Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
1Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI 10.15517/dre.v22i2.45605
DE LAS IMPRENTAS A LAS EDITORIALES.
EL CASO DE COSTA RICA (1906-1989)
Iván Molina Jiménez
Resumen
Este artículo analiza el desplazamiento de una cultura de la publicación basada
en las imprentas a otra que se organizó en torno a las editoriales. La etapa inicial
de tal proceso ocurrió entre 1906 y 1919, cuando el educador y escritor Joaquín
García Monge y los inmigrantes catalanes Ricardo Falcó y Andrés Borrasé,
impulsaron las primeras iniciativas editoriales. Posteriormente, se fundaron las
primeras editoriales públicas y privadas (1920-1949), aunque fue solo en el
período 1950-1979 que la industria editorial se consolidó en estrecha conexión
con la expansión del Estado y, en particular, del sistema educativo. Pese a la
crisis económica de 1980, el auge editorial, en vez de detenerse, se profundizó,
incentivado por el desarrollo de la investigación y de los estudios de posgrado
en las universidades y por la reactivación de la Guerra Fría en América Central.
Palabras clave: imprentas, editoriales, educación, Estado, libros.
FROM PRINTERS TO PUBLISHERS. THE CASE OF
COSTA RICA (1906-1989)
Abstract
This article examines the shift from a publishing culture based on print shops to
one that was organized around publishing houses. The initial stage of this process
occurred between 1906 and 1919, when the educator and writer Joaquín García
Monge and the Catalan immigrants Ricardo Falcó and Andrés Borrasé, promoted
the rst publishing initiatives. Later, the rst public and private publishing houses
were founded (1920-1949), although it was only in the period 1950-1979 that
the publishing industry was consolidated, in close connection with the expansion
of the State and, in particular, of the educational system. Despite the economic
crisis of 1980, the publishing boom, instead of stopping, deepened, spurred by
the development of research and postgraduate studies in universities and by the
reactivation of the Cold War in Central America.
Keywords: print shops, publishing houses, education, State, books.
Fecha de recepción: 29 de enero de 2021 Fecha de aceptación: 19 de marzo de 2021
Iván Molina Jiménez Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Docente de las
carreras de Bachillerato y Licenciatura en Historia e investigador del Centro de Investigación
e Identidad y Cultura Latinoamericana (CIICLA). Contacto: ivan.molina@ucr.ac.cr
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3367-965X
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica2
INTRODUCCIÓN
El 10 de junio de 1959, fue promulgada la ley que creó la Editorial Costa
Rica, cuyo propósito fundamental fue denido como “el fomento de la cultura del
país mediante la edición de obras literarias, artísticas y cientícas costarricenses y
de extranjeros en casos de mérito especial” (Asamblea Legislativa, 1959, p. 323).
Casi inmediatamente, el abogado y escritor, Mario Alberto Jiménez Quesada (1911-
1961), publicó un artículo en la revista cultural Brecha, en el que expuso:
la idea de gran moda es una editora (editorial) nacional. Mejor dicho, de otra
editora nacional, porque ya teníamos la Imprenta Nacional, antes Imprenta
de la Paz [sic: véase más adelante]. Lo que ahí se ha editado durante más
de un siglo verdaderamente asombra por su gran cantidad. Son toneladas de
papel. También son toneladas lo que han editado por su cuenta los particulares
(Jiménez Quesada, 1959, p. 1).
Al fundamentar su rechazo a la creación de la nueva editorial, Jiménez incurrió
en una imprecisión histórica, puesto que no diferenció debidamente entre imprentas
estatales o privadas y casas editoras. En las primeras, la publicación dependía de que
los escritores ajustaran el contenido de sus textos a directrices ociales previamente
denidas, en especial de tipo político, escolar o nacionalista, o de que dispusieran de
los fondos indispensables para nanciar la producción de sus obras. Las segundas, en
contraste, dieron origen a una nueva cultura institucional caracterizada por la recepción
de manuscritos, su evaluación en términos de calidad, pertinencia y viabilidad comer-
cial; con base en tales criterios, se decidía si se corría el riesgo nanciero de publicarlos.
Los estudios históricos sobre la producción, circulación y consumo de libros
en América Latina, dados a conocer en las últimas décadas, tienden a concentrarse
en el análisis de la época colonial, el siglo XIX e inicios del XX (Castañeda y Cortés,
2002; Abreu y Schapochnick, 2005; Gómez Álvarez, 2011; Aguirre y Salvatore,
2018), por lo que su cobertura temporal abarca períodos en los cuales predominaba
una cultura de la publicación basada en las imprentas, más que en las editoriales.
En contraste, quienes indagan acerca del origen y desarrollo de la industria editorial
prestan especial atención a los últimos cien años, aproximadamente (Cobo Borda,
2000; Guzmán Méndez, 2018; Sorá, 2018; Reyes Pérez, 2018; Rivera Mir, 2018;
Petra, 2018). Al no existir todavía las sucientes conexiones entre ambos campos de
investigación, la diferenciación entre impresores y editores, y sus cambiantes rela-
ciones a lo largo del tiempo, pese a su importancia, han solido quedar al margen, con
pocas excepciones (Subercaseaux, 2010).
De manera similar al resto de América Latina, en Costa Rica hay una profunda
brecha entre las investigaciones históricas que, centradas en el período 1750-1914,
analizan las imprentas, la cultura impresa y la producción, el comercio y el consumo
de textos (Meléndez Chaverri, 1990; Vega Jiménez, 1995; Molina Jiménez, 1995),
y las que, circunscritas a los siglos XX y XXI, tienen por objeto de estudio la indus-
tria editorial, ya sea que abarquen el proceso en su conjunto (Vargas Villalta, 1971;
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 3
Calderón Salas, 2009) o que consideren editoriales especícas, estatales y privadas
(Cuevas Molina, 1995, pp. 90-98, 178-181; Montecinos Cisternas, 2007; Rojas
Mejías, 2016, 2018; Chavarría Camacho, 2017; Carballo Villagra, 2020). Incomuni-
cadas y distantes, debido principalmente a una cobertura temporal diferenciada, esas
dos corrientes de investigación dejaron de lado o minimizaron el desplazamiento de
los impresores por los editores como actores fundamentales de una nueva cultura de
publicación de libros.
Precisamente, el objetivo de este artículo es analizar ese cambio, para lo cual
parte de 1906, cuando una incipiente industria editorial empezó a diferenciarse de la
actividad tipográca, y naliza en 1989, después de que la breve y profunda crisis
económica de 1980 transformó abruptamente las condiciones en que producían las
casas editoras establecidas en las décadas previas. La información de base procede
de cuatro fuentes básicas: el Índice bibliográco de Costa Rica, elaborado por Luis
Dobles Segreda y publicado por él de 1927 a 1936, y por la Asociación Costarricense
de Bibliotecarios en 1968, y los catálogos en línea de WorlCat, del Sistema Nacional
de Bibliotecas (Sinabi) y del Sistema de Bibliotecas, Documentación e Información
(Sibdi) de la Universidad de Costa Rica.
LOS PRIMEROS EDITORES
Luego de independizarse de España en 1821, Costa Rica se insertó al mercado
mundial como exportadora de productos agrícolas (primero café y más tarde banano)
e importadora de bienes industrializados (Araya Pochet, 1982). A nales del siglo
XIX, era una sociedad predominantemente rural y campesina, con una población
escasa: poco más de 250.000 habitantes en 1899, de los cuales solo una tercera parte
residía en espacios urbanos (Perez Brignoli, 2010, pp. 14-46, 192; Dirección General
de Estadística y Censos, 1974, pp. xix-xlix). En 1886, la educación pública fue secu-
larizada, centralizada y expandida –en particular la enseñanza primaria–, proceso que
favoreció una creciente alfabetización popular que, en la década siguiente, colocó al
país en la tercera posición en este campo a escala de Hispanoamérica, solo por detrás
de Argentina y Uruguay (Matarrita Ruiz, 1986; Newland, 1991, p. 359).
Miguel Carranza Fernández (1780-1841) introdujo en 1830 la primera
imprenta a Costa Rica, a la que denominó La Paz. Su iniciativa rápidamente fue
imitada por otros particulares, uno de los cuales fue Joaquín Bernardo Calvo Rosales
(1799-1865), dueño de la empresa La Merced. Al quebrar en 1835, su patrimonio
fue adjudicado al Poder Ejecutivo, con lo que el Estado empezó a incursionar en la
actividad tipográca. Al analizar la producción de estos tempranos talleres, se cons-
tata que, aparte de periódicos, volantes y documentación ocial, publicaban por su
cuenta y riesgo algunos libros que tenían un mercado favorable, en particular obras
de índole religiosa y escolar: por su pequeño formato y escaso número de páginas, se
vendían a precios muy bajos (Vega Jiménez, 1995, pp. 19-50).
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica4
Simultáneamente, a partir de la década de 1830 se intensicó la comercialización
y el consumo de libros importados, principalmente de Europa. Algunos de estos textos
eran de carácter losóco y cientíco, y fueron la base para constituir la primera biblio-
teca pública que hubo en el país, la de la Universidad de Santo Tomás (1843-1888);
otros, en cambio, eran poemarios, dramas y especialmente novelas, que encontraron a
sus principales consumidores entre los jóvenes de ambos sexos pertenecientes a fami-
lias acomodadas urbanas. La pequeñez del mercado, sin embargo, demoró la apertura
de la primera librería: inaugurada en 1856, se llamaba El Álbum y era parte de una
empresa más amplia, que combinaba un taller tipográco y la publicación de un perió-
dico, propiedad del inmigrante inglés George F. Cauty y de Bruno Carranza Ramírez
(1822-1891), hijo de Miguel Carranza (Molina Jiménez, 1995, pp. 103-130).
Entre nales del siglo XIX e inicios del XX, la industria de la impresión
experimentó una modernización decisiva al inmigrar al país varios tipógrafos euro-
peos, especialmente de origen catalán. Las principales empresas fundadas en esta
época tendieron a seguir el modelo de El Álbum, al integrar el taller tipográco
con una división de librería y la publicación de un periódico para promocionar las
novedades literarias, en particular las europeas. Si bien algunos de estos estableci-
mientos recibían manuscritos y los sometían a evaluación, tal práctica era excep-
cional, por lo que las personas interesadas en dar a conocer sus obras debían nan-
ciar la publicación de su propio peculio o encontrar un patrocinador que aportara el
dinero (Molina Jiménez, 2010, pp. 73-106).
Para los intelectuales, cientícos, escritores y profesionales de entonces,
inmersos en los procesos que condujeron a la primera construcción de la identidad
nacional costarricense (Palmer, 1993), las revistas y los periódicos se convirtieron
en los medios fundamentales para lograr que sus textos circularan, dada la falta de
editoriales (Ovares Ramírez, 2011). Además, en caso de poder aportar o conseguir
los fondos necesarios para nanciar la publicación de sus manuscritos, enfrentaban
una dicultad posterior: comercializar los libros. Tal tarea era complicada no solo por
la pequeñez y la poca diversicación del mercado cultural, limitaciones que fueron
acentuadas por la clausura de la Universidad de Santo Tomás en 1888 (González
Villalobos, 1989), sino porque las librerías importadoras formaron el gusto de las
audiencias de lectores en función del consumo de obras extranjeras, especialmente
en el campo de la literatura.
Joaquín García Monge (1881-1958), proveniente de una familia de pequeños
comerciantes rurales del sur de San José, fue uno de los escritores que lidió con las
limitaciones de una cultura de la publicación basada en las imprentas. Graduado del
Liceo de Costa Rica en 1899, en 1900 empezó a laborar como maestro en una de las
principales escuelas josenas. Ese mismo año, presentó el manuscrito de su novela
El moto a la Librería Española, fundada en 1884 por el catalán Vicente Lines Borrás
(1853-1897) y administrada por su viuda María Canalías Xaus (1860-1932) (Vicente
Lines Borrás, 1897). Rechazada la obra con base en el criterio del novelista guatemal-
teco entonces residente en el país, Máximo Soto Hall (1871-1943), García Monge,
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 5
gracias al apoyo nanciero del poeta José María Zeledón Brenes (1877-1949), pudo
publicar su obra en la imprenta de Alfredo Greñas Greñas (1857-1949), otro inmi-
grante, en este caso colombiano (Herrera Villalobos, 1999, pp. 29-30).
Todo indica que para el joven escritor su primera incursión en la producción
de libros fue extraordinariamente formadora, en términos de familiarizarse con los
límites y las posibilidades del mercado cultural de entonces. Impulsado por el interés
mediático que despertó su publicación, El moto se vendió rápidamente y García
Monge no solo pudo nanciar un segundo tiraje de ese título en 1901, sino que ya en
1900 publicó otra novela similar, Las hijas del campo y, en 1902, una tercera obra:
Abnegación. (Dobles Segreda, 1930, pp. 16-17, 21-24, 30-31). Sin embargo, a dife-
rencia del primero, los dos textos posteriores fueron poco exitosos comercialmente
y todavía en 1922 algunas librerías tenían ejemplares disponibles de las ediciones
originales (Trejos Hermanos Librería, 1921, p. 65).
En mayo de 1901, García Monge partió con una beca a Chile para realizar
estudios en el Instituto Pedagógico de Santiago. Regresó en 1904 y empezó a laborar
en el principal plantel público de segunda enseñanza del país: el Liceo de Costa
Rica. Además, se integró al círculo de jóvenes intelectuales radicales –identicados
con el anarquismo y el socialismo– liderado por el poeta Roberto Brenes Mesén
(1874-1947), también graduado de la educación superior chilena. Poco después de
su retorno, García Monge editó junto con Brenes Mesén la revista Vida y Verdad, la
cual escandalizó a la sociedad costarricense de entonces. Debido a un conicto con
el Secretario de Educación Pública, José Astúa Aguilar, García Monge fue despedido
de su puesto docente; pero casi de inmediato fue contratado como profesor de Caste-
llano en el Colegio Superior de Señoritas (Capellain, 1905, p. 70; Morales García,
1993: 116-177; Herrera Villalobos, 2007: 60-66).
Al evidenciar su vulnerabilidad laboral, la experiencia del despido parece que
motivó a García Monge a procurarse fuentes adicionales de ingreso en el sector
privado, para no depender exclusivamente de un puesto que podía ser afectado por
las controversias políticas (en esa época, no existía el servicio civil). Ya en 1905
dirigió un suplemento literario en dos tomos nanciado por el periódico La Prensa
Libre (Dobles Segreda, 1930, p. 59), con lo cual amplió la experiencia adqui-
rida con la publicación de sus novelas, y en 1906 inició una prolongada y activa
carrera como empresario editorial. Su incursión en este campo se materializó en
las siguientes colecciones: Ariel (1906-1917), El Convivio (1916-1928), Ediciones
de Autores Centroamericanos (1917-1921), Ediciones Sarmiento (1918-1921),
Ediciones del Repertorio Americano (1921-1929), El Convivio de los Niños (1921-
1923), Cuadernos de Pedagogía y otros Estudios (1923) y Ediciones del Convivio
(1928-1929) (Dobles Segreda, 1930, pp. 364-375; Oliva Medina, 2019). Alrededor
de 1919, comenzó a operar bajo la razón social García Monge y Cía. Editores.
Lejos de ser una excepción, la experiencia de García Monge fue parte de una
tendencia más amplia que condujo a algunos intelectuales latinoamericanos –espe-
cialmente de izquierda– a fundar editoriales: entre otros, el mexicano Rodrigo García
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica6
Treviño (1902-1986), dueño de la Editorial América (1936) (Rivera Mira, 2018), y
los argentinos Carlos Dujovne (1903-1973) y Arnaldo Orla Reynal (1897-1998),
vinculados respectivamente con las editoriales Problemas (1939) y Siglo XXI (1965)
(Petra, 2018; Sorá, 2018). Aparte de por empezar más tempranamente, García Monge
se diferenció de esos casos porque, falto de un amplio círculo de apoyo y carente de
un estratégico respaldo institucional, implementó sus iniciativas individualmente, en
un mercado cultural pequeño y limitado. Por tanto, no logró capitalizar lo suciente
para adquirir una imprenta ni para consolidar una editorial estable.
García Monge (1906, p. 2) basó su estrategia empresarial en publicar obras de
corta extensión y en pasta suave (al inicio, un título por mes), que podían ser comerciali-
zadas a muy bajo precio mediante la combinación de un sistema de suscripción y la venta
de ejemplares sueltos. Si bien no se dispone de datos precisos, el costo de producción de
cada cuaderno podía uctuar entre 30 y 60 colones, un rango de inversión que resultaba
manejable para el editor que, como docente en el Colegio Superior de Señoritas, tenía
un salario mensual que podía oscilar entre 180 y 300 colones (Molina Jiménez, 2016,
p. 249). Además, su sueldo aumentó cuando se desempeñó como director de la Escuela
Normal (1917-1918), Secretario de Educación Pública (1919-1920) y tuvo a su cargo la
Biblioteca Nacional (1920-1936) (Garrón Orozco, 1989, pp. 16-21).
Dado el conocimiento que tenía del sistema educativo, los contactos de que
disponía en ese medio y el prestigio acumulado como novelista y profesor de Caste-
llano, García Monge organizó sus colecciones en función de atender las demandas
del mercado escolar. Predominantemente, satiszo las de alumnos y docentes de
escuelas y colegios, y secundariamente las de los jóvenes que cursaban estudios
normales y universitarios (antes de 1926, de Derecho y Farmacia) (Fischel Volio,
1991), y las de quienes impartían lecciones en esos niveles de enseñanza. Inicial-
mente, los contenidos de las publicaciones que editó eran antológicos, puesto que
reunían poemas, ensayos y relatos breves de diversos autores, pero después prevale-
cieron los números dedicados a un solo escritor.
Si bien no se dispone todavía de un catálogo completo, García Monge publicó
entre 1906 y 1929 unos 240 títulos, de los cuales por lo menos 160 (66,7 por ciento)
correspondieron a textos de un solo autor. De estos últimos, 126 (78,8 por ciento) eran
de extranjeros y 34 de costarricenses, y en términos de género, solo 8 obras fueron
escritas por mujeres (5 por ciento). Al priorizar a los foráneos y la autoría masculina,
ajustó su oferta a los condicionamientos que experimentaba el consumo de libros en
el país desde el siglo XIX, pero innovó al seleccionar escritores españoles y latinoa-
mericanos, incluidos centroamericanos y caribeños, y al abrir un espacio –por limi-
tado que fuera– para la producción femenina (Dobles Segreda, 1930, pp. 364-375).
Como se observa en la Figura 1, la actividad editorial de García Monge pasó
por cuatro etapas claramente denidas: una fase de rápido ascenso que nalizó con el
estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), conicto que supuso el cierre
del mercado europeo para el café costarricense, con el consecuente impacto sobre la
economía; un nuevo incremento a partir de 1916, que terminó en 1918, año en que el
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 7
editor estuvo algunos meses fuera del país, al profundizarse el descontento popular
contra la dictadura de Federico Tinoco Granados (1917-1919), con la cual él había cola-
borado inicialmente (Garrón Orozco, 1989, p. 17; Fischel Volio, 1992, pp. 129-140);
un último aumento entre 1919 y 1922, que fue seguido por un derrumbe abrupto en
1924; y una recuperación modesta con tendencia al descenso de 1925 en adelante.
Figura 1. Libros de autor único editados por García Monge según la nacionalidad del escritor
(1911-1929).
Aparte de las colecciones indicadas, García Monge también probó suerte,
sin éxito, con tres revistas: Boletín de Educación Pública (1912), editado junto
con Brenes Mesén; Universo (1917), una antología de textos periodísticos; y La
Obra (1918), dirigida a los estudiantes y profesores de la Escuela Normal (Herrera
Villalobos, 2007, pp. 73-74). Sus iniciativas en este campo culminaron al fundar el
Repertorio Americano (1919-1958), con el cual alcanzó una proyección continental
(Pakkasvirta, 1997, pp. 139-165), logro favorecido por los contactos adquiridos
durante sus experiencias empresariales previas. Al concentrar sus esfuerzos cada vez
más en esta última publicación, cuya periodicidad pasó de 28 a 48 números por año
entre 1920 y 1925 (Biblioteca Elecrónica Scriptorium, 2015), García Monge invirtió
cada vez menos recursos en sus otras actividades editoriales: su ciclo comercial, ya
en descenso, terminó de agotarse en el contexto de la crisis económica mundial que
inició con el colapso de la Bolsa de Nueva York en 1929. Entre 1931 y 1958, publicó
13 títulos más, la mayoría de escritores de Costa Rica.
Ricardo Falcó Mayor (1880-1952) y Andrés Borrasé Solina (1866-1940), dos
inmigrantes catalanes dueños de una imprenta, una librería y de una revista para
promocionar su establecimiento denominada Lecturas (1918-1919), fueron los
únicos competidores conocidos de García Monge, al inaugurar dos colecciones de
obras breves y baratas: Renovación (1916-1918) y Ediciones Minúsculas (1918).
Entre esos años, publicaron 50 títulos, 3 de carácter antológico y 47 de autores
únicos: 35 de extranjeros (74,5 por ciento) y 12 de costarricenses (de los cuales solo
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica8
uno fue escrito por una mujer) (Dobles Segreda, 1930, pp. 364-375; Parroquia del
Carmen, 1940, 1952). Pese al esfuerzo realizado, su incursión editorial fue poco
exitosa, quizá por la tendencia anarquista o socialista de algunos de los textos –Falcó
fue parte del círculo de intelectuales radicales de inicios del siglo XX–, en un país
donde esas corrientes políticas eran marginales (Morales García, 1993, pp. 153-156;
Llaguno Thomas, 2012); además, no lograron posicionarse favorablemente en el
estratégico mercado educativo.
EXPANSIÓN INICIAL DE LA INDUSTRIA EDITORIAL
Entre nales del siglo XIX e inicios del XX, Costa Rica se sumó a la primera
oleada democrática global (Huntington, 1993, p. 12), un proceso que condujo a que
los recursos estatales fueran invertidos crecientemente en educación, salud e infraes-
tructura (que incluía también obras escolares y sanitarias), a costa de los gastos poli-
cíacos y militares. Paralelamente, los trabajadores urbanos, los productores agrícolas
y las mujeres se incorporaron a las actividades políticas y a la esfera pública, al
tiempo que se fundaban instituciones especializadas para atender diversas demandas
de la población. Aunque la dictadura de Tinoco la detuvo brevemente, esta moder-
nización se profundizó en las décadas de 1920 y 1930, promovida por los partidos
Reformista (1923) y Comunista (1931), y culminó con la reforma de 1940-1943, que
creó la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Caja Costarricense de Seguro Social
(CCSS), estableció el Código de Trabajo e introdujo las Garantías Sociales como un
capítulo constitucional. En 1948, los conictos asociados con esta transformación
de la sociedad condujeron a una guerra civil cuyos vencedores, en vez de frenar
o revertir los cambios, los impulsaron todavía más, al abolir el ejército, ampliar la
intervención del Estado, reforzar la orientación socialmente reformista de la demo-
cracia costarricense y promulgar una nueva Constitución en 1949. (Román Trigo,
1995; Botey Sobrado, 2005; Díaz Arias, 2015).
De todas las modicaciones referidas, la más importante, en términos de la
industria editorial, fue la ampliación y la diversicación del mercado cultural, favo-
recidas por el rápido crecimiento de la alfabetización popular, tanto urbana como
rural. Según los datos del censo de 1927, de las personas de 9 años y más, sabía leer
y escribir el 85,7 por ciento en las ciudades, el 66,8 por ciento en las villas y el 56,4
por ciento en el campo (Dirección General de Estadística y Censos, 1960, pp. 44-53).
Adicionalmente, entre 1928 y 1949, la cobertura en la enseñanza primaria, medida
con base en los niños de 7 a 12 años, subió de 61,7 a 80,1; en la secundaria, calcu-
lada a partir de los jóvenes de 13 a 17 años, ascendió de 4,6 a 7,3 por ciento; y en la
universitaria, estimada como proporción del grupo de edad de 18 a 24 años, se elevó
de 0,3 a 1,3 por ciento (Molina Jiménez, 2016, p. 239; 2017, pp. 25, 29, 38). Todos
estos incrementos ocurrieron, además, en un período en el que la población total pasó
de 506.625 a 859.908 habitantes (Pérez Brignoli, 2010, p. 128).
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 9
Al demostrar que era posible dedicarse a las actividades editoriales sin ser
propietario de una imprenta, la experiencia de García Monge fue de extraordinaria
importancia, porque se convirtió en un modelo a seguir en el futuro inmediato. La
Tabla 1 sintetiza la información sobre este proceso en el período 1920-1949, a partir
de una clasicación que diferencia cuatro modalidades básicas, las tres primeras
según sector público o privado: editoriales que fueron creadas como tales, editoriales
establecidas con el propósito de contribuir al cumplimiento de los objetivos y las
funciones de las instituciones de las cuales formaban parte, e instituciones que empe-
zaron a utilizar su nombre como una forma de identidad editorial. La cuarta variante
corresponde a organizaciones, entidades o empresas de carácter internacional esta-
blecidas en el país que incursionaron en la producción de libros. En las tres últimas
categorías, prevaleció un interés compartido por disociar las publicaciones de las
imprentas y construir distinción institucional a partir de las propias editoriales o del
uso del nombre de la entidad como responsable de lo publicado.
TABLA 1
Editoriales e instituciones editoras por período según sector en Costa Rica (1920-1949)
PERÍODO EDITORIAL EDITORIAL
INSTITUCIONAL
INSTITUCIÓN
EDITORA
SUBTOTAL ENTIDAD
INTERNA-
CIONAL
TOTAL
GENE-
RAL
Pública Privada Pública Privada Pública Privada Pública Privada
1920-1924 1 3 2 2 4 6
1925-1929 2 2 2 2 4
1930-1934 1 2 4 4 3 7
1935-1939 1 1 1 1 1 3 4
1940-1944 3 1 4 2 2 3 9 12
1945-1949 6 1 3 4 2 5 11 2 18
Total 12 2 15 15 5 17 34 2 51
Fuente: Sinabi, Sibdi, Worldcat.
Como se observa en la Tabla 1, de las iniciativas dirigidas a la publicación de
libros, únicamente 12 (23,5 por ciento) correspondieron a editoriales sin vinculación
institucional, todas en el sector privado. Resulta fundamental precisar esta diferencia
porque, con algunas excepciones, tanto las editoriales institucionales como las insti-
tuciones editoras no estaban abiertas a la libre recepción de manuscritos, sino que
consideraban únicamente los textos que por su especialización temática o su enfoque
ideológico se adecuaban a sus nes. Estos condicionamientos limitaban en particular
las oportunidades de publicar de quienes se dedicaban a la creación literaria, sobre
todo en los campos de la novela, el relato, la dramaturgia y la poesía; en contraste,
las personas que cultivaban el ensayo disponían de mayores opciones.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica10
Según sus características, de esas 12 editoriales privadas, 5 fueron creadas por
círculos de escritores de literatura, 3 para atender la demanda de textos académicos
asociados con la fundación de la UCR y 4 respondieron a iniciativas personales
(en algunos casos de inmigrantes o exiliados). Poco se conoce del funcionamiento
de estas empresas, excepto que fueron efímeras, su producción no fue abundante
(algunas publicaron solo un título) y priorizaron los libros de corta extensión. En 4
de esas editoriales por lo menos, el nanciamiento de la obra corrió a cargo del autor-
editor y, como mínimo, en 7 editoriales los fondos fueron aportados por el grupo que
las creó. Por tanto, únicamente 1 editorial operó de manera más profesional, con sus
propios recursos y sin previos compromisos cenaculares.
La organización de escritores con el propósito de fundar sus propias edito-
riales inició en 1921, cuando se estableció el Centro Intelectual Editor de Costa
Rica, que publicó una revista mensual denominada Sparti y varios libros en los años
siguientes, según el modelo de colecciones de García Monge. El poeta Carlos Luis
Sáenz Elizondo (1958, p 23), integrante de ese círculo, al evocar su experiencia en
él, indicó en 1958: “ahora no qué milagro nos permitió realizar la parte económica
de esas publicaciones” (este documento fue originalmente localizado por Ovares
Ramírez, 2011, p. 172). Casi treinta años después, su declarado asombro estaba
lejos de ser simple retórica, puesto que tal empresa procuró operar sin suscripciones
previas y con independencia de la demanda escolar, dos innovaciones que explican
por qué fue tan efímera como modernizadora.
Dichas rupturas, tendientes a procurar una conexión más libre y directa entre
libros y lectores, fueron incorporadas por las editoriales privadas fundadas posterior-
mente, aunque el modelo de publicación implementado por García Monge mantuvo
vigencia. En diciembre de 1949, la revista puntarenense Costa Rica de Ayer y Hoy,
propuso crear una cooperativa de lectores basada en las escuelas del país, con el
objetivo de aliar 5.000 lectores. Cada una de estas personas pagaría una cuota anual
de 40 colones, lo que permitiría recaudar 200.000 colones al año, dinero con el cual
…esperamos nanciar la impresión y el trabajo completo de la publicación
de unos tres o cuatro libros anuales de autores costarricenses, publicación que
distribuiremos entre los cinco mil lectores asociados. Las ventajas especiales
de este plan es que logramos darle facilidades y estímulos a esa pléyade de
poetas y escritores noveles, para que su producción no se malogre y quede
arrinconada pare siempre en la mezquina indiferencia del medio (Empujamos
el carro, 1949-1950, p, 19; documento originalmente localizado por Cuevas
Molina, 1995, p.94).
Inspirada por el entusiasmo inicial que despertó el cooperativismo en el país
(Cazanga Solar, 1987, pp. 22-64), la propuesta precedente no solo estaba orientada al
pasado en términos de insistir en sistemas de publicación basados en la suscripción,
que limitaban la libertad de escogencia de los lectores, sino que perdía de vista las
tendencias, entonces en boga a escala continental, de popularizar el acceso a los libros
a partir de reducir los precios (Gras, 2001; Ixba Alejos, 2013). En efecto, de acuerdo
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 11
con la información brindada por la revista puntarenense, las obras publicadas, en
tirajes de 5.000 copias, valdrían en promedio entre 10 y 13 colones, sumas muy altas
en comparación con lo que solía costar un libro costarricense en esa época, entre 5 y
6 colones (Gentes y gentecillas, 1949, p. 381; Consejo Universitario, 1950a, p. 12).
Consecuentemente, dicha iniciativa no se materializó.
Por lo concerniente a las 17 editoriales institucionales, 11 (64,7 por ciento)
correspondían a imprentas que establecieron un sello editorial con el propósito de
competir mejor con las nuevas empresas editoriales al nanciar, en algunos casos,
la producción de libros que les parecían comercialmente rentables, y al ofrecer a los
autores, dispuestos a aportar los fondos necesarios para la publicación de sus manus-
critos, el prestigio de un sello de ese tipo. Las 4 editoriales restantes en el sector
privado fueron creadas por organizaciones políticas y culturales. De estas iniciativas
cabe destacar en particular Ediciones Vanguardia (1945), la primera editorial comu-
nista que se fundó en Costa Rica (Hemos tenido, 1945, p. 3).
Ya en 1942, la UCR empezó a publicar con su propio nombre y, a partir de
1943, estableció la que puede ser considerada la primera editorial institucional
pública que hubo en el país: Publicaciones de la Universidad de Costa Rica. Aparte
de textos ociales, publicó obras para cursos universitarios y tesis; en diciembre
de 1952, fue convertida en un departamento especializado (Consejo Universitario,
1952, p. 7). Paralelamente, en noviembre de 1946 la UCR creó la Editorial Universi-
taria, que se ajustó inicialmente al modelo de García Monge, pero con una variante,
ya que se basó en un sistema de suscripción parcialmente compulsivo, que obligaba a
todos los docentes y autoridades de la institución, a los estudiantes y a los egresados
a aportar una cuota anual máxima de 36 colones para nanciar la producción de
libros (únicamente los profesores y altos funcionarios tenían derecho a ser excluidos
de tal contribución). Además, personas ajenas a la institución también podían ser
socias, siempre que lo solicitaran por escrito (Consejo Universitario, 1946, pp. 3-4).
La Editorial Universitaria fue la primera instancia de su tipo que, pese al expe-
diente al que se recurrió para nanciarla y motivó resistencia de parte de docentes
y alumnos (Consejo Universitario, 1950b, p. 6), se aproximó a una editorial profe-
sional, tanto en términos de la recepción de manuscritos, como de la promoción y la
comercialización de sus obras, la jación de una comisión para las librerías que las
vendían y el pago de derechos de autor (Consejo Universitario, 1953a, pp. 28-29).
Entre 1947 y 1958, publicó 26 títulos, 25 escritos por costarricenses y 1 por un
extranjero, 23 de varones y 3 de mujeres, y 24 de temas cientícos, históricos, econó-
micos y sociológicos, y solo 2 de literatura (cuentos y poesía) (Editorial Universi-
taria, 1958). Aunque dispuso de una colección especíca para publicar tesis de grado,
esta editorial no pudo canalizar toda la producción académica de la institución, por
lo que algunos de sus profesores y estudiantes empezaron a publicar en editoriales
privadas o establecieron empresas de ese tipo (Sagot Alfaro, 1948; Consejo Univer-
sitario, 1953b, p. 7). Además, la Escuela de Pedagogía, intentó desarrollar su propia
línea editorial bajo su antiguo nombre: Escuela Normal (Bejarano Rivera, 1948);
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica12
fundada en 1914, esta institución desapareció formalmente en 1940, al integrarse a
la UCR (Dengo Obregón, 1995, pp. 139-153).
En el sector privado, las 5 instituciones que empezaron a publicar con su propio
nombre estaban compuestas por 2 academias, 1 colegio profesional, 1 club social y 1
compañía eléctrica. Por su parte, las 14 instituciones estatales que hicieron lo mismo
tenían el siguiente perl: 5 entidades descentralizadas creadas antes de la Consti-
tución de 1949, 4 ministerios, 2 planteles de secundaria, 1 institución autónoma, 1
municipalidad y 1 escuela universitaria (antes referida). Al reivindicar su identidad
institucional frente a las imprentas, como una forma de reforzar su presencia en la
esfera pública, estas instituciones –algunas de las cuales crearon sus propias edito-
riales más adelante– contribuyeron a expandir la industria editorial después de 1950.
Finalmente, una entidad internacional también empezó a publicar con su
propio nombre al nalizar el período: el Instituto Interamericano de Ciencias Agrí-
colas (IICA). Inaugurado en el cantón de Turrialba en 1943, inicialmente estuvo
adscrito a la Unión Panamericana, pero a partir de 1948 pasó a depender de la Orga-
nización de Estados Americanos y en 1979 cambió su denominación a Instituto Inte-
ramericano de Cooperación para la Agricultura (Castillo Araya, 1998, pp. 198-207).
A su vez, en 1949 se fundó la Editorial Caribe que, en un principio, operó como una
casa distribuidora más que productora de textos religiosos, al servicio de la Latin
American Evangelization Crusade y como parte de la Latin America Mission Publi-
cations (Holland, 2017, p. 18). Democracia y estabilidad política, pese al estallido de
la guerra civil de 1948 y sus secuelas, fueron dos condiciones que jugaron a favor de
que, en la segunda mitad del siglo XX, más entidades internacionales empezaran a
operar en el país e impulsaran el desarrollo de la actividad editorial.
LA CONSOLIDACIÓN DE LAS EDITORIALES
Durante los treinta años posteriores a la guerra civil de 1948, Costa Rica expe-
rimentó un importante proceso de crecimiento y diversicación de la economía, lide-
rado por los vencedores de la guerra civil de 1948, organizados en el Partido Liberación
Nacional (PLN), fundado en 1951. Tales cambios fueron acompañados por una expan-
sión sin precedente del Estado, una industrialización sustitutiva de importaciones y
una mejor distribución del ingreso. Al tiempo que los sectores medios se ampliaban,
producto de procesos de movilidad social ascendente, el porcentaje de hogares pobres
se redujo de 51 a 25 por ciento entre 1961 y 1977, en un contexto de rápida expan-
sión demográca: la población del país ascendió de 888.745 a 2.249618 habitantes
entre 1950 y 1979. Sin embargo, desde inicios de la década de 1970 este modelo
desarrollista empezó a agotarse, en un contexto en el cual disminuían los precios de los
productos agrícolas y se incrementaba la deuda externa del país. Una breve bonanza
en la cotización del café, debido a las heladas que afectaron la producción de ese grano
en Brasil entre 1976 y 1977, retrasó el inicio de una crisis largamente anunciada,
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 13
que estalló por n en septiembre de 1980 (Rovira Mas, 1982, 1987; Céspedes Solano y
Jiménez Rodríguez, 1995, pp. 50-51; Pérez Brignoli, 2010, pp. 113, 128).
Como resultado de una inversión sostenida en educación, entre 1950 y 1979 la
cobertura en la enseñanza primaria se elevó de 80,6 a 99,1 por ciento de la población
de 7 a 12 años; la de la secundaria subió de 8,6 a 62,1 por ciento de los jóvenes de 13
a 17 años; y la de la universitaria pasó de 1,3 a 14,5 por ciento de las personas de 18
a 24 años (Molina Jiménez, 2017, pp. 25-26, 29-30, 38-39). Al crecer cuantitativa-
mente, el mercado cultural posibilitó que se ampliara la demanda de libros de texto
para los distintos niveles educativos; pero también lo hizo cualitativamente, como
resultado de la fundación de tres universidades públicas más: el Instituto Tecnoló-
gico de Costa Rica (ITCR) en 1971, la Universidad Nacional (UNA) en 1973 y la
Universidad Estatal a Distancia (UNED) en 1977; y de una privada: la Universidad
Autónoma de Centro América (UACA) en 1976. Estas instancias ampliaron y diver-
sicaron los círculos de intelectuales, artistas, cientícos y profesionales (Pacheco
Fernández, 2004, pp. 117-158). A este proceso también contribuyeron el Ministerio
de Cultura, Juventud y Deportes (MCJD), creado en 1971 (Cuevas Molina, 1995), y
varias oleadas de inmigrantes y exiliados, por lo general con formación universitaria,
que llegaron al país procedentes del resto de América Latina.
TABLA 2
Editoriales e instituciones editoras por período según sector en Costa Rica (1950-1979)
PERÍODO EDITORIAL EDITORIAL
INSTITUCIONAL
INSTITUCIÓN
EDITORA
SUBTOTAL ENTIDAD
INTERNA-
CIONAL
TOTAL
GENE-
RAL
Pública Privada Pública Privada Pública Privada Pública Privada
1950-1954 1 5 9 10 5 2 17
1955-1959 1 4 4 4 5 8 2 15
1960-1964 6 6 3 6 9 3 18
1965-1969 11 2 7 6 7 19 8 34
1970-1974 16 1 14 7 15 23 6 44
1975-1979 16 5 1 17 8 22 26 16 63
Total 1 53 7 8 57 28 65 89 37 186
Fuente: Sinabi, Sibdi, Worldcat.
Según se observa en la Tabla 2, un primer cambio relevante, en relación con
los modelos de publicación prevalecientes en los años 1920-1949, fue el incremento
en el número de editoriales establecidas como tales: 54 (28,3 por ciento) de todas
las entidades que debutaron en la publicación de libros entre 1950 y 1979, para un
aumento de 5,5 puntos porcentuales con respecto al período precedente. De las 53
editoriales privadas, 21 estaban asociadas con círculos de escritores (de poesía y
narrativa, principalmente) y 12 con partidos políticos (7 de ellas con organizaciones
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica14
de izquierda); además, 10 se especializaron en la difusión de estudios académicos
(algunas especícamente en el campo del Derecho), 6 en la producción de libros de
texto y 4 en la divulgación de obras religiosas. Con pocas excepciones, la mayoría de
estas editoriales publicaron pocos títulos, dado que su existencia fue efímera.
Rápidamente, la única editorial pública creada en el período, la Editorial Costa
Rica (ECR) se convirtió en la principal entidad de su tipo en el país. De acuerdo con la
Figura 2, experimentó un crecimiento moderado en sus primeros años, que se aceleró
a partir de 1966 y empezó a decaer en 1968. Tal descenso, el cual se profundizó entre
1969 y 1970, probablemente estuvo relacionado con que la editorial incrementó sus
tirajes en esos años de 2.000 a 3.000 ejemplares (Chavarría Camacho, 2017, p. 112),
por lo que acumuló existencias que no pudo colocar en el mercado. Frente a ese
desafío, la respuesta institucional consistió en establecer alianzas con el Ministerio
de Educación Pública (MEP) y algunas dependencias de la UCR para que parte de
sus publicaciones fueran de lectura obligatoria para los estudiantes de secundaria y
de la enseñanza superior (Chavarría Camacho, 2017, pp. 125-126), en una época en
que las coberturas de esos dos niveles educativos se ampliaban sostenidamente.
Figura 2. Títulos publicados por la Editorial Costa Rica por año (1961-1979)*.
Fueron precisamente esos arreglos institucionales los que, al crear una
demanda cautiva, permitieron que la ECR expandiera su producción en una escala sin
precedente. De hecho, los títulos que publicó entre 1970 y 1973 alcanzaron un tiraje
total superior a los 100.000 ejemplares (Chavarría Camacho, 2017, pp. 112-113). El
ascenso iniciado en 1971, se acentuó a partir de 1975 y alcanzó un máximo en 1977,
en el contexto de la bonanza que vivía el país por el aumento en los precios inter-
nacionales del café. Finalizado dicho auge en 1978, el número de títulos publicados
anualmente por la ECR comenzó a descender, una tendencia que se profundizó en
1979, cuando el deterioro de la economía se intensicó.
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 15
Aunque se posicionó estratégicamente en el mercado del libro, la ECR no
podía satisfacer toda la demanda resultante de la extraordinaria expansión de los
distintos niveles educativos, una condición que jugó a favor de la creación de edito-
riales privadas que empezaron a incursionar sistemáticamente en esos campos.
Tampoco la ECR logró atender adecuadamente las solicitudes de publicación de
manuscritos especícamente literarios, no solo porque esa producción excedía sus
capacidades, sino porque sus procesos para dictaminarlos estaban dominados por
una visión limitada de lo que debía ser la literatura costarricense, afín con las identi-
dades ideológicas de los intelectuales del PLN y del Partido Comunista que hegemo-
nizaron la institución desde sus inicios (Cuevas Molina, 1995, pp. 90-98).
En contraste con el período 1920-1949, entre 1950 y 1979 fueron creadas
menos editoriales institucionales: de las 8 de carácter privado, 1 correspondió al PLN
que, en emulación del Partido Comunista una década antes, creó la Editorial Liberación
Nacional en 1953; 1 fue fundada por la única universidad privada que había en el país;
1 por la proempresarial Asociación Nacional de Fomento Económico; 1 por el Semi-
nario Bíblico Latinoamericano, cuyos orígenes en el país se remontan a 1923 (Holland,
2017, p. 18); y 4 correspondieron a imprentas que, en el quinquenio 1950-1954, incor-
poraron un sello editorial para mejorar su competitividad. Conviene destacar que esta
fue la última vez en que se presentó un fenómeno de este tipo, ya que a partir de
entonces la industria tipográca concentró sus esfuerzos en satisfacer la demanda de
servicios de impresión generada por las editoriales, más que en competir con ellas.
De las editoriales institucionales públicas, 5 fueron creadas por las universidades
estatales y 1 por el MCJD en el decenio de 1970, y 1 por el MEP a inicios de la década
de 1950. La fundación de las editoriales académicas fue una respuesta tanto a la expan-
sión de la matrícula universitaria, dado que era preciso producir libros de texto para los
cada vez más numerosos y diversos cursos de la educación superior, como a la creciente
demanda de publicación proveniente de investigadores y tesiarios. Enfrentadas con
estos desafíos, la UNA estableció tres editoriales: la Editorial Universidad Nacional en
1976 y en 1977, el Departamento de Publicaciones y la Editorial Fundauna (privada);
la UCR, que a nales de la década de 1950 eliminó la Editorial Universitaria, fundó una
nueva editorial en 1976: la Editorial de la Universidad de Costa Rica; y la UNED fundó
en 1977 la Editorial Universidad Estatal a Distancia, que operó mediante dos modelos
de producción: libros de texto que los estudiantes adquirían automáticamente con el
pago de sus matrículas, y libros dirigidos al público general comercializados mediante
librerías. Combinó así la suscripción compulsiva con la venta libre de obras.
La tendencia de las instituciones públicas y privadas a publicar libros con sus
propios nombres se profundizó y se diversicó todavía más entre 1950 y 1979. De
las 57 entidades estatales, 17 eran ministerios o dependencias ministeriales espe-
cializadas, 17 unidades docentes, de investigación o administrativas de las univer-
sidades públicas (un indicador de la insuciencia de las editoriales académicas
para canalizar toda la producción generada por las entidades a que pertenecían), 15
instituciones autónomas, 3 museos, 3 poderes de la república y 2 municipalidades.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica16
En el caso de las 28 instancias privadas, 7 correspondían a organizaciones no
gubernamentales, 7 a gremios de trabajadores de cuello blanco y a cámaras empre-
sariales, 5 a organizaciones políticas, 3 a círculos de escritores, 2 a academias, 2 a
organizaciones académicas o culturales y 2 a colegios profesionales.
Si en el período 1920-1949 solo una entidad internacional produjo libros en el país
(el IICA), de 1950 a 1979 ese número aumentó a 37 instituciones, un indicador de cómo
la estabilidad democrática convirtió a Costa Rica en una sede estratégica para los nuevos
procesos de institucionalización a escala regional y global. De esas entidades, 11 eran de
alcance centroamericano, 10 de cobertura latinoamericana, 5 globales (pertenecientes a
la Organización de las Naciones Unidas) y 3 de carácter interamericano. Las restantes
8 entidades eran editoriales extranjeras que incursionaron en el cada vez más atractivo
mercado del libro costarricense: 3 regionales (centroamericanas), 1 estadounidense, 1
argentina, 1 venezolana, 1 mexicana y 1 colombiana. La participación de 6 de esas edito-
riales fue solo esporádica, pero hubo 2 que alcanzaron una inserción más duradera.
Fundada en Colombia en 1960, la Editorial Norma se alió a inicios de la década
de 1970 con la imprenta Lehmann para incursionar en el mercado de libros de texto
para la enseñanza primaria (Befeler Teitelbaum, 1972), con lo que inauguró la parti-
cipación de editoriales extranjeras en ese campo, una tendencia que se profundizaría
después de 1980. A su vez, la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA),
adscrita al Consejo Superior Universitario Centroamericano (1948), inició labores en
1969 con un capital de 130.000 dólares y el compromiso de producir 138 títulos en
un plazo de cinco años (Noticias, 1969, p. 86). Aunque publicó esporádicamente en
algunos de los otros países del istmo, EDUCA concentró su actividad en Costa Rica,
una decisión motivada por las mejores condiciones institucionales que ofrecía este
país para una industria editorial no sometida a presiones o persecuciones políticas. De
esta manera, la principal editorial académica de la región, creada para atender parti-
cularmente la producción de textos de ciencias sociales (en esa época, muy inuen-
ciadas por las corrientes marxistas), tuvo por asiento el territorio costarricense.
LAS EDITORIALES Y LA CRISIS DE 1980
Con el inicio de la crisis económica de 1980, el país experimentó un incre-
mento en la pobreza y el desempleo, un retroceso en el Producto Interno Bruto y una
devaluación monetaria sin precedente. Pronto esta situación se agravó a medida que
iniciaron ofensivas guerrilleras en El Salvador y Guatemala, mientras el triunfo de
la Revolución sandinista en Nicaragua empezaba a ser combatido por fuerzas irregu-
lares, apoyadas por Estados Unidos. A partir de 1982, Costa Rica se sumó ideológica-
mente a la cruzada estadounidense para derrotar al comunismo en la región a cambio
de un apoyo económico sistemático, que contribuyó a reestructurar la economía en
función de exportar productos no tradicionales a terceros mercados y promover la
industria turística (Rovira Mas, 1987).
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 17
Pese a que la economía fue estabilizada alrededor de 1985 y empezó a
recuperarse poco después (Rovira Mas, 1987), los efectos de la crisis en el sistema
educativo perduraron por mucho más tiempo. En la enseñanza primaria, la asistencia
de la población de 7 a12 años, disminuyó de 97,1 a 95,3 por ciento entre 1980 y
1983, y se elevó a 98,4 por ciento en 1985. Contrastantemente, en la secundaria, la
proporción de jóvenes de 13 a 17 años que concurría a las aulas descendió de 62,6
a 42,7 por ciento entre 1980 y 1989, y solo recuperó el nivel alcanzado previamente
hacia el año 2000. A su vez, la participación de las personas de 18 a 24 años en la
educación universitaria prácticamente se estancó en 15,2 por ciento entre 1981 y
1990, debido a que la expansión de la matrícula en las universidades privadas apenas
compensó la pérdida de cobertura en las públicas, que se redujo de 14,1 a 12,4 por
ciento en dicho período (Molina Jiménez, 2017, pp. 26-27, 30-31, 39).
Aunque las condiciones económicas eran muy desfavorables, la creación de
editoriales, en el sector privado, en vez de menguar, se intensicó: entre 1950 y 1979,
se fundaron 1,8 editoriales por año (véase la Tabla 2), mientras que de 1980 a 1989,
ese promedio ascendió a 5,1 editoriales anuales (véase la Tabla 3). Las 51 editoriales
establecidas en dicha década representaron el 38,9 por ciento de todas las entidades
que incursionaron por primera vez en la producción de libros, un incremento de 10,6
puntos porcentuales con respecto a la proporción alcanzada en el primer período. De
esas 51 editoriales, 31 (60,8 por ciento) priorizaron la publicación de estudios acadé-
micos, 12 la de obras literarias, 4 la de textos religiosos, 2 la de textos políticos y 1
de la libros de texto para la enseñanza primaria y secundaria.
TABLA 3
Editoriales e instituciones editoras por período según sector en Costa Rica (1980-1999)
PERÍODO EDITORIAL EDITORIAL
INSTITUCIONAL
INSTITUCIÓN
EDITORA
SUBTOTAL ENTIDAD
INTERNA-
CIONAL
TOTAL
GENE-
RAL
Pública Privada Pública Privada Pública Privada Pública Privada
1980-1984 26 2 1 6 10 8 37 18 63
1985-1989 25 2 2 10 12 12 39 17 68
Total 51 4 3 16 21 22 76 35 131
Fuente: Sinabi, Sibdi, Worldcat.
En comparación con los años 1950-1979, el principal cambio fue el desplaza-
miento de las editoriales dedicadas a publicar literatura (poesía y narrativa, principal-
mente) por las especializadas en dar a conocer textos universitarios, sobre todo de cien-
cias sociales. A favor de esta modicación jugaron tanto el debate político entonces
vigente sobre el nuevo modelo de desarrollo que debía seguir Costa Rica para superar
la crisis económica, como la dimensión cultural que caracterizó la reactivación de la
Guerra Fría en América Central. Del mismo modo que se fundaron editoriales cuyas
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica18
publicaciones cuestionaban el capitalismo y la intervención de Estados Unidos en la
región, se crearon otras dominadas por un denido anticomunismo, como la Asocia-
ción Libro Libre, que recibía nanciamiento estadounidense, gracias al cual pudo
llevar a cabo un activo programa de publicaciones subsidiadas (Rojas Mejías, 2018).
También favorecieron ese desplazamiento tres procesos estrechamente rela-
cionados, que tuvieron por escenario las universidades públicas, en particular la
UCR y la UNA: el crecimiento de las actividades de investigación nanciadas por
esas instituciones, dado que algunos de los responsables de llevarlas a cabo tenían
como meta publicar los resultados de su trabajo en forma de libro; la expansión de
la matrícula de los posgrados, que amplió el mercado para las obras académicas
más especializadas; y el incremento en el número de graduados de esos programas,
puesto que una proporción de estas personas aspiraba a publicar su tesis para conse-
guir empleo o mejorar sus condiciones laborales.
Figura 3. Títulos publicados por la Editorial Costa Rica por año (1980-1989)*.
Finalmente, también contribuyó a dicho desplazamiento la crisis de la ECR:
con la contracción del mercado de libros de textos para secundaria, por la baja en la
cobertura, tal entidad comenzó a acumular existencias muy rápidamente, al tiempo
que enfrentaba un incremento en sus costos de operación y de planilla, y se le di-
cultaba cumplir con el pago de derechos de autor (Chavarría Camacho, 2017, p.
147). Como se observa en la Figura 3, la producción de libros disminuyó entre 1980
y 1982, experimentó una breve recuperación entre 1983 y 1985, y a partir de 1986
descendió abruptamente. Aunque logró crecer nuevamente en 1989, estaba muy
lejos de los niveles alcanzados a nales de la década de 1970. La pérdida de protago-
nismo de la ECR, tanto en el mercado de manuscritos como en el de la comercializa-
ción de las obras impresas, beneció particularmente a las editoriales universitarias
públicas, a las editoriales privadas que publicaban textos académicos, a las editoriales
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 19
interesadas en incursionar en la venta de libros de texto y a una nueva generación
de editoriales privadas dedicadas a la publicación de obras literarias de manera más
profesional y sin el trasfondo cenacular de sus predecesoras, de las cuales la más
importante fue Uruk Editores, fundada hacia 1983.
Mientras de 1950 a 1979, se crearon 0,5 editoriales institucionales por año,
entre 1980 y 1989 esa cifra ascendió a 0,7 editoriales anualmente. Aunque mínimo
en términos cuantitativos, este incremento es signicativo cualitativamente porque
evidencia que el promedio, en una época de graves dicultades económicas e imple-
mentación inicial de las políticas neoliberales, superó al que prevaleció durante un
período de crecimiento económico sostenido y expansión sistemática del Estado.
Dos factores fueron decisivos para que un contraste de tal índole fuera posible: la
existencia de un mercado cultural cada vez más amplio, diverso y demandante en
el decenio de 1980, como resultado de los cambios educativos acumulados en los
treinta años previos; y la intensicación de los debates públicos por el impacto que
tuvo en Centroamérica la reactivación de la Guerra Fría.
Entre 1980 y 1989, crearon sus propias editoriales en el sector privado la
Alianza de Mujeres Costarricenses, fundada en 1952 y relacionada con el Partido
Vanguardia Popular (Alvarenga Venutolo, 2005); el Centro de Estudios Democrá-
ticos de América Latina (CEDAL), inaugurado en 1968 con el apoyo de la Fundación
Friedrich Ebert y vinculado con el PLN (Monge Álvarez, 1988); y la UACA. Esta
última, que captó recursos de la Agencia para el Desarrollo Internacional (Pacheco
Fernández, 2004, p. 147), trató de constituir su editorial en una opción política e
ideológica frente a las editoriales universitarias estatales, cuyas publicaciones de cien-
cias sociales estaban más inuidas por el marxismo; sin embargo, esa función pronto
fue concentrada por la Asociación Libro Libre. Por lo que respecta a las editoriales
institucionales públicas, 2 fueron constituidas por el MEP y la CCSS, 1 por el Poder
Judicial y otra por el programa de Asignaciones Familiares, establecido en 1974 y
dependiente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (Trejos Solórzano, 1983).
De 1950 a 1979, el promedio anual de instituciones que publicaron libros con
sus propios nombres fue de 1,9 en el sector público y 0,9 en el privado; entre 1980
y 1989, las cifras respectivas fueron de 1,6 y 2,2. El descenso en el sector público
se explica, en parte, porque ya numerosas entidades estatales, especialmente las de
carácter autónomo, habían empezado a publicar en el período previo, porque las
editoriales universitarias estatales mejoraron su posición en el mercado de manus-
critos, y por la expansión en el número de editoriales privadas que publicaban estu-
dios académicos. Así, de las 16 instituciones públicas que publicaron libros, 7 eran
dependencias ministeriales, 6 centros o institutos de investigación de la UCR y la
UNA, 2 municipalidades y 1 ministerio.
Por su parte, el ascenso en el número de entidades del sector privado que incur-
sionaron en la publicación de libros estuvo asociado con el crecimiento en el número
de organismos no gubernamentales. De esta índole fueron 13 de las 22 entidades
privadas que publicaron libros. Las restantes 9 se distribuyeron entre 2 gremios,
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica20
uno de trabajadores de cuello blanco y otro de campesinos y agricultores, 2
organizaciones políticas, 2 entidades de carácter económico, 1 instancia académica, 1
colegio profesional y 1 imprenta que empezó a publicar libros con su propio nombre
en 1989. Este último caso es de particular interés porque dicha empresa, en vez de
seguir el modelo de las imprentas del período anterior a 1955, que establecieron
sellos editoriales para competir en mejores condiciones con las nuevas editoriales,
prerió mantener su razón social como imprenta, como una estrategia para diferen-
ciarse de las editoriales.
Si entre 1950 y 1979 el promedio anual de entidades internacionales que se
establecieron en el país y publicaron libros fue de 1,2, esa cifra se elevó a 3,5 en el
período 1980-1989. De las 35 entidades respectivas, 10 eran de cobertura latinoame-
ricana, 8 de alcance global (incluida una agencia de la ONU), 6 de carácter centro-
americano, 5 de índole interamericana, 1 nicaragüense, 1 panameña y 1 holandesa.
Las tres restantes fueron editoriales, dos españolas (una de ellas la reconocida casa
Ariel/Seix Barral que trató de incursionar en el mercado académico sin éxito) y otra
colombiana (Farben), perteneciente al Grupo Norma, que sí logró posicionarse favo-
rablemente en el campo de la literatura infantil.
Indudablemente, lo más sorprendente de la década de 1980 fue que la crisis
económica no condujo a un retroceso de la industria editorial en el país, pese a que
algunas editoriales fueron especialmente afectadas, como la ECR. Desde ese año y
hasta 1989, se fundaron proporcionalmente más editoriales que entre 1950 y 1979,
y más instituciones y entidades, costarricenses y extranjeras, publicaron libros que
en el período previo. Tal logro fue especialmente signicativo porque la actividad
editorial debió enfrentar la competencia creciente del fotocopiado, un servicio que
comenzó a desarrollarse en el país desde mediados del decenio de 1970. Esa proli-
feración de productores de libros parece haber sido posible porque ya para entonces
existía en el país un segmento de consumidores habituados a la adquisición siste-
mática de obras y con el suciente poder de compra para permitírselo, liderado por
docentes y estudiantes universitarios y de colegios privados, y por profesionales en
distintos campos.
CONCLUSIÓN
La transición de las imprentas a las editoriales en Costa Rica inició aproximada-
mente en la misma época en que un proceso similar se daba en otras partes de América
Latina (Cobo Borda, 2000), incluida la región centroamericana. Según la información
disponible en WorldCat, las primeras editoriales empezaron a operar en el resto del istmo
según la siguiente cronología preliminar: en El Salvador (Centro Editorial Meléndez,
San Salvador) y Panamá (Casa Editorial Diario de Panamá, Panamá) en 1910, en
Nicaragua (Editorial San Rafael, Managua) en 1913, en Guatemala (Centro Editorial,
Guatemala) en 1918 y en Honduras (Editorial José Trinidad Reyes, San Pedro Sula)
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 21
en 1935. Sin duda, falta más investigación sobre este tema para identicar con mejor
precisión los puntos de partida, las características de las empresas que lideraron el
cambio y las etapas por las que pasó esta modernización de la cultura de la publicación.
Dos factores estructurales condicionaron fuertemente el desarrollo de la
industria editorial en Costa Rica: ante todo, la escasa población del país, que
limitaba el número de lectores potenciales, especialmente en una sociedad predo-
minantemente rural y campesina; y un sistema educativo que logró importantes
avances en la alfabetización, pero no en promover el acceso a la segunda ense-
ñanza y a la educación superior. Como resultado de esta situación, el mercado
cultural permaneció pequeño y poco diversicado, por lo que el éxito de las activi-
dades editoriales dependía decisivamente de que las obras publicadas pudieran ser
comercializadas en el sistema educativo preuniversitario.
Al fundarse la UCR en 1940 y empezar a expandirse la cobertura de la educa-
ción secundaria, las condiciones para la producción y comercialización del libro
comenzaron a mejorar; pero el cambio decisivo solo ocurrió después de 1950. Fue
entonces cuando el país experimentó una extraordinaria modernización en todos los
campos, la cual favoreció el incremento general de la población y de la propor-
ción representada por quienes habitaban en los espacios urbanos, y amplió decisiva-
mente el acceso a la enseñanza media y la universitaria. En este contexto, la industria
editorial se expandió de una manera sin precedente, a partir de cuatro modalidades
fundamentales: editoriales creadas como tales, editoriales adscritas a instituciones,
instituciones y organizaciones que comenzaron a publicar libros, y entidades inter-
nacionales que también incursionaron en ese campo.
En vez de ser detenida por la crisis económica que estalló en 1980, la expan-
sión de la industria editorial se intensicó en dicha década, un fenómeno que fue
resultado tanto de factores internos, asociados con el cambio de modelo de desa-
rrollo de Costa Rica, como externo, vinculados con la reactivación de la Guerra
Fría en América Central y la dimensión cultural de ese conicto. En este marco, el
proceso de creación de editoriales, que en el período 1950-1979 estuvo liderado por
quienes estaban interesados en publicar literatura, comenzó a ser hegemonizado por
personas que priorizaban la publicación de estudios académicos, dirigidos a satis-
facer la demanda del mercado universitario.
AGRADECIMIENTOS
Se agradece la colaboración del estudiante Rafael González Ovares.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica22
REFERENCIAS
Abreu, M. y Schapochnick, N. (2005) Cultura letrada no Brasil. Objetos e práticas. Campinas:
Mercado de Letras.
Aguirre, C. y Salvatore, R. D. (2018). Bibliotecas y cultura letrada en América Latina. Lima:
Universidad Católica del Perú.
Alvarenga Venutolo, P. (2005). Las mujeres del Partido Vanguardia Popular en la construcción de la
ciudadanía femenina en Costa Rica, 1952-1983. Diálogos. Revista Electrónica de Historia,
5 (1-2), 1-46.
Araya Pochet, C. 1982. Historia económica de Costa Rica 1821-1971. San José: Editorial Fernández Arce.
Asamblea Legislativa de Costa Rica (1959). No. 2366. En: García A., J. M. Colección de leyes, decretos,
acuerdos y resoluciones. San José: Imprenta Nacional, 323-328.
Befeler Teitelbaum, M. (1972). Hagamos matemática en Costa Rica. San José: Antonio Lehmann y
Editorial Norma.
Bejarano Rivera, L. (1948). Semántica y antroponimia. San José: Escuela Normal.
Biblioteca Electrónica Scriptorium. (2015). Repertorio Americano. Heredia: Universidad Nacional.
Botey Sobrado, A. M. (2005). Costa Rica entre guerras, 1914-1940. San José: Editorial de la
Universidad de Costa Rica.
Calderón Salas, M. (2009). La industria editorial y el libro en Costa Rica. Revista Comunicación, 18
(30), 43-51.
Cappellain, M. L. (1905). Colegio Superior de Señoritas. En: Astúa Aguilar, J. Memoria de Instrucción
Pública presentada al Congreso Constitucional por José Astúa Aguilar Secretario de Estado en
el despacho de esa cartera. San José: Tipografía Nacional, 69-79.
Carballo Villagra, P. (2020). Retos de comercializar libros en mercados pequeños: editoriales
independientes en Costa Rica. Corima. Revista de Investigación en Gestión Cultural, 5 (8), 1-20.
Castañeda, C. y Cortés, M. (2002). Del autor al lector. México: CIESAS.
Castillo Araya, E. (1998). Turrialba: 100 años de desarrollo. San José: Editorial de la Universidad de
Costa Rica.
Cazanga Solar, J. D. (1987). Las cooperativas de cacultores en Costa Rica. San José: Editorial Alma Mater.
Céspedes Solano, V. H. y Jiménez Rodríguez, R. (1995). La pobreza en Costa Rica. Concepto, medición,
evolución. San José: Academia de Centroamérica.
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 23
Chavarría Camacho, D. (2017). Historia de la Editorial Costa Rica (1959-2016). San José: Editorial
Costa Rica.
Cobo Borda, J. G. (2000). Historia de las empresas editoriales de América Latina. Siglo XX. Bogotá:
Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe.
Consejo Universitario. (1946, noviembre 12). Acta de la sesión No. 045. San José: Universidad de
Costa Rica, 1-4.
Consejo Universitario. (1950a, mayo 29). Acta de la sesión No. 28. San José: Universidad de
Costa Rica, 1-4.
Consejo Universitario. (1950b, junio 19). Acta de la sesión No. 032. San José: Universidad de
Costa Rica, 1-7.
Consejo Universitario. (1952, diciembre 9). Acta de la sesión No. 52. San José: Universidad de
Costa Rica, 1-8.
Consejo Universitario. (1953a, octubre 19). Acta de la sesión No. 94. San José: Universidad de
Costa Rica, 19, 1-31.
Consejo Universitario. (1953b, mayo 18). Acta de la sesión No. 74. San José: Universidad de
Costa Rica, 1-16.
Cuevas Molina, R. (1995). El punto sobre la í. Políticas culturales en Costa Rica (1948-1990). San
José: Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes.
Dengo Obregón, M. E. (1995). Educación costarricense. San José: Editorial Universidad Estatal a Distancia.
Díaz Arias, D. (2015). Crisis social y memorias en lucha: guerra civil en Costa Rica, 1940-1948. San
José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Dirección General de Estadística y Censos. (1960). Censo de población de Costa Rica 11 de mayo de
1927. San José: Dirección General de Estadística y Censos.
Dirección General de Estadística y Censos. (1974). Censo general de la República de Costa Rica
levantado bajo la administración del Licenciado don José J. Rodríguez el 18 de febrero de
1892, 2da. edición. San José, Dirección General de Estadística y Censos.
Dobles Segreda, L. (1927-1936). Índice bibliográco de Costa Rica, ts. I-IX San José: Imprenta Lehmann.
Dobles Segreda, L. (1930). Índice bibliográco de Costa Rica, t. IV. San José: Imprenta Lehmann.
Dobles Segreda, L. (1968). Índice bibliográco de Costa Rica, ts. X-XI. San José: Asociación
Costarricense de Bibliotecarios.
Editorial Costa Rica. (2019). Catálogo del fondo editorial. Editorial Costa Rica 1959-2019. San José:
Editorial Costa Rica.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica24
Editorial Universitaria. (1958). Obras publicadas. En: González Víquez, C. Obras históricas, t. I. San
José: Editorial Universitaria, s. p.
Empujamos el carro de nuestra devoción cívica, por senderos de patriotismo. (1949-1950). Costa Rica
de Ayer y Hoy, I (1), 19.
Fischel Volio, A. (1991). Los estudios superiores en Costa Rica 1888-1940. En: Historia de la educación
superior en Costa Rica. San José: Centro de Investigaciones Históricas, 35-61.
Fischel Volio, A. (1992). El uso ingenioso de la ideología en Costa Rica. San José: Editorial Universidad
Estatal a Distancia.
García Monge, J. (1906). Indicaciones. En: Colección Ariel, No. 1. San José: Imprenta de Avelino Alsina, 2.
Garrón Orozco, V. (1989). Joaquín García Monge, 2da. edición. San José: Editorial Universidad Estatal
a Distancia.
Gentes y gentecillas. (1949, febrero 28). Repertorio Americano, XXXIX (1075), 381.
Gómez Álvarez, C. (2011). Navegar con libros. El comercio de libros entre España y Nueva España
(1750-1820). México: Trama Editorial.
González Villalobos, P. (1989). La Universidad de Santo Tomás. San José: Editorial de la Universidad
de Costa Rica.
Gras, D. (2001). Manuel Scorza y la internacionalización del mercado literario latinoamericano:
del Patronato del Libro Peruano a la Organización Continental de los Festivales del Libro
(19561960). Iberoamericana, LCXVII (197), 741-754.
Guzmán Méndez, D. P. (2018). Lectores, editores y cultura impresa en Colombia: siglos XVI-XXI.
Bogotá: Universidad de Bogotá.
Hemos tenido una política incorrecta? (1945, septiembre 1). Trabajo, p. 3.
Herrera Villalobos, F. (1999). García Monge, plenitud del escritor. San José: Editorial Universidad
Estatal a Distancia.
Herrera Villalobos, F. (2007). Intruso en casa propia: Joaquín García Monge. Su biografía. San José:
Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Holland, Clifton L. (2017). El movimiento protestante en Costa Rica, 1848-2013. Holland, C. L. y
Bullón, D. Historia de la iglesia evangélica costarricense: reseñas históricas denominacionales.
Liberia: Programa Latinoamericano de Estudios Sociorreligiosos.
Huntington, S. P. (1993). “Democracy’s Third Wave”. Journal of Democracy, 2 (2) (1993), 12-34.
Ixba Alejos, E. (2013). La creación del libro de texto gratuito en México (1959) y su impacto en la industria
editorial de su tiempo. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 18 (59), 1189-1211.
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 25
Jiménez Quesada, M. A. (1959). Una editora nacional o Rubén Darío en Costa Rica. Brecha, 3 (10)
(junio, 1959), 1-3.
Llaguno Thomas, J. J. (2012). La semilla que germina: anarquismo, cultura política y nueva
intelectualidad en Costa Rica (1900-1914). San José: Acracia Editores.
Matarrita Ruiz, M. (1986). El desarrollo de la educación primaria en Costa Rica: la reforma liberal
(1886-1931). En: Gómez Urbina, C. L. Las instituciones costarricenses del siglo XX. San José:
Editorial Costa Rica, 131-191.
Meléndez Chaverri, C. (1990). Los veinte primeros años de la imprenta en Costa Rica 1830-1849.
Revista del Archivo Nacional, LIV (1-12), 41-84.
Molina Jiménez, I. (1995). El que quiera divertirse. Libros y sociedad en Costa Rica (1750-1914). San
José: Editorial de la Universidad de Costa Rica y Editorial Universidad Nacional.
Molina Jiménez, I. (2010). Moradas y discursos. Cultura y política en la Costa Rica de los siglos XIX
y XX. Heredia: Editorial Universidad Nacional.
Molina Jiménez, I. (2016). La educación en Costa Rica de la época colonial al presente. San José:
Programa Estado de la Nación y Editoriales Universitarias Públicas Costarricenses.
Molina Jiménez, I. (2017). Estadísticas de nanciamiento, salarios, docentes, matrícula, cobertura
y graduación en la educación costarricense: una contribución documental (1827-2016).
Cuadernos del Bicentenario CIHAC, No. 1, 1-42.
Monge Álvarez, L. A. (1988). Así nació CEDAL. En: Centro de Estudios Democráticos de América
Latina, 20 años fortaleciendo la democracia, 1968-1988. San José: Centro de Estudios
Democráticos de América Latina.
Montecinos Cisternas, E. Librería Nueva Década, Costa Rica. Cuadernos Hispanoamericanos, 689, 55-58.
Morales García, G. (1993). Cultura oligárquica y nueva intelectualidad en Costa Rica: 1880-1914.
Heredia: Editorial Universidad Nacional.
Newland, C. (1991). La educación elemental en Hispanoamérica: desde la independencia hasta la
centralización de los sistemas educativos nacionales. Hispanic American Historical Review,
71 (2), 335-364.
Noticias del CSUCA. (1969). Universidades. Unión de Universidades de América Latina, 36, 86-89
Oliva Medina, M. (2019). Joaquín García Monge: el editor continental. Repertorio Americano, No.
especial, 59-70.
Ovares Ramírez, F. (2011). Crónicas de lo efímero. Revistas literarias en Costa Rica, 2da. edición. San
José, Editorial Universidad Estatal a Distancia.
Pacheco Fernández, F. A. (2004). La educación superior. En: Rodríguez Vega, E. Costa Rica en el siglo
XX, t. I. San José: Editorial Universidad Estatal a Distancia, 91-178.
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-27. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica26
Pakkasvisrta, J. (1997). ¿Un continente, una nación? Intelectuales latinoamericanos, comunidad
política y las revistas culturales en Costa Rica y en el Perú (1919-1930). Helsinki: Academia
Scientiarum Fennica.
Palmer, S. (1993). Getting to Know the Unknown Soldier: Ofcial Nationalism in Liberal Costa Rica,
1880–1900. Journal of Latin American Studies, 25 (1), 45-72.
Parroquia del Carmen (1952, julio 11). Libro de defunciones No. 23. Año de 1928 a 1953, folio
540, asiento 37.
Parroquia del Carmen. (1932, junio 20). Libro de defunciones No. 23. Año de 1928 a 1953, folio
110, asiento 35.
Parroquia del Carmen. (1940, julio 22). Libro de defunciones No. 23. Año de 1928 a 1953, folio
306, asiento 37.
Pérez Brignoli, H. (2010). La población de Costa Rica 1750-2000. Una historia experimental. San
José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Petra, A. (2018). Hacia una historia del mundo impreso del comunismo argentino. La editorial Problemas
(1939-1948). En: Granados A. y Rivera Mir, S. Prácticas editoriales y cultura impresa entre
los intelectuales latinoamericanos en el siglo XX. México: El Colegio Mexiquense A. C. y
Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa, 99-126.
Registro Civil (1971). Índice de defunciones por fecha del suceso al 31 de octubre de 1971. San José:
Registro Civil, 9403.
Reyes Pérez, J. C. (2018). Ediciones Era y Siglo XXI de Argentina: la difusión latinoamericana de
la nueva izquierda. En: Granados A. y Rivera Mir, S. Prácticas editoriales y cultura impresa
entre los intelectuales latinoamericanos en el siglo XX. México: El Colegio Mexiquense A. C.
y Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa, 45-70.
Rivera Mir, S. (2018). La difusión del marxismo en tiempos convulsos. Rodrigo García Treviño y
Editorial América (1936-1940). En: Granados A. y Rivera Mir, S. Prácticas editoriales y
cultura impresa entre los intelectuales latinoamericanos en el siglo XX. México: El Colegio
Mexiquense A. C. y Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa, 71-98.
Rojas Mejías, D. (2016). Leer después del 48 y en la Guerra Fría. Críticos literarios, escritores y
Editorial Costa Rica en las construcciones discursivas sobre la literatura costarricense, 1950-
1980. Tesis de Maestría en Historia Aplicada, Universidad Nacional.
Rojas Mejías, D. (2018). La Asociación Libro Libre y la crisis centroamericana. En: Molina Jiménez,
I. y Díaz Arias, D. Ahí me van a matar. Cultura, violencia y Guerra Fría en Costa Rica (1979-
1990). San José: Editorial Universidad Estatal a Distancia, 241-274.
Román Trigo, A. C. (1995). Las nanzas públicas en Costa Rica: metodología y fuentes (1870-1948).
San José: Centro de Investigaciones Históricas de América Central.
Rovira Mas, J. (1982). Estado y política económica en Costa Rica 1948-1970. San José: Editorial Porvenir.
Iván Molina Jiménez • De las imprentas a las editoriales. El caso de Costa Rica (1906-1989) 27
Rovira Mas, J. (1987). Costa Rica en los años ’80. San José: Editorial Porvenir.
Sáenz Elizondo, C. L. (1958). “M. A. Z. y el Centro Intelectual Editor”. Brecha, 2 (6), 23-24.
Sagot Alfaro, W. (1948). Cálculo operacional. San José: Editorial B. A. S.
Sibdi (2020). [http://aleph.sibdi.ucr.ac.cr/F, consultado enero-diciembre, 2020].
Sinabi (2020). [http://catalogo.sinabi.go.cr/janium-bin/busqueda_rapida.pl?Id=20141028103430,
consultado enero-diciembre, 2020].
Sorá, G. (2018). Arnaldo Orla Reynal como empresario socialista. Unidad y diferencias al interior
de Siglo XXI, una editorial de izquierdas y exitosa en el espacio cultural iberoamericano. En:
Granados A. y Rivera Mir, S. Prácticas editoriales y cultura impresa entre los intelectuales
latinoamericanos en el siglo XX. México: El Colegio Mexiquense A. C. y Universidad
Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa, 21-44.
Subercaseaux, B. (2010). Historia del libro en Chile. Desde la colonia hasta el bicentenario, 3a.
edición. Santiago: Editorial LOM.
Trejos Hermanos Librería. (1921). En: Revista de Costa Rica, III (2), 65.
Trejos Solórzano, Juan Diego. (1983). Las políticas de distribución y redistribución del ingreso en
Costa Rica en la década de los años setenta. Divulgación Económica, 24, 1-117.
Vargas Villalta, D. (1971). Impresión y comercio del libro en Costa Rica. Tesis de Licenciatura en
Bibliotecología, Universidad de Costa Rica.
Vega Jiménez, P. (1995). De la imprenta al periódico. Los inicios de la comunicación impresa en Costa
Rica 1821-1850. San José: Editorial Porvenir
Vicente Lines Borrás. (1897, abril 1). El Anunciador Costa-Ricense, p. 2;
WorldCat. (2020). [https://www.worldcat.org/advancedsearch, consultado enero-diciembre, 2020].