Antigüedad y contexto sociocultural del jade en Costa Rica: nuevos datos arqueológicos en el golfo de Nicoya

Felipe Solís Del Vecchio* y Luis Sánchez Herrera

Museo Nacional de Costa Rica (MNCR), Departamento de Antropología e Historia, San José, Costa Rica

*Autor para contacto: fsolis@museocostarica.go.cr

Cuadernos de Antropología

Julio-Diciembre 2023, 33(2)

DOI: https://doi.org/10.15517/cat.v33i2.55168

Recibido: 18-05-2023 / Aceptado: 07-09-2023

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)

ISSN 2215-356X

Resumen: Se presenta una revisión de contextos funerarios de La Regla (P-30 LR) y Huiscoyol (P-1726 Hs), dos sitios arqueológicos ubicados en la banda occidental del golfo de Nicoya en Costa Rica. Los conjuntos artefactuales en ambos sitios destacan por la presencia de metates trípodes planos con decorados de aves y colgantes celtiformes o “dios-hacha” ave. Doce fechamientos 14C a partir de madera, restos carbonizados y huesos humanos sitúan esta evidencia en un rango entre 800- 200 a.C., lo que los convierte en los contextos conocidos más antiguos con jade en Costa Rica. Esta información confirma que la producción de jade en Costa Rica se remonta al menos a 500 a.C. De igual forma, la producción cultural adscrita a dichos contextos advierte rasgos distintivos que los separan de desarrollos posteriores. Se espera que esta evidencia aporte en favor de modelos mejor sustentados sobre la inserción del jade y sus efectos en los sistemas sociales e ideológicos locales, así como a esclarecer el carácter de los vínculos tempranos con poblaciones mesoamericanas y del sur de Centroamérica.

Palabras clave: jade; fechamientos radiométricos; Guanacaste; cerámica temprana; enterramientos humanos.

Antiquity and sociocultural context of jade in Costa Rica: new archaeological data in the Gulf of Nicoya

Abstract: A review of the funerary contexts of La Regla (P-30 LR) and Huiscoyol (P-1726 Hs), two archaeological sites located on the western side of the Gulf of Nicoya in Costa Rica, is presented. The artifactual assemblages at both sites are notable for the presence of flat tripod metates decorated with birds and Celtic-shaped pendants or “god-axe” bird. Twelve 14C dates from wood, charred remains, and human bones place this evidence in the range between 800-200 B.C., making them the oldest known jade-bearing contexts in Costa Rica. This information confirms that jade production in Costa Rica dates back to at least 500 B.C. In the same way, the cultural production attached to these contexts notices distinctive features that separate them from later developments. It is hoped that this evidence contributes in favor of better supported models on the insertion of jade and its effects on local social and ideological systems, as well as to clarify the nature of the early links with Mesoamerican and southern Central American populations.

Keywords: jade; radiometric dates; Guanacaste; early pottery; human burials.

Introducción

Gracias a una longeva trayectoria de producción de ornamentos de espléndida calidad técnica y estética, las zonas central y noreste del actual territorio de Costa Rica han sido consideradas como un centro lapidario mayor de producción del jade del sur de Centroamérica (Easby, 1981). El acervo de colgantes hallados en territorio costarricense no solo se destaca por el desarrollo de estilos propios y materiales locales diversos, sino también por abastecerse de jadeitita como materia prima e incorporar muchos jades terminados importados o de clara influencia de centros lapidarios mesoamericanos.

Por consiguiente, y desde sus inicios, la tradición del jade en Costa Rica ha sido para muchos arqueólogos y otros estudiosos imposible de desligar con diversas formas de contactos con pueblos de Mesoamérica. Hay jades Olmecas reportados que pueden sugerir incipientes contactos incluso en el rango del Preclásico Temprano. La evidencia del jade avimorfo en el sitio La Regla con la inusitada, pero aislada fecha que se tenía de 500 ± 70 a.C. (Beta-35853) (Guerrero et al., 1992) estimuló comparaciones con otros sitios del Preclásico medio y tardío, incluso, la suposición del origen costarricense del tema colgante celtiforme ave (Mora-Marín, 2021).

Cabe destacar que, aunque en la literatura arqueológica se ha indicado que el jade está en territorio costarricense desde 500 a.C., la fecha obtenida para La Regla era uno de los dos o tres contextos fechados por 14C que anteceden la era cristiana y el único con valores tan tempranos. Lo cierto es que las interrogantes de cómo se implantó esta tradición entre los habitantes locales y los impactos que fue gestando a nivel social, económico e ideológico siguen siendo aún enormes.

Aparte de conexiones con la esfera mesoamericana -que no se tocarán aquí-, interesa más bien examinar las especificidades del contexto temprano del jade en Costa Rica y del rol que este jugó en el desenvolvimiento de los sistemas sociales en su extensa trayectoria.

Como bien se sabe por parte de arqueólogos y otros estudiosos, una de las principales limitantes para el abordaje de la dimensión social del jade es que solo una pequeña fracción de los miles de jades hallados en este territorio proceden de contextos arqueológicos científicamente controlados (Guerrero, 1998). Paradójicamente, en las últimas cuatro décadas, muchos de los trabajos arqueológicos que han descubierto contextos tempranos de jade (es decir con estimaciones temporales en el rango de 500 a.C. hasta 300 d.C.) carecen de aproximaciones más precisas de su amplitud cronológica, sumado a la falta de refinamiento de las secuencias culturales regionales en las áreas donde se encuentran.

De allí que, para este propósito, deba reconsiderarse el sitio La Regla (P-30 LR) y la necesidad de obtener nuevos fechamientos radiométricos. Recientemente, un segundo sitio fue descubierto y excavado en el mismo litoral oriental del golfo de Nicoya, Huiscoyol (P-1726 Hs), con una temporalidad similar que provee evidencia más completa con múltiples enterramientos humanos, ofrendas con colgantes de piedra verde y de otros materiales como cerámica y escultórica en piedra (Figura 1).

La presente revisión atañe, justamente, a contextos funerarios de ambos sitios acompañadas de doce determinaciones de radiocarbono. Pese a las importantes diferencias en los tratamientos mortuorios entre estos sitios vecinos, la información cronométrica y artefactual es suficientemente consistente entre ambos como para proponer un grupo aislado de rasgos compartidos, pero que, al mismo tiempo por sus características y antigüedad, los separan del denominado complejo mortuorio del jade en Costa Rica.

Filiaciones culturales de los pueblos del noroeste de Costa Rica

La participación de poblaciones de las tierras insulares y continentales del golfo de Nicoya con respecto a las mayores esferas culturales del norte y centro de Costa Rica (Región Gran Nicoya y Región Arqueológica Central respectivamente) parece haberse dado en función de una zona de amortiguamiento al mismo tiempo que una especie de corredor cultural. Al menos a partir de 1200 d.C. y hasta la época del Contacto se cree que los territorios aledaños y principalmente grandes sectores de la península de Nicoya pudieron estar ocupados por migrantes de lengua chorotega que participaban en redes de comercio local y regional (Creamer, 1982). Estudios etnohistóricos y lingüísticos coinciden en observar una especie de separación política en el segmento sur de la península al cual parece haber llegado el control de los cacicazgos hablantes de lenguas chibchas (Constenla, 1994; Ibarra, 2015).

Dicha división también parece verse reflejada en el registro arqueológico a través de distintas fases culturales. La región Gran Nicoya, que llegó a comprender territorios del Pacífico norte de Costa Rica y sur de Nicaragua, se diferenció muy tempranamente de las manifestaciones sureñas en cuanto a ciertos patrones culturales y a estilos cerámicos. Consistentemente, conjuntos cerámicos análogos al complejo Loma B o del denominado grupo “Bocana Inciso” del litoral nor-pacífico ocuparon casi la totalidad de este territorio entre 500-100 a.C. (Abel-Vidor, et al., 1990; Sánchez, 2019).

Por otra parte, estudios regionales extendidos por la vertiente del Pacífico central, los cuales recogieron datos hasta aproximadamente la ciudad de Puntarenas (al sureste del golfo de Nicoya), observaron una mayor integración cultural de estos territorios al valle Central y vertiente central Caribe (Corrales, 1992). Por datación cruzada, estos también pueden ser extrapolados al denominado complejo “Pavas”, cuyo desarrollo se calcula entre el 300 a.C. hasta el 300 d.C. para el valle Central. De la poca información disponible para esta parte de la secuencia en sectores de la margen suroriental del golfo, en Esparza, se ha estudiado al menos un cementerio de la época que, si bien muestra ciertos paralelos con aquel complejo, parece definir sus propios rasgos distintivos a la par de otros elementos, como metates esculpidos tanto de estilo Pacífico norte (algunos similares a los hallados en Huiscoyol) como de las tierras centrales (arqueóloga Tatiana Hidalgo, comunicación personal 2019).

En el sector de la cordillera de Tilarán, también considerado como zona colindante de Gran Nicoya y la Región Arqueológica Central, la secuencia cultural muestra, desde aproximadamente 400 a.C. hasta 50 d.C., características oscilantes sugiriendo que después del Formativo (Período Orosí) se da un desarrollo cultural con algunas características diferenciadas, pero con una intensa interacción entre grupos vecinos, posiblemente a través de relaciones de parentesco, movimientos poblacionales e intercambio de productos e ideas resultando a veces en singulares hibridaciones de la cultura material (Hoopes, 1987, 1994a, 1994b).

Aunque muy distintas en cuanto a estilos cerámicos y escultóricos y en muchas otras manifestaciones de la cultura material, estas dos tradiciones que florecieron en la parte norte y central de Costa Rica desarrollaron, no obstante, la misma fascinación por los artículos de jade y, más que esto, a la forma singular en que lo involucraron a sus rituales funerarios. Los ajuares mortuorios tan típicos por la presencia de artículos de jade en asociación con metates labrados y con los llamados remates de bastón (complejo funerario del jade) constituyen uno de los rasgos más sobresalientes en ambas regiones culturales (Guerrero, 1998; Lange, 1984; Snarskis, 1984). Esta práctica se extendió hasta por lo menos el 700 d.C. y varios autores también la ven como la manifestación de una ideología compartida (Graham, 1998; Snarskis, 1984, 1998, 2003).

Referencias de contextos tempranos de jade en el noroeste de Costa Rica

Solo una pequeña lista de cementerios investigados científicamente ha brindado evidencia temprana del contexto funerario de lo que se ha denominado “Periodo Inicial” del uso del jade (Guerrero, 1998). Si bien algunos presentan sepulturas intactas con ajuares de cerámica y piedra, estos carecen de determinaciones radiométricas. Todos tienden a ser costeros o con acceso muy cercano al mar, ubicándose la mayoría en la península de Nicoya.

En general, todos estos emplazamientos presentan el arquetípico complejo jade-metate-remate de bastón en muchos de sus ajuares (véase la figura 1 para la ubicación de los sitios). A los cementerios, ubicados sobre las lomas cercanas a la costa occidental de la península de Nicoya, se les atribuye la procedencia de muchos de los jades de estilo Olmeca, sin contexto arqueológico, reportados en el noroeste de Costa Rica (Snarskis, 1998), pero no ha sido posible corroborarlo por medio de excavaciones controladas. Trabajos realizados por el Museo Nacional de Costa Rica (MNCR) en Las Delicias (G-631 LD) descubrieron seis metates de plato curvado con soportes cónicos o tronco-cónicos, algunos con decoración incisa al reverso; además se mencionan algunos colgantes de jade y muy poca cerámica (Guerrero, 1998).

En Nosara (G-503 No), en zonas muy perturbadas por huaqueros, se hallaron colgantes celtiformes, unos de los cuales parecen tener el motivo de ave muy simplificado (similar a los de La Regla y Huiscoyol que veremos más adelante), así como cerámica Bocana Inciso, cuyas fechas en la bahía Culebra de 350 a.C.- 50 d.C. sugieren que este cementerio era coetáneo con aquellos del golfo de Nicoya (Guerrero, 1986). Asimismo, hay evidencia de pequeñas placas cuadrangulares de pirita o marcasita haciendo parte de espejos como los del Clásico Temprano Maya (Guerrero, 1986), que también se vinculan a las placas halladas del lado Caribe en San Carlos y Guácimo (Stone y Balser, 1965).

El cementerio mejor estudiado en este sector es Rempujo (G-752 Rj), donde se recuperaron 20 colgantes diversos en iconografía, incluyendo celtiformes muy simplificados (similares a algunos de Huiscoyol) (Guerrero, 2011). Otros aspectos interesantes de destacar según la composición de los ajuares funerarios en este sitio son la inclusión frecuente de remates de bastón de materias primas similares a las de los colgantes de jades, de hachas acinturadas en piedra volcánica con o sin aquillado y, de instrumental presumiblemente para el trabajo lapidario (Guerrero, 2011). Los ajuares también están basados en objetos aerófonos de cerámica y en los típicos jarrones trípodes Santiago Aplicado, cuya presencia en contextos de la fase Orso de bahía Culebra presupone que la fecha de este cementerio es posterior al 200 a.C. En efecto, por su parecido, tales jarrones parecen una derivación en el tiempo de jarrones hallados en Huiscoyol y que describiremos más adelante.

Por su parte, el sitio Ballena (P-305 Ba) en el litoral sur de la península y relativamente más cercano a Huiscoyol muestra, al igual que este, componentes cerámicos no claramente alineados con las regiones Central o Gran Nicoya; si bien algunos rasgos decorativos, pastas y acabados aluden principalmente a tipos de la referida fase Orso. Se recuperaron varias sepulturas con ofrendas de jade que consistían principalmente de representaciones de coatimundi (Guerrero, 1998).

Dentro de la misma península de Nicoya, en la parte noreste, Las Guacas es el cementerio más conocido y referenciado por la rica colección recuperada en las tempranas excavaciones del arqueólogo sueco Karl V. Hartman y por la cuantiosa colección proveniente de huaqueos que juntó el padre católico José María Velasco.

Probablemente, las zonas más tempranas de uso de este cementerio provienen de la franja este del Entierro XVI (Hartman, 1907) y principalmente de una zona más profunda de sepulturas no especificadas ni ilustradas por Hartman adjuntas al montículo funerario. Dentro del primer grupo de objetos se recuperaron pequeños metates trípodes de plato rectangular curvado, pero que discrepan del grupo de Huiscoyol-La Regla, y presentan bordes elevados y soportes prácticamente tronco-cónicos (Hartman, 1907); hay remates de bastón avimorfos y, aunque hay algunos colgantes celtiformes muy simplificados y con orejuelas y pico, tampoco compaginan marcadamente con los hallados hasta la fecha en los dos sitios del golfo de Nicoya que venimos mencionando (Hartman, 1907). El elemento más cercano es una olla cerámica roja con punzonados circunferenciales parecida al grupo cerámico de Huiscoyol, pero con abertura más restringida y cuerpo cuasi-cuadrangular que parece corresponder al tipo Congo Punteado del periodo regional Tempisque (anteriormente llamado Bicromo en Zonas, 500 a.C.– 300 d.C.; Vázquez et al., 1994), si bien engobe o pintura roja es raro en este tipo (Baudez, 1967), aparte de que una de las pocas vasijas reportadas en contexto funerario en el valle del Tempisque compartía con tipos como Charco Negro sobre Rojo o Guinea Inciso, que se sabe son de la última parte de dicho periodo o del siguiente, Bagaces (300-800 d.C.) (Baudez, 1967).

El otro grupo de Las Guacas es más sugerente. Hartman (1907) menciona numerosos metates apilados boca abajo, así como una olla de abertura no restringida con múltiples ranuras circunferenciales parecida a Bocana Inciso (pero no en la forma más típica) y provista con pequeños soportes cónicos (Hartman, 1907) que, según lo observado en el sitio Manzanillo (G-430 Mz), puede estar asociada con depósitos fechados entre 350 a.C. y 50 d.C. (Sánchez, 2010), además de un vaso hiperboloide de 44 cm de alto de base plana con triple tira adornada con hendiduras a través de su circunferencia (Sánchez, 2010). Tales vasos denotan vínculo con los complejos Formativos como el tipo Zetillal con fechas radiométricas que en el Caribe Central del país preceden el 300 a.C. (Naranjo, 2015; Ramírez, 2018). Los colgantes celtiformes adscritos a este último sector de Las Guacas no muestran tanto parecido con aquellos más simplificados del de La Regla y Huiscoyol (arts. #2 y #3) pero se asemejan al #64 de este último sitio (ver descripciones adelante), cuya forma no luce tan trapezoidal y tiene cierto acento antropomorfo (Hartman, 1907).

En el extremo del Pacífico norte, el cementerio de Las Pilas (G-1097 LP), también considerablemente saqueado, contenía metates, colgantes de jade y cerámica con características más tempranas dentro de la secuencia que incluyen algunos tipos de la fase Loma B de bahía Culebra o del periodo Tempisque temprano, pero sin otros datos de asociaciones específicas. Un colgante celtiforme de ave fue encontrado en superficie (Lange, 1975); sus rasgos no son tan simplificados pero tiene orejuelas como las mostradas por el referido art. #64 de Huiscoyol.

Finalmente, entre los cementerios tempranos del jade en el noroeste de Costa Rica se encuentra Loma Corral-3 (G-776 LC-3) en bahía Culebra, que también proveyó evidencia de enterramientos secundarios con indicadores de cremación, lo que corrobora la variabilidad de los tratamientos mortuorios a nivel regional. Todavía no se tienen fechamientos radiométricos para este cementerio, pero la importante frecuencia de Rosales Esgrafiado y de otros grupos incisos de estilo similar en buena parte de las 77 sepulturas estimadas sugieren que el apogeo del emplazamiento sucedió principalmente durante la fase Orso (200 a.C.-200 d.C.) (Guerrero, 2007; Sánchez, 2019). Se recuperaron colgantes celtiformes-ave parecidos a los artefactos #75a y #75b de Huiscoyol (ver adelante), dentro de una gran variedad de otras representaciones zoomorfas. Destacan algunas sepulturas puntuales como el Entierro 17, en el que se encontró un jarrón trípode prácticamente idéntico al del conjunto Huiscoyol-La Regla sugiriendo, además, que dicho cementerio pudo iniciar más tempranamente (Snarskis, 2013).

La mencionada tumba también contenía dos vasijas de estilo Usulután, una de las cuales representa una efigie “hombre-jaguar” (Snarskis, 2013) y un colgante celtiforme-ave de piedra azulada oscura discrepante de los del golfo de Nicoya por ser muy angosto y por los grabados múltiples en cabeza y cuerpo de la figura (Snarskis, 2013). Snarskis supuso que las efigies cerámicas eran de una variedad denominada Izalco-Usulután (2013), con un estilo relativamente más fino o mejorado que se produjo entre 200 a.C. y 100 d.C. No es claro a ciencia cierta si toda la cerámica Usulután recuperada provenga de una misma fuente; no obstante, muestras fragmentarias sometidas a análisis mineralógicos apuntan a versiones manufacturadas en el sur de Nicaragua o incluso a réplicas confeccionadas en un ámbito local, más que a fuentes salvadoreñas (Platz, 2015; Sánchez, 2019).

Por otra parte, la Tumba 44 de Loma Corral-3 denota depósitos mortuorios con ajuares basados en enseres de piedra como limas, pulidores, taladros y grabadores que encajan dentro del instrumental adecuado para el trabajo lapidario o bien sobre otros materiales más blandos. Una parte de este grupo de herramientas, incluidas varias puntillas de cuarzo, se colocó junto a un nódulo de peridotita dentro de una olla Bocana Inciso, asociación que concuerda con los materiales que en el vecino Manzanillo se observan en niveles de transición Loma B-Orso para un rango estimado 400 a.C.-200 d.C. (Sánchez, 2019).

Paisaje, contextos y fechamientos en los sitios La Regla (P-30 LR) y Huiscoyol (P-1726 Hs)

Tanto La Regla como Huiscoyol son sitios costeros ubicados del lado peninsular del golfo de Nicoya, que constituye un estuario alargado de 20 km de ancho por 60 km de largo (Denyer et al., 2005) (Figura 2). La península de Nicoya ha sido afectada por la llamada Fosa Mesoamericana, una zanja causada por el desnivel entre las placas del Coco y Caribe, reflejándose en el hundimiento de la costa occidental del golfo (Marshall y Anderson, 1995). En consecuencia, localidades que actualmente están en la franja intermareal es posible que algunos siglos atrás estuvieran en zonas de manglar o inmediatamente detrás de estos (Guerrero et al., 1992).

La Regla (P-30 LR, coordenadas geográficas Lat. 9°58’29,83” N y Long. 85° 2’46,75” W) es un claro ejemplo de la explicación anterior y ahora los remanentes de este cementerio se encuentran justo en la zona intermareal frente a la isla Venado. En la época de mareas extraordinariamente bajas, queda expuesta la matriz fangosa dentro de la cual fueron depositados los enterramientos humanos (Figura 3). Actualmente, el manglar que se ha perdido o ha retrocedido por el hundimiento costero rodea esta zona y es probable que originalmente este ambiente haya sido el paraje elegido para el espacio funerario (Guerrero et al., 1992).

Los sondeos y hallazgos en la estación seca de 1989-1991 detectaron un conjunto de 21 enterramientos dispuestos en un área aproximada de 250 m2. Prácticamente, la única forma de inhumación consistía en una modalidad de enterramiento secundario en el que las osamentas se arreglaron en un paquete compacto, generalmente rectangular (Figura 4). Las condiciones anaerobias del entorno propiciaron una preservación notable al grado de que permitieron determinar que tres de los paquetes de huesos recuperados habían sido envueltos o amortajados. Estos envoltorios se hicieron con tiras de corteza de arbustos como la majagua (Hibiscus tiliaceus), en un caso o bien, a partir de una cuerda trenzada de 4 mm de ancho empleando algún tipo de gramínea o fibras de guácimo (Guazuma ulmifolia) o peine de mico (Apeiba tibourbou) en los otros dos casos (Guerrero et al., 1992).

Los paquetes de los entierros 4 y 5 estaban en el mismo sector, eran de los más profundos y reunían todos los objetos mortuorios encontrados (Guerrero et al., 1992). El primero contenía los restos de un hombre adulto de aproximadamente 24 años y un niño de 1 año a los que se les colocó el único colgante de jade de La Regla, un ejemplar del tipo dios-hacha ave o celtiforme ave (Lange, 1993) (Cuadro 1). Análisis posteriores empleando la técnica XRD (Difracción de Rayos X por sus siglas en inglés) determinaron que es de jadeíta (Jones, 1998).

Probablemente, este colgante era parte de un collar que se complementaba con 154 cuentas cilíndricas de madera de tan solo 5 x 3 mm, además de seis perlas nacaradas de 7 mm de Pinctada mazatlanica u Ostrea sp., bivalvos que habitan en el golfo de Nicoya. Otro objeto asociado a la fosa del Entierro 4 fue un trozo cilíndrico de madera de 2 cm de grosor que presentaba sus extremos cortados (Guerrero et al., 1992).

Otro fragmento de madera modificado de 15 x 2 cm hallado en el Entierro 5 (muy parecido al del Entierro 4) es al que corresponde la fecha de radiocarbono original sobre la que se basó la estimación cronológica, inusitadamente temprana, que por muchos años se le dio a La Regla (Beta-35853, 2450 ± 70 AP, cal 768-406 a.C.) (Cuadro 2). El individuo en este entierro correspondía a una mujer de 25 años que tenía un metate trípode colocado boca abajo, de plato plano rectangular y soportes cilíndricos altos con un característico apéndice angular en su parte basal (Guerrero et al., 1992).

A diferencia de La Regla, Huiscoyol (Lat. 9°55’38,54” N y Long. 85°56’50,60” W) está en una zona más próxima a la entrada al golfo, a unos 800 m tierra adentro en un terreno junto a una quebrada que tiene una ligera pendiente hacía el norte y este (Figura 3). Los primeros hallazgos que dieron con la ubicación del sitio fueron cuatro objetos de madera de inusual preservación consistentes en un pequeño asiento, una punta de lanza, dos palitos con los extremos cortados similares a los de La Regla y algunas muestras de fibras vegetales que fueron previamente entregados al MNCR por una persona que los adquirió de los huaqueros. Las primeras visitas al sitio dimensionaron la magnitud y extensión de los saqueos clandestinos en buena parte de los 9000 m2 que se estima cubría el emplazamiento (Solís y Guerrero, 2019).

Cuatro excavaciones arqueológicas no solo confirmaron el carácter funerario del lugar, sino que también situaron depósitos de conchas subyacentes hasta los 2,3 m en un rango temporal de 5035-2606 a.C. según tres fechamientos radiométricos obtenidos. Aunque no se recuperaron artefactos cerámicos o líticos entre las conchas, algunos huesos de fauna vertebrada mostraron cortes y aserrados de probable origen antropogénico (Solís y Guerrero, 2019).

El estudio de los materiales culturales asociados a la ocupación funeraria del sitio mostró que muchos de ellos tenían adherencias de serpúlidos o gusanos marinos, lo que indica que, a pesar de la altitud y considerable distancia de la línea costera, los enterramientos originalmente se realizaron en un ambiente de manglares como se supone sucedió en La Regla. Ninguno de los 39 entierros recuperados en Huiscoyol corresponde a la modalidad de paquete, sino que prevalece el de modo primario de cuerpo extendido y en menor proporción flexionado o semiflexionado (Figura 4). A su vez, hay una mayor frecuencia y variedad de artefactos mortuorios que los observados hasta el momento en La Regla, aunque hasta la fecha no se han hallado objetos de madera ni de conchas marinas en las excavaciones arqueológicas.

Los trabajos en Huiscoyol reportaron 120 bienes mortuorios adscritos, en agrupaciones variadas, a individuos de todos los grupos etarios. Los objetos de jade forman un grupo muy importante dentro de los ajuares, seguido por los metates rectangulares trípodes y de colgantes de piezas dentales de diversos mamíferos como Canis sp., Didelphis sp., tolomuco (Eira barbara), pizote (Nasua narica) y mapachín (Procyon lotor), entre otros (Figura 5). Estos últimos se encontraron asociados tanto con individuos adultos como niños, hombres y mujeres, por lo que parecen haber sido un adorno de uso común (Solís, Guerrero y De la O, 2021).

Todos los metates tienen una cuidada elaboración a partir de andesitas, son trípodes con soportes medianos o altos, platos casi siempre rectangulares generalmente planos, pero también los puede haber curvados (Figura 6). Los más elaborados son rectangulares-planos con elementos esculpidos y calados, destacándose por su recurrencia tres variantes: 1- el de apéndices en escuadra entre el plato y los soportes al estilo del de La Regla, 2- con figurillas avimorfas estilizadas bajo el plato, 3- como el anterior, pero con figurillas prominentes de ave colocadas debajo y al centro del plato. Estas variaciones decorativas pueden combinarse en un mismo ejemplar.

Los colgantes de jade más grandes o elaborados son del tipo celtiforme, dos de los cuales por su tamaño, silueta y simplicidad son estilísticamente más afines con el de La Regla (Figura 7). Las materias primas lucen diversas, agrupándose, a falta de análisis instrumentales, en categorías generales de areniscas, lutitas y serpentinas (Valerio, 2018).

La cerámica relata grosso modo, un ensamblaje que puede considerarse atípico en relación con otras regiones culturales, pero que, en algunos de sus rasgos, alude, como en el caso de los vasos de silueta hiperboloide y base plana, a componentes presentes en la vajilla del periodo Formativo con amplia distribución en Costa Rica. Los vasos de Huiscoyol tienen engobe rojo al exterior y tiras de arcilla alrededor de la cintura; asimismo, un distintivo rasgo en el interior de la base consistente de profundas e intrincadas acanaladuras radiales, quizá ideado para retener los sedimentos gruesos de algún brebaje.

No obstante, la forma más común encontrada refiere a una olla no muy restringida con o sin engobe rojo que muestra una fila de punzonados alrededor del hombro. Este modo decorativo también está presente como diseño único en tazones y, principalmente, en otro tipo muy particular en Huiscoyol, una clase de jarrón trípode con base semiplana en la que los punzonados se hicieron sobre una o varias tiras circunferenciales aplicadas alrededor del cuerpo. Al igual que los mencionados vasos, estos jarrones muestran un inusual tratamiento de la parte interna del fondo con hundimientos en forma de una “estrella”. Tanto algunos de los tazones como los mismos jarrones llevan soportes sólidos altos de sección circular y curvatura terminal parecidos a algunos que se reportan para variantes de los tipos cerámicos Montecristo Beige y Bocana Inciso, este último, como se indicó antes, de amplia distribución regional en el noroeste de Costa Rica (Baudez, 1967; Sánchez, 2019).

Para dicho grupo de enterramientos se obtuvieron cinco fechas de 14C todas por AMS provenientes de carbón y fibras de origen vegetal, pues fue imposible lograr fechas de restos humanos (Cuadro 2). De estas, cuatro sitúan el emplazamiento funerario en el rango calibrado al 95,4 % de probabilidad de 644-202 a.C.; un quinto valor, Beta-509663, 1230 ± 30 AP, cal 681-885 d.C., de carbón proveniente del interior de una taza miniatura convergente se sale completamente del rango anterior a pesar de la concordancia estilística de los materiales culturales asociados con esta sepultura (Entierro 10) con respecto al resto. Por tanto, por el rango supuesto del grupo de fechas de La Regla y Huiscoyol, suponemos que se trata de una infiltración posterior de material carbonizado (Solís y Guerrero, 2019).

El dilema cronológico en La Regla

El resultado de la primera fecha de radiocarbono para La Regla, Beta-35853, 2450 ± 70 AP, 523±70 a.C. fue obtenida de una muestra de madera asociada al Entierro 5 (Guerrero et al., 1992), nuevas calibraciones (OxCal 4.4 usando IntCal 20) ubican esta fecha en 768-406 a.C. y se sometió a contrastación por medio de dos nuevas dataciones por AMS. La primera de ellas proviene del Entierro 4, el cual tiene asociado el colgante avimorfo de jade. En este caso, se eligieron algunas cuentas fragmentadas de madera del collar que acompañaba al colgante, llevando a valores bastante concordantes con la primera fecha: Beta-479964, 2550 ± 30 AP, cal 801-550 a.C. La segunda, también de madera, proviene del Entierro 13 y tiene fechas similares a las anteriores: Beta-547432, 2540 ± 30 AP, cal 796-547 a.C. Las fechas de AMS de este primer grupo, obtenidas de muestras de madera, son muy consistentes entre sí. El rango combinado para las tres fechas resulta en 801-406 a.C., aunque las probabilidades estadísticas apuntan a valores posteriores a los 700 a.C.

Los restantes cuatro fechamientos se realizaron a partir de restos óseos humanos, dos de los cuales son del mismo Entierro 4, pero de individuos diferentes; obteniendo valores muy concordantes entre sí, pero con fechas no tan antiguas cuando las comparamos con el primer grupo: Beta-565090, 2220 ± 30 AP, cal 385-197 a.C. y Beta-565091, 2280 ± 30 AP, cal 401-208 a.C. En tanto, las fechas para otros dos paquetes también son muy parecidas a las anteriores: el propio Entierro 5 del cual se había obtenido el primer fechamiento radiométrico fechó 2250 ± 30 AP, cal 392-204 a.C. (Beta-565092), mientras que la fecha asociada al Entierro 2, situado en el sector opuesto de la zona funeraria, dio como resultado 2250 ± 30 AP, cal 392-204 a.C. (Beta-547443).

Con los datos a mano, resulta clara la agrupación de fechas de acuerdo con el material fechado, notándose evidente consistencia de las tres fechas de madera por un lado y las cuatro con base en hueso por el otro. La discrepancia mayor de fechas entre madera y huesos humanos es hasta de 500 años. Se trata de una brecha tan amplia que nos parece muy difícil de explicar en términos de continuidad temporal de los mismos espacios mortuorios.

Habría que considerar la posibilidad de que los elementos de madera fechados constituyeran pertenencias que estuvieron en circulación por generaciones hasta quedar, finalmente, en posesión y ser enterrados con los difuntos de los entierros 4, 5 y 13. Esta posibilidad, por añadidura, no exime que el colgante de jade y el collar de cuentas de madera fueran objetos de confección más antigua que igualmente se retuvieron por un largo periodo, pasando de un individuo a otro.

Es posible que la madera usada en la manufactura de los objetos en La Regla procediera del mismo árbol o árboles que crecieron coetáneamente debido a que las edades de los materiales son más o menos cercanas. Un examen hecho en el Laboratorio de Productos Forestales de la Universidad de Costa Rica, a finales de la década de los años 1980 del palito de madera asociado al Entierro 5, sugiere que podría pertenecer a alguna de las especies de cedro (Decrela sp.) que existen a los alrededores del golfo de Nicoya (Guerrero et al., 1992).

Considerando la información generada recientemente con los fechamientos de Huiscoyol, se considera que, en La Regla, tienen mayor sustento las fechas obtenidas a partir de los restos humanos y no las que provienen de los objetos de madera. Al provenir de enterramientos situados en sectores diferentes, también se da mayor apoyo a la idea de que el conjunto funerario de La Regla conformaba una unidad discreta en tiempo y espacio y no que se empleara como un lugar ocasional de inhumación.

Huiscoyol, fechamientos puntuales y asociaciones artefactuales

De las cuatro fechas 14C que se consideran viables para Huiscoyol en este escrito, una proviene de material sin contexto, entregado al Museo Nacional; propiamente, de la fibra vegetal que envolvía los restos óseos de un pie humano, Beta-547437, 2290 ± 30 AP, cal 405-209 a.C. Las otras fechas datan tres distintos contextos excavados de las operaciones 2 y 4.

La fecha Beta-542360, 2300 ± AP, cal 409-211 a.C. es especialmente reveladora al estar relacionada al Entierro 14 (Op.2), que contenía los restos de un hombre adulto entre los 35 y 39 años y un no-nato, que tenían asociados diez artefactos entre los que sobresalen tres colgantes de jade, dos de ellos muy simples (#77) y un tercero celtiforme, relativamente menos plano que otros y con tallado más similar a una figura antropomorfa que avimorfa (#64, Figura 7). Dentro de las ofrendas asociadas a esta sepultura, no se encontró la forma de metate rectangular típica del cementerio, ya sea con decoración de avecillas labradas o bien, apéndices en escuadra entre el plato y los soportes al estilo del de La Regla, sino uno circular de plato plano y soportes altos cilíndricos casi ajustados al borde con una decoración de triángulos apenas visible en toda la circunferencia del borde del plato (#87, Figura 8). Este contexto también fecha cinco recipientes cerámicos, tres de los cuales son representativos del modo predominante de Huiscoyol, con punzonados en arreglo circunferencial tanto con la forma de olla referida (#62 y #63) como con la forma de jarrón trípode de base plana e impronta en su interior (#65).

Por otra parte, la fecha Beta-542505, 2400 ± 30 AP, cal 733-397 a.C. de la Op. 2 se relaciona con cuatro artefactos: una olla con decoración de punzonados (#75) similar a la del contexto previamente descrito y de cuyo interior se recuperó el carbón fechado, así como los colgantes celtiformes-ave #75a y #75b que presentan una cresta dual mientras que el #75c es más pequeño y simplificado. Esta es la fecha más temprana reportada en Huiscoyol traslapándose incluso con los rangos de la madera fechada de La Regla. No obstante, debe tomarse en cuenta que las probabilidades estadísticas (86,4 %) recaen más en el rango 546-397 a.C.

En tanto, la fecha Beta-512026, 2240 ± 30 AP, cal 390-202 a.C. del Entierro 30 (Op.4) se asocia con una pequeña ollita de borde rojo vertical biselado (#100) colocada sobre los pocos restos óseos que quedaron del cuerpo de un individuo posiblemente subadulto. No obstante, inmediatamente encima traslapándose parcialmente estaba el Entierro 23, consistente en un posible infante que contenía dos vasijitas, una de ellas si bien no tenía punzonados circunferenciales presentaba acabados y forma muy similar a los ejemplares atrás referidos.

Ninguno de los fechamientos obtenidos hasta ahora en Huiscoyol procede de la Op.1, que parece mostrar algunos rasgos diferenciados del resto de evidencia observada en el sitio (Figura 6). Por ejemplo, las ofrendas de vasos hiperboloides parecen ser más frecuentes en esta operación que en la 2, la otra excavación en que se han registrado objetos similares. También sobresale una vasija abierta de borde exverso decorada con un patrón de escarificados múltiples que al entrecruzarse dejan rombos de fondo (#15). Otro ejemplar con un patrón decorativo similar, aunque con una técnica distinta de inciso, se dio en el Entierro 14 de la Op.2 (#61) adscrito a la fecha Beta-542360.

De igual forma, los metates trípodes de plato plano similares al del Entierro 5 de La Regla o con figuras avimorfas se concentran en esta operación notándose una estrecha asociación con los vasos hiperboloides en unidades funerarias puntuales, como en el Entierro 6; de una mujer de entre 20-30 años al momento de muerte donde también se colocaron dos metates completos, pero fragmentados de la misma modalidad con aves (#8 y #9). Mientras tanto, otros siete metates, dispuestos con los platos hacia abajo, se colocaron en una zona adjunta al oeste de este entierro; uno era rectangular, pero de plato curvo (#81), mientras que los restantes son de la modalidad ave bajo el plato (#16, #82 al #86). Un décimo metate se encontró al costado noreste de este entierro, presenta apéndices en escuadra entre el plato y los soportes al estilo del de La Regla (#6). Varios de estos metates fueron “matados” ritualmente para su colocación como ofrenda en los enterramientos, para lo cual se quebraron los platos o se desprendieron los soportes.

En la parte este de esta misma operación, en los entierros 2 y 4, se colocaron otros tres metates con avecillas. En el caso del Entierro 2, el metate estaba asociado a una olla roja con punteados circunferenciales similar a las que corresponden con las fechas radiométricas del Entierro 14 (Beta-542360) y del mismo artefacto #75 (Beta-542505), la más temprana para el sitio. A menos de un metro del grupo anterior se encontró el Entierro 1 y un pequeño depósito al límite este de la excavación, contexto al cual se asocian los jades catalogados con los números 2 y 3, los más grandes y parecidos al de La Regla.

El Grupo Funerario Huiscoyol-La Regla: resumen

Mientras que La Regla presenta un único objeto de jade, las excavaciones en Huiscoyol reportaron un total de 27, 20 de los cuales se asocian a ocho enterramientos distintos.

Los colgantes más elaborados de Huiscoyol son celtiformes, prácticamente todos con el motivo ave, pero que varían en determinados detalles. Los dos hallados en la Op.1 singularizan un estilo muy parecido al de La Regla tanto en el tamaño, como en la silueta, proporciones figura-hoja, así como por lo simplificado y plano en que se ejecutó el tema. El #2, aunque más angosto, se asemeja al de La Regla en cuanto a los ojos indicados por ligeras perforaciones y a su contorno apenas convexo tanto en la cabeza como con el filo de la hoja; además, tiene incisos usados para separar lateralmente las alas y para indicar el pico mediante doble línea. No obstante, el colgante de La Regla luce todavía más simple en ejecución, el pico es menos puntiagudo y las alas recogidas o brazos están destacados por un sutil relieve. En el caso del colgante #3, la separación hoja-figura es marcada, los contornos de los extremos de la cabeza y cuerpo son muy redondeados y el pico, también indicado por doble inciso, remata en la cintura sin cerrar en punta.

Otros colgantes celtiformes-ave de Huiscoyol son considerablemente más pequeños con longitudes de la mitad o menos que los anteriores y variaciones evidentes en estilo, si bien todos muestran el típico gradiente en la zona medial. El #47 tiene uno de los talles con más sensación de volumen sobre todo por el labrado del pico y una especie de cresta elevada. El caso del #64 es singular al exponer una figura muy estilizada que también puede confundirse con una representación antropomorfa; tiene una cresta o tocado rectangular y un marcado aquillado lateral para definir la cabeza. De toda la colección, este pequeño colgante celtiforme es el que muestra, en proporción, la terminación más ancha de la hoja.

En tanto, los restantes tres colgantes (agrupados en un mismo entierro) también desarrollan el tema avimorfo caracterizándose dos de ellos por la presencia de orejuelas en la cabeza, nos referimos a los ya comentados #75a y #75b. El primero presenta ojos hundidos y no solo indicados por simples punteados, así como pico ligeramente más prominente; el segundo es proporcionalmente más ancho con más simplificación que el anterior en tanto, #75c, constituye la versión más simplificada de colgante celtiforme de toda la colección excavada en Huiscoyol, mostrando, además, un adelgazamiento pronunciado de la parte inferior trasera en forma de pala.

El segundo conjunto de objetos diagnósticos del grupo lo constituyen los metates trípodes de las dos formas mencionadas: del tipo de La Regla con apéndices en escuadra entre el plato y los soportes, y el de aves labradas al reverso del plato (Figura 8). Como información complementaria el golfo de Nicoya también reporta un tercer sitio funerario ampliamente saqueado en el sector de Malpaís (Cuevas Arriba, P-1258 CA) donde una inspección detectó una cantidad considerable de este tipo de metates fragmentados (Sánchez, 2020).

Por sus rasgos únicos, también cabe destacar el pequeño metate circular con triángulos incisos del Entierro 14. Otros metates presentes en Huiscoyol, como aquellos rectangulares de plato curvo y soportes de cuatro caras, no son tan diagnósticos de este grupo, ya que subsistieron hasta fases subsiguientes (Figura 8).

El elemento destacablemente ausente en La Regla y con solo un ejemplar en Huiscoyol, reportado frecuentemente en los contextos de jade en Costa Rica, es el remate de bastón o también llamado “maza guerrera”, muchas veces tallado en el mismo tipo de piedra usado en los jades. La única alusión presente en Huiscoyol es de un artefacto redondeado con oquedad transversal elaborado en piedra volcánica porosa (5,5 x 4,7 cm) ligeramente labrada con la forma de una cara (#37). Otros artefactos líticos diversos también ocurren con cierta frecuencia en Huiscoyol: manos rectangulares del tipo pan de jabón (#21, #19, #80, #123), típicas y de larga data en la Región Arqueológica Central incluso presentes en contextos posteriores al 800 d.C., hachoides medianos de filo rectilíneo y bisel simétrico convexo, (por ejemplo, los artefactos #1, #58 y #89) y cantos o piedras redondeadas con oquedades posiblemente empleados para romper semillas (rompecoyoles) (#52) (Figura 9).

En general, dos categorías de recipientes cerámicos son los más característicos del grupo Huiscoyol-La Regla (Figura 10): una conformada por el particular vaso de silueta hiperboloide y la otra por un conjunto más diverso de vasijas adornadas circunferencialmente por punzonados o hendidos, la técnica u objeto de ejecución puede, sin embargo, variar de una vasija a otra. Este grupo es el de mayor representatividad funeraria de Huiscoyol: ocho ollas, generalmente de abertura no restringida, dos jarrones trípodes de base semiplana y cuatro tazones (uno de los cuales tiene soportes similares a los jarrones) para un total de catorce artefactos de esta modalidad decorativa. Las tres variantes del grupo no llegan a converger en un mismo depósito ofrendario, pero en el Entierro 14 coinciden olla abierta (#62 y #63) y jarrón trípode (#65); y en el Entierro 12, olla abierta (#51) y tazón trípode (#63). Cabe mencionar, además de un grupo importante de ollitas monocromas y de cuerpo fitomorfo, otras manifestaciones particulares como las mencionadas vasijas abiertas con escarificados o incisos múltiples (#15 y #61), una olla roja saturada exteriormente con “peinados” o “brochados” (#36), una vasija abierta roja con acanalados formando una posible figura antropomorfa (#50), composición triple de vasijitas rojas convergentes con cabecillas aplicadas (#14) y dos sonajeros en forma de trompo o perinola (#27 y #28).

Aunque pocos y menos variados, los artefactos de La Regla se alinean a los conjuntos presentes en Huiscoyol. No obstante, en este último no se identificaron objetos o adornos de conchas marinas. En una inspección posterior, donde se recuperaron restos humanos previamente extraídos de las inmediaciones de La Regla, había un colgante semicircular que se labró a partir del borde recortado de una gran valva de Spondylus sp. (Vázquez, 2012).

La mayor diferencia que se percibe entre ambos emplazamientos se refiere al patrón tan excluyente de enterramiento, a pesar de una mayor cantidad de entierros, en Huiscoyol; ninguno muestra la modalidad secundaria en paquete. Esto podría tener implicaciones sobre el lugar de residencia de los grupos que enterraron en Huiscoyol y en La Regla. Asumiendo que esta clase de entierro secundario favorece el transporte de los restos mortales, puede especularse que la población de origen de los entierros de La Regla provendría de una zona más distante del lugar de enterramiento. Ello también estaría acorde con la poca cantidad de artefactos presentes.

Al no encontrarse en La Regla ceramios liados a los fardos o fuera de estos que no fueran escasos restos fragmentarios inidentificables tipológicamente, se dificulta establecer si ambos emplazamientos representaban una misma entidad social o étnica. Los entierros de paquete de elaboración muy similar son, por otra parte, una práctica de larga presente desde el primer milenio a.C. en Panamá central, donde, además, estas formas coexistían con otras entre grupos que compartían cultura material, si bien se tiene claro que los factores que determinaban ese tratamiento funerario diferencial suelen ser complejos, por ejemplo relacionados con un linaje o estatus particular, a sutiles diferencias étnicas imperceptibles en el registro arqueológico (Cooke et al., 2019) o incluso, a distintas fases de un prolongado ritual funerario dentro de una misma población que simplemente, culminaba en la deposición final de los paquetes funerarios en espacios apartados de las residencias.

Discusión

El grupo de fechamientos para La Regla y Huiscoyol son la confirmación de que la lapidaria del jade ya estaba en pleno desarrollo desde por lo menos 500 a.C. en el Pacífico norte de Costa Rica. Otros valores radiométricos para ambos sitios siguen dejando abierta la posibilidad de que esta clase de ornamentos se estuvieran usando / produciendo en este territorio, incluso desde fechas más tempranas, como el 800 a.C.

Los datos puntuales en el golfo de Nicoya resumidos aquí constituyen en el contexto del desarrollo precolombino en el territorio costarricense, las manifestaciones más antiguas conocidas de áreas utilizadas extensamente para la disposición de los muertos. Falta examinar en el caso de Huiscoyol si en efecto fueron espacios solo para este uso o si zonas residenciales y funerarias se traslapaban. Los cementerios formales suelen vincularse a comunidades que ya han alcanzado cierto grado de complejidad social o que están organizados en aldeas permanentes (Briggs, 1989). Otras fuentes de información para el norte del país no aportan datos concluyentes para evaluar el nivel y tamaño de estos asentamientos en lo que respecta al lapso en cuestión. Algunos de estos focos de población coetáneos a la evidencia del golfo debieron situarse en el valle del Tempisque y a lo largo de la costa del Pacífico norte, pero se requiere de mayor precisión cronológica para aislar las áreas de ocupación correspondientes a la última parte del periodo regional Orosí e inicios del Tempisque, esto es 500-200 a.C. (Sánchez, 2019).

El escenario social del desarrollo temprano del jade para esta región pudo, por otra parte, no ser tan homogéneo y reunir también poblaciones pequeñas adaptadas a un patrón de vida menos sedentario. El conjunto lapidario de jade del golfo afianza la idea de un estilo propio, de producción autónoma, aunque no exclusivamente, de materias primas que en el papel se conseguían localmente. Esto debe reforzarse con estudios petrográficos y físicos comparativos con amplias muestras de jades. Por su parte, el colgante de La Regla por lo atrás mencionado, sigue dejando abierta la posibilidad de la consecución de jadeitita de las únicas fuentes conocidas de este material como el Valle del río Motagua en Guatemala o eventualmente de alguna de las reportadas en Cuba y República Dominicana, aunque esta última posibilidad es cuestionable en vista de que solo se ha demostrado el uso precolombino de estas fuentes en épocas posteriores (Alvarado y García-Casco, 2019; Mora-Marín, 2021).

Esto reitera nuevamente la posibilidad de formas de contactos sociales u otros mecanismos directos o indirectos, para la llegada de estos materiales hasta zonas circunvecinas del golfo. La evidencia que se tiene tampoco da para demostrar contactos directos entre grupos costarricenses y portadores de la cultura olmeca (Snarskis, 2003; Lines, 1942, citado en Jones, 1998; Coe, 1968, citado en Graham, 1998). Hasta la fecha, colgantes de estilo olmeca no se han reportado en contextos científicamente excavados en Costa Rica, salvo el caso de la tumba de Talamanca de Tibás (SJ-50 Tm) que fecha post-300 d.C. siendo el ejemplo más fidedigno de que muchos de aquellos jades estuvieron en circulación por siglos antes de formar parte de los ajuares funerarios en Costa Rica (Graham ,1998; Snarskis, 1979). La forma y estilo implícitos en los colgantes dios-hacha o celtiformes, que por lo aquí expuesto podrían incluso remontarse al 700 a.C. en el golfo de Nicoya, pudo tener alguna inspiración en lo Olmeca, pero no se trata de una elaboración propia de dicha cultura.

Dado que los colgantes celtiformes, en específico los celtiformes -ave, resaltan en la lapidaria más temprana de Costa Rica, tiene más sustento la idea de que este territorio fungió como epicentro de su producción y distribución hasta otras esferas del área mesoamericana donde también se han hallado ejemplares parecidos (Mora-Marín, 2021). No obstante, el asunto de los orígenes sigue en debate y requiere de una minuciosa revisión de los múltiples hallazgos de colgantes parecidos hallados en Belice, Honduras, Guatemala y la península de Yucatán, a las que se atribuye cronología del Pre-Clásico Medio (Andrews, 1987; Atwood, 2013; Mora-Marín, 2005, 2021; Scheiber de Lavarreda, 2015; Snarskis, 1998).

La conformación del complejo funerario desarrollado en Costa Rica central y norte, su origen y contenido ideológico es a nuestro entender punto y aparte. El traslado directo de significados entre contextos socioculturales tan distintos como aquellos ligados al poder y el estatus debe manejarse con sumo cuidado. Al menos para el trasfondo social e ideológico de las primeras etapas del jade en Costa Rica, es difícil tomar partido sobre el significado chamanístico y esotérico de estos bienes mortuorios (Guerrero, 1998) o su empleo como emblemas de autoridad y estatus social.

En La Regla, por ejemplo, el jade se asocia a un adulto y a un niño muy pequeño. Si bien las asociaciones en Huiscoyol incluyen individuos adultos masculinos, hay sepulturas con mujeres y niños que pueden incluir jades, metates labrados u otros elementos de carácter suntuario.

El denominado complejo funerario jade-remate de bastón-metate también es intrigante por el hecho de que conforma un constructo simbólico adoptado tanto por las poblaciones del norte como del centro del país, las cuales divergieron en muchos otros aspectos de su cultura material (Snarskis, 1998). No solo incorpora el típico colgante celtiforme como marca de la casa, sino que se nutre enfáticamente del tema ave repetitivo en dichos colgantes, en los remates de bastón y en los metates de hechura más temprana. La posibilidad de intrincadas redes sociales alrededor de la circulación de materias primas y objetos de jade es un buen argumento, pero esto no explica tanta correspondencia en la estructura, elementos y significado del ritual mortuorio en sí. Una alternativa es que esta práctica ya la implementaran desde antes grupos vinculados ancestralmente con poblaciones de Guanacaste, valle y Caribe centrales. La revisión cronológica realizada abre este portillo en vista de que las fechas y contexto del golfo de Nicoya llegan a traslaparse con El Formativo costarricense, en el cual hay muchos rasgos compartidos; al menos en la producción cerámica, por poblaciones norteñas, centrales y sureñas del país (Corrales, 2000).

Asimismo, muchos de estos elementos están reflejados con mayor o menor énfasis en los complejos iniciales de Guanacaste intermedios entre los periodos regionales Orosí- Tempisque o Tempisque temprano, así como en la Región Arqueológica Central del complejo Pavas-El Bosque, cuyas fechas hasta ahora no anteceden el 300 a.C. En concreto, puede plantearse que el contexto temprano del jade en el territorio norte y central de Costa Rica conlleve un vínculo ancestral basado en el tema ave como si este señalara una especie de mito de creación o emblema de origen.

Es muy difícil diferenciar elementos figurativos en los complejos cerámicos formativos de Costa Rica entre el 2000 y 300 a.C. que aludan a este elemento ave que se observa por ejemplo en los metates del grupo Huiscoyol-La Regla. Sería interesante poder identificar evidencia funeraria análoga en una mayor cantidad de sitios y localidades tanto en Guanacaste como en las tierras centrales con elementos que puedan considerarse precedentes o muy iniciales de los complejos El Bosque o Pavas.

Recientemente, en el sitio La Trinidad (A-447 LT), ubicado en el valle Central occidental, se descubrió un depósito con vasijas ritualmente matadas que, aunque tienen mayor afinidad al complejo Pavas Temprano del valle Central, presentan modos decorativos del tipo norteño Bocana Inciso como una muestra de hibridación muy temprana. Lo más interesante, es que una de las vasijas de este conjunto, es una olla monocroma no restringida con el modo de punzonados circunferenciales del mismo tipo que las del grupo Huiscoyol-La Regla (Sánchez, 2021).

A pesar de que a los complejos cerámicos Pavas-El Bosque se les acreditan fechas tan tempranas como el 300 a.C., todavía no se descubre en ninguno una sepultura que radiométricamente feche en el rango del grupo Huiscoyol-La Regla. Los más tempranos, en Severo Ledesma (L-7 SL), Mercocha y Porvenir tienen fechamientos basados en el procedimiento tradicional con rangos de confiabilidad estadística muy amplios (Guerrero, 1998). En una revisión preliminar de las colecciones de escultórica en bodegas del Museo Nacional de Costa Rica, se ubicaron unos siete ejemplares de metates con la modalidad ave de Huiscoyol ninguno recuperado de excavaciones controladas pero todos provenientes de localidades del Caribe central y/o el valle de Turrialba.

Previo a Huiscoyol, ya se tenían en el Caribe sur de Costa Rica reportes de metates con decoraciones de aves similares a los de Huiscoyol en el sitio País (L-255 Ps) (Chávez et al., 1996) y en Isla La Palma (L-239 IP), valle del río Sixaola; en este último, acompañaba al metate de estilo Huiscoyol un colgante de hoja alargada (Corrales et al., 2014). Además, metates similares son ilustrados en colecciones del pacífico panameño (Lothrop, 1950) (Figura 11e).

En la zona del río Tabasará, dos sepulturas profundas con cámara contenían metates de las variantes de Huiscoyol y La Regla asociados a pendientes de piedras verdosas de forma similar al antes mencionado en Isla La Palma y en otro caso, en forma de colgante alado (Feriz, 1959) (Figura 11a-d). Aunque no se lograron dataciones radiométricas, los vasos incisos y aplicados de bases planas encontrados en estos contextos, se utilizaban desde el Cerámico Temprano B en Panamá Central (1200-500 a.C.) (Cooke et al., 2019). Fragmentos de unos particulares tazones con gruesos ranurados de las excavaciones de Feriz (1959) se asemejan a los de la secuencia cerámica más temprana del Sitio La Mula Sarigua o Complejo Agallito, especialmente al denominado contexto 242S417E con fechas de 2420 ± 50 AP, cal 755-398 a.C. (Beta-6016) y 2300 ± 60 AP, cal 541-177 a.C. (Beta-21898) (Cooke et al., 2019; Cooke y Sánchez, 2003).

Comentario final

La evidencia conjunta de los sitios La Regla y Huiscoyol subraya el papel que jugaron las poblaciones costeras del noroeste de Costa Rica en el desarrollo y diseminación de la tradición del jade en territorio costarricense. Desde por lo menos 500 a.C. el jade se posiciona como un elemento preponderante en la elaboración ritual y funeraria dentro de lo que tradicionalmente se ha denominado “el complejo funerario de jade.

Los datos sugieren que el jade y la construcción de su contexto obedece a poblaciones poseedoras de construcciones rituales complejas y en las que se manifestaron ciertas formas de diferenciación social. Hasta que no se registren datos arqueológicos más robustos sobre contextos residenciales y patrones de asentamiento de finales del periodo Formativo para el noroeste de Costa Rica, no se tendrán argumentaciones válidas sobre indicadores de complejidad sociocultural.

Observando los distintos componentes ofrendados en las sepulturas del golfo, se deduce también compatibilidad tanto en los mensajes transmitidos por los objetos de jade como en los rasgos iconográficos en la escultórica y cerámica. El tema del ave es especialmente interesante y se marca de antemano correspondencia con elaboraciones similares coetáneas con Centroamérica y México en el rango de 700-200 a.C. El influjo de ideas e imágenes parece responder a estímulos en sentido bilateral.

Al centrarse no en los colgantes de jade, sino en los conjuntos ofrendarios en sí, los hallazgos puntuales del Caribe sur de Costa Rica y el Pacífico occidental de Panamá sugieren estrechas filiaciones culturales con el Golfo de Nicoya. Por ahora, solo puede especularse sobre la naturaleza de los contactos que propiciaron estas similitudes; por ejemplo, si manifiestan antiguas rutas de intercambio alrededor de estos artículos suntuarios, movimientos poblacionales o si se está manifestando un proceso creciente de divergencia cultural entre poblaciones que estando cercanamente emparentadas hacia el primer milenio a.C. comienzan a divergir culturalmente al desarrollar identidades locales. La aceptación y reproducción de temas e imágenes en amplios territorios del sur de Centroamérica y parte de Colombia no es excluyente del concepto de Área Istmo Colombiana en los términos planteados por Hoopes y Fonseca (2003).

Se espera que la evidencia presentada aporte en favor de modelos mejor sustentados sobre las consecuencias sociales e ideológicas que implicó para las poblaciones locales la adopción del culto al jade, así como para el esclarecimiento de carácter de las interacciones con poblaciones mesoamericanas y del sur de América Central.

Un tema de futuras investigaciones será el de sustentar tempranos procesos de manufactura de los colgantes insertos en el grupo Huiscoyol-La Regla, la incidencia de materiales locales o externos; por ejemplo, jadeititas del valle del Motagua, además de ahondar en la discusión de las evidencias e ideas compartidas con otras regiones aledañas.

Reconocimientos

Este trabajo es un reflejo del esfuerzo que ha realizado, en los últimos años, el Departamento de Antropología e Historia del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR), dirigido por la Dra. Myrna Rojas Garro, por llevar adelante fechamientos de 14C, enfocados en determinados sitios arqueológicos para reforzar la cronología cultural precolombina para las distintas regiones, así como comprender mejor los procesos generales de desarrollo. Las muestras se han sacado tanto de nuevas investigaciones como de colecciones viejas que, por motivos presupuestarios o debido a los requerimientos de peso de las muestras en los años 80 y 90 del siglo anterior, no eran viables de ser enviadas a los laboratorios para acceder a dataciones radiométricas. Un reconocimiento a Francisco Corrales y Anayensy Herrera, quienes muy amablemente estuvieron dispuestos a leer un borrador del escrito y nos hicieron sus aportes para el mejoramiento de este. Un agradecimiento a la arqueóloga Yensy Salazar Jiménez por su esmerado trabajo en las figuras que acompañan este artículo.

Referencias bibliográficas

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Contribución de las personas autoras

Felipe Solís del Vecchio: conceptualización, curación de datos, análisis formal, investigación, metodología, redacción-borrador inicial, redacción-revisión y edición.

Luis Sánchez Herrera: conceptualización, curación de datos, análisis formal, investigación, metodología, redacción-borrador inicial, redacción-revisión y edición.