LOS CAMINOS DE LA HISTORIA LOCAL EN SAN RAMÓN

ROADS OF THE LOCAL HISTORY IN SAN RAMÓN

Silvia Castro Sánchez

Palabras clave

Historia local, metodología histórica, historia local académica, historia local no académica.

Keywords

Local history, historical methods, academic local history, nonacademic local history.

Fecha de recepción: 7 de febrero, 2014 - Fecha de aceptación: 1 de junio, 2014

Resumen

Este artículo presenta un repaso de las formas en que se ha escrito la historia del cantón de San Ramón, desde 1917 al 2009.Mediante una cronología dividida en tres períodos, se discuten los estilos empleados en las historias de este lugar. Se destacan, especialmente, las formas en que trabajan historiadores locales académicos, así como los historiadores locales “por vocación” o sin formación académica. También se incluyen algunas reflexiones para fortalecer el estudio de la historia local de San Ramón, ya que esta, pese a su trayectoria, proporciona un conocimiento fragmentario del pasado de esta comunidad.

Abstract

This article reviews the ways in which the county of San Ramón’s history has been written since 1917 until 2009.The discussion of the styles used in these histories is organized chronologically in three periods. The author focuses on the ways academic local historians present their works versus the ways local historians ‘by choice’, that is, nonacademic local historians write their books. Some reflections on how to strengthen local history studies in San Ramón are included. In spite of all the works that have been published, San Ramón’s past is still known in a fragmentary fashion.

LOS CAMINOS DE LA HISTORIA LOCAL EN SAN RAMÓN

INTRODUCCIÓN

La historia local en Costa Rica es de larga data, pues desde las primeras décadas del siglo XX ya había amantes del terruño que dejaron registrados recuentos de las comunidades en donde residían. En San Ramón se publicó una de esas historias en 1917 y como se acostumbraba en esa época, el autor describió, a ratos de manera apasionada, acontecimientos que marcaron la vida del cantón. Desde entonces, son varias las personas que han plasmado sus versiones de la historia de San Ramón, recurriendo a distintas modalidades de discursos, así como a fuentes variadas.

En este artículo se ofrece un análisis de ese proceso de elaboración histórica, desde la aparición de la primera historia local en 1917, hasta la actualidad. A fin de organizar el conjunto de relatos históricos, se propone el uso de una periodización dividida en tres etapas. La primera de ellas se extiende de 1917 a 1966. Esta es la etapa de las llamadas historias clásicas que aún gozan de mucha aceptación entre los interesados en la historia ramonense. La segunda fase recoge obras producidas a partir de la segunda mitad de la década de 1970, cuando irrumpen trabajos de autores con formación académica en historia. Este período se prolonga hasta mediados de los noventa, cuando los historiadores académicos disminuyen su producción. Desde ese momento hasta la actualidad, pero sobre todo a partir del año 2000, se aprecia un renovado interés por parte de ramonenses sin formación académica en historia, en la producción de historias con variados énfasis y procedimientos.

Pese a los valiosos aportes de los estudiosos del devenir ramonense, aún queda mucho por hacer. Por ese motivo, el análisis del conjunto de contribuciones debe, a nuestro juicio, culminar con una mirada al futuro. Una mirada que señale posibles caminos para continuar inspirando a las generaciones de hoy y mañana.

LAS MUCHAS FORMAS DE HACER HISTORIA LOCAL

Existen muchas formas de hacer historia local. Algunas de ellas están vinculadas al desarrollo mismo de la disciplina histórica y otras a las exploraciones espontáneas de escritores sin una formación académica en el campo de la Historia. En Costa Rica, la historia local que se realiza a lo largo del siglo XX muestra distintas modalidades de acercarse al devenir de cantones, ciudades y barrios (Castro y Pineda, 2001). Hasta inicios de la década de 1970, tanto las historias realizadas por historiadores con formación universitaria como por aquellos que no la tenían, se parecían bastante; tal vez con la diferencia de que los primeros enunciaban con más rigor sus fuentes que los segundos. Sin embargo, la renovación histórica que refresca la academia costarricense de esos años también toca la historia local aunque en menor medida que la investigación con enfoque nacional. Desde entonces, se aprecian dos caminos en las obras de localidades: uno que incorpora el protocolo del trabajo académico y otro que continúa la senda del recuento de hechos significativos en la vida de las comunidades.

Aquellas obras producidas y publicadas bajo el alero universitario se caracterizan, muchas veces, por anclarse de forma implícita o explícita en algún fundamento teórico de manera que el universo de datos recopilado se analiza para encontrar explicaciones, respuestas a preguntas y se organiza para mostrar procesos de cambio o continuidad. Trascienden de ese modo la presentación de pequeños apartados en los que se da cuenta de acontecimientos, personajes y aspectos de interés para el historiador “por vocación”, el autodidacta que desea escribir para legar a sus coterráneos (Enríquez, 2008). También recurren a fuentes escritas diversas, las que en las últimas décadas se combinan en ocasiones con fuentes orales. En cambio, los historiadores autodidactas tienden a privilegiar sus propias experiencias y relatos de sus coterráneos.

No obstante la apreciación que hacemos desde una perspectiva académica de la historiografía local ramonense, nos parece acertado el criterio de Serna y Pons (2003) de situar y valorar los escritos de no académicos desde las posibilidades que ellos han tenido y tienen. Es necesario recordar que pese a la revaloración del enfoque local y regional que actualmente se presenta en Costa Rica, este todavía no se ha traducido en una dedicación significativa de historiadores profesionales a la historia local que se observe en publicaciones impresas. Más bien, encabezan esta producción los historiadores por vocación, lo que sugiere que gracias a ellos mucha de la memoria histórica de ciudades, cantones, distritos y barrios se conservará y heredará a los jóvenes. Estos relatos son ricos en descripciones etnográficas y en referencias a los protagonistas de una historia social que deja un vasto espacio abierto para eventuales investigaciones comparativas.

Las historias de no académicos son “todistas”, esto es, tratan de cubrir una amplia variedad de temas, empezando a menudo con los orígenes de una población y los primeros pobladores, e incorporando descripciones de la edificación del primer templo, de la primera escuela, de personajes que realizaron aportes variados, de la construcción de caminos, etc. A diferencia de ese esfuerzo por abarcar “todo”, en la academia, usualmente, los investigadores se enfocan en aspectos particulares o específicos para poder profundizar en ellos y dar cuenta de las transformaciones que viven las comunidades en períodos establecidos. Una de las razones de estos énfasis radica en el propósito de la obra, pues los historiadores “por vocación” escriben para su gente, a menudo en ocasión de aniversarios significativos como la celebración del centenario de la fundación del cantón. En cambio, los escritos gestados en las universidades muchas veces son tesis de grado o se elaboran para entablar diálogos con otros académicos que trabajan temas afines. En ocasiones, desde esas casas de estudio se elaboran trabajos cuya finalidad es llegar a un público amplio y en esos casos los autores procuran darle un formato a sus obras que sea accesible a los habitantes de las comunidades.

El análisis que de seguido se presenta muestra las características y tendencias referidas, y revela también giros interesantes que se han vivido en el cantón de San Ramón.

LAS HISTORIAS “CLÁSICAS”

Arturo Moncada Gamboa, Rafael Lino Paniagua Alvarado y Trino Echavarría Campos inauguran la historiografía ramonense con obras publicadas en 1917, 1943 y 1966, respectivamente. Junto a ellos, Enilda Saborío, produce una monografía para graduarse de maestra en la antigua Escuela Normal Superior de Heredia, en el año 1943. Mientras que el trabajo de Enilda permanece silencioso en las bibliotecas, los libros de Moncada, Paniagua y Echavarría son frecuentemente consultados por estudiantes y curiosos que buscan datos históricos de San Ramón. La recopilación de estas tres historias publicada por el exdiputado ramonense Juven Cambronero Castro (2002), les instiló nueva vida pues de nuevo las puso al alcance de muchas familias ramonenses que no las tenían en su biblioteca.

Estos tres trabajos son obras de su tiempo pues cada una de ellas parte de las vicisitudes de la fundación de la aldea de San Ramón y agrega apartados que describen los comienzos de la población en el siglo XIX, además de una variedad de acontecimientos que de seguro deben haber resultado importantes para las personas de esas épocas. Se caracterizan estas obras por destacar héroes o personalidades relevantes en la política local y, a veces, nacional, así como logros que reflejan una idea del progreso que llega a la localidad.

Entre sus virtudes está el haber mantenido viva una memoria colectiva de hechos que imprimen un orgullo de ser ramonense. Estos escritos han servido también de punto de partida para iniciar historias que recuenten ese pasado, pero esta vez con los recursos propios del quehacer académico. Son pocas las referencias a las fuentes escritas en que se fundamentan, pero una búsqueda de esos recursos realizada por la autora y la Licda. Pineda González reveló la presencia de documentos en Archivo Nacional que corroboran los detalles de esas historias (Pineda y Castro, 1986). De ahí que, probablemente, los autores de las historias clásicas hayan tenido conocimiento de al menos parte de esa documentación, ya que ellos también se basaban en sus propios recuerdos y los de sus contemporáneos.

Para ilustrar el contenido de estas historias, en la obra de Moncada Gamboa (1917), por ejemplo, se puede encontrar una trascripción de los decretos en los que se asigna la legua para la fundación del poblado y se erige en pueblo la aldea de San Ramón de Los Palmares. Entre otros temas describe el descubrimiento del río San Carlos y de la región de Guatuso, así como el legado de la presencia de Julián Volio en San Ramón.

Más voluminosas son las historias de Paniagua Alvarado y Echavarría Campos, en las que, de cierto modo, se actualiza el devenir de San Ramón. Rafael Lino aporta listas de fundadores y primeros habitantes en su descripción de los pasos iniciales de San Ramón y continúa abordando temas diversos como la participación de ramonenses en la Campaña Nacional de 1856, los nombres de los jefes políticos, las exploraciones de rutas para abrir caminos, las fiestas patronales, los periódicos locales, las gestiones para convertir a San Ramón en provincia y muchos otros. Echavarría Campos, por su parte, presenta su versión de los inicios de la aldea ramonense y luego discurre por la primera escuela, actividades económicas de San Ramón, un poco de la vida política del lugar y aporta un valioso apartado acerca de la geografía del cantón y datos de los distritos.

Estas obras, junto con la de Saborío, son recopilaciones “todistas” por la amplia gama de asuntos que tratan. Y, a la usanza de esos tiempos, describen los acontecimientos, pero no los hilan entre sí a manera de explicar procesos históricos en la economía local y sus vínculos con las tendencias nacionales. Sin embargo, aportan datos valiosos referidos a los cambios en la comunidad, principalmente mediante obras físicas que se construyen. La prosa clara en que se redactan las hace muy accesibles para personas con distintos niveles de escolaridad.

LA ACADEMIA APORTA TAMBIÉN

El establecimiento del primer centro universitario regional en San Ramón, en 1968 (Castro, 2012), generó, con el tiempo, un interés por la historia del cantón desde la academia en dos sentidos: uno correspondiente a docentes de este centro, quienes continuaron con sus estudios profesionales guiados por tutores de la Universidad de Costa Rica en San José, y otro vinculado a estudios que se preparaban desde este recinto a manera de proyectos de investigación. Además de estas modalidades, había una tercera que se refiere a obras académicas también, pero de profesionales con distintos enlaces con la Universidad de Costa Rica.

Acorde con las tendencias prevalecientes en los años de 1970, las tesis y los resultados de proyectos de investigación incorporaron el aparato de erudición vigente en la época, además del empleo de alguna estadística, sin dejar de lado la narración de hechos. Sin embargo, lo local ya no existía como isla, estaba más bien articulado al acontecer nacional; tenía sus particularidades pero no estaba ajeno a un entorno más amplio. Por otra parte, se le daba continuidad al relato con la finalidad de enlazar acontecimientos y explicar con ellos tendencias en el tiempo. Si había fascinación con lo propio por parte de algunos autores, sobre todo los nacidos en San Ramón, este encanto se encontraba atenuado por la responsabilidad de ser objetivo en la construcción histórica.

Con este marco general de fondo, pasamos a analizar algunas producciones. El primer grupo de obras está formado por dos tesis elaboradas por docentes del entonces Centro Regional de San Ramón, hoy Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica. A diferencia de las historias clásicas, estas tesis abordaron temas específicos, a saber, la historia de la salud y los servicios dirigidos a atenderla (Pineda, 1979) y la conformación y trayectoria de la Municipalidad de San Ramón (Vásquez, 1983). Estas obras fueron fruto de una investigación exhaustiva y poseen una organización cronológica que va dando cuenta de los procesos en los que se enfocan; en el primer caso, en el desarrollo de la morbilidad y mortalidad de la población por más de cien años y la ampliación en los servicios y programas de salud disponibles para la población local; en el segundo caso, en las formas en que históricamente ha funcionado la municipalidad del cantón y sus vínculos con grupos locales de poder. No son obras todistas y cuentan con el aparato metodológico propio de los estudios realizados en el ámbito universitario. Pese a su importancia, estas tesis no son de consulta frecuente como sí lo son las llamadas historias clásicas.

Otro trabajo final de graduación de estos años es la tesis de Licenciatura de Eduardo Fournier García (1976), exdirector del Centro Regional de San Ramón, realizada en el marco de un conjunto de estudios de historia demográfica impulsados por la Sede Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica, en San José. Allí, el autor analiza tendencias de natalidad, mortalidad, nupcialidad y fecundidad según registros de la parroquia de San Ramón. Este trabajo cuenta con el aparato de erudición propio de este tipo de obra y como se puede imaginar se centra en esos movimientos poblacionales. Incorpora, además, la comparación para situar en el ámbito nacional lo que ocurre en San Ramón.

Miriam Pineda González (1981, 1982, 1983) realiza otros aportes como docente e investigadora en un grupo de separatas que publica la Coordinación de Investigación del entonces Centro Universitario de Occidente. Aunque estos trabajos ven la luz en un formato modesto, contienen abundante información acerca de temas diversos que se presentan como ensayos separados en dos de estas publicaciones. Por ejemplo, Algunos Aspectos de la Evolución Político-Económica del Cantón de San Ramón 1844-1940 (1981) contiene ensayos acerca de los límites territoriales y administrativos del cantón, la lucha de varios cantones del occidente del Valle Central por constituirse en provincia, la apropiación de tierras y la construcción de caminos. Pertenece a este grupo de publicaciones una separata acerca de la minería entre los años de 1884 a 1935 (1983), documento de consulta obligada para quienes desean profundizar en las exploraciones auríferas en San Ramón.

Las separatas en mención no pueden considerarse escritos “todistas”, más bien, es más adecuado entenderlas como compilaciones de ensayos dirigidos a dilucidar asuntos específicos en la historia ramonense. La fragmentación de los ensayos, aunque cada uno tiene una unidad interna, impide la articulación entre ellos para armar un cuadro común. Vale señalar también que el énfasis está puesto en la descripción de hechos y no tanto en procesos de más largo alcance.

Después de esa etapa, la Licda. Pineda González empieza una fase de trabajo interdisciplinario con la autora de este ensayo. De ese período son dos publicaciones que hurgan en los inicios de la formación de la sociedad ramonense, desde la fundación de la aldea de San Ramón. Con el título de Colonización, Poblamiento y Economía: San Ramón 1842-1900 (1986), se reconstruye una historia que ya contaron los autores “clásicos”, pero esta vez amparada en fuentes de Archivo Nacional, de periódicos, de la Municipalidad y en algunas fuentes secundarias; además, con la pretensión de hacer historia social agraria, esto es, de explicar cómo se configura una sociedad al articular actividades productivas con grupos de interés. Tomando como telón de fondo la colonización ocurrida desde la década de 1830, se analiza cómo se produce la apropiación de tierras, cómo se utilizan esas tierras y cómo se conforma una población con marcadas diferencias socioeconómicas.

Con la impronta de la Licda. Pineda en la recopilación de datos, la autora de este artículo y el profesor Frank Willink Broekman publican una continuación de la obra anterior (1989). Este trabajo le dio seguimiento al desarrollo económico del agro ramonense y de la minería, al tiempo que incluyó una caracterización de la vida urbana y se discutieron algunos movimientos sociales, entre los años de 1900 a 1948. Aquí se hizo un esfuerzo particular para situar la realidad ramonense en el marco amplio de la sociedad costarricense. Igual que en la obra anterior, se consultó una gama variada de fuentes primarias, complementadas con algunas entrevistas, en especial en lo tocante a la minería.

Además de los estudios mencionados, hubo un conjunto de trabajos realizados por historiadores con formación profesional y otros profesionales de las ciencias sociales que han contribuido a conocer el pasado de San Ramón. En este grupo de obras la gama es variada. Se incluyen aquí obras como Sociedad y Comunidad Rural (1977) del sociólogo Francisco Escobar, quien presenta un análisis sociológico de la sociedad ramonense en el siglo XX, pero antecede esta discusión con un capítulo acerca de las raíces patriarcales de este colectivo. Escobar es tal vez el primer autor en presentar una comunidad estratificada en la que coexisten grupos humanos con distintos intereses, así como una población que al cultivar café genera condiciones para que esas diferencias sociales se profundicen. Como sociólogo, Francisco Escobar retoma una parte de la historia de los clásicos, pero no se queda en la gloria de sus personajes destacados; devela las fricciones de una sociedad que tiene una dinámica propia, así como el impacto que resulta de sus articulaciones con un mercado nacional e internacional.

Casi hacia el final del período ven la luz tres trabajos que ofrecen relatos novedosos de la historia ramonense. Algunos abordan temas conocidos, pero cuentan con adiciones sugerentes; otros se enfocan en aspectos acerca de los cuales se había escrito poco o nada. En Los Orígenes de los Ramonenses. Familias fundadoras de San Ramón (1994), Eduardo Fournier García retoma hallazgos centrales de su tesis de historia demográfica de San Ramón (1976) para de nuevo referirse a los inicios de este lugar en el siglo XIX. Sin embargo, en esta oportunidad, Fournier García se centra en las familias fundadoras y para ello incluye un amplio estudio genealógico de estas personas.

Dachner Trujillo y García Burchard (1994) exploran otra faceta de la historia ramonense con un avance de investigación acerca de las experiencias cotidianas de habitantes del cantón durante la guerra civil de 1948. Este es un trabajo que reflexiona acerca del uso de la oralidad como metodología en la construcción histórica y de ese modo fortalece el empleo de un tipo particular de fuente que por mucho tiempo se consideró carente de utilidad en la investigación de la historia nacional y local. El enfoque en la cotidianeidad valora también otro ámbito poco aprovechado para conocer la vida en el pasado.

Existen dos obras más, fraguadas en la Sede de Occidente, que resultan muy sugerentes porque continúan abriendo el abanico de posibilidades temáticas en el estudio de la historia ramonense. Estas son: una antología conmemorativa del 150 aniversario de la fundación de San Ramón (Castro, Chaves, Pineda, Vásquez y Rodríguez, 1994) y el libro Teatro Minerva y Otros Teatros de San Ramón 1914-1989 (Mirambell, 1989). De la antología interesa aquí resaltar dos artículos por su énfasis temático: uno de Sergio Chaves (1994) que obliga a reflexionar acerca de la historia antigua de San Ramón como una parte tan vital como cualquier otra para conocer el pasado del lugar, y otro de Pineda González (1994) que, mediante un acopio de fuentes primarias, retrata los orígenes de una tradición emblemática en San Ramón, a saber, la Entrada de los Santos. Ambos trabajos señalan nuevas vetas para la historia local que en la actualidad permanecen poco estudiadas de manera sistemática.

El libro Teatro Minerva y Otros Teatros de San Ramón, 1914-1989 (Mirambell, 1989) contribuye, al igual que otros trabajos mencionados aquí, a la historia social y cultural del cantón ramonense al recoger la trayectoria de varios centros artísticos que existieron en la localidad y exhibir los gustos, en materia de espectáculos artísticos, de al menos un sector de la población que disfrutaba de obras de teatro y cine. En una comunidad en que un referente identitario importante para algunos es el aprecio por el arte, esta minuciosa investigación de Mirambell Solís ofrece un peldaño más para, eventualmente, armar un cuadro completo de las razones y procesos históricos que sustentan la imagen de un San Ramón culto.

Aunque nos hemos referido hasta ahora a tesis y libros publicados, existen otros aportes de la Sede de Occidente que han sido de mucha utilidad para conocer el pasado. Estos son un número respetable de trabajos realizados por estudiantes de los cursos de Seminario de Realidad Nacional con énfasis en Patrimonio Cultural y las investigaciones elaboradas por estudiantes del proyecto de Trabajo Comunal Universitario “El Museo de San Ramón y la Comunidad” como parte del conocimiento necesario para preparar exhibiciones. En muchas de estas obras se recurrió a la historia oral pues los temas escogidos no contaban con documentación que sirviera de apoyo, aunque en ocasiones se consultó el archivo municipal y fotografías de personas y lugares. Actualmente, el Centro de Documentación del Museo Regional de San Ramón y el Centro de Información de Occidente ubicado en la biblioteca Arturo Agüero Chaves cuentan con copias de estos manuscritos que, dicho sea de paso, se refieren a asuntos como la historia del parque de la ciudad, historias de formación de caseríos, el proceso de construcción del templo parroquial actual, la construcción del antiguo Palacio Municipal, entre muchos otros.

LA HISTORIA LOCAL RAMONENSE EN LOS ÚLTIMOS QUINCE AÑOS

El entusiasmo por seguir dando a conocer el legado de sus antepasados y cómo estos se destacaron en varios ámbitos de la vida cantonal no ha disminuido entre los ramonenses. Con base en las historias clásicas, periódicos, algunas fuentes secundarias, consultas a personas de la comunidad y sus propios recuerdos, Ángela Quesada Alvarado, educadora local, publicó dos obras (1996 y 2003) que continúan la ruta iniciada por los historiadores “clásicos”, pero la prolongan hasta el siglo XXI. Con una organización temática más depurada, ella relata la participación ramonense en distintos conflictos bélicos, el surgimiento y desarrollo de instituciones educativas, de servicio y recreativas, así como tradiciones y leyendas. Los personajes destacados, así como los personajes del pueblo también merecen su atención.

Si Quesada Alvarado retoma el formato de relatar en pequeños trozos, Hermida Zamora Carvajal (1998 y 2008) presenta su versión del San Ramón de antaño en un solo aire, en una larga copla en la que se mezclan eventos, personajes y la vida cotidiana que ella ha conocido desde que tiene uso de razón. Tal vez este no sea un discurso acostumbrado para los historiadores locales, tengan estos formación académica o no, pero lo cierto es que mediante la lectura de estos textos la vida cotidiana transita con un rico detalle etnográfico a lo largo de varios años. Las fotografías que acompañan los libros constituyen una fuente adicional para sentir el clima social y cultural de esas épocas.

La falta de formación académica en historia no ha sido obstáculo para que se aprecie en los últimos años otra tendencia interesante en la historia local ramonense: la historia de distritos contada por algunos de sus líderes comunales. Carlos Hernández Lobo (2009) reconstruye los inicios, la vida agrícola y costumbres de San Rafael, mientras que Julio Vásquez Vargas (2007) hace lo propio en Piedades Sur. Historias “todistas” como las primeras publicaciones que contaron el pasado de San Ramón, estos libros se basan en fuentes orales y en los recuerdos de sus autores. Uno de los mayores méritos de estas obras es precisamente el uso de esas fuentes, pues de recurrir a fuentes escritas, solo una parte de lo que dan a conocer se podría contar, ya que es algo dificultoso reunir documentación específica de distritos. Y, al igual que en otros trabajos de esta índole, quedan registrados eventos variados que se constituyen en puntos de partida para estudios posteriores, sobre todo si tratan de acontecimientos ocurridos en los últimos cincuenta o sesenta años pues instituciones y organizaciones tienen registros accesibles para los investigadores.

Nuevamente en estos trabajos se puede encontrar un amplio registro etnográfico de costumbres de los distritos en mención, así como de algunas creencias de sus habitantes, de manera que cuando historiadores de otros distritos hagan sus respectivos aportes, se tendrá una figura más completa de los modos de vida en San Ramón. En esta misma línea aportan dos historias de barrios de la ciudad, estas son: Magia de un Antiguo Barrio (Calvo, 1998) y En el Barrio para Siempre (Brenes, 2005), ambas acerca de barrio San José, uno de los barrios más antiguos de este asentamiento. Un investigador acucioso puede navegar entre las muchas anécdotas que refieren sus autores para encontrar allí todo el saber de la vida cotidiana de un San Ramón de mediados del siglo XX.

Más impersonales resultan dos obras que aluden a temas específicos y están vinculadas al trabajo académico. Se trata de dos tesis de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica: Evolución Histórica del sector Cooperativo de Producción de San Ramón. Análisis de un Caso: La Cooperativa de Caficultores de Servicios Múltiples de San Ramón R.L. (Campos, 1997) y Una Aproximación al Desarrollo Sociocultural de San Ramón a la Luz de la Cocina: 1830-1995 (Sancho y Morales, 1998). Aunque acerca de temáticas muy distintas, estos escritos, cada uno en su ámbito, historia económica e historia sociocultural respectivamente, agregan una pieza más al conocimiento del pasado de San Ramón. Especialmente rico en detalles antropológicos es el segundo de esos estudios que muestra cómo ha cambiado ese espacio del hogar, tradicionalmente de dominio femenino. Como es usual en los trabajos universitarios, existe siempre una contextualización teórico histórica que sirve de marco al análisis. También, el uso de las fuentes queda debidamente documentado para que otros investigadores verifiquen datos o retomen una información para elaborar otros estudios.

Finalmente, deseamos mencionar dos aportes más: una breve historia del plebiscito de La Tigra (Córdoba, 2003) y un grupo voluminoso de artículos periodísticos de carácter histórico que se publican en el periódico El Occidente, por lo general de la mano de Paul Brenes Cambronero y Fernando González Vásquez, ambos amantes de la historia ramonense. El trabajo de Córdoba Núñez recupera retazos de esa votación importante por la participación femenina, pero de ingrata memoria para los ramonenses porque cercena una parte del cantón, mientras que los artículos de Brenes Cambronero y González Vásquez suman a la historia local y se constituyen en valiosas fuentes para exploraciones adicionales.

CONCLUSIONES

Hace casi cien años que un habitante de San Ramón abrió la senda del recuerdo mediante el relato histórico de este cantón. Y, como se ha podido observar, existen tendencias bastante marcadas en los tres períodos sugeridos acá. De las historias todistas” y descriptivas, denominadas “historias clásicas”, se incursiona en trabajos de cuño académico, muchos de los cuales probablemente hayan desconocido discusiones relativas a cómo tratar la historia local, pero que a fin de cuentas presentan su propia versión de este tipo de acercamiento al pasado de un lugar. Resaltan en este grupo de obras el interés por ubicar lo local en un contexto nacional —más que regional—, la construcción de procesos históricos referidos a aspectos específicos de la vida social y una visión algo desmitificadora de la dinámica entre grupos con condiciones socioeconómicas distintas. Asimismo, aunque se difumina la perspectiva de todo lo que transcurre en el cantón en un período dado, se profundiza en aquello que constituye el objeto de estudio elegido por los autores.

De cierta manera, en los últimos quince años hay una vuelta a los modos de la historia positivista, a aquellas formas de contar de eventos como lo hicieron los precursores de la historiografía ramonense. El repliegue de los investigadores académicos dejó el espacio libre para que de nuevo irrumpieran los historiadores “por vocación”, quienes siguen deleitando a los amantes del terruño. No hay ningún plan maestro para construir la historia del cantón de San Ramón, nunca lo hubo, por eso hoy se conoce bastante acerca de los colonos, quienes en su búsqueda por un territorio en donde encontrar mejor vida, se quedaron en territorio ramonense. Estos orígenes del siglo XIX son bastante claros, aunque siempre hay lugar para hurgar más. De los otros orígenes, de los que se extienden como un brazo largo hacia atrás, a unos 3.000 o 10.000 años, queda mucho por conocer.

Hay avances en aspectos de la historia económica, política, social y cultural, pero indudablemente aquí también hay espacios casi infinitos para trabajar. Es curioso cómo un espacio geográfico reducido, en este caso un cantón, tiene tanto por contar para conocerse a sí mismo y para proporcionar información valiosa, necesaria para escribir historias regionales y una historia nacional inclusiva. Es casi impensable imaginar un plan para completar las piezas del rompecabezas, que de por sí son muchísimas, sin embargo, este balance tal vez contribuya a sugerir temas nuevos, así como a buscar estilos innovadores para investigar y narrar las vivencias de la población ramonense, como ha sucedido en otros países.

Mirando hacia el futuro, desde los logros del pasado, se visualizan algunas acciones. Primero, sería vital que la Sede de Occidente continúe apoyando a los historiadores de distritos mediante la edición y publicación de sus obras. Sin ese soporte esos trabajos difícilmente se convertirían en libros. Asimismo, esta casa de estudios debe entusiasmar de nuevo a sus profesores y estudiantes para que retomen la historia de las localidades como tarea insoslayable. Si bien existen historiadores locales en los cantones vecinos a San Ramón, con excepciones, estas personas también tienen limitaciones para investigar y publicar sus libros, así que el trabajo de los universitarios complementaría la producción ocasional que se asoma desde esos lugares.

Desde nuestro punto de vista, sería un acierto acercar a los amantes de la historia local a la Universidad. Por una parte, empíricamente ellos y ellas han desarrollado una experiencia en esos quehaceres que podría resultar enriquecedora para los jóvenes estudiantes que se inician en la investigación histórica y, por otra parte, la trayectoria de académicos que se han enfocado en la historia local también puede resultar atractiva para quienes desean relatar la historia de su caserío o barrio y no saben por dónde empezar. Se podrá trabajar también con capacitaciones (Castro y Pineda, 1994), pero el intercambio en los términos sugeridos puede resultar muy fecundo.

Otras instituciones podrían ser parte de estas iniciativas; por ejemplo, tanto la Municipalidad de San Ramón como el Centro Histórico Cultural “José Figueres Ferrer” tienen una trayectoria en concursos para historiadores de distritos y barrios, así como en la edición de libros de autores locales, por lo que no convendría ignorar estas iniciativas ni el potencial que estas entidades han mostrado en los últimos años.

La academia tiene un compromiso pendiente consigo misma y, desde luego, con la comunidad nacional. Este compromiso consiste en propiciar una reflexión acerca de las acciones que se han llevado a cabo y otras que deberían estimularse para renovar la investigación de la historia local desde los recintos universitarios, tal vez llevada de la mano del inspirador aliento que en la actualidad ha revitalizado la historia regional (Chen, Malavassi y Viales, 2008).

Finalmente, sería de gran valía contar con un acopio de obras de historia local, a modo del Centro de Información de Occidente ubicado en la Biblioteca Arturo Agüero Chaves, así como promover la lectura de la historia local ramonense en el Centro de Literatura Infantil y Juvenil de la Sede de Occidente, en escuelas, colegios y universidades. La mayoría de los historiadores locales escribe para heredar y esa cadena de transmisión cultural no se completa si las nuevas generaciones desconocen ese legado, de allí la importancia de la lectura en una época en que se practica poco.

Si bien algunas de esas historias casi que solo se enfocan en logros, existen otras que develan problemas, conflictos con implicaciones duraderas. Ambas experiencias bien aprovechadas son un legado para las nuevas generaciones y la necesidad que tienen estas de tomar decisiones para sí mismas, las comunidades y el país donde residen. Ese es precisamente el aporte de la historia, lo que nosotros tomamos de ella para vivir hoy y construir el futuro.

REFERENCIAS

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ACERCA DE LA AUTORA

Silvia Castro Sánchez: Antropóloga e historiadora. Profesora Emérita de la Universidad de Costa Rica. Correo electrónico: silviacastros@gmail.com