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114Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(1): 114-133. Enero-junio, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI 10.15517/dre.v22i1.42407
AVENTUREROS PEQUEÑO-BURGUESES” Y
“LA VIEJA GENERACIÓN REVOLUCIONARIA”:
EL FSLN Y EL PVP (1966-1970)
Sofía Cortés Sequeira
Resumen
El objetivo principal de este artículo es analizar las relaciones entre las
direcciones políticas del PVP y del FSLN en la década de 1960, a partir
de la correspondencia sostenida entre Manuel Mora Valverde y Carlos
Fonseca Amador, para poder identicar las contradicciones, discrepancias y
coincidencias entre los dirigentes de ambas organizaciones: la primera de corte
comunista y, la segunda, una guerrilla nacionalista nacida bajo la impronta del
modelo cubano. En este sentido, se parte de la interrogante de cómo fueron las
relaciones entre el Partido Vanguardia Popular (PVP) y el Frente Sandinista
de Liberación Nacional (FSLN) durante la década de 1960, siendo ambas
organizaciones de naturaleza distinta y mantenido líneas políticas diferentes
sobre la estrategia a seguir en la lucha antisomocista.
Como hipótesis central se sostiene que el establecimiento de relaciones entre
ambas organizaciones fue un proceso complejo, marcado por desconfianzas
y diferencias mutuas, arrastradas desde la fundación misma del FSLN hacia
finales de la década de 1960, ya que ambas eran expresión de dos corrientes
revolucionarias distintas, que en todo el continente discrepaban en función
de las vías y estrategias para combatir a los regímenes dictatoriales que
dominaban la región.
Palabras clave: izquierdas, comunistas, guerrilla, sandinistas, revolución.
Fecha de recepción: 22 de junio de 2020 Fecha de aceptación: 10 de septiembre de 2020
Sofía Cortés Sequeira Investigadora del Centro de Investigaciones
Históricas de America
Central de la
Universidad de Costa Rica
, San José, Costa Rica. Contacto: soa.cortes@ucr.ac.cr
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3788-8985
Sofía Cortés Sequeira • “Aventureros pequeño-burgueses” y “la vieja generación revolucionaria”: el FSLN y el PVP... 115
“PETTY-BOURGEOIS ADVENTURERS” AND “THE
OLD REVOLUTIONARY GENERATION”: THE FSLN
AND THE PVP (1966-1970)
Abstract
The main objective of this article is to analyze the relationships between the political
leadership of the PVP and the FSLN in the 1960s, based on the correspondence
between Manuel Mora Valverde and Carlos Fonseca Amador, in order to identify
the contradictions, discrepancies and coincidences between the leaders of both
organizations: the rst a communist and the second a nationalist guerrilla born
under the imprint of the Cuban model. In this sense, the article starts from the
question of how the relations between the Partido Vanguardia Popular (PVP) and
the Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) were during the 1960s, in
which both organizations had a different nature and maintained different political
lines on the strategy to follow in the antisomocista ght.
As a central hypothesis, the article maintains that the establishment of relations
between both organizations was a complex process, marked by mistrust and
mutual differences and dragged from the very foundation of the FSLN towards the
end of the 1960s. Moreover these relations were the expression of two different
revolutionary currents that throughout the continent disagreed based on the ways
and strategies to combat the dictatorial regimes that dominated the region.
Keywords: lefts, communists, guerrillas, sandinistas, revolution.
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EL PVP Y EL FSLN EN LAS DÉCADAS DE 1960 Y 1970.
Para adentrarse en el período y objeto de estudio, es necesario, en primer
lugar, tener presente el panorama de las organizaciones de izquierda a nivel
regional en las décadas de 1960 y 1970, partiendo de la caracterización general del
FSLN como un movimiento político-militar y del PVP como un partido comunista.
En este sentido, la década de 1960 vio nacer a lo largo y ancho de toda América
Latina una serie de movimientos político-militares organizados bajo la forma de
frentes guerrilleros que, bajo la inuencia del triunfo revolucionario cubano de
1959, optaron por priorizar la estrategia armada frente a la opción político electoral
para combatir a los regímenes dictatoriales que dominaban el panorama político de
la región. Estas organizaciones criticaron las estrategias y premisas de los partidos
comunistas ligados al modelo soviético, que habían sido fundados en su mayoría
en las décadas de 1930 y 1940 (Figueroa y I Puig, 2006).
Desde la década de 1940, en el marco de la lucha global contra el fascismo,
la línea desarrollada por los partidos comunistas latinoamericanos había sido la
coexistencia pacíca o los también llamados Frentes Populares, que privilegiaba
la formación y consecución de alianzas con sectores progresistas y democráticos
de las burguesías nacionales que se opusieran a las fuerzas imperialistas para abrir
la posibilidad de conseguir gobiernos menos represivos, lo que llevó a la mode-
ración de sus estrategias y discursos. Su apuesta política era la consecución de
democracias representativas como condición necesaria para la maduración de las
fuerzas populares en la región, por lo que siempre privilegiaron la vía electoral,
sumándose a alianzas explícitas o implícitas con sectores moderados del espectro
político (Figueroa y I Puig, 2006). Estos buscaban lograr en sus países una revolu-
ción “democrático-burguesa” y planteaban la necesidad de conseguir una reforma
agraria que permitiera el desarrollo de un mercado nacional que impulsara y dina-
mizara las economías nacionales, condición esencial para liberarse del “yugo
imperialista” (Gould, 2009, p. 350).
Es en la década de 1960, que bajo la impronta cubana surgió la llamada
“nueva izquierda” compuesta por una generación de jóvenes radicalizados prove-
nientes en su mayoría de sectores urbanos de clase media y universitarios. Estos
criticaron y rompieron con la estrategia anterior, abandonando las las de los
partidos comunistas, emprendiendo una crítica contra la moderación en que habían
caído dichas organizaciones y planteando la necesidad de luchar por una revolu-
ción socialista en el corto plazo. En reacción a la ofensiva estadounidense desatada
en la región posterior a la revolución cubana, estos jóvenes descartaron la posibi-
lidad de un camino pacíco hacia el socialismo, tal como lo proponían los partidos
comunistas, quienes dejaron de ser la única o principal referencia revolucionaria.
De esta manera, las fuerzas revolucionarias latinoamericanas se dividieron alre-
dedor del concepto y las vías de la revolución. (Gould, 2009).
Sofía Cortés Sequeira • “Aventureros pequeño-burgueses” y “la vieja generación revolucionaria”: el FSLN y el PVP... 117
En este sentido, para Eduardo Rey Tristán (2016, pp.363-368) estas
organizaciones de la llamada “nueva izquierda” latinoamericana denieron su idea de
revolución, haciendo referencia fundamentalmente a las formas, métodos o vías para
lograr la transformación social y especícamente a la lucha armada e independientemente
de la existencia de un proyecto político, social o económico claro para llevar adelante.
Este contexto, a la par de un aumento de la represión estatal, hizo posible que
esta década viera nacer a las primeras organizaciones guerrilleras centroamericanas,
donde el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fundado en 1961, fue
la primera en su tipo (Figueroa y I Puig, 2006). Estas eran por lo general organiza-
ciones pequeñas y altamente jerárquicas que se preocuparon por desarrollar una tarea
concreta: la lucha armada para la toma del poder estatal (Figueroa y I Puig, 2006).
Como señala Torres-Rivas (2008), la reacción de los partidos comunistas
frente al surgimiento de estas organizaciones no se hizo esperar. Estos criticaron,
rechazaron y se distanciaron de los métodos y estrategias de lucha guerrillera, catalo-
gándolas como “aventurerismo pequeño burgués”, lo que generó una tensa relación
entre ambas expresiones organizativas. No obstante, en la década de 1970, la discu-
sión sobre el apoyo o no a la estrategia guerrillera terminó dividiendo, disolviendo
o incorporando a la lucha armada a los diferentes partidos comunistas centroameri-
canos conforme esta pasó a generar un mayor consenso como vía para terminar con
los regímenes autoritarios que dominaban la región, especialmente a partir del triunfo
sandinista en 1979. Esto generó que, para inicios de la década de 1980, la mayoría de
los partidos comunistas en Centroamérica existieran ya de manera precaria o testi-
monial, luego de divisiones o disoluciones en los frentes guerrilleros.
En Costa Rica, la inuencia del proceso revolucionario cubano se hizo sentir
en el surgimiento de organizaciones políticas de la llamada nueva izquierda, que
se posicionaron críticamente frente al Partido Vanguardia Popular (PVP), partido
comunista histórico. Así, a mediados de la década de 1960, un grupo de jóvenes
en su mayoría perteneciente a sectores medios urbanos e intelectuales radicalizados
fundaron el Partido Revolucionario Auténtico (PRA), que a nales de la década pasó
a llamarse Movimiento Revolucionario Auténtico (MRA). Alberto Salom (1987),
quien fue militante del Partido Socialista Costarricense, indica que este se planteó
en sus inicios como un movimiento político militar que privilegiaba la estrategia
armada por sobre la estrategia político electoral, inuenciado por el Movimiento 26
de Julio en Cuba y el naciente FSLN en Nicaragua. La revolución socialista y la toma
del poder se vislumbraron como una tarea en el corto plazo. No obstante, sus plan-
teamientos chocaron de frente con una Costa Rica que poco se parecía a la Cuba de
Fulgencio Batista o la Nicaragua de los Somoza y que no dejaba campo para el impulso
de una lucha armada en el país. En este sentido, como indican Molina y Díaz (2017),
en Costa Rica el anticomunismo practicado durante las primeras décadas de la
Guerra Fría (1948-1979) tomó cauces reformistas, por lo que a la par de un amplio
despliegue ideológico anticomunista se desarrolló una robusta política social desti-
nada a arrebatarle las banderas y reivindicaciones propias a la izquierda política.
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De esta manera, si bien la represión fue ejercida en varios momentos, no fue el
elemento central para la “contención del comunismo” en el país.
Así, el PRA se mantuvo como una organización pequeña dentro del espectro
político de izquierdas, aun cuando en la década de 1970 experimentó cierto creci-
miento cuantitativo y un desarrollo entre sectores estudiantiles universitarios, que
se abocaron a desarrollar un trabajo político entre organizaciones campesinas del
Valle Central y Guanacaste. En este período, cambiaron su nombre a Movimiento
Revolucionario del Pueblo (MRP), y hacia 1977 realizaron su primer congreso ideo-
lógico. Para este momento, organizativamente se habían congurado más como
partido político que como un movimiento armado y su discurso se había moderado
conforme profundizaron el trabajo político con sectores sociales costarricenses. Por
sus características organizativas e ideológicas desde su fundación, esta organización
empezó a colaborar de manera activa con el FSLN. Por otro lado, en 1972 se fundó
el Partido Socialista Costarricense (PSC), con una base social similar a la del MRP,
jóvenes urbanos e intelectuales universitarios radicalizados (Salom, 1987).
Estas organizaciones fueron expresión de la llamada nueva izquierda en Costa
Rica. Para Solís (1985), su principal limitante fue que no denieron sus postulados e
identidad frente a la sociedad costarricense, sino frente a determinadas tesis del PVP y
de la izquierda comunista, construyéndose así como alternativa frente a este partido,
pero no frente a la sociedad. Asimismo, las diferencias esbozadas entre las organiza-
ciones no se establecieron en función de una interpretación distinta de la sociedad costa-
rricense, sino frente a postulados ideológicos que se interpretaban de manera ahistórica.
Por su parte, para el PVP la década de 1960 fue escenario de importantes discu-
siones, discrepancias y tensiones a raíz de la popularidad de la estrategia revolucionaria
cubana, considerando especialmente problemática la promoción regional de la lucha
armada en oposición a la vía pacíca. La posición del PVP frente a este escenario fue
sintetizada en las resoluciones del IV Pleno del Comité Central, desarrollado el 8 y 10
de marzo de 1968 a partir del informe redactado por Manuel Mora Valverde, secretario
general de la organización (Merino, 1996). En este documento, en primera instancia se
reconocía que en Costa Rica no estaba a la orden del día la toma del poder por parte del
PVP mas sí veían posible el ascenso de un bloque de fuerzas democráticas y patrióticas
con la participación de los comunistas en él. Para esto, se planteaban como tarea de
primer orden facilitar la construcción de este bloque, que debería ser capaz de defender
la soberanía nacional, robustecer el régimen democrático existente amenazado por
las fuerzas imperialistas, llevar adelante la reforma agraria y desarrollar la economía
nacional en benecio de la población costarricense (“Camino pacíco”, 1968).
Además, consideraron que el camino de la guerra de guerrillas, en boga en la
región, no era viable en el país, donde correspondía por el contrario aprovechar al
máximo los caminos legales existentes para ganar las batallas de la clase trabajadora.
No obstante, no descartaron en ese momento que el imperialismo y las “fuerzas de la
reacción interna” eventualmente llevaran al pueblo a tener que defender al régimen
democrático y la soberanía nacional con las armas (“Camino pacíco”, 1968).
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En cuanto a las fuerzas motrices del proceso revolucionario en Costa Rica, si bien
planteaban que en la construcción del socialismo era necesaria la hegemonía de la clase
obrera y su ideología, esto no podía lograrse mediante maniobras ni imposiciones que
dieran al traste con los esfuerzos por construir un bloque amplio, patriótico y democrá-
tico. A su vez, reconocían la debilidad numérica y política de este sector en Costa Rica
y llamaban a prestar atención al papel revolucionario que la pequeña burguesía urbana
y rural podía jugar en el país (“Camino pacíco”, 1968). Es necesario tener presente
que entre 1948 y 1975, el PVP permaneció en un estatus de ilegalidad por disposición
del párrafo segundo del Artículo 98 de la Constitución Política de Costa Rica, promul-
gada posterior a la guerra civil que, en 1948, había perdido el bando de los comunistas,
dando como resultado su proscripción. Entre otras consecuencias, esto le había impe-
dido al partido participar como tal en procesos electorales de manera ocial, por lo que
sostuvo una campaña permanente para lograr su vuelta a la legalidad.
Como señala Merino (1996), quien en las décadas de 1970 y 1980 fue parte del
PVP, esta condición tuvo consecuencias en el plano organizativo e identitario de la
organización. La situación de ilegalidad, aislamiento, marginalidad y exclusión que
vivió el PVP en estos años le obligó a partir de la década de 1950 a implementar estra-
tegias de trabajo clandestino, que a nivel interno tuvieron el efecto de restringir los
espacios democráticos y de propiciar el surgimiento de una cultura sectaria, vertical
y ortodoxa a nivel teórico y organizativo. No obstante, esto no hizo que el partido
perdiera la exibilidad táctica que había empezado a implementar desde mediados
de la década de 1930, ni que abandonara la estrategia político-democrática como
principal forma de lucha, manteniendo un carácter reformador, nacional y popular
(Merino, 1996). Así, para 1968, el PVP se encontraba impulsando una importante
campaña para poder participar en los comicios electorales de 1970 (Merino, 1996).
Por otro lado, de acuerdo con el mismo autor, es en esta misma década que
los vínculos políticos e ideológicos con la Unión Soviética fueron reforzados a
partir de la promoción de un importante proceso de formación de cuadros políticos
en escuelas soviéticas, lo que para el autor tuvo como consecuencia la introducción
de una formación dogmática en su entendimiento y aplicación de la teoría marxista,
debilitando los esfuerzos nacionales de formación e interpretación del marxismo
(Merino, 1996). Este proceso a su vez reforzó las tesis sostenidas por el PVP en
contraposición a los movimientos guerrilleros que se desarrollaban en la región.
Como señala Solís (1985), el PVP y Manuel Mora, como su principal ideólogo, enten-
dían la revolución y la construcción del socialismo en general de manera “etapista”.
Esto implicaba un constante esfuerzo por caracterizar y dilucidar las etapas, fases
y requisitos necesarios para avanzar en la construcción del socialismo. Bajo esta
lógica, esencialmente positivista, el socialismo sería el resultado de un proceso
evolutivo regulado por leyes naturales, mismas que regían el desarrollo de las socie-
dades. El realismo al cual aludía Mora de manera constante sería entonces el cono-
cimiento preciso de la etapa correspondiente y de lo que era posible en cada etapa,
de manera que no se fuera más allá y se diera al traste con todo el proceso evolutivo.
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Para Solís (1985), esta concepción desdibujaba a los actores y su agencia. La acción
del partido consistía entonces en intervenir para el desarrollo necesario de cada etapa.
Durante el período de estudio, el PVP caracterizó a la etapa de la revolución que vivía
Costa Rica como anti-feudal y antiimperialista. Además, entre las tareas principales en esta
etapa se planteaban el desarrollo económico nacional, el impulso a la reforma agraria, y la
defensa de la soberanía nacional y el régimen democrático. Esto le llevó a tener una concep-
ción amplia de las fuerzas motrices de la revolución, donde cabía desde la clase obrera hasta
capitalistas progresistas y patriotas, categorizados como burguesía nacional (
Salom, 1987
).
La coincidencia racional de los intereses de los grupos con los objetivos de
la etapa en cuestión determinaría la adhesión de estos a las fuerzas motrices revolu-
cionarias, reduciendo estos objetivos a una visión economicista de la historia. Así, la
burguesía nacional, en tanto estaría interesada en el desarrollo económico nacional,
debería colocarse del lado antiimperialista, al ser el imperialismo el principal lastre
que impedía el desarrollo económico nacional de acuerdo con el pensamiento de Mora
y el PVP. Así, la oposición imperialismo-antiimperialismo, desarrollo o subdesarrollo,
funcionó como determinante de su política de alianzas (Solís, 1985). Se puede entonces
plantear que los postulados ideológicos y programáticos del PVP iban en sintonía con
los que el movimiento comunista latinoamericano sostenía en esta época.
De esta manera, desde nales de la década de 1950, pero con más claridad ya
en la década de 1960, el PVP empezó a caracterizar al Partido Liberación Nacional
(PLN) como un partido fundamentalmente progresista (Merino, 1996). Conside-
raba que la preponderancia numérica de la pequeño burguesía y burguesía nacional,
entendidas como fuerzas democráticas, le daba mayores condiciones para hacerle
frente al imperialismo, a diferencia de Unicación Nacional, partido que ligaban más
claramente a la oligarquía imperialista. Así, a lo largo de todo el período de estudio,
el PVP, y con mayor claridad Manuel Mora, albergó de manera permanente la espe-
ranza de poder llegar a formar un bloque patriótico, democrático y antiimperialista
con el PLN o con fuerzas internas de ese partido que rompieran con el imperialismo.
Fue constante además la estrategia de buscar acercar a los llamados sectores demo-
cráticos de los demás partidos de la burguesía en general (Salom, 1987).
Para Solís (1985), esta coincidencia de tareas y objetivos con el PLN, planteada
por el PVP y derivada de una concepción economicista del socialismo, redujo de
manera importante su capacidad de establecer una posición crítica frente a esa orga-
nización y posicionarse como una alternativa política frente a la población. Para el
sociólogo, para plantearse como una alternativa distinta era fundamental, a partir de la
convicción de lo negativo del presente, elaborar la añoranza a algo distinto de lo que
existía. Según Solís en el PVP esta elaboración fue débil a falta de una crítica elabo-
rada de la democracia liberal costarricense que posibilitara posicionar con consis-
tencia la necesidad de una democracia socialista que la superara. Como señala Merino
(1996), para Mora la democracia era un instrumento de lucha que los comunistas
costarricenses debían saber usar para construir el socialismo y no un instrumento de
la burguesía o de dominación de clase. Era así, una democracia sin adjetivos.
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Como herramienta discursiva, Mora utilizó en este período de manera
constante el llamado a frentes amplios que depusieran los intereses políticos particu-
lares en aras de un interés nacional por defender la democracia costarricense, cons-
tantemente amenazada por el fascismo al servicio del imperialismo (Solís, 1985).
Para Dobles y Leandro (2005), en Manuel Mora la política de alianzas que desplegó
el PVP en la década de 1940 se volvió una añoranza constante, que lo llevó de manera
sistemática a buscar en cada coyuntura reeditar el pacto social con los partidos de la
burguesía nacional, principalmente con el PLN.
De acuerdo con Salom (1987), tanto el MRP como el PSC criticaban el rol que
el PVP le daba a la llamada burguesía nacional dentro de las fuerzas motrices de la
revolución. Ambos consideraban que no era viable que los intereses de este sector coin-
cidieran con los del movimiento popular, privilegiando un análisis desde la categoría
de clase social y no desde la oposición imperialismo-antiimperialismo. Asimismo,
criticaban el llamado a la unidad con base en intereses de unidad nacional por sobre
los intereses de clase. Consideraban que la unidad y el fortalecimiento de las fuerzas
revolucionarias eran una condición previa indispensable para conformar un frente con
sectores patrióticos y progresistas. En el plano regional, el FSLN fue parte del abanico
de organizaciones guerrilleras surgidas a partir de la década de 1960 en América Latina
para combatir a los regímenes militares y autoritarios que dominaban la región, en este
caso particular, a la dinastía somocista que gobernó Nicaragua entre 1937 y 1979.
Como señala I Puig (2012), desde su fundación en 1961 por parte de jóvenes, en
su mayoría estudiantes provenientes de sectores urbanos y medios disidentes del Partido
Socialista de Nicaragua (PSN) y el Partido Conservador (PC), el FSLN se mantuvo como
una organización que, bajo la inuencia de la estrategia foquista popularizada por la
guerrilla cubana, privilegió asentarse en las montañas del norte y centro de Nicaragua,
desde donde organizó diversos intentos de incursión al interior del territorio nicaragüense,
protagonizando intensos combates con la Guardia Nacional, principal bastión militar del
régimen somocista, para luego replegarse nuevamente en las montañas y resistir fuertes
oleadas de represión interna. Esto les obligaba a reorganizar de manera constante su direc-
ción política a raíz del asesinato de varios de sus principales líderes en estas maniobras.
Si bien tuvo en su fundación una fuerte inuencia de las bases teóricas del
marxismo, vanguardismo, foquismo, la teología de la liberación y el nacionalismo anti-
imperialista, ideológicamente fue una organización exible y pragmática, que incor-
poraba diversas corrientes de pensamiento compatibles con los objetivos de liberación
nacional, incluidas inuencias liberales y socialdemócratas, siendo así que no podía
hablarse de una organización monolítica ni ortodoxa a nivel ideológico (I Puig, 2012).
En este sentido, el nacionalismo, el antiimperialismo y el elemento antidictatorial
jugaron un rol aglutinador importante frente a los matices y variaciones políticas
internas y frente a la ausencia de un proyecto claro de sociedad para impulsar en el
eventual escenario de una Nicaragua sin Somoza (Dore y Weeks, 1992).
Durante la década de 1960 el FSLN fue fundamentalmente una pequeña orga-
nización guerrillera ubicada en el centro y el norte de Nicaragua. La intensidad de
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los ataques emprendidos contra el pequeño núcleo guerrillero por parte de la Guardia
Nacional de Nicaragua obligaba al FSLN a mantenerse recluido en las montañas y a la
clandestinidad y fue sometido a constantes derrotas militares. A nivel cultural e iden-
titario, se construyó en este periodo una fuerte mitología alrededor de “la montaña”
como foco y espacio de la resistencia (I Puig, 2012). En estas condiciones, se forjó
una organización altamente rígida, centralizada y jerárquica, en la que la Dirección
Nacional ejercía un alto mando político y militar. El carácter clandestino de la orga-
nización implicó la adopción de una rígida disciplina por parte de su militancia, que
en la década de 1960 rondó los 150 miembros y en su etapa de mayor expansión,
luego de 1975, se acercó a 500 personas (I Puig, 2012). Durante la década de 1960
el FSLN experimentó entonces un importante aislamiento del resto de los sectores
políticos antisomocistas, que en su gran mayoría apostaban por combatir al régimen
por la vía institucional, un régimen que además aún no daba muestras de desgaste y
gozaba del apoyo de un sector importante de la población (DeFronzo, 2007).
Hacia mediados de la década de 1970, el FSLN empezó a dar muestras de un
importante cambio cualitativo en su estrategia, a la par de un importante desgaste
político del régimen somocista impulsado por los efectos económicos y políticos
del terremoto que destruyó Managua en 1972. Así, este cambio de estrategia se vio
posibilitado por la radicalización de amplios sectores urbanos contra el régimen, lo
que permitió a los sandinistas fortalecer su acción en las ciudades y penetrar en las
organizaciones urbanas, rompiendo de manera paulatina el aislamiento político y
geográco característico de la década de 1960. No obstante, el carácter poco siste-
mático de su accionar, producto de las dicultades del medio y de las diferencias en
el interior de su organización, lo mantenían lejos de poder convertirse en una opción
política viable para la mayoría de nicaragüenses (I Puig, 2012). Esto únicamente se
volvió posible a raíz de una combinación de factores internos y externos en las etapas
nales de la insurrección popular contra el régimen somocista entre 1977 y 1979.
Asimismo, las diferencias internas existentes en el FSLN se expresaron en
el fraccionamiento de la dirección nacional en tres tendencias, entre 1975 y 1977,
que discrepaban en cuanto a la estrategia y sujetos del proceso revolucionario.
La primera de ellas, denominada la Guerra Popular Prolongada (GPP), planteaba
la necesidad de aferrarse a la estrategia foquista manteniendo la montaña como
centro operativo de la guerrilla, desarrollando un trabajo de inserción de largo
plazo entre los sectores rurales que permitiera nalmente derrocar a la dictadura.
La segunda, la tendencia Proletaria o “Los Proletarios”, postulaba la necesidad de
trasladar la resistencia a las ciudades e integrar a las personas trabajadoras y a las
organizaciones laborales en un plan de huelgas, movilizaciones urbanas y paros
masivos contra el régimen que eventualmente condujeran a su caída. La tercera, la
tendencia “Tercerista” o “Insurreccional”, desplegó una estrategia destinada a inte-
grar a sectores de la burguesía nicaragüense descontentos con el régimen a través
de un planteamiento ideológico amplio que integraba elementos de la socialdemo-
cracia y el cristianismo (DeFronzo, 2007).
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La amplitud y exibilidad ideológica tercerista le permitió a la organización
establecer una red de apoyos entre sectores de la burguesía nicaragüense y también
costarricense, que en el momento más álgido de la lucha antisomocista, entre 1978
y 1979, fueron de gran importancia logística y material (Ortega, 2004). De esta
manera, diferentes concepciones políticas convivieron dentro del FSLN cobijadas
dentro del objetivo común de derrotar a la tiranía somocista. Estas diferencias alcan-
zaron su punto máximo en la división de su dirección política a mediados de la
década de 1970 y pasaron nuevamente a un segundo plano durante la década de
1980 una vez que el sandinismo se volvió la fuerza hegemónica del nuevo gobierno
nicaragüense, imponiendo una férrea disciplina militar en el marco de una intensa
agresión contrarrevolucionaria coordinada por la administración estadounidense de
Ronald Reagan (1981-1989). No obstante, esto no implicó la desaparición de las
diferencias y discrepancias de fondo, que nuevamente pasaron a primer plano tras la
derrota electoral del sandinismo en 1990.
POLÉMICAS ENTRE “VIEJOS” Y “NUEVOS
REVOLUCIONARIOS (1966-1970)
Si bien el período de cooperación ocial y coordinada entre el PVP y el FSLN
se desarrolla en la etapa más intensa de la insurrección antisomocista entre 1977 y
1979, es necesario indicar que los primeros acercamientos entre ambas organiza-
ciones se dieron al poco tiempo de la fundación del FSLN. Durante este período inicial
existieron contactos e intentos de establecer relaciones de cooperación entre el FSLN
y movimientos de la izquierda costarricense, ya que parte del liderazgo sandinista
como Carlos Fonseca Amador, veía a Costa Rica como la “retaguardia natural” del
movimiento guerrillero nicaragüense (Ardón, 2017). No obstante, en estos primeros
años fueron el MRP y PSC las organizaciones que de manera más activa colaboraron
con el sandinismo por sus características ideológicas y organizativas.
El tipo de relación establecida entre las direcciones del PVP y el FSLN durante
los primeros años estuvo permeado por las disputas y tensiones que se dieron en
este período histórico entre partidos comunistas y organizaciones guerrilleras a nivel
regional, a raíz de las diferencias existentes entre ambas organizaciones en cuanto
a su estrategia reseñadas anteriormente. Sin embargo, como se pasará a ver, esto no
impidió que se ensayaran en este período algunos momentos de cooperación y soli-
daridad, principalmente bajo el liderazgo de Fonseca Amador, que hacia nales de
la década de 1960 se encontraba junto con otros miembros de la dirección sandinista
en Costa Rica para reorganizar el movimiento que había sido brutalmente reprimido
luego de los primeros intentos guerrilleros, como el de Pancasán en 1967. Fue entre
1968 y 1969 que este grupo dirigente redactó el “Programa Histórico” y los Estatutos
del FSLN (Baltodano, 2010, p.26).
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Sergio Érick Ardón Ramírez, perteneciente en ese momento a una de las
organizaciones costarricenses que de manera más activa y decidida colaboraba con
el FSLN, el MRA (posteriormente MRP), relata que entre sus tareas se encontraba
garantizar lugares seguros para que la dirigencia sandinista pudiera reunirse y deli-
berar sus tesis, para lo cual les facilitó la hacienda Siquiares en Alajuela. Posterior-
mente colaboró en facilitar su reingreso a Nicaragua en la clandestinidad. Fue un
periodo según relata Ardón (2013), en el que la mayoría del tiempo y recursos de
la joven organización se utilizaron para colaborar con el sandinismo. De manera
más modesta y reservada, y aún en la ilegalidad, la dirigencia del PVP también
empezaba a colaborar con los jóvenes sandinistas, siempre manteniendo un tono
bastante paternal, como evidencia la correspondencia mantenida entre 1966 y 1970
por Manuel Mora Valverde, quien fungía como secretario general del PVP desde su
fundación en 1931, y Carlos Fonseca Amador, joven fundador y dirigente del FSLN.
A partir de la lectura de la misma es notable el interés que tenía Fonseca
en conseguir el apoyo de los vanguardistas para gestionar recursos económicos y
materiales que le permitieran a su organización desarrollar su actividad revolucio-
naria con más solvencia. Fonseca estaba interesado en las redes y conexiones que los
comunistas costarricenses mantenían con el movimiento comunista internacional,
principalmente con la Unión Soviética. De esta manera, fue constante la solicitud de
interponer “sus buenos ocios” para tal propósito. En este sentido se dirigió el joven
líder sandinista a Mora Valverde en setiembre de 1966:
Estimado amigo:
En mis manos se encuentra su papelito con fecha 3 de los corrientes. Hubié-
ramos querido que ud se reriera a un punto muy importante para nosotros, y
el cual tocamos en la carta que le mandamos con fecha 30 de julio del corriente
año. Se trata el punto, de la solidaridad material que uds pueden obtener para
atender nuestra situación…Deseamos obtener por medio de uds una solida-
ridad seria y columniosa [sic], que contribuya efectivamente a que salgamos de
esta vergüenza. (Archivo Nacional de Costa Rica, 1966)
En esta misma misiva podemos constatar la existencia de importantes ayudas
monetarias previas por parte del PVP hacia Fonseca para la actividad que el FSLN
desplegaba en Nicaragua en ese momento. Asimismo, era evidente el esfuerzo de
Fonseca para legitimar la “madurez” de su organización y su estrategia frente a los cues-
tionamientos del veterano líder vanguardista en ese aspecto. De esta manera recalcó:
Aunque no son muchas en nuestro concepto las pruebas por las que hemos
pasado en estas empresas, creemos que son sucientes para que nos hayan
curado de entusiasmos infundados, y cuando decimos que podemos tener éxito,
es porque alguna razón debemos tener. (Archivo Nacional de Costa Rica, 1966)
En este sentido, los intercambios entre Fonseca y Mora eran también aprove-
chados por ambos para debatir de manera abierta sus distintas interpretaciones sobre
la estrategia que debían desarrollar las fuerzas revolucionarias nicaragüenses para
Sofía Cortés Sequeira • “Aventureros pequeño-burgueses” y “la vieja generación revolucionaria”: el FSLN y el PVP... 125
combatir al régimen somocista. Esto lo podemos nuevamente constatar en la nota
enviada por Mora a Fonseca el 27 de julio de 1967:
Amigo y camarada:
En ningún momento me he negado a conversar con Ud. Talvez no fue posible
que nos viéramos en dos oportunidades señaladas por Ud. sin previa consulta
conmigo. Pero la culpa no fue mía sino de la lucha en que estoy metido.
Sin embargo hemos conversado con alguna amplitud y yo le he hablado
con amplitud y con mucha claridad. Con hechos y no con palabras le hemos
demostrado a usted que lo queremos y estimamos en lo personal. Y con
razones le hemos explicado nuestras discrepancias. Me atrevo a armar que
esas discrepancias no están en la sustancia de nuestra lucha sino en la forma
de llevarla de a cabo. Nosotros no creemos que las armas solas puedan hacer
milagros. La revolución tiene que ser obra de las masas consientes. El FS
no logrará botar a Somoza si no logra de antemano que las masas populares
respalden su acción armada. Le ofrezco toda la ayuda de mi Partido y la mía
personal para luchar por la movilización de las masas populares de Nica-
ragua. También se la ofrezco para preparar la acción armada que es indispen-
sable en Nicaragua, cosa que nunca hemos negado. Las masas necesitan un
brazo armado para tumbar a una satrapía apuntalada por el imperialismo. Le
resumo a vuela máquina, porque dispongo de poco tiempo, el plan de movi-
lización de masas que le ofrecí. Lo abrazo y espero su respuesta (Archivo
Nacional de Costa Rica, 1967a).
Como se desprende de lo anterior, si bien Mora consideraba que la estrategia
armada no era aplicable al contexto costarricense, en este momento ya no negaba
la validez de la vía armada en la lucha contra la dictadura somocista en Nicaragua,
e incluso de manera explícita ofreció su colaboración para preparar las condiciones
para la misma. El veterano líder sí se mostraba escéptico frente a la efectividad de
la estrategia foquista, implementada en este periodo por el FSLN, que como vimos,
le mantenía en un estado de aislamiento en las montañas del centro y norte del país
con enormes dicultades para vincular su accionar con las organizaciones popu-
lares urbanas. Para Mora, era fundamental romper con ese aislamiento y desarro-
llar una estrategia amplia que lograra un apoyo popular y masivo en las ciudades
a la lucha revolucionaria.
Sin embargo, desde la década de 1940 el PVP había sido cauteloso alre-
dedor de la vía armada en Nicaragua. Pensaba que no estaban dadas las condi-
ciones para garantizar un triunfo revolucionario mediante esa estrategia ante la
falta de apoyo en las ciudades y organizaciones obreras. Consideraba además que
el Partido Socialista Nicaragüense (PSN), su homólogo y principal referente polí-
tico en Nicaragua, no tenía en ese momento la capacidad de ponerse a la cabeza
de un proceso insurreccional de carácter masivo, por lo que este podía terminar
siendo liderado la oposición conservadora a Somoza. Por otro lado, consideraba
que el somocismo mantenía un amplio respaldo popular y el apoyo compacto de la
Guardia Nacional (Archivo Nacional de Costa Rica, s.f.).
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Así, el PVP había optado por apoyar la estrategia sostenida por el PSN, que
consistía en aprovechar los breves momentos de apertura democrática del régimen
para intentar incidir desde el ámbito político electoral sin dejarse arrastrar “ni por
las críticas de los grupos anes extremistas, prochinos, ni por el temor de que una
actitud realista suya sea interpretada como traición al antisomocismo” (Archivo
Nacional de Costa Rica, s.f.). Como un recurso de autoridad frente a sus homólogos
nicaragüenses, el PVP apeló a su experiencia en la guerra civil de 1948:
Nuestro caso en Costa Rica debe servir de ejemplo en estos momentos para los
compañeros nicaragüenses. Nosotros, por un error de táctica, porque impul-
samos en vez de detener la guerra civil en momentos en que la situación inter-
nacional no daba base para pensar en una guerra civil victoriosa para nosotros,
perdimos en un mes todas nuestras posiciones y hemos necesitado dieciocho
años para reconquistarlas apenas parcialmente. Con el agravante de que gentes
cuyo criterio tomamos muy cuenta para cometer el error, después nos culparon
de lo ocurrido, pero ya frente a un desastre que nosotros estuvimos obligados
a prever. Lo mismo puede ocurrirles ahora a los camaradas nicaragüenses. Si
previendo el desastre se pliegan al criterio de supuestos aliados o de extre-
mistas pequeño-burgueses, cuando se produzcan los hechos serán atacados y
culpados por los mismos que hoy están empujándolos a una posición equivo-
cada. (Archivo Nacional de Costa Rica, s.f.)
Esta posición contraria a la vía armada parece entonces haber dominado las
consideraciones del PVP sobre la lucha en Nicaragua hasta la década de 1960. Es
hacia nales de esta década que comenzó a matizarse levemente al reconocer la
necesidad de las armas para derrocar al régimen, si bien aún consideraba que no
estaban dadas las condiciones para triunfar por esta vía sin antes haber logrado un
apoyo masivo a la lucha antisomocista fruto de un amplio trabajo político.
Un hecho que pudo haber contribuido en este viraje en cuanto a su postura frente
a la estrategia de lucha en Nicaragua fue la brutal masacre que el régimen somocista
emprendió el 22 de enero de 1967 en contra de la oposición electoral, la Unión Nacional
Opositora (UNO) liderada por los conservadores Pedro Joaquín Chamorro y Fernando
Agüero, en plena ciudad capital cobrando la vida de centenares de personas, hecho
que vino a radicalizar a muchos sectores políticos que aún creían en la posibilidad
de combatir al régimen por la vía electoral. Como indica Mónica Baltodano (2010),
quien fue militante sandinista en las décadas de 1970 y 1980, una primera división
interna en el PSN se produjo a raíz de este hecho, que condujo a un sector de este
partido a decantarse de manera decidida por la lucha armada y a fundar las Fuerzas
Armadas Revolucionarias Nicaragüenses (FARN) de corta duración.
Así, este evento pudo haber inuido también para que Mora reconociera
la vía armada como una estrategia necesaria para luchar contra el somocismo
y su Guardia Nacional y, a pesar de que su principal referente político en Nica-
ragua siguió siendo el PSN, diera algún crédito a la línea política que impulsaban
Fonseca y los suyos, si bien aún sostenía la inviabilidad del triunfo únicamente
por las armas sin un amplio trabajo político con otros sectores políticos y sociales.
Sofía Cortés Sequeira • “Aventureros pequeño-burgueses” y “la vieja generación revolucionaria”: el FSLN y el PVP... 127
Por su parte, Fonseca veía con buenos ojos las sugerencias y consejos del líder
comunista como consta en la misiva que envió el 30 de julio de 1967. Sin embargo,
nuevamente reclamó que para poder desarrollar una red de trabajo en las princi-
pales ciudades del país y ampliar su apoyo popular, tal como sugería Mora, reque-
rían de una cantidad de dinero y recursos que actualmente no poseían e insistía:
“Con el respaldo de la autoridad de uds podríamos hacer gestiones para resolver ese
problema económico. Nosotros no hemos querido acudir aun a nadie más riesgoso”
(Archivo Nacional de Costa Rica, 1967b).
Así, si bien es posible notar un estira y encoje permanente entre ambos,
lo cierto es que se venía construyendo una relación de cooperación aun marcada
por momentos de desconanza, que fue truncada momentáneamente luego de los
sucesos de 1969 y 1970, provocados en buena medida por las urgencias nancieras
de los sandinistas. El 31 de agosto de 1969 Fonseca fue capturado en la provincia
de Alajuela, luego de que un comando sandinista llevara a cabo un asalto a la
sucursal del Banco Nacional en la Uruca, en San José, precisamente con el n
de obtener fondos para nanciar las acciones de lucha en ese país y trasladar a la
dirigencia sandinista, que se encontraba en Costa Rica, de regreso a Nicaragua.
Si bien Ardón indica que Fonseca no fue parte del comando que llevó adelante
el asalto, el gobierno de José Joaquín Trejos Fernández (1966-1970), del Partido
Unicación Nacional, inició la captura de los principales dirigentes sandinistas
que se encontraban en el país.
Ante esto, el PVP publicó una nota en el semanario Libertad en defensa de
la inocencia del joven Fonseca, caracterizándolo como un joven valiente e idea-
lista, proveniente de una familia con amplios recursos y entregado de lleno a una
vida austera, sacricial, despojada de bienes materiales, consagrada enteramente
a la lucha revolucionaria. Así, si bien reconocía que no compartía enteramente su
concepción de la lucha revolucionaria, daba fe de las nobles cualidades de Fonseca,
que lejos de ser un bandolero, tal como lo presentaban los agentes de Somoza, era un
auténtico y noble revolucionario (“Fonseca Amador”, 1969, portada).
Era evidente el tono paternalista con el que se hacía referencia a Fonseca,
quien para ese entonces tenía 33 años de edad, en un momento en que además
se temía que el gobierno de Trejos Fernández, que mantenía buenas relaciones
con Somoza, procediera a facilitar su extradición a Nicaragua para que cayera en
manos de la Guardia Nacional. El PVP “inventó” además un origen acaudalado de
Fonseca como estrategia para disipar las sospechas sobre su posible participación
en un asalto bancario.
Así, los vanguardistas hicieron un llamado a todas las fuerzas democráticas
del país a dejar de lado diferencias ideológicas, evitar que el joven sandinista fuera
entregado a manos del régimen somocista y a velar para que fuera juzgado en tribu-
nales costarricenses, apelando al sentimiento antisomocista que ya existía en una
buena parte de la población nacional (“Fonseca Amador”, 1969, portada).
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Desde su reclusión en la Penitenciaría de Alajuela, Fonseca agradeció las
muestras de solidaridad dadas por los vanguardistas, a la vez que les reprochó no
estar haciendo lo suciente por apoyar la lucha del pueblo nicaragüense. Calicó a
su líder, Manuel Mora Valverde, como parte de “la vieja generación revolucionaria”,
que si bien era valiosa, se mostraba conservadora frente a las nuevas condiciones de
lucha en América Latina. En este sentido escribió Fonseca a Mora desde su celda. En
esta comunicación, luego de agradecer y reconocer las muestras públicas de apoyo
por parte del PVP hacia su persona, nuevamente increpó a los comunistas por, a su
criterio, no estar haciendo lo suciente por apoyar la lucha del pueblo y la juventud
nicaragüense contra el gobierno de Somoza (Archivo Nacional de Costa Rica, 1969).
En este sentido, si bien reconocía del derecho de los comunistas a discrepar
y mantener sus reservas frente a elementos de la estrategia que desplegaba el sandi-
nismo, se mostró decidido a aumentar el reconocimiento que ya Mora en anteriores
cartas había mostrado hacia la necesidad de la lucha armada para derrotar a Somoza:
Mis palabras, estimado camarada M. no se proponen hacer cambiar su punto
de vista acerca de nuestra visión de la ruta a seguir para alcanzar la liberación.
Lo que sin duda puedo proponerme es fortalecer el reconocimiento que Ud.
personalmente ha expresado acerca de nuestra decisión.
En la actualidad nuestra organización enfrenta serios problemas materiales para
los cuales con la mediación de Ud, puede lograrse una contribución a n de que
sean resueltos.
¿No cree Ud. que es una obligación moral que se nos respalde, aun de parte
de sectores que no están plenamente convencidos de la corrección de nuestro
método? ¿No cree Ud. que en el caso de que suframos nuevos golpes duros,
alguna culpa le corresponderá a quienes pudiendo respaldarnos no quisieron
hacerlo? (Archivo Nacional de Costa Rica, 1969)
El reclamo de Fonseca a Mora no era solo al líder comunista, sino a todo el
movimiento comunista regional que este representaba y que había optado fundamen-
talmente por darle la espalda y criticar a la guerrilla nicaragüense por sus diferencias
en cuanto a la estrategia armada. Fonseca se mostró enfático nuevamente en la nece-
sidad de un mayor apoyo nanciero y material por parte de los comunistas hacia la
lucha del pueblo nicaragüense, que tenía en frente a una poderosa Guardia Nacional,
principal sostén militar del régimen somocista. No obstante, era palpable un mayor
acercamiento entre ambos dirigentes, a partir de una relación de respeto mutuo y de
colaboración, si bien aún tímida por parte del líder comunista hacia Fonseca.
El tono entre ambos cambió unas semanas después, luego de que entre la noche
del 23 y la madrugada del 24 de diciembre de 1969 un comando sandinista, liderado por
Humberto Ortega Saavedra, intentó liberar a Fonseca de la prisión de Alajuela con un
saldo de un guardia civil costarricense fallecido y otros tantos heridos. La operación fue un
fracaso rotundo, ya que no solo generó el rechazo unánime de la población al asesinato del
ocial costarricense, sino que todos los miembros del comando, incluido Fonseca, fueron
capturados y enviados a la Penitenciaría Central bajo máxima seguridad (
Ardón, 2017
).
Sofía Cortés Sequeira • “Aventureros pequeño-burgueses” y “la vieja generación revolucionaria”: el FSLN y el PVP... 129
Dentro de la lógica de pensamiento conspirativo de Mora, ese hecho fue
interpretado como parte de una conjura protagonizada por fuerzas inltradas de la derecha,
destinada a sembrar una oleada de violencia anticomunista en el país en el marco de las
elecciones que se iban a realizar en febrero de 1970 y sabotear la participación política de
la izquierda, que aún en la ilegalidad participaba en los comicios con el Partido Acción
Socialista (PASO) del ex liberacionista Marcial Aguiluz Orellana, y llevaba a Manuel
Mora Valverde como diputado al primer lugar por San José. Según Mora, esas fuerzas
desestabilizadoras de la derecha se aprovecharon “de la vanidad” del joven Fonseca para
llevar a cabo el innecesario operativo, ya que era muy posible que este quedara pronto en
libertad por la vía legal. De esta manera, se apresuró a condenar y rechazar públicamente
la acción llevada a cabo por el comando sandinista (“Siniestro plan”, 1970, pp.3-4).
El tono de Mora molestó profundamente a Fonseca, quien procedió a publicar,
con la ayuda del PRA (posteriormente MRP), un largo recuento de las diferencias histó-
ricas entre los movimientos revolucionarios nicaragüenses y Vanguardia Popular, remi-
tiéndose hasta las críticas esbozadas en su momento por el PVP a la estrategia desarro-
llada por Augusto César Sandino en la década de 1930 en su lucha contra la ocupación
de los marines estadounidenses. Asimismo, retomó la crítica elaborada en la década de
1940 por el PVP en contra de la oposición conservadora a Somoza por querer combatir
al régimen por la vía armada en lugar de aprovechar los espacios democráticos que este
ofrecía, tal como proponía el PSN, y culminó con las diferencias más recientes entre
el FSLN y el PVP. Finalmente, calicó a los vanguardistas como “falsos revoluciona-
rios”, “browderistas”, y “pseudo marxistas” (Archivo Nacional de Costa Rica, 1970).
Como señala Ardón, quien en ese momento colaboraba con la seguridad de
Fonseca en Costa Rica, el fracaso del operativo para liberar a Fonseca se debió funda-
mentalmente a la inexperiencia de la mayoría de sus jóvenes ejecutores, y no fue parte
de conspiración alguna contra el PVP. Este tipo pensamiento conspirativo en la direc-
ción del PVP, y en particular en Manuel Mora, estaba fundamentalmente asociado al
modelo estalinista de partido que había adoptado desde la década de 1930.
Según Ardón, si bien Fonseca podría haber sido liberado por la vía legal, el
comando actuó motivado por el temor de que el gobierno de Trejos Fernández deci-
diera montar algún operativo conjunto con Somoza para desaparecer a Fonseca de la
cárcel de Alajuela. Este temor aumentó luego de la reunión sostenida unos días antes
entre ambos mandatarios, por lo que decidieron proceder al operativo y proteger la
vida del líder sandinista. La operación debía ser limpia y sin pérdidas humanas, sin
embargo, la inexperiencia del joven comando que estuvo a cargo de la operación
determinó el rumbo trágico que tomaron los acontecimientos (Ardón, 2017).
Unos meses después, el 21 de octubre de 1970, un comando sandinista esta vez
liderado por Carlos Agüero Echeverría logró liberar a Fonseca, Humberto Ortega y
demás líderes sandinistas presos en Costa Rica. Esto se logró mediante el secuestro de un
avión de LACSA, recién iniciando el segundo gobierno de José Figueres Ferrer (1970-
1974) del Partido Liberación Nacional y enemigo público de Somoza. Figueres accedió
a canjear la liberación de los 24 pasajeros de la aeronave por los presos sandinistas.
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Ya en libertad, Fonseca y los demás fueron conducidos a La Habana, luego de pasar
por México. Fonseca permaneció exiliado en Cuba hasta 1975, cuando volvió a
Nicaragua para adentrarse de nuevo en la montaña, siendo nalmente asesinado
por la Guardia Nacional un año después, en 1976, en la selva de Zinica a la edad
de 40 años (Baltodano, 2010).
Durante la mayor parte de la década de 1970, las relaciones entre el PVP y el
FSLN siguieron marcadas por las contradicciones y las diferencias en cuanto a la estra-
tegia y su concepción de la lucha revolucionaria. Durante estos años, marcados por la
división de la dirección nacional sandinista luego de 1975, la línea sostenida hacia los
sandinistas por parte del PVP fue la de escuchar y dialogar siempre con sus miembros,
sin adscribirse o decantarse por ninguna de las tres tendencias en particular, sosteniendo
su disposición de brindar apoyo y solidaridad a la lucha por la liberación de Nicaragua,
pero marcando siempre que sus relaciones ociales con los revolucionarios nicara-
güenses serían con el PSN y su juventud (Archivo Nacional de Costa Rica, 1967-1979).
No obstante, esto empezó a cambiar con el surgimiento de la tendencia terce-
rista o insurreccional del FSLN y su radicación en Costa Rica como centro de opera-
ciones y retaguardia política entre 1976 y 1977. Es con esta tendencia, liderada entre
otros por los hermanos Ortega con quienes Mora desarrolló mayores coincidencias
alrededor de su estrategia y concepción amplia de la lucha antisomocista y con
quienes nalmente se decidió a brindar un apoyo más decidido a través de la Comi-
sión Nacional de Seguridad (CNS) del PVP, que en su etapa cúspide se expresó en
el envío de una brigada de militantes vanguardistas a combatir junto con las fuerzas
sandinista en el Frente Sur en julio de 1979 y que luego de la caída del régimen somo-
cista, realizó una importante colaboración en la formación del nuevo Ejército Popular
Sandinista (EPS) entre los meses de julio y diciembre de 1979 (Cortés, 2018).
CONCLUSIONES
Los primeros contactos entre el FSLN y el PVP se desarrollaron desde la
década de 1960. En esta primera etapa las relaciones entre las direcciones políticas
de ambas organizaciones se enmarcaron en las discusiones y debates que a nivel
general se desarrollaban en ese momento a lo largo de toda América Latina entre la
izquierda comunista y la denominada “nueva izquierda”. A partir del triunfo revo-
lucionario cubano en 1959, una generación de jóvenes urbanos de clase media e
intelectuales se radicalizaron y abrazaron el método popularizado y sistematizado
por Fidel Castro Ruz y Ernesto Guevara de la Serna. Esta juventud se organizó en
movimientos guerrilleros a lo largo de la región con el objetivo de derrocar a los regí-
menes militares que gobernaban la mayoría de países del área, y de acceder al poder
por la vía armada, abandonando así las las de los Partidos Comunistas latinoameri-
canos que por el contrario habían optado por tratar de aprovechar las ventanas demo-
cráticas
que en ocasiones abrían las dictaduras para combatirlas desde el terreno
Sofía Cortés Sequeira • “Aventureros pequeño-burgueses” y “la vieja generación revolucionaria”: el FSLN y el PVP... 131
político
institucional, privilegiando la “vía pacíca hacia el socialismo”, estrategia
que contaba con el aval de la Unión Soviética y que era calicada de conservadora
por parte de las guerrillas, incluida la del FSLN.
En este marco, el joven Carlos Fonseca Amador, principal dirigente del FSLN
hacia nales de la década de 1960, vio en Manuel Mora Valverde y su partido, a los
representantes de esa vieja generación de comunistas, valiosa pero conservadora,
mientras que Mora y los vanguardistas vieron en el joven dirigente sandinista al
representante de una juventud valiente pero pequeñoburguesa, aventurera y extre-
mista que por más buenas intenciones no iba a lograr derrotar a la tiranía somo-
cista únicamente con ries sin una correcta estrategia de lucha de masas. De esta
manera, discreparon sobre la estrategia correcta para derrocar a la satrapía somocista
e instaurar un régimen democrático en Nicaragua.
En este período, el principal referente político del PVP en Nicaragua fue el Partido
Socialista Nicaragüense, partido comunista que hasta 1976 privilegió la vía institucional
como principal estrategia para combatir al régimen somocista. Ese año sufrió una nueva
división entre un sector que comenzó a decantarse por la vía armada e insurreccional, y
otro que se mantuvo en oposición y desaprobación de las formas violentas de lucha que
lideraba el FSLN. Es por esto que los contactos más fuertes que hizo el sandinismo en el
país en la década de 1960 fue con las organizaciones que nacieron dentro de la llamada
“nueva izquierda” en Costa Rica, críticas del socialismo soviético e inuenciadas por el
modelo cubano como el MRA (posteriormente MRP) y el PSC.
Si bien Manuel Mora Valverde accedió a colaborar de manera temprana con
la lucha sandinista y el joven Fonseca en el plano económico y político, esta cola-
boración fue tímida y estuvo marcada por un fuerte tono paternal por parte de vete-
rano comunista hacia el joven sandinista, expresión de las divergencias generacio-
nales de los movimientos revolucionarios de la época. Fue hasta la aparición de la
tendencia tercerista del FSLN, entre 1976 y 1977, que Mora se decidió a brindar un
apoyo más contundente, en este caso, a la estrategia insurreccional promovida por
los terceristas, quienes abogaban por la construcción de un amplio bloque antiso-
mocista que abarcara desde sectores de la burguesía nicaragüense hasta los sectores
campesinos y obreros. No obstante, las relaciones entre vanguardistas y sandinistas
fueron siempre complejas, cargado de tensiones, desconanzas mutuas y discrepan-
cias, pero también de coincidencias, siendo la principal la necesidad de derrotar a la
dictadura somocista e instaurar un nuevo gobierno en Nicaragua.
AGRADECIMIENTOS
Este artículo es resultado de una tesis de Maestría Académica en Historia
escrita en el Programa de Posgrado en Historia de la UCR. Agradezco a la Vice-
rrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica por haber apoyado esta
investigación a través del Fondo de Apoyo a Tesis de Posgrado durante el año 2018.
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REFERENCIAS
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Mora Valverde y Carlos Fonseca Amador. San José: Archivo Nacional de Costa Rica.
Archivo Nacional de Costa Rica. Fondo Manuel Mora Valverde. (1967a). Correspondencia entre
Manuel Mora Valverde y Carlos Fonseca Amador. San José: Archivo Nacional de Costa Rica.
Archivo Nacional de Costa Rica. Fondo Manuel Mora Valverde. (1967b). Correspondencia entre
Manuel Mora Valverde y Carlos Fonseca Amador. San José: Archivo Nacional de Costa Rica.
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Juventud Vanguardista Costarricense. San José: Archivo Nacional de Costa Rica.
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