“LOS DEL SUR DE LA CIUDAD CAPITAL”: CONTROL SOCIAL Y ESTIGMATIZACIÓN EN LOS BARRIOS DEL SUR DE SAN JOSÉ, 1950-1980

“LOS DEL SUR DE LA CIUDAD CAPITAL”: SOCIAL CONTROL AND STIGMATIZATION IN THE BARRIOS DEL SUR OF SAN JOSÉ, 1950-1980

Roberto Antonio Blanco Ramos

Palabras claves

Barrios del sur, barriadas populares, control social, desigualdad, estigmatización, exclusión social, pobreza.

Keywords

Barrios del Sur, Popular Slums, Social Control, Stigmatization, Poverty, Inequality, Social Exclusion.

Fecha de recepción: 6 de enero de 2015 - Fecha de aceptación: 7 marzo de 2015

Resumen

Este artículo busca comprender cómo en diferentes asentamientos urbanos y sociales de la ciudad de San José, catalogados bajo la concepción de “barrios del sur”, se llevaron a cabo procesos de control social y estigmatización territorial, durante el periodo que abarca de 1950 a 1980. Se analiza la discursividad de la época, relacionándola con aspectos que atañen a problemáticas sobre el control social y la estigmatización. Esto con el fin de entender por qué se asociaba a los barrios populares con marginalidad y conflictividad social. Para lograr este objetivo, se realizan dos estudios de caso, en dos asentamientos urbanos surgidos durante esta etapa.

Abstract

This article seeks to understand how in different urban and social settlements, of the city of San José, cataloged under the concept of “barrios del Sur”, were carried out processes of social control and stigmatization during the period spanning 1950 to 1980. The speech of the period, relating to problematic aspects pertaining to social control and stigmatization is analyzed. This in order to understand why the neighborhoods were associated with marginality and social unrest. To achieve this, two cases of studies of urban settlement emerged in this period are analyzed.

“Inmediatamente tomó un taxi y fue a ver al pintor, el cual vivía en un suburbio situado en el lado opuesto al que ocupaban las oficinas del tribunal. Era un barrio aún más pobre, las casas tenían un color aún más oscuro, las calles estaban llenas de inmundicias que flotaban largo rato sobre la nieve que se derretía”.

Franz Kafka, El Proceso.

Introducción

En los últimos 30 años la historiografía costarricense se ha enfocado en indagar problemáticas relacionadas con el control social.1 Estos trabajos tienen su objeto de estudio conexo a grupos sociales subalternos, los cuales son sometidos a una serie de mecanismos, ya sean formales o informales, para mantener un orden social establecido.2 Empero, varios de estos trabajos solo han analizado esos mecanismos dejando de lado algunas problemáticas que se asocian significativamente con el control social, como lo puede ser el proceso de estigmatización territorial.

Esto debido a que el control social se puede ir delineando con intervenciones proyectadas por el Estado, con el propósito de formar un ordenamiento comunitario de ciertos espacios catalogados como problemáticos (Castells, 1974, p. 218).

Aunado a lo anterior, la estigmatización social se puede ir creando a través de la historia, generando una serie de prejuicios o estereotipos3 sobre una determinada población o una zona geográfica, que en este caso en particular, se asocia con los llamados “barrios del sur”.

Ahora bien, primeramente este artículo se fundamenta en un estudio de caso sobre un barrio del sur, que surge en la década del sesenta, durante la coyuntura del Estado de Bienestar. Se abordará el proyecto de control social llevado a cabo por el Estado costarricense en representación del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU). Nos referimos a la Ciudadela 15 de Setiembre. Lo que se busca es dilucidar el comportamiento del Estado con respecto a las políticas de vivienda, para determinar cómo el Estado puede crear o moldear la organización del espacio, provocando segregación urbana (Mora y Solano, 1992, p. 30). Y a su vez otro tipo de problemáticas sociales.

Al analizar el surgimiento de la Ciudadela 15 de setiembre, se pretende determinar lo establecido por el sociólogo francés Löic Wacquant, cuando indica que dentro del periodo del Estado Bienestar, pueden suceder procesos para mantener orden social. Para Wacquant (2001), los Estados de Bienestar son grandes productores y modeladores de desigualdad urbana. “Los Estados no solo despliegan programas y políticas destinados a enjugar las consecuencias más evidentes de la pobreza y amortiguar (o no) su impacto social y espacial” (p. 175).

Por ende, una vez realizado el análisis del control social, se podrá evidenciar cómo el surgimiento de dicho espacio urbano obedeció a factores estigmatizadores, correspondidos con el surgimiento de asentamientos informales, los cuales debían ser controlados, desde la óptica de la gestión urbana del periodo. Finalmente, se realiza un análisis sobre cómo se configuraron componentes estigmatizadores sobre la concepción simbólica de los barrios del sur.

Para los efectos del presente estudio, los asentamientos informales serán entendidos como núcleos urbano-marginales. En el vocabulario institucional-jurídico, el asentamiento informal se comprende como: “la forma de calificar un espacio urbano y a las formas de apropiación del suelo existentes en el mismo, en términos del no cumplimiento de normas jurídicas que regulan las relaciones de propiedad o las formas de producción del espacio urbano” (Mosquera y Ahumada, 2005, p. 14).

Así, para el caso costarricense, durante el periodo que se examina, dichos asentamientos fueron conocidos como “tugurios”. De igual manera, las normas (acotadas en la definición anterior) que se establecieron, representaron cuestiones vinculadas con el control espacial que realiza el Estado.

En términos metodológicos, este artículo estaría vinculado al análisis de barrios populares, entendidos como espacios urbanos en donde se dinamiza la vida social (Lefevbre, 1971, p. 200). Por consiguiente, la investigación también ahondará en el análisis de los grupos sociales que componen un determinado barrio y que son partícipes de los procesos investigados. Por lo cual, la investigación sugiere el estudio de clases desfavorecidas o bajas.

Para entender lo descrito, se recurrió a un análisis realizado por el economista Juan Diego Trejos (2011), el cual asocia cuestiones de pobreza, desigualdad y exclusión, con aspectos de privación de necesidades básicas según el contexto social, cultural y económico existente.

Además, la categoría popular se comprende como un fenómeno definido a partir de: “la subalternidad en que colocan a ciertos sectores las desigualdades económicas y simbólicas” (García, 1984, pp. 17-18).

Por otra parte, los fenómenos de control social y estigmatización se examinarán a partir de la realización de un análisis descriptivo y explicativo de fuentes primarias (actas municipales, actas del INVU, estudios realizados en el periodo y periódicos de la época). Dicho análisis también se complementó con el de contenido, el cual busca confrontar un documento primario a partir de la estructuración de tres interrogantes: ¿Qué se quiere decir?, ¿para qué se dice? y ¿quiénes son los destinatarios? (Abarca, 2013, p. 200).

Asimismo, también se tomaron en consideración tres entrevistas, realizadas bajo la técnica cualitativa de entrevista no estructurada. Esto debido a que permite, por su flexibilidad, avanzar en el conocimiento de aspectos que no son fácilmente perceptibles, tales como el mundo de los sentimientos, el de los valores sociales y el de las creencias (Folguera, 1994, p. 38). Dos de los entrevistados vivieron en la zona geográfica estudiada, mientras que una entrevistada desempeñó funciones laborales educativas en una barriada popular.

Investigaciones acerca de los barrios del sur desde la perspectiva de las ciencias sociales

En este apartado se indagan los principales estudios realizados a nivel de ciencias sociales, que han tenido como objeto de análisis el estudio de barriadas populares. No obstante, es perentorio destacar que algunas de las investigaciones, si bien es cierto, estudian lo acaecido en espacios populares, tienen como eje central de exploración, la configuración de procesos sociales que afectaron directamente a los barrios del sur.

Tal es el caso del estudio realizado por la historiadora costarricense Florencia Quesada, La modernización entre cafetales (2010), el cual resulta trascendental para comprender la evolución urbana de la ciudad de San José. La autora logra determinar cómo a comienzos del siglo XX, la sociedad costarricense estaba estratificada social y espacialmente hablando, debido a que la élite se concentraba lejos de barrios populares. Por aparte, Quesada establece cómo los barrios populares se fueron concentrando hacia el sur y el noroeste de la capital. También se estudian variables significativas para este trabajo como el control social que se dio sobre las barriadas populares.

Por su parte, el historiador José Manuel Cerdas (1994), en su tesis de maestría, examina detalladamente las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores urbanos en el periodo de 1930 a 1960. De igual modo, establece el espacio en el cual los trabajadores habitaban (sur de la capital) y concluye que pudo existir un tipo de segregación urbana antes de nuestro periodo de estudio. Dejando de lado este tipo de investigaciones, pasemos ahora a escudriñar los trabajos enfocados en determinar procesos sociales sucedidos en los llamados barrios del sur.

La historiadora Jessica Ramírez Achoy (2011) ha profundizado en uno de los barrios del sur, estudiando la comunidad de Luna Park. El estudio investiga de 1950 a 1980 la participación ciudadana de dicha comunidad, enfocándose en el análisis de las mujeres y lo que conlleva el rol de la maternidad. Al mismo tiempo la historiadora identifica varias alternativas de participación política de las mujeres y cómo se lleva a cabo un equipamiento urbano en dicha comunidad.

Ramírez (2010) también estudia ampliamente el distrito de San Sebastián, en su tesis de maestría, en el cual se encuentran diversos barrios del sur. Al igual que en el artículo anterior, el objeto de estudio de la historiadora son las mujeres y los barrios, identificando y analizando la vida cotidiana, y su rol social en contraposición con el sistema patriarcal.

Un artículo elaborado por Raúl García y Laura Paniagua (2008), detalla de manera sintética la forma en la cual la ciudad de San José se ha segregado en términos espaciales. A partir de fuentes secundarias, explican lo acaecido desde finales del siglo XIX hasta el comienzo de las reformas neoliberales, exponiendo algunos casos sobre barriadas populares.

El sociólogo Jaime Valverde (1990) también investigó, como estudio de caso, la zona de Hatillo, en la cual existen algunos barrios del sur. Valverde en su libro Las sectas en Costa Rica, indaga como en la zona de Hatillo se dio un amplio aumento de iglesias pentecostales, estableciendo características esenciales de los barrios del sur a nivel religioso.

Dos estudios provenientes de disciplinas sociales han abordado dos barriadas populares, que se analizarán en este artículo como estudios de caso. El primero realizado desde la sociología urbana, que estudia la formación de la ciudadela 15 de Setiembre (Aguilar, 1983), y el segundo que aborda la creación del precario Aguantafilo, este desde el trabajo social (Brenes, 1972). Ambas investigaciones son fundamentales para comprender de manera descriptiva la instauración de los asentamientos. Sin embargo, los trabajos carecen de un análisis riguroso con perspectiva histórica.

Por último en el año 1978, un grupo de varios investigadores del Centro de Orientación Familiar, realizó un diagnóstico acerca de las condiciones sociales de cinco barriadas del sur. El texto identifica características básicas y generales de estos asentamientos (León, Osorio, Quevedo, Madden, Villegas y Noguera, 1978).

Las investigaciones examinadas anteriormente lograron dilucidar y aclarar la conformación de distintas categorías sociológicas relevantes para entender cómo se configura el proceso de segregación socioespacial urbana y el control del espacio; no obstante, ninguno ha indagado problemáticas vinculadas con la estigmatización territorial. Efectivamente, los trabajos descritos han establecido como en el “mundo urbano” costarricense se han formado espacios segregados, esto vinculado con los procesos de urbanización acaecidos en el siglo XX.

El control social y los sujetos subalternos

El control social puede ser aplicado a las diversas clases sociales existentes; en términos sociológicos, el utilizar la noción de clase social implica que forma parte crucial de la estructura de las colectividades (Duverger, 1983, pp. 202-206). Además, el término se vincula con claros aspectos que son ejes centrales de este estudio, tales como: La existencia de desigualdades colectivas, en que los individuos pueden quedar rezagados en categorías, sin tener el mismo estatuto ni las mismas ventajas, y el hecho de que la desigualdad de estos conjuntos se interfiere con las jerarquías de poderes y así surgen más considerablemente las autoridades de clases superiores, que de clases inferiores (Duverger, 1983, pp. 202-206).

Así pues, para este caso particular, todo lo anterior se ve reflejado en los grupos subalternos; es decir, sectores vinculados con barriadas populares que fueron segregadas en términos urbanos y sociales.

De acuerdo con el historiador costarricense Juan José Marín Hernández (2000), en los décadas de 1970 y 1980, la historiografía comenzó a utilizar categorías teóricas traídas de la sociología. Particularmente, la historia social se interesó por estudiar los mecanismos de control social, dentro de los cuales se derivan nociones como la hegemonía, la dominación, el poder, el control y civilización de los sectores populares; asimismo, establece que la historiografía puede hacer exámenes relevantes para determinar cómo el control social es un producto histórico del conflicto y como tal debe analizarse su evolución y transformaciones.

José Daniel Gil (1999) también se ha interesado por temáticas de control social; para él, este proceso no puede entenderse sin relacionar el surgimiento de cuatro fenómenos: clase, mercado, Estado y nación. Todos presentes en la dinámica cambiante de la segunda mitad del siglo XX que se investiga.

La clase representada por barriadas populares; el mercado, entendido en una lógica capitalista que le daba al obrero algunas gratificaciones para que tuviera un mejor desempeño en términos laborales (un claro ejemplo es la vivienda), aunque al mismo tiempo quedaba excluido del sistema económico. Y los dos últimos, Estado y nación, representados en una élite que agrupaba los intereses sociales del Estado Bienestar, los cuales desempeñaron una serie de controles reguladores de orden social, sobre todo en términos espaciales.

Sobre esto último, por ejemplo, el que fuese ministro de Economía, Jorge Rossi, en la década del cincuenta, elaboró un discurso sobre el panorama que debía seguir el INVU:

Hemos agotado señores diputados, las consideraciones que deseábamos formularos alrededor de las normas básicas del INVU, y que se inspiran en los planes ideológicos y técnicos trazados por una comisión especial de estudio integrada por miembros del Movimiento Liberación Nacional. Queda señalado el camino que puede conducir a una superior organización de nuestra sociedad, y estamos seguros de que por él transitaréis en busca de claros destinos que el pueblo ha puesto en vuestras manos. (Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo, 1954, p. 9).

En este fragmento, queda clara otra cuestión establecida por Gil (1999), al indicar que el control social puede estar relacionado con un conjunto de instituciones que pretenden promover a los individuos a normas o modelos comunitarios. Aquí por ejemplo, el INVU estableció un modelo que los grupos populares debían seguir, sobre todo aquellos que habitaban en tugurios, al ser reubicados en otros espacios urbanos. Lo que provocaría, de acuerdo con el ente estatal, el mejoramiento de su calidad de vida.

Igualmente, el control social no solo implica castigos en términos de sanciones, como podría ser el rol policial, sino que también pasa por modalidades que pueden ser positivas (ascensos, recompensas o distinciones), en este caso una recompensa podría ser una casa en donde habitar.

Otro ejemplo extraído del mismo discurso puede traer a colación la concepción de nación, representada por la nacionalidad costarricense: “Problemas estos que deben de ser combatidos por la democracia, no por los medios negativos que el comunismo auspicia y representa, porque esto destruye nuestros bienes materiales, y aun nuestra moral” (Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo, 1954, p. 2).

Hasta aquí, queda establecido que las políticas impulsadas por parte del INVU, se relacionaban con factores ideológicos e idílicos, como la democracia, la cual estuvo presente en la construcción de casas de bien social; es decir, se era democrático si se ejecutaban estas labores para el bien de la comunidad. Por consiguiente, no es casualidad que la ciudadela que será analizada llevara por nombre: Ciudadela 15 de Setiembre.

El caso de la Ciudadela 15 de Setiembre: control del espacio urbano

A finales de la década del sesenta, en varias ciudadelas construidas por el INVU, diversos grupos populares, junto con otras organizaciones como la A.M.C. (Alianza de Mujeres Costarricenses), cuestionaron las condiciones sociales en las que se encontraban. Dichas disputas reflejaban distintas demandas concebidas por grupos populares. Exigían mejorar diversos servicios sociales, como el agua, los transportes y la vigilancia (“En las Ciudadelas del INVU”, 1969, p. 1).

Entre estas estaba la Ciudadela o Colonia (como también se le conoció) 15 de Setiembre, un barrio del sur creado en la década de 1960. Este asentamiento fue formado en el distrito de Hatillo, al sur de la ciudad capital. La ciudadela vino a reforzar el proyecto urbanístico construido por el INVU, el cual terminó de consolidar el sur de la capital en términos urbanos con la Ciudad Satélite de Hatillo, donde se asentaron sectores heterogéneos. No obstante, la ciudadela igualmente fue construida para que clases de bajos ingresos económicos pudieran residir, en una zona que formara parte de los límites de la expansión comercial del centro de la ciudad, así los sectores populares tuvieron oportunidades laborales.

De acuerdo con el estudio pionero del sociólogo Humberto Aguilar (1983), la Colonia 15 de Setiembre se conformó como producto de la erradicación de cuatro núcleos de tugurios del casco urbano. De igual manera, además de contar con el apoyo del INVU, en 1963 se llevó a cabo un programa de vivienda, como política del Gobierno del presidente Francisco Orlich.

Otros grupos también desempeñaron una labor relevante para la construcción de la ciudadela; dos son identificados por Aguilar: la Alianza para el Progreso y la Agencia para el Desarrollo Internacional (A.I.D.). Ambos realizaron donaciones para que el INVU comenzara la construcción de casas. Así en abril de 1964, el INVU construyó 278 casas (Aguilar, 1983, p. 13).

Dos años más tarde, también prosiguió la edificación de nuevas casas, tal como lo evidencia un artículo de la prensa, en el cual se comunicaba que: “Voceros del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo informaron en la tarde de ayer que dentro de los programas que se han impuesto, se encuentra la ampliación de la Colonia Quince de Setiembre” (“277 Casas para la colonia 15 de Setiembre”, 1965, p. 8).

Evidentemente, en las memorias del INVU se pueden encontrar detalles sobre este proyecto. En una de las referencias se acotan aspectos sobre el tipo de viviendas construidas: “La licitación pública No. 377, que comprendía la construcción de 36 casas tipo 5, 242 casas tipo 7, fue adjudicada a la Empresa Constructora Francisco Castillo Rojas” (Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo, 1954, p. 6).

Del mismo modo, es perentorio recalcar que el problema de la tugurización fue altamente combatido en la coyuntura del Estado Bienestar, así fue como el INVU desempeñó una labor esencial. Por ejemplo, en las actas del Cantón Central de San José, se logra percibir cómo había que controlar esta problemática, la cual se vinculaba con factores estigmatizadores: “La prevención del tugurio es un aspecto social en que todos estamos muy interesados, en realidad San José necesita imperiosamente, que haya elementos activos y que se preocupen por erradicar definitivamente el tugurio” (Archivo Nacional de Costa Rica, 1960).

Por consiguiente, el proyecto promovido por el INVU estuvo habitado por sectores populares, que acarreaban consigo problemáticas de desigualdad y exclusión social. Las personas que fueron trasladadas provenían de cuatro asentamientos informales:

Bajos de la Penitenciaría

Callejón de la Puñalada

Corazón de Jesús

Cañada del Sur

Debe aclararse que el asentamiento informal conocido como Cañada del Sur era ubicado dentro de la concepción simbólica y geográfica como barrio del sur. Mencionar esto resulta significativo para determinar cómo se fue construyendo dicha categoría.

De acuerdo con Raúl García Fernández y Laura Paniagua Arguedas (2008), dos sociólogos costarricenses, la concepción de barrio del sur se ha estructurado a través del siglo XX como una categoría que: “engloba todo el sector sur de la ciudad que en términos simbólicos y materiales fue vinculada con pobreza, vicio y contaminación” (p. 15).

Así a principios de la década del cincuenta, dicha barriada, como lo evidencian las actas municipales, llegó a tener una junta progresista: “Con vista de la gestión planteada por la junta progresista del Barrio Cañada del Sur, tendiente a que se proceda a mejorar el servicio de cañería, que según se expresa por el aumento de la población, se sugiere un caudal mayor” (Archivo Nacional de Costa Rica, 1950).

Por ende, a partir de este momento revisaremos cómo se dio la reubicación de dicho asentamiento hacia la Colonia 15 de Setiembre, y comprobar cómo se inició este proceso de control social. En ese sentido, la prensa oficial dio cobertura especial sobre el proceso, al avalar dicho proyecto.

El periódico La República desempeñó esta actividad. En primer lugar, al advertir que los tugurios no eran adecuados para habitarlos: “La junta directiva del INVU, con base en el informe rendido por el Departamento Legal, declárense inhabitables los locales o viviendas comprendidas en el sector de la Cañada del Sur, perteneciente al distrito 11 del cantón central de San José” (“Inhabitables tugurios de la Cañada del Sur”, 1964, p. 5).

En segundo lugar, al informar sobre la demolición de los tugurios y, por último, al comunicar acerca del traslado de las familias: “los evacuados de los tugurios de la Cañada del Sur, tan pronto recogieron sus enseres, fueron trasladados a sus nuevas residencias en la Colonia Quince de Setiembre” (“Demolidos tugurios en Cañada del Sur”, 1964, p. 18). También se indicaba que unas 30 familias fueron trasladadas.

Por otra parte, la prensa de corte izquierdista criticaba con algunas razones de peso, al proyecto del INVU, no solo refiriéndose al caso de la Cañada del Sur, sino también a los otros traslados. En el año 1965, el periódico Libertad denunciaba que el problema del tugurio no se resuelve con solo construir casas, dándole énfasis a la Colonia 15 de Setiembre. La nota ratificaba:

Nosotros no nos oponemos a que hagan casas, de ninguna manera. Lo que sostenemos después de visitar la colonia 15 de setiembre, es que la miseria no desaparece porque se eliminen tugurios y se traslade a la gente a nuevas viviendas. Mientras subsistan la desocupación y los bajos ingresos, junto con el elevado costo de la vida y las altísimas tarifas de los servicios públicos, la miseria seguirá existiendo. (“El problema del tugurio”, 1965, p. 3).

Asimismo se describía:

Una gran cantidad de casas no tienen luz, sus propietarios no pueden pagar los elevados recibos de la Compañía. La pobreza más conmovedora es el triste espectáculo que se contempla al visitar la colonia 15 de Setiembre. La mayor parte de aquellas gentes de la clase obrera, fueron trasladados ahí para destruir zonas de vivienda insalubre. (“El problema del tugurio”, 1965, p. 3).

En ese sentido, la prensa de izquierda, desarrolló una discursividad en la cual se deseaba mostrar la existencia de factores de exclusión social y pobreza urbana. Es decir, encontraron en las barriadas populares un estímulo para promover sus ideales por una sociedad más justa.

Tal como se acotó en la introducción, el proyecto del INVU se configuró como un proceso de control del espacio urbano, con la finalidad de contrarrestar la pobreza y la desigualdad social existentes, trasladando a la población en términos espaciales. De ahí que Wacquant (2001) establece que los Estados de Bienestar también contribuyen: “a determinar quién queda relegado cómo, dónde y durante cuánto tiempo” (p. 175).

Analicémoslo de la siguiente manera, el relegado en nuestro caso fue la Colonia 15 de Setiembre mediante el proceso de erradicación de tugurios, ya que dichos espacios fueron ubicados al sur de la ciudad, un espacio en donde se formó una categoría simbólica relevante. Precisamente es de ahí que nace su vinculación con ser un barrio del sur. Así mismo, para Wacquant (2001), los servicios de bienestar social son entes directos de control social (p. 133).

De igual manera, Henri Lefebvre (1976) describe que las clases dominantes pueden intervenir en el control del orden social y el espacio urbano, esto con varios fines, dos de los cuales están ligados con lo que aconteció en la Colonia 15 de Setiembre: dispersar a las clases subalternas y repartirlas en lugares asignados para estas.

La tugurización como componente estigmatizador

Pasemos ahora a determinar de qué manera se estructuraron algunos factores estigmatizadores, a partir del surgimiento de asentamientos informales, los cuales fueron reubicados en términos espaciales, tal como se constató en párrafos anteriores.

Durante el periodo analizado, el problema de la vivienda provocó una problemática social frecuente, la existencia de asentamientos informales, conocidos como tugurios, en donde diversos grupos sociales lidiaron con grandes factores de exclusión y desigualdad. De acuerdo con Patricia Alvarenga (2005, p. 123), durante la segunda mitad del siglo XX, era típico encontrar en viviendas miserables y en cuartos de vecindad, a familias enteras alquilando dichos establecimientos, los cuales estaban en pésimas condiciones.

Por ejemplo, sobre este escenario, en 1959 varios diputados aprobaban un proyecto de ley para eliminar tugurios. La nota se incluía en el periódico Adelante: “Por estas pocilgas, las gentes de más bajos recursos pagan muy altos alquileres que les producen grandes ganancias a los propietarios” (“Apoyamos Proyecto de Ley”, 1959, p. 7).

Aquí debe destacarse una clara participación del INVU y la municipalidad de San José por erradicar dichos asentamientos. Asimismo, debe indicarse que este problema sobrepasó los límites del Cantón Central, es decir, hubo tugurios en otros sitios del país.

Para la década del sesenta, el problema ya estaba siendo escudriñado en la municipalidad de San José, cuando dicho ente pretendía participar en un seminario para el control y prevención del tugurio, dejando en evidencia su preocupación por la existencia de tugurios en algunas barriadas populares.

En un acta municipal se indicaba: “la prevención del tugurio es un aspecto social en que todos estamos muy interesados, en realidad San José necesita imperiosamente, que haya elementos activos y que se preocupen por erradicar definitivamente el tugurio”. (Archivo Nacional de Costa Rica, 1960).

Ante este panorama, la institucionalidad costarricense comenzó a crear estereotipos sobre las causas y consecuencias acerca de la formación de tugurios. Así por ejemplo, en un acta municipal de mayo de 1962, se hacía un extenso análisis que explicaba las características principales de estos espacios. El acta describía que existían tugurios en áreas urbanas asociados a cuarterías y sótanos, ocupados por gran número de familias en condiciones deplorables. También se analizaba el tugurio de tipo “rancho” y cómo muchos de estos se utilizaban para ser alquilados (Archivo Nacional de Costa Rica, 1962).

Igualmente, en el acta se estructuraban una serie de causas sobre la formación de asentamientos informales. Dentro de las principales cabe destacar las siguientes: Ingresos modestos, familias pobres, ausencia de una legislación adecuada, falta de interés social y alto valor de los terrenos (Archivo Nacional de Costa Rica, 1962).

De acuerdo con la municipalidad de San José, al formarse los tugurios habría consecuencias negativas, entendidas desde una vertiente estigmatizadora. Para el ente, estos núcleos marginales generarían: enfermedades físicas y mentales, falta de higiene, desnutrición, formación de malos hábitos sexuales (prostitución) y delincuencia (Archivo Nacional de Costa Rica, 1962).

Con respecto a estos aspectos, el sociólogo español Manuel Castells (1974, pp. 217-218) advierte que una élite dominante puede intervenir en el Estado de diversas formas para mantener el control del espacio urbano.

Por ejemplo, con un trazado urbano que asista al mantenimiento del orden de ciertas comunidades clasificadas como peligrosas, pero en este caso no se adjetiva como peligrosos a los tugurios; más bien, para el Estado Bienestar estos asentamientos son generadores de problemáticas, que pueden ocasionar procesos relacionados con males sociales.

La estigmatización histórica de los barrios del sur: adjetivaciones del mal social

Löic Wacquant (2001) señala que la estigmatización social se relaciona con personas de bajos ingresos, relacionándolas estrechamente con la pobreza, la delincuencia, las drogas, la peligrosidad, la violencia y la degradación moral. Se trata de una estigmatización territorial en la cual se da una percepción que puede ser real o aparente.

De acuerdo con Sandoval, Brenes, Paniagua y Masís (2010, pp. 16-17), desde la segunda mitad del siglo XX hasta la década de 1970, los barrios del sur representaban las comunidades más estigmatizadas de San José. Evidentemente, estos aspectos deben entenderse desde la dinámica de la desigualdad social, en donde ciertos grupos sociales permanecieron marginados dentro de la dinámica capitalista; por ende, ante la existencia de pobreza, la delincuencia representó una posible salida para subsanar ese escenario.

Eugenia Montes de Oca, una exprofesora entrevistada, quien laboró en la escuela República de Nicaragua, en barrio Cristo Rey, recordó que el principal problema que poseían las comunidades del sur era el siguiente: “era pura mala fama lo que tenían los barrios del sur” (2013).

Efectivamente, era común el empleo de adjetivos que representaban problemáticas sociales. Así, Carlos Bolívar (1954) no dudaba, en su estudio sobre la educación del barrio Keith del año 1954, en describirlo de la siguiente manera:“entre ellos se observan serios problemas sociales. Es frecuente encontrar en ese sector, cosas de lenocinio, fumadores de drogas estupefacientes, ebrios mendigos, ladrones y en general vicios y suciedad deplorables” (p. 7).

Sakari Sariola (1958, p. 15) también ponía de manifiesto algunos adjetivos para observar la estigmatización de los barrios, en su investigación sobre Sagrada Familia. La autora, para el año de 1957, utilizaba las categorías de prestigio y desprestigio, para referirse a los diferentes barrios capitalinos Evidentemente los barrios representados como desprestigiados eran los ubicados hacia el sur de la ciudad. La autora señalaba las siguientes barriadas: Barrio Sagrada Familia, Barrio Cuba, Barrio Keith, Lomas Ocloro, Luna Park, Hatillo y Paso Ancho, como asentamientos en donde el desprestigio funcionaba como componente estigmatizador.

De igual manera, Patricia Apú, quien residió en el barrio Los Ángeles en la década del setenta, recordaba que después de la línea del tren en barrio Cristo Rey, “todo era más inseguro… antes de la línea era barrio Los Ángeles, entonces todo mundo por no darse mucho color con Cristo Rey, aunque viviera ahí, decía que era de Los Ángeles, es que era como más sano” (2013).

La entrevistada también evocó como eran algunos de los habitantes de Cristo Rey, siempre anteponiendo adjetivos desacreditadores; asimismo, describió zonas peligrosas: “Ah sí Cristo Rey era muy conflictivo, estaban los marihuanillos del barrio, lo que era al final del barrio había mucha chusmilla y cantinas, al final había un lugar que se llamaba las gradas, entonces ahí sí era como de indigentes que iban a consumir” (2013).

El fenómeno estigmatizador de la drogadicción también fue un punto alto dentro de la vinculación de problemáticas sociales con las comunidades populares del sur, tal como muestra la entrevistada.

Para la historiadora costarricense Ana Ordóñez (2011), el asunto de la drogadicción se ha emparentado a través de la historia con la marginalidad y la delincuencia; por ende, existe una constante asociación de la droga con sujetos subalternos. Este vínculo estuvo presente en los barrios populares josefinos y claramente fue reprimido mediante diversos mecanismos.

En la Colonia 15 de Setiembre, por ejemplo, ante el aumento de este escenario, se buscó vigilar a los grupos ligados con este mal, ya que perjudicaba, según una nota periodística, la moral de los jóvenes: “acordaron pedir al señor ministro de Gobernación se les reanude la vigilancia por medio de la Guardia Rural, porque en ese lugar, al final de la Ciudadela, se reúnen a cualquier hora del día y de la noche gran cantidad de marihuanos y maleantes” (“Defensa de sus hogares”, 1974, p. 6).

El consumo de drogas también pudo estar entrelazado con otras problemáticas sociales, como la prostitución. Miguel Salguero (1981), en una entrevista que le realizó a una prostituta que vivía en el barrio Sagrada Familia, refería lo siguiente ante la pregunta de dónde ella había conseguido la droga: “en el barrio donde yo vivo venden mucho” (p. 82).

Por otra parte, es relevante indicar que el estigma creado pudo ser asimilado por los grupos sociales que se asentaron en los barrios del sur; es decir, estas poblaciones reconocieron los prejuicios formados. Un privado de libertad respondía a las preguntas de Salguero, las cuales se acercaban a la vida social del entrevistado. Cuando se le preguntó en dónde había nacido y cómo se crio, este manifestaba su respuesta de forma explícita, en relación con los estereotipos negativos. Sobre lo primero, respondía: “Aquí en Chepe, buscando pa San Cebolla”; con respecto a lo segundo, indicaba: “En el barrio La Chusma, allá donde ha nacido toda la chusma”. La alusión de San Cebolla era referida a San Sebastián, de ahí que cuando le indagaron sobre si se consideraba un típico representante de los “pachucos”, el sujeto aseveraba que: “Bueno, habiéndome yo rozado con gente con la que uno se roza, de esta clase, pues por lo consiguiente, mano, uno termina siendo un chavalo como ellos” (Salguero, 1981, p. 49).

Ante el aumento de problemáticas sociales ligadas con las barriadas populares del sur, el Estado tuvo que intervenir para controlar estos inconvenientes; de igual forma, no estuvo exento de estigmatizar. Para la década de 1970, el Ministerio de Cultura reunía todas las problemáticas descritas en este artículo, ratificando que:

Los Barrios del Sur, constituyen una de las áreas neurálgicas de Costa Rica, en cuanto a problemática juvenil, drogadicción, prostitución, desempleo y vagancia. 38 000 jóvenes de los barrios del sur, al día de hoy existen 19 000, entre los 12 y 25 años de edad que no están recibiendo ningún tipo de aprendizaje, que por tanto los convierte en juventud proclive a ese tipo de problemas. (Archivo Nacional de Costa Rica, 1975).

Por consiguiente, se promovieron zonas de tolerancia y programas sociales, para tratar de prevenir estos males. Tal fue el caso del programa juvenil, promovido por la Dirección General de Juventud del Ministerio de Cultura, titulado: Programa de Promoción Juvenil de los Barrios del Sur, el cual buscaba regenerar a la población joven de los barrios, mediante actividades catalogadas como sanas.

Las zonas de tolerancia fueron promovidas con el impulso del fortalecimiento de parques como espacios sanos y sin vicios, un documento mencionaba que existe: “una preocupación constante de todos nosotros hacer cuanto esfuerzo fuere posible y necesario para ver controvertido el muladar en que está hoy convertida la plaza González Víquez, en un jardín infantil y de campo de juegos para la juventud de toda el área metropolitana, pero principalmente de los miles de jóvenes de los Barrios del Sur de San José”(Archivo Nacional de Costa Rica, 1972).

Ahora bien, debe tenerse claro que la estigmatización se generó ante la existencia real de delincuencia en algunos barrios del sur; sin embargo, también pudo ser generalizada y percibida para todos los barrios, lo que conllevó a que la población generara imaginarios colectivos que percibían a los barrios del sur como asentamientos peligrosos.

Por tanto, ante este panorama, debe de apuntarse que existe una relación directa entre los espacios segregados, la marginalidad y la delincuencia, ya que un sector marginado puede estar compuesto por individuos de diversa índole, desde obreros hasta delincuentes. De tal forma, cuando existen factores de delincuencia y criminalidad en algunos barrios populares, estas comunidades van a ser reprimidas para mantener un orden social, lo que evidentemente crea que la sociedad estigmatice de forma general.

Existen algunos ejemplos sobre la relación descrita hasta el momento. El periódico La Nación informaba que en el barrio Luna Park, de San Sebastián, se estaba desatando una ola de robos, al mismo tiempo diversos vecinos se organizaban para detener estas acciones. La nota aseveraba lo siguiente: “Los amigos de lo ajeno no han dejado patio que no visitan llevándose ropas, gallinas y todo lo que encuentran a mano”. La noticia también describía el sitio vinculando la delincuencia: “hay en un lugar una mal llamada urbanización que por las noches es sitio oportuno, para que al amparo de la oscuridad y los grandes matorrales que hay carros sospechosos se estacionen y sus ocupantes encuentran el lugar oportuno para sus fechorías” (“Ola de robos”, 1960, p. 10).

En otros casos se denunciaba la falta de vigilancia en algunos barrios y se vislumbraba el papel reivindicativo para establecer que en los barrios del sur no solo había delincuentes. Particularmente, en el barrio Los Pinos, del distrito Hospital, esto sucedió: “Se nos informa que las familias del barrio los Pinos, están prácticamente desamparadas, pues muy a menudo son víctima de ladrones y de individuos maleantes que son un peligro para la tranquilidad de esos hogares” (“Porque no hay mejor servicio”, 1958, p. 7).

En una entrevista realizada a María Montero, residente del mismo barrio, se indicaba lo siguiente: “Y cuáles son sus problemas?, son tantos que habría que hacer una larga lista, pero entre los principales están los siguientes: primero la falta de vigilancia, aquí todas las familias estamos expuestas diariamente a los abusos de los ladrones y de los sátiros” (“Declaraciones de doña María”, 1959, p. 3).

De igual manera, en una carta enviada al Director Mayor General de Detectives, se exponía que en una barriada popular del sur de la ciudad (Los Pinos), estaba ocurriendo lo siguiente:

Con el respeto que merece lo saludo, para que usted me distinga esta carta, perdonando la falta de ortografía, pero es para darle una nota asunto de un ampón llamado por apodo batata, quiero explicarme que soy una vecina del ampón y perfectamente me doy cuenta de los grandes robos que este ampón comete día con día. (Archivo Nacional de Costa Rica, 1954).

La vinculación de la delincuencia con los barrios fue constante, tal como lo muestra una carta realizada por la Junta Progresista del Barrio Sagrada Familia, en la que también se exponía una reivindicación social. El documento establecía que: “La delincuencia es muy extensa y los habitantes ya son el doble de cuando fue conseguida a esta agencia, que hará aproximadamente hace quince años, no es factible que ahora nos la quite” (Archivo Nacional de Costa Rica, 1976).

La policía también actuó como un ente de control social para reprimir las conductas indeseables que se daban en los barrios del sur. Actuaba como una estructura que estigmatizaba. Por ejemplo, en 1975 el periódico Libertad informaba que en el barrio la Cañada del Sur se dieron detenciones injustas:

Varias detenciones arbitrarias han sido denunciadas por vecinos del sector sur de San José, en lo que parece una arremetida policial. En nuestra redacción se han hecho presentes varios jóvenes vecinos de Cañada del Sur protestando por la forma en la que han sido tratados por las autoridades. (“Detenciones Arbitrarias”, 1975, p. 15).

Aguantafilo, el estigma reunido en un solo lugar

En 1971, el periódico Libertad exponía la situación paupérrima en la cual se encontraba un nuevo asentamiento ubicado al sur de la ciudad:

A escasos cuatro kilómetros del centro de San José viven 32 familias en miserables tugurios enclavados en una calle municipal detrás de la iglesia de Hatillo. Construcción de cartón, retazos de madera y plástico a lo largo de 400 varas constituyen el pasaje de barrio de los Aguantafilo como han decidido llamarlo sus propios pobladores. (“El barrio Aguantafilo”, 1971, p. 4).

El origen de este precario, entendido como un asentamiento de población que se origina por la toma de tierras, se remonta a comienzos de la década de 1970, cuando se invadió un terreno conocido como Calle de la Tabla. Luis Enrique Méndez evocaba lo siguiente en una entrevista de Miguel Salguero (1981), en el año de 1972: “Es que la gran invasión que tomó toda la calle tiene poco más o menos año y ocho meses” (p. 160).

Este barrio también debe asimilarse como una consecuencia directa de las faltas provocadas por algunos entes como el INVU, cuando se desahució a gran cantidad de personas que no podían pagar las cuotas establecidas. La nota anterior describía esta situación: “Es realmente angustiosa, muchos vecinos de esa barriada proceden de los barrios pobres de donde han sido desahuciados y han tenido que formar parte de este ejército de personas sin vivienda” (“El barrio Aguantafilo”, 1971, p. 4).

En efecto, años después de formado el asentamiento, no fue el INVU quien se encargó de solventar algunas necesidades sociales, sino otra institución creada en esa misma década, el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS).

Este acontecimiento lo tiene muy presente Jorge Vargas Díaz, quien para esa época vivía en Colonia Kennedy (distrito San Sebastián). La cercanía de su hogar junto con la existencia de familiares en el precario, hicieron que el entrevistado recordara algunas cuestiones relevantes, para entender la dinámica social de Aguantafilo.

Sobre el origen de las personas, Vargas indicaba que se trataba de gente de otros barrios ubicados al sur:

Cuando empezaron a hacer los ranchos empezó a entrar mucho chusma, venían de Sagrada (Familia), de la 15 de Setiembre y de la López Mateos, también venía gente de Cristo Rey, en ese tiempo la gente era muy pobre entonces ocupaban casas, las casas eran ranchitos de lata vieja y de cartón. (Vargas, 2013).

Lo establecido por el entrevistado pone en evidencia otro fenómeno relevante característico de la dinámica urbana: las migraciones internas que se dieron entre los barrios presentes como una forma de precarismo urbano.

El nuevo barrio vino a terminar de consolidar la imagen negativa sobre la concepción de barrio del sur, ya que fue el último barrio del sur formado, en el periodo de estudio, en una época en que la pobreza seguía estando presente a nivel urbano.

El precario vino a representar un punto culminante dentro de la segregación urbana y social de los barrios del sur. Esta situación se vio reflejada en la prensa:

Estadísticas oficiales han revelado que sólo en el área metropolitana, existen cincuenta mil tugurios, donde residen aproximadamente ciento cincuenta mil personas. Algunos son verdaderos ranchos, como los de Aguantafilo, otros son viviendas viejas en que el hacinamiento humano y la falta de condiciones sanitarias lo han convertido en verdaderos tugurios. (“50 mil tugurios”, 1971, p. 5).

Se debe comenzar por analizar su nombre, el calificativo Aguantafilo viene a representar un factor relevante con respecto a la asimilación de prejuicios y estereotipos negativos, por parte de la población segregada, en términos sociales.

El nombre obedece a personas pobres que están acostumbradas a soportar el hambre. “Filo”, dentro de la cultura popular costarricense, se concibe como hambre, es decir, aguantar el hambre. Por consiguiente, los propios pobladores se consideraban inferiores en términos sociales. Igualmente, el seudónimo establecido viene a representar lo analizado por Irving Goffman (2006), cuando alude a que el estigma se vincula con un lenguaje de relaciones sociales.

Incluso el propio nombre formó una especie de memoria colectiva, aceptada por los habitantes del barrio. En una entrevista realizada a una vecina del asentamiento, se le preguntaba sobre la implicación de llevar ese apelativo: “¿Y ese barrio, seguirá llamándose Aguantafilo? Sí señora, esa es nuestra voluntad, aunque se ha abierto un concurso para darle otro nombre, la mayoría queremos seguir con ese nombre, que es muy simbólico y que además tiene su historia que nunca olvidamos” (“Aguantafilo”, 1973, p. 7).

Fue hasta décadas después que el nombre se le cambió, como una forma de regeneración social, y se pasó a conocer como barrio 25 de Julio. Sin embargo, las problemáticas descritas también estuvieron vinculadas con el nuevo barrio. Vargas comentaba que:

Aguantafilo era el corazón de la mafia…, había mucha delincuencia ahí por la pobreza, había maleantes y ladrones, gente que se iba a robar a Sagrada y otros lados, inclusive un cuñado mío era bueno para robar, después llegaron maleantes de otro lado, se oían pleitos y balaceras, la gente de Aguantafilo, tenía una fama muy mala, eso perjudicó todo, ya nadie iba a esos lados. (Vargas, 2013).

Con el pasar de los años, Aguantafilo se fue forjando como una comunidad organizada que promovía la regeneración social, para tratar de desmitificar algunos estigmas. Varios dirigentes exponían al Ministerio de Cultura lo siguiente:

Lo dicho lo hacemos con el fin de informarle a ud [sic], la necesidad que tiene nuestra juventud, de un campo de deportes para divertirse sanamente. Consideramos que es muy grande la necesidad de construir este campo, pues si queremos jóvenes sanos en nuestra comunidad, debemos velar porque no le den lugar a los vicios, al contrario, sean jóvenes meritorios de ser costarricenses. Atte: Comunidad de Aguantafilo. (Archivo Nacional de Costa Rica, 1975).

Balance final

Este artículo pudo corroborar que dos procesos sociales se deben vincular con la formación de asentamientos urbanos, segregados en términos urbanos y sociales: el control social y la estigmatización territorial. Ambos son significativos dentro del análisis histórico; además, representan consecuencias directas de los cambios acaecidos en la dinámica urbana de la segunda mitad del siglo XX, en el cantón Central de San José.

El control social se puso de manifiesto en una coyuntura de cambio político, en donde se formó una élite que debía mantener el orden social a través de la erradicación de tugurios, ya que estos eran considerados, según la discursividad de la época, creadores de problemáticas sociales que a su vez promovieron la estigmatización social.

Por una parte, con la construcción de la Ciudadela 15 de Setiembre, quedó determinado que el Estado Bienestar, en representación de una clase dominante, pudo acomodar a cierta población en lugares segregados, en este caso la colonia se formó en el sur de la capital.

Por otra parte, el proceso de estigmatización social formado en los barrios del sur, estuvo supeditado por la condición de la población que se asentó, predominantemente sectores de bajos recursos económicos. No obstante, para entender esta dinámica, no se debe perder de vista el esquema de relación directa entre los espacios segregados, la marginalidad y la delincuencia, ya que los barrios pudieron estar compuestos por sujetos de diversa índole.

El estigma se relacionó directamente con los procesos de pobreza y desigualdad acaecidos en las barriadas. Asimismo, dicho proceso estuvo vinculado con la presencia real de violencia y delincuencia; empero, la condición de pobreza de los barrios generó que se llegara a generalizar el estigma. En ese sentido, la falta de higiene y la miseria se identificaron como posibles causas de la estigmatización histórica.

Ante este panorama, se crearon adjetivaciones acerca de los barrios, los cuales fueron asociados con males sociales (delincuencia, drogadicción y degradación moral) por lo que debían ser reprimidos y controlados. Así, el Estado costarricense promovió distintos mecanismos regenerativos, para que los “males” no se expandieran.

Con la creación del barrio del sur Aguantafilo, se dio un punto distinguido en los procesos de estigmatización social, ya que se termina de consolidar la imagen negativa de “los del sur de la capital”, con la creación de este asentamiento con grandes relaciones de desigualdad y exclusión social.

Notas

1 Véase los siguientes estudios: Gil, J. (1994). Homicidio, asociación y conflicto en la Provincia de Heredia (1885-1915). (Tesis de Doctorado en Historia). Universidad Autónoma de Barcelona, España. Malavassi, A. (1998). Entre la marginalidad social y los orígenes de la Salud Pública en el Valle Central de Costa Rica, 1750-1845. (Tesis de Maestría en Historia). Universidad de Costa Rica, Costa Rica. Marín, J. J. (2000). Civilizando a Costa Rica, la configuración de un sistema de control de las costumbres y la moral en la Provincia de San José. (Tesis de Doctorado en Historia). Universidad Autónoma de Barcelona, España. Naranjo, C. y Solano, M. (1989). El Delito en San José, 1970-1900: Un intento de análisis histórico social del delito. (Tesis de Licenciatura en Historia). Universidad Nacional de Costa Rica, Costa Rica.

2 El término control social implica el conjunto de mecanismos reguladores de orden social, mediante los cuales la sociedad, por una parte, presiona al individuo para adherirse a las normas y, por otra parte, reprime la manifestación de conductas desviadas. Véase: Morales, J. y Márquez, L. A. (2001). Introducción a la Sociología. España: Editorial Tecnos.

3 Entiéndase estereotipo como una imagen mental que comparte ciertas cualidades y que para el caso del presente artículo suele utilizarse en sentido peyorativo o negativo. Véase para ampliar: Pyszczek, O. (enero/junio, 2012). Los espacios subjetivos del miedo: construcción de la estigmatización espacial en relación con la inseguridad delictiva urbana. Revista Colombiana de Geografía, 21(1), 41-54.

4 Véase: Brenes, B. (1972). Estudio de una comunidad marginal: Aguantafilo. (Tesis de Licenciatura en Trabajo Social). Universidad de Costa Rica, Costa Rica. Aguilar, H. (1983). Origen y desarrollo del movimiento social urbano en la ciudadela 15 de setiembre de Hatillo. (Tesis de Licenciatura en Sociología). Universidad de Costa Rica, Costa Rica.

5 La coyuntura del Estado Bienestar se extiende desde la segunda mitad del siglo XX hasta finales de la década de 1970, cuando se establecen nuevas reformas económicas que promueven un cambio de modelo en términos neoliberales. Para el sociólogo británico Anthony Giddens, dicho Estado de Bienestar representa: “un sistema político el cual proporciona una amplia gama de prestaciones a los ciudadanos” (2009, p. 351). Giddens también indica que procesos sociales como la pobreza, la desigualdad y la exclusión son aliviados hasta cierto punto por el Estado Bienestar; no obstante, a pesar de que algunas medidas son tomadas, dichos factores sociales siguieron estando presentes en la época de estudio, sobre todo en algunos barrios capitalinos.

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Acerca del autor

Roberto Antonio Blanco Ramos: Costarricense, Bachiller en Historia Universidad Nacional de Costa Rica, año 2013. Estudiante de la Maestría Académica en Historia Aplicada, Universidad Nacional de Costa Rica.