Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
11Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(1): 1-31. Enero-junio, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
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11Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(1): 1-31. Enero-junio, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica
DOI 10.15517/dre.v24i1.51158
SIGNIFICADOS E IMÁGENES SOBRE EL DISCURSO
POLÍTICO DEL LIBERALISMO Y CONSERVADURISMO
EN LA COSTA RICA LIBERAL (1889-1914)
Juan Alberto Gómez Solano
Resumen
El artículo expone acerca del conjunto de signicados y representaciones
sociales que se conformaron alrededor de la discusión de los conceptos liberal-
conservador para el caso costarricense, durante el ocaso del siglo XIX, y, los
primeros años del siglo XX que estuvieron marcados por un ambiente político-
electoral y sociocultural convulso y desigual dentro de la sociedad costarricense.
Lo anterior, debido a tensiones que surgieron entre liberales y sectores populares
conservadores que se encontraban acuerpados por la Iglesia católica. El texto
desarrolla en una primera parte, una mirada breve en torno a los orígenes teóricos
de ambas nociones y su evolución en el tiempo durante el siglo XIX para el caso
costarricense. Posteriormente, se profundiza sobre los alcances de la discusión
liberal-conservadora en las postrimerías del siglo XIX y los albores del siglo XX.
Palabras claves: Liberales, Conservadores, Representaciones, Conceptos, Discusión
Fecha de recepción: 7 de mayo de 2022 Fecha de aceptación: 9 de setiembre de 2022
Juan Alberto Gómez Solano, Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Geógrafo
y estudiante de la Maestría en Historia (UCR). Correo:
ORCID: 0000-0001-8427-2385
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MEANINGS AND IMAGES ON THE POLITICAL
DISCOURSE OF LIBERALISM AND
CONSERVATISM IN LIBERAL COSTA RICA
(1889-1914)
Abstract
The article presents the set of meanings and social representations that were
formed around the discussion of the liberal-conservative concepts for the Costa
Rican case, during the twilight of the nineteenth century and the early twentieth
century, which were marked by a convulsive and unequal political-electoral and
sociocultural environment within Costa Rican society. This was due to tensions
that arose between liberals and conservative popular sectors that were supported
by the Catholic Church. The rst part of the text develops a brief overview of the
theoretical origins of both notions and their evolution over time during the 19th
century in the Costa Rican case. Subsequently, it delves into the scope of the
liberal-conservative discussion in the late nineteenth century and the dawn of the
twentieth century.
Keywords: Liberals, Conservatives, Representations, Concepts, Discussion
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 33
INTRODUCCIÓN
La década de 1890 y en particular las contiendas electorales de 1889 y 1890-
1894 signicaron un periodo muy fértil para conformar la consolidación del discurso
del liberalismo como referente y del conservadurismo como contrareferente en el
imaginario político costarricense y que, a su vez, facilitó la elaboración clara en
torno a las representaciones sociales y grupos sociales que referían a ambas posturas
políticas. Este artículo se propone, por un lado, determinar ¿cómo se denían y
representaban las nociones liberal-conservador en la Costa Rica liberal de nes del
siglo XIX y principios del siglo XX? Y, por otro lado, contribuir con aportar a una
temática que, para el caso costarricense, ha sido poco estudiada. En concordancia
con lo anterior, el concepto de representación social resulta clave para la temática
que ocupa en el presente artículo. Esto por cuanto remite al conocimiento de sentido
común que debe ser difundido socialmente y compartido a partir del intercambio
de comunicaciones que se originan dentro de los grupos sociales y su entorno,
propiciando así un sentido y carácter simbólico (imágenes) que son interiorizadas
por el individuo y sociedad (Mora, 2002).
El apogeo de la discusión teórico conceptual respecto a lo liberal y
conservador para el caso costarricense, acontece en las postrimerías del siglo XIX
e inicios del siglo XX. No obstante, el desarrollo de ambos conceptos responde a
un largo proceso de signicados que fueron perlando y adjudicándose a ambos
términos a lo largo del siglo XIX. De manera que, resulta pertinente desarrollar,
primeramente, una breve exposición de los orígenes teóricos del liberalismo y
conservadurismo con su consecuente desenvolvimiento en la Costa Rica de aquella
época. Posteriormente, enlazar con el contexto histórico de reformas liberales y
coyuntura electoral que resultan fundamentales para el estudio y el abordaje de las
imágenes y signicados referidos en torno a lo liberal y conservador en la Costa
Rica liberal. Metodológicamente, el texto recurre a técnicas tales como el análisis de
discurso y análisis multimodal de relacionar texto-imágenes (Borges, 2011) apoyado
de forma secundaria por el uso de cartografía histórica. El cuerpo de fuentes responde
a documentos provenientes del Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR), el Archivo
Histórico Arquidiocesano Bernardo Augusto Thiel (AHABAT), “diarios nacionales”
y regionales, revistas provenientes del Sistema Nacional de Bibliotecas (SINABI), y
se suma, la utilización de material bibliográco secundario.
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ENTRE EL “PASADO” Y LAS LUCES”: UNA MIRADA
INICIAL SOBRE LOS ORÍGENES Y “PRIMEROS PASOS”
EN TORNO AL LIBERALISMO Y CONSERVADURISMO
PARA EL CASO COSTARRICENSE
Para comprender la dinámica y la evolución de la discusión liberal-
conservadora hacia nales del siglo XIX, resulta necesario rastrear, por una parte, los
orígenes teóricos de ambos conceptos. Por otra parte, trazar la evolución, signicados
y representaciones que se conformaron paulatinamente en el tiempo sobre lo referido
como liberal y conservador. Para Costa Rica, el apogeo de la discusión de una y otra
postura política aconteció para nales de la década de 1880. Particularmente, la
coyuntura electoral de las elecciones de 1889 y 1894 se constituyen en un periodo
muy fértil para el estudio conceptual de las nociones “liberal” y conservador”. En
efecto, siguiendo a Molina (2015), el desgaste y desencanto hacia los políticos
liberales por una parte debido al juego de alianzas entre los distintos grupos de la
burguesía cafetalera para controlar la presidencia de la República, y, por otra parte,
la ejecución del proceso de reformas liberales que se pusieron en marcha desde la
década de 1870 con la intención de desarrollar materialmente los pueblos, secularizar
a la población costarricense y denir los espacios de acción y roles a cumplir por
parte del Estado y la Iglesia católica, fueron aspectos claves para alimentar dentro
de la sociedad costarricense los discursos, imágenes y grupos asociados respecto al
liberalismo y conservadurismo.
Al trazar un vínculo con los orígenes teóricos de ambos conceptos, se evidencia
que, por un lado, en una primera etapa al menos desde la coyuntura independista
(1821) hacia el nal de administración de Tomás Guardia (1882), el liberalismo
costarricense mostró una anidad con el discurso reformista, benevolente y altruista
de la doctrina liberal que surgió previo al estallido de la Revolución francesa
(1788) e inicios del siglo XIX, por cuanto, las naciones debían buscar el anhelado
“progreso” siguiendo un marco de liberalidad, benecencia, justicia, libertad y
concordia (Vázquez, 2014, p. 147-148). De hecho, es interesante que se encuentran
registros del alcance de este signicado del concepto liberal/liberalismo por ejemplo,
en momentos como la pérdida de la capitalidad por parte de Cartago frente a San
José. En el contexto del nuevo orden político trazado por los josenos, se aprecia
cómo desde la mirada cartaginesa lo que hubiese sido considerado como “justo,
benéco y afín al sagrado nombre de liberal y patriótico” era que Cartago continuase
manteniendo sus “antiguos derechos como capital” (Iglesias, 1902, p. 323-331). Este
discurso es relevante en la discusión liberal-conservadora porque si se conecta al
génesis de lo “conservador”, se observa una concordancia con el alcance conceptual
de este término, el cual aboga por defender, preservar y mantener vigente lo legado
desde antaño; es decir, viejos órdenes políticos, instituciones, sociedades, religiones
y tradiciones como parte de un movimiento anti-ilustración debido al surgimiento del
liberalismo (Pemberty, 2011, p. 34). En ese sentido, el vocabulario expresado por las
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 55
autoridades cartaginesas si bien maniesta un reconocimiento y aplicación temprana
del signicado sobre lo liberal, asimismo, de forma oculta reeja una identicación
con el ser conservador, en este caso, el expresar un malestar por el cambio del viejo
orden político legado desde el periodo colonial.
Ahora bien, en Costa Rica es importante manifestar que el éxito de la difusión
de la variante reformista del liberalismo y su dominancia en el país hasta bien
entrado el siglo XIX, se debió a que a diferencia de otras naciones como Guatemala,
no existió un brazo militar coercitivo, ni una economía rural de clases polarizadas
para potenciar revueltas agrarias que permitiesen consolidar tempranamente una
facción conservadora formada por miembros del clero, comerciantes y sectores
populares (Mahoney, 2001, p. 142-163). A lo anterior también debe sumarse del
señalamiento en la prensa de la inexistencia de una cultura de partidos políticos
que generó un discurso sobre el poco eco en el país sobre esa “música de liberales
y conservadores” a diferencia de otros países latinoamericanos (El Costarricense,
28 de octubre de 1874, p.2). De hecho, la lucha partidaria en el país se encuentra
dormida hasta los comicios de 1889 por la hasta entonces poca participación popular
en elecciones que predominó desde 1850 y hasta inicios de los años ochenta; ésta
fue cambiando por el engrosamiento del padrón electoral y la inclusión política de
los sectores populares (Molina, 2001). Este escenario invita a preguntarse ¿en qué
momento se fue paulatinamente gestando el despertar de un activo diálogo en torno
a las nociones y representaciones sobre el liberalismo/conservadurismo para Costa
Rica? La respuesta parece rastrearse desde mediados de la década de 1870 con el
surgimiento la variante del “liberalismo radical”, la crítica de sectores populares y
la Iglesia católica por la “deicación de la razón humana”, los constantes ataques
a la Iglesia católica, el catolicismo y grupos religiosos, como, además, del empuje
que empezó a tener sobre la sociedad costarricense la “moda liberal” y el deseo por
establecer límites de injerencia en las relaciones Iglesia católica-Estado.
El proceso de reformas iniciado por los liberales comenzó a generar un
descontento popular por la creciente sensación de pérdida del lugar privilegiado que
venía ostentando la Iglesia católica desde la colonia y que, en los diarios costarricenses,
propició artículos de protesta donde individuos particulares manifestaban su
disconformidad. Por ejemplo, se le criticaba a la “prensa reformadora y liberal” su
supuesto derecho de imponer sus creencias como infalibles siendo el “progreso” la
retórica a obedecer. De hecho, fue surgiendo una incomodidad dentro de los sectores
populares debido a que, desde su perspectiva, los liberales estaban estableciendo un
nuevo orden “bárbaro” que deicaba a la razón humana y establecía, asimismo, un
fuerte cambio en la sociedad civil que era discordante con la cosmovisión tradicional
difundida por la Iglesia católica (El Ferrocarril, 6 de abril de 1872, p. 4).
De lo anterior, es de señalar que la publicación del documento del Syllabus
elaborado por el papa Pío IX en 1864 que externa sobre 80 puntos donde la Iglesia
católica comunicaba a la sociedad de los peligros que traía consigo la modernidad
(Doctrina Ponticia, 1864, p. 27-42), fue un punto de partida para contribuir con
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una reacción conservadora proveniente de sectores populares y el clero. En efecto,
posiblemente, el carácter pragmático del Syllabus en defender la posición privilegiada
de Iglesia católica en los pueblos, determinó la propensión del desarrollo de un
ambiente de tensión y discusión. Además, desde la década de 1850 y hasta mediados
de los años setenta, la participación del intelectual liberal Lorenzo Montúfar dentro de
las las del gobierno de Costa Rica y también a nivel centroamericano le signicó ser
individuo polémico, blanco de críticas de defensores del catolicismo (El Ferrocarril,
6 de noviembre de 1874) y ser catalogado como un “papa político y centroamericano
rojo”. Esto a causa de su verbo claramente militante hacia el liberalismo y su aversión
hacia los políticos conservadores, las posiciones del catolicismo y organizaciones
religiosas como los jesuitas de la Compañía de Jesús (Acuña, 2006, p. 29-59), con
publicaciones en diarios nacionales y documentos donde discutía con los jesuitas
(Marín, 2011). Este panorama da luces para comprender del porqué en contextos
vecinales como sucede en Cartago con el periplo de los jesuitas a partir de 1876 y
hasta 1884, permitió que en la prensa intelectuales de la época como un articulista
de Aguacaliente de Cartago bajo el seudónimo Job Serenés, expresara que Costa
Rica estaba iniciando una nueva etapa histórica regida por un naciente “liberalismo
revolucionario” (radical), cuyo primer representante era el Dr. Montúfar y sus
seguidores, generando así, el n del liberalismo reformista legado desde los tiempos
de independencia y dando inicio al desarrollo de la conformación de los partidos
revolucionario y conservador (El Costarricense, 20 de julio de 1876, p. 3-4). Ahora
bien, el escenario descrito por “Serenés”, es destacable porque marca un antecedente
de cómo en torno a los sectores populares y la Iglesia católica se fue conformando
un léxico para referirse a estos grupos tildados de conservadores por la prensa
liberal como “supersticiosos, fanáticos, oscurantistas y retrógrados”. Asimismo,
como contraparte, hacia los liberales se empezó a desarrollar un vocabulario que
los calicaba de “sectarios, masones, protestantes” (El Ferrocarril, 14 de diciembre
de 1874, p. 2-3) que conformaban a la “Bruja Liberal” que tenía como n quitarle
la inuencia de la Iglesia católica y su clero llevando a los costarricenses por los
caminos de la libertad de enseñanza, la incredulidad, el vicio, el sensualismo y la
desmoralización de las familias (El Ferrocarril, 7 de febrero de 1875, p. 2-3).
La llegada del obispo Bernardo Augusto Thiel en 1880, fue fortaleciendo el
desencanto frente al liberalismo y la “moda liberal”, que, según el prelado, como
sistema político, buscaba “destruir todo lo establecido para implementar en su
lugar un caos de reglamentos nuevos, en su mayor parte impracticables, odiosos
y destructores” (AHABAT, Fondo Diocesano, V Carta Pastoral, 1883, p. 2-3). En
concreto, puntualmente respecto a cambiar el “status quo” de la relación antiquísima
entre el Estado y la Iglesia católica, reformar la religión y bajo la gura de un “Dios-
Estado” que rigiera la vida de las personas. Esta visualización del obispo respecto
las circunstancias que estaban sucediendo en el acontecer nacional, terminó por
agravarse con la divulgación de reformas de corte anticlerical en julio de 1884 y que,
decididamente, facilitó una fuerte polarización político-religiosa en la sociedad por
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 77
lo que resta del siglo XIX. A partir del inicio de 1885, la prensa escrita se empeñó
en exaltar los efectos de las reformas liberales de julio de 1884; especícamente
de los cambios a nivel de la secularización de cementerios, el matrimonio civil, el
planeamiento de la enseñanza laica y la independencia entre la Iglesia y el Estado.
Estos hechos y los cambios desarrollados en la política electoral a partir de 1885 con
una mayor participación e inscripción de los diferentes sectores de la sociedad en la
celebración de votaciones (Molina, 2015), resultan primordiales para que en un marco
de facciones de liberales por un lado, y políticos excluidos, sectores populares y el
clero por otro, se proporcionara el espacio necesario de crítica y descontento para dar
con una denición clara y consolidada de los signicados y representaciones de lo
liberal y lo conservador. Lo expresado, debido a que particularmente, el término del
conservadurismo se encontraba al menos oculto o poco visible dentro del imaginario
político costarricense a diferencia del liberalismo.
AÑOS CONVULSOS PERO FÉRTILES: HACIA UNA
CONSOLIDACIÓN EN MATERIA DISCURSIVA RESPECTO A
LOS SIGNIFICADOS Y REPRESENTACIONES SOCIALES DE
LO REFERIDO COMO “LIBERAL” Y “CONSERVADOR” EN
EL IMAGINARIO POLÍTICO COSTARRICENSE (1889-1900)
Hacia el nal de la década de 1880, era claro que en la sociedad costarricense se
había acumulado una fuerte tensión que involucraba a todos los sectores de sociedad;
el fraccionamiento entre los políticos liberales y la crítica abierta a sus gobiernos
por parte de grupos de oposición formados por políticos excluidos, eclesiásticos y
sectores campesinos y artesanos, alcanzó un nivel de polarización y descontento
generalizado que se expresó abiertamente con la presencia de un fuerte trasfondo
político-religioso de carácter maniqueo en la prensa escrita. Lo anterior, a través
de la participación de los partidos políticos Liberal Progresista y el Constitucional
Democrático. En efecto, la prensa fue el escenario propicio para dar rienda suelta a la
discusión y claricación de lo que dentro del imaginario político de la época signicaba
el ser liberal y conservador. Se desarrolló una fuerte crítica por parte individuos
particulares provenientes de sectores populares y políticos excluidos de oposición
como consecuencia de la manipulación electoral, compra de votos y señalamientos
de abusos de autoridad realizados por funcionarios liberales en campaña política.
De esta forma, desde la mirada de miembros y periódicos anes al Partido Liberal
Progresista tales como La República y La Opinión Nacional: Órgano del Partido
Liberal, los constitucionalistas comenzaron a ser señalados recurrentemente bajo
diferentes denominaciones que se tendían a asociar en el país al conservadurismo,
especícamente los términos “reaccionarios”, “ultramontanos”, “oscurantistas”,
“tradicionales o tradicionalistas” e inclusive la misma palabra “conservadores”
(29 de junio de 1889, La Prensa Libre, p. 2). Asimismo, debido a la identicación
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del grueso de los sectores populares hacia la defensa de la tradición católica y su
apoyo al partido Constitucional Democrático, esta particular característica facilitó
la imagen de asociar los grupos subalternos como “conservadores” y, por ende, con
una tendencia a ser excluidos de las las liberales por una supuesta ignorancia que
también se asociaba al catolicismo. Por otro lado, para los constitucionalistas, los
liberales mostraban en tiempo de elecciones una naturaleza camaleónica; en primera
instancia mantenían una postura laica, anticlerical (liberalismo rojo-radical), para
luego ser partícipes de una política “liberal mendicante” siguiendo un llamado
“liberalismo fácil, dulcillo y acomodaticio” (29 de junio de 1889, La Prensa Libre,
p.2).
Posterior al triunfo del partido Constitucional Democrático, resulta interesante
que para el periodo 1890-1894 aconteció una mayor participación e involucramiento
de la Iglesia católica en la política nacional; ello particularmente debido a un
avivamiento del tema de la instrucción pública y la enseñanza laica que tienen
como antecedente la promulgación de la Ley de Educación Común en 1886 que
en concepto del obispo constituía un “constante ataque de la peor naturaleza...una
tendencia clara a destruirla [a la Iglesia católica] y desarraigarla de los corazones de
los costarricenses” (AHABAT, Fondos Antiguos, documentos encuadernados, caja
251, folios 190 a 217). En esta lucha, indudablemente, la incursión del periódico
y partido político de “La Unión Católica” marcó el derrotero en la discusión
liberal-conservador.
A través de las publicaciones del diario de La Unión Católica, se trazó
una lucha discursiva con la prensa liberal, la cual criticó que desde sitios como
el púlpito se instaba a los católicos la necesidad de luchar como “combatientes
de Dios” contra el sistema y los falsos principios de la doctrina del liberalismo y
resguardar el catolicismo (23 de junio de 1890, La Unión Católica, pp. 1-2). Estos
discursos contribuyeron a que en unidades geográcas pequeñas y delimitadas
como aldeas, caseríos y barrios se agruparan campesinos para dar votos de apoyo
al obispo y clero costarricense en los llamados “círculos católicos”; los cuales se
constituían en pequeñas estructuras político religiosas que formaban parte de una
gran red organizativa de la Sociedad de La Unión Católica esparcida en el territorio
nacional. A través de los círculos católicos, se establecieron canales de difusión para
desenmascarar las falsedades, publicaciones impías y masónicas del liberalismo. Lo
anterior se evidencia, en una protesta pública realizada por el círculo católico de San
Francisco de Agua Caliente de Cartago donde se manifestaba que:
El Círculo Católico” de San Francisco de Cartago (Aguacaliente) siente
inmensa satisfacción en descubrir las farsas del moderno liberalismo que cunde
por todas partes (como al n epidemia) trastornando cerebros débiles que
con inconsciente facilidad aceptan sus falsas teorías basadas en el sosma é
inspiradas en el libertinaje...Nosotros aunque campesinos, hemos comprendido
que las tendencias de los indignamente llamados liberales son el falseamiento
de las bases sobre que descansa la moralidad social...es bastante desconsolador
saber que existen hombres que no ven en el sentimiento religioso el sostén y
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 99
rienda que enfrenan toda sociedad que se quiere conservar digna y elevada, e
impide el desencadenamiento de los vicios y pasiones...Entre otras argucias,
proclaman, y son sus argumentos favoritos, que el catolicismo es fanático,
retrógrado, ultramontano, oscurantista, &; que es religión que sustentan los
tontos porque sólo éstos tiene bolsillo franco para majaderías clericales...Estas
son las ideas liberales de este tiempo...Nosotros no cesaremos de combatir
sus errores...Cuidese bien el señor Liberalismo, y procure atacar las malas
costumbres y no las instituciones benécas que, como la Religión Católica
tienden á unir a la humanidad entera, sin diferencias de clases ni razas con el
sedoso lazo de la paz y la caridad (11 de febrero de 1891, La Unión Católica,
pp. 2-3).
De la cita textual aportada, es importante manifestar ciertas apreciaciones que
sobre las representaciones del concepto de liberal/liberalismo desde la mirada de
los sectores subalternos y católicos comienzan a aorar a través del discurso. En
concordancia con las interpretaciones que la alta jerarquía eclesiástica costarricense
empezó a difundir con el inicio de la década de 1890, se evidencia que este discurso
se encontraba en un proceso acelerado de aceptación hasta en las más pequeñas
localidades; es decir, se fue produciendo a partir del intercambio de información oral y
escrita una aglomeración de ideas e imágenes hasta cierto punto de carácter maniqueo
respecto a los liberales y el liberalismo, particularmente contra el liberalismo radical
o rojo que desarrolló un discurso similar de crítica hacia los principios dictados por
la Iglesia católica (11 de febrero de 1891, La Unión Católica, p. 2). De manera
que, se empieza a vislumbrar desde los “círculos católicos” un vocabulario muy
franco para denir el liberalismo a saber: 1) El liberalismo es libertad sin límite, es
un libertinaje. 2) Es una doctrina falsa que corrompe la moralidad de la sociedad a
través de los vicios y malas pasiones. 3) El liberalismo es una doctrina anticatólica,
es la antítesis del catolicismo.
Sumado a lo anterior, también se empiezan a sumar otros vocablos para
dar con el conjunto de representaciones sobre liberalismo según el catolicismo
y los sectores populares. Especícamente, el considerar a los liberales una secta
masónica, satánica (3 de julio de 1890, La Unión Católica, p. 2-3), que quebranta
la ley divina, humana y todo derecho civil y natural dictado por Dios (9 de julio de
1890, La Unión Católica, pp. 1-3) como se tiende a sostener respecto a los cambios
realizados con la secularización de cementerios, la enseñanza y el matrimonio civil.
Estas caracterizaciones construyen para el imaginario un compendio de imágenes y
signicados que arrastran un peso muy fuerte, en un discurso que infunde al miedo
y la inmoralidad en la cosmovisión de los católicos al punto de referir en la prensa al
liberalismo como “un pecado, y pecado de herejía” (27 de junio de 1890, La Unión
Católica, p. 2). Tal como lo retrata José María Figueroa a partir de una relación
entre discursos e imágenes, se aprecia que en la Costa Rica de la década de 1890
las discusiones entre los grupos anes a la “inquisición liberal” y, por otro lado, de
“la inquisición democrática” -en una clara alusión al partido Constitucionalista que
había tenido un importante apoyo popular en 1889-, contribuyeron hacia la tendencia
de una polarización de la sociedad (Figura 1):
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(1): 1-31. Enero-junio, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica1010
Figura 1: “Secta masónica liberal”. Fuente: Archivo Nacional de Costa
Rica (ANCR). Cuaderno Abecedario, foto 8409, p.9.
A partir de la gura 1, queda en evidencia que la referida libertad sin límites
manifestada por la jerarquía y clero de la Iglesia católica la cual se caracterizaba
siguiendo a Figueroa- por plantear “libres creencias...libertad para todo, uñas libres,
conciencia libre, todo libre, menos conspirar contra nosotros los liberales-solo en
este caso se permite la pena de muerte y el tormento... y donde solo el catolicismo es
prohibido” (Archivo Nacional de Costa Rica, Cuaderno Abecedario, foto 8409, p. 9),
permite dar con una sumatoria de representaciones sociales asociadas al liberalismo
“rojo” de un carácter antagónico. En concordancia con lo anterior, en la edición del
15 de marzo de 1891 del diario La Unión Católica el a una postura maniquea, se
evidencia un discurso que prosigue con calicar a los liberales como una minoría
que constituiría un “gobierno aristocrático” que limitaría los derechos políticos del
clero en caso de volver al poder (dado el inicio de campaña política). Por otro lado, al
tratar sobre el liberalismo y sus defensores, los grupos conservadores manifestaban
que para los liberales el “pueblo” era una montanera, oscurantista, retrógrada, de
inteligencia tupida por seguir practicando la religión y tenerla como la ciencia más
práctica y cierta en lugar de profesar las ideas modernas, la civilización y el progreso”
(15 de marzo de 1891, La Unión Católica, p. 1).
De lo expuesto es importante referirse a dos aspectos que deben considerarse
en la discusión liberal/conservadora. El primer punto, es el resaltar el papel que juega
la categoría “el pueblo” en la coyuntura política liberal-conservador de nes del siglo
XIX. Esto debido a que los sectores populares -tal como se mencionó anteriormente-
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 1111
debido a su mayor participación electoral (Molina, 2015), gradualmente empiezan a
expresar su voz respecto a los acontecimientos que se fueron desarrollando, con lo
cual, a su vez, reejan la necesidad de no verse ignorados o invisibilizados como grupo
socio-cultural en correspondencia al proceso de alfabetización popular que impulsó
decididamente el Estado liberal (Molina, 2003). Ahora bien, es interesante como
culturalmente, si bien se desarrolla un proceso de educación popular, la referencia de
que “el pueblo sigue practicando la religión...su doctrina como la ciencia más cierta
y práctica”, pone en perspectiva el carácter complejo que toma la categoría “pueblo”
considerando que, en el contexto nacional de la época, los sectores subalternos
tienden a ser vinculados mayoritariamente al conservadurismo y los grupos sociales
más acaudalados al liberalismo. Al respecto y para el caso costarricense, Pío Víquez
connotado liberal y editor del periódico El Heraldo expresaba que:
...Más aún tenemos que decir á favor de Costa Rica. Si prescindimos del
Partido Liberal histórico y consideramos unidos todos nuestros elementos
liberales, sean en la ocasión constitucionales de historia ó liberales como
denición histórica, entonces ya podremos decir sin miedo a errar que la gente
más distinguida de las poblaciones grandes y menores de Costa Rica, gente
que no es rara por cierto, forma la línea simpatiquísima de nuestra agrupación
política liberal. Los conservadores no son canalla, porque nuestro pueblo no
tiene nada de canalla; pero nuestros conservadores no son más que la gente á
oscuras, siempre enamorada de la iglesia y de los curas (1 de marzo de 1891,
El Heraldo, p. 2).
De las palabras de Víquez queda en evidencia una delimitación sociocultural
en la cual ambos términos se construían y representaban entre “el pueblo” y los grupos
sociales más pudientes de la Costa Rica de nales del siglo XIX. Sobre este particular
al dar una mirada más cercana al conglomerado de individuos que conforman “el
pueblo”, es interesante que en el despliegue de la predominante actividad cafetalera
con la participación de pobladores entre campesinos y jornaleros en sus relaciones
sociales y laborales, se suscitaban diferencias, no sólo a nivel socioeconómico sino
que también en términos culturales con pequeños grupos de propietarios liberales
que concentraban particularmente grandes extensiones cultivadas de café. Al
respecto, por ejemplo, entre el conjunto de los barrios que conforman el cantón de
La Unión como importante región cafetalera y punto intermedio entre las ciudades
de Cartago y San José, se constata en el ambiente pueblerino y rural –siguiendo
los planteamientos de William Roseberry (Smith y Binford, 2014, pp. 7-18) -, que
los trabajadores y trabajadoras en las haciendas (la mayoría de la población de
Tres Ríos), se encontraban inmersos en un sistema capitalista que en el marco del
Estado Liberal generaba desigualdades y diferenciación campesina por las pocas
posibilidades de salir de la pobreza debido a un supuesto “feudalismo propietario”
(12 de noviembre de 1891, La Unión Católica, pp. 2-3) con concentración de tierras
en pocas manos mayoritariamente josenas con familias como los Lahmann, Los
Herrán, los Montealagre; éstos últimos emparentados políticamente con los Peralta
de Cartago, así también sobresalen las haciendas de Juan Rojas Troyo y los terrenos
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(1): 1-31. Enero-junio, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica1212
de Cleto Conejo, éste último considerado como el único “vecino de pueblo” cuyo
capital “sería suciente para redimir la propiedad de Tres Ríos, del feudalismo que
la domina” (5 de noviembre de 1891, La Unión Católica, p. 2).
A partir de este escenario, se transmite la representación de una población
obrera que si bien vivía de la actividad cafetalera debido a que le proporcionaba
alimento, trabajo y en algunos casos pequeñas viviendas para jornaleros y familias
pobres, no obstante, la prensa antiliberal externaba que los señores ricos de San
José y de otras partes fuera del cantón de La Unión, multiplicaban sus caudales
para sí mismos, mientras que el pueblo de Tres Ríos continuaba en un estado
estacionario lejos del progreso. Este panorama trazado por las relaciones desiguales
entre campesinos e individuos pudientes remite a la conformación de imágenes y
símbolos culturales que nutren las categorías liberal y conservador. En el caso del
conservadurismo, el elemento subalterno y campesino frente a la convivencia de
cierto avance material entre escuelas, lugares de reunión y comercio –que existían
en pequeño grado en Tres Ríos-, tendió a acuerpase según las fuentes, en símbolos
religiosos como el templo, el oratorio y la ermita que permitían al pobre, al jornalero
y pequeño propietario encontrar la libertad frente a una lógica laboral capitalista que
se le achacaba al liberalismo y su “feudalismo propietario”. De hecho, al respecto se
maniesta que:
...Si así lo comprendieran los prosélitos de la grande y monstruosa herejía del
Liberalismo [de la importancia de la religión católica]...entonces mirarían de
otra manera esos templos del catolicismo, de los cuales huyen á todo escape;
oirían en su recinto el verdadero eco de la redención humana; se convencerían
del tremendo engaño en que los mantiene la serpiente liberal, verían con
plenitud de luz que el sistema liberal no es otra cosa que la concentración del oro
y la acumulación de riquezas en manos de unos cuatro señorones, que quieren
apoderarse de todo, de la tierra, del hombre, del gobierno y de la política...son,
pues, los templos la garantía de la libertad humana frente a toda imposición...
ellos serán siempre el poder único que ha de moderar el imperio de las máquinas,
desvanecer como humo la soberbia de los poderosos, confundir la avaricia de
los grandes propietarios y defender al jornalero y al trabajador de la esclavitud
territorial. Son también remedios contra el feudalismo propietario, la existencia
de pequeños propietarios de vecinos de pueblo, las escuelas católicas, las
asociaciones de caridad y el nombramiento de autoridades cristianas, que sepan
dar á Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César...” (12 de noviembre
de 1891, La Unión Católica, pp. 2-3).
De lo anterior y lo expresado por Pío Víquez párrafos atrás, se aprecia que
se conforma en torno a la categoría del conservadurismo en Costa Rica un vínculo
entre el campesinado, la religión católica y sus símbolos. Los templos y ermitas se
establecen como espacios de salvamento que buscan resguardar comportamientos
y tradiciones de grupos subalternos. Esta característica permite la consolidación de
una fuerza activa del pasado que convive con el presente liberal regido por el cambio
y la modernidad que impulsa la actividad cafetalera, la cual incentivaba el paulatino
desarrollo material de las comunidades locales. Aun cuando el Estado liberal
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 1313
se preocupó por brindar la infraestructura necesaria (benecios de café, centros
educativos, habitacionales y comerciales) para capitalizar una formación integral
de obreros, artesanos, carpinteros, sastres, zapateros y otros (29 de octubre de 1891,
La Unión Católica, p. 2) acorde al modelo liberal, sin embargo, desde las pequeñas
comunidades se logra posicionar con mayor ímpetu un conjunto simbólico entre el
“atraso” (conservadurismo) y el desarrollo (liberalismo); particularmente en su arista
material que se reeja a partir del discurso sobre el progreso (Roseberry, 2014, pp.
51-62).
Un segundo punto por tratar es la delimitación de las relaciones entre el tipo
de Estado defendido por los liberales y el lugar e injerencia de la Iglesia católica en
la sociedad. Las tensiones Iglesia católica-Estado se habían acrecentado por el auge
de políticas liberales con tendencia “roja o radical”, sin embargo, con el desarrollo de
los comicios de 1889 y la llegada del gobierno de José Joaquín Rodríguez que con el
decreto n°81 del 13 de junio de 1890 permitía la enseñanza religiosa en las escuelas y
en las anexas a los colegios los días sábados (AHABAT, Fondo Diocesano, Vigésima
Carta Pastoral, 1890, pp. 127-130), y que posteriormente, se materializará de manera
normal en escuelas con el decreto del 4 de Agosto de 1892 (12 de agosto de 1892,
La Prensa Libre, p. 1), dentro de las las divididas del liberalismo costarricense
se comenzó a visualizar con mayor facilidad una ramicación de diversos tipos de
liberales entre tendencias radicales, moderadas, católicas y tolerantes que no pasaron
desapercibidas para la sociedad ni la alta jerarquía eclesiástica. En respuesta a lo
anterior, la Iglesia católica recurrió a una inmediata reacción por la incertidumbre
y posibilidad de que con la divulgación de un verbo más comedido, conciliador y
tolerante por parte de los liberales quienes abogaban por la libertad de la Iglesia
católica de ejercer su ministerio de forma libre dentro de sus límites pastorales (“La
Iglesia libre en el Estado Libre”), los católicos dejasen de ver al liberalismo como
una amenaza (10 de junio de 1893, La Unión Católica, p. 616). De esta forma en la
Vigésima Tercera Carta Pastoral titulada “Sobre el Liberalismo” y que se sustenta en
la encíclica papal de León XIII “Libertas” (AHABAT, Fondo Diocesano, Vigésima
Tercera Carta Pastoral, 1891, pp. 147-155), el obispo Thiel insta a los católicos a
reconocer las falsedades del liberalismo y comprender que realmente es una “errónea
doctrina” que se opone a la religión católica y a su participación en la vida pública,
dejándole despojada de su lugar en la sociedad a merced del Estado. Prosiguiendo
con este discurso y estando al tanto de las facciones de liberales, Thiel realiza una
tipología de liberalismos en la cual busca dejar fuera de dudas a los eles de los
errores de los liberales. Dicha tipología se resumía en 4 posturas:
1. Liberalismo radical: El liberalismo es libre de tener que seguir a alguna
potestad divina, sino que es ley para mismo, el individuo cuenta con una
libertad humana absoluta y sin límites.
2. Liberalismo moderado: Responde a que reconoce la soberanía de Dios sobre
el hombre, pero al no conocer con seguridad las leyes dadas por Dios, atribuye
Diálogos Revista Electrónica de Historia, 24(1): 1-31. Enero-junio, 2023. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica1414
que el hombre tiene derecho de arreglar sus obligaciones con Dios a su propia
voluntad.
3. Liberalismo católico: Reconoce que hay que regirse según las leyes divinas la
vida y las costumbres de los particulares de manera privada, pero no así las del
Estado porque en las cosas públicas es permitido apartarse de los preceptos
de Dios y no tenerlos en cuenta al establecerlas leyes, de ahí que es necesario
separar la Iglesia del Estado.
4. Liberalismo católico tolerante: La Iglesia católica debe condescender con los
tiempos actuales de modernidad en cuanto a la administración de los pueblos,
la libertad de cultos y en materia educativa también.
Con la difusión de la carta pastoral pero además del decreto publicado por
“La Unión del Clero de Costa Rica” sobre el liberalismo, donde se corroboraba
lo manifestado por Thiel al oponerse a la idea de poner al hombre por encima de
Dios y negar la “ley natural de las cosas”, a su vez, se externaba a los eles de la
imposibilidad y contradicción de llamarse católico liberal por el carácter pernicioso
del liberalismo que además se reproducía desde los órganos de prensa católica como
El Eco Católico, La Unión Católica, El Adalid Católico y sus espacios de interacción
con las personas como sucedía en las iglesias (28 de febrero de 1892, La Unión
Católica, pp. 1-2).
A partir del escenario trazado y en correspondencia al tema de las
delimitaciones y libertades entre la Iglesia católica y el Estado, hay un aspecto
fundamental que debe rescatarse y es que el término libertad como base madre de
la doctrina del liberalismo resulta determinante no sólo para liberales, sino también
para los sectores conservadores. Centrando la atención en el conservadurismo,
resulta muy interesante que en la prensa conservadora, las cartas pastorales y
documentos anes, estos grupos no desarrollan un discurso de total aversión hacia
el concepto “libertad”, en realidad, abogan por la libertad, el libre albedrío y los
avances del progreso que trae la modernidad, sin embargo, se desarrolla una retórica
que se resume en aplicar una “libertad bien entendida”, es decir, una libertad que
no traspase los límites permitidos por los dogmas católicos donde la gura de Dios
rige lo permitido para el hombre y las instituciones civiles tal como el Estado y la
sociedad (AHABAT, Fondo Diocesano, Vigésima Tercera Carta Pastoral, 1891, pp.
147-155). Dichos lineamientos fueron parte fundamental de los artículos difundidos
por el periódico La Unión Católica en necesidad de instruir a sus lectores respecto
a interpretación católica de los términos libertad, liberal y liberalismo. En concreto,
se evidencia que desde “La Unión Católica” se buscó denir que el “verdadero
liberal” era aquel sujeto altruista, benevolente, generoso (signicado reformista del
liberalismo) que representaba al “verdadero católico”. Esta gura debía predominar
por encima del “falso liberal”, es decir, del libre pensador que hacía “guerra” a la
Iglesia católica y catolicismo por medio de la doctrina del liberalismo. En efecto, a
los ojos de los sectores conservadores el liberalismo era en realidad un libertinismo
del que sus defensores creyendo estar en posesión de una falsa libertad religiosa y
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 1515
de pensamiento, podían obrar a su antojo y no como lo denía Dios mismo (13 de
diciembre de 1894, La Unión Católica, pp. 1-2). Así también, se debe agregar que
desde los sectores conservadores era inconcebible la separación entre la Iglesia y
el Estado entre los diferentes tipos de tendencias de liberalismos trazados, como
lo plantea la carta pastoral sobre el liberalismo. Si bien este tipo de razonamiento
se explicita en un contraste Liberalismo/Catolicismo, se evidencia que el ligamen
con la religión católica es parte esencial de los principios del conservadurismo
clásico (Pemberty, 2011). Para el pensamiento conservador y sus defensores, existe
una libertad, pero está delimitada y descalica las exageraciones o abusos como
también del aprecio inmoderado a lo material por parte del ser humano, aspecto que
resultaba ser criticado en torno al concepto de progreso y que presbíteros como Juan
de Dios Trejos calicaban como una “salvajez colosal” del ser humano por proponer
“una marcha ascendente á lo perfecto, conforme á un tipo de perfección absoluta”
(25 de octubre de 1896, La Unión Católica, p. 950). Asimismo, la referencia de
“conservador” si bien no es tomada abiertamente como propia por los grupos
acuerpados en torno a la Iglesia Católica, –en sí, se apoyan en ella para desarrollar
sus argumentos- y es un constructo teórico que, para la época de estudio, es utilizado
decididamente por los liberales para referirse a sus opositores en el ámbito político.
Ahora bien, la convergencia entre el activismo político religioso de la prensa
católica con ataques constantes al liberalismo y el posterior decreto por el retorno
de la enseñanza religiosa a las aulas, fungieron como agentes importantes para
que se desarrollara un intento por construir una reacción liberal. Pío Víquez, en su
posición como editor del periódico “El Heraldo”, se constituyó en uno de los más
entusiastas promotores de incentivar a los grupos liberales de organizarse para los
comicios municipales de 1891 y los nacionales de 1894 frente al partido de “La
Unión Católica”. Lo anterior, con el n -según Víquez- de evitar caer en un gobierno
de “clericales” “pues no somos reaccionarios ni conservadores...seremos siempre
amigos del movimiento” (11 de febrero de 1891, El Heraldo p. 2).
Con el trazo de este escenario, el camino hacia las elecciones de 1894 en
el marco de la discusión liberal/conservadora resulta ser muy activo y dinámico.
Particularmente, al mirar desde el ámbito provincial, por ejemplo, en la “vieja
metrópoli” de Cartago, la candidatura presidencial de Manuel de Jesús Jiménez
por El Partido del Pueblo tuvo una signicativa acogida y participación comunal.
Debido a la caracterización de Jiménez en la prensa como un “sincero católico” de
principios liberales moderados y al que “allá en la vieja Cartago se agita por sentar en
la silla más alta del país al hombre que cree más digno de labrar la felicidad de Costa
Rica” (1 de diciembre de 1893, El Diarito costarricense, pp. 1-2), dicho concepto de
su persona le signicó atraer la atención de liberales y católicos para la búsqueda de
un gobierno progresista, tolerante y respetuoso para con las creencias religiosas del
ciudadano (28 de setiembre de 1893, La Prensa Libre, p. 2).
De hecho, en un discurso pronunciado por Jiménez el 17 de enero de 1894 a un
conglomerado de gente, se reeja no sólo su personalidad moderada, sino que, además,
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debido al panorama polarizado de la política nacional en torno a las tensiones entre
la discusión de liberales y sectores conservadores religiosos, el político cartaginés
promovía entre sus coterráneos un verbo comedido de conciliación en el cual se
protegiera a la religión católica, sin mengua de la libertad de conciencia para evitar
caer en el fanatismo religioso y el fanatismo político liberal (Umaña, 2014, p.30).
Sin embargo, a pesar de los intentos de liberales como Víquez y particularmente
Jiménez, se constata que, predominó dentro del escenario político costarricense,
la reproducción de retóricas e imágenes antagónicas entre los diferentes actores
partícipes de la contienda electoral. De hecho, desde la prensa liberal, se señaló
que del fomento de un acrecentado fanatismo religioso, se llegaría a un gobierno
teocrático y ultramontano “donde se encuentran hombres del conservatismo neto”
(24 de enero de 1894, El Diarito: Periódico General, pp. 2-3) que acabarían con la
libertad y el progreso (elementos del “sano credo liberal”) de concretarse el triunfo
del Partido Unión Católica y predominaría un despotismo y una coerción a la libertad
de expresn, de reunión y de imprenta para todo aquel que se proclamase liberal
(Figura 2):
Figura 2: “El Santo Ocio Liberal”. Fuente: Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR).
Fondo José María Figueroa Oreamuno. Cuaderno Abecedario, imagen 8409.
En correspondencia a lo anterior, resulta interesante que es en la década de
1890 y particularmente, desde el desarrollo de proceso electoral de 1894 en adelante
donde respecto al concepto de conservadurismo se obtiene una denición más
elaborada del término. De esta forma, la prensa liberal referente al conservadurismo
expresaba que:
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 1717
...La tradición que se funda en la revelación divina para esclavizar á los
ignorantes, el misterio que no se explica y que se impone so pena de anatema
, para explotar á las gentes candorosas; el desligamiento de toda ley civil,
para someterse á las del Ponticado; el lujo sacerdotal sin cuidado á los
desamparados...el afán de tomar ingerencia, por más o menos arteros en la
cosa pública, el providencialismo, esto es, la predestinación de ciertos hombres
para dirigir la sociedad; los regalos á la Iglesia con las contribuciones á los
agricultores; el desconocimiento de la fuerza popular para fabricar gobiernos; la
negación del individuo a favor del Estado, eso es el monstruo del conservatismo
(24 de noviembre de 1894, La Prensa Libre, p. 2).
La cita textual evidencia un conglomerado de elementos que en conjunto
permiten identicar una representación social del conservadurismo enfocada en
algunos de los aspectos que se han venido señalando. Hay una interrelación entre los
elementos tradición católica (religión), autoridades eclesiásticas, grupos populares
(campesinos, agricultores), de bajo poder adquisitivo y la necesidad de conservar un
vínculo con el Estado lo cual se puede rastrear hasta la época colonial. De forma que,
en los primeros años de la década de 1890, las circunstancias contextuales de la época
contribuyeron a una interpretación predominantemente maniquea del liberalismo y el
conservadurismo según fuese visto desde la prensa liberal o católico-conservadora;
es decir, prevalecía un discurso de otredad, en el cual, dependiendo de la militancia a
una u otra doctrina política se construía y representaba una visión de mundo particular
regida fundamentalmente por el principio de libertad (liberalismo), y el principio de
autoridad en cuanto a preservar lo existente apoyándose en la religión (tradición)
como la esencia del conservadurismo. De manera que el nal del siglo XIX, se
constituyó en una época que para Costa Rica fue muy fructífera en el desarrollo de
los conceptos, representaciones e ideas que llegaron a formar parte del imaginario
político con relación al liberalismo y conservadurismo. Inclusive, el debate liberal
conservador incentivó la discusión respecto a la necesidad de la formación de los
partidos políticos, especícamente en caracterizar y delimitar ambas agrupaciones,
liberal (partido del cambio) y conservadora (partido de preservación de lo existente).
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LA DISCUSIÓN LIBERAL/CONSERVADORA EN LOS ALBORES
DEL SIGLO XX: “ENTRE EL PROGRESO MATERIAL Y LOS
DEFECTOS DE LA SOCIEDAD MODERNA” (1900-1914)
Con el comienzo del siglo XX, resulta interesante que el trasfondo político
religioso sobre el cual transitaba la discusión conceptual de las nociones liberal/
conservador, entra en un periodo de apaciguamiento temporal por la evolución a un
debate de ideas que se enfatizará en la arista material del liberalismo, es decir, en
el discurso de progreso y su consecuente apoyo, pero también, surgirá la crítica y
una tendencia al descontento hacia “los aires de modernidad” por parte de grupos
sociales populares conformados entre otros por campesinos, obreros y agricultores
que por desigualdades socioeconómicas, culturales y la difícil situación económica
a escala nacional, pondrá en evidencia un cierto desencanto al liberalismo que
también retomará en su crítica la Iglesia católica. La prensa escrita cumplió un rol
fundamental para reproducir desde las ciudades y pequeñas localidades, el discurso
liberal materialista e higienista de progreso y modernidad que pregonaba el Estado y
liberalismo costarricense. Al respecto, al mirar diarios de inicios del siglo XX como
sucede para la ciudad de Cartago, se constata una retórica que exalta “el verdadero
progreso material” patentizado en “los edicios y obras construidas y llevadas á cabo
en los últimos años”, que se resume en infraestructura pública, comercios, parques,
plazas, jardines, tanques de cañería de “agua pura y cristalina” y “la tendencia
maniesta á la comodidad y al confort” (28 de agosto de 1904, El Cartaginés, p. 2).
Este discurso es congruente con la meta trazada por el Estado Liberal por cuanto se
impulsó incentivar lineamientos de política social y de bienestar (Viales, 2009) para
educar y moralizar a la población contra males como el alcoholismo y la vagancia.
En efecto, se recurrió al incentivo del trabajo ya fuese en las llamadas “profesiones
liberales” (médicos, abogados, etc), o en los “ocios del pueblo” (artesanos, obreros,
agricultores) sustentados en la necesidad de una educación concordante con los
tiempos modernos para de esta forma, propiciar el “progreso, bienestar y prosperidad
de los pueblos” a través de actividades como el comercio, las pequeñas industrias, la
agricultura, los servicios profesionales y los proporcionados por la clase obrera (26
de marzo de 1908, El Progreso Cartaginés, p. 2).
De manera que, con el inicio del siglo XX, este escenario facilitó que el
concepto en torno al liberalismo centrara su atención en el progreso material e
intelectual y moral del individuo y la sociedad, situación que el Estado Liberal
intentaba consolidar en provincias como Cartago y el resto del país. Al respecto, en
una publicación del abogado Ramón Zelaya para el año de 1900 referente a denir lo
que se entiende por el liberalismo y sus principios, se manifestaba que:
El liberalismo, queda dicho más arriba, predica y deende la libertad...la
libertad no es un n en la vida humana, sino un medio para alcanzar un n...el
objeto que deben perseguir las instituciones sociales, los gobiernos, es el más
alto y el más desarrollo moral e intelectual del individuo y, por consiguiente
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 1919
de la sociedad...Es preciso agregar de enseguida que, siendo la naturaleza
humana doble, material y espiritual; y siendo la vida animal del hombre la base
y condición de su vida intelectual, el progreso material debe ser correlativo al
adelanto moral...Y la marcha continua y más o menos lenta á la realización de
ese n, sea individual, sea socialmente hablando, es lo que se llama progreso...
la libertad es la condición esencial é indispensable del progreso...El progreso,
pues, por medio de la libertad, tal es la fórmula del liberalismo en política
(Zelaya, 1900, pp. 58-60).
Ahora bien, el auge del progreso material y el “vivir bien” a pesar de su avance
desnudará y visibilizará importantes desigualdades socioeconómicas que agudizan la
pobreza y que serán externadas por algunos intelectuales pero fundamentalmente,
por los sectores populares; éstos mostraran su malestar por la poca incentivación
a actividades agrícolas, manufactureras y ganaderas asociadas a la poca o nula
existencia de acceso a crédito a largo plazo para el ensanchamiento de las actividades
productivas y el bienestar particular de los trabajadores.
Al respecto, en la prensa se encuentran artículos que conforman un discurso
que evidencia una diferenciación social representada por un lado, en individuos
pudientes con “educación liberal” e inuencia anglosajona (3 de enero de 1902, El
Fígaro, p. 2), y, por otro lado, de la gura del campesino que se le visualiza como
“crédulo, sencillo, fanático [religioso], ignorante” al cual se le oprimía material y
moralmente reejando un deformado aspecto físico y un mezquino criterio intelectual
debido a la educación religiosa que se decía perturbaba su razón y lo hacía tímido,
resulto y servil ante el burgués y la explotación del capital (8 de enero de 1902, El
Fígaro, p. 2).
Esta caracterización permite constatar parte del conjunto de signicados
que giraban en torno a una interpretación del concepto liberal y conservador
respectivamente; los cuales vienen pregonándose desde nales del siglo XIX y
continúan manifestándose en los albores del siglo XX. Este panorama permite que,
respecto al liberalismo y el impulso de la modernidad, se le señalasen importantes
“perversiones” que hacían retrogradar a la población y particularmente, en el ámbito
de los pequeños pueblos rurales se acrecentaba ante la escasez de bonanza económica,
cajas hipotecarias rurales y la falta de una educación en profesiones prácticas, útiles
y necesarias para el país como la agricultura (19 de febrero de 1905, La Unión:
Periódico Bisemanal, p. 2). La dicultad y falta de disciplina de la población en
desarrollar una “cultura de ahorro” a pesar de que inicia la proliferación de pequeñas
sociedades de ahorro -como sucede en la Unión de Tres Ríos- (24 de octubre de 1905,
La República, p. 2), facilitó que sectores conservadores como la Iglesia católica
criticaran que debido a la “errónea libertad de licencia para actuar” del liberalismo,
se propiciaba que muchos fuesen “seducidos por el amor a la materialidad y el lujo
cayendo inexorablemente, en los perniciosos e inmorales vicios como el aguardiente
y el juego”, llegando a ser presa fácil de los llamados “defectos de la sociedad
moderna”.
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Al respecto, el obispo Juan Gaspar Stork en una crítica al “sensualismo de
los placeres desmedidos de la vida moderna” al que estaban siendo sujetos las
familias costarricenses hasta el punto de llevarlas a la ruina social, la miseria y la
desintegración familiar, propugnaba la necesidad de las personas en ser laboriosos,
sencillos y modestos para alcanzar un porvenir verdaderamente dichoso y que el
liberalismo al extremo por los males morales del vicio del juego y el alcoholismo,
destruía la paz doméstica en el hogar, aniquilaba los capitales desde el más pudiente
hasta el más necesitado y corrompía la sociedad con el acrecentamiento de “hechos
malos y crímenes” (AHABAT, Fondo Diocesano, Tercera Carta Pastoral, 1905, pp.
1-12). Este contexto caracterizado por una crítica social y descontento popular
debido a desigualdades socioeconómicas entre distintos grupos sociales, contribuyó
a que en el marco de la campaña electoral para las elecciones de 1906 agrupaciones
como El Partido del Pueblo y la Unión Demócrata tuvieran un cierto apoyo de los
sectores populares.
La incursión del partido Unión Demócrata con el candidato Ezequiel
Gutiérrez Iglesias en la contienda electoral, resulta signicativa en la discusión de
los conceptos liberal/conservador. Gutiérrez oriundo de Cartago y el defensor de
tradición católica pero que asimismo mantenía un verbo moderado por abrazar las
“luces del progreso” (13 de abril de 1905, La Unión: Periódico Bisemanal, p. 2),
generó cierto resurgimiento en la prensa “nacional” de referirse a que buena parte
de los cartagineses eran “conservadores, tradicionalistas y católicos por mostrar
“un apoyo ninguno más grande hasta ahora como la “Unión Católica” (se refería al
partido Unión Demócrata) que suma una notable mayoría de miembros, y aunque
secretamente dicho sea de paso, es la que trabaja con más constancia y por todos
lados” (14 de marzo de 1905, La República, p. 1).
Relacionado a lo anterior, debido al predominio de una base ideológica político-
religiosa difundida por el periódico ocial de la Unión Demócrata titulado La Unión
con textos religiosos como los del ideólogo del conservadurismo español Donoso
Cortés (1809-1853) (20 de abril de 1905, La Unión: Periódico Bisemanal, p. 2), este
escenario avivó que en el imaginario político costarricense se hablase de la Unión
Demócrata como un vestigio del desaparecido partido la Unión Católica. De hecho,
tal referencia fue expresada por el corresponsal de Cartago para el periódico La
República y, además, asimismo, le adjudicó el nombre de “La Unión Ultramontana”
(14 de marzo de 1905, La República, p. 1) en alusión al carácter conservador que
también manifestaban corresponsales de otros diarios nacionales identicándolo
como el partido católico. De ahí que se retoma y refuerza para Costa Rica, que el
proclamar de manera política y pública a la religión católica se asocie como parte de
los atributos de la denición del ser conservador. De esta forma, la gura de Gutiérrez
permite trazar una interconexión de elementos socio-culturales, discursos religiosos
y espacios físicos que para inicios del siglo XX comenzaban a ser aún más visibles
dentro de la sociedad costarricense y el Estado liberal tales como el campesinado,
el catolicismo y la educación como regulador de las “sanas costumbres” (lo moral/
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 2121
inmoral) y el reconocimiento del campo rural y su gente como medio para lograr
mayor riqueza económica. Además, en relación con lo expuesto, hay otro punto
importante a destacar dentro de la discusión liberal-conservadora el cual se debatió
en la campaña electoral y es precisamente, que debido al resurgimiento político
religioso en la contienda política que transmite la prensa escrita, hubo publicación
de textos que en el marco del imaginario político costarricense buscaron claricar
explícitamente ambos conceptos y/o doctrinas del liberalismo o conservadurismo
para el caso costarricense.
De hecho, a partir de tres artículos publicados por un escritor de nombre Rafael
Villegas y en contestación al editor de la revista-semanario De todos los Colores, el
mexicano Juan Cumplido y por aparte al señor Otoniel Ruzardo, Villegas retoma
la tesis que para el caso costarricense parece irse consolidando; en el sentido de
que en Costa Rica no ha habido espacio para que se conforme una división tajante
de liberales y conservadores en partidos políticos como se ha concebido en otros
países de Centroamérica y Sur América con un marcado antagonismo político-
religioso que proviene desde los tiempos de las independencias en América y que
en su criterio, por un lado, era una división estúpida porque “ni los conservadores
son católicos de verdad, ni los liberales son ateos…los partidos esos no son otra cosa
que lazos de anidad entre ciertos grupos que se juntan como bandera para enarbolar
ciertas ideas...” (14 de abril de 1905, La República, p.2). Por otro lado, para el caso
costarricense, Villegas prosiguió en defender que:
...En Costa Rica reina solo una idea que no admite discusión ni es susceptible
de modicaciones, porque la tenemos como sindéresis propia de la raza,
consustancial con ella, nacida en todo costarricense como una herencia
y es la idea conservadora; mas no en el sentido que se da á esa palabra en
los pueblos latinos, sino el que le dan los pueblos sajones, especialmente
los ingleses. Conservador entre los latinos en general equivale á retrógrado,
ultramontano, clerical; entre los sajones y entre los ticos esa palabra quiere
decir gobierno propio restricto, paz inalterable, libertad bien reglamentada por
la ley, moderación en las opiniones de la fe y de la opinión, respeto á los demás
para asegurar el propio respeto, y negocio, eso sí, negocio bueno...Así somos
todos, chicos y grandes, los de la ciudad como los del campo...Divergencia en
ideas no puede haberla, porque todos en el país pensamos de la misma manera.
Somos republicanos, demócratas porque así nacimos...todos somos cristianos y
muy creyentes...sí, somos creyentes por igual, los que se llaman católicos como
los que se llaman liberales... (19 de marzo de 1905, La República, p. 2).
Del párrafo y cita textual anterior, se evidencia, por un lado, cómo las nociones
de liberal y conservador desde una denición más tradicional han estado por ser
denidas enfatizando un supuesto antagonismo irrevocable entre ambas. Por otro lado,
y particularmente para el caso costarricense, se aprecia que el discurso presentado
por Villegas, pone en evidencia sobre la idea de la supuesta “excepcionalidad e
igualdad del costarricense” dado por “herencia”, por elementos como su raza, su paz
inalterable, libertad reglamentada, gobierno propio y moderación de las opiniones;
discurso que estuvo en boga a lo largo del siglo XIX (Acuña,2002) y que inclusive
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formó parte de la retórica de la administración de Cleto González Víquez (1906-
1910) (González, 1908, pp. 1-8), donde se manifestaba que en Costa Rica todos eran
“igualiticos”.
Hacia el n de la primera década del siglo XX, está claro que la discusión
liberal conservadora en Costa Rica había logrado trazar un cuerpo de signicados
e imágenes para dar a entender el peso de las nociones del liberalismo y
conservadurismo en el imaginario político nacional. Inclusive, para inicios del siglo
XX al analizar la cartografía histórica existente, es interesante que los alcances de los
signicados e imágenes sobre lo liberal y conservador no sólo se habían aanzado
discursivamente, sino que, además, ambas nociones se terminaron por plasmar en el
espacio geográco. Por ejemplo, lo expresado se evidencia al mirar detenidamente
el plano de la ciudad de Cartago previo al terremoto de 1910 trazado por el educador
cartaginés Ramón Matías Quesada (Figura 3). Nótese la toponimia (guras liberales
como Braulio Carrillo, nombres religiosos) presentes en las calles, barrios y de las
diferentes manifestaciones materiales y de servicios proporcionados por los “aires
de modernidad liberal” tales como el ferrocarril, telégrafo, teléfono, desagües,
hoteles, talleres, colegios, la Corte Centroamericana de Justicia y hospicios entre
otros. Asimismo, el a la tradición católica, la ciudad cartaginesa demuestra un
resguardo por el pasado y aprecio por la proliferación de los templos y grupos
religiosos conservadores como los franciscanos, salesianos y las monjas bethlemitas
que cumplían importantes labores a nivel social, educativo y espiritual. El caso de
la instalación de la Corte Centroamericana de Justicia en Cartago tuvo entre sus
principales razones a que la llamada “antigua metrópoli”, era visualizada como un
lugar de paz y tranquilidad para laborar (13 de mayo de 1910, La Información, Foto
DSCF0091). Esta caracterización contribuyó a que, junto con el resguardo hacia la
tradición católica, la provincia cartaginesa se representara en el ámbito nacional y se
apropiara para sí, de una representación conservadora para sí misma.
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 2323
Figura 3. Mapa de la ciudad de Cartago, 1910. Fuente: Elaboración propia a partir plano proveniente
de artículo de Quesada, R (1910). Últimos días de Cartago. En Páginas Ilustradas, VII (253), p.7.
Inclusive, dicha representación como ciudad conservadora logró mantenerse
tanto en el ámbito local como nacional, aún posterior a los hechos acontecidos por el
terremoto de 1910 y que llevó a capitalizar el proceso de reconstruir a Cartago bajo
nuevos estándares referidos como parte de una “nueva modernidad” impulsada por
el liberal Ricardo Jiménez.
CONCLUSIONES
La coyuntura electoral de inicios de la década de 1890 desarrolló un signicativo
aporte para la discusión y denición del discurso y representación social de lo
“conservador” y “liberal”. En efecto, la participación del Partido Unión Católica y la
falta de credibilidad en los políticos liberales ocasionaron una polarización respecto
al entendimiento y signicados del liberalismo y conservadurismo que tuvieron en
Costa Rica un desarrollo disparejo a lo largo del siglo XIX. Lo anterior, por cuanto los
signicados sobre el liberalismo fueron visibles desde su inicio y el conservadurismo
mostró al parecer, un estado latente hasta mostrarse con mayor claridad a nales del
siglo XIX debido a aplicación de reformas liberales, mayor participación electoral
ciudadana y el descontento social en ascenso. La discusión liberal-conservadora a
través de la prensa y la participación activa de políticos, intelectuales, eclesiásticos
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y los sectores populares encontró espacios para involucrar a la generalidad de la
sociedad costarricense desde las principales ciudades hasta los pequeños poblados.
El trasfondo político-religioso fue fundamental para impulsar a nivel
discursivo la conformación de las representaciones sociales alrededor de ambas
nociones. Asociaciones como los “círculos católicos” y el engrosamiento de la
participación electoral de liberales y sectores conservadores, fueron elementos claves
para facilitar la forma en cómo el entendimiento de ambos conceptos generó de
manera concordante, una sociedad dividida entre una “secta masónica liberal” y un
“pueblo a oscuras y enamorado de los curas” que plantea entre la sociedad nacional,
la posibilidad de caer en un “conservadurismo radical” y viceversa con relación al
liberalismo. En ese sentido, la candidatura por parte de Manuel de Jesús Jiménez y su
apoyo particularmente reejado en sus coterráneos cartagineses, representó un buen
ejemplo de un candidato moderado por mantener sus convicciones católicas, pero,
asimismo, con ideales liberales que mantendrían la ruta por “el orden y el progreso”.
En concreto, se evidenció que para Costa Rica en especial el periodo de 1889-
1894 resultó ser fructífero para comprender el conjunto de signicaciones e imágenes
que denen lo que constituía ser liberal/liberalismo y conservador/conservadurismo.
Se determinó que, por un lado, para los liberales, los conservadores representaban
un grupo de “iglesieros, oscurantistas, retrógrados e ignorantes que traerían la ruina
del “orden y el progreso” para volver a época de atraso y regidas por el control de
un gobierno teocrático o clerical regido por el principio de autoridad siguiendo la
visión defendida por la Iglesia católica. Por otro lado, para los conservadores, los
liberales y el liberalismo suponían el n de la relación Iglesia-Estado con la difusión
de una sociedad laica, que rompía el “orden natural de las cosas”. De ahí su crítica al
“Dios Estado liberal” y un liberalismo que desde la mirada del obispo Thiel si bien
mostraba una tipología de liberalismos, en resumen, para la prensa conservadora
signicaba un libertinaje total, una doctrina falsa, anticatólica, sectaria y masónica.
Las representaciones sociales de ambos términos desarrollaron una
conglomeración de grupos sociales (liberalismo: sectores pudientes, políticos
liberales/conservadurismo: sectores populares-Iglesia católica) y la sumatoria de
símbolos que fueron utilizados en campaña para representar según la visión de
cada postura política sus signicados. Por una parte, el conservadurismo remitió
a la defensa de símbolos religiosos, la tradición, las costumbres legadas de antaño
para “librarse de la falsedad de liberalismo y el enriquecimiento de unos pocos por
sobre las mayorías” (feudalismo propietario). Por otra parte, el liberalismo abogó
por presentarse –parafraseando a Pío Víquez como los “amigos del movimiento”, “la
luz, el desarrollo y el progreso”.
Con el inicio del siglo XX, es interesante que el liberalismo se preocupó por
intentar retornar a un discurso conciliador y reformista buscando luchar contra los
vicios sociales a través del impulso de una sociedad que debía recticarse por medio
del trabajo. Los sectores más tradicionales desencantados con el modelo liberal,
criticaron los llamados “defectos de la sociedad moderna y defendieron una retórica
Juan Alberto Gómez Solano • Signicados e imágenes sobre el discurso político del liberalismo y conservadurismo en la... 2525
que remitía a no dejarse llevar por el lujo, la materialidad y más bien, optar por
una vida modesta, sencilla y austera. Por otra parte, también debe rescatarse que
en medio de la continuidad de las críticas y desencantos hacia lo que representaba
ambos términos, surgió de forma paralela un discurso que desde el siglo XIX buscó
marcar una “excepcionalidad del costarricense” y del que todos eran “igualiticos”
sin importar que fuesen liberales o conservadores. Y sin embargo, al analizar el
alcance y materialización de la interiorización de ambos conceptos, se constató que
inclusive, lo expresado a nivel discursivo también logró plasmarse a nivel del espacio
geográco como pudo determinarse para el caso de la ciudad de Cartago a través de
la cartografía histórica al mirar la toponimia de sus calles, servicios proporcionados
a la población y los grupos que convivían en el ámbito vecinal cartaginés.
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