Roger Pita Pico • Venezuela en los estertores del dominio español y su relación con las Antillas extranjeras, 1820-1823 17
tanto para los realistas como para los independentistas a excepción del tráco de
armas y pertrechos (AGN, Sección República, Fondo Historia, tomo 7, f. 822r).
Hacia el mes de marzo de 1821, las autoridades españolas asentadas en el
puerto de Carúpano aprovecharon la seguridad que ofrecía esta tregua para sacar
la cosecha de cacao de la costa de Paria y venderla a precios rentables en las Colo-
nias, especialmente, en la isla de San Thomas, donde sería canjeada por productos
de subsistencia para las huestes del ejército de Oriente (AGN, Sección República,
Fondo Historia, tomo 7, f. 787r).
El 6 de junio, poco después de reanudado el ritmo de la guerra tras la ruptura
anticipada de la tregua, La Torre noticó a los almirantes y gobernadores de las islas
antillanas de Jamaica, Martinica, San Thomas, Granada, Trinidad, Curazao, Barbada
y San Bartolomé, la decisión de declarar el estado de bloqueo en los puertos y costas
de las provincias de Maracaibo y Coro que en ese momento estaban en poder de los
republicanos, y con ello la recomendación expresa para que se abstuvieran de socorrer
a estos insurgentes, con efectos de guerra y demás auxilios, pues de lo contrario, sus
bienes serían expuestos a conscación por parte del gobierno español. Igual adver-
tencia se hizo con el gobierno de Estados Unidos. Esta decisión se adoptó en razón de
la experiencia registrada con el suministro de recursos por parte del comercio de aque-
llas islas para el bando republicano, con lo cual, pudieron conquistar la capital Caracas
y el puerto de La Guaira (ACH, Fondo La Torre, tomo XXVI, pp. 167- 168). El 29 de
julio se amplió el bloqueo en esta plaza y, además de esto, el comandante de la marina
española en Puerto Cabello pidió extender esa medida restrictiva hacia la boca del río
Orinoco y a la isla de Margarita, tal como lo había impuesto el general Pablo Morillo
el 16 de agosto de 1817, esto con el n de evitar futuras reclamaciones que pudieran
comprometer la alianza y buena amistad con los gobiernos de aquellas islas extranjeras
(ACH, Fondo La Torre, tomo XIX, p. 307; tomo XXXII, pp. 77-78).
Hacia el mes de agosto, el general La Torre dio vía libre para la entrada de
la fragata Mercurio que llevaba, desde Curazao, varios emigrados de regreso a La
Guaira pero con el compromiso de que no llevaran productos porque, de lo contrario,
serían apresados. Este condicionamiento no le agradó al gobernador de la isla, Pablo
Rodolfo Cantzlaar, pues consideraba que aquellas mercancías habían sido comerciali-
zadas durante el tiempo en que estaba en vigencia el gobierno español y, por lo tanto,
se habían pagado los derechos respectivos. Por todo esto, creía legítimo el retorno sin
ninguna restricción de estos cargamentos pertenecientes a los súbditos de los Países
Bajos (ACH, Fondo La Torre, tomo XII, pp. 473-481; tomo XXVI, p. 186).
Desde luego, esta clase de barreras comerciales socavaba notoriamente los inte-
reses económicos de las islas caribeñas y por ello sus gobernantes buscaron la forma
de que se estipularan excepciones y algunos favorecimientos especiales para que no se
viera truncado el ujo mercantil. El 10 de septiembre de 1821, el gobernador Cantzlaar
pidió a La Torre que permitiera a los súbditos del Reino de los Países Bajos, residentes
en la isla, continuar el comercio con los habitantes de Costa Firme en los puertos
bloqueados, en especial con La Guaira. La Torre reiteró el legítimo derecho que le