Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
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( páginas 52-80) p.52
DIÁLOGOS. REVISTA ELECTRÓNICA
DE HISTORIA
Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica
La historia cultural en Guatemala, una cenicienta historiográfica.. Lic. Luis Pedro
Taracena Arriola
Comité Editorial:
Director de la Revista Dr. Juan José Marín Hernández jmarin@fcs.ucr.ac.cr
Miembros del Consejo Editorial: Dr. Ronny Viales, Dr. Guillermo Carvajal, MSc.
Francisco Enríquez, Msc. Bernal Rivas y MSc. Ana María Botey
Miembros del Consejo Asesor Internacional: Dr. José Cal Montoya, Universidad de San
Carlos de Guatemala; Dr. Juan Manuel Palacio, Universidad Nacional de San Martín y Dr.
Eduardo Rey, Universidad de Santiago de Compostela, España
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Palabras claves: Historia Cultural, Guatemala, Centroamérica, Balance, Historiografía y
Cultura.
Key words: Cultural History, Guatemala, Central America, Balance, Historiography and
Culture.
Resumen
El trabajo ofrece un balance comparativo de diversos factores que han permitido
caracterizar el desarrollo de la historia cultural guatemalteca, así como proponer diversas
vías y posibles escenarios que podría tomar esta área historiográfica en este país
centroamericano. En este sentido el artículo pretende esclarecer los conceptos “historia”,
“cultura” y Guatemala”. para comprender los avances, retrocesos y vacilaciones tanto en
lo investigado como en las problemáticas abordadas por la historia cultural guatemalteca
Abstract
This work presents a comparative balance of diverse factors that set the stage for describing
the development of the Guatemalan cultural history, as well as proposing different paths
and possible scenarios for this historiographic area in this particular Central American
country. To this end, the article intends to clarify the concepts of “history”, “culture”, and
“Guatemala”, in order to better understand the progress, setbacks and irresolutions
encountered not only in the investigation field but also in addressing the problems of the
Guatemalan cultural history.
Lic. Luis Pedro Taracena Arriola. Profesor e investigador. Licenciado en Historia,
Universidad Nacional. Egresado de la Maestría Centroamericana de Historia, Universidad
de Costa Rica Autor de Ilusión minera y poder político: la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa,
siglo XVIII.
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La historia cultural en Guatemala, una cenicienta historiográfica.
Luis Pedro Taracena Arriola
I
De cualquier modo que lo miremos, un balance supone comparar factores
negativos y positivos para obtener resultados sobre algo, y de esta manera
proponer soluciones a partir de ese estado de cosas. Este ejercicio nos viene de la
tradición económica, la cual busca conocer la situación entre ganancia y rdida
en comparación con un punto de equilibrio, y de ese modo medir el peso real que
asume cada una de ellas, así como determinar las líneas de acción a tomar.
En historia podríamos concebir el balance como aquel alto en el camino que
realizamos para sopesar los avances o carencias en su conocimiento, además de
percibir sus tendencias y posibilidades. No obstante, se diferencia de la evaluación
económica, en que los aspectos cuantitativos no son los que más preocupan sino
aquellas orientaciones, temas y preguntas por donde transcurren los intereses de
los historiadores, así como las condiciones de su reproducción y el alcance de sus
efectos en un heterogéneo público. Sobre todo implica un análisis cualitativo
básico, donde el número aporta pero no es suficiente, porque a final de cuentas la
historia, aunque hoy bastante devaluada en términos de su influenciay amenazada
por el presentismo de la memoria, sigue siendo uno de los escenarios donde se
disputan significados relevantes para la sociedad. Un balance de este tipo
tampoco obliga a determinar una línea de acción específica para el conjunto de los
historiadores, porque en su caso de antemano no existe una formación de
intereses cohesionados y acción centralizada como en la economía. Triste sería el
caso, pues al final de cuentas el ejercicio histórico deja abierta la puerta a la
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posibilidad de no aferrarse demasiado a las certezas y a mantener una constante
inconformidad sobre su propio conocimiento. Sin embargo, siempre esperamos
que un balance como éste sea motivo de reflexión para los historiadores e
implique debates que permitan abrir convergencias y/o divergencias, así como
rutas hacia nuevos horizontes.
¿Cuál es el balance del desarrollo de la historia cultural en Guatemala? Para situar
los alcances de este ejercicio iniciemos con un breve recorrido por los tres
conceptos claves de la pregunta: “historia”, “cultura” y “Guatemala”. Primero,
determinaremos de q tipo de historia estamos hablando, luego haremos una
breve referencia de la relación entre historia y la idea de Guatemala y, por último,
nos extenderemos en la categoría cultural.
No daremos mayores rodeos con el concepto historia y nos centraremos en la
historia producida a través de la investigación académica. Ello supone que, para
su elaboración existen reglas metodológicas mínimas, las cuales se han venido
afinando con el tiempo, sobre todo en términos de la búsqueda de la evidencia
(fuentes y metodología). Así, excluimos la forma de hacer historia que se vincula a
las reflexiones de sentido común o a las narraciones de sucesos y personajes que
bien pueden encajar en el término de historia. Es decir, de ese otro modo de
elaborar el saber histórico que se relaciona con la experiencia vital de los grupos
humanos. En nuestro caso, optamos por incluir sólo aquellas obras que elaboran
los profesionales de la historia, cuyo objetivos, de una u otra forma, están
vinculados a la producción de conocimientos, aunque no se limiten a estos
últimos. En consecuencia, hablaremos de esa pequeña y tradicional comunidad
que asiste a un congreso como el presente. Los motivos de tal selección son
prácticos: por el momento no existe una historiografía guatemalteca y los
ejercicios historiográficos no están actualizados. En aquellos más recientes la
historia cultural es marginal si no impensada, pese a centrarse en el gran tema de
la nación o el del liberalismo.
1
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Como sabemos, con el concepto Guatemala tradicionalmente efectuamos un tipo
de historia que relaciona los hechos y/o procesos históricos en términos
territorializados definidos por la existencia de un Estado, cuyo ámbito de acción es
percibido en límites territoriales. Esos procesos se enmarcan en un discurso que
sugiere la idea de una comunidad nacional. Con lo anterior se supone que estos
procesos o hechos alcanzan su correspondencia al desenvolverse en ese espacio
específico, puesto que las prácticas de aquellos que viven dentro de ese espacio
son compartidas y practicadas con cierta recurrencia por su habitantes y, por lo
tanto, se considera que son parte de una historia específica y particular. Otros van
más allá y relacionan esa historia particular territorializada con la idea de cultura,
vinculada a la expresión de una comunidad homogénea que comparte pasado,
presente y futuro. Una comunidad que por considerarse homogénea puede excluir
hasta mayorías que desentonen con esa correspondencia cultural.
En la actualidad la idea de nación construida a partir de la experiencia vital y
territorial común se encuentra en el banquillo de los acusados, en la medida que
ha otorgado demasiada importancia al interés centralizador del Estado y a la
nación homogénea, al mismo tiempo que en ese andar ha omitido a muchos
actores y/o sujetos que hicieron posible esa historia. De ahí que surgiera la historia
de “los de abajo”, y luego se extendiera a la historia “de las mujeres” y a mucho
más.
2
Sin embargo, de lo anterior se derivan dos líneas para entender qué es
historia nacional. La primera, está ligada al ejercicio del poder como al Estado y se
relaciona con aquellas disposiciones que deben ser asumidas por la población, las
cuales son adecuadas al modelo identitario con que se construye ese Estado. Es
decir, se refieren a la cultura nacional oficializada, entendida como todas aquellas
creencias, hábitos y rituales que ligan al ciudadano a la nación, en cuya acción el
Estado juega un papel importante por cultivarlas. Muchas veces se añade a este
tipo de historia una definición de cultura vista como refinamiento civilizatorio. En
todo caso, ambas se desarrollan como una “cultura dirigida”. La segunda línea,
surgió del interés de visibilizar la vida cotidiana
3
y se refiere a la forma en que las
personas territorializadas sienten y experimentan los hechos culturales más allá de
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la propuesta oficial de cultura nacional, o sea la “cultura vivida”.
4
Todas estas
experiencias no necesariamente coinciden; se encuentran pero también con
facilidad se desencuentran.
Como estamos acostumbrados a territorializar nuestro quehacer, no es común
salirnos de las fronteras -a no ser que hagamos cierta historia regional fronteriza.
Esto implica que al estar adscritos al ombligo nacional, preguntas como qué
procesos compartimos con otros sujetos/actores históricos ni las tomamos en
cuenta. A la mayoría de historiadores guatemaltecos -no así muchos extranjeros
que han estudiado Guatemala-, les ha bastado la dimensión nacional como su
referente espacial histórico. Por este camino se ha obviado estudiar la tensión
entre lo universal y lo particular que nos obliga a no obviar la palabra cultura. En
efecto, la cultura nos resultará un concepto incómodo al añadir nuevos dilemas y
ampliar nuestras dificultades. En principio, debemos plantearnos la pregunta de
qué entendemos por “cultura nacional”. Esta no es una simple pregunta al señalar
los límites de toda particularidad y abrir las puertas a tomar en cuenta las
similitudes de prácticas e ideas en lugares distantes desconectados de esa
dimensión. Aunque para salir de esa trampa se señale que lo particular/nacional
tiene sentido sólo en un contexto, si escarbamos un poco también podríamos
argüir que todo contexto es indefinido al estar inmerso en la posible simultaneidad
de los procesos locales con otros más generales. Hoy hablamos cotidianamente
de las condiciones de globalidad/trasnacionalidad, simultaneidad, etc., así como
podemos estudiar regiones que comparten situaciones culturales similares y
convergentes. Si bien tales preocupaciones pueden parecer presentistas cabe
preguntarse por ellas históricamente.
Por su lado, la idea de cultura ha tenido un largo camino y sus significados han
variado con el tiempo, manteniendo siempre su pretensión totalizadora. Su
concepto se construyó primero en oposición a la naturaleza y a lo rural para caer
en la restrictiva concepción de cultivarse, sinónimo de educarse, de refinarse;
sinónimos de arte, instrucción, cultivo y civilidad. Después la cultura fue vista como
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aquello que le permitía a las sociedades pretender superar a la naturaleza a través
del trabajo y de sus productos, creando al mismo tiempo relaciones e intenciones
nuevas y más complejas que, en contextos determinados, se volvían una forma
particular de vida. De esta manera, cultura implica tanto la práctica de una
experiencia vital como la realidad material que se construye a través de esa
experiencia, pues la relaciones entre seres humanos son siempre relaciones
mediadas por objetos.
5
Otros pretenden ver el alcance de la historia cultural en
relación con la institucionalidad de los actos culturales (hábitos, rituales,
procederes, lenguajes, tradiciones...) y de los significados que para las personas
asumen esos hechos (creencias, símbolos, valoraciones, imágenes...). Para éstos
los actos son culturales porque representan prácticas significativas recurrentes y
compartidas, las cuales se convierten en parte sustancial de nuestras formas de
vida colectiva. De modo que la cultura se observa como una expresión de
subjetividad social. Pero otros van más allá y enfatizan que estas
representaciones y/o formas de conductas se convierten en mecanismos de
control, reglas, planes, etc, que gobiernan esas conductas.
6
Las personas actúan
vía la cultura, pero la interrogante principal de la historia cultural está en cómo lo
hacen. Por supuesto, la tendencia contemporánea de ver la cultura, s allá de la
arrogancia del lenguaje en el postmodernismo, da un nuevo giro que va del interés
tradicional por la producción de significados al énfasis en los aspectos de las
estrategias y objetos, a sus formas de transmisión hasta llegar a la consideración
de la forma en cómo las personas y colectivos reciben los hechos culturales.
7
Un
giro que también tiene que ver con la actual densidad del consumo de una cultura
mercantilizada y que, por supuesto, para los historiadores abre los peligros del
anacronismo, pero cuya reflexión no puede omitirse. El mundo contemporáneo
nos da cierta facilidad para comprender cómo funciona el consumo cultural, en
tanto la cultura ha sido absorbida por el mercado. Las categorías y conceptos
emanados del consumo nos invitan a estudiar la apropiación cultural en el pasado,
pero teniendo en cuenta que ello no es su sinónimo pues en la
apropiación/recepción no necesariamente median relaciones de valor
intercambiable.
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En el presente, los historiadores culturales afanados en partir del contexto, campo
de acción idóneo del trabajo histórico y en criticar el determinismo estructuralista,
se han visto atraídos por el paradigma antropológico que relaciona los hechos y
procesos a la acción social y, por ende, busca humanizar a los participantes de la
historia. Con ello pretendieron dar una estocada a la historia estructural y este
cambio de papeles abrió las posibilidades a la historia cultural. El problema es
que, con variantes, la visión antropológica de cultura abarca todo el quehacer
humano. Y, del naturalismo materialista que nos señalaba que la acción humana
derivaba de sus impulsos básicos; ahora, con la idea de que todo el actuar
humano es cultura pasamos a un naturalismo subjetivista,
8
donde para muchos la
cultura se ha convertido en una nueva naturaleza, capaz de orientar cualquier
acción. Aunque otros, s moderados, se centran en ver mo la cultura moldea
las formas de actuar de los individuos en los contextos específicos.
9
No obstante,
siempre existen las inquietudes por definir hasta donde es posible conocer el
grado de determinación cultural de las conductas en los individuos y grupos. De
esta manera, los enfoques oscilan en entender la cultura como algo que uno
posee y actúa en función de ello o como un proceso que a su vez uno moldea.
10
Ahora bien, si la corriente antropológica se separaba de las estructuras para
humanizar a los actores, del estructuralismo ha surgido el reciente interés por el
peso del lenguaje en la cultura, lo cual de nuevo nos aproxima a las estructuras.
La mediación del lenguaje nos recuerda que la historia es una traducción cultural
del lenguaje del pasado al presente. Esto significa una crítica hacia el propio
quehacer de los historiadores, que una tras otra tiene que enfrentarse a la
deconstrucción de sus propios términos y también al problema de cómo estos
entienden los lenguajes en el pasado.
11
Obviamente, la consideración de la
mediación del lenguaje trae sus peligros al considerar, como lo hacen algunos,
que no hay realidad fuera de los textos. Un problema que deberá resolverse en
una reflexión más profunda sobre las mediaciones en la acción humana.
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En este proceso se diluyeron los límites que separaban a la historia cultural del
resto de perspectivas metodológicas (económica, social y política) y de ese modo
dejó de ser la cenicienta, pero lo hizo a costa de abandonar su autosuficiencia
preciosista aceptando su permeabilización con la actividad social. En ese transitar,
el afán totalizador de la cultura abrió el debate en dos sentidos en torno a su
relación con la dimensión social de la actividad humana. Hoy nos resulta común
que los colegas nos adviertan en no caer en la tentación del culturalismo, el cual
ve a la cultura encerrada en misma y dispuesta a dejar toda expresión cultural
en el ámbito de la subjetividad. Por otro lado, también nos señalan que toda
cultura al ser compartida es social necesariamente. En consecuencia, la cultura se
comporta como una mediación en la práctica y en la experiencia de los individuos
y/o grupos, que a su vez se relacionan social y jerárquicamente, los cuales
recurren al uso de objetos y se apoyan en diversas formas de transmisiones
culturales. Aún con la incomodidad que nos provocan esas oscilaciones y
amplitudes en la definición de cultura, al insistir en la conjunción de las
representaciones, las prácticas y los materiales, la historia cultural tuvo el mérito
de haber reconciliado a la sociedad con los valores, las experiencias, las
identificaciones y las ideas; atributos que habían sido desechados por el viejo
estructuralismo,
12
ó como otros han señalado, se creó una nueva frontera entre
cultura y sociedad, así como entre cultura y libertad individual.
13
Ante tal situación, los historiadores están obligados a indicar si van a estudiar un
hecho determinado visto como un acto cultural, donde la cultura se convierte en el
objetivo específico de su atención, o si, por el contrario, van a estudiar un hecho
social, económico, político, etcétera, cuya existencia se relaciona con aspectos
culturales -pues toda acción humana supone creencias, prácticas e
identificaciones-. Establecer estas distinciones permite fijar ciertos límites de las
obras que tomaremos en cuenta para realizar nuestro balance. En ese sentido,
obviaremos la segunda vía -aquellas obras que recurren a la cultura como un
referente ilustrativo o como complemento en la explicación de un objeto histórico-
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y nos centraremos en aquellas que se definen como narraciones, explicaciones o
descripciones de actividades culturales por excelencia.
Todo lo dicho arriba nos obliga a decidir en qué dimensión hemos de poner el
acento. Ya sea que veamos lo cultural en términos de las formas en que se
experimentan y piensan las cosas o en el de las formas de cómo se hacen las
cosas y sus productos. Si nos conformamos con la dimensión de la experiencia
vital inmediatamente nos enfrentamos al problema de enfocar nuestra atención en
el modo de sentir y vivir la cultura y/o en la existencia de sistemas de ideas que
buscan legitimar esas experiencias. Si, por el contrario, nos conformamos con la
dimensión de la realidad material y sus formas de hacerla, entonces, corremos el
riesgo de crear la visión de muchas culturas específicas, tantas como modos de
hacer podamos clasificar, olvidando que no sólo ese hacer las cosas se rlaciona
con la legitimación de ese hacer por colectividades. Aún más, si buscamos una
solución salomónica por establecer una continuidad entre las
representaciones/creencias, las experiencias vitales y las realidades materiales de
los procesos culturales, entonces el ámbito de lo que hay que averiguar y
relacionar como hecho/proceso cultural se ensancha, de esta forma la idea de
cultura se nos puede volver tan amplia que puede terminar por ser inefectiva.
De modo que, podemos delinear el recorrido de la historia cultural como un
camino fangoso y, por ende, fácil de caer en las imprecisiones conceptuales y en
las inconsecuencias metodológicas. Al grado que, sin darnos cuenta, podemos
analizar sólo con ojos de antropología retrospectiva a costa de la historia. O sea
dejar de lado la temporalidad y el cambio, aunque le inquieten las continuidades y
el largo plazo.
14
En definitiva, no nos queda s remedio que navegar por las
incómodas aguas agitadas por la ambigüedad del concepto cultura. Como sus
fronteras son muy difusas bordearemos obras que provienen de los enfoques de
género, etnicidad y política,
15
así como muchas veces nos brincaremos otras que
vienen de los mismos campos. Esto implica que en ocasiones pecaremos de
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conservadores en la selección de las obras a incluir y en otras ampliaremos
nuestros criterio, en el afán de buscar la coherencia del balance.
II
Como un primer acercamiento utilizamos el recurso de la percepción inmediata, a
sabiendas del peligro de que podíamos caer en una visión prejuiciosa, selectiva y
de conclusiones parciales. No obstante, nos pareció un ejercicio revelador como
termómetro inicial para el balance. De esta manera nos preguntamos con el fin de
contestar rápidamente: ¿Cuáles obras sobre la historia de Guatemala podíamos
situar rápidamente en la categoría de historia cultural?, ¿Qué corriente de
historiadores guatemaltecos conocíamos, cuyos productos nos permitían darles el
apellido de culturales?, ¿Qué peso mirábamos de la historia cultural en las
preocupaciones de los historiadores guatemaltecos? En relación con la primera
pregunta inmediatamente pensamos en ciertas obras sobre historia del arte.
16
En
relación con la segunda ubicamos un limitado número de colegas, algunos más
actuales que otros, pero no pudimos especificar de inmediato obras de impacto
que pudiéramos catalogarlas como tales.
17
En la tercera respondimos que casi
ninguna, en la medida que la idea de cultura seguía siendo vista por una mayoría
de personas como un complemento, al ser concebida como una actividad
superestructural y superflua.
En ocasiones hemos preguntado a boca jarro a ciertos colegas y personas
vinculadas al mundo educativo qué obras de historia cultural importantes conocía
en el país. La respuesta generalizada ha sido de un desconocimiento total por
parte de aquellas personas ajenas al oficio, (educadores), mientras que los
historiadores han hecho referencias a algunos colegas, ubicándolos como tales
pero sin reconocer ninguna obra específica de impacto retenida en su memoria
inmediata. Aunque tales preguntas no estuvieron concebidas en función de este
balance, coincidían con nuestra percepción inmediatista. Todo esto nos perfilaba
una idea inicial de poca repercusión de la historia cultural en el ámbito de los
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historiadores guatemaltecos. Una afirmación tal puede parecer muy severa pero
era obligada en este balance, pues los problemas que tenemos que analizar
tienen que ver con la cantidad, el tipo de producción, las problemáticas culturales
que abordan, las condiciones de reproducción y difusión así como con la
relevancia de su consumo.
Para realizar este balance decidimos apoyarnos en un sondeo sobre la reciente
historia cultural publicado en revistas especializadas y en libros a partir de 1990.
18
La fecha no deja de ser arbitraria pero tiene el mérito de centrarnos en la
producción contemporánea. Entre las décadas de 1970 y la de 1980 la producción
de historia cultural tuvo un impulso en la historiografía mundial. De algún modo
implicó procesos de conocimientos y reflexiones en los historiadores y para
algunos su elección por las arenas del mundo cultural. Se asume que en todo este
período también algunos/as historiadores locales vivieron algo de la influencia que
este proceso supuso, aunque no en la intensidad que se han vivido en otras
latitudes.
Al apoyarnos en el sondeo preferimos no destacar las observaciones en
cantidades y porcentajes, debido a que en un ejercicio de este tipo los meros
pueden dar un falso sentido de evidencia, que no sería justo para las obras y
colegas no citados. Además, estamos poco motivados por competir con la
producción historiográfica de otros países, pues nos interesa conocer los rumbos
de lo que se ha hecho, a como los temas que han preocupado a los
“historiadores culturales” de este país. El resultado será un primer acercamiento a
la historiografía cultural guatemalteca.
¿Qué se ha escrito?
La mayor parte de los trabajos se ubican en la época colonial. La imaginería
19
,
retablos (escultura, pintura y talla)
20
y pintura (mural y cuadros),
21
acomo las
imágenes religiosas, que son los temas preferidos. De manera complementaria se
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han hecho estudios arquitectónicos (iglesias, edificios y monumentos).
22
Fundamentalmente, se han dirigido a recrear la forma de hacer esos artes,
23
un
tipo de historia cultural tradicional en la historiografía guatemalteca.
24
En los
linderos del arte religioso hay un trabajo sobre el papel de la mujer en ese arte
colonial.
25
Menos importancia han tenido los trabajos sobre rituales, cultos y otras
prácticas de influencia religiosa hacia la población y algunas colecciones
documentales al respecto.
26
Existen consideraciones sobre el papel del arte
religioso en la cristianización de los indígenas,
27
o su contraparte, la denuncia del
despojo cultural deducido de la conquista y la evangelización como proyecto.
28
El
análisis de las influencias en los estilos arquitectónicos del influjo de la
arquitectura musulmana,
29
o la influencia prehispánica en el neoclásico
guatemalteco,
30
así como sobre las ideas descartesianas frente al barroco.
31
Todas estas siguen vinculadas al viejo afán de la historia del arte. En otro orden, el
campo religioso deja el arte para centrarse en algunas formas de control de la
Iglesia prohibiciones, censuras y persecuciones de actos pecaminosos
32
o
heréticos.
33
Por otro lado, resultan llamativos los estudios sobre la música colonial,
sobre todo de carácter religioso,
34
donde predominan las referencias biográficas
de músicos y de ciertas obras musicales,
35
también algunas observaciones a las
condiciones de la actividad musical y sobre las actuales fuentes archivísticas para
el estudio de la historia musical.
36
Este interés por la historia musical ha partido de
varios estudios realizados en la década anterior por los mismos autores.
Los otros temas coloniales presentan menor ilación temática. Más interesante
resultan las referencias a un colegio de doncellas criollas,
37
a las concepciones
culturales de los criollos
38
a las prácticas y visiones sobre las amas de leche,
39
enfermedades y políticas culturales,
40
el uso de espacios públicos en la ciudad de
Santiago
41
o la creación de cementerios en la Nueva Guatemala,
42
aunque este
último circunscrito a su creación y no tanto a las prácticas funerarias entendidas
como actividades de contenido cultural. La historia de la educación y de las
corrientes ideológicas también tiene una tradicional participación en este
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período.
43
De la misma manera, resulta llamativo el tema de la enseñanza de las
matemáticas durante la colonia.
44
Aquellos trabajos que centran su atención en la época republicana mantienen la
predominancia del enfoque en la cultura como expresión cultivada, de ahí
predominen las manifestaciones del arte en general
45
o de la participación de las
mujeres en el arte.
46
Estas vez el arte presenta intereses más variados que en la
temática colonial: historias sobre opera,
47
música de mara,
48
marimba
49
y
filarmónicas,
50
y el rescate de compositores y sus obras.
51
También está presente
la visón de una cultura de los de “abajo” a través de la corriente antropológica que
relaciona folklore, artesanías y arte popular, y cuyos estudios colindan con los
históricos.
52
En el arte popular se destacan el teatro y la danza.
53
La referencia a
las artesanías y al arte popular material se vincula con sus productos y maneras
de hacerlas, así como con sus productores
54
. Otros trabajos se relacionan con el
papel de la literatura en la historia. Podemos añadir obras generales en torno a la
historia de la literatura
55
y la plástica,
56
cuyas visiones parten de sus propios
campos de acción crítica y documental antes que de una metodología histórica.
Como era de esperarse, en este período se diluye el interés por el campo
religioso, el cual se reduce a algunos trabajos sobre la imaginería y festividades
religiosas católicas,
57
siguiendo la fuerte tradición de este tema que proviene de la
época colonial. No obstante, los estudios sobre las prácticas e instituciones
religiosas han reforzado una profundidad en el análisis, tanto en relación con el
protestantismo,
58
el nculo entre Iglesia y Estado
59
como el de las relaciones
étnicas y ritualidad religiosa
60
.
En este período cobra más fuerza la esfera política, donde destacan los trabajos
sobre la construcción del imaginario liberal: procedimientos rituales del gobierno,
61
iconología nacionales liberales
62
, festividades de connotación política,
63
acomo
algunas referencias a parques
64
y a la proyección del estado en el exterior a través
de la exposiciones internacionales.
65
También, debido al carácter de patrimonio
alcanzado por monumentos y ciudades ha habido un interés por conocer sus
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historias. La ciudad de Antigua Guatemala y la capital actual han sido motivo de
estudios retrospectivos, arquitectónicos en su mayoría, la memoria patrimonial de
la ciudad de Quetzaltenango se ha sumado a estos, también las referencias a los
aportes de extranjeros en sus edificaciones y en otras actividades relacionadas
con el arte y la educación.
66
El estudio cultural del ejercicio de poder incluye un renovado interés por las
biografías de intelectuales
67
a como de las instituciones en las que
participaron.
68
La discusión sobre políticas raciales desde el Estado o el interés de
influir en una ideología estatal por parte de intelectuales políticos y/o instituciones
intelectuales de finales del siglo XIX, así como las primeras cuatro décadas del
siglo XX, con énfasis en la llamada generación del 20,
69
o en la visión de larga
duración de las propuesta estatales en torno a las relaciones interétnicas, como
producto de mediaciones intelectuales orgánicas al Estado
70
, hasta llegar a la
revisión de los grandes sistemas de ideas filosóficos como el positivismo
71
o
políticos como el liberalismo.
72
En ese marco del liberalismo existe un interés por
estudiar el proceso de construcción del discurso nacional,
73
los espacios blicos
del debate,
74
ó sobre la construcción de los conceptos políticos en Guatemala.
75
Más recientemente -sobre todo proveniente de las preocupaciones de la
historiografía norteamericana- ha surgido un interesante debate sobre cultura,
política y subalternidad indígena hacia el Estado con el análisis del caso
quetzalteco.
76
Existen también trabajos que estudian el vínculo cultural entre elites
y regionalismo en Quetzaltenango.
77
También ha habido un deseo de analizar la
actividad periodística y su influencia en la creación de legitimidades.
78
Una nueva
corriente que viene desde los estudios con perspectiva de género se desarrolla
con las expresiones del asociacionismo intelectual y político de las mujeres.
79
Por
su lado, la historia de la educación en general, sobre todo entendida como
proceso institucional e impulso de políticas públicas. Una variante de estas últimas
y que mantiene cierta atención especial es el análisis de la enseñanza de la
historia.
80
Por su parte la universidad también ha sido objeto de observación, en
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especial su proceso institucional.
81
También existen trabajos sobre la simbología
musical del movimiento estudiantil.
82
En una tendencia a tocar la historia social existen trabajos sobre enfermedad y
políticas culturales, algunas prácticas socio-culturales.
83
En relación con la
influencia de la modernidad, construcción nacional y cultura de masas dos temas
que llaman la atención son el cine
84
y el deporte.
85
El primero asume un carácter
bastante variado, al incluir desde la transmisión de imágenes sobre el indígena, el
imaginario alrededor de la oligarquía y café, acomo historias de cine popular. El
segundo se mira como el acompañamiento al proceso de construcción de la idea
nacional o a la infraestructura creada en el contexto de la revalorización de una
política nacional.
86
Por último, en torno a las fuentes que la historia cultural puede utilizar hay
referencias técnicas sobre el sobre el uso de la radiología,
87
el valor documental
de la fotografía
88
o el de las fuentes iconográficas
89
.
III
En primer lugar debemos reconocer que nuestra percepción inicial de la poca
producción de trabajos publicados en torno a la historia cultural no se cumplió. El
record de obras observadas se acerca a las tres centenas. Lo anterior indica una
edición relativamente importante en los catorce años sondeados. Sin embargo,
tendríamos que referirnos a dos aspectos que matizan cualquier optimismo en
torno a las cantidades. Primero, varios trabajos no cumplen las convenciones
académicas de publicación, se elaboran como descripciones ilustrativas de los
hechos y transcripciones documentales, o no responden totalmente a una
investigación sistemática
90
. Segundo, muchos artículos se reproducen en distintas
publicaciones; sean éstos los mismos o con variaciones poco sustanciales.
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La mayoría de obras recopiladas son artículos de revista seguido de las ponencias
de memorias de congresos y encuentros de historiadores. El grueso de los
artículos se encuentran publicados en la revistas Estudios, Tradiciones de
Guatemala y Tradición Popular, todas de la Universidad de San Carlos, además
de la revista Cultura de Guatemala de la Universidad Rafael Landívar,
Mesoamérica de Plumsock-CIRMA, Anales de la Academia de Geografía e
Historia de Guatemala a como Antropología e Historia del Instituto de
Antropología e Historia de Guatemala. Muchos de las ponencias en congresos
fueron publicados posteriormente en las revistas. En general, las revistas
mencionadas cubren el ámbito nacional de posibilidades de la publicación
especializada en historia.
91
La producción de tesis o de libros fue más limitada. En muy pocos casos los
artículos eran partes o síntesis de tesis. En general, es común que los artículos
publicados provengan de los marcos laborales y de la investigación
institucionalizada. Ello puede comprobarse al determinar la cantidad de artículos
producidos por pocos autores y en el predominio de ciertas temáticas sobre otras,
que como vimos estaban centradas en temas como arte/religiosidad,
artesanía/arte popular y música/religiosa y laica, o nación/intelectualidad. Esto
indica áreas de interés compartidas y constantes. En relación con las dos primeras
es posible considerar que se ha creado alrededor de ellas una confluencia de
interesados, que, en buena medida, se relacionan por determinadas condiciones
institucionales, lo cual ha garantizado su continuidad.
92
Aquellos que se salen de
estos campos de interés, generalmente, responden a una mayor dispersión
institucional o a intereses institucionales fuera del ámbito guatemalteco, notorio en
el caso de estudiantes o profesionales extranjeros o nacionales formados en el
exterior. Por su lado, la edición de libros y folletos es pequeña, aunque pareciera
haber una tendencia a un leve incremento, especialmente, a través de
publicaciones colectivas sobre un tema específico. Las tesis son pocas, lo que
indica dificultades en las condiciones de reproducción de cierto tipo de
historiadores culturales.
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Enseguida ordenamos las obras en un mapa temático. Este no parte del criterio de
cantidad de obras por tema, ni de supuestas importancias de unas frente a otras,
sino busca ubicar las principales orientaciones de los contenidos, de tal modo que
nos permita contextualizar esa temática y sacar algunas conclusiones.
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Colonia
Religión
Imaginería, retablos, pintura
Iglesias, edificios, monumentos
Rituales, cultos, otras prácticas
Cofradías
Normas, prohibiciones
Arte
Arte y cristianización, despojo cultural
Mujer y arte
Artesanos
Música religiosa
Biografías músicos
Obras y colecciones
Instrumentos y actividades
Reglamentos musicales
Fuentes
Arquitectura
Influencias arquitectónicas
Ideología, cultura y educación
Corrientes ideológicas
Concepciones culturales
Educación
Actividades públicas
Periodismo
Espacios públicos
Mujeres y vida cotidiana
Amas de leche
Colegio de niñas
Comadronas
República
Nación e historia
Discurso nacional
Nación y género
Instituciones históricas
Imaginería e iconología libera
Cultura política y etnicidad
Enseñanza de historia
Educación y universidad
Festividades públicas
Parques
Exposiciones
Urbanismo y arquitectura
Ejercicio de poder e intelectuales
Corrientes intelectuales
Gobierno e intelectuales
Políticas étnicas
Opinión pública
Periodismo
Biografía hombres y mujeres
Asociaciones mujeres
Cultura de masas
Cine
Deporte
Diversiones populares
Arte musical
Marimba
Opera y música de cámara
Filarmónicas y bandas
Compositores y obras
Instrumentos musicales
Arte
Literatura
Plástica
Arte popular
Artesanías y artesanos
Teatro y danza
Religión
Imaginería
Festividades y prácticas culturales
Protestantismo
Relación Iglesia y Estado
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Se percibe que la división entre colonia y república sigue actuando como marco
general para la elaboración temática de los historiadores. Existe un mayor interés
por estudiar la época colonial frente a la etapa republicana, aunque la primera
presenta menor diversidad de subtemas que la republicana. Los grandes temas
estudiados corresponden a los paradigmas del pensamiento dominante en cada
época (religioso para el colonial laico/estatal para el republicano), acorde con la
propuesta liberal que ha caracterizado la historiografía latinoamericana. Esta
división señala dos referentes institucionales evidentes: Iglesia y Estado.
A grosso modo, el predominio del estudio colonial ha sido el resultado, primero, de
una consideración del nacionalismo ideológico que supuso la fundación de la
historia de Guatemala en este período, frente a un desconocido y desvalorizado
período prehispánico/antiguo,
93
así como frente a un incómodo siglo XIX,
coaligado a intereses conservadores según la historiografía liberal dominante.
94
Segundo, también responde a un imperativo en la disponibilidad de fuentes, la
cual ha estado determinada institucionalmente.
95
Los mayores recursos provienen
de los archivos más importantes (Archivo General de Centro América y el Archivo
Diocesano Francisco de Paula García Peláez), cuyos ordenamientos han girado
en torno a la vida colonial antes que en la republicana. En efecto, esta situación ha
condicionado una inercia en el tipo de temática a escoger por los historiadores y
en su tratamiento de las fuentes, subordinados a la visión oficial que de las fuentes
emanan y a un predominio por estudiar la “cultura dirigida” vista como hechos
sucedidos e instituciones.
96
Por otro lado, pese a que vemos cada vez s temáticas no tradicionales en este
tipo de estudios, el recuento confirma que la visión privilegiada se ha centrado en
la llamada “alta cultura”; en especial, en aquellas “empresas imaginativas” como la
producción artística (pintura, música y literatura).
97
Esa preeminencia se efectúa a
través de un enfoque metodológico que se centra en los aspectos institucionales:
(gremios, escuelas, etc...) y en la manera de producir arte, generalmente, a través
del estudio de artistas y/u obras específicas. Una segunda inclinación es estudiar
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el arte en el campo religioso, que incluye relaciones entre arquitectura, arte y
artesanía, a como entre arte y religiosidad. En este último caso resultan
interesantes los enfoques que relacionan la imaginería católica y sus
veneraciones; empero, aún se manejan en el margen de las descripciones y se
adentran menos en los hábitos, rutinas y prácticas. Similar comentario puede
dirigirse hacia la música religiosa. Lo anterior también tiene que ver con la relación
cultura popular/folklore
98
que recoge tradiciones cristalizadas en el período
republicano y que, en parte, surgió como una respuesta a aquellos que privilegian
la alta cultura, aunque muchas veces ambos puntos de vista actúen de forma
complementaria. Esta corriente ha tenido congruencia institucional en las últimas
décadas y se originó de un interés antropológico antes que histórico. Aunque
algunos de sus miembros han incursionado en la historia, en general, su enfoque
se ha centrado en la retrospección antropológica. Su principal esfuerzo ha sido el
rescate y descripción de tradiciones concebidas en el marco cultural más que en el
análisis social de sus consecuencias y usos.
Lo que llama la atención en buena parte de estos estudios es que parten de una
perspectiva que da una mayor importancia al peso de la historia como factor
tradicional. En buena medida éstos reaccionan a esa visión liberal que dominó la
historiografía guatemalteca, afanada en demostrar sólo las rupturas con el pasado.
No obstante, coinciden en partir de una visión romántica de la cultura, en el cual
se enfatiza rescatar las formas de vida tradicionales, ya sea de elite o populares,
porque eso es concebido como cultura; en buena medida producto de la influencia
antropológica norteamericana y de una posición acrítica pese a los debates
suscitados en torno a esa influencia.
99
De esta manera, la modernidad no es su
objeto de estudio sino el rescate de lo perdido o la continuidad de lo heredado.
Pese a ello, la mayoría no hace en sus estudios una crítica antimoderna abierta,
menos de la sociedad actual. Aunque hay que reconocer que los folkloristas son
más explícitos en asumir esa crítica al resaltar el aspecto popular de sus
personajes y actividades estudiados.
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Mientras tanto, aquellos que se enfocan en la modernidad y en el cambio se
relacionan más con el estudio del período republicano, pero no exclusivamente.
Muchos de los trabajos de este período destacan los comportamientos
tradicionales del modernismo liberal. Sin embargo, sus inquietudes no han partido
de los debates académicos actuales, si no han sido producto de la acumulación de
datos historiográficos. Quizás, la historia intelectual sobre discurso nacional y
visión étnica sí se ha proyectado como una squeda más consciente del
conocimiento de la construcción de la modernidad en Guatemala. A ello habría
que añadirle el interés por la penetración del cine, del periodismo y del deporte -
claros ejemplos de la “cultura de masas”-, cuyos estudios tampoco se desmarcan
de los temas de la nación.
La tendencia a situarse en las representaciones, imaginarios y discursos sociales
ha renovado la historia cultural, sobre todo aquella situada en la etapa republicana
y vinculada a la construcción de una idea nacional. Esta se cruza con los estudios
de los sistemas de pensamiento y su relación con la creación de la nación, pero
muchos de los trabajos siguen siendo elaborados en el encuadre institucional y/o
descriptivo del fenómeno. Una explicación de esto tiene mucho que ver, además
de la inercia provocada por las fuentes ya mencionada, con el hecho de que,
generalmente, las investigaciones no parten de una revisión de problemas
relacionados con las interpretaciones de los procesos históricos, sino son el
producto de temas sugerentes, novedosos o que responden a intereses
particulares.
La relación entre cultura, nación y poder ha provocado estudios que se interesan
por la producción intelectual o por la proyección de imaginarios. La más
interesante ha sido el impulso por la historia intelectual. Su principal forma de
expresarse ha sido el complemento de trabajos sobre individuos, corrientes de
pensamiento y asociaciones de prácticas exotéricas en determinadas épocas.
Todo ello está dando lugar a un debate sobre algunos problemas vinculados con
la construcción del poder político y la búsqueda de la legitimidad de los discursos
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liberales. Pero, ¿más allá de la instrumentalización legitimadora de las
desigualdades, que hizo a esa generación intelectual se apropiase de esas ideas?
Este tema todavía mantiene su dispersión temática pero comienza a influir a un
tipo de historia cultural que pueda introducirse más en el conocimiento de la
cultura política. Obviamente, superando la visión elitista que n posee para no
sobrestimar su influencia en los marcos del poder, en los públicos y, por supuesto,
para conocer mejor los objetos de transmisión y mediación, acomo acercarnos
al tema de las recepciones colectivizadas, que conduce a la acción.
IV
Aunque esa inclinación por estudiar la nación y el poder no es reciente, en el
presente se relaciona con una disputa contemporánea por el sentido de la historia.
En efecto, a estas alturas es fácil constatar que caducó aquella explicación
historiográfica que analizaba bajo ojos liberales. Incluso, hoy no se percibe una
historia oficial efectiva, ya no digamos dominante.
100
Este decaimiento está
vinculado a la pérdida de construcción de sentidos por parte del Estado, reflejado
en una actual crisis educativa de amplio alcance. También se debe al hecho de
que los conflictos políticos contemporáneos abrieron la disputa por la
interpretación de la historia inmediata, la que a su vez matiza la interpretación de
cualquier pasado remoto.
A ello ha de añadirse la irrupción de la memoria, no siempre de comodidad
metodológica para la historia mientras está sujeta a los vaivenes de las
interpretaciones del pasado inmediato y a la dualidad de tiempo y pasado.
101
El
debate político guatemalteco está marcado por el empoderamiento de identidades
y el enfrentamiento por las consecuencias de la historia inmediata. Esto ha hecho
que memoria y olvido sean campos conceptuales de disputa, pero a costa de la
historia, disciplina menos pasional. No es, pues, la academia la que está
determinando la pauta a seguir. Por supuesto que en este derrame de
presentismo es difícil discernir entre la traducción del pasado desde el presente y
la extrapolación del presente hacia el pasado.
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Este conflictivo proceso limitó la influencia del debate historiográfico
contemporáneo. Si hacemos una revisión del discurso histórico actual existe la
preponderancia de la historia social y política frente a la cultural. Un predominio
que viene en parte de la influencia que n mantienen el positivismo y la historia
estructural y el marxismo, cuyas variantes metodológicas en el país han sido
pocas y lentas. Sobre todo con un conocimiento tardío de la Escuela de los
Annales, con una casi nula actualización de los debates metodológicos mundiales
y una carencia de espacios institucionales para el debate académico. Mientras
tanto, aquellos ahogados por el discurso de lo social y lo político, que veían en las
expresiones culturales un atractivo campo de estudio, o de aquellos que veían sus
consecuencias trágicas en el contexto guatemalteco, se enmarcaron en la
predilección de una historia de sentido estético o en el enfoque cultural sin
dimensión social. Ambos con poca influencia en la actual debate general por la
interpretación de la historia nacional.
Esta situación también tiene como marco la forma en que se estructuraron las
ciencias sociales en Guatemala –América Latina-, de cual algunos historiadores se
sienten parte, donde la percepción del incompleto proceso de la modernidad y de
la inserción en el llamado mundo occidental matizó la necesidad de reforzar el
discurso nacional. Como consecuencia, la reflexión cultural ha estado marcada por
los vaivenes de la política, la cual consideraba a la cultura como un campo de
acción simbólica pero no de poder efectivo. Esa visión ayudó a que las
expresiones culturales tradicionales fueran rescatadas en el discurso nacional
frente a la expansión de una cultura de masas y los efectos de una dominación
política
102
, hoy bastante globalizada. Por supuesto el discurso nacionalista
tradicional pronto se fragmentó. De la necesidad de reafirmar una identidad se
reconocieron las diferencias y con ello surgió el tema hoy dominante en las
ciencias sociales guatemaltecas: la etnicidad. De nuevo la política nos recordaba
una realidad que la aventura nacional no había podido asimilar al querer impulsar
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un modelo de nación homogénea, la cual se autodefinía como el patrón de medida
de otras formas de vida.
Hoy, la etnicidad matiza buena parte de la producción académica en las ciencias
sociales guatemalteca, aunque se encuentra muy ligada a una disputa por los
espacios de empoderamiento, y las obras no siempre se circunscriben a las
necesidades de la rigurosidad académica, menos a las exigencias de investigación
histórica. Este nuevo interés ha afectado a la historia cultural de una manera
tangencial y gradual, pues como se ha visto en el mapa temático el objeto
predilecto de estudio sigue siendo la construcción del poder nacional,
condicionado por la adopción local del liberalismo. No obstante, en todo este
proceso se han visto pocas preguntas metodológicas en torno a mo se
construye la nación, de tal modo que guíen esas investigaciones y sirvan de marco
a los problemas.
Por otro lado, en la historiografía local el tema étnico sigue dominado por las
esferas de lo social y lo político más que de lo cultural; aunque el discurso
ideológico culturalista que ha acompañado al debate étnico político y los intereses
de la academia extranjera parecieran contradecirlo. En lo anterior entra en juego la
vieja consideración de la cultura circunscrita a la superestructura. En los trabajos
históricos los temas étnicos se abocan más al poder local, tierras, identidad
comunitaria, luchas sociales, etcétera. En todos estos hay referencias obligadas a
prácticas culturales, sistemas de significados, etcétera. Sin embargo, atrás de
muchos de ellos son fáciles de reconocer los enfoques tradicionales de la cultura.
Así no es extraño ver relacionamientos conceptuales de la cultura que rayen en
argumentos prejuiciosos. Por ejemplo, aquellos surgidos de la oposición
original/auténtico frente a artificial/imitación, que se traducen en una visión
dicotómica de pueblos indígenas con cultura versus ladinos sin cultura. Una
oposición que incluso obliga a unos a reaccionar demostrando la cultura ladina a
través del arte popular. Tampoco faltan quienes recuerdan frente al esencialismo
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étnico que, el exceso de apelación a la cultura restringe el campo de acción de las
personas, coarta libertades y empobrece la propia representación de esa cultura.
No obstante la existencia de todos estos problemas, los temas paradigmáticos de
la nación, la identidad y la etnicidad han abierto un interesante curso. En el caso
que nos compete con los aportes de la historia intelectual, que pasó de la
construcción del discurso de la nación homogénea a las consideraciones sobre
racismo y modernidad. Secundariamente, el interés por conocer la construcción de
imaginarios, o las prácticas de masas como el cine y el periodismo también han
dado pasos en ese sentido. Cine, fotografía e iconología podrían fortalecer el
camino a una historia visual que nos lleve a profundizar en los ámbitos de las
representaciones. Recientemente, el acercamiento a una historia de la religiosidad
ha retomado el vínculo entre relaciones étnicas y prácticas religiosas. Sin
embargo, si hacemos un balance del conjunto de la historiografía cultural
reseñada, aún prevalece la predilección por los enfoques destinados a
desentrañar la cultura dirigida frente a los de la cultura vivida. De modo que nos
falta bastante para ver el tránsito del paradigma institucional -que ve reglas y
pautas- al popular -que ve entretenimientos, prácticas y blicos- hasta llegar al
provocativo -que analiza los desafíos y compromisos en las prácticas culturales
colectivas.
Estos temas de nación, identidad y etnicidad dejan la sensación de la dimensión
política como la preocupación determinante. Si recordamos que en la historiografía
del país se han privilegiado destacar los hechos y las obras antes que problemas
de fondo y que estamos sujetos a los márgenes que nos permitan las fuentes, es
fácil entender ese predominio por el estudio de la esfera política, aunque no
necesariamente de la acción, de las políticas culturales o de la cultura política, lo
cual vendría a ser algo más sugerente. La reciente reflexión de la cultura y política
sobre todo ha venido del debate de antropólogos e historiadores norteamericanos.
Menos n hay interés por aquellos campos menos vinculados al poder
organizado, que se encuentran relacionados con la vida cotidiana, y que han dado
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a la historia cultural su derecho de piso en la historiografía reciente. Pero, ojo, sin
olvidar que la cultura, a pesar de sus pretensiones totalizadoras, jamás podrá
hacerle sombra al resto de campos historiográficos.
A partir de ese proceso analizado sobre la historia cultural guatemalteca
contemporánea ¿qué rumbo podrá verse en el futuro inmediato? Contestar a ello
significa adentrarse en arenas movedizas. Primero partamos de considerar que
hemos definido inquietudes temáticas, cuyas condiciones institucionalizadas nos
sugieren que se mantendrán muchas de sus prácticas de reproducción, y que sólo
en algunos veremos lentos cambios. No obstante, es previsible que se ampliarán
aquellas inquietudes en temas menos institucionalizados, más dispersos, sujetos a
intereses aislados.
La tendencia que se ha centrado en el arte está consolidada y mantendrá sus
líneas. lo muy brevemente algunos comienzan a preocuparse por conocer las
políticas culturales a través de estudios de historia inmediata, pero aun menos
reflexionan sobre el arte como proceso social y no sólo como contemplación
histórica. Un problema que tiene repercusiones prácticas importantes a través de
las políticas culturales sobre patrimonio, turismo, etcétera.
Aquella historiografía que fundamenta su trabajo en la historia de la religión
pareciera que está incursionando por un mayor interés en ubicar las vivencias
ritualizadas de la religiosidad y sus relaciones con la estructura social, lo que
podría abrir un interesante campo. Por otro lado, no sería raro que los debates
sobre situación social y etnicidad influyeran en los estudiosos del folklore y de las
artes populares para hacer un alto en el camino en el proceso de recopilación, el
cual llevara a una reflexión por una síntesis de la complejidad de la cultura
popular. Síntesis que a nuestro juicio debería ser encaminada hacia una
reconciliación con las prácticas sociales de la población estudiada y con el peso
de esa cultura en el ámbito guatemalteco. Esto significaría ver con mayor
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profundidad el entramado de las relaciones culturales en el marco de complejas
relaciones económicas, sociales y étnicas.
Como hemos señalado la tendencia política está presentando mayor vigor con el
gran tema de la nación. Sus mayores problemas estarán en el rango de si alcanza
el suficiente grado de distancia con el inmediatismo político, lo que no significa
desechar las preguntas en torno a las incertidumbres del presente, sino el evitar
verse sobrepasado por ellas. Obviamente en este tema, al inmiscuirse con las
facetas de la identidad, sacará a la superficie las conflictivas relaciones entre
nación y etnicidad. Pero el interés por conocer la base racista del pensamiento
ideológico justificador de las desigualdades locales tampoco debe oscurecer las
complejas estructuras afines a una historia intelectual. Por su lado, el tema de la
etnicidad tiene un amplio campo si se relaciona con las prácticas culturales. Claro,
reconociendo la dosis de prudencia que el enfoque social aporta para no caer en
la absolutización de la cultura. Una pretensión que resulta obvia en el debate
político o en la tendencia a folklorizar las prácticas culturales. Así como debe estar
consciente de la necesidad de superar el reduccionismo que imponen la nación o
el Estado o el no obviar que la identidad no es más que la conjunción de
identificaciones creadas a través de la acción social y que, lo verdaderamente
interesante, es saber cómo funcionan, por qué las personas las usan y qué
pretenden lograr con ellas.
103
Al mismo tiempo, las condiciones de la reproducción historiográfica mantendrán la
actual tendencia de la creación individual multitemas, pero con menores impactos
en las preocupaciones de la comunidad de historiadores. Si bien estos últimos
pueden llegar a refrescar la marea de la relación política, nación, etnicidad, su
peligro estriba en fragmentarse tanto que se pierdan de vista las interrelaciones y
los entramados de las personas y grupos para vivir en sociedad.
No puede olvidarse que estas tendencias también están determinadas por el tipo
de orientación de la historia cultural y su relación con las fuentes. De esta manera
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el interés de ver la cultura como “el hacer las cosas o sus productos” tiene un
mayor acceso a las fuentes institucionalizadas, dado el afán de los registros de
control del controlador del Estado. Esto permite trabajar los temas históricos en el
tiempo largo. Mientras tanto si la cultura es abordada como institución se tienen
menores posibilidades de acceso a las fuentes, pese a las pretensiones de largo
tiempo que supone toda estructura institucional, ya que al tomar en cuenta la
temporalidad y los cambios resulta prudente estudiar las instituciones en el tiempo
medio. Por su lado, si se estudia la cultura como una experiencia vital, se
presentan mayores dificultades en el uso de las fuentes y obliga a circunscribirse a
los tiempos cortos antes que adentrarse a la aventura de tiempos más largos.
Por supuesto, en un balance como éste queda pendiente la reflexión sobre la
institucionalidad necesaria para hacer historia, pero aún s falta abordar los
vicios arrastrados. La historia cultural, como cualquier otro enfoque histórico,
supone partir de problemas y preguntas, de mantener la rigurosidad metodológica
y hermenéutica en los términos de la investigación, además de crear un espíritu
inclusivo en el tema que supere el “yoismo” tan persistente en este campo. Por
ejemplo, debemos revisar nuestra herencia de ensayismo arrogante, enmarcado
en el afán de las interpretaciones retóricas sin ton ni son. No podemos continuar
con los olvidos conscientes de obligadas referencias de obras y autores no
estimados. Ni menos podemos desdeñar lo que dicen los autores sólo porque no
están incluidas nuestras preocupaciones.
Por principio los historiadores están enfrentados a superar múltiples obstáculos
metodológicos y hermenéuticos, con lo que se ven obligados a aportar una buena
dosis de inventiva en el uso de las fuentes y en recrear su imaginación histórica en
el abordaje de los contenidos. En fin, éstos deben pensar por mismos en un
proceso de interrelaciones y diálogos. No obstante, hemos advertido sobre la
necesidad de no perder de vista de nde partimos, puesto que las carencias son
muchas: La política dimensiona la historia cultural más reciente. La memoria nos
señala de obsoletos. Estudiamos el poder a costa de la cotidianidad. Estudiamos a
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los de “abajo” ahora olvidando a los de arriba. Estudiamos a los hombres obviando
a las mujeres. La cultura la subsumimos en la etnicidad. El presente nos tienta al
anacronismo. Estudiamos los hechos sin reflexión metodológica. Historiamos
hechos sin problemas ...
Para el desarrollo inmediato de la historia cultural al menos son básicos en el corto
plazo : a) La necesidad de fortalecer las condiciones de institucionalidad de la
reproducción histórica, lo que pasa por ampliar las posibilidades de edición, mejor
distribución, reflexión sobre la utilidad pública de la historia, etc...; b) Se necesita
un esfuerzo más consistente para fomentar la creatividad en el uso de las fuentes.
La misma historia cultural se ha nutrido de ello y hoy podemos ver temas que nos
pueden parecer hasta estrambóticos, como son la historia de los sueños o de las
lágrimas; c) Aunque somos críticos del presentismo político que acomoda con
demasiada facilidad los temas a las disputas actuales, la historia cultural
guatemalteca tiene que reflexionar desde el presente y dejar de lado el
preciosismo por el pasado; d) En definitiva, la historia cultural ha de surgir de
problemas surgidos en el debate. Temas como religión, arte, nación, etnicidad,
etc.., ya tienen las condiciones suficientes para hacer una reflexión sintética de
sus aportes y de sus carencias más allá de la acumulación del conocimiento de los
hechos. Por ello, e) un nuevo balance sería necesario. En concreto, ¿qué
sabemos, de qué se ha hablado y cómo se ha hablado al respecto?
La historia cultural en el país tiene tradición y, pese a los vaivenes en que se ha
desarrollado, pareciera presentar deseos prometedores para salir de su condición
de cenicienta en la historiografía guatemalteca.
1
Por ejemplo, véase Pinto, J. C., “De la historiografía tradicional a la historiografía moderna” en Política y
Sociedad, Escuela de Ciencia Política-USAC, No. 25-28, 1989-1991; Pinto, J.C. Identidad, Estado y
Nación en Centroamérica. Un estudio historiográfico” en Política y Sociedad, Escuela de Ciencia
Política-USAC, No. 37 y 38, 1999 y 2000, Más recientemente la tesis de Cal, J. Los Estudios Históricos
recientes sobre la Reforma Liberal de 1871 en Guatemala. Sevilla, Universidad Pablo de Olavide,
Departamento de Geografía, Historia y Filosofía, 2003 o el trabajo historiográfico sobre la Sociedad
Económica del País que presenta en este congreso. Un análisis de historia cultural circunscrito a una
institución.
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 52-80) p.83
2
J. Sharpe. “Historia desde Abajo” en Formas de hacer historia. Madrid: Alianza, Ensayo, 1999, p. 57.
3
P. Burke. “Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro” en P. Burke editor. Op. cit, p. 25.
4
Cultura dirigida y vivida son rminos prestados de Urfalino, P. “La historia de la política cultural” en
Rioux J.P. y Sirnelli, J.F. Para una historia cultural. México: Taurus, 1999, p. 332.
5
Acanda, J.L. “¿Qué significa ser progresista en materia de conocimiento?” en Cruz, M. Hacia dónde va el
pasado. El provenir de la memoria en el mundo contemporáneo. Barcelona: Paidós, 2002. T. Eagleton.
La idea de cultura. Barcelona: Paidós, 2001.
6
C. Geertz, La interpretación de las culturas. Madrid: GEDISA, 1987, p. 51.
7
Burke, Op. Cit, p. 246.
8
Eagleton, Op.Cit, p. 141.
9
Ibid, p. 138 y 59.
10
Baumann, G. El enigma multicultrual Un replanteamiento de las identidades nacionales, éticas y
religiosas. Barcelona: Piadós, PS, No. 150, 1999.
11
Véase la reflexión de Burke sobre los distintos problemas que presenta la historia cultural en Burke, P.
Formas de historia cultural. Madrid: Alianza Editorial, Historia y Geografía, 1999.
12
Roux, J. P. “Un terreno y una mirada” en J.P. Rioux y J. F. Sirnelli. Op. Cit , 1999, p. 17.
13
Burke, Op. Cit., p. 249.
14
El tomar prestado de las disciplinas marcadas por el estructuralismo (lingüística, semiótica, etnología, etc)
corre el peligro de fortalecer la coherencia sincrónica de los hechos culturales y perder de vista el cambio
y la temporalidad histórica, tal como nos advierte A. Prost. “Social y cultural, indisociablemente” en Ibid,
p. 154.
15
El concepto de cultura política contiene una complejidad mayor de la que nos hemos imaginado, como para
incluirla en el ámbito de lo que se ha definido como historia cultural. Prácticamente se ha convertido en un
enfoque con bastante autonomía. de acción, que tiende a la especialización. Por eso manejaremos con
cierto cuidado la inclusión de obras que puedan ser catalogadas como tales.
16
Hubo varias de las que tenemos memoria pero resaltaron las obras generales de Berlin, H. Ensayos sobre
historia del arte en Guatemala y México. Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, 1998;
Chinchilla, E. Historia del Arte en Guatemala, Museo del Popol Vuh, Universidad Francisco Marroquín,
2002 .
17
Tres pequeños grupos de grupos de colegas más o menos definidos se vinieron a la mente: los folkloristas,
venidos de la antropología más que de la historia; los historiadores del arte religioso y algunos
historiadores sueltos que de manea tangencial han incursionado en aspectos culturales.
18
Básicamente nos apoyamos en artículos de cinco publicaciones periódicas especializadas, tres de ellas con
énfasis en historia. Además se analizaron otras colecciones de revistas, memorias de congresos y
encuentros, tesis y algunos libros publicados.
19
Rodas, H. “Los nazarenos de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de la Villa Nueva Petapa” en
Estudios, No. 3, 1999.; Prahl., F.A. “Consideraciones en torno a una imagen de San Antonio de Padua” en
Anales, Sociedad de Geografía e Historia, Tomo LXXII, 1997; Rodas, H. Jesús de las Tres Potencias.
Guatemala: USAC-Caudal S.A., 1996; Prahl Redondo, F. A. El señor Sepultado de Santo Domingo.
Escuela de Historia. USAC. 1997. Ramírez, G. y Ramírez L. 2000. Consagrada imagen de Jesús
Nazareno de los milagros “Rey del Universo”1763-1993. Guatemala:. Serie Días de Muerte y Gloria.
No 3, Guatemala, 2000. Ramírez, G. Consagrada imagen de Jesús Nazareno del Templo de Nuestra
Señora de la Candelaria “Cristo Rey”. Guatemala,. Serie Días de Muerte y Gloria No 8.. 2000.; Ubico,
M. A. Dato histórico de Jesús Sepultado y otras imágenes de la Escuela de Cristo. Antigua
Guatemala: IIIHAA-USAC
Museo Francisco Vásquez, 2001 o también delmismo autor “Historia de Jesús
Nazareno de Mazatenango, Suchitepéquez en Guatemala” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No.
60, 2003; Prahl., F. “Consideraciones sobre la imagen de Jesús Nazareno de la Merced en Guatemala” en
Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 44, 1995
Álvarez, M. “Características de la imaginería
guatemalteca” en Antropología e Historia, Instituto de Antropología e Historia, No. 3, 2002.
20
Méndez. M. V. Rodas, H. “Los retablos de los reyes en la catedral de Santiago de Guatemala en el Valle de
Panchoy” en Estudios, Escuela de Historia- USAC, No. 2, 1992; Rodas, H. “El retablo del señor San Jo
de la Parroquia de San Mateo, Salamá” en Estudios, Escuela de Historia- USAC, No. 1996. Rodas, H.
“Las pinturas de los retablos mercedarios” en Estudios, Escuela de Historia- USAC, No. 1, 1997;
Quezada, A. M de., editora. El tesoro de la Merced, Arte e Historia, Guatemala: Citybank, 1997;
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 52-80) p.84
Morán, C. Los trípticos de la Inmaculada Concepción de Salcajá y Santo Tomás Chichicastenango.
Guatemala: Escuela de Historia-USAC, 1999; también se encuentra en Antropología e Historia, Instituto
de Antropología e Historia, T. I, Vol.2, 2001; Rodríguez, Z., “Estado histórico arqueológico del culto a la
Virgen del Rosario en la Antigua Guatemala” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 60, 2003; o la
obra colectiva, Quezada, A. M. de, editora. El tesoro de la Catedral, Guatemala: Banco Industrial, 2005.
21
Melgar, M. La pintura mural en el siglo XVII de la Iglesia católica de San Francisco El Alto,
departamento de Totonicapán. Escuela de Historia-USAC, Tesis de Licenciatura, 1999; Luján, J.
Pintura mural del siglo XVIII en la iglesia de San Francisco El Alto, Totonicapán, Guatemala:
Academia de Geografía e Historia, 1992; Muñoz, J., y Frison, B. El paraíso de San Francisco El Alto.
Guatemala: DEIS, Ministerio de Cultura y Deportes, 1994; Luján, I., de, El mural en Guatemala.
Guatemala: Facultad de Humanidades-USAC, 1994; Luján, L. “Pintura mural en la iglesia del Espíritu
Santo, actualmente catedral de Xelajú” en Memoria IV Encuentro Nacional de Historiadores, 2001;
Morán, M. El retrato al óleo durante la época colonial: evolución simbólica del barroco al neoclásico.
Guatemala: Escuela de Historia-USAC, Tesis de Licenciatura, 1999.
22
Luján, J. “Reflexiones sobre el concepto de arte colonial aplicado a Hispanoamérica” en Memoria del III
Encuentro Nacional de Historiadores, 1997: Ramírez, G., y Aquino, L. “Las ermitas del Barrio
Chipilapa, 1863-1773 en Memoria del IV Encuentro Nacional de Historiadores, 2001; Bonet. A.
“Características del barroco guatemalteco en Historia General de Guatemala, Guatemala; Asociación de
Amigos del País, Fundación para la Cultura y el Desarrollo, Tomo III, 1994; Rodríguez, Z., Rosal. M..,
Romero, L. “La ermita Cruz del Milagro, la Antigua Guatemala, y la cruz que tembló en mayo de 1683”
en Estudios, Escuela de Historia- USAC, No. 3, 2001.
23
Sacor, H.F. “Manufactura y artes gremiales. De la sociedad prehispánica a la sociedad hispánica en
Guatemala” en Memoria del III Encuentro Nacional de Historiadores, 1997. Morales, G. El arte
plumario en las tradiciones religiosas” en Memoria del III Encuentro Nacional de Historiadores,
1997.; Rodas. H. “Pintores del período hispánico en Guatemala” en Estudios, Escuela de Historia- USAC,
1996; “El pirograbado en la Antigua Guatemala” en Memoria del III Encuentro Nacional de
Historiadores, 1997; Luján, J. “La columna salomónica en el arte colonial guatemalteco” en Memoria
del IV Encuentro Nacional de Historiadores, 2001; Rodas. H. Pintura y escultura hispánica en
Guatemala, Escuela de Historia,-USAC, 1992., también en Editorial Eco, 1992.
Heredia, M. “Platería
de Guatemala en Navarra” en Anales, Sociedad de Geografía e Historia, Tomo LXXI, 1996 Síntesis
biográfica del maestro mayor de Arquitectura Diego de Porres, 1741-1791. Antigua Guatemala:
Consejo Nacional para la Protección de la Antigua Guatemala. 1991.
24
La forma en que se estructuró la Historia General de Guatemala indica el peso de esta historiografía. Véanse
las contribuciones de J. Luján, Quezada, A.M. de, D. Lehnoff, L. Luján, C. Dary, R. Toledo y C. Lara en
relación con las introducciones al tema de arte, arquitectura, pintura, retablos, escultura, literatura, música,
mayólica, artes menores y artesanías, etcétera. Historia General de Guatemala, Guatemala; Asociación
de Amigos del País, Fundación para la Cultura y el Desarrollo, 6 tomos, 1994.
25
Urquizú, F. “La mujer en el arte guatemalteco en los siglos XVI, XVII y XVIII” en Estudios, Escuela de
Historia- USAC, No. 2, 1996 o su antecedente Urquizú, F. “La mujer en el arte prehispánico” en
Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 41/42, 1994.
26
Chaclán, J. La festividad del señor de Esquipulas en San Pedro Sacatepéquez” en Estudios, No. 1, 1997;
Véanse los Boletines del Archivo Diocesano ‘Francisco de Paula Peláez; Hill, R. “Anotaciones sobre
las morerías kaqchikeles en Chimaltenango en los siglos XVI y XVII” en Mesoamérica, No. 35, junio,
1998; Urquizú, F. El rosario en el arte guatemalteco” en Memoria del IV Encuentro Nacional de
Historiadores, 2001. Rodas. H. Crónicas de Semana Santa, Guatemala: Editorial Eco, 2001. Melchor,
J.E.,y Ramírez Samayoa, Gerardo. 2001. “Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y del Santo Entierro,
1780-1825” en Memoria del IV Encuentro Nacional de historiadores, 2001; Ubico, M. “Historia de la
Cofradía de Candelaria, especialmente la de Jesús Nazareno” en Tradiciones de Guatemala, No. 44,
1995; Ubico, M. Procesiones poco conocidas en Santiago, capital del Reino de Guatemala en la época
colonial” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 55, 2001; Ubico, M., “La imagen de la Virgen
venerada por el Hermano Pedro de Betancur en el antiguo Reino de Guatemala” en Tradiciones de
Guatemala, CEFOL, No. 58, 2002.
27
Valdez, A. y Bolaños, R. “El arte colonial como medio de inculturación de la Fe de los pueblos indígenas de
Guatemala” en Memoria del II Congreso Centroamericano de Historia, 1995.
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Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 52-80) p.85
28
Rodas, H. “Las víctimas que nadie llorará. El despojo cultural y la pérdida de la memoria histórica” en
Memoria del II Encuentro Nacional de Historiadores, 1995. Este tema lo publicó como libro en El
despojo cultural; la otra máscara de la conquista, Guatemala: Escuela de Historia-USAC, 1998.
29
H. Rodas. El influjo musulmán en el período hispánico en Guatemala” en Memoria del I Encuentro
Nacional de Historiadores, Guatemala, 1993 y Estudios, Escuela de Historia- USAC, No, 3, 1993.
También véase Rodas, H., “La influencia artística musulmana en la creación guatemalteca” en
Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 41/42 1994.
30
Rodas, H. “La influencia prehispánica en el neoclásico de Guatemala” en Estudios, No, 3, 1998.
31
Seijas, C, y Melchor, J. “Pensar o no pensar, es la pregunta; El influjo de las ideas descartianas en el barroco
y su impacto en el reino de Guatemala” en Memoria del III Encuentro Nacional de Historiadores,
1997.
32
Hernández, R. “Datos para el estudio de las censuras eclesiásticas del Reino de Guatemala” en Estudios,
Escuela de Historia- USAC, No, 3, 1998.
33
Ruz, M. “Sebastiana de la Cruz, alias ‘La Polilla?, mulata de Petapa y madre del hijo de Dios” en
Mesoamérica, No. 23, junio , 1992.
34
Lehnoff, D. “Música sacra e instrumental en la ciudad de Guatemala, principios siglo XIX” en Anales,
Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, Tomo LXVIII, 1993; existe otra versión en Cultura de
Guatemala, URL, Vol. III, septiembre-diciembre, 1994; Duarte, A., y Alvarado, P. “Música de
Guatemala en el siglo XVIII: los villancicos de Tomás Calvo” en Mesoamérica, No. 36, diciembre, 1998;
o la reedición de un clásico como la de Sáenz, J. Historia de la Música Guatemalteca desde la
monarquía española hasta fines de 1877. Guatemala Editorial Cultura.1997; Anleu, E., “Situación de la
Música en el encuentro de culturas- 1492” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 37/38, 1992.
35
Luján, L. “Las desconocidas memorias de José Eulalio Samayoa. Probable primer escritor autobiográfico
conservado en Guatemala” en II Encuentro Nacional de Historiadores, 1995, también en Anales,
Sociedad de Geografía e Historia, Tomo LXVIII, 1994 y Cultura de Guatemala, URL, septiembre-
diciembre, 19955.; Lehnoff, D. The villancicos of the Guatemalan composer Raphael Antonio
Castellanos: a selective edition and critical commentary. Washington: Catholic University of America,
Tesis de Doctorado, 1990; del mismo autor Rafael Castellanos: vida y obra de un músico
guatemalteco. Guatemala: Instituto de Musicología-URL, 1994.
36
Lehnoff, D. “El maestro de capilla durante la época colonial en Guatemala” en Memoria del II Encuentro
Nacional de Historiadores, 1995; Urquizú, F. El órgano como instrumento musical y obra de arte en
Guatemala, 1524-1991. Guatemala: Escuela de Historia-USAC, Tesis de Licenciatura, 1991, una versión
resumida en “El órgano como instrumento musical y obra de arte en Guatemala, 1524-1991” en Memoria
del III Encuentro Nacional de Historiadores, 1997; Crider, J., y Lemmon, A. “Un antiguo libro
guatemalteco de reglamentos para músicos” en Mesoamérica, No. 30, diciembre, 1995; Lemmon, A.
“Reglas y estatutos del coro de la Santa Metropolitana Iglesia de Santiago de Goathemala” en
Mesoamérica, No. 20, diciembre, 1990; Snow, R. A. New-World Collection of Polyphony for Holly
Week and the Salve Service, Guatemala City, Catedral Archive, Music MS, 4. Chicago: University of
Chicago Press, 1996.
37
Ciudad, M. “El colegio de Doncellas, una institución femenina para criollas, siglo XVI” en Mesoamérica,
No, 32, diciembre, 1997.
38
Recinos, I. “El mestizaje en la cultura criolla guatemalteca del siglo XVII” en V Congreso
Centroamericano de Historia, El Salvador, 2000; Chinchilla, E. “El criollismo” en Historia General de
Guatemala, Guatemala; Asociación de Amigos del País, Fundación para la Cultura y el Desarrollo, Tomo
I, 1994.
39
Álvarez, R. M., “Amas de leche” en Estudios, Escuela de Historia- USAC, No. 3, 1996; Webre, S.”Las
nodrizas de Jocotenango: Un capítulo de la historia política del género y de la ciencia, Guatemala, 1797-
1799 en V Congreso Centroamericano de Historia, El Salvador, 2000, también hay una versión en
Anales, Sociedad de Geografía e Historia, Tomo LXVII, 2002.
40
Few, M. “’No es la palabra de Dios’: acusaciones de enfermedad y políticas culturales de poder en
Guatemala colonial, 1650-1720” en Mesoamérica, No. 38, diciembre, 1999; Villatoro, E. “La comadrona
a través de la historia en la práctica obstétrica pediátrica: una experiencia en el área ixil, Quiché” en
Tradición Popular, CEFOL, No. 97, 1994.
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
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( páginas 52-80) p.86
41
Álvarez, R. M. El uso del espacio público en Santiago Guatemala” en Estudios, Escuela de Historia-
USAC,No. 2, 1997.
42
Ixcot, P., y Pellecer, M. “El camposanto de los Remedios (Nueva Guatemala de la Asunción, 1787-1822,
Una recopilación histórica” en Estudios, Escuela de Historia- USAC, No. 2, 1998; Rivera, R.
Cementerios de Guatemala de la Asunción. Guatemala: Editorial Cultura, 1998.
43
Aunque existen pocos trabajos recientes la Historia General de Guatemala implicó un proceso de síntesis
historiográfica importante al respecto. Véanse Browning. J. “Las gazetas de Guatemala” /T. II),
Reflexiones ideológicas: la inquisición” (T.III), El surgimiento de la conciencia nacional en Guatemala”
(T. III)2 “Corrientes filosóficas y políticas”, además Menéndez, C. “La Ilustración en el Reino de
Guatemala” (T. IV), van Oss, A. “La literatura imprenta en el Reino de Guatemala 1660-1821)” (T. IV), J.
Mata. La educación en el siglo XVI, XVII” (T.II) Goicolea, A. La educación en los siglos XVI-XVII,
(T. II). Todos en Historia General de Guatemala, Guatemala; Asociación de Amigos del País,
Fundación para la Cultura y el Desarrollo, 1994.
44
Radford, L. “La Aritmética Práctica del padre Padilla y los inicios de la matemática en Centro América en
el período colonial” en Anales, Sociedad de Geografía e Historia, Tomo LXXI, 1996.
45
Rodas, H. “Un acercamiento al arte del siglo XIX” en Estudios, Escuela de Historia- USAC, No. 2, 2001;
Montúfar, S., Torres, A., y Urquizú, F. El arte guatemalteco a través del tiempo. Guatemala: EDISUR,
2001; Mobil, J.A. Historia del arte guatemalteco. Guatemala: Serviprensa, 1992; Anleu, E., Aportes
para la historia del Arte en Guatemala” en Tradición Popular, CEFOL, No. 139, 2002.
46
Urquizú, F. La mujer en el arte guatemalteco, siglos XIX y XX. DIGI-USAC, 1998.
47
Rodas, H. “La Opera 'tierra'en Memoria del III Encuentro Nacional de Historiadores, 1997 y Estudios,
No. 2, 1997.
48
Ortiz, E.. Breves apuntes sobre la música de cámara en Guatemala. Guatemala: Editorial Cultura, 2001.
49
Lara, C. “Acotaciones teóricas metodológicas para el estudio de la marimba en Guatemala” en Estudios,
No. 1, 1995; Camposeco J. La marimba de Guatemala - Te'son, chinab' o k'ojom. Guatemala:
Fundación Yaxte', 2a. Edición, 1994; Godínez, L. La marimba guatemalteca. Antecedentes, desarrollo
y expectativas. Guatemala: Fondo de Cultura Económica de Guatemala, 2002. Godínez, L. “Antecedentes
y expectativas de la marimba en Guatemala” en Cultura de Guatemala, Vol. II, septiembre-diciembre,
1996; Bautista, A., y Amauri, Á. (Compiladores). La marimba en Guatemala. Guatemala: Editorial
Cultura, 2003; Arrivillaga, A. “Maderas de mi tierra. La marimba de una época” en Tradición Popular,
CEFOL, No. 144, 2003; Arrivillaga, A. “Marimbas, bandas y conjuntos orquestales en Petén (1871-
1898)” en Tradición Popular, CEFOL, No. 78/79, 1990; Chenoweth, V., “Historia y desarrollo de la
marimba” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 45, 1995; Taracena, A. “La marimba espejo de
una sociedad” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 45, 1995; Arivillaga, A. Y Chocano, R . “La
marimba en Guatemala” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 45, 1995; Lara, C. “Cultura e
identidad nacional en Guatemala: los modelos comunes, el caso de la marimba” en Tradiciones de
Guatemala, CEFOL, No. 45, 1995, Anelu, E., “Aportes sobre el origen de la marimba guatemalteca” en
Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 45, 1995.
50
Martínez, E. Notas para el estudio de los grupos y asociaciones filarmónicas en Guatemala. Guatemala:
Escuela de Historia-USAC, Tesis de Licenciatura, 1998.
51
Véanse por ejemplo algunos artículos en Anuario Musical de la revista Cultura de Guatemala, de la
URL: Lehnoff, D. “De como los Sáenz establecieron su posición en la vida musical de la Guatemala del
siglo XIX”. Vol. Cultura de Guatemala, Anuario Musical , URL, IV, septiembre diciembre,2001;
López, J. “La música en la Universidad. Historia y legislación”, Ibid, Vol. III, septiembre-diciembre
1994; Lehnoff, D. “Elementos 'indígenas' y 'afrocaribeños' en el villancico guatemalteco del siglo XVIII”,
Ibid, Vol. III, septiembre-diciembre, 1994, del mismo autor “Renace la sinfonía ¨La exposición¨de
Indalecio Castro (1839-1911)”, ibid, Vol. IV, septiembre-diciembre, 1995; también “La vida musical en
tiempos de Estrada Cabrera”, Ibid, Vol. IV, septiembre-diciembre 1997; Los hermanos Estrada Aristondo,
músicos de catedral” en Ibid, Vol. III, septiembre-diciembre, 2000. También la síntesis en Ibid. Vol. III,
mayo-agosto, 1995; Arguedas R. 268 Marchas fúnebres y sus compositores en listados alfabéticos.
Guatemala: Delgado impresos. 1991. Ramírez, L. Las marchas fúnebres cuaresmales. Guatemala: Serie
Días de Muerte y Gloria. Impresos Cruz, 2001; Ramírez, L. Jesús Nazareno de la Merced y las marchas
fúnebres. Guatemala: Fundación María Luisa Monje de Castillo, 2003, Urquizú, F. Nuevas notas para el
estudio de las marchas fúnebres en Guatemala. Guatemala:. CEFOL-USAC, Museo Fray Francisco
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 52-80) p.87
Vásquez. Guatemala. 2003; Gandarias, I. El Repertorio Nacional de la Música (Antología). Músicos
guatemaltecos del los siglos XVIII y XIX. Guatemala: DIGI-USAC, 2002 Anleu, E. Historia social de la
Música y la Plástica en Guatemala, 1871-1976” en Tradición Popular, CEFOL, No. 130, 2000; del
mismo autor, “La sica en el siglo XX en Guatemala” en Tradición Popular, CEFOL, No. 119, 1998;
“Historia social de la Música y la Plástica en Guatemala, 1871-1976” en Tradición Popular, CEFOL, No.
130, 2000; además,“La Música en la Nueva Guatemala de la Asunción, 1776-1944” en Tradición
Popular, CEFOL, No. 108, 1996; así como, “La música contemporánea en Guatemala durante el siglo
XX” en Tradición Popular, CEFOL, No. 106, 1994; Quezada, A. M. de, “Reflexiones sobre la
importancia de la literatura musical en la historia de Guatemala” en Anales, Sociedad de Geografía e
Historia de Guatemala, Tomo LXXII, 1996: Lehnoff, D. “La música” en Historia General de
Guatemala, Guatemala; Asociación de Amigos del País, Fundación para la Cultura y el Desarrollo, Tomo
III, 1994; Anleu, E. Historia Crítica de la Música en Guatemala. Guatemala: Artemis-Edinter, 1991;
del mismo autor, “Historia social de la música y la plástica en Guatemala, en el siglo XX” en Tradiciones
de Guatemala, CEFOL, No. 41/42, 1994; también “Apuntes sobre la historia de la composición en
Guatemala” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 46, 1996; además, “Historia de la música y la
plástica en Guatemala, 1871-1976en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 49, 1998; Rodríguez, L.
A., y Nájera, C. “Evolución de algunos instrumentos musicales en Guatemala. Pequeña muestra histórica”
en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 59, 2003.
52
Esta corriente esta institucionalizada en el Centro de Estudios Folklóricos-USAC desde hace varias décadas
y ha desarrollado un importante proceso de investigación en su campo. Entre las obras recientes véase
Lara. C. Cultura, Arte popular e historia en Guatemala. Guatemala: Subsede Regional de Artesanía
Arte Popular, 1991; Deleón, O. “Elementos de cultura popular, tradicional (folklore) en la obra de Tomás
Gage” en Tradición Popular, CEFOL, No. 96, 1994; Dary, C. “Perspectiva histórica cultural de la
cerámica mixqueña” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 33, 1990; Camposeco, J. B. “Evolución
histórica de nuestras artesanías” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL, No. 57, 2002; Lara, C.
“Situación histórica de las cerámicas populares en Guatemala” en Tradiciones de Guatemala, CEFOL,
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Véase la conferencia de Taracena, A., en la que anuncia un trabajo de próxima publicación
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para el cine: La historia de la pantalla. Aportaciones del cine a la formación de la comunidad imaginaria
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85
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89
Torres, A. El valor de las fuentes iconográficas en el trabajo del historiador. Guatemala: Escuela de
Historia, USAC, Tesis de Licenciatura, 1995.
90
Mucho tiene que ver con una tradición ensayista e interpretativa que matiza la discusión académica en
América Latina. Para una aproximación a la relación entre ciencias sociales y cultura véase Ortiz, R. “Las
ciencias sociales y la cultura” en Nueva Sociedad, Venezuela, Fundación Ebert, No, 175, septiembre-
octubre, 2001, p. 105.
91
No incluimos la revisión de publicaciones periódicas o libros editados en universidades o instituciones
extranjeras, en las cuales se pueda encontrar esporádicamente nuevas referencias al respecto. Nos
centramos en la producción local o en aquella que circula con cierta fluidez en el país. Existe una
producción importante de artículos o libros relacionados con la historia guatemalteca publicados en
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 52-80) p.91
revistas o ediciones extranjeras (sobre todo norteamericanas o españolas). Estos responden a sus propios
intereses institucionales y, generalmente, su circulación en Guatemala es bastante limitada, reducida a
espacios profesionales específicos. Esta situación refuerza una tendencia de no exhaustividad en fuentes y
debate en los procesos de investigación y producción histórica.
92
Es posible notar que en la corriente que enfatiza el arte y culto religioso hay en algunos de sus componentes
una feligresía abierta, sobre todo en el ámbito católico. La corriente folklórica ha reunido a sus interesados
en el Centro de Estudios Folklóricos-USAC. En el caso de la música es más difícil ver esa convergencia.
No obstante, es interesante notar que muchos se relacionan con ambas corrientes: folklore/arte popular o
con la “música refinada”, ya sea de contenido religiosa o popular.
93
Una valoración que se repite en las historias oficiales americanas y que ha sido refrendada con una
concepción de la historia que opone lo oral a lo escrito. En el caso guatemalteco la producción
historiográfica ha estado ligada a una visión degenerativa de los pueblos indígenas después de los mayas,
con lo cual se justifica la desvalorización de los indígenas contemporáneos, como lo señala en el trabajo
sobre etnicidad, estado y nación Taracena, A. Op. Cit.,Vol. I, p. 131.
94
Los dos períodos claves de la historiografía guatemalteca son la Colonia y la Reforma liberal -último cuarto
del siglo XIX-, en menor medida sobresale la Independencia y de una forma más controversial la
Revolución de octubre de 1944.
95
Ha existido poco interés por encontrar fuentes alternativas a las estatales, municipales, periodísticas y
judiciales. Aquellos que lo han hecho han partido de otros ámbitos, tales como los historiadores agrarios y
sociales que se apoyan bastante en la historia oral, (microhistoria, historia local y memoria), pero sus
alcances están definidos por la lejanía en términos de temporalidad.
96
No se ha hecho una investigación sobre las políticas archivísticas de Guatemala, aunque hay diagnósticos
sobre la dificultades institucionales de los archivos actuales. Estas políticas coinciden con una negligencia
gubernativa y de las elites dominantes en los últimos cincuenta años: a) por mantener la línea liberal de la
historia reducida a conocer los mayas, la colonia y la revolución liberal; b) para no enfrentar sinsabores de
la historia contemporánea; c) por la interpretación que privilegia el futuro y supone que recuperar el
pasado es una pérdida de tiempo; d) por la visión economicista que valora “la cultura” como superficial y
sin repercusiones en el crecimiento económico, por lo que se limita su financiamiento. El resultado ha sido
un lento proceso de clasificación y recuperación documentaria, así como pérdida del acervo histórico.
97
Lo anterior se relaciona con una concepción de cultura que se justifica en el aspecto creativo/imaginativo
opuesto a actividades como la ciencia, la política o la economía, obviamente no imaginativas. Eagleton.
Op. Cit., p. 32.
98
Aunque su reconocimiento provenía de la visión antropológica del indigenismo de los os cuarenta y
cincuenta, la corriente de cultura popular actual se inició hacia la décadas de los setentas como respuesta
a una disciplina que privilegiaba las elites. En buena medida surgió como producto de la influencia del
marxismo y de las luchas sociales guatemaltecas, además de la necesidad de asumir una visión de cultura
nacional. La literatura y la música popular así como las artesanías y sus productores fueron sus objetos de
atención. Pese a que en su origen valorizaba el arte popular indígena, esta corriente se centró más en la
creación popular ladina, aunque no exclusivamente.
99
Esa influencia fue criticada hace unas décadas por académicos guatemaltecos que veían en ella una relación
con la intromisión política norteamericana. Hoy la critica ha surgido de los propios antropólogos
norteamericanos. Crítica que ha llegado hasta dudar del propio sentido de la antropología. Véase Smith. C.
“Interpretaciones norteamericanas sobre la raza y el racismo en Guatemala. Una genealogía crítica” o
Adams. R. “De la hegemonía a la antihegemonía. Racismo y antropología estadounidense en Guatemala”
en ¿Racismo en Guatemala? Abriendo el debate sobre un tema tabú. Guatemala: AVANCSO, 2004.
También Watanabe, J. “Los mayas no imaginados: antropólogos,otros y la arrogancia de la autoría”, o
Warren, K. “Identidad indígena en Guatemala; una crítica de modelos norteamericanos” en Mesoamérica,
No. 33, 1997.
100
A pesar de que existe una historia oficial de viejo raigambre liberal y actualizada en algunos aspectos,
transmitida a través del aparato educativo y otras instituciones conexas, su difusión es relativa, pues los
gobiernos no logran imponer una versión única, y la que existe está subordinada a una concepción
particular de los estudios sociales.
101
Como nos recuerda J. P. Roux al sentenciar que la historia es pensamiento del pasado no una
rememoración y que la memoria se relaciona con el tiempo más que con el pasado. Rioux, J.P. “La
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm
( páginas 52-80) p.92
memoria colectiva” en Rioux, J.P. y Sirnelli, J.G. Para una historia cultural. México: Taurus, 1999, p.
342 y 352.
102
Por ejemplo imperialismo, colonialismo, dependencia, capitalismo, modernización, urbanización, etc,
fueron conceptos claves para fortalecer una contrapropuesta nacional en oposición, Ortiz, Op. Cit, p. 99-
109.
103
Bauman, Op. Cit., p. 36 y 114.