Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 1 Febrero - Agosto 2005.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 1 - 43)
DIÁLOGOS. REVISTA ELECTRÓNICA DE
HISTORIA
Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica
Elementos históricos sobre la prostitución femenina en Costa Rica.
El caso del Valle Central Noroccidental
Rodolfo Fernández Carballo y Javier Rodríguez Sancho
Comité Editorial:
Director de la Revista Dr. Juan José Marín Hernández jmarin@fcs.ucr.ac.cr
Miembros del Consejo Editorial: Dr. Ronny Viales, Dr. Guillermo Carvajal, MSc.
Francisco Enríquez, Msc. Bernal Rivas y MSc. Ana María Botey
Diálogos Revista Electrónica de Historia” se publica interrumpidamente desde octubre de 1999
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Palabras claves: prostitución femenina, Valle Central Noroccidental, historia, Estado y
sociedad.
key words: feminine prostitution, Central Valley, history, State and society
Resumen
En este artículo, el lector encontrará un análisis socio-histórico acerca de algunos aspectos
que evidenciaron la prostitución femenina en la Sección Noroccidental del Valle Central de
Costa Rica durante el siglo XX.
Por ello, hemos efectuado una valoración de fondo acerca de los diversos factores sociales
que dieron origen al fenómeno en la región, sin dejar de lado, otras localidades del país que
de una u otra forma han mantenido vínculos con el área de estudio.
Con base en diversas fuentes e investigaciones recientes y desde luego, testimonios
personales procuramos reconstruir una actividad que estuvo y está fraguado por los
diferentes actores sociales del pasado y el presente costarricense.
Abstract
In this article the reader will find a social-historical analysis on several aspects that
evidence feminine prostitution in the Northwestern Section of the Costa Rican Central
Valley during the XX Century.
To this end, we have carried out an in-depth valuation regarding the diverse social factors
that gave rise to this phenomenon in the region, without excluding other localities in the
country that in one way or the other are linked to the area under study.
Based on diverse sources and recent investigations and, naturally, on personal testimonies,
we intend to reconstruct an activity that was —and continues to be— forged by the
different social players of past and present Costa Rica.
Autores
Rodolfo Fernández Carballo historiador e investigador de la Sede de Occidente de la
Universidad de Costa Rica y egresado de la Maestría en Literatura Latinoamericana UCR
Javier Rodríguez Sancho historiador e investigador y egresado de la maestría en
Literatura Latinoamericana UCR . Actualmente es estudiante del posgrado en Historia
Centroamericana UCR
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Elementos históricos sobre la prostitución femenina en Costa Rica. El
caso del Valle Central Noroccidental
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Rodolfo Fernández Carballo
Javier Rodríguez Sancho
1. Marco de referencia
Los estudios históricos sobre la prostitución femenina en Costa Rica
responden a las publicaciones de Juan José Marín Hernández: Entre la disciplina
y la respetabilidad. La prostitución en la ciudad de San José: 1939- 1949 (1993); el
artículo: Prostitución y pecado en la bella y próspera ciudad de San José: 1850-
1930 (1994) y su tesis doctoral: Civilizando a Costa Rica. La configuración de un
sistema de control de las costumbres y la moral en la provincia de San José: 1860-
1949 (2000).
En América Latina, propiamente en México, Argentina, Uruguay, Brasil y
Chile, los estudios sobre prostitución han sido realizados con mayor detalle que en
otros países de la región. En especial, referidos a la prostitución femenina y de
corte urbana. En cuanto a las zonas rurales es escaso el tratamiento, en parte,
debido a las limitaciones de fuentes escritas, a la precariedad documental de
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archivos aptos para su estudio, a prejuicios religiosos o culturales y a dificultades
teórico-metodológicas.
Las investigaciones acerca de la prostitución han estado matizadas por los
desvelos institucionales del Estado desde una valoración del Trabajo Social, la
Antropología, Sociología y la Medicina en general. Uno los ejes fundamentales
desde donde se ha tratado el asunto ha sido a partir del sistema de Salud Pública
y en este caso, la prostitución, fue entendida como una problemática que afectaba
al entramado social.
Así, desde finales del XIX, las leyes que regulaban la salud comunitaria,
especialmente las referidas a enfermedades de transmisión sexual y a quienes las
portaban, debían someterse a las disposiciones curativas de la Medicina con el
agravante de ser sancionados—sancionadas—con la cárcel. La legislación
antivenérea del siglo siguiente así lo manifestó y con el paso del tiempo fue
involucrando otros hilos de una red dirigida desde el Estado y Costa Rica no fue la
excepción (Rodríguez Sancho, 2000).
2. ¿Qué se ha entendido por prostituta?: polémica multiforme e inconclusa
Definir un concepto cargado de valoraciones subjetivas y en el que inciden
elementos económicos, políticos o religiosos, es complejo y por ende difícil. Sin embargo,
es necesario precisar qué se ha entendido por prostituta.
Su etimología proviene del latín prostitutuo-onis que remite a:
poner ante los ojos, exponer [...] exponer públicamente a todo género
de torpeza y sensualidad [...] entregar, abandonar una mujer a la
pública deshonra; corromperla (Lagarde, 1993: 561).
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Se desprende de la cita anterior, una explícita referencia al cuerpo y su
vinculación directa con “lo público” que establece una sentencia peyorativa hacia
un comportamiento erótico no aceptado por los cánones oficiales de una
determinada colectividad.
De acuerdo con Alonso (1982) puta es un vocablo de origen incierto que
posiblemente proviene del latín y se refiere a muchacha, ramera que hace
ganancia de su cuerpo, entregado vilmente al servicio de la lascivia (Alonso, 1982
tomado de Lagarde, 1993). El término ramera se usó desde el siglo XV en
relación con la mujer que hace ganancia de su cuerpo [...] lascivia [...] propensión
a los deleites carnales, a la sensualidad, apetito inmoderado aunque lo asocian
con una actitud juguetona según lo plantea el texto supracitado. El Diccionario de
la Real Academia de la Lengua explicita que puta es una palabra que proviene del
latín y se refiere a una mujer pública (DRAE, 1992).
La prostitución está definida como el comercio que hace una mujer con su
cuerpo, entregándose en este acto a la lascivia y asociándose estos elementos
con lo deshonroso y corrupto por mediar el dinero. Es decir, se conceptualiza la
prostitución en el marco de lo patriarcal” y se la define a partir de la relación
mercantil que deviene del cuerpo (Lagarde, 1993:562) en la que al intervenir el
erotismo, se vuelve deshonroso según la visión e intereses de algunos sectores.
Esta situación no aplicaría para el hombre quien ha sido el cómplice directo en el
transacción y deleite. Lo anterior responde a una construcción social que rebaja a
la mujer como individuo, distorsionando una interpretación integral del fenómeno,
tal como arguye Marcela Lagarde:
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prostituta es la mujer social y culturalmente estructurada en torno a
su cuerpo erótico, en torno a la transgresión. En un nivel ideológico
simbólico, en ese cuerpo no existe la maternidad [...] concreta la
escisión de la sexualidad femenina entre erotismo y procreación, entre
erotismo y maternidad, fundamentos sociales y culturales de signo
positivo del género femenino...” (Lagarde, 1993:563).
La prostituta además de desempeñar una actividad lucrada, sería un
símbolo de la trasgresión social. Para Dolores Juliano (2002) la prostitución no
debe ser considerada como una actividad aislada que pueda analizarse dentro del
universo cerrado de su concreción (Juliano, 2002:10); aquí encontramos una
elaboración social de roles masculinos y femeninos con sus consecuencias de
discriminación económica y cultural que han perdurado por siglos hasta el
presente.
Desde luego que el idioma arrastra simbolismos y contenidos que expresan
valores o disvalores colectivos. En Costa Rica, la jerga popular ha empleado un
conjunto de vocablos soeces para referirse a la prostituta, desde expresiones tales
como : turras, ganado bravo, perras, chicas malas, pisonas, mujeres de la vida
alegre o estrecha, baratas, mujercillas, etcétera. También hubo un código secreto
de la Policía que las clasificó dentro de una numeración específica como
“cuarentas”. Sin embargo, los lugares y centros donde hay mujeres, son
frecuentados por hombres de distintos estratos sociales y que refieren a estas
damas con expresiones despectivas o vulgares que salta a la vista. No tenemos
noticia si hubo alguna numeración ad hoc, para hombres que ejercieron la
prostitución en el mismo período.
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En la mira de Gail Pheterson (2000) el estudio de la actividad en cuestión
se convierte en un prisma a través del cual se obtiene una panorámica diferente
del funcionamiento de la cultura y pone al descubierto sus contradicciones,
temores y tabúes. Esta afirmación es pertinente en cuanto al estudio propuesto,
debido a que hemos podido observar, algunas sutilezas sociales del pasado y el
presente, al visualizar a las mujeres que han ejercido el oficio en algún momento
de su vida o lo siguen practicando y constituye parte medular del presente estudio.
Como hemos afirmado, el concepto prostituta es una construcción social,
históricamente elaborada que guarda una gama de dificultades, tanto políticas,
como económicas y culturales que dificultan su definición, y desde luego, en tanto
categoría epistemológica se transforma en un problema teórico que nos emplaza
al estudiarlo.
Por tanto, queda la interrogante: ¿por medio de qué mecanismos sociales
se asumen roles estigmatizados? Es decir, cuando aceptamos históricamente
conductas o parámetros “moralmente correctas” en sociedades de tradición
cristiana o musulmana, desvirtuamos la interpretación de conjunto. Lo podemos
entender en mujeres esposas y madres que cumplen con los roles
predeterminados por una estructura jerarquizada que no admite la visión del otro u
otra. En este contexto, la prostituta se posesiona en una escala social donde
converge el peso de la agresión cultural que está articulada como algo natural o
legítimo. Su visualización queda relegada a un plano que la ubica en el último
lugar.
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En las décadas de los ochenta y noventa, los estudios sobre prostitución
femenina han procurado minimizar esa cadena de condenas históricas con el
propósito de analizar el objeto de estudio como tal y han procurado desmitificar el
cúmulo de ambigüedades que lo rodean, dándole un perfil menos grotesco o si se
quiere, más humano.
2.1 La prostitución: una actividad marcada por la diversidad histórica
Esta ha ido cobrando diversos matices en derredor de las categorizaciones
sociales que acerca de ella se construyen en diferentes colectividades del planeta
y genera una amplia polémica en su esencia misma, tal como lo hemos visto hasta
el presente.
En un breve recorrido por los siglos, veremos los cambios y continuidades
que ha generado la prostitución. Con base en los diversos textos que conforman
La Biblia amalgamados lentamente durante siglos y que contienen
consideraciones en torno a la prostitución, existe una explícita argumentación en
contra de quienes la ejercían, a pesar de que Jesús no juzgó a las mujeres de su
época. Lo anterior contribuyó de forma negativa para que siglos posteriores a la
muerte de Jesús, se consolidaron las repercusiones fraguadas por una teología
del pecado. Esta se fundamentó desde el cuerpo—la carne—como un espacio de
“perdiciónsegún la versión judeocristiana. El “Nuevo Mundofue cubierto por una
sombra que llegó por medio de los frailes que vinieron con los conquistadores
desde la Península Ibérica.
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En el medioevo de la Europa Occidental, la Iglesia Católica romana
configuró una visión acerca de la vida cristiana en donde sus enemigos
irreconciliables fueron, el demonio, el mundo y la carne como agentes de
perversidad. Por ejemplo, en 1584, las mujeres consideradas como brujas fueron
en muchos casos a la hoguera, producto de sus injustos juicios eclesiásticos; el
Tribunal de la “Santa Inquisición” argumentó que habían sido poseídas por seres
malignos o de cometer “un incestuoso adulterio con los espíritus”. Un manual
popular de la época aseguraba que el diablo se convertía en una atractiva dama
para seducir a los incautos varones y tener sexo con ellos sin que se dieran
cuenta de tal apariencia femenina (Margulis y Sagan, 1992:11). El citado texto
tenía como propósito la caza de brujas y en última instancia sirvió como excusa
para clérigos y monjas que caían presa de sus pasiones desbordadas, es decir,
“cuando la carne era débil”. La casería de brujas representó la preocupación por
controlar a mujeres que poseían conocimientos empíricos y que atentaron contra
un orden masculino con el temor a la subversión popular de las masas que
habitaban los miserables feudos.
En el Renacimiento, lo “prohibido” del cuerpo estuvo resemantizado por una
perspectiva no teológica s allá de la tradición judeocristiana y debido a las
renovadas posibilidades que brindó el renacer de lo clásico, al menos griego y
latino, en donde la sensualidad y la belleza del cuerpo estuvo recuperada en
algunas regiones de la Europa mediterránea. Ante estos cambios, ¿podrían ser
aprobadas las bien educadas jóvenes en el arte del sexo para complacer a
políticos, mercaderes y eclesiásticos? Efectivamente la sociedad opulenta disfrutó
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de una “escuela de damas conocidas como cortesanas. Ellas aprendieron a
complacer a los hombres con poder político y económico, además del celestial
dado que miembros del Alto Clero en ocasiones frecuentaban a estas distinguidas
jovencitas. Un ejemplo ilustrativo es la película: A desteny of her own (1998)
también conocida como Dangerous beauty y traducida al español como Amor
Prohibido, donde se retrata a la Venecia del siglo XVI y las intrincadas relaciones
de poder que son catalizadas por la inteligencia de una hermosa joven, quien
defiende su condición de mujer no sometida a los convencionalismos de la época.
Para los siglos XVIII de la Ilustración francesa y XIX de la II Revolución
Industrial en Inglaterra, las condiciones sociales marcaron pautas con sus
respectivas particularidades. El modelo capitalista fraguó una ética laboral
desprovista o distante del componente religioso y moral sobre conductas según el
patrón del Ancien Regime (Juliano, 2002).
Esta “nueva ética” se asentó sobre la base ideológica de que el trabajo es
clave en el desarrollo económico y la consideración social. La disyuntiva radica en
que las prostitutas suelen asentar su autoestima en su condición de trabajadoras
[del sexo] (Juliano, 2002:19). La pretendida ética capitalista generó una auto
comprensión de la actividad que con el paso del tiempo hizo más difusa su
definición y operando desde luego, sentidos aberrados al clasificar una actividad
laboral efectuada por mujeres que generaban lucro como sospechoso de estar
dentro del oficio. Por ejemplo, la etimología de ramera encuadra como prostitutas
potenciales a las mujeres que regentaban tabernas y hospedajes (Juliano,
2002:23). Las generalizaciones fueron objetos de confusión y marginación social.
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Otros estudios han mostrado valoraciones importantes en la segunda mitad
del siglo XIX dado que se señalaba como prostitutas a las obreras en general
Wichterich (1999). El Dr. Marín Hernández (2000) demostró como en el San Jo
decimonónico se creía que una actriz de teatro podía transitar por el camino de la
perdición.
Amparados en estos ejemplos subyace la premisa, más allá de la actividad
sexual como tal, que ciertas mujeres ganaban su sustento autónomamente,
separadas del control de los hombres de su familia (Juliano, 2002:23). Esta autora,
citando a Alboroch (1999) explícita un asunto álgido que contraviene los
esquemas tradicionales revelando que las prostitutas son mujeres “solas” y a
cualquier mujer sola se le puede considerar sospechosa de prostitución (1999:30).
Para el caso de San José de Costa Rica, Marín Hernández (1993) y (2000)
estudió el intrincado asunto de cómo se le seguía la huella a la mujer sola” por
parte de las autoridades públicas.
La valoración del fenómeno topa con sus propios límites culturales,
económicos, políticos, religiosos y quizás en ello radica la complejidad ante el
tratamiento del tema y sus múltiples aristas que amerita del concurso de otros
especialistas. Para comprender mejor lo dicho debemos echar una mirada al Islam
y la posición en la se encuentra la mujer a partir de la construcción social de los
roles masculinos y femeninos. Según informes de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) allí están las mayores desigualdades sociales de la segunda mitad
del fenecido siglo XX. Los Indicadores de Desarrollo Humano [IDH] así lo
muestran en la última década del siglo.
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Esta vulnerabilidad social conduce a que cientos de mujeres sean
impulsadas hacia una actividad no deseada fruto de sus escasos o casi nulos
lazos familiares y culturales, en el caso de las desplazadas de un país hacia otro,
del África subsahariana a España, Francia o Alemania y desde luego desprovistas
de la atención que les deberían proporcionar sus propios Estado o del país que las
recibe. Por lo anterior se deduce sin temor a equivocarnos que la pobreza tiene
rostro de mujer. Estudios recientes evidencian una feminización de la pobreza sin
precedentes (Juliano, 2002:29) y (Rodríguez Sáenz, 2002). Esta situación podría
favorecer la vinculación con una red de prostitución.
2.2 Desajustes socioculturales y afectivos: condicionamientos de género
Las sociedades configuran y modelan sus propias formas de organizar la
vida, por ende, la masculinidad y feminidad son construcciones sociales que
adquieren fisonomías propias dependiendo del contexto histórico y geográfico.
Al interior del imaginario masculino del costarricense y de buena porción de
países de América Latina y el Caribe, coexisten un arco iris de discursos que han
sido y son parte de sus elaboraciones culturales sexistas con arraigo en el
presente.
Amén de lo anterior, el adolescente debía iniciarse sexualmente de forma
temprana dentro de los márgenes de una especie de rito de iniciación genital
obligatorio, de lo contrario, era víctima de la burla de sus contemporáneos. Al calor
de estas concepciones que distorsionan ciertos principios emocionales y éticos
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muchos individuos fueron llevados o aconsejados para visitar a una prostituta con
el propósito de que pusiera fin a su virginidad, además, esta visita representaba
una particular forma de “hacerlo hombre” y desde luego, era la puerta de entrada a
la vida adulta que luego lo conduciría al matrimonio eclesiástico con una mujer
decente”.
Para los habitantes del Valle Central Noroccidental
2
es decir, los
cantones que se ubican al oeste de la ciudad de Alajuela hasta el cantón de San
Ramón, el puerto de Puntarenas o la ciudad de San José fueron lugares de
referencia obligatoria en su singular ruta hacia la consecución del obligatorio
encuentro con una mujer y para validar la aceptación del grupo aunque
desprovista de una amplia valoración personal de su erotismo. El tenso encuentro
con una mujer, tal es el caso que argumentamos, no tomaba en cuenta otros
componentes del individuo puesto a prueba en su virilidad que en ocasiones—y no
pocas— fracasaba como macho” según el testimonio de una mujer que ejerció el
oficio
3
Esta experiencia se convertía en una pesadilla enmarcada en el terror ante
la construcción de su identidad sexual y como es de esperar, en contra de su
autoestima. Como nos lo explicó “Rosibel” :
Me llega un niño traído por el papá [...] de unos 16 años [...] ven...
acuéstate debajo que yo te voy a acariciar y te voy a hacer el sexo [...]
no te preocupes no tenés que hacer nada yo te voy a hacer porque yo
vi que era un niño [me le senté encima] ¡uy¡ me dice: siento algo muy
caliente, algo me está quemado. Y yo vuelvo para abajo y era una
hemorragia. El muchacho comenzó a gritar [...] y yo asustada, o sea
ese trauma de ese muchacho que le quedó era para toda la vida, era su
primer relación sexual y no la pudo tener. Al yo sentarme encima de él,
algo se rompió, entonces se destapó aquello como un río (Fernández
Carballo, 2003).
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A estas experiencias preliminares, se sumaba otra con un agravante
adicional, la adquisición de una enfermedad de transmisión sexual, aspecto que
desde el siglo XIX ya preocupaba a las autoridades de Salud Pública nacional y
que hemos tratado de forma marginal con anterioridad.
No obstante, el doble discurso apuntaba—y apunta—hacia la obligatoriedad
familiar de que la adolescente debe y tiene que mantenerse virgen—niña—hasta
el matrimonio. Los códigos de comportamiento sexual acerca de la mujer están
claramente definidos por el principio básico de la virginidad, en caso contrario su
condición queda degradada a la situación de “no vale nada”. Este fue el caso de
“Rosibel” quien nos expresó acerca del enojo de su papá cuando se enteró de su
iniciación sexo-genital con un amigo, asegurándole que la iba a tirar al
“crematorio” después de haberla aruñado en la cara y el cuerpo de forma brutal
(Fernández Carballo, 2003).
En este sentido, los patrones socioculturales están abiertamente
estructurados por una estigmatización ideológica en favor del machoy en contra
de la mujer, vista en el espejo sempiterno de la Virgen María, caso contrario se le
subvalora y por ende, agrede.
En las relaciones de poder, la sexualidad masculina cuenta con la venia
social que desprestigia a su contraparte como estrato inferior—por que no—
sumiso ante esas redes de control y sometimiento social. Al interior de estos
aspectos, existe una confabulación institucional que opera de forma sistemática e
históricamente en el largo plazo con la manutención de estas patrones. Es así
como el sistema de Educación Pública, la Iglesia Católica y Evangélica,
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contribuyen con la fosilización de tales conductas a partir de un paradigma
patriarcal de familia. Uno de los estereotipos académicos más comunes fue el
libro de texto Paco y Lola utilizados en Primaria por generaciones de
costarricenses y que asignaba roles específicos a mamá quien “amasa la masa”
mientras que papá, sin ninguna preocupación ni trabajo leía plácidamente.
3. La prostitución femenina en la “linda Costa Rica”.
En concordancia con lo dicho, correspondió a sectores de los grupos de
poder político y económico ejercer mayor control con respecto a las meretrices en
la Costa Rica del siglo XIX. Sin embargo, en la primera mitad del siglo, La Tertulia
del año 1834 clamaba por modernizar los reglamentos sobre prostitución, pues los
que estaban en vigor pertenecían al período colonial (La Tertulia, 26 septiembre
1834:140, citado por Marín Hernández, 1994). En esta misma noticia y entre los
años 1868 y 1917, el historiador referido, logró identificar en registros oficiales a
1635 prostitutas declaradas como tales. En un periodo de casi medio siglo hubo
un contingente de mujeres que ejercieron la actividad de tal forma que fueron
visualizadas por diversos agentes de los gobiernos de la época. Claro está que no
sabemos cuántas mujeres quedaron fuera de la mira estatal o invisibilizadas en
subregistros. El dato lo traemos a colación en razón de su importancia para ilustrar
nuestro argumento.
Lo anterior tuvo relación directa con el crecimiento urbano de la ciudad de
San José y una paulatina preocupación del Estado por normar a los sectores
populares que aumentaban por doquier (Rodríguez Sancho, 2000). Se conocieron
algunos barrios populares que contaban con burdeles y cantinas que atraían a una
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clientela ajustada a sus condiciones y necesidades, dentro de éstas a prostitutas,
obreros y jornaleros. Marín Hernández considera que la expansión de la ramería
no fue un fenómeno únicamente urbano, de vías de comunicación o de puertos;
existió también en zonas rurales y en enclaves bananeros y mineros (1994:49).
Se ha localizado por medio de algunos documentos del Archivo Nacional,
cómo en la primera mitad del siglo XIX, la expansión de la frontera agrícola hacia
la Sección Noroccidental del Valle Central (Castro Sánchez, 1990) funcionó como
sitio para el destierro y una forma de imponer penas según la legislación de la
época; también Talamanca y Limón en el Caribe tuvieron la misma función. Así se
corrobora con base en la Ley de Vagos de 1878 que castigaba con el destierro
(Marín Hernández, 1994:71). Los y las acusados (as) de vagancia eran enviadas
lejos de los centros de población importantes para la época, nos referimos a: San
José, Alajuela, Heredia y Cartago, más allá de los límites naturales del Valle
Central.
El Estado costarricense mantuvo esta política hasta 1935 tal como se
desprende de documentación contenida en el Archivo Nacional
4
Ello representó
cerca de un siglo que en ocasiones se envían a mujeres prostitutas bajo el mismo
rango de los infractores de las leyes de la República a las comarcas de destierro
(Abarca Vásquez, 2001) entre ellas, San Ramón y allí llegaban a purgar los
comportamientos ilícitos que contravenían la moral católica del período. Al tiempo
que la economía agroexportadora generaba gustos sexuales diferenciados para
ricos y pobres. Los primeros gozaban con damas europeas que emigraron al país
para trabajar como prostitutas de elite; este asunto no lo vamos a escudriñar, sin
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embrago, Juan José Marín Hernández lo ha tratado de forma tangencial. Nuestro
estudio se dirige a mujeres vinculadas con el ejercicio de la prostitución popular y
fuera del espacio josefino, en el occidente de la otrora “Meseta Central”.
Lo que se considera como la moral burguesa” estuvo matizada por
patrones de represión y castigo ante los focos de infección” social. Sin embargo,
la “doble moral” fue evidente ya que hubo tolerancia de la actividad como lo
sostenía Marco Tulio Zeledón en su texto: Nuestra legislación antivenérea de
1944:
[se] reconocía como lícito, el comercio carnal [...] y agregaba un
alarmante dato [...] En nuestro medio el 85% de los casos de
prostitución tienen un origen económico y por proporcionarse lujo y
comodidades más que por depravación o falta de sentido moral, es
que nuestras mujeres del campo y de la ciudad arriban a los
prostíbulos (Zeledón, 1944: 3 y 7).
Un aspecto que no debemos dejar pasar desapercibido es la Ley 33 del
18 de diciembre de 1943 de la Secretaría de Salubridad Pública y Protección
Social, propiamente con el digo Sanitario conocido como el “Código represivo”
que explicitaba la prohibición de la actividad en su capítulo VI “De la lucha
antivenérea” e indicaba lo siguiente:
Artículo 219.-Es prohibido el ejercicio de la prostitución.
(Código Sanitario, 1943: 33).
En ocasiones este tipo de legislación sanitaria y también policial quedaba
convertida en letra muerta dado que en la práctica no satisfacía sus verdaderos
alcances. En América Latina y el Caribe este tipo de situaciones fue común y no
representó ninguna novedad para los habitantes de la época. Por un lado se
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legisló de forma contundente, al tiempo que se hacía caso omiso de las
formalidades de la ley, validando en la práctica lo prohibido.
Los esfuerzos de la administración estatal implicaron la articulación de un
conjunto de órganos del Estado, entre ellos: la Secretaría de Salubridad Pública,
las Municipalidades y la Policía que contribuían con el resguardo de la Salud
Pública, en particular de los sectores populares urbanos y también rurales.
Reiteramos que esos esfuerzos por lo general fueron en vano como se evidencia
con los crecientes problemas sociales del momento y sus múltiples
manifestaciones externas, en particular, con el incremento de la pobreza, un mal
que no tuvo remedio institucional (Rodríguez Sancho, 2000).
Recordemos que en la década de los años cuarentas se desarrolló en
nuestro país una legislación social que se incorporó a la Constitución Política bajo
el rubro de Garantías Sociales. Para entonces se creó la Caja Costarricense del
Seguro Social (Código Sanitario, 1943:74). Por influencia del Partido Comunista y
con la participación de la jerarquía de la Iglesia Católica, el Estado asumió una
responsabilidad social” hacia sectores en condiciones socioeconómicas críticas.
En un primer momento fue un asunto meramente urbano que paulatinamente abrió
su radio de acción y se extendió por las siete provincias del país con el paso de
los os. Pero nos preguntamos, ¿qué alcances pudo tener esta responsabilidad
social del Estado? ya que tardó décadas en tender las redes de control sanitario
por el territorio nacional y en ocasiones fue una tarea inútil y frustrante en áreas
tales como Talamanca o la Zona Sur donde la cobertura fue magra.
4. El rostro geográfico de la prostitución femenina.
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En la ciudad de San José, la prostitución estuvo circunscrita durante
décadas a la Calle Doce; lugar con evidentes carencias en su infraestructura,
sucia, mal oliente, peligrosa por el hampa que operaba allí y desde luego, pobre;
un antro para marginados e inmigrantes, drogadictos y alcohólicos. En las década
de los años ochentas y noventas fuimos testigos de las calamidades de una área
capitalina que vivía al margen de la ley, un hervidero social que la misma
legislación costarricense prohibía, pero que no podía contener.
Los excluidos sociales que merodeaban por Calle Doce fueron los vástagos
de una economía frágil y de un sistema que no ofreció alternativas a personas
desprovistas de una solución integral por parte del Estado. Las otrora zonas de
tolerancia” ofrecían una delimitación espacial a la prostitución, al tiempo que un
dolor de cabeza institucional que no resolvió este complejo drama humano. En el
presente el asunto continúa con algunos maquillajes y se ha desperdigado a otros
sectores josefinos entre saunas, bares, hoteles y parques. Las costas han tomado
auge al calor de las hermosas playas, es aquí donde algunos hoteles cinco
estrellas han atraído un turismo sexual harto publicitado por Internet,
recientemente denunciado por el director regional de Casa Alianza de Costa Rica,
Bruce Harris.
Más allá de lo argumentado, nos preguntamos: ¿De dónde provenían y
quiénes eran las jóvenes que trabajaban como prostitutas?
5
La respuesta es
amplia debido a los lugares que sustentaban la actividad y a las redes que las
articulaban con el respaldo de los proxenetas o “alcahuetas” que lucraron con ello
y lo siguen haciendo.
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Una característica que usualmente acompaña a la prostitución popular es la
joven con baja escolaridad, en muchos de los casos analfabetas y de distritos
rurales en condiciones socioeconómicas deterioradas. Otro agravante adicional es
que un porcentaje importante de ellas fueron violadas en su niñez o adolescencia
además de las agresiones físicas y emocionales en sus mismas casas de
procedencia
6
. Los niveles de incesto fueron frecuentes y casi nunca denunciados
ante los Tribunales de Justicia. Por lo anterior, la fuga del hogar representó para la
joven una forma de liberación parcial aunque cayera presa de las circunstancias,
empleándose en cuarterías para ofrecerse al mejor postor ya sea en centros de
población como en la capital, Alajuela centro, Heredia, en las zonas bananeras o
en algún puerto importante del país, ya fuera Puntarenas, Golfito o quizás en
Limón.
El desplazamiento geográfico fue parte de las experiencias de algunas
muchachas de la región que ejercieron la prostitución en lugares tan dispares ya
citados como: Puntarenas, San José, Golfito, Ciudad Quesada y en otras
situaciones se las llevaron al extranjero, tal como hizo el político filipino de apellido
Elizalde con unas jóvenes, entre ellas, algunas palmareñas en los años ochentas.
4.1 El Valle Central Noroccidental ¿una región representativa del país?
Los cantones al oeste de la ciudad de Alajuela entre Grecia y San Ramón
han sido centros de población importante y polos de desarrollo en esta sección
central del país. Sus distritos constituidos en receptores de población inmigrante
representan sitios para el auge de las actividades comerciales y financieras. Aquí
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también ha encontrado lugar la prostitución femenina con sus respectivas
variantes y características con el paso de las décadas.
Es atinado recordar que fenómenos como la apertura de una sede de la
Escuela Normal en 1953 y la regionalización de la Universidad de Costa Rica en
1968 dinamizaron la vida cultural y académica en San Ramón y cantones
aledaños, entre ellos, Palmares, Atenas, Zarcero, Naranjo, Sarchí, Poás y Grecia.
También en los años cincuentas se dio una intensa expansión de la secundaria y
esta región se vio favorecida con ello (Abarca Vásquez, 1999 y 2003).
Habíamos mencionado en páginas anteriores como en el siglo XIX San
Ramón fue una zona para el destierro donde hombres y mujeres llegaron a purgar
sus penas; este tipo de confinamiento tuvo un asidero de procedencia colonial
hispanoamericana. Algunas mujeres que habían sido juzgadas con base en la Ley
de Vagos de 1878 fueron degradadas al destierro y San Ramón fue su nuevo
refugio geográfico (Marín Hernández, 1994:71).
La anterior referencia muestra la primera vez que se tiene noticia en
documentación oficial sobre el arribo de prostitutas a la comarca. Lo que no está
claro es si ejercieron la prostitución con los escasos moradores de esta frontera
agrícola para el momento. No es correcto afirmar que hubo actividad lucrada
desde el siglo XIX, lo que sería forzar hacia una interpretación sesgada y un error
analítico. Tan solo es una ilustración de algunas sanciones penales que las leyes
nacionales contemplaban hace s de una centuria y que involucran de forma
directa al Valle de los Palmares.
4.1.1 El cantón de San Ramón y su vecino Palmares
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Según fuentes orales
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en los años veintes del siglo pasado un inmigrante
español afincado en la localidad abrió una casa para el ejercicio de la prostitución
llamada El Trigémino. Con ello podríamos asegurar que se inaugura la actividad
meretriz de forma directa en la cuna de poetas y presidentes. También en
Palmares hay referencias sobre prostitución en los años cuarentas y refieren a dos
mujeres denominadas “Las charolas“ que eran visitadas por hombres en su rancho
localizado 100 metros al oeste del sector conocido como Los tres puentes en el
distrito central. Nos aclara una entrevistada que:
En la calle decían que eran mujeres malas. Cuando una muchacha
sabía que un hombre iba donde “Las charolas”, le hacían la cruz
(Fernández Carballo, 1997).
No podemos perder de vista el contexto social del momento y decir que la
primera mitad del siglo XX representó una época de estancamiento económico
para los cantones en cuestión. Será en la segunda mitad cuando encontraron
mejores opciones socioeconómicas jalonadas de la mano del auge del café para la
exportación y también el modelo benefactor del Estado costarricense abrió
créditos para la agricultura que de forma irregular rendirá sus frutos al mejorar las
condiciones de los campesinos. Esta coyuntura mostró un cambio sustancial en la
calidad de vida de los lugareños que salta a la vista en comparación con otras
zonas del país.
Es oportuno indicar que de acuerdo con el Censo de Población de 1950,
Costa Rica tenía un total de 800.875 habitantes; en la Provincia de Alajuela se
contabilizaron 148.850 personas lo que representaba poco más de un 18% de la
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población nacional. En este mismo Censo, San Ramón registró 19.951; Grecia
23.571; Poás 5.135; Atenas 9.313; Naranjo 10.839 y Palmares 7.934 (Censo de
Población, T.I, 1950: 43 y 51). Esta fue la década del llamado “Baby boom” en
América Latina y el Caribe, señera ante la singular explosión demográfica del
continente. Efectivamente nuestros antepasados recibieron los hijos que Dios les
mandó.
En esta coyuntura de crecimiento demográfico, reconocemos en los años
cincuentas y sesentas un incremento de la prostitución femenina en las ciudad de
San Ramón y Grecia. No puede perderse de vista que algunas prostitutas ejercían
su oficio individualmente pero en el mejor de los casos, de forma grupal en la
atención de sus clientes. No obstante, algunas damas lo hicieron de forma
“solapada” o en la clandestinidad. Con ello queremos destacar la prohibición de la
actividad, no así su practica, materializada como una situación ilegal que
rebasaba las preocupaciones de las autoridades públicas cantonales. En las
estadísticas, los vecinos ramonenses: 3.747 eran población urbana y 16.204 rural
en 1950 según el Censo de Población citado, nótese el abrumador porcentaje de
población campesina hace poco más de medio siglo.
Pero ¿cómo se distribuyó el oficio por el distrito central del cantón? En las
décadas referidas hubo una casa encubierta” ubicada cincuenta metros al norte
del actual gimnasio Gabelo Conejo”; su servicio era “discreto” para evitar
cualquier tipo de censura ya sea sanitaria o policial. También funciootra casa
en la antigua parada de autobuses donde está situado hoy el Banco Nacional
perteneciente a una señora que había ejercido el oficio. Frente a la actual librería
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La Atenea existió una especie de casa de citas donde su propietario vestía con
atuendos árabes—turbante y bata—ofreciendo jóvenes a sus clientes y evocando
a los jeques orientales rodeados por damas al estilo de Las mil y una noches.
Donde están ubicados los actuales consultorios médicos El Tremedal funcionó un
local con mujeres por varios años.
Debe recalcarse que los locales carecían de condiciones básicas y su
funcionamiento estaba al margen de las leyes correspondientes aunque gozaban
con la legitimación de sus asiduos clientes, escenas comunes en los países de
América Latina y el Caribe. Quizás una de las más legendarias pensiones que
brindaban el servicio sexual al público estuvo representado por una de las señoras
propietarias del negocio de apellido Guerrero que operó en su local, 150 metros al
Este de la Biblioteca Pública. Esta funcionó por largos años y es de
reconocimiento de los vecinos del cantón.
De forma irregular operaron estas pensiones como ya lo habíamos
mencionado y con poca sostenibilidad en el tiempo, no obstante, cuando las
autoridades clausuraban un establecimiento, alguien abrían otro en los
alrededores. Esto significa que la ciudad no estuvo ayuna de casas de prostitución
a partir de los elementos que estamos trayendo a colación y formaron parte del
paisaje ramonense a pesar de las prohibiciones legales y la censura eclesiástica
ya que contravenía algunas normas de la cultura religiosa y ante la asombrosa
doble moral de parroquianos que visitaban los sitios.
En los años ochentas se tiene referencia de una pensión propiedad de un
ramonense con dichos propósitos. Este funcionó de forma “sombreadaal igual
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que las anteriores. La desaparecida Pensión Central, contiguo al Club de Amigos,
subsistió hasta la década de los años noventas como un lugar de citas con
mujeres maduras y concurrida por un público masculino heterogéneo, en particular
señores, no adolescentes. Reviste un carácter importante estudiar en futuras
investigaciones a la contraparte que asiste como clientela, situación de la que no
poseemos información especializada.
Es útil destacar que el cantón albergaba una población cercana a los
40.000 al calor del Censo Nacional de 1984 lo que significa que se operó un
crecimiento poblacional de poco más del cincuenta por ciento en casi treinta y
cinco años. Mientras que el cantón de Palmares registró cambios demográficos
más acelerados cuando en 1950 contabilizaba 7.934 en sus siete distritos, ya para
1984 daba abrigo a 17.815 vecinos (Censo Nacional de Población, T.I, 1984: 3).
Incluimos el siguiente cuadro para visualizar mejor el crecimiento poblacional del
cantón en los últimos cincuenta años. Su extensión actual es 38.06 Kilómetros
cuadrados y representa el cantón sétimo de la Provincia de Alajuela.
CUADRO Nº 1
PALMARES. Población por distrito.
Entre 1950 y el 2000.
DISTRITOS 1950 1963 1973 1984 2000
Palmares 1643 2348 3083 3766 4120
Zaragoza 2003 3182 3462 4136 7501
Buenos Aires* 1904 3235 2622 3096 6843
Santiago 969 1871 1946 1964 2693
Candelaria 618 688 740 908 1722
Esquipulas 797 959 1200 1771 3653
La Granja 0 0 1422 2174 3213
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Total 7934 12283 14495 17815 29745
FUENTE: Hernández, Hermógenes. Costa Rica: Evolución territorial y principales Censos de población, San José:
EUNED, 1985. INEC, IX Censo de Población y V de Vivienda, Cifras Preliminares por provincia, cantón y distrito. 31 de
enero del 2001. * Incluye distrito 7º, La Granja, creado en 1964
8
El fenómeno de la prostitución necesariamente no se asocia con el aumento
poblacional, sin embargo, incide de forma diversa. Salvando los prejuicios y
limitaciones del caso, la población inmigrante pobre representó un potencial
semillero para las actividades informales y el subempleo y en el peor de los casos
para sumarse a las actividades “ilícitas”, entre ellas, la prostitución o la
delincuencia.
Abrimos un paréntesis para aclarar un detalle insoslayable y a pesar de que
la presente investigación estuvo delimitada al cantón de Palmares en la segunda
mitad del siglo XX
9
creemos que éste no fue históricamente representativo para el
estudio, razón que nos obligó a valorar la actividad en el contexto cantonal.
Creemos que esta visión de conjunto contribuye a develar los diversos hilos que
tejen el pasado y presente social de los cantones ubicados al occidente del Valle
Central y nos posibilita una visión específica como región.
Una variable geográfica que es importante resaltar está constituida por las
relaciones de proximidad entre la ciudad de San Ramón y Palmares que han
hecho e hicieron más dinámica la vida entre ambas comunidades. Dicho de otra
forma, entre el centro de la ciudad con respecto a la otra hay una distancia de
escasos cinco kilómetros; su fácil acceso por carretera, sobre todo después de
1974 con la inauguración de la autopista General Cañas fue más fluido el
interactuar cotidiano. Situamos también el auge de los precios del café que
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catapultaron el desarrollo socioeconómico entre los cantones de la región. Algo
similar sucedió entre Grecia con respecto a Sarchí, Naranjo y Poás.
Con base en testimonios de lugareños, los palmareños iban a satisfacer sus
pasiones a los lugares antes mencionados, tanto en San Ramón como en otros
lugares fuera de la región, ya sea en Puntarenas o San José. Claro está que las
prostitutas palmareñas lograban su clientela de forma irregular que encontraban
de acuerdo con las circunstancias y que atendían en algún hotelucho” de mala
muerte, en algún cafetal o quizás, en la ribera de un río.
Otra de las limitaciones que encontramos con las entrevistadas fue su
resistencia al exponer sus vivencias y en el peor de los casos, la negativa a
brindar información específica a pesar de habérseles informado sobre la
privacidad correspondiente
10
. Al tiempo que las actas municipales, no arrojan
información esclarecedora sobre el tema. Esto nos hace pensar sobre conductas
y mecanismos complejos que mediatizaron a las autoridades públicas del
momento y que se refleja en las omisiones respectivas, es decir, en lo no
registrado ni documentado. Entonces, podríamos interpretar de ello ¿ciertos
prejuicios sociales, moralismos estrechos o actitudes misóginas ante una situación
social tangible? La duda queda propuesta para ser tratada por otros conocedores
del tema.
Pero retomando la situación de San Ramón y sobre la base de lo
argumentado nos quedan las interrogantes sobre el manejo que efectuaron las
autoridades locales. Nos referimos a la Municipalidad, la Policía y el sistema de
salud pública representado por el Ministerio de Salud del lugar; es decir ¿cómo
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manejaron la actividad en cuestión?, ¿existía algún control policial o sanitario? o
¿quedó al margen de las leyes la actividad? Parece que el hacerse de la vista
gorda funcionó como mecanismo de defensa institucional que admitía el problema
pero que desbordaba sus capacidades de contención y las regulaciones del caso.
Sin embargo, la prostitución eran parte de una realidad social que gravitaba a la
vista y paciencia de las autoridades y de los vecinos. Este argumento debe
tenerse en cuenta para otros cantones del país.
No omitimos indicar que en las inmediaciones del mercado municipal y la
estación de autobuses intracantonal se observan a mujeres que comercializan de
forma solapada con clientes que deambulan por el lugar. Este asunto es vox
populi en el presente.
En el pasado, quienes más fustigaron dicho comercio sexual fueron algunos
curas de la Parroquia ramonense aunque desde una perspectiva moralizante que
censuraba a las mujeres de manera directa. No obstante los parroquianos” que
visitaban esos lugares no eran tan duramente criticados en algunos sermones
dominicales, cuestión que remite a un dilema histórico que sustenta la tesis de que
el mal tiene una raíz de género: “Eva hizo pecar a Adán.
De esta forma, el discurso religioso se asienta desde la base misma en un
patriarcado legitimado por el poder del hombre sobre la mujer y sometida a su
gobierno inexpugnable. Esas redes de poder se tejen en nuestras sociedades a
partir de imaginarios rancios y cerrados que anulan a una buena porción de
mujeres circunscritas al espacio privado como “amas de casa”, mientras que el
espacio público corresponde según esos patrones al varón (Facio, 1997).
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Se desprendería de la afirmación anterior que una “mujer pública”—como
se tipifica a la prostituta—¿cuenta con cuotas de poder social? En otras palabras,
se erige como transgresora de las bases mismas del patriarcado debido a que no
se comporta al tenor de los roles que se le han asignado, sin derecho a
cuestionarlos. Este agudo cuestionamiento se había operado de forma temprana
en sociedades industrializadas de Europa y Norteamérica desde principios del
siglo XX e incluso a finales del siglo XIX. En Sur América fue un asunto fraguado
en la primera mitad del XX. Mientras que los centroamericanos hemos tenido
serios problemas y nos ha costado muchísimo esfuerzo generar tales cambios
sociales (Rodríguez Sáenz, 2002); (Campos y Salas, 2000).
4.1.2 El cantón de Grecia: semejanzas y particularidades
Este mostró un cuadro similar al de San Ramón aunque posiblemente con
cambios más acelerados por su cercanía geográfica con la ciudad de Alajuela y la
capital; ello contribucon su reconfiguración como ciudad y las actividades que
allí se desarrollaron. Previo a valorar el ejercicio de la prostitución en el cantón,
observamos como en los años cincuentas, éste tuvo 23.571 residentes de los
cuales, según arroja el Censo de 1950, hubo 20.747 que era catalogada como
población rural total entre hombres y mujeres (Censo de Población, T.I, 1950:51).
En 1984 la tasa había aumentado a 38.361. El “Baby boom” de los cincuentas
racionaliza el incremento de más de un cincuenta por ciento tanto en San Ramón
como en Palmares, no así en Grecia. Sin embargo, la población rural griega creció
de forma importante y la urbana registró 8.614 personas en 1984.
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Años posteriores a la Guerra Civil del 48, la burguesía griega intentó sacar
de su casco urbano a familias pobres y desplazarlas hacia las riberas del Río
Rosales a una distancia aproximada de dos kilómetros del centro de la ciudad. El
Barrio San Vicente fue parcialmente exitoso según las pretensiones de los ricos
del lugar al expulsarlos de su esfera de influencia inmediata. Algo parecido
sucedió en Palmares con los ranchos pajizos que estaban a dos cuadras al norte
del parque y que fueron reubicados a 700 metros hacia el sur en terrenos
municipales, cerca del Cementerio Municipal; este barrio llevó el mismo nombre,
en honor al santo de los pobres y fue un semillero de prostitutas locales. En el
presente ha perdido su composición original y se ha transformado con condiciones
diferentes. Solo quedó una calle de casas humildes que evidencia las huellas de
su pasado.
En las décadas del cincuenta y el sesenta se localizaban “puteros” de forma
permanente en Grecia. Las muchachas de Fina como algunos jóvenes llamaban
a las mujeres que trabajaban en la pensión que arrendaba una señora. En este
local se encontraban imágenes y estampas de santos y santas en algunas
paredes de cuartos privados, entre estos hubo “una tica”: Marisa y la Santísima
Trinidad con un gran ojo al lado del purgatorio mediatizado por las llamas del
infierno.
También Micaela “miquela” ofreció el servicio al público griego y cantones
circunvecinos, ubicada detrás de la Escuela Simón Bolívar que operó —según se
afirma hasta la cada de los años setentas. Sus mujeres provenían de
cantones urbanos tal es el caso de Alajuela o de otros con vocación agrícola como
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Naranjo y del recién fundado Valverde Vega—Sarchí—en 1948, anterior distrito de
Grecia. La Pensión Montero estuvo activa frente a la antigua cárcel del cantón
donde se ubica el edificio de CoopeGrecia próximo a la Plaza Helénica donde hay
un busto de Aristóteles. A este establecimiento se le conocía según la jerga
popular como la “casa de Anita .
Al menos estos tres locales fueron arrendados por señoras que conocían y
habían ejercido el oficio y que con el paso del tiempo se había convertido en su
modus vivendi. La ciudad de Grecia gozaba del privilegio como centro urbano de
mayor importancia que atraía contingentes humanos de pueblos aledañas dado
que ofrecía un conjunto de servicios públicos y funcionó como un imán sobre Poás
o Sarchí a seis kilómetros pero en condiciones de pobreza importantes, razón que
explicaría—en parte—las crecientes migraciones de sarchiseños a los Estados
Unidos en los años setentas y ochentas.
Un aspecto que no queremos pasar desapercibido es que Grecia no tuvo
prostíbulos en las os ochentas y noventas; conjeturamos que una de las
razones es su proximidad con respecto a la ciudad de Alajuela y San José donde
si se desarrolló de forma sostenida la prostitución.
Por tanto, los cantones al noroeste del Valle Central fueron testigos del
desarrollo de la prostitución femenina en el siglo XX. Las diferencias radican en las
cantidades de mujeres que operaban en cualquiera de estos establecimientos y
de los cuales no tenemos registros disponibles de la Policía local o del Ministerio
de Salud.
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En comunidades como Palmares, Atenas, Sarchí, Zarcero, Naranjo o Poás
la actividad se dio s que todo como un servicio fragmentado y sin la posibilidad
de contar con una pensión permanente o casa que se acondicionaba para los
efectos como si sucedió con San Ramón y Grecia en el pasado. Ambos se
erigieron como polos de desarrollo en la región y lograron significativas mejoras
económicos. A pesar de ello San Ramón ha mostrado un estancamiento en sus
distritos rurales según se desprende de los últimos informes del Proyecto del
Estado de la Nación.
Los distritos centrales de Grecia y San Ramón fueron rutas para hombres
que venían en busca de prostitutas, razón por la cual afirmábamos anteriormente
que algunos palmareños optaban por ir a San Ramón; una relación similar se
estableció entre Sarchí y Poás con respecto a Grecia. Sin embargo, los cantones
en mención contaron con prostitutas nativas que operaban a “destajo” y lo siguen
haciendo hasta el presente aunque en menor medida. Posiblemente las
facilidades para desplazarse a San José inciden en eso como lo habíamos
afirmado. También, El Sancar en Ciudad Quesada, La vaca brava en Barranca o
Las Brisas en Esparza son otros de los lugares visitados a pocos kilómetros de
distancia, lo que debilitaría el auge de la actividad en los cantones—con menos
prostitución—como los supracitados. Sin embargo, esta afirmación cuenta con sus
propias debilidades y requiere de mayor análisis en estudios futuros.
5. El puerto de Puntarenas entre los prejuicios y su pasado
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Más allá de los mites convencionales del Valle Central, el puerto de
Puntarenas fue punto inevitable del imaginario erótico del vallecentralino o un
destino inevitable en su ruta sexual.
Se había mencionado que los muchachos iban a perder su virginidad al
Puerto o al menos eso decían, según los roles de masculinidad del tico promedio.
Esta situación tendió una sombra negativa sobre la mujer puntarenense en la
ciudad más importante del Pacífico costarricense que aún prevalece. No obstante,
algunos porteños sostienen que un porcentaje de mujeres que ejercieron la
prostitución en el lugar eran ”cartagas” o de la Península para surtir los burdeles
finosdel lugar, hacia los años cincuentas, sesentas, setentas y ochentas del siglo
XX, entre ellos: Lilly´s, Jessy, Hamburgo, Copacabana, Lucky Star, El Portón
Verde y ubicados en el centro de la ciudad o cerca de la playa donde se ofrecían
mejores condiciones de infraestructura comercial y turística. Estos eran
frecuentados por marineros y contaban con música de moda en inglés o español.
Mientras que hacia el estero en la inmediaciones del Mercado Municipal por el
muellecito, estaban los puteros populares y con mujeres de localidades cercanas
que arribaban al lugar en lanchas de cabotaje o provenían de Esparza, Miramar o
Barranca. Los sitios s reconocidos fueron: Taicaré, El Bambú, La Cueva del
Coral y el Hotel Miramar. Allí se desarrollaban sendos bailongos nocturnos con
marimba o rocola que disfrutaba el cliente de escasos recursos. Con base en lo
descrito, podemos afirmar que hubo una marcada diferenciación social entre la
prostitución de corte popular y la refinada en la ciudad de Puntarenas y
frecuentada por moradores del Valle Central que no exime a la región en análisis.
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6. Pobreza y exclusión social al encuentro con las inmigrantes
La Costa Rica de los años ochentas del siglo XX se encontró sumida en
una década que no en vano se le llamó la Década Perdida producto de la
agobiante deuda externa. Esta fue la coyuntura de arranque en las políticas
neoliberales que “encogieron” al Estado en el plano social; contribuyó con ello las
guerras en Centro América que dificultaron las condiciones de vida del istmo para
el período (Garnier, 1993). Según el economista citado los porcentajes del decenio
llegaron a un 40% de pobreza en el país. De acuerdo con el Segundo Informe
sobre Desarrollo Humano en Centroamérica y Pana(2003) hay 990.000 ticos
pobres. Cabe destacar que en América Latina y el Caribe hay desproporciones
materiales y humanas entre el campo y la ciudad que se acentúan cada día más:
en el nivel latinoamericano, la mayoría de los pobres viven en zonas
urbanas, pero las tasas de pobreza son más altas en las zonas rurales
[...] En Centroamérica a finales del siglo XX se han alcanzado casi 35
millones de habitantes [...] poco más de la mitad de la población vive
en zonas rurales (Viales Hurtado, 1999: 16 y 19).
El San José de las barriadas con sus correspondientes problemas
endémicos son parte del paisaje cargado de tugurios con familias que viven en la
pobreza. Estos cinturones de miseria albergaron y albergan una gama de sujetos
sociales que desde la óptica estatal ya en el siglo XIX se les consideraba como
“sectores peligrosos” (Marín Hernández, 2000).
En los cantones estudiados, aumentaron los sectores donde se emplazaron
los tugurios asociados con otras calamidades sociales que de manera sintética
estamos exponiendo. En el período se dio un incremento sostenido en el
empobrecimiento de los agricultores, avasallados por los bajos precios de sus
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productos agrícolas. El desempleo terminó por contraer la ya derruida economía
familiar y las consecuentes migraciones del campo a la ciudad aumentando los
niveles de hacinamiento, desempleo o subempleo, como protagonista de una
sociedad en decadencia galopante hacia la informalidad.
La pobreza se transformó en un elemento constitutivo de la vida cotidiana
de miles de costarricenses. A modo de ilustración, en Palmares, los caseríos de
Las Quebradas y San Vicente evidencian la pobreza; los distritos de Candelaria,
Santiago y Esquipulas fueron considerados como los más pobres del cantón en
las últimas décadas (Abarca Vásquez, 1999). En el distrito central de San Ramón
El Bajo Cucú y luego Bajo Tejares son paradigmáticos.
Las inmigraciones de nicaragüenses hacia el país y producto de las guerras
durante la cada del ochenta y los posteriores procesos de empobrecimiento
interno (Proyecto Estado de la Región, 1999) brindaron un porcentaje de mujeres
que reforzaron las ya existentes “casas del sexo” en algunas localidades de Costa
Rica. No pretendemos exacerbar las referencias en torno a las nicaragüenses
11
en dicha actividad. Como lo sostiene un estudio reciente de inmigración, nuestros
hermanos del norte, son parte del fenómeno que estamos tratando y merecen una
correcta interpretación histórico-social para no sobredimensionar el estudio en
perjuicio de su condición humana (Sandoval García, 2002).
Para el período de la recolección del café o la zafra de la caña, los cantones
recibieron y reciben a miles de hermanos nicaragüenses que contribuyeron y
contribuyen a recoger las cosechas de la época. También se emplean en otras
actividades agrícolas y de servicios tal es el caso de las empleadas domésticas, la
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construcción u otros oficios con bajos salarios. Aunque no contamos con
estadísticas exactas, consideramos que son miles los y las trabajadores (as)
temporales que llegan a la región noroccidental del Valle Central durante el año.
Con base en la Encuesta nacional de salud reproductiva y migración de
1998 se contabilizaron en Costa Rica entre 250.000 y 320.000 nicaragüenses
(Proyecto Estado de la Nación /resumen/, 2001: 44). El Censo de Población del
2000 registró a 226.461 (INEC, 2001: 4). Por lo que Carlos Sandoval García
considera lo siguiente:
se tiene que considerar un sub-registro, sobre todo de trabajadores
temporales que laboran durante periodos de cosecha, el cual podría
incluir entre 50.000 y 70.000 personas. En su conjunto cerca de
300.000 nicaragüenses viven actualmente en Costa Rica (Sandoval
García: 2002: 266).
Se reconoce una inmigración específica desde la República Dominicana en
los años noventas que surtió desde los prostíbulos más modestos hasta los
lujosos del país. En San Ramón se mantuvo operando un prostíbulo que se llamó
El Tucán y que cerró sus puertas en el año 2002; éste brindó sus servicios con
siete jóvenes dominicanas hasta el citado cierre y demolición del local, arrendado
por una ramonense. El Sancar en Ciudad Quesada y Las Brisas en Esparza
también han funcionado con mujeres de ambas nacionalidades en los últimos
años.
7. Algunas valoraciones finales
Fundamentándonos en lo anterior, se ha reforzado el innoble prestigio que
adquirió Costa Rica como paraíso sexual ante turistas estadounidenses y
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europeos, ampliamente publicitados por la red de Internet a pesar de las constates
denuncias de Casa Alianza en contra de la pasividad institucional del Estado
costarricense. Según un informe del FBI señalaba a Costa Rica como el país
centroamericano con más páginas en la red que publicitaba la pornografía y la
prostitución tanto femenina como masculina:
Investigaciones oficiales determinaron que hay 40 páginas directas y
aparecen 30 indirectas (Ojo, 2002: 14).
En esta “Trata de negras” ha existido—y existe—una diversidad de
mafiosos que comercializan con jóvenes de ambos sexos; ello está vinculado con
las redes de corruptores de menores que durante años han venido al país, sin
embargo, los legisladores costarricenses han hecho muy poco por menguar con la
problemática social.
En la actualidad, las niñas y adolescentes explotadas sexualmente y las
adultas que ejercen la prostitución en San Ramón, Palmares, Naranjo, Zarcero,
Atenas, Sarchí, Poás y Grecia parecen que están invisibilizadas para las
autoridades locales y nacionales no así para los vecinos que la reconocen con
facilidad. Esta actitud denota una gama de aristas que mediatizan la actividad y
que no dista de las anotaciones que hemos planteado en párrafos anteriores. Ellas
no escapan de los círculos de pobreza material, baja escolaridad, madres solteras
cabezas de hogar, desempleadas, sin redes de apoyo familiar, en algunos casos
alcohólicas o drogadictas y víctimas de la indiferencia del Estado por medio de
instituciones como el PANI, INAMU, IMAS u otras instancias que serían parte
integral en la solución de la problemática social. La preocupación institucional se
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ha concentrado en la ciudad capital y otros centros de población mayor del país,
dejando al garete la región de Occidente.
Costa Rica al lado de Tailandia, Filipinas u otros destinos sexuales son
parte de la ruta que visitan los pedófilos, proxenetas y demás corruptos del
llamado “Primer Mundo”. Aquí encuentran playas exóticas que disfrutan” con
niños, niñas, adolescentes y adultas a bajo costo en comparación con sus países
de origen y por si fuera poco, sin un control institucional, dado que las leyes
nacionales carecen de una penalización severa al respecto hasta hace pocos
años.
Por último, el Código Penal (2000) contiene ambigüedades en relación con
la práctica de la prostitución como se deja ver en los artículos del 167 hasta el
172. Sin embargo, se ha generado una presión nacional e internacional en contra
del turismo sexual que podría acarrear dividendos positivos para erradicar de
forma sostenida la actividad en el estigmatizado “Tercer Mundo”.
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1
El presente artículo es parte de una investigación denominada: La prostitución femenina en el cantón de Palmares en la
segunda mitad del siglo XX e inscrito dentro del proyecto de investigación N° 540 AI 023 de la Sede de Occidente,
Universidad de Costa Rica en San Ramón.
2
Según Brunilda Hilje Quirós el V.C.N.O en el plano físico, está compuesto por cinco valles al oeste de Alajuela y al
norte del Río Grande cruzados por ríos que bajan de las faldas del Volcán Poás y en su conjunto miden unos 600 km.
(Hilje Quirós, 1992: 16 y 17). La región es de 1.364.99 kilómetros cuadrados según el Plan Regulador de Palmares
(2002: 6).
3
Ver: Fernández Carballo. Rodolfo. 2003. Entrevista personal: “Rosibel” Palmares. El nombre de la señora entrevistada
es ficticio; no se indicará de acuerdo con una disposición legal firmada por ambos investigadores en la Vicerrectoría de
Investigación de la Universidad de Costa Rica. El propósito básico radica en salvaguardar su identidad.
4
ANCR. Gobernación. Expediente Nº 25112 (1841). Infra, nota 101.
5
Es importante mencionar que una menor de edad no califica dentro del rango de prostituta, razón por la cual debemos
hablar de explotación sexual infantil. Esta situación ha tomado relieve en los últimos años tanto en el plano nacional
como internacional y denunciado por ONG´s como Casa Alianza o por la UNICEF. En Francia fue procesado un turista
galo que pagó por servicios sexuales a menores de edad en una visita que hizo a Tailandia. Esta sentencia es histórica por
los alcances que ha tenido. Ver: La Nación, domingo 29 de octubre del 2000, 14 A.
6
En su tesis doctoral Juan José Marín (2000) echó mano de los Archivos Judiciales para documentar sus
postulados y corroborarlos. En los diversos folios se visualizan toda clase de agresiones y maltratos para el
período en estudio entre 1860 y 1949 en la provincia de San José.
7
Agradecemos a los profesores Romano Vásquez Solórzano y Luis Ángel Salazar Oses de la Sede de Occidente la
valiosa información brindada para documentar este segmento de la investigación. También a los señores Marco Antonio
Hernández Mora y Fabio Adrián Calderón Fernández.
8
Facilitado por el profesor Maynor Badilla Vargas del proyecto de tesis de Maestría en Historia de la UNA.
9
Según el proyecto de investigación N° 540 A1 023 de la Sede de Occidente.
10
Solo “Rosibel” aceptó la exposición escrita de su testimonio, otras nos lo prohibieron después de haberlas
entrevistado, lo cual, respetamos a cabalidad.
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11
La xenofobia de un grueso de los ticos hacia los nicaragüenses dificulta una sana valoración del fenómeno. No
contamos con cifras de prostitución nicaragüense ni dominicana que opera en nuestro país.