El Soconusco, una zona de producción afluente en el Sistema Mundo Mesoamericano

Marx Navarro Castillo

Universidad Intercultural de Campeche, Campeche, México

marx.navarro.doc@uicam.edu.mx

Cuadernos de Antropología

Enero-Junio 2023, 33(1)

DOI: https://doi.org/10.15517/cat.v33i1.52928

Recibido: 25-10-2022 / Aceptado: 10-01-2023

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)

ISSN 2215-356X

Resumen: La región del Soconusco en el estado de Chiapas, México, desde el siglo XIX, ha sido objeto de estudio por parte de los especialistas arqueólogos. Diversas han sido las investigaciones realizadas en la región; la presentada aquí se enfoca en el período Clásico, sobre todo en lo que respecta al papel desempeñado en lo que algunos autores han denominado el Sistema Mundo Mesoamericano. Es a partir del estudio realizado por el tipo cerámico conocido como plomizo, identificado en lugares tan lejanos como Nayarit (oeste de México) hasta Costa Rica y desde Monte Albán hasta Tula, que nos permite apuntar que existieron redes de interacción bien establecidas las cuales permitieron la movilización de dicho bien. El área estudiada por el Proyecto Arqueológico Costa del Soconusco (PACS) ha identificado los lugares de producción de la cerámica plomiza y con ello se han propuesto relaciones jerárquicas y de comercio no solo a nivel local o regional, sino panmesoamericano. Esta clase de interacciones pueden ser entendidas en términos del Sistema Mundo que, si bien fue acuñado para entender los procesos económicos actuales, sin duda puede ser utilizado para entender las sociedades antiguas. Este acercamiento pone de manifiesto la esencia misma de la arqueología, la cual, debido a lo reciente de la disciplina, tiende a utilizar términos creados en otras áreas de investigación; esto representa su carácter multidisciplinario. Por ello, la propuesta de este artículo sobre el Soconusco como zona de producción afluente desde el período Clásico, tomando como fuente principal la distribución de la cerámica plomiza a lo largo de Mesoamérica.

Palabras clave: cerámica; especialización artesanal; esferas de interacción; Periodo Clásico; plomizo.

Soconusco, an Affluent Production Zone in the Mesoamerican World System

Abstract: The Soconusco region in the state of Chiapas, Mexico, has been the research object of archaeological specialists since the 19th century. Several investigations have been conducted in the region; the one presented here focuses on the Classic period, particularly concerning the role it may have played in what some authors have called the Mesoamerican World System. Based on the study of the ceramic type known as plumbate, which has been identified in places as far away as Nayarit (western Mexico) to Costa Rica and from Monte Albán to Tula, we are in a position to point to the existence of well-established interaction networks that allowed the mobilization of this ware. The area studied by the Soconusco Coast Archaeological Project (PACS) identified the places of production of plumbate ceramics and thus hierarchical and trade relationships have been proposed not only at a local or regional level, but also at a Pan-Mesoamerican scale. Such interactions can be understood in terms of the World System, which, although originally conceived to understand current economic processes, can undoubtedly be applied to understand ancient societies. This approach highlights the very essence of archaeology that due to the recentness of the discipline tends to use terms created in other areas of research, representing undoubtedly its multidisciplinary character. Therefore, the proposal of this article is that the Soconusco was a zone of affluent production since the Classic period, considering the distribution of Plumbate ceramics throughout Mesoamerica as the main source.

Keywords: ceramics; craft specialization; interaction spheres; Classic Period; plumbate.

Introducción

La región de Soconusco se encuentra en el estado de Chiapas, el más meridional de México limita al sureste con Guatemala, al sur con el océano Pacífico, al oeste con el estado de Oaxaca y al norte con los estados de Veracruz y Tabasco. Soconusco es una derivación de la palabra náhuatl que significa “tierra de tunas agrias”. Según interpretaciones del Códice Mendocino, esta región fue conquistada por los mexicas y sirvió como uno de sus tributarios. Posteriormente, los españoles siguieron solicitando tributos de la misma zona y definieron sus fronteras geopolíticas. La provincia colonial del Soconusco contó con una extensión de 250 km de largo y aproximadamente de 25 a 30 km de ancho a lo largo de la llanura costera del Pacífico de Chiapas en México y una pequeña porción del suroeste de Guatemala (Gasco, 1996).

Las dimensiones establecidas por los españoles durante la época colonial prácticamente continúan hasta hoy. Actualmente, Chiapas se divide en 15 regiones principales: Metropolitana, Valles Zoque, Mezcalapa, De Los Llanos, Altos Tsotsil Tseltal, Frailesca, De Los Bosques, Norte, Istmo-Costa, Soconusco, Sierra Mariscal, Selva Lacandona, Maya, Tulijá Tseltal Chol y Meseta Comiteca Tojolabal (Figura 1). La región estudiada en esta investigación es el Soconusco, compuesta por 15 municipios: Acacoyagua, Acapetahua, Cacahoatán, Escuintla, Frontera Hidalgo, Huehuetán, Huixtla, Mazatán, Metapa, Suchiate, Tapachula, Tuxtla Chico, Tuzantán, Unión Juárez y Villa Comaltitlán (Figura 1).

Además de ser tributario del imperio Mexica, el Soconusco es una región que ha sido testigo de importantes momentos de la historia mesoamericana, siendo quizás el sitio más temprano donde emergieron las primeras sociedades complejas (Blake y Clark, 1999; Cheetham, 2006; Rosenswig, 2000). Asimismo, su importancia continuó durante el periodo Colonial, especialmente por sus valiosos granos de cacao (Gasco, 2006).

El caso del período Clásico, al igual que los mencionados previamente, también ha recibido la atención por parte de los investigadores, y es así como, con el interés de seguir aportando a dicho conocimiento, surge el Proyecto Arqueológico Costa del Soconusco, el cual de manera ininterrumpida ha realizado trabajos de investigación desde el 2012. El proyecto si bien tenía como uno de los objetivos principales la identificación de las áreas de producción de la cerámica plomiza, también ha realizado esfuerzos en hacer estudios diacrónicos de la zona oriental de esta región (Navarro Castillo, 2015; Navarro Castillo et al., 2021; Navarro Castillo y Neff, 2018, 2020; Neff, 2014; Neff et al. 2016; Neff y Navarro, 2018; Renson et al., 2019).

Es indudable que este proyecto se ha apoyado de los previos trabajos realizados en la regiónque han sido muy útiles en el conocimiento del período Clásico en el Soconusco (Clark et al., 2018; Drucker, 1948; Love, 2007; Lowe y Mason, 1965; Lowe et al., 1982; Pfeiffer, 1983; Rosenswig y Mendelsohn, 2016; Shook, 1965; Voorhies, 1989; Voorhies y Kennett, 1995; Voorhies et al., 2011). Es así que la investigación pionera de Drucker (1948) resulta particularmente importante, pues señaló la presencia de una alta densidad de cerámica plomiza en el sitio de La Primavera, patrón constante en los sitios ubicados a lo largo del río Suchiate.

En lo que respecta a la organización económica y política dentro de los parámetros propuestos del Sistema Mundo Mesoamericano, este artículo retoma la propuesta de Smith y Berdan (2003b), quienes identificaron a las zonas de producción afluente como aquellas de una alta producción económica que proporcionan acumulación de riqueza, aunque no poseen el mismo nivel de centralización política, ni la urbanización característica de los núcleos.

Cerámica plomiza

Lo descubierto por Drucker (1948) durante sus recorridos fue sumamente relevante, pues señaló la presencia de una alta cantidad de tiestos de dicho material, lo cual no era común hallarlo en contextos arqueológicos. El tipo cerámico es muy llamativo; cuenta con un brillo en superficie que da la apariencia de un tipo de barniz, esto fue seguramente una de las razones por las cuales radicó el interés por otras regiones de Mesoamérica en la obtención de este tipo de cerámico (Figura 2). Sin embargo, Drucker no fue el primer investigador que hace mención de la cerámica plomiza, sino que fueron los famosos exploradores Stephens y Catherwood, en el momento cuando extrajeron dos vasijas Tohil de una tumba en Zaculeu, Guatemala (en Dutton y Hobbs, 1943). Otra información temprana sobre la cerámica plomiza fue proporcionada por un erudito francés llamado Alexandre Brongniart. En su libro Traité des Arts Ceramiques, Brongniart (1854) menciona las características de esta cerámica y describe una vasija estilo Tohil plomizo.

A partir de estos descubrimientos iniciales y los posteriores hechos en sitios tan importantes como Tula (Bey y Ringle, 2007), Teotihuacan (Elson y Mowbray, 2005; Linné, 1934; Sanders, 1986), Uxmal (Kowalski et al., 1996), Chichén Itzá (Bey y Ringle, 2007), Kaminaljuyú (Thompson, 1943; Valdés y Kaplan, 2000), Copán (Aoyama, 2001; Joyce, 1986), Región Rivas (Healy, 1980) y Nacascolo (Snarskis y Salgado, 1986); por mencionar solo algunos, surgió el interés por parte de los investigadores en conocer el lugar de procedencia de dichas piezas.

Por este motivo, la mayoría de los estudios sobre el plomizo se han centrado en identificar los lugares de fabricación; y muchos han sido los lugares a lo largo de Mesoamérica que se han mencionado como posibles orígenes. Por ejemplo, Lothrop (1927) y Bruhns (1980) propusieron que El Salvador pudo haber sido el lugar de su manufactura. Lothrop (1927) menciona específicamente el sitio de Suchitoto como el lugar de origen, basándose en la interacción que tuvo con una anciana quien argumentó que su abuela solía hacer ese tipo de cerámica, y el color gris-verde o anaranjado se obtenía según la temperatura a la que se cociera la cerámica (en Dutton y Hobbs, 1943). Bruhns (1980) de igual forma se interesó por el posible lugar de origen de plomizo. Según este autor, el centro-sur de Veracruz pudo ser uno de los lugares donde se fabricó. Bruhns (1980) también argumentó que los sitios del centro-sur de Veracruz y Cihuatán en El Salvador comparten la existencia de cerámica “metálica” con características similares entre ellos, pero diferentes de la cerámica plomiza conocida de Tohil y San Juan.

Otra conjetura sobre el lugar de producción ha sido la Costa del Golfo. Esto se basa en la información propuesta por Medellín (1960), quien estudió la cerámica de la Costa del Golfo. Medellín (1960) encontró cerámica “metálica” en Polvaredas y Los Cerros, dos sitios arqueológicos diagnósticos del Clásico Tardío. Según Medellín (1960), la cerámica “metálica” es una de las características más importantes de esta cerámica, y en el Totonacapan, pero solo se trataba de imitaciones de la cerámica plomiza hecha de manera local.

Esta controversia sobre el lugar de origen fue respondida parcialmente por Shepard (1948), quien realizó un análisis petrográfico de los tiestos cerámicos ubicándolos en la región del Soconusco, las proponiendo como posible origen la la región cercana a Tajumulco, Guatemala. El trabajo posterior realizado por Shook (1965) brindó datos importantes sobre los patrones de asentamiento de los sitios del Clásico Tardío, descubriendo densidades cerámicas elevadas de la cerámica plomiza en los asentamientos de Santa Clara, Los Limones, y La Zarca, lo que le permitió prometer una intensa ocupación poblacional en el área identificada como Ocos-Ayutla-Malacatán, que había sido precedida por un abandono durante el periodo Preclásico.

Asimismo, los trabajos realizados por la Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo proporcionaron información sobre la presencia de cerámica plomiza en el sitio arqueológico de Izapa (Lee, 1973, 1978).

Sin embargo, fue Neff (1984) quien finalmente respondió a esta pregunta a través del análisis químico de la cerámica plomiza. Así, estas investigaciones confirmaron que las arcillas de todas las variedades de dicho tipo cerámico procedían casi con toda seguridad de la llanura costera de la región oriental del Soconusco, en la zona que recibía los sedimentos de los ríos Cahuacan, Suchiate, Naranjo y Tilapa (Neff, 2002) (Figura 3).

Posteriormente, durante los trabajos realizados por el Proyecto Arqueológico Costa del Soconusco (PACS) no solo se lograron identificar las arcillas con las que realizaron la cerámica plomiza que Neff había propuesto, sino las áreas de producción de este tipo cerámico, dando así por resuelto, de manera definitiva, el lugar de procedencia de la cerámica plomiza (Neff, 2012, 2014). Conjuntamente, con base en los recientes estudios efectuados por PACS (Neff y Navarro, 2018), se sabe que la producción y consumo en la región se pudo haber dado desde el Clásico Medio (500-700 d.C.), a pesar de que mucha de la bibliografía sitúa este tipo cerámico para el Clásico Tardío (700-900 d.C.) e incluso para el Posclásico Temprano (900-1200 d.C.).

Los diversos sitios señalados como lugar de origen nos hablan de la amplia dispersión que tuvo este tipo cerámico, siendo tal vez uno de los más distribuidos a lo largo de su historia, ya que se han encontrado piezas en Costa Rica (Snarskis y Salgado, 1986) y el occidente de México (Mountjoy, 1991). La extensa distribución de este tipo cerámico indica que los productores estaban inmersos en un sistema de intercambio que conectaba los sitios de producción con lugares a cientos de kilómetros de distancia. Sin duda, este tipo cerámico era tratado como una mercancía clave, debido a su localización en contextos de élite; y, en ocasiones, se ha encontrado en asociación con otras cerámicas de manufactura fina como Naranja Fino y Papagayo Policromo (Neff, 1989). A este respecto cabe la pena señalar que en ocasiones este último tipo cerámico también se le ha denominado Nicoya Policromo, y fue Healy (1980) quien lo termina denominando Papagayo para así poder diferenciarlo de otros tipos policromos procedentes del mismo periodo; como por ejemplo los policromos Las Vegas encontrados en Honduras.

Perspectiva teórica

El sistema mundo

La teoría del sistema mundo fue desarrollada por Immanuel Wallerstein durante la década de 1970. Esta teoría se apoya en los acontecimientos relacionados con el comportamiento económico de las poblaciones europeas a finales del siglo XV y principios del XVI. Wallerstein (1974) argumenta que, cuando teorizó su enfoque, la economía mundial europea era una entidad económica y no política. El sistema mundo es un sistema social que tiene límites, estructuras, grupos de miembros, un gobernante legítimo y coherencia (Wallerstein, 1974, 1993). De este modo, Wallerstein compara el funcionamiento de un organismo y el sistema mundo. Según él, ambos tienen una vida útil y durante ese tiempo sus características intrínsecas cambian en algunos aspectos y permanecen estables en otros.

Wallerstein (1974) propone que en el sistema mundo existe una amplia división del trabajo. Esta no es meramente funcional, sino geográfica, ya que la gama de tareas económicas no está distribuida uniformemente. En parte, esto es sin duda consecuencia de consideraciones ecológicas. Teniendo en cuenta este argumento, el autor divide las economías mundiales en estados centrales, áreas periféricas y áreas semiperiféricas. Esta división implica una jerarquía de tareas ocupacionales, en la que las tareas que requieren mayores niveles de habilidad y mayor capitalización se reservan para las áreas de rango superior (Wallerstein, 1974). Desde que la definición original de este profesional se centró en la localización geográfica, esta ha provocado el desarrollo de dos líneas de investigación: la geográfica, basada en el análisis del sistema mundo como marco teórico; y la otra en la que tanto geógrafos como no geógrafos intentan incorporar explícitamente aspectos de la perspectiva geográfica en el análisis del sistema mundo (Shelley y Flint, 2000). En un reanálisis más reciente, Wallerstein (1993) sostiene que ha habido muchos sistemas mundos, pero considera la existencia de tres tipos fundamentales: las economías mundiales, los imperios mundiales y los minisistemas.

El sistema mundo y la arqueología

Según Kardulias (1999), una contribución importante que la antropología, la arqueología y la historia pueden hacer al debate sobre el sistema mundo es demostrar las conexiones entre sociedades distantes para obtener diversos recursos. De este modo, los arqueólogos proporcionan una mayor profundidad temporal en la que se pueden contrastar las ideas que los historiadores, sociólogos y otros han propuesto. No cabe duda que el estudio del pasado es el laboratorio del cambio social a largo plazo.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta los alcances que puede tener el sistema mundo; es así como Andre Gunder Frank (1999) señala sobre los usos y abusos realizados por los teóricos de dicha propuesta teórica. Según Frank (1999), hay dos preguntas principales que, aunque diferentes, están relacionadas entre sí. La primera pregunta es: ¿qué puede hacer la arqueología por la teoría del sistema mundo?; y la segunda pregunta es: ¿qué puede hacer la teoría del sistema mundo por la arqueología?”. Frank sostiene que los arqueólogos ya han recuperado suficientes pruebas para sugerir que los cambios cíclicos largos pueden ser identificados y fechados tentativamente hasta al menos el tercer milenio antes de Cristo, y que sus ritmos son casi simultáneos en la mayor parte de Afro-Eurasia (Beaujard, 2010; Frank, 1999).

Por su parte, Peregrine (2000) sugiere que la arqueología puede ser importante para mejorar el potencial de la teoría del sistema mundo y ampliarla hasta convertirla en un marco teórico verdaderamente abarcador. Los arqueólogos tienen un tremendo potencial para desarrollar enfoques del sistema mundo sobre todo para las sociedades no occidentales y no capitalistas porque tiene la capacidad de explorar estas con la sofisticación de la antropología mucho antes de que los sistemas mundiales capitales comenzaran a aparecer. Peregrine (1996) también argumenta que hay tres razones principales por las que esta perspectiva del sistema mundo es particularmente útil para la construcción de la teoría en la arqueología. En primer lugar, es intrínsecamente espacial, centrada en la distribución de núcleos y periferias, y en las relaciones entre ellos. La segunda razón aportada por el autor es que el sistema mundo es de carácter de multinivel, pues analiza diferentes tipos de sociedades. El tercer y último punto descrito por Peregrine (1996) es el aspecto evolutivo de este acercamiento teórico.

Hall (1999, 2000) considera que los arqueólogos tienen un deseo innato de buscar nuevos enfoques que intenten explicar las relaciones interregionales y, por ello, algunos han encontrado un potencial considerable en el análisis del sistema mundo; sin embargo, algunos han quedado insatisfechos con los resultados. Muchos arqueólogos han intentado utilizar la teoría del sistema mundo para comprender las relaciones intersocietales. Todos han reconocido, hasta cierto punto, que la teoría del sistema mundo no puede aplicarse en su totalidad a los entornos precapitalistas. Al respecto, Champion (1989) comenta sobre las aplicaciones arqueológicas de este modelo. El uso de los conceptos del sistema mundo implica una escala de análisis que incluye no solo una sola entidad política o un grupo de entidades políticas, sino el contraste existente entre el núcleo y la periferia. Esto es útil para diferenciar dos aspectos de una relación que es en sí misma la principal entidad de interés arqueológico. Uno, que implica no solo una separación espacial, sino una diferencia en la naturaleza de la organización social. El segundo aspecto es que la forma precisa que adopta el sistema, y la naturaleza de las relaciones que lo estructuran, es probable que hayan sido extremadamente variadas en el pasado (Champion, 1989).

Según McGuire (1996), las nociones centrales del enfoque del sistema mundo no son nuevas para la arqueología. Durante mucho tiempo, los arqueólogos han discutido conceptos como “áreas clave y dependientes”, “núcleos y zonas de amortiguación” y “zonas centrales” y “zonas del interior”. El uso de los conceptos de centro y periferia ofrece un marco potencial para comprender los procesos de desarrollo económico y político en muchas sociedades diferentes. Tales explicaciones podrían, en teoría, dar cuenta de una serie de procesos conocidos por los arqueólogos, como la aparición de estados, los patrones cíclicos de homogeneidad cultural muy extensa y los desplazamientos espacio-temporales de esos centros de poder.

En el caso de Mesoamérica también ha sido un terreno fecundo para el uso, desarrollo y prueba de la teoría del sistema mundo (Blanton y Feinman, 1984; Carmack, 2015; Masson y Freidel, 2002; Smith y Berdan, 2000). Esto se debe a que los teóricos del sistema mundo afirman que ciertas sociedades forman parte de redes integradas, ya sea de forma positiva o negativa, a una región o área específica que debería tener algunos efectos en diferentes áreas (Kepecs y Kohl, 2003). Para Carmack (2015), Mesoamérica es un sistema mundo con casi 2500 años de existencia si se toma en cuenta que los Olmecas se constituyeron como las primeras sociedades estratificadas de la región. Sin embargo, igualmente, señala que este sistema mundo se pudo haber configurado de manera más integral durante el período Clásico (300-1000 d.C.) y el Posclásico (1000-1500 d.C.).

Sin duda que el empleo del acercamiento teórico del sistema mundo ha servido para entender las relaciones macrorregionales en las que Mesoamérica estaba involucrada (Carmack y Salgado, 2006). Probablemente, uno de los trabajos más influyentes con respecto a la teoría del sistema mundo y su aplicación entre las investigaciones mesoamericanas fue explorado por Smith y Berdan (2000). Este reunió diferentes estudios regionales que se centraron en las sociedades del periodo Posclásico. Aunque el proyecto se centró en las redes del Posclásico, las raíces de esta interacción pueden haberse desarrollado antes de este periodo. Su suposición se basó en la premisa de que, durante ese período, Mesoamérica se organizó en poblaciones regionales más grandes y políticas más pequeñas y propicias para un aumento en el volumen de intercambio a larga distancia (Smith y Berdan, 2000).

La interacción social y el intercambio comercial durante el Posclásico en Mesoamérica fueron algunas de las razones que consolidaron a esta región en una sola zona económica y cultural (Smith y Berdan, 2003a). Esta Mesoamérica Posclásica altamente integrada tiene su base en períodos anteriores, el Preclásico y el Clásico. Estos se caracterizan por la existencia de comercio e interacción a larga distancia. Sin embargo, un aspecto importante que distingue al Posclásico de los otros períodos fue la conversión de los antiguos bienes de prestigio en bienes de lujo comerciales (Smith y Berdan, 2003a). El aumento del comercio e intercambio de mercancías, señalado por Smith (2003b), facilitó la expansión e integración del sistema mundo mesoamericano del Posclásico.

Resultados

El proyecto Arqueológico Costa del Soconusco comenzó sus actividades en el 2012 y desde esa fecha ha tenido 4 temporadas de campo, co-dirigido por Hector Neff y Marx Navarro Castillo (Neff, 2012; Neff, 2014; Neff y Navarro, 2015, 2018). El interés del proyecto ha sido identificar aquellos sitios ubicados en la zona de manglares, teniendo principal interés en la reconstrucción histórica de estos asentamientos desde épocas tantas tempranas como el período Arcaico con una ocupación continua hasta aquellos de carácter histórico. Sin embargo, parte importante del proyecto era la ubicación de las áreas de producción, así como también las posibles técnicas empleadas en la fabricación de la cerámica plomiza, lo cual ya había propuesto Neff (1984) más de 30 años antes con base en los estudios químicos realizados como parte de su disertación doctoral.

A partir del uso de diversas técnicas, como el LiDAR (Neff, 2012), se logró la localización de montículos de índole cultural y, debido a su cercanía entre ellos, se decidió llamarlos conjuntos. De esta manera, se identificaron un total de 7 conjuntos: Piñuela, Conquista Campesina, Cahuacán, Chical, Gallo Encantado, Rancho Soledad y Bermúdez. Entre los cuales Piñuela, Conquista Campesina y Cahuacán son los que presentan una mayor evidencia sobre la producción de la cerámica plomiza (Figura 4). Estos se incorporan al sitio arqueológico conocido como Miguel Alemán, estudiado previo al inicio de PACS y no fueron identificados a través de la tecnología LiDAR, sino por los procesos de recorrido de superficie en las zonas de platanal del ejido Miguel Alemán.

Después de la identificación de los sitios arqueológicos, se procedió al empleo de técnicas de detección remota para así determinar aquellas áreas más propensas a excavar. A través del magnetómetro y el radar de penetración terrestre, se localizaron anomalías en el subsuelo, propiciadas por las actividades pirotecnológicas propias de la producción artesanal, las cuales fueron importantes marcadores para la selección de la ubicación de las unidades de excavación (Figura 5). Esto nos permitió la identificación de las áreas de producción artesanal, así como también un entierro asociado a estas, situado cuidadosamente en un tiro fabricado expresamente para su depósito, y datado hacia el 800 y 900 d.C., y estaba asociado a una alta densidad de material plomizo (Navarro Castillo y Neff, 2020) (Figura 6).

Otra información importante que ha aportado PACS es la nueva datación de la cerámica plomiza, ya que, en conjunto con la especialista Virginie Renson (et al., 2019), se analizó material óseo asociado a una urna funeraria hecha en la cerámica plomiza. Esto fue datado a través de radiocarbono hacia el 595-655, situándolo hacia el Clásico Medio, y no hacia el Clásico Tardío o Posclásico Temprano que la mayoría de la literatura señala como el inicio de la producción de este tipo cerámico. Situándolo en la época de apogeo de un sitio tan importante como Teotihuacán y del cual también hay evidencia de plomiza en dicho asentamiento.

Sin duda, la manufactura del plomizo fue parte importante para la población, debido a que tenían talleres especializados para su elaboración, ubicados como se comentó previamente en la zona de manglares. La alta demanda y distribución que tuvo a lo largo de Mesoamérica nos permite señalar que la cerámica plomiza era un bien clave (key commodity), tanto que ha sido encontrada en contextos de élite en importantes asentamientos prehispánicos, como los mencionados con anterioridad en este texto.

Asimismo, nos es de utilidad la clasificación de materias primas propuesta por Smith (2003a) para conocer la importancia de la cerámica plomiza, señalando como aspectos apreciados estas características: 1) materias primas y las zonas ambientales en las que se encuentran; 2) materias primas restringidas a un pequeño número de lugares; 3) tecnología compleja requerida; 4) un proceso de producción largo y/o complejo; 5) trabajadores artesanales altamente calificados requeridos y 6) alto valor en relación con el peso.

Como podemos observar, esta clasificación pone énfasis al alto aprecio que se tenía por la cerámica plomiza, pues todos los puntos analizados por Smith (2003a) son parte del proceso de manufactura de dicho tipo cerámico. Además, la propuesta hecha por Smith y Berdan (2003b) identifican que las zonas de producción afluente tienen como característica principal una intensa actividad económica, la cual puede ser observada tanto en la producción como en la distribución de los bienes; sin embargo, a diferencia de los núcleos, estas zonas no tuvieron su centralización política ni urbanismo. Si bien la propuesta de Smith y Berdan (2003b) es realizada para el período Posclásico, los nuevos datos proporcionado por PACS señalan que la producción plomiza y su distribución pudo haberse dado desde el 600 d.C., lo cual reconfigura lo que en general se pensaba de dicha cerámica, inicialmente producida durante el Posclásico.

Discusión y conclusiones

En el análisis teórico se comentó cómo la implementación del sistema mundo nos podría ser de utilidad para tener una mejor comprensión sobre la configuración social y económica de Mesoamérica, especialmente en períodos como el Clásico y Posclásico.

En el caso particular de este último periodo, Smith y Berdan (2003a) consideran que las localidades descritas en la teoría del sistema mundo como núcleos no tienen que controlar las periferias, siendo sus principales características la presencia de altas poblaciones, el poder político concentrado y la urbanización. En consecuencia, Smith y Berdan (2003a) reorganizaron los conceptos clásicos como “núcleo” y “periferia” utilizados en los sistemas mundo e incluyeron otros nuevos como “zonas afluentes de producción”, “zonas de extracción de recursos”, “periferias no especializadas”, “circuitos de intercambio” y “zonas de estilo”. Esto sin duda nos permite identificar al Soconusco como una zona de producción afluente, ya que contaba con un bien clave, como es la cerámica plomiza. Esto a su vez nos ayudaría a reconsiderar dicha propuesta al no limitarla únicamente para el periodo Posclásico, pues, como se mencionó previamente, la elaboración de la cerámica plomiza se dio durante el Clásico Medio, época de esplendor y expansión de Teotihuacán a lo largo de Mesoamérica; también hacia la Costa del Pacífico, teniendo presencia en sitios como Los Horcones (Garcia-Des Lauriers, 2007) y Balberta y Montana (Bove y Medrano, 2003).

Por ello, el concepto de zonas de producción afluentes es especialmente importante para este trabajo de investigación. Estas zonas se caracterizan por tener una alta producción económica, pero también permiten la creación y acumulación de riqueza. Las zonas tampoco tienen el mismo nivel de centralización política y urbanización que los núcleos. Estas características sin duda son evidentes en el Soconusco, al menos en los sitios estudiados por PACS, ya que los productores de plomizo no estaban restringidos y obtenían todas las materias primas necesarias para la producción de ese tipo de cerámica. La arcilla, desgrasantes y el combustible eran abundantes en la zona y, aparentemente, no había restricciones geográficas ni políticas para obtenerlos, pues estas no se vieron limitadas en ninguno de los sitios y la producción pareció haberse dado de manera generalizada en la región.

Además, su comercio tampoco parece haber sido restringido por un grupo en específico, y vemos cómo la cerámica plomiza se distribuyó no solo en Mesoamérica, sino que se ha recuperado hasta el oeste de México (Mountjoy, 1991) y Costa Rica (Snarskis y Salgado, 1986; Peytrequín, 2007). Asimismo, la cerámica plomiza fue copiada en lugares como la Costa del Golfo, donde los alfareros de esa región produjeron una cerámica diseñada para imitar sus características, pero su calidad no era comparable con el plomizo producido en el Soconusco (Stark, 1999).

Es así como el Soconusco, descrito como una zona de producción afluente, tenía una variedad de productos en los que otras regiones estaban interesadas. El Códice Mendocino del periodo colonial, pero con sus raíces en la época prehispánica, menciona que los aztecas demandaban grandes cantidades de plumas tropicales, ámbar, pieles de jaguar y cuentas de piedra verde de esta región. Es importante aclarar que esta evidencia es referente al período Posclásico; sin embargo, es posible que estos productos se exportaran desde períodos anteriores y, con base en ello, los mexicas los solicitaran en cuanto tuvieron como tributario la región del Soconusco.

El estudio etnográfico realizado por Carlos Navarrete (1978) en la región fue de ayuda para identificar la continuidad en la comercialización de los principales productos que se negociaban en el Soconusco durante mediados del siglo XX; como el cacao, la cerámica, las pieles de caimán y cocodrilo, los camarones secos, el pescado salado y las iguanas vivas o ahumadas. Así como también otros productos menos importantes, como la cera, el alcohol y las medicinas que eran producidas en esta región.

La información arqueológica, etnohistórica y etnográfica ha permitido considerar el posible uso de los recursos señalados en los lagos, el mar, los ríos, los esteros y los pantanos del Soconusco. Los estuarios de marea, las lagunas de agua salada y salobre y los grandes pantanos y ríos de agua dulce del Soconusco probablemente sirvieron de medio de comunicación y transporte con el resto de las regiones mesoamericanas y más allá.

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