“Convertir los ríos en leche y miel”: cuatro testimonios sobre juventud y cultura política de izquierda en Costa Rica (décadas de 1970 y 1980)

Kevin Brenes Valverde

Universidad de Costa Rica (UCR), Programa de Posgrado en Antropología (PPAn), San José, Costa Rica

kbrenesv29@hotmail.com

Cuadernos de Antropología

Julio-Diciembre 2024, 34(2)

DOI: https://doi.org/10.15517/cat.v34i2.58808

Recibido: 15-02-2024 / Aceptado: 19-06-2024

Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas

Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)

ISSN 2215-356X

Resumen: Este artículo analiza la vinculación de cuatro personas jóvenes costarricenses, con organizaciones políticas de izquierda en Costa Rica. Quienes, además, tuvieron una participación activa en las luchas armadas revolucionarias en la región centroamericana, durante las décadas de 1970 y 1980. A través de un método biográfico-narrativo, se analizan sus procesos de vinculación con las organizaciones políticas, centrándose en aspectos como: la adquisición de conciencia, los espacios de socialización juvenil, los productos culturales, los espacios de formación política y las acciones políticas; proceso a través del cual se constituyó y reprodujo una cultura política tendiente a la radicalización, que informó sus prácticas y las dotó de sentido.

Palabras clave: juventud; cultura política; militancia; conflictos armados; Centroamérica; Costa Rica.

“Turning rivers into milk and honey”: four testimonies about youth and left-wing political culture in Costa Rica (1970s and 1980s)

Abstract: This article analyzes the involvement of four young Costa Ricans with left-wing political organizations in Costa Rica. These individuals also actively participated in revolutionary armed struggles in the Central American region during the 1970s and 1980s. Through a biographical-narrative method, their processes of engagement with political organizations are examined, focusing on aspects such as: the acquisition of consciousness, youth socialization spaces, cultural products, political training spaces, and political actions. This process constituted and reproduced a political culture inclined towards radicalization, which informed their practices and gave them meaning.

Keywords: youth; political culture; militancy; armed conflicts; Central America; Costa Rica.

Introducción1

En septiembre del 2017, asistí a un evento conmemorativo sobre la participación de costarricenses en las brigadas internacionalistas que apoyaron, logística y militarmente al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), a finales de la década de 1970 y principios de la década de 1980. Este se tituló “Internacionalismo a la tica: Homenaje a las Brigadas CALUFA (BICLF) y Mora y Cañas (BIMC)”, y fue organizado por la Juventud del Partido Frente Amplio (FA) en un local sindical en San José.

En esa ocasión, algunas personas exbrigadistas narraron recuerdos y anécdotas relacionadas con sus experiencias en la guerrilla. Sobre lo narrado, dos aspectos me parecieron llamativos: el primero en relación con el carácter juvenil de la participación político-militar de izquierda, para esa época. Mientras, el segundo fue en relación con los antecedentes y la preparación previa a su participación en la lucha armada, no solo en entrenamiento militar, sino, y sobre todo, en la aprehensión y socialización de los valores, las motivaciones y las expectativas que informaron y dieron sentido a su participación en la guerrilla.

Tales experiencias resultan particularmente interesantes en un país como Costa Rica, donde el imaginario social históricamente ha apelado a valores como la paz y el conceso democrático para construirse una imagen de excepcionalidad con respecto al resto de países de la región. Esto sin obviar el papel del Estado costarricense en la promoción de políticas sociales modernizantes desde la década de 1940, que devinieron en condiciones de vida relativamente favorables, como se ampliará más adelante. Bajo esta línea, surge la interrogante que da lugar a este artículo: ¿Por qué tuvo sentido para algunas personas jóvenes costarricense en ese momento histórico vincularse con organizaciones político-militares de izquierda, y movilizarse hacia otros países centroamericanos para brindar apoyo militar a la guerrilla?

Para conocer esos entramados de sentido, se utilizó una metodología de corte biográfico. Este tipo de metodología se basa en fuentes de carácter personal que ayudan a documentar una vida, acontecimiento o proceso social (Bolívar y Domingo, 2006). En ese sentido, las técnicas de historia de vida y entrevista fueron fundamentales en esta investigación. Sin embargo, conviene aclarar que el empleo de ambas técnicas se llevó a cabo en función de documentar relatos o testimonios sobre momentos específicos en la vida de las personas, relacionados con su vinculación con organizaciones políticas y militares de izquierda2. Una vez el material estuvo transcrito, se identificaron temas comunes dentro de los relatos y se codificaron bajo algunas de las categorías que se mostrarán más adelante.

Fue en ese evento mencionado líneas atrás que conocí a Osvaldo3, quien, además de ser el primer contacto, fue un informante clave para esta investigación, y el enlace con Felipe, Victoria y Marcela, quienes también tuvieron una participación activa en las luchas armadas revolucionarias en la región, y accedieron a brindarme sus testimonios.

De esta manera, surge el trabajo de investigación que se presenta en estas páginas, el cual tuvo por objetivo analizar la vinculación de esas cuatro personas costarricenses con organizaciones políticas de izquierda en Costa Rica, así como su participación activa en las luchas armadas revolucionarias, a través de organizaciones político-militares de izquierda en Centroamérica durante las décadas de 1970 y 1980. A continuación se presenta un breve esbozo sobre las trayectorias políticas de estas personas:

Marcela nació en Alajuelita, San José, en diciembre de 1963. Cuando tenía 12 años, formó parte de la Organización Juvenil en Acción (OJA) perteneciente a su barrio, a la vez que comenzó a asistir a una iglesia evangélica, donde entró en contacto con la Teología de la Liberación. Posteriormente, en 1979, cuando tenía 15 años, se movilizó hacia Nicaragua en apoyo al proceso insurreccional, donde permaneció hasta 1980. A su regreso a Costa Rica ingresó a la Juventud Vanguardista Costarricense (JVC) y luego de unos meses se convirtió en funcionaria de esta. Entre 1982 y 1983 viajó a Cuba para recibir formación política y continuó siendo funcionaria intermitente de la JVC durante algunos años. Posteriormente ingresó a un partido socialdemócrata y ocupó cargos en el Poder Ejecutivo.

Felipe nació en diciembre de 1965, en La Unión de Cartago. Comenzó a participar en actividades del PVP cuando tenía entre 11 y 12 años; posteriormente, empezó a militar en la JVC a sus 16 años. En 1983 se movilizó hacia Nicaragua como parte de la BIMC y a su regreso, en 1984, comenzó a militar en la Juventud del Pueblo Costarricense (JPC). En 1988 viajó a Cuba para recibir formación política y en 1991 se involucró con la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA) de Guatemala, donde realizó varias tareas clandestinas. Al volver a Costa Rica, militó en el Partido Fuerza Democrática (PFD), posteriormente en el FA y recientemente regresó al PVP, donde milita actualmente.

Victoria nació en San José en 1955; cuando tenía 6 años, su padre los llevó a ella y a uno de sus hermanos a vivir en Venezuela, tras divorciarse de su madre. Allí cursó la primaria, y al ingresar a la secundaria, se vinculó con la Juventud Comunista Venezolana (JCV). También cursó dos años de la carrera de Biología en la Universidad Central de Venezuela, hasta que regresó a Costa Rica en 1974. Tras su regreso comenzó a militar en la JVC y en 1976 viajó la Unión Soviética (URSS) para recibir formación política. Posteriormente, en 1978 se desplazó hacia Nicaragua y colaboró con el FSLN en la insurrección que llevó al triunfo de la Revolución, donde permaneció hasta finales de la década de 1980; actualmente sigue militando en el PVP.

Osvaldo nació en 1957 en Piedades Sur de San Ramón, Alajuela. Tras su ingreso a la secundaria, comenzó a militar en la JVC. Posteriormente, en 1975, tras concluir sus estudios de secundaria, viajó a la URSS para recibir formación política. A su regreso, se empleó como funcionario de la JVC, hasta que se movilizó hacia Nicaragua en junio de1983, como parte de la BIMC. Permaneció en Nicaragua hasta 1987, y al retornar a Costa Rica, continuó desarrollando actividades de organización política. Posteriormente participó en la fundación de una organización política de izquierda independiente, desde donde milita en la actualidad.

Este texto costa de cinco secciones: la primera en relación con los antecedentes de investigación; en la segunda se presenta un encuadre teórico-conceptual; en la tercera un esbozo contextual sobre el momento histórico en el cual esas personas se vincularon con organizaciones políticas; en la cuarta un análisis desde las biografías sobre la juventud y cultura política de izquierda; y, por último, un apartado de conclusiones generales.

Antecedentes

Si bien la producción académica sobre juventud y cultura política de izquierda en Costa Rica para la segunda mitad del siglo XX no ha sido muy numerosa, se destacan algunos aportes muy significativos en el estudio de esta temática. De manera que, en las últimas dos décadas, se han producido algunas investigaciones que han explorado la historia y tradición de lucha popular y juvenil en el país, principalmente desde la disciplina histórica. Tales aportes son de gran relevancia y cercanía con la propuesta aquí desarrollada, al abordar desde distintas perspectivas, la movilización política como un mecanismo de lucha social frente a problemáticas sociales diversas, donde destacan trabajos como el de Alvarenga Venutolo (2005) y Chaves Zamora (2018). De igual forma, se ha estudiado la vivencia dentro de las organizaciones políticas de izquierda en el país, principalmente durante la segunda mitad del siglo XX, donde ocupa un lugar relevante el trabajo de Dobles Oropeza y Leandro Zúñiga (2015), así como también el de Hernández González (2022). A su vez, trabajos como los de Jaén España (2013) y Cortés Sequeira (2018) han explorado la cooperación entre organizaciones políticas de izquierda costarricenses y organizaciones político-militares de izquierda nicaragüenses, para la época en cuestión. Destacando dentro de sus análisis el papel jugado por las mismas organizaciones políticas, en la promoción de acciones solidarias de carácter político-militar entre sus filas y las organizaciones extranjeras. Otros estudios se han ocupado de analizar la politización juvenil en esa época, a la luz de la opinión pública, como en el caso de Díaz Arias (2017) y Molina Jiménez (2018), así como también las respuestas institucionales por parte del Estado costarricense ante dicha politización, como en el caso de Salazar Montes (2018). No obstante, se le ha dado menos atención al análisis sobre la vinculación de personas jóvenes costarricenses, con organizaciones políticas de izquierda en Costa Rica y sobre su participación en acciones de carácter político-militar en la región, desde las subjetividades de quienes vivieron tales experiencias. Es desde esta última perspectiva desde donde quiero aportar a la discusión, a partir de la Antropología.

Encuadre teórico – conceptual

A continuación se exponen los tres ejes teóricos conceptuales que sirven de base para la discusión presentada en estas páginas. El primero de ellos en relación con lo biográfico y las subjetividades; el segundo relacionado con lo generacional y las prácticas de las personas jóvenes; y, por último, el de la dimensión utópica de la cultura política.

Biografía y subjetividad

En el marco de este trabajo y siguiendo a Martínez Herrera (2014), la “subjetividad” es la manera en cual se expresan de forma individualizada las posibilidades culturales. Es decir, aquello que parece meramente personal remite a lo sociocultural y viceversa. En la tarea de aproximarse en términos cognoscitivos a las subjetividades, la disciplina antropológica dispone de un bagaje epistemológico que permite construir conocimiento a partir de la experiencia del contacto con “otros”, en tanto esos “otros” pertenecen a una sociedad, poseen una cultura, han sido iniciados en un universo simbólico, y son tanto resultado como creadores partícipes de un proceso histórico específico (Krotz, 1994).

De igual manera, en relación con lo biográfico, el trabajo con y desde las memorias nos acerca al plano de lo social. Ya que, siguiendo a Halbwachs (2004), los recuerdos no pueden ser atribuidos a un ejercicio meramente individual; por el contrario, estos se manifiestan en tanto nuestros pares los evocan, y, en ese sentido, se puede afirmar la existencia de una memoria colectiva. Permitiéndonos de esta manera poner en una perspectiva más amplia aquello que en el campo muchas veces aparece anclado en lo individual o personal. Así, a través de la dimensión subjetiva de un fenómeno social, podemos acceder a la vez a un conjunto de posibilidades culturales y a los entramados de sentido y significado, dentro de los cuales cobran lugar determinadas prácticas.

Generación y prácticas de la juventud

Con el fin de comprender la vinculación de personas jóvenes costarricenses con organizaciones políticas de izquierda y su participación en la guerrilla, debemos considerarlas como sujetos históricos inscritos en un colectivo con características heterogéneas, e indagar sobre las dinámicas históricas que se han concretado en prácticas juveniles concretas. Desde esta perspectiva, “la juventud” emerge en un momento histórico particular, es protagonizada por sujetos concretos y puesta en práctica (Zúñiga Núñez, 2014). Ante tal tarea, cobra relevancia la idea de “generación”, la cual, siguiendo a Feixa Pámpols (1999), es el nexo que une biografías, estructuras sociales e historia; y nos remite a la identidad de un colectivo que ha sido socializado en un mismo momento histórico. En el marco de esa socialización, las personas confluyen y comienzan a identificarse con determinados comportamientos y valores, pero, además, tienden a manifestar un sentido de pertenencia a una misma generación. Lo anterior a través de “acontecimientos generacionales” que dejan huella, como una guerra, un movimiento de protesta, lugares de convivencia, entre otros; tendiendo a convertirse en modelos retóricos dentro de las biografías de quienes forman parte de una generación.

Cultura política y utopía

Por último, este trabajo recupera la perspectiva de Krotz (1997) sobre la noción de “cultura política”, la cual, desde una visión antropológica, va más allá de su concepción más clásica, relacionada con el universo simbólico asociado al ejercicio y a las estructuras de poder dentro de una sociedad, comúnmente referido al poder del Estado y a las coyunturas electorales. Según lo plantea el mismo autor, el poder se manifiesta en toda relación social y, por tanto, hay una multiplicidad de universos simbólicos asociados a él, los cuales no solo interactúan y se complementan entre sí, sino que, en muchos casos, aparecen en contraste y oposición directa. En el marco de dichos contrastes y oposiciones, cobra lugar la “dimensión utópica” de la cultura política, y que se refiere a la posibilidad de los distintos grupos humanos de imaginar otros mundos posibles, y, sobre todo, de emprender acciones políticas orientadas a la transformación de las condiciones de convivencia que no aseguran el bienestar colectivo. Para aproximarnos analíticamente a tal dimensión de la cultura política, debemos conocer lo que anhelan, desean y sueñan los sujetos sociales que crean, reproducen, mantienen y cambian la sociedad y la cultura.

De manera que este encuadre teórico – conceptual ofrece una perspectiva que permite poner en diálogo lo personal con colectivo, así como lo histórico con lo cultural. Bajo esta lógica, a continuación se ofrece un bosquejo general sobre el momento histórico dentro del cual tuvo lugar la apuesta política de algunas personas jóvenes en las décadas mencionadas, así como su participación en la lucha armada revolucionaria en Centroamérica, para posteriormente analizar sus biografías.

El momento histórico

Las personas jóvenes fueron importantes protagonistas durante el siglo XX y en particular en su segunda mitad. Tal como lo señala Reguillo Cruz (2000), el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial estuvo marcado por varios procesos, entre ellos, un aumento en la esperanza de vida en los países con mayores ingresos como consecuencia de avances científicos y tecnológicos. Lo cual retrasó en la inserción de las personas jóvenes en el mercado laboral, favoreciendo así, en muchos casos, su permanencia por periodos más largos en el sistema educativo. Esto coincidió, además, con el desarrollo de una nueva cultura juvenil, caracterizada por una creciente industria de bienes de consumo dirigidos específicamente a este grupo social, como la música rock por ejemplo, junto con la implementación de sistemas de control y vigilancia dirigidos a las personas jóvenes.

En América Latina, la irrupción de las personas jóvenes en el ámbito público tuvo una presencia importante hacia finales de la década de 1960, en una época marcada por importantes movilizaciones estudiantiles que posicionaron a la juventud como actor político y social4. Tales movimientos se ocuparon de denunciar una serie de problemáticas sociales que afectaban a la región latinoamericana, configurando así el clima político de la década de 1970, donde proliferaron las organizaciones de izquierda y los movimientos guerrilleros, con una notable participación de personas jóvenes (Reguillo Cruz, 2000; Zúñiga Núñez, 2014).

El clima social y político en Centroamérica durante esa segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por tres procesos sociales interconectados. El primero de ellos corresponde con una modernización de su estructura económica tras la diversificación la producción y una política sustitución de importaciones (Martí i Puig, 2013; Pérez Brignoli, 1994). Sin embargo, ese auge económico no se tradujo en mejores condiciones de vida para toda la población; por el contrario, el carácter concentrador y excluyente de ese proceso de expansión económica trajo por resultado un creciente número de familias en condición de pobreza (Guerra-Borges, 1993).

El segundo proceso corresponde a las medidas tomadas por los Estados de la región para mediar el descontento social ante esa marcada desigualdad económica. Según lo plantea Torres-Rivas (2011), el proceso de modernización en Centroamérica no se tradujo en una apertura política hacia la vida democrática. Por el contrario, fue compatible con la dictadura de las fuerzas armadas en nombre de los sectores dominantes, lo cual fue particularmente evidente en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. En estos países se instauraron dictaduras militares que se prolongaron durante varias décadas y se caracterizaron por perseguir y reprimir cualquier intento de disidencia (Kruijt, 2009; Martí i Puig, 2013).

Por último, el tercer proceso corresponde al surgimiento de organizaciones político-militares, las cuales desarrollaron la lucha armada en el contexto de hostilidad y represión de los regímenes militares centroamericanos; con el objetivo común de acceder al poder y generar transformaciones radicales en la sociedad (Martí i Puig, 2013). De manera que, entre la década de 1960 y 1990 en Centroamérica, se libraron tres guerras civiles que cobraron la vida de cientos de miles de personas en la región.

Solo en Costa Rica y en menor grado en Honduras se implementaron medidas para reducir la presión de los sectores populares, socializando algunos beneficios del crecimiento acelerado y democratizando el régimen. La relativa estabilidad política en Costa Rica está relacionada con el rumbo que tomó el país luego del Conflicto Armado de 1948, del cual surgieron reformas electorales que devinieron en la creación del Tribunal Supremo de Elecciones, el derecho al voto de las mujeres y de la población afrocaribeña, así como la abolición del ejército. También surgió un sistema político bipartidista, a la vez que se iba construyendo un Estado de Bienestar de importante trascendencia; orientado hacia un crecimiento económico relativamente inclusivo (Martí i Puig, 2013; Gamboa Brenes, 2017).

Ligado a lo anterior, según lo plantea Gamboa Brenes (2017), en Costa Rica, desde la década de 1930, diversos grupos políticos elaboraron un discurso sobre la necesidad de enfrentar la adscripción comunista en el país, a través de la mejora en las condiciones de vida y laborales de los sectores sociales más vulnerables. Hacia finales de la década de 1940, el anticomunismo tuvo su base en la promulgación de la Constitución Política de 1949, en específico en el párrafo segundo del artículo 98, que ilegalizaba cualquier agrupación política considerada comunista, prohibición que se mantuvo hasta 1975. De manera que, a diferencia de otros países de la región y en general de América Latina, el anticomunismo en Costa Rica (con pocas excepciones)5 no recurrió a medios represivos para hacerle frente a la organización y a las demandas de la izquierda; por el contrario, tales demandas fueron atendidas institucionalmente. Algo similar ocurrió con la promulgación por parte del Estado costarricense, de una serie de políticas dirigidas a canalizar las demandas de la población joven, entre las décadas de 1960 y 1970; como la creación del Movimiento Nacional de Juventudes (MNJ) y del Ministerio de Cultura, Juventud y Deporte (MCJD) (Salazar Montes, 2018). Así como también con el aumento de la cobertura educativa secundaria a partir de la década de 1950; reflejando así el compromiso estatal con la atención de las personas jóvenes a través del sistema educativo (Molina Jiménez, 2007; Salazar Montes, 2018).

No obstante, a pesar de esa relativa estabilidad, durante la década de 1970, se evidenció una activación de diversos sectores que apostaron a la participación política como vía para la consecución de cambios en la sociedad; dando origen a lo que Dobles Oropeza y Leandro Zúñiga (2015) señalan como la “segunda ola” de la izquierda marxista en el país. La cual se caracterizó por la aparición de nuevas fuerzas de izquierda con influencia de la Revolución Cubana, y coincidió con la intensificación de la lucha popular en el resto de Centroamérica, así como con un clima político y cultural que alentaba la participación política juvenil (Dobles Oropeza y Leandro Zúñiga, 2015). Esas nuevas agrupaciones de izquierda disputaron la hegemonía del PVP y aprovecharon el auge del movimiento estudiantil a partir de 1970, en el contexto de las protestas contra la explotación de minas de aluminio por parte de la empresa transnacional Alcoa, para ensanchar sus filas (Alvarenga Venutolo, 2005). Tal contexto potenció el surgimiento de una nueva cultura de protesta juvenil cargada de mitos, héroes y efemérides que impactaron la vivencia política de izquierda durante esa década (Chaves Zamora, 2018, pp. 103-105). Lo anterior en el marco de un contexto mundial de cambios políticos y culturales, como por ejemplo el “Mayo Francés”, los sucesos de Tlatelolco en México y todos los levantamientos estudiantiles ocurridos en 1968 a lo largo de América Latina (Dobles Oropeza y Leandro Zúñiga, 2015).

Para finales de esa misma década, hacia 1978, surgió una organización revolucionaria de izquierda en Costa Rica llamada “La Familia”, la cual operó hasta 1981 y tuvo una importante cobertura a nivel mediático (Díaz Arias, 2017; Rey Tristan, 2008). A su vez, aproximadamente trecientos costarricenses, miembros del PVP, el Partido Socialista Costarricense (PSC) y el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), participaron directamente en el proceso revolucionario nicaragüense en 1979, como parte de las brigadas internacionalistas Carlos Luis Fallas y Juan Santamaría (BIJS). Mientras otros tantos costarricenses combatieron en Nicaragua entre 1983 y 1987, como parte de la BIMC, junto al FSLN y contra las tropas de la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), opuesta al proceso revolucionario sandinista (Picado Lagos, 2014). La relación entre las organizaciones de izquierda en Costa Rica, específicamente del PVP con el FSLN, comenzó a principios de la década de 1960. Sin embargo, la cooperación oficial y coordinada se desarrolló entre 1977 y 1979, durante la insurrección contra Somoza (Cortés Sequeira, 2018). Es en el marco de ese contexto histórico que cobra lugar la vinculación de Marcela, Victoria, Felipe y Osvaldo con organizaciones políticas de izquierda en el país, así como su participación en las luchas armadas revolucionarias a través de organizaciones político-militares centroamericanas. A continuación se profundizará en algunos aspectos de sus biografías, en relación con ese proceso.

Biografías: prácticas de juventud y cultura política

En este apartado se analiza el proceso de vinculación de Marcela, Victoria, Felipe y Osvaldo, con organizaciones políticas de izquierda en Costa Rica, así como su participación en las luchas armadas revolucionarias en Centroamérica. Para ello se seleccionaron cinco categorías elaboradas a partir de temas comunes que aparecieron en sus biografías; sin embargo, conviene mencionar que en el trabajo de investigación previo que da origen este artículo, se consideraron además otras categorías, en las cuales no conviene profundizar en esta ocasión por cuestiones de espacio. Las cinco categorías seleccionadas permiten generar un encuadre en clave generacional sobre ese proceso, sin que ello sea equiparable con generalizaciones que no tienen lugar dentro de investigaciones de carácter cualitativo como la que se presenta en estas páginas. Lejos de sugerir una verdad absoluta sobre militancia y radicalización política de izquierda en Costa Rica, lo que se muestra a continuación es una propuesta interpretativa a partir de los testimonios de cuatro protagonistas de esa época. Dicho esto, las categorías que se presentan a continuación son: la adquisición de conciencia; los espacios de socialización juvenil; los productos culturales; los espacios de formación política y las acciones políticas.

La adquisición de la conciencia

Aunque las trayectorias de vida de estas cuatro personas son distintas entre sí, hay varios puntos en los cuales sus biografías se entrecruzan, lo cual está directamente relacionado con ese momento histórico que les tocó vivir y con su socialización dentro del mismo. Dicho momento histórico aparece en sus narrativas a manera de fractura, como algo que debía ser reparado, y que explica desde su punto de vista, su vinculación con la política, como una respuesta generacional orientada a la reparación de aquello que parecía fracturado en el mundo social. Un ejemplo de esto aparece en el siguiente extracto de entrevista, en el cual Victoria narra que, cuando era una niña, tras haber viajado a Venezuela con su padre, presenció un hecho que la marcó para el resto de su vida:

(…) Aquí había pobreza [Costa Rica], pero yo nunca había visto a un chiquito sacar comida de un basurero para comer. Pero cuando yo llego a Venezuela (…). Fue la primera vez que vi a los niños de la calle sacando basura para comerla. Eso a mí de niña me impactó tanto que yo dije: yo no quiero que esto sea así, yo quiero cambiar y cuando esté más grande voy a luchar.

De manera similar, Osvaldo recuerda que, cuando era un niño, la condición de pobreza de algunas personas en su comunidad fue un aspecto que influenció el desarrollo de una sensibilidad social, que a la vez informó su apuesta política:

Lo cierto es que a mí, esa época me marcó mucho y me permitió probablemente ir encontrando alguna sensibilidad social (…). Había en Piedades Sur, una familia a la que le decían “Los Golosos”; vivían en la calle, en las áreas que están entre las fincas y las carreteras (…). Ahí hacían un ranchillo6, y aunque había muchas familias de ese tipo, “Los Golosos” se dedican a robar (…). A veces pasaban por las casas y se robaban la ropa de los tendederos, se llevaban un saco de elotes de una milpa, para comer, o se llevaban las naranjas de los cercos (…).

En la narrativa de Marcela, el compromiso con la lucha social por la justicia aparece en relación con su acercamiento a la iglesia evangélica y, en particular, con un grupo de jóvenes seguidores de la Teología de la Liberación7, cuando tenía 12 años:

(…) yo me comprometí mucho con la lucha social desde la perspectiva religiosa y la apuesta por los pobres (…). Yo no tenía experiencia política, ni sabía nada de socialismo; mi acercamiento a estos temas era apenas de oído y desde la visión de la iglesia. Lo que yo pensaba, es que el mundo podía ser diferente, que el mundo pudiera ser un mejor lugar, que era justo que no hubiera pobres, que se repartiera la riqueza (…). Y que si eso era posible, había que hacerlo.

Tales narrativas establecen momentos hitos en relación con la adquisición de conciencia sobre la pobreza o la injusticia, así como el desarrollo de una sensibilidad ante esas condiciones. Conciencia que cimentó su toma de partido dentro del mundo, lo cual se relaciona con lo que Jaén España (2013) denomina en su estudio “percepciones primigenias de injusticia” y que tiene que ver, precisamente, con una interpretación del mundo que informa el paso hacia la organización o militancia política.

Los espacios de socialización juvenil

Otro aspecto que aparece en común dentro de las biografías tiene que ver con el lugar conferido a los espacios de socialización juvenil, entre los que destacan organizaciones barriales, instituciones de fe influenciadas por la Teología de la liberación, instituciones estatales como el MNJ, y en un lugar central, el espacio institucional educativo. En relación con este último, Victoria mencionó que en 1966, tras ingresar a la secundaria en Venezuela, comenzó a militar en la JCV:

(…) cuando yo ingresé, era un tiempo en que la JCV dominaba los gobiernos estudiantiles; al menos en mi colegio era así. Y andábamos la boina, nos comprábamos una boina y a la hora del recreo nos poníamos la boina, como El Che (…). Estaba El Che Guevara vivo, que completamente nos marcó, era como nuestro ídolo, todos queríamos ser como el Che.

La narrativa de Victoria muestra como, en esa época, la política irrumpe en el espacio institucional educativo, a la vez que destaca elementos de carácter cultural e identitario, como la identificación con la figura de Ernesto “Che” Guevara y con su estética. También en la narrativa de Osvaldo, el espacio institucional de secundaria ocupa un lugar relevante en su ingreso a la militancia política, el cual estuvo alentado por compañeros y amigos del colegio:

(…) Alguno de ellos, en las conversaciones de los círculos, en la calle, en la mejenga (…). Dijo que estaba bien leer los periódicos [órganos informativos de los partidos de izquierda] y eso, pero que también había que organizarse, que podía ingresar a la Juventud Comunista (…). Y fue Miguel, que era compañero del colegio, que me planteó que ingresara a la Juventud allá por 1972, yo ingresé a la Juventud, llené la boleta de ingreso a la Juventud Comunista.

La narrativa de Osvaldo, además de ligar su incorporación a la JVC con espacios de socialización juvenil, manifiesta una aparente urgencia y necesidad de organización, en el marco de ese momento histórico. Bajo esta línea, también en el testimonio de Marcela, se relaciona el espacio educativo con la organización política juvenil, a la vez que se expresa una aparente urgencia por el paso hacia acciones de carácter subversivo:

(…) En la secundaria comenzamos a hacer actos de solidaridad, para con el pueblo y la juventud de Nicaragua. Hacíamos eventos en el colegio y traíamos grupos de música en el Liceo de Alajuelita. Entonces por ahí comencé a conectarme con nicaragüenses jóvenes, muy jóvenes, que estaban ligados o vinculados al proceso revolucionario en Nicaragua. Y entonces por ahí yo un día le dije a una de esas compañeras: mirá Marta, yo quiero irme para Nicaragua; aquí estamos haciendo cosas, pero creo que hay que ir a Nicaragua.

Los productos culturales

En las biografías destaca, a su vez, el del lugar conferido a ciertos productos culturales de la época y su papel en la vinculación de personas jóvenes con organizaciones políticas, entre los que se mencionan los órganos periodísticos de los partidos de izquierda, así como el cine y la música. A propósito, Felipe recordó que, a inicios de la década de 1980, la JVC organizaba proyecciones de películas en las comunidades, con el objetivo de atraer a nuevos miembros a la organización:

(…) Hacíamos círculos de cine, incluso en la calle, donde poníamos una manta grande, se ponía el proyector y se transmitían las películas. Y eso hacía que se acercaran los muchachos; además del trabajo casa por casa que hacíamos, y en los parques (…). Se acercaban muchos jóvenes con inquietudes.

Victoria también mencionó que, en Venezuela, la JCV realizaba actividades de ese tipo, como pinta de murales y cine foros de análisis político, con el fin de atraer personas jóvenes a la organización:

(…) Cuando vino “El planeta de los simios”8, la primera (...). Se hablaba de que iba a haber una guerra y cuando regresa el astronauta a su planeta, se da cuenta que todo está destruido y todo eso (…). Entonces nosotros usábamos eso, para hablar de la Guerra Fría y del peligro del imperialismo, de las bombas nucleares y de todo.

En relación con la música, las narrativas la ubican en un lugar relevante respecto a sus procesos de socialización política. Por ejemplo, Osvaldo en su relato mencionó que a inicios de la década de 1970, a menudo frecuentaba en compañía de otros jóvenes, la casa de un amigo que había conocido en el colegio y que tenía varios discos de vinilo. Entre la música que escuchaban, Osvaldo recordó bandas de rock británico, así como también agrupaciones latinoamericanas de música revolucionaria, como Los Guaraguao9:

(…) Los Guaraguao, es de los primeros grupos que yo comencé a escuchar, el primer grupo musical revolucionario. Entonces empecé a escuchar todas esas piezas que indudablemente están vinculadas a la lucha de los pueblos latinoamericanos contra el imperialismo, el colonialismo, la explotación y las formas de opresión (…). Y empieza a abrirse un nuevo horizonte, una nueva perspectiva y unas nuevas luces.

Al respecto de la música, Victoria mencionó en su relato que en 1974, se organizó un festival musical en solidaridad con Chile10, tras el golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende:

(…). Hicimos un festival con Chile en el estadio de béisbol Escarré, en los Barrios del Sur de San José. Fueron tres días bellísimos, donde participaron en forma voluntaria cantantes de varios países de Latinoamérica (…). En esos tres días, vino de El Salvador un grupo que se llamaba “Mahucutah”11 (...). Y las letras de sus canciones no eran tan radicales, pero si un poco. Todavía recuerdo una que decía: Pelea hombre pelea, porque la vida te espera (...).

Tales referencias a la música están relacionadas con el movimiento artístico que ha sido llamado “La Nueva Canción Latinoamericana” (NCLA)12, cuyo contenido planteaba una crítica social a la vez que promovía la organización. De esa manera, la música con contenido crítico envolvió y cohesionó a muchas personas jóvenes durante esa época; además, contribuyó a la socialización de una cultura política, exaltando valores, expectativas y roles; invitando a pelear, porque tras la pelea esperaba la vida.

Los espacios de formación política

En las cuatro biografías se menciona su participación en procesos de formación o inducción política, tanto en Costa Rica como en el extranjero, a través de becas otorgadas por el PVP y en el caso de Felipe, del Partido del Pueblo Costarricense (PPC). De esta manera, Osvaldo y Victoria, entre 1975 y 1976, viajaron a la URSS para recibir formación sobre economía, política, historia y filosofía. En sus narrativas, tal experiencia además de permitirles ampliar sus conocimientos teóricos sobre dichos saberes, eran espacios de intercambio y socialización entre personas jóvenes militantes de organizaciones políticas de izquierda de diversos países. Además, en ambas narrativas, dicha experiencia aparece como un hito trascendental en la adquisición y reforzamiento de valores orientados a la lucha revolucionaria, como el compromiso, tal como lo mencionó Osvaldo:

(…) Es una fase que te lleva a planos superiores en tu formación (…). No estamos hablando de una formación básica, como diligente, como líder; estamos hablando de la formación en las concepciones fundamentales del pensamiento revolucionario. Y por otra parte, pues eso te conlleva a un mayor compromiso, el compromiso con la organización y pasar a nuevas etapas (...).

Por su parte, Victoria mencionó que dicha experiencia significó para ella una mayor decisión, claridad y entusiasmo para seguir luchando, así como también la aprehensión de serie expectativas e ilusiones sobre la posibilidad de generar transformaciones radicales en la sociedad. En el caso de Marcela y Felipe, en la década de 1980 viajaron a Cuba para recibir formación en materias similares.

Además de los cursos en el extranjero, el PVP y la JVC, organizaban congresos nacionales con una amplia participación juvenil. Marcela se refirió a dichos congresos de la siguiente manera:

(…) Había mucho debate y mucha discusión, e incluso los congresos de la JVC, eran congresos nacionales con una participación importante de jóvenes venidos de todo el país (…). Entonces nos reuníamos gente de todo el país y la formación política era muy importante. Incluso había un mandato de organizar la formación política en todos los niveles (…).

Aparte de los congresos y de los estudios en el extranjero, otro espacio de formación que aparece en los testimonios tiene que ver con la organización de campamentos de inducción política por parte de la JVC. A propósito de esto, Osvaldo mencionó:

(…) Realizábamos campamentos de estudio en toda la época seca, entre diciembre y abril, y en la época de Semana Santa. Y muchas veces en las vacaciones de 15 días, aprovechando que los estudiantes universitarios y los estudiantes de secundaria, salían de clases (…). Eran generalmente de cuatro hasta ocho días, en donde los muchachos y muchachas vivían allí en los campamentos (…).

Las acciones políticas

También en las biografías aparecen narrativas en relación con su participación en actividades políticas de diverso alcance y riesgo. Algunas de ellas enmarcadas dentro de las organizaciones políticas costarricenses como la JVC, así como también dentro de otras organizaciones juveniles de alcance barrial o adscritas a congregaciones religiosas. A su vez, hay otras que aparecen en relación con organizaciones político-militares de izquierda en Centroamérica, como el FSLN.

Destacan entre esas actividades aquellas relacionadas con la difusión de información y propaganda del partido, tal como lo mencionó Victoria:

(…) Nos reuníamos en el comité de base y de ahí dirigíamos los trabajos que íbamos a hacer con la comunidad. Nosotros aprovechábamos todos los sábados para vender el Periódico Libertad13 y era la forma más viable de ir de casa en casa y nos permitía, cuando no nos cerraban la puerta, hablar sobre la situación del país (…).

Por su parte Osvaldo recordó que, hacia 1973, se abrió un local permanente del partido en San Ramón. Ahí se reunían periódicamente los militantes de la JVC para escuchar música revolucionaria, leer poesía y organizar las tareas de la Juventud, entre las que estaba la distribución de propaganda del partido, la venta del Periódico Libertad, así como también la realización de acciones clandestinas como las “pintas”14 y “pegas”15 nocturnas. También en el relato de Marcela se describe su participación hacia 1979, en actividades como las pegas, o lo que ella recuerda como “hacer bulla”16, actividades que se enmarcaban dentro de las organizaciones juveniles en las cuales ella participaba en ese momento: la de la iglesia, la del barrio y la del colegio. Sin embargo, tras su ingreso a la JVC a inicios de la década de 1980, continuó participando en actividades de carácter subversivo: “(…) hacíamos pintas y pegas, porque como al acceso a los medios de comunicación era difícil (…). Poníamos volantes17, organizábamos piquetes18 (...)”.

Por otra parte, Victoria también mencionó que, hacia finales de la década de 1970, se puso en contacto con el FSLN, con el cual había tenido cierto acercamiento previo a través de Ernesto Cardenal19, así como también con otras organizaciones político-militares de izquierda en Centroamérica. De esta manera, Victoria comenzó a desarrollar tareas clandestinas de tipo “correo”20, como el transporte de armas y mensajes en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras. A su vez, fue a través de ese vínculo directo con el FSLN que se movilizó hacia Nicaragua en 1978, para apoyar la insurrección que alcanzaría el triunfo en julio de 1979. Esto aparece en su relato a manera de decisión personal y no como una solicitud de cooperación por parte del PVP:

Yo llegué como internacionalista, porque yo me consideraba internacionalista (…). Ellos [miembros del FSLN] ya me conocían; yo ya tenía contactos (…). Y ya había manifestado que yo quería ir a trabajar allá, a infiltrarme. Entonces yo llegué a trabajar, como un trabajo normal, pero estaba infiltrada cumpliendo tareas de organización y misiones que se tenía que hacer. Por ejemplo, teníamos que recuperar armas y para eso, teníamos que quitárselas al enemigo (…).

En el caso de Marcela, que para 1979 aún no era militante dentro de la JVC o del PVP, su movilización hacia Nicaragua también respondió a una motivación personal, que a la vez estuvo influenciada, entre otras cosas, por el vínculo que había desarrollado en el colegio con personas jóvenes nicaragüenses ligados al proceso revolucionario en ese país, entre ellas Marta. Esta última se presentó en la casa de Marcela en julio de 1979 y le dijo: “tica, vengo por vos”. Marcela recuerda que además del deseo que ella misma había expresado anteriormente de ir a combatir a Nicaragua, su decisión también estuvo influenciada por el hecho de que su padre había decidido sacarla del colegio, con el objetivo de alejarla de la organización juvenil y para que asumiera junto a su madre, el rol de cuidadora dentro de su hogar:

(…) cuando la alternativa mía es quedarme en casa, con las alas rotas, y mi amiga viene y me dice eso, yo veo hacia atrás y veo hacia delante (…). Entonces dije: yo me voy (...). Alisté unas cuantas cosas (…). Me monté en una chivilla, que eran unos pequeños buses y viajé al centro de Alajuelita. Ahí me bajé, me fui caminando hacia una casa de seguridad (…). Luego me montaron en un carro, fuimos hacia un sitio y cogimos un bus que iba hacia Guanacaste. Y en una parte del camino, carretera a Guanacaste, nos bajamos y entramos a la montaña, en una finca de unos costarricenses, donde había un campamento guerrillero (…).

En cuanto a Felipe y Osvaldo, ambos formaron parte de la BIMC21, como se mencionó anteriormente. El primero tomó la decisión de movilizarse hacia Nicaragua en 1983, tras una sugerencia por parte de la dirección del PVP de colaborar en defensa de la revolución. En ese entonces, tenía 18 años, vivía con sus padres y recuerda que al decidir partir hacia Nicaragua, les dijo que se iba a “ver nuevos mundos“22. Viajó con gran naturalidad, para no generar ninguna sospecha y, tras su llegada, debió internarse por algún tiempo en “casas de seguridad”23. Posteriormente, permaneció en “escuelas de formación”24 antes de ingresar “al monte”25, en conjunto con otras personas que habían llegado con el mismo propósito. Tal fue el caso de Osvaldo, que de igual manera se incorporó la BIMC en 1983, tras la solicitud del Partido: “Sabíamos que en cualquier momento íbamos a ser llamados al cumplimento de tareas internacionalistas, en cualquiera de los países de Centroamérica. Y desde finales de 1982, ya se empezaba a hablar de eso (…). Había un ambiente y una atmosfera favorable para esas tareas (…)”.

A través de la descripción presentada en estas últimas páginas, podemos hacernos una idea general sobre el proceso de vinculación de estas cuatro personas con organizaciones políticas de izquierda en Costa Rica; proceso que no fue lineal ni se desarrolló exactamente de la misma manera en cada una de ellas. Sin embargo, en sus narrativas aparecen una serie de elementos comunes que permiten hacer una lectura en clave generacional, que da cuanta de un proceso de socialización marcado por una cultura política con características particulares, en función del momento histórico en el cual ocurrió. Tal cultura política hizo eco de las problemáticas sociales más evidentes en ese momento, como las desigualdades por ejemplo, a la vez que dotó a algunas personas jóvenes de una sensibilidad particular ante tales problemáticas, y las motivó a asumir la responsabilidad de plantarse alternativas. Para ello, la lucha política se presentó como el medio por excelencia, tanto para denunciar las problemáticas sociales como para intentar resolverlas.

Esa cultura política apareció y se reprodujo en los espacios habitados por las personas jóvenes, presentándose a manera de canciones, películas y textos; y fue reforzada teóricamente en espacios de formación política, tanto en Costa Rica como en el extranjero. Pero también fue puesta en práctica, a través de actividades concretas realizadas por las personas jóvenes vinculadas de una u otra manera con organizaciones políticas de izquierda, entre las que destacan la difusión informativa y propagandística, las pintas, pegas y piquetes, así como actividades de alto riego; como las misiones de tipo “correo” o la lucha armada revolucionaria, las cuales son particularmente llamativas por su carácter radical.

Cultura política que en términos de Krotz (1997) tuvo un fuerte componente utópico, en el sentido de que le permitió a algunas personas jóvenes en ese momento, imaginar otros mundos posibles y emprender caminos hacia estos. Es bajo esta perspectiva que pudo tener sentido para una persona joven (o muchas de ellas), en la Costa Rica de finales de la década de 1970 y principios de la década de 1980, movilizarse hacia un país vecino, para contribuir con un proceso social revolucionario. Tal como lo menciona Marcela en el siguiente extracto de entrevista y en relación con su experiencia guerrillera en Nicaragua:

Había muchísima pobreza, ese es un país donde yo digo que la pobreza olía, y lo sentías por todas partes, porque está vinculado a subdesarrollo, a caños expuestos, a carencias y a un montón de necesidades (…). Pero también había mucho entusiasmo, mucha fe, muchas ganas (…). Y había esa esperanza. Entonces sí, la bandada de carajillos o de chigüines, como dicen los nicaragüenses, que éramos; nos la creíamos. Yo con mis 15 años creía que era posible convertir los ríos en leche y miel26. Eso de una forma muy poética, pero creíamos que era posible y yo todavía sigo pensándolo; todavía sigo creyendo que eso es posible, transformar y vivir en algo diferente.

Conclusión

A través de estas páginas, analizamos la vinculación de cuatro personas costarricenses con organizaciones políticas de izquierda en el país, y su partición en los conflictos armados revolucionarios que tuvieron lugar entre finales de la década de 1970 y principios de la década de 1990 en la región. Lo anterior, a la luz de sus recuerdos de juventud en relación con sus procesos de acercamiento y vinculación con organizaciones políticas de izquierda, en el marco de un momento histórico con características específicas. Entre ellas destacan un clima regional socialmente convulso, permeado por una politización juvenil de escala global, que logró incidir en la apuesta política de un sector de la población joven costarricense. Lo anterior, a pasar de una relativa estabilidad nacional, como consecuencia del modelo político que marcó la pauta de la vida en Costa Rica desde finales de la década de 1940. No obstante, ni esa relativa estabilidad nacional, ni la implementación de políticas sociales orientadas a la atención de las demandadas de los sectores más vulnerables, ni menos aún, las que fueron dirigidas específicamente a canalizar las demandas de las personas jóvenes por la vía institucional, lograron disuadir totalmente el surgimiento y la socialización de una cultura política de izquierda tendiente a la radicalización en el país.

Las narrativas de Osvaldo, Marcela, Felipe y Victoria mostraron como algunas personas jóvenes en esa época y específicamente, las que formaron parte de la generación que participó de manera activa en la lucha armada revolucionaria, respondieron al momento histórico que les tocó vivir. Proceso que estuvo informado por una cultura política que funcionó como marco de referencia para interpretar el mundo, fue socializada en espacios habitados por personas jóvenes, y representada a través de productos culturales y estéticos de consumo juvenil. A la vez que devino en acciones políticas concretas llevadas a cabo y dotadas de sentido por esas esas mismas personas jóvenes. Una cultura política, desde la cual el mundo fue concebido como algo inacabado, maleable y sujeto de transformación, en función de la justicia social.

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  1. 1 Este es un artículo derivado del Trabajo Final de Graduación de Brenes Valverde (2022); y de la ponencia presentada en el VI Simposio Internacional “La hora de la política: juventudes, transiciones y transformaciones actuales en América Latina”, llevado a cabo en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica, entre el 18-23 de septiembre de 2023.

  2. 2 En total se realizaron 17 encuentros para la realización de entrevistas a profundidad e historias de vida. Estas se desarrollaron en varios momentos entre 2017 y 2022, en Costa Rica, tanto presencial como virtualmente. La mayor parte de ellas (10) fueron con Osvaldo, y las restantes, (3) con Felipe, (2) con Victoria y (2) con Marcela. Todas fueron realizadas por el autor de este texto utilizando una guía general de entrevista con preguntas abiertas sobre sus biografías.

  3. 3 Para asegurar su anonimato, los nombres reales de las personas informantes fueron sustituidos por pseudónimos que ellas mismas eligieron.

  4. 4 Para una descripción de algunos acontecimientos ocurridos en América Latina en 1968, protagonizados por movimientos estudiantiles, véase: Gould (2016, p. 145).

  5. 5 Véase: Molina Vagas (2017) en relación con los asesinatos del Codo del Diablo (1948-1951).

  6. 6 “Rancho” y/o “ranchillo” hace referencia a un tipo de construcción improvisada con materiales diversos disponibles.

  7. 7 Sobre militancia y religión, véase: Dobles Oropeza y Leandro Zúñiga (2015).

  8. 8 “El planeta de los simios” (1968), es una película estadounidense de ciencia-ficción dirigida por Franklin J. Schaffner y protagonizada por Charlton Heston.

  9. 9 “Los Guaraguao” son un grupo musical venezolano cuyo origen data de inicios de la década de 1970.

  10. 10 Para un análisis detallado sobre dicho evento, véase: Rojas Mejías y Ramírez Hernández (2021).

  11. 11 “Mahucutah” fue una agrupación de música popular de El Salvador, formada a inicios de la década de 1970.

  12. 12 Para más información sobre el movimiento artístico de la NCLA, véase: Barzuna (1993) y Rodríguez Musso (1992).

  13. 13 “Libertad” era el periódico oficial del PVP, cuyo primer número data de 1962.

  14. 14 “Pintas” refiere a la acción de pintar motivos artísticos o de escribir consignas sobre paredes, muros u otras estructuras, de manera clandestina.

  15. 15 “Pegas” hace referencia a la acción de colocar pegamento y papel con información variada sobre paredes, muros y otras estructuras, de manera clandestina.

  16. 16 “Hacer bulla” alude a la generación movimiento y ruido para llamar la atención sobre un aspecto de interés.

  17. 17 “Volantes” son pequeños folletos o panfletos con información escrita o impresa y de lectura rápida.

  18. 18 Los “Piquetes” son actividades de congregación rápida de personas para distribuir información o presentar un discurso.

  19. 19 Los “Piquetes” son actividades de congregación rápida de personas para distribuir información o presentar un discurso.

  20. 20 “Correo” hace referencia a la acción de distribuir información o artículos de un lugar a otro y de manera clandestina.

  21. 21 Para un análisis detallado sobre la conformación de las brigadas internacionalistas y en particular del apoyo del PVP al FSLN y al EPS, véase: Cortes Sequeira (2018).

  22. 22 Felipe también colaboró con la ORPA de Guatemala a inicios de la década de 1990, en la realización de misiones clandestinas de alto riesgo.

  23. 23 Las casas de seguridad eran espacios donde las personas que iban a participar en la lucha armada permanecían aisladas por un tiempo variable, con el objetivo de evitar su detección inmediata por parte de los grupos armados enemigos.

  24. 24 Las escuelas de formación eran espacios de inducción en el manejo de armamento, así como de preparación física.

  25. 25 El ingreso “al monte” corresponde a las incursiones militares por parte de la brigada.

  26. 26 La frase “convertir los ríos en leche y miel” hace referencia a uno de los versos del Himno del FSLN, cuya autoría corresponde a Carlos Mejía Godoy en 1979.