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David J. Luquetta Cediel Antonino Vidal Ortega
Chimila, vida material, sistema colonial, occidentalización, choque cultural.
Chimila, material life, colonial system, westernization, cultural shock.
Fecha de recepción: 8 de julio, 2013 - Fecha de aceptación: 20 de enero 2014
La llegada de los españoles al Nuevo Mundo trastocó la organización social de los diferentes pueblos nativos del continente. A nivel general, durante tres siglos, las comunidades que habitaban este territorio fueron obligadas a transformarse en su interior, bien para someterse a las imposiciones colonizadoras, o para enfrentarlas. En nuestro caso, tomamos como referencia los pueblos Chimilas, representante de los no conquistados desde mediados del siglo XVIII y principios del XIX; momento en que se evidencia un aumento de las entradas militares y en contraposición, una mayor resistencia indígena, lo que da como resultado en un mestizaje cultural que transformó el paisaje social.
The arrival of the Spanish in what will eventually was called Indies all social, political, economic and cultural life of this continent was overturned. In general, for over three centuries, the communities
that inhabited this vast area were forced to be modified, either to submit to the impositions of the
settlers, or to face them. In our case, we take as reference Chimila community, representing the non conquered Indians, temporarily located in the mid seventeenth century and the mid eighteenth century. At this time it is shown an increase in military entries by the Spanish, and in contrast, the greater power of resistance of the natives against these assaults, resulting in a socially cultural syncretism that transformed this space.
El presente trabajo se enmarca dentro de un proyecto de investigación que ha venido realizando el grupo Arqueología, Historia y Estudios Urbanos del Caribe de la Universidad del Norte. Su objetivo es comprender las formas de vida de los pobladores de un amplio territorio, que en tiempos de la colonia se llamó la gobernación de Santa Marta.
Este territorio estaba poblado por grupos humanos que se vieron afectados, desde el siglo XVI en adelante, por el proceso de occidentalización que impuso el imperio español durantetres siglos;del cual resultaron dos situaciones distintas: Por una parte encontramos los pueblos aborígenes que se sometieron e iniciaron una adaptación al nuevo sistema social, mestizando su cultura, por lo cual se les denominó indios pacíficos(Gruzinski, 2000). Por otra, encontramos a los pueblos que ejercieron oposición directa a la dominación, llamados estosindios no conquistados
o salvajes, los cuales entraron en guerra abierta contra el sistema colonial y fueron sistemáticamente enfrentados en campañas militares.
Para el interés de este trabajo centraremos nuestra atención en los pueblos que no se sometieron a las exigencias colonizadoras. Pueblos que no dejaron registros escritos, lo que nos obliga a tomar como fuentes las propias de los españoles, las cuales tratamos de releer (Clifford y Geertz. 2002),extrayendo descripciones indirectas de las costumbres y formas de vida de dichos pueblos1.En el territorio en el que concentramos nuestra investigación,se denominó Chimila a esta población indígena y su enfrentamiento trascendió los límites de la colonia.
La región objeto de estudio,situada en los márgenes del espacio colonial, se puede ubicar de este a oeste entre los ríos Cesar y Magdalena, respectivamente, y al sur en los valles de la Depresión Momposina, formados por el encuentro de ambos ríos y por el norte hasta la Ciénaga Grande y Sierra Nevada de Santa Marta (Reichel-Dolmatoff, 1946). Fue un territorio selvático habitado por pueblos originarios sometidos a programas de poblamientos, trasvases de influencias culturales y establecimiento de límites del poder político administrativo. Límites muy difusos, poco claros y con retrocesos y avances continuos. Este fenómeno se produjo por la evangelización misionera, las expediciones punitivas o el establecimiento de puestos defensivos que protegían rutas y circuitos comerciales y sobre todo, por la acción silenciosa y tenaz de los colonizadores de la frontera(Bernabeu, 2010), (Vidal y Baquero, 2007).
Durante la segunda mitad el siglo XVIII la gobernación de Santa Marta estuvo lejos de tener una frontera estática e inamovible, toda vez que en ella interactuaron, necesariamente y de modos muy diversos, la población autóctona de la región y los grupos que se iban integrando al territorio. Este espacio fue conformado por españoles, mestizos y negros esclavizados, mulatos, zambos e indios sedentarios, quienes se fueron adaptando a esta nueva forma de vida. La extracción de maderas preciosas, las plantas tintóreas, el cacao, la miel, los bálsamos, el carey, las pieles de animales exóticos, como el venado, y la introducción del ganado doméstico; cambiaron el paisaje y la relación de los hombres con la naturaleza (De la Rosa, 1975). Por ende, se dio una sangrienta lucha entre las comunidades indígenas y los nuevos pobladores criollos, encabezados en ocasiones por los representantes de la Corona. En todo caso, como sostuvo el antropólogo Henning Bischof(1983), los indígenas, en este caso los Chimila, sin distinción alguna, no se rebelaron para mantener sus ideas ancestrales, sino para protegerse de la exagerada explotación económica. De la misma manera, que para defender su forma de vida y de supervivencia(Langebaek, 2007).
Indudablemente se trataba, desde la mirada occidental, de un territorio riquísimo por explotar. La colisión de las dos culturas y de sus respectivos modos de vida fue inevitable y la colonización modificó el medio, afectando el estilo de vida de los indígenas. El padre Antonio Julián(1854), testigo de la época, decía,bajo esta perspectiva, acerca de las inmensas posibilidades económicas de la selva:
En orden a bálsamos, resinas y leños estimabilísimos de la provincia de Santa Marta, pudiera decir mucho, como también de la canela y pimienta, pájaros
hermosísimos, animales comestibles, y fieras de los montes, caimanes o
cocodrilos, abundancia de peces en los ríos y otras muchas cosas(1854).
De esta manera, la necesidad de pacificar a los naturales, de poblar de españoles el territorio y lograr el control de estas nuevas posesiones en tierras Chimilas fueron los objetivos de los representantes de la Corona y los móviles prioritarios para ellos(Muñoz, 2007). De ahí surge el permanente afáninstitucionalizador de los funcionarios de la colonia y la urgencia de crear instrumentos de dominio, además de garantizar la soberanía de los espacios conquistados. De esta manera, podrían resguardar los reales derechos a la propiedad de la tierra y asegurar los beneficios de explotación de los recursos humanos y naturales, así como la gobernanza de los individuos(Osante, 2010), (Herrera, 2002).
Los grupos nativos denominados Chimila, apelativo con el que se conocía de manera general a los habitantes no conquistados de esta área, incluyeron posiblemente a diversos grupos étnicos(Sæther, 2005). Ante los ojos de los españoles todos los indígenas eran iguales y probablemente esto influyó en el hecho de que, al explorar un territorio conformado por inmensas selvas desconocidas y un terreno virgen para los colonizadores, los Chimila o habitantes naturales fueron invisibilizados, porque nunca fueron incluidos en el sistema de trabajo de las encomiendas (Ellison y Mauri, 2009).
Para elaborar el presente trabajo hemos revisado varias colecciones documentales y fuentes de archivo. Son testimonios que los españoles, desde su mirada occidental, nos legaron y es la única evidencia que existe para reconstruir las formas de vida de los pueblos que se resistieron a las imposiciones del sistema colonial. Centramos nuestro esfuerzo en dos testimonios de la época. En primer lugar, el libro La perla de América, Provincia de Santa Marta que escribió el jesuita Antonio Julián, quien arribó al Nuevo Reino en el año de 1749 para fundar una misión y evangelizar a los goajiros, proyecto quenunca llegó a materializarse. Sin embargo, Julián recorrió el interior de la gobernación varias veces antes de su traslado definitivo a Bogotá, donde pasó a impartir cátedra en la Universidad Javeriana hasta 1767,año en que los jesuitas fueron expulsados de América. Durante el tiempo que alcanzó a vivir en este territorio, escribió una relación detallada de la gobernación de Santa Marta. Esta obra ofrece, por una parte,la descripción de la geografía del lugar, de su naturaleza y de las costumbres de sus habitantes; y por otra, formula una crítica, no del proceso, sino de la forma en que los colonizadores llevaron a cabo las campañas de poblamiento y el exterminio de nativos.
En segundo lugar, revisamos el libro La floresta de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad y provincia de Santa Marta, escrito por el alférez y alcalde ordinario de esta provincia José Nicolás De la Rosa,a mediados del siglo XVIII. Estetexto presenta una descripción completa de la provincia y abunda en valiosas y elaboradas imágenes etnográficas de sus habitantes, hace referencias acerca de su riquísima biodiversidad selvática y relaciones detalladas de las personas que ocuparon cargos eclesiásticos y administrativos en representaciónde la Corona. De la Rosa,a pesar de su óptica occidental, quizás de manera inconsciente, nos permite entrever la forma de vida de los “salvajes” de la provincia. Nos ofrece una mirada que va desde lo general a lo particular,para evidenciarla existencia de una organización estructurada a nivel social, político y cultural, en esta región.
Por último, en cuanto a fuentes primarias, exploramos dos vetas principales. La primera, la colección documental que nos legó José M. de Mier, descendiente del Caballero de la orden de Santiago y Mariscal de Campo José Fernando de Mier y Guerra. El autor nos proporciona una transcripción de documentos querecopilan las memorias desu familia, enmarcados en la expansión de la frontera agraria hacia el interior de las selvas ocupadas por los nativos. Así, cuenta la trayectoria de De Mier y Guerra, quien fuera encomendado por el virrey Eslava para fundar pueblos en la gobernación de Santa Marta. Su labor principal fue la pacificación del territorio y la dominación de los Chimila. Sin embargo, se evidencia un doble interés: por una parte, De Mier intentaba abrir rutas despejadas de las asechanzas de los indios salvajes, que permitieran el libre tránsito de mercancías, pasajeros y ganados desde sus haciendas, para abastecer a Santa Marta y Cartagena, ciudades que eran sometidas constantemente a los ataques ingleses,por lo que estaban siempre necesitadasde apoyo de hombres y abastos. Por otra parte, trataba de incentivar el poblamiento blanco de la región, lo cual se concretizó en la fundación de veintidós pueblos y caseríos de gente libre. Esta es una colección documental extensa y llena de abundante información que hasta el momento ha sido poco usada por los estudiosos del pasado.
Y en segunda instancia, se acude al fondo Caciques e Indios del Archivo General de la Nación -en adelante AGN- donde nos centramos de manera concreta en los diarios de guerra de las entradas al territorio Chimila: Un texto de 1765 que relata la partida al mando de Pedro Melchor de la Guerra y Vega y el otro, la expedición dirigida por José Joaquín Zúñiga, en 1768. Estos diarios proporcionan mucha información y, aparte de las relaciones militares de los hombres del rey, se han extraído descripciones etnográficas de las viviendas, los cultivos, los rituales religiosos y los métodos de defensa frente a las autoridades coloniales. (Archivo General de la Nación, 1765 y 1768)
En general, la comunidad Chimila ha sido objeto de un número considerable de investigaciones desde diversas áreas de las Ciencias Sociales. En primer lugar, se han hecho esfuerzos por llevar a cabo una lectura de las fuentes, en aras de establecer un marco histórico del proceso de desarrollo de este grupo humano desde el inicio de la occidentalización. Este fenómeno se inicia con la conquista europea –campañas de pacificación, evangelización y fundación de pueblos, entre otros elementos- hasta el proceso de conformación del Estado-Nación, a comienzos del siglo XIX. Del mismo modo, desde principios de siglo XX hasta mediados del mismo, la antropología llevó a cabo trabajos que detallan representaciones etnográficas de la cultura Chimila.
A continuación hacemos un breve balance de los avances que se han llevado a cabo en torno a la historia y comprensión de la cultura Chimila.En cuanto a lo que refiere a los historiadores, se ha realizado un esfuerzo por reconstruir los procesos históricos de la comunidad. Esta labor está sustentada en la dispersa y no muy abundante documentación colonial,que se conserva en los fondos del Archivo General de la Nación,en el período de tiempo enmarcado entre los siglos XVI y
XIX. También en el Archivo General de Indias en Sevilla, y sobre todo, en los testimonios que dejaron algunos cronistas y viajeros que exploraron la región, entre los que destacan Fray Pedro Simón, José Fernando de Mier y Guerra, el padre Antonio Julián, Antonio Narváez de la Torre, Jorge Isaacs y José Nicolás de la Rosa. En general, la mayor parte de los resultados que presentan son narraciones descriptivas, que no ahondan mucho en la compresión de la organización social de este pueblo. Estos trabajos dan cuenta de la tenacidad del grupo y lo aferrado que estaba al territorio. La ubicación de los Chimila va desde Valledupar al oriente, hasta el río Magdalena al occidente, y desde la Ciénaga Grande de Santa Marta al norte, hasta la depresión Mompoxina al sur (Figura 1).
Figura 1. ubicación de los Chimila
Asu vez, un grupo de historiadores y arqueólogos entre los que destacan Edgar Rey Sinning, Magda Lalinde Sarmiento, Eduardo Posada Carbó, Carl Langebaek y Alberto Abello Vives ahondan, en sus análisis, en la idea de la escasa complejidad social de esta comunidad. De la misma manera, argumentan que su subsistencia se basó en los recursos que la naturaleza les proveía. Otra característica constante, que resalta en estas interpretaciones, es el continuo enfrentamiento que sostuvieron los indígenas “bárbaros” con los españoles pacificadores, debido al interés que demostraban estos últimos en la expansión de la frontera agraria y minera hacia el territorio de los nativos. Dichos enfrentamientos estuvieron motivados por la biodiversidad de flora y la riqueza de recursos naturales que albergaba esta zona. También se resaltan los episodios de luchas que se dieron durante los tres siglos, originadas
en campañas “pacificadoras” para doblegar a los indígenas, a través de la guerra
y la evangelización, con el propósito de occidentalizarlos, proceso quese acentuóa
finales del siglo XVIII y sobre todo, durante el XIX.
Desde el punto de vista de la Antropología, el propósito de las investigaciones ha sido elaborar un panorama etnohistórico que trataaspectosculturalesde los pueblos Chimila. Sin embargo, se presentan algunos vacíos en cuanto a los enfoques utilizados para abordar estos trabajos, tal es el caso de los trabajos de Reichel-Dolmatoff, entre otros.En gran parte,se obvia la importancia que tienen los procesos históricos enmarcados en un territorio y cómo se establece una relación directa entre este y la cultura. Esta idea se mencionará más adelante, al tomar como referente los enunciados de Nicolás Ellison (2007)y Philipe Descolá(2003),sobre este tema.
Otra limitante evidente es la escasa información bibliográfica que se encuentra con respecto a esta comunidad. Los estudios etnográficos de Juan Camilo Niño (2008)y Judith Ballesterosse enfocan enel análisis de las costumbres y hábitos de este grupo humano. Valdría la pena hacer mayor hincapié, como se insiste en líneas anteriores, enla relación de las representaciones culturales con el territorio,aportes que enriqueceríanel nivel de comprensión de la forma de vida de estos pueblos.
Por su parte Carlos Uribe Tobón(1987), (1977)y María Dolores González Luna (1991) han llevado a cabo trabajos más completos, desde el punto de vista de la historia social, lo que implica un panorama más amplio para la comprensión de los procesos históricos que enfrentaronlos pueblos Chimila. En sus estudios relacionan las distintas fases de integración del territorio al Estado colonial, primero, y nacional, después. Marta Herrera Ángel(2006) también ha enriquecido la perspectiva histórica del control del territorio por parte del Estado con una obra densa en información geográfica e histórica.En distintos escritos ha delimitado como eje central de su trabajo las dinámicas de poblamiento,que se han ocasionado, en lo que se ha delimitado como campo de acción de esta comunidad.
La existencia cotidiana de los indígenas se vio trastocada,en general,por la adhesión, más o menos sincera, de los estratos dirigentes a la sociedad de los vencedores. Asimismo, el papel activo de los indios de laIglesia y la desaparición del aparato de los antiguos cultos, sustituido por instituciones cristianas, ayudó a que
este proceso se intensificara. La explotación colonial en las formas más diversas y brutales yel colosal abatimiento demográfico dejó su huella en la historia de las
comunidades nativas de esta región(Gruzinski, 2004), (Wachtel, 1976).
Por su parte, las políticas evangelizadoras y de poblamiento contribuyeron a debilitar el arraigamiento territorial de los grupos que se habían salvado de la muerte. Se generó entonces la transformación de sus costumbres y la adaptación a nuevas forma de vida para su supervivencia. Los procesos que se generaron en todo este territorio y que, como afirma Hugues Sánchez(2011), tuvieron sus inicios a comienzos del siglo XVIII,conllevaron una expansión agropecuaria de la frontera. Este fenómeno dio como resultado el proceso de mestizaje y la aparición de sitios de libres.
Para el sistema colonial y sus representantes, todo lo demás eran territorios inhóspitos, desconocidos y salvajes, por ende, sus habitantes eran bárbaros en oposición a los dominados, descripción que tomamos de las relaciones documentales conservadas. Por esta razón, pensamos que en este territorio, a todos los nativos que no se dejaron conquistar,se les otorgó el apelativo de“Chimila”.Probablemente una simplificación que esconde detrás de sí las diferencias que el orden colonial no se molestaba en entender, para ocultar las verdaderas intenciones de sus protagonistas(Sæther, 2005). Las cuales, afirmamos, eran la apropiación de los recursos naturales y su explotación. A partir de esta apropiación hostil por parte de los españoles, los nativoscontraatacaron y defendieronsu territorio por dos razones: por una parte, este era su hábitat y su medio de subsistencia; por otra, los colonizadores estaban modificandola relación que los indígenas habían establecido con su entorno, es decir, con la naturaleza.
Para legitimar la guerra fue necesario llevar a cabo una campaña de evangelización y así hacer entrar a los habitantes de estos territorios en el “celo de la Santa Madre Iglesia Católica”. Cuando ejercían resistencia y ademásno aceptaban las imposiciones para defender su cultura, se les denostaba y se les daba el tratamiento de bárbaros. Según De la Rosa(1975),a los indios no conquistados se les asemejaba con los “Caribe”, calificativo que merecían “por el horroroso y abominable vicio de comer carne humana, como lo continúan hasta estos tiempos muchos de los conquistados”. También el padre jesuita Antonio Julián(1854)se refería a ellos diciendo:“Es nación bárbara, porque nunca conquistada, a lo menos por entero, ni evangelizada, queda sin cultura, viviendo entre las negras sombras del gentilismo, ni aún se sabe a qué Dios adora”.
Pero,¿de dónde proviene la denominación Chimila? Según De la Rosa(1975),
los españoles definen a los indios “que por corruptela llaman Chimilas, siendo su
propio apelativo Chimiles, que es lo mismo que muchedumbre, porque fueron tantos que aún excedían a los moscas”. Aunque otras referencias examinadas se
refieren a que el apelativo se les dio por la existencia de un cacique que llevaba
este nombre “Chimila”, el cual fue adoptado, a la llegada de los españoles, para el total de las poblaciones no dominadas. Lo cierto es que, no hemos encontrado,
hasta el momento, una explicación razonable y suficiente para entender de dónde proviene el nombre y por ende identificar si fue una denominación propiao solo una
generalización de los españoles.
Otro aspecto que no queda claroes a qué pueblos se refieren cuando mencionan“lanaciónChimila”,designaciónconstanteentodaslasfuentes;situación similar con las referencias a otros grupos que al parecer cohabitaban en este territorio. Así, “Chimila”parece referirse a un sector de los nativos del territorio de la gobernación de Santa Marta. En concreto, denomina a la población que se resistió a la dominación del sistema colonial y al avance colonizador, en la segunda mitad del siglo XVIII. Se propuso un nombre genérico para tratar un problema queencerraba múltiples características, pero que la conquista enfocó y concentró como una única preocupación, es decir, la hostilidad y el rechazo por la sumisiónal nuevo orden.
También es probable que frente al problema de la expansión del sistema colonial estos pueblos sealiaranpara desplegar sus defensas con el propósito de enfrentar y rechazar la conquista de la que eran víctimas. Tampoco, al menos hasta este punto, hemos podido conseguir una cifra que nos aproxime al volumen demográfico de esta población, más allá de algunos datos aproximados de testigos de la época. En este orden de ideas, inferimos que al no estar estructurados en localizaciones fijas y vivir de formatan distinta a los españoles, a estos últimos se les dificultó concretar una cifra exacta acerca desu número.
Antonio de Narváez y la Torre en 1778 afirmaba que: “Los cálculos más verosímiles suponen que los chimilas, que ocupan la provincia de Santa Marta solo serán al día de hoy más de 10 mil en todos, y los Guajiros y demás naciones dependientes que ocupan esta del hacha los hacen llegar a 30 mil”(Ortiz, 2010). Otro testimonio dice que: “era tan corto el número de los Chimila, que apenas llegaba al número de doscientas familias toda la nación (Julián, 1854).
Evidentemente no son datos representativos porque son aislados y de todas formas, es una diferencia muy alta, aún si el núcleo familiar fuera numeroso. Lo que sí es seguro, es que el número de Chimilas se redujo de forma notoria luego de que se propuso, en la segunda mitad del siglo XVIII,el objetivo de conquistar las tierras ocupadas por estos pueblos.
Para comprender la realidad territorial de los Chimilas es necesario abstraerse de las nociones occidentales y modernas de poblamiento. Lo que se desprende de las fuenteses que estos pueblos no ocuparon un espacio determinado que pueda
definirse claramente. La idea que tenían de su territorio se desprende de su modo
de vida, que no era en absoluto nómada. Siempre se movieronal interior de ciertos límites, que establecieron y utilizaron. Se trató de una vasta extensión de tierras en las cuales su movilidad fue constante y organizaron sus formas de subsistencia. También lograron desarrollar cierta infraestructura de caminos y puentes, a pesar de queno se establecieron en núcleos poblados de forma permanente.
El territorio apropiado por estos pueblos se puede dividir en dos ecosistemas bien diferenciados. Por una parte, el primero se sitúa en la depresión momposina, que comprendía ciénagasque se ven alimentadas en abundancia por las crecientes de los cuerpos de agua adyacentes. Y por otra, la región de las llanuras centrales que se trata de zonas onduladas y planas bañadas por el río Ariguaní, lo que la convierte en una selva húmeda tropical de altas temperaturas.
El espacio geográfico que ocuparon corresponde a lo que actualmente son los departamentos del César y Magdalena. Recorre por el oeste las riberas del río Magdalena hasta la ciudad de Mompox, por el sur y por el este las de río César, llegando a la Sierra Nevada de Santa Marta por el norte (Reichel-Dolmatoff, 1946). Por medio de una naturaleza en exceso generosa, se estableció un sistemaprimitivo de rozas, las cuales eran construidas en los lugares de asentamientos, dependiendo de su movilización.
Nos parece importante plantear la relación que este grupo tenía con la naturaleza, debido a que en ese caso, se convierte no en un determinismo sino en una condición que moldea comportamientos sociales.Los Chimila desarrollaron su cultura en tanto interactuaban con la naturaleza. Según Descola(2003), el saber naturalista de las sociedades aborígenes no es solamente gobernado por un razón utilitarista, sino por acciones dinámicas, entre las técnicas de socialización de la naturaleza y el sistema simbólico que las organiza.Por esta razón, la intromisión de los colonosen el territorio Chimilaafectó directamente los basamentos de su cultura, razón por la que se sublevaron contra el nuevo sistema y lucharonpara mantener susmedios de vida.La aparición de animales domésticos, la llegada de formas agrícolas occidentales y el uso de los recursos que hacía el sistema colonial, es decir, la transformación del territorio, significó una ruptura violenta de la relación hombre-
naturaleza. La suma de los cambios en sususos, costumbres y creencias,más los procesos
generados por la conquista, no significaron solamente un cambio en lo político, en lo
ideológico y en lo estructural. El resultado también implicó una ruptura total, desde el punto de vista ecológico, de la relación de los pobladores originarios con su ecosis
tema. En definitiva, el proceso de conquista interrumpió su interacción con el medio
y por ende, trastocó su organización social. Con el avance del sistema colonial, los indígenas fueron perdiendo el espacio natural que los cobijaba y los protegía.
Los Chimilas ocupaban un extenso territorio sin un sistema fijo de asentamiento.Se sabe que sus viviendas eran dispersas, pero a través de los diarios de las partidas se percibe que tenían un sistema organizado de caminos, puentes y casas, que al parecer ocupaban en función, seguramente, de la época del año: lluvias y sequías en mayor medida.
En los testimonios españoles, el territorio era calificado de impenetrable, intraficable o muy denso en vegetación.Recalcan también la habilidad chimila para recorrerlo de manera libre y hábil. Estos pobladores poseían, como ya lo hemos mencionado, una red de caminos muy enrevesados para los españoles, pero para ellos sumamente prácticos y útiles. Sin embargo, por las mismas rutas, los pacificadores pudieron, en muchas ocasiones, acceder a sus campamentos, cultivos o lugares simbólicos.
Se trataba de caminos que comunicaban distintos grupos de viviendas agrupadas siempre en números reducidos: entre dos y seis. A su vez, se bifurcaban constantemente en otros que llevaban a otro conjunto de viviendas y rozas. También se aprecia cómo siempre estos núcleos estaban ubicados cerca de cursos de agua: recurso básico para la subsistencia, la higiene, el refresco y sobre todo para la agricultura.
El diario José Joaquín Zúñiga en 1768describe:“…estaba un puente formado de un palo atravesado por lo alto amarrado con fuertes bejucos en otros dos demás y otra margen, con su fácil subida y bajada compuestas con otros dos maderos y pasamano para sujetarse”(Archivo General de La Nación, 1766).2
Más adelante,relaciona el caminode la siguiente manera.“Con grande barranco de un lado y otro y una palma de diez y ocho o veinte varas que lo atravesaba…Y al
cruzar otro cauce fluvial continúa al que servía de puente un árbol grueso”(Archivo
General de La Nación, 1766, s.f. 979).
A partir de la información comprobamos que cada conjunto de viviendas se unía a través de esta red de caminos. Otro aspecto importante que resalta es que las chozas o ranchos habitados se hallabansiempre cerca de una fuente de agua abundante. Las viviendas se encontraban agrupadas en un número reducido entre dos y nueve, como máximo y excepcional.En la mayoría de las ocasiones,se evidencian la existencia desolodos o tres.También apareceuna sola, pero nunca aislada del resto y debidamente comunicada. Estos espacios se describen como una unidad y son llamados por los expedicionarios“rancherías”.
En otra ocasión se menciona un gran palmar que incluía 25 rancherías, pero se citacomo algo extraordinario y grande para lo corriente. Por lo que se describe, parece ser que los ranchos no se constituían como propiedad de un particular, pues cuando eran abandonados, se dejaban enseres y útiles en el interior. De esta manera, se aseguraba que si otrogrupo llegaba a habitar el lugar, encontrara un mínimo de utensilios básicos para su habitabilidad. Por otra parte, se comenta también que solo dormían en estos lugares en época de lluvias. En la expedición de 1768, un Chimila llamado Carlos, que servía de guía, dijo que “en el verano aquella gente vivía en los montes sin casa, según su costumbre”(Archivo General de La Nación, 1766, f. 1004). En otra parte del mismo diario encontramos la siguiente cita que
refuerza esta afirmación:“Hallamos que en un placer donde estaban habían dormido
aquella noche familia entera, según los rastros de chinos, mujeres y camas (que son palmas en el suelo)”(Archivo General de La Nación, 1766, f.978).
Siguiendo con otros testimonios, siempre es reiterativo el hecho de que donde habíaun grupo de viviendas,aparecía inmediatamente una roza o cultivo.Incluso en los lugares abandonados. Al mismo tiempo un elemento que buscaban las expediciones permanentemente era el fuego, ello facilitaba a los exploradores encontrar dichos lugares. Una prueba fehaciente de su condición dehabitadasera elfuego encendido. Se utilizaba por un lado para la preparación de alimentosy por otro, para ahuyentar a los mosquitos y demás insectos de la selva.
Las plagas de insectos también son un elemento mostradoconstantemente en
estas crónicas. Refierenreiteradamente cómo los indígenas usaban la“vija”, con el
objetivo de protegerse de los insectos y otros animales. Al mismo tiempo, ambos eran utilizadospara la decoración de sus cuerpos, o bien para las guerras o para alguna ceremonia ritual.
Ahora bien, cabe hacer el siguiente cuestionamiento: ¿Para qué servirían estos ranchos fuera de la temporada de lluvias? Sin duda alguna, eran utilizados como lugar de almacenamiento de sus pertenencias, cultivos, alimentos, armas y herramientas, entre otros elementos materiales. En los diarios se expresa que cuando las expediciones ubicaban estos lugares abandonados a la carrera por la huida, dejaban pistas de sus costumbres domésticas. Por ejemplo, en la de 1768 encontramos un pasaje donde se detalla que, al descubrir un rancho aún habitado, los indígenas huyeron y al llegar “encontraron hasta la masa de maíz en la piedra”(Archivo General de la Nación, 1765 y 1768, f.976).Los testimoniosdescriben la tenacidad de los nativos. Estos, al descubrir a los expedicionarios, preferían huir y dejar sus bienes materiales atrás, antes de ser sometidos. En muchos casos, antes de lograr su huída, eran cazados y si la resistencia era mucha se les mataba sin más, sin importar ni edad ni género.
Entre las descripciones de las viviendas se destacan unas más grandes que otras. En general, en un poblado de tres ranchos, se hallaban dos pequeñas y una grande. En las primeras se encontraban los objetos de uso cotidiano. Las grandes, intuimos que eran usadas para reunir a los miembros del grupo con fines espirituales, sociales o de entretenimiento.
Un dato destacado que hayamos repetidamente es que muchas viviendas habían sido abandonadas junto a las rozas y cultivos. Entendemosque lo que no era útil lo dejaban atrás, pues cuando se producían encuentros con los colonizadores,aparecen indígenas descritos cargando elementos básicos de subsistencia, lo cual se convierte en testimonio para reafirmar su carácter de continua movilidad. Algo que inferimos es que los Chimila se vieron obligados a no apegarsea sus viviendas, armas, cultivos y objetos de uso.En general, en la segunda mitad del siglo XVIII, los representantes de la corona comenzaron a llevar a cabo entradas sistemáticas, lo que derivó en el incremento de su movilidad. Claro está, en defensa de lo suyo. Es muy probable que muchos de estos grupos decidieran internarse en la selva, en zonas alejadas e impenetrables, incluso al precio de entregar sin más el espacio que habían habitado desde tiempos prehispánicos.
Los objetos descritos en los ranchos abandonados se pueden clasificar en los siguientes grupos: cocina, armas, caza y pesca; así como variadas herramientas, pertenencias de uso cotidiano y alimentos. En algunos casos también se hallaron elementos que al parecer representaban premios de guerra, entre otros, un freno de caballo, pedazos de un cañón, o incluso ropa de algún español muerto en enfrentamiento.
En general los Chimila se valían del entorno para elaborar susbienes de uso cotidiano. Entre los enseres de cocina aparecen ollas, múcuras, piedras de moler y totumas. Entre las armas se aprecian flechas, púas envenenadas, arcos y múcuras con veneno, y entre los objetos utilizados como herramientas se describen macanas, machetes, hachas y hachuelas. Por último, se mencionan los chinchorros, los que al parecer, por las descripciones, fabricaban con mucha hábilidad. También catabres con paños de lienzo y bancos. Incluso, se mencionan bollos de almidón de achiote,“que es lo que llaman bija y con que se huntan los varones cuando salen a sus hostilidades y las hembras en sus huelgas”(Archivo General de La Nación, 1766, f. 983).3
Un aspecto que aparece profusamente señalado es el de la alimentación de estos pueblos. Los diarios describen sus cultivos y algunas de sus costumbres alimenticias. Al mismo tiempo, los escritos de Antonio Julián y José Nicolás de la Rosa y el informe de Antonio Narváez y la Torre explican los usos alimenticios de estos pueblos en general y ofrecen datos interesantes.
Su subsistencia dependía de los frutos que les ofrecía el entorno, aprove
chando tanto la flora como la fauna, por lo que podemos afirmar que su sistema
de producción se basaba en la silvicultura, rocería, caza y pesca. Los diarios mencionan en detalle los productos cosechados en los ranchos. De este universo vegetal, se destaca el uso que hacían del plátano. De tal modo que, sus desperdicios fueron utilizados por los españoles como pista para rastrear los asentamientos indígenas. Casi en todos los ranchosubicados durantelas expediciones, había junto a ellos extensiones considerables de platanares y achiote. Del mismo modo, muestran cultivos de caña dulce, la cual, en más de una ocasión, se menciona que los nativos la consumían para sus travesías.
En las rozas, serelacionan cultivos de yuca, ahuyama, maíz4, batata, ñame, papayos, frijoles, guandúes, guanoves y bangañas. Todos estos en grandes canti
dades y como se describe, en matas muy frondosas. Asimismo, se refiereel uso de
árboles frutales, de totumos, e incluso albahaca cimarrona.José Nicolás de la Rosa (1975)nos dejó un testimonio importante de cómo los chimila protegían sus cultivos de las entradas de los españoles:
Los indios chimiles limpian en sus tierras los bejuquillos y hojas que brotan
estas raíces por la superficie, y también podan los mástiles de la yuca, dejando
la sementera sin retoño ni señal de sembrado, previniendo con esta cautela que los españoles, cuando entran los veranos a hacer correrías contra ellos, no encuentren por la hoja con los yucales ni batatales, pues conocen que halladas estas provisiones, se detienen en sus tierras y se aumenta la hostilidad(1975, pág. 319).
Por último, también fue común encontrar en los ranchos o cargadas por ellos mismos, las semillas de estas especies vegetales. También aparecen descritos con la planta de la cabuya, de la cual obtenían cuerdas e hilos para la elaboración de mantas y chinchorros.
Cabe señalartambién, que tanto la caza como la pesca fueron complemento de su alimentación. Se halla en la información el consumo de animales silves
tres, sin especificar cuáles. Aunque en la expedición de 1765, al allanar una
casa chimila, estos huyeron dejando todo.Dentro del rancho se encontraron iguanas ahumadas, así como también unas con vida aún. En la misma partida, también se ordenaba que “a los chimila cazados se los alimentara con aves, pezes y carnes montezes de las que acostumbran comer” (Archivo General de la Nación, 1765 y 1768, f. 726).Aparecieron junto a ellas piedras de ahumar y una barbacoa, así como también mencionan actividades relacionadas con la apicultura. Con respecto a la preparación de los alimentos, dice De la Rosa, que no utilizaban sal para condimentarlos: “No usan mucho de la sal en sus comidas, y éstas se reducen a la carne de animales silvestres, ahumada en cuartos, mazamorras del maíz cocido, molido y mezclado con la yuca, batata o ñame, para que hacen sus rocerías y sementeras(1975, pág. 290).
Para concluir esta relación sobre sus costumbres alimenticias, debemos comentar también el uso del tabaco y la chicha. El propio De la Rosa nos amplía esta información diciendo que:“Usan las bebidas que los demás indios”(1975, pág.
290). En este caso, para De la Rosa, los demás indios son los naturales, no Chimila,
sin conquistar de esta región. Lo que da pie para afirmar que la relación entre los
Chimila y otros pobladores era habitual y posiblemente pudieron estar emparentados cultural y socialmente (Isaacs, 1882), (De Mier, 1987).Acerca de esta última idea de la relación entre algunas parcialidades, De la Rosa utiliza diversos y reiterativos ejemplos que giran en torno a la comunicación que existía al interior de la selva de unas comunidades con otras. De hecho, en un sentido más amplio, los Chimila comparten muchos aspectos de su cultura, tanto material como no material. De tal forma que, De la Rosa(1975)dice que en general, para todas estas comunidades se repiten la forma de preparar alimentos y de parir, la realización de prácticas rituales religiosas y no-religiosas y los hábitos de guerra, entre otros aspectos. Agrega así el mismo autor:
…no siendo entre ellos mal vista la embriaguez, más la notan en los blancos que la usan, teniéndolos en poco. Sus continuos licores son la chicha, el guarapo, vocana y vino de palma. La chicha la hacen de maíz cocido puesto a avinagrar; el guarapo de la miel de caña aguada y dejada fortalecer; la vocana de yuca cocida y mascada; y el vino del humor que destila el corazón de la palma curva (1975, pág. 281).
Teniendo en cuenta que todos los frutos eran de uso común entre los Chimila,
cabe pensar que esta afirmación sea dable también a ellos. Para concluir con este
apartado, hay que decir que también se encuentran descripciones acerca de lo que podríamos llamar producción artesanal de útiles. En este caso, tomamos nueva
mente a De la Rosa(1975), quien en su relato de los pueblos pacificados nos orienta
a pensar que los Chimila también tenían dichas prácticas.
…estos pueblos de la costa hilan algodón, tejen hamacas y mantas, hacen sombreros de palma, abanicos y escobas. Otros labran loza basta como tinajas, jarros, ollas y cazuelas… Las indias de la provincia adentro sacan pita y henequén lo hilan, y labran mochilas, alforjas, costales y también hacen alpargatas (1975, pág. 282).
Trataremos ahora, dentro de las posibilidades que nos ofrecen las fuentes, de acercarnos a sus formas de organización social. Los diarios, al momento de narrar los encuentros, atestiguan de sus actividades diarias. De manera más concreta, qué estaban haciendo o cuántos eran. Así pues, es común encontrar a los nativos en diversas actividades. Por ejemplo, yendo de cacería, bañándose en los ríos, caminando por la selva o cocinando. Esto demuestra que no siempre estaban involucrados en enfrentamientos bélicos. Por el contrario, practicaban una vida cotidiana de trabajo, tiempo libre y entretenimiento.
Se menciona siempre su desnudez y que iban pintados de achiote. Como nos muestra el testimonio del jesuita Julián haciendo referencia a los jabalíes que huyen de los chimila “…sienten luego el hedor del achiote, y no entra en el monte donde hay Chimila o huyen al instante que llegan estos a pisar el monte”(Julián, 1854). Aeste mismo respecto dice De la Rosa:
En el mismo sentido andan en carnes, con solo un calabacillo, en las que introducidas las partes de la generación, las ocultan. El cuerpo todo untado de una resina que llamada Vija, para preservarse de la plaga de mosquitos, y con los adornos del turbante vestido de plumas, pelo largo y suelto sobre el rostro, se hacen feroces, ayudando la guazabara de voces (1975, pág. 290).
Un testimonio repetido es el de que estos indígenas nunca iban demasiado
cargados. Por lo general su equipaje era el arco y las flechas para los hombres y
siempre algún recipiente con chicha, o algún alimento. También se acompañaban de achiote, semillas y chinchorros, mochilas y mantas. Era común toparse con grupos de cinco o seis personas entre adultos y niños. Cuando los grupos eran más numerosos había presencia de mujeres.
En la entrada de 1765, se menciona que cuando eran sorprendidos, huían dejando todo atrás: “Con corto número de indios que estaban sentados en el camino como descansando y fue tal la prisa de ello por huir que se dejaron cuantos trastos traían…”(Archivo General de la Nación, 1765 y 1768, f.754).Sin embargo, cuando
era el caso contrario, flecheaban a los españoles con vigor e intensidad, de tal forma que se da testimonio de la agilidad y rapidez en el uso del arco y la flecha:
Arma sus emboscadas, y cuando menos piensa el pasajero, se siente encima
una lluvia de flechas que ocultamente le disparan. Es terrible en todos modos: terrible por sus flechas envenenadas, terrible por vagabunda y corsaria por todos los confines de la provincia y terrible porque mete las asechanzas donde
menos imagina el pasajero incauto. Se mete el Chimila entre matorrales junto al camino real; y una hoja, como de palma ó de plátano, basta, no digo para esconderse un Chimila, sino una tropa de ellos” (Julián, 1854).
Parece, por tanto,colegirse que tenían grupos familiares conformados, pues se aprecia la relación entre adultos y niños, tanto de parte de los hombres como de las mujeres. Así, siendo algo mayores en edad los que iban con los grupos de hombres. Los niños más pequeños siempre iban acompañados de mujeres: “con un india que estaba en una aguada con dos chinos siendo esta como de aspecto como de 40 años y aquellos como de 8 más o menos”(Archivo General de la Nación, 1765 y 1768, f. 760). Una bella descripción que da De la Rosa(1975), nos da luces de la manera en que se llevaban a cabo las labores de parto en estas comunidades. Asimismo, la forma en que la mujer se encargaba absolutamente de todo sin ayuda de nadie, ni hombre ni mujer.
Ellas en sus partos, usan el chinchorro y braseros; mas el baño es en arroyo frio,
cortando la vida golpes con una piedra sobre otra; y finalmente, son bárbaros
en todas sus costumbres, no debiéndose dar razón de sus interiores políticas por no haber quien haya habitado entre ellos(1975, pág. 290).
Es muy difícil un acercamiento profundo acerca de sus usos sociales, ya que las fuentes que tenemos son indirectas y elaboradas desde la mirada occidental del sistema colonial. Pero por todo lo analizado se deja entrever la presencia, entre las comunidades,de un orden, es decir, una organización social. Lo cual permite inferir que no se trataba solamente de grupos y partidas de indígenas sueltos e independientes unos de otros. Esto queda demostrado por las estructuras de caminos, así como las formas parecidas de organización de su silvicultura y las semejanzas entre distintas parcialidades.
No queda, de todas formas, registro alguno donde se describa algún tipo de organización piramidal o de división política, donde se le rindiera culto a un cacique superior. Tampoco que se le entregasen tributos o productos para su redistribución. Esto a pesar de que en alguna ocasión se menciona la existencia de algún cacique. En la expedición de 1768 iba un chimila pacificado que guió la partida a la casa del cacique Catesina, y que por la descripción parecía un punto de cultivos privilegiados, pero no mucho más que eso:“…que allí en el alto estaban las casas del cacique Catesina y fue así que saliendo a una roza muy agrande agachados a reconocerla estaba la mitad de ella doblada y en lo alto de un cerrajón había tres chimilas de espía (Archivo General de la Nación, 1765 y 1768, f. 1006).
Más adelante los guían también a la casa del cacique Minga, que parecía, más que nada,una autoridad espiritual, por su edad.
Quizás este sea uno de los aspectos más difíciles de rastrear a través de las fuentes. Los representantes del sistema colonial no dotaron de espíritu a los Chimila. Como nunca reconocieron ni describieron su religiosidad más allá de prácticas idólatras y heréticas, es decir, no los entendieron, ni trataron como personas. Sin embargo, sus rituales y costumbres para los muertos demuestran que construyeron-pensamiento religioso, pero lo único que dicen continuamente es que eran infieles, lo cual permitía a los españoles mirarlos de manera inferior.
En la lectura cuidadosa de los textos, hemos conseguido encontrar pequeños, pero importantes testimonios acerca de su religiosidad. Por ejemplo, cuando se describen las casas y ranchos, durante la expedición de 1765, encontramos la siguiente cita: “además una Casa grande, y en ella dos tambores, uno grande, y otro
chico, muchos asientos, algunos arcos y dos figuras de barro a modo de Ydolos sin
más trastes que los referidos”(Archivo General de la Nación, 1765 y 1768, f.754).Todas las descripciones de las casas de mayor tamaño coinciden con esta y siempre se describen tambores y bancos. Podemos pensar que la presencia de los
ídolos hace referencia a un espacio dedicado a fines espirituales, con creencias y
prácticas rituales, donde estos, intuimos, representarían fuerzas y elementos de la naturaleza;y que su adoración tuviese un vínculo con la ella, lo cual les permitiría buscar protección contra la violencia de los nuevos pobladores y su Dios.
Sobre este punto De la Rosa también nos dice: “…tienen sus caneyes para
juntarse a sus bailes y fiestas en adoración de algún muñeco en que engañados del
demonio le reverencian, pidiéndoles vaticinios y otras supersticiones” (1975, pág. 290). Comentario que incide en la existencia de estos espacios y explica el uso espiritual de los mismos.
Del mismo modo en la expedición de 1765, se dice,
…halló dos casas dejadas de algún tiempo, y en la una un hoyo como de sepultura fresca el que mando cavar y a distancia de una cuarta poco más o menos se encontraron dos calaveras grandes y pequeña, ropas usos con hilo macanas y otros amaños de manejo del indio hembra (Archivo General de la Nación,
1765 y 1768, f.724).
Quizás sea este el testimonio más claro que hemos encontrado acerca de rituales de enterramiento. Dejándose ver los restos de dos adultos y un niño, se podría suponer que por los objetos encontrados se tratara del hombre, la mujer y un hijo. Muertos probablemente por una enfermedad o por un ataque español, el cual sin duda alguna en esta época debía ser una de las mayores causas de mortandad de este pueblo indígena.
Para finalizar, una última referencia de estas muestras de religiosidad. El
jesuita Antonio Julián(1854), relata el hallazgo de una mujer que los Chimila mataron en un pueblo reducido.
Hallándome yo en la ciudad misma de Santa Marta, á una legua de distancia no más, fue encontrada una pobre mujer, india cristiana, de un pueblo vecino a la
orilla del rio Manzanare, asesinada de los chimilas, con setenta flechas clavadas en el cuerpo; y después de flecheada y muerta, la dejaron los malvados una
totuma de chicha al lado, y ciertas sonajas al uso bárbaro antiguo, practicado en la sepultura de los indios (1854).
Se vuelve a repetir en esta cita, la costumbre de dejar junto a los muertos ofrendas u objetos ceremoniales que el jesuita nos explica, era la forma en que se llevaban a cabo, previo a la conquista, los entierros en estos grupos.
Los pueblos Chimila tenían una cultura y una forma de vida en directa relación con la naturaleza que los rodeaba. La selva les ofrecía alimento, protección y todo lo que necesitaban para su subsistencia. En este entorno, lograron organizar sus formas de vida, se apropiaron del territorio, construyeron lugares donde vivir, estructuraron sus creencias religiosas y tomaron de la naturaleza solo lo estrictamente necesario para su manutención.
Este modo de vida chocó frontalmente con el sistema occidental que se impuso con la conquista y que por tres siglos intentó dominarlos. A partir de la mitad del siglo XVIII, dicho proceso se intensificó. Se llevaron a cabo expediciones punitivas que fueron desplazando a los indígenas al interior de la selva, al tiempo que esta empezó a ir desapareciendo, poco a poco, por la expansión agraria y ganadera que se acrecentaba con la expansión del sistema colonial.
De parte de los Chimila se ejerció una fuerte oposición contra este proceso. Lucharon contra la invasión de su territorio y paulatinamente fueron obligados a ir deponiendo su actitud de resistencia bélica, de tal forma que pasaron a ser parte de una nueva cultura mestiza que proporcionó, en adelante, la mano de obra necesaria para la explotación de un territorio muy rico en biodiversidad y por tanto, en recursos naturales.
La evangelización, las enfermedades, las campañas sistemáticas de exterminio propiciadas por el Estado Nación y la aparición de los terratenientes, a lo largo del período republicano, fueron doblegando la resistencia cultural de estos pueblos. Sin duda alguna, perjudicado por la transformación del medio ecológico, fenómeno que dio como resultado la desaparición paulatina de la selva.
1 Este es el aporte que queremos dar a la historiografía de la región. El de complejizar y
enriquecer la explicación de los procesos de poblamiento del Caribe, dándole voz a los más
olvidados. Para mayor profundidad revisar: Espinosa, 2007 y Trouillot, 1995.
2 AGN, Caciques e Indios, 43, 17, 974, Andrés Pérez Ruiz Calderón, Gobernador de Santa
Marta remite documentación al Virrey sobre incidencias de la expedición para la pacificación
y reducción de los indios chimilas en 1766.
3 La bija es una planta que utilizaban los nativos con propósitos medicinales y ornamentales. De su semilla se extrae una sustancia tintórea que se usaba para pintarse el cuerpo y espantar insectos. Otro uso de esta planta era para teñirse el cuerpo, con el objetivo de espantar a sus oponentes por su aspecto.
4 El maíz era utilizado para la elaboración de mazamorra y harina.
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David J. Luquetta Cediel: Universidad Del Norte -Uninorte, Colombia. Candidato a doctor en Ciencias Sociales. Pregrado/Universitario en Antropología, Universidad Del Magdalena -Unimagdalena. Correo electrónico: dluquetta@uninorte.edu.co
Antonino Vidal Ortega: Universidad del Norte, Colombia. Doctor en Historia, Universidad de Sevilla. Profesor del Departamento de Historia y Ciencias Sociales. Universidad del Norte. Correo electrónico: avidal@uninorte.edu.co