Diálogos Revista Electrónica de Historia, 25(2): 01-29. Julio-Diciembre, 2024. ISSN: 1409-469X · San José, Costa Rica1010
“antirreeleccionistas” y denunciaron que era nocivo para Costa Rica. Asimismo,
organizaron clubes políticos antirreeleccionistas en las principales ciudades del país.
No obstante, la reforma se aprobó el 12 de mayo (“Sección Ocial, 1897a; Obregón,
2001”) y el 28 de julio el Congreso convocó a elecciones de primer grado que se
realizarían el 14, 15 y 16 de noviembre para elegir electores (Supremo Poder Ejecu-
tivo de la República de Costa Rica, 1898).
Para frenar a Iglesias, el 25 de julio de 1897, se realizó una concentración de
diferentes oposicionistas en la plaza de los Ángeles en Cartago. Los organizadores
de ese evento denunciaron entonces, que alrededor de 40 partidarios de Iglesias los
estaban esperando en la estación del ferrocarril con tarros de lata, y los comenzaron
a sonar cuando llegaron los trenes. Además, estaban armados “de garrotes, puñales,
realeras, cuchillas, piedras, revólveres” (“Viaje a Cartago”, 1897, p. 3) para atacarlos,
aunque ellos no cedieron ante la provocación. Los oposicionistas también denun-
ciaron que la policía no era neutral y se mostraba abiertamente hostil a su reunión. Al
día siguiente, los clubes políticos de oposición se fusionaron en el Partido Republi-
cano, para disputarle las elecciones a Iglesias (Salazar, 1998).
En las primeras semanas de agosto, los oposicionistas se reunieron continua-
mente en diferentes ciudades, para discutir sobre el asunto de las elecciones. En esos
espacios, recordaron a Félix Arcadio Montero, se mostraron como amantes de la
libertad y enfrentaron los intentos reeleccionistas del presidente. La caracterización
hacia Iglesias en esos lugares lo mostró como un ser indigno, amoral, sin piedad, que
buscaba el poder a toda costa y era un tirano; a su vez, la aprobación de la reelección
presidencial fue expuesta como el triunfo “de la mentira o de Satanás” (“Patrio-
tismo”, 1897, p. 1). En un discurso pronunciado por Ramón Bolaños Rodríguez,
secretario del Club Independiente Demócrata, el 4 de agosto de 1897, dijo que se
enfrentaban a la infamia que el ocialismo estaba lanzando sobre la patria y, en caso
de concretizarse la reelección de Iglesias, la grandeza de Costa Rica se echaría abajo
en el concierto internacional de naciones. Para él, los ocialistas o “continuistas”,
denidos como “hijos bastardos de la patria”, producirían “el hundimiento de nues-
tras libertades”. Como “hombres libres”, en cuyas venas ardía “la sangre de nuestros
heroicos antepasados”, debían echar abajo la reforma del artículo 97 de la Constitu-
ción Política. Bolaños (1897) caracterizó a Iglesias como alguien que trabajaba en la
oscuridad, ambicioso por el poder, se servía de “agentes vendidos al lucro”, volvía
las elecciones un simulacro y se imponía por la fuerza, a pesar de “que tantos odios
le está acarreando” (pp. 1-2).
Así deslindadas las fronteras entre unos y otros, y con reuniones de clubes en
diferentes lugares de forma continua, los odios se llevaron a las acciones (“Heredia”,
1897a). El 10 de agosto, la prensa informó del asesinato en San José de los jóvenes
artesanos José Rojas Durán y Juan Morúa. De acuerdo con el diario La República,
todo comenzó con un “¡viva!” lanzado por Morúa, que provocó a un grupo de
hombres que iban detrás de los muchachos; uno de los del grupo, de apellido Araya,
se abalanzó sobre los artesanos y los apuñaló. Según la prensa: “La pasión polí-