Diálogos Revista Electrónica de Historia, 23(1): 1-40. Enero-junio, 2022. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica22
En Sonsonate, los apellidos de ciudadanos activos del período colonial tardío como
Villavicencio, Mencía, Rivas, Vega, Zea, y Orantes, entre otros, no solo continuaron,
sino que ocuparon una plaza importante dentro de los votantes y electores hasta bien
entrados en la década de 1830 (Sonsonate, 1821-1839, AMS).
Estos ejemplos especícos, aunque convincentes, plantean tantas preguntas
como respuestas. Los casos analizados provienen principalmente de antiguas capitales
de distrito y las preguntas que resta responder son si en las ciudades más pequeñas
siguieron patrones similares o, si por el contrario, cambiaron los patrones en países
con poblaciones indígenas más importantes que en estas ciudades ladinas o mestizas.
Al menos un historiador guatemalteco, Julio César Pinto Soria, ha argumentado que
las élites usaron el liberalismo para destruir la red de pueblos indígenas y su sistema
de justicia interna; que los indios eran reacios a los consejos municipales elegidos
porque cortaron su poder; y que la igualdad política y jurídica ofrecida por las cons-
tituciones fue una “igualdad cticia” que las clases populares inmediatamente advir-
tieron y rechazaron (Pinto, 1997, pp. 5-6,23-27). La insistencia del proyecto liberal
en la “ladinización”, o hispanización, de los pueblos indígenas incluyó al régimen de
Mariano Gálvez en Guatemala, que insistió en 1835 en el Estatuto de la Instrucción
Primaria, del 31 de agosto de 1835 (Art. 67), que un indígena que no usara zapatos,
una camisa con cuello, pantalones largos y un sombrero, no podría servir de regidor,
alcalde, síndico o “ni otro alguno de la parroquia” (en Pinto, 1997, 13, n.21).
Cierta evidencia sustancial sugiere, al contrario de lo armado arriba, que
los consejos de pueblos indígenas no solo continuaron reuniéndose, sino que inu-
yeron en las políticas. El estudio de Sonia Alda Mejías (2004a) sobre los cabildos
indígenas sostiene que, lejos de ser reaccionarias, las comunidades indígenas
se adaptaron al sistema y también adoptaron nuevas instituciones políticas para
lograr sus propios nes (pp.125-152,140,145-149). Por ejemplo, el sistema cons-
titucional ofreció la oportunidad a los macehuales, o miembros de la comunidad,
de presentarse y ganar las elecciones municipales, a veces yendo en contra de los
principales, es decir, las élites que habían monopolizado las instituciones locales
lo largo del período colonial (Alda, 2002, 2004b, pp.125-152,140,145-149). Los
legisladores eran conscientes de las preocupaciones por la posible privación del
derecho de voto de los plebeyos indígenas, aunque no estaban necesariamente
facultados para impedir que se siguieran utilizando las “distinciones” tradicionales
como criterio para las elecciones de “empleos consejiles” (Córdova en Asamblea
Nacional Constituyente, 1824, f.24)
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Por lo tanto, otra manera de analizar el proceso electoral no solo son las rela-
ciones entre las comunidades indígenas y el Estado, un tema de frecuente interés
para los y las historiadoras, sino como muestran Alda Mejías (2002) y Grandin
(1997, pp.211-243, 216-229), la apropiación intercomunitaria de nuevas formas
políticas para abordar las disparidades a nivel local. Además, como Taracena Arriola
demuestra, algunas comunidades indígenas supieron inuir en sus organismos
representativos, tanto en el contexto nacional como en el estatal. En 1838, cuando