Diálogos Revista Electrónica de Historia, 23(2): 1-31. Julio-diciembre, 2022. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica20
Se trataba entonces de una conguración sensible de comunidad que tomaba
en cuenta a quienes históricamente no habían sido considerados, ni escuchados.
Sujetos invisibilizados y subarternizados.
Si se observan los Cuadernos de Arte, se encuentra que la discusión en torno
a una estrategia cultural tenía distintas miradas, así por ejemplo, para Mario Carreño
la labor del artista en una sociedad que comenzaba a ser socialista era darse cuenta
objetivamente de las necesidades especícas del momento que estaban viviendo, por
tanto, para él, en un momento revolucionario, lo más importante era la “claridad del
mensaje al pueblo” (Mellado [editor], 1997, p. 38). Carreño sostenía una distinción
entre una pintura revolucionaria y una pintura para la revolución: “Yo estimo que
una pintura revolucionaria es aquella que ha creado un lenguaje formal, un lenguaje
que le ha dado una independencia, y una pintura para la revolución es aquella que
necesita hacer el artista como acto útil para la revolución” (Aguiló, 1983, p. 35).
Por su parte, Aldo Pellegrini, en relación con el punto dos de las estrategias
arriba planteadas, sostiene de forma tajante que con respecto al “deber hacer” del
artista en la sociedad de la época, en ningún caso habría que preguntárselo al pueblo,
porque para Pellegrini el pueblo estaba marginado de la cultura, por lo tanto ese
era, justamente, uno de los problema que la sociedad socialista debía reparar, en
sus palabras: “La sociedad socialista tiene que incorporar el pueblo a la cultura, no
marginar toda la cultura para estar al nivel del pueblo” (Mellado [editor], 1997, p. 42).
Opiniones como esta, denotan dos problemas complejos; primero, un concepto de
cultura limitado, Pellegrini parece ignorar la cultura propia del pueblo, la que no
viene de afuera, ni a la que se accede, sino que está ahí, porque existe tejido social
que expresa la vida y las relaciones de una comunidad. Y segundo, pareciera no reco-
nocer el carácter plural y popular de la cultura, manifestando un desconocimiento
absoluto de los territorios populares.
Por otro lado, Rojas Mix ve que la revolución cultural propia del socialismo,
“libera al hombre de todo lo que son las necesidades de consumo y de todo lo que signi-
ca la enajenación del trabajo” (Mellado [editor], 1997, p. 47). Pero esto no signica,
necesariamente, que desaparezca la enajenación cultural, que existe para la sociedad en
general (pueblo, artistas, etc.); por lo tanto, para Rojas Mix esa es la batalla del artista:
terminar con tal enajenación. La cual podría comenzar por la toma de conciencia de
la enajenación producida, sobre todo, por las estrategias de consumo del capitalismo,
el imperialismo y la dependencia cultural, que entienden la cultura como un bien de
consumo en desmedro de las expresiones de la vida en comunidad y todo lo que ello
signica, sobre todo en las formas en que se descifra un mundo común y se tejen sus
relaciones, las que son dinamitadas por tales estrategias hegemónicas.
En relación con este punto, los artistas hacen un diagnóstico claro sobre los
principales elementos en los que se basa el capitalismo para su estrategia opresora
en el ámbito cultural, con énfasis en el campo de las artes plásticas. En primer lugar,
señalaban la educación -pública o privada- como un órgano que, bajo una aparente
objetividad cientíca, desgura y altera la consciencia de la realidad. También acusaban