Paula Sequeira Rovira • El boom andrógino. Preocupaciones sobre la ambigüedad masculina en noticias de Costa Rica de la... 1111
estaba intentando dejar las drogas y acercarse al budismo, pero al mismo tiempo se le
recriminaba por un “desarraigo afectivo, tanto de su familia como de su sexo y hasta
de los hombres que ama” (Jenkins, 1987, p. 9).
Otro personaje que también fue noticia por la sensación de ambigüedad
desde mediados de los años ochenta, fue el cantante Prince. En su caso, los
reportajes no recordaban tanto un estilo que se alejaba de cánones masculinos
tradicionales, sino que sugerían la relación que tenía con una “exuberancia escé-
nica” (Prince, 1985, p. 18), o que sus conciertos eran “extraños” (Rock: “Prince
es el príncipe”, 1988, p. 47). Sin embargo, ya para los años noventa, al recordar
que se había cambiado el nombre a un signo que no se podía pronunciar se dijo
de él que era “un símbolo de la provocación y la ambigüedad” (EFE/Redac-
ción, 1998, p. 2B). Tanto Prince como Boy George representaban un estilo que
reñía con valores masculinos de antaño, sin embargo, no eran los únicos que
estaban en una condición parecida. Además de los cantantes anteriores, también
se hicieron referencias similares hacia otros artistas del mundo del espectá-
culo como Michael Jackson, Elton John, Freddie Mercury, David Bowie, Ricky
Martin y al grupo español Locomía (Starcevic, 1996, 1B; Méndez, 1992, p. 4B).
De hecho, un conjunto musical que acentuaba los comentarios sobre lo
ambiguo fue precisamente Locomía. Como lo menciona uno de los reportajes “Ambi-
güedad es la mejor palabra que describe la imagen” de su representación (Méndez,
1992, p. 4B). Aunque la noticia sugería, probablemente con doble sentido, que se
trataba de “cuatro galanes”, también armaba que “es difícil precisar si son hombres
o mujeres” (Méndez, 1992, p. 4B). Para el reportaje, ellos rearmaban la expresión
de comportamientos excéntricos y perniciosos: “la exhuberancia de su vestuario y
sus movimientos tan amanerados no hacen más que conrmar un comportamiento
supuestamente desviado” (Méndez, 1992, p. 4B).
A principios de los años noventa, cuando Locomía estaba cerca de llegar
a Costa Rica, se recalcaban “sus trajes raros”, así como “su imagen y ademanes”
(Méndez, 1992, p. 10B). Asimismo, se discutía si “ese aire andrógino solo era un
“ardid” publicitario” o, por el contrario, era “la conrmación de sus preferencias
sexuales” (Méndez, 1992, p. 10B). Esto generaba especulación pues, supuestamente,
habían conrmado en Perú que ellos “usaban la imagen andrógina para vender su
música” (Méndez, 1992, p. 10B), tal y como el artículo suponía que lo hacía Michael
Jackson o Prince.
A pesar de las molestias anteriormente señaladas, es necesario enfatizar que el tono
utilizado hacia las mujeres famosas fue muy diferente. Por una parte, casi no hubo repro-
baciones similares hacia ellas, pero cuando rozaban con algo parecido, se les conectó
con explicaciones más benignas. Por ejemplo, en alguno de los reportajes se habló de
cantantes como Kathryn Lang, Sophie Hawkings y Melissa Etheridge, cuyas naciona-
lidades eran canadienses y estadounidenses (Starcevic, 1996, 1B). Sin embargo, en sus
casos se trató de separarlas de los rastros de indeterminación al señalar que “No se trata
de estrellas ambiguas” (Starcevic, 1996, 1B), sino que eran parte del “lesbian chic” de la