidades 48f, 48d y 49d se hallaron enterramientos agrupados, lo cual implicó fosas excavadas de forma contigua y algunas veces superpuestas. A pesar de que ese tipo de arreglo no fue del todo meticuloso, los agrupamientos al parecer cumplieron con la intencionalidad o propósito de quizá conjuntar cuerpos de personas emparentadas.

Los dos enterramientos hallados en la unidad 48g yacían a profundidades concordantes entre sí. De toda la muestra, solo esas dos inhumaciones aparecieron sobre pisos de lajas volcánicas y calcáreas, y cantos rodados de caras planas. Las posiciones de ambos pisos se ajustaban al ancho del R1, a unos 50 cm por debajo del plano superior del corredor R1, haciendo de ellos los entierros menos profundos en toda la muestra (Figura 10). La posición extendida del entierro 1 tenía el cráneo al noroeste. El entierro 2, por su parte, evidenció dispersión de huesos sobre el piso o “cama” de piedra, correspondientes a una sola persona, con los restos craneales al extremo sureste, sugiriendo la exhumación intencional de varias partes del esqueleto y, a consecuencia de ello, el desacomodo aleatorio (Figura 11).

En la unidad 48f se halló 10 enterramientos entre 80 y 160 cm b.s. De ellos, los entierros 1, 2, 3, 4, 7 y 9 aparecieron incompletos, al parecer debido a excavaciones intrusivas y retiro intencional o ritual de partes óseas (Figura 12). Lo contrario aplicó para los entierros 5, 6, 8 y 10, en los cuales fue alto el grado de integridad (Figura 13).

Los entierros 3 y 4 de la unidad 48f ocuparon fosas contiguas y en parte traslapadas, quizá 3 sobre 4. Hubo huesos ausentes y un cráneo movido de lugar. El número 3 incluía una extensión o compartimento anexo que albergó seis artefactos agrupados (Figura 14). A pesar de que en la unidad 48f las inhumaciones aparecieron distribuidas entre 80 y 160 cm b.s., no se percibió correlación, ni positiva ni negativa, entre la profundidad y el grado de integridad de los enterramientos. El entierro 8 rompió el patrón generalizado de orientación corporal, en virtud de que su cráneo advertía posición no al oeste, sino levemente al este del norte (ver figuras 8 y 13).

La unidad 49d desveló, en su extremo suroeste, cuatro enterramientos agrupados que tuvieron otra inhumación cercana en la cala 2 (ver Figura 8). Dicho agrupamiento implicó cuerpos enterrados dentro de una misma zona, pero con separación vertical dentro de un rango de 60 cm. Los entierros 1 y 2 registraron alteraciones achacables a intrusiones o al retiro deliberado de partes esqueléticas, más que a la preservación diferencial (Figura 15). Prueba de ello es el entierro 3, descubierto en el nivel 120 a 130 cm b.s., el cual correspondió a un individuo inmaduro hallado en buen estado esquelético (Figura 16). El número 4 yacía entre 140 y 150 cm b.s., también con buena condición ósea, aunque claramente afectado por un intrusivo en sus partes torácica y abdominal (Figura 17). En los enterramientos 1, 2 y 4 hubo coloración y textura contrastantes de la tierra en zonas rectangulares que enmarcaron a los esqueletos extendidos, indicativo de las fosas funerarias en cada caso.

La unidad 48d, excavada dentro de la estructura R2, reveló nueve enterramientos: ocho de ellos agrupados y uno aislado. Este último, con el número 1, estaba hacia el extremo sureste de la unidad en estado incompleto. Los números 2, 5, 6 y 7 también mostraron osamentas parciales. A ese respecto, como ejemplos de retiros intencionales, cabe mencionar los entierros 6 y 7 (Figura 18). El número 6 adolecía de la región torácica y los miembros superiores, pero el cráneo se hallaba en su lugar, aunque sin mandíbula. El enterramiento 7 solo evidenció huesos de los miembros inferiores en posición anatómica, mientras que la mandíbula, desarticulada, yacía donde debió haber estado el cinturón pélvico o coxal. En sentido contrario, los números 3, 4 y 8 acusaron anatomías esqueléticas más íntegras, con ostensible asociación de ofrendas (figuras 19, 20 y 21).

Así las cosas, los contextos presentan intrusiones por bioturbación, agricultura y huaquerismo, como causantes de impactos en varios de los enterramientos desvelados de manera muestral por las operaciones 48 y 49. No obstante, el retiro deliberado en la era prehispánica, dio clara impresión también de haber tenido efecto importante en las ausencias de partes óseas. Por último, la excavación exploratoria de la unidad 48e, dentro del remate circular del R1, no reportó evidencia de actividad funeraria, a contrapelo de la hipótesis de trabajo.

Análisis osteológico y demográfico

El análisis de los restos humanos recuperados en unidades de las operaciones 48 y 49, dentro de la calle norte, fue ejecutado bajo criterios convencionales de bioarqueología. En individuos inmaduros, la identificación de sexo no fue viable y el discernimiento sobre la edad de muerte dependió, básicamente, del desarrollo dental (Ubelaker, 1984) y la longitud de los huesos largos (Ubelaker, 1984). Para la edad ósea en postadolecentes, o mayores de 16 años, igualmente se usó del criterio de desarrollo dental, aunado a la fusión de epífisis (Buikstra y Ubelaker, 1994; Ubelaker, 1984) y el grado de atrición o desgaste dental (Lovejoy, 1985).

Como indicadores del dimorfismo sexual, el énfasis recayó en rasgos configurativos del cinturón pélvico, el cráneo y la mandíbula (Buikstra y Ubelaker, 1997). En algunos casos, la conservación de esas últimas partes óseas permitió referenciar cambios vinculables al avance de la edad en la superficie auricular del ilion y la obliteración de las suturas craneales (Buikstra y Ubelaker, 1997).

El cuadro 1 pormenoriza los diagnósticos de edades y sexos, relativos a los 31 individuos provenientes de las excavaciones arqueológicas en la calle norte. Información sinóptica sobre esas variables biológicas la consigna el cuadro 2. Ambos autores del presente artículo cuentan con experiencia en identificaciones de osteología humana y uno de ellos posee un posgrado en antropología biológica.

En los 12 casos donde fue posible la determinación del sexo, la proporción de cinco masculinos y siete femeninos no se ajusta, aunque tampoco discrepa mucho con el cociente 1:1 esperado.

Por otro lado, según lo pauta el cuadro 3, la mortalidad discrepa con las cifras conocidas etnográficamente para sociedades preindustriales (Weiss, 1973). De manera que los fallecimientos por rangos de edad registran porcentajes alejados de esas cifras.

La excepción es el bajo porcentaje de adolescentes, entre 11 y 15 años al momento de la muerte, que sí concordaría con estándares preindustriales. Cabe considerar, sobre todo, que la muestra bioarqueológica recuperada en las operaciones 48 y 49 es pequeña. Por lo tanto, no resulta viable valorarla como una serie ósea demográficamente representativa de la población de origen. Esto último es efecto del muestreo resultante de las limitaciones operativas del rescate arqueológico.

Ubicación, tamaños, estilos y cronología de las ofrendas

Los enterramientos en las operaciones 48 y 49 tuvieron asociadas 52 ofrendas. De ellas 47 son cerámicas y cinco líticas, siendo estas últimas: dos hachas acinturadas (una del entierro en la raíz de poro), un percutor expedito, un tajador lasqueado y una esculturilla antropomorfa en posición cedente tipo “sukia”. Las ofrendas quedaron colocadas en cantidades de una o dos y hasta 10 a un o ambos costados del cuerpo, así como junto al cráneo. Solo el entierro 3 de la unidad 48f tuvo un depósito anexo con seis artefactos (ver Figura 14). Como se colige del cuadro 4, los ceramios son pequeños, lo cual sugiere un uso simbólico en virtud de sus limitadas capacidades como recipientes.

El cuadro 5 desglosa información clasificatoria para las ofrendas con referencia a tipos y un grupo cerámico enunciados por diferentes autores (Abel-Vidor, 1990; Aguilar, 1972; Lothrop, 1926; Snarskis, 1978, 1982; Valerio y León, 2010). Los tipos cronológicamente diagnósticos para los enterramientos de las operaciones 48 y 49 son: Mercedes Línea Blanca, Tuis Fino (sin pintura negativa), Chitaría Inciso, y un ejemplar con modos de La Selva Arenoso Aplicado y azas de Mercedes Línea Blanca (figuras 22 y 23).

Varios de los ceramios escaparon a correlaciones precisas en cuanto a tipología y solo uno posee atributos que parecen tomados de estilística alóctona. Al respecto, el artefacto 450a evoca el tipo Charco Negro sobre Rojo del territorio de Gran Nicoya adscrito a 300-500 d.C. (Abel-Vidor, 1990); aunque datos adicionales prolongan con confianza ese intervalo hasta por lo menos 800 d.C. Esa vasija presenta cuello alto y borde biselado, está decorada con grupos de tres líneas verticales como en Charco (ver Figura 22i). No obstante, es quizá de manufactura externa a la esfera geográfica del tipo, dadas sus diferencias con versiones de Gran Nicoya, con relación a: forma del borde, el color café claro del engobe y el delgado grosor de las líneas pintadas. En resumen, la muestra de ofrendas cerámicas de los enterramientos en fosas simples encuentra adscripción dentro del Periodo V (500-1000 d.C.).

Relación con otra arquitectura del sitio

En virtud de los hallazgos que aquí se presentan, al R3 se le atribuye función de plaza flanqueada por las estructuras R1 y R2. El espacio abierto R3 habría tenido prolongación al sur hasta los relieves que se han dado en llamar M1 y M2 (ver Figura 3), los cuales son contiguos entre sí y podrían corresponder a uno o dos basamentos (ver Peytrequín y Aguilar, 2007a). Ellos han sido percibidos como las estructuras preponderantes del núcleo arquitectónico, esto es: los basamentos de las casas o ranchos principales (Peytrequín y Aguilar, 2007a). Esta consideración hace eco en el arreglo dual de basamentos mayores repetidamente documentado en sitios arquitectónicos del Caribe Central de Costa Rica (ver Aguilar, 1972; Snarskis, 1978; Vázquez y Rosenswig, 2017; ver también Vázquez, 2006).

Como sondeo del R3, partes de las unidades 49a y 49ch fueron aprovechadas para una trinchera exploratoria de 14 x 1,5 m (Figura 24). El sondeo contempló desde el descapote hasta 180 cm b.s., abarcando, por lo tanto, todo el rango vertical en que estaban distribuidas las fosas funerarias; las cuales aparecieron por debajo de 80 cm y hasta 160 cm de profundidad (Figura 25).

Destacó en dicha trinchera una capa, entre 50 y 100 cm de grosor, compuesta por tierra arcillosa color café y piedrilla. Esta capa descansaba sobre un estrato de suelo más oscuro que debió interactuar con descomposición orgánica y, ergo, tuvo formación a nivel de superficie. Ese estrato húmico presentó desnivel de suroeste a noreste, con irregularidades atribuibles al antiguo terreno e, inclusive, piedras que habrían estado visibles en superficie. Por lo tanto, se propone que la capa café fue producto de relleno artificial o constructivo, a fin de elevar y nivelar la plaza R3. A consecuencia de ello, y junto a los rellenos que elevaron las configuraciones R1, R2 y R3, los enterramientos preexistentes en fosas simples quedaron sellados (ver Figura 25).

Datación por carbono 14

Dos determinaciones de radiocarbono aportan datos cronométricos sobre la evidencia funeraria. El cuadro 6 detalla esa información proporcionada por huesos humanos de la unidad 48f, enterramientos 4 y 10. Solo la segunda de esas muestras óseas se analizó mediante acelerador (AMS por sus siglas en inglés). De manera que la determinación del enterramiento 4 arrastra un rango de error amplio. En todo caso, al ponderar ambos registros, los eventos mortuorios quedarían ubicados en la segunda mitad del Periodo V (500-1000 d.C.), o más puntualmente entre 700 y 900 d.C.

Discusión

El potencial arqueológico del sitio Agua Caliente es hoy mucho menor que en los 1980 debido en gran parte al avance del urbanismo. Sin embargo, los depósitos prehispánicos del Monumento Histórico Arquitectónico Agua Caliente, junto con los remanentes en terrenos todavía agrícolas del yacimiento, contienen información patrimonial que debe ser secuenciada como testimonio de la historia antigua. En las páginas anteriores se examinó evidencia arqueológica de dos probables fases dentro de la secuencia de ocupación del sitio Agua Caliente. El esquema de esa secuencia aún no está formalmente definido, lo cual debe llevarse a concreción en un futuro con más trabajo de campo, análisis de laboratorio y dataciones absolutas, tanto como la sistematización de los datos recabados desde 1981. Los hallazgos de la calle norte retratan instancias al parecer sucesivas en la ocupación del yacimiento, en las cuales ocurrió una transición de uso funerario a residencial en el mismo espacio físico. La fase más temprana está representada por enterramientos en fosas simples con preservación ósea, cuya temporalidad específica, a partir de datos cerámicos y radiométricos, cae entre 700 y 900 d.C. o mitad tardía del Periodo V. En la gran mayoría de los entierros, el posicionamiento de los cuerpos siguió un patrón donde las cabezas estuvieron dispuestas al oeste. Además, se hallaron agrupamientos de entierros, con traslapes de fosas y retiro deliberado de huesos, fenómenos vinculables a parentesco y ritual con los ancestros.

Dicha evidencia esquelética, que suma 31 individuos, incluye escasas inhumaciones de infantes y niños. No obstante, todos los grupos etarios están presentes en la muestra ósea. Se trata de una de las pocas series bioarqueológicas del Periodo V con integridad conocida para el Intermontano Central de Costa Rica. Es posible plantear que conjuntos funerarios de la parte tardía del Periodo V cubren una mayor área que la documentada por el presente estudio. En 1999, enterramientos extendidos dentro de fosas simples fueron descubiertos como resultado de otro rescate arqueológico, dentro de la propiedad que colinda al norte con el área declarada Monumento Histórico Arquitectónico (ver Achío, 2007).

Del componente tardío se excavó, en 1984, obras arquitectónicas al parecer complementarias a emplazamientos de carácter residencial, denominadas R1, R2 y R3, con construcción basal de cantos rodados, uso de laja calcárea y rellenos artificiales. Ellas se adscriben, por secuenciación estratigráfica y correlación arquitectónica, al intervalo general de 1000 a 1550 d.C. o Periodo VI, como inferencia a puntualizar en futuros estudios. Dos enterramientos yacientes sobre pisos o “camas” de piedra, encontrados dentro de la configuración R1, a poca profundidad, pueden ser del rango de tiempo al cual se adscribe el inicio del apogeo arquitectónico, o poco antes.

Los enterramientos profundos en fosas simples, y sin empleo en ellos de laja, no resultan coetáneos con las configuraciones arquitectónicas de cantos rodados, rechazándose con esto la hipótesis guía del trabajo. Esas inhumaciones mostraron extenderse por debajo de las alineaciones de cantos rodados, sin concordancia restringida a ellas. Las construcciones de R1, R2 y R3, por lo tanto, significaron eventos posteriores y sin relación a la gran mayoría de las inhumaciones. Cabría exceptuar a los dos enterramientos tendidos sobre piedras que si guardaban concordancia aparente con el corredor R1.

Las lajas, en sus versiones ígnea y calcárea, se utilizaron de manera asidua durante el Periodo VI, tanto en cajones funerarios como, con algún grado, en obras de índole arquitectónico residencial. La popularidad de la laja para revestir o tapar tumbas, después de 900/1000 d.C., ha sido advertida en la arqueología de diversas regiones de Costa Rica (ver Vázquez, 1982, 1984). De manera que las evidencias del rescate en la calle norte revelan, con sucesión estratigráfica, la transformación parcial del programa funerario cumplido entre la parte tardía del Periodo V y Periodo VI en Agua Caliente. El cambio fue parcial, pero manifestó la incorporación al programa de los cajones o cistas pétreas. Al respecto, hubo persistencia o continuidad en aspectos como: postura de los cuerpos, tipos de ofrendas y disposición de las mismas. En el mismo yacimiento, la ubicación de los cuerpos con cabeza al oeste pudo mantenerse o variar a posicionamientos eclécticos en los cementerios de cistas (ver Achío, 2007; León, 2010; Salazar, 2013; Vázquez, 1991).

Es lógico suponer que en un futuro se lleguen a fechar, mediante técnicas absolutas, las construcciones de arquitectura residencial del sitio Agua Caliente, pues existen contextos propicios para ello en el área conservada del sitio. Por ahora, la edad del apogeo constructivo puede ser datada tentativamente en el segmento temprano del rango 1000 a 1550 d.C., dada la secuencialidad con respecto a la edad de los enterramientos subyacentes en fosas simples. De ser así, habría concordancia en Agua Caliente con datos cronométricos sobre el alto desarrollo infraestructural determinado en otros sitios, particularmente los ejemplos de Las Mercedes-1 (L-289 LM-1) y Guayabo (C-362 MNG) del Caribe Central de Costa Rica (Alarcón, 2018, 2019; Vázquez y Rosenswig, 2017).

Lastimosamente, ni la construcción ni el uso de las obras arquitectónicas excavadas en 1984 por el MNCR en el sitio Agua Caliente pudieron ser datados vía radiocarbono. Dos de dichas obras, identificadas como R1 y R2, confinaban al norte y oeste el amplio espacio vacío R3, lo cual le otorgaba carácter de plaza o gran patio, en adyacencia al oeste de la quebrada El Molino. Por el flanco sur, el R3 topaba con lo que son una o dos configuraciones elevadas. Ellas, con la denominación M1 y M2, han sido percibidas como las estructuras preponderantes del núcleo arquitectónico (Peytrequín y Aguilar 2007a). De manera que R1, R2 y R3, por su cercanía con M1 y M2, pueden haber sido predios solariegos de la casa o casas de connotación residencial y principal, probablemente construidas a los albores del Periodo VI.

Armonizando con lo anterior, la plaza R3 desde el norte lucía emparejada en altura con las configuraciones M1 y M2; aunque esa condición resulta diferente de sur a norte. Desde el sur, M1 y M2 destacan como promontorios, en razón del desnivel que presenta la base del terreno donde se encuentra mucho del núcleo arquitectónico. Además, el M1 es bastante más pequeño que el M2, en disconformidad con el patrón dual de basamentos evidenciado en sitios del Caribe Central de Costa Rica; donde, como característica distintiva, ambas estructuras mayores son dimensionalmente análogas (Aguilar, 1972; Alarcón, 2019; Snarskis, 1978; Vázquez, 2006; Vázquez y Rosenswig, 2017). Bajo dichas circunstancias, se plantea aquí que, luego de su futuro examen con excavaciones, M1/M2 podría manifestarse como un solo basamento de silueta compuesta. La apariencia dual sería efecto distorsionante del paso de un callejón de la antigua finca cafetalera. Basamentos de composición compuesta han sido documentados, con redundancia, en el sitio Las Mercedes-1 (Vázquez et al., 2017); aunque, un único basamento principal de contorno circular también forma parte del diseño de sitios arquitectónicos del Caribe Central, como por ejemplo en los yacimientos de Cairo (Vázquez, 2006), Nájera (Kennedy, 1968) y Nuevo Corinto (Gamboa, 2016).

El realce constructivo, energética y posicionamiento focal de estructuras visualizadas como casas principales, además de su redundancia en sitios con arquitectura de sobresaliente monumentalidad en Costa Rica, son correlatos en la interpretación de asentamientos cacicales y, más aún, residencias de los jefes o jefas en persona. Ejemplos en la misma línea de concordancia lógica han sido elucidados para la arqueología, con auxilio de analogías etnográficas y etnohistóricas, en amplia escala geográfica desde variadas perspectivas teórica y posibilidades metodológicas (por ejemplo Arenas, 1989; Beck, 2003; Blitz, 1999; Creamer y Haas, 1985; Curet, 1996; Drennan, 1995; Earle, 1987; Friedrich, 1965; Kipp y Schortman, 1989; Taylor, 1970). El hecho de que otras obras, como plazas, corredores y recintos subsidiarios, se asocien y articulen en núcleos arquitectónicos como el del sitio Agua Caliente, con significativo costo en construcción, apuntala el planteamiento en torno a la caracterización sociopolítica propia de centros cacicales, como correlato sinérgico en la evidencia arqueológica.

El emparejamiento o nivelación de la plaza R3 mostró ser en parte producto de hasta 1 m de relleno sobre la superficie natural. La capa adicionada fue distinguible en las excavaciones profundas de 1984 en dicha plaza. Además, los diseños del R1 y R2, con mampostería de cantos rodado, requirieron otras capas de relleno para levantarlos unos 30 cm en cada caso. La función social de las configuraciones de cantos, además de ser rasgos delimitadores de la plaza R3, es incierta. R1 dio la impresión de haber servido como corredor solariego con ingreso desde su extremo sur y tope en el remate circular. Dentro del R1 hubo un fogón. R2 se manifestó más como un recinto con apertura en su extremo este. Así las cosas, R1 pudo haber sido una larga edificación techada, pero sin paredes, mientras R2 habría fungido como recinto con techo y cerrado por tres de sus lados. Esta visión es conjetural, dado que no se hallaron moldes de postes ni adentro ni afuera de las configuraciones. La posibilidad de horcones externos luce llamativa, pues daría la posibilidad a que techos pajizos incluyeran aleros bolados, convenientes para ampliar el rango de protección contra el sol y la lluvia. Sin embargo, no se identificaron cicatrices en la tierra dejadas por líneas de goteo.

Conclusión

En conclusión, rellenos fueron depositados probablemente a inicios del Periodo VI, cubriendo el ámbito donde yacían los enterramientos de la mitad tardía del Periodo V detectados mediante las operaciones 48 y 49. Este sellado pudo haber sido solo un recurso de nivelación arquitectónica o tuvo como intensión adicional la salvaguarda de los entierros. Empero, sí resultan vinculables, con fundamento en la información disponible, cambios sociopolíticos que tuvieron lugar en la ocupación del sitio Agua Caliente. La sucesión estratigráfica sitúa hacia el 900/1000 d.C. una transición definida por el auge en la obra constructiva del yacimiento de Agua Caliente. Esto como correlato atribuible a la centralización e intenciones explícitamente demostrativas del prestigio y poder cacical. Dicha expresión sociopolítica habría tenido efecto similar en varias otras regiones de los territorios Intermontano y Caribe Central de la hoy Costa Rica. Las obras constructivas registradas en las operaciones 48 y 49 reflejaron la apropiación de espacios donde hubo actividad funeraria precedente. En esa transición, la monumentalidad arquitectónica creció y las prácticas mortuorias institucionalizaron el uso de las cistas funerarias hechas con lajas, ampliamente identificadas para el Periodo VI en Agua Caliente.

Los avances en el estudio de ese sitio, desde 1981-1985, se han dado con grandes hiatos, mientras la modernidad urbanística restringe los alcances del conocimiento arqueológico. En aras de generar datos más firmes, relativos a la secuenciación y las transformaciones sociopolíticas aludidas en este documento, la atención debe volcarse sobre el área conservada del Monumento Agua Caliente y otros remanentes del sitio arqueológico, bajo un esquema investigativo multianual y sistemático.

Agradecimientos

Las temporadas de campo 1981 a 1985 en el sitio Agua Caliente fueron financiadas mediante el presupuesto ordinario del MNCR. Se reconoce la colaboración del INVU, particularmente del área de topografía. Alberto “Beto” Fonseca participó como asistente técnico en 1984, operaciones 37, 48 y 49. En la preparación de las figuras tomaron parte: Harry Massey, Olman Solís, Felipe Solís, Jensy Salazar, Joaquín Brenes e Iván Alfaro. Destacamos la ayuda en las acciones de campo de Juan V. Guerrero, arqueólogo del MNCR, así como del voluntariado de entonces estudiantes de la carrera de Antropología, Universidad de Costa Rica. Juan Carlos Calleja procesó fotografías y asesoró las labores finales de artes gráficas.

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