DIÁLOGOS. REVISTA ELECTRÓNICA
DE HISTORIA
Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica
Comité Editorial:
Director de la Revista Dr. Juan José Marín Hernández jmarin@fcs.ucr.ac.cr
Miembros del Consejo Editorial: Dr. Ronny Viales, Dr. Guillermo Carvajal, MSc.
Francisco Enríquez, Msc. Bernal Rivas y MSc. Ana María Botey
Artículos antes de los procesos de indexación
2
LA PRIMERA MODERNIZACION DE LA CAFICULTURA COSTARRICENSE
(1890-1950)
1
Carlos Naranjo Gutiérrez
2
Introducción
En el curso de las dos últimas décadas en nuestro país vienen presentándose con
frecuencia, una serie de solventes trabajos realizados por un sinnúmero de investigadores
de diversas disciplinas de las ciencias sociales relacionados con la historia agraria. Desde
diferentes enfoques, nos han permitido aproximarnos más de cerca a la evolución del agro
costarricense. Sin embargo, a pesar de estos indiscutibles adelantos, continúan existiendo
grandes disparidades entre los temas. Es conocido que los mecanismos de apropiación de
la tierra; la colonización agrícola; el café y las empresas agrícolas; entre otros, continuan
siendo objeto de un mayor tratamiento. Otros problemas, como por ejemplo la tecnología,
el cambio técnico y la difusión agrícola para citar los más evidentes, han quedado
exprofeso al margen y relegados a una segunda fila; ni los historiadores ni demás
científicos sociales, a nuestro criterio, han explicado satisfactoriamente estos aspectos
capitales.
Por otro lado, una buena cantidad de la producción de escritos historiogficos ha
ubicado las grandes transformaciones del agro costarricense en la segunda mitad del siglo XX.
1
La primera versión de este artículo fue presentada como ponencia en el 49 Congreso Internacional de
Americanistas Quito – Ecuador, julio de 1997.
2
Costarricense. Obtuvo su Licenciatura en la Universidad Nacional y su Maestría en la Universidad de Costa
Rica y, es docente e investigador de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional.
3
Esta perspectiva se deri fundamentalmente de la diversificación y los extraordinarios
rendimientos que alcanzaron, después de 1950, algunos productos agrícolas v.gr. el café y la
caña de azúcar. También subyace en la interpretación de esta corriente la idea de que los
problemas del desarrollo tecnológico se centran en las relaciones entre el capital y el trabajo,
en las ventajas comparadas y en otros problemas vinculados con la dotación de factores. Es
obvio que estos estudios tienden a favorecer el carácter discreto del cambio técnico y a crear,
para el período anterior, una imagen de una caficultura tosca y rudimentaria.
Dados estos precedentes nuestro estudio va a tratar de ubicarse al otro lado de la ribera,
pues el propósito central es revelar que los cafetales de la primera mitad del siglo XX
experimentaron profundas renovaciones técnicas. El estudio lo iniciamos en la década de
1890, tiempo de bonanza y luego delbito desplome de precios de nuestro principal producto
de exportación. Sin ambages, la "crisis cafetalera de fin de siglo" fue el detonante para que las
autoridades estatales, organizaciones de productores y agentes privados observaran
introspectivamente la larvada caficultura de este período. A diferencia de otras eventualidades
sucedidas en esa centuria, por vez primera una crisis se vivió y percibióde manera distinta a un
simple juego de bolsa y de un efecto pasajero. De igual manera, se reconocieron las
limitaciones agroecológicas para aumentar la producividad como tal y la depedencia respecto
de los factores naturales por encima del esfuerzo técnico de los productores. En suma, la
caficultura del siglo XIX, según el criterio de los protagonistas -caficultores y difusores
técnicos-, había crecido sin deberle nada a la ciencia ni a la tecnología.
La caficultura decimonónica y sus cuidados culturales
4
Aunque la legitimidad del país de donde nos llegaron las primeras simientes,
continúan disputándosela Martinica, Panamá y Cuba, a pesar de estas dubitaciones lo cierto
fue que rápidamente el café transformó tanto el paisaje agrario como la econoa
costarricense. Alentados y estimulados por las élites del Municipio de San Jo en las
primeras mañanas de la década de 1820, los ciudadanos josefinos empezaron a formar los
primigenios cafetales en los alrededores de los principales cuadrantes de la ciudad capital. Si
bien es conocido que transcurrido apenas una década, el éxito con las ventas de las cosechas a
los mercados internacionales prem el esfuerzo de estos pioneros, es muy poco lo que
sabemos acerca de como se fueron tapizando los suelos fértiles de la Depresión Tectónica
Central de tan valioso grano. De ahí que en las páginas siguientes hayamos querido iniciar
una pequeña excursión por algunas unidades productivas decimonónicas y conocer algunas
prácticas agrícolas de sus propietarios.
Es sabido que el tránsito de la caficultura rústica a la tecnificada se deben buena
parte, a la experiencia y recomendación técnica de franceses e ingleses afincados en las
posesiones del Caribe en el siglo XVII. Desde finales de esa centuria, los métodos de cultivar
y beneficiar el café en el Nuevo Mundo comenzó a analizarse, de modo general y descriptivo,
en tratados sinticos y ensayos divulgativos escritos durante la prolongada expansión
cafetalera, primero en el Caribe y luego en los espacios continentales. La otrora floreciente
colonia francesa de la isla de Santo Domingo era el escenario de las primeras innovaciones
tecnológicas, tanto en los sistemas de cultivo como en el proceso completo de beneficiado del
café. En realidad, no es por casualidad que el manual escrito en 1797, por P. J. Laborie ex-
5
propietario de una plantación de esta ínsula, se convirtiera en el almagesto de cualquier
productor entendido de cuestiones cafetaleras.
Propiamente, en lo que respecta a Costa Rica, es probable que el gobernador Tomás de
Acosta para no tomar por asalto a sus conciudadanos, haya traído de la isla caribeña de Cuba,
los primeros consejos acerca de la siembra y tratamiento de la planta. En efecto, con la
emigración de los franceses de la isla de Santo Domingo, quienes traían una vasta y fructífera
experiencia cafetalera, la colonia española ejercuna poderosa influencia durante la primera
mitad del siglo XIX, sobre nuestros neófitos productores. Entre los manuales y monograas
que circulaban de mano en mano en los escasos lectores de ese entonces, fue de especial
interés sin duda, el trabajo del antiguo oficial francés Alejandro Dumont: Consideraciones
sobre el cultivo del café, publicado en La Habana en 1822
1
, el cual despertó los comentarios
y admiración de los caficultores meseteños. Tan es así que pocos años después, en los albores
de la primera bonanza cafetalera (1830-1850), el dueño de la Imprenta La Paz, un venturoso
comerciante y próspero cafetalero Miguel Carranza, en 1835 decidió hacer una reimpresión
para un grupo de allegados del laureado manual.
Cuando el agricultor costarricense empezó a adoptar el cafeto, la literatura del
momento insinuaba la conveniencia de sembrar en torno al cafetal rondas de árboles frutales y
plátanos. A nuestro juicio es el primer gran cambio, ocurrido en los primeros años de la
segunda mitad del siglo XIX, pues las plantaciones del período inicial estaban expuestas al
rigor del sol. No obstante, todo parece indicar que las leguminosas fueron los árboles s
antiguos que se utilizaron de umbría para el café, y entre ellas destacaba sin lugar a dudas, el
madero negro. Desde los tiempos de la Colonia esta leguminosa era utilizada por los
6
productores de cacao, quienes prácticamente consideraban su cultivo imposible sin el abrigo
de la acacia. Ya desde finales de la primera mitad del siglo XIX, la idea de cultivar madero
negro en los cafetales de San José y las provincias circunvecinas, principalmente Alajuela y
Heredia, se esparció con notable rapidez. El aprovechamiento del madero negro comenzó a
cambiar respecto a la época colonial; de boca en boca fueron trasmitidas sus bondades hasta
llegar a transplantar sus semillas de la costa caribeña y pacífica.
Del mismo modo, es importante destacar que existen pruebas suplementarias de mayor
peso que hablan de otros propósitoss pragmáticos de la utilización que le daba el caficultor
a este arbusto. La leña del madero negro sirv por mucsimos años como combustible de
las cocinas, hornillas y fogones de los costarricenses y se utilizó como columnas para sostener
las vigas de las casas rústicas; también fue empleado para postes de cercas y durmientes del
ferrocarril. Todas estas eran muy buenas razones para su propagación en el Valle Central
2
.
Empero las propiedades de la leguminosa aquí no terminaban. Otro uso del madero negro
resultó de sus raíces y cortezas venenosas, con las cuales el agricultor se proveyó de un
bálsamo contra los roedores.
En esta provisional exploración dedicada a los cafetales del siglo XIX, hay que
referirse obligadamente a las musáceas ( banano, plátano y guineo morado ). Tal vez todo
comenzó como un abrigo provisional debido a su rápido crecimiento u otra posible razón
derive de la renovación del humus ocasionado por la descomposición de los vástagos; sin
embargo, no queda duda que casi la mayoría de los productores de la región cafetalera del país
lo sembraban entre los cafetos al concluir la centuria. Del mismo modo que los árboles
frutales le reparaban al caficultor un pequeño aliciente económico, las musáceas también
7
desempeñaban el mismo papel, agregado a otro de mayor relevancia; suplir las necesidades
alimenticias de su familia. Los plátanos eran conocidos despectivamente como el pan de los
pobres. La escasez recurrente del maíz y la harina, y con ello los precios especulativos que
alcanzaban en los mercados, hizo necesario sustituir el pan en muchas mesas por el guineo y el
plátano. Además, deben anotarse el interés que puso el productor de aquellas regiones
cafetaleras donde los fuertes vientos ocasionaban estragos en sus sembradíos, en esos lugares
las musáceas sirvieron también como barreras de rompevientos.
De ahí que sea factible suponer que las leguminosas, los árboles frutales y las
musáceas contribuyeron al caficultor como múltiples alternativas más que de impacto técnico
en el sistema de produccn cafetalero. Esta fue una de las razones por las cuales entre
sarcasmo y humor ácido, una Cámara cafetalera lle a esgrimir la siguiente conclusión:
Tres cuartas partes de la producción de café está en manos de
pequeños productores que entregan sus cosechas a los grandes beneficios
diseminados en toda la Meseta Central. La gran mayoría de ellos son
ignorantes; muchos apenas saben leer y escribir. Estas gentes tienen sus
pequeñas parcelas de terreno sembradas de café, pero desgraciadamente
en lo último que piensan es en cultivarlas. Jamás las podan y nunca las
cultivan, porque teniendo el café bajo una sombra densima de árboles de
toda especie, están perfectamente limpios. Cafetales en estas condiciones
no pueden nunca dar sino rendimientos exiguos. El campesino
costarricense lo que busca al hacerse propietario es tener en el mismo
terreno todo lo que puede servirle para su manutencn y así es que en un
cafetal, tal vez de media o una manzana, tiene plátanos, aguacates,
naranjas y toda especie de árboles frutales, máxime guabas que han de
darle la leña necesaria para su uso doméstico y sobre toda esta
conglomeración arbórea, inmensas chayoteras y tacaqueras que hacen del
todo una especie de bosque tropical a través del cual nunca penetran los
rayos del sol.
3
8
En conclusión, en la Costa Rica cafetera decimonónica, escasamente puede hablarse
de un empleo técnico del sombrío; la gran mayoría de productores manejaban la sombra de
una manera rústica. Más que una aptitud por garantizar un crecimiento de la planta, el
productor la integraba en su sistema de producción con otros propósitos, v.g. beneficiarse con
sus productos ya fueran para el mercado y su propio consumo, o bien para otros menesteres.
En el ocaso del siglo XIX, los voceros del cambio técnico empezaron a cuestionar la
vida privada del cultivo del café. Para estos hombres las viejas y malas costumbres de los
caficultores tuvieron mucha culpa del empobrecimiento de los suelos meseteños y de los
paupérrimos rendimientos de las cosechas. Una de las prácticas agrícolas s ancestrales -la
desyerba- y la herramienta con la que se ejecutaba merecdurante la primera etapa de esas
discusiones buen número de críticas. Fue casi desde los primeros años de la siembra del café
que los cosecheros adquirieron el hábito de la limpieza del cafetal con pala, ya que de esta
manera se garantizaban una ventilación del suelo para hacerlo más suelto y permeable, pero el
fin último era evitarle al cafeto la competencia de otras vegetaciones.
Según los difusores técnicos este axioma era una verdad a medias:
Este instrumento bárbaro se emplea casi exclusivamente entre
nosotros; los demás países cafetaleros lo rechazan porqué: 1-) destruye la
cabellera de las raíces superficiales, suprimiendo millares de bocas en
cada mata; 2-) el golpe de la pala alisa la superficie del suelo y lo vuelve
impermeable para el aire y el agua; 3-) es difícil conseguir peones, a no
ser constantemente vigilados, no golpeen con el filo de las mismas el pie de
los arbustos; 4-) es difícil conseguir buenos paleros, y esto contribuye a
aumentar el precio de la mano de obra.
Estas razones no dejan de tener su peso, pero á pesar de ellas, no
faltará quien defienda la pala como una necesidad inherente al cultivo del
café, aunque el imperio de la rutina es el mejor argumento que puede
aducirse en su favor.
4
9
A estimar por los preceptos vigentes en la centuria pasada, el cuchillo se utilizaba para
realizar una de las prácticas agrícolas que a lo largo de la historia del café ha demandado de
mayor perspicacia: la poda. Al igual que otras atenciones, los caficultores de Costa Rica de
esa época tuvieron un escaso conocimiento de esta operación; su tradicional sistema permitió a
la planta un desarrollo más o menos "natural", con lo cual se notaba un interés por la
longevidad de la planta más que por incrementar su producción. Considerada la poda como la
parte de los trabajos que se hallaba en el estado s lamentablemente primitivo, fueron
muchas las voces que imploraban diligencia en la ejecución de esta práctica.
En opinión de los agricultores bien informados y de los hombres de ciencia, el
estancamiento y la caída abrupta de la caficultura meseteña se originó desde finales del
decenio de 1880. En 1910, el Ex-Secretario de Fomento, el Lic. Pedrorez Zeledón
calculaba los rendimientos para las décadas de 1850 y 1860 entre 15 y 20 fanegas y lle a
afirmar que algunas unidades productivas lograban rendimientos hasta 52 fanegas por
manzana. A pesar de esta afirmación puede considerarse fuertemente como exagerada, lo
cierto era que a mediados de 1890, los rendimientos promedios habían bajado o a 8 fanegas.
Este descenso, según los entendidos, radien un sinnúmero de factores. Para algunos el
agotamiento de los terrenos, las antiqsimas prácticas agrícolas, el esquilmo de las cosechas,
5
incidían en la baja productividad. Para varios eran la degeneración de la planta, la poca
atención a las enfermedades, los trastornos atmosféricos, y hubo quien insinuó que hasta los
continuos temblores tenían parte de esa responsabilidad.
De igual modo, con el correr de los años del siglo XIX la fertilidad natural del suelo de
la Meseta Central iba en descenso, lo cual propició que la mayoría de los caficultores de fines
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de la centuria dieran cabida a prácticas ignoradas por los pioneros de la industria. Afectados
grandemente por los bajos rendimientos de las unidades productivas, la aporca honda en los
cafetales surgió no sólo como una forma para rehabilitar de la planta, sino para hacerle frente a
la insuficiencia y alto costo en el mercado del abono natural. La aporca se realizaba una vez
concluídas las labores de limpieza, con lo cual posteriormente la basura - restos de madera
vieja y malas hierbas - se dejaba descomponer cerca de las raíces con la finalidad de
proporcionarle humus al cafeto. Aunque los difusores técnicos no cuestionaban el principio
como obtención de abono verde, su inadecuado empleo a su juicio fue innecesario y
perjudicial.
Por otra parte, es incuestionable que los extraordinarios precios internacionales del
fruto hicieron contrapeso al declive de los bajos rendimientos. En este sentido,
independientemente de una baja producción, los caficultores continuaban percibiendo
considerables beneficios: la valoración de sus fincas y la disposición de un crédito casi
ilimitado de las casas acreedoras, sin s garantía que las consignaciones de café enviadas a
New York o entregadas al beneficiador. No obstante, el cultivo del cafeto demandaba un
mejor manejo técnico.
El cafetal moderno
Sobre este telón de fondo que se acaba brevemente bosquejar devinieron, en las
postrimerías del siglo XIX, las primeras demarcaciones visibles entre la caficultura
predominantemente “natural” y la caficultura basada en nuevas prácticas de cultivo. El
aprendizaje de las innovacionescnicas, por parte de los productores del Valle Central, parece
11
derivarse de la cálida acogida que le dieron a unos cuantos folletos agrícolas y escritos
monográficos foráneos, que circulaban profusamente en esa época. Varios de ellos se
editaban casi simultáneamente en el país que en el exterior, y los caficultores que leían tales
escritos tuvieron a mano los primeros estudios divulgativos favorables al sombrío para el ca.
La brecha a la cual hacemos alusión se inic por el interés persistente de emular a
otras caficulturas más desarrolladas ( es bueno hacer memoria que las tempranas sugerencias
técnicas de la sombra procedían de Colombia y Venezuela ).
6
Asimismo, el hecho de tratar de
darle una aplicacn práctica a los consejos de los ingenieros agrónomos, principalmente de
aquellos que dirigían estaciones experimentales, dio origen - entre nosotros a las primeras
experiencias vernáculas de carácter técnico -. Los nuevos trabajos sobre la familia de las
leguminosas, - entre los cuales destacaban los estudios de las erythrinas e ingas - y el
progresivo reconocimiento de sus propiedades como agentes nitrificadores, precipitaron el que
diversos productores fueran inducidos a experimentar con ese tipo de árboles. Por lo tanto, no
existe duda que todo empezó a cambiar cuando el tratamiento del sombrío dede ser un
problema incidental para algunos caficultores de las principales zonas cafetaleras.
7
Es verdaderamente revelador el hecho de que a inicios del último decenio del siglo
pasado comenzaban a introducirse las primeras variedades de semillas mejoradas de
erythrinas, con la clara intención de hallar en ellas un mejoramiento en el cultivo. La
iniciativa individual de Napoleón Millet ofrece un excelente ejemplo de ese arquetipo de
caficultor. En 1892 Millet, un caficultor de Tres Ríos, demostque era algo más que un
receptor pasivo de las influencias de la modernizacn, cuando lle a dedicar sus mayores
esfuerzos a corregir la vieja costumbre local de sembrar adrede árboles frutales y musáceas.
12
Después de una meticulosa información obtenida de los folletos, decidió traer al país una
variedad extranjera de erytrhina; el Bucaré (Erytrhinas Micropterix) de las Antillas
Francesas.
8
Esta experiencia habría de tener más de un corolario. Una vez diseminadas las
semillas de esta nueva leguminosa, años más tarde, en diferentes cafetales del Valle
Central, sedujo súbitamente la atención de todos los productores avezados, quienes vieron
en ella la posibilidad de entablar comparaciones con las especies que hasta ese entonces
venían utilizando. En el curso de esa comprobación resultó que los beneficios de esta
"quintaesencia" parecían ser tan grandes que pronto las cualidades del madero negro y las
musáceas, enarboladas por muchos años - especialmente de la acacia -, perdieron su puesto
y fueron vistas como sospechosas y rivales del café. Quizás nada refleja mejor esta
tendencia a cambiar la caficultura decimonónica, que el siguiente cuadro elaborado para
1890-1910, cualquiera pueda ser la debilidad de su reconstrucción:
Cuadro N° 1
Tipo de sombra y zonas de utilización
1890 - 1910
Nombre Común Familia Nombre Científico Lugar
Poró Leguminosa Erythrina rubrinervia Heredia: Lagunilla,
Barva, El Barreal, San
Isidro, San Pablo, San
Rafael, Santa Bárbara,
Santo Domingo
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Madero negro Leguminosa Gliricida maculata Alajuela, Heredia
Frijolillo Leguminosa Cajanus indicus
Hule Leguminosa Castilloa costaricana
elastica
Atlántico: Turrialba
Guabo, guajiniquil,
guabo peludo,
guajiniquil blanco
Leguminosa Inga Tres Ríos, Curridabat,
Cachí, Orosí, Ujarráz,
Alajuelita, Santa Ana,
San Pedro, El Zapote,
Guadalupe, Uruca,
Pavas, Desamparados,
San Juan, Escazú
Guanacaste Leguminosas Enterolobium
Cycolocarpum
Guachipelín Leguminosa Dyphisa robinioides
Manza rosa Myrtáceas Jambosa Jambos
Bananos, plátanos Musáceas Musa Atlántico, Turrialba
Fuente: Boletín de Agricultura Tropical, Febrero de 1899, p.23; Boletín del Instituto
Físico - Geográfico, 30 de Junio de 1901, p. 160; 31 de octubre de 1901, p. 276; 30 de
noviembre de 1901,p. 285; 31 de enero de 1902, p. 6; Boletín de Agricultura. Organo
de la Sociedad Nacional de Agricultura, 1 de abril de 1909, p.171;15 de abril de 1910,
p. 185; Boletín de Fomento. 1925 N°.7, p. 465.
Varias e interesantes conclusiones se pueden extraer de este cuadro, aún cuando
sabemos que es más bien especulativo y, con seguridad, demasiado simplificado. En primer
lugar, es visible todavía una heterogeneidad de árboles que continuaban utilizándose como
sombra hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX; sin embargo, las leguminosas
figuraban ya entre los árboles predilectos por los cosechadores. Por otra parte, no debemos
olvidar las diferencias transitorias de los primeros años (la década de 1900) que se notaban en
las principales regiones cafetaleras. Mientras los cafetaleros de los cantones y distritos de las
provincias de San José y Cartago sembraban las ingas para sombra de sus cafetales, los
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productores alajuelenses y heredianos llevaban a cabo algunos ensayos con las erythrinas a fin
de sustituir al longevo madero negro.
Si bien para la década de 1900 existió todavía una tendencia marcada de parte de
varios productores de ciertos distritos de esas provincias a poblar los cafetales de erythrinas, su
utilización era una salida pasajera. Fundamentados ahora en una cuidadosa labor de
experimentación, a los pocos años empezaron a desencantarse con estas especies, pues en ellas
no reconoan ningún vínculo económico y laboral. Excepto por sus virtudes de abrigo eficaz
en corto tiempo, tal parece que los inconvenientes de las erythrinas triplicaban las bondades.
Cabe mencionar al respecto el escaso valor maderable de su tronco, la pobreza de sus ramas
para ser utilizada como leña y desde luego, la cantidad de espinas que hacían difícil y oneroso
su manejo técnico.
9
Hacia el decenio de 1920, desde el oriental cantón de Oro en la
provincia de Cartago, hasta el occidental municipio de Naranjo de Alajuela, empezaba a
predominar un único paisaje: café e ingas.
Cabría agregar que en 1929 a 1935 el Centro Nacional de Agricultura llevó a cabo en
su Estación Experimental de San Pedro y en algunas unidades productivas de varios
caficultores de Alajuelita, Aser y Desamparados una serie de experiencias de cultivar el café
sin sombra. Sin vacilaciones los resultados de estas observaciones resultaron ser decisivas,
para la propagación del sombrío en los cafetales meseteños.
10
La autocrítica interna que se ejerc a la caficultura de fines del siglo XIX iba a dar
paso a un famoso debate sobre la conveniencia o no de la sombra para el café. Es bien
conocido que a lo largo de la historia del cultivo del cafeto la umbría siempre ha dividido a los
conocedores de la actividad; mientras unos encontraban en ella una forma de mejorar la
15
siembra, otros la condenaban y la indiciaban como nociva y portadora de un sin fin de daños.
Enfrascados en ese dilema pero rodeados de especulaciones técnicas y prácticas, tanto
apologistas como detractores iniciaron a finales de siglo y principios del actual una apasionada
polémica.
Ya hemos dicho que la modernizacn de la caficultura estuvo en su primera etapa
- por lo menos antes de que se fundaran las Escuelas de Agricultura a mediados de la segunda
década del siglo XX - bajo la influencia en primer lugar de observaciones de los mismos
productores, como también de folletos y revistas junto con un limitadísimo numero de textos
especializados en cuestiones agronómicas. En verdad, antes de la admisión general de la
sombra en los cafetales, los voceros de la modernización, - quienes rara vez entraban en
desacuerdo entre ellos - se mantuvieron divididos y discutiendo casi por espacio de dos lustros
sobre la pertinencia o perjuicio de este recurso. Es innegable que la discusión puso de
manifiesto cómo iba labrándose el perfil del nuevo caficultor.
Ahora bien, como es difícil seguir plenamente la gama de ideas y los criterios de
cada grupo, en el cuadro siguiente hemos tratado de resumir, a nuestro juicio, los
fundamentos centrales de la polémica:
Cuadro N° 2
Resumen de la Controversia
A Favor de la sombra En contra de la sombra
1. Que el arbusto no resiste en toda su
intensidad la irradiación solar del trópico.
1. Producción bajísima del cafeto
abrigado del sol.
2. Es necesario como medio de protección
contra vientos y huracanes.
2. Desenvolvimiento y propagación fácil
de las plagas criptogámicas.
3. Se requiere la sombra como recurso para
la conservación de la humedad.
3. Conservación de insectos dañinos.
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4. Usando para sombra árboles de la familia
de las leguminosas, el suelo se fertiliza
por la nitrificación bacterial de las
nudosidades radiculares.
4. La planta estará más expuesta a los
ataques de las enfermedades fungosas,
especialmente el Ojo de Gallo, por
desgracia tan común en los cafetales
de los pequeños propietarios
5. La hojarasca y despojo del arbolado
constituyen un abono valiosísimo para el
cafeto.
5. El trabajo manual de los cafetales por
medio de la pala y por causa de la
sombra es pues, completamente
antieconómico
6. Contribuye a impedir el crecimiento de la
mala hierba.
7. Mayor longevidad de los cafetos.
8. El arbolado de sombra disminuye
notablemente la pérdida de la flor de la
tierra.
9. El valor de la leña puede ser un producto
apreciable para las localidades.
Fuente: Idem cuadro 1; y Pérez Zeledón, Pedro. Colección de artículos sobre Política
Agrícola, pp. 21-24 y Van der Laat, Julio. La sombra en los cafetales. Artículos
publicados en el periódico “ La Prensa Libre ”, pp. 17-22.
Los nuevos estudios y los experimentos vernáculos realizados a partir de 1903, en el
Campo de Ensayo de la Sociedad Nacional de Agricultura pusieron punto final al conflicto
entre los difusores. El hecho de aceptar que el sombrío podía variar en intensidad, según la
región, pero nunca debía estar ausente, terminó convenciendo a los últimos remisos de la
caficultura decimonónica. Una vez aprobada la necesidad de la sombra, precisa exponer la
segunda parte del problema o sea la densidad de siembra de las unidades productivas
modernas, de ello nos ocuparemos a continuación.
Con respecto al cambio progresivo en la fisonomía interior del cafetal empezó en los
mismos tiempos del boom cafetalero, cuando algunos productores se percataron que sus
unidades productivas habían alcanzado o estaban aproximándose a un límite de explotación.
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En 1906, en un pequeño artículo publicado por la Revista de la Sociedad Nacional de
Agricultura, el ingeniero agrónomo Enrique Jiménez Núñez describió detalladamente sus
experiencias personales, que venía efectuando desde 1892, en los cafetales de Guadalupe,
Turrialba y Nuestro Amo, acerca de un nuevo sistema de cultivo de café. Aparte de su
valor intrínseco, el trabajo de Jiménez Núñez ocupa con toda propiedad un lugar destacado
en la historia de la modernización cafetalera; el autor en dicho estudio planteó las
dificultades de sus ensayos, y recomendaba a sus coetáneos dos modos distintos de sembrar
el cafeto, los cuales le habían dado resultados extraordinarios:
1°
°°
°. La siembra en cuadrados en la que cada mata de café ocupa
uno de los ángulos de un cuadrado. La distancia entre mata y mata y
entre calle y calle es generalmente de tres varas [2 mts. 50]. Las calles son
perpendiculares entre y los árboles de sombra se colocan calle de por
medio cada dos matas de café, en medio de dos de ellas. De este modo
caben en una manzana 1089 matas de café y 363 árboles de sombra. En
todo 1452 árboles.
2°
°°
°...La siembra en triángulo [ conocida popularmente como pata
de gallo]. En esta siembra la distancia entre matas y el ancho de calles es
también de 3 varas, pero las matas de una calle no corresponden con las
de la siguiente, sino que alternan con ellas. La distancia entre dos matas
de dos calles sucesivas es de 3 varas y 4 décimos [2 mts 84], de modo que
las matas están colocadas en los vértices de triángulos isósceles. La
sombra se coloca entre dos matas de café, como en el sistema anterior.
Este modo de siembra presenta calles en tres direcciones distintas, la
dirección de las paleas, operación ventajosa en muchas circunstancias;
pero ades inconveniente.
11
Es fácil comprender que hasta aquí no existía nada novedoso, pues en realidad,
muchos de los experimentos de Jiménez Núñez y otros contemporáneos suyos tenían
sorprendentes semejanzas con el método de siembra de los franceses en el Caribe de finales
del siglo XVIII
12
y en los cafetales propuestos en las cartillas agrícolas del siglo XIX. Pero, si
18
examinamos detalladamente el nuevo sistema, en particular la técnica denominada " pata de
gallo ", saltan novedades que bien vale la pena reseñarlas. El signo s palpable de la
originalidad de Jiménez Núñez se manifiesta en el establecimiento de las calles de cafetos y
sombra colocados en línea recta en todas las direcciones. Hasta entonces había sido una
costumbre de nuestros productores decimonónicos de sembrar árboles frutales o plátanos entre
mata y mata de ca; esta técnica ocasionaba graves dificultades, siendo por ello comprensible
su poca eficacia práctica a la hora de atender el cafetal, principalmente por los continuos
obstáculos que se hallaban siempre en medio de las calles. En cambio, las calles rectas lejos
de significar labores más complejas en la atención del cafetal, simplificaron varias faenas
agrícolas.
Una de las causas fundamentales del auge del sistema de " pata de gallo " y por qué
rápidamente la adoptaron muchos caficultores, proviene del extraordinario ahorro monetario
en tres rubros esenciales: cuidado del cafetal, extracción de la cosecha y una anhelada
" mecanización " del cafetal. La colocación de los cafetos y los árboles de sombra
equidistantes unos de otros, además de darle una gran elegancia a la plantación de café,
permitió un trabajo rápido y económico; asimismo, al prosperar las leguminosas, el productor
obtuvo otras tres grandes ventajas económicas, igualmente importantes: en primer lugar, el
suelo recibió un abono verde abundante en humus y nitrógeno; en segundo lugar, con esta
cubierta verde en las calles, se hizo innecesario en el invierno el trabajo de limpieza, ya que
impedía el crecimiento de la mala hierba y evitaba el lavado de las tierras; en tercer lugar, la
práctica del redondeo, - que significaba mover la tierra profundamente alrededor de la planta -
en tiempos de sequía facilitaba la conservación de la humedad al cultivo.
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Agregadas a estas cualidades: abono abundante de poco costo, gran economía en las
labores de asistencia y mantenimiento de la capa s rica del suelo, con el sistema " pata de
gallo " los caficultores resolvieron otros problemas. Quizá el más importante de todos ellos
fue el vacilante asunto de la mano de obra. En aquellos lugares donde los brazos eran escasos
y caros, la siembra de leguminosas disminuyó el mero de paleros; del mismo modo, el
ensanchamiento de las calles permitió el libre tránsito por el cafetal para la recogida del grano.
A medida que se transformaban las plantaciones, en terrenos planos se llevaban a cabo
algunas experiencias aisladas de mecanización de los cafetales. En efecto, para los últimos
años del siglo XIX, el mismo Jiménez Núñez realizaba los primeros ensayos de cultivo de café
con cultivadora de disco. Y poco después, el 10 de agosto de 1906, en una circular dirigida
por la redacción de la revista de la Sociedad Nacional de Agricultura a sus afiliados, varios
respondieron afirmando haber reemplazado la pala por pequeñas limpiadoras o cultivadores de
hierro, conocidos bajo el nombre de Planet Junior y que araban de vez en cuando en las
calles.
3
En una caficultura en constante cambio era natural que el patrón típico de siembra de
" pata de gallo " evolucionara con el correr de los años. Como es lógico, la cantidad de
arbustos de los cafetales estuvo condicionada a los accidentes del terreno. El sistema original
de siembra dio cabida a 1089 cafetos por manzana, llegando a predominar en los grandes
cafetales, e incluso en numerosas unidades productivas de medianos y pequeños productores.
Hacia la cada de 1920, los caficultures meseteños y de la región oriental del Valle Central
3.
Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura, 10 de octubre de 1906, p. 180.
20
acortaron la distancia a 2 metros 50 centímetros de calle a calle, e igual distancia entre una
planta y otra, incrementando el número de cafetos a 1152. Para esos os, también se
introdujo otra iniciativa para los terrenos planos: después de tres filas de cafetos se dejaba una
calle de tres metros para la entrada de la carreta con el objeto de recoger el café, o distribuir
abonos.
4
Es patente que el cultivo en laderas tuvo otras connotaciones. La siembra de cafetos al
contorno o en curvas de nivel fue una práctica muy efectiva en los cafetales inclinados. No se
hará aquí una pormenorización de las densidades en este tipo de cafetal, pues desconocemos
los límites y características de este tipo de unidades productivas; sobre todo no hemos todavía
localizado ninguna fuente precisa donde aparezca consignado el número de arbustos
sembrados en una manzana. Vamos a limitarnos exclusivamente a mencionar el todo que
se siguió. Este trabajo consistió en sembrar las plantas en líneas o surcos en el sentido
contrario a la pendiente del terreno, de tal manera que las hileras de plantas quedasen a nivel.
En este sistema fue muy ventajoso sembrar los árboles de sombra en el mismo surco del
cafeto, pues de esta forma aseguraban un mayor control de las erosiones y facilitaban el
empleo de los instrumentos de labranza.
5
Más adelante, a principios del último lustro de la década de 1940, la caficultura
costarricense empezó a vivir uno de sus primeros períodos de intensificación; en cierta forma
ésta era una vuelta al punto original de siembra a pleno sol. Esta nueva fase comenzó en junio
4.
Boletín de la Cámara de Agricultura, julio de 1922, p. 268.
5.
Suelo Tico, junio de 1949, p. 377.
21
de 1946, con motivo de la Primera Conferencia Técnica reunida en Guatemala, y convocada
por la Federación Cafetalera de Centro América y México. Durante casi toda la década de
1930, los esfuerzos regionales cafetaleros se concentraban principalmente en los aspectos de
precios, haciéndolo en menor grado en lo agrícola. Es probable que la nueva situación del
mercado internacional halla llevado a la Federación a buscar un mejoramiento técnico del
cultivo en la región, pues existía unidad de criterio en cuanto a la paralización de los
rendimientos por área en la mayoría de los países federados. Sin embargo, hubo una
extraordinaria excepción que ocupó por completo el trabajo de los representantes de la
industria: la caficultura salvadoreña.
En nuestro medio, el cultivo en grande de la variedad de café borbón ( conocido
también como café salvadoreño ) llegó una vez comprobadas algunas ventajas sobre la
variedad typica. Pese a que esta variedad, al igual que el arábigo común era de porte alto,
permitió al caficultor salvadoreño solucionars temprano que sus homólogos del Itsmo, uno
de los s graves inconvenientes: la distancia de siembra. Mientras los caficultores
centroamericanos estimaban perjudicial cultivar typica a una distancia menor de tres varas una
planta de otra, la variedad borbón por ser lo suficientemente más resistentes a las plagas podía
dominar esta limitación y sembrarse a cuatro por cuatro varas con cafeto adicional en el
centro.
6
Del mismo modo que brindó posibilidades para la intensificación del cultivo, se le
sumaban otras superioridades no menos importantes, v.g. la resistencia a las enfermedades,
especialmente al Ojo de Gallo, y su alta producción por árbol.
6.
Idem.
21
Hay datos que indican que el sistema utilizado por los caficultores salvadoreños
llamado entre nosotros como quinto salvadoreño - haa sido bastante probado con algunas
modificaciones, mucho antes de la visita de las autoridades cafetaleras del Instituto de Defensa
del Café al departamento de Santa Ana.
7
Empero, no fue sino hasta finales de la década de
1940 que lle a alcanzar popularidad entre los caficultores nacionales. Poco a poco la
variedad borbón fue suprimiendo al arábigo typica, primero sembrándose en medio del
cuadro, - como se observa en eldiagrama de abajo - luego, sustituyendo a las ingas, y por
último hizo desaparecer del paisaje agrario al nostálgico café criollo.
7.
En 1919, Ezequiel Alvarez -a quien en 1954 un autor de un manual cafetalero le atribuía falsamente el mérito de
haber trdo de la República de El Salvador la variedad born- y Franklin Pacheco, vecinos de San Isidro de
Alajuela, practicaban un sistema denominado colipate. Dicho sistema tenía mucho parecido con el quinto
salvadoro; la única diferencia fue la existencia de un árbol de inga para la sombra. Revista de Agricultura
agosto de 1950, pp. 250-253.
Figura N° 1
Quinto Salvadoreño
El diagrama anterior los puntos A indican la colocación de la vieja plantación de
arábigo typica y los puntos NS la posición en que quedó la nueva variedad Nacional
Salvadoreño. En el cuadro de la línea sólida se ve cómo el cafeto Nacional Salvadoreño
vino a ser el Quinto.
Fuente: Suelo Tico, junio de 1949, p.376.
Coetáneamente al debate sobre la pertinencia o no del sombrío en los cafetales y en la
misma época de la crisis cafetera 1896-1906, varios productores también comenzaban a tomar
2
notas distintas de una de las operaciones de mayor discernimiento del cultivo: la poda. Si bien
se ha reconocido a lo largo de este siglo que la poda no sólo es la más importante, sino
también la más provechosa y compleja práctica de la actividad, parece ser que nuestros
caficultores decimonónicos no le daban la importancia requerida. Ya vimos en páginas
anteriores que antes de la modernización cafetalera nuestros viejos sistemas de " poda "
permian a la planta un crecimiento más o menos " natural ", esto es, le daban mayor
oportunidad de producir cuantas ramas quisiera, en la forma en que le fuera posible al cafeto
desarrollarlas. Como consecuencia de este sistema, la vida botánica del cafeto se prolongaba,
pero los ciclos de cosecha se veían interrumpidos cada cierto número de años, haciéndose
preciso despojar a la planta de la totalidad de sus ramas y esperar un término de tres años para
obtener nuevamente una producción completa.
No cuesta trabajo reconocer que el proceso de duración del aprendizaje de la técnica
de la poda fue mucho más difícil y prolongado que cualquier otra faena del cultivo de ca.
Por ejemplo, las primeras lecturas de los folletos decimonónicos, que a simple vista parecían
muy esclarecedoras, a menudo confundían a nuestros caficultores antiguos, pues para ellos
dentro de la categoría de la poda entraban otras operaciones como: la desbandola, la deshija, la
capa y la afeitada de raíces, entre otras. En un principio, la práctica se limitaba solamente a
quitar con la mano las bandolas secas o dañadas -en nuestro medio se le llamó a este quehacer
el despalillo-, y la poda de renovación ( cortar a ras del suelo los troncos viejos y educar los
retoños como arbolitos nuevos ) guardaba una marcada similitud con otra práctica: el
receptado. A pesar de que algunos productores comprendieron el valor de la poda, al
3
finalizar el siglo XIX continuaba en el calendario agrícola como una práctica irregular y con
un bajísimo nivel técnico.
Ahora contemplada la práctica de la poda desde una nueva perspectiva técnica, la
primera década del siglo XX testificó el nacimiento de los primigenios ensayos escritos de
nuestros difusores sobre este tema. Estimulado seguramente por el trabajo de Doidge y Nash,
8
y convencido de la urgencia de que sus contemporáneos pudieran contar con un texto s
apegado a la caficultura costarricense, Mariano R. Montealegre, publi sus propias
experiencias bajo el título: La Poda del Cafeto.
9
Pese a que el trabajo técnicamente no
rebasaba los niveles elementales de la práctica agrícola; el mérito mayor fue su útil sentido
práctico e instructivo para los caficultores criollos. Escrita por un hombre de larga tradición
familiar cafetalera, s que un tratado técnico lo de Montealegre era una brillante obra
divulgativa popular sobre las nuevas técnicas de esta intrincada operación.
Igualmente importante fue el trabajo del ingeniero agrónomo y caficultor Enrique
Jiménez Núñez, que apareció tres años después de la publicación de Mariano R. Montealegre.
Si a este último le reconocieron sus contemporáneos el valiosísimo aporte divulgativo, el
estudio del primero go entre los difusores y caficultores más conspicuos de una gran
estimación, producto de su elevadísimo nivel técnico.
8.
Boletín de Agricultura Tropical, agosto de 1899, p.113.
9.
Publicado como un estudio hecho por un miembro de la Sociedad Nacional de Agricultura, en nuestra opinión
fue el trabajo sobre la poda del cafeto de mayor divulgación hasta 1929. Fue publicado por primera vez en el
Boletín del Instituto Físico-Geogfico y Organo de la Sociedad Nacional de Agricultura, (31 de diciembre
de 1903, No. 36), pp. 267-278. La segunda edición, sin grandes cambios, apareció en el Boletín de Fomento
(agosto de 1911, No. 7) pp. 484-496. En lacada de 1920, se edi una tercera edición en dos entregas, esta vez
corregida y aumentada por su autor en el Boletín de la Cámara de Agricultura (julio de 1921 N° 4), pp. 113-
144 y (agosto de 1921, N° 5), pp. 144-149.
4
Mientras en los acalorados os veinte del siglo que pasa, la mayoría de productores -
o al menos eso parece - estaban riñendo sobre los precios domésticos del grano, o bien
enzarzados en la abominación de la variedad " borbón ", para esos mismos años, el ingeniero
Bernardo R. Yglesias efectuaba en las pequeñas plantaciones de café de la Estación
Experimental del Centro Nacional de Agricultora nuevas investigaciones sobre la poda del
cafeto. Desps de tres años consecutivos de experimentación, salieron publicadas en un
pequeño opúsculo que aunque no tenía más de veinticuatro páginas, en proyección alcanzó
límites insospechados. El estudio de Yglesias es uno de los puntos centrales, en otras
palabras, un notable producto de la investigación agrícola del período de la modernización y
un aporte para la caficultura continental.
A pesar de la influencia de Montealegre, Jiménez Núñez, e Yglesias, los caficultores
también ensayaron y prefirieron otros sistemas muy distintos a las experiencias vernáculas.
Entre las innovaciones técnicas que procedían del extranjero, el sistema colombiano
10
era sin
apelaciones el que despertó mayor entusiasmo. Aunque no podemos fijar con puntualidad la
fecha de ingreso a Costa Rica del sistema colombiano, conocemos que ya para la década de
10.
Con respecto al sistema colombiano es poca cosa lo que sabemos; no obstante, muchas revistas agrícolas que
circularon después de 1929 frecuentemente mencionaban la técnica, pero sin describirla. La única reseña, por
cierto muy parca, advertía:
El " sistema colombiano " consiste en dejar crecer un tallo erecto, natural, hasta
la altura de 1.75 cortando el extremo entonces esto es "candolo" como decimos aquí.
Como consecuencia de esta interrupcn del curso ascendente de la savia, ésta busca su
expansión en dos dirección: hacia arriba, y crea la tendencia de brotar hijos del mismo
tallo, hacia los lados, formando entonces nuevas ramillas o " bandolas " y creando las "
palmas ". Los tallos adicionales deben ser suprimidos constantemente, pues estos
contrarrestan la producción de cosecha al crear nueva madera leñosa. La poda de las
ramillas se hace con tijeras, separando aquellas que han quedado imposibilitadas de
nueva producción para dar espacio a las nuevas que brotan vigorosamente. Revista de
Agricultura, marzo de 1932, p. 127.
5
1930 estaba muy extendido su uso en los cafetales del Valle Central. Lamentablemente, por
falta de datos es imposible hacer un contrapunto justo y preciso sobre la superioridad o
inferioridad respecto a la " poda Yglesias ", que fue la otra técnica mayormente empleada en
esa época. Sólo puede afirmarse que desde el punto de vista técnico ambos sistemas tuvieron
sus propios simpatizantes y detractores.
En realidad, y esto fue muy evidente, el aprendizaje de la cnica de podar no se
efectuó de la noche a la mañana; seríamos ingenuos en suponer que una simple lectura de los
textos que mencionamos resolvía todos los problemas de la labor agrícola más compleja del
cultivo del cafeto; el caficultor tuvo que hacerla suya y repetirla de año en año para poder
adquirir experiencia. Aún así, como apuntaba certeramente el caficultor turrialbeño Pastor
Méndez Castillo en 1992: para podar no son todos, nadie nace aprendido.
11
Conclusión
Casi todos los investigadores interesados en la caficultura del siglo XIX y primera
mitad del XX han quedado satisfechos al reconocer que la razón primera del auge de la
actividad puede encontrarse, - al menos en sus primeras décadas - en la fabulosa fertilidad de
los suelos del Valle Central. Esta condición, acompañada del éxito obtenido con las ventas de
las cosechas de café y el aumento continuo de la demanda de este fruto durante buena parte
del siglo decimonónico, fue lo que posibilitó a los productores desde muy temprano
11.
Brunilda Hilje, Carlos Naranjo y Mario Samper. "Entonces ya vinieron otras variedades, otros sistemas..."
Testimonios sobre la caficultura en el Valle Central de Costa Rica, ( San José: ICAFE –UNA, 1995.), p.135.
6
" intensificar " la siembra del cafeto. En cierta forma estas explicaciones con frecuencia nos
han dado una valorización incompleta del período, ya que en el orden cnico poco o nada se
ha hecho por averiguar los sistemas de cultivo de los productores de aquella época.
Es bastante posible que una vez abandonado el sistema de siembra a pleno sol, los
nuevos cafetales surgidos a raíz del establecimiento de los primeros árboles de sombra,
originaron muchas y muy variadas unidades productivas. Aunque no descartamos los
propósitos entusiastas referidos a los beneficios de algunas plantas para dar abrigo al café, la
mayoría de las utilizadas hasta 1890 eran inapropiadas, pues se cultivaban respondiendo más a
una lógica de manutención familiar. Sin ambages, este método de sembrar una vasta variedad
de árboles dentro del cafetal, donde quiera que estuvo instaurado lejos de solucionar antiguos
problemas, trajo otros nuevos. Con la típica improvisación - caractestica peculiar del
productor decimonónico - los cafetales estaban organizados sin concierto; a estrecha distancia
de un cafeto a otro; irregularidad y estorbos en las calles interiores; ausencia y exceso en la
poda; exagerada limpieza del suelo; aporcas hondas; sombra inadecuada. En fin eran cafetales
poco pcticos, sin reglas fijas y totalmente desatendidos.
El prolongado desdén de los caficultores decimonónicos, se vio perturbado por la
extraordinaria bonanza y la trágica " crisis de fin de siglo ". A partir de 1890, la situación
empezó a cambiar con una gradual renovación de la sombra de los cafetales del Valle Central;
influidos los caficultores ahora, en parte por los estudios, observaciones y experiencias
personales, fueron dejando atrás el empleo empírico de sombras. A medida que una
proporción cada vez más elevada de entusiastas productores iba adoptando el uso de plantas
7
leguminosas, especialmente las ingas y las erytrhinas, la modernizacn cafetalera iba
abriéndose paso.
El triunfo de las leguminosas
12
se dio gracias a las múltiples posibilidades que le
brindó al caficultor, además de resolverle los problemas del suelo - la falta de nutrientes era
uno de ellos -, pudo obtener ahorros económicos todavía mayores como abono barato,
asímismo incorporó conocimientos importantes sobre el proceso de fijación biológica del
nitrógeno. Más allá de estas funciones, la utilización de leguminosas trajo cambios
importantes en la disposición de los cafetos; por ejemplo, el sistema de siembra " pata de gallo
" con las calles rectas y anchas en todas las direcciones tuvo enormes repercusiones sobre el
régimen de trabajo en el cafetal.
Para que no se nos atribuya que propugnamos un excesivo entusiasmo y defendemos a
ultranza el proceso renovador de la caficultura, hemos de afirmar que todavía en 1938, el
aprendizaje de algunas prácticas agrícolas apenas terminaba. Un trabajo realizado en ese año
por el Instituto de Defensa del Café reveló, en muchos sentidos, las dificultades y el ritmo
pausado de los cambios.
13
Pese a estos altibajos, durante el período que se extiende de 1890 a
1950, el estudio de suelos adquirió un carácter más científico; un proceso tan simple como
agregar cal al suelo con el propósito de reducir la acidez, era casi de total desconocimiento
antes de la modernización, y se idearon tambn otros medios destinados a mantener o elevar
12.
En el desventurado primer lustro de la década de 1940, el precio del maíz y la harina se había encarecido
notoriamente. Las Municipalidades de San Isidro de Heredia y la del cantón de Moravia de San José se
empeñaron en agravar con ¢ 1.00 por trimestre cada manzana no cultivada con al menos 125 matas de plátano. La
pertinaz oposición del Instituto de Defensa del Café, lamara de Agricultura y de los productores de esos
vecindarios dio traste con el proyecto. La Tribuna, 8 de junio de 1943, pp. 1-3.
13.
Revista del Instituto de Defensa del Café, enero 1936, pp. 109-132.
8
la fertilidad de los suelos. Mientras muchos caficultores efectuaban prácticas de alcalinización
de suelos, otros investigaban nuevos métodos para curar las enfermedades y prolongar la vida
botánica del cafeto. Sin embargo, el principal problema técnico que les quedó pendiente fue
conseguir una variedad de semilla potencialmente comerciable y s resistente a las
afecciones y plagas. La mayoría de las variedades disponibles eran considerada indeseables;
pero hacia los últimos años de la modernización se introdujo una simiente que marcó el inicio
de una nueva etapa de la caficultura costarricense.
Arriba mencionamos la necesidad de ponderar, o quizá revisar la visión que se tiene
sobre la debilidad técnica del caficultor nacional de la primera mitad del siglo XX.
Disponiendo ahora de nuevas fuentes, – revistas, folletos e informes de los centros de
investigación – a medida que nos vayamos familiarizando con ellas, tenemos la plena
confianza de que poco a poco vamos ir cambiando nuestras percepciones y conociendo las
pequeñas interioridades de los cafetales de aquella época. En verdad, hasta que punto caló
las innovaciones tecnológicas en los productores es un asunto sujeto al examen. Sin
embargo, sumergidos en la exuberante documentación cafetera, no queda ningún género de
29
duda respecto de las simpatías y coqueteo de los propietarios medios con el ideario de la
modernización. Naturalmente es imposible establecer una frontera rígida en los estratos
cafetaleros, hubo algunos casos de hacendados grandes que integraban los métodos
modernos en sus unidades productivas. En cuanto a las explotaciones en pequeña escala, es
casi imposible captar su participación en el proceso, ya que en las fuentes es difícil poner
en claro el papel de sus dueños. De la misma forma, se percibe también una significativa
importancia social y política de los productores medios durante esta primera modernización
( 1890 – 1950 ). Desde los albores mismos este núcleo de caficultores dejo inscrita su
impronta en la memoria nacional, pues de cuanto movimiento asociativo, reivindicativo o
de confrontación taimada y simbólica que hubo fue la espina dorsal.
Notas
1.
Luis Dobles Segreda, Indice bibliográfico de Costa Rica ( San José: Imprenta Lehmann, 1927 ), t. I p. 3-4.
2.
Marco Tulio Fonseca, Muy cerca de mi tierra: Relatos botánicos, históricos y cuentos ( Heredia: EUNA,
1978 ), pp. 24-25.
3.
Boletín de la Cámara de Agricultura de Costa Rica, setiembre de 1921, p. 163.
4.
Boletín del Instituto Físico - Geográfico de Costa Rica, 31 de agosto de 1901, p. 201.
5
Pedro Pérez Zeledón, Colección de artículos sobre política agrícola ( San José: Tipografía Nacional,
1910 ), p.44.
6.
Boletín del Instituto Físico - Geográfico, 30 de junio de 1901, p. 153.
7.
En el curso de las discusiones ardorosas entre los difusores técnicos, relacionadas con el beneficio a la
inconveniencia del sombrío en los cafetales, muchas cosas cambiaron, en particular el contenido de los periódicos
costarricenses. Por lo común los comentarios de fondo relacionados con problemas de la agricultura antes de la
fundacn de los boletines especializados, aparecían en las revistas y memorias de la Subsecretaría de Instruccn
Pública y, desde luego, una que otra vez en el diario oficial de La Gaceta. En algún sentido, el problema de la
sombra varió el rumbo de los periódicos. En los umbrales del nuevo siglo, lo que empezó ocasionalmente en los
diarios El Heraldo de Costa Rica, la Revista y El Fígaro, entre otros, alcanzó sus momentos s excelsos
cuando tiempo después, varios de ellos tuvieron sus propias secciones dedicadas a la divulgación agrícola, v.g. El
Noticiero, La Prensa Libre, Diario del Comercio, La Tribuna, Diario de Costa Rica, por citar los que
revisamos con más minuciosidad.
Además para una comprensión más profunda de la atención que en los diarios acaparó el sombrío en los
años de 1900, puede consultarse: La Prensa Libre de febrero de 1910, donde quedaron impresos los mejores
episodios de este debate entre un autodenominado agricultor práctico y un ingeniero agrónomo. En el mismo año
la Tipografía Nacional lo editó como un folleto titulado: La sombra en los cafetales. Artículos publicados en
el peodico La Prensa Libre, por J. E. Van Der Laat.
8.
Boletín de Fomento, 1925, No. 7, p. 472.
9.
Boletín del Instituto Físico - Geográfico de Costa Rica, 30 de noviembre de 1901, p. 302.
10.
Centro Nacional de Agricultura, Informe de Anual de 1936, pp. 69-70. En ese o salieron publicados los
resultados obtenidos de aquellas experiencias, las cuales pasamos a continuación a resumirlas:
a) Aunque efectivamente bajo las condiciones de la localidad y en terrenos muy bien
situados y con buen suelo, es posible obtener un marcado desarrollo y unas pocas cosechas
abundantes de una plantación de café expuesta al sol, siempre que se cultive, pode y abone
convenientemente, el envejecimiento y agotamiento de las plantas es sumamente prematuro.
b) No fueron como se esperaba un atenuante de consideración las aplicaciones de abonos
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Vol 1. No. 1. Octubre - Diciembre de 1999
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Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
químicos aún en dosis elevadas, para evitar el envejecimiento y agotamiento mencionados.
c) Las enfermedades fungosas y en especial el "ojo de gallo" hicieron su aparición
particularmente en las matas expuestas al sol y que por ello sufrían de un marcado desequilibrio
fisiológico, de lo cual se desprende, que si bien es cierto que un ambiente de excesiva humedad
ofrece un campo propicio para el desarrollo del "ojo de gallo", no menos favorable es para su
desarrollo la existencia de cualquier circunstancia que causando un desequilibrio en la planta la
debilite, aun cuando esta sea la excesiva acción solar, no obstante de su poder germicida.
d) La reacción a la poda, ya sea esta parcial o total, de las matas expuestas al sol, fue
prácticamente nula, pues aun cuando en ambos casos (podas parciales o totales), las plantas
respondieron a un principio, los nuevos crecimientos fueron muy débiles desde su aparición y
algunos sucumbieron, habiendo sido necesario eliminar los restantes, por la poca vitalidad que
exhibían de tal suerte, que algunas plantas expuestas al sol, una vez podadas murieron, habiendo
necesidad de reponerlas.
11.
Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura, 10 de noviembre de 1906, pp. 226-232.
12.
Francisco Pérez de la Riva, El café. Historia de su cultivo y Explotación en Cuba ( La Habana: Jesús
Montero Editor, 1944 ), p. 132. El método en nuestro país se le denominó entre los entendidos siembra de
quincunce, pero la proverbial imaginación popular por su forma original de triángulo la bautizó como pata de
gallo.