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166Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(1): 166-184. Enero-junio, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI 10.15517/DRE.V21I1.39057
REFLEXIONES SOBRE EL CARÁCTER SITUADO
DE LA CIENCIA: SUS APORTES PARA UNA HISTORIA
DE LA MICROBIOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Gabriel Augusto Matharan
Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo presentar una primera problematización
de tres temas que la historiografía de la ciencia contemporánea considera centrales
para analizar, a partir del reconocimiento, el carácter situado de la actividad
cientíca y de cómo las mismas pueden enriquecer una historia de la microbiología
en América Latina. Con tal n se abordan los aspectos temporales, espaciales y de
género de la ciencia. El trabajo muestra que entender la microbiología de manera
situada en Latinoamérica requiere hacer visible una multiplicidad y heterogeneidad
de espacios, tiempos y marcas de género en sus mutuas articulaciones.
Palabras clave: microbiología, América Latina, ciencia, historia situada, dimensiones
temporales, espaciales y de género, investigación cientíca, historia social, espacio y
tiempo (historia), historiografía, estudios.
REFLECTIONS ON THE SITUATED NATURE
OF SCIENCE: CONTRIBUTIONS TO A HISTORY
OF MICROBIOLOGY IN LATIN AMERICA
Abstract
This study aims to present an initial problematization of three dimensions, from the
historiography of contemporary science, considered fundamental in order to analyse
and recognize the situated character of scientic activity. Moreover, it pretends to
portray how these dimensions enrich the history of microbiology in Latin America.
Thus, the temporal, spatial, and gendered aspects of science are addressed. This
study shows that understanding microbiology from a situated perspective in Latin
America requires the acknowledgement of a multiplicity and heterogeneity of
spaces, times, and gendered dimensions in all their mutual articulations.
Keywords: microbiology, Latin America, science, situated history, temporal, spatial,
and gendered dimensions, scientic research, social history, space and time (history),
historiography, studies.
Fecha de recepción: 17 de junio de 2019 Fecha de aceptación: 9 de octubre de 2019
Gabriel Matharan Centro Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad de
Maimónides, Buenos Aires, Argentina. Profesor en la Universidad Nacional del Litoral y
en la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Contacto: matharang@gmail.com
Gabriel Matharan • Reexiones sobre el carácter situado de la ciencia: sus aportes para una historia de la microbiología... 167
INTRODUCCIÓN
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El trabajo del historiador a secas debe repartirse entre dos exigencias (Chartier,
1996). La primera, clásica y esencial, consiste en proponer la interpretación/expli-
cación más adecuada posible de un objeto o un problema en un territorio de inda-
gación particular que dene su competencia. La segunda es la de reexionar sobre
el proceso de producción de conocimiento a partir de una indagación acerca de las
condiciones sociohistóricas de posibilidad de los problemas, conceptos y teorías que
se movilizan junto a los desafíos que presentan.
En el marco de esta última exigencia, el presente trabajo tiene como obje-
tivo presentar un análisis de algunas de las dimensiones involucradas en el reco-
nocimiento, por parte de la historiografía de la ciencia contemporánea, del carácter
situado/contextual de la actividad cientíca (Shapin, 1998; 2000). Es relevante
remarcar que estas son cuestiones que habría que documentar para futuras investiga-
ciones y que en este trabajo se pretende realizar una primera tematización.
Reconocer el carácter situado consistió en restituir la ciencia a su contexto social,
cognitivo, espacial y temporal en sus ricas interrelaciones. Con tal n, se establecieron
algunas hipótesis entre los contextos de emergencia de las prácticas cientícas, las rela-
ciones internas en el ámbito de producción de conocimientos, los contenidos de esos
conocimientos y sus viajes/movilidad
2
hacia otros contextos. Una posición represen-
tativa de esta postura es la del historiador de la ciencia Steven Shapin quién, en 1996,
sostuvo que “doy por supuesto que la ciencia es una actividad social históricamente
situada, que debe ser entendida en relación con los contextos en los que se desarrolla”
(Shapin, 2000, p. 26).
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Con posterioridad desarrolló más esta armación, sosteniendo
que la ciencia es producida por personas con cuerpos, situadas en un tiempo, espacio,
cultura y sociedad que luchan por la autoridad y credibilidad cientíca (Shapin, 2010).
Esta consideración situada promovida por el enfoque que, genéricamente
podemos denominar constructivista (Shinn, 1999), puso en discusión el supuesto carácter
universal y neutral de la actividad cientíca: la creencia de que la ciencia constituye una
esfera autónoma de operaciones intelectuales
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y el pretendido carácter privilegiado y
fundamentado del conocimiento cientíco para acceder al mundo natural y social. Para
la región latinoamericana, esto permitió poner en tela de juicio una historiografía de la
ciencia que por mucho tiempo sostuvo o bien que el desarrollo de la ciencia en esta región
fue inexistente o “que había recorrido, por imitación, las mismas etapas que el desarrollo
cientíco de los países industrializados en Europa” (Cueto, 1996, p. 481). Esto armó una
agenda de investigación de la historia de los desarrollos cientícos (truncos y exitosos)
en América Latina (AL) a partir de la reconstrucción de las formas en que se encontraban
ligadas a las condiciones y tradiciones culturales e intelectuales locales.
Tributarios para este enfoque es el título del presente trabajo, que sitúa una
historia de la microbiología en una región particular: AL.
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El desarrollo del mismo
adoptará la siguiente organización: en primer lugar, abordaremos tres de los aspectos
involucrados en la producción del conocimiento cientíco según Shapin (Shapin, 2010):
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los agentes involucrados (haciendo hincapié en la cuestión de género), el tiempo y el
espacio. A modo de cierre, reexionaremos sobre cómo puede enriquecer esta perspec-
tiva de estudio para quien encaré un estudio histórico de la microbiología en América
Latina, al margen de cuál sea su campo o el período especíco del que se ocupe.
2. LA DIMENSIÓN TEMPORAL DEL CARÁCTER SITUADO
Una dimensión central a la hora de considerar el carácter situado es haciendo
foco en el aspecto temporal. Muchas disciplinas sociales, humanas, naturales e inge-
nieriles tienen una larga historia de tratamiento del concepto del tiempo. También
para la historiografía, este es uno de los conceptos fundamentales indagados, a la
vez que se considera categoría fundamental ontológica para la comprensión de la
historia. Así, el reconocido historiador francés Le Goff sostuvo que “la historia es
ciencia del tiempo” (Le Goff, 1997, p. 53). En cuanto tal, la historia moviliza dife-
rentes conceptos como los de duración, tiempos vividos, tiempos múltiples y rela-
tivos, historicidad/regímenes de historicidad, tiempos subjetivos y simbólicos, entre
otros, para captar la naturaleza del tiempo.
Con mayor precisión, Chartier arma que “la especicidad de la historia, dentro
de las ciencias humanas y sociales, es su capacidad de distinguir y articular los dife-
rentes tiempos que se hallan superpuestos en cada momento histórico” (Chartier, 2007,
p. 88). Recordemos que fue el historiador Fernand Braudel (Braudel, 2002) quien, en
1947, presentó la primera formulación de la descomposición del tiempo de la historia
en un tiempo largo vinculado a la geografía, medio relacionado con lo social y corto
unido a lo individual, acontecimental y político. Además, planteó la idea de un historia
casi inmóvil, de lento uir y transformación. En 1958, este introdujo una modicación
a esta primera formulación al sostener que cualquier dimensión del pasado (econó-
mica, política o geográca) podía estar articulada a un tiempo largo o corto (Braudel,
2002a). Aquí el concepto de larga duración aparece más teorizado y formalizado.
En el año 2000, el historiador y lósofo alemán Reinhart Koselleck reconocía
la fertilidad de pensar el tiempo compuesto en diferentes estratos, ya que permitía
“tematizar las distintas velocidades del cambio sin caer en la alternativa entre cursos
temporales lineales o cticios” (Koselleck, 2001, p. 42). Siete años más tarde el
historiador francés Roger Chartier también reclamó la necesidad, para el campo de
la historia y de las ciencias sociales en general, de repensar y teorizar la arquitec-
tura braudeliana de las duraciones encastradas (larga duración, coyuntura, aconteci-
miento). En tal sentido, avanzó sosteniendo que las variedades de las temporalidades
no son exteriores a las relaciones sociales de una determinada sociedad, sino que hay
que entenderlas como unas propiedades sociales (distribuidas muy desigualmente)
articuladas con las condiciones sociales y económicas. En cuanto tal, “son produc-
ciones sociales que aseguran el poder de unos (sobre el presente o el futuro, sobre sí
mismos o sobre los demás)” (Chartier, 2007, p. 93)
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Con este reclamo en mente cabe, al menos, formularse dos preguntas para
la historia de la ciencia. La primera de ellas es si esto sería posible y la segunda,
cómo podría traducirse la propuesta de los estratos del tiempo de Braudel. Para
ello, habría que ponderar qué tipos de temporalidades se encuentran involucradas
en la ciencia en AL y, de manera diferenciada, en cada uno de los países que la
conforman. Temporalidades asociadas, por ejemplo, a la obtención de una titula-
ción cientíca, la formación para la investigación, el abordaje de un problema, los
proyectos de investigación, las carreras cientícas, la escritura y publicación de
papers, la participación en congresos, las evaluaciones a que se ven sometidos los
investigadores y las investigadoras, la producción de conocimiento y los cambios
cognitivos, entre otros. Aquí hay que remarcar la necesidad de incluir las diferen-
cias de género en el análisis.
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En la historiografía de la ciencia hay antecedentes, estimulantes y ricos,
para comenzar a pensar en estas temporalidades. En efecto, la noción de régimen
de saber (Pestre, 2005) busca captar una manera de “ser y estar” de la ciencia y
la investigación en un tiempo largo y de cambio lento.
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Pestre (2005) sostiene la
existencia de tres regímenes de saber: desde el siglo XVI al siglo XIX, desde 1870
a 1970 y desde 1970 y en curso todavía. También la noción de régimen epistémico
propuesto por Oscar Vallejos busca capturar en una temporalidad de mediano y
largo plazo el modo de existencia social de la ciencia y la tecnología (Vallejos,
2010). Además, propone el concepto de proyecto cognitivo para hacer visible “el
armado de un plan de acción que organiza el trabajo cognitivo o intelectual en
función de metas de largo plazo en función de los recursos con los que cuenta el
agente (investigador)” (Vallejos, 2012, p. 11).
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La segunda de las preguntas se reere a cómo se articularían los tiempos
de la sociedad y los tiempos de la ciencia. Una forma de responder es por medio
del reconocimiento de que la sociedad está formada por instituciones y agentes
(individuales o colectivos) que trazan planes sobre la existencia de la ciencia con
diferentes urgencias y ritmos. En este marco Nowotny (2011) señala, por ejemplo,
la tensión existente entre los tiempos de la producción del conocimiento cientíco,
que implican un tiempo largo, y los tiempos de los políticos y políticas (esfera de
la política) que demandan y requieren una solución por parte de la ciencia en el
corto plazo, ya que se encuentran sometidos a la presión de los ciclos electorales.
Esta línea de razonamiento refuerza el cuestionamiento hacia los trabajos que
toman casi exclusivamente elementos de la historia social o política para construir
una periodización determinada. Frente a este planteo, diversos autores al estudiar
los casos de la biología molecular (Kreimer, 2010) y la investigación en catálisis
(Matharan, 2011) han sostenido que la dinámica de la ciencia no puede ser expli-
cada en función de lo político, a pesar de que en ocasiones puede coincidir con la
dinámica de la política convencional, sino que hace falta ponderar las dimensiones
sociocognitivas de esta disciplina junto a su relación con la dinámica internacional.
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2. LA DIMENSIÓN ESPACIAL DEL CARÁCTER SITUADO
El segundo de los aspectos abordados será el espacial. Para su estudio, se divi-
dirá en los siguientes ejes: a) los lugares y escalas de observación; b) la tensión entre
lo nacional y lo global (Harvey, 2007); y c) la geopolítica de la producción cientíca.
Los lugares y las escalas de observación
¿Cuáles son las formas y las dinámicas espaciales de ordenamiento de la ciencia
y la investigación? Esta pregunta nos plantea, en el desarrollo histórico, el problema
de la diferenciación y la atribución de signicación estratégica y articulación (integra-
ción) de los diferentes niveles involucrados que dan forma a la práctica cientíca, tanto
constriñéndola como posibilitándola. Un primer nivel reere a aquellos aspectos de
las condiciones espaciales delimitadas por la naturaleza en la que se enmarca el desa-
rrollo de una sociedad: geológicas, geográcas, zoológicas, vegetales y astronómicas.
Un segundo nivel contempla los aspectos generales de la sociedad (cultura, economía,
política) que son responsables de las actitudes hacia la ciencia y se expresan en un
estilo particular (Saldaña, 1996). Un tercer nivel identica los diferentes ámbitos
institucionales (estatales y no estatales) con sus respectivas necesidades, intereses,
culturas y normas
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. Un cuarto nivel desglosa las variadas formas espaciales sociocog-
nitivas que operan en diferentes planos: campos, disciplinas, especialidades, áreas de
investigación, escuelas de investigación, laboratorios (Prego, 1996). Por último, en un
quinto nivel se hacen visibles los “lugares”, pequeños o grandes, donde tiene lugar la
producción o movilización del conocimiento. Entre ellos podemos nombrar los labo-
ratorios, un café, así como también a las ciudades, una provincia y un país.
Siguiendo a Koselleck se podría hacer una clasicación de estos niveles. En un
extremo, se encuentran aquellos espacios que una sociedad no crea, por ejemplo, sus
condiciones geográcas, y en el otro extremo, aquellos espacios que una sociedad
crea o se ve obligada a crear para poder desarrollarse. Entre ambos extremos emerge
una situación de tensión productiva (Koselleck, 2001a) difícil de distinguir entre lo
natural y lo social, dando lugar a los espacios híbridos o coproducidos (Nowotny,
2011). Paradigmático de ello es el cambio climático: un fenómeno natural causado
en gran medida por la intervención social en el entorno natural y viceversa, lo
societal en su conformación se ve cada vez más inuenciado por los fenómenos natu-
rales (aumento de los regímenes de lluvias, huracanes, terremotos, etc) vinculados
al mencionado cambio. En consecuencia, las escalas espaciales y temporales de la
naturaleza y de la sociedad se ajustan y coinciden cada vez más.
La identicación de estos niveles/escalas nos interroga, a su vez, por el
problema de la mirada que ha dado lugar a dos modalidades de la historia de la
ciencia, a nuestro entender complementarias. Nos referimos a una macrohistoria y a
una microhistoria de la ciencia. La idea de una distinción entre lo micro y lo macro
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no reere a la idea de la dimensión de objeto de análisis, sino a la dimensión de la
“realidad observada” (Revel, 2005). Como sostiene Jacques Revel (2005), lo impor-
tante de la variación de la escala, que puede usarse con nes experimentales, es que
nos revelará factores antes no observados a la vez que modica su trama y forma.
Una posición más radicalizada que discute esta diferenciación es la soste-
nida por Bruno Latour en su clásico artículo de 1983 “Dadme un laboratorio y
moveré el mundo”, en donde cuestiona la creencia en una supuesta diferencia real
de escala entre objetos macros y micros de una sociedad. En tal sentido, con su
estudio mostraba la dicultad para hacer dicha distinción preguntándose dónde
está el laboratorio y dónde está la sociedad (Latour, 1995, p. 246). Latour promovió
entonces anular o abandonar las dicotomías de escalas por considerarlas falsas. De
hecho, para él la sociedad no existe, lo que existe son redes heterogéneas e híbridas
entre actores humanos y no humanos.
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En la misma línea del planteo de Latour, Shapin, representante en la historia de la
ciencia del Programa Fuerte de Edimburgo, armó también que “hay tanta “sociedad”
en el laboratorio cientíco y en el desarrollo del conocimiento cientíco, como “fuera”
y que la distinción entre lo “social” y lo “político”, por un lado, y la “verdad cientíca”,
por el otro, es parte de un producto cultural del período XVI y XVIII (Shapin, 2000).
Más allá de estas controversias, durante el siglo XIX predominó una historia
de la ciencia que recortaba sus objetos de estudio en la escala de lo nacional, pero
hacia nales del siglo XX en la historiografía y en las ciencias sociales, fue postulán-
dose la idea de una escala macro o global. Esto produjo una discusión sobre la rela-
ción entre lo nacional y lo global.
Nación y globalidad
El reconocido médico, investigador y premio Nobel argentino de siología,
Bernardo Houssay, armó que la ciencia no conocía de nacionalidad, pero que el
investigador e investigadora sí. Sin embargo, admitiendo el carácter situado y local
de la ciencia, sería posible armar que tanto el investigador como la ciencia tendrían
nacionalidad. Con ello se abre el problema del proceso de nacionalización, que pude
ser entendido al menos de tres maneras: por un lado, signica el surgimiento de un
estilo nacional de hacer ciencia (Bensaude-Vincent & Stengers, 1997; Vessuri,1995);
por el otro, el surgimiento de tradiciones cientícas nacionales modernas en el
contexto de las nuevas naciones poscoloniales (Vessuri, 1996); por último, está
asociado a la emergencia de un sentimiento de pertenencia a una comunidad cien-
tíca con una determinada frontera e identidad nacional que estructura y delimita
el territorio de la ciencia y de los que a ellos se dedican (Hufbauer,1982; Bertomeu
Sánchez & García Belmar, 2006).
En este último, sentido habría que indagar en la constitución de un colectivo de
cientícos y cientícas, una comunidad a la vez real como imaginada (Anderson, 1993)
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con una identidad propia, denida por la doble condición de compartir una dedicación
común a la microbiología y por pertenecer a un mismo contexto geográco, territo-
rial y simbólico.
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Con esta doble identidad, surgieron espacios o “esferas” de inter-
vención e interlocución diferenciados, pero profundamente imbricados, es decir,
mientras que en la comunidad cientíca se discute la ciencia, en la nación se discutía
las condiciones de posibilidad para hacer ciencia a la vez que se orientaba, al menos
retóricamente, la ciencia hacia los problemas de esta.
En tensión con la nacionalidad de ciencia, se encuentra la denominada historia
global (“global history”) de la ciencia, uno de los temas que se ha vuelto principal en
las últimas décadas en la historiografía actual. La emergencia de esta historia hunde sus
raíces en la necesidad de considerar los logros intelectuales de las culturas no occiden-
tales, a la vez que en una serie de rechazos: rechazo del marco del Estado-nación que
delimita, retrospectivamente, una entidad social y cultural ya presente incluso antes de
su advenimiento político; rechazo de los recortes tradicionales de los trabajos históricos
que exploran las especicidades de una provincia, una región o una ciudad; y por último,
rechazo del enfoque microhistórico por haber descuidado lo “lejano” y lo macro.
La historia global de la ciencia, sin embargo, plantea el problema de de-
nición: ¿qué se entiende por ella? La respuesta implica responder otras preguntas:
¿constituye una forma nueva de comparación?, ¿supone la identicación de dife-
rentes espacios transnacionales que hallan su unidad histórica en las redes de rela-
ciones y de intercambios que los constituyen, al margen o más allá de las soberanías
estatales?, ¿es una historia de los contactos, encuentros, las aculturaciones y mesti-
zajes? (Chartier, 2007), o ¿es una historia que se aboca al estudio del impacto de la
Globalización en sus diferentes etapas con una dimensión planetaria? (Viales, 2018).
Todas estas interrogantes, sea cual fueran sus respuestas y que suponen una
historia a muy gran escala, plantean un desafío importante a las prácticas de los
historiadores y las historiadoras: el seguimiento y el análisis de fuentes presentes en
diversos países, el dominio de las lenguas en las que están escritas y el conocimiento
exhaustivo de los diferentes contextos que conforman a la vez que son conformados
por las prácticas cientícas.
Otro de los problemas es justamente el de la especialidad: como se modican
los espacios nacionales cientícos en este espacio global. Con ello las dinámicas
temporales, los mecanismos de conformación y las modalidades de interconexión en
este espacio de la práctica cientíca global se vuelven centrales.
Geopolítica del conocimiento
El énfasis puesto en los lugares donde se produce el conocimiento cientíco
dio lugar a un campo preocupado por la articulación entre el poder y las geogra-
fías del conocimiento. Como señala Hebe Vessuri, en la práctica se observa que
la comunidad cientíca internacional es altamente estraticada, no sólo en función
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del criterio de mérito, sino también de una combinación de mérito y situación
socio-institucional-espacial que permite hablar de una socioeconomía política de
la ciencia (Vessuri, 1991). Además, como bien señala Koselleck, la geopolítica,
desde el punto de vista de la historia de la ciencia, surgió en el horizonte de reco-
nocer el carácter interdependiente e interconectado de todas las acciones econó-
micas, políticas y cientícas (2001a).
Esa estraticación e interdependencia produce una división social interna-
cional del trabajo cientíco con un consecuente desbalance en la producción y
en los intercambios de conocimientos, dando lugar a centros y periferias.
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Esta
división social del trabajo cientíco impondría a las periferias un trabajo basado
en actividades de alto contenido y especialización técnica subsidiaria de agendas
de investigación, conceptos, teorías y las innovaciones institucionales denidos
previamente en el centro. Si bien las actividades llevadas a cabo en la periferia
son importantes para el desarrollo global del problema, no implican per se avances
signicativos en términos conceptuales (Kreimer, 2010).
Las relaciones centro-periferia también pueden ser mentales (simbólicas), exis-
tiendo formas de percepción que implican el reconocimiento de la condición periférica
por los propios cientícos locales, quienes llegan a expresar esto en forma de senti-
mientos ligados a vivencias personales dolorosas (Vessuri, 1991; Ledesma, 2009).
Es importante cuestionar la absolutización de esta estraticación o
desigualdad de poder, adoptando una perspectiva que las considere como resultado
de una dinámica histórica, relacional construida y reproducida social y cognitiva-
mente. Hay que estudiar los modos en que estas relaciones de poder se alimentan,
se sostienen y se representan buscando indagar en una causalidad exo-generada
como también en causalidades endo-generadas de la dinámica local (Dagnino y
Thomas, 2000). Así se puede encontrar centros y periferias que, dependiendo de
los temas de investigación, pueden ser a la vez centros y periferias; centros que
pueden convertirse, con el tiempo, en periferias y viceversa, y puede haber países
que sean centros y periferias a la vez (Gavroglu et al., 2008).
Por otro lado, también es relevante señalar que las relaciones de poder asimé-
tricas no son absolutas, ya que esto anularía toda la capacidad de autodeterminación
intelectual a los países dominados como así también las resistencias y las insumi-
siones. Si fuera así, se negaría la posibilidad de hablar de la existencia misma de
“campos” fuera de las académicas centrales. Su rol activo queda al menos plasmado
en los procesos de integración que, más allá de la subordinación o dependencia
(académica) respecto de los centros, implican procesos de apropiación y de resis-
tencia frente a la imposición, explícita o implícita, de modalidades de prácticas cien-
tícas. Por ello, son importantes las modalidades mediante las cuales se establecen
las relaciones de poder, los márgenes para las negociaciones, como también analizar
las estrategias de resistencias. Por ejemplo, una estrategia de resistencia podría ser
analizar los mecanismos de apropiación-transformación de los temas/problemas
y conocimientos y/o recursos nancieros para utilizarlos en otras investigaciones
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de interés personal o nacionalista (asociación ideológica entre ciencia y desarrollo)
(Vessuri, 1984). Fernanda Beigel analizó, por su parte, cómo las ciencias sociales
latinoamericanas desarrollaron estrategias para superar la dependencia acadé-
mica, alcanzando en la década de 1960 un alto nivel de desarrollo institucional y
de autonomía intelectual. Se generó, para ello, un vigoroso circuito subregional
alternativo de circulación del conocimiento y se consolidaron sistemas universi-
tarios públicos de gran tamaño en Brasil, México, Argentina y Chile, surgiendo
tradiciones académicas de investigación locales que adquirieron cada vez más
fuerza. Esto le permite suponer que “no hay “exportador” puro de teorías y un
“importador” pasivo de las mismas, “ya que los intercambios simbólicos, por más
desiguales que sean, no son unilaterales” (Beigel, 2010, p. 22).
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Esta última condición no invalida que la consideración del desarrollo de la
ciencia en los contextos no europeos, como AL, no pueda enriquecer los análisis
sobre este proceso a nivel internacional y a la vez pensar en qué medida esos desa-
rrollos contribuyen en la actualidad, al igual que en el siglo XIX, a lo que sucede
en los países centrales o cómo han surgido “centros periféricos” que tuvieron un rol
especialmente en la región.
El espacio como un agente
Una manera muy original de considerar el espacio fue el realizado por Fernand
Braudel en la renombrada obra histórica “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo
en la época de Felipe II” de 1947. Aquí el autor sitúa el espacio mediterráneo como
un personaje que actúa, que tiene voluntad y que tiene una historia propia, en deni-
tiva, como una fuerza creativa de la historia europea. En efecto, arma que “concen-
trándose en un personaje fuera de serie, aprovechar su masa, sus exigencias, sus
resistencias y sus trampas, aprovechar también su impulso, para intentar construir
una historia distinta de cómo nuestros maestros la enseñaban” (Braudel, 2002). En el
plano de una historia muy grande y casi inmóvil, casi fuera del tiempo, el trabajo se
centraba en la relación de los hombres con (y sobre) un espacio líquido y viceversa.
En denitiva, era un trabajo de lo que él denominaba como geohistoria.
14
Recientemente en la historia de la ciencia, se ha retomado la indagación de otro
espacio líquido: el espacio natural-social transatlántico. Ahora, el océano atlántico se
conforma como una fuerza creativa y de unión de la historia, ya no solo de Europa sino
de también de América Latina en sus mutuas inuencias e interacciones. En este sentido,
la unidad del Atlántico es la de un viaje de retorno, de movilidad y de circulación.
Para desarrollar más esta manera de considerar al espacio, puede resultar estimu-
lante, al menos en términos heurísticos, considerar el enfoque teórico de Ciencia, Tecno-
logía y Sociedad de Michel Callon y Bruno Latour, que adopta la premisa metodológica y,
quizás como una verdad ontológica, de que el mundo moderno se compone de redes-ac-
tores donde los actores sociales signicativos incluyen humanos y no humanos (actantes).
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Recordemos que esta teoría atribuye voluntad, objetivos y estrategias a entidades
físicas (electrones, por ejemplo) y biológicas (las vieiras, por ejemplo) no humanas.
Entidades que moldean nuestras acciones, permitiéndolas o restringiéndolas, limi-
tándolas, condicionándolas. De acuerdo con esta tesis sociológica, en las controver-
sias cientícas, los investigadores e investigadoras “reclutan” y “negocian” con los
actantes, traduciendo sus intereses para movilizarlos y ubicarlos de su lado.
Para la historia de la ciencia, dos conceptos de esta teoría son importantes:
ensamblar y co-producir. La historia de la ciencia consistiría, entonces, en estudiar
los procesos de ensamblaje de elementos heterogéneos (humanos y no humanos) que
intervienen en la construcción, denición, controversias y solución de los problemas
cognitivos (Jasanoff, 2013), como también en estudiar los procesos de co-producción
de los mundos sociales y naturaleza entre la ciencia, sociedad y naturaleza en sus inter-
dependencias mutuas y complejas (Jasanoff, 2013, 2011, 2004; Nowotny, 2011).
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3. LA DIMENSIÓN DE GÉNERO DEL CARÁCTER SITUADO
El último aspecto que aquí abordaremos a la hora de considerar el carácter
situado es cómo una determinada sociedad organiza de manera diferente el vínculo
con la ciencia en función de las marcas de género. Esta cuestión suele identicarse
con las relaciones entre las mujeres y la ciencia.
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Desde hace algunas décadas, los historiadores e historiadoras se ocupan de la
“historia desde abajo” como inversión y cuestionamiento de la “historia desde arriba”.
Estas historias pueden adquirir diferentes signicados. Así, la historia desde abajo
podría pensarse como la historia de los vencidos, los excluidos, los silenciados versus
la historia de los ganadores, incluidos, con voz, aquellos que han escrito y escriben la
historia (Burke, 2003, pp. 17-18). También la historia desde abajo podría pensarse como
la historia de los pobres, sin educación y de aquellos que tienen una educación diferente
a la cultura letrada o, de manera más general, de la gente corriente y común versus la
historia de la cultura letrada, en denitiva, de la historia desde el y para el poder.
Pero no deberíamos suponer, desde luego, que todos los agentes corrientes
tienen la misma experiencia, de ahí la importancia de reivindicar la historia de las
mujeres cuestionando la posición historiográca dominante de la historia y sus
agentes humanos universales establecidos, es decir, los varones blancos como ha
subrayado la historiadora Joan Scott (2003). Frente a esta situación, la historia de las
mujeres se enfrenta inevitablemente al “dilema de la diferencia” (Scott, 2003, p. 70).
En el campo CTS, la investigadora Donnay Haraway (1988) escribió un famoso
ensayo sobre el conocimiento situado en el cual hace hincapié en la dimensión de
género. También Pérez Serdeño sostuvo que “el análisis de las relaciones entre la
ciencia y el género ha proporcionado argumentos y casos de estudio para el debate
general acerca del papel de los valores no cognitivos o contextuales en ciencia…”
(Pérez Serdeño, 2001, p. 25). Entre estos factores tradicionalmente considerados
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como “extracientícos” que condicionan la génesis y la validación cientíca, se
ubica el género. En efecto, en el análisis de la manera en que la ciencia se relaciona
con la sociedad, las relaciones entre ciencia y género son relevantes. El carácter
situado de la ciencia se revela en los valores de género que guían las investiga-
ciones, determinan qué hipótesis seleccionar y qué métodos de contrastación se van
a utilizar (Pérez Serdeño, 2001).
En consecuencia, una perspectiva feminista de la historia de la ciencia nos
enfrenta a las siguientes dimensiones de indagación: a) el lugar/participación de las
mujeres que actuaron en los márgenes y fueron olvidadas en y por la historia de la
ciencia; b) las barreras y mecanismos de exclusión como también las resistencias
ofrecidas y las conquistas obtenidas de las mujeres; c) las jerarquías sexuales (o
el sesgo de género) y las condiciones, desarrollo, difusión, uso y contenido de la
ciencia; d) la retroalimentación entre la ideología de género y la de la ciencia en su
construcción mutua (Fox Keller,1991); e) la construcción de la mujer por parte de la
ciencia; f) las ciencias y la producción de conocimientos sobre el género y la consti-
tución de subjetividades; g) los conocimientos que eran portados por las mujeres y le
fueron ocultados, arrebatos u olvidados por parte de los varones; y por último, h) la
construcción de género del espacio y tiempo.
Toda historia que tenga la pretensión de contar la totalidad de lo sucedido en el
pasado, no puede entonces dejar a las excluidas. En denitiva, como señala Sánchez
Ron, una historia de la ciencia centrada en la dimensión social no puede dejar de lado
el tema de la mujer y su marginación de la profesión cientíca (1992). Este problema
ha adquirido creciente interés e intensidad durante el siglo XX y, sin embargo, sigue
siendo muy resistido. En la historiografía de las ciencias en Argentina, por ejemplo,
“la cuestión de género no ha constituido un campo de indagación particular y son
poco frecuentes los trabajos que se detienen en la situación (exclusión) de la mujer
en la actividad cientíca local” (García, 2006, p. 137).
4. CONCLUSIONES: ¿QUÉ PODEMOS APRENDER
DE ESTOS MÚLTIPLES ASPECTOS PARA UNA
HISTORIA DE MICROBIOLOGÍA EN AL?
La historia de la microbiología en AL, todavía escasa y recortada por los
espacios nacionales, se ha centrado fundamentalmente en el estudio del ingreso y
la institucionalización de la bacteriología en el campo de la medicina (de manera
más general podemos hablar del campo biomédico). Así contamos contrabajos
sobre el surgimiento de las primeras cátedras de bacteriología, sus promotores y
primeros profesores, las dimensiones internacionales involucradas, los institutos
bacteriológicos nacionales y las articulaciones entre enfermedades tropicales (palu-
dismo, ebre amarilla) y la investigación bacteriológica/médica.
17
En estos trabajos,
muchas veces no se hace una distinción entre la bacteriología y la microbiología,
Gabriel Matharan • Reexiones sobre el carácter situado de la ciencia: sus aportes para una historia de la microbiología... 177
usándose indistintamente ambos términos. Se plantea esto ya que en Argentina,
por ejemplo, si bien surgen cátedras de bacteriología en las carreras de medicina,
también se constata la creación de cátedras especícas de microbiología en ámbitos
como la química, la biología, la bioquímica y de diversas ingenierías como la
química, en alimentos, ambiental e industrial. Se puede apreciar, de esta manera,
la conformación de identidades diferenciadas entre la bacteriología y la microbio-
logía, según las disciplinas y profesiones. Esto que sucede en Argentina necesita
ser investigado en el resto de los países latinoamericanos.
En este contexto cabe preguntarse, de manera general, cómo y cuándo la
microbiología adquirió una identidad propia, tanto disciplinar como profesional,
18
y si es posible hablar de una microbiología latinoamericana. Y viceversa, en qué
medida la investigación microbiológica ha contribuido (y contribuye) a la forma-
ción de una región latinoamericana. Dicho esto, habría que desagregar esta región, a
su vez, en diferentes espacialidades socio-naturales desde las condiciones naturales
pasando por las ciudades, países, subregiones, instituciones, redes, comunidades,
hasta las subdisciplinas que la conforman, las posibles escuelas de investigación, las
áreas de investigación, etc. Sin embargo, también hay que investigar cómo la micro-
biología posee o involucra un conocimiento geográco en su propio conocimiento al
elaborar, por ejemplo, un mapa o territorio de una enfermedad.
El carácter situado de la microbiología sería una manera de pensar o de
entender el modo en que se relaciona con y en un espacio-tiempo, como es AL, aten-
diendo a las relaciones de poder/dominación intra y extra regional. Aquí se sostiene
que tanto el espacio social y natural como el tiempo pertenecen a las condiciones de
posibilidad de una historia de la microbiología, pero tanto el espacio como el tiempo
tienen una historia en la medida en que son modicados por capacidad de agencia
humana distribuida desigualmente entre varones y mujeres en contextos sociales,
culturales, económicos y cientícos particulares. Cabe estudiar, entonces, cómo se
expresan históricamente y de manera distintiva en la microbiología.
Por otro lado, cada uno de estos espacios, a su vez, lleva o implican un tiempo
en su dinámica de cambios y permanencias. Cabe indagar en sus temporalidades
largas, medias y cortas, así como las estraticaciones temporales construidas y distri-
buidas socialmente (desigualmente). También hay que estudiar las temporalidades
en los contextos periféricos. Recordemos que el concepto mismo de periferia no
sólo reere a la cuestión espacial sino también temporal. En efecto, las periferias
aparecen como retrasados respectos a los centros más adelantados.
Respecto a la cuestión de género, si bien hay que señalar que quizás no
todas las teorías o disciplina cientícas incorporan necesariamente el sesgo de
género (Pérez Sedeño, 2001), para nuestro caso es relevante poder reconstruir
si hubo mujeres en los comienzos y en el desarrollo de la microbiología, si es
una disciplina dominada por los varones, y si existe espacios y temporalidades
desigualmente distribuidos entre varones y mujeres.
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Una historia situada de la microbiología daría lugar a historias locales en
la que aparecen en su interdependencia espacios, relaciones sociales, relaciones
de dominación,instituciones, individuos y colectivos de individuos, procesos
temporales, conceptos, teorías y prácticas cientícas que interactúan entre sí en un
contexto sociocultural, natural e híbrido denido. Estas historias locales, a su vez,
construyen y son construidas por la historia global en un espacio de relaciones por
donde viajan, circulan, se intercambian y se localizan teorías, prácticas de ense-
ñanzas, equipos, bibliotecas, profesores, etc (Raj, 2006; Vessuri, 2007; Podgorny
2007). La tensión entre las historias locales y la historia global abre una agenda
de investigación sobre los espacios y tiempos de los contenidos, las condiciones y
modalidades de los intercambios (desiguales), como también de las apropiaciones,
resistencias y recirculación de lo intercambiado.
Si se reconoce el carácter central de una geopolítica de la investigación
microbiológica, una visión más compleja de la dinámica actual de la microbiología
requeriría hacer visible, en la medida en que fuera así, si hay centros y periferias en
esta y, en tal caso, cómo desde las periferias se construyen los centros (Bertomeu
Sánchez & Garcia Belmar, 2006), mostrando el carácter constitutivamente híbrido
de estos (Chakrabarty, 1989). Hacer visible esto, quizás, sea el gran desafío para
los futuros estudios sobre microbiología y la ciencia en general en la región. En
términos de Said (1978), se trataría de una historia que busque desocultar los
presupuestos de la microbiología central que se reconocen como propias, cuando
en realidad fueron enunciadas en la periferia.
A modo de cierre, armados con este enfoque, se puede establecer marcos
descriptivos comunes y procedimientos de creación de modelos para observar todo
tipo de ujos en el espacio-tiempo. Entre ellos podemos nombrar: la conformación
de disciplinas y profesiones microbiológicas, la circulación de los conocimientos
microbiológicos, las modalidades de ingreso y desarrollo en cada país latinoameri-
cano, la constitución de identidades propias, las agendas de investigación y su arti-
culación con los problemas sociales, los conceptos, temas, teorías y metodologías,
las redes de comunicación y relaciones sociales, el carácter sexuado y los margi-
nados y marginadas, las enfermedades, los agentes microbianos, las especialidades,
los nodos de poder cognitivos/políticos centralizados, las condiciones geográcas y
poblacionales, las políticas cientícas, de salud, educación y económicas, las agen-
cias y organismos internacionales, los desarrollos institucionales (académicos, esta-
tales y privados), la formación de los microbiólogos y microbiólogas, las revistas y
congresos, las redes entre países, etc. Todos estos elementos, que poseen una estruc-
tura y ordenamiento espacial, temporal y en muchos casos de género, son claves para
tener una comprensión ajustada de la microbiología y su historia en AL. Cada una de
estas dimensiones da lugar a historias que ponen en visibilidad diferentes aspectos,
todos parciales, todos importantes, todos situados.
Gabriel Matharan • Reexiones sobre el carácter situado de la ciencia: sus aportes para una historia de la microbiología... 179
NOTAS
1 Quisiera agradecer la atenta lectura de un primer borrador realizada por Ronny Viales
Hurtado (Universidad de Costa Rica) y Oscar Vallejos (Universidad Nacional del Litoral). Sus
comentarios críticos han enriquecido el trabajo.
2 Como señala Vessuri, “La ciencia occidental dio lugar a un conjunto muy poderoso de
dispositivos sociales para validar el conocimiento y, de hecho, para mover el conocimiento de
unos sitios a otros” (Vessuri, 1996, p. 201)
3 Tributario esta perspectiva es el denominado “giro geográco” en el estudio de la ciencia.
De interés son los trabajos de Dorn (1991) y de Livingstone (1995, 2003), que indagan en las
nociones de “sitio”, “región”, “circulación” y de Salvatore (2007) en donde se problematizan
los “lugares” del saber. También el trabajo de Secord (2004) que entiende la ciencia como una
forma de acción comunicativa (“communicative action”).
4 Con ello se buscaba disolver la distinción tradicional entre los contextos de justicación y
del descubrimiento.
5 Aquí suponemos que AL, más allá de su heterogeneidad, es una región en tanto que se estructura
como un todo en términos materiales (cualidades físicas del terreno, régimen climatológico,
entornos construidos y límites tangibles), como también en términos simbólicos (ideas,
recuerdos, historia, comunidad imaginada y similares).
6 El tiempo de las mujeres, en tanto colectivo feminista que lucha por el cambio de las condiciones
de su existencia societal, y en la ciencia en particular, sin duda no es el mismo tiempo que tiene
los varones. En efecto, a las mujeres les urge cambiar el mundo social y cientíco, mientras que
los varones tienen todo el tiempo del mundo tanto para proponer el cambio como para sostener
dichos mundos. Esto se debe a las condiciones de privilegio que poseen.
7 Expresamente arma que busca “unir lo muy contemporáneo con el tiempo largo de nuestras
sociedades, la esfera de las actividades cientícas, las de lo social y de los valores” (Pestre,
2005, p. 18).
8 “El concepto de proyecto cognitivo busca comprender la dinámica de la investigación
como el armado y despliegue de proyectos cognitivos que son una respuesta compleja del
agente a las condiciones, los recursos y las limitaciones que dan forma a su vida cotidiana
y a su actividad de investigación. De modo que son unidades que ensamblan lo social y lo
epistémico de manera tal que no se pueden desbrozar y esto es lo que los hace unidades de
análisis relevantes para entender socialmente la producción, el mantenimiento y el cambio
del conocimiento” (Vallejos, 2012).
9 Según Hebe Vessuri, su estudio permite hacer visible cómo se ponen en juego relaciones de
poder, se determinan los métodos de trabajos, se constituyen las agendas de investigación y
se establecen las formas de transferencia y difusión (Díaz, Texera & Vesuri, 1983). Además,
visibilizan cómo piensan las instituciones, expresión concreta de las estructuras mentales o de
las representaciones de una determinada sociedad que intervienen y dan forma a la ciencia.
10 Esta posición lo acerca a las doctrinas neoliberales e individualistas de la década de 1980. En
efecto, mientras que una de sus máximas representantes políticas Margaret Tatcher armó
que “la sociedad no existe. Sólo existen los individuos, hombres y mujeres, y las familias”.
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Latour, por su parte, sostuvo “la noción de sociedad es el último vestigio de trascendencia en
las ciencias sociales que no son afectadas por la religión (…). No cumple ninguna función, pero
tranquiliza, reconforta moralmente y permite que le sociólogo tenga un panorama. Precisamente
por ello la combato” (Outhwaite, 2008, p. 146).
11 Como lo expresa Buch “Si bien el tipo de reglas, normas y valores que organizan la acción
de un investigador hacia el “interior” de la Ciencia y el “interior de la nación son diferentes,
ambas “interioridades” responden a una misma forma de pensar que establece “límites” y
formas de regulación social que denen de modo distinto qué tipo de entidades o sujetos hay,
qué hay que hacer en cada caso, con quién y cómo hay que hablar cuando se trata del “afuera”
y del “adentro”. En el caso de la nación, adentro hay “nativos” y afuera “extranjeros”. En el
caso de la Ciencia, hacia adentro de sus fronteras hay “pares” y hacia afuera hay “legos”. En
este sentido no existe mayores dicultades para entender el problema del nacionalismo y el
internacionalismo en la ciencia: es la tensión en la denición de un otro a la nación o un otro
a la ciencia. O si se preere, denir la identidad última que establece el espacio de solidaridad
fundamental de un investigador como cientíco o como miembro de una comunidad nacional”
(Buch, 2006, pp. 421-422).
12 Según Vessuri, los usos del concepto de periferia que se han realizado hasta el momento tienen
más bien un carácter descriptivo para ubicar diferentes grupos, instituciones o la ciencia de
un país en un mismo sistema intelectual, universitario o cientíco. Esta situación abre una
cuestión especíca: “¿Cómo hacer pasar el término periférico del nivel existencial al nivel
teórico?” (Vessuri 1993, p. 727). Para un estudio de los signicados y forma de abordar esta
problemática, véase Matharan, 2016.
13 Esto no implicó, por supuesto, que los conocimientos producidos superasen las jerarquías
impuestas por el sistema académico mundial, ni alcanzara altos niveles de circulación
internacional o de exportación hacia los centros (Beigel, 2010).
14 “La geohistoria es el estudio de un doble vínculo, de la naturaleza con el hombre y del
hombre con la naturaleza, el estudio de una acción y de una reacción, mezcladas, confundidas,
incesantemente reanudas, en la realidad de cada día” (Braudel, 2002b, p. 78).
15 Con ello, el concepto de co-producción desmantela una narrativa dominante del poder que
supone una separación tajante entre naturaleza y sociedad y el lugar de los expertos a la hora de
denir y proponer soluciones a problemas sociales y naturales (Jasanoff, 2011).
16 Pero el uso del concepto de género abarca mucho más: hay marcas genéricas que van más allá
de la distinción entre varones y mujeres.
17 Faltan trabajos que aborden, por ejemplo, la emergencia, proliferación y redenición de
la identidad de la microbiología en ramas como la parasitología, micología, virología,
microbiología en alimentos, industrial o ambiental, entre otras.
18 Aquí es necesario distinguir la microbiología como profesión de la profesión del investigador
en microbiología. A un lado, tenemos la delimitación de una profesión que monopoliza el
acceso a los títulos y a los empleos correspondientes; por el otro, la construcción de un
campo cientíco, con sus asociaciones, sus reuniones, sus revistas, sus medallas y sus
representaciones ociales.
Gabriel Matharan • Reexiones sobre el carácter situado de la ciencia: sus aportes para una historia de la microbiología... 181
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