Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica8
uno fue escrito por una mujer) (Dobles Segreda, 1930, pp. 364-375; Parroquia del
Carmen, 1940, 1952). Pese al esfuerzo realizado, su incursión editorial fue poco
exitosa, quizá por la tendencia anarquista o socialista de algunos de los textos –Falcó
fue parte del círculo de intelectuales radicales de inicios del siglo XX–, en un país
donde esas corrientes políticas eran marginales (Morales García, 1993, pp. 153-156;
Llaguno Thomas, 2012); además, no lograron posicionarse favorablemente en el
estratégico mercado educativo.
EXPANSIÓN INICIAL DE LA INDUSTRIA EDITORIAL
Entre nales del siglo XIX e inicios del XX, Costa Rica se sumó a la primera
oleada democrática global (Huntington, 1993, p. 12), un proceso que condujo a que
los recursos estatales fueran invertidos crecientemente en educación, salud e infraes-
tructura (que incluía también obras escolares y sanitarias), a costa de los gastos poli-
cíacos y militares. Paralelamente, los trabajadores urbanos, los productores agrícolas
y las mujeres se incorporaron a las actividades políticas y a la esfera pública, al
tiempo que se fundaban instituciones especializadas para atender diversas demandas
de la población. Aunque la dictadura de Tinoco la detuvo brevemente, esta moder-
nización se profundizó en las décadas de 1920 y 1930, promovida por los partidos
Reformista (1923) y Comunista (1931), y culminó con la reforma de 1940-1943, que
creó la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Caja Costarricense de Seguro Social
(CCSS), estableció el Código de Trabajo e introdujo las Garantías Sociales como un
capítulo constitucional. En 1948, los conictos asociados con esta transformación
de la sociedad condujeron a una guerra civil cuyos vencedores, en vez de frenar
o revertir los cambios, los impulsaron todavía más, al abolir el ejército, ampliar la
intervención del Estado, reforzar la orientación socialmente reformista de la demo-
cracia costarricense y promulgar una nueva Constitución en 1949. (Román Trigo,
1995; Botey Sobrado, 2005; Díaz Arias, 2015).
De todas las modicaciones referidas, la más importante, en términos de la
industria editorial, fue la ampliación y la diversicación del mercado cultural, favo-
recidas por el rápido crecimiento de la alfabetización popular, tanto urbana como
rural. Según los datos del censo de 1927, de las personas de 9 años y más, sabía leer
y escribir el 85,7 por ciento en las ciudades, el 66,8 por ciento en las villas y el 56,4
por ciento en el campo (Dirección General de Estadística y Censos, 1960, pp. 44-53).
Adicionalmente, entre 1928 y 1949, la cobertura en la enseñanza primaria, medida
con base en los niños de 7 a 12 años, subió de 61,7 a 80,1; en la secundaria, calcu-
lada a partir de los jóvenes de 13 a 17 años, ascendió de 4,6 a 7,3 por ciento; y en la
universitaria, estimada como proporción del grupo de edad de 18 a 24 años, se elevó
de 0,3 a 1,3 por ciento (Molina Jiménez, 2016, p. 239; 2017, pp. 25, 29, 38). Todos
estos incrementos ocurrieron, además, en un período en el que la población total pasó
de 506.625 a 859.908 habitantes (Pérez Brignoli, 2010, p. 128).