Diálogos Revista Electrónica de Historia, 23(1): 1-8. Enero-junio, 2022. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica4
En estas se maniesta la tendencia a lo que se podría denominar como “neo-
caudillismo”, evidenciado por el “Pacto Figueres-Calderón” de 1995, entre los hijos
de expresidentes que impulsaron: uno, las reformas sociales de la década de 1940
(Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia), y el otro, (José Figueres Ferrer, líder vencedor
de la Guerra Civil de 1948) la “Segunda República”; en el “pacto neoliberal” también
participó la Iglesia Católica. En ambos periodos se promueve la preeminencia del
Mercado sobre el Estado, pero no se debate abiertamente sobre cuáles son los límites
del mercado, como ha planteado Paul de Grawe (2017), para quien la vieja discu-
sión entre “Mercado o Estado” ya resulta obsoleta, pero en el caso costarricense
sigue siendo un eje central del proyecto reformista neoliberal. En aquel momento
histórico, si bien algunos miembros de la elite neoliberal presentaban su proyecto
como basado en la “ciencia económica”, es claro que se empieza a generar el ocaso
de la “meritocracia neoliberal” para dar paso al surgimiento de la “tecnocracia neoli-
beral”, como la denomina Díaz. Por lo tanto, empiezan a surgir los “vendedores
de prosperidad”, término aportado por Paul Krugman (1994), es decir, un grupo
de personas, economistas o no, que venden recetas de prosperidad en los medios
de comunicación y, que continúan haciéndolo, insistiendo en tesis que la evidencia
empírica, en múltiples ocasiones, no ha refrendado. La elite neoliberal se transformó
en altamente transnacionalizada, con rasgos más egoístas, menos progresista, por
lo que se podría interpretar que en esa coyuntura se dio una especie de “rebelión
de las elites”, como identicó Christopher Lasch (1996) para el caso de los Estados
Unidos. A pesar de esto, se presentaron, y se presentan, como los promotores del
bien común, aunque con una idea de “bien común” sesgada por el punto de vista del
empresariado, con connotaciones liberal-individualistas y hasta con rasgos de darwi-
nismo social. En esta concepción se ataca fuertemente al Estado social y se instru-
mentaliza el Estado de derecho, porque la reforma no se circunscribe solo al ámbito
económico, sino que se va ampliando al ámbito de la democracia (Viales Hurtado,
Pallavicini Campos, y Vargas Céspedes, 2011), de la justicia laboral (Viales Hurtado
y Díaz Arias, 2018; Castro Méndez, 2021) y de la educación (Molina Jiménez, 2016),
pero también de la banca, del mercado de trabajo y la informalidad, de la salud, de la
justicia, de la energía, de la ruralidad y la seguridad alimentaria y nutricional (Viales
Hurtado y Granados Carvajal, 2020), de la ciencia, la tecnología y la innovación
(Viales Hurtado, Sáenz Leandro, y Garita Mondragón, 2021), de la cultura, entre
otros ámbitos, sin superar las grandes contradicciones de la democracia delegativa,
como planteó Guillermo O’Donnell (1994), ni de la opinión “publicada”, donde cada
vez nos sentimos más alejados de los ámbitos de la toma de decisiones.
En el sentido anterior, privatización y reforma del Estado, con una profunda
raíz ideológica anti estatista, se han convertido en las banderas principales del movi-
miento neoliberal, movimiento porque sus las se empiezan a engrosar con nuevas
personas que, posteriormente, se convertirán en la “nueva clase política” del país,
pero que, en la práctica, siguen los criterios hegemónicos emanados desde otros