ISSN 1409 - 469X
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Esteban Alfaro Salas
Anexión del partido de Nicoya, estado gestor, fiesta nacional, nación, regiones costarricenses, tradiciones
creadas.
Nicoya’s annexation to Costa Rica, welfare state, national fest, nation, costarrican regions, invented traditions.
Fecha de recepción: 17 de agosto de 2013 - Fecha de aceptación: 04 de octubre de 2013 Resumen
Entre 1940 y 1974, se le dio a la fiesta de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica el impulso definitivo, para su expansión a nivel nacional, fundamentalmente a partir del crecimiento del Estado gestor y de la declaración de Fiesta Nacional, en 1956. En este trabajo, se determinan cuáles fueron las motivaciones para convertir las celebraciones de la Anexión en una fiesta nacional, se entablan los nexos que se dieron entre dicho proceso y los discursos regionalistas, que predominaban en Guanacaste; y se establece la profundidad que alcanzó la fiesta en el país y el arraigo de la población a esta actividad. Para ello, se analizan los discursos y las notas informativas difundidos en dos de los periódicos nacionales de mayor circulación y en uno regional; y se extraen los principales escenarios, actores, y argumentos. Como resultado, se encuentra que tal expansión pretendió, por un lado, apaciguar la idea de que Guanacaste era “la cenicienta” de Costa Rica, porque padecía del abandono económico estatal y de la indiferencia de la nación. Por otro lado, el Estado gestor tenía la necesidad de contar con tribunas, tanto físicas como mediáticas, para difundir su apoyo entre algunos sectores productivos agropecuarios de la provincia y tratar de posicionar mejor su imagen en el país. La celebración del sesquicentenario de la Anexión, en 1974, fue un hito del despliegue que esta había alcanzado en Guanacaste; sin embargo, demostró que aún seguía sin consolidarse, con la intensidad deseada, en el resto del país.
Abstract
Between 1940 and 1974, the celebration of Nicoya’s annexation had a nationwide expansion and grew as a national event, caused mainly by the growth of the Welfare State, and the official declaration of its celebration as a national holiday. In this paper, we determined the motivations for converting the annexation’s celebration into a national holiday, we established the links between this process and the regionalist discourses that existed in Guanacaste, and establish how identified was the general population of Costa Rica with the new national holiday. In order to do this, we analyzed the discourses of articles that were broadcast in some of the principal newspapers in the country, and a regional one; in which we have found the main scenarios, subjects, and arguments of this process. We found that this expansion intended first, to appease the discourses that supported the arguments that Guanacaste was the “Cinderella” of Costa Rica because it was a neglected region in economic, social and political terms. Second, the Welfare State needed physical and media tribunes to spread its support for some predominant agricultural activities in the province, and try to better position its image in the country. The sesquicentennial celebration of the annexation, in 1974, was a milestone in the deployment that this was achieved in Guanacaste, however, showed that it was still not consolidated with the desired intensity in the rest of the country
Doña Lía Bonilla, profesora guanacasteca y creadora en 1957 del Conjunto Cultural Folclórico 25 de Julio, a sus 92 años y con ocasión de la publicación del libro sobre su trayectoria en el ámbito del folclor nacional, se manifestaba sobre la forma cómo son interpretados los bailes folclóricos por las personas de el Valle Central –a quienes ella se refiere como “los cartagos”-, diciendo que:
No pueden bailar e interpretar bien lo que no saben y eso es lo que le sucede a los cartagos. Al hacerlo así, yo siento que es un menosprecio a toda la provincia, que si se hubiera anexado a países tan nacionalistas como Honduras
o Nicaragua, tendría un lugar de privilegio y no como nos sucede aquí a nosotros, que todavía nos ven como inferiores. Es decir, los del Valle Central se creen superiores a nosotros los guanacastecos, y desde luego que eso no es así, pero en el folclor se percibe (Semanario Universidad, 2013, p.18).
Al explicar doña Lía que la mala interpretación hecha en el Valle Central del folclor guanacasteco se debe a un desprecio hacia la provincia: “...que todavía nos ven como inferiores”, deja al descubierto las secuelas del discurso de reclamo de abandono de esta región por parte del Estado costarricense, que existía en las décadas de 1940, 1950 y 1960. Más que tratarse solo de un asunto de desconocimiento de parte de los “meseteños”, al atribuir esta situación a una falta de nacionalismo, coincide con el tema que atrapa la atención de forma medular en esta ocasión: los reclamos de abandono de los guanacastecos tenían una base socioeconómica, y en el fondo subyacía el inacabado asunto de la integración nacional. Con esas mismas fibras habrían sido tejidos los argumentos contra dichos descontentos regionalistas.
En relación con esto, resultaba central el tema de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, a partir de la cual se habían integrado oficialmente estas dos unidades político-administrativas; y, en ese sentido, la fiesta en torno al 25 de julio de cada año para conmemorar la primera firma del Acta de Anexión de 1824, fungíacomo escenario primordial para algunas discusiones de este tipo. Inclusive la realización de rituales festivos a lo largo del territorio nacional –y no solo en Guanacaste– llegó a ser considerada como indicador de éxito de tal integración.
En este artículo sostenemos que tal celebración –que era casi inexistente antes de la década de 1940- fue inventada como fiesta nacional en respuesta a dichas tensiones. Adicionalmente, planteamos que la difusión de esta fiesta patria sirvió al Estado gestor para fortalecer sus intereses de expansión. Se buscaba definir más ampliamente y propagar el aparataje simbólico, con el objetivo de consolidar la identidad nacional. Es decir, era la segunda modernización cultural que vivía el país.
Este estudio postula su importancia en términos de puntualizar cómo ha sido posible la consolidación de este ritual en la nación costarricense, para lograr apreciar más de cerca sus alcances, en tanto, plataforma de fomento de las identidades patrias. También consideramos relevante ofrecer algunos aportes a la discusión sobre la integración socioeconómica entre la región y el conjunto administrativo nacional.
Veremos que durante los años comprendidos entre 1940-1974 se le dio el impulso definitivo a la celebración de la fiesta de la Anexión, para promover su expansión a nivel nacional. La conmemoración de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica había sido decretada oficialmente como Fiesta Escolar Nacional en 1938, y en 1949 el Ministerio de Educación la incluyó dentro del calendario escolar nacional (Díaz, 2009, p. 266); pero esto no determina en qué medida fue llevada a la práctica la celebración durante este periodo, y cuál fue su evolución en los años posteriores. Paralelamente, hacia la década de 1930, los discursos regionalistas que reivindicaban los intereses de algunos sectores productivos de la provincia estaban fuertemente arraigados (Buska, 2006). Por tanto, en el análisis partimos de 1940 para hacer notar las manifestaciones, tanto de la fiesta, como del discurso en esa década. Finalizamos en 1974, porque fue en este momento cuando se conmemoró el sesquicentenario de la primera firma del Acta de Anexión; el cual no solo convocó a un acto de celebración especial, sino que se ubicó en medio del periodo de declive del modelo estatal que se había encargado de hacer crecer esta fiesta, nos referimos al Estado gestor. Adicionalmente, un acontecimiento clave para entender el devenir de la expansión a nivel nacional de la fiesta de la Anexión es su declaratoria en 1956 como Día de Fiesta Nacional (Archivo de la Asamblea Legislativa, 1956, f. 19),1 pues figura como uno de los elementos parteaguas respecto al éxito de su propagación. Por eso, en este trabajo dividiremos el análisis entre la etapa previa y la etapa posterior a esta declaración.
Otro interés de este trabajo es determinar el papel que jugó la fiesta de la Anexión como escenario principal del discurso de abandono de la provincia de Guanacaste por parte del Estado costarricense, y su aparente declive posterior; expresado en la prensa escrita. Para ello, trabajamos con tres periódicos nacionales: Diario de Costa Rica, El Guanacaste y La Nación; fundamentalmente en sus emisiones de las fechas 24, 25 y 26 de julio de cada año del periodo en estudio (1940-1974), aunque también se incluyen algunas notas de otros momentos. Nos interesamos especialmente en esas fechas porque concentran la mayor cantidad de noticias respecto a las celebraciones efectuadas con motivo de la Anexión. De estas se extraen los principales escenarios, actores y argumentos que propiciaron la expansión de la fiesta a nivel nacional, y procedimos a clasificarlos según las categorías y variables de análisis que las mismas arrojaron.
Algunas fuentes adicionales fueron empleadas con distintos propósitos. Las imágenes facilitadas por el Archivo Nacional de Costa Rica dieron cuenta de los actos conmemorativos; e igualmente, las actas municipales de algunos cantones de Guanacaste y de la región central del país permitieron conocer las discusiones –o la ausencia de estas- alrededor de los preparativos de las celebraciones, en el nivel local. Por otra parte, las actas del Archivo de la Asamblea Legislativa de Costa Rica muestran el debate que se dio en esa instancia en 1956, en torno al decreto de Fiesta Nacional y sus implicaciones. Por último, las fuentes secundarias proporcionan los antecedentes de nuestra temática, y las bases contextuales para esta.
En el desarrollo incursionaremos en el desenvolvimiento, tanto del discurso como de los formatos que adoptaron los rituales festivos en el proceso de expansión a nivel nacional; para determinar sus cambios y continuidades. A estos los dividiremos en tres categorías: Primero, las actividades escolares, que eran realizadas principalmente en espacios cerrados con la presencia de la comunidad estudiantil; en segunda instancia, los actos de las autoridades políticas, que también se circunscribían a sitios de acceso limitado y en tercer lugar, las actividades especiales, que son todas aquellas en las cuales podía participar el resto de la población que no formaba parte de los dos ámbitos anteriores.
Para el análisis y las interpretaciones partimos de la premisa teórica de que las naciones son comunidades imaginadas –tal como lo propone Anderson–, que se construyen y fortalecen mediante la celebración de tradiciones que se inventan con ese fin (Anderson, 1991). Tal es el caso de las fiestas patrias. Estas han sido impulsadas por personas determinadas, en momentos específicos, y con intereses particulares; todo lo cual varía según la celebración de la que se trate. Aportan elementos simbólicos que logran la identidad de las partes en torno a una unidad nacional. La fiesta de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica es un ejemplo de ello (Díaz, 2006), (Díaz, 2007).2 En la actualidad, esta funciona como espacio de convivencia festiva para fortalecer la identificación entre los habitantes de la nación y de estos con el Estado costarricense. En esto, precisamente, subyace su importancia social.
Para concretar dicho análisis, contamos con tres perspectivas teórico-metodológicas. La primera de ellas es la de las tradiciones inventadas, propuesta en la publicación La invención de la tradición, editada por Eric Hobsbawm y Terence Ranger (2002). Esta plantea que las fiestas patrias han sido funcionales en el proceso de construcción y consolidación de los Estados-nación propios de la modernidad. En sus mismas palabras, al decir “tradición inventada” los autores se refieren al:
...grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta
o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado. De hecho, cuando es posible, normalmente intentan conectarse con un pasado histórico que les sea adecuado... la peculiaridad de las tradiciones inventadas es que su continuidad con éste es en gran parte ficticia. En resumen, hay respuestas a nuevas situaciones que toman la forma de referencia a viejas situaciones o que imponen su propio pasado por medio de una repetición casi obligatoria (2002, p. 8).
De este modo, podemos percibir las fiestas patrias en tres dimensiones: primero, como rituales fundadores y propagandísticos de los símbolos patrios; es decir, han surgido para edificar y reforzar la identidad nacional de un Estado. En segundo lugar, han sido moldeadas de acuerdo con el presente vivido. Por ello, cambian no sólo las formas de celebración sino también los momentos en que se hacen y el utillaje que se emplea en ellas. Por último, las fiestas patrias han sido empleadas por autoridades del sistema político oficial para moldear la memoria sobre los motivos celebrados, de acuerdo con su propio proyecto ideológico (Díaz, 2011, p. 86).3
Una segunda perspectiva teórico-metodológica que nos acompaña es la observación de las tensiones que se producen en la relación entre los Estados-nación y las regiones que lo componen, durante su proceso de integración. La modernidad política ha implicado la expansión del poder estatal a todo su territorio, para impulsar el desarrollo económico. Para esto son creadas instituciones formales, así como símbolos que permiten la identificación de la generalidad de la población con los proyectos del aparato oficial. De esta manera, se pretende lograr la unidad nacional en aras de un desarrollo común bajo “la sombrilla” de dicha unidad político-administrativa. A ello se refieren Marín y Núñez, en relación a Costa Rica, al decir que:
...la clase dominante, en este caso costarricense, tuvo una serie de dificultades para concertar un proyecto nacional, pues además de concertar negociaciones
con las élites locales debió lidiar con diversos grados de resistencia o consenso
de las clases subalternas. En ese sentido debe reconocerse que la hegemonía se construye constantemente en un ambiente de pugna socio-cultural, económica y política (2009, p. 5).
A lo que agregan:
Por ello es importante considerar la edificación de un sistema de control social, bajo los mecanismos formales-informales; la fabricación de los sistemas simbólicos con los “rituales de mando” y la expansión de una idea de absolutismo moral que se presenta como legítimo y consensuado; la adopción y aceptación relativa de los procesos civilizatorios, a través de diversos tipos de identidad, género, sexuales, locales, regionales, nacionales y ciudadanas, entre otras, que se negocian constantemente con el poder central... (Corrigan, 2002), (Joseph y Nugent, 2002, p. 42 citados por Marín y Nuñez, 2009, p. 5).
La triada teórico-metodológica se completa con el planteamiento de que, alrededor de mediados del siglo XX, América Latina vivió una segunda modernización cultural, de la cual Costa Rica fue partícipe durante los años en que estuvo vigente el Estado gestor. En palabras de Anabelle Contreras: “Alrededor de los cincuenta en Latinoamérica, cerrada la política de Buena Vecindad con los Estados Unidos e iniciada la Guerra Fría, comienza la etapa que llamaremos segunda modernización cultural” (Contreras, 2012). Para definirla, Contreras se apoya en Martín-Barbero, quien parte de dos versiones latinoamericanas de modernidad: „la primera sería la que tuvo como eje la idea de Nación -llegar a ser naciones modernas- la segunda, al iniciarse los sesenta, estuvo asociada a la idea de desarrollo...” (Martín-Barbero, 1987 citado por Contreras 2012, p. 162) Es decir, la primera de estas etapas fue, en el caso nuestro, la época de las reformas liberales y de la creación de referentes del Estado-nación, a finales del siglo XIX. Durante la cual se pretendió crear una homogeneidad cultural en el país para lograr la anhelada uniformidad nacional; a lo que se le dio un segundo impulso, pues:
... con el proyecto socialdemócrata, proyecto que a partir de los cincuenta consolidó el Estado, el territorio y el „ser nacional“, y reinventó una conciencia colectiva “a través de los aparatos de hegemonía”… A la vez, el proceso de urbanización y comunicación del territorio rompía las identidades locales y favorecía la nacional… El Estado costarricense desarrollaba políticas específicas para mantener la identidad... (Contreras, 2012, p. 176-177).
La creación de la fiesta de la Anexión se dio en el marco de la expansión del control estatal a las regiones más periféricas del país –dentro de ellas Guanacaste–, y de la segunda modernización cultural; promovida por el modelo de Estado gestor.
Los contextos socioeconómicos y sociopolíticos, tanto nacionales como regionales, fueron determinantes en el proceso que llevó a la expansión de la fiesta de la Anexión a nivel nacional. Por un lado, el Estado promovió la consolidación de una vida cívica nacional y, con ello, posibilitó la declaración del 25 de julio como Día de Fiesta Nacional (Archivo de la Asamblea Legislativa, 1956), mediante la implementación de políticas públicas, tanto en el área cultural como en la educativa. Por el otro, encontramos algunos ciudadanos y sectores productivos de Guanacaste que tomaron partido y ejercieron presión para que así fuera declarada, mediante reclamos interpuestos en la prensa escrita y otras instancias. Dado lo anterior, es preciso tener presentes las circunstancias regionales en las cuales se planteó una asociación entre el papel de los sectores productivos dominantes y educativos de la provincia, y el impulso de la fiesta a nivel nacional.
Al modelo de Estado desarrollado en Costa Rica, entre las tres décadas comprendidas desde la implementación de las reformas constitucionales de 1949 y el inicio de la década de 1980, le denominaremos en el presente trabajo “El Estado gestor”.4 De manera paralela, este procuraba la expansión del modelo económico capitalista, del control del Estado y de la imagen de nación costarricense sobre el territorio nacional (Rovira, 1980, pp. 39-63).5 Los gobiernos de turno buscaban aumentar la productividad y la modernización económica, mantener el orden y la estabilidad social en medio de las transformaciones, y procurar la identificación de la población con el proyecto de país que se pretendía impulsar.
Así, se buscó darle mayor protagonismo en las dinámicas nacionales a las zonas periféricas, pues estaban al margen del desarrollo que se gestaba, fundamentalmente, en la región central del país. Al respecto, Jorge León señala que “las regiones periféricas a la Región Central estaban creciendo con rapidez en los años entre 1950 y 1970, y las necesidades de organizar este crecimiento para lograr un desarrollo más ordenado impulsó la formulación de programas y planes de desarrollo...” (León, 2012, p. 264).
En ese sentido, el impulso de la celebración de la Anexión, desde la zona del Pacífico Norte o Guanacaste, cumplía un doble propósito. Por un lado, se la daba promoción a los procesos estatales de regionalización institucional y a la diversificación de la economía local. Por el otro, se promovía la imagen de integración del territorio, de la población, de la cultura y de la administración estatal, entre el centro del país y dicha zona periférica. Sobre ese propósito, Manuel Solís señala que:
La incorporación de todas estas regiones [las periféricas] a la economía nacional o, en otros términos, la extensión de estas zonas a la racionalidad capitalista, pasa por la construcción de vías de comunicación, tendidos eléctricos, extensión del servicio telefónico, sanidad, etc. En esta empresa el Estado se ha constituido en un agente modernizador y unificador... (Solís, 1985, p. 116).
Con ese cometido fueron creadas empresas estatales e instituciones autónomas que administraron de manera descentralizada las responsabilidades que adquiría el sector público. Se trataba de generar una participación creciente de la ciudadanía en las actividades económicas, para dinamizarlas (Edelman, 2005, p. 111) (Salom, 1991, pp. 106, 108, 113-114). Los esfuerzos estatales con ese propósito permitieron el fortalecimiento de las “identidades ciudadanas” (Edelman, 2005, pp. 100-124), (Alvarenga, 1995). Para ello, se creó la Dirección General de Artes y Letras en el Ministerio de Educación Pública, la cual se convirtió en el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, en 1970. Su propósito era “llevar a todo el país la cultura metropolitana...” (Cuevas, 1996, p. 144). Sin embargo, también había un interés de parte de esta entidad por investigar y divulgar lo que ellos reconocían como los factores de carácter “costarricense, con un ligero énfasis en lo viejo y semiolvidado que debemos rescatar...” (Cuevas, 1996). Por eso, buscaron darle realce a algunos elementos que consideraban representativos de la nación costarricense, como las canciones de Guanacaste, llamadas folclóricas (Prieto, 1971, p. 10).6 En ese sentido, argumentamos que las políticas culturales del Estado gestor buscaron definir y darle difusión a los componentes del aparataje de la patria, y la fiesta de la Anexión cumplía con las características de ese esquema.
Las políticas educativas también buscaban difundir los elementos de la nación, a la vez que preparaban a los habitantes para su incorporación en las actividades productivas. Desde la década de 1940, el Estado empezó a incrementar los esfuerzos por expandir el sistema educativo formal. Marín y Núñez muestran que esto fue notorio especialmente en Guanacaste, donde, hacia 1950, el índice de crecimiento de las escuelas redoblaba al de la totalidad del país (2009, p. 44). A partir de 1957, la Ley Fundamental de Educación pretendió ensanchar principalmente el nivel de primaria (Archivo de la Asamblea Legislativa, 1974). Esta mantenía “un aliento humanístico relativo a la transmisión de la cultura y al cultivo de los valores cristianos” (Dengo, 1995, p. 164). Es decir, planteaba la necesidad de impulsar el desarrollo a partir de la formación educativa formal de las y los habitantes de manera generalizada, y así difundir la cultura. Se pretendía entonces disminuir el analfabetismo y hacer accesible el sistema educativo a obreros y campesinos, a personas de zonas alejadas y rurales y a jóvenes, para capacitarlos en valores cívicos (González, 2003, pp. 298-299, 303-304). De hecho, hacia finales de la década de 1970 era notorio el ascenso en que se había mantenido la matrícula (Molina, 2007-2008); por lo que, es de esperarse que también se haya afianzado la vinculación de la población costarricense con las dinámicas de difusión cultural de los centros educativos.
Sin embargo, los niveles de promoción todavía se mantenían bajos hacia finales de la década de 1960. De la Cruz señala que el Centro Centroamericano y Caribeño de Población (CELADE), división de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indicó, en ese momento, que casi tres cuartas partes de la población no terminaba la primaria, y ni una décima parte la secundaria (De la Cruz y Salazar, 2003, p. 314). En ese contexto, no podríamos adjudicar la totalidad de la responsabilidad del impulso y la consagración, en la vida cívica nacional, de una fiesta patria como la celebración de la Anexión, a la difusión promovida desde las instituciones de enseñanza primaria y secundaria, porque gran parte de la población nacional quedaba al margen de los centros educativos. Por tanto, si el sistema educativo formal era la plataforma principal de la difusión masiva y la consolidación de los rituales patrios a nivel nacional, sólo las y los alumnos y los funcionarios a su alrededor se veían directamente involucrados en ello. En cambio, es de esperarse que la población que no estaba integrada a las aulas se viera muy poco o nada involucrada en estas actividades.
En este periodo se intensificó la integración sociopolítica y económica con el Estado costarricense en la región guanacasteca, que se venía fortaleciendo con la construcción del control estatal desde 1860, mediante la incursión de funcionarios públicos en los principales poblados (Marín y Núñez, 2009, pp. 22-32). El Estado trataba de contrarrestar el descontento de algunos guanacastecos por la relativa lejanía en que se encontraba la región respecto al Valle Central –traducida en las dificultades de comunicación, transporte y comercio– el cual había desembocado en un regionalismo que acusaba de abandono al Estado centralista (Buska, 2006).
En cuanto a las actividades económicas, la ganadería y la producción de arroz y caña fueron predominantes en la provincia e incrementaron su relevancia durante este lapso. Acaparaban la mayor parte del apoyo estatal a la economía local porque el Estado asociaba el desarrollo material y cultural de esta región, con la dinámica de los grandes productores agropecuarios.
Edelman (1998) ha señalado que parte de las actividades económicas prevalecientes en Guanacaste hasta 1950 estuvieron ligadas a las haciendas ganaderas, a pesar de que esta unidad productiva aportaba muy poco al crecimiento económico de la población de la provincia. Las haciendas se mantenían a flote debido a que las élites locales influían en la política nacional, para lograr perpetuar este sistema. Por ello, la ganadería continuó en crecimiento en la región del Pacífico Norte: mantuvo el mayor número de cabezas de res entre 1950 y 1984 y registró el mayor crecimiento de las ganancias obtenidas entre 1950-1973 (León, 2012, p. 328).
Por parte de la producción agrícola, los sembradíos de arroz comenzaron a incrementarse a partir de la década de 1950 (Arroyo y León, 2010), al igual que sucedió con la caña, fundamentalmente, después de los años 1960 (Arroyo y León, 2010, p. 52). Esto fue posible gracias a la intervención del Estado que apoyó los procesos de producción y distribución dentro y fuera del país (Arroyo y León, 2010, pp. 194, 205 y 305).7 A raíz de esto, la producción arrocera pasó paulatinamente a manos de medianos y grandes agricultores (Arroyo y León, 2010, p. 306).
Finalmente, el establecimiento paulatino de la Carretera Interamericana a lo largo de este periodo (la construcción total se prolongó entre 1943 e inicios de la década de 1970) (Zeledón, 2009, p. 105) incrementó la integración de Guanacaste con la dinámica económica del Valle Central y el exterior del país. Se dio un fuerte impulso al desarrollo de Guanacaste en todos los ámbitos de la economía y del control estatal, pues:
[el establecimiento de la carretera] forma parte del proceso institucional de Anexión del Partido de Nicoya al Estado (Liberal) costarricense, que inicia en 1824 y que 100 años después (1924) era uno de los principales reclamos de las élites locales hacia las liberales que dirigían los destinos del país desde el Valle Central (Zeledón, 2009, p. 103).
En definitiva, se trató de un periodo de solidificación de la institucionalidad tanto en el nivel material como en el subjetivo. En función de ello, la fiesta vino a servir de plataforma anual de promoción, tanto para los elementos de la nación como para los discursos, las promesas y los proyectos políticos y económicos vigentes. En ese contexto, a partir de la segunda mitad de la década de 1950, los reclamos regionalistas por el abandono del gobierno central empezaron a declinar paulatinamente. A continuación, incursionaremos en los discursos que acompañaron este proceso.
1. “guanacaste, la cenicienta de Costa Rica”: 1940-1956
Las solicitudes de expandir la fiesta a nivel nacional tenían dos propósitos. Por un lado, los argumentos de índole socioeconómicos, que tendían un puente discursivo hacia el abandono del Estado padecido en la provincia y pedían mayor atención de este tipo. Por el otro lado, los reclamos de carácter sociopolítico, que rescataban la importancia de que la población costarricense le reconociera a Guanacaste la generosidad de haberse anexado a Costa Rica –y así ser incluida en su imaginario de nación–; que giraban en torno a la solicitud de declarar Día de Fiesta Nacional el 25 de julio.
Apelativos como “indiferencia y olvido” eran utilizados en la década de 1940 por algunos guanacastecos para referirse al abandono por parte del Estado costarricense, del que ellos consideraban, Guanacaste era víctima (El Guanacaste, 1946,
p. 1), (El Guanacaste, 1946 [1] p. 1). Se entablaba una analogía con el término “cenicienta” para expresar que la provincia era la zona que el Estado explotaba económicamente y a la vez menospreciaba, al no ser proporcional en relación con las retribuciones que le daba:
…después del lamento tradicional de las gentes sobre el abandono en que se encuentra la provincia de Guanacaste, donde llegamos a aquilatar las razones de estas quejas. Siempre se ha dicho, del símil tan trillado que aquello es la Cenicienta de Tiquicia. Es cierto en arte. ¡Un gobierno se va y otro vuelve! Yaún ni aquellos que más arraigo han tenido con nosotros, han querido darnos el plano que justamente merecemos entre el consorcio nacional de las provincias (El Guanacaste, 1946 [2], p. 1).
En el fondo se planteaba que los gobiernos hasta esa década no habían logrado una integración entre el Estado costarricense y la región guanacasteca, pues la presencia y el control estatal en la provincia era frágil. Para argumentarlo, se sacaban a relucir algunas situaciones particulares del contexto socioeconómico local. Se decía que las haciendas ganaderas no eran suficientemente rentables (El Guanacaste, 1945). Esta unidad productiva era señalada como ineficiente, en relación con la capacidad de la tierra que ocupaba, pero acaparaba la atención financiera del Estado y así, degeneraba en inequidades sociales.
Adicionalmente, en la década de 1940 y en las dos siguientes, se atribuía la problemática del abandono estatal a la complicidad de la administración local y a una representación débil de la provincia en la Asamblea Legislativa (Diario de Costa Rica, 1960, p. 18), (La Nación, 1957, p. 25), (La Nación, 1952, p. 10). La falta de apoyo estatal se fundamentaba en una perspectiva limitada de lo que era la zona de mayor interés nacional, pues se centraba en el Valle Central y en su producto “de oro”: el café. En el mismo sentido que lo afirmaría doña Lía Bonilla sesenta y cuatro años después, don Armando Arauz emitía un compendio de las razones de la disconformidad, al finalizar este primer decenio de estudio, cuando aseveró que la Anexión debería ser celebrada, pero no solo en sentido folclórico, sino para acabar con las malas condiciones socioeconómicas y de inequidad social de la provincia:
Cierto es que la economía cerrada del café ha limitado la acción de los gobiernos de este país a la Meseta Central. Cierto es que las montañas que rodean a esta Meseta han constituido el límite del horizonte de Costa Rica, y que por eso no se ha visto con diligencia el problema de nuestra provincia; pero además de estas circunstancias, ha habido traición repetida de muchos guanacastecos a su propia tierra ... que, sin sentido ninguno de su responsabilidad, han hecho de toda obra a nuestro favor un artículo de comercio personal o de intriga pueblerina ... El latifundio es una muestra y el caciquismo es otra...! ¡Por la pampa se sigue oyendo el galope de la injusticia en acorde con el aullido del coyote y los quejidos lastimeros de un pueblo en la miseria...! De Guanacaste es preciso ya dejar de hacer figuras retóricas y de llamarlo el paraíso guanacasteco, porque no puede ser tal un sitio donde un latifundista canaliza impunemente un río hacia sus fincas y mata de sed el ganado de los vecinos y hace pasar necesidades a un distrito. Y dejar de hacer poesía acerca de las Playas del Coco, cuando al compás de las olas de aquella bahía, sucumben muchos hombres, minados por el hambre, la intemperie, el paludismo y la tuberculosis. Y dejar de llamar al Guanacaste la provincia alegre y altiva, porque allá hay corrupción y tristeza. Corrupción criminalmente fomentada y dolor de soportarla por hambre... (La Nación, 1949, p. 2).
Al parecer, los padecimientos sociales en la provincia pudieron haber estado ligados al hambre de la mayoría de la población, algunas enfermedades y la mala distribución de la tierra y el agua. Sin duda, determinar las condiciones de vida de la sociedad guanacasteca en su conjunto ameritaría trabajos adicionales a este, que solo pretende dar cuenta del apogeo y el aparente declive del discurso de la cenicienta a la luz de la invención de esta fiesta. Sin embargo, rescatamos de las palabras de don Armando la disparidad latente entre el proceso de reconocerle a Guanacaste un lugar –aparentemente de índole folclórica– en el imaginario del conjunto nacional costarricense, y el compromiso ciudadano y estatal con el progreso material y la equidad social. Es decir, la provincia no dejaría de ser la cenicienta de Costa Rica solo “con hacer figuras retóricas y de llamarlo el paraíso guanacasteco”, sino era también indispensable superar la miseria social. De lo contrario, no se estaría dando el verdadero significado a la fiesta de la Anexión, tal como lo concluía en la misma nota, al agregar que:
De Guanacaste precisa hablar hoy, con motivo de esta fecha, en términos de regeneración total. Precisa repartir mejor la propiedad; emborrachar menos al pueblo y enseñarlo a vivir plenamente un concepto verdadero de libertad. Hay que hablar de desterrar el caciquismo y de enseñarle al hombre un renovado sentido de su dignidad personal. Sólo así, hablando en estos términos, es que nosotros le encontramos sentido a la fecha que estamos conmemorando. Y es porque de otro modo, tendríamos que llegar al convencimiento de que somos uno más entre ese grupo de patrioteros que habla de glorias nacionales, de fechas significativas y de honras patrias, sin comprender su sentido y sin hacerse un voto de renovada fe en la regeneración de Costa Rica (La Nación, 1949, p.2).
También, en el decenio de 1940 se afirmaba que era injusto que Guanacaste fuera pobre, subutilizada y que estuviera en el abandono, a pesar de que llegaría a ser el granero de Costa Rica (El Guanacaste, 1946). De este modo, desde una época anterior al modelo de Estado gestor podemos notar las alusiones que se hacían a esta característica. Sin embargo, la producción agrícola en la provincia empezaría a crecer hasta en el decenio siguiente, y ello se haría notar hacia inicios de la década de 1960 (Diario de Costa Rica, 1964, p.10).
La instrumentalización del discurso en función de sumar las simpatías de los trabajadores a los proyectos agrícolas del Estado era notoria (Diario de Costa Rica, 1962, p. 2). Pero no por ello mermó el discurso de abandono, el cual tenía eco en la prensa nacional todavía a inicios de la década de 1960. Se continuaba diciendo que aún no era tangible en Guanacaste el progreso visto en otras provincias (Diario de Costa Rica, 1960, p.4). Por ello, se insistía en que la celebración de la fiesta de la Anexión a nivel nacional era meritoria, no sólo por el folclorismo, sino en reconocimiento de los aportes económicos que daba esta zona al país (Diario de Costa Rica, 1963, p.2). De hecho, la relación entre el dinamismo económico y la celebración estaba muy clara en esta argumentación:
Vale la pena conmemorar esta fecha, si se piensa en la provincia que llena de arroz nuestros graneros; que surte nuestra feria ganadera; que produce la materia prima necesaria para mantener en movimiento nuestras fábricas de hilazas y tejidos; que obtiene los primeros premios en las exposiciones pecuarias internacionales; que mantiene viva la tradición de Cupertino Briceño, no el despreocupado grito charanguero de una coyolera, sino en la voz sonora y eterna de la determinación de ser libres como miembros de una Patria libre y ejemplar; que se prepara en los colegios de Liberia, de Nicoya y de Tilarán y que se produce ancha, abierta y fecunda a través de sus profesionales, de sus empresarios y de sus trabajadores (Diario de Costa Rica, 1963, p.2).
Se ponían de manifiesto varios de los factores que se consideraban pilares de la relevancia de Guanacaste para la economía nacional. Ciertamente, ya para esta década, en la provincia era producido el arroz que abastecía el mercado nacional y la actividad ganadera era la de mayores réditos del país. Adicionalmente, se empezó a hacer notar la expansión del sistema educativo que el Estado gestor impulsaba mediante la fundación de nuevos centros de enseñanza.
En ese contexto de disconformidades de tipo socioeconómico se fue abonando el terreno para reclamar también la oficialización de la fiesta de la Anexión, dentro del aparataje simbólico nacional. El historiador David Díaz, en su artículo Reclamando el 25 de Julio como Fiesta Nacional: Guanacaste y la Nación Costarricense: 19241949, nos ha dado una de las mayores aproximaciones a este tema, para el periodo previo a 1949 (2009, pp. 262-266). Díaz plantea que la población guanacasteca presentó algunas solicitudes al Estado para que fuera reconocida oficialmente la conmemoración del Día de la Anexión como fiesta patria a nivel nacional. De esa manera, evidencia que hubo participación de los maestros de la provincia en esta propuesta, tan temprano como a finales de la década de 1930, cuando lograron que fuera circunscrito el decreto de Día de Fiesta Escolar Nacional. Lo anterior dio pie a que en 1949 el Ministerio de Educación la incluyera en el calendario escolar.8 Además, dentro de las motivaciones que tuvieron estos procesos señala un factor económico: el crecimiento de la ganadería durante la primera mitad del siglo XX (Sequeira, 1995 citado por Díaz, 2009, pp. 259-260); y otro político: el clientelismo a nivel nacional por sumar votantes para las elecciones (Molina y Lehoucq, 2002 citados por Díaz, 2009, pp. 258-259). Por último, recupera el dato que apunta un auge de las solicitudes de las y los ciudadanos para oficializar efemérides de diversa índole, en la década de 1930, a raíz de la motivación que significó, desde inicios del siglo XX, la orden de celebrar el día de la Independencia en las escuelas del país (Díaz, 2009, p. 261).
Adicionalmente, sabemos que los escasos actos festivos realizados entre las décadas de 1940-1960 servían para difundir en el centro del país algunos elementos culturales asociados a la provincia, como el árbol de Guanacaste, la imagen del sabanero o los bailes folclóricos (Solano, 2005, pp. 104-106). Dentro de los rituales se incluían conciertos de gala con músicos guanacastecos y “la pasada de la diana”, así como los topes de caballos y las “corridas de toros a la usanza guanacasteca” (Solano, 2005, p. 107), que eran parte de los componentes basados en los imaginarios que se tenían sobre Guanacaste –ligados a la tradición ganadera de las haciendas–. Pero estos continuaban siendo eventos aislados y la fiesta aún no se había extendido por todo el país. Incluso en 1964, aunque se dio más realce a la conmemoración, continuaba siendo un evento no generalizado. Este año la Municipalidad de San José realizó diversas celebraciones de acceso público, pero en lugares específicos y todavía no de manera oficial regular (Solano, 2005, pp.115-121).
Sin embargo, para que la fiesta de la Anexión empezara a adquirir la relevancia suficiente para expandirse a nivel nacional, resultó indispensable dotarla con el estatus de Día de Fiesta Nacional; lo cual fue una realidad hasta1956. Antes de que la declaratoria oficial llegara a materializarse como una necesidad en la agenda parlamentaria costarricense, algunos guanacastecos ejercieron presión al reclamarla (Archivo de la Asamblea Legislativa, 1956, f. 19). De hecho, la propuesta inicial del proyecto de ley en 1956, para declarar al 25 de julio Día de Fiesta Nacional, surgió de un grupo de ciudadanos guanacastecos (Archivo de la Asamblea Legislativa, 1956, ff. 1-3). Los motivos manifestados eran fundamentalmente de tres tipos y englobaban las razones comentadas en la prensa al respecto: 1) darle reconocimiento a la región por su decisión de haberse anexado a la patria costarricense; 2) lograr que la población que no estaba activa en el sector educativo pudiera conocer la fiesta y tener conciencia de su valor y 3) acercar a los sectores laborales la posibilidad de tener un día feriado para que también se involucraran con la conmemoración.
Se planteaba que no muchas personas tenían ni siquiera conocimiento de la existencia de la fecha, porque sólo en el sistema educativo era rememorada. El problema era que gran parte de la población no asistía a la educación formal. Por eso, se hacía necesaria la declaración de Día de Fiesta Nacional para que el festejo fuera realizado en las calles y no sólo en los centros educativos, y así pudiera verse involucrada una mayor cantidad de personas en él, de modo que:
…surge como verdad indiscutible, la importancia económica que para Costa Rica tiene la existencia de Guanacaste como una parte de su territorio. Sin embargo el país permanece olvidado de este hecho. Le es indiferente o no se acuerda siquiera de él. En varias ocasiones los maestros han hecho gestiones para que la Secretaría de Educación Pública conceda las vacaciones de medio año en la primera quincena del mes de Julio a fin de que el 25 de julio se celebre en todas las escuelas del país como fecha digna de histórica recordación. Los gobiernos limitados en su visión por los cerros que rodean el Valle Central, no han oído esa proposición y actualmente, a pesar de que las escuelas deben celebrar esa fecha, no lo hacen o lo posponen debido a que están en vacaciones. Nada más absurdo que eso. Hay en esto también una gran paradoja. Los únicos que nos acordamos de la fecha y los únicos que la celebramos con actos de fiesta somos los guanacastecos. Y el país indolente, ni siquiera se alegra con nosotros (Diario de Costa Rica, 1955, p. 18), (La Nación, 1955, p. 38).
El principal reclamo de los guanacastecos respecto a la fiesta era la desconsideración que representaba el hecho de que sólo ellos festejaban la Anexión –y no los y las costarricenses del resto del país– (El Guanacaste, 1943, p. 1). Esto resultaba paradójico porque todos se veían beneficiados económicamente de los frutos de la región, pero no correspondían con la celebración para manifestar el gozo que ello debía generarles. Se planteaba que a Guanacaste no le eran retribuidos de manera proporcional sus aportes. En ese sentido, la coincidencia de la fecha con el periodo de vacaciones del sistema educativo limitaba el fomento de la celebración entre los escolares, porque no estaban en los centros educativos para realizar los rituales correspondientes, aun siendo esta de carácter obligatorio. Por ello, los actos efectivos a nivel nacional resultaron solo esporádicos y no una constante (La Nación, 1962, p.16).
En general, las actividades festivas realizadas tanto en Guanacaste como en el resto del país, entre 1940-1955, eran realmente escasas (véase la Tabla 1). Las del ámbito escolar se daban principalmente en la provincia; mientras que las de tipo político no fue posible ubicarlas en la prensa escrita consultada; y las especiales tuvieron lugar mayoritariamente en el Valle Central. En el caso de las primeras, en la década del 40, era la Asociación de Estudiantes Guanacastecos la principal impulsora (El Guanacaste, 1943, p. 1);9 pero a partir de la inclusión de la fiesta de la Anexión en el Calendario Escolar como Fiesta Escolar Nacional –en 1949- se difundió en la generalidad de las escuelas y en algunos colegios de diferentes partes de la provincia. En el Valle Central la celebración se traducía mayoritariamente en bailes populares organizados por la misma Asociación antes citada y dirigidos especialmente a los guanacastecos residentes ahí, presentaciones de bailes folclóricos y programas radiales de contenido folclórico; todas estas, actividades de carácter especial.
Tabla 1
LAS NOTAS INFORMATIVAS EN LA PRENSA ESCRITA SOBRE CELEBRACIONES
DE LA ANEXIóN ENTRE 1940-1955
Actividades de las Actividades escolares Actividades especiales
autoridades políticas
Fuera de Guanacaste 1 (1955)10 -611
En Guanacaste 412 -1 (1955)13
Fuente: Elaboración propia a partir de las cantidades de notas informativas de los periódicos El Guanacaste, Diario de Costa Rica y La Nación.
Las razones expuestas constituyeron motivos de presión, ejercida desde la ciudadanía, para que se le diera vida a la Declaración de 1956; sin embargo, la posibilidad de gozar de este día como feriado no estaba aun totalmente definida. Lo anterior cobró relevancia en la discusión en torno a la masificación de la fiesta, porque se esperaba que involucrara a una mayor cantidad de personas con la conmemoración.
El mismo mes de julio de 1956 brotó la discusión en la Asamblea Legislativa, en torno a una solicitud para someter a revisión el texto emitido, ya que se consideró que no había quedado claro si la fecha del 25 de julio sería asueto para toda la población. Los parlamentarios determinaron que para hacerlo efectivo de esa manera era necesaria una reforma al Código de Trabajo, en el cual precisamente se estipulaba cuáles eran los días que gozaban a nivel nacional de tal condición (Archivo de la Asamblea Legislativa, 1956, pp. 187-215), (Archivo de la Asamblea Legislativa, 1956, pp. 216-219), (Diario de Costa Rica, 1956, p. 1).
Fue necesario esperar hasta 1959 para que el presidente Echandi sancionara la Ley Nº 2408, que declaraba feriado el 25 de julio, y que entraba en vigencia a partir de ese mismo año (La Nación, 1959, p. 13). Se le adicionó la palabra “feriado” a la Ley Nº 2034 del 18 de julio de 1956 –la declaratoria del 25 de julio como Día de Fiesta Nacional–. Además, estipulaba que las escuelas y colegios oficiales y particulares debían celebrar “actos cívicos alusivos a ese día, en conmemoración de esa fecha”. Para tales instituciones el resto del día sería de asueto. La novedad quizás más relevante era que mandaba a adicionarle al artículo 147 del Código de Trabajo el 25 de julio como día feriado para todos los trabajadores costarricenses. Así, quedaba abierto el portillo para su goce por parte de la generalidad de la población.
A pesar de eso, continuaron presentándose –tal como hasta ese momento– irregularidades respecto al mandato; en parte por desconocimiento de su existencia (La Nación, 1959, p. 4). Por ejemplo, mientras en 1952 estaba dirigido a los empleados públicos para que pudieran realizar los actos oficiales de celebración en sus instituciones (Diario de Costa Rica, 1952), en 1959 el INS informaba que cerraría por completo sus oficinas; lo cual indicaba que era un acto excepcional en relación con lo acostumbrado por los usuarios de la institución (Diario de Costa Rica, 1952, p. 3). En 1960 el Ministerio de Trabajo informó sobre las limitaciones que tenía el día feriado ese año, según fuera el tipo de trabajo que se realizara (Diario de Costa Rica, 1960, p.35). No todas las labores podían gozar de este día con salario completo, y algunas incluso requerían de un común acuerdo entre los trabajadores y los patronos. En 1961 se estableció que el pago de salarios sería “no obligatorio” para ningún sector laboral (Diario de Costa Rica, 1961, p 10).
2. “La cenicienta” se transforma… ¿En princesa?
Durante la década de 1960 y fundamentalmente en la de 1970, el discurso de “la cenicienta” empezó a ser contrarrestado. Se decía que Guanacaste ya no estaba abandonada por el Estado y que había empezado a ser notorio su progreso económico, así como su integración en el imaginario de nación costarricense. Por un lado, se decía que el Estado finalmente estaba prestándole atención económica; por el otro, se le dio realce a la fiesta de la Anexión a nivel nacional, lo cual satisfacía gran parte de los reclamos de incluir a la región en el imaginario de nación. En 1961 encontramos la primera referencia en este sentido:
Aunque con alguna frecuencia se han escuchado quejas que se han materializado en frases como la de que Guanacaste ha sido la Cenicienta de Costa Rica, y en determinadas ocasiones ha habido alguna justificación, es lo cierto que con el transcurrir de los años los gobiernos han venido preocupándose cada día más por sus problemas y por su desarrollo y puede asegurarse que en los tiempos actuales no hay un sólo costarricense que no sienta como propios las necesidades y los problemas del Guanacaste... (La Nación, 1961, p. 2).
Se argumentaba de tal manera sobre la base de la dinamización económica experimentada en la provincia, a raíz del fomento dado por el Estado gestor a la diversificación productiva (principalmente la producción de arroz, algodón y ganado) (La Nación, 1968, p. 68), así como por el establecimiento de la Carretera Interamericana y otras vías de comunicación a lo interno de la provincia (La Nación, 1969, p. 53), y el crecimiento del aparato educativo formal (La Nación, 1971, p. 48). Se pensaba que los aportes de la provincia al Estado y a la nación costarricenses eran, además, de tipo folclórico; es decir, las manifestaciones culturales asociadas a la provincia:
Hoy los ticos y los guanacastecos somos una sola cosa. Luchamos por un mismo destino y nos esforzamos por engrandecer a la república. Las obligaciones, también, son mayores. En Guanacaste está el centro de producción agropecuaria de Costa Rica. No es que sólo esa provincia lo sea. Pero sí es verdad que constituye el pivote esencial, que amerita cuidado y dedicación. La fecha de hoy debería de ser punto de partida para que los organismos del Estado, los bancos, el Consejo de Producción, el Ministerio de Agricultura y las demás instituciones que tienen que ver con el proceso productivo, se empeñen en estimular de manera más eficiente, aquel engranaje del cual tanto nos beneficiamos. Eso en lo material. En lo cultural, los compromisos también son enormes. Y es que la cultura y la producción se entrelazan en el mundo de hoy, en donde ambos factores están concatenados y resumen las situaciones finales de las que parten nuevas posibilidades beneficiosas para todos (Diario de Costa Rica, 1971).
Podemos percibir, con bastante nitidez, la vinculación estrecha que hay entre el desarrollo material y el cultural, a la cual se hace alusión en esta cita. Se procuraba la simpatía de los pobladores de la región bajureña mediante el realce de los rasgos culturales asociados a esta, para incentivar su apoyo a los proyectos socioeconómicos que se estaban impulsando. En ese sentido, la fiesta de la Anexión era clave para recordar a la ciudadanía la importancia de la contribución de todos y todas en el progreso, tanto en la provincia como a nivel nacional; y para consolidar el control estatal sobre el territorio –es decir, difundir la ley para fortalecer la patria– como es acotado en esta cita:
Y las alegres canciones, y los gratos versos vernáculos, y las leyendas maravillosas nacidas de aquella tierra ubérrima, conmoverán los corazones de los estudiantes y les encenderán la imaginación para suponer todo lo que quieran en un día como éste. Mas este día ha de ser también para algo bien concreto: para recordar a los guanacastecos y a quienes no lo somos, que ellos y nosotros proseguimos teniendo las graves responsabilidades de consolidar una patria rica, justa y culta, basada en la ley, fundamentada en la moral, encuadrada en el alto concepto de la dignidad humana, con libertad, soberanía y progreso espiritual, valores que sumados a los materiales del avance económico, han de constituir la razón de ser de nuestros permanentes desvelos (Diario de Costa Rica, 1973).
Paralelamente, estaba latente la añoranza de que la integración de Guanacaste a la nación costarricense hubiera alcanzado ya su plena realización. Se apelaba a que la región era incluida en las concepciones de territorio y población nacionales de todos los habitantes, al decir que: “Los lazos de unión van más allá que la decisión de un cabildo y más allá de la historia. No es imaginable un costarricense que no tenga por patria la soleada pampa y por límites ambos mares. Esto sí merece una fiesta nacional” (La Nación, 1970, p. 16). La mayor ilusión respecto a la fiesta yacía en que esta lograra mostrarlo así, porque “es la fiesta de la Integración Nacional” (La Nación, 1964, p. 32).
En efecto, la cantidad de actividades en conmemoración de la Anexión se incrementó considerablemente a partir del Decreto de 1956 (véase la Tabla 2). En el Valle Central, las actividades escolares se intensificaron, pero más aún las de tipo especial; además, aparecieron los actos de autoridades políticas, pero amalgamadas con las especiales –como lo veremos–. Eran realizados actos cívicos a lo interno de los centros educativos, conciertos de marimba, bailes folclóricos y recitales de prosa alusiva a los paisajes de la provincia, así como concursos de ensayo en algunos colegios de la capital y de otras zonas como Puntarenas y Orotina. Dentro de las actividades especiales cobraron relevancia en primer término los bailes populares; aunque también las presentaciones de bailes folclóricos; se ofrecían conciertos de banda al aire libre, así como transmisiones radiales patrocinadas por empresas privadas –tal como en el periodo previo–. Dentro de las formas de celebración en honor a la Anexión, quizás más particulares, estuvieron la siembra de árboles de Guanacaste en el Parque Central, la inauguración del Parque 25 de Julio en el barrio Sagrada Familia de la capital y de una placa conmemorativa a esta fecha en el Parque Central, y la decisión de los vecinos de la Unidad Vecinal Número Uno de San Sebastián de cambiarle el nombre a esta por el de “Colonia 25 de julio de 1824”.
En este periodo, los desfiles seguidos de actos cívicos abiertos se posicionaron como el evento central de las celebraciones de la Anexión, ya que permitían la confluencia de los personeros estudiantiles con los de la administración política y el resto de la población, en espacios públicos, accesibles a cualquier persona. Mostraban además la magnificencia de las carrozas, bandas, bastoneras y demás representaciones de la creatividad patria, que procuraban hacer más llamativa la fiesta. Adicionalmente, en el área de los eventos políticos, si bien los diputados llegaron a dedicar algunos minutos en el parlamento a reflexionar sobre la fecha, los actos en privado se redujeron por haberse conjuntado con las actividades generales mencionadas. Esto lograba una mayor asistencia y paulatinamente la fiesta se fue socializando de manera más extendida fuera de las fronteras guanacastecas.
Tabla 2
LAS NOTAS EN LA PRENSA ESCRITA SOBRE CELEBRACIONES CON MOTIVO DE LA ANEXIóN
ENTRE 1956-1974
Actividades escolares Actividades de las autoridades políticas | Actividades especiales |
Fuera de Guanacaste 1714 115 | 2716 |
317
En Guanacaste 1918 4119
Fuente: Elaboración propia a partir de las notas informativas de los periódicos El Guanacaste, Diario de Costa Rica y La
Nación.
Así sucedió también a lo interno de Guanacaste: las instituciones educativas protagonizaban desfiles, y se conjuntaban con actos cívicos donde confluían las autoridades políticas; sin embargo, acá crecieron estas con más fuerza que en el resto del país. El 25 de julio de cada año, la cabecera de uno de los cantones de la provincia se asumía como “la capital por un día”, donde los poderes ejecutivo y legislativo se apersonaban para sesionar; debatir y aprobar proyectos que tendrían lugar en esta unidad administrativa (Diario de Costa Rica, 1964, p.26), (Diario de Costa Rica, 1964, p.7). Los jerarcas municipales de la provincia no eran la excepción (Archivo Nacional de Costa Rica, 1967, ff. 189. 191, 214, 219 y 242).
Las autoridades políticas aprovechaban la atención mediática dada a la fiesta para difundir sus discursos, proyectos e imagen; a la vez que procuraban aminorar el discurso de “la cenicienta”. Se llegaba a afirmar que “los millones de colones impulsarán diversas obras en Guanacaste para quien por lo visto aquello de ‘cenicienta’ pareciera ya cosa del pasado. Más bien con tanto coqueteo con Guanacaste las otras seis, incluida la orgullosa San José, están un poco celosas” (La Nación, 1967, p. 14). El presidente de la República, José María Figueres Ferrer, hacía eco de ello en 1971 en el discurso proclamado en conmemoración del 25 de julio, en el parque de Nicoya. En esta disertación sostuvo que 25 años atrás Guanacaste era la
Figura 1: Inauguración del Gimnasio Leonidas Briceño en el Liceo de Nicoya. Administración Figueres Ferrer, 1970-1974.Fuente: Archivo Nacional de Costa Rica. Audiovisual. 81519. Fotografía.
cenicienta de Costa Rica, pero que ya no sucedía más así, gracias al desarrollo que había alcanzado (Diario de Costa Rica, 1971). En la misma línea, en 1974 se reconocía en el periódico La Nación que la región había pasado los primeros 125 años de anexión sin una integración real a Costa Rica, pero que en el 150 aniversario, que se conmemoraba ese año, esto era cosa del pasado, porque la apertura de la Carretera Interamericana había permitido introducir en la provincia el desarrollo de vías de comunicación, centros educativos, industria y turismo (La Nación, 1974, p. 2).
En efecto, se hacían notar algunos de los esfuerzos de diferentes entidades estatales por incrementar su presencia en los centros poblacionales de Guanacaste. Por ejemplo, en 1973, fue inaugurado el Hospital de la Anexión de Nicoya –como parte del proceso de universalización del seguro social en el país–; el cual había sido prometido y se empezó a construir. Fue financiado, visitado y, finalmente, entregado entre 1964 y 1971.20 El Sistema Nacional de Acueductos y Alcantarillados (SNAA), aprovechaba para inaugurar cañerías y alcantarillados para el abastecimiento de agua potable y el manejo de aguas.21 Otras obras inauguradas fueron del tipo de un Centro Agrícola Regional (La Nación, 1967, p. 20), instalaciones para centros educativos (La Nación, 1967, p. 62), tramos de asfaltado (La Nación, 1968,
p. 4), (La Nación, 1969, p. 49), urbanizaciones de interés social de los programas del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanización (INVU) (La Nación, 1971, p. 2), y sucursales de bancos como el Anglo Costarricense –para el financiamiento de proyectos de desarrollo– (La Nación, 1974). Por ejemplo, en la Figura 1 puedeapreciarse al Presidente de la República inaugurando un gimnasio en el Liceo de Nicoya, durante su segunda administración (1970-1974). En la misma línea, la Asociación Nacional de Educadores aprovechaba la ocasión para convocar a su Congreso en la provincia (Diario de Costa Rica, 1964, p. 31).
En cuanto a las actividades especiales en la provincia, sobresale la exposición ganadera que se posicionó en Liberia. La primera edición fue en 1955 y en lo posterior fue acaparando paulatinamente la atención de la celebración liberiana. Las mismas actividades que se realizaban en los desfiles y actos cívicos, así como en algunas de las actividades especiales mencionadas, se reproducían en las exposiciones. Incluso en otras partes de la provincia como Nicoya, la ganadería se hacía presente en el paisaje festivo con la incorporación de animales en los desfiles, como se aprecia en la Figura 2. Tal fue el grado de relevancia que adquirieron las exposiciones, que las mayores autoridades políticas nacionales empezaron a concurrirlas; como los Presidentes de la República y Ministros de Agricultura. Ello constituía
Figura 2: Gira del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) a Guanacaste en 1971. Desfile de la celebración de
la anexión en las calles de Nicoya.
Fuente: Archivo Nacional de Costa Rica., Audiovisuales. 70949. Fotografía.
una muestra más de la condescendencia de las autoridades políticas con los grandes ganaderos; a pesar de las críticas que enfrentaba esta actividad. En 1971 ya no se le llamaba más “exposición” sino Feria Ganadera; y la diferencia radicaba en que ya no solo se exhibía el ganado a los potenciales compradores de carne, sino que se vendía ahí mismo en pie. Además, eran comunes “las dianas” al amanecer, por las calles de los pueblos guanacastecos, para anunciar la inauguración de los festejos del día, y los eventos ciclísticos sobre la recién construida carretera Panamericana.
En síntesis, identificamos a varios actores protagonistas de la expansión de la fiesta de la Anexión; de los cuales, algunos también fueron responsables de la difusión y declive del discurso de la cenicienta durante este lapso. En el periodo de los mayores reclamos (1940-1956) –cuando la fiesta todavía no encontraba un lugar en la nación–, la Asociación de Estudiantes de Guanacaste fue un protagonista central en las gestiones de la celebración en Guanacaste en las décadas de 1940-1950; así como en la realización de bailes populares conmemorativos en el Valle Central. Seguidamente, los educadores jugaron un papel preponderante, tanto en su labor de formación “cívica” en las aulas, como de parte de la Asociación Nacional de Educadores (ANDE), que convocaba a congresos de docentes en Guanacaste y llamaba a la reflexión sobre su importancia.
También se hicieron sentir las personas que se manifestaban a favor de las grandes producciones agropecuarias; y los representantes del Estado –tanto los poderes ejecutivo y legislativo, así como de diversas las instituciones– en el afán de expandir su control sobre el territorio, la población, los recursos y la producción de esta región. Estos dos últimos fueron los principales difusores de los argumentos de “la cenicienta”. A ellos les siguieron las autoridades locales –municipales principalmente– que recibían a las comitivas de los poderes nacionales en los cantones guanacastecos, realizaban encuentros en dichos escenarios y se sumaban a los rituales retóricos y mediáticos.
Por último, fue clave la participación de los estudiantes de todos los niveles escolares, porque fueron las actividades de acceso público que ellos protagonizaban las que lograron transmitir al resto de la población –ajena tanto al sistema educativo como al ámbito de las autoridades políticas– el sentido, cuando menos, de la fiesta de la Anexión. En la Figura 3 podemos observar gráficamente a este conjunto de actores.
Hacia el sesquicentenario de la primera firma del Acta de Anexión, en 1974, la fiesta todavía no había logrado consolidarse en la mayor parte del territorio nacional. Gran parte de la población costarricense no se había identificado aún con la celebración ni con el reconocimiento de la trascendencia de la Anexión del Partido de Nicoya para Costa Rica, tal como lo pretendían quienes aclamaban por su difusión.
Figura 3: Gráfico de los actores de la expansión de la fiesta de la anexión y de algunos de los partícipes en el auge y declive del discurso de la cenicienta. Fuente: Elaboración propia.
Debido a lo limitado del asueto –dirigido solo a los trabajadores públicos de Guanacaste–, las actividades realizadas fuera de la provincia estuvieron nuevamente limitadas al ámbito de las autoridades políticas de la Municipalidad de San José y de los poderes del Estado; y al de algunas escuelas y colegios del Valle Central (La Nación, 1974, p. 16 A). La gobernación municipal de la capital inauguró una nueva placa conmemorativa de la Anexión, pero esta vez alusiva especialmente al sesquicentenario. Fue colocada en un árbol de Guanacaste que se encontraba ubicado frente a la Iglesia de la Soledad (La Nación, 1974) (Archivo Nacional de Costa Rica, 1974, f. 51).
Como actividad especial se informó de la publicación de un libro sobre la Anexión de Nicoya. Sus autores eran Luis Fernando Sibaja y Chester Zelaya (1974). Este texto, posiblemente, tampoco contribuyó sobremanera a la difusión de la fiesta de la Anexión por dos razones principales: por un lado, trataba sobre el proceso de anexión propiamente y no sobre su celebración; Por el otro, el público potencial para leerlo era muy escaso, debido a los reducidos niveles de escolaridad superior que prevalecían hacia esta época. Por esta y las demás razones mencionadas, en el año 74, la mayoría de la población costarricense de las diferentes partes del país pudo haberse enterado del sesquicentenario, pero muy probablemente no lo vivieron con el entusiasmo que deseaban quienes promovían su celebración.
De tal forma, fue en Guanacaste y especialmente en Nicoya, donde tuvo lugar una fiesta magna para celebrar el sesquicentenario de la Anexión, dado que esta era considerada la capital del país en ese día propiamente. El programa de actividades constituyó una especie de compendio de varias formas de celebración que habían sido puestas en práctica en el ámbito escolar y en el de las autoridades políticas, e incluso algunas de las formas especiales de festejo que habían sido desarrolladas hasta ese año. Aquí, la participación en su organización de actores institucionales, tanto nacionales como locales, era reflejo del despliegue político que esta generaba (Archivo Nacional de Costa Rica, 1974, ff. 60, 219), (Ministerio de Cultura, 1975, p. 10).
Dentro de las actividades de ese año sobresalieron los homenajes al doctor Vargas Vargas, emitidos por la Liga de Municipalidades de Guanacaste y el Colegio de Médicos. Se le reconocía su destacada labor al procurar la atención del Estado a la provincia, y en el ejercicio de su profesión en la región. Los reclamos al gobierno por el abandono sufrido en la provincia, que antaño inspirara la figura de este personaje, eran disimulados con los reconocimientos. En el trasfondo de las dedicatorias se intentaba reflejar que la integración socio-económica de la región con el Estado se había fortalecido, en relación con la situación que se presentaba dos décadas atrás. Al menos en el plano de la identidad, el fomento de la fiesta de la Anexión en la provincia era reflejo de ello. Guanacaste ya había logrado tener presente cada año el culto al lento proceso de integración con Costa Rica. Pero en el resto del país seguía estando pendiente la consolidación de dicho ritual.
En 1969, Monseñor Román Arrieta cuestionaba el progreso que se decía que había alcanzado la provincia, del cual no eran partícipes las personas más humildes, y atribuía la responsabilidad de ello a la falta de solidaridad de unos pocos, respecto a las mayorías, pues:
Dios ha bendecido a esta provincia, tanto en sus pampas y costas como en el altiplano y sus montañas. La mano del hombre laborioso abriendo surcos en la madre tierra, depositando cimientos en su cálido regazo, empuñando la palanca del tractor en sus anchurosos campos agrícolas y cuidando de los hatos en los dilatados y verdes repastos, irá amasando los bienes materiales que por explícita voluntad de Dios a de asegurar, no sólo a unos pocos, sino a todos los guanacastecos, un futuro mejor, más digno y más humano. Soñamos en el día en que la riqueza generada gracias al trabajo de nuestros hombres esforzados, signifique una dieta mejor para nuestros humildes campesinos, una vivienda decente para nuestros sufridos sabaneros y el pan de la educación y la cultura para las multitudes que lo reclaman con justicia. Pero mientras el amor no nos lleve a descubrir en el hombre más humilde su innata grandeza, ¿podrá nuestro sueño convertirse en realidad? No se trata, creemos, de derribar al que a fuerza de trabajo honrado se hubiera levantado, sino de levantar con nuestra solidaridad, justicia y desprendimiento al que estuviere caído (La Nación, 1969, p. 66).
Sin duda, cuando los discursos de la cenicienta –y los que posteriormente buscaron contrarrestarlos– hablaban del rezago vivido y superado, faltaba la consideración de un desarrollo planificado que incluyera a la población de menos recursos, que era la mayoría. Estos se habían desarrollado principalmente en concordancia con el devenir de las producciones agropecuarias predominantes en la región. De hecho, se configuraban para servir a su favor en la tarea de acaparar los fondos públicos que el Estado gestor destinaba a la expansión de la producción nacional a las áreas periféricas.
Pero si en el ámbito socioeconómico, brillaban por su ausencia, en estos discursos, la inclusión y la equidad social; sí se buscó fomentar la fiesta de la Anexión para mantener una identificación sociopolítica generalizada con tales proyectos. El sector educativo fue crucial en la labor de difundir y construir el arraigo con este conjunto de rituales. De hecho, hacia el final del periodo en estudio, la fusión de los eventos de las autoridades políticas con los actos escolares se materializaba en desfiles realizados en espacios públicos, lo cual permitió un alcance más amplio de la celebración, en términos de la cantidad de personas que participaban en ella. Sin embargo, la instancia educativa no era suficiente, porque la mayor parte de la población continuaba manteniéndose al margen de las aulas escolares y colegiales. Por tanto, resultaron relevantes las celebraciones adicionales que apuntaban al goce colectivo, de las cuales los bailes populares fueron, quizás, la práctica más extendida.
Así las cosas, el reclamo regionalista de que la fiesta de la Anexión debía ser emprendida en todo el país –en agradecimiento a los grandes aportes que había traído a la nación tan generosa decisión–, permanecía vigente todavía hacia la conmemoración del sesquicentenario. Si bien, se habían vuelto comunes la práctica de algunos desfiles, actos cívicos escolares, y protocolos públicos de las autoridades políticas que permitían un conocimiento ampliado del motivo de la fiesta; la celebración, fuera de la provincia, se daba básicamente en la capital y en algunos centros poblacionales, pero no se había generalizado en la totalidad del país. En Guanacaste, en cambio, la fiesta ya había logrado consumarse localmente. Acá, el tema de fondo lo constituía la integración que había alcanzado la región guanacas-teca con el Estado-nación costarricense; que permitía el control del segundo sobre la primera para lograr la participación generalizada de la población en la dinámica económica promovida por el Estado gestor. En ese sentido, faltaría precisar mejor la participación efectiva de la generalidad de la población en el progreso material al que apuntaban los discursos que hemos analizado.
En la actualidad, es fácil percibir cómo cada 25 de julio se emprende la fiesta a nivel nacional. Por ello, queda pendiente la exploración del rumbo que tomó su desarrollo posterior a 1974. En ese periodo, el modelo de Estado en Costa Rica dejó de ser gestor de la economía y se encaminó por las arcas de las tendencias neoliberales. Este modelo, a pesar de que supone reducir la intervención del aparato estatal, para dejar los asuntos de esta índole en manos de la iniciativa privada, parece haber continuado reforzando la unidad nacional en torno a sí, mediante la promoción de la fiesta de la Anexión. Posiblemente estemos ante una de las disyuntivas contemporáneas: el crecimiento económico en un sistema capitalista neoliberal necesita de la continuidad de los Estados-nación para mantener la estabilidad social que el mercado requiere.
Por último, este trabajo deja la interrogante del papel que pudo haber jugado la fiesta de la Anexión en la consagración de los cánones del folclor nacional. Como es sabido, gran parte de las representaciones folclóricas de Costa Rica son asociadas a algunos elementos culturales desarrollados en la región guanacasteca; pero no existe certeza del significado histórico de muchas de ellas, ni de la forma cómo fueron incorporadas al utillaje de la patria. En ese sentido, la fiesta –en el marco de la segunda modernidad cultural–, al haber sido la plataforma principal de difusión de algunos símbolos culturales de la región, podría resultar un escenario clave de su desarrollo.
* Se le agradece profundamente a la profesora Andrea Montero por su guía incondicional y exhaustiva en cada una de las etapas de este trabajo. También al profesor David Díaz y a la profesora Soili Buska, por sus orientaciones y lectura. A la profesora Saray Córdoba, Marcela Alfaro, y Valeria Vargas por las correcciones de estilo. Finalmente a Aura Salas, por su apoyo total y permanente.
1 Recita de la siguiente manera: “Artículo 1o.- Declárase Día de Fiesta Nacional el 25 de julio de cada año como justo reconocimiento del país a los pueblos del antiguo partido de Nicoya en la fecha de su incorporación al Estado de Costa Rica.” ARCHIVO DE LA ASAMBLE LEGISLATIVA, Gobernación, 6 de julio de 1956. Decreto Nº 2034, f.19.
2 Otras obras han abordado esta perspectiva en Costa Rica. David Díaz en su tesis sobre la fiesta de la independencia maneja el tema del papel de las fiestas civiles en la construcción del Estado y del espacio público. El mismo autor ha señalado que la fiesta de la batalla de Rivas el 11 de abril sirvió de plataforma entre 1915 y el 2006 para difundir las celebraciones en torno a la figura de Juan Santamaría. En ellas ha observado el pasado social formalizado, es decir, cómo se ha dado la construcción pública del pasado desde el presente por intelectuales de las élites políticas y económicas. Además, se refiere a la dimensión política de la memoria al plantear que esta es modelada mediante los actos cívicos, a partir del contexto político. Para abonar y moldear la memoria, a cada una de las fiestas patrias les son creadas expresiones simbólicas. De tal tipo son el Himno Nacional y la figura del Héroe Juan Santamaría. Tanto los símbolos como los rituales patrios son empleados para representar el pasado en el presente. Díaz Arias, David, Historia del 11 de Abril, Juan Santamaría entre el pasado y el presente (1915-2006), San José [Editorial de la Universidad de Costa Rica], 2006; y Díaz Arias, David, La Fiesta de la Independencia en Costa Rica, 1821-1921, San José, [Editorial de la Universidad de Costa Rica], 2007. (Díaz, Historia del 11 de abril, Juan Santamaría entre el pasado y el presente (1915-2006), 2006) (Díaz, La Fiesta de la Independencia en Costa Rica, 1821-1921, 2007)
3 Los tres elementos nos hablan de procesos de cambios y continuidades. Son las formas acogidas por el historiador David Díaz en el estudio de las experiencias del caso costarricense. Él lo ha expresa de una manera más sintética al decir que las fiestas patrias son:“tradiciones inventadas que fueron creadas por actores específicos de la construcción del Estado-nación moderno, con el objetivo de inventar la nación y modelar un pasado oficial para celebrar los orígenes de esa nación.” Díaz Arias, David, “Pequeños patriotas y ciudadanos: Infancia, nación y conmemoración de la independencia en Costa Rica, 1899-1932“, Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, Nº 25 (primer semestre del 2011), p. 86. (Díaz, Pequeños patriotas y ciudadanos: Infancia, nación y conmemoración de la Independencia de Costa Rica, 1899-1932, 2011)
4 Este término es sólo una de las formas empleadas para designarlo en las diferentes disciplinas académicas. Lo hemos escogido porque nos interesa resaltar la función gestora de la economía y de la cultura nacionales que cumplió el Estado en este periodo.
5 Rovira enfatiza en la intención de expandir el modelo económico capitalista en Costa Rica, que tenía el Estado en este periodo. De hecho, lo llama Estado intervencionista porque observa cómo este buscó intervenir la economía mediante el establecimiento de empresas públicas e instituciones autónomas, además de regular las actividades privadas con medidas como la nacionalización bancaria. Rovira Mas, Jorge, Costa Rica 1948-1970: Clases sociales, Estado y política económica; una perspectiva sociológica. San José, [Editorial de la Universidad de Costa Rica], 1980, pp. 39-63. (Rovira, 1980)
6 Por ejemplo, en 1969 la señora Emilia Prieto realizó una investigación sobre las canciones folclóricas del país, para lo cual clasificó el territorio nacional en tres regiones: Guanacaste, Limón y el resto. Hacia 1971 había logrado abarcar sólo al primero de estos sectores. Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, Informe de Labores del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, enero-abril. San José, 1971, p. 10. (Prieto, 1971)
7 En el caso de la producción cañera el Estado intervino mediante la fijación de precios y la asignación de cuotas para consumo interno y para la exportación. También, a partir de 1971, se estableció que el Sistema Bancario Nacional debía corresponder con la producción de caña mediante el otorgamiento de facilidades crediticias. En la producción de arroz, por su parte, fueron aplicados aranceles proteccionistas, recursos crediticios y públicos y precios de compra favorables. Arroyo Blanco y León Sáenz, Desarrollo histórico del sector agroindustrial de la caña, ..., pp. 194, 205 y 305.
8 Sin embargo, Díaz no incursionó en las formas que adquirió el proceso completo mediante el cual cobró vida de manera tácita y definitiva la fiesta en Guanacaste ni en el resto de Costa Rica.
9 Por ejemplo, en 1943, abrió la convocatoria para participar de un concurso literario con el objetivo de impulsar ante la Asamblea Legislativa la declaración del 25 de julio como Día de Fiesta Nacional. Las creaciones debían ser sobre temas económicos, reseñas históricas y cuestiones folclóricas, y se insistía en el requisito de ser obras con “carácter guanacasteco”, lo cual significaba que correspondiera con los elementos culturales que eran asociados a la región. El Guanacaste, 1 de agosto de 1943, [p. 1].
10 El Guanacaste, julio de 1955, [p. 2]. (El Guanacaste, 1955)
11 El Guanacaste, 30 de junio de 1947, [p.4] (El Guanacaste, 1947); Diario de Costa Rica, 28 de julio de 1951, [p.4] (Diario de Costa Rica, 1951); Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1950 (Diario de Costa Rica, 1950), [p.8]; La Nación, 25 de julio de 1950 (La Nación, 1950); La Nación, 24 de julio de 1952 (La Nación, 1952); La Nación, 24 de julio de 1955, [p. 53] (La Nación, 1955).
12 El Guanacaste, 10 de julio de 1944, [p. 4] (El Guanacaste, 1944); Diario de Costa Rica, 27 de julio de 1951, [p.7] (Diario de Costa Rica, 1951); Diario de Costa Rica, 31 de julio de 1951, [p. 4]; Diario de Costa Rica, 24 de julio de 1955, [p. 9] (Diario de Costa Rica, 1955).
13 La Nación, 26 de julio de 1955, [p. 39] (La Nación, 1955).
14 La Nación, 25 de julio de 1959, [p. 15]; La Nación, 24 de julio de 1960, [p. 11]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1961, [p. 2]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1953, [p. 4]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1971, [p. 4]; La Nación, 24 de julio de 1971, [p. 4]; La Nación, 24 de julio de 1971, [p. 52]; La Nación, 24 de julio de 1958, [p. 6]; La Nación, 25 de julio de 1958, [p. 17]; La Nación, 26 de julio de 1960, [p. 25]; Diario de Costa Rica, 26 de julio de 1972, [p. 16]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1972, [p. 4]; La Nación, 26 de julio de 1969, [p. 62]; La Nación, 25 de julio de 1971, [p. 93]; La Nacion, 25 de julio de 1974.
15 La Nación, 25 de julio de 1956, [p. 4] (La Nación, 1956).
16 La Nación, 25 de julio de 1960, [p. 11]; La Nación, 26 de julio de 1962, [p. 28]; La Nación,24 de julio de 1964, [p. 44]; La Nación, 25 de julio de 1964, [p. 40]; La Nación, 24 de julio de 1965, [p. 53]; La Nación, 24 de julio de 1966, [p. 49]; La Nación, 25 de julio de 1964,
17 La Nación, 24 de julio de 1964, [p.2]; La Nación, 24 de julio de 1964, [p. 46]; La Nación, 24 de julio de 1968, [p. 47] (La Nación, 1968).
18 La Nación, 26 de julio de 1960, [p. 25]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1964, [p. 9]; Diario de Costa Rica, 27 de julio de 1964, [p. 7]; La Nación, 26 de julio de 1967, [p. 6]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1972, [p. 6]; La Nación, 25 de julio de 1972, [p. 28]; La Nación, 24 de julio de 1967, [p. 20]; La Nación, 26 de julio de 1970, [p. 4]; Diario de Costa Rica, 26 de julio de 1971; Diario de Costa Rica, 26 de julio de 1971, [p. 15]; La Nación, 25 de julio de 1972, [p. 2]; La Nación, 24 de julio de 1967, [p. 20]; La Nación, 26 de julio de 1967, [p. 14]; La Nación, 24 de julio de 1968, [p. 47]; La Nación, 25 de julio de 1969, [p. 54]; La Nación, 25 de julio de 1969, [p. 76]; La Nación, 26 de julio de 1970, [p. 6]; La Nación,24 de julio de 1971, [p. 74]; y La Nación, 26 de julio de 1971, [p. 2].
19 Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1958, [p. 20]; La Nación, 25 de julio de 1972, [p. 31]; La Nación, 24 de julio de 1956, [p. 17]; La Nación, 24 de julio de 1959, [p. 6]; La Nación,24 de julio de 1959, [p. 17]; La Nación, 24 de julio de 1959, [p. 18]; La Nación, 24 de julio de 1959, [p. 34]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1959, [p. 11]; La Nación, 25 de julio de 1968, [p. 2]; La Nación, 25 de julio de 1968, [p. 81]; La Nación, 26 de julio de 1968, [p. 35]; La Nación, 26 de julio de 1968, [p. 71]; La Nación, 24 de julio de 1971, [p. 59]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1959, [p. 12]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1961, [p. 4]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1964, [p. 31]; La Nación, 25 de julio de 1967, [p. 14]; La Nación, 25 de julio de 1969, [p. 63]; La Nación, 26 de julio de 1970, [p. 6]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1971; La Nación, 24 de julio de 1968, [p. 56]; La Nación, 25 de julio de 1969, [p. 48]; La Nación, 24 de julio de 1971, [p. 65]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1972; La Nación, 24 de julio de 1964, [p. 48]; La Nación, 24 de julio de 1967, [p. 53]; La Nación, 24 de julio de 1968, [p. 64]; La Nación, 24 de julio de 1971, [p. 54]; La Nación, 24 de julio de 1964, [p. 43]; La Nación, 24 de julio de 1966, [p. 70]; La Nación, 24 de julio de 1968, [p. 56]; La Nación, 24 de julio de 1957; La Nación, 25 de julio de 1969, [p. 69]; La Nación, 26 de julio de 1955, [p. 39]; La Nación, 24 de julio de 1956, [p. 38]; La Nación, 24 de julio de 1967, [p. 68]; La Nación, 24 de julio de 1970, [p. 37]; La Nación, 25 de julio de 1974; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1972; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1971; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1964, [p. 31]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1961,
[p. 4]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1959, [p. 12]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1959, [p. 19]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1959, [p. 11]; Diario de Costa Rica, 25 de julio de 1958, [p. 20].
20 La Nación, 26 de julio de 1964, [p. 16] (La Nación, 1964); La Nación, 24 de julio de 1969,
[p. 18] (La Nación, 1969); La Nación, 25 de julio de 1969 (La Nación, 1969), [p. 14]; La Nación, 25 de julio de 1969, [pp. 45, 48]; La Nación, 26 de julio de 1970, [p. 8] (La Nación, 1970); La Nación, 25 de julio de 1971, [p. 68] (La Nación, 1971); La Nación, 26 de julio de 1970, [p. 30] (La Nación, 1970); y Diario de Costa Rica, 24 de julio de 1973 (Diario de Costa Rica, 1973).
21 La Nación, 24 de julio de 1966, [pp. 16, 22] (La Nación, 1966); La Nación, 24 de julio de 1967, [p. 20] (La Nación, 1967); La Nación, 25 de julio de 1969, [pp. 42, 75] (La Nación, 1969); y La Nación, 25 de julio de 1969, [p. 72] (La Nación, 1969).
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