Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X
Volumen 6 Número 2 Agosto 2005 - Febrero 2006.
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( páginas 1-39) p.1
DIÁLOGOS. REVISTA ELECTRÓNICA
DE HISTORIA
Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica
Ciencia, legislación y discurso conservacionista. El “germen” de los Parques
Nacionales en Costa Rica: elementos contextuales y “matices” analíticos 1833-
1955. Bach. Anthony Goebel Mc Dermott
Comité Editorial:
Director de la Revista Dr. Juan José Marín Hernández jmarin@fcs.ucr.ac.cr
Miembros del Consejo Editorial: Dr. Ronny Viales, Dr. Guillermo Carvajal, MSc.
Francisco Enríquez, Msc. Bernal Rivas y MSc. Ana María Botey
Miembros del Consejo Asesor Internacional: Dr. José Cal Montoya, Universidad de San
Carlos de Guatemala; Dr. Juan Manuel Palacio, Universidad Nacional de San Martín y
Dr. Eduardo Rey, Universidad de Santiago de Compostela, España
Diálogos Revista Electrónica de Historia” se publica interrumpidamente desde octubre de 1999
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Palabras claves: Costa Rica, historia ambiental, legislación, Parques Nacionales,
Ciencia, legislación,
Key words: Costa Rica, environmental history, legislation, National Parks, Science,
legislation.
Resumen
El artículo explora la “imagen verde” de Costa Rica como un rico nicho de
biodiversidad y la supuesta protección celosa del Estado de esta riqueza, a través de los
denominados Parques Nacionales, Reservas Biológicas y áreas protegidas. Asimismo,
este artículo busca comprender las diferentes reconstrucciones que se han hecho sobre
esta visión proteccionista, destacando la influencia del conocimiento científico, los
intereses político - económicos y los condicionamientos estructurales del Estado,
presentes en el desarrollo de políticas orientadas a la protección de los recursos
naturales.
Abstract
This article explores Costa Rica’s “green image” as a niche with abundant biodiversity
and the alleged protection of this natural treasure by the State, through national parks,
biological reserves and protected areas. Likewise, this article seeks to understand the
various reconstructions made of this protectionist outlook, highlighting the influence of
scientific knowledge, political and economic interests, and structural constraints by the
State, present in policy-making oriented towards the protection of the natural resources.
Bach. Anthony Goebel Mc Dermott. Bachiller en Historia. Estudiante del Posgrado
Centroamericano de Historia, Universidad de Costa Rica. Ha realizado diversas
investigaciones en el área de la historia ambiental y ecológica.
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Ciencia, legislación y discurso conservacionista. El
“germen” de los Parques Nacionales en Costa Rica: elementos
contextuales y “matices” analíticos 1833-1955
Anthony Goebel Mc Dermott
Introducción
No cabe duda que uno de los elementos de la imagen de Costa Rica que se
exporta constante y decididamente hacia el exterior, es su inmensa biodiversidad así
como la celosa protección que el Estado brinda a la misma a través de un eficiente
sistema de Parques Nacionales, Reservas Biológicas y áreas protegidas, que juntas
constituyen aproximadamente el 28% del territorio costarricense.
1
Esta imagen,
consolidada interna y externamente, y aparentemente incuestionable, no está exenta, sin
embargo, de vacíos y a la vez de exageraciones.
Entre los silencios que subyacen bajo las tranquilas aguas de la “imagen verde
costarricense, tenemos las dificultades evidentes que presentan las autoridades por
desarrollar políticas ambientales sostenibles que se puedan conciliar con las cada vez
mayores necesidades de una población con una brecha social en aumento producto del
influjo de las corrientes neoliberales que buscan, en esencia, una reducción —e
idealmente una eliminación del rol “catalizador” del Estado en un “mercado”
evidentemente imperfecto. Lo anterior ha degenerado, para el caso que nos ocupa, y a
diferencia de épocas anteriores, en una creciente presión de la población sobre los
recursos, como una de las consecuencias de este debilitamiento institucional por el que
atraviesa el país, y la consiguiente incapacidad de respuesta ante las necesidades
sociales, en un círculo vicioso aparentemente interminable. En efecto, la inequidad
social es un inequívoco impulsor del deterioro ambiental, cuyo impacto es, asimismo,
socialmente diferenciado.
Otro elemento que merece atención, para el caso específico de los Parques
Nacionales, es su concepción aparentemente homogénea. La evolución institucional de
los Parques Nacionales, que culminó con la creación específica de un Departamento de
1
Evans, Sterling. The Green Republic: a conservation history of Costa Rica, Texas: University of Texas
Press, primera edición, 1999, p. 7.
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Parques como parte de la Dirección Forestal en 1970, y su elevación posterior a nivel de
Dirección General, bajo el nombre de Servicio de Parques Nacionales en 1976,
2
nos
habla poco de los cambios y permanencias en los conceptos que sobre la relación
sociedad – naturaleza fueron esgrimidos por los sujetos que intervinieron directa o
indirectamente en un proceso histórico que cobraría fuerza a partir de la segunda mitad
del siglo XIX.
3
La influencia del conocimiento científico, los intereses político - económicos y
los condicionamientos estructurales del Estado, presentes en el desarrollo de políticas
orientadas a la protección de los recursos naturales, son, asimismo, elementos que
pueden contribuir a dimensionar con mayor certeza el origen y evolución de las ideas
conservacionistas que culminarían con la creación e institucionalización de los Parques
Nacionales en Costa Rica.
El trabajo pionero de Mario A. Boza, (1978) así como la investigación más
reciente de Sterling Evans, (1999) parecen ser, entre otros, referentes obligados sobre el
desarrollo del conservacionismo en Costa Rica, a como sobre el origen, evolución
histórica y características de los Parques Nacionales de manera específica.
Lejos de buscar en estas pocas líneas el grado de sistematización empírica
necesario para un análisis a profundidad de las múltiples interacciones que derivaron en
la creación del Servicio de Parques Nacionales, muchas de ellas abordadas por los
autores referidos, el presente ensayo tiene un objetivo más modesto, el cual se centra en
la búsqueda de elementos relacionales entre la promulgación de leyes orientadas a
“proteger” y/o “conservar” recursos estratégicos, y el avance de las ideas
conservacionistas a nivel mundial, así como dimensionar la creación de los Parques
Nacionales como un proceso complejo y dinámico, que se resiste a cualquier intento de
simplificación teórica y metodológica. Se busca, de esta manera, que algunas de las
interacciones aquí esbozadas puedan servir de base para el desarrollo de investigaciones
posteriores con un mayor grado de sistematización empírica y profundidad analítica.
El año de 1833 como año de inicio del análisis, obedece al hecho de en él
encontramos uno de los primeros esfuerzos traducidos en leyes, por limitar el desmonte
2
Boza, Mario A. Los Parques Nacionales de Costa Rica, Madrid: Instituto de la Caza Fotográfica y
ciencias de la Naturaleza (INCAFO) – Centro Iberoamericano de Cooperación (CIC), primera edición,
1978, p. 13.
3
Evans, op. cit., p. 15.
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acelerado,
4
y de alguna manera, introducir controles y regulaciones que ponen de
manifiesto el interés del Estado por “proteger” elementos específicos del entorno
natural, eliminar o mitigar problemas de salud pública y a la vez, obtener beneficios
económicos derivados del control del “mercado de recursos”, aspectos que, con sus
variaciones contextuales van a estar presentes a lo largo del siglo XIX, y aún en la
primera mitad del siglo XX, mismos que serán analizados con mayor detalle más
adelante.
Se debe aclarar, asimismo, que esta periodización se refiere, de manera
específica, al desarrollo del conservacionismo en Costa Rica, pues tanto las ideas y
conceptos sobre la naturaleza, los cambios en la epistemología científica, acomo la
evolución de la ecología, serán abordados desde épocas anteriores como parte de la
elaboración contextual.
La fecha de término, situada en 1955, está relacionada con la promulgación, en
ese año, de la Ley Orgánica del Instituto Costarricense de Turismo, en la cual, como
veremos más adelante, se introducen nuevos conceptos tanto en los elementos del
entorno natural que son sujeto de conservación, como en los fines y objetivos que ésta
debía perseguir, con lo que, desde nuestra óptica, se institucionalizan las prácticas
conservacionistas precedentes, y se instrumentalizan con mayor fuerza las medidas
concretas de conservación que van a tener como punto culminante la conformación y
consolidación del Servicio de Parques Nacionales a mediados de la década de 1970.
Orden, admiración, y utilitarismo: cambios y permanencias en la
concepción del entorno natural
Antes de buscar adentrarnos en los orígenes de los primeros esfuerzos
conservacionistas en Costa Rica, y algunas de sus especificidades, consideramos más
que necesario hacer un recuento, por demás sintético, sobre la construcción social de la
naturaleza y el paisaje, tanto por parte de las potencias colonizadoras —en un amplio
sentido— como en el caso de los Estados Nacionales en América Latina. Esto último,
resulta de vital importancia en el tanto influiría en la consolidación de un modelo de
desarrollo basado en la exportación de materias primas que sería, —y en gran medida
continúa siendo— el rol económico fundamental de las economías latinoamericanas en
un mercado mundial de constitución asimétrica definido por la división internacional
4
Ibid., pp. 35-36.
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del trabajo, y cuyos orígenes se encuentran esbozados, ya desde tiempos
precapitalistas.
5
En efecto, desde antes de la llegada de los hispánicos a tierras
americanas, había comenzado en Europa una paulatina pero creciente especialización
productiva marcada por el crecimiento económico del norte europeo que derivó en la
generación de una creciente demanda de bienes suntuarios,
6
desarrollándose en forma
creciente complejas redes de comercio entre esta región y el resto de Europa. De esta
manera se perfilan los cimientos de la dinámica capitalista que giró en torno de la
especialización manufacturera del noroccidente europeo, y donde “el resto del mundo se
integró a su mercado como suministrador de alimentos, materias primas o metales
preciosos”.
7
A la llegada de los españoles a tierras americanas, queda claro que las
reglas del juego económico en Europa, estaban más que definidas, y determinarían, en
gran medida, el carácter, ecológica y agroecológicamente depredatorio, de la
introducción y consolidación del sistema colonial español en América.
No resultan casuales, entonces, las constantes referencias que el mismo Colón, a
su llegada, realiza sobre el carácter exuberante, exótico y abundante de la naturaleza
americana, en la cual se incluía como parte de ésta a los grupos aborígenes,
8
pues la
naturaleza, a la vez que se consideraba digna de la admiración estética, resultaba
necesaria y definitivamente explotable. Esta concepción “dual”, tiene su asidero en la
confluencia de las ideas renacentistas y el movimiento humanista, impulsores
definitivos de un renovado interés en la naturaleza.
9
La concepción del entorno natural para mediados y finales del siglo XIX, va a
estar influida, por algunos elementos clave, cuyo origen se ubica desde el siglo XVIII, y
que se encuentran relacionados con los avances en la botánica y en la ciencia como un
todo, acompañados de un mayor conocimiento, por parte de los europeos en general, del
entorno natural de regiones diversas fuera de Europa, y particularmente de la abundante
y prístina naturaleza americana, noción que con ligeras variantes espaciales y
5
Cfr. Solórzano, Juan Carlos. “Los antecedentes de la conquista española en América: crecimiento
económico en Europa del norte, desarrollo del comercio marítimo portugués y expansionismo militar
castellano (1000-1500)”. En: Avances de investigación del CIHAC, Nº 73, 1994.
6
Ibid., pp. 4-5.
7
Ibid., p. 6.
8
Cfr. Todorov, Tzvetan. La Conquista de América. La cuestión del otro, primera edición en español,
México: Siglo XXI editores, 1987.
9
Alvarez, Raquel. “La historia natural en tiempos de Carlos V. La importancia de la conquista del nuevo
mundo”. En: Revista de Indias, Vol. LX, núm. 215, 2000, p. 13.
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temporales, se mantuvo intacta y se constituyó en uno de los pilares ideológicos del
“nuevo” colonialismo europeo y posteriormente norteamericano en sus diversas formas.
Pasemos a ver, seguidamente, algunos de estos elementos de definitiva influencia en la
concepción del entorno natural y su dinámica.
La Taxonomía de Linneo
El primero de estos hitos indiscutibles en la construcción social de la naturaleza,
es de orden científico, y se trata del desarrollo teórico de Carl Linné, (Linneo)
naturalista sueco que concibió un sistema de clasificación de plantas, aplicable tanto a
plantas conocidas como desconocidas,
10
tomando como base las características de sus
partes reproductoras.
11
Según lo manifiesta Mary Louise Pratt, la taxonomía de Lineo
plasmada en la publicación en 1735 del Systema Naturae, tiene un peso que va mas allá
de su significado científico per se, ya que por su relativa facilidad en su aplicación y el
uso del latín que estandarizó su nomenclatura sin “herir” los nacionalismos de las
principales potencias europeas, pronto una importante cantidad de europeos no
necesariamente con formación científica— se lanzaron a la exploración de nuevos
territorios en busca de plantas desconocidas que clasificar. Lo anterior en el marco de
una concepción caótica de la naturaleza, donde el deber de la ciencia consistía
precisamente, en extraer los elementos del mundo natural y reinventarlos como nuevas
formas de conocimiento cuyo valor reside en su diferencia respecto de su caótica forma
original.
12
Según lo señala Pratt, lo anterior resulta fundamental, pues es asimismo, la base
de la construcción del Eurocentrismo moderno,
13
al otorgarles a los ciudadanos
europeos conciencia de su lugar en el planeta,
14
y de una naturaleza ajena a ellos, que
debía ser “ordenada”. Como se observa con claridad, la taxonomía de Linneo trascendió
por mucho, su pretensión científica original, pues alentó, en definitiva, el interés
europeo por la exploración de los “exóticos” territorios ajenos a la geografía europea,
así como la recolección, clasificación y estudio de nuevas especies de plantas, actividad
que no estuvo exenta de intereses económicos particulares y nacionales. La valoración
10
Pratt, Mary Louise. Imperial eyes: travel writing and transculturation, Londres y Nueva York:
Routledge, 1992, p. 6.
11
Ibid., p. 24.
12
Ibid., p. 33.
13
Ibid., p. 15.
14
Ibid., p. 24.
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de la cobertura vegetal de acuerdo a sus relaciones de asociación debería esperar más de
medio siglo para ser gestada, mientras que los irreversibles efectos derivados de la
intervención humana en los ecosistemas no fueron concebidos sino hasta que dichos
efectos fueron evidentes y palpables más de dos siglos después, a pesar de las tempranas
“voces” que alertaron sobre el peligro que representaba la “pérdida de recursos”, en el
marco de una visión utilitaria de los mismos sobre la que se hablará más adelante.
Humboldt: Un hito ineludible
Alexander von Humboldt tuvo una decisiva influencia en la reinvención de
imágenes y significados de América, —principalmente de la América hispana— tanto
para Europa como para los nacientes estados americanos, convirtiéndose en el principal
gestor de una nueva forma de concebir el paisaje y el entorno natural como un todo
sistémico con elementos interactuantes. Esta “construcción” del entorno natural
americano tuvo gran impacto en ambos lados del Atlántico, aunque de manera
diferenciada.
15
En efecto, para las élites europeas, ésta reinvención implicó la visión de
posibilidades de expansión en nuevos ámbitos, tales como el capital, la tecnología y los
bienes de consumo en general.
16
Para las élites latinoamericanas, por otra parte, este conjunto de representaciones
se constituyó como un elemento esencial en la invención de las nuevas naciones, ya que
los viajes de Humboldt por América coincidieron con el ocaso de las guerras de
independencia. Era necesario entonces crear un imaginario nacional aglutinador común
para todas las clases sociales y grupos étnicos. Dentro de este marco referencial, los
nuevos conceptos teóricos y vivencias experienciales de Humboldt, jugaron un papel
determinante.
Asiduo lector de las crónicas coloniales españolas o crónicas de Indias,
Humboldt retoma los esquemas descriptivos y la visión holística de la naturaleza de
estos primeros cronistas, influidos, a su vez, por conceptos provenientes de la
antigüedad greco – latina, tales como el de la “cadena del ser”,
17
que se podría
considerar como el conjunto de interacciones y ligámenes existentes entre los distintos
15
Ibid., pp. 111-112.
16
Ibid.
17
Rebok, Sandra. “Alexander von Humboldt y el modelo de la Historia Natural y Moral”. En: HiN
(Alexander von Humboldt im Netz), vol. II, Núm. 3, 2001, p. 1.
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sistemas o componentes —incluido el ser humano— que conforman la naturaleza, y que
tiene su asidero en dos componentes fundamentales y coexistentes, como lo son la
evolución funcional de dichos sistemas, así como la consideración de la naturaleza
como una sola, con seres de distintos reinos pero unidos esencialmente por una cadena
vital que los conecta”,
18
y que Sandra Rebok conceptualiza como el modelo de Historia
Natural y Moral, el cual se constituye en un sistema binomial “que trata de explicar las
razones filosóficas en que se apoyan las novedades naturales y morales del nuevo
mundo”.
19
En el ámbito específico de la ecología, Humboldt introduce verdaderos cambios
cualitativos en el estudio de las ciencias naturales y principalmente un nuevo tipo de
clasificación de las plantas, no sólo basada en variables como la altura o su situación
latitudinal, sino también en sus relaciones de asociación
20
.
Al introducir esta variable, Humboldt diferencia a los grupos de plantas que
viven en sociedad de aquéllas que se desarrollan de manera aislada, demostrando así “la
utilidad del recurso a la geografía de las plantas en la reconstrucción de la historia
antigua de los continentes, lo que en ella está relacionada con la geología
21
.”
De esta manera, Humboldt retoma, y a la vez reconceptualiza los significados
atribuibles a la naturaleza americana considerada en su carácter “salvaje”, exuberante y
con vida propia, donde su inmensidad y diversidad se convierten en los principales
motivos para su admiración. Lo anterior en franca oposición a la naturaleza “ordenable”
y aprehensible concebida por Linneo. En esta nueva concepción de la naturaleza tienen
origen, desde nuestra óptica, las primeras ideas conservacionistas de carácter moderno,
que no deben confundirse, sin embargo, con el ecologismo surgido después de la
segunda mitad del siglo XX, pues aún no se concebía el deterioro ambiental como un
problema planetario, sino que más bien privaba un concepto de racionalidad económica
basado en el carácter utilitario de los recursos naturales, principalmente los bosques.
22
18
Ibid., p. 7.
19
Ibid.
20
Deléage, Jean Paul. Historia de la Ecología: Una ciencia del hombre y la naturaleza, Barcelona:
ICARIA Editorial, 1993, p. 48.
21
Ibid.
22
Cfr. Iglesias, Juan Pablo. “La doctrina de la conservación de los montes. Claudio Gay y la
conformación de un ‘pensamineto ambiental’ en Chile a mediados del siglo XIX”. En: Simposio de
Historia Ambiental Americana, sesión Nº 3: “Saber, discurso y política en torno a la explotación y
conservación de la Naturaleza en América Latina”, Santiago, Chile, 2003.
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La “capitalización” de la naturaleza y las “voces” conservacionistas
No cabe duda, que la admiración estética por la exuberante naturaleza
americana, y la visión romántica introducidas por Humboldt, van a influir
decisivamente en la noción de abundancia que va a traer consigo una transformación
acelerada del paisaje americano. No se puede dejar de lado, sin embargo, el peso
decisivo de la lógica económica predominante en Europa a lo largo del siglo XIX, y que
se basa en la modernización productiva y la expansión económica hacia nuevos
mercados, teniendo como norte la ideología capitalista del “progreso”.
La América hispana se había convertido así, en un atractivo destino para todo tipo de
viajeros y exploradores, que veían en ella una potencial fuente de enriquecimiento
personal, siguiendo la lógica del expansionismo europeo.
Las élites americanas, por su parte, habían aceptado con beneplácito la nueva
modalidad del colonialismo europeo, adaptándolo contextualmente a sus estructuras
político – económicas y a su orden social. Desde luego que con variaciones en tiempo y
espacio, así como en intensidad y rasgos internos en cada país, el liberalismo económico
sería abrazado por las naciones latinoamericanas, abocadas a la producción de materias
primas, y mayoritariamente a la agricultura comercial en un modelo de desarrollo “hacia
fuera” guiado por las exportaciones.
23
La naturaleza se concibió entonces como un
conjunto de recursos”, cuyo valor sólo se define a cabalidad en su circulación en el
mercado – mundo, que es, en última instancia, el que determina el “valor de los recursos
naturales y el trabajo necesario para aprovecharlos”.
24
Esta “alegría” y optimismo derivados del creciente e implacable desarrollo
industrial europeo, estuvo acompañada de inquietudes y cuestionamientos por parte de
una pujante intelectualidad que comenzaba a preguntarse sobre los efectos derivados de
la explotación de la naturaleza.
25
Ya desde finales del siglo XVIII, los límites del crecimiento económico fueron
enunciados por los economistas británicos clásicos, para quienes necesariamente el
carácter limitado de los recursos productivos redundaría en un decrecimiento del
23
Cfr. Bulmer-Thomas, Victor. La Historia económica de América Latina desde la Independencia.
México: Fondo de Cultura Económica, 1998.
24
Castro, Guillermo. Naturaleza y Sociedad en la Historia de América Latina, 1ª ed., Panamá: Centro de
Estudios Latinoamericanos (CELA), 1996, pp. 142-143.
25
Deléage, op. cit., p. 71.
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desarrollo económico hasta llegar a un “estado estacionario”, señalando con pesimismo
el carácter inevitable de la Ley de los Rendimientos Decrecientes.
26
Pero sin duda el hecho más determinante y espectacular de la historia intelectual,
que cambiaría la forma de concebir a la naturaleza y al ser humano como parte integral
de la misma, es la formulación de la teoría de la evolución por selección natural,
plasmada en la obra de Charles Darwin, El origen de las especies, con la cual se logra
superar con amplitud el marco de la biología. En efecto, al incluir al ser humano como
parte de un programa de evolución biológica, se suprimió “la línea de demarcación que
separaba hasta entonces claramente las ciencias naturales de las ciencias humanas y
sociales”.
27
El nuevo carácter orgánico, biológico y evolutivo otorgado a la naturaleza a
partir de la teoría de la evolución, adquiere, asimismo, la condición de irreversible,
28
a
partir de la formulación de la segunda ley de la termodinámica por parte de Rudolph
Claussius, según la cual, la conversión de la materia en energía implica la inevitable e
irreversible degradación de la misma en formas de energía residuales no utilizables
generadoras de entropía negativa.
29
De esta manera, la evolución se constituye en uno de los elementos de mayor
incidencia en la transformación de la ciencia moderna, no solamente por el “salto” que
representó en la epistemología científica, sino también por su impacto en el plano
ontológico.
A partir de las observaciones de Darwin y Wallace, “no pueden pensarse las
discontinuidades de distribución de las especies sin tener en cuenta la teoría de la
sucesión de las formas en tanto que desviaciones de las formas anteriores”.
30
No resulta casual de esta manera, que fuera un apasionado darwinista, el que por
primera vez acuñara el término ecología, y le dotara, asimismo de un significado
específico.
En 1866, Ernst Haeckel, en su obra Generelle Morphologie der Organismen,
define a la oekologia como “la totalidad de la ciencia de las relaciones del organismo
26
Cfr. Wrigley, E. A. Cambio, continuidad y azar, Barcelona: Crítica, 1993.
27
Deléage, op. cit., p. 9.
28
Ibid.
29
Cfr. Tiezzi, Enzo. Tiempos históricos, tiempos biológicos, La Tierra o la muerte: los problemas de la
“nueva ecología”. México, D.F. : Fondo de Cultura Económica, 1990.
30
Deléage, op. cit., p. 54.
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con su entorno, que comprende en un sentido amplio todas las condiciones de
existencia”.
31
En el segundo volumen, y de manera específica en el capítulo IX Oecologie und
Chorlogie, Haeckel amplía notablemente esta definición,
32
la cual, en virtud de la
relevancia de las múltiples interacciones orgánicas y la evidente influencia evolucionista
presentadas por el intelectual alemán, hemos considerado pertinente reproducir en su
totalidad:
“Por ecología entendemos la ciencia de las relaciones de los
organismos con el mundo exterior, en el que podemos reconocer
de una forma amplia los factores de la lucha por la
existencia”. Éstos son en parte de naturaleza inorgánica; son,
como hemos visto, de la mayor importancia para la forma de los
organismos a los que constriñen a adaptarse. Entre las
condiciones de existencia de naturaleza inorgánica a las que
cada organismo debe someterse, pertenecen, en primer lugar
las características físicas y químicas del habitat, el clima (luz,
temperatura, humedad y electrización de la atmósfera), las
características químicas (alimentos no orgánicos), la calidad
del agua, la naturaleza del suelo, etc. Bajo el nombre de
condiciones de existencia, comprendemos el conjunto de
relaciones de los organismos entre sí, relaciones favorables o
desfavorables. Cada organismo tiene, entre los demás
organismos, amigos y enemigos (...). Los organismos que sirven
a los demás de alimento, o que viven a expensas como parásitos,
deben situarse también en la categoría de condiciones de
existencia”.
33
Las interacciones entre los organismos, y de estos con el mundo exterior como
los condicionantes básicos de la lucha por la existencia, parecen ser un esbozo inicial
del concepto de ecosistema: la ecología comenzaba a definirse, y, a la vez, a delimitarse.
Sin embargo, debía esperar hasta finales del siglo XIX, para recibir una
identidad propia que la diferenciara de la fisiología o la geografía de las plantas,
34
y
hasta la segunda mitad del siglo XX para que comenzara una toma de conciencia
generalizada sobre el impacto humano derivado del desequilibrio ecosistémico como un
problema planetario. En efecto, el auge del industrialismo decimonónico había aplacado
31
Ibid., p. 10.
32
Ibid., p. 73.
33
Ibid.
34
Ibid., pp. 10-11.
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o silenciado a las voces que anunciaban tempranamente sus peligros, mientras que la
devoción por la ciencia como panacea” que solucionaría cualquier problema derivado
de la explotación de la naturaleza, mostraba los signos de una evidente ambivalencia
entre su carácter especulativo y su interés práctico e inclusive utilitario,
35
misma que en
gran medida subsiste hasta nuestros días.
Los exploradores decimonónicos en Costa Rica y la institucionalización
del quehacer científico
El numeroso contingente de científicos y/o exploradores europeos que arribaron
a Costa Rica a lo largo del siglo XIX, traían en su “equipaje” en mayor o menor medida,
y de acuerdo a su formación, procedencia e intereses, la mayor parte de los conceptos
que hemos tratado de esbozar en el apartado anterior. En efecto, la admiración estética
por una naturaleza prístina y exótica, el interés “científico” por descubrir, catalogar y
estudiar nuevas especies de flora y fauna, acomo el inevitable interés económico que
despertaba la naturaleza como un conjunto de recursos potenciales van a formar parte
del “andamiaje” conceptual bajo el cual se van a dar los primeros “destellos”
conservacionistas, ya sea por medio de denuncias sobre los posibles efectos derivados
de la explotación del entorno natural, o por medio de una legislación incipiente que
reflejaba la preocupación del Estado por la pérdida de recursos, o por no obtener ningún
beneficio de su explotación.
El Cuadro 1, que no pretende ser exhaustivo, nos puede brindar algunos
rasgos sobre los principales lugares de procedencia, las nacionalidades y la formación
académica básica de algunos de los exploradores que visitaron Costa Rica entre
mediados y finales del siglo XIX. Lo que interesa, en realidad, es notar el peso
cuantitativo, por un lado de los exploradores alemanes principalmente alrededor de la
primera mitad del siglo, y los suizos en los últimos años, cuya importancia cualitativa,
sin embargo va a ser decisiva, en el tanto la mayor parte de ellos tuvieron una estadía
considerable en el país, como colaboradores e inclusive gestores de la naciente
institucionalidad científica promovida por los gobiernos liberales en las postrimerías del
siglo XIX e inicios del XX.
Cuadro Nº 1
35
Ibid., p. 77.
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Costa Rica: Procedencia, año de arribo, y “profesión”, de algunos de los
exploradores
decimonónicos, entre mediados y finales del siglo XIX
FUENTE
APELLIDO 1 APELLIDO 2 NOMBRE PROCEDENCIA ARRIBO PROFESION
A) BIOLLEY PABLO SUIZA 1869? NATURALISTA/PROFESOR
A) PITTIER DORMOND HENRI FRANÇOIS SUIZA 1887 BOTANICO/INGENIERO
A) TONDUZ ADOLPHE SUIZA 1887 BOTANICO
A) HARRISON PERCY G. GRAN BRETAÑA
BANQUERO/CONSUL
A) GUZMAN DAVID J. EL SALVADOR 1885 MEDICO
A) DONNELL-SMITH
JOHN 1894 BOTANICO?
A) WERCKLE CARLOS ALEMANIA 1897 BOTANICO
A) COOPER JUAN J. 1887?
A) KOSCHNY THEODOR SUECIA 1877 AGRONOMO
A) ENDERS A.R.
A), B), C)
POLAKOWSKI HELMUT ALEMANIA 1875 FARMACEUTICO/BOTANICO
A) KUNTZE CARL ERNST OTTO
ALEMANIA 1874 BOTANICO
A), D) ALFARO GONZALEZ ANASTASIO COSTA RICA HISTORIADOR NATURAL
A) SANDOE OERSTED ANDERS DINAMARCA 1846 BOTANICO
A) BRIGGS THOMAS 1856
A) WAGNER MORITZ AUSTRIA 1853 NATURALISTA
A) SCHERZER CARL AUSTRIA 1853 NATURALISTA
A) HOFFMAN CARL ALEMANIA 1854 MEDICO/NATURALISTA
A) WENDLAND HERMANN A. ALEMANIA 1857 BOTANICO
A) VALENTINI FELIPE ALEMANIA INGENIERO
A) HAYES SUTTON E.U.A. 1860 MEDICO/BOTANICO
A) LEHMANN FRIEDERICH CARL
ALEMANIA 1882 BOTANICO
A) SHANNON W.C. E.U.A.? 1893 MEDICO
A) CARMIOL JULIAN ALEMANIA 1854
A) PFAU RICARDO
A), C) VON FRANTZIUS
ALEXANDER ALEMANIA 1854 MEDICO/NATURALISTA
Fuentes:
A) León Arguedas, Jorge. “La exploración botánica de Costa Rica en el siglo XIX”. En: Peraldo
Huertas, Giovanni (comp.) Ciencia y Técnica en la Costa Rica del siglo XIX.
B) Quesada Pacheco, Miguel Angel. Entre silladas y rejoyas. Viajeros por Costa Rica de 1850 a 1950.
C) Zeledón Cartín, Elías. Viajes por la República de Costa Rica, Tomo II.
D) Monge-Nájera, Julián. “dos colosos de la biología costarricense del siglo XIX: Anastasio Alfaro y
Henri Pittier”. En: Peraldo Huertas, Giovanni. Ciencia y Técnica en la Costa Rica del siglo XIX.
Elaboración propia.
En la creación del Instituto Físico Geográfico (1889) y, posteriormente, la
Sociedad Nacional de Agricultura (1903), el Estado costarricense va a cifrar sus
esperanzas de diversificación agrícola, ejerciendo un control directo sobre las nuevas
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zonas de colonización
36
, buscando integrarlas a la economía nacional por medio de la
inversión infraestructural, y, de manera específica, mediante la implementación de
nuevas vías de comunicación y la mejora de las existentes. Asimismo, la
experimentación agrícola tendiente a buscar alternativas a la dependencia excesiva del
café como producto de monoexportación, va a constituirse en otro de los ejes
fundamentales en torno de los cuáles giraría la decisiva intervención del Estado en el
quehacer científico.
De esta manera, las exploraciones “científicas” organizadas por el Instituto
Físico – Geográfico, van a sintetizar y concentrar, en buena medida, los esfuerzos
aislados e individuales de exploración del territorio que precedieron a su creación. Los
funcionarios y colaboradores de esta institución, van a combinar el ya mencionado
interés por el avance científico per se, con los intereses prácticos y utilitarios tanto
personales como los de su empleador: el Estado.
Volviendo al Cuadro 1, se observa con claridad el predominio de la
“profesión” de botánico, seguida de la de “naturalista”. Si bien queda claro que la
especialización profesional aun se encontraba en proceso de definición, este predominio
de las ciencias de la naturaleza”, dista mucho de ser casual. Por el contrario, encuentra
una estrecha relación, desde nuestra óptica, con el auge que en Europa adquirieron los
estudios sobre la naturaleza “exótica” de tierras lejanas, la flora, la fauna y sus
relaciones de asociación, sin obviar la inclusión de la “nueva naturaleza” en el “mercado
de recursos”, aspectos sobre la cosmovisión europea que tratamos con anterioridad.
Los científicos y naturalistas costarricenses, por otra parte, a la vez que se vieron
influidos por la gran cantidad de extranjeros que visitaron el país a lo largo del siglo
XIX, adquirieron un actualizado bagaje científico de la posibilidad, que muchos de ellos
tuvieron, de estudiar en prestigiosas universidades e instituciones de Europa y los
Estados Unidos principalmente, como en el caso de Anastasio Alfaro y José Zeledón,
sólo para citar dos de los más relevantes.
37
En otros como José Fidel Tristán, el
definitivo interés en el conocimiento científico, se vio acompañado de una extensa
experiencia como funcionario de las instituciones científicas “liberales”.
36
Cfr. Viales Hurtado, Ronny, “Las bases de la política agraria liberal en Costa Rica.
1870-1930. Una invitación para el estudio comparativo de las políticas agrarias en
América Latina”. (En la web: ns.fcs.ac.cr/~historia/articulos/p-agrari.htm)
37
Evans, op. cit., p. 20.
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De esta manera, la recolección, clasificación y estudio de nuevas especies de
plantas y animales, así como los estudios sobre los grupos indígenas en la región de
Talamanca y la zona sur principalmente, se van a constituir, entre otras, en las
principales actividades “científicas” llevadas a cabo por esta naciente y heterogénea
comunidad científica que se va a desarrollar a lo largo del siglo XIX. Lo anterior se va a
ver acompañado de las observaciones de carácter práctico en las que el Estado se
encontraba particularmente interesado, relacionadas, como ya se mencionó, con las
actividades de extensión agrícola, diversificación productiva, y mejora infraestructural,
y que van a ser en esencia, la razón de ser de la institucionalización de la ciencia en
Costa Rica. En efecto, la contribución del Instituto Físico – Geográfico, el Museo
Nacional, y La Sociedad Nacional de Agricultura a la “economía nacional”, va a
determinar, en gran medida, tanto su carácter estratégico —y por consiguiente su
asignación presupuestaria— como su existencia misma.
Este auge de los estudios de la naturaleza en Costa Rica, se va a ver acompañado
de las primeras inquietudes y preocupaciones conservacionistas derivadas de la
explotación sistemática de los recursos naturales, pues los efectos erosivos provocados
por la deforestación, tales como la degradación de los suelos, y la alteración del ciclo
hidrológico, ya eran conocidas. Esta necesidad de “conservar los montes”, no va a estar
exenta de una preocupación visiblemente “utilitaria”: la rdida de recursos
estratégicos. Como intentaremos mostrar en el apartado siguiente, esta concepción
conservacionista ambivalente, va a ser una constante a lo largo del siglo XIX,
penetrando más allá de la segunda mitad del siglo XX, a pesar de los cambios políticos
y económicos a nivel nacional y mundial, y que se había entrado ya en la era de la
ecología moderna, pues el deterioro ambiental comenzaba a concebirse, por primera
vez, como un problema que afectaba la supervivencia de la humanidad.
38
Analicemos pues, algunos aspectos puntuales del conservacionismo en Costa
Rica, tanto en los significados atribuidos al entorno natural y los peligros derivados de
la pérdida de recursos, como en la concreción de políticas estatales orientadas hacia la
conservación de elementos específicos de la naturaleza, que se convertirían en el
“germen” de los parques nacionales y las áreas de conservación, definidas y
desarrolladas sistemáticamente en la década de 1970.
38
Deléage, op. cit., pp. 11-12.
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El conservacionismo “utilitario”: Una continuidad histórica
Hasta aquí, hemos intentado establecer algunos elementos contextuales básicos
para la comprensión del origen de las primeras preocupaciones conservacionistas en
Costa Rica. Este conservacionismo “temprano” observaba con asombro y recelo la
transformación sistemática del espacio natural”, y preveía algunas de sus
consecuencias humanas y sociales de acuerdo con el conocimiento científico vigente.
Sin embargo, la pérdida o desaprovechamiento de recursos explotables, va a ser el
aspecto prioritario en los esfuerzos estatales por declarar inalienables y bajo su estricto
control áreas específicas y delimitadas del territorio costarricense. La conservación de
los bosques, montes, o montañas, no puede considerarse, desde nuestra óptica, algo
espontáneo y antojadizo. Por el contrario, obedeció a un modelo de “desarrollo”
caracterizado por una notable intervención del Estado en las políticas de colonización y
explotación de los recursos. Autores como Boza y Evans, parecen establecer —no
necesariamente de manera explícita—una notable diferencia entre las políticas
conservacionistas vagas y una legislación inoperante que caracterizaron al siglo XIX y
principios del XX, y las políticas conservacionistas más decididas, específicas y
focalizadas hacia la protección del entorno natural, que se dieron a partir de la segunda
mitad del siglo XX. Seguidamente, intentaremos introducir algunos “maticesen esta
concepción que podrían perturbar esta “tranquilidad evolutiva”. Primeramente, el
concepto de utilidad de los recursos, no parece ser un elemento exclusivo del laizzez -
faire idealizado por los gobiernos “liberales”, sino que por el contrario, penetró hasta
muy entrado el siglo XX. En efecto, esta misma concepción utilitaria de los recursos va
a estar presente en la legislación posterior a 1948, y de manera s específica, en el
decreto de formación del Consejo Forestal de Costa Rica de 1949, e inclusive, en la Ley
orgánica del ICT de 1955, a pesar de que en esta última, se introducen, como veremos,
algunos de los conceptos que definen a los parques nacionales como un medio necesario
para la protección del ambiente, concepción que, con sus variantes y ampliaciones
derivadas de un mayor conocimiento de las consecuencias planetarias del deterioro
ambiental, continúa vigente hasta nuestros días.
Por otra parte, si contemplamos que en este contexto el origen de los parques
nacionales parece estar más relacionado más con la fuerte injerencia del Estado en la
protección de recursos explotables, que con la introducción temprana en las políticas
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públicas de conceptos ecológicos modernos, resulta inevitable formularnos la siguiente
pregunta: ¿Fue este conservacionismo “originario” del todo inoperante?
Veamos pues, algunos elementos específicos de las “preocupaciones”
conservacionistas en el período aqanalizado, así como la respuesta estatal hacia las
mismas.
La conservación de los “montes”: eje del “progeso” y necesidad ambiental
Henri Pittier, quien fue uno de los gestores en la creación del Instituto Físico
Geográfico Nacional (IFG), así como su director, con ciertos intervalos, entre 1889 y
1904, se constituyó en uno de los más acérrimos denunciantes de la tala indiscriminada
de árboles, denuncias que hizo manifiestas tanto en sus diarios de exploración, como, en
menor medida, en sus informes de labores dirigidos a las secretarías de Fomento e
Instrucción, a las cuales el IFG estuvo adscrita en distintos momentos de su vida
institucional.
De esta manera, tenemos que, con motivo de la exploración realizada entre el 3 y
el 6 de julio de 1888 en el área que circunda al volcán Barva, Pittier, al referirse a la
existencia de numerosos árboles talados, señala y denuncia de manera enfática que,
“...la civilización ha marcado ya sus huellas fatales en forma de
un desmonte. Los árboles que se han tumbado aguardan la
estación seca para ser quemados. No repetiaquí lo que dije
antes con motivo de estas selvas, si no fuera para insistir acerca
de la necesidad perentoria de declarar que todos aquellos
bosques situados más allá de cierto mite fijado por la ley son
inalienables y quedan bajo el amparo del Estado
39
”.
Además de la visible molestia del científico por la tala y quema de árboles en la
región explorada, hace alusión a un aspecto ineludible: la ilegalidad de dichas prácticas
en ciertas áreas del territorio inalienables y bajo el control estatal.
En efecto, la necesidad estatal por “proteger” zonas boscosas dotadas de un
considerable potencial económico, se vio manifestada en leyes que tenían como
principal objetivo el regular, y a la vez controlar, la explotación de los bosques,
buscando obtener beneficios económicos directos de dicha explotación. Desde este
39
Pittier, Henri. Informe dirigido a la Secretaría de Estado en el despacho de Instrucción Pública. En: La
Gaceta, 22 de julio de 1888.
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punto de vista, la tala y quema de árboles en las zonas de difícil acceso implicaban una
pérdida directa de recursos para el Estado, ya fueran estos explotables en el corto plazo
o a futuro, principalmente ante las dificultades objetivas para el transporte de las
maderas, derivadas del mal estado de los caminos que comunicaban las nuevas zonas de
colonización con las ciudades principales del Valle Central.
Tenemos así que ya en 1833 y 1846 se establecieron decretos que buscaban
proteger la cobertura boscosa de aquellas áreas cercanas a las ciudades,
40
lo que parece
evidenciar que la tala sistemática de árboles en éstas zonas, comenzaba a mostrar
consecuencias palpables de diversa índole.
En el decreto XCVIII del siete de marzo de 1853, se prohibe la exportación de
“...maderas de cedro y caoba en trozos de más de doce pulgadas de grueso, cortadas en
terrenos baldíos, ó en la milla reservada por el Gobierno á favor de los navegantes,
pescadores y salineros”.
41
La justificación que el Estado brinda para establecer este control sobre la
explotación de maderas “preciosas” es explícitamente económica, pues se señala el
conocimiento que se ha tenido de que “...en las costas de la República en el Pacífico se
están haciendo actualmente cortes de maderas, talando los bosques y extrayendo los
árboles enteros sin ningún provecho para el país”.
42
Queda claro que la preocupación central del Estado es la pérdida de recursos o el
no obtener ningún beneficio en la explotación de maderas con un elevado valor en el
mercado Europeo y estadounidense principalmente. Lo anterior se evidencia, asimismo,
en la multa establecida para los infractores, que consistía en el decomiso de “...dichas
maderas en favor del fisco.
43
Diez años después de promulgado este decreto, en noviembre de 1863, se
declara inalienable una franja de terreno de mil varas a ambos lados del Camino del
Norte,
44
en lo que parece ser el primer intento de delimitación de un área protegida
45
como una unidad territorial específica dedicada a la conservación, a pesar de que queda
claro que el criterio utilizado para definir ésta área es de carácter funcional, y no toma
40
Evans, op. cit., pp. 35-36.
41
Archivo de la Asamblea Legislativa (AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1853, pp. 223-224.
42
Ibid., p. 223.
43
Ibid., p. 224.
44
Boza, Los Parques.............., p. 12
45
Evans, op. cit., p. 54.
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en cuenta las relaciones de asociación entre los ecosistemas ni las características de los
mismos.
En el decreto V del 4 de febrero de 1884 se crea el Reglamento de terrenos
baldíos y bosques, que a pesar de centrar su atención en forma mayoritaria al control y
reglamentación de los denuncios de tierras, dedica el capítulo IV a definir las
prohibiciones y a la vez las regulaciones en la explotación de los bosques. En virtud de
la claridad conceptual con que dicha ley define las prioridades para el Estado, hemos
considerado pertinente presentar en forma completa los tres primeros artículos:
“Art. 41.— Es prohibida, sin previa autorización del poder
ejecutivo, la explotación de los bosques nacionales.
Art. 42. Se prohibe destruir en los bosques nacionales los
árboles que estén situados en las pendientes, orillas de las
carreteras y demás vías de comunicación, lo mismo que los
árboles que pueden explotarse sin necesidad de cortarlos, como
el hulero, el liquidámbar, el bálsamo, etc.
Art. 43.— Se prohibe destruir, tanto en los bosques nacionales
como en los de particulares, los árboles situados á menos de
setenta y cinco varas de los manantiales que nazcan en los
cerros, ó á menos de cincuenta varas de los que nazcan en
terrenos planos”.
46
Varios conceptos podemos rescatar de esta ley que presentan un carácter
novedoso. Una de ellas es la alusión directa, aparentemente por primera vez, a la
existencia de “bosques nacionales” que hemos resaltado por su carácter reiterativo, pues
a pesar de que aún el concepto de Parque Nacional no es definido con exactitud, el
hecho de diferenciarlos de los de “particulares” parece ya dibujar la idea de un área
dedicada a la conservación de recursos.
Por otra parte, es importante destacar que el Estado buscaba controlar y limitar
la explotación de los bosques, mas no prohibirla, pues queda claro que las limitaciones
establecidas a la tala de árboles, contemplan, por un lado su ubicación ante los riesgos
que representaban los procesos erosivos, y, por otro, el asegurarse no perder recursos
provenientes de árboles cuyo mayor valor se encontraba, precisamente en la extracción
46
(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1884, p. 41. El destacado es nuestro.
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de productos “útiles”, por lo que su destrucción sería más perjudicial que su
mantenimiento.
Esta concepción evidentemente utilitaria, está acompañada de una preocupación
por el abastecimiento de agua de las poblaciones, producto de la disminución de las
precipitaciones y el caudal de los cursos de agua. La tala de árboles, cómo se observa,
no sólo es concebida en función de su potencial económico, sino también como el
posible detonante de un problema de salud pública. Desde luego que hoy sabemos que
la disminución de las lluvias, y por consiguiente, del caudal de los ríos, es un problema
cuya solución dista mucho de ser la conservación de los árboles que circundan las
nacientes, y que trasciende por mucho el ámbito local y nacional. Sin embargo, lo que
queremos destacar de esta ley, es la concepción “dual” presente en la misma, entre la
necesidad de conservar un recurso explotable, y a la vez, un elemento del entorno
natural que afectaba la salud de la población. Esta dualidad, se encuentra visiblemente
relacionada con la ambivalencia característica de la época, entre la ciencia especulativa
y la ciencia utilitaria, a la que nos referimos con anterioridad.
En el año de 1888, y sólo veinte días después de la presentación del informe de
Pittier sobre la exploración al volcán Barva con las denuncias sobre el “desmonte” que
presentamos líneas atrás, se promulga el decreto . LXV, que en su primer artículo
señala que,
“Se declara inalienable una zona de terreno de dos
kilómetros de ancho, á uno y otro lado de la cima de la montaña
conocida con el nombre de Montaña del Volcán de Barba, desde
el cerro llamado el Zurquí hasta el que se conoce con el nombre
de Concordia, ya sea dicha zona de propiedad nacional ó
municipal”.
47
La relación entre la denuncia de Pittier y la promulgación de este decreto, no
parece ser casual, sobre todo si tomamos en cuenta que en el artículo del mismo, se
autoriza al gobierno a aumentar o disminuir este perímetro de dos kilómetros, ...si
después de practicado el reconocimiento respectivo por medio de una comisión
científica, juzga conveniente modificarla en el sentido que dicha comisión indique”.
48
47
(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1888, p. 297.
48
Ibid.
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La credibilidad de científicos como Pittier, Tonduz y Biolley entre otros, así
como su cercanía —principalmente en los años iniciales del IFG— con el poder
político, parecen haber sido elementos decisivos en la promulgación de estas primeras
medidas conservacionistas, junto con la evidente confianza en el conocimiento
científico en general como “motor del progreso”.
En este decreto podemos observar, nuevamente, la injerencia del conocimiento
científico del momento, en el establecimiento de medidas orientadas hacia la
conservación de porciones estratégicas de la cobertura boscosa. En la justificación de
esta medida, se menciona que es “...de utilidad pública la conservación de las montañas
en que tienen origen los arroyos y manantiales que abastecen de agua á la provincia de
Heredia y á una parte de Alajuela...
49
A pesar de que la mayor parte de los científicos decimonónicos veían, al igual
que el Estado, al entorno natural como un conjunto de valiosos recursos comercialmente
explotables, queda claro que introdujeron nuevos “maticesque señalaban los peligros
del desmonte acelerado, mismos que se encuentran relacionados con la “realidad
ambiental” de sus países de origen, así como con los cambios en el conocimiento
científico de la naturaleza, a los que nos referimos con anterioridad. La relación que se
establece entre la destrucción de la cobertura vegetal y la disminución del caudal de los
ríos dan fe de lo anterior. Asimismo, los problemas de abastecimiento de agua de las
poblaciones producto de la desestructuración del entorno natural, son reiterados al igual
que en el Reglamento de 1884, presentándose como un problema de “utilidad pública”,
lo que establece de manera directa una inetrrelación entre la sociedad y la naturaleza.
Estos esfuerzos por controlar la explotación de las zonas boscosas, limitando su
impacto y a la vez protegiendo valiosos recursos, van a sufrir su primer intento de
sistematización, al decretarse, en 1906, la formación de un Código Forestal, para lo cual
se conformó una comisión compuesta por dos abogados y dos agrónomos.
50
Esta iniciativa, sin embargo, no produjo resultados concretos, pues la
promulgación de una Ley Forestal que produjera un impacto real sobre la explotación
49
Ibid., p. 296.
50
(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1906, p. 77.
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sistemática de los bosques, no tuvo lugar sino hasta el año de 1969, es decir casi setenta
años más tarde, a pesar de las múltiples iniciativas que no se tradujeron en leyes.
51
La deforestación del Valle Central y el potencial económico de los bosques
“lejanos”: una hipótesis
En el año de 1909, se promulga la Ley de Quemas, que establece lineamientos
para el uso del fuego en el “desmonte” con fines esencialmente agrícolas. Esta ley, sin
embargo, adoleció, al igual que la mayor parte de estas iniciativas, de los instrumentos
necesarios para que su puesta en práctica fuera efectiva.
52
Lo que sí queda claro con la
promulgación de esta ley, es la preocupación del Estado por los efectos negativos
derivados de las quemas, donde, por un lado, se perdían valiosas maderas preciosas”,
mientras que por el otro, alteraba desfavorablemente las precipitaciones y, por
consiguiente, el abastecimiento de agua de las poblaciones, en esta concepción dual ya
señalada con anterioridad. Asimismo, los efectos del fuego en la pérdida de fertilidad de
los suelos, eran ya conocidos. En efecto, este conjunto de efectos perjudiciales
originados por las quemas, ya habían sido señalados por los científicos y/o exploradores
decimonónicos como Pittier, quien al referirse al paisaje que observa en su llegada a la
“Aldea de San Marcos”, en una exploración llevada a cabo en 1891, y dirigida hacia el
Valle del Térraba, interioriza el siguiente análisis:
“Pregunto yo ¿qué provecho se puede sacar de este insensato
despilfarro? Las maderas, de excelente calidad, y que tendrían
mucho valor en un porvenir no lejano, han de destruirse por el
fuego para desocupar el terreno; este es sumamente pobre en
elementos propios para cultivos, y además el declive de la
pendiente es rápido al extremo para que las lluvias laven el
suelo arable”.
53
Llama la atención en la cita anterior la referencia específica que Pittier realiza
sobre las consecuencias de la erosión en las prácticas agrícolas, y, principalmente la
forma en que destaca el potencial económico que representan las maderas en un futuro.
Ante esta afirmación irremediablemente nos preguntamos, ¿porqué se proyecta el valor
futuro de las maderas y no se sugiere su explotación inmediata? La respuesta a esta
51
Evans, op. cit., p. 66.
52
Ibid., p. 54.
53
Pittier, Henri. “Viaje de exploración al Río Grande de Térraba”. En: Anales del Instituto Físico-
Geográfico Nacional, San José: Tipografía Nacional, 1891, p. 60.
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interrogante entraña una gran complejidad, a la cual intentaremos dar algunas posibles
respuestas, evidentemente provisionales. Una posible respuesta se puede hallar en el
conocimiento del científico de la escasez de la madera en el contexto europeo del cual él
procede así como en otras latitudes, lo cual lo lleva a inferir, que de acuerdo a la
“lógica” del mercado, el precio de las maderas tendería a aumentar en caso de una
escasez mundial de las mismas. De esta manera, Pittier nos habla no solamente de los
peligros que encierra la deforestación sistemática en el abastecimiento de agua y la
productividad, sino que también nos acerca a los cambios en la relación valor recurso
de acuerdo a las leyes del mercado, en función de la reducción drástica de los recursos
forestales a nivel mundial. Hablamos, entonces de un mercado de recursos”
“invisiblemente” regulados por la oferta y la demanda.
Otro elemento que podría acercarnos a interpretar esta valoración, es de carácter
eminentemente local, y tiene que ver con la dificultad para transportar la madera de
zonas cada vez más distantes por los sinuosos e incipientes caminos, que, en no pocas
ocasiones, comunicaban a las nuevas zonas de colonización, con las principales
ciudades del Valle Central, pues los alrededores del mismo, ya a finales del siglo XIX,
se encontraban visiblemente deforestados, lo que dotaba a las zonas alejadas de un
carácter eminentemente estratégico, por la abundancia de recursos que se decía aun
conservaban. Son múltiples las observaciones que científicos y exploradores realizaron
sobre la deforestación sistemática de las áreas circundantes a las principales ciudades,
producto, evidentemente de una urbanización creciente, en la que de forma ambivalente
ellos también creían y respaldaban como uno de los pilares del “progreso”. Pittier, en la
exploración al Río Grande del Térraba citada anteriormente, señala que,
“En estos últimos años, se han tumbado muchas partes de los
robledales de las cimas del Tablazo y, al ver el progreso de esta
insensata destrucción, el que está formalizado con los terribles
efectos de los desmontes en otros países, vuelve
involuntariamente á pensar en el a en que la hermosa meseta
central de Costa Rica se vea despojada de su corona de selvas y
sus cursos de agua. Ojalá el Gobierno, celoso en fin de uno de
los mayores intereses de las poblaciones, ponga término a la
exterminación imperdonable que se sigue practicando de los
pocos bosques que orlan todavía la meseta central”.
54
54
Ibid., pp. 61-62. El destacado es nuestro.
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( páginas 1-39) p.25
La observación de Pittier, que adquiere carácter de denuncia, se ve acompañada
de descripciones específicas sobre el paisaje del Valle Central, como la que presentamos
a continuación, realizada desde la cima del Cerro de Buena Vista, y que nos muestra
algunos de los rasgos más significativos de los procesos de antropización de larga data
que ya para finales del siglo XIX, eran más que palpables, así como la aceleración de
los mismos derivada de la expansión de la agricultura comercial. Menciona de esta
manera el científico, que, en el Valle Central,
“... el sombrío follaje de los cafetales se dibuja cual tremenda y
oscura mancha, orleada por la cinta clara y abigarrada de las
dehesas que se elevan hacia las cimas, entrecortadas por fajas
de bosques y numerosos cultivos”.
55
Geo K. Cherrie, funcionario y colaborador del IFG y el Museo Nacional, y uno
de los organizadores del Herbario Nacional y las series botánicas Primitae Florae
Costarricensis (1891),
56
en una exploración realizada en el “Valle del Río Naranjo”,
hace una observación sobre el paisaje que caracteriza el camino que comunica a San
Marcos con Santa María, lamentando que,
“...el bosque haya sido destruido casi por completo en muchas
de estas cuestas. De este modo estos lugares se convertirán
pronto en estériles desiertos”.
57
Esta preocupación, tanto de los científicos y exploradores como del Estado, por
la rdida de recursos estaba más que justificada. En el Anuario Estadístico de 1934,
encontramos valiosos datos que nos permiten dimensionar, con mayor exactitud, la
importancia de la exportación de maderas como actividad económica. Esta fuente
contiene un resumen de los kilos exportados, su precio en dólares y otros datos, en el
período comprendido entre 1896 y 1934.
55
Ibid., p.69.
56
Monge-Nájera, Julián. “Dos colosos de la biología costarricense del siglo XIX: Anastasio Alfaro y
Henri Pittier”. En: Peraldo, Giovanni (comp.) Ciencia y Técnica en la Costa Rica del Siglo XIX, primera
edición, Cartago, Costa Rica: Editorial Tecnológica de Costa Rica, 2002, p. 336.
57
Cherrie, Geo K. “Exploraciones Zoológicas efectuadas en el valle del Río Naranjo”. En: Anales del
Instituto Físico – Geográfico, Tomo IV, San José: Tipografía Nacional, 1893, p. 69.
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Como se observa con claridad, (ver Cuadro 2) la exportación de maderas era
una actividad económica de considerable rentabilidad, pues la relación entre la cantidad
exportada y el precio promedio en dólares por kilo, resulta favorable en la mayor parte
del período.
A pesar de lo anterior, el insignificante valor atribuido a cada kilo de madera, en
relación con los millones o miles de kilos exportados, nos da una idea, de la ventajosa
posición de las naciones que transformaban la madera de materia prima en bienes
intermedios o productos terminados de diversa índole.
Cuadro Nº 2
Costa Rica: Exportación de maderas en kilos, valor en dólares y precio
promedio por kilo en dólares (1896-1934)
Año Valor $ Kilos
Precio promedio kilo en
$
1896 485695 39527257
0,01229
1897 465862 28179101
0,01653
1898 345439 24407639
0,01415
1899 291617 23304158
0,01251
1900 382783 28228745
0,01356
1901 245535 17282028
0,01421
1902 170197 13998158
0,01216
1903 156782 14225588
0,01102
1904 103320 8650044
0,01194
1905 74657 6366295
0,01173
1906 164932,55
12964080
0,01272
1907 219971,81
19118689
0,01151
1908 70854,41 9183258
0,00772
1909 32329,76 4635806
0,00697
1910 80513,8 5668059
0,01420
1911 90107,9 6111893
0,01474
1912 123480,46
7843369
0,01574
1913 141396,74
8892219
0,01590
1914 123844,65
7888034
0,01570
1915 49384,18 2327212
0,02122
1916 51225,58 2770116
0,01849
1917 289272,09
8263385
0,03501
1918 458929,76
12860040
0,03569
1919 268939,06
6740721
0,03990
1920 365329,34
9729521
0,03755
1921 104729 2808794
0,03729
1922 163190,31
5114262
0,03191
1923 148760,47
5635443
0,02640
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1924 114093,5 5891371
0,01937
1925 180303 9086932
0,01984
1926 203432 9096088
0,02236
1927 192989,5 8699477
0,02218
1928 129642 6445029
0,02012
1929 116493 5016398
0,02322
1930 82571 3832511
0,02154
1931 37743,25 1748911
0,02158
1932 20115,68 794049 0,02533
1933 14284,17 557774 0,02561
1934 25368,94 939370 0,02701
Fuente: Dirección General de Estadística y Censos (DGEC). Anuario Estadístico. Año
1934, Tomo 38, San José: Imprenta Nacional, 1935, pp. 45.
La exportación de maderas, como se observa claramente, posee una tendencia
general a decrecer en forma acelerada y vertiginosa, (ver Gráfico 1) donde los os
de inicio y fin del período coinciden, casi con exactitud, con los puntos más elevados y
los niveles más bajos respectivamente. De esta manera, mientras que en el año de 1896
se exportó la exorbitante cantidad de 39,527.257 kilos, en 1933 la exportación ascendió
a únicamente 557,774 kilos, con algunos repuntes en esta tendencia general, en los años
de 1900, (28,228.745) 1907, (19,118.689) y 1918 (12,860.040).
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Fuente: La misma del Cuadro Nº 2. Elaboración propia.
El precio promedio por kilo de madera exportada, contrariamente al volumen de
las exportaciones, observó un comportamiento general tendiente al aumento. Si bien
entre 1896 y 1910, éste se encuentra por debajo de la cantidad exportada, y tiende a
decrecer hasta llegar al valor mínimo para todo el período, ($ 0,00697) a partir de este
año asciende de manera vertiginosa hasta llegar a $ 0,03990 como su nivel más elevado
en 1919, lo cual parece hablarnos de los efectos de la devastación del entorno natural
europeo después de la Gran Guerra, acomo de la desaparición sistemática en otras
regiones, de las “maderas preciosas”. A Este “volátil” aumento en el precio, le sigue una
disminución igual de dramática, aunque nunca llega a sus niveles originales, y, por el
contrario, finaliza el período con un asenso sostenido, llegando a $0,02701 en 1934.
Atribuirle a alguna de las medidas conservacionistas de las que se ha hecho
mención, esta drástica disminución en la exportación de maderas, sería, desde nuestra
óptica sobredimensionar su impacto real. Más aún si tomamos en cuenta que la
deforestación acelerada y con escasos controles efectivos, sobrepasó la segunda mitad
del siglo XX. Resulta improbable, asimismo, que dicha reducción tenga su origen en los
cambios cualitativos generados al interior de los países importadores, y relacionados
Gráfico N°. 1
COSTA RICA: KILOS DE MADERA EXPORTADOS Y PRECIO NOMINAL
PROMEDIO EN $. 1896-1934
0
5000000
10000000
15000000
20000000
25000000
30000000
35000000
40000000
45000000
1896
18
9
8
19
0
0
19
0
2
1
90
4
1
906
1908
1910
19
1
2
19
1
4
1
91
6
1
91
8
1
920
1922
1924
19
2
6
19
2
8
1
93
0
1
93
2
1
934
OS
Kilos
0,00000
0,00500
0,01000
0,01500
0,02000
0,02500
0,03000
0,03500
0,04000
0,04500
Precio promedio $
Kilos Precio promedio kilo en $
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con los patrones de consumo de la madera, pues, como hemos visto, la tendencia
general de los precios fue a la alza. Si bien estos elementos, junto con otros sobre los
que necesariamente se debe profundizar en investigaciones posteriores, pudieron haber
tenido alguna incidencia en esta reducción de las exportaciones de madera, queremos
plantear aquí, un aspecto que se puede obviar con facilidad, y que, sin embargo, pudo
haber sido de gran incidencia en el comportamiento mencionado.
Nos referimos, concretamente, a la deforestación sistemática de las áreas
cercanas a las ciudades, que tanto preocupaba al Estado y a los exploradores citados. La
carencia de una infraestructura de caminos adecuada, y altamente dependiente de las
condiciones climáticas, dificultaron, sin duda, el tránsito de diversos productos
procedentes de las nuevas zonas de colonización, entre los que se encontraban, sin duda
las maderas. De esta forma, el acceso a las maderas exportables se vio cada vez s
restringido, mientras que el desmonte sin los debidos controles y regulaciones estatales
representaba una pérdida de recursos en un futuro. El temor constante de las autoridades
estatales parecía centrarse entonces, en el hecho de que cuando se mejoraran los
caminos existentes, y se implementaran nuevas vías de comunicación, fuera ya
demasiado tarde, y se perdiera la mayor cantidad de las maderas de exportación, como
se anunciaba desde 1853, “sin ningún provecho para el país”.
No resulta extraño, entonces que en la Ley 44 del 13 de junio de 1913, el
Congreso autorizara al Ejecutivo la inversión de cincuenta mil colones en “...la apertura
o arreglo de un camino nacional, que siguiendo la mejor ruta que la ciencia aconseje
para obtener el menor desnivel posible, una la ciudad de Alajuela con el cráter del
Volcán Poás”.
58
En esta misma ley, se declara indenunciable y propiedad del Estado,
tanto el cráter y la laguna del citado volcán como una zona de 2000 metros alrededor de
su cumbre y a la orilla de dicha laguna.
59
El Volcán Poás, se convertiría en 1971, en el
primer Parque Nacional de carácter oficial en Costa Rica.
60
La primera mitad del siglo XX: una legislación de síntesis
En la primera mitad del siglo XX, se promulgan leyes que tienen como objetivo
ejercer un mayor control sobre la explotación de los bosques. Estas leyes, que amplían
las áreas de injerencia estatal en el manejo de la cobertura boscosa, en esencia sintetizan
58
(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1913, p. 443.
59
Ibid., p. 444.
60
Evans, op. cit., p. 79.
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en gran medida la legislación decimonónica, retomando la mayor parte de las
delimitaciones, prohibiciones y definiciones que hemos visto neas atrás. El concepto
de utilidad de los recursos y su significado socioambiental, tampoco van a sufrir
cambios significativos, por lo que, desde nuestra óptica, resulta riesgoso establecer una
dicotomía entre la “vetustalegislación del siglo XIX y la legislación “moderna” del
XX.
La Ley General Sobre Terrenos Baldíos del 10 de enero de 1939, es
probablemente, uno de los ejemplos más claros de la síntesis conceptual y legal a la que
hemos hecho referencia. A pesar de aumentar la cobertura territorial de los terrenos
sujetos a regulaciones y controles por parte del Estado, retoma y agrupa, en gran
medida, la legislación precedente.
De esta manera, tenemos que en el Artículo 6º de dicha ley se prohibe la
enajenación de,
“...baldíos situados en una zona marítimo terrestre de 1672
metros de ancho a lo largo de las costas de ambos mares, desde
la plamear ordinaria, ni tampoco en una zona de 500 metros de
ancho a lo largo de ambas márgenes de los ríos navegables, ni
en una zona de 2000 metros de ancho a cada lado del trazado
de la carretera panamericana”.
61
En el Reglamento del 10 de diciembre de 1839, sin embargo, se establecen
regulaciones específicas sobre la venta de terrenos baldíos “...situados dentro de una
zona de dos leguas de ancho, paralela a la milla reservada para usos comunes en las
costas del Atlántico ó del Pacífico...”.
62
Asimismo, las regulaciones mencionadas, eran
aplicables a los “...terrenos baldíos situados dentro de una zona de dos leguas de ancho,
paralela á la milla reservada, á orillas de los esteros y rios navegables que desagüen en
cualquiera de los Océanos mencionados”.
63
Al comparar ambas legislaciones, parece quedar claro, que la novedad más
significativa introducida en un siglo de legislación sobre terrenos baldíos
indenunciables, es la conversión de las medidas al sistema métrico decimal, adoptado
61
(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1939, p. 11.
62
En el Decreto CXXXI del 25 de octubre de 1853, se reforma de manera explícita los artículos 45 y 46,
del reglamento de 1839 al que hemos hecho referencia. Ver: (AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1853,
pp. 298-299.
63
Ibid., p. 299.
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por el Estado de forma oficial, desde 1884.
64
En lo referente a la zona de 2000 metros
de ancho a ambos lados de la carretera panamericana, encontramos más bien un
retroceso, pues ya se ha hecho alusión al Reglamento de Terrenos Baldíos y Bosques de
1884, que no establece una segmentación por caminos y vías específicas, sino que por el
contrario, se refiere a los árboles situados en las pendientes, orillas de las carreteras, y
demás vías de comunicación, lo que hace a esta legislación s amplia en sus
horizontes de conservación, que su sucesora. Lo anterior, parece obedecer, a una
realidad práctica ineludible. La importante cantidad de caminos y carreteras nacionales
construidas entre 1884 y 1939, hacía que la aplicación textual de esta ley, redujera en
forma considerable el área de explotación forestal, lo cual derivaría en consecuencias
económicas negativas, pues como se ha intentado mostrar anteriormente, la evolución
favorable de los precios internacionales de las maderas, convertían esta actividad en un
lucrativo negocio, por lo que las presiones de los madereros e industriales de la madera,
por ampliar sus posibilidades de explotación, es un elemento que debe tomarse en
cuenta y que merece, por su especificidad, una sistematización propia.
En el Artículo de esta misma ley, se establece, asimismo, que no pueden ser
enajenados,
“...los terrenos situados en una zona de dos mil metros
alrededor de los bosques de los volcanes Irazú y Poás y de la
laguna vecina de éste último, así como los situados en una zona
de dos kilómetros de ancho a uno y otro lado de la cima de la
montaña del volcán Barba, desde el Cerro Zurquí hasta el de
Concordia”.
65
La relación de éste artículo con la legislación que le antecedió, es más que
elocuente, en el tanto unifica la Ley 44 de 1913 y el Decreto LXV de 1888, sin
realizar modificación alguna al contenido de ambas leyes, ni en sus alcances ni en su
sentido.
64
El estado se acogió al sistema métrico decimal francés a través del decreto Nº XXXIV del diez de julio
de 1884 y haciéndose efectivo a partir del 10 de Agosto de 1885. El argumento central del gobierno era el
carácter indispensable que adquirió el uniformar el sistema de pesos y medidas, así como la exactitud y
simplicidad de la nomenclatura del sistema métrico decimal. Ver: (AAL) Colección de Leyes y Decretos,
1884, pp. 265-266.
65
(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1939, p. 12.
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La preocupación por el abastecimiento de agua de las poblaciones, que hemos
visto en las leyes mencionadas de 1884 y 1888, encuentra también eco en ésta ley, al
establecer el carácter prohibitivo de la enajenación de los terrenos situados en “...las
márgenes de los ríos, arroyos y, en general, de todas las fuentes que estén en cuencas u
hoyas hidrográficas en que broten manantiales, o en que tenga sus orígenes o cabeceras
cualquier curso de agua del cual se surta alguna población o que convenga reservar con
igual fin”.
66
Algunas de las novedades de esta ley, se pueden situar, en la especificación y
aumento de los territorios objeto de regulaciones estatales, entre los que encontramos
las islas,
67
los terrenos comprendidos en las dos riberas del río Banano en el Caribe, así
como el declarar inalienable y propiedad de los indígenas ...una zona prudencial a
juicio del Poder Ejecutivo en los lugares en donde existan tribus de éstos, a fin de
conservar nuestra raza autóctona y de librarlos de futuras injusticias”.
68
Por otra parte, en el Artículo 13, se prohibe el cercamiento de los terrenos
baldíos, así como “...derribar montes o establecer construcciones o cultivos en ellos,
extraer de ellos leñas, maderas u otros productos”.
69
En el artículo siguiente, sin embargo, y de forma ambivalente, se crea un
“portillo” legal que propicia la explotación de los bosques, al quedar exenta de dicha
prohibición, ...la extracción de leña, bejuco, palma, madera y otros productos para uso
doméstico que hagan los labriegos, así como para la construcción de sus habitaciones,
previa autorización de las autoridades fiscales”.
70
La tenue línea divisoria que se puede marcar en ésta época entre la explotación
para el consumo y la explotación comercial, prácticamente dejaba sin efecto a una
legislación pretendida como progresista, a lo que debemos agregar el hecho de que en
última instancia, la conveniencia o no de la explotación de los recursos forestales, recaía
sobre las “autoridades fiscales”.
En el Decreto 197 de 1945, se menciona por primera vez el término Parque
Nacional. Su delimitación, sin embargo, no es novedosa, pues se refiere a la zona de dos
mil metros a ambos lados de la Carretera Panamericana. Un elemento que debe
66
Ibid., p. 11.
67
Ibid.
68
Ibid., p. 12.
69
Ibid., p. 13.
70
Ibid.
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tomarse en cuenta como una novedad, es la especificación de que se deben incluir las
áreas del resto del trazado de dicha carretera que posean robles, y aún más, se autoriza
al Ejecutivo a expropiar los terrenos de dominio y posesión particulares comprendidos
en dicha zona y que posean robledales, a fin de mantener íntegramente el referido
Parque Nacional”.
71
Esta preocupación por proteger a los robles, nos puede mostrar varios
indicadores sobre la “realidad” ambiental, y a la vez sobre los conceptos de
conservación aplicados.
En primera instancia, parece reflejar la preocupación por la pérdida de un
recurso cada vez más escaso y considerado de importancia, tanto para el uso doméstico,
como para la explotación comercial, lo que evidencia que el conservacionismo utilitario,
al que hemos hecho alusión, continuaba vigente sin variaciones notables. Por otra parte,
el definir un Parque Nacional, como un conjunto de robledales” situados en un área
delimitada en virtud de criterios funcionales como las carreteras, parece reflejar que aun
la noción de ecosistema no se encontraba presente a la hora de concebir y delimitar un
Parque Nacional. No existe, consecuentemente, una diferencia sustantiva entre este
concepto de Parque Nacional, y el de Bosque Nacional”, presente en la legislación de
1884. A pesar de lo anterior, en éste decreto sí se establece como elemento innovador la
creación de las plazas de Guarda de Bosque para vigilar y conservar el mencionado
Parque Nacional, lo que refleja, evidentemente, la necesidad sentida por el Estado de
ejercer acciones directas en la conservación de los bosques, y no conformarse con la
promulgación de leyes reguladoras y/o prohibitivas, que ante la falta de controles y la
ausencia de instrumentos concretos de conservación, solían transgredirse con
frecuencia.
En el Decreto 495 del 19 de abril de 1949, se crea el Consejo Forestal de la
República, como una dependencia del Ministerio de Agricultura, y cuya justificación
manifiesta, es el carácter indispensable que adquiere el “...llegar al debido
ordenamiento, tanto de la conservación como de la explotación adecuada de nuestras
riquezas forestales”.
72
71
(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1945, p. 131.
72
(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1949, p. 277.
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Las funciones atribuidas al consejo, reflejan en gran medida la necesidad—
convertida ya en urgencia— del Estado por conservar los recursos forestales en franco
agotamiento, y siempre en su condición de un recurso “útil” y necesario. Pero s que
innovar en las consideraciones legales o los conceptos ambientales de fondo, el decreto
de creación de dicho Consejo se centra en la creación de instrumentos que
operacionalicen los esfuerzos de conservación presentes en reglamentos y leyes ya
existentes.
De esta manera, se establecen funciones como el levantamiento de un inventario
forestal del país que incluya tanto los bosques nacionales, como los municipales y
particulares, el ordenamiento de los bosques nacionales de acuerdo a criterios técnicos,
“...con el propósito de asegurar su conservación y productividad”, y “...llenen las
necesidades presentes y futuras de la Nación”, así como “...la creación de nuevas
reservas y bosques, además de conservar las creadas hasta el momento por leyes
anteriores”.
73
Como se observa con claridad, la necesidad de conservar los bosques en su
condición de recurso explotable es expresa, y no se alude en ningún momento a los
sistemas de plantas y animales asociados a los mismos. Asimismo, llama la atención el
reconocimiento explícito de la existencia, tanto de legislación anterior, como de las
reservas y bosques que hemos reseñado con anterioridad, incorporándolas al ámbito de
competencia del Consejo.
Otras funciones atribuidas al Consejo Forestal, son explícitamente económicas,
como la resolución de solicitudes, el estudio de concesiones, así como la recomendación
de impuestos y fijación tarifaria para la explotación de los bosques nacionales,
74
lo cual
contradice, paradójicamente, gran parte de la legislación anterior anteriormente
reseñada, pues los “bosques nacionales” en strictu sensu, como se vio, habían sido
declarados inalienables desde hacía más de un siglo.
Esta paradoja no resulta extraña, en el tanto obedecía a intereses económicos
muy concretos. Basta con ver la composición del consejo para darnos una idea de los
intereses estatales y privados que subyacían en esta “conservación productiva” de los
bosques nacionales. El mismo estaba compuesto por un representante de los ministerios
73
Ibid.
74
Ibid., p. 278.
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de Agricultura, Economía, y Hacienda, junto con un representante del Colegio de
Ingenieros Agrónomos, a como representantes de los madereros exportadores y los
industriales de la madera.
75
En la Ley Orgánica del Instituto Costarricense de Turismo de 1955, si bien se
retoman muchos de los elementos conservacionistas hasta aquí señalados, como la
protección a las zonas aledañas a los volcanes, la cual es extendida a todos los cráteres
de los volcanes del país, así como el derecho de expropiación de tierras por parte del
Instituto para la creación de parques nacionales, se evidencia, tanto un viraje conceptual
en el significado de la conservación como en los fines que ésta debía perseguir.
Una de las atribuciones del instituto, se constituye en la protección y promoción
de “...construcciones o sitios de interés histórico, así como lugares de belleza natural o
de importancia científica, conservándolos intactos y preservando en su propio
ambiente la flora y la fauna autóctonas”.
76
Asimismo, entre los motivos atribuibles a la expropiación de terrenos para la
creación de parques, se menciona, junto con la utilidad pública, el interés social, como
un elemento a considerar a la hora de expropiar terrenos. En el Artículo 6º de esta ley se
evidencia el notable cambio en lo que se considera sujeto de conservación, así como los
fines de la misma, al mencionar que,
“El Instituto dictará, a fin de lograr la conservación del paisaje,
la flora y fauna autóctonas, las regulaciones a que habrán de
someterse quienes deseen conocer estos Parques Nacionales, y
podrá fijar las tarifas por derecho de visita que estime
convenientes, el producto de las cuales se destinará a la
conservación y embellecimiento de los mismos y a proporcionar
mayores comodidades a los visitantes”.
77
En efecto, ya no se trata de conservar “robledales”, bosques, o florestas, se trata
de conservar el entorno natural de una zona específica, definida, y a la vez delimitada
por las relaciones de asociación entre sus componentes: un ecosistema. Asimismo, el
carácter autóctono de la flora y fauna “a conservar”, nos deja entrever un mayor
conocimiento de los efectos derivados de las transformaciones ambientales producto de
75
Ibid., p. 277.
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(AAL) Colección de Leyes y Decretos, 1955, p. 99. El destacado es nuestro.
77
Ibid.
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la inserción de flora y fauna provenientes de otras regiones, ampliamente promovida en
épocas anteriores.
Por otra parte, la explotación de las maderas y recursos forestales, se encuentran
por primera vez ausentes en la legislación. La conservación no se contempla aquí como
una previsión ante una posible carencia de recursos limitados, sino que, por el contrario,
ésta adquiere un valor económico per se, en función del propio potencial natural,
científico o histórico de las áreas protegidas y el interés que el mismo podría despertar,
tanto en especialistas como en el turismo no especializado nacional y extranjero. Luego
de una gestación s que centenaria, caracterizada por avances y retrocesos, dinámicas
y permanencias, habían “nacido”, al menos en el espíritu de la ley”, los parques
nacionales en Costa Rica. Su creación real, sin embargo, debía esperar dos décadas más
para cristalizarse, mientras su significado en términos ecológicos es aún más reciente, y
en buena medida sigue siendo objeto de discusión entre sectores diversos.
Algunas conclusiones
El conservacionismo, en sus diversas formas y con sus matices diferenciados,
dista mucho de ser un fenómeno espontáneo y aislado. Por el contrario, el acceso a su
comprensión requiere, en definitiva, de un acercamiento a los cambios y continuidades
históricas que tuvieron lugar en contextos diferenciados, sobre las imágenes de la
naturaleza como construcción social.
Asimismo, los cambios epistemológicos y ontológicos de la ciencia se
constituyen en un pilar fundamental, sobre el que se fue cimentando la ecología, que
reúne además una serie de inquietudes, cuestionamientos y preocupaciones, sobre los
posibles efectos derivados de la explotación sistemática de la naturaleza, así como sus
consecuencias humanas y sociales.
El industrialismo decimonónico como brazo impulsor del desarrollo capitalista,
sin embargo, dejaba poco espacio para el disenso y el cuestionamiento, por lo que
muchas de estas voces no fueron más que gritos aislados en medio de un árido desierto,
teniendo como cómplice a una sociedad autista. Otro rumbo que tomaron estos
cuestionamientos consist en la toma de medidas para la protección de recursos
estratégicos con un valor de mercado, pues existía una conciencia en algunos sectores
de científicos e intelectuales, del carácter escaso de los mismos. Este conservacionismo
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utilitario, práctico y funcional, no buscaba establecer un equilibrio armónico con el
medio ambiente, o frenar la depredación ambiental característica de un capitalismo
depredatorio, sino que por el contrario, obedecal temor de que el capitalismo dejara
de reproducirse como sistema económico.
Y es precisamente este complejo y cambiante bagaje conceptual, del cual
presentamos aquí únicamente algunos de sus rasgos que consideramos más
significativos, el que se va a importar a nuestro país a lo largo del siglo XIX, tanto por
exploradores, viajeros y científicos europeos, como por los nacionales que tuvieron el
definitivo privilegio en asocio con su pertenencia social, de estudiar en prestigiosas
universidades en Europa o Estados Unidos.
En el presente ensayo, hemos realizado un intento, desde luego inicial, por
“matizar” algunos de los elementos y rasgos característicos de las primeras inquietudes
conservacionistas, así como de la respuesta estatal a las mismas, mediante la
promulgación de leyes, decretos y reglamentos cuyo fin primordial se centraba en la
protección de un recurso que, a la vez que podía incidir en la salud pública de
poblaciones importantes, estaba dotado de un innegable potencial económico.
Sin embargo, a la luz de las fuentes consultadas, hemos intentado mostrar, que
muchos de los conceptos conservacionistas que dieron origen al sistema de parques
nacionales en Costa Rica, estaban presentes hace más tiempo del que tradicionalmente
se les suele asignar, algunos de ellos incluso, antes de la primera mitad del siglo XIX.
Asimismo, el alcance limitado, atribuido por algunos autores a la legislación
conservacionista del siglo XIX y principios del XX, merece también ser revisada, pues
gran parte de los conceptos, delimitaciones y definiciones son retomados y sintetizados
sin modificaciones sustantivas en la legislación de los años cuarenta e inclusive de los
cincuenta del siglo XX, a la que se le suele atribuir en razón de su inmediatez, el origen
del sistema de parques y áreas de conservación en Costa Rica.
Con lo anterior no queremos sobrestimar el impacto “real” de las primeras
preocupaciones y leyes conservacionistas, sino más bien relativizar el esquema lineal y
evolutivo y hasta diríamos hempeliano”, que tienta al historiador a obviar el hecho de
que la historia está compuesta por una compleja trama multidimensional en la que
coexisten los cambios con las continuidades, y en la que participan actores sociales
diversos en constante interacción.
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Teniendo en cuenta lo anterior, podríamos preguntarnos, ¿Es congruente la
extensa injerencia temporal de este conservacionismo utilitario con los cambios en la
epistemología de la ciencia y el desarrollo de la ecología a nivel mundial? y, si es así,
¿qué factores explicativos se podrían esgrimir en la creación de un sistema de parques
considerado casi “paradigmático”?
Las respuestas a estas complejas preguntas, rebasan, en definitiva, los alcances
del presente ensayo. Sin embargo, mencionaremos que ninguno de los conceptos
esgrimidos tanto en las denuncias sobre los peligros del desmonte como la respuesta
legal a las mismas, puede considerarse “de avanzada” en relación con el conocimiento
científico y los conceptos de la naturaleza vigentes en el período analizado. Inclusive,
no resulta extraño que en la legislación analizada de 1939, 1945, y 1949, no se
encuentre presente la noción de ecosistema, cuya conceptualización data de 1935, pues
el comienzo de la ecología moderna se caracterizó por una entrada discreta, circunscrita
a un círculo restringido de especialistas, teóricos e investigadores,
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por lo que el arribo
de estos conceptos a los países latinoamericanos, además de tardío, contó con la
renuencia de grupos con intereses políticos y económicos definidos.
Evans atribuye a la escasa densidad de población de Costa Rica, un peso
significativo en el desarrollo de prácticas conservacionistas, pues la presión de la
población sobre los recursos fue significativamente menor que en otros países
centroamericanos e incluso latinoamericanos.
A lo anterior podríamos agregar, la ingente y sistemática preocupación del
Estado por la pérdida de recursos forestales, en la que, como hemos visto, confluían
consideraciones socioambientales e intereses económicos presentes y futuros por la
explotación sistemática, ordenada, y regulada por el Estado. Esta preocupación,
traducida en leyes y reglamentos como parte de la estrategia estatal por controlar los
procesos de colonización, fue retomada, sintetizada y ampliada en la segunda mitad del
siglo XX. La creación de los Parques Nacionales, se constituyó, en esencia en la
operacionalización de un corpus legal con antecedentes centenarios. Sin embargo, ya
para 1955 los conceptos de la naturaleza y los fines de la conservación parecían haber
cambiado. La naturaleza se valora en función de misma, y en su potencial de
admiración, investigación y recreo de propios y extraños.
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Deléage, op. cit., pp. 11-12.
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Queda claro que los primeros esfuerzos conservacionistas no
impidieron la deforestación masiva, y la consecuente pérdida de
biodiversidad en amplias regiones del país, así como la explotación
sistemática de otros recursos que las leyes no protegieron, sino que
por el contrario estimularon su explotación. Sin embargo, resulta
arriesgado, desde nuestra óptica calificar a estas primeras leyes
conservacionistas como del todo inoperantes. Basta con ver la
ubicación actual de los Parques Nacionales y áreas protegidas actuales
y notaremos que en buena medida, muchas de las zonas, como los
cráteres de los volcanes o el Parque Nacional Braulio Carrillo entre
otros, coinciden con las regiones estratégicas que se buscaron
proteger en las leyes que hemos intentado analizar en el presente
ensayo. Lo anterior nos lleva a pensar en una inevitable paradoja: con
base en términos ecológicos actuales, podríamos afirmar que el
desarrollo de los Parques Nacionales en Costa Rica es un complejo y
dinámico proceso de concreción paulatina de medidas ecológicamente
“correctas” con intenciones “equivocadas