LOS ORÍGENES DE LA CUARTA INTERNACIONAL EN ARGENTINA. LIBORIO JUSTO Y EL CASO DEL GRUPO OBRERO REVOLUCIONARIO Y LA LIGA OBRERA REVOLUCIONARIA

Constanza Daniela Bosch Alessio

Resumen

El presente trabajo se propone reconstruir la praxis política de dos agrupaciones trotskistas de fines de la década del treinta en Argentina: el Grupo Obrero Revolucionario y su continuadora la Liga Obrera Revolucionaria, ambas lideradas por Liborio Justo, hijo del expresidente argentino Agustín Justo. La experiencia del GOR-LOR se destacó por la variedad y tiraje de sus publicaciones y por sus vínculos políticos con agrupaciones semejantes en el interior argentino y en países latinoamericanos como Cuba, Chile, Bolivia, Uruguay o Brasil.

Palabras claves: troskismo, análisis histórico, historia de las izquierdas, historia argentina de entreguerras, historia intelectual argentina.

THE ORIGINS OF THE FOURTH INTERNATIONAL IN ARGENTINA. LIBORIO JUSTO AND THE CASE OF GRUPO OBRERO REVOLUCIONARIO AND LIGA OBRERA REVOLUCIONARIA

Abstract

This paper aims to reconstruct the political praxis of two Trotskyist groups in the late thirties in Argentina: the Grupo Obrero Revolucionario and its successor the Liga Obrera Revolucionaria. Both of them were led by Liborio Justo, son of former Argentine president Agustin Justo. The experience of GOR-LOR was relevant because of the variety and circulation of its publications and its political links with similar groups in Argentine and Latin American countries such as Cuba, Chile, Bolivia, Uruguay and Brazil.

Keywords: trotskyism, historical analysis, lefts history, Argentine in the interwar period, intellectual history of Argentine.

Fecha de recepción: 18 de abril de 2016 Fecha de aceptación: 12 de diciembre de 2016

Constanza Daniela Bosch Alessio Profesora en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba. Especialista en Docencia y TIC. Becaria Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Contacto: cobosch@gmail.com.

Liborio Justo y los orígenes del trotskismo en Argentina

Hijo primogénito de Agustín Pedro Justo y Ana Bernal, Liborio nació en el barrio de Palermo, ciudad de Buenos Aires, el 6 de febrero de 1902. La genealogía de los Justo se remonta, según la propia reconstrucción de Liborio en su autobiografía, al mismo virreinato del Río de la Plata. En 1919, a la edad de 17 años, Justo ingresó —pese a su resistencia— a la facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. En efecto, tenía la intención de inscribirse en la facultad de Filosofía y Letras, pero debido a la oposición de sus padres y al mandato familiar, se decidió por sus estudios en Medicina.

Su primer año académico transcurrió entre los ecos de la Semana Trágica y el impacto de la Reforma Universitaria que se extendía entonces a Buenos Aires y La Plata (Quebracho, 2006, p. 47). Tras aprobar el ingreso “con la mejor calificación de su clase”, cursó y aprobó la totalidad de materias del primer año de Medicina, dando incluso sus primeros pasos en política universitaria, participando en las elecciones del Centro de Estudiantes de Medicina. Más allá de una serie de artículos sobre la Reforma Universitaria, la producción escrita de Liborio Justo durante la década del veinte fue de carácter ficcional (poemas, cuentos y novelas) y de índole autobiográfica (diarios personales). Paulatinamente comenzó a distanciarse, hacia fines de la década de veinte, del movimiento de nueva generación y de sus referentes, con quienes “no estaba enteramente de acuerdo” (Quebracho, 2006, p. 101). No obstante, manifestaba hacia 1926 deseos de vincularse con intelectuales y artistas jóvenes, con quienes finalmente sostuvo alguna correspondencia.

En 1930 ganó una beca para viajar a Estados Unidos gracias a un ensayo que presentó ad hoc, titulado La estela del Mayflower. Estudios sobre los hombres, las ideas y las instituciones de los Estados Unidos, el cual versaba sobre historia norteamericana y, particularmente, sobre las instituciones políticas estadounidenses. Durante su estadía en Estados Unidos se produjo el golpe de Estado liderado por José Félix Uriburu y Agustín Justo que derrocó en Argentina al presidente Hipólito Yrigoyen y que acabó por instituir lo que luego se conoció como Década Infame. En 1932, tras elecciones fraudulentas, Agustín Justo alcanzó la Presidencia de la Nación.

En 1935 Liborio Justo se unió al Partido Comunista argentino para abandonarlo más tarde en 1936 tras la publicación de una carta abierta en la revista cultural Claridad, alegando que Stalin y sus aliados estaban supeditando el movimiento revolucionario mundial a los intereses de Rusia y que la III Internacional había muerto (Justo, 1936, pp. 90-93). En noviembre de 1936 tuvo lugar el conocido episodio en el que Liborio Justo grita a viva voz “¡Abajo el imperialismo yanqui!” frente al presidente Franklin Roosevelt, quien se disponía a dar un discurso en el Congreso Nacional. Transmitida radialmente a buena parte del continente, Liborio Justo alcanzó fama mundial como “el hijo comunista” del presidente Justo. Tras el suceso, Justo fue detenido y liberado poco tiempo después con la promesa de alejarse de Buenos Aires. Se instaló por entonces en una estancia de La Pampa, gracias a gestiones de su madre y un amigo, desde donde redactó su autobiografía publicada con el título de Prontuario (Quebracho, 2006).

Desde 1937 se vinculó con los primeros trotskistas argentinos: Antonio Gallo,1 Juana de Palma,2 Pedro Milesi,3 entre otros. Al siguiente año, editaron Nuevo Curso, el único número del periódico que editarían conjuntamente. Sin embargo, a comienzos de 1939, Justo conforma su propia organización trotskista junto a Aquiles Garmendia,4 Esteban Rey,5 Reinaldo Frigerio6 y Mateo Fossa:7 el Grupo Obrero Revolucionario (GOR). El GOR impulsó entre 1938 y 1940 la publicación de una serie de folletos bajo el sello Acción Obrera y la edición del periódico La Internacional. Tras una fallida unificación con la Liga Obrera Socialista —el grupo trotskista de Antonio Gallo—, el GOR se transformó en 1941 en la Liga Obrera Revolucionaria (LOR). Sin embargo, las constantes disputas internas entre sus ya escasos militantes vaciaron de sentido la continuidad de la agrupación, disolviéndose finalmente en 1943.

El presente trabajo se propone reconstruir entonces la praxis política del GOR y la LOR, la cual ha sido solo parcialmente relevada. Los historiadores “oficiales” del trotskismo en Argentina fueron quienes concretaron una aproximación superficial a las agrupaciones en cuestión. En esta línea se inscriben aquellas obras de Norberto Galasso (1983, 1991, 2007) que han tenido por objetivo reconstruir la historia de la izquierda argentina, con particular énfasis en los intelectuales y las agrupaciones que teorizaron acerca de la “cuestión nacional”. En ese marco, Galasso recupera tanto el derrotero político de Justo —haciendo referencias a su paso por el GOR y la LOR—, como su ideario teórico —retomando buena parte de sus folletos partidarios publicados entre 1939 y 1943—. El rescate histórico de Galasso plantea un recorte analítico centrado en aquellas consideraciones justistas que abordan el problema de la liberación nacional y, en ese sentido, cataloga a Liborio como un heredero directo del pensamiento local: “el antiimperialismo de Scalabrini Ortiz y Jauretche nutrió las posiciones de Justo y aun corriendo el riesgo de empalidecer por momentos su reivindicación socialista, le permitió sostener correctamente las tesis revolucionarias” (Galasso, 1991, p. 132). En términos generales, el balance final que el autor realiza de la experiencia política de Justo busca poner en tensión sus contribuciones —en el peculiar contexto del trotskismo de la década del treinta— y sus limitaciones objetivas y subjetivas para “vivificar sus tesis en la realidad política concreta” (Galasso, 1991, p. 136).

Osvaldo Coggiola (2006), por su parte, en su Historia del Trotskismo en Argentina y América Latina reconstruye, desde su mirada militante, la emergencia de la Cuarta Internacional y, sobre ese eje, recupera brevemente la experiencia del GOR y la LOR. Asimismo, contextualiza las polémicas de Justo con Jean van Heijenoort —a propósito del problema de la unificación de los grupos trotskistas en Argentina—, se detiene en la extinción de la LOR y finaliza su apartado sobre la primera sección argentina de la Cuarta Internacional, con un balance del justismo:

Su trotskismo fue apenas más que un episodio de juventud. La Quinta Internacional que propuso fundar después no llegó siquiera una curiosidad, salvo para los que se interesen en megalomanías. Pero como “lo que escribe la pluma no lo puede borrar el hacha”, es justo señalar junto a su desbarranque posterior, que el Quebracho caído en 1943 es, aún sin saberlo, el que mejores servicios le rindió al movimiento trotskista en Argentina. (Coggiola, 2006, p. 85).

Como parte de estas “historias oficiales”, se encuentra también la obra de Ernesto González (1995): El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina. Del GOM a la Federación bonaerense del PSRN (1943-1955). La obra recupera brevemente el accionar político de Liborio Justo y los debates teóricos del período 1938-1943. En ese sentido, González le atribuye a Justo el haber comprendido la importancia de la lucha antiimperialista, diferenciándose así del resto de los grupos trotskistas contemporáneos que negaban la existencia del imperialismo y la necesidad de luchar contra él. En cuanto a las limitaciones de este período que denomina como la “prehistoria” del trotskismo nacional, González sugiere que el hecho de que el trotskismo no haya podido instrumentar una política correcta se debió, en primera instancia, a las condiciones objetivas que planteaba la Década Infame, y en segundo lugar, a la “falta de estructuración en el movimiento obrero” y al papel desproporcionado que adquirían los aspectos personales.

Finalmente, Néstor Kohan (2000) ha reseñado brevemente los orígenes del trotskismo argentino en el marco de una preocupación más amplia por recuperar los inicios de la “izquierda nacional”. Muy sucintamente, menciona la emergencia del movimiento trotskista y considera que Justo fue “el maestro de toda una corriente que intentó conjugar trotskismo con nacionalismo” (p. 242).

Un segundo conjunto bibliográfico se compone de investigaciones académicas relativamente recientes que abordan la historia de la izquierda argentina. Es el caso de Robert Alexander (1991), quien en su International Trotskyism aborda a modo enciclopédico la emergencia del movimiento trotskista a nivel mundial, dedicándole un breve apartado a la historia de las diversas secciones nacionales de la Cuarta Internacional. En ese marco, Liborio “Quebracho” Justo es meramente reseñado como uno de los impulsores de las primeras organizaciones trotskistas en Argentina.

Por su parte, Horacio Tarcus (1996) aborda sucintamente la figura de Justo en El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, como parte de su preocupación por contextualizar los debates teórico-políticos de Frondizi y Peña, en el período que va desde los años treinta a los sesenta. Con este objetivo, Tarcus reconstruye brevemente el derrotero del movimiento cuartista en la década del treinta, haciendo referencia a los hombres y mujeres que se inscribieron en el trotskismo “de la época heroica”. En relación a Justo, además de su presentación biográfica, Tarcus aborda el debate que aquel sostuvo con Antonio Gallo, en relación a la especificidad del capitalismo argentino y a las tareas políticas que se desprenden de dicha conceptualización. Mientras que Gallo sostenía que la Argentina constituía un país semicolonial avanzado, en el que solo cabía impulsar la revolución socialista, Justo caracterizaba a la Argentina como un país semicolonial tout court, en el que necesariamente debían completarse las tareas democrático-burguesas pendientes, a los fines de concretar la emancipación nacional con miras al socialismo (Tarcus, 1996, pp. 87-97).

Más recientemente, Alicia Rojo (2001, 2005, 2012) ha publicado una serie de artículos que reseñan los orígenes del trotskismo en Argentina, en el marco de su preocupación por el vínculo entre la historia del trotskismo y los orígenes del peronismo. En términos generales, el objetivo planteado por la autora excedía ampliamente la reconstrucción de la praxis e ideario político del GOR y LOR, por lo que las referencias a dichas agrupaciones han sido planteadas desde un relevamiento documental parcial.

Desde un punto de vista teórico-metodológico, este trabajo se inscribe en los lineamientos propuestos por Perry Anderson (1984) para reconstruir la historia de un partido comunista. Esto es, abordar tres cuestiones fundamentales: 1) la trayectoria política interna de la agrupación, es decir, básicamente su composición, organización y liderazgos; 2) el “equilibrio nacional de fuerzas”, es decir, la relación de estos grupos políticos con la clase obrera en su conjunto, como así también con otras clases y grupos insertos en una determinada trama de “cultura política nacional”, y 3) el marco internacional, teniendo en cuenta la influencia de las organizaciones internacionales —en este caso de la Cuarta Internacional— en el devenir político de las agrupaciones locales. Se considera que una perspectiva semejante, tributaria de Antonio Gramsci, que reconstruya críticamente la historia de una organización de izquierda, permite distinguir este tipo de aproximaciones históricas contextualizadas en un entramado sociohistórico más amplio, de las historias oficiales excesivamente autorreferenciales.

La emergencia de la Cuarta Internacional

Las raíces de la Cuarta Internacional se hunden en la revolución bolchevique de noviembre de 1917, en los primeros años del devenir político de la Unión Soviética y en la Internacional Comunista o Tercera Internacional (Alexander, 1991, p. 1). Más concretamente, fue el resultado de la lucha de poder por el liderazgo y control de la Unión Soviética y la Internacional Comunista, a partir de la enfermedad y deceso de Vladimir I. Lenin, quien hasta 1922 era indiscutiblemente primus inter pares dentro del movimiento bolchevique.

Gravemente enfermo desde 1922, Lenin desató sin quererlo una batalla por su sucesión. El liderazgo bolchevique tenía un heredero natural, León Trotsky, quien era reconocido por haber encabezado y organizado el Ejército Rojo, por su triunfo en la Guerra Civil de 1918-1922 y por su oratoria y capacidad teórica. Sin embargo, Joseph Stalin había logrado posicionarse como secretario general del Partido Bolchevique, incluso tiempo antes de la muerte de Lenin. Trotsky, por su parte, abiertamente crítico con el estalinismo, se ocupó de poner en pie, meses antes de la muerte de Lenin —acaecida en enero de 1924—, lo que se conoció luego como la Oposición de Izquierda. Desde entonces, el enfrentamiento entre Stalin y Trotsky sufrió una escalada de dimensiones internacionales que duró más de cinco años, hasta que, finalmente, Stalin le ganó la pulseada a Trotsky expulsándolo del partido y exiliándolo en Alma Ata en octubre de 1927. La expulsión se produjo como consecuencia de un llamamiento de la Oposición Unificada —una alianza de Trotsky, Gregory Zinoviev y Lev Kamenev en contra de Stalin, erigida en 1926— a una movilización de la base militante, tras la derrota de la segunda revolución china. A partir de ese momento, comenzaron las purgas y expulsiones de los oposicionistas: más de 1 500 fueron deportados (Bensaid, 2002, p. 29). En la fase final del enfrentamiento interno, es decir, entre 1928 y 1929, Stalin obtuvo las capitulaciones de Zinoviev y Kamenev, y expulsó a Trotsky de la Unión Soviética.

En el transcurso del enfrentamiento, Trotsky fue delineando, en oposición a Stalin, el bagaje programático y teórico que definiría al trotskismo desde sus orígenes. En primer lugar, su oposición a la teoría del socialismo en un solo país y, en su lugar, la defensa de la teoría de la revolución permanente y del desarrollo desigual y combinado. En segundo lugar, su oposición a la “alianza” entre los sindicatos de la Unión Soviética y el Congreso de Sindicatos ingleses (Trade Union Congress), que tuvo lugar desde mediados de los años veinte. En tercer lugar, su rechazo a dar continuidad a la alianza entre la Internacional Comunista y el Partido Comunista Chino con el Partido Nacionalista Chino. En cuarto lugar, la reivindicación de las consignas transitorias, el impulso del Frente Único y el rechazo contundente del fascismo. Por último, Trotsky encarnaba la representación más clara de la lucha en contra de la burocratización del régimen soviético (Alexander, 1991; Bensaid, 2002).

La Internacional Comunista, por su parte, sufrió inevitablemente las consecuencias del conflicto Trotsky-Stalin y comenzó a experimentar realineamientos políticos, a medida que la información comenzaba a trascender las fronteras de la Unión Soviética. De esta manera, Trotsky comenzó a reunir a sus primeros adherentes: Max Eastman, miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos; Boris Souvarine, líder del Partido Comunista francés; Alfred Rosmer, fundador del movimiento trotskista en Francia, y Andrés Nin, quien se convirtió rápidamente en el líder del trotskismo español, entre otros. Desde su expulsión de la Unión Soviética, Trotsky intentó convocar y reunir a la mayor cantidad de opositores al estalinismo, con la intención de recuperar las riendas de la Internacional Comunista.

En 1933, finalmente, tras la sucesión de una serie de circunstancias que perjudicaron ampliamente a la población rusa —la institución de la colectivización forzosa, las grandes hambrunas de 1932-1933 y las primeras purgas—, sumadas a acontecimientos de peso en el escenario mundial —el ascenso de Adolf Hitler al poder y el avance del fascismo italiano— Trotsky llegó a la conclusión de que era necesario constituir una nueva internacional:

El ascenso de Hitler al poder el enero de 1933 como resultado de la desastrosa política ultraizquierdista conocida como el «tercer período», así como la falta de debates en el seno de la Internacional Comunista sobre las causas de dicha derrota, condujeron a Trotsky a plantear la necesidad de construir un nuevo partido mundial de la revolución socialista. El 15 de julio de 1933 Trotsky escribe el artículo “Es necesario construir nuevos partidos comunistas y una nueva Internacional”, y el 26 de agosto de 1933 se da a conocer la «Declaración de los Cuatro: Sobre la necesidad y los principios de una nueva internacional», firmada por E. Bauer por la Oposición de Izquierda Internacional, J. Schwab por el Partido Socialista Obrero de Alemania (SAP), Peter J. Schmidt por el Partido Socialista Independiente de Holanda (OSP), y Henricus Sneevliet por el Partido Socialista Revolucionario de Holanda (RSP). (Gaido, 2015, p. 201).

Dedicó, a partir de entonces, buena parte de su tiempo y esfuerzo en reunir la mayor cantidad de agrupaciones e individuos que coincidieran con su acta de defunción de la III Internacional. En ese sentido, publicó en agosto de 1935 una carta abierta dirigida a las organizaciones revolucionarias, en la que lanzó un claro llamamiento a la construcción de una Cuarta Internacional.

En julio de 1936 tuvo lugar en París la primera Conferencia Internacional por la Cuarta Internacional, la cual contó con la presencia de delegados de Francia, Países Bajos, Alemania, Gran Bretaña e Italia. La conferencia adoptó una importante cantidad de resoluciones programáticas y organizacionales. Entre los documentos presentados por Trotsky, se destacó su diagnóstico de una situación mundial prerrevolucionaria que se resolvería o bien por el socialismo o bien por el fascismo, pero que suponía la preparación y organización de la vanguardia revolucionaria. Asimismo, denunció el avance de la desigualdad en la Unión Soviética, la creciente independencia de la burocracia estalinista respecto del partido y la población, y la instauración de una contrarrevolución social que restablecía la propiedad privada y el poder de la pequeña burguesía.

Dos años pasaron hasta un nuevo encuentro. El 3 de septiembre de 1938 se desarrolló en Francia la Conferencia Fundacional de la Cuarta Internacional, cuyo resultado fue la proclamación de la instauración del Partido Mundial de la Revolución Socialista. La sesión tuvo lugar en el momento cumbre de la crisis de Múnich, meses después de una serie de asesinatos de trotskistas perpetrados por la policía secreta de Stalin y cuando la amenaza de una nueva guerra mundial aparecía como certera. Dadas estas circunstancias, la conferencia congregó, en un único día, solo a un puñado de hombres bajo extremas medidas de seguridad y secretismo. La conferencia inaugural eligió autoridades, adoptó un conjunto de resoluciones y ratificó el programa de transición, el cual representaba la síntesis más acabada del posicionamiento de la Cuarta Internacional (Alexander, 1991, p. 268).

Tras el estallido de la II Guerra Mundial, la sede de la Cuarta Internacional se trasladó de París a New York. Su primera reunión como tal tuvo lugar en septiembre de 1939, esta vez con un representante latinoamericano: Mario Pedrosa (Brasil). En este encuentro se dio, asimismo, la elección del comité ejecutivo internacional residente, el cual tendría a su cargo constituir el secretariado internacional, el órgano ejecutivo de la Cuarta Internacional. El trabajo del secretariado internacional, a lo largo de toda la II Guerra Mundial y con todas las provisionalidades que las circunstancias impusieron, consistió, en buena medida, en mantener correspondencia con las secciones nacionales de la Cuarta Internacional; entre ellas, la argentina, cuyo intercambio epistolar durante este período se caracterizó por las sostenidas internas entre los primeros grupos trotskistas locales.

Los orígenes de la Cuarta Internacional en Argentina

Los primeros intentos de establecer agrupaciones leales a la Oposición de Izquierda delinean una primera etapa de la historia del trotskismo argentino que comenzó hacia 1929 con la irrupción del Comité Comunista de Oposición y culminó en 1943 con la disolución de facto del Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS, primera sección argentina de la Cuarta Internacional8) y del grupo rival liderado por Liborio “Quebracho” Justo, la Liga Obrera Revolucionaria. Luego del Golpe de 1943 se abrió una nueva etapa en la historia del trotskismo vernáculo, marcada por la conformación del Grupo Obrero Marxista, liderado por Hugo Miguel Bressano, más conocido luego como Nahuel Moreno.9

En términos más contextuales, el período 1930-1943 para la Argentina implicó la interrupción autoritaria del ciclo de gobiernos radicales a manos un sector de las Fuerzas Armadas lideradas por José Félix Uriburu y Agustín Pedro Justo (padre de Quebracho), y la instauración, en su lugar, de una democracia fraudulenta controlada por los militares cercanos a Uriburu y Justo. La llamada Década Infame culminó con un nuevo golpe de Estado perpetrado el 4 de junio de 1943 y dirigido por Arturo Rawson y Pedro Ramírez. Al poco tiempo las internas militares y las características propias posibilitaron el crecimiento de la notoriedad y el poder del entonces coronel Juan Domingo Perón. En suma, el autoritarismo político y la persecución a organizaciones de izquierda durante el período 1930-1943 no propiciaron el crecimiento de agrupaciones políticas nuevas de esta tendencia ni el libre desarrollo de sus actividades e intervenciones en el espacio público. De todas maneras, el primer período del trotskismo, como veremos, fracasó en construir una alternativa política atractiva para el movimiento obrero por defectos propios: a pesar del escaso número de militantes que aglutinaron sus primeras expresiones, estuvieron atravesadas rápidamente por el faccionalismo y los enfrentamientos personales.

Aun así, la primera agrupación trotskista en Argentina, el Comité Comunista de Oposición, se conformó en 1929 en Buenos Aires, como consecuencia de una ruptura del Partido Comunista Argentino que había tenido lugar en 1927:

El primer grupo argentino se nucleó alrededor de un militante inglés, Roberto Guinney, y su hijo que coincidieron con el obrero español Camilo López –miembros del PC (RA), una ruptura de Partido Comunista, dirigida por José Penelón– vinculándose con las ideas de la Oposición de Izquierda Internacional a partir de 1929 y editando el primer número de su periódico La Verdad. Este grupo se acercó a dos intelectuales argentinos: Héctor Raurich y Antonio Gallo, el primero proveniente de una ruptura del Partido Comunista y el segundo vinculado al Partido Socialista. (Rojo, 2012, p. 104).

De acuerdo a Liborio Justo, el Comité Comunista Oposicionista estuvo conformado inicialmente por los tres obreros mencionados, a los que luego se les sumaron otros cinco, modificando su autodenominación por la de Izquierda Comunista Argentina (ICA) (Liga Obrera Revolucionaria, 1941a, p. 4). En marzo de 1930 comenzó a editarse el periódico La Verdad, el cual dio a conocer el “Testamento político” de Lenin y, posteriormente, por un breve período, un periódico en idish llamado Tribuna Comunista (Alexander, 1991, p. 37).

A pesar del acercamiento de ICA a dos jóvenes estudiantes trotskistas que acababan de regresar de España —donde habían tenido contacto con el dirigente Andrés Nin—, Héctor Raurich y Antonio Gallo, las negociaciones para incorporarlos a la agrupación fracasaron. A partir de entonces ambos establecieron su propio grupo, la Liga Comunista Internacionalista, cuyo periódico se editó bajo el nombre de Nueva Etapa (Alexander, 1991, p. 37).

Un tercer grupo trotskista se conformó en torno a Pedro Milesi, quien había sido expulsado recientemente del Partido Comunista. El ICA vivía por entonces un momento de transformación a causa del fallecimiento de sus fundadores, López y Guinney. Ambas agrupaciones optaron por fusionarse en 1933, dando lugar al nacimiento de la Liga Comunista Internacional. Sin embargo, tras dos años de enfrentamiento entre los grupos de Raurich y Milesi, este último acabó siendo expulsado de su propia agrupación, por circunstancias que se desconocen, posibilitando la unificación de ambas en una única expresión: la Liga Comunista Internacionalista Sección Argentina. El periódico editado en conjunto, IV Internacional, comenzó a publicarse en abril de 1935 (Alexander, 1991, p. 37). A pesar de que esta experiencia duró tan solo dos años y medio, fue capaz de establecer pequeños grupos en La Plata, Córdoba y Santa Fe.

En 1937, la Liga Comunista Internacionalista se vio conmovida a causa de la controversia desatada en torno al entrismo. Años antes, Trotsky había recomendado a sus seguidores en Francia poner en práctica esta táctica:

Consciente de la amenaza que tal ascenso del fascismo planteaba para la existencia misma de la socialdemocracia, Trotsky dedujo de ello que la aparición de corrientes de izquierdas en el seno de esos partidos era inevitable. Unos meses más tarde, la participación de los socialistas españoles en la insurrección de Asturias confirma este pronóstico. Trotsky extrae conclusiones de ello para España, Bélgica y Francia: las pequeñas fuerzas de la Oposición de Izquierdas deben ocupar su lugar en el frente unido contra el fascismo entrando en los partidos socialdemócratas. Conocido como el “giro francés”, esta orientación fue muy pronto objeto de debates y divisiones. Constituye la primera experiencia de lo que se llamará el “entrismo”, a menudo considerado como característica de las prácticas maniobreras llevadas a cabo por las organizaciones trotskistas. (Bensaid, 2002, p. 40).

Hacia fines de 1937 se produjo una escisión en la Liga Comunista Internacionalista a causa de la expulsión de un grupo liderado por Carlos Liacho y Jorge Abelardo Ramos, el cual había optado por la táctica entrista y se había unido al Partido Socialista Obrero, una escisión reciente del Partido Socialista:

De agosto a diciembre de 1937 publicaron, bajo la dirección principal de C. Liacho, cinco números de un órgano mimeografiado denominado “Frente Proletario” con el subtítulo de “Boletín del marxismo revolucionario”, y en agosto de 1938 un número de una revista denominada “Marxismo”. A comienzos de 1938 realizaron en Córdoba una “conferencia nacional”, a la que asistieron representantes de los “entristas” de esa ciudad y de Buenos Aires y La Plata. En ella se pronunciaron discursos hasta de varias horas, como el de C. Liacho, sin dejar ningún saldo en beneficio del movimiento. (Liga Obrera Revolucionaria, 1941a, p. 11).

Al mismo tiempo, Liborio Justo —que se había alejado ya del Partido Comunista— había comenzado a editar por su cuenta algunas publicaciones de número único: Información. Por un partido marxista revolucionario de la Cuarta Internacional (octubre de 1937), España Obrera (noviembre de 1937) y Piquete. Por un partido obrero marxista y por la Cuarta Internacional (noviembre de 1937), todos de inspiración trotskista.

A fines de 1937, tras recibir una carta de Diego Rivera en la que le solicitaba a Justo el envío de material con análisis propios sobre la situación argentina desde una mirada trotskista (D. Rivera, comunicación personal, 21 de octubre de 1937), Agustín Bernal —su pseudónimo por entonces— convocó a los referentes de los grupos “cuartistas” argentinos a una reunión para evaluar la posibilidad de editar un periódico en conjunto. Finalmente, a comienzos de 1938, tras reeditarse viejas disputas personales entre Gallo y Milesi, se publicaron dos revistas diferentes: Nuevo Curso en julio de 1938, editada por Justo, Gallo, Siburu, Garmendia, entre otros, e Inicial en agosto de 1938, dirigida por Milesi y sus discípulos. La experiencia de Nuevo Curso terminó rápidamente por divergencias internas. Inicial, por su parte, alcanzó a editar al menos cinco números (Liga Obrera Revolucionaria, 1941a, p. 11).

A comienzos de 1939, casi todos los trotskistas que conformaban el Partido Socialista Obrero o bien fueron expulsados o bien se alejaron voluntariamente del espacio. Por su parte, la decepción de Justo tras su participación en Nuevo Curso lo llevó a publicar en enero de 1939 el folleto Cómo salir del pantano, por primera vez bajo el seudónimo de “Quebracho”:

Se trata de un extenso folleto de 34 páginas que el autor dedica al análisis del ‘movimiento bolchevique-leninista’ en la Argentina, y a las tareas que éste debe realizar a fin de alcanzar la superación de los defectos que lo aquejan. Influenciado por el ¿Qué hacer? de Lenin y por La Revolución Permanente de Trotsky, Justo da cuenta de un importante bagaje teórico proveniente de la literatura clásica del materialismo histórico. (Bosch-Alessio, 2015, p. 4).

Tres meses después, en abril de 1939, Liborio Justo, Antonio Gallo, David Siburu y Aquiles Garmendia trazaron los acuerdos necesarios para comenzar a editar una nueva publicación en conjunto: La Internacional.

El Grupo Obrero Revolucionario

La publicación del primer número de La Internacional a comienzos de 1939 dio origen al Grupo Obrero Revolucionario, conformado por Liborio “Quebracho” Justo, Mateo Fossa, un grupo de Córdoba que dirigía Aquiles Garmendia, un grupo de estudiantes de La Plata nucleado alrededor de Jorge Lagos (seudónimo de Reinaldo Frigerio) y un grupo de estudiantes anarquistas dirigidos por Abelardo Ramos. La dirección del grupo estaba a cargo de Justo, quien, según un obrero que formaba parte de la agrupación:

Desplegaba una actividad extraordinaria en el movimiento, explicable por sus condiciones económicas, su voluntad de trabajo en un movimiento bajo su jefatura, su haber ideológico, además de cierta mayor seguridad en el trabajo ilegal del que pudiera gozar cualquier otro militante. A pesar de todo, pronto nos convencimos que el grupo tenía pocas perspectivas de expansión entre las masas obreras, dadas las intrigas para desplazar a Liborio de la dirección del grupo. (Medunich-Orza, 1970, p. 38).

Fossa caracterizó al GOR en sus inicios como un núcleo potencialmente revolucionario en el que participaban viejos simpatizantes del trotskismo vernáculo y nuevos elementos militantes:

Era más bien un conglomerado aún en estado de nebulosa del que podría esperarse la cristalización de un verdadero grupo revolucionario de la Cuarta Internacional en Argentina... En él participaban simpatizantes nuevos junto con elementos del primer período del trotskysmo [sic] en este país, quienes habían pertenecido a aquellas organizaciones encabezadas por Gallo y Milesi... A fines de 1939 quedaban en nuestras filas sólo dos o tres de ellos junto con los militantes nuevos. (M. Fossa, comunicación personal, 2 de junio de 1941).

La primera deserción del grupo la protagonizó el núcleo de Córdoba, el cual se declaró autónomo luego de la publicación del primer número de La Internacional (Quebracho, 1957, p. 52). Entre fines de 1939 y mediados de 1940 se produce una ruptura en el seno de la agrupación que culmina en la desafiliación de Jorge Lagos, Abelardo Ramos y de los grupos de Santa Fe y Rosario, por diferencias dentro del GOR en torno al problema de la liberación nacional. En términos generales, basándose en las tesis sobre la cuestión nacional y colonial que Lenin redactó para el segundo congreso de la Internacional Comunista y en textos de Trotsky,10 Justo planteaba que la necesidad de la liberación nacional surgía de la influencia del imperialismo en los países coloniales y semicoloniales, y que solo el proletariado sería quien luche en su contra y alcance la liberación nacional a través de la revolución proletaria, de acuerdo a los principios de la revolución permanente. En palabras de Mateo Fossa, la “posición doctrinaria” del GOR indicaba que:

El principal enemigo es el imperialismo que oprime a la Argentina, ha deformado su economía e impide su desenvolvimiento. En consecuencia se impone, en primer término, la lucha por la liberación nacional. La burguesía argentina, aliada y cómplice del imperialismo, es incapaz de emprender esa lucha por la independencia total del país. (M. Fossa, comunicación personal, 27 de octubre de 1941).

Fossa explica cómo ciertos sectores de la burguesía pueden “iniciar ciertas escaramuzas contra el imperialismo”, pero que nunca completarán “porque sus intereses están más cerca del imperialismo que del proletariado revolucionario”. Solo el proletariado revolucionario, manteniendo su independencia de clase será capaz de llegar hasta el fin de la lucha contra el imperialismo:

Por medio de la revolución proletaria que establezca la dictadura del proletariado que liberará al país del imperialismo y destruirá los últimos restos semifeudales completando la revolución democrático-burguesa. Pero el proletariado no podrá detenerse allí, sino que de acuerdo a los principios de la revolución permanente, pasará adelante a la revolución socialista. (M. Fossa, comunicación personal, 27 de octubre de 1941).

El debate en torno al problema de la liberación nacional provocó nuevas deserciones, entre las que se contaba la del grupo de La Plata, dirigido por Jorge Lagos. La renovación de militantes fue, por entonces, notoria:

A consecuencia de esta constante fluctuación, el GOR llegó al mes de febrero de 1940, primer aniversario de su formación, con alrededor de 10 miembros, de los cuales sólo tres, Fossa, Tristán y Bernal, formaban parte del grupo primitivo, es decir que se había renovado en un 70%, demostración evidente de los cambios y luchas internas que habían soportado durante el primer año de existencia… Por esa época, los militantes obreros estaban aún en minoría, constituyendo el 40%, lo cual, no obstante, significaba un evidente progreso sobre la proporción inicial. (Liga Obrera Revolucionaria, 1941b, p. 10).

La controversia planteada en torno al problema de la liberación nacional ocasionó no solo la ruptura del GOR y su posterior vaciamiento (según Quebracho, los militantes que no abandonaron la agrupación “se podían contar con los dedos de una mano”), sino también la conformación de una nueva agrupación en torno a aquellos que no acordaban con la tesis de Justo: la Liga Obrera Socialista (LOS). Integraban la LOS Pedro Milesi, Oscar Posse, Juana de Palma, Margarita Gallo, Angélica Méndez, Abelardo Ramos y los grupos de Rosario y La Plata (Coggiola, 2006, p. 44). Según el obrero Miguel Medunich Orza, la LOS “fue el más numeroso de los grupos ‘trotskistas’, pero también el más heterogéneo por su composición ideológica. Había hombres en el grupo que tenían poco que ver con las ideas marxistas” (Medunich-Orza, 1970, p. 39).

Desde las páginas de Inicial —el periódico de la LOS—, se dirigían “ataques personales” en contra de Quebracho y se sostenía el carácter socialista de la revolución en Argentina. De acuerdo a Medunich Orza (1970, pp. 38-39), el periódico “contenía, casi exclusivamente, la transcripción de los artículos de Trotsky, algunas informaciones sobre el Partido Obrero de Unificación Marxista y del Partido Laborista Independiente de Inglaterra”. En cuanto a la composición social de la LOS, Fossa —quien permanecía al interior de las filas del GOR— afirmó que “es abrumadoramente pequeñoburguesa: de doce personas que componen sus efectivos en Buenos Aires, diez son pequeñoburgueses y sólo dos obreros atrasados. Su contacto con el movimiento obrero es prácticamente nulo” (Fossa, comunicación personal, 6 de febrero de 1941). Respecto del periódico Inicial, Fossa dice desconocer su distribución, a pesar de que su tiraje oscila entre los 1 000 o 3 000 ejemplares. Sin embargo, le preocupa su posición “teórica”:

Está completamente reñida con los principios más elementales del marxismo-leninismo y de la Cuarta Internacional... Niega la distinción leninista entre países opresores y oprimidos y sostiene que las tareas de la vanguardia proletaria en la Argentina son las mismas que las de Alemania o los Estados Unidos... alegan de que el primordial enemigo de un país semicolonial como la Argentina, no es el imperialismo sino la burguesía nacional y que en lugar de la lucha por la liberación nacional contra el imperialismo el proletariado debe plantearse aquí una abstracta revolución socialista. Niegan a Lenin y a Trotzky [sic] y dicen derivar su posición de Rosa Luxemburg, del pseudomarxista peruano José Carlos Mariátegui y del líder del socialismo reformista argentino, Juan B. Justo. Ignoran el imperialismo, en cuyas manos ellos mismos dicen que están todos los centros vitales de la economía argentina. Ignoran la dialéctica de la revolución permanente. (M. Fossa, comunicación personal, 2 de junio de 1941).

A pesar de haber perdido buena parte de su militancia, una vez producida la ruptura, el GOR logró sumar algunos grupos del interior argentino. De acuerdo a Mateo Fossa, el GOR en 1941:

Cuenta en Buenos Aires con los siguientes efectivos: dos obreros madereros, dos obreros gastronómicos, un obrero gráfico, un obrero de la construcción, un estudiante y un intelectual. Cada uno de sus componentes son dirigentes capacitados y bien conocidos en sus respectivos campos de acción... Tenemos además grupos filiales en la ciudad de Mendoza (recientemente constituido) el que consta de cinco militantes y cinco simpatizantes, en su totalidad obreros, y en La Banda, importante centro ferroviario del Norte argentino, el que consta de tres o cuatro militantes, en su mayor parte obreros. Tenemos también un militante en el movimiento estudiantil de Rosario... además, el GOR cuenta con multitud de simpatizantes que distribuyen su literatura en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Tucumán, Resistencia (Chaco), Comodoro Rivadavia (Chubut), etc. (M. Fossa, comunicación personal, 27 de octubre de 1941).

En relación al periódico, Fossa asegura que “se distribuye ampliamente entre el proletariado del país... de cada número se hace una edición de 5 mil ejemplares desde su aparición” (M. Fossa, comunicación personal, 27 de octubre de 1941), salvo en momentos de dificultades internas, cuando imprimieron solo 3 000. Recuerda que del número dedicado a la memoria de Trotsky se hizo una edición récord de 10 000 ejemplares.11 En el marco de la II Guerra Mundial y reivindicando a la Cuarta Internacional y a León Trotsky, el primer número del periódico rezaba en su editorial:

En el mes de Septiembre de 1938, ‘en cierto lugar de Suiza’ se ha realizado el Congreso Constituyente de la IV Internacional. Los más firmes revolucionarios marxistas del mundo —con el incorruptible León Trotski a la cabeza— han elaborado las bases de la nueva Internacional. En el fuego de la lucha contra el fascismo y la guerra imperialista, la IV Internacional, levanta en alto la bandera del marxismo revolucionario y llama a las masas a la lucha por la Revolución. ‘La Internacional’ es el ¡presente! de los marxistas de la Argentina. (La Internacional, 1939, p. 1).

Desde la perspectiva de Liborio Justo, la publicación del nuevo órgano demuestra la superación de una etapa que abre paso al recambio generacional y dirigente en el seno de la tendencia.

La (Nueva) Internacional editó en total 14 números entre abril de 1939 y abril de 1941. Según testimonia la correspondencia partidaria, la agrupación recibía suscripciones por correo y se distribuía, además, en algunos círculos obreros a los que los militantes tenían llegada. El precio de venta rondaba los diez centavos. En sus páginas se analizaban cuestiones relativas a la II Guerra Mundial, al rol del estalinismo y de los partidos trotskistas tanto en Europa como en América Latina y se publicaban noticias y reportajes en relación a cuestiones sindicales fundamentalmente bonaerenses.

El Grupo Obrero Revolucionario editó junto a su prensa regular —La Nueva Internacional— una serie de diez folletos12 de unas 35 páginas promedio bajo el sello de Ediciones Acción Obrera. Las publicaciones en cuestión, cuya autoría mayoritaria pertenece a Liborio “Quebracho” Justo, reconstruyen los inicios del trotskismo en Argentina y América Latina, plantean los vínculos entre las agrupaciones que adherían al movimiento cuartainternacionalista, reproducen los debates y parte de la correspondencia entre ellos, y los sitúa en el contexto mundial del derrumbe de la Tercera Internacional, el ascenso del fascismo y las implicancias de la II Guerra Mundial.

Liga Obrera Revolucionaria

De acuerdo a la correspondencia emitida por la agrupación, el GOR se transformó en la Liga Obrera Revolucionaria en abril de 1941. El periódico también adoptó una nueva denominación, Lucha Obrera.13

La primera etapa de la historia de la LOR estuvo marcada por el intento de unificación de los grupos trotskistas argentinos que lideró el secretariado internacional de la Cuarta Internacional. En enero de 1941 se encontraba ya en la Argentina Terence Phelan (Sherry Mangan), quien había llegado con el objetivo de unir a las diferentes agrupaciones trotskistas (González, 1995, p. 72). En el mes de agosto del mismo año se inician las negociaciones de unificación, conformándose ad hoc un comité precedido por Phelan. El contacto de los miembros del comité ejecutivo internacional con los grupos argentinos dio origen a algunos debates en torno a las tesis sostenidas por estos últimos. Así, por caso, Marc Loris (Jean van Heijenoort) criticó fuertemente el folleto de la LOR Argentina frente a la Guerra Mundial en su “Carta a los camaradas argentinos”, tildando a la agrupación de reformista, chauvinista, demagoga y pequeño-burguesa (Loris, 1941).

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Nota: Tomado de Análisis esquemático de las posiciones doctrinarias frente a los problemas nacionales sostenidas en su desarrollo por el movimiento cuartainternacionalista argentino (2da parte), por Liga Obrera Revolucionaria, 1942, Argentina.

Por su parte, Liborio Justo responderá en agosto de 1941 a sus consideraciones en el primer Boletín Interno,14 dedicado por completo a la publicación de la intervención de Quebracho respecto a las apreciaciones de Loris. En primer lugar, Justo aclara que el folleto no pretendía examinar en profundidad el problema de la liberación nacional, ya que los textos que lo integran formaban parte, originalmente, de artículos de La Nueva Internacional y tenían, por tanto, un objetivo “más de agitación que de propaganda” (Liga Obrera Revolucionaria, 1941b, p. 2). En segundo lugar, las críticas a la terminología utilizada en el folleto y a la omisión de conceptos como el de revolución proletaria, se explican solo por el desconocimiento de Loris de las circunstancias en las cuales desenvolvían sus actividades las organizaciones de izquierda durante la Década Infame:

Usted, Marc Loris, que nos anatemiza tan tranquilamente desde Union Square, ignora, con toda seguridad (por lo menos hay que suponerlo) la situación de semilegalidad en que nosotros debemos trabajar, ignora que en la Argentina existe una Sección Especial de la Policía contra el Comunismo y que nuestros compañeros son detenidos a cada rato (yo mismo lo he sido tres veces en un año) por repartir nuestra prensa y que, al escribir los artículos que integran el folleto, nosotros no sabíamos aún hasta donde podíamos hablar claramente de revolución proletaria sin vernos perseguidos y encarcelados, con lo que hubiéramos destruido nuestro grupo y tronchado nuestras posibilidades de propaganda, nada más que para que un culto de la fraseología revolucionaria no fuera a lanzarnos epítetos vulgares que hasta resultan innobles e indignos de un verdadero militante bolchevique-leninista. (Liga Obrera Revolucionaria, 1941b, p. 3).

En junio de 1941, la LOR recibe la invitación formal para participar de una conferencia nacional constituyente del Partido Cuartainternacionalismo Argentino, a presentar los documentos que desarrollen las tesis políticas del grupo y a informar el número de militantes (González, 1995, p. 75). Ya habían aceptado por entonces participar de la conferencia el grupo marxista-leninista de Córdoba, el de La Plata-Berisso, la Liga Obrera Socialista, la Vanguardia Obrera Leninista y el grupo alemán IKD-RF. La posición de la LOR remarcaba la necesidad de llegar a acuerdos programáticos antes de impulsar la unificación. La fórmula que proponían era Discusión-Congreso-Unificación, mientras que la del resto de los grupos era Unificación-Discusión-Congreso. El grupo de Quebracho se manifestaba en contra de una unificación inmediata, salvo en el caso de que EE.UU. ingresara a la guerra (Quebracho, comunicación personal, 10 de mayo de 1941).

Unifiquémonos —decían los centristas— y luego vamos a discutir. Es decir, formemos una comparsa más de las tantas que ya se han constituido en la larga historia del trotskismo en la Argentina, elijamos un Comité Ejecutivo, démosle un nombre pomposo al nuevo organismo, y aun el nombre de partido, y después vamos a considerar todo lo demás. Las posiciones doctrinarias son secundarias y las decidiremos más tarde, aunque a consecuencia de ello se vuelva a caer en las eternas luchas internas y en lugar de un partido volvamos a tener diez grupitos disgregados marchando otra vez cada uno por su cuenta… Por supuesto que nosotros en ninguna forma aceptamos ni que se nos hablara de una comedia de esa naturaleza, la que era apadrinada con un vigor y una consecuencia digna de mejor causa por el ‘observador internacional’. Exigimos un Boletín de Discusión como paso primordial indispensable para llegar a un posible entendimiento. No teniendo otro camino para seguir adelante, los centristas, partidarios de la unificación inmediata, se vieron obligados a aceptarlo. Pero lo hicieron a su manera: sólo se darían 15 días para presentar las tesis a publicarse en ese Boletín y ellas se concretarían a un solo punto: al problema del imperialismo y de la liberación nacional, el que nosotros habíamos planteado como el punto básico a resolver para llegar a un posible entendimiento. De más está decir que en ninguna forma, tampoco, aceptamos ese procedimiento. (Liga Obrera Revolucionaria, 1942a, p. 4).

La LOR demoró en entregar sus tesis políticas sobre la cuestión de la liberación nacional y, finalmente, en los meses de octubre-noviembre, abandonó la Comisión de Unificación del Movimiento Cuartainternacionalista Argentino —que se había constituido para concretar la unión— en dos oportunidades. El motivo principal para el alejamiento de la LOR de la Comisión fue el hecho de que Phelan “se pusiera de parte del centrismo pequeñoburgués” y sugiriera de manera oportunista unificar inmediatamente a todos los grupos (M. Fossa, comunicación personal, 27 de octubre de 1941). En circunstancias poco claras, se constituye con el resto de los grupos el Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS) en diciembre de 1941.

Los documentos que la LOR preparaba para presentar en la comisión fueron publicados en una serie de cinco entregas, bajo el título de Documentos para la unificación del movimiento cuartainternacionalista argentino, a saber: Breve reseña cronológica del movimiento cuartainternacionalista argentino (1941), Análisis esquemático de las posiciones doctrinarias frente a los problemas nacionales sostenidas en su desarrollo por el movimiento cuartainternacionalista argentino (dos partes: Los maestros —1941— y Las últimas aventuras del centrismo —1942—), Posición de la Liga Obrera Revolucionaria frente al problema de la liberación nacional y de la guerra (1942) y, finalmente, Documentación complementaria.

La Breve reseña cronológica del movimiento cuartainternacionalista argentino constituye una periodización de la historia del trotskismo argentino desde 1929 hasta la conformación de la Liga Obrera Socialista en 1941. Se reconoce allí la sucesión de tres etapas. La primera de ellas se extiende desde 1929 hasta 1933 y se caracteriza por la conformación del primer grupo oposicionista de América del Sur, el bonaerense Izquierda Comunista Argentina. La segunda etapa (1933-1937) tiene como protagonistas a las agrupaciones de Antonio Gallo y Héctor Raurich y de Pedro Milessi. Por último, la última fase (1937-1941) hace referencia a los prolegómenos de la conformación del GOR, sus primeros años y debates con la LOS y el nacimiento de la LOR.

La primera parte de Análisis esquemático…, subtitulada Los maestros, examina las tesis políticas de los primeros referentes del movimiento trotskista local: Antonio Gallo, Carlos Liacho, Pedro Milesi, Luis Koiffman, David Siburu y el grupo de Córdoba América Libre. La caracterización de esta etapa del trotskismo argentino indica, en primer lugar, el carácter abstracto y especulativo de las concepciones teóricas de sus integrantes, las cuales reproducían, simplemente, los escritos de Trotsky. Como consecuencia de ello, se conformó “un campo fértil para los más inverosímiles devaneos doctrinarios y para la fructificación de la serie de genios pseudomarxistas que aparecieron aquí como ‘superadores’ o ‘reformadores’ de Marx y de Lenin” (Liga Obrera Revolucionaria, 1941a, p. 12). Por un lado, los antecesores al GOR/LOR no habían sido capaces de caracterizar a la Argentina como un país semicolonial, por lo que sus concepciones sobre el carácter de la revolución en el país indicaban que sería eminentemente socialista, sin necesidad de abrir paso a la liberación nacional. Por otro lado, el desenvolvimiento de los primeros grupos trotskistas, alejado del proletariado, fue “la causa principal de su existencia mezquina y raquítica en el seno de la pequeñaburguesía” (Liga Obrera Revolucionaria, 1941a, p. 13). Asimismo, los contactos de los “maestros” con el extranjero se sostuvieron con agrupaciones “centristas” como el Partido Obrero de Unificación Marxista español o la Izquierda Comunista chilena.

La segunda parte de Análisis esquemático…, subtitulada Las últimas aventuras del centrismo, se concentra en describir el fallido proceso de unificación y la creación del Partido Obrero de la Revolución Socialista.

En Posiciones de la Liga Obrera Revolucionaria frente al problema de la liberación nacional y de la guerra se analizan in extenso las tesis políticas de la LOR y del resto de las agrupaciones trotskistas que participaban del proceso de unificación, en torno a la cuestión nacional y al imperialismo. El folleto las resume de la siguiente manera en la tabla 1.

Finalmente, Documentación complementaria reproduce una serie de cartas intercambiadas con grupos trotskistas nacionales e internacionales, en relación al proceso de unificación.

Como consecuencia de la intervención de Sherry Mangan en Argentina, los vínculos entre la LOR y el comité ejecutivo de la Cuarta Internacional se vieron resentidos. Mediante una carta dirigida a los miembros de la agrupación, fechada el 20 julio de 1942, Quebracho rompe con la Cuarta Internacional:

Camaradas: nuestra lucha contra el centrismo en este país y en la América Latina nos lleva, en consecuencia, a emprender la lucha contra el centrismo en su propio reducto actual, el S.W.P. de los Estados Unidos. ‘La Cuarta Internacional se formará en la lucha contra el centrismo’, dijo León Trotsky. La próxima revolución europea y asiática superará la etapa en que actualmente nos encontramos y edificará la verdadera Cuarta Internacional. Listos para tal acontecimiento, nosotros desde ya debemos romper todo vínculo con los burócratas de los Estados Unidos y, en este sentido mi resolución es inquebrantable, coincidiendo, según creo, con el sector joven y activo de la LOR. (Quebracho, 1957, p. 117).

La ruptura con la dirección de la Cuarta Internacional repercutió hacia el interior de la LOR: Mateo Fossa abandonó la agrupación en junio de 1943, luego de que la última publicación del grupo —Boletín Sudamericano— afirmara que el Socialist Workers Party constituía un agente de Wall Street (González, 1995, p. 76).

En diciembre de 1942, Quebracho afirmó que el movimiento revolucionario mundial se encontraba en “plena medianoche”:

Por todas partes nos vemos amenazados por medidas policiales y reaccionarias de distinto orden al mismo tiempo que nuestra prédica, en el alcance que a ella es aún posible darle, nos coloca en una situación de incomprensión y aislamiento en que tal vez no hemos estado nunca. Es evidente que nos encontramos en plena medianoche del movimiento revolucionario mundial. En el terreno ideológico reina la confusión más absoluta. Aparecen tergiversados hasta los principios más elementales de la lucha de clases… En el campo sindical, el espectáculo no es más auspicioso. Paralización e indiferencia absoluta. Triunfo de las direcciones entregadoras bajo el signo del colaboracionismo más repugnante… La ofensiva patronal y reaccionaria continúa día a día ante la casi total indiferencia de la masa obrera que ha perdido la confianza en sus actuales dirigentes, no ve la perspectiva de cambiarlos y parece haber perdido la confianza en sus propias fuerzas y en la posibilidad de utilizarlas para mejorar su suerte… La situación no es la más propicia para el progreso y desarrollo de una organización revolucionaria de vanguardia. (Liga Obrera Revolucionaria, 1942b, p. 1).

Reconoce, por tanto, que las circunstancias en las cuales desarrollar la tarea militante son las más desfavorables posibles y que la organización ha sufrido algunas bajas entre sus filas:

Algunos de nuestros antiguos compañeros —los menos firmes desde luego— se han dejado influenciar por el aplastamiento general y han desertado. También algunos camaradas del interior (Mendoza) se han dejado ganar, por el ambiente de renuncia e impotencia que se ha enseñoreado en el medio obrero argentino, aunque estamos seguros que esa actitud es pasajera y que se modificará tan pronto como también se modifiquen las circunstancias que le condicionaron… Pero frente a eso, puede decirse que el puñado de los otros militantes que forman parte de la LOR en la actualidad —un puñado nada más, ya que el análisis objetivo no nos permite un autoengaño respecto a nuestras propias fuerzas— están encarando la situación quizás en una forma más firme que nunca y sobre esa pequeña columna que no se rinde se irá agrupando más tarde el grande ejército de la revolución. (Liga Obrera Revolucionaria, 1942b, p. 1).

Frente al momento de oscuridad, Justo propone cinco tareas. En primer lugar, el estudio y la clarificación doctrinaria, los cuales comprenden, entre otras acciones, la redacción y la publicación de tres obras fundamentales: “¿Defensa o esclavizamiento continental?” (“en la que se estudiará la situación de América Latina frente al momento actual del mundo”), un trabajo sobre la cuestión nacional en los países semicoloniales latinoamericanos y, finalmente, “Del pantano al partido” (“un análisis del desarrollo del movimiento cuartainternacionalista hasta el presente en la Argentina, en América Latina y en el resto del mundo”). Por primera vez,
Quebracho plantea, en parte, el plan de obras que concretará una vez producido su alejamiento de la militancia política (Liga Obrera Revolucionaria, 1942b, p. 1).

En segundo lugar, Justo propone llevar a cabo una labor de proselitismo individual en el seno de organizaciones de masas: “Si la tarea de conquistar masas para nuestras posiciones es, en una situación como la que atravesamos hoy, totalmente utópica, muy distinta es la perspectiva que se presenta como un deber para todos los miembros de un grupo revolucionario de vanguardia en las actuales circunstancias” (Liga Obrera Revolucionaria, 1942b, p. 5).

En tercer lugar, el dirigente de la LOR sugiere la preparación para las nuevas condiciones de lucha, marcadas por una represión local de presión relativa (“los medios represivos de la burguesía, en los hechos, casi nos han ignorado y para ellos el stalisnismo, utilizando todavía el temido nombre de comunismo, se ha presentado como el verdadero enemigo”) y por la “invasión” de la policía política de los Estados Unidos: “por declaraciones obtenidas recientemente de fuente bien informada, quien esto escribe ha llegado a enterarse de que alrededor de 300 agentes de la policía secreta yanqui actúan en la Argentina en la actualidad” (Liga Obrera Revolucionaria, 1942b, p. 6).

En cuarto lugar, Quebracho propone la publicación de una revista impresa o de un boletín mimeografiado de carácter continental. Este punto encuentra su concreción en la publicación desde febrero de 1943 de un Boletín Sudamericano (el primero en su género a nivel continental), cuyo nivel de circulación se desconoce. Se editaron un total de cinco números hasta el mes de junio de 1943.

Finalmente, Justo considera necesario preservar y extender los contactos internacionales:

Camaradas de Bolivia, Uruguay y Brasil están en estrecho vínculo con nosotros y podríamos decir que esos camaradas representan lo mejor y lo único vivo en sus respectivos países… La construcción de un gran movimiento revolucionario continental que enfrente al imperialismo como un solo bloque es… la tarea inmediata de la Cuarta Internacional en la América del Sur. (Liga Obrera Revolucionaria, 1942b, p. 8).

Ya hacia mediados de 1943, la LOR había perdido a casi todos sus militantes y vínculos internacionales:

Mientras tanto la LOR, que había anunciado la aparición de una revista: “Estrategia”, empezó a sufrir, sin embargo, un proceso de desintegración que, además de ser un reflejo del medio adverso en que debía desenvolverse, lo era del receso revolucionario en todo el mundo. Algunos activos camaradas del interior dejaron de escribir. Otros llegaron a renegar del marxismo… El camarada Mateo Fossa, desaprobó nuestra ruptura con Nueva York y, finalmente, a pesar de la estimación que siempre nos había merecido, nos vimos obligados a seguir sin él. Algunos simpatizantes se recluyeron en su casa. Otros, incapaces de soportar el aislamiento, se acercaron a otros movimientos más a la derecha. En el orden nacional, únicamente manteníamos vinculación con los camaradas obreros de Resistencia (Chaco). Finalmente, en Buenos Aires, quedamos sólo dos: Enrique Carmona (Santiago Escobar) y quien esto escribe.
En el terreno internacional, alejado el POR de Chile… y silenciado el Uruguay y el Brasil… sólo manteníamos contacto, a mediados de 1943, con la Liga Obrera Marxista de Oruro (Bolivia). (Quebracho, 1957, pp. 128-129).

Por último, el golpe militar del 4 de junio de 1943 movilizó la publicación de la última declaración pública de la agrupación, en la que anticiparon el breve paso de Ramírez en el poder y el tinte autoritario del nuevo Gobierno.

La desintegración total finalmente se produjo cuando el último militante abandonó la LOR:

Con el camarada Enrique Carmona, cuya adhesión inteligente y leal y profundo sentido de clase (era obrero gastronómico) había sido un apoyo imprescindible de la acción que pudimos desarrollar en la LOR, surgieron, sobre asuntos banales, algunos desacuerdos. Y la LOR terminó por desintegrarse para siempre. (Quebracho, 1957, pp. 128-129).

Consideraciones finales

La extinción de la LOR marcó el final de la “prehistoria” del trotskismo argentino. Su incapacidad para transformarse en un partido de masas y el contexto poco favorable que marcó la Década Infame, acabaron por extinguir los esfuerzos militantes de sus dirigentes. De todas maneras, ninguna de las experiencias trotskistas del período 1929-1943 obtuvo una influencia relevante en el movimiento obrero, y el GOR y la LOR no constituyeron la excepción.

Hacia el interior de las primeras agrupaciones trotskistas, la experiencia del GOR-LOR se destacó por la variedad y tiraje de sus publicaciones, las cuales superaron, inclusive, la demanda del medio, y a su vez, por sus vínculos políticos con agrupaciones semejantes en el interior argentino y en países latinoamericanos como Cuba, Chile, Bolivia, Uruguay o Brasil. En otras palabras, estas pequeñas agrupaciones se convirtieron más bien en espacios de sociabilidad intelectual, cuya intermitencia en el tiempo y labilidad no opacaron la posibilidad de tender precarias redes de circulación de ideas y publicaciones.

En términos generales, las tesis políticas y las publicaciones de ambos grupos dan cuenta de la autoría abrumadoramente mayoritaria de Liborio Justo. Su rol dirigente, sin embargo, no favoreció la unificación con otros grupos trotskistas locales y acabó por marcar la ruptura de la LOR con la Cuarta Internacional y su autoexilio de la escena pública.

NOTAS

1 “Antonio Gallo nació en Buenos Aires en c.1913, fue ensayista político y militante trotskista. Inicia su militancia en la Juventud del Partido Socialista y publica, desde muy joven, artículos en el diario La Vanguardia y en la revista Claridad. Tras el golpe de Estado de 1930 es detenido y consigue ser liberado gracias a contactos de su madre. Viaja a España en 1931 como parte de una delegación socialista que pretende tomar contacto con la República española. Tras su regreso a Argentina, toma contacto con el primer grupo comunista de oposición, la Izquierda Comunista Argentina, pero finalmente no lo integra. Publica, en cambio, junto a otros trotskistas y miembros del PC la revista Actualidad. Hacia 1933 conforma la Liga Comunista Internacionalista que en 1935 se fusionará con el grupo de David Siburu. En 1935, frustrada la fusión, se reagrupará junto a Liborio Justo, Mercedes Bacal y Aquiles Garmendia y editarán el periódico Nuevo Curso” (Alessio, 2015, p. 5).

2 “Seudónimo de Mercedes Bacal (Baikal, 18/12/1900–Buenos Aires, 10/3/1990). Odontóloga de profesión, estuvo vinculada al grupo Insurrexit hasta su ingreso al Partido Comunista en 1920. En 1929 es expulsada por sus posicionamientos izquierdistas. A fines de la década del treinta practica la táctica de entrismo en el Partido Socialista Obrero. En 1940 participa de la Liga Obrera Socialista que lidera Antonio Gallo. Desde 1941 y hasta 1943 participa del Partido Obrero de la Revolución Socialista. En las décadas de 1960 y 1970 junto a Mateo Fossa milita en la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones de Jubilados y Pensionados de la República Argentina” (Alessio, 2015, p. 5).

3 “Pedro Milesi nació en Buenos Aires el 8 de octubre de 1886. Fue trabajador municipal y dirigente sindical trotskista. Milita inicialmente en el Partido Socialista y luego se afilia, en la década de 1920 al Partido Comunista. En 1922 es expulsado del PC tras sostener el frente único entre el PS y el PC. Reingresa al PC luego del golpe de Estado de 1930, pero romperá con él en 1932 para sumarse a la Izquierda Comunista Argentina. Protagonizará desde las páginas del periódico partidario, Tribuna Leninista, un fuerte debate con la publicación del grupo de Antonio Gallo, Nueva Etapa. Sin embargo, en 1935 ambos grupos se reunifican. Expulsado en 1936, editará la revista Inicial, de cuyo núcleo surgirá una nueva agrupación trotskista: la Liga Obrera Socialista” (Alessio, 2015, p. 5).

4 Seudónimo de Aurelio Garro (Córdoba, 1901–Buenos Aires, 1939). Militante trotskista cordobés. Se vincula con trotskistas cordobeses por intermedio de Tristán Maroff. En 1935 dirige junto a Maroff y Esteban Rey la publicación América Libre. Su alejamiento de Rey determinó su vinculación con el Grupo Obrero Revolucionario (Tarcus, 2007).

5 Esteban Rey (Tucumán, 1915–San Salvador de Jujuy, 2003). Abogado y militante trotskista. Su formación de grado la completa en la Universidad Nacional de Córdoba, donde conoce a Tristán Maroff y Aquiles Garmendia. En 1934 se integra al grupo estudiantil Insurrexit y desde 1935 se lo reconoce como dirigente de la Federación Universitaria de Córdoba. Desde 1935 dirige el primer grupo trotskista de Córdoba, el Grupo Marxista-Leninista (Tarcus, 2007, p. 568).

6 Reinaldo Frigerio (La Plata, 1910?–Pergamino, c. 1960). Abogado egresado de la Universidad Nacional de La Plata, militante estudiantil y abogado laboralista ad honorem para los obreros de los frigoríficos de Berisso, dirige una agrupación trotskista en La Plata desde mediados de la década del treinta (Tarcus, 2007, p. 224).

7 Mateo Fossa (Buenos Aires, 1896–1973). Dirigente sindical del gremio de la madera. Militante del Partido Socialista, fue expulsado en 1917 tras la controversia en torno a la posición del partido en relación a Alemania. Fue miembro fundador del Partido Comunista argentino, del cual será expulsado en 1925 a causa de su intervención en la publicación La Chispa. Tras una breve experiencia dirigiendo un grupo propio, comienza a vincularse en los años treinta con el trotskismo argentino. En 1938 viaja a México como representante del gremio de la madera en el Congreso de los Trabajadores Latinoamericanos. En ese viaje entrevista en tres oportunidades a León Trotsky, adhiriendo públicamente a la Cuarta Internacional (Tarcus, 2007, p. 217).

8 Si bien el periódico del PORS, Frente Obrero, tuvo continuidad hasta 1948, el grupo manifestó su deseo de disolverse en junio de 1943 (Alexander, 1991, p. 40).

9 “Moreno era un joven de clase media acomodada, proveniente de un pueblo ganadero bonaerense, que había sido enviado a la Capital para realizar sus estudios primarios y secundarios. Con inclinaciones culturales hacia la literatura clásica, la filosofía de Kant y Hegel y la crítica teatral, se había introducido en el ambiente político-intelectual de la izquierda desde 1939. Pronto, un puesto de trabajo en el Ministerio de Hacienda y una carrera universitaria quedaron abandonados por sus actividades al frente del GOM, a las cuales terminó dedicando todo su tiempo”; véase “El período formativo de un intelectual: Milcíades Peña y el trotskismo en las décadas de 1940-1950”, p. 11, por H. Camareno, setiembre, 2013, Archivos del Movimiento Obrero y la Izquierda, (3).

10 Particularmente, El gran organizador de derrotas y Problemas de la revolución china.

11 Carta a los camaradas del Comité Ejecutivo Internacional, por M. Fossa, Buenos Aires, 27 de octubre de 1941.

12 Cómo salir del pantano (1939), Nuestras perspectivas políticas (1939), Por el socialismo revolucionario y la Cuarta Internacional (1939), La revolución mundial y la traición stalinista (1939), Qué quiere la Cuarta Internacional (1939), Centrismo oportunismo y bolchevismo (1940), La Argentina frente a la Guerra Mundial (1940), La guerra imperialista y la revolución mundial proletaria. Manifiesto de la Cuarta Internacional (1940), Conversando con León Trotsky (1941), La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional. Tesis del Congreso de Fundación (1941).

13 Lucha Obrera publicó solo cuatro números, de julio a noviembre de 1941. De acuerdo a Liborio Justo, se editaban entre 5 000 y 10 000 ejemplares: “los que se repartían en su totalidad con un esfuerzo ímprobo, yendo diariamente los escasos militantes de la LOR a reuniones obreras y a las fábricas, talleres y obras de Buenos Aires y alrededores, donde nuestro periódico, generalmente se distribuía gratis con el propósito de difundirlo. Porque el escepticismo de la masa obrera, provocada por las reiteradas traiciones de los partidos de izquierda, era tal, que en uno de los números de Lucha Obrera ofrecimos remitir sin costo cualquiera de nuestros folletos, ¡y sólo los pidió uno!” (Quebracho, 1957, p. 117).

14 Mecanografiado, se editaron un total de cinco boletines internos.

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