Participación comunal de mujeres en un contexto indígena Ngöbe de Costa Rica: trayectorias de vida y transformaciones

Carolina Quesada Cordero

Universidad de Costa Rica (UCR), Escuela de Antropología (EAT), San José, Costa Rica

carolina.quesada_c@ucr.ac.cr

Cuadernos de Antropología

Enero-Junio 2024, 34(1)

DOI: https://doi.org/10.15517/cat.v34i1.57031

Recibido: 12-10-2023 / Aceptado: 06-12-2023

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)

ISSN 2215-356X

Resumen: El presente artículo explora las experiencias de vida de de mujeres indígenas en un contexto Ngöbe en el sur de Costa Rica en relación con su participación comunal. Los datos analizados se obtuvieron a través de trabajo etnográfico realizado en esta comunidad entre el 2015 y el 2016, período en el que se realizó observación participante y se entrevistaron 16 mujeres indígenas y nueve personas más de la comunidad. La interacción constante con estas mujeres desde entonces también informa los resultados que aquí se presentan. Para estas mujeres, experiencias como la ruptura de una relación de pareja o la enfermedad de su compañero, el acceso a algún ingreso económico o a la educación, entre otros, son factores que las impulsan a involucrarse más a nivel comunal. Aunque la participación en la organización comunal muchas veces se ve limitada por responsabilidades laborales y domésticas, las mujeres también transforman la micropolítica de su comunidad al impactar en las prácticas y los discursos sobre la importancia e incidencia del accionar de las mujeres. Asimismo, el sentido de pertenencia y conexión de las mujeres a su identidad Ngöbe y a su territorio, a pesar de situarlas en una posición de opresión e inequidad, se convierte en en un componente que impulsa el ejercicio de la agencia en contextos domésticos, comunales y locales.

Palabras clave: participación comunal; mujeres Ngöbe; pertenencia; trayectorias de vida; agencia.

Women’s community participation in a Ngöbe indigenous context in Costa Rica: life trajectories and transformations

Abstract: This article explores the life experiences of indigenous women in a Ngöbe context in southern Costa Rica in relation to their community participation. The analyzed data was obtained through ethnographic fieldwork carried out in this community between 2015 and 2016. Data was gathered through participant observation and interviews with 16 indigenous women and nine other people from the community. This article also benefits from the constant interaction with these women since then. Experiences such as the end of a relationship, access to income, a partner’s illness, and access to education, among others, impact their involvement in community activities. Although paid work and domestic responsibilities often limit women’s participation in community organizations, women also transform the micropolitics of their community by advancing practices and discourses highlighting the importance and impact of women’s actions. Furthermore, women’s sense of belonging and connection to their Ngöbe identity and territory, despite placing them in a position of oppression and inequality, become drivers of agency in the domestic sphere, the community and local context.

Keywords: community participation; Ngöbe women; belonging; life trajectories; agency.

Introducción

La participación comunal de las mujeres Ngöbe es un tema de gran relevancia y con antecedentes importantes. Destacan, en este sentido, los trabajos de las lideresas indígenas Ngöbe Delia Bejarano de Atencio, líder religiosa en la década de los 1960, quien fundó el culto religioso Mama Chi (Cortés Campos, 2001), y Clementina Pérez Jaramillo (Sánchez Arias, 2018), quien más recientemente lideró movimientos políticos en Panamá, específicamente en la Comarca Ngöbe-Buglé en reacción a las intervenciones del estado y empresas privadas en estos territorios. Estos son ejemplos de lideresas indígenas que salen del anonimato en circunstancias y contextos particulares. Sin embargo, más allá de las acciones realizadas por estas mujeres, hay procesos de lucha cotidiana en las comunidades indígenas que revelan la agencia de las mujeres en sus hogares y comunidades, pero que no trascienden más allá de estos contextos.

Con el objetivo de resaltar las experiencias que llevan a las mujeres a desarrollar repertorios de acción micropolítica en sus comunidades, este artículo retoma algunos relatos y ciertas reflexiones de mujeres indígenas en una comunidad Ngöbe de la zona sur de Costa Rica. Los datos provienen del trabajo de campo realizado entre el 2015 y 2016, período durante el cual se indagó sobre prácticas y experiencias de las mujeres indígenas al cuidar de su salud sexual y reproductiva en contextos comunales o institucionales. Aunque el objetivo que guio el trabajo de campo no era el de comprender los procesos de participación comunal de las mujeres, este tema se asoma como uno relevante en las conversaciones con ellas. En este artículo se identifican y se analizan las características de mujeres de tres grupos generacionales distintos a la luz de sus experiencias en la participación comunitaria a lo interno de sus hogares y en su territorio. Se presta especial atención a las manifestaciones de agencia de estas mujeres, frente a las condiciones estructurales de opresión que enfrentan a lo interno de la comunidad, y en los contextos locales y nacionales.

Mi interés por la participación comunal de las mujeres en este contexto indígena Ngöbe no surge como una pregunta de investigación, sino como una reflexión basada en los datos empíricos. Es decir, a partir de las conversaciones formales e informales con estas mujeres, así como de la observación de su accionar diario en la casa, la comunidad y las localidades cercanas (tanto en la ciudad más cercana, como en las instituciones) se evidencia la trascendencia del esfuerzo que ellas realizan en lo cotidiano.

El argumento central que quiero desarrollar aquí sostiene que la agencia de estas mujeres, sin importar la generación a la que pertenezcan, es a la vez restringida y posibilitada por la conexión y la pertenencia de las mujeres a su identidad étnica y su comunidad. Esta paradoja1 hace que las mujeres desarrollen su agencia en relación con la transformación y a la vez la defensa de la identidad cultural Ngöbe y, por extensión, de su territorio. Ambos ejes son imprescindibles para lograr que los repertorios de acciones micropolíticas se traduzcan realmente en la reducción de las inequidades que las aquejan. Para construir este argumento, se retoman las propuestas teóricas del feminismo comunitario (Cabnal, 2017; Paredes, 2017) y feministas académicas (Chindoy Jansasoy y Ulloa, 2023; Idárraga, 2020; Segato, 2021; Vázquez-García y Chávez-Arellano, 2012; Weir, 2013), alrededor de ejes centrales como patriarcado, agencia, división público/privado y participación.

Literatura sobre mujeres indígenas y participación

La participación de las mujeres indígenas en contextos comunales y políticos es un tema que ha recibido amplia atención por parte de investigadoras y activistas a lo largo de América Latina en las últimas décadas (Cabnal, 2017; Chindoy Jansasoy y Ulloa 2023; Espinosa Damián, 2009; Hernández Castillo, 2010; Maldonado y Artía Rodríguez, 2004; Marcos, 2014; Mora, 2014; Paredes, 2017; Speed, 2006; Tzul Tzul, 2019; Velásquez Cepeda, 2004; Worthen, 2015). Estos análisis buscan comprender las realidades de las mujeres indígenas y los procesos que han potenciado o limitado su participación en procesos de organización en sus comunidades.

Algunos de estos textos resaltan las discusiones alrededor del enfrentamiento entre las propuestas feministas que reiteran la necesidad de abogar por los derechos individuales sobre los derechos colectivos (Okin, 1998), y las que recurren a las experiencias, narrativas y propuestas de las mujeres indígenas, para comprender las valoraciones que ellas mismas sopesan, en las negociaciones y luchas para acceder a ambos derechos (Cabnal, 2017; Hernández Castillo, 2010; Speed, 2006; Tzul Tzul, 2019; Worthen, 2015).

En esta literatura se pueden encontrar algunas temáticas recurrentes que demuestran que las realidades de las mujeres indígenas de la región, aunque se desarrollan en contextos étnicos, comunales y nacionales particulares, responden a condiciones estructurales similares asociadas a los procesos históricos y contemporáneos de colonización, las inequidades de género y el racismo. De acuerdo con estos análisis, las condiciones estructurales mencionadas tienen manifestaciones violentas que han afectado a las poblaciones indígenas y a sus entornos de manera generalizada, al igual que a los cuerpos de las mujeres de modo particular.

Velásquez Cepeda (2004), Speed (2006), Mora (2014), Worthen (2015) y Chindoy Jansasoy y Ulloa (2023) ofrecen análisis contextualizados de la realidad de mujeres indígenas que lideran procesos de discusión, transformación y autorrepresentación en sus comunidades, y toman posición sobre las dificultades que enfrentan para lograr una participación plena en sus territorios. Asimismo, en diversos textos publicados en las primeras dos décadas del presente siglo, se han reseñado los procesos históricos que han atravesado los feminismos latinoamericanos, mediante los cuales se resalta el papel protagónico que han tenido las mujeres indígenas en las últimas décadas al señalar las diferencias que tienen las reflexiones feministas en contextos indígenas (Espinosa Damián, 2009; Hernández Castillo, 2010; Gargallo Celentani, 2012; Marcos, 2014). Por otro lado, mujeres indígenas como Centolia Maldonado (acompañada de Patricia Artía Rodríguez) (2004), Lorena Cabnal (2017), Julieta Paredes (2017) y Gladys Tzul Tzul (2019) escriben desde las experiencias en sus propias comunidades. Estas autoras narran procesos de organización que les han permitido reflexionar en torno a la violencia y opresión que han vivido sus pueblos y las formas en que estas se ensañan sobre las vidas y los cuerpos de las mujeres. Los textos ofrecen elementos conceptuales que permiten profundizar en las experiencias de las mujeres, como son: territorio-cuerpo (Cabnal, 2017), entronque patriarcal, despatriarcalización y feminismo comunitario (Paredes, 2017).

Esta literatura informa el presente artículo, y ofrece aspectos relevantes para la comprensión de la realidad de las mujeres indígenas Ngöbe con quienes compartí durante 12 meses de trabajo de campo. Las experiencias de mujeres indígenas de otras latitudes que se reseñan en estos textos resaltan y contrastan la complejidad de los procesos de organización y participación comunal que las mujeres indígenas Ngöbe viven en su cotidianidad.

Elementos teóricos para el análisis

Para comprender la forma en que las mujeres indígenas Ngöbe interactúan con los procesos de organización a nivel local es conveniente considerar tres vertientes conceptuales: la comprensión del patriarcado como un eje de opresión en capas (Cabnal, 2017; Paredes, 2017; Segato, 2021), el ejercicio de la agencia (Weir, 2013) como la base para repertorios de acción micropolítica (Guattari y Rolnik 2006; Franco y Merhy 2009; Idárraga 2020), así como la centralidad de espacios comunales como un lugar para el desarrollo de estas prácticas (Segato, 2021; Vázquez-García & Chávez-Arellano, 2012). A continuación, desgloso brevemente estos tres ejes.

Las experiencias de las mujeres indígenas en sus territorios no pueden ser comprendidas sin considerar las experiencias de opresión múltiple que ellas viven. En este sentido, autoras como Julieta Paredes (2017) y Rita Segato (2021) han planteado el tema de las diferencias entre el patriarcado colonialista y el patriarcado que las mujeres enfrentan en sus comunidades. Paredes (2017) utiliza el concepto de entronque patriarcal para hacer referencia a estas dos capas de opresión que viven las mujeres indígenas, al respecto plantea:

Lo que sucedió es que se ha impuesto un sistema hegemónico que ha reforzado la discriminación y la opresión hacia nosotras, violencia que incluso la recibimos de nuestros propios hermanos indígenas. Para nosotras la categoría entronque patriarchal deja claras las combinaciones, las alianzas, las complicidades entre hombres invasores colonizadores y hombres indígenas originarios de nuestros pueblos (p. 6).

Lorena Cabnal (2017), aunque no hace referencia a este concepto, plantea una reflexión similar en la que denuncia las opresiones de carácter estructural y aquellas que viven las mujeres al lado de las prácticas machista de los hombres de sus comunidades. Para establecer esta misma diferenciación, Segato (2021) también ha propuesto los conceptos de patriarcado comunitario de baja intensidad y patriarcado colonial moderno de alta intensidad.

El contexto de opresión en capas que enfrentan las mujeres indígenas requiere de un esfuerzo analítico por identificar las formas de agencia a las que estas mujeres recurren en sus prácticas cotidianas. Se retoma aquí la reflexión elaborada por Weir (2013) en la que dialoga con diversas propuestas que explican el concepto de agencia y expone tres tendencias de amplio uso: la propuesta clásica que ve a la agencia como resistencia, la reelaboración del concepto por parte de Saba Mahmood (2011) que entiende la práctica de habitar las normas como una forma de agencia, y la que propone Weir (2013), siguiendo las elaboraciones de feministas comunitarias, que entiende la agencia como práctica de pertenencia. En el contexto de las mujeres indígenas Ngöbes, se puede observar que se desarrollan estas tres formas de agencia: a través de la resistencia a prácticas que consideran violentas y opresivas, mediante la participación en espacios institucionales o en entidades que han estado representadas mayoritariamente por hombres en el pasado, y por medio de la defensa y reivindicación de la identidad indígena Ngöbe, así como de su conexión con el territorio como elemento constituyente de esta identidad.

En este artículo planteo que, al recurrir a estas tres formas de agencia, las mujeres indígenas desarrollan repertorios de acción micropolítica que han generado transformaciones importantes en las últimas décadas. De acuerdo con Guattari y Rolnik (2006), la micropolítica acontece en el lugar de la producción de subjetividad para luego impactar a nivel colectivo (p. 71). Consiste en formas acción que acontecen en lo cotidiano, ya sea de manera individual o colectiva (Franco y Merhy, 2009, p. 188). Por lo tanto, este análisis se posiciona en el entendimiento de lo político desde la cotidianidad, que Ulloa (2020) plantea como uno de los tres énfasis que se han desarrollado alrededor del estudio de la participación de mujeres indígena en esferas políticas y de organización comunal.

Para mejor comprender el espacio de lo cotidiano en el que se desenvuelven las mujeres indígenas que protagonizan este análisis, es importante considerar la cualidad de género que indiscutiblemente tienen los espacios y lugares (Massey, 1994). Aunque existen propuestas feministas sobre el carácter difuso de la separación de espacios en públicos y privados (Janning, 2008), hay una interdependencia entre estos ámbitos que tiene que ser considerada en los análisis para mejor comprender esta realidad. Esto es central en este estudio porque las mismas mujeres indígenas hacen referencia a esta separación y en sus relatos se pueden percibir los complejos y contradictorios significados que estos lugares tienen en la experiencia cotidiana; por ejemplo, en un mismo contexto el hogar puede ser comprendido como un espacio seguro o puede ser el lugar de la violencia y peligro para las mujeres (Gouthro, 2009). Al ser lo público y privado espacios sensibles cargados de significación, tienen gran potencial como contextos para la micropolítica. Al respecto, Segato (2021) plantea que uno de los efectos de los procesos de colonización ha sido la despolitización de los espacios domésticos, lo cual les ha tornado frágiles y vulnerables. En el estudio que se desarrolla aquí, tanto los espacios domésticos como los comunales se presentan como los contextos en que las mujeres despliegan sus repertorios de acción micropolítica.

Breve contextualización

La población indígena Ngöbe en Costa Rica se ubica, mayoritariamente, al sur del país2, en los cantones de Coto Brus, Corredores, Golfito y Puerto Jiménez, donde se encuentran los cinco territorios indígenas Ngöbe reconocidos en la Ley Indígena 6172 (Figura 1). Algunas de las luchas de esta población en las últimas décadas incluyen: el derecho a la cedulación, el respeto de su derecho de acceso a la tierra, el derecho a la educación y al acceso a la salud, entre otras (Gutiérrez Slon y Moya Aburto, 2018).

Las experiencias que en este artículo se incluyen, se desarrollan en uno de estos cinco territorios indígenas Ngöbe3 del país, el cual (al igual que la mayoría de los territorios indígenas en Costa Rica) tiene una composición mixta de población indígena y no indígena, donde la mayoría de quienes habitan son indígenas. No obstante, la tenencia de la tierra de esta población es solo del 50 % (Mackay y Morales-Garro, 2014). Según observaciones etnográficas, aproximadamente un 15 % de la población que habita el territorio es no indígena, con una concentratación del 50 % de la tierra.

Este territorio tiene al menos dos comunidades claramente diferenciadas, una en las tierras bajas cercanas al río y otra en las tierras más altas del territorio. El trabajo de campo que informa este artículo fue desarrollado en las tierras bajas del territorio. Esta comunidad cuenta con una escuela y un colegio en buen estado, pero con serios problemas a nivel de la infraestructura vial, eléctrica, de alumbrado público, y de acueductos. A nivel organizativo, la comunidad reconoce a la Asociación de Desarrollo Indígena (de ahora en adelante ADI) como la principal entidad política en la comunidad, esto a pesar de ser esta una figura impuesta por el estado. A la ADI se adscriben varios comités que organizan actividades relacionadas con la salud, el camino, los deportes, entre otras. Históricamente, y hasta el 2016, la presidencia de esta asociación ha estado en manos de figuras masculinas. Sin embargo, muchas mujeres han participado en otros puestos dentro de la asociación, aunque en la mayoría de los casos son los puestos con menor responsabilidad los que se reservan para las mujeres. Al respecto Cora4, una lideresa indígena de esta comunidad señala lo siguiente: (…) siempre nosotros como mujeres sentimos muy débil también; – ¡Usted va a ser vocal! ¡Usted va a ser vocal 1, vocal 2!. – ¡Ah sí, sí!, pero mientras que el […] presidente o vicepresidente o tesorero o secretario, nosotras nunca asumimos” (comunicación personal, 2015).

Aunque esta situación ha cambiado desde que se concluyó el trabajo de campo en el 2016 –una mujer ocupó la presidencia y otra la vicepresidencia en dos administraciones distintas entre el 2016 y el 2023–, las mujeres siguen teniendo baja participación en comparación con los hombres, y siguen ocupando, mayoritariamente, puestos de menor responsabilidad, como el de vocal.

Recientemente, se formó el consejo de ancianos, una figura más acorde con prácticas Ngöbe, que ha empezado a tener relevancia dentro de la comunidad. Este consejo también cuenta con la participación de mujeres. En la comunidad también existe una Asociación de Mujeres, la cual tiene personería jurídica y ha desarrollado varias actividades a lo largo de su trayectoria de más de una década, para asegurar el bienestar de ellas en la comunidad. Esta asociación inició como un comité de trabajo en los primeros años de la década del 2000. Durante el tiempo que realicé trabajo de campo en la comunidad (2015-2016), la Asociación de Mujeres estaba integrada por 54 mujeres como miembros. Esta asociación ha sido clave para muchas instituciones y organizaciones que buscan llevar a cabo proyectos en la comunidad, al ser un punto de ingreso a las vidas y experiencias de las mujeres. El proyecto de mayor importancia que ejecuta esta asociación actualmente está asociado con la producción, el procesamiento y la comercialización del cacao.

Aunado a lo anterior, en esta comunidad indígena Ngöbe existen varios hogares con jefatura femenina. El número exacto de casos es difícil de identificar, ya que esta es una condición que puede variar como resultado de los procesos de formación de pareja en la comunidad. Sin embargo, una constante en la comunidad es la ausencia de los hogares monoparentales con jefatura masculina, ya que una vez que se disuelve una relación de pareja, es exclusivamente la mujer quien se hace cargo de los hijos y las hijas. Esta realidad impulsa a las mujeres a gestionar recursos, ya sea mediante la solicitud de ayudas de bien social y de proyectos productivos que ofrecen las instituciones, o la realización de otras actividades productivas que incluyen, entre otras prácticas, la siembra de productos de consumo diario y la búsqueda de trabajo remunerado, de manera que puedan dar sustento a su familia.

Además de participar en asociaciones y comités, efectúan labores para el beneficio de toda la comunidad al lado de los hombres. Entre estas labores se puede mencionar el mantenimiento de los caminos, de acueductos artesanales gestionados en diferentes caseríos de la comunidad y de la infraestructura común. Asimismo participan activamente en la organización de actividades recreativas, las cuales generalmente se organizan para recaudar fondos para reinvertir en la comunidad.

Las relaciones interétnicas y las de género son aspectos que reciben atención por parte de los miembros de ambas comunidades. Estos temas salen a la luz constantemente en conversaciones y discusiones, en las cuales la tenencia de la tierra y preservación del estilo de vida Ngöbe son dos temas de gran relevancia. Dichos aspectos orientan mucha de la micropolítica de las mujeres de la comunidad al ser dos entes centrales para la supervivencia de la comunidad y de las prácticas culturales asociadas a la identidad. La labor de reproducción social de las mujeres en relación con su familia y con la comunidad es un espacio central para los procesos de cambio y reflexión sobre prácticas consideradas culturales y su impacto en la realidad que esta comunidad enfrenta. Esta labor de reproducción social asignada a las mujeres riñe a la vez (como se profundizará más adelante) con las responsabilidades adquiridas y las aspiraciones personales de muchas de ellas.

Aspectos metodológicos

Los datos aquí analizados se basan en doce meses de trabajo de campo etnográfico llevado a cabo entre el 2015 y el 2016, en el cual se realizó observación participante de manera permanente por nueve meses y luego en visitas cortas por tres meses5. Las impresiones de dicha observación fueron tomadas en el diario de campo, el cual se recuperó todos los días. Además, se realizaron entrevistas en profundidad con veinticinco personas de la comunidad (hombres y mujeres, indígenas y no-indígenas) de las cuales dieciséis eran mujeres indígenas de edades entre los 16 y los 60 años. Durante estos doce meses, se participó en reuniones de asociaciones y comités, y en actividades organizadas por diversas ONG, grupos religiosos, instituciones de gobierno... Al ser el tema central de exploración la salud de las mujeres, muchas de las conversaciones que se desarrollaron aludían inevitablemente al tema. Por lo tanto, en este artículo se elabora a partir de las múltiples conversaciones que se escucharon o en las que se participó; pero, en especial, con base en las impresiones recopiladas en el diario de campo generadas como resultado de la convivencia diaria por más de un año con las personas de esta comunidad.

Este trabajo de campo contó con el permiso de la ADI, el cual se solicitó mediante una carta y en una solicitud oral que se realizó en una de las reuniones regulares de esta asociación. Asimismo, se solicitó el permiso de la Asociación de Mujeres, primero mediante conversaciones individuales con las mujeres lideresas que encabezaban esta asociación y luego en una reunión que se convocó con dicho propósito. A la hora de solicitar las entrevistas, se dialogó con las personas participantes sobre los objetivos del proyecto, el tipo de información que se buscaba recopilar, la no obligatoriedad de participar en el estudio y el manejo confidencial de los datos, se les compartió el consentimiento informado en español y en Ngöbe, y se reprodujo un audio en Ngöbe que explicaba los aspectos generales del estudio. Luego de esta interacción inicial para dialogar sobre el estudio, las mujeres accedían a ser parte de este, se procedió, en una segunda reunión, a firmar el consentimiento informado, así como a ejecutar las entrevistas, las cuales fueron grabadas.

Además del trabajo de campo formal, realizado durante el 2015 y el 2016, este artículo se beneficia de la relación constante que se ha mantenido con la comunidad después de la finalización del trabajo de campo6. Este contacto se ha mantenido mayoritariamente a través de WhatsApp, visitas cortas a la comunidad e interacciones durante las visitas de algunas mujeres de la comunidad a San José7. Aunque durante este tiempo no se ha realizado una recolección de datos sistemática, sí se ha podido observar la continuación de proyectos y algunas transformaciones asociadas al ejercicio del liderazgo, el acceso a la educación, y las aspiraciones de las nuevas generaciones.

Incidencia y participación comunal de mujeres Ngöbe

A continuación, se comparten historias de vida y experiencias de mujeres indígenas Ngöbe de tres grupos de edad, que ejemplifican los repertorios de micropolítica de estas en diferentes ámbitos y los retos que esto conlleva. De las 168 mujeres indígenas Ngöbe entrevistadas en el 2015 y 2016, 5 son de mediana edad, 5 son mujeres en la década de los 30 e inicios de los 40, y 6 son jóvenes y adolescentes. Todas estas han habitado el territorio donde se llevó a cabo el trabajo de campo por al menos una década, sin embargo, solo 12 de ellas nacieron y crecieron allí. De las otras cuatro mujeres entrevistadas, dos nacieron y crecieron en la Comarca en Panamá y dos en otros territorios indígenas de Costa Rica.

Aunque las mujeres dentro de los distintos grupos de edad han tenido experiencias de vida muy diversas, es posible extrapolar algunas actitudes comunes hacia la participación comunal cotidiana. Las diferencias que experimentan estas mujeres son el resultado de los cambios socioculturales y económicos que han generado nuevas dinámicas en la comunidad, así como de la zona de procedencia, los apoyos o limitaciones que han recibido a nivel familiar, el acceso que han tenido a la educación, el manejo del idioma español, entre otros factores. No obstante, también existen contextos comunes que han potenciado o limitado el interés en la participación comunal, entre ellos: la interacción con instituciones de gobierno y organizaciones no gubernamentales, las limitaciones en el acceso a la tierra y con ellas las limitaciones socioeconómicas, el acceso a la educación y a medios de comunicación como la televisión y el internet, entre otras.

Accionar político y diferencias generacionales:

La generación de mujeres con 50 años, o una edad cercana a esta década, tiene como característica común ser hijas de mujeres indígenas Ngöbe que, en su mayoría, poseen un manejo muy básico del español, mantuvieron relaciones de pareja de larga duración y tuvieron poco o ningún contacto con instituciones del sector salud, educativo y con algunas ONG e instituciones de gobierno que actualmente interactúan regularmente con las comunidades dentro de los territorios (entre ellas el IMAS, el Inamu y el PANI)9.

Por diversas circunstancias, la mayoría de las mujeres dentro de este grupo de edad a las que se entrevistó son jefas de hogar. En algunos casos lo han sido por varias décadas, lo cual les ha obligado a buscar formas de subsistencia económica. Entre estas destacan la participación en labores agrícolas (como la recolección de café), la interacción con instituciones de gobierno (como el IMAS que ofrece ayuda social) y con entidades diversas (gubernamentales, no-gubernamentales e internacionales) para participar en proyectos que promueven actividades productivas diversas.

Aunque no todas estas mujeres han desempeñado puestos en la Asociación de Desarrollo Indígena o en otras asociaciones o comités locales de este territorio, participan cotidianamente en las discusiones locales al expresar su opinión sobre aspectos relevantes para la población en contextos familiares y comunales. Adicionalmente, estas mujeres transforman su propia realidad y la de sus hijas y nietas al denunciar las formas de violencia que enfrentan dentro del territorio (Quesada Cordero, 2024), y abogar por el acceso igualitario a la educación y a los medios de subsistencia (entre ellos el acceso a la tierra).

Lucina, por ejemplo, es una mujer de más de 50 años que ha vivido dentro y fuera del territorio indígena. Ella ha tenido una experiencia de vida compleja que incluye una unión no deseada a temprana edad, experiencias de trabajo diversas en contextos no indígenas (desde la venta de productos de casa en casa, hasta el trabajo como recolectora de café en la zona) y un trayecto por la maternidad doloroso, con la muerte de varios de sus hijos e hijas tanto durante el parto como en edades más avanzadas. Aunque no ha participado activamente en las organizaciones de la comunidad, su incursión en la economía local representa una acción micropolítica que transforma el entendimiento que tienen personas indígenas y no-indígenas, dentro y fuera del territorio, de las mujeres indígenas Ngöbe. Lucina también tiene una visión crítica del papel de la mujer y reconoce el derecho de sus hijas y nietas a tener una vida digna, libre de violencia sexual y de género. Para Lucina, una prioridad es asegurar el acceso de su nieta a la educación; para lograr esto, acompaña a su nieta a la escuela para prevenir experiencias de acoso sexual a las que se pueda ver expuesta en el trayecto de su casa a la escuela.

Cora, también en un rango de edad similar al de Lucina, es una lideresa indígena que ha tenido un gran impacto en la comunidad. Participa en actividades comunales, en encuentros en la región sur del país y a nivel nacional. Debido a su disponibilidad y su actitud positiva hacia el trabajo comunal, funcionarios públicos de diferentes instituciones la buscan constantemente para que les ayude a gestionar actividades en la zona o para que participe en actividades a nivel local y nacional. Cuando conocí a Cora en el 2015, ella ya tenía al menos dos décadas de trabajo constante en su comunidad.

Cora también inició su relación de pareja a temprana edad, pero a diferencia de Lucina, lo hizo de forma voluntaria. A los dieciséis años, Cora se juntó con su compañero, con quien vivió por 15 años hasta que él murió. Ella habló en varias ocasiones sobre lo importante que había sido esta relación para ella. Durante esos 15 años ella dio a luz a cinco hijos e hijas, y se dedicó a actividades agrícolas y a la confección de manualidades mientras cuidaba de su familia. A la vez, Cora mencionó las dificultades que en aquella época tenía para salir de la casa y participar en reuniones comunales, debido a la oposición de su pareja a que ella se involucrara en actividades fuera del hogar.

Una vez que él murió, Cora se vio obligada a valerse por sí mima y a velar por su familia. Ella recuerda este momento de su vida con mucho dolor, fue un tiempo caracterizado por el luto por la muerte de su pareja y el reto de tener que enfrentar condiciones socioeconómicas nuevas. Al tener varios hijos e hijas pequeños y no tener un ingreso fijo para mantenerles, Cora se vio enfrentada a una situación de gran vulnerabilidad. Pasaron varios años en los que ella recurrió a las contribuciones que sus hijos mayores pudieran aportar al hogar, y a las ayudas que pudo gestionar en instituciones públicas. Sin embargo, una vez que logró adaptarse a la nueva situación, Cora empezó a salir de su casa y a asistir a reuniones en su localidad, con el deseo de involucrarse más activamente en los espacios de organización comunal. En palabras de Cora: “Me fui andando en todo lado, me iba a reuniones, en Villa […], acá abajo10, en las reuniones de la Junta, reunión de la Escuela, reunión del Colegio” (comunicación personal, 2015).

De esta manera, la nueva situación de Cora se tornó paradójica, dado que es a partir de esta gran vulnerabilidad la que le trae una nueva forma de vida, de ahí que deje atrás la movilidad restringida que vivió durante los años que estuvo con pareja. Para ella, este proceso de involucramiento en la vida comunal fue un proceso de sanación y transformación.

Aunque para Cora el período después de la muerte de su pareja es central, conocer con detalle su experiencia de vida me permitió comprender que su deseo de participar en la vida organizativa de su comunidad no apareció luego de la muerte de su pareja, sino que fue el producto de varios eventos en su vida. Al ser Cora una niña, se abrió en su comunidad una escuela unidocente. Para el padre de Cora, la educación de sus hijas era de gran importancia y por esto ella logró terminar el sexto grado, de ahí que aprendiera a leer y escribir, entre otros conocimientos. El acceso a la educación, por lo tanto, fue un elemento central. Adicionalmente, al ser el padre de Cora un líder comunal y religioso importante, ella experimentó la participación en espacios de discusión comunal a temprana edad. Aunque la relación de pareja y las labores propias de la maternidad limitaron su movilidad e involucramiento por algunos años. Una vez que Cora se reincorporó en la vida comunitaria su participación se ha mantenido fuerte y estable por casi dos décadas a través de un repertorio de acciones micropolíticas, como son: el ejercicio de la jefatura de hogar, la movilidad dentro y fuera de su comunidad, la gestión de actividades y proyectos comunales, la participación en discusiones sobre lo que significa ser una mujer Ngöbe…

Una tarde de agosto, en la que nos juntamos para conversar, Cora me comentó sobre su negativa a volver a involucrarse formalmente con un hombre. Al respecto mencionó:

¡Esta edad mía ya nadie lo puede enderezar, ya un palo grande como esa mata de pejibaye ya nadie lo puede enderezar, si uno lo endereza se muere, se quiebra; [breve silencio] entonces, por eso nadie me puede enderezar, lo que yo lo voy a hacer, lo hago y lo cumplo, nadie me puede decir eso no lo haga o haga esto, no, es mi decisión! (comunicación personal, 2015).

Esta transformación le ha permitido a Cora tomar decisiones claras y contundentes sobre el estilo de vida que desea llevar y también han posibilitado la construcción de su trayectoria de liderazgo, la cual está asociada a temas relevantes en la comunidad. Al igual que Lucina, Cora reconoce el derecho de las mujeres y las niñas a vivir en un territorio libre de violencia de género, y aspira a que más mujeres participen de las asociaciones y comités en donde se realiza la toma de decisiones en la comunidad. Asimismo, ella elabora sobre la importancia de generar actividades económicas a lo interno del territorio, la recuperación y valorización de prácticas artesanales y medicinales propias del pueblo Ngöbe, y la centralidad de la tenencia de la tierra para los pueblos indígenas:

Estamos pidiendo que nos devuelva el derecho, cuáles derechos, las tierras a nosotros; porque con tierra podemos vivir, podemos tener comida, podemos tener agua, podemos tener montaña, podemos tener tantas cosas; y todas las comidas, lo que había en la montaña de nosotros ya ahora no existe. Entonces, para revivir eso, queremos tierra (comunicación personal, 2015).

Las experiencias de Cora resuenan con lo que propone Lorena Cabnal (2017) para la Red de Sanadoras Ancestrales Tzk’at en Guatemala. De acuerdo con la autora, la sanación espiritual y emocional, al igual que el autocuidado de las mujeres indígenas, es un acto político que permite avanzar otras luchas directamente vinculadas con el cuerpo de las mujeres como son el cuidado de la naturaleza y la defensa del territorio. Estas perspectivas de mujeres indígenas amplían lo propuesto por el feminismo, que busca reconocer el espacio privado como un espacio político (Segato, 2021).

El entusiasmo de Cora, no obstante, no es compartido de la misma manera por mujeres más jóvenes en la década de los 30 o inicios de los 40. Cora comprende que el involucramiento y compromiso de las mujeres en las actividades dentro y fuera de la comunidad están atravesados por las responsabilidades que estas mujeres tengan en el ámbito familiar. Para mujeres como Cora, jefas de hogar y con hijos e hijas en edades adultas, la participación en estos espacios requiere menor negociación que para otras que no cuentan con estas condiciones.

De acuerdo con la literatura sobre el tema, la ausencia de los hombres en la comunidad o el contexto familiar tiene el potencial de ser un elemento transformador, propiciando la participación de las mujeres en espacios organizativos comunales. Por ejemplo, Velásquez Cepeda (2004), en sus estudios sobre los efectos de la migración en la organización y el ejercicio del poder político en el estado de Oaxaca en México, evalúa la posibilidad de que los altos niveles de migración masculina en este estado generen un incremento de la participación de las mujeres en espacios políticos. Sin embargo, la autora identificó que la participación de las mujeres está atravesada por una valoración de las responsabilidades de producción y reproducción que recaen sobre ellas, las cuales en conjunto con los cargos políticos se vuelven onerosas, y que a la vez se convierten en la razón principal de que estas mujeres no hayan logrado acumular experiencia en puestos políticos. Esta conclusión es reiterada por Worthen (2015), quien también realiza un estudio entre mujeres de una localidad del estado de Oaxaca.

Los desafíos de la generación nacida a finales de las décadas de 1970 y 1980 son similares a los de la generación anterior. No obstante, esta ha tenido una relación con la institucionalidad distinta, que ha provocado cambios. Muchas de estas mujeres han tenido mayor acceso a la educación y, por lo tanto, todas saben leer y escribir. Algunas lograron educación secundaria y al menos una está terminando su educación universitaria. El acceso al mundo laboral también ha significado un cambio para esta generación: muchas generan el ingreso más importante en sus hogares y por ello disfrutan de mucha más independencia. No obstante, estos cambios también se convierten en una limitante para lograr la participación en la organización comunal, ya que se suman las responsabilidades del trabajo remunerado y a las del hogar. Aun así, es esta generación la que ofrece una serie de habilidades de gran interés para la organización comunal, como las habilidades de escritura y el manejo de la tecnología. No obstante, la falta de tiempo disponible para invertir en la organización comunal genera tensiones entre las mujeres. Con respecto a esta situación, Cora expresó su molestia en más de una ocasión por lo que ella interpreta como una falta de compromiso por parte de estas mujeres. Esta sensación la hacía perder la esperanza en los proyectos que desde la Asociación de Mujeres se estaban gestionando.

Aunque la situación actual evidencia que los temores de Cora no se cumplieron, ya que la Asociación de Mujeres ha logrado que varios proyectos prosperen, si es cierto que las mujeres de esta generación han tenido una participación más tímida que las de la generación anterior. Para estas los desafíos son distintos y, por lo tanto, la no participación parece ser parte de los repertorios de acción micropolítica a los que recurren para generar impactos a nivel comunal. Anteriormente la lucha por resistir prácticas patriarcales dentro de sus hogares y dentro de la comunidad era un eje central. Para las mujeres nacidas a finales de la década de los 1970 y durante la década de los 1980, aunque la lucha contra actitudes y el pensamiento machista en sus hogares y la comunidad persiste, la forma que toman estas luchas es distinta. Para ellas, el acceso y manejo de medios de subsistencia para sus familias (ya sea a través del trabajo remunerado, la venta de artesanías o el trabajo agrícola) les permite mayor agencia para llevar a cabo prácticas que las mujeres de la generación anterior (al menos durante sus años de juventud) no pudieron realizar de manera autónoma, como el libre tránsito fuera de sus casas y fuera de la comunidad, o la expresión de sus opiniones en espacios domésticos y comunales. Rosa, una mujer de casi 40 años, señaló lo siguiente sobre las diferencias entre las experiencias de las mujeres de estas dos generaciones:

La vida de mi mamá antes, mi papá nunca lo dejaba así, andar en ninguna reunión ni en nada, entonces ella nunca sabía, ósea nunca supo relacionarse con otras personas, o con otras mujeres […] Después que se dejaron, porque tiene tiempos mi mamá de estar sola, entonces ahí es donde ella, no sé por qué, pero ella se animó […] ahí es donde ella empezó a relacionarse con la gente […] empezó a andar […] empezó a cambiar, ya no era la mujer que antes estaba solamente metida en la casa […] ella ahora […] se siente libre dice porque, cualquier cosa quieran saber, si mientras que ella puede ella da información, o algo que quieren saber ella les puede ayudar […]

Antes […] el machismo existía demasiado, que hoy en día aunque exista pero ya es menos, ósea ya no se ve como antes, que no le digo que las mujeres no podían salir porque era de la casa, solo los hombres. En cambio, hoy en día a como las mujeres puede salir a como el hombre también tiene derecho a salir, y si va a alguna reunión las mujeres también puede ir a una reunión y cosas así, entonces yo me imagino que sí, que si hay una gran, gran diferencia desde ese tiempo para acá (comunicación personal, 2015).

Para este grupo de mujeres, una gran preocupación es la posibilidad de mantener una solvencia económica a través del trabajo dentro del territorio. Dado que las fuentes de empleo a lo interno de la comunidad son escasas, las mujeres han optado por la participación en proyectos productivos, algunos más exitosos que otros. Tanto el trabajo remunerado como la participación en proyectos productivos han obligado a las mujeres a aprender y adaptarse al lenguaje, el estilo y el ritmo de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.

Asimismo, la preocupación por el acceso de sus hijos e hijas a la educación de calidad es también una que guía su accionar cotidiano, que en este caso también es un trabajo que se da tanto a lo interno del núcleo familiar, lo cual provoca que impulsen a sus hijos e hijas a estudiar, como a lo externo, reclamando a las instituciones que se asegure el acceso a la educación de calidad de esta población.

Este proceso de aprender a navegar la institucionalidad las ha dotado de nuevas herramientas, pero a la vez las obliga a reflexionar sobre lo que realmente quieren para sí mismas y lo que verdaderamente es provechoso y adecuado para sus comunidades. En este proceso, también vigorizan su identidad Ngöbe, al identificar los procesos que les permiten construir condiciones de mayor bienestar y a la vez revitalizar las prácticas asociadas al estilo de vida Ngöbe que les permiten lograr mayor equidad.

La generación de mujeres más jóvenes ha crecido en un contexto donde la escuela y el colegio son parte del entorno comunal y su asistencia a estos centros es fuertemente fomentada por sus padres y por toda la comunidad. Esto está asociado a la disponibilidad, al acceso a becas para el estudiantado, y a la seguridad de la alimentación durante los días en que se asiste al centro educativo. Aunado a esto, esta generación ha tenido mayor acceso al internet y la televisión. Entre estas mujeres, aunque el acceso a la educación universitaria no es seguro, muchas han incursionado en estos espacios y algunas han obtenido algunos logros, aunque son pocas las que han logrado graduarse.

Aunque dentro de esta generación aún hay un buen manejo del idioma Ngöbere, la generación de mujeres que les sigue, que actualmente se encuentra en la niñez o adolescencia, no ha logrado mantener el uso del idioma de la misma forma. Por este motivo, esta es una generación clave, que posiblemente tenga un gran protagonismo en la definición identitaria de la comunidad. Para generaciones anteriores, potenciar el accionar de las mujeres en la comunidad estaba asociado con la resistencia a algunas prácticas que se consideraban parte de la cultura Ngöbe. Para las mujeres más jóvenes, aunque aún deben enfrentar prácticas culturales que las limitan, el peso recae más bien en la necesidad de participar en el ámbito comunal para rescatar y preservar algunos aspectos del estilo de vida Ngöbe que se consideran valiosos en términos identitarios. Entre ellas hay visiones críticas de esta realidad de pérdida, por ejemplo, Rebeca plantea:

rescatable podría ser el idioma, porque hay […] muchos […] chiquitos pequeños que sólo le hablan en español y ya están perdiendo. Algunos, no todos, pero si están perdiendo porque, diay, supuestamente [las mamás] sienten vergüenza que hablen así […] Para entenderse entonces tienen que hablar en español, pero cuando aprenden español les cuesta mucho hablar en el ngöbere (comunicación personal, 2015).

Las mujeres de esta generación que se involucran en la organización comunal tienen convicciones fuertes sobre la importancia de su identidad Ngöbe. No solo expresan sus opiniones al respecto abierta y elocuentemente en Ngöbere y español, sino que también visten el traje Ngöbe con orgullo dentro y fuera de sus comunidades. También resaltan los esfuerzos de sus madres por lograr condiciones mejores para ellas y sus hijos e hijas.

Mientras que las mujeres de la generación anterior (con 30 o 40 años) ingresan al mundo laboral en puestos técnicos y de servicios, estas mujeres, además de trabajar en estas mismas labores, así como en labores agrícolas y la confección y venta de artesanías, han incursionado en la labor docente en escuelas y colegios, lo cual amplía aún más los espacios de acción para las próximas generaciones.

Conclusión

En este artículo se han presentado las experiencias de mujeres indígenas Ngöbe de tres generaciones según el ejercicio de la agencia y las transformaciones que han experimentado. La generación de mujeres que ronda los 50 años o las edades cercanas ha posibilitado el acceso de otras mujeres a los espacios de toma de decisión mediante la resistencia a formas de discriminación a lo interno de sus territorios. Estas también han tenido que aprender a navegar espacios institucionales generando importantes logros en su comunidad. Uno de sus mayores logros es el proceso de difusión de la separación de lo público y lo privado, al generar flujos de tránsito en estos espacios, de ahí que lleven lo doméstico al espacio comunal y posibiliten la comprensión del hogar como un espacio para la micropolítica.

Las mujeres de la siguiente generación (con edades entre los 30 y 40 años), herederas de los cambios de la generación anterior, incursionan en espacios laborales y productivos que les ofrecen mayor comprensión del mundo institucional y con ello más herramientas para navegar estos espacios y obtener beneficios para ellas y sus familias. Aunque la participación de esta generación en la organización comunal es más tímida, dado que deben hacerce cargo no solo de sus responsabilidades laborales, sino de la responsabilidades en el hogar, no han dejado de participar en estos espacios colaborando de diversas maneras.

La generación más jóven, además de heredar los avances de las generaciones anteriores, ha tenido acceso a los espacios de discusión que se han abierto en la comunidad con la incursion de las mujeres en comités, asociaciones e instituciones. En ocasiones estos espacios de discusión sopesan las prácticas indígenas Ngöbes y el papel de la mujer en ellas. A partir de estas discusiones, estas mujeres valoran su identidad étnica retomando los conocimientos que han adquirido de aquellas de las dos generaciones anteriores y posicionandose en relación con lo que es bueno y necesario para sí mismas, sus familias y la identidad Ngöbe. En la interacción de estas mujeres con ambitos instituciones y laborales más amplios, este posicionamiento es clave.

Actualmente, las mujeres de las tres generaciones se posicionan alrededor de la importancia de la tenencia de la tierra y las prácticas indígenas Ngöbes que traen beneficios a todas las personas de la comunidad. Estos dos ejes están presentes en las interacciones con el mundo laboral e institucional, pero tienen un lugar central en lo cotidiano, tanto en sus hogares como en la comunidad, donde se busca un balance que permita el crecimiento equitativo de todas las personas que habitan este territorio.

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  1. 1 La conexión y la pertenencia de las mujeres indígenas Ngöbe a su identidad étnica y su comunidad implica presiones sociales por reproducir prácticas asociadas a la identidad y asumir responsabilidades con la comunidad. No obstante, al adherirse a estas prácticas las mujeres adquieren también acceso a espacios a lo interno y externo de sus comunidades donde pueden ejercer su agencia.

  2. 2 Al norte de Panamá también hay un grupo de población Ngöbe importante, mayoritariamente ubicado en la Comarca Ngöbe-Buglé.

  3. 3 El nombre de este territorio indígena no se incluye en este artículo con la intención de proteger la identidad de las mujeres indígenas que participaron de este estudio.

  4. 4 odos los nombres corresponden a seudónimos. Con esto se busca resguardar la confidencialidad de las participantes, respetando los acuerdos establecidos en el consentimiento informado que fue discutido y firmado con ellas.

  5. 5 Debido a que el tema central de este trabajo de campo era la salud sexual y reproductiva de las mujeres de la comunidad, los últimos 3 tres meses del periodo de trabajo de campo se concentraron en realizar observación participante y entrevistas en el establecimiento básico de atención integral en salud (Ebais). Ebais es el nombre que asigna la Caja Costarricense de Seguro Social a los centros de atención primaria. Esto centros se encuentran distribuidos por todo el país y ofrecen servicios de medicina general y farmacia.

  6. 6 Esta relación también recibió el apoyo institucional de la Universidad de Costa Rica, en la forma de dos actividades de investigación y un proyecto de acción social inscritos en el Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN).

  7. 7 Las visitas a la capital por parte de mujeres indígenas Ngöbes varía ampliamente, en algunos casos es tan frecuente como cada dos o tres meses, en otros es un evento aislado que ocurre solo en situaciones de emergencia. Los motivos de la visita varían también; entre ellos están: atención en salud (de ellas o de algún familiar), capacitaciones, participación en actividades de instituciones gubernamentales y no gubernamentales, entre otras.

  8. 8 Es importante señalar que, aunque hay gran diversidad entre las 16 mujeres entrevistadas, estas son representativas de un grupo particular en la comunidad. Las mujeres a las que se les solicitó entrevista y no aceptaron son posiblemente más tímidas y tienen menor interés en involucrarse en procesos de organización comunitaria. Por lo tanto, lo aquí expuesto es representativo del grupo de mujeres más activas en la comunidad, y no de todas.

  9. 9 Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), Instituto Nacional de las Mujeres y Patronato Nacional de la Infancia (PANI).

  10. 10 Cuando Cora dice “Villa”, se refiere a la ciudad más cercana a su comunidad; cuando dice “acá abajo”, se refiere a la zona de la comunidad donde normalmente se realizan las reuniones de las asociaciones y los comités. Dado que la comunidad se encuentra en una zona montañosa, regularmente las personas de la comunidad deben bajar al valle, donde se encuentra la mayoría de la infraestructura compartida de la comunidad, entre ellas la escuela y el colegio.