Diálogos Revista Electrónica de Historia, 23(1): 1-5. Enero-junio, 2022. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica22
podría ocurrir en el pequeño país del trópico si la juventud se desbandaba. Chaves
también comienza aquí su intento por mostrar los trabajos de la memoria, al explicar
por qué algunos muchachos que participaron en las protestas de Alcoa, en abril de
1970, relacionaron ese acontecimiento con la rebelión juvenil global de 1968, como
si el movimiento juvenil nacional fuera consecuencia de su homólogo mundial. El
autor, en cambio, muestra que, entre 1968 y 1969, el movimiento estudiantil univer-
sitario llevó adelante acciones de protesta contra presencias simbólicas del imperia-
lismo estadounidense en Costa Rica, o contra nuevas instituciones que competían de
frente con la formación de profesionales en la Universidad de Costa Rica, y que esas
protestas se canalizaron siempre por medios pacícos y ordenados. En ese sentido,
el ’68 costarricense fue un movimiento respetuoso de la cultura institucional y de
las jerarquías culturales. Esta primera parte del libro cierra con un rastreo de los
orígenes del proyecto de explotación de bauxita en Costa Rica, de los posiciona-
mientos políticos al respecto y, lo más importante, de cómo los jóvenes comenzaron
a desarrollar una labor de hormiga en la lectura y denuncia de lo que el contrato con
la Alcoa signicaba.
La segunda parte está formada por cuatro capítulos en los cuales se aborda,
en profundidad y en el día a día, las acciones juveniles contra la aprobación de los
contratos en la Asamblea Legislativa. Como tomado de la mano, el lector transita en
estas páginas por los días de organización y protesta contra Alcoa. Es una sección de
arte puntillista la que se desarrolla: se encuentran en ella los muchachos y mucha-
chas, su vocabulario, sus símbolos, sus héroes, sus anti-héroes, sus luchas por espa-
cios propios y públicos, sus anhelos, sus deseos, sus utopías, sus sudores y los signos
de una generación en nacimiento. Las luchas contra Alcoa quedan retratadas en estos
capítulos no como acciones organizadas por estudiantes rebeldes, sino como batallas
de una juventud que encontraba el tiempo para manifestar su identidad. El cincel con
que se esculpió esa identidad estaba accionado por la mano de un lenguaje patrió-
tico, pero también por el brazo que alentaba el enfrentamiento con la policía, los
diputados y la institucionalidad democrática costarricense. Chaves profundiza en
esos sentidos contextuales, devela las formas por medio de las cuales los jóvenes se
inventaron como generación y revuelve las memorias posteriores para identicar en
ellas otro tipo de invenciones de lo que fue, y no fue, aquella jornada de protestas.
Es en estos capítulos donde el autor debe de confrontar los cientos de recuerdos
reelaborados después de 1970 con la documentación generada en aquel momento,
de forma que se pueda separar la historia de la memoria. Esta sección naliza con
las primeras iniciativas de conmemoración de las jornadas contra los contratos de
Alcoa, para mostrar que la generación que acuñó las protestas tenía muy claro que el
capital simbólico que había ganado con ellas podía servirle para demarcar un antes
y un después, con ellos en el centro, de la historia de Costa Rica. Es posible que sea
este el momento real donde comenzó a dejar de operar la historia y se enquistaron las
prácticas mnemotécnicas que alteraron, para bien y para mal, el abordaje del pasado
reciente. Los jóvenes se autorepresentaron como una generación gloriosa, como