
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 22(2): 1-5. Julio-diciembre, 2021. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica4
como antesala de la política, lo cual coloca los estudios literarios en otro nivel en la
discusión pública. Me parece fascinante ese posicionamiento.
El tercer capítulo está dedicado a la generación del 40. Estos autores avan-
zaron más en la identicación de la pobreza y sus causas, pero también tuvieron más
imaginación para plantear posibles salidas a las desigualdades sociales. Cubillo anota
que, con modos distintos de escritura ccional y diferentes estrategias textuales, esos
autores no perdieron de vista su propósito de denunciar las desigualdades sociales
y lograron incorporar personajes antes desaparecidos, espacios geográcos igno-
rados y, con eso, armaron un compromiso político con su escritura (p. 190). La
autora señala: “la literatura de la generación del 40 se convierte en una práctica
social concienciadora y, en muchos sentidos, educativa o formativa, pues se propone
lograr que el proletariado conozca sus derechos civiles y laborales, y que aprenda a
defenderlos” (p. 191). Cubillo descubre una asociación directa entre los contenidos
fundamentales del Programa Mínimo del Partido Comunista de Costa Rica y las
temáticas, propuestas y denuncias que los escritores de esta generación expusieron
en sus obras de cción. Aparecen en esta generación dos vértices opuestos en el estilo
de creación: uno, bien representado por Carlos Luis Fallas Sibaja, autor proletario
que retrataba en sus obras la realidad tal cual la percibía; y el otro vértice, expuesto
por Joaquín Gutiérrez, autor que intentó innovar en el canon literario y literaturizar
la literatura costarricense, sin dejar de lado la denuncia social. Ciertamente, como
lo deja en claro la autora, la novela La ruta de su evasión de Yolanda Oreamuno ya
no estaba en ninguno de esos vértices, pues rompió de tajo con ellos al construir una
literatura intimista y psicológica. Ahora bien, la salida que estos autores encontraron
a la pobreza radicó en alcanzar una conciencia social que les permitiera asaltar las
desigualdades a partir de una intervención en sus raíces, por lo que propusieron ya no
solo políticas de Estado, sino cambiar el Estado desde sus entrañas.
Por lo indicado, este nuevo libro de Ruth Cubillo Paniagua representa una
ruptura en los estudios literarios costarricenses. Su contribución no radica solo en
el rompimiento del punto de lectura de la cción producida entre 1890 y 1950,
sino en que ese posicionamiento le permite desentrañar las vías legitimatorias de la
desigualdad social en Costa Rica y las estrategias con que la literatura contribuyó
a recrear la particularidad costarricense en ese mundo desigual. Cubillo, además,
reposiciona los estudios literarios para advertir en ellos dos elementos centrales que
pudieron repercutir en políticas públicas determinadas: por un lado, una sensibilidad
aguzada y cambiante sobre el tema de la pobreza que hizo a los autores transformar
sus acercamientos para denunciarla y, a la vez, redimir la culpa nacional sobre ella
y, por el otro lado, gracias a esa nueva sensibilidad literaria, la literatura actuó como
antesala de la política. Con eso, Cubillo responde directa y contundentemente a
quienes preguntan: bueno, ¿y para qué sirve la literatura además de entretener?
Este libro de Cubillo es, además, fundamental para la Costa Rica de la actua-
lidad. La desigualdad es uno de los problemas que más aquejan ahora al país, pero
casi no se le presta atención ni está en la agenda inmediata de la política o la prensa.