Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-35. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica8
En las siguientes páginas se analizarán las disputas eclesiásticas entre San
Salvador y Guatemala a partir de la noción del obispo como magistratus con iurisdictio
en un territorio determinado. El poder jurisdiccional del obispo era público y legítimo
(Chiquín, 2019; Mazín, 2017; Vallejo, 1998). Entender así la función episcopal es la
clave para comprender la terquedad de San Salvador por tener diócesis en su territorio.
A partir de la diferencia entre el territorio en sentido canónico espiritual y en sentido
secular, Viana (2002) arma que la “alteración de los límites o dominios temporales no
debe llevar consigo necesariamente la modicación canónica de las circunscripciones”
(p.51). En una situación como esta se veía El Salvador después de la independencia.
Tras su demarcación territorial y denición como estado de la Federación de Centroa-
mérica, la iglesia no estaba obligada a cambiar circunscripciones. Pero para un estado
incipiente como El Salvador, con una rivalidad comercial y política bien marcada con
la antigua metrópoli, y con la convicción de tener solvencia para sostener nanciera-
mente su propia diócesis, que el territorio estatal dependiera en lo eclesial de Guate-
mala era un grave problema de soberanía (Herrera, 2005).
Hacia 1822, la Diócesis de Comayagua (Honduras) estaba con sede vacante
desde 1820. Tres años después (1825) la Diócesis de León (Nicaragua), de quien
dependía eclesiásticamente el Estado de Costa Rica, también quedaría con sede vacante,
situación que se resolvería con los años (Costa Rica obtendría su propia diócesis hasta
el 28 de febrero de 1850). El Estado del Salvador, como ya se advirtió, estaba sujeto a
Guatemala. Las vicarías pertenecientes a la Iglesia Metropolitana estaban distribuidas
de la siguiente manera: por el Estado de Guatemala, además de los curatos de la capital
y de las doctrinas de Santo Domingo, San Francisco y Nuestra Señora de la Merced, las
siguientes vicarías: (1) Antigua Guatemala, (2) Sacatepéquez, (3) Chimaltenango, (4)
Chiquimula de la Sierra, (5) San Agustín de la Real Corona, (6) Mita, (7) Escuintla, (8)
Guazacapán, (9) Suchitepéquez, (10) Totonicapán, (11) Atitlán, (12) Huehuetenango;
por el Estado del Salvador las siguientes vicarías: (1) San Salvador, (2) San Miguel,
(3) San Vicente, (4) Sonsonate, (5) Santa Ana Grande (Juarros, 1981, pp.58-62). Estos
son los territorios eclesiásticos que reclamaría el Estado del Salvador para conformar
su propia diócesis. Hacia 1842 hacían un total de 54 parroquias.
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A nales del siglo XVIII, la Alcaldía Mayor de Sonsonate y la Intendencia de
San Salvador, provincias que conformaron el Estado del Salvador, sumaban 161,035
pobladores (Sonsonate: 8,189 españoles y ladinos, y 16,495 indios; San Salvador:
69,836 españoles y ladinos, y 66,515 indios) (Barón, 2002, p. 236). En términos
nancieros, la Intendencia de San Salvador fue muy importante para el obispado
de Guatemala. Esta provincia proporcionaba entre el 40% y el 60% del total de los
diezmos a inicios del XIX (Belaubre, 2005, p. 111). A manera de ejemplo, en 1817,
solo la Provincia de San Salvador remitió en total 41,512 pesos, las otras provincias
no superaban los 9,000 pesos (Herrera, 2012, p. 341). Esto suele señalarse como una
razón para no aceptar el desmembramiento de San Salvador en una nueva diócesis.
En gran medida, la riqueza económica de la Intendencia de San Salvador se debió al
éxito en la producción del añil (Fernández, 2003).