Diálogos Revista Electrónica de Historia, 21(2): 85-108. Julio-diciembre, 2020. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica96
Ahora, es claro que el concepto de comunismo se inscribe dentro de la misma
operación discursiva. Tal como se planteó previamente, la única diferencia que se
observa en su uso con respecto al concepto de socialismo es que el primero está dotado
de una mayor riqueza semántica y es utilizado de forma más frecuente. El comunismo
es el otro de la democracia que actúa como su exterior constitutivo. Así, la acusación
de ser comunista no solo era ecaz en términos políticos, sino que establecía una
distinción entre lo costarricense y lo no-costarricense, entre el adentro y el afuera.
No es casualidad que, a lo largo de la década, su uso no solo se restrinja al ámbito
electoral, sino que es el segundo concepto más utilizado en el periodo por detrás del
de democracia, apareciendo en numerosos campos de publicidad política pagados por
ciudadanos, asociaciones, cámaras, sindicatos y partidos políticos con dos grandes
objetivos: atacarlo y deslindarse del mismo. Si bien se podría argumentar que este
esfuerzo por claricar la posición ideológica en el ámbito público está relacionado
con la persecución legal a la que se exponían, producto de la proscripción de cualquier
partido, agrupación o sindicato comunista en 1950, este argumento no es suciente
sí se toma en cuenta el efecto connotativo de estar asociado al mismo. Ser comunista
signicaba entrar en confrontación abierta con la idea de ser costarricense, con la
democracia como valor, con lo cual, a contrario sensu, es el anti-valor por excelencia.
Así, la forma en cómo se denía al comunismo reitera la asociación de éste
con la dictadura y el totalitarismo (Álvarez, 2018a; Partido Liberación Nacional,
1953e, pp. 12-15), al reducir la libertad – política y económica – del individuo en
nombre del interés superior del Estado (Cámara de Industrias de Costa Rica, 1950,
pp. 10-11; Partido Liberación Nacional, 1952d, pp. 9-11; 1953e, pp. 12-15). El
comunismo atenta contra la comunidad política porque introduce la división y la
enemistad (“Maniesto al”, 1955, p. 6), la lucha de clases (“Impedir la”, 1955, p. 1),
el odio (“Ante un”, 1953, p. 6); en resumen, provocan derramamiento de sangre:
Por lo que se reere a la amenaza de ensangrentar el país, que usted hace y
vienen haciendo los comunistas, a Usted y a ellos los invito a que lo intenten.
A los primeros, les estamos dejando celebrar sus reuniones secretas y realizar
sus habituales comienzos de agitación, a pretexto de las subsistencias, para que
no se diga que los perseguimos o que irrespetamos la libertad de pensamiento y
la de reunión; pero en cuanto sus actividades tomen carácter subversivo o aun
simplemente político, para cuyo objeto les está constitucionalmente prohibido
organizarse, les aplicaremos, dentro de la ley, la mano fuerte que usted quisiera
que les aplicásemos fuera de ella. (Ulate, 1950a, p. 4)
El comunismo se instala como el mayor enemigo de la sociedad costarricense, al
cual se le describe de forma inusitada: el monstruo del comunismo (Nájera, 1951, p. 7),
veneno demagógico que se esparce con nes politiqueros (“Ante un”, 1953, p. 6),
viste con piel de oveja (Clístenes, 1959, p. 15), malas atmósferas que repetidamente
han querido penetrar al país (Figueres, 1957, p. 18-19). Se dibuja como algo siniestro,
como una amenaza que una vez que traspasa las barreras de la democracia destruye
todo a su paso e irrespeta el derecho de la propiedad intelectual (Marín, 1952, p. 4).