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1Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(1): 1-36. Enero-junio, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI: 10.15517/dre.v21i1.37676
UNA LEYENDA HEROICA. HISTORIA Y
MEMORIA PÚBLICA DEL MOVIMIENTO
ESTUDIANTIL COSTARRICENSE, 1970-2020
Randall Chaves Zamora
Resumen
En abril de 1970, miles de estudiantes de colegio y de la Universidad de Costa
Rica (UCR) protagonizaron el movimiento estudiantil más recordado en el país
desde ese momento y hasta la actualidad. La cadena de protestas, motivada por la
oposición estudiantil a la empresa transnacional Aluminum Company of America
(Alcoa), generó una amplia cobertura mediática y ha sido conmemorada por
sus líderes y protagonistas durante medio siglo. Las páginas siguientes son una
interpretación histórica de las memorias públicas sobre esa coyuntura. En primer
lugar, se explica la forma en que los universitarios se incluyeron en la discusión
legislativa sobre la empresa, mientras que la segunda parte analiza la cadena
de protestas realizadas en oposición al proyecto. Ambos apartados utilizan las
memorias públicas de los protagonistas del movimiento, dadas a conocer en
formato escrito, oral y audiovisual en diferentes medios periodísticos. El estudio
termina con una revisión de las interpretaciones más signicativas dadas a conocer
por la generación de Alcoa y propone que esta memoria estuvo caracterizada por
olvidos, omisiones y silencios motivados por el género de quienes recordaron su
juventud, resultando en la creación de una memoria masculinizada.
Palabras clave: historia de Costa Rica, memoria, género, masculinidades, juventud,
movimiento juvenil, movimiento de protesta, movimiento social
Fecha de recepción: 17 de junio de 2019 Fecha de aceptación: 30 de agosto de 2019
Randall Chaves Zamora Investigador del Centro de Investigaciones Históricas de América
Central (CIHAC), Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Profesor de la Escuela
de Historia de la Universidad de Costa Rica. Contacto: randall.chaveszamora@ucr.ac.cr
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A HEROIC LEGEND. HISTORY AND PUBLIC
MEMORY OF THE COSTA RICAN STUDENT
MOVEMENT, 1970-2020
Abstract
In April 1970, thousands of high school students and students from the
University of Costa Rica (UCR) were the protagonists of the most remembered
student movement in the country ever since. The chain of protests, which was
driven by the student opposition against the transnational company Aluminum
Company of America (Alcoa), generated widespread media coverage and has
been commemorated by its leaders for half a century. The following pages are a
historical interpretation of public memories about these protests. The rst part of
this paper explains how the university students were included in the legislative
discussion on Alcoa, while the second part analyzes the series of protests that were
carried out in opposition to the project. Both sections use a variety of written, oral,
and audiovisual sources from different media outlets to study the public memories
of the protagonists of the student movement. This paper concludes with a review
of the most signicant interpretations made known by the generation of Alcoa,
and it proposes that this memory was characterized by oblivions, omissions, and
silences motivated by the gender of those who remembered their youth, resulting
in the formation of a masculinized memory.
Keywords: Costa Rican history, memory, gender, masculinities, young persons,
youth movements, protest movements, social movements
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 3
INTRODUCCIÓN
Los dos visten saco y corbata y no paran de sudar. Las luces del estudio de
televisión iluminan sus rostros cuidadosamente afeitados y cada vez que uno toma
la palabra es puesto en el primer plano de los televisores que en 1995 han sintoni-
zado la entrevista transmitida por Canal 13, el canal de televisión ocial del Estado
costarricense. Dos décadas y media después, ambos ya se han convertido en los
portavoces de su generación. Ellos eran jóvenes en abril de 1970, cuando miles
de muchachos y muchachas de la Universidad de Costa Rica (UCR) se unieron a
una cadena de protestas en contra de la Aluminum Company of America (Alcoa),
la empresa que desde años atrás buscaba instalarse en el sur del país para producir
aluminio y cuyo contrato era adversado por universitarios, universitarias, estu-
diantes de colegio y miembros de algunos partidos políticos, en unas moviliza-
ciones que solo pudieron ser dispersadas mediante la fuerza.
Para 1970, Costa Rica era un país con una sola universidad y al terminar sus
estudios, los invitados al programa se transformaron en profesores y hombres impor-
tantes. Más tarde fueron catedráticos, directores, decanos y serían reconocidos como
hombres de la educación superior, la política y la opinión pública costarricense. En
la entrevista televisiva, los dos invitados eran Jorge Romero Pérez y Vladimir de la
Cruz de Lemos. Un connotado abogado y un conocido historiador, que asistían para
recordar su juventud. En varias ocasiones, Vladimir recordó lo que él y otros jóvenes
de su época habían convocado y cuando pensó en los grupos que se les unieron,
su memoria rescató con precisión el nombre de los muchachos que eran univer-
sitarios primerizos o dirigentes estudiantiles. Hombres que fueron compinches de
su juventud o camaradas comunistas que militaron con él y que para ese momento
eran sus colegas de la política y la Universidad. Un recuerdo interesante si es puesto
junto otro grupo que él podía recordar, aunque sin individualizar a ninguna de ellas.
Se trataba de las “mujeres… que participan activamente y de modo destacado” en
las acciones juveniles de abril de 1970 (Archivo Nacional de Costa Rica, 1995a).
Mujeres que en conmemoraciones públicas como esa permanecieron sin nombre y
sin rostro. Nombres que ellos no recordaban. Las habían olvidado o simplemente no
eran tan importantes para conmemorar el relato épico de su generación.
Tales conmemoraciones fueron inventadas por la Federación de Estudiantes
Universitarios de Costa Rica (Feucr, 1970, p. 7) desde abril del mismo año de
1970, cuando Romero, su vicepresidente, junto a otros muchachos, decidieron
crear el Día del Estudiante Universitario. Una efeméride que desde hace medio
siglo es celebrada cada 24 de abril para recordar las acciones que ese día fueron
dispersadas por la policía. Protestas que con los años, le dieron sentido al recuerdo
generacional de él y muchos de sus amigos, quienes se reclaman artíces, líderes
y protagonistas de lo que ellos bautizaron como “la generación del 24 de abril”
(“A la generación”, 1971, p. 4).
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Después de cinco décadas de ser conmemoradas, las protestas en contra de
Alcoa son el evento más recordado del movimiento estudiantil costarricense de la
segunda mitad del siglo XX, pero a pesar su trascendencia en la memoria, existen
pocos análisis dedicados por completo a tal acontecimiento (Cerdas, 2017, pp.
81-129; Chaves, 2018a, pp. 103-133; Chaves, 2018b). Por su parte, los estudios que
han tratado de interpretarlo lo han hecho desde la evidencia empírica, pero también
desde la memoria de historiadores (González, 1985, pp. 238-293; Cerdas, 2017, pp.
81-129) y otros académicos (Romero, 2010b) que participaron en las protestas y que
no han presentado una visión crítica sobre el recuerdo de su propia juventud.
Es importante resaltar que la cantidad reducida de estos trabajos es más bien la
continuidad de una tendencia historiográca que puede identicarse desde la segunda
mitad del siglo XX: el movimiento estudiantil de Costa Rica fue poco estudiado durante
esos años y con excepción del trabajo de González (1987), interesado en explorar
algunas movilizaciones estudiantiles entre nales del siglo XIX y la primera mitad
del siglo XX (pp. 1-41). No fue sino hasta las primeras décadas del siglo XXI que la
historiografía volvió a esa preocupación, explorando movimientos estudiantiles ajenos
a la UCR y protestas que no tuvieron lugar allí, pero que a pesar de su importancia
contextual no han trascendido en la memoria como lo hicieron aquellas en contra de
Alcoa (Gutiérrez, 2015; Molina, 2018, pp. 1-35; Molina, 2019, pp. 130-150).
Por esas razones, este artículo desarrolla un análisis sobre las memorias
públicas de las protestas en contra de Alcoa, centrado en el recuerdo de quienes se
presentaron públicamente como sus líderes y protagonistas en la radio, en la tele-
visión y en sus propias memorias escritas. Para hacerlo, primeramente se explicará
la forma en que se desarrolló la oposición a la empresa en el país y en la comu-
nidad estudiantil de la UCR. En segunda instancia, se presentarán las acciones
políticas que se desarrollaron contra la empresa, otorgándole un peso central a los
días más álgidos de oposición estudiantil y los momentos más privilegiados en la
memoria de sus protagonistas. En tercer lugar, se expondrán las interpretaciones
predominantes sobre ese acontecimiento, construidas a lo largo de medio siglo de
conmemoraciones y nalmente, se hará una interpretación crítica sobre el conte-
nido preponderantemente masculino de esas “memorias públicas”.
En este texto, se entenderá por memorias públicas las expresiones del recuerdo
y el olvido sobre un tema de particular interés para un grupo de personas que fueron
jóvenes en 1970, que verbalizaron sus recuerdos en el espacio público y que lo cris-
talizaron en ceremonias conmemorativas. Estas ceremonias les han permitido que el
recuerdo vaya más allá de ellos mismos, sus líderes y protagonistas, para convertirse en
lazos generacionales que vehiculizan el pasado (Allier, 2011, pp. 49-50), lo proyectan y
lo convierten en una “memoria del futuro”, preocupada por la permanencia de determi-
nados recuerdos en el porvenir (Díaz, 2014, pp. 45-56; Traverso, 2017, pp. 154-167).
En resumen, y tomando prestadas las ideas de Jelin (2002), en este artículo
interesa estudiar la recuperación que hicieron algunos “empresarios” o “emprende-
dores de la memoria” sobre las protestas contra Alcoa. Como lo exponen Jelin (2002)
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y Abou (2010), el de “emprendedores de la memoria” es una adaptación para los
estudios de la memoria del concepto sociológico de Becker (1963) sobre los moral
entrepreneurs. Con ese concepto, el sociólogo quería evidenciar la existencia de indi-
viduos y grupos de poder que buscan inuenciar a otros para que adopten un valor,
mantengan una norma o para prohibir comportamientos “desviados”. En esencia, un
“emprendedor moral” se encarga de presionar para que normas y valores sean creados y
aplicados y todo lo hacen por una cantidad extensa de razones que pueden ser generosas,
pero también utilitarias y egoístas (Jelin, 2002, pp. 147-162). Siguiendo esta discusión, al
hacer referencia a los “emprendedores de la memoria”, se expondrán a las personas que
“buscan el reconocimiento social y la legitimidad política de una (su) versión o narrativa
del pasado… y se preocupan por mantener activa la atención social y política sobre su
emprendimiento” (Jelin, 2002, pp. 48-49). Emprendedores convencidos de que su gene-
ración les habría heredado la misión de hacer públicos y perpetuar sus recuerdos a pesar
de las omisiones, olvidos y borraduras del relato transmitido (Abou, 2010, p. 400).
En esas omisiones, olvidos y borraduras actuó lo que la misma Jelin (2002)
llamaría “el género en las memorias”. Con esta idea se enfatizará respecto a los
valores predominantemente masculinos transmitidos en la memoria, como el conte-
nido racional y político del pasado, porque tal y como lo propone la autora (p. 109),
“hombres y mujeres desarrollan prácticas diferentes en cuanto a cómo hacer públicas
sus memorias”. Por ello, el encuadre social de la memoria está cruzado por el género
de quienes recuerdan, pero solamente a través de un esfuerzo consciente, focali-
zado y que tome en cuenta esta perspectiva es posible evidenciar aspectos como la
construcción de identidades dominantes y la diferenciación de espacios anclados
al género (p. 100). Esta propuesta es verdaderamente valiosa para comprender las
memorias de esta generación, porque mientras el espacio público funcionó a muchos
hombres para “tomar la palabra” y recordar sus acciones (Juliano, 2017), la evidencia
empírica demuestra que las memorias de las mujeres de esa generación –al igual que
otros casos de mujeres mencionados por Jelin (2002, pp. 99-115)– permanecieron en
una esfera predominantemente privada y, por lo tanto, invisible.
En términos empíricos, el estudio de estas memorias públicas implicó la recons-
trucción de las narrativas sobre ese pasado juvenil mediante fuentes primarias que
no quedaron almacenadas en archivos privados. Es decir, los nombres de personas,
las acciones y argumentos acá presentados no pertenecen a la esfera íntima, sino al
espacio público y conmemorativo emprendido por ellas mismas. A excepción de
una comunicación personal del año 2017, todas las fuentes analizadas en este texto
–producciones audiovisuales, memorias en formato escrito, documentos ociales, noti-
cias, reportajes y artículos conmemorativos– fueron impresos en periódicos y libros
o se dieron a conocer en medios de comunicación masiva como la radio y la televi-
sión, permitiendo que sus protagonistas sacaran sus recuerdos de la esfera individual
y los trasladaran al espacio del escrutinio público. Las fuentes orales también fueron
públicas y a menos de que se indique lo contrario, todas son entrevistas hechas por el
historiador Víctor Hugo Acuña Ortega en su programa radial Memorias en Voz Alta,
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transmitido entre las décadas de 1980 y 1990 por las Radioemisoras de la UCR
(Archivo Universitario Rafael Obregón Loría, 1989-1990). Así, el corpus presen-
tado en este artículo es el resultado de una búsqueda exhaustiva que evidenció un
aspecto trascendental: la totalidad de las memorias públicas sobre la generación de
Alcoa fueron producidas por voces masculinas y, por lo tanto, presentan las inter-
pretaciones de los hombres que protagonizaron ese movimiento. Estas fuentes serán
problematizadas a la luz de voces, silencios, olvidos, personas, interpretaciones y
experiencias hasta ahora desconocidas.
Iris contra Alcoa
Entre el 27 y 30 de marzo de 1969, se realizó el XI Congreso de Estudiantes
Universitarios (CEU). Una actividad anual en la que representantes estudiantiles e
integrantes de la Feucr se reunían para elegir a su Junta Directiva, discutir temáticas
de interés universitario y perlar la agenda política del movimiento estudiantil. En
la Costa Rica de 1969, muchas de las actividades del movimiento estudiantil de la
UCR recibían la cobertura de la prensa y este CEU no fue la excepción. Al igual que
Libertad, órgano periodístico del Partido Vanguardia Popular (PVP), otros perió-
dicos nacionales y estudiantiles como La Nación y El Universitario habían aten-
dido el desarrollo de la reunión, enfatizando en las disputas ideológicas estudiantiles
y en la elección del nuevo presidente de la Feucr (“Hoy comienza”, 1969, p. 23;
“Se inició”, 1969, p. 1; “Terminó XI”, 1969, p. 2).
Ese sería el último CEU que decidiría el nombre de los cabecillas de la Feucr,
porque como lo explicó Libertad, una reforma estudiantil establecía que, a partir del
año siguiente, la decisión sería tomada mediante voto directo. Luego de detenerse a
explicar esto, el funcionamiento e importancia de la actividad, el rotativo comunista
informó su simpatía por el primer acuerdo tomado en la actividad al reportar:
ALCOA. La primera resolución que se discutió en la Comisión de Asuntos
Nacionales fue la presentada por la representante Iris Navarrete [Murillo],
en relación al contrato rmado entre el Poder Ejecutivo y ALCOA. En sus
39 considerandos, la resolución analiza la contratación con ALCOA desde
diversos ángulos; económico, jurídico, político y sociológico. Entre otras
cosas se acordó: “que la Federación de Estudiantes Universitarios se oponga a
la promulgación de este contrato…”. “Realizar una marcha cuando se inicien
los debates en la Asamblea Legislativa para el conocimiento y votación de
este contrato, para hacer presente el repudio de los estudiantes y profesores
universitarios a la aprobación de este contrato”. También se acordó: “Instar a
la Asamblea Legislativa a no hacerle modicaciones parciales a este contrato,
sino proceder al rechazo denitivo del mismo, ya que no contempla una
óptima utilización de nuestros recursos en benecio del país, sino que de lo
que se trata es de una entrega del patrimonio nacional a los consorcios econó-
micos internacionales”. (“XI Congreso”, 1969, p. 4)
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Comparada con las noticias publicadas en otros medios informativos del país
y la Universidad, la nota de Libertad contenía dos elementos particulares. Como
ninguna otra noticia lo había hecho, el semanario de izquierda informó ampliamente
sobre la oposición de la representación estudiantil en contra de Alcoa e hizo constar
el nombre de la persona que había presentado aquella iniciativa, pero ¿qué razones
motivaron al semanario a informar sobre esta resolución y quién era la representante
encargada de llevarla hasta la reunión universitaria?
Con un permiso de exploración y pocas voces opositoras, el primer contacto
de Alcoa con el gobierno de Costa Rica había tenido lugar desde 1964 (Archivo
Nacional de Costa Rica, 1964), pero al cabo de cuatro años y tras comprobar la
existencia de bauxita –materia prima del aluminio– en los suelos del Valle de El
General, la transnacional intensicó su interés por instalarse en esa región del país
mediante un contrato-ley, aprobado en noviembre de 1968 por el presidente José
Joaquín Trejos Fernández (1966-1970) y que tendría que ser debatido, aprobado
y convertido en ley de la república por la Asamblea Legislativa. Allí, el proyecto
encontró una favorable recepción por diputados que imaginaron a la empresa como
el vehículo del progreso y como la cantera del empleo y el desarrollo económico
costarricense (“Firmado contrato”, 1968, p. 4).
Por su parte, el carácter transnacional de Alcoa, su interés por explotar un
recurso natural y su propuesta de hacerlo bajo la gura de un contrato comercial
incluido como ley del país, revivió una larga trayectoria de oposición antiimpe-
rialista por parte de los comunistas costarricenses, que en el pasado habían articu-
lado procesos de oposición en contra de conocidas empresas como la United Fruit
Company (Díaz, 2006, pp. 22-23). Esa oposición se intensicó y acumuló detrac-
tores porque era evidente que el interés de Alcoa por Costa Rica no era únicamente
económico, sino que estaba motivado por su preocupación de encontrar un país con
estabilidad política para desarrollar sus actividades comerciales en el Caribe. Una
preocupación lógica si se toma en cuenta que para la década 1950 el mayor productor
de aluminio de Alcoa era Jamaica, cuya independencia en 1962 despertó en sus habi-
tantes un sentimiento de protección de los recursos naturales, inuenciado por los
partidos obreros de izquierda que allí emergían e inauguró un intenso proceso rene-
gociación de la clase política jamaiquina con la empresa (Sheller, 2014).
Consecuentemente, hasta 1969 la oposición contra Alcoa en Costa Rica había
sido realizada de manera exclusiva por los comunistas, pero sus protestas nunca
habían salido de las páginas de Libertad. Por eso, la propuesta de Iris en el CEU
fue interpretada por ellos como el eco de sus ideas, que ahora –de manera nove-
dosa para la cultura política de un movimiento estudiantil costarricense profunda-
mente respetuoso de la institucionalidad universitaria y política– una estudiante
proponía llevar a la acción mediante protestas callejeras. Sin embargo, la idea
de Iris no solamente implicó realizar una marcha con estudiantes y docentes: su
intervención estaba cimentada en un estudio que ella había hecho con su amigo,
Vernor Cruz Morúa y ese estudio era el documento presentado por ella en el CEU.
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Documento que, a su vez, motivó a la Feucr para convocar a una actividad entre el 9
y el 11 de mayo de 1969 a la que asistieron personajes de la política nacional, mili-
tantes comunistas, docentes y estudiantes de la UCR (“Hoy: seminario”, 1969, p. 23).
Muy pronto, y como resultado de esa actividad, la misma Feucr (1969, pp. 1-21)
preparó un documento con el estudio de Iris y Vernor. Allí agradecían la partici-
pación de Iris en su elaboración y tras ser publicado y distribuido entre algunas
personas de la comunidad estudiantil, fue el sustento para que las protestas calle-
jeras pasaran de la imaginación a la acción política.
Al estudiar el recuerdo de quienes fueron líderes estudiantiles entre 1968
y 1970, es interesante notar la existencia de una memoria de la planicación y la
organización del movimiento contra Alcoa, que privilegia el carácter informado y
racional de la férrea oposición universitaria. Así, los tres elementos fundacionales de
esa memoria son la resolución del CEU, la actividad contra Alcoa y la publicación
del folleto por la Feucr. Por eso no deja de llamar la atención que al hacer referencia
a la génesis de las protestas en contra de Alcoa, todos los que se recuperaron públi-
camente, en radio, televisión y de forma escrita como líderes estudiantiles utilicen
verbos pluralizados en primera persona para hacer referencia a aquello que “noso-
tros” “convocamos”, y es aún más interesante que en sus memorias, Iris gure como
un olvido, a pesar de ser la única persona en común de esos tres acontecimientos
fundacionales de sus recuerdos juveniles. Entonces, ¿quién era Iris y por qué gura
como un olvido en las memorias de quienes protestaron en contra de Alcoa?
De la nota de Libertad, el nombre de Iris es poderosamente llamativo. Un
estudio detallado de las acciones políticas del movimiento estudiantil costarricense
evidencia que un tema como la instalación de una industria de aluminio en una zona
periférica del Valle Central costarricense, no era parte de los intereses más urgentes
de ese movimiento y hasta entonces, sus protestas eran eminentemente académicas.
Además, la calle todavía no era el escenario de movilización predilecto por esa juventud
que después de 1970 se empeñó en construir una memoria de su radicalización polí-
tica (Chaves, 2018b). Así, la mención que Libertad hizo de Iris y sus propuestas es
realmente sugestiva, porque el estudio de las memorias públicas de esa generación
mediante la identicación de sus líderes, el análisis de sus entrevistas transmitidas por
medios radiales, de sus memorias escritas, de varios centenares de noticias de prensa y
de artículos conmemorativos, permite constatar que la nota del informativo comunista
es la única fuente periodística disponible para todo el período en estudio que hace
referencia a esa joven universitaria y todo apunta a que los orígenes del movimiento de
protesta se encuentran justamente en sus acciones (“XI Congreso”, 1969, p. 4).
En una comunicación personal con Iris realizada en setiembre del año 2017,
ella conrmó su participación en el CEU y recordó que en 1969 era una estudiante
avanzada de la Facultad de Derecho, militante de la Juventud del Partido Liberación
Nacional (PLN) y de la Juventud Universitaria Católica, las dos organizaciones juve-
niles más grandes de ese momento. Además, ella cuenta que el estudio que escribió
junto a su amigo y que fue publicado en 1969 por la Feucr había nacido de su
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preocupaciónpor las implicaciones “jurídicas” y “las consecuencias económicas
para el país” de la empresa transnacional. Iris dice que a pesar de que para 1969
no le interesó el liderazgo político, notó que los líderes estudiantiles se apropiaron
de su trabajo, “lo explotaron como propio” y como resultado, nunca había sido
consultada sobre el tema (Navarrete, 2017).
El olvido de Iris y de sus acciones no es consecuencia del azar. Puesta en su
contexto histórico y junto a las memorias que surgieron posteriormente, ella tenía todo
el potencial para ser olvidada porque los líderes transnacionales de protesta más sobre-
salientes del ocaso de la década de 1960 tenían el rasgo común de ser hombres. En
Europa, Estados Unidos y América Latina los rostros más populares de la revolución
tenían una barba espesa y sus máximos representantes fueron los barbudos cubanos y
el Che Guevara, quien desde su muerte en 1967 se convirtió en una gura mítica que
era impresa en las pancartas del mundo entero, pasando de ser un “guerrillero latinoa-
mericano” al símbolo capaz de traspasar las fronteras geográcas, étnicas y sociales y
convertirse en la inspiración de esa y otras generaciones (Gould, 2016; Schell, 2010).
Ciertamente, no es posible armar que esta fuera una identidad juvenil gene-
ralizada y muchas personas jóvenes rechazaron la “moda revolucionaria” de esos
años, pero las identidades y memorias de algunas personas que fueron jóvenes en la
Costa Rica de nales de la década de 1960 e inicios del decenio de 1970, sí se cons-
truyeron a la luz de esos símbolos y frente a esos espejos masculinos. Además, este
no solamente era un pequeño sector educado y urbano de la juventud, también eran
jóvenes que provenían de capas medias y altas de la sociedad costarricense (Molina,
2015), por lo que es posible inferir que tenían un consumo cultural diferenciado.
Así, en marzo de 1970, la fotografía de un líder estudiantil ampliamente cono-
cido por la generación de Alcoa circuló en un periódico universitario. La imagen
mostraba el rostro serio, juvenil y masculino de Óscar Álvarez Araya, cubierto por
una espesa barba que en aquella época, y según él mismo lo recordó años más tarde
en una entrevista de radio, buscaba asimilarse al Che Guevara (Álvarez, 1970).
Décadas después de protestar contra Alcoa, José Picado Lagos escribió sus memo-
rias de juventud, donde se reivindicó como miembro destacado de la “generación de
Alcoa”, y recordó que él quería “ser como el Che” y que eso lo había llevado hasta
la Nicaragua de la Revolución sandinista, donde había peleado bajo el seudónimo de
Comandante Inti (Picado, 2013, p. 125; Cortés, 2018).
Las ansias revolucionarias del Comandante Inti y la emoción contenida en
“ser como el Che” no solamente expresan el romanticismo revolucionario que podían
sentir algunos jóvenes en la Costa Rica de esa época. En esas ansias, él expresaba una
idea ampliamente extendida entre las juventudes comunistas de América Latina, en
las que el Che Guevara no fue un mero simbolismo, sino que fue la base sobre la que
se construyó la masculinidad y la heteronormatividad de las dirigencias políticas. En
síntesis, el ideal de ser como el Che Guevara fue el molde que dio vida a las mascu-
linidades de las militancias de la izquierda y eso desaó la imagen imperante que
existía sobre la juventud y las familias latinoamericanas (Mallon, 2003; Carey, 2009).
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En 1990, permeado por ese molde guerrillero y frente al espejo revolucionario, el
mismo Comandante Inti resumía las ansias y las actividades políticas de su juventud
al recordar que
[Entre 1967 y 1970] nosotros éramos activistas a tiempo completo… deseando
que el asunto se convirtiera en una guerrilla… tratando de parecernos, eso sí,
siempre… al Che, que para mi gusto eso es lo más emotivo de recordar ahora,
porque si hay alguien… al cual había que seguir y había que parecerse era
al Che, que a nosotros nos impactó tremendamente, y nos sigue impactando,
todavía. (Archivo Universitario Rafael Obregón Loría, 1989-1990)
Junto a las memorias públicas y las identidades juveniles de la generación de
Alcoa, la imaginación de un pasado guerrillero por hombres como el Comandante
Inti es representativa para otros de su generación y es claro que en esas narrativas no
cupo la acción política de una mujer, a pesar de que esa acción establecía una ruptura
denitiva con la cultura política del movimiento estudiantil y como primicia, imagi-
naba la cadena de protestas que le dieron sentido a sus memorias juveniles. Induda-
blemente, seguir a una joven católica y liberacionista como Iris, les colocaba lejos de
parecerse al Che y por eso su nombre guró como un olvido durante décadas.
Por esa misma razón, la generación de Alcoa construyó una memoria mascu-
linizada. Esto no quiere decir que sus recuerdos se construyeran en una exclusión
consciente de las acciones realizadas por algunas mujeres, sino que su memoria es
“masculinizada” porque públicamente rescató solamente las acciones que podían valo-
rarse positivamente bajo los parámetros “masculinos” de la militancia política de esos
años: atributos físicos y políticos que ellos podían copiar de hombres como el Che, la
planicación, la seriedad, el análisis racional de su oposición y la valentía a la hora de
protestar, los ideales del liderazgo revolucionario y el enfrentamiento con la autoridad
política. Otras emociones y valores “contrapuestos” como la espontaneidad, el miedo,
la alegría de protestar, el riesgo que signicaba establecer un desafío a la autoridad
familiar, la preocupación del padre y la madre, el afecto y otras subjetividades que
fueron parte del movimiento político no guran en la memoria y fueron elementos
borrados por su potencial “feminizante” (Frazier & Cohen, 2003, p. 618).
Consecuentemente, para existir y sobrevivir al contexto en que fue elaborada
por sus emprendedores, de la generación de Alcoa surgió una memoria masculinizada
que excluyó a Iris y otros liderazgos femeninos que no tendrían el mismo espacio que
ellos para reclamarse como “protagonistas”. Cuestionada en una entrevista radial del
año 2019 sobre la participación política de las mujeres mientras ella era estudiante de
la UCR, Iris apeló a su memoria de universitaria para interpretar su época:
las mujeres hablábamos, pero no nos ponían mucha atención. Yo creo que por
más inteligente que fuera la opinión de uno, siempre había un hombre que la
agarraba y la modicaba y él era al que le hacían caso. Uno se daba cuenta de
eso, pero… ni siquiera uno se sentía molesto… así era… (Sistema Nacional
de Radio y Televisión, 2019)
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El recuerdo de Iris sobre la predominancia masculina en las discusiones
universitarias, la capacidad de los hombres por apropiarse de las ideas de sus compa-
ñeras y la naturalización que existía al respecto es sintomático de la forma en que esa
generación se recordó durante medio siglo, porque esa apropiación de ideas trascendió
a su propio contexto para extenderse hasta un plano conmemorativo masculinizado
al que pocos emprendedores de la memoria fueron invitados. Esto hace referencia a
lo estudiado por Carey (2009) para el caso del movimiento estudiantil mexicano de
1968, cuando los hombres jóvenes y adultos demostraron su búsqueda por ser los
“dueños” del poder político, de los debates públicos y de la visibilidad en escenarios
de protesta. Alvarenga (2005) explica que, para el caso de las comunistas costarri-
censes de la segunda mitad del siglo XX, un escenario como el que recuerda Iris fue
posible porque la participación política de las mujeres era abiertamente menospre-
ciada desde una dualidad contrapuesta: mientras existía un discurso de su integración
en la política, se enfatizaba en las características tradicionales de la feminidad y sus
voces no eran escuchadas con el mismo interés que las de sus compañeros.
Ahora bien, mientras el olvido y los silencios son característicos en los empren-
dimientos de esta memoria, también es claro que existió una base sólida para construir
el recuerdo, porque las protestas del movimiento estudiantil de la UCR en contra de
Alcoa convocaron a una cantidad inédita de estudiantes. Eso alertó a todo el país e hizo
que muchos imaginaran que la democracia costarricense estaba en crisis; además, la
cobertura de esa cadena de protestas permitió que los líderes estudiantiles se encar-
garan de elaborar un recuerdo tan robusto que ahora acumula medio siglo de vida. Por
eso, es necesario comprender cuál fue la base sobre la que se construyó esa memoria y
por qué una cadena de protestas son el signicante de toda una generación.
Las jornadas de Alcoa
En el año 2010, Jorge Romero Pérez era catedrático Humboldt, una de las
más altas distinciones a la investigación en la UCR y que permite a sus galardo-
nados dedicarse durante un año lectivo a la investigación y al intercambio académico
(Vindas, 2009). Una de las actividades en la agenda anual del catedrático fue la publi-
cación de un libro sobre sus memorias juveniles, que dedicó “a todos los que partici-
paron en las jornadas patrióticas de Alcoa”. Según el investigador, experto en jurispru-
dencia, “los días del lunes 20 al viernes 24 de abril de 1970, se pueden recordar como
las jornadas de Alcoa”, en las que se formó un movimiento “que convocó en [sic]
promedio diario de 60 mil personas en las calles de San José” (Romero, 2010b, p. 15).
Si décadas antes y siendo estudiante universitario él mismo se había encar-
gado de crear una efeméride para recordar el 24 de abril como el Día del Estudiante
Universitario y si esa conmemoración jerarquizaba un solo día en las memorias
públicas del movimiento estudiantil de Costa Rica, ¿por qué, cuatro décadas
más tarde, bajo la idea de que sus acciones fueron unas “jornadas” de protesta,
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él mismo intentó crear un nuevo recuerdo encargado de rescatar una semana completa
de movilizaciones en contra de Alcoa y por qué esa semana era tan trascendental
como para que un catedrático de su talla escribiera un libro dedicado a ese tema?
Tras las acciones contra Alcoa inauguradas en 1969, el tema de la empresa
transnacional regresó a la Asamblea Legislativa, donde una minoritaria oposición
se enfrentó al favorable panorama que Alcoa había generado entre los diputados
costarricenses (Archivo de la Asamblea Legislativa de Costa Rica, 1970). Todas las
memorias públicas de quienes fueron jóvenes en esos días coinciden en recordar
que después de las discusiones iniciadas en el CEU de 1969, algunos universitarios
se interesaron tanto por estudiar el contrato con la empresa que les llevó a cole-
gios públicos y privados, donde hablaban con muchachas y muchachos de secun-
daria sobre las implicaciones negativas del contrato con la empresa transnacional.
Pero no fue sino hasta el inicio del curso lectivo de 1970, cuando se raticaron los
acuerdos tomados en el mismo CEU, que la Feucr volvió a manifestar públicamente
un “repudio a Alcoa” y esta vez prometieron manifestarlo con la convocatoria a una
marcha por las calles de San José (“Inaugurado congreso”, 1970, p. 30).
La oposición estudiantil creció luego de que los universitarios recibieron el
apoyo público de diputados como Rodrigo Carazo Odio, un legislador independiente
que por sus ideas políticas, por su salida del PLN y por sus afrentas contra José Figueres
Ferrer se había ganado la simpatía de un amplio sector de la juventud que rechazaba
a la vieja generación de ese partido político (Carazo, 1989, pp.131-146). Así, el 19 de
marzo de 1970 la prensa informó que Carazo había motivado públicamente a los estu-
diantes a manifestarse “por todos los medios” y les había insinuado que los políticos
costarricenses buscaban “vender la patria” (“Dijeron diputados”, 1970, p. 1).
El discurso de Carazo, que incluyó el concepto de “vendepatrias” en el voca-
bulario político de los universitarios, cuestionó la ética de sus colegas diputados
y junto al “repudio” y la protesta callejera que raticó el CEU, son dos puntos de
ruptura fundamentales para comprender el movimiento universitario en contra de
Alcoa. En adelante ese movimiento no solamente se enfrentó directamente con
Figueres –quien desde febrero del mismo año había sido electo presidente del país y
se presentaba como el adalid de los intereses de Alcoa– y la mayoría de los diputados
y políticos inuyentes de la época, sino que se habían incluido de forma denitiva en
una temática de trascendencia nacional y esa inclusión la demostraron públicamente
con una cadena de protestas que inició el 20 de marzo de 1970. Fue así como Alcoa
se apoderó de las discusiones nacionales y la juventud universitaria se convirtió en la
protagonista de las calles y de los debates (“Marcha hoy”, 1970, pp. 1 y 3).
Entonces, aunque es correcto armar que “las jornadas de Alcoa” iniciaron
ese 20 de marzo, también es cierto que las protestas previas a la semana del 20 al 24
de abril no reciben la misma importancia en la jerarquía del recuerdo público de la
generación. ¿Por qué? Si bien, desde ese mismo 20 marzo algunas organizaciones
como el Partido Demócrata Cristiano y el PVP manifestaron públicamente su apoyo
a la movilización convocada por la juventud universitaria (“El D.C”, 1970, p. 12;
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 13
“Mañana viernes”, 1970, p. 7;“Movilización nacional”, 1970, pp. 1 y 4), la realidad es
que, en su momento inicial, el movimiento en contra de la transnacional tenía pocos
adeptos dentro y fuera de la UCR, por lo tanto, esas protestas fueron poco concurridas.
Por el contrario, en el momento en que esas manifestaciones dieron inicio, la
empresa tenía un horizonte de expectativas considerablemente positivo entre los polí-
ticos y la opinión pública costarricense y eso era fortalecido de manera cotidiana con
una campaña impresa en periódicos de circulación nacional como La República, La
Prensa Libre y La Nación, que insistía en los benecios que tendría la instalación de
las actividades industriales de Alcoa en Costa Rica y que presentaban tal oportunidad
como una coyuntura económica única en la historia del país (“ALCOA gastará”,
1970, p. 18). En ese plano fue fundamental la movilización estudiantil, porque si
en manos de los comunistas, la oposición contra la empresa no había logrado tras-
cender de las páginas de Libertad, la inclusión de los universitarios en el debate
contra Alcoa hizo que las ideas de esa oposición llegaran a ocupar las páginas de los
diarios más importantes del país y que las discusiones legislativas se intensicaran.
Esto fue así porque la izquierda costarricense se encontraba en la proscripción legal
desde 1949 y no contaba con representación política en la Asamblea Legislativa de
ese momento (Díaz, 2015, p. 287; Molina, 2008, p. 61). Por su parte, la UCR y sus
estudiantes gozaban de un prestigio público que hacía que cuanto saliera de esa casa
de estudios se convirtiera en una noticia de importancia.
Así, la manifestación del 20 de marzo fue convocada por la Feucr junto a un
grupo llamado Movimiento Patriótico 11 de Abril (1970, p. 18) y aunque se sabe
poco de esa agrupación, su composición también era predominantemente universi-
taria. Liderada por el mismo Óscar Álvarez, fue fundamental en la organización de
las acciones contra Alcoa y su nombre hacía referencia a la Batalla de Rivas y a su
héroe, Juan Santamaría. Fue así como los jóvenes sintetizaron el uso político del
pasado del que echarían mano para oponerse a la empresa. Al igual que lo haría la
izquierda, se valdrían de los símbolos más representativos del nacionalismo liberal
y desde ese momento, empezaron a establecer aventuradas comparaciones entre
sus acciones y aquellas realizadas en 1856-1857 en la Campaña Nacional, uno de
los eventos más importantes para la identidad nacional costarricense del siglo XX
(“Sepamos ser”, 1970, p. 90; Díaz, 2006, p. 61-66).
Según la prensa, la protesta del 20 de marzo fue “ordenada”, “pacíca” y
“nacionalista”, pero su anuncio causó una alarma inédita: cuando los diputados reci-
bieron noticia de una movilización estudiantil que caminaba desde la UCR hasta el
recinto legislativo, que la multitud había detenido el tránsito de la ciudad, que entraría
para solicitar el rechazo del contrato con Alcoa y que instalaría un campamento de
protesta, algunos de ellos decidieron suspender la discusión sobre la empresa hasta
el 31 de marzo, día en que revelaron que los debates nales se realizarían los días
22, 23 y 24 de abril (“En el”, 1970, pp. 1-2; “Serios caracteres”, 1970, pp. 1 y 16;
“Universitarios contra”, 1970, p. 67; “Universitarios reprochan”, 1970, pp. 1 y 6).
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Inicialmente, el nombre de su movimiento y el carácter nacionalista de sus
acciones políticas distanció a los universitarios de los comunistas, porque la juventud
tenía claridad del contexto en el que emprendían sus acciones. Se trataba de un
álgido momento de la Guerra Fría y aunque en años anteriores habían demostrado
ser distintos a las juventudes radicalizadas del mundo entero que se habían rebe-
lado en 1968 por su prudencia y respeto a la autoridad, existía el peligro latente de
ser representados como militantes comunistas (Aldebot-Green, 2014, pp. 157-158).
El mismo cuidado lo tuvo la prensa. Utilizando la conjura anticomunista, global y
dicotómica que imperó durante la Guerra Fría, los periodistas evitaron representar
a los únicos universitarios del país de esa manera, pues igualarles con los militantes
de izquierda pondría en peligro el prestigio de la UCR. Así, la prensa era enfática
en evidenciar la existencia de dos grupos: los estudiantes universitarios y los inl-
trados comunistas que apoyaban las protestas estudiantiles para ganar la simpatía de
la juventud y convertirles en militantes de izquierda (Chaves, 2018a, pp. 103-133).
Antes de la semana bautizada por Romero como “las jornadas de Alcoa”, las
protestas se repitieron el 23, 24 y 25 de marzo. En esos días, la Feucr suspendía las clases
de las tardes, los estudiantes protestaban en la calle y en las barras de la Asamblea Legis-
lativa intercambiaban todo tipo de gritos con y contra los legisladores (“Universitarios
y”, 1970, p. 29; “Incidente provocaron”, 1970, p. 18; “Paro general”, 1970, p. 1, 57 y 75;
“Universitarios abandonan”, 1970, p. 23). La intensidad del movimiento aumentó tanto,
que la noche del 1 de abril fue reprimido por la policía y algunos estudiantes fueron
detenidos. Sin embargo, eso generó otro punto de ruptura en las movilizaciones, porque
a partir de esa noche, la juventud incluyó entre sus reivindicaciones una afrenta contra
la violencia policial y en contra de los medios de prensa que apoyaban abiertamente
las actividades industriales de Alcoa (“Autoridades no”, 1970, pp. 1 y 33; “La verdad”,
1970, p. 37; “No todos”, 1970, p. 11; “Por detenciones”, 1970, pp. 1 y 10). Además,
el recuerdo de esa afrenta policial fundó una memoria de exaltación a esa violencia:
en 1990, Álvarez recordó que la represión policial “era el ingrediente” necesario para
convertir a los universitarios en “víctimas y en mártires del gobierno” y valoró esto como
un error de las autoridades, quienes lejos de atemorizarles, “inaron el movimiento”.
En los días siguientes al 1 de abril, el crecimiento de ese movimiento estu-
diantil generó la desconanza y preocupación de la prensa, autoridades políticas
tan importantes como José Joaquín Trejos Fernández –el presidente de la repú-
blica (1966-1970) que estaba a pocos días de entregar el poder a Figueres– de una
mayoritaria cantidad de diputados, autoridades universitarias, jóvenes y adultos que
opinaban de manera cotidiana en todos los rotativos del país (“Adversarios de”,
1970, pp. 1 y 2; Chavarría, 1970, p. 8; “Trejos concuerda”, 1970, pp. 1 y 15). Por su
parte, la izquierda costarricense tuvo una lectura particular de lo que sucedía. Lejos
de evidenciar la participación protagónica de la juventud, presentaron las protestas
como parte de un “movimiento nacional” que los comunistas habían organizado
y en las fotografías que publicaron en las páginas de Libertad, los jóvenes reci-
bieron un plano marginal (“El pueblo”, 1970, p. 4; “Unidad nacional”, 1970, p. 2).
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 15
Profundizar en el archivo fotográco de ese periódico es interesante. Hacerlo
evidencia que los comunistas tenían una cantidad considerable de imágenes que
mostraban la participación de la juventud, pero las fotografías preferidas para ser
impresas solamente mostraban a sus militantes y sus banderas partidarias y gremiales,
evidencia de que el rotativo buscó crear una memoria especíca de esas protestas y
desde muy temprano, los comunistas disputaron el protagonismo y la organización
de esas acciones (Archivo Fotográco del Partido Vanguardia Popular, 1970).
Esa disputa no signicó que la izquierda dejara de manifestarse a favor de
las acciones universitarias o que estas perdieran fuerza. Al contrario, durante los
primeros días de abril ganaron el apoyo público de las mujeres comunistas agru-
padas en la Alianza de Mujeres Costarricenses, de sujetos sobresalientes como el
padre Benjamín Núñez Vargas y de organizaciones como las Juntas Progresistas y
la Asociación Nacional de Empleados Públicos, que potenciaron un movimiento
cuyo rostro protagónico era juvenil (“Diputados no”, 1970, p. 10; “Federación Nal.”,
1970, p. 7; “Mujeres del”, 1970, p. 3; Núñez, 1970, pp. 1 y 6). De esa manera,
el aumento signicativo de personas movilizadas en contra de la empresa aumentó
conforme se acercaron “las jornadas de Alcoa” y eso causó un sobresalto tal, que la
policía también aumentó su vigilancia (“Medidas especiales”, 1970, p. 10).
Una jornada heroica
El martes 21 de abril, Romero fue a la radio y anunció que esa tarde reini-
ciarían las protestas con una “huelga” de “duración indenida”, decisión tomada
porque a partir del día siguiente los diputados empezarían los debates para denir el
destino del contrato con la empresa (“Si ALCOA”, 1970, pp. 1-2; “Hoy primera”,
1970, p. 18). A pesar de la posición de las autoridades universitarias contra esa
huelga (“Manifestaciones de”, 1970, pp. 1 y 14), la prensa calculó la asistencia de
unas cinco o siete mil personas durante la tarde: la comunidad estudiantil de la UCR
había marchado junto a “obreros, intelectuales, profesionales, profesores univer-
sitarios” y una multitud de estudiantes de secundaria que prometían participar
indenidamente del movimiento (“Estudiantes a”, 1970, pp. 1 y 16; “Estudiantes
deslaron”, 1970, p. 16; “Profesores Universitarios”, 1970, p. 5). Sin embargo, el
apoyo de otro grupo fue fundamental para garantizar que la multitud permaneciera
movilizada. Las fotografías inéditas de Libertad muestran que la preponderante
cantidad de asistentes a las protestas eran muchachas y muchachos de secundaria.
Las personas jóvenes sin uniforme eran pocas y las adultas no sobresalían entre
la muchedumbre, pero ¿cómo fue que la juventud universitaria logró movilizar a
tantas personas de los colegios?
A partir del miércoles 22 de abril, empezó a circular una lista de colegios
en huelga. Allí estaban anotadas casi todas las secundarias públicas y privadas del
Valle Central y el Liceo Unesco de Pérez Zeledón (“Se unirán”, 1970, pp. 1 y 4).
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Pero mientras el Ministerio de Educación Pública expresaba su oposición al
movimiento (“No hay”, 1970, pp. 1 y 77), una solicitud de la Feucr provocó que las
organizaciones gremiales de docentes empezaran a unirse formalmente a las protestas
y eso hizo que la prensa calculara que el día siguiente protestarían entre 27 y 50 mil
personas (“27 mil”, 1970, pp. 1 y 10; “Quieren llevar”, 1970, pp. 1 y 8). Así, el papel
de la movilización de estudiantes de secundaria no recayó completamente en manos
del movimiento estudiantil de la UCR: con sus profesores y profesoras en huelga,
con los sindicatos de docentes unidos a ella y manifestando su solidaridad con los
universitarios mediante campos pagados en los días más álgidos de concentraciones
(“Contra ALCOA”, 1970, p. 14; “El Sindicato”, 1970, p. 16), miles y miles de cole-
giales se unieron a un movimiento inédito y fueron los principales encargados de
llenar las calles. Sus rostros y uniformes en las fotografías evidencian que la juventud
fue la principal protagonista del movimiento y su asistencia aglutinó a tanta gente,
que despertó temores desconocidos entre autoridades políticas y personas adultas.
El mismo miércoles, el contrato con Alcoa fue aprobado por una mayoría
aplastante en primer debate –39 contra 12 votos– y eso ocasionó un leve desorden
frente a la Asamblea Legislativa (“Aprobado contrato”, 1970, pp. 1, 18 y 33; “Huelga
total”, 1970, p. 38). El jueves 23 de abril el edicio de Estudios Generales de la UCR
amaneció cubierto por barricadas hechas por los estudiantes con banquetas de madera
y alambres de púas (“Se extendió”, 1970, pp. 1, 4 y 6). En la tarde, los diputados apre-
suraron el debate, que fue escueto y con un resultado idéntico al del día anterior. Al
n, ese resultado ocasionó que la juventud se movilizara hasta la casa del presidente,
a quien pedían vetar el proyecto. Según la prensa, ese fue el “desle más grande que
se haya visto en los últimos años” (“Dirigentes estudiantiles”, 1970, pp. 1, 10 y 15).
Al caer la noche del 23 de abril, un desorden en el que Trejos se vio envuelto a
la salida de la Casa Presidencial extremó las medidas de seguridad. Desde entonces
circularon rumores que tomaban en cuenta las barricadas en la UCR, el escenario
de agitación en las calles de San José e imaginaban la democracia costarricense en
peligro (“Ultrajados Presidente”, 1970, p. 14). Según decían personas tan inuyentes
como Figueres, los estudiantes eran “usados por los comunistas” (“Estudiantes
están”, 1970, p. 2). La prensa imaginó una alianza entre la juventud y la izquierda que
tenía la nalidad de secuestrar diputados, dar un golpe de Estado y “establecer una
dictadura” (“Si amamos”, 1970, pp. 1, 74-74 y 77; “Temen secuestro”, 1970, p. 1).
En su conjunto, esto alertó a la Costa Rica de 1970 y causó un franco pánico moral
que dio resultado: las autoridades aumentaron la presencia policial en la Asamblea
Legislativa y algunos diputados temieron tanto por su integridad que se ausentaron
el 24 de abril al tercer, último y denitivo debate sobre Alcoa.
En ese escenario, el viernes 24 de abril los estudiantes se concentraron
nuevamente frente a la Asamblea Legislativa. En la prensa vespertina de ese
día, Trejos advirtió que algunos “extremistas… desvirtuarían la manifestación
pacíca” convocada por el movimiento estudiantil y que estaría llena de “inl-
trados” comunistas (“En reunión”, 1970 pp. 1 y 15; “Trejos llama”, 1970, p. 1).
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 17
Con ello, no solo le daba una decisiva continuidad al discurso de días anteriores, que
desligaba a los universitarios de los comunistas y olvidaba la conjura antidemocrá-
tica en la que supuestamente ellos estaban envueltos, sino que, de manera anticipada,
creó una narrativa que responsabilizó a los comunistas de cualquier desorden que
sucediera en las calles y redujo la capacidad de agencia de la juventud movilizada.
La concentración del 24 de abril fue caótica y muy concurrida. Durante la mayor
parte de la tarde, la multitud se concentró en las calles aledañas a la Asamblea Legisla-
tiva y se calcula que allí no habían menos de cincuenta mil personas. Estacionado entre
la gente, un automóvil con altoparlantes amplicaba los discursos pronunciados por los
líderes y asistentes a las protestas y cuando empezó el debate, transmitió en vivo todo
lo que decían los diputados antes de pronunciar su voto. Minutos antes de que cayera el
sol, la balanza se inclinaba considerablemente a favor de la empresa. En ese momento,
un joven identicado como Jorge Montoya Alvarado se subió al poste de luz: inten-
cionalmente dejó sin abastecimiento eléctrico al edicio legislativo y el debate se inte-
rrumpió. Según la prensa, esa acción inauguró el caos. Inmediatamente salieron piedras
de la multitud que destrozaron cada uno de los vidrios de la Asamblea y muchos cole-
giales empezaron a dispersarse. Mientras el debate se reestablecía, la policía intervino y
a eso de las seis de la tarde, lanzaron los primeros gases lacrimógenos. Para acabar con
la sesión, los últimos diputados apresuraron su voto y el debate nalizó con 41 posi-
ciones a favor contra 11 diputados opuestos al contrato de Alcoa. Al enterarse, Romero
y otros líderes dieron por nalizada la manifestación, pero muchos prosiguieron. Por
ejemplo, se sabe que quienes que estaban dentro del edicio quemaron las cortinas, que
el Comandante Inti le prendió fuego a un automóvil que estaba estacionado muy cerca
y que varios tomaron los gases y los tiraron hacia las vidrieras rotas. Así, la policía
inició una persecución de jóvenes por la Avenida Central que resultó con vidrios de
negocios destruidos, desmayos por los gases y una prohibición ocial de caminar por
la ciudad. Además, esa misma noche Trejos rubricó la votación e hizo ley el contrato
con la empresa. Al n, se supo que unos doscientos jóvenes fueron detenidos y puestos
en libertad tras la intervención del rector de la UCR, Carlos Monge Alfaro (Archivo
Nacional de Costa Rica, 1995a, “200 detenidos”, 1970, pp. 1, 2 y 4; “El país”, 1970,
pp. 1, 10-14; “Trejos rmó”, 1970, p. 6; “Turbas de”, 1970, pp. 1, 16-17; “Veintiséis
negocios”, 1970, p. 15; “Violencia vencida”, 1970, pp. 1, 2, 4 y 6).
La protesta del 24 de abril de 1970 en contra de Alcoa duró una tarde y
sus acontecimientos más recordados apenas duraron unos minutos, pero allí había
tantas personas de edades similares, que eso bastó para convertirse en una memoria
en común y en el relato generacional de miles de jóvenes. Hay memorias que
enfatizan en el carácter violento de las acciones policiales y es justamente ese
elemento el que privilegian algunos hombres, cuyos recuerdos parecen competir
por demostrar quién fue más radical. Así, tirar piedras en la Costa Rica de ese
momento, quemar un automóvil, escapar de un policía, quebrar vidrios, pasar horas
detenidos o dejar a oscuras a los diputados eran actos de valentía masculina que
podían ser enaltecidos en cada conmemoración pública de “las jornadas de Alcoa”.
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Sin embargo, aunque estas narrativas son dominantes, es claro que los recuerdos no
son homogéneos. Décadas después, cuando dejaron de ser jóvenes, las memorias
de los líderes de 1970 se adaptaron a sus propios contextos. Hombres de la política
como Rolando Araya Monge (2014), presentaron las acciones de sus amigos como
“un zafarrancho” que “quedó como una leyenda heroica” (p. 201).
Muchos no se desligaron del movimiento, pero sí decidieron silenciar la mili-
tancia política de su juventud y desmentir el carácter radical de sus acciones. En
un programa de televisión, Francisco Barahona Riera recordó su liderazgo. En ese
momento, él recién dejaba su puesto como rector de la Universidad para la Paz y
presentó una interpretación individual e inédita del movimiento. Según esa interpreta-
ción, Barahona y otros muchachos le habían garantizado al presidente que no habría un
golpe de Estado, y por eso, Trejos les había conado una potestad “única” en América
Latina: él siendo un “chiquillo de veinte años le daba órdenes” a la policía y había
dispuesto “que no esté presente en las manifestaciones” (Carranza, 2000).
Estas narrativas son sobresalientes, porque evidencian que las memorias
fueron un producto histórico, que recibieron tantas interpretaciones como emprende-
dores tuvieron y que están cruzadas por el género (Jelin, 2002). Las mismas narra-
tivas reiteran que la memoria pública está traspasada por un relato masculino que
da prioridad a emociones aparentemente racionales. Así, fueron pocas las memorias
públicas que dejaron espacio para enfatizar abiertamente en el miedo de encontrarse
frente un escenario inédito en Costa Rica, que era temido por ellas y sus familias, tal
y como lo recordaron Adriana Prado Castro, Laura Guzmán Stein y Sonia Rodríguez
Ortega en un documental sobre las protestas (Gamboa & Ramírez, 2010). Y aunque
estas emociones presentaban un relato más completo de aquella juventud, lo cierto
es que guraron como un olvido porque evidentemente contradicen los recuerdos
masculinizados de algunos hombres, para quienes nunca fue socialmente aceptado
expresar miedo u otras emociones “feminizantes” (Frazier & Cohen, 2003).
Además del signicante masculino y racional, la trascendencia de las
acciones estuvo determinada por el impacto inmediato que causaron en las discu-
siones y en la conguración de una forma especíca para recordarlas. El 31 de
abril, cuando el movimiento constató que todas las personas detenidas habían sido
liberadas, no solo levantó el paro de lecciones que mantenía, sino que decidió
conmemorar cada 24 de abril como el Día del Estudiante Universitario (“La Fede-
ración”, 1970, p. 7). Ese emprendimiento de la memoria es sobresaliente por la
poca distancia temporal con la que fue creado y evidencia que a pocos días de na-
lizadas las protestas, ya existía una base sólida para crear una efeméride encargada
de perpetuar el recuerdo mediante su repetición anual. Pero ¿cuál era el funda-
mento que permitía la creación de una efeméride estudiantil a tan solo una semana
de distancia de las protestas en contra de la empresa?
Desde que las protestas callejeras cesaron, las páginas de todos los periódicos
del país inauguraron un debate de varias semanas que evidencia que las acciones prota-
gonizadas por la juventud eran un tema del que muchas personas hablaron a diario.
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 19
Ese debate fue crucial para que muchos jóvenes reexionaran sobre la trascendencia
de lo que habían protagonizado y para moldear la memoria que se transmitió años
más tarde. En las opiniones, no solo los simpatizantes de las protestas valoraron
positivamente las movilizaciones: apegadas a una idea imperante en aquellos días,
imaginaron el surgimiento de una nueva juventud interesada en el futuro de Costa
Rica, pero que “lastimosamente”, había sido víctima de los comunistas. Junto a esas,
surgieron narrativas que particularizaron a la juventud y este fue el sustento más
signicativo del recuerdo. La primera persona en hacerlo fue el padre Núñez quien,
en una entrevista publicada en las páginas de un rotativo universitario, aseguró que
el 24 de abril: “Fue una jornada heroica… un renacer de conciencia… un ponerse en
pie de un pueblo joven.… un punto de partida hacia una marcha de liberación. ¿Su
héroe? El estudiante de la década del 70” (“Entrevista con”, 1970, p. 5).
La opinión del sacerdote liberacionista, ampliamente conocido en Costa Rica
por su papel protagónico en el bando ganador de la Guerra Civil de 1948 y por
entonces, profesor y reconocido sociólogo de la UCR, inauguró una idea heroica
sobre las acciones estudiantiles: apenas a cuatro meses de iniciada la década, él
conceptualizó a quienes habían protestado como los estudiantes que caracterizarían
todo un decenio y este fue el relato épico y fundacional de una memoria especíca
que se transmitió durante medio siglo. Como en el caso del movimiento estudiantil
mexicano (Allier, 2009, pp. 287-317), se trató de una “memoria del elogio” y por su
carácter heroico, muchas personas que fueron jóvenes en 1970 buscaron reivindi-
carse como parte del movimiento e interpretar su juventud a la luz de esa memoria.
En los años siguientes, la generación de Alcoa se imaginaría justamente como un
“punto de partida” necesario para comprender el desarrollo político de Costa Rica y
como fundadora paradigmática del movimiento estudiantil del país.
La huella de abril
Casi dos décadas después de las acciones de 1970, Alicia Mirada Hevia publicó
una novela autobiográca que tituló La huella de abril. Se trataba de la historia de una
joven costarricense de buena familia que, durante las protestas en contra de Alcoa, estu-
diaba en una prestigiosa universidad de los Estados Unidos. A su regreso al país, la joven
que protagoniza las páginas del libro ingresó a estudiar a la Facultad de Letras de la UCR
y allí escuchaba de manera cotidiana algunas historias sobre las hazañas juveniles de sus
amigas y amigos de la Universidad, quienes, mientras ella vivía su sueño americano,
protestaban en contra de una empresa minera, realizaban acciones políticas inéditas y
hacían imaginar a los adultos que la democracia del país estaba en crisis. Los relatos de
sus compañeras y compañeros calaron tanto en ella, que las protestas en contra de Alcoa
se convirtieron en una “huella” que marcó su identidad juvenil y la llevaron a vincularse
con la política estudiantil de la UCR, la hicieron militar en agrupaciones juveniles de
izquierda y motivaron muchas de las acciones de su juventud (Miranda, 1989).
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(1): 1-36. Enero-junio, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica20
El hecho de que La huella de abril relate un pasado no vivido por su protagonista
y autora es sobresaliente y muy representativo de la generación de Alcoa. La culpa por
no haber estado en las calles de San José durante “las jornadas de Alcoa”, expresa una
nostalgia generacional que imaginó un pasado en el que la juventud fue la dueña del
poder, de los debates y de las calles. Ser una persona joven que no protestó durante
esos días, permitía emprender un recuerdo melancólico, pero esperanzador, que imagi-
naba la posibilidad de repetir las acciones de sus antecesores. ¿Cómo se transmitió esta
idea? Siguiendo a Allier (2011, pp. 54-58), año tras año la conmemoración del Día del
Estudiante Universitario fue el “motor de memoria” encargado de vehiculizar, revivir
y actualizar el pasado, pero sobre todo, de excepcionalizar a la juventud movilizada
y presentarla públicamente de una forma especíca. Eso creó nuevas interpretaciones
sobre lo sucedido en 1970 que se adaptaron al contexto en el que surgían y que repre-
sentaron un esfuerzo trascendental de los emprendedores de la memoria por mantener
vivo el recuerdo de su juventud, pero ¿cuáles fueron las interpretaciones imperantes y las
huellas que marcaron la memoria de la generación de Alcoa de manera más profunda?
Como se sabe, los esfuerzos por construir una memoria pública de las
acciones estudiantiles empezaron en los días inmediatos al 24 de abril de 1970. Ya
para 1971, los líderes del movimiento estudiantil habían creado un nombre para
los que participaron en las acciones y para los que entraban a la UCR, a quienes
identicaron como “la generación del 24 de abril” (“A la generación”, 1971, p. 4).
En recuerdo de sus acciones, durante la efeméride de ese año marcharon por las
calles de San José, organizaron una esta y publicaron una compilación de fotos
tomadas el año anterior, donde se mostraban las multitudes concentradas y la
violencia policial (Feucr, 1971; “Una velada”, 1971, p. 35; “Unos mil”, 1971, p. 92).
En la siguiente ocasión intentaron crear un lugar de la memoria. En una explanada
ubicada en centro de la Universidad instalaron un pequeño monumento y la bauti-
zaron con el nombre de Plaza 24 de Abril (“24 de”, 1972, p. 1).
A pesar de tener una fecha, héroes y un lugar que materializaba la memoria,
la conmemoración del Día del Estudiante Universitario tuvo un débil arraigo en el
calendario de la UCR. No existe evidencia para armar que ese día haya sido insti-
tucionalizado o recordado de forma continua por la Feucr y los intentos más sobre-
salientes por rescatar la memoria surgieron mucho más tarde. Muestra de ello es que
no fue sino hasta mediados de la década de 1980 cuando la Semana Universitaria
se trasladó para el mes de abril, porque hasta ese momento, era una celebración
en desuso desde hacía dos décadas (“Es mejor”, 1985, p. 18). Así, los emprendi-
mientos del recuerdo más notables se llevaron a cabo cuando los líderes estudiantiles
habían dejado de serlo y se habían convertido en personas con autoridad política,
institucional e intelectual en la UCR y en las nuevas universidades públicas más
importantes del país que se crearon entre 1971 y 1973 (Molina, 2016).
A una década de distancia de 1970, un reportaje publicado en el rotativo
de la UCR se encargó de actualizar el recuerdo. Apegado a la narrativa que inau-
guró el padre Núñez en años anteriores, una periodista del Semanario Universidad
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 21
valoró las protestas contra Alcoa como una “gesta heroica” y como una “rebelión
estudiantil” similar a la que habían vivido los universitarios en Francia y México
durante 1968. Para demostrarlo, entrevistó a cinco hombres. Tres de ellos habían
liderado la Feucr. Dos en 1969 y el restante en 1972. Otro era el reconocido escritor
Alfonso Chase Brenes y Romero, quienes presentaron dos interpretaciones profun-
damente arraigadas en las memorias de la generación de Alcoa. En consonancia
con el discurso estudiantil de 1970, Chase recordó que las acciones estudiantiles
habían retomado “los ideales de la gesta emancipadora de la Guerra del 56”, pero
fue Romero quien presentó la interpretación más novedosa. Según él, el movi-
miento estudiantil había sido el responsable de la salida de Carazo del PLN y eso le
había permitido convertirse en presidente del país. Como si no fuera poco, señaló
a ese movimiento como el responsable del “nacimiento” de los partidos políticos
de izquierda en Costa Rica (Camacho, 1980, pp. 13 y 18).
La memoria de Romero es interesante por su persistencia, si se considera que él
repitió esas ideas desde ese momento y hasta entrado el siglo XXI y las hizo públicas
mediante las páginas de diversos medios de comunicación. Así, a sus armaciones de
1980 posteriormente añadiría otras: por ejemplo, aseguró que el movimiento que lideró
motivó la creación de las universidades públicas de Costa Rica, de un Ministerio de
Cultura y atribuyó a esas acciones casi todo el desarrollo político de la segunda mitad
del siglo XX (Romero, 1998, p. 19; Romero, 2000, p. 20; Romero, 2010a, p. 18; “Jorge
Enrique”, 2010, p. 3). Pero su persistencia e invención del recuerdo alcanzó su máximo
punto en 1990, cuando él mismo armó que las protestas en contra de Alcoa habían
sido “la movilización juvenil más importante” y “lo históricamente más importante
que ha sucedido en este país” (“Jorge E.”, 1990, p. 21; “Fue la”, 1991, p. 11).
Aunque las declaraciones de Romero pretendían presentar lo trascendental
de las acciones que él y otros habían protagonizado en su juventud, su empren-
dimiento de la memoria fue tremendamente cticio. Como se sabe, la salida
de Carazo no tuvo nada que ver con las protestas en contra de Alcoa y cuando
estas sucedieron, él ya era un diputado independiente (Carazo, 1989). Además, el
Partido Comunista existía en Costa Rica desde la década de 1930 (Molina, 2005,
pp. 175-200), y en caso de que Romero hiciera referencia a la diversicación de la
izquierda costarricense, lo cierto es que esta tuvo lugar a lo largo del decenio de
1970, pero las entrevistas radiales y las investigaciones de sus amigos de genera-
ción explican que ese fue un proceso que inició desde nes de la década de 1960 y
que no sucedía solamente en Costa Rica, sino en el mundo entero (Salom, 1987).
Por otro lado, el surgimiento de las universidades estatales del país era una nece-
sidad desde la década de 1950, porque la UCR era incapaz de recibir a la creciente
cantidad jóvenes egresados de secundaria (Molina, 2015, pp. 57-90). Finalmente,
el Ministerio de Cultura funcionó en Costa Rica a partir de 1971 y su creación no
se vincula directamente a las acciones de abril de 1970, sino a la consolidación de
las políticas culturales y de censura que habían iniciado desde el n de la Guerra
Civil de 1948 (Díaz, 2015, pp. 315-317; Salazar, 2013, p. 132).
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Sin embargo, en 1980 Romero tenía un título doctoral de una universidad
europea que le otorgó la legitimidad académica para interpretar su propio pasado y
para que esas interpretaciones parecieran legítimas. Esa legitimidad hizo que una de
las ideas más arraigadas en el recuerdo de la generación de Alcoa fuera justamente
su papel diversicador de los movimientos sociales en Costa Rica y su inuencia en
el surgimiento de la “nueva izquierda”. Una investigación reciente propone que fue
hasta nales de la década de 1970 cuando la izquierda costarricense alcanzó su proceso
de “renovación” y contrario a la narrativa de sujetos como Romero, este proceso fue
excepcionalmente tardío si se compara en términos globales (Cortés, 2018).
Otra interpretación muy arraigada en las memorias públicas de la generación
de Alcoa insistió en que las protestas habían sido una “gran escalada revolucionaria”
y la “cúspide en la radicalización estudiantil” de Costa Rica. Esa fue una idea inaugu-
rada por González (1985, pp. 278-281), un historiador que siendo joven había protes-
tado contra Alcoa. Pero lejos de quedarse solamente en sus estudios, su armación
encontró eco. Derivado de lo anterior, en 1988, el célebre sociólogo guatemalteco,
Edelberto Torres Rivas, editó un libro sobre la juventud centroamericana. Allí armó
que lo sucedido en abril de 1970 fue “glorioso” y que “marcó la vida política de una
importante generación de jóvenes costarricenses”, pero en el mismo texto, él valoró
a la juventud de su actualidad como apolítica y ordinaria (Torres, 1988, p. 16). Al no
preocuparse por analizar a la juventud de la década de 1980, esas memorias particu-
larizaron a la generación de Alcoa e ideas como estas crearon un mito fundador que
monopolizó el recuerdo del movimiento estudiantil.
Este no se trata un mito en el sentido positivista del concepto, sino que,
siguiendo a Barthes (1991), el carácter mítico de la generación de Alcoa radicó en
crear un relato simplicado y cargado de olvidos, pero con un contenido único e
irrepetible (p. 191). A la luz de este argumento, no es casual que durante la década
1990, Barahona dijera públicamente que las protestas de su juventud habían sido “el
momento de mayor solidez del movimiento estudiantil universitario” y “la última
gesta histórica de protesta real y legítima del pueblo de Costa Rica” (“ALCOA.
Seis”, 1990, p. 4C; Zúñiga, 1995, p. 7). Una invención similar fue impresa por
Libertad, donde se presentaban esas protestas como “el acontecimiento político más
importante después de la guerra civil de 1948” (“20º aniversario”, 1990, p. 1) y a
mediados de la década, un periodista de La Nación armaba que el 24 de abril era “la
última rebelión de la juventud” costarricense (Tovar, 1996, pp. 18-19).
De manera problemática, ninguna de las memorias públicas anteriores
tomó en cuenta procesos juveniles de importancia para el decenio de 1980. Si
bien en la UCR no se habían presentado escenarios de protesta tan mediáticos
como los de 1970, a inicios de los ochentas otros espacios habían sido testigos
de la radicalización juvenil. En primer lugar, los recuerdos obviaron a la gran
cantidad de jóvenes costarricenses que se solidarizaron con la Revolución sandi-
nista y que tomaron las armas en las montañas de Nicaragua para ser parte de
uno de los más álgidos conictos de la Guerra Fría en el mundo (Cortés, 2018).
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 23
En segunda instancia, nada dijeron esas memorias sobre la célula revolucionaria
que se había formado en el país y que había sufrido una represión policial tan
intensa que acabó con la muerte de varios de sus miembros en 1981, entre quienes
sobresale Viviana Gallardo Camacho, asesinada por un policía mientras estaba en
prisión (Díaz, 2018a, pp. 79-126; Rey, 2008, pp. 4168-4188).
Finalmente, es llamativo que la evaluación de la juventud de la década de
1980 tampoco mencionara las duraderas huelgas del movimiento estudiantil univer-
sitario del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR) que se realizaron entre 1980
y 1982. Ese movimiento de huelga transformó de manera decisiva las relaciones de
esa universidad con su comunidad estudiantil y amplió los espacios de representa-
ción y participación política de los universitarios (Molina, 2018, pp. 1-35; Molina,
2019, pp. 130-150). Es muy posible que ese silencio se deba a que ninguno de estos
tres procesos de activismo presentó sus acciones como herederas de la generación de
Alcoa y al no hacerlo, ese relato monopolizador del movimiento estudiantil costa-
rricense les excluyó de sus emprendimientos públicos. Además, como lo expone
Díaz (2018b, pp. 135-160), una evaluación como la de Torres no tomó en cuenta
qué signicaba ser joven en 1980, cuando no parecía tener sentido enarbolar una
oposición contra el Estado burgués como lo había hecho la generación de Alcoa,
pues la llamada “generación perdida” de 1980 era heredera de una profunda crisis
económica y estaba a las puertas del neoliberalismo (Díaz, 2019).
Uno de los recuerdos más novedosos surgió en la década de 1980. Según
esa interpretación, las protestas contra Alcoa eran las fundadoras del ecologismo de
Costa Rica. Esta actualización del recuerdo fue trascendental, porque imaginó un
escenario en el que los universitarios costarricenses estaban a la vanguardia global
y se encargaron de fundar uno de los nuevos movimientos sociales más importantes
de la segunda mitad del siglo XX. Entrevistado en la radio en 1990, Óscar Álvarez
perfiló cuáles eran los puntos en común de la generación de Alcoa con las nuevas
generaciones de jóvenes costarricenses y armó que,
en caso de que la Alcoa pudiera haber funcionado en El Valle de El General,
hubiera generado unos indiscutibles desequilibrios ambientales que eran
nocivos, no solo para la población de El General, sino para el conjunto de la
población… nosotros estábamos con una actitud más nacionalista que ecoló-
gica, pero también el elemento ecológico estaba presente… cuando nosotros
exponíamos las razones por las cuales debíamos oponernos al proyecto de
ley, algunas de las razones eran de carácter ecológico, indiscutiblemente.
(Archivo Universitario Rafael Obregón Loría, 1989-1990)
Para el momento en que Álvarez habló en la radio, esa noción ya tenía algunos
años de existir. El mismo González (1985) la había propuesto por primera vez, cuando
armó que una de las razones de la oposición universitaria contra Alcoa radicaba en que la
explotación minera ponía en peligro la “conservación de los recursos naturales” (p. 282).
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Indudablemente, esta interpretación es trascedental y a pesar de que hacen falta
investigaciones sobre la historia del ecologismo en Costa Rica, estableció una lectura
moderna y de gran actualidad para la década 1990, en la que nacieron este tipo de
agrupaciones (Franceschi, 2002, pp. 105-113). Aunque el discurso imperante de la
juventud durante las protestas de 1970 sobre la explotación de recursos naturales no
fue su conservación, sino su extracción con capital costarricense, lo más interesante
de esta idea es que tuvo una sobresaliente capacidad de arraigarse en las nuevas
generaciones costarricenses: las protestas contra Alcoa no solamente empezaron
a representar una afrenta juvenil contra el capital extranjero, porque ahora podían
ser comprendidas como el origen de una preocupación contemporánea y vanguar-
dista. Esta hipótesis se extendió de manera considerable y fue apropiada por los
ecologistas del país (Vargas, 2013). Muestra de ello es que para 1995, la Alianza de
Jóvenes Ecologistas pegó un ache en las paredes de la UCR donde se posicionaban
en la continuación de una “lucha” que había empezado dos décadas y media atrás, en
las protestas contra Alcoa (Archivo Nacional de Costa Rica, 1995b).
Por otra parte, el aspecto más interesante de esta interpretación fue su capacidad
de convertirse en una interpretación académica y hay quienes presentan las protestas
contra Alcoa como “el nacimiento del movimiento ecologista” (Quesada, 2010a, p. 19;
Quesada 2010b; Quesada 2010c), y como el punto de partida de las preocupaciones
ambientales de los movimientos sociales costarricenses (Albertazzi, 2017, p. 129;
Cordero, 2015, pp. 255-271; Cordero, 2017, pp. 445-476; Clare, Goebel & Rivero,
2014, p. 302; Franceschi, 2002, pp. 105-113). Como consecuencia, esto ha causado
un eco en publicaciones internacionales interesadas en comprender a Costa Rica como
ejemplo del conservacionismo a nivel mundial (Navas, s/f; Graef, 2013, pp. 93-116).
En su conjunto, estos recuerdos capitalizaron por completo el espacio
conmemorativo del movimiento estudiantil y se convirtieron en “la” memoria que
conocieron las siguientes generaciones. Por su parte, los espacios en los que se
emprendía el recuerdo y los invitados a esos emprendimientos fueron normalmente
las mismas personas: periódicamente se organizaron mesas redondas para actua-
lizar y transmitir el recuerdo con voces exclusivamente masculinas como las de
Vladimir y Romero, que fueron los invitados más comunes a esas conmemora-
ciones. Así, estos actos periódicos y la tremenda excepcionalización de la juventud
de 1970 fortalecieron la masculinización del recuerdo e hicieron que las contrame-
morias tuvieran un plano marginal.
En esa línea, una actualización del pasado elaborada por una mujer no se conoció
sino hasta 1991. En ella, Ana Ligia Rovira Ugalde se desligó de las interpretaciones
dominantes y evocó un relato complejo que enfatizaba en la desaante sorpresa que
signicaba la participación política de una mujer como ella en el movimiento estu-
diantil y los conictos que esto le causó con su núcleo familiar. Además, estableció una
aguda crítica en contra de los hombres de su generación, quienes tras ser “los más furi-
bundos”, ahora militaban en los “partidos políticos tradicionales” y se habían conver-
tido en lo que ella denominó como “buenos burgueses” (“Nos veían”, 1991, p. 11).
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 25
El recuerdo profundamente crítico de Rovira posiblemente era compartido por otras
personas, pero narrativas como estas no dejaron la misma huella que las memorias
ocializadas por otros de la generación. Consecuentemente, no fue sino hasta el
cuarenta aniversario de las protestas que se registró presencia de mujeres en activi-
dades conmemorativas y estas fueron desde una producción audiovisual en la que
su directora incluyó a algunas mujeres (Gamboa & Ramírez, 2010), hasta una mesa
redonda con la participación de Sonia Rodríguez Ortega o la mención de algunas
mujeres sobresalientes en el libro de Romero, como los de Cecilia Crespo Varela,
Catarina Goldoni Ruiz, Rodríguez y Rovira (O’neal, 2010; Romero, 2010b, p. 29).
De la misma forma que las memorias públicas fueron evaluadas por algunas
personas, el olvido también tuvo interpretaciones. Recientemente, el Sistema
Nacional de Radio y Televisión entrevistó a Iris para un programa radial. Al
comprender la trascendencia de las acciones de Iris y al constatar que su nombre
no guraba entre los recuerdos más privilegiados de la generación de Alcoa, la
periodista le preguntó por qué consideraba que había sido excluida de las memo-
rias de su generación e Iris concluyó:
Yo cometí un error y es que yo les di todo lo que yo había hecho. Yo no me
guardé nada para mí y eso fue un error. Ellos después no me necesitaron… Ese
trabajo se lo habían apropiado y lo habían explotado los de siempre… los que
andaban buscando hacer una carrera política y yo aquí no quiero decir nombres,
pero todo mundo sabe quiénes eran los de esa época. Entonces ellos fueron los
que se apropiaron de mi trabajo y a mí nunca me mencionaron. Porque a parte
de ser mujer, yo no tenía interés político… y eso no da réditos a nadie… yo
pienso que el error fue mío, si yo no lo hubiera dado todo, a mí me tienen que
buscar. (Sistema Nacional de Radio y Televisión, 2019)
Como es evidente, las huellas que dejaron “las jornadas de Alcoa” en muchas
personas fueron imborrables, pero las marcas que algunas personas dejaron en el
movimiento fueron borradas con el paso del tiempo, tal y como sucedió con las de
Iris y otras de sus compañeras. La responsabilidad que ella asumió sobre su olvido
evidencia el poder simbólico acumulado por esa generación, construido mediante
el recuerdo de sus acciones juveniles y a través del olvido de otras personas invo-
lucradas como Iris. Y aunque ella pudo interpretar su olvido como un error propio,
lo cierto es que su memoria también recuerda cuáles fueron las manos que tomaron
su trabajo y que pregonaron una memoria centrada en sus propias acciones, porque
parece claro que algunos hombres de la generación no están dispuestos a compartir
el protagonismo con las mujeres de su época. De esta manera, Iris es un símbolo
que evidencia cómo, gracias a la capitalización del conocimiento de una muchacha,
un grupo de hombres fueron depositarios de poder político e institucional. De forma
que el lamento de Iris inicialmente les libera de toda responsabilidad, pero también
les acusa de tomar un trabajo que no les pertenecía, de no dar créditos y de construir
un recuerdo cimentado en el olvido.
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CONCLUSIONES
En mayo del año 2019, César Olivares Vasallo, quien siendo joven protestó en
contra de Alcoa y que ha militado durante toda su vida con la izquierda costarricense,
hizo una publicación en sus redes sociales. En ella, Olivares igualó sus acciones con
aquellas emprendidas a mediados del siglo XIX por miles de costarricenses para
combatir a los libusteros y armó que su interpretación se trata de “una historia
que no ha encontrado aún historiadores”. Según él, junto a otros acontecimientos
del siglo XX que había protagonizado la izquierda costarricense, “las batallas contra
Alcoa” son los “árboles más robustos de un mismo bosque” y ese bosque tiene el
nombre de “Campaña Nacional del Siglo XX”. Entonces, mientras
La Campaña de 1856 fue dirigida por el gobierno de Juanito Mora. La del siglo
XX, en los años setenta, tuvo al gobierno como aliado del poder extranjero y
fue obra de estudiantes, obreros, campesinos y sectores progresistas. La sobe-
ranía nacional de Costa Rica sería hoy una frase vana sin aquellas jornadas.
Dicen los historiadores que el hubiera no existe. Creo que esa negación no se
debe absolutizar. Para tener claridad acerca del alcance y la trascendencia de
aquellas batallas de los años setenta hay que imaginar como sería Costa Rica
con contratos-ley como el de Alcoa. (Olivares, 2019)
La afrenta del militante con la historia profesional reprodujo una memoria
ampliamente ensayada por sus contemporáneos desde 1970. Su historia, jamás contada
por las personas dedicadas al estudio del pasado, pretende conceptualizar las acciones
de su juventud desde una memoria del elogio y a la luz de una guerra que implicaba
arriesgar la vida en un campo de batalla; y aunque las protestas que él refería cier-
tamente sentaron un precedente para la eliminación de los contratos-ley en el país,
lo cierto es que su emprendimiento busca que la generación de Alcoa trascienda sus
propias memorias y ocupe un lugar en la historia nacional que ya le ha sido dado.
A principios del año 2017, el Museo Nacional de Costa Rica inauguró la
exposición permanente de Historia de Costa Rica, cuya novedad principal es una
amplia sección sobre la historia nacional del siglo XX (“Museo Nacional”, 2017).
De tal manera, quien recorre las salas de la institución encuentra una selección de
los acontecimientos más importantes de la historia costarricense: allí sobresale la
Campaña Nacional de 1856-1857, las plantaciones bananeras que se instalaron en
el país desde nales del siglo XIX, las Reformas Sociales de la década de 1940,
la Guerra Civil de 1948 y la modernización tecnológica de la segunda mitad del
siglo XX. Al traspasar el umbral de la década de 1960, el visitante se encuentra
con una fotografía en la que aparecen miles de jóvenes que protestan en contra de
Alcoa. La imagen allí colocada, ubica aquellas protestas como uno de los acon-
tecimientos más importantes del siglo XX y demuestra que fueron seleccionadas
entre muchas coyunturas de la centuria para que nacionales y extranjeros sepan
de ellas, porque al ser parte del Estado, el Museo Nacional selecciona objetos y
personas y las eleva al selecto espacio del recuerdo público y de la historia ocial.
Randall Chaves Zamora • Una leyenda heroica. Historia y memoria pública del movimiento estudiantil costarricense... 27
Su objetivo institucional es la creación de una memoria pública mediante la exhibición
del patrimonio cultural de la nación y esto hace que las personas estén más cerca de
un pasado lejano, lo hagan parte de su cotidianidad y de su memoria colectiva.
Al convertirse en parte de la memoria nacional, las acciones de la generación
de Alcoa demostraron que luego de medio siglo tuvieron todo el potencial político
para convertirse en parte de la historia ocial costarricense. Ocupar un lugar como
ese evidencia que sus memorias lograron extenderse y que el emprendimiento excep-
cionalizante de su juventud, que inició desde 1970, logró su cometido de ser potable
y de no contradecir la identidad nacional del país. Por su parte, las memorias trau-
máticas de la Guerra Civil, el recuerdo de las personas que participaron en la Revo-
lución sandinista, el asesinato de jóvenes en los albores de los ochentas y la victoria
de las huelgas universitarias del ITCR no parecen estar en concordancia con el relato
de la excepcionalidad costarricense (Acuña, 2002, pp. 191-228) y de manera conse-
cuente, no ocuparon el lugar otorgado a la generación de Alcoa.
Enfatizar en este aspecto y evidenciar el carácter masculinizado de las
memorias públicas del movimiento estudiantil costarricense no pretende crear una
interpretación “desmiticadora” de esa memoria o de la generación, sino que busca
comprender la razón que motivó sus cciones. De esta manera, entender el conte-
nido mítico del relato generacional permite evidenciar la trascendencia que tuvo
para alguna gente que lo atesoró individualmente y que buscó transmitirlo a cuantas
personas les fuera posible.
Fueron justamente las dimensiones míticas de la memoria, las que permitieron
que la generación de Alcoa se convirtiera en la cantera del movimiento estudiantil
de Costa Rica y como todo mito, ese pasado se convirtió en un hecho “imperfectible
e indiscutible”. Siguiendo al mismo Barthes (1991), el problema de esa memoria no
radica en qué se recordó, sino en sus silencios, porque una historia mítica no tiene
por qué ser “verdad” o “mentira”. Su objetivo radica en darle otra forma al pasado
y esa nueva forma tiene la clara función de poder hablar de él con libertad, volverlo
inocente y eliminar su complejidad (pp. 121-142).
En esencia, es claro que esta no fue “la” memoria de la juventud costarricense,
sino la de un sector de ella, porque tal y como lo advierte Pierre Bourdieu (2002),
solamente una armación generalizante podría imaginar un relato en el que
quepan identidades diversas como las de toda una generación de personas jóvenes
(pp. 163-173). Sin embargo, este sí se convirtió en el relato más fuerte e impor-
tante del movimiento estudiantil costarricense y la simplicación del recuerdo fue
uno de los puntos decisivos que permitieron la instalación pública de la memoria.
Esa misma simplicación silenció las voces de las mujeres y las de muchísimas
personas más y, acorde con el contexto histórico en el que había se había origi-
nado, presentó un contenido masculino del recuerdo, que después de medio siglo
puede ser evaluado, presentado críticamente y reclamar un lugar en la historia para
quienes ocupan el espacio del olvido.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(1): 1-36. Enero-junio, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica28
AGRADECIMIENTOS
Este artículo es resultado de una tesis de Maestría Académica en Historia escrita
en el Programa de Posgrado en Historia de la UCR, por lo que agradezco al Sistema
de Estudios de Posgrado (SEP) que me becó en 2018 con un fondo complementario
para redactar ese documento. Extiendo mi agradecimiento a la persona evaluadora
del artículo y otras, porque sus observaciones y comentarios contribuyeron a mejorar
este y anteriores resultados: Sofía Cortés Sequeira, David Díaz Arias, Anthony Goebel
McDermott, Fernanda Gutiérrez Arrieta, Miriam Kopp, Mariana Limón Ponce, Iván
Molina Jiménez, Silvia Elena Molina Vargas, Iris Navarrete Murillo, Mariela Rojas
Castillo, Adriana Sánchez Lovell, Ronny Viales Hurtado y Mario Zúñiga Núñez.
REFERENCIAS
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Abou Assi, E. (2010). Collective memory and management of the past: the entrepreneurs of civil
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